MUJERES RURALES EN CANARIAS: HISTORIAS

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Mujeres rurales en Canarias: Campesinas de ayer
APORTACIONES DE LAS MUJERES AL PATRIMONIO
INMATERIAL DE LA MACARONESIA PORTACIONES DE LAS
MUJERES AL PATRIMONIO INMATERIAL DE LA MACARONESIA
Teresa González Pérez
Catedrática E.U. Universidad de La Laguna
(SILBOARTE 2006, Seminario sobre Itinerarios Artísticos del Patrimonio
Cultural en la Macaronesia)
El patrimonio cultural presente en todas las sociedades, reviste relevancia para diversas
culturas pero también ha sido ignorado, con variantes, en unas más que en otras, lo han
expoliado o relegado al olvido. El pasado histórico y cultural desde la perspectiva actual
representa la recuperación de lo pretérito en sintonía con la construcción del futuro. Los
signos culturales del pasado forman parte de nuestro patrimonio inmaterial. La
conservación de las costumbres del pueblo a través de su evolución histórica, permite
reconocer los vestigios del pasado, que han sobrevivido al decurso del tiempo. Nuestro
patrimonio diverso y heterogéneo, a veces, común y homogéneo en ocasiones, ilustran
la pluralidad del pueblo canario que ha marchado estrechamente unido a su medio
físico. El patrimonio humano implica necesariamente el reconocimiento del legado del
pasado, testigos de una serie de actividades que nos han configurado en la identidad
como pueblo. En realidad la conciencia de que hay que conservar el patrimonio
inmaterial es reciente, de las últimas décadas. Algo hemos recuperado, pero es inmenso
lo que tenemos ahora a nuestro alcance para conservar del cambiante rostro de nuestra
nacionalidad, de su aventura en el tiempo.
Construir la identidad no pasa por aniquilar la memoria. Más allá de lo cuantioso o de
la magnitud se hallan los rasgos de la identidad de un pueblo, incluyendo los elementos,
signos y símbolos culturales de los prehispánicos. El despertar de la conciencia
nacionalista y de la identidad como pueblo va unido al reconocimiento de un patrimonio
propio, singular, que le distingue y hace diferente de otros.
Integra las historias de todo aquello que forma parte de la vida social, de la actividad
cotidiana, desde los actos más sencillos hasta los más trascendentes. Desde finales del
siglo XIX comenzó a despertar el interés por investigar las costumbres, aunque la dictadura
franquista anuló las señas de identidad, fomentó una cultura centralista y marginó las
referencias a la cultura local, llegando incluso a la ridiculización de lo rural, el campesino
sinónimo de bruto, "mago", y se desprecia su mundo desde la óptica de la "élite letrada". El
folklore se ha reducido a la representación de los cantos, bailes y trajes populares, a pesar de
que proviene de una palabra inglesa que significa "sabiduría popular" (folk= popular/
lore=sabiduría) se ha empobrecido su contenido.
Las historias de vida constituyen una fuente de información fundamental para recoger
testimonios del pasado, a veces dificultada por la perdida de memoria, enfermedades...
nuestros mayores portadores del patrimonio vivo, conservan sobre todo el saber
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popular campesino representan el depósito del patrimonio inmaterial. Los relatos de
mayores aportan esperanza en la construcción de la memoria. Los mayores, son parte de
nuestra historia, son nuestro patrimonio humano. Ellos aportan sus vivencias y
experiencias, sus historias de vida nos suministran un caudal de información sobre
nuestro pasado y nuestros valores culturales.
UN PROTAGONISMO SILENCIADO
Una mirada retrospectiva permite descubrir miles de isleñas, desde su status, desde el
trabajo doméstico a las obreras y pobres que se hallan en la sombra de la historia, pero hay
que recuperarlas como sujetos activos, para ello es preciso rastrear en las estadísticas
globales, hay que romper esa globalidad para recuperar el papel de las mujeres, conocer su
comportamiento, sus estrategias para superar los imaginarios sociales impuestos. Unos
roles sexuales impuestos por una mentalidad inmovilista que encorsetó a las mujeres, pero
a pesar de las rémoras el siglo XX se le ha denominado el siglo de las conquistas de las
mujeres, porque consiguieron consolidar derechos conculcados, sin embargo, se mantienen
desigualdades, discriminación laboral, pervive cierto conservadurismo masculino. No
obstante, rastrear en el pasado es tarea harto prolija, pues existe una dificultad esencial, que
es acceder al pensamiento de las isleñas, qué piensan qué saben, porque ha sido una
historia cerrada, etiquetada en la generalidad masculina, desequilibrio de la memoria del
pasado, mientras conocemos muchos aspectos del pretérito masculino poco sabemos de las
mujeres, la mayoría protagonistas anónimas. Porque la organización de la vida social
regula el espacio privado y el ámbito doméstico, la atención privilegiada a lo que
corresponde al espacio público y el menosprecio de cuanto corresponde a lo privado y la
familia, genera un publicocentrismo ahistórico.
De acuerdo con el historiador francés Henri Lefebvre, la cotidianeidad es fuente del
conocimiento del pasado. De este modo, desde la oralidad se debe recuperar la voz de las
mujeres, sin duda, la palabra de las mujeres es fundamental en el rescate histórico porque
ellas fueron protagonistas de ese pasado no tan lejano. Tanto por la desestimación de la
aportación femenina como por las altas tasas de analfabetismo, el tipo de fuente de
información válida es la historia oral, rescatar el saber popular a través de las
conversaciones y las historias de vida, y no sólo indagando sobre el pasado sino porque la
única posibilidad de transmitir sus vivencias es a través de la oralidad.
Desautorizadas por la tradición y con una educación restringida, orientada al
confinamiento y al silencio, las mujeres no pudieron proyectarse como personas con
identidad, porque la educación recibida generaba miedo a enfrentarse con la realidad. La
expresión de las propias opiniones necesita de una dosis de seguridad, a veces sienten
miedo a ofender, y sin conciencia de la propia identidad, ha sido difícil tomar conciencia
colectiva y hablar en plural. A través de la educación ha sido, recuperando su memoria y
hacerles partícipes, dejan de estar solas y se ubican en el mundo como parte de un
colectivo fundamental, porque en la medida que se instruyen amplían sus horizontes y
traspasan el umbral de lo privado.
Las mujeres han sido símbolo de entrega, generosidad, trabajo, pilar de la familia,
pueblos y sociedad isleña... rutinarias en su lucha por la supervivencia, porque no
podían en arriesgar en experimentos, cambios y renovación, tenían mucho que perder,
asegurarse el sustento y sometida a las circunstancias, fuerte presencia social. Todas las
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mujeres, analfabetas, cultas, trabajadoras (tejedoras, costureras, curanderas, rezadoras,
panaderas, loceras, enfermeras, agricultoras, ganaderas, leñadoras, maestras, vendedoras,
amas de casa, madres, abuelas... todas, multiocupadas en jornadas interminables, han
desempeñado funciones vitales en la comunidad donde se desarrollaron. Ellas,
responsables de la armonía cotidiana, actividad costosa, resultado de la gran lucha vital,
cada día luchando y enfrentándose a los diversos mundos que componen su vida: Hacer
feliz a la familia de forma extensiva (cocinar, hacer labores domésticas, cuidar, leer
cuentos, entretener y nutrir a sus miembros) y trabajar fuera de casa (trabajo remunerado).
Además la identidad de las mujeres se manifiesta de muchas formas (hablar, vestir, gestos,
creencias, canciones o acunando con el arrorró...)
La vida cotidiana de las mujeres canarias en tiempos pasados se caracterizó por una
posición social secundaria, una posición que las abocó, sobre todo, a aquellas de clase
humilde, a una realidad de duros trabajos, a la represión moral y a la marginación.
Vivieron una situación carente de cualquier reconocimiento social, permanecieron en la
más absoluta ignorancia, negándoseles el acceso a cualquier tipo de conocimiento que
no fuera el relacionado con la vida doméstica. Porque en esta época la sociedad isleña
era una sociedad jerarquizada con un marcado carácter agrario, y el papel de las mujeres
estaba estrechamente ligado al trabajo familiar y campesino. Su contribución al hogar
abarcaba varias clases de trabajo, dentro y fuera de la casa, remunerado o no. Además
del hogar las mujeres trabajaron al lado del marido, en la agricultura, en la ganadería, en
la venta o en el taller artesano por ejemplo, y en muchos casos, sus hijas contribuían a
la subsistencia familiar ya fuera en trabajos familiares o extrafamiliares. Gran parte del
trabajo productivo se desarrollaba en la agricultura, aunque las labores agrícolas en las
que participaban variaban de unas áreas a otras en función de las estructuras de las
explotaciones; igualmente estuvieron presentes en las labores de empaquetado de
plátanos y tomates. Algunas actividades también derivaban de esa condición agrícola
como la elaboración de conservas vegetales, licores y repostería, la artesanía de objetos
de fibras vegetales, la venta ambulante de sus productos en los núcleos próximos. Por
otra parte, en las ciudades se vio reducida al servicio doméstico, industria tabaquera,
comercio, manufacturas textiles, entre otras. A las trabajadoras se les estigmatizó a
través de su estrecha relación con la pobreza, o la supuesta necesidad de abandonar el
hogar para subsistir. Ayer, igual que hoy, un colectivo situado en una posición de
desigualdad social, que tiene horarios interminables, por la desigualdad en el uso del
tiempo, y salarios inferiores. Porque los relojes de la historia han generado realidades
desiguales, marcando tareas y responsabilidades sexuadas.
En el siglo XIX se produjeron cambios importantes a nivel laboral, pero las mujeres que
han desempeñado actividad extradoméstica siempre apenas han sido reconocidas, bien
porque las estadísticas no la han considerado población activa hasta fechas
relativamente recientes o por la reiterada invisibilidad. Esta centuria fue una etapa
sombría para las mujeres, marcará una progresiva agudización de las contradicciones
entre hombres y mujeres, con un mayor distanciamiento legal, y aunque ya se había
abolido la esclavitud, las mujeres eran “propiedad” del marido, estarán bajo la tutela del
hombre, primero del padre y luego del marido. Curiosamente en este periodo
comenzaron las movilizaciones y organizaciones feministas, la toma de conciencia,
denuncias y luchas en pro de sus derechos, en cambio la mayoría de las mujeres
permanecía en una situación de perpetua marginación. El siglo XX no fue capaz de
resolver su problemática pese a los notables avances.
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Ellas fueron, son y segurirán siéndolo, protagonistas de historias de vida, pero la historia
escrita las condenó con el olvido. Reconstruir la memoria de las mujeres de la Macaronesia
es una tarea compleja, llena de obstáculos, porque no es fácil rescatar del silencio a la
mitad de la población insular, sí al menos reconstruir que todas esas ignotas han tenido
protagonismo a lo largo del devenir junto a los hombres, en el escenario de los
archipiélagos Atlánticos.
RECUPERAR EL LEGADO DE LAS MUJERES ISLEÑAS
En los archipiélago Atlánticos (Azores, Cabo Verde, Canarias y Madeira), igual que en
otras partes del orbe, las mujeres han contribuido al desarrollo de la vida y al legado
cultural. Las islas felices o Macaronesia tienen peculiaridades, elementos singulares, pero
también elementos comunes, entre ellos elemento humano, donde las mujeres han sido
esenciales. Las Mujeres son patrimonio vivo, fuente vital de identidad, forman parte de la
memoria, son testigos de su historia personal y legado para sus descendientes;
conservadoras de las tradiciones, continuadoras y transmisoras del legado o herencia
cultural, del patrimonio intangible (patrimonio inmaterial), han contribuido a crear la
"conciencia canaria", claves en el Patrimonio Oral e Inmaterial de la Macaronesia.
Las mujeres recrean el patrimonio inmaterial, generando la identidad y continuidad, han
sido salvaguarda de las tradiciones, expresiones orales (romances, refranes, poemas,
canciones, cantos de trabajo, oraciones), prácticas sociales, rituales, ceremonias, creencias,
recetas curativas, prácticas medicinales, gastronomía, valores, indumentaria, en definitiva
del folklore (sabiduría popular). Los saberes y culturas conservadas en la memoria corren
el riesgo de perderse con la evolución del itinerario humano. Inteligencia y saber ha
estado habitualmente asociado a la educación reglada, a la enseñanza que concede
títulos y certificados académicos, es como si aportaran "certificado de inteligencia".
Muchas personas mayores no han tenido oportunidad de estudiar, ni siquiera de acudir a
la escuela, no han podido formarse ni cultivar su inteligencia y por ello se les incluye en
el grupo de incultos, ignorantes y a veces de "brutos", porque carecen de cualificación
oficial de intelectuales y gran inteligencia, pero también otras personas lúcidas y
brillantes, incluso con estudios universitarios, son ignorantes de la cultura popular.
Porque la cultura libresca ha ignorado el saber popular, pero aún más todo el entramado
al mundo femenino. Pera la gente del pueblo posee gran sentido común adquirido en la
praxis de la vida.
Muchas actividades se han perdido en el tiempo, presentes solo en el recuerdo de las
mayores, otras imágenes culturales queda poco rastro de ellas, porque tal vez no hayamos
sido conscientes de la importancia de nuestras costumbres y tradiciones, del legado de
nuestros ancestros, no para vivir como antes, sino para activar nuestra memoria y recuperar
nuestro patrimonio, que forma parte de nuestra idiosincracia como pueblo. Recuperar un
pasado no tan lejano, pero desconocido para las nuevas generaciones. Es decir, divulgar en
sentido amplio el "Folklore" femenino macaronésico.
Rescatar el protagonismo femenino, siempre invisible, a pesar de su infinita presencia,
pues a donde quiera que se mire allí estaban y están las mujeres: En la casa (lavar,
planchar, fregar, hacer la comida, coser, remendar), en la familia (cuidado y atenciones
hijos, marido, mayores), en el campo (faenas agrícolas: recolección de frutos, siembra, era,
vendimia, molino), oficios y artesanías (lavanderas, planchadoras, lecheras, gangocheras,
costureras, caladoras, alfareras, cesteras, curanderas, rezadoras), en las celebraciones y
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acontecimientos familiares(nacimientos, bautizos, aniversarios, bodas, entierros) en las
fiestas, ceremonias y manifestaciones religiosas. Omnipresencia desapercibida, sólo
cuando están ausentes, cuando sus tareas están sin hacer se les hecha de menos, cuando se
nota que faltan...
Es la historia de las protagonistas anónimas, ignoradas, muchas con una vida llena de
carencias y limitaciones materiales, pero ricas en el conocimiento de nuestras costumbres.
Formas de vida rígidas que llamó la atención de viajeros europeos (recogimiento hogar,
aislamiento sexual, trabajo, moral). Las mujeres forman parte del patrimonio humano,
son maestras de la vida que caminan con los recuerdos refrescando la memoria. Ellas
aportan sus vivencias y experiencias, sus historias de vida nos suministran un caudal de
información sobre nuestro pasado y nuestros valores culturales. Recuperar la memoria
es un ejercicio fundamental para preservar nuestra idiosincracia. De esta manera se
justifica la acción desde una triple dimensión:
1- Atendiendo al presente: evitando que nuestro patrimonio se devalúe y se pierda
2- Atendiendo al pasado: recuperando los retazos de la cultura tradicional, usos,
costumbres, creencias, ritos,
3- Atendiendo al futuro: con vocación de futuro, mantener el legado de la memoria
En la Macaronesia el mundo rural es un lugar de memoria y nuestros pueblos guardan
los tesoros de la cultura popular, que forma parte de nuestra identidad. Conservan en su
memoria los conocimientos transmitidos de generación en generación, el legado que la
oralidad ha mantenido vivo, sin más aprendizajes que el de la vida, el saber popular es
el saber de los pueblos. Este encuentro, SilboArte es crucial para reflexionar y potenciar
los valores de nuestro patrimonio inmaterial. En un marco inmejorable, como la isla de
La Gomera, donde están vivas muchas tradiciones, para impulsar el rescate cultural.
Especialmente esta isla, sinónimo de "Mujer Sabia" como refería el cronista portugués
Gaspar Fructuoso en el siglo XVI, explicaba en su relato sobre la denominación de la
isla, que Gomera o Gomeroga era el nombre de la hija del Gran Rey de la isla que
significaba "Mujer Sabia", dará ejemplo de su sabiduría.
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