2001-00177-01 - corte suprema.gov.co

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
WILLIAM NAMÉN VARGAS
Bogotá, D. C., veintiocho (28) de mayo de dos mil nueve (2009).
Discutida y aprobada en Sala de primero (1) de diciembre de dos mil ocho (2008)
Referencia: Exp. 05001-3103-014-2001-00177-01
Se decide el recurso de casación presentado por la
parte demandante frente a la sentencia proferida por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, el 19 de julio
de 2007, dentro del proceso ordinario de Juan Enrique Arango
Uribe contra Juan Gonzalo Ángel Restrepo.
ANTECEDENTES
1.
La demanda solicitó como pretensión principal
declarar la celebración el 19 de noviembre de 1999 de un contrato
mercantil de promesa de permuta sobre bienes muebles e
inmuebles, su resolución por incumplimiento del demandado
ordenando las restituciones mutuas, a éste por el demandante, de
un lote de terreno sin construir situado en Bogotá con extensión
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de 3.931.12 M2 sin frutos de índole alguna y, por aquél al último,
la finca Los Samanes, predio rural antes denominado San Luis
ubicado en el corregimiento de Cantera, Jurisdicción del Municipio
de Margarita, Bolívar, extensión de 315 hectáreas con frutos
civiles y naturales desde la época del contrato hasta la entrega,
estimados en la suma mínima de trescientos millones de pesos;
quinientas setenta y cinco búfalas con todas sus crías producidas
desde la fecha del contrato hasta la del libelo, en un mínimo de
dos mil cabezas adicionales, más veinticinco toros-búfalos; tener
restituida por abandono injustificado la finca La Bufalera situada
en jurisdicción del Municipio de Mompós, extensión de 885
hectáreas, 1278 M3 condenándolo a pagar los frutos civiles y
naturales que produjo o debió producir desde el contrato hasta el
mes de julio de 2000, estimados en cien millones de pesos;
asimismo, condenar al demandado a pagarle perjuicios morales y
materiales,
daño
emergente
y
lucro
cesante,
por
su
incumplimiento doloso y de mala fe, dentro de éstos, la suma de
mil
cuatrocientos
millones
de
pesos
en
su
equivalente
prestacional con la propiedad y posesión del apartamento 901,
garajes 6, 7, 8, 9, 20 y depósito del Edificio Cordillera, ubicado en
la fracción de El Poblado, Urbanización Torre Laguna, Medellín,
no habiendo lugar, por ende, a restituírselos; ciento cincuenta
millones
de
pesos
entregados
con
una
letra
cambio,
compensados con los perjuicios hasta concurrencia de su valor y,
el saldo de ochocientos cincuenta millones de pesos, a la
ejecutoria de la sentencia con intereses moratorios desde su
causación o desde la demanda hasta la fecha del pago y las
costas.
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2.
Las pretensiones incoadas, en resumen, se
sustentan, así:
a)
Las
partes,
comerciantes,
por
dedicarse
profesionalmente a la celebración, ejecución y desarrollo de actos
de comercio, celebraron el 19 de noviembre de 1999 contrato
mercantil de promesa de permuta, por cuya virtud, el señor
Enrique Arango se obligó a permutar 575 búfalas (con sus crías)
adultas más 25 toros, una finca denominada La Bufalera con
extensión de 1000 hectáreas y una finca denominada Los
Samanes con extensión de 315 hectáreas y, el señor Juan
Gonzalo Ángel Restrepo, un lote en Bogotá con extensión de
3.931 Mts, un apartamento en el Edificio Cordillera, ciento
cincuenta millones de pesos en una letra de cambio con
vencimiento en 6 meses sin intereses y 75 hembras búfalas
destetadas el 1º de agosto de 2000, bienes identificados según
describen los hechos del libelo.
b)
El demandado, incumplió sus prestaciones,
negándose reiteradamente a suscribir la escritura pública de
transferencia del dominio del inmueble ubicado en Bogotá,
entregar los semovientes y aceptar el otorgamiento de los
instrumentos públicos de los bienes cuya propiedad debía
transferirle el demandante, encontrándose así completamente
paralizado y sin salida el negocio jurídico.
c)
El contrato de promesa de permuta se ejecutó
parcialmente, en tanto, el demandado, entregó la letra de cambio
por ciento cincuenta millones y los inmuebles del edificio
Cordillera, rehusando injustificadamente otorgar la escritura
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pública del inmueble situado en Bogotá, a pesar de entregarlo y,
tampoco, entregó las 75 búfalas destetadas; el demandante,
entregó los semovientes y las fincas Los Samanes y La Bufalera,
ejecutando sus prestaciones, allanándose a cumplirlas y estando
presto a otorgar las escrituras públicas respectivas; empero, el
demandado, abandonó el último inmueble, por lo cual, aquél debió
tomar posesión de éste a mediados del 2000 para evitar
deterioros e invasiones y está en posesión del ubicado en Bogotá.
d)
El incumplimiento del demandado es doloso y de
mala fe, es un importante explotador de la actividad pecuaria de
cría, levante y ceba de búfalos, pretendió desplazar a su
competidor para consolidar su oligopolio en el mercado y, lo logró,
pues éste le entregó su pie de cría y demás semovientes, luego
de lo cual no aceptó reunión ni conversación alguna, no obstante
su disposición durante todo el año 2000 a terminar el contrato y
devolver las cosas, de donde el daño causado es más extenso,
valorado en suma aproximada a mil ochocientos millones, al
despojarlo de su liquidez y activos impidiéndole acceder a la
titularidad de los bienes con pérdida de oportunidad por
inmovilización de éstos, de los frutos y rendimientos de las fincas,
del hato de búfalos, desazón moral e incertidumbre por la parálisis
del negocio, deterioro y falta de mantenimiento de los bienes,
mejoras y accesorios realizados en los mismos y, en tanto las 575
búfalas
adultas
con
sus
crías,
de
raído
crecimiento
y
reproducción, envuelven una cantidad no menor a dos mil
cabezas de búfalos.
3.
Admitida la demanda, se notificó personalmente
al demandado, quien contestó oponiéndose a las pretensiones,
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negó la calidad de comerciante de las partes y la naturaleza
comercial del contrato de promesa, calificándolo de inexistente
por carencia de los requisitos legales, siendo, por ello, imposible
cumplirlo; del mismo modo, ninguna de las partes concurrió a la
notaría y, por tanto, la demandante carece de legitimación para
solicitar la resolución; tampoco se entregaron los semovientes y
recibió la Bufalera inundada, de todo lo cual, interpuso las
excepciones de inexistencia y falta de legitimación en la causa por
activa.
4.
El ad quem, al decidir la apelación de ambas
partes, confirmó la sentencia pronunciada el 23 de agosto de
2006 por el Juzgado Catorce Civil del Circuito de Medellín que
declaró oficiosamente la nulidad absoluta de la promesa de
permuta y ordenó la restitución de las cosas al estado de la época
del contrato, modificándola respecto de la entrega de los bienes,
no condenó al pago de frutos ni perjuicios y, adicionándola, con el
levantamiento del registro de demanda y la improsperidad de la
objeción por error grave contra el dictamen pericial.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
1.
El fallador de segunda instancia, previa reseña
del petitum, causa petendi, réplica de la demanda, excepciones
interpuestas,
sentencia
de
primer
grado,
impugnación,
advertencia de los requisitos formales para decidir de fondo,
discurrió, prima facie, sobre la posibilidad del juzgador para
declarar oficiosamente la nulidad absoluta de un contrato,
encontrando, diversas previsiones normativas en materia civil, una
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de éstas, la aplicada por el a quo conforme al artículo 1742 del
Código Civil.
Procedió a diferenciar la inexistencia de la nulidad
absoluta, en tratándose de la manifiesta omisión de formalidades
“ad substantiam actus”, cuya falta, “salvo en el evento de
ausencia de solemnidad” comporta la última, mas no, faltando
“una solemnidad plena, constituida en un requisito esencial”,
hipótesis en la cual “el acto es inexistente, es como si no se
hubiese celebrado”, para destacar, el deber del juez de estudiar
previamente a la resolución de un contrato, su existencia y
validez, descartando así, un fallo “extra petitum”.
2.
Concluyó el Tribunal, la naturaleza civil del
contrato de promesa celebrado por las partes, por no constituir
objetivamente un acto de comercio ni estar probada su calidad de
comerciantes, puntualizando, en todo caso, la necesidad de
acatar los requisitos consagrados en el artículo 89 de la Ley 153
de 1887, los cuales, no halló, “[a]l ser manifiesto el vicio por
indeterminación de los bienes”, pues, “[e]n la determinación de las
fincas de Juan Enrique Arango, se hace referencia solo a
denominación y cabida”, sin indicación de ciudad, paraje de
ubicación y en general de los datos del bien, siendo también
“manifiesta” la “imprecisión” de los bienes de Juan Gonzalo Ángel,
al relacionar, sin más, un lote situado en Bogotá, un apartamento,
cinco garajes y depósito en el Edificio la Cordillera, a más que la
demandante en el interrogatorio de parte, aceptó no conocer los
predios del demandado al instante de la celebración del contrato
y, éste, igualmente, no conocer las fincas Los Samanes y La
Bufalera, conociéndolos “en su momento por planos”, aserto
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confirmado por el testigo presencial del negocio jurídico,
Francisco Javier Velásquez Uribe y, en cuanto a los semovientes,
no obstante su carácter “de género”, no se relacionan la cantidad
y estado de las crías de las 575 búfalas ni se fijaron reglas para
su determinación ulterior en contravención al artículo 1518 del
Código Civil y, desestima, la posibilidad de una nulidad parcial,
por todo lo cual, estimó pertinente el pronunciamiento del a quo
sobre la nulidad absoluta.
3.
Seguidamente, se ocupó de las restituciones
mutuas relativas a los bienes muebles e inmuebles, los frutos y la
indemnización de perjuicios.
Encontró, procedentes las restituciones mutuas, por
cuanto, las partes anticiparon algunas prestaciones del contrato
prometido por cuya terminación con la declaratoria de su nulidad
absoluta, las cosas deben restituirse al estado anterior, ordenando
a cada una entregar a la otra lo recibido y no restituido, por el
demandado al demandante, las 575 búfalas y 25 toros “de una
calidad al menos mediana”, resultando sobre las crías “imposible
ordenar restitución alguna, por cuanto no se ha probado en el
proceso su cantidad”, no se especificó su quantum ni se
estableció en el proceso, si bien, aquél en su interrogatorio
“acepta que recibió una cantidad de ‘búfalos’ … pero no hace
referencia al número, ni a las crías” y, no se impone restituir las 75
búfalas no entregadas por Juan Gonzalo Ángel, siendo pertinente,
la del dinero recibido en virtud de la letra de cambio otorgada por
éste con su actualización monetaria pero sin intereses.
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En punto de la restitución de los frutos de los
inmuebles y semovientes, consecuencial a la declaratoria de la
nulidad absoluta, sentó su realización de conformidad con el
artículo 1746 del Código Civil, presumiendo de buena fe a ambas
partes al no estar probada la mala fe, de donde, “la ausencia
probatoria frente a frutos percibidos y la circunstancia de no
desvirtuar la presunción, imposibilita un reconocimiento en tal
sentido”, por lo cual, “no resulta dable aplicar lo dispuesto en el
artículo 964, sobre la obligación de restituir los frutos percibidos o
los que se hubiere podido percibir con mediana diligencia y
actividad teniendo la cosa en su poder, por cuanto esta sanción
solo es posible imponerla al poseedor de mala fe” y cada parte
debe asumir las pérdidas por este concepto, máxime si no se
demostraron los frutos, el dictamen pericial carece de claridad
para tasarlos y el poseedor de buena fe sólo está obligado “al
pago de los frutos percibidos luego de la integración del
contradictorio, es decir, desde la notificación del auto admisorio de
la demanda”, no siendo factible reconocerlos respecto de las 575
búfalas adultas y los 25 toros, desde la entrega hasta la
notificación porque el demandado no es poseedor de mala fe, ni
por el período posterior, por ausencia de pruebas, pues “[n]o se
ha acreditado que los semovientes hayan producido frutos” siendo
impertinente realizar “cálculos frente a situaciones inciertas, ni a
géneros próximos sin tener en cuenta la calidad específica de los
semovientes y sus posibilidades concretas de reproducción”, ante
la insuficiencia del dictamen pericial rendido, cuya objeción,
igualmente desestimó.
4.
Finalmente, denegó la pretensión indemnizatoria
de perjuicios, al apoyarse en el incumplimiento contractual y en la
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resolución del contrato, por inválido e incumplimiento de ambos
contratantes, no siendo ninguno de mala fe.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
Dos cargos contiene la demanda; el primero, por la
causal quinta de casación y el segundo, por la primera, de los
cuales, se analizará aquél por su prosperidad.
CARGO PRIMERO
1.
Apoyado en el numeral 5º del artículo 368 del
Código de Procedimiento Civil, denuncia la sentencia del Tribunal,
por estar afectada de la nulidad consagrada en el artículo 140
numeral 6º, ejusdem, por omitir el deber impuesto en el artículo
307, inciso 2º, ibídem, de practicar pruebas de oficio.
2.
Citando algunos precedentes y, en particular, la
sentencia de 30 de agosto de 2006, precisa la pertinencia de la
acusación
formulada
por
la
causal
quinta
de
casación,
destacando, el deber del juez de decretar y practicar pruebas
oficiosas en los casos prevenidos por el legislador, dentro de
éstos, el consagrado en el artículo 307 del Código de
Procedimiento Civil, con arreglo al cual, cuando considere que no
existe prueba suficiente para la condena en concreto, deberá
hacerlo oficiosamente, por una vez, de donde, su omisión,
conduce a la nulidad de la sentencia.
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3.
Denota la orden impartida por el ad quem al
demandado de entregar al demandante, 575 búfalas y 25 toros de
“una calidad al menos mediana”, revocando la condena del a quo
sobre sus frutos entre su entrega y restitución, en tanto, “[n]o se
ha acreditado que los semovientes entregados por el demandante
hayan
producido
frutos”,
censurando
la
abstención
del
sentenciador al no decretar pruebas de oficio para tasarlos, pues,
si consideró “que no existía prueba suficiente para la condena en
concreto”, debió decretarlas, omisión determinante de la nulidad
de la sentencia con arreglo al artículo 140 numeral 6º del Código
de Procedimiento Civil.
CONSIDERACIONES
1.
El cargo propuesto por la causal quinta de
casación, invoca la nulidad estatuida en el numeral 6º del artículo
140 del Código de Procedimiento Civil, por cuanto, el Tribunal, no
obstante, ordenar la restitución de las 575 búfalas y 25 toros, se
abstuvo de decretar pruebas de oficio para tasar sus frutos,
debiéndolo hacer, por una vez, según manda el artículo 307
ibídem, tanto más si consideraba ausente la probanza para la
condena en concreto y por ello revocó la del a quo, a entregarlas
con sus crías o en su equivalente monetario.
2.
El ordenamiento otorga singular relevancia al
derecho a probar, reconociendo a las partes de un proceso, el de
“presentar pruebas y controvertir las que se alleguen en su contra”
(inc. 4º, artículo 29 Constitución Política) e imponiéndoles la carga
(onus probandi) de acreditar los supuestos fácticos de las normas
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jurídicas invocadas para deducir el bien controvertido o infirmarlo
(artículos 1757 Código Civil y 177 Código de Procedimiento Civil).
En seguridad de los fines indisociables del Estado
Social de Derecho, el acceso recto, eficaz e idóneo a la
administración de justicia, la plenitud del debido proceso,
prevalencia del interés general (Preámbulo, arts. 1º y 229
Constitución Política) y del derecho sustancial (art. 228 ibídem) y,
particularmente, para solucionar los conflictos con justicia, a más
de establecer la armónica cooperación dinámica de los sujetos
procesales, el legislador, disciplina la búsqueda u obtención de la
verdad real, material y objetiva en los asuntos confiados a la
decisión judicial, cuanto compromiso ineludible del juzgador en el
ejercicio de la jurisdicción (Sent. de 24 de noviembre de 1999;
exp. 5339), dejando “de ser un espectador del proceso para
convertirse en su gran director, y a su vez, promotor de decisiones
justas” (Sent. de 7 de marzo de 1997, cas. civ. de 25 de febrero
de 2002; exp. 6623) basadas en los preceptos normativos y en “la
verdad material enfrente de los intereses en pugna” (CXCII, p.
233. cas. civ. de 24 de noviembre de 1999, exp. 5339).
A este respecto, el juzgador, tiene el deber-poder de
decretar y practicar pruebas de oficio (arts. 37, num. 4º, 179 y 180
Código de Procedimiento Civil), en principio, según su análisis
prudencial y razonable en cuanto a su pertinencia, necesidad y
coherencia (Sentencia de 12 de diciembre de 1994, exp. 4293).
Empero, se impone este deber, cuando expresamente
“la utilidad y necesidad de la prueba, surgiera de la misma ley, por
ésta exigirla imperativamente, o de las circunstancias propias del
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proceso respectivo, como cuando indubitablemente conduce al
hallazgo de la verdad real y a determinar la decisión final”
(Sentencia de casación de 5 de mayo de 2000, expediente 5165),
específicamente, en los casos “en que es obligatorio ordenarlas y
practicarlas, como por ejemplo la genética en los procesos de
filiación o impugnación; la inspección judicial en los de declaración
de pertenencia; el dictamen pericial en los divisorios; las
indispensables para condenar en concreto por frutos, intereses,
mejoras o perjuicios, etc. De análogo modo para impedir el
proferimiento de fallos inhibitorios y para evitar nulidades”,
eventos, en los cuales, “es ineludible el ‘decreto de pruebas de
oficio’, so pena de que una omisión de tal envergadura afecte la
sentencia” (cas. civ. sentencia de 15 de julio de 2008, [SC-0692008], exp. 1100131030422003-00689-01).
En particular, el legislador sienta la regla de la
condena al pago de frutos, intereses, mejoras, perjuicios u otra
cosa semejante, por cantidad y valor determinados y “[c]uando el
juez considere que no existe prueba suficiente para la condena en
concreto, decretará de oficio, por una vez, las pruebas que estime
necesarias para tal fin” (artículo 307 del Código de Procedimiento
Civil, modificado por el Decreto 2282 de 1989, art. 1º, num. 137),
por manera que en esta hipótesis, tiene el deber legal de decretar
ex officio las probanzas respectivas.
3.
Dado el carácter instrumental del artículo 307 del
Código de Procedimiento Civil, “esto es, de regla orientadora de la
actividad procesal del juez” (cas. civ. sentencia de 25 de febrero de
2005, exp. 7232), la inobservancia del deber consagrado en el
precepto, podrá estructurar un error de derecho (Cas. Civ. 12 de
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septiembre de 1994, expediente 4293)” (Sent. Cas. Civ. de 13 de
abril de 2005, Exp. No. 1998-0056-02, reiterada en Sent. Cas. Civ.
de 29 de noviembre de 2005, Exp. No. 01592-01)” (cas.civ.
sentencia de 12 de diciembre de 2006, [SC-174-2006], expediente
11001-31-03-035-1998-00853-01) denunciable “a través de la vía
del recurso extraordinario de casación apoyado en la causal
primera, por la transgresión de normas de disciplina probatoria
que conducen fatalmente a la violación de preceptos sustanciales,
obviamente en el entendido de que se reúnan los demás
requisitos de procedibilidad, y la preterición de tales medios de
convicción tenga trascendencia para modificar la decisión
adoptada” (cas.civ. sentencia de 15 de julio de 2008, [SC-0692008], exp.1100131030422003-00689-01).
Con todo, en determinadas circunstancias, la omisión
del decreto y práctica de las pruebas “que el propio legislador, ab
initio, ha ordenado decretar y recaudar en determinado tipo de
pleitos” o asuntos, en cuanto desconozca el derecho a la prueba
inherente al debido proceso, “constituye nulidad procesal, en los
términos del numeral 6º del artículo 140 del C. de P.C.” (cas. civ.
sentencia de 28 de junio de 2005, [SC-136-2005], exp. 7901),
“que puede alegarse inmediatamente después de ocurrida en la
actuación siguiente (art. 143, inc. 5º C.P.C.); pero en el evento en
que tampoco haya existido esta oportunidad, por haberse
proferido ya sentencia de segunda instancia, dicha irregularidad
puede alegarse en casación” (cas. civ. de 22 de mayo de 1998,
exp. 5053, reiterada en la sentencia de 28 de junio de 2005).
4.
Del documento fechado a 19 de noviembre de
1999 a propósito de las “575 búfalas (con sus crías) adultas más
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25 toros” (cdno 1, fl. 15) y del dictamen pericial de 23 de
noviembre de 2004, expresando que el demandado “recibió 575
búfalas hembras con sus crías” (cdno 1, fls. 452-455; 464 y 465),
emerge palmario que las mismas tenían y generan crías, las
cuales, son frutos naturales y como “las pieles, lana, astas, leche,
cría y demás productos de los animales, pertenecen al dueño de
éstos” (artículo 716, in fine, Código Civil).
Por otra parte, al decidir la objeción por error grave al
dictamen pericial, el juzgador, la denegó, por tratarse de un
“concepto detallado, con explicación de exámenes, experimentos
e
investigaciones
efectuados”,
apreciada
su
debida
“fundamentación técnica” (fl. 70, cdno. tribunal) y el segundo
dictamen pericial contiene, también cálculos de los frutos (cdno. 1,
fls. 587 a 596).
Por manera que estando comprobada la existencia de
frutos, razón asiste al recurrente en reclamar el derecho a probar
su tasación concreta, tanto cuanto más que si el ad quem,
consideraba
insuficientes
los
elementos
probatorios
para
determinar su cantidad y valor, debió decretar pruebas, por una
vez, para tal efecto.
Obsérvese que el juzgador de primera instancia, en su
sentencia ordenó al demandado entregar al demandante “575
búfalas adultas con sus crías, o el equivalente en pesos al
momento de la devolución, 25 toros o el equivalente en pesos al
momento de la devolución”, pronunciamiento revocado por el
sentenciador de segundo grado, al no ser “posible establecer
condenas a partir de hipótesis que no se traduzcan en situaciones
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de hecho acreditadas”, y que el primer dictamen pericial indica la
entrega por el demandante al demandado de “575 búfalas (con
sus crías) adultas más 25 toros” y con el segundo contiene los
cálculos respectivos, de donde al estimar insuficiente estas
pruebas, el Tribunal, para determinar su cantidad y valor, debía
decretar de oficio ex artículo 307 del Código de Procedimiento
Civil, las pertinentes para determinar su cantidad y valor.
Desde esta perspectiva, cercenado el derecho a
probar, prescindiéndose de la oportunidad para decretar y
practicar las pruebas necesarias con la finalidad con la finalidad
de determinar la cantidad y valor de los frutos de las 575 búfalas y
25 toros entre su entrega y restitución, que ministerio legis,
dispone el legislador en tales casos, es evidente la presencia de
la nulidad consagrada en el numeral 6º del artículo 140 ídem,
razón por la cual, el cargo propuesto está llamado a prosperar,
imponiendo casar la sentencia acusada, en orden a invalidar la
actuación adelantada a partir de la fecha en que se profirió.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, CASA la sentencia
proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Medellín, el 19 de julio de 2007, dentro del proceso ordinario
de Juan Enrique Arango Uribe contra Juan Gonzalo Ángel
Restrepo y, en sede de instancia,
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RESUELVE:
1.
Declarar la nulidad de la actuación adelantada
por el Tribunal Superior, a partir de la fecha en que se profirió el
referido fallo, inclusive.
2.
En consecuencia, se ordena renovar la actuación
anulada, para lo cual el Tribunal deberá adoptar todas las
decisiones probatorias, que estime pertinentes y conducentes
para la tasación de los frutos que procedan legalmente, de
conformidad con lo expuesto en la parte motiva de esta
providencia.
3.
Sin costas en el recurso de casación, por haber
prosperado el cargo.
Cópiese, notifíquese y devuélvase la actuación al
Tribunal de origen para lo pertinente.
WILLIAM NAMÉN VARGAS
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
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RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
WNV. Exp. 05001-3103-014-2001-00177-01
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