LA BANDA MORISCA (Conferencia) La expresión banda morisca que hoy empleamos para designar a un sector muy concreto de la frontera de Andalucía y el Reino de Granada, debió acuñarse en Sevilla lo mismo que en ella se acuño la “Banda Gallega” que se aplicaba a los territorios sometidos a la jurisdicción del concejo hispalense que estaban situados al otro lado del río Guadalquivir en dirección a Portugal. Así pues en un sentido más restringido y exacto, La banda morisca fue el conjunto de territorios fronterizos que dependieron de la jurisdicción de Sevilla El sistema defensivo generado en torno al Reino de Sevilla tras la conquista castellana de la ciudad contó, fundamentalmente, con dos frentes: al sur, la Banda Morisca, que defendía la frontera con el reino nazarí, y al norte, la Banda Gallega o Portuguesa, para controlar cualquier incursión desde el reino de Portugal. Algunas fortificaciones son de origen musulmán, pero muchas de ellas fueron construidas a partir del siglo XIII. Sin embargo, la Corona y las casas nobiliarias siguieron haciendo uso de estos baluartes durante varios siglos y una buena parte de los planes generales de defensa, permanecieron vigentes. La frontera portuguesa siguió siendo conflictiva hasta el siglo XVIII. Durante largos períodos, como ocurrió con la separación de Portugal y la guerra de Sucesión, las tierras onubenses se vieron una y otra vez asoladas por la miseria y la violencia que trae toda guerra. Ello permitió que los planes defensivos siguieran actualizándose hasta la época de Carlos III. El Castillo Término procedente de la palabra latina “castellum”, que significa “fuerte”, el cual a su vez es un diminutivo del vocablo, también latino, “castra”, que designaba al “campamento militar fortificado”. El castillo es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes y fosos, construido casi siempre en un lugar dominante, para la defensa de pueblos o comarcas, o simplemente del señor que vivía en él. En otras ocasiones, los castillos también se edificaban dentro de los núcleos urbanos, dominando así, desde su parte alta, la villa, la cual solía estar también amurallada, formando todo un conjunto defensivo, donde sobresalía el castillo. Aunque el origen de estas fortalezas se remonta a los tiempos más primitivos de la historia del hombre, los primeros precedentes de la arquitectura castrense se hallan claramente en las fortificaciones de la antigüedad clásica. En estos primeros castillos se alojaban los caudillos y las imágenes de sus dioses y objetos sagrados, lo que confería a estas construcciones un doble sentido: militar y religioso. Al amparo de estos castillos se fueron conformando los diferentes núcleos de población, que con el tiempo constituyeron las primeras ciudades de importancia, tales como Atenas, Tebas, Corinto, Troya, Nicomedia... Para la construcción de estos castillos se requería un terreno elevado, pero cuando éste no ofrecía elevaciones naturales se creaban artificialmente, amontonando tierras y formando grandes terraplenes de hasta veinticinco metros de altura. Las murallas no eran muy altas, por lo que su eficacia defensiva no era la idónea. Por encima de las murallas se construían una serie de torres almenadas desde donde se podía hacer frente al enemigo una vez que éste ya hubiera traspasado las murallas. El foso, muy común en los castillos medievales, sólo se construía en aquellos castillos situados en un llano. Los romanos establecieron a lo largo del “limes” (frontera) todo un sistema de campamentos militares permanentes. A partir del siglo III d.C. las incursiones bárbaras fueron aumentando considerablemente, por lo que las guarniciones romanas tuvieron que prepararse para resistir los continuos ataques de los pueblos del norte sin poder contar con refuerzos. Debido a esto, los campamentos militares se reforzaron sobremanera, surgiendo así los llamados castillos fronterizos, los cuales sirvieron de modelo para los posteriores castillos medievales. Actualmente las condiciones de conservación de los castillos de la época romana no son óptimas. Sin embargo, sus ruinas permiten concluir que tenían forma regular, eran construidos con piedra y estaban dominados por una torre principal coronada de almenas. La auténtica edad de oro de los castillos fue, sin lugar a dudas, la Edad Media; destaca sobre todo el período correspondiente al florecimiento del feudalismo. En un principio abundaron las defensas de madera, construidas a base de empalizadas, pero, a medida que se implantaba el sistema feudal, estos castillos se fueron construyendo con piedra, ya que su finalidad era totalmente militar. El derecho a tener un castillo, con murallas, torre y foso era, en principio, muy limitado y constituía un privilegio que tan sólo concedía el monarca a los más altos dignatarios del reino, ya fueran parientes, alta nobleza o colaboradores próximos. El castillo medieval fue producto de una evolución constante a partir de unos elementos esenciales, que eran la torre y la muralla. En un primer momento, solía construirse una simple torre rodeada por un cerca defensiva. Paulatinamente, esa cerca era sustituida por una muralla mucho más complicada y con mejores materiales. El foso se hizo más general en la construcción de los nuevos castillos, a la par que la torre se ensanchaba. La torre principal, llamada torre del homenaje, era la residencia señorial y el símbolo del poder del castillo, a la vez que también era el reducto más fortificado y difícil de conquistar en un presumible ataque del enemigo. La muralla formaba un recinto exterior cerrado y continuo que protegía a las diferentes torres. A la muralla se le adosaron torres (cilíndricas, cuadradas, etc), que aseguraban una defensa más efectiva del castillo y posibilitaba una gran capacidad de tiro a sus defensores. Con bastante frecuencia, el exterior del muro era rodeado con un foso, natural o artificial, el cual sólo podía salvarse con un puente levadizo. Los diferentes accesos al castillo solían estar flanqueados de peines y torreones, con portales cerrados con rastrillos. Sobre la muralla, coronada de almenas, barbacanas y matacanes, corría el adarve, que era un pasillo por el que podían circular los defensores y dominar todo el perímetro externo de la muralla. Frecuentemente hubo también un paso subterráneo que daba salida al campo y que se usaba para las ocasiones más extremas de un asedio. En el interior del recinto, a medida que las necesidades se sucedían, se construyeron las diversas dependencias; no faltaban cisternas para recoger el agua, los almacenes para guardar el grano y los diferentes víveres, la capilla, el aula mayor, la sala de recepciones, las caballerizas y dependencias de los vasallos, etc. Muchos castillos eran verdaderos centros de autosuficiencia, lo mismo que sucedía con los monasterios más grandes e importantes. Los castillos fueron auténticas fortalezas inexpugnables. Pero a partir del siglo XIII, la fisonomía de estos castillos empezó a variar gracias, sobre todo, a la mejora en el armamento ofensivo empleado para los ataques, concretamente las armas de fuego. Con la aparición de la artillería militar se podían abrir brechas importantes en las débiles murallas de los castillos. Por otra parte, en estos siglos, se produjo un paulatino robustecimiento del poder regio que tendió a suprimir esa profusión de fortalezas que sólo podían servir para favorecer el desarrollo de facciones y grupos de nobles descontentos con el poder real. La posterior consecuencia de todo esto fue la paulatina desaparición de los castillos. Además, dentro de la nobleza se produjo un afán por conseguir una vida más cómoda y suntuosa, por lo que se concedió más importancia a las partes residenciales del castillo Como consecuencia éste se convirtió en castillo-palacio y perdió su primigenia función. defensiva y militar. A partir del siglo XVI, el declive del castillo ya era evidente, quedó sustituido por el "fuerte" moderno. Las particularidades antes citadas y las diferentes exigencias dispuestas por el terreno favorecen la gran diversidad de tipos de castillos y dificultan una mínima clasificación que pudiera abarcarlos a todos. En la península hispana, gracias a los siglos de permanente presencia islámica, se impusieron los términos de alcazaba, alcázar y zuda para referirse a estas fortalezas. La primera era utilizada para referirse a la gran fortaleza endosada en la parte más alta de una ciudad. El segundo vocablo se refería al palacio principesco, mientras que la zuda era una alcazaba urbana. Más tarde, también se designó a los castillos con el término de fortaleza, sobre todo para referirse a las construcciones con un marcado sentido militar. De todas formas, debido a las peculiares circunstancias históricas, ya desde el siglo IX hubo una gran variedad de influencias en la construcción de los castillos. La época de apogeo de éstos se dio entre los años 1000 a 1500. Los castillos de la Marca Hispánica, respondían a la tipología francesa. Las fortificaciones musulmanas en Andalucía, fueron influidas por las fortalezas de tipo bizantino. Las diversas etapas de la Reconquista dieron lugar al establecimiento de verdaderas líneas de castillos que se iban erigiendo a medida que se avanzaba territorialmente hacia el sur Pero fue en la Corona de Castilla (de la gran profusión de castillos le viene el nombre), donde se levantaron los castillos más grandiosos y de mayor valor artístico, sobre todo por la decoración de sus interiores a cargo de artistas mudéjares: Coca, la Mota, alcázar de Segovia, etc. En cuanto a los musulmanes dejaron como ejemplo supremo de su maestría y refinamiento, todo un sorprendente conjunto de patios, salas, jardines y fuentes que se extendieron por los muros interiores de sus alcázares y alcazabas. Baste como ejemplo la suntuosa y refinada construcción que levantaron en la Granada de los nazaríes: la Alhambra. Los motivos para levantar castillos se pueden resumir en tres fundamentalmente. 1. Por los deseos imperialistas de los señores, querían tener controlado el territorio que se iba reconquistando a los musulmanes. 2. Por aspectos puramente defensivos y de seguridad, ya que las fronteras eran excesivamente móviles e inseguras. 3. Por último, el factor de prestigio, ya que estos castillos pertenecían a la alta nobleza de los reinos cristianos, desde donde imponía su dominio jurisdiccional sobre los vasallos. Con anterioridad he hablado de los castillos fronterizos, retomo lo dicho, ya que, los que vamos a visitar el próximo día pertenecen a la llamada banda portuguesa y a continuación haré unos breves comentarios de cada uno de ellos. CASTILLO DE JEREZ DE LOS CABALLEROS ( Alcazaba de Jerez de los Caballeros ) Situación El castillo de Jerez de los Caballeros se alza sobre cerro a cuyo alrededor se extiende la localidad del mismo nombre, un altollano que domina la vega que forma el río Ardilla, en la zona occidental de Sierra Morena, al suroeste de la provincia de Badajoz. Historia El origen de la localidad de Jerez de los Caballeros ha sido tema de discusión en varias ocasiones. Para algunos su origen es fenicio, aunque se han encontrado evidencias de presencia romana y visigoda. Se sabe que perteneció a los musulmanes hasta su reconquista en el año 1238, llevada a cabo por Alfonso IX con ayuda de las órdenes del Temple y de Santiago. Por su cercanía con la frontera, fue asediada por tropas de la vecina Portugal. Entre los siglos XV y XVII gozó de un gran auge y prosperidad. Su nombre puede ser originario de la influencia que las órdenes del Temple y de Santiago ejercieron en la zona, sobre todo, la primera. Cuando se disolvió la orden en 1312, los caballeros se enfrentaron a la Corona encerrándose en el castillo. Tras una larga y sangrienta lucha, sus pertenencias pasaron a la Corona y desde entonces su torre se llama Torre Sangrienta. Descripción El castillo es de forma pentagonal. Destaca la muralla que protegía a la villa de ataques exteriores. Ésta presenta torres semicirculares rematadas en almenas que se han ido reconstruyendo en épocas actuales. De todas las torres que surcan el edificio, la torre del homenaje es la que destaca por su tamaño y solidez. Está asentada en un desnivel con respecto al pueblo. Presenta dos vanos y una pequeña aspillera defensiva para disparar las flechas y los dardos a los enemigos. Su cornisa se remata en una estructura almenada que ha sido restaurada hace poco tiempo. En su interior aparece una bóveda de cañón apuntado. En sus orígenes la muralla tuvo seis puertas, aunque hoy en día sólo se conservan cuatro: la puerta de la Villa, que tiene tres arcos, la puerta de Burgos, que presenta almenas en forma de pirámide, la puerta de Santiago y la puerta de Alconchel. Estas dos últimas, desgraciadamente, no se mantienen en su totalidad. Materiales Tanto para la muralla como para el castillo se utiliza la piedra. En la muralla se emplean piedras de pequeño tamaño unidas por cal y arena y en el castillo se utiliza la mampostería, es decir, piedra escasamente labrada. Los ángulos de la edificación están hechos con sillares bien trabajados. Esto hace que se forme un claro contraste entre los muros y las esquinas. Estado de conservación El castillo se ha mantenido bastante bien a pesar de los asedios que ha sufrido a lo largo de su historia. Se han restaurado las almenas casi en su totalidad, quedando un conjunto de enorme belleza. El recinto ha ejercido distintas funciones; la más sorprendente es que sirvió de mercado de abastos hasta 1950. Protección Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español CASTLLO DE SANTA OLALLA DE CALA Situación El castillo fortaleza de Santa Olalla del Cala se alza sobre un cerro desde el que domina la localidad del mismo nombre, en la provincia de Huelva. Historia El primer documento histórico que refiere la existencia de Santa Olalla es un privilegio del rey Sancho IV, dado en Toro el 4 de noviembre de 1293. En él se habla claramente de un acuerdo del concejo de la ciudad de Sevilla de construir castillos en Cumbres y Santa Olalla, «porque con los otros castiellos e las otras fortalezas que son en essa Syerra podría seer guardada toda essa tierra muy bien». Este documento regio dice claramente que se trata de construir un nuevo castillo, por lo que cabría suponer que no se reedificaría sobre los restos de un castillo árabe de la época musulmana anterior. No obstante, algúnos historiadores consideran que la puerta principal es una patente construcción musulmana, el sistema fue empleado ya desde época califal, aunque ésta quizá sea obra del siglo XII. Labor igualmente musulmana es la realización de los muros. El empleo de la argamasa parece demostrarlo. También en las torres rectangulares pueden apreciarse intervenciones islámicas. El empleo de molduras horizontales, que tienden a recortar la verticalidad del torreón, es elemento corriente en las realizaciones almohades y recuerdan los lienzos que aún subsisten de la cerca de Sevilla. Totalmente cristianas son por el contrario las torres circulares. Estas debieron ser realizadas durante el siglo XIV, cuando el tipo alcanza su desarrollo». En el siglo XIII se produce la conquista cristiana de la sierra de Aracena, por parte del ejército castellano que avanza hacia Sevilla y la Baja Andalucía. La zona que había sido fronteriza entre cristianos y musulmanes durante los siglos que precedieron a su reconquista mantuvo su carácter como tal, entre el Reino de Sevilla y el de Portugal, prácticamente hasta el siglo XVIII, cuando se llegan a estabilizar los conflictos entre los dos principales reinos peninsulares. A esta área militarizada y caballeresca que defendía el gran Reino de Sevilla de las amenazas portuguesas se llamó y estaba protegida por una cadena de castillos y ciudades fortificadas en relación de comunicación visual que alcanzaba hasta la misma Sevilla. Uno de estos castillos era el de Santa Olalla del Cala, que se comunica visualmente con el de Real de la Jara, ya en la provincia de Sevilla. Entre las ciudades fortificadas destacaba Aracena en la que tenía sede la Orden del Temple, y que cuenta con su iglesia mayor, proyecto del humanista Juan de Herrera. Descripción El recinto del castillo, de forma alargada, tiene aproximadamente 132 metros de longitud y 45 metros de anchura, está dispuesto de norte a sur siguiendo la orografía y fue construido a base de un conglomerado de piedras y argamasa (mezcla de arena y cal). Está compuesto por murallas con almenas encapuchadas, y flanqueado por diez torres, cuatro semicirculares y seis rectangulares, estas últimas divididas por impostas horizontales de ladrillos, característica ésta típica en construcciones árabes. Son dos los tipos de cubiertas utilizadas, siendo la mayoría bóvedas ojivales, y de aristas por la que se accedía al interior del castillo. La torre principal de base rectangular, de dos pisos, cuya puerta es una entrada en recodo arcos exteriores de medio punto labrados de sillería de granito, encaja perfectamente en el mundo musulmán de la época. La decoración sobre el revoco, imitando un aparejo de sillares, que aparece en la torre de entrada al castillo, es una característica típica del arte musulmán, y que en el Castillo tiene una finalidad meramente estética. La puerta secundaria, cuya disposición es recta y se halla construida también en sillería granítica, está situada en el costado de poniente, en una zona abrupta y de difícil acceso, a la que se llegaba por un escarpado camino en forma de zig-zag. Se trata de un de arco de sillería de granito, enmarcado en un alfiz dibujado por un remetido del muro, por cuya parte superior corre una moldura cóncava. En los muros y torres aún se pueden observar las saeteras casi cuadradas, algunas de ellas cegadas, como muestra de reconstrucciones llevadas a cabo en años anteriores. Estado de conservación En el siglo XIX el parapeto interior de la muralla sufrió un gran deterioro (agujereado por nichos y osarios), como consecuencia de la utilización de éste y del patio de armas como cementerio local, hasta una vez construido éste a las afueras del pueblo, camino de Extremadura, en el año 1917. Protección Fue declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento el 22 de junio de 1993 CASTILLO DE EL REAL DE LA JARA Situación El castillo de El Real de la Jara se encuentra en la localidad del mismo nombre, en el extremo noroeste de la provincia de Sevilla. Historia Los árabes ya poblaban este lugar, al que llamaban “Xara”, y parece ser que esta población alcanzó cierta importancia durante el período almohade. La plaza fue ocupada por Fernando III en 1247, durante las operaciones de aproximación a Sevilla, cercada en el verano de ese mismo año. Según la tradición, una cierva, que figura en el escudo heráldico de la población, guió a las tropas castellanas hacia el punto más adecuado para apoderarse de su castillo. Es una de tantas leyendas que forman parte del imaginario que se creó a raíz de las conquistas del rey santo. En 1293, el concejo hispalense solicitó al rey Sancho IV autorización para construir una serie de castillos con el fin de reforzar las fronteras de su alfoz, y no solo por la amenaza del vecino reino de Portugal, sino de las órdenes de Santiago y el Temple, con las que el Concejo de Sevilla nunca tuvo buenas relaciones. Dicha autorización fue otorgada en Toro el 4 de noviembre de 1294, concediendo el monarca permiso para “fazer castiellos e fortalezas, uno en las Cumbres e otro en Santolalla, porque eran mucho a serviçio de Dios e nuestro e a grand pro e guarda de toda essa tierra, porque con los otros castiellos e las otras fortalezas que son en essa syerra podría seer guardada toda esa tierra muy bien”. El interés del concejo de Sevilla por fortificar la zona iba encaminado en varias direcciones. Por un lado proteger las poblaciones de las partidas de bandidos que infestaban la zona. Por otro lado, su ubicación le permitía un control absoluto sobre la Vía de la Plata, que transcurre a escasa distancia del castillo. Finalmente, mantener alejados a los templarios y santiagueños de su territorio. Descripción El castillo de El Real de la Jara se levanta sobre un elevado cerro situado al norte de la población. A menos de medio kilómetro al este del mismo transcurre la Vía de la Plata. Es un recinto amurallado de planta semicuadrangular, construido con piedras del país, con el sistema de mampostería ordinaria (utilizándose la argamasa para que no estuvieran colocadas las piedras sin sujeción, es decir sueltas, que era otro tipo de construcción conocida como mampostería en seco). El castillo tenía ocho torres, tres de ellas semicirculares y dos puertas, en ambas, principal y de escape, vemos aún las quicialeras y las cajas abiertas en el muro donde se alojaban los enormes pasadores que, una vez deslizados, impedían el acceso desde el exterior. La puerta principal es la que se halla orientada al sur, mirando a la población. Su disposición es acodada, ofreciendo a la derecha un ala de fábrica con la especial misión de salvaguardar la integridad física de los lanceros de guardia cuando, para sujetar el arma, habían de permanecer con el brazo en extensión. La puerta situada en la pared posterior, mirando al norte, es la denominada como "puerta de escape", utilizada cuando era necesario abandonar la fortaleza por razones imperativas. . Las saeteras están convenientemente dispuestas alrededor de la muralla para procurarse la defensa en caso de ataque. El algibe no es visible por encontrarse cegado, pero es evidente que en algún lugar del recinto ha de hallarse, ya que era elemento fundamental para la provisión de agua en las necesidades cotidianas, además de su especial importancia cuando hubiera que afrontar situaciones prolongadas de asedio La torre del homenaje, que corta el paso del adarve, cuenta con una amplia cámara cerrada con bóveda de cañón y con una escalera que lleva hasta la azotea. No hay constancia de la existencia de ningún matacán para defender la puerta, ya que la mitad superior de la torre ha sido reconstruida por completo, pero casi con seguridad debió de existir. Materiales La fábrica de todo el recinto es de paramentos de mampuesto de 2,2 metros de grosor, rellenos de tierra y cantería. No se observan mechinales en el interior de los lienzos dado que, al restaurarse, las murallas se encontraban a la mitad de altura que actualmente, pero en su amplia plaza de armas de casi 2.000 metros cuadrados debieron existir las habituales dependencias en este tipo de edificios: cuadras, almacenes, alojamientos para la tropa, etc. Estado de conservación Restaurado casi en su totalidad. Protección Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. Es una edificación de finales del siglo XIV. Monumento declarado bien de interés cultural.