BLOQUE 1: GEOGRAFÍA FÍSICA TEMA 1 Diversidad geológica e morfológica. España es un país de contrastes, contrastes entre el Norte y el Sur, entre los paisajes mediterráneos y atlánticos —a los que cabe sumar los isleños—, entre el mundo europeo y el africano. Desde el punto de vista geopolítico es un territorio encrucijada, ya que tiene una situación excéntrica y periférica respecto a Europa. A la vez, ha actuado tradicionalmente como territorio-puente entre África y Europa, entre el mundo mediterráneo y el atlántico. Ni los Pirineos —fácilmente superables en sus extremos— ni el estrecho de Gibraltar han sido obstáculo a esas relaciones. Ese dicho un tanto despectivo de "África empieza al sur de los Pirineos" resulta, por lo tanto, bastante discutible desde la óptica histórica y geográfica. Sería mucho más correcto decir que África empieza al sur del Atlas y que Marruecos y España son países eminentemente mediterráneos, como lo puedan ser Italia o Grecia. Desde el punto de vista geográfico, la mayor parte de España es un país mediterráneo. La mediterraneidad es su característica más personal. Y lo es porque tiene: - veranos secos y calurosos; sus otoños y primaveras son lluviosas; en invierno goza de temperaturas moderadas, su cielo suele ser azul y limpio; su paisaje está dominado por trigales, olivares y viñedos; El clima y la vegetación, el régimen de sus ríos, el modo de vida rural y hasta el tipo de asentamientos humanos están dominados por las influencias mediterráneas, todo ello condicionado a su vez por una latitud (43°47' N en el cabo Estaca de Bares y 36°00'N en Tarifa) que motiva la presencia mayoritaria de las altas presiones subtropicales —el conocido anticiclón de las Azores— sobre la Península Ibérica. El relieve, por último, es eminentemente mediterráneo porque corresponde básicamente a la Europa formada durante el plegamiento alpino, en la era Terciaria, excepto en Galicia y el extremo noroeste de la meseta que son restos del macizo hespérico formado en las orogenias caledoniana y herciniana de la era Primaria. Cuando a una región se la califica de mediterránea, lo que se quiere decir es que normalmente el cielo está en ella despejado y la luminosidad alcanza elevados valores; que las precipitaciones son, en general, escasas y tienen una distribución espacial, cuantitativa y temporal anárquica y que el verano es seco, además de caluroso; que los pequeños ríos se reducen con frecuencia a simples hilillos de agua o a cauces pedregosos, que experimentan en ciertas épocas del año y casi todos los años, espectaculares crecidas; que la vegetación es xerófila, esclerófila y perennifolia; que abundan los suelos rojizos; que alternan las grandes cordilleras jóvenes con depresiones y pequeñas llanuras, etc. Y, por el contrario, una región europea merece el calificativo de atlántica o templado-atlántica cuando en ella son frecuentes los cielos nublados o neblinosos y raros los cielos rasos, luminosos y azules; cuando la moderación térmica —ni grandes fríos ni grandes calores— domina sobre la extremosidad; cuando las precipitaciones, además de ser altas, se distribuyen de manera bastante regular a lo largo del año y de los años, sin que el verano sea seco; cuando los ríos tienen regímenes así mismo regulares en cuanto a la distribución intermensual de los caudales y a los accidentes extremos de crecidas y estiajes, que son moderados; cuando entre los vegetales espontáneos predominan los higrófilos, caducifolios y de hojas planas y anchas, etc. (FLORISTÁN, 1988, 63). EL RELIEVE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA La Península Ibérica se caracteriza por la compartimentación de su relieve, ya que se convierte en un auténtico pequeño continente. Su litoral, que dibuja óvalos de gran radio con cabos que sobresalen o se adentran en el mar escasamente, propicia que amplias extensiones estén relativamente aisladas de los influjos atemperadores marinos. El relieve, de hecho, se asemeja a un verdadero baluarte: - la meseta central, una superficie de altiplano que ocupa el corazón de la península; - sus murallas están configuradas por la cordillera Cantábrica, el sistema Ibérico y Sierra Morena; - los fosos estarían representados por las dos grandes depresiones peninsulares, las formadas por el río Ebro y el río Guadalquivir; - los Pirineos y las cordilleras Béticas, por último, conforman el perímetro exterior. 2.1 Principales características geomorfológicas. - España es un país con un perfil litoral poco recortado, es decir, cuyas costas suelen ser bastante rectilíneas (salvo en Galicia). No existen, por lo tanto, ni cabos que profundicen mar adentro, ni grandes golfos. Esta realidad condiciona, en parte, la acentuada continentalidad de la península. El coeficiente de litoralidad —relaciona kilómetros cuadrados con la longitud del perfil costero en kilómetros— que presenta España es, con diferencia, uno de los más elevados de la Unión Europea: 82,5 km 2/km (sería del 126,5 sin contabilizar los archipiélagos balear y canario), mientras que Italia tiene un valor de 36 km 2/km y Grecia de 8 km2/km. - El país presenta una altitud media considerable: 660 metros sobre el nivel del mar. Es decir, casi el doble que Francia —donde se ubican buena parte de los Alpes y los Pirineos—, que tiene 342 metros y, más del doble que Europa (297 metros), continente donde solo nos supera Suiza. Se trata de un territorio de mesetas y montañas donde el 11,4% de sus tierras están a menos de 200 metros sobre el nivel del mar, un 22,6% se ubica entre los 600 y los 1.000 metros y, por último, un 18,4% se sitúa por encima de los 1.000 metros. En definitiva, dos terceras partes del solar español está situado a más de 500 metros de altitud. - El relieve, por último, está muy compartimentado. Este aspecto y la elevada altitud media refuerzan la continentalidad de España. Unidades morfoestructurales. - Macizos antiguos; mitad occidental de la Península Ibérica: son las viejas cordilleras, que han sido arrasadas por la erosión hasta sus raíces y convertidas en auténticos zócalos. A esta naturaleza, por ejemplo, obedece la espina dorsal de los Pirineos. Se trata de rocas fuertemente metamorfizadas y granitizadas, de naturaleza silícea, que producen materiales rígidos, por lo que las formas generadas son fracturas y grandes abombamientos, nunca pliegues. Este tipo de superficies, por lo tanto, suelen formar cumbres suaves. Son los relieves hercinianos. - Cordilleras de plegamiento alpino; mitad oriental de la Península Ibérica: son cordilleras afectadas por fuertes plegamientos, formadas por materiales sedimentarios marinos. A estos relieves pertenecen el Sistema Ibérico, las Cordilleras Costero-Catalanas, el Sistema Bético y los Pirineos. - Depresiones terciarias o cuencas de sedimentación. Se trata de abombamientos cóncavos del zócalo paleozoico (Duero, Tajo, Guadiana) o de depresiones prealpinas (Ebro, Guadalquivir). Litología. Desde el punto de vista litológico existen tres grandes tipologías: - La España silícea, en el sector occidental, que equivale prácticamente con la España paleozoica y que está formada por granitos —la Pedriza del Manzanares—, gneis, pizarras y cuarcita. Son relieves seniles, con redondeadas y suaves lomas que están acompañadas por penillanuras. A esta naturaleza corresponden regiones como Galicia, Asturias, el sector occidental de la Meseta del Duero, la Cordillera Central, los Montes de Toledo, Extremadura y Sierra Moreno, mientras que existen pequeños afloramientos en el Sistema Ibérico, los Pirineos, las Cordilleras Costero Catalanas y el Sistema Penibético; - La España calcárea, en el sector oriental, que se corresponde con la España mesozoico-eocénica. La caliza, como es lógico, es su material predominante, junto a margas, areniscas y conglomerados. Las formaciones kársticas son frecuentes —Ciudad Encantada de Cuenca o El Torcal de Antequera— junto a la presencia de la denominada terra rossa. Estos terrenos calizos dibujan aproximadamente una letra "Z" invertida: costa catalana, prepirineo, Cordillera Cantábrica y Asturias, para inflexionarse a través del Sistema Ibérico (NO-SE) y continuar en su brazo inferior (ENE-OSO) por el Prebético y Subbético hasta Gibraltar; - La España arcillosa: se corresponde con la España neógena y cuaternaria, englobando las dos mesetas castellanas, las depresiones del Ebro y el Guadalquivir, así como las llanuras y parameras. Son terrenos donde abunda la arcilla, las margas y los yesos, por lo que con frecuencia aparecen los paisajes de badlands (malas tierras), donde se activan procesos de acarcavamiento. Las unidades de relieve. En la Península Ibérica se pueden diferenciar tres grandes unidades: la Meseta, las cordilleras de bloques (Sistema Central, Montes de Toledo, Sierra Morena, Macizo Galaico), las montañas intermedias (Cordillera Cantábrica, Cordillera Ibérica), las depresiones prealpinas (Ebro y Guadalquivir), las cordilleras exteriores (Costero Catalana) y, por último, las cordilleras alpinas (Pirineos, Sistema Bético). La Meseta central y sus rebordes. La Meseta es la originalidad española respecto a Europa. Se trata de una llanura alta rodeada de montañas y que, a su vez, queda dividida en dos submesetas por la presencia del Sistema Central: la Norte está articulada en torno al río Duero; la Sur presenta el corredor del río Tajo, que está separado del corredor del río Guadiana por los Montes de Toledo. Submeseta Norte, Superior o castellanoleonesaSubmeseta Sur, Inferior o manchego-extremeña Es más homogénea: está drenada por el río Duero El sistema de drenaje es más complejo: Tajo, y no es dividida por ninguna gran cordillera Guadiana y Júcar Más elevada: una altitud media que oscila entre Está subdivida por los Montes de Toledo 800 y 850 metros Tiene una altitud media que oscila entre 500 y 700 Rodeada de montañas metros. Es una superficie plana pero que bascula hacia el Atlántico Está abierta al océano Atlántico Cordillera Central. Esta cordillera constituye la auténtica columna vertebral de la Meseta (E-O o ENE-OOO), incluidas sus vértebras, que están representadas por las múltiples estribaciones de la alineación montañosa: Somosierra (2.059 metros), Guadarrama (2.430), Gredos (2.592), Peña de Francia (1.723) y Gata (1.492). La tipología de relieve está determinada por la tectónica de fracturas, que ha generado bloques elevados (los horst) y otros hundidos (los graben) como consecuencia de las tensiones a las que fueron sometidos estos territorios. Los Montes de Toledo. Desde la Mancha hasta Portugal (E-O) se extiende esta alineación que separa las cuencas del Tajo y del Guadiana, que tiene en común con la anterior sus bloques tectónicos y las fosas que los separan. Presenta los mismos relieves de cumbres suaves, aunque sus altitudes rara vez superan los 1.500 metros. Sierra Morena. Esta sierra es el abombamiento topográfico y estructural existente (interfluvio) entre las cuencas de los ríos Guadiana y Guadalquivir. Su nota más característica es el carácter disimétrico que presenta, ya que observada desde la Meseta simplemente son pequeñas colinas, mientras que desde el Guadalquivir parece una auténtica sierra. Entre sus puertos más conocidos encontramos Despeñaperros. Las altitudes de estas cumbres, en todo caso, no superan los 1.500 metros. El Macizo Galaico. Se trata, en realidad, del fragmento más occidental del Macizo Ibérico, del zócalo meseteño. Como características fundamentales cabe destacar su modesta altitud (500 metros), sus límites imprecisos por el E y S —contacto con la Meseta1—, la influencia en el modelado de la tectónica de fracturas y, por último, el perfil recortado que el acceso directo de este relieve a la línea de costa confiere a su litoral. Las típicas rías, de hecho, presentan cuatro grandes tipologías: - rías embudo, en la que el río es literalmente inundado por el mar (Cantabria); - rías tectónicas, en las que las fallas determinan su origen (Noia, Pontevedra, Vigo); - rías alveolo, formadas por la sumersión de las cubetas (A Coruña, Arousa); - rías de origen mixto. La Cordillera Cantábrica. Esta cordillera es el reborde montañoso septentrional de la Meseta y de la depresión del Ebro —el más caudaloso de los ríos españoles nace precisamente en la sierra, en Fontibre—, por lo que constituye el conjunto de montañas situadas entre el Macizo Galaico y los Pirineos. Se trata, por lo tanto, de una sierra OE, siendo precisamente en esa dirección en la que mayor diversidad paisajística encontramos: Cordillera Ibérica. Esta sierra constituye el reborde oriental de la Meseta y con su orientación NO-SE atraviesa 470 kilómetros desde Burgos hasta Valencia-Castelló. Según las áreas, se trata de una cordillera de zócalo — presencia de fallas y deformaciones de gran radio de curvatura— o de una cordillera de cobertera —pliegues y estructuras de revestimiento—. Las depresiones prealpinas: el Ebro y el Guadalquivir. Ambas depresiones tienen en común ser cuencas o fosas prealpinas entre el reborde montañoso de la Meseta y una cordillera geosinclinal; son, igualmente, cuencas de subsidencia cuyos fondos se hundieron en el Terciario; por último, en ambos casos presentan formas triangulares y son avenadas por grandes colectores fluviales disimétricos, ya que el Ebro discurre más próximo al Sistema Ibérico que a los Pirineos, mientras que el Guadalquivir hace lo propio con Sierra Morena respecto a la Cordillera Bética. Sus principales diferencias, en contraste, son las siguientes: - la depresión del Ebro está colmatada por sedimentos terciarios continentales-lacustres, ya que surgió aislada del mar; por el contrario, la depresión del Guadalquivir está formada por sedimentos marinos porque su origen está en un golfo marino; - si la depresión del Ebro está completamente cerrada por montañas —ni tan siquiera en su desembocadura tiene una salida fácil hacia el Mediterráneo—, en el Guadalquivir el relieve únicamente actúa como frontera por el Norte y el Sur, ya que por el O la depresión está abierta al Atlántico; - por último, las tierras del Ebro tienen un relieve más complejo y variado, mientras que en el Guadalquivir predominan los terrenos llanos. Las cordilleras alpinas. Las cordilleras alpinas suelen identificarse e independizarse en el estudio del relieve español porque se trata, sin duda, de las mayores altitudes y de las cumbres más enérgicas. Son, en efecto, montañas jóvenes —creadas por la orogenia alpina—, en las que predominan los pliegues sobre una cobertera sedimentaria plástica que no ha tenido tiempo de verse afectada por la erosión. Pirineos Trazado rectilíneo y compacto 1 Sistema Bético Trazado aireado y arqueado El Bierzo leonés, por ejemplo, es la antesala de Galicia para quienes van a esta región procedentes de la Meseta, o el anuncio de esta última para quienes se dirigen desde Galicia a Castilla León. Zona axial paleozoica: en el corazón del PirineoLase mayor acción orogénica alpina eliminó por puede apreciar el zócalo herciniano debido acompleto que la esa zona axial paleozoica orogénesis alpina no tuvo una acción tan profunda Cordillera bilateral y asimétrica Típicamente alpina, con zonas externas e internas Apenas percibe las influencias de la glaciación Por su latitud se vio afectado por una glaciación pleistocénica intensa y extensa Los Pirineos tienen 425 kilómetros de longitud en un trazado rectilíneo con orientación ONO-ESE. El zócalo herciniano se conserva en el denominado Pirineo axial, mientras que la cobertera sedimentaria mesozoica-eocénica plegada forma el Prepirineo o Subpirineo. Las formas glaciares, plasmadas en los ibones, adquieren cierta relevancia. El Sistema Bético es el único propiamente alpino (no tiene zócalo herciniano). Su recorrido en longitud es de 800 kilómetros siguiendo la orientación OSO-ENE, por lo que discurre desde el golfo de Cádiz hasta Alicante. Este sistema, como todas las montañas alpinas, se caracteriza por presentar sierras aisladas (Sierra Nevada y los Montes de Málaga) separadas por hoyas (Hoyas de Antequera, Guadix y Baza). El litoral español: cantábrico, atlántico y mediterráneo. Como hemos visto, España es un país con un perfil litoral poco recortado, es decir, cuyas costas suelen ser bastante rectilíneas (salvo en Galicia). No existen, por lo tanto, ni cabos que profundicen mar adentro, ni grandes golfos. Esta realidad condiciona, en parte, la acentuada continentalidad de la península. El litoral peninsular español mide unos 3.167 Km., de los que 1.663 corresponden a la zona bañada por el Mediterráneo (desde Punta Falcó, al Norte del Cabo de Creus, hasta Gibraltar), 770 Km. a la zona cantábrica (desde Bidasoa hasta la ría de Foz) y 735 a la zona atlántica (sector andaluz y sector gallego). 1. Factores que intervienen en la morfología del litoral peninsular español: 1. El relieve. La existencia de alineaciones montañosas en la zona litoral influye fuertemente en la forma de esta: – Las cadenas paralelas al litoral acentúan el carácter abrupto de las costas, dan un carácter rectilíneo a los litorales, permiten la existencia de ríos (transversales a la cadena) que en muy poco espacio discurren desde la montaña al mar (discurren por fuertes desniveles), abriendo valles profundos y ejerciendo una activa labor de transporte, y constituyen el origen cercano de materiales que acaban transportando a los litorales. – La cadenas transversales a la costa dan lugar a ejes o alineaciones que se introducen en el litoral, cortándolo o moldeándolo, dando lugar a cabos, entre los que se pueden formar los llamados arcos u óvalos, donde se pueden depositar sedimentos. – Las fosas tectónicas, cuando no son paralelas a la línea de costa, dan lugar a zonas litorales hundidas muy propicias para el depósito de materiales y las formas suaves. Por el contrario, cuando son paralelas a la línea de costa y próximas a ella, dan lugar a costas abruptas y escarpadas, con plataformas continentales con desniveles muy pronunciados. La Cordillera Cantábrica y los Montes Vascos corren paralelos al litoral y se encuentran flanqueados al Norte por la falla que continúa la Norpirenaica, por ello, su litoral tienen una forma rectilínea y presenta caracteres abruptos, con la aparición de incisiones ocasionadas por los ríos transversales a la cordilleras. Por contra, la costa mediterránea, exceptuando la catalana, presenta formas en arco, ocasionadas por salientes del Sistema Ibérico y de las Béticas, que rompen el trazado litoral, dando lugar a zonas en las que los depósitos sedimentarios han originado esas suaves ondulaciones. En el mismo sentido, las rocas que componen estos relieves influyen también en la forma de los litorales. Las rocas paleozoicas, muy duras, son más resistentes a la erosión marina, por lo que ofrecen formas más abruptas y escarpadas. Las rocas sedimentarias, más bandas, dan lugar a formas más trabajadas por la erosión marina, más suaves y menos escarpadas. La alternancia de rocas duras y blandas (relieve apalachense) da lugar a una erosión diferencial, que destruye los materiales blandos (golfos, rías, etc...) y encuentra mayores obstáculos en los duros (puntas, cabos, etc...). Un ejemplo de ello lo encontramos en las costas asturianas 2. El mar. – Las mareas y el oleaje actúan como elementos erosivos. Los mares con fuertes mareas y oleaje (Cantábrico, Atlántico) son más agresivos en su labor de desgaste y tienden a impedir (remueven y transportan hacia el interior de los océanos) que los depósitos de origen continental transportados por los ríos o los propios depósitos marinos, se consoliden en las zonas litorales dando lugar a deltas, llanuras aluviales, barras de arena, playas, etc... Por otro lado, la existencia de fuertes mareas (4 metros de promedio en la diferencia de altura de las aguas del mar, en el Cantábrico) provoca oscilaciones relativamente importantes del nivel del mar, ocasionando que la acción erosiva del mar no se concentre en unos mismos puntos, sino que cambie conforme asciende o desciende ese nivel de las aguas marinas. Por ello, los mares de escasas mareas presentan líneas de litoral mucho más regulares/erosionadas, que los que presentan mareas fuertes. En este sentido, el Mediterráneo favorece los depósitos y, al presentar, débiles mareas, ha trabajado/erosionado suficientemente los materiales continentales como para que sus litorales presenten formas regulares/envejecidas. – Las corrientes marinas actúan como elementos transportadores de materiales, por ello en los litorales afectados es difícil el almacenamiento de materiales. Es importante la corriente que corre paralela al litoral mediterráneo español, de Norte a Sur, desde latitudes similares a las de Castellón, y que impide la formación de importantes deltas, dado que arrastra hacia el Sur los materiales que portan y depositan los ríos al llegar al mar. – Las oscilaciones en el nivel del mar ocasionadas por las glaciaciones. Los períodos glaciares supusieron que una cantidad del conjunto del agua del Planeta permaneciese en forma de hielo sobre los continentes. Por ello, los océanos tuvieron un nivel de altura en sus aguas inferior al actual (una diferencia máxima inferior a los 100 o 200 metros). Por el contrario, los períodos interglaciares presentaron un nivel del mar ligeramente superior al actual. Estos cambios ocasionaron que las líneas de depósito y erosión marítima sufriesen cambios en su altura. No ha de extrañarnos, pues, que encontremos fenómenos de depósito y erosión marítima muy por encima o por debajo de lo que hoy es el nivel del mar. Por lo demás, es importante señalar que desde el Cuaternario se ha venido observando un constante y prolongado descenso en el nivel del mar. 3. El hundimiento o elevación de las masas continentales. Después de la tectónica alpina el Planeta entró en una fase de distensión y erosión, pero siguieron produciendose fenómenos de lento y tenue reajuste, que han originado, entre otras cosas, fenómenos de elevación o hundimiento de las masas continentales. Las zonas continentales que sufren procesos de hundimiento exponen constantemente a la erosión marina nuevos flancos y observan como sus depósitos se hunden cada vez más en el océano. Por ello, su aspecto es más joven (menos regular: menos erosionado, con menos depósitos). Además, hunden en el mar relieves que son resultado de la erosión continental. Por el contrario, las costas estables han sufrido en sus litorales una erosión más constante que ha dado lugar a formas más regulares. El litoral gallego, en este sentido, está sufriendo un proceso de hundimiento, que origina la inmersión de los valles, intrincados y profundos, que los ríos han excavado en las duras rocas paleozoicas, dando lugar al paisaje de rías y a un rejuvenecimiento constante de las formas litorales (constantemente se exponen a la erosión marina nuevas superficies). Por el contrario, el sector bético del litoral mediterráneo está sometido a un proceso de elevación, que acelera el proceso de sedimentación y eleva sobre el nivel del mar superficies de erosión marina. 2. El litoral peninsular español El litoral cantábrico. Presenta un carácter rectilíneo, que contrasta con las formas curvilíneas del litoral mediterráneo. Sus costas, en las que predominan las formas acantiladas (proximidad de la Cadena Cantábrica y los Montes Vascos), se hunden rápidamente en el mar (proximidad de la fosa). Las fuertes mareas (ralentizan la erosión) dan lugar a una morfología juvenil, en la que escasean las playas (el Cantábrico no permite grandes depósitos), y predominan las formas abruptas, aun no regularizadas. Como rasgo característico tenemos la existencia de sierras planas y rasas, que son superficies de abrasión marina originadas en períodos interglaciares, que ahora se encuentran a varios metros sobre el nivel del mar y en las zonas interiores de los litorales. Destaca también la morfología de las costas asturianas, donde la erosión diferencial sobre el relieve apalachense ha dado lugar a la alternancia de cabos (cuarcitas) y rías y pequeños golfos (sobre las pizarras, por las que discurren los ríos). El litoral atlántico. La costa gallega (desde la ría de Foz hasta la frontera portuguesa). Sus características más notables son su morfología abrupta, joven, en la que se alternan cabos y rías, en las que el relieve continental montañoso, hendido por valles encajados y sinuosos, se sumerge en el mar. Se trata de los resultados de varios procesos: – De un océano de fuerte oleaje (fuerte poder erosivo), ocasionado por el predominio de vientos del N y N.O., pero con fuertes mareas, que no permiten el envejecimiento de las formas costeras. – De un relieve continental construido sobre restos del antiguo Macizo Hespérico, de rocas antiguas y duras, en el que predominan las formas germánicas y apalachenses, que se prolonga hasta la línea de costa, donde, a poca distancia, una fosa tectónica lo corta. Así, ofrece a la abrasión marina estos duros materiales (granitos) o la alternancia de duros–blandos (cuarcitas y pizarras), sobre los que la erosión fluvial (ríos que discurren por la fosas tectónicas o por los blandos estratos de pizarras) ha excavado unos valles encajados. En el mismo sentido, la existencia de esa falla de dirección N–S, que corta el macizo, da lugar a un predominio de la linealidad en el litoral. – Del progresivo hundimiento del litoral, que ocasiona esa sumersión del relieve continental en el mar. Las costas atlánticas andaluzas (desde la desembocadura del Guadiana en Ayamonte, en la frontera portuguesa, hasta el Peñón de Gibraltar). Están dominadas por el Golfo de Cádiz, que se corresponde con la zona más deprimida de la depresión del Guadalquivir, de la que, como sabemos, los depósitos posmiocénicos han ido expulsando al mar. Como ejemplo de este proceso, cabe destacar la existencia en época romana de una importante albufera (laguna litoral, en costas bajas, de agua salina separada del mar por un cordón de arena), el Lago Ligustinus, que la colmatación por aportes del Guadalquivir ha convertido en la marisma (terreno pantanoso de aguas salobres ). El litoral mediterráneo. Las costas mediterráneas andaluzas. Su morfología presenta dos zonas: – Desde el Peñón de Gibraltar hasta el Cabo de Gata, el litoral corre paralelo a las alineaciones montañosas del Sistema Bético, ofreciendo unas formas rectilíneas y abruptas, aunque la erosión marina y la sedimentación de materiales continentales (los ríos transversales a la Bética han erosionado fácilmente los blandos materiales mesozoicos y han transportado estos materiales a la costa) y costeros (la zona continental está sufriendo un proceso de levantamiento y el mediterráneo facilita los depósitos, por la debilidad de sus mareas y de sus oleajes) ha dado lugar a formas envejecidas y a la formación de playas y llanuras litorales. – Desde el Cabo de Gata hasta el Cabo de La Nao la morfología costera adopta la forma de claros óvalos enmarcados por la llegada al litoral de estribaciones de la Bética, entre los que discurren fosas. Se describen dos óvalos: – Óvalo de Mazarrón (desde el Cabo de Gata hasta Cartagena) sobre una fosa que hunde las estructuras penibéticas. – Óvalo del Golfo de Alicante (desde Cartagena al Cabo de la Nao) en la continuación de la depresión intrabética. En esta zona, la sedimentación ha sido mayor y la estructura tectónica (costas bajas) del litoral han permitido la existencia de grandes playas, deltas en las desembocaduras de los ríos, albuferas (Mar Menor), etc... El Golfo de Valencia Se corresponde con otro gran óvalo que va desde el Cabo de la Nao hasta el Delta del Ebro. Es una amplia planicie litoral constituida por materiales de depósito continentales y marinos. Su estructura presenta dos partes: en la zona continental se trata de un largo y suave piedemonte de la Ibérica, que llega hasta el mar, donde la abrasión marina ha causado–excavado un pequeño (menos de 5 metros) acantilado, por debajo del cual se encuentra una segunda parte de depósitos marinos. Esta segunda zona es la que da lugar a las extensas playas, a las albuferas (la de Valencia), cordones de arena, etc... Los deltas de los ríos son de pequeño tamaño dado que los ríos que los originan tienen un régimen mediterráneo y son de escasa importancia. Además, la aproximación al litoral de la corriente marina (N–S) impide la consolidación de los depósitos. El litoral catalán Presenta dos ámbitos diferenciados: el delta del Ebro y el litoral paralelo a la Cordillera Costero–Catalana. El delta del Ebro constituye una gran llanura aluvial de unas 28.260 Ha., compuesta por albuferas, marismas y lagunas en su mayor parte. Se formó después de la última glaciación (hasta los años cincuenta de este siglo ha estado creciendo) sobre la llanura litoral abierta por la depresión prelitoral de la Costero–Catalana. Amén del Delta, la zona presenta morfologías similares a las del Golfo de Valencia: deltas, playas, etc.... La segunda zona se corresponde con la Costa Brava, donde la cadena costera o litoral de la Costero Catalana, rota por la fosa de la depresión costera, enfrenta sus materiales paleozoicos a la erosión marina, dando lugar a formas rectilíneas, abruptas y escarpadas. No obstante, la escasa profundidad de la plataforma continental, la poca actividad del Mediterráneo y los aportes de los ríos que erosionan la cordillera han permitido un paisaje en los depósitos se acumulan en los entrantes de la línea litoral, dando lugar a las llamadas calas, pequeñas playas de arena o cantos rodados. El Relieve insular El territorio insular español se distribuye en dos archipiélagos principales: balear y canario. - Las Islas Baleares, localizadas en el Mediterráneo, están integradas por Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera, Cabrera y algunos otros islotes menores. Todas las islas, salvo Menorca (un testigo del viejo escudo paleozoico), son la prolongación natural de los Sistemas Béticos, sumergidos en el Mediterráneo y reaparecidos en las Baleares. Es en Mallorca, en razón de su tamaño, donde se hallan mejor representados los caracteres originales del relieve. Éstos se sintetizan en la existencia de dos cadenas montañosas y una depresión interior: al noroeste se sitúa la sierra de Tramontana, que contiene la mayor elevación del archipiélago (Puig Major, 1445 m); al sureste se extiende la denominada sierra de Levante y, entre ambas, la llanura central. La isla de Menorca se diferencia del resto del archipiélago por su vinculación con la cordillera CosteroCatalana, hecho perceptible en la naturaleza del roquedo e, incluso, en su particular forma y orientación. - El archipiélago de Canarias se halla en el Océano Atlántico. Las islas que lo integran, tienen un carácter volcánico compartido con otras islas del mismo océano, como Islandia o las Azores. Su origen hay que relacionarlo con las emisiones volcánicas que tuvieron lugar a mediados de la Era Terciaria, cuando la orogenia alpina rompe el fondo marino y emerge material magmático a través de las fracturas existentes en esta zona de fricción entre la placa africana y la corteza oceánica. Las islas se alinean conforme a dos rumbos dominantes, noreste-suroeste y sureste-noroeste, y ofrecen como rasgo común su carácter montañoso. Son Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. La máxima altitud se localiza en El Teide (Tenerife), a su vez, techo de España (3.718 m). La naturaleza volcánica del roquedo, la abundancia de basalto, troquitas y fonolitas y los grandes desniveles que entraña la montaña han originado formas de relieve espectaculares. Entre éstas destacan las calderas y los cráteres volcánicos, los pitones o roques de lava que la erosión ha puesto al descubierto o los malpaíses, resultantes de la solidificación de las lavas. TEMA 2 Diversidad climática El clima de España —en realidad tendríamos que referirnos a los climas de España— se encuentra entre dos mundos bastante contrastados, el atlántico y el mediterráneo, aunque en líneas generales se trata de un clima fundamentalmente mediterráneo, carácter que viene reforzado por la sequedad estival a la que está sometida una gran extensión de la Península Ibérica, exceptuando las fachadas septentrional y noroccidental. La situación peninsular (43 grados 47 minutos Norte en Estaca de Bares por los 36 grados Norte de Tarifa) provoca una mayor proximidad a la zona tropical que al casquete polar ártico, por lo que España se encuentra en latitudes subtropicales y/o templadas, más cerca de la influencia del anticiclón de las Azores — el 58% de las circulaciones atmosféricas que afectan a nuestro país son anticiclónicas— que de las borrascas atlánticas que ocasiona el frente polar. España disfruta, por lo tanto, de una situación de abrigo que no tendría si se encontrara unos grados más al norte. España, por último, está situada entre dos mares de características completamente diferentes —el Mediterráneo es cálido, salino, poco profundo, calmado…, mientras que el océano Atlántico es frío, menos salino, mucho más profundo, tempestuoso—, por lo que se la puede comparar como la quilla de Europa. La circulación general atmosférica en estas latitudes presenta dos tipos de vías fundamentales: las que siguen las borrascas atlánticas —generan el tiempo templado y húmedo característico de la zona cantábrica— y las altas presiones subtropicales —ocasionan los desiertos africanos—. En la confluencia de ambas está la Península Ibérica, que se ve afectada por ambos fenómenos como consecuencia de la traslación N-S del denominado frente polar: en verano las altas presiones ascienden hasta los 50 grados Norte, mientras que el citado frente polar se cobija entre los 55 y los 60 grados; en invierno las altas presiones se encuentran a menos de 35 grados Norte, mientras que el frente polar invade una franja latitudinal amplia entre los 35 y 65 grados Norte. La oscilación de ambas masas de aire, con ocasionales rupturas y aislamientos de gotas frías en sectores más cálidos suelen provocar masivas precipitaciones que por extensión han sido bautizadas con ese significativo apelativo: gota fría. Una de las características más notables de la influencia subtropical sobre la Península Ibérica es la generación de fenómenos climáticos de naturaleza violenta, con sus graves consecuencias habituales en el territorio y sus habitantes. Los episodios de grandes precipitaciones —las célebres gotas frías citadas anteriormente— y las prolongadas sequías ven agravados sus efectos por su irregular distribución, difícil previsión y, en suma, por su anárquico comportamiento. Las olas de frío y de calor son, igualmente, una consecuencia de la situación que ocupa España en las latitudes subtropicales. Las situaciones más reiterativas son las siguientes: - irrupciones de aire frío procedente de Groenlandia, Canadá y, en general, de la zona polar, entre 10o E y 20o O; - coladas frías de carácter continental procedentes del N y NE de Europa que, por lo general, suelen provocar fuertes ciclogénesis tras entrar en contacto con las cálidas aguas del Mediterráneo Occidental. Las temperaturas: un país templado. España es, por definición, un país templado y con notables registros de insolación: unas 1.700 horas/sol/año en la fachada septentrional y más de 3.000 horas/sol/año en el sur y sureste del país. En todo caso, los contrastes térmicos son acusados como consecuencia de la continentalidad: en la Mancha la oscilación térmica anual —también la diaria— alcanza los 20o C, mientras que en sectores más litorales, como en el Cantábrico, dichos valores son de diez grados (anual) y seis grados (diaria). Estas diferencias tienen una repercusión inmediata en el riesgo de heladas, que es inferior a tres días/año en las costas y que oscila en el interior entre 60-80 días/año en la Mancha y 80-100 días/año en Castilla León. La altitud es uno de los factores determinantes que inciden sobre las temperaturas y su régimen anual. Para la Península Ibérica el gradiente térmico —aumento o descenso de la temperatura según la altitud— es de 0'6°C cada cien metros de ascensión. La topografía también introduce variaciones importantes, como las inversiones térmicas que se producen en depresiones intramontañosas y que suelen ir asociadas a nieblas frecuentes en días de invierno con predominio de altas presiones. Por otra parte, el segundo factor que condiciona el régimen térmico es la continentalidad. Sus influencias se aprecian en un doble sentido: - a mayor lejanía del mar la función atemperadora marina se desvanece, tornando las temperaturas más contrastadas y duras; en las zonas litorales, en contraste, se disfruta un clima más templado, con menos contrastes; - las barreras orográficas que protegen el corazón de la Península Ibérica incrementan dicha sensación de continentalidad, ya que la cordillera Cantábrica, el Sistema Bético y las Cordilleras Costero Catalanas frenan el avance de los vientos procedentes del mar, caracterizados por lo general por su condición templada —fresca a lo sumo— y por su humedad. Las altiplanicies —tanto ambas mesetas, como los páramos turolenses o las muelas castellonenses— incrementan los efectos de esta continentalidad, agravando los contrastes térmicos tanto en invierno como en verano, ya que esas superficies planas y elevadas suelen ser propicias a la estabilidad atmosférica dada la ausencia de accidentes topográficos. Los contrastes son más acentuados en invierno, sobre todo entre la Meseta y su litoral más inmediato. Las temperaturas del mes más frío, que siempre suele ser enero, son casi siete grados inferiores en Albacete respecto a Alicante —ambas capitales están separadas por apenas 142 kilómetros— o 6'5°C en León respecto a Gijón —separadas por un centenar de kilómetros—. Los inviernos son largos y fríos en el interior, pero suaves y cortos en la periferia. Si definimos invierno como aquel mes cuya temperatura media es inferior a 7°C, en la Meseta Norte tendría una duración de siete meses, entre cinco y seis en la Meseta Sur, mientras que en el litoral mediterráneo apenas duraría dos o tres meses. En el extremo "cálido" encontramos Fisterra y Huelva, junto a las islas Canarias, lugares donde no tienen meses fríos gracias a la fuerte influencia marítima de su clima. En la Costa del Sol también se produce un hecho ciertamente insólito que convierte a ese litoral en una zona privilegiada desde el punto de vista térmico, ya que nunca se producen temperaturas bajo cero. En contraste, los registros mínimos se alcanzan en ciudades como Albacete, Cuenca, Teruel, Ávila, Soria, León, Burgos… La mínima absoluta en los observatorios españoles está cifrada en -30°C en Calamocha (Teruel). El calor, por otra parte, es más acentuado en los sectores E y S del país, donde Sevilla establece el récord térmico con 47°C un seis de agosto de 1946. El tiempo más caluroso se registra en julio y agosto, aunque si definimos un mes cálido como aquel con temperaturas medias superiores a 25°C encontramos que: - no existen meses cálidos en toda la fachada N y NO de España (Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco); - apenas tiene una duración entre dos y tres meses en la Meseta septentrional; - se prolonga hasta cuatro meses o más en la Meseta Sur, Aragón, Catalunya y buena parte del País Valenciano; - y, por último, dura entre cuatro y seis meses en Andalucía y el sector SE (Andalucía Oriental, Murcia y sur de Alicante). Siguiendo con estas peculiares caracterizaciones, los mismos valores —25°C— servirían para definir un día cálido. Pues bien, Andalucía tiene unos 150 días cálidos por año, mientras que la España septentrional apenas alcanza los veinte. Si consideramos las noches, cuando más insoportable suele ser el calor, se define una noche cálida cuando la temperatura media diaria es superior a los 20°C. Con esta variable, el norte peninsular apenas tiene una noche calurosa por año, todo el Levante español registra entre veinte y cincuenta, mientras que en Andalucía se supera con creces la cincuentena. En definitiva, se puede hablar desde el punto de vista térmico de dos Españas: una continental —todo su interior— y otra marítima —la periferia—, aunque las diferencias entre las dos costas son asimismo notables: la oscilación térmica anual en el litoral cantábrico apenas alcanza los 10°C —clima más templado, oceánico—, mientras que en la costa mediterránea varía entre 13 y 15°C. Las precipitaciones: dos mundos ciertamente diferentes. El análisis de las precipitaciones que recoge el solar español permite sin lugar a dudas, hablar de una España húmeda —minoritaria en extensión y que ciñe sus límites a las tierras septentrionales y NO— y una España seca. Coexisten una España de cielos sombríos, grises y plomizos, junto a una España de cielos frecuentemente despejados y luminosos. Trazando un paralelo imaginario desde Cartagena hasta Portugal tendríamos las tierras más soleadas, que recogen más de 3.000 horas de sol/año —el topónimo Costa del Sol no resulta en absoluto gratuito—, mientras que en el Norte entre Estaca de Bares y Andorra difícilmente se superan las 2.000 horas de sol/año. Las diferencias entre ambas mesetas son igualmente significativas: entre 2.600 y 2.800 horas de sol anual recibe la Meseta Norte, mientras que entre 2.800 y 3.000 horas es el registro de la Meseta Sur. Por otra parte, los registros de los días cubiertos resultan igualmente significativos para analizar las diferencias entre dos paisajes notablemente contrastados: - Entre los cabos de Fisterra y Maladeta se registran entre 150-180 días cubiertos, mientras que los días despejados oscilan entre los 30 y los 60 anuales. - En la España seca, en concreto en el litoral mediterráneo, Andalucía, la Mancha y Extremadura los días cubiertos están entre 30 y 60 por año, mientras que en el resto están entre 60 y 120. El valle del Guadalquivir es la zona más sometida a los influjos del sol, ya que registra hasta 150 días despejados al año. En consecuencia, España vuelve a configurarse como un país de contrastes. En cuanto a las precipitaciones, entre los observatorios de San Sebastián y Almería existen diferencias tan grandes como entre las áreas templado-oceánicas de Europa y las subdesérticas del Norte de África. España, en suma, tiene regiones que figuran entre las más lluviosas de Europa y otras que son las más áridas de Europa. La España lluviosa ocupa aquella área donde las precipitaciones son superiores a los 800 mm o litros por metro cuadrado. Se trata, por lo tanto, de la España N y NE, desde Galicia a Catalunya. Vigo recoge 1.339 mm anuales, San Sebastián 1.506, Gijón 1.037 y A Coruña 969. La España árida, por oposición, está integrada por aquellos territorios que recogen menos de 300 mm anuales, es decir, todo el SE español. El cabo de Gata, en concreto, es el punto más árido de Europa con unos registros que oscilan entre 117 y 130 mm anuales. Águilas (Murcia) recoge 174 mm, Cartagena 274, Almería 231 y Murcia 301. Entre ambos extremos se sitúa la España de transición, cuyas precipitaciones oscilan entre los 300 mm y los 800 mm anuales. Esos registros, de todas formas, se ven modificados con frecuencia por el factor orografía: en Grazalema se encuentra el punto más húmedo de la Península —mayores registros pluviométricos que en Galicia o Asturias—, concretamente en la sierra Grazalema (2.138 mm); por otra parte, en las depresiones del Guadalquivir, Ebro y Duero las precipitaciones se recortan considerablemente como efecto de la orografía y la continentalidad. Respecto al régimen pluviométrico cabe destacar nuevamente las diferencias entre la regularidad atlántica y la irregularidad mediterránea. Las lluvias dominantes en invierno son propias del N y NO peninsular, así como en Andalucía y Extremadura, ya que estas zonas reciben los beneficios de los frentes y borrascas atlánticas, imperantes en nuestras latitudes en esa estación. Sin embargo, en el Este español — desde Catalunya hasta Almería— la estación más lluviosa es el otoño como consecuencia de las fuertes precipitaciones provocadas por las borrascas mediterráneas, incluyendo a la gota fría. En el interior peninsular, por último, las precipitaciones máximas son equinociales con un máximo en primavera. Como es lógico y común a un clima mediterráneo, la estación seca por excelencia es el verano. Y es precisamente en este rasgo donde radica la particularidad del clima peninsular. Los días de lluvia que por término medio registra cada zona son un buen indicativo para analizar esa variable. En general, toda la vertiente cantábrica recoge una media de 140 días/año de precipitación, registro que desciende de Norte a Sur, de O a E y desde la periferia al centro (Almería 25 días/año) La aridez es una de las características intrínsecas a los climas mediterráneos. Este rasgo se padece en la Península Ibérica según un gradiente S-N y E-O claramente definido: si definimos un mes árido siguiendo a Gaussen —la precipitación tiene que ser menor a dos veces la temperatura media de un mes— (escala de Gaussen en los climogramas), los resultados son los siguientes: la costa cantábrica no tiene meses secos; entre dos y cuatro sufren la Meseta y la depresión del Ebro; entre uno y tres Catalunya; entre cuatro y cinco el Levante, así como la depresión del Guadalquivir; entre cinco y seis la Costa del Sol y el golfo de Cádiz; entre siete y diez el sureste español. TEMA 3 Diversidad hídrica La red hidrográfica española se caracteriza por su disimetría, ya que el 31,3% de la superficie corresponde a la vertiente mediterránea —las aguas fluyen hacia el mar Mediterráneo—, mientras que el restante 68,7% vierte sus aguas hacia el océano Atlántico, incluido por supuesto el mar Cantábrico. Los cursos fluviales españoles, como en el análisis de las precipitaciones, convierten el solar nacional en foco de contrastes, contrastes que se establecen entre los ríos típicamente mediterráneos —subdesérticos en muchas ocasiones— y los que son puramente atlánticos. En cualquier caso, la mejor caracterización de los ríos españoles es que son poco caudalosos, muy irregulares e inmoderados. Las diferencias son notables si analizamos las principales variables fluviales: - Por el caudal específico o relativo, la vertiente mediterránea tiene cursos con 1,5 litros/segundo/km2, mientras que los ríos pirenaicos, del N y N.O. de la península oscilan entre valores de 20 y 30 litros/segundo/km2. - En cuanto a los caudales absolutos, el Duero y el Ebro son los que mayor caudalosidad presentan. El Duero —el Douro en su desembocadura en tierras lusas— registra entre 650 y 675 m3/seg, mientras que el Ebro lleva 554 m3/seg. El contraste con los grandes ríos europeos es evidente: 1.350 m3/seg el Po, 2.200 m3/seg el Rhin o 1.350 m3/seg el Loira. El Tajo oscila entre 480-500 m3/seg, el Miño entre 330-350 m3/seg, el Guadalquivir lleva unos 184 m3/seg y el Guadiana 100 m3/seg. Por las condiciones de sus cuencas, tanto el Ebro como el Guadalquivir pueden considerarse como auténticos Nilos. - Respecto a los coeficientes de irregularidad, los contrastes pueden ser extremos: mientras los ríos atlánticos tienen coeficientes oscilantes entre 2 y 5, los cursos mediterráneos alcanzan con facilidad valores infinitos. Los valores son los siguientes: 10,6 para el Guadiana; 11,6 para el Tajo; 8 para el Duero; 3 para el Ebro. El río Po, en contraste, apenas tiene un 2,24. - Las crecidas, por otra parte, son igualmente mayores en los ríos españoles que en los europeos. Las cifras máximas son sorprendentes: el Ebro y el Duero han llegado a transportar 20.000 m 3/seg en momentos de crecida, mientras que el Tajo ha alcanzado los 14.000 m3/seg y el Guadalquivir los 12.000 m3/seg. En el extremo opuesto, los estiajes —períodos de aguas bajas— son frecuentes incluso en los grandes ríos, como el Tajo, Guadalquivir o Guadiana. Las cuatro provincias hidrológicas La hidrología tiende a agrupar los diferentes regímenes fluviales por categorías en función de la presencia de la nieve o de la lluvia como elementos básicos de suministro de caudales para los ríos. Según esta afirmación, en España tendríamos cuatro categorías diferentes de cursos fluviales de montaña, con aportación de precipitación sólida en sus caudales: nival puro, nival de transición, nivo-pluvial y pluvionival. Por otra parte, aquellos que se alimentan únicamente de precipitaciones líquidas, podrían ser divididos en ríos oceánicos, mediterráneos y de interior. Ríos de alta y media montaña - Los ríos de alta montaña (nacimiento en cotas superiores a los 2.500 metros de altitud) se encuentran básicamente en el Pirineo Central (Segre, Cinca y Gállego). Se caracterizan por tener grandes pendientes, crecidas rápidas y tumultuosas en primavera y principios de verano cuando se produce la fusión de las nieves. El estiaje se produce aquí en invierno —no en verano como es habitual— debido a la retención nival del agua superficial. Son ríos muy caudalosos (reciben más de 2.000 mm de precipitación anual). El Cinca, por ejemplo, tiene 65,6 litros/seg/Km2. Su irregularidad es baja —la menor de España en realidad—, oscilando entre 2 y 4. Los ríos de media montaña (cabecera menos de 2.000 ó 2.500 metros de altitud) tienen una distribución mucho más generalista: Cordillera Cantábrica, Sistema Central, Sistema Ibérico, Sierra Nevada y los afluentes pirenaicos del río Ebro. Tienen pendientes más suaves, menor caudal y mayor irregularidad (3 a 10). La provincia atlántica Este sector hidrológico comprende todos los ríos comprendidos entre el Miño y Navarra, junto a los afluentes del Duero que nacen en la cordillera Cantábrica y la cabecera del Ebro. Son cursos de gran caudal —más de 1.000 m3/seg en años lluviosos—, escasa irregularidad —coeficientes entre 2 y 5, como el Sil (2,8) o el Miño (3,3)—, fuertes pendientes, sin fuertes estiajes ni grandes crecidas. Su régimen es pluvial oceánico o pluvio-nival oceánico. La provincia mediterránea Este sector incluye todos los ríos que desembocan entre los cabos de Creus y Gata, con la excepción de aquellos que nacen en el Pirineo (Ter y Llobregat), así como los de largo curso (Ebro, Júcar y Segura). Se trata de cursos caracterizados por los siguientes aspectos: corto recorrido; cuenca reducida; fuertes pendientes; pobres caudales; gran irregularidad, con coeficientes superiores a cinco e incluso infinitos; temidas crecidas en otoño (el Millars, por ejemplo, registró 2.898 m3/seg en Vila-real el 15 de octubre de 1922, es decir, 228 veces su módulo (12,7 m3/seg); profundos estiajes en verano. Son ríos que se alimentan casi exclusivamente de unas lluvias escasas (generalmente inferiores a los 500 mm anuales), que sufren una fortísima evaporación y que suelen llegar secos a sus desembocaduras como consecuencia de un intenso aprovechamiento para riego de sus caudales (0,25 litros/seg/Km 2 tiene el Vinalopó). Provincia oceánico-mediterránea o subtropical En esta área están comprendidos los cursos situados al oeste de la cuenca del Segura, es decir, los ríos mediterráneo-béticos y que, por lo tanto, nacen en Sierra Morena, en la Mancha o los Montes de Toledo. Se trata del sector hidrológico interior o atlántico-mediterráneo, ya que los ríos asumen características tanto atlánticas como mediterráneas. Se trata de ríos con escaso caudal —el Jabalón y el Záncara tienen menos de un litro/seg/Km2— como consecuencia de la pobre pluviosidad de estas tierras. Los estiajes suelen ser muy acentuados. Las aguas altas se registran en primavera y otoño, mientras que las aguas bajas se sufren en invierno y verano. Los cinco grandes ríos españoles Río Ebro: Es el segundo río de España por longitud (928 km.), por la extensión de su cuenca (85.997 2 km ) y por su caudal absoluto (554 m3/seg en Tortosa). Todos estos importantes registros se deben a que sirve como arteria colectora del agua caída en el N.O. español, ya que nace en la Cordillera Cantábrica (Fontibre, Cantabria). Bien alimentado, atraviesa las tierras semiáridas de La Rioja, Navarra y Aragón, sin merma de su caudal porque recibe importantes afluentes pirenaicos hasta desembocar en el Mediterráneo. Río Duero: Con sus 913 km. es el río con una cuenca más extensa y con mayor caudal en su desembocadura. Nace en los Picos de Urbión y en su recorrido se enriquece de los caudales de las cordilleras que limitan su cuenca por el Norte (Cantábrica) y por el Sur (Sistema Central). Su régimen es mayoritariamente pluvio-nival, aunque sus crecidas se producen fundamentalmente en invierno porque en dicha estación es cuando más precipitaciones se recogen en su cuenca. Río Tajo: Se trata del río más largo de España (1.120 km.), aunque ocupa un tercer puesto —por detrás de Duero y Ebro— por extensión de su cuenca (80.947 km2) y caudal (480-500 m3/seg y 6 litros/seg/km2. Su régimen, pluvio-nival en el curso alto —áreas con fuerte innivación—, pasa posteriormente a ser pluvial oceánico-mediterráneo. Como el Duero, las crecidas se producen en invierno, mientras que los profundos estiajes alcanzan su máximo rigor en septiembre. Río Guadiana: Es el menos caudaloso de los grandes ríos españoles, con 820 km. de longitud y 67.842 2 km de cuenca. Apenas aporta 100 m3/seg al océano Atlántico, mientras que un río como el Nalón, con una cuenca catorce o quince veces inferior aporta al mar Cantábrico 107 m 3/seg. Esto, lógicamente, se debe a las escasas precipitaciones que recoge su cuenca (unos 400 mm) y la escasa altitud e innivación de sus principales suministradores de caudal, es decir, los Montes de Toledo y Sierra Morena. Su alimentación es eminentemente pluvial. Esto motiva que su irregularidad sea grande. Río Guadalquivir: Con sus 680 km. de longitud, drena una cuenca de 57.121 km3 para un caudal de 183 3 m /seg. Sierra Nevada es su principal suministradora de caudales, ya que en la sierra granadina se recogen entre 1.500 y 2.000 mm anuales. Este río, en cualquier caso, se caracteriza por un régimen simple — levemente pluvio-nival, mayoritariamente pluvial oceánico-mediterráneo— y por tener el mayor número de crecidas superiores a 4.000 m3/seg. Los estiajes, por último, son igualmente acusados. TEMA 4 Diversidad biogeográfica 4.1. Factores (relieve, continentalidad/litoralidad, roquedo, vientos e insolación). 4.2. Paisajes vegetales: atlántico, mediterráneo, canario y de montaña. (VER COMENTARIO) 4.3. El suelo: composición y valor del suelo (VER COMENTARIO). TEMA 5 Naturaleza y medio ambiente de Galicia Lejos de los tópicos que caracterizan a Galicia como una tierra siempre verde, cubierta de bosques frondosos, donde el cielo es siempre gris y las brumas y lluvias constantes, la realidad de Galicia no es tan simple y presenta múltiples variantes. Si hay un rasgo que defina a Galicia, no es precisamente el de la uniformidad, sino más bien la diversidad. Diversidad de paisajes condicionados por la litología (hay una Galicia granítica y otra pizarrosa) y por la diversidad de climas (oceánico pero con variantes locales que van desde el hiper-humedo al oceánico mediterráneo). Diversidad también en el grado de ocupación del espacio; las densidades de población (92 hab./km2 de media), varían desde la costa al interior. Hay zonas densamente pobladas como las rías de Ferrol-Coruña y las de Pontevedra y Vigo (más de 400 hab./km2) pero junto a ellas aparecen también auténticos desiertos demográficos en extensas zonas del interior e incluso en algunos sectores costeros (Sierra del Barbanza, A Capelada. . . ), con densidades por debajo de los 50 y aún de los 20 habitantes. Estas diferencias de ocupación, tienen también su reflejo en el hábitat. La dispersión predomina en las rías y en algunas zonas interiores como la Terra Cha luguesa, pero no faltan áreas con aldeas compactas (sureste) ni extensas zonas en las que predominan las pequeñas aldeas polinucleares. EL RELIEVE. Desde un punto de vista morfoestructural, son tres las unidades que configuran el relieve galaico: a) Las Sierras: -Las sierras orientales: (Sierra de Meira, Mirador, Ancares y Caurel, macizo de Manzaneda etc.). Auténtica muralla, con altitudes constantes en torno a los 1000 mts, que aísla a Galicia de la meseta. Su tipología de cumbres redondeadas y valles encajados delata su antiquísimo origen. Son los restos de un antiguo macizo herciniano peniplanizado que ha sido rejuvenecido por las repercusiones de la orogenia alpina (sobre todo en el sector sudeste; Segundeira, Manzaneda...) y por la morfogénesis fluvial. Peña Trevinca con sus 2.124 mts. es la cota más elevada del macizo (Zamora). El relieve es de tipo apalachense, reflejo de la diferenciación litológica entre las granodioritas, los filones de cuarcitas, los esquistos, calizas y dolomías. Dorsal Gallega (Solé- Birot) (Serra Faladoira, A Loba, Faro de Avión, 600/700 mts. ). Paralela a la costa, es un horst corroído (Nonn). -Sierras septentrionales (Faladoira, Xistral, Capelada +- 800 mts) topografía agreste, provocada por la red fluvial y la erosión diferencial (sobre todo en la S. Faladoira), pero con escaso desarrollo vertical. La dirección de los pliegues (NNE-SS0), es la característica del plegamiento herciniano. En la génesis de estas sierras influyó sin duda la tectónica pero también la acción periglaciar (derrubios de Burela). b) Llanuras y depresiones interiores: El límite occidental de las sierras, lo define una gran depresión que con dirección norte-sur, recorre el interior de Galicia desde As Pontes hasta Verín, orientando el trazado del Miño. Más que de una fosa tectónica, se trata de una deformación de la penillanura, resuelta en un sistema de cubetas tapizadas de materiales terciarios (arcillas y lignitos). Continuando hacia el Oeste, el relieve vuelve a elevarse para formar una meseta bien caracterizada en la zona central de Galicia (superficie de Chantada, meseta de Lugo). c)Bloque costero: se trata de un bloque hundido, separado de la unidad anterior por la Dorsal gallega y por la fosa Carballo-Tuy. El litoral gallego presenta una acusada personalidad que le proporciona la existencia de las Rías; valles fluviales inundados por el mar, que cortan transversalmente la costa. Hay cinco rías mayores y otras varias más pequeñas. Suele distinguirse (Mensching) entre las Rías Altas (cortas, estrechas y encajadas como las de Ferrol y Ribadeo) y las Rías Bajas (de mayores proporciones y relieves circundantes más suaves como la de Arosa o las de Vigo y Pontevedra). En cuanto a su génesis, se ha pensado en un hundimiento generalizado del bloque costero que permitiría la invasión del mar en el tramo inferior de los valles fluviales (Scheu, 1913). Sin embargo, la presencia de superficies elevadas de abrasión marina, el encajamiento del tramo final de algunos ríos y la aparición de valles suspendidos (Xallas), (Carlé 1947) evidencian un panorama más complejo de lo que a primera vista parece, con levantamientos posteriores en algunos sectores del litoral, sin descartar la influencia que hayan podido tener los movimientos glacioeustáticos en la configuración actual de las rías.(Mensching, 1960), aunque esta teoría, es difícilmente aplicable a las rías que reciben ríos de escasa importancia El estudio más completo sobre las rías es el del francés Nonn (Les regions côtiérs de la Galice 1966/69), en el que diferencia tres tipos de rías: 1) Las formadas por el tramo inferior de un valle fluvial anegado y luego retocado por la erosión y la tectónica. (Barqueiro, Ortigueira, Betanzos (posible fractura), Ferrol (erosión diferencial), Ares, Ribadeo (a favor de una fractura), Laxe y Camariñas (posible fractura)). 2) Grupo en el que el papel de la tectónica fue predominante en su formación (Rías Bajas). 3) Cubetas de alteración terciarlas anegadas por el mar (Coruña y Arosa) CLIMA. Clima y climas. Galicia húmeda/ Galicia seca... Temperaturas: Suaves, descienden desde la costa (13,8' Coruña) al interior (11,1º Carballiño) y en el mismo sentido aumenta la amplitud térmica. En general aumentan también de N a SE. (18,6º en Coruña y 22,1º en Orense, medias del mes más cálido). Precipitaciones: elevadas, 1500 mm. en la Galicia central y la costera y 2000 en las montañas. Algunas estaciones por debajo de los 1000 mm. en el Golfo Artabro por el efecto de sombra pluviométrica. Las lluvias disminuyen hacia el SE (excepto en zonas montañosas), y aumentan hacia la costa sur. Frecuencia Inv-OtoPri-Ver. Humedad elevada, prácticamente siempre por encima del 50%. Tipos climáticos: -clima oceánico: clima del chaflán noroeste. Clima de la meseta lucense. Clima de A Mariña. Clima de las Rías bajas y plataformas occidentales -clima suboceánico (prov. Orense) + suboceánico de las depresiones. -clima de Montaña. Tipos de tiempo: ligados a la circulación del Oeste, Frente Polar, juego de las altas presiones subtropicales con la Baja de Islandia. Tiempo ciclónico: -Situaciones del SO: lluvias abundantes con temperaturas suaves o altas. s.t. en invierno. -Situaciones del O: mal tiempo generalizado con lluvias abundantes y persistentes y temperatura suaves. Aparecen sobre todo en inverno, otoño y primavera -Situaciones del NO: frio y precipitaciones, pueden surgir en cualquler época del año. -Situaciones frias del N. SE: poco frecuentes. Chaparrones y nevadas, olas de frio. Otras situaciones frontales esporádicas del S y SE. Tiempo anticiclónico: -Situación anticiclónica oceanica: tiempo de verano. - Continental: invierno heladas y olas de frio sin precipitaciones. GEOGRAFÍA REGIONAL LA MARIÑA La heterogeneidad del medio físico y la inexistencia de un centro urbano rector, hace que no se pueda hablar de comarca sino de conjunto comarcal (Torres Luna, Chantada, López Andión), dentro del cual cabe distinguir dos subconjuntos contrapuestos: el sector costero y las montañas y valles del interior. El conjunto, con una extensión aproximada de 1680 km2 coincide aproximadamente con la que fue provincia de Mondoñedo. Viveiro. 5563 hab + 2300 de Celeiro. RIAS ALTAS SEPTENTRIONALES.(475 Km) Ortigueira, Cerdido, Cedeira y Valdoviño sólo 32.595 hab en 1981 69 Km2 el balance secular es ligeramente negativo entre 1900 y 1981. Ccrecimiento hasta 1940 (0,8% anual) y descenso posterior (emigración). Pob. dispersa y predominio del sector primario. EL GOLFO ARTABRO (500.000 hab, 973 Km) Sector del litoral Noroeste comprendido entre las R.A.S y la comarca de Bergantiños. Un chaflán articulado en 4 rías (Ferrol, Ares, Betanzos y Coruña). 23 municipios que acogen más de medio millón de hab. (505 por Km2). Sin duda la zona más densamente poblada de Galicia aunque hay que distinguir entre los municipios de la orla costera y los del interior, e individualizar el caso de la ría de Betanzos (As Mariñas). LA GALICIA NOROCCIDENTAL (160.000 hab en 1981, 1645 Km) Entre el Golfo ártabro y las Rías Bajas es el hinterland de la costa del noroeste gallego (Costa de la Muerte) (93 hab Km2), muy por debajo del Golfo Artabro. Cuatro comarcas: Bergantiños (86.000), una de las mejor caracterizadas de Galicia tanto por sus rasgos físicos (cuenca cerrada del Anllons, extremo septentrional de la fosa Carballo-Tuy o depresión meridiana con nítidos escarpes de falla), cono por los humanos (es la única de las 4 comarcas con una tendencia clara al crecimiento).Fisterra. (40.000 hab) Cee (verdadera capital económica de 18 comarca), Corcubión, Fisterra y Muxía. Pob en general concentrado, predominio del sector primario y demografía regresiva excepto en los núcleos citados. Xallas asoma a la costa pero por su configuración carece de proyección marinera 53 hab Km (Sta. Comba (cap), Mazaricos y parte de Carnota, Dumbría, Vimianzo y Zas; cuenca en la que domina la horizontalidad de las superficies terciarias elevadas entre 300 y 500 mts. que soportan un pob. en aldeas compactas. Economía de base agrícola y forestal aunque sin olvidar la minería (wolframio) o los servicios (Ferias). Tierra de Soneira, enclave de transición entre las precedentes, se corresponde con gran parte de la cuenca alta del río Grande, básicamente el municipio de Zas. (8000 hab.) con centro en Baio (feria) aunque la capital sea ZAS. LAS RIAS BAJAS. Se extienden entre la Costa de la Muerte y Cabo Sillero (1900 Km2, 800.000 hab.) y son la zona más poblada de Galicia. A pesar de las diferencias, existe entre ellas una evidente unidad que se manifiesta tanto en la intensidad de la ocupación cono en el paisaje bioclimático. Las tierras que rodean las rías asentadas sobre granitos hercínicos, presentan formas de relieve suaves, indicativas de un intenso desgaste que se pone de manifiesto en la existencia de superficies de erosión terciarias en los macizos más elevados (600 mts.) (el Iroite, con 685 mts. es el punto más elevado) y la abundancia de naturales alterados (xabre) en extensas zonas como el Salnés que han dado lugar a la acumulación de depósitos arenosos (tómbolo de A Lanzada). El clima es templado y húmedo con temperaturas suaves que disminuyen con la latitud y la altura y hacia los fondos de las rías con una clara disimetría entre las vertientes septentrionales y meridionales. Las precipitaciones son abundantes siendo la altitud la variable que incide en mayor medida en su distribución (También la orientación hacia el S.O.). -Ría de Muros y Noia. -Ría de Arousa (Barbanza, Arousa y Salnés. -Ría de Pontevedra (Sanxenxo, Poio, Bueu, Marín y Pontevedra). -Ría de Vigo (Cangas Moaña y Vilaboa/ Soutomaior, Redondela y Vigo) -Val Miñor (Baiona, Nigrán y Gondomar). - Val do Louro (A Louriña) Mos y Porriño. EL POSTPAÍS DE LAS RIAS BAJAS. Se extiende al E. de las RB ocupando las cuencas medias de los ríos que se dirigen hacia aquellas. Aquí se difuminan paulatinamente los rasgos bioclimáticos de la costa. Es una franja de 100 Kms N/S por 60/20Km O/E -Corredor de Cuntis. Intercalado entre el Ulla y la T. de Montes a unos 200 mts. de altitud, corre paralelo a la Depresión meridiana. -Tierra de Montes. (Forcarei y Cercedo) y Sierra de Candeán, cunas del Lérez y del Umia. Zona atrasada. -Comarca de Santiago. (Cuencas del Tambre y del Ulla). Anes, Teo, Vedra, Boqueixón, Touro, Arzúa. -Tierra de Ordes y Mesia: amplia extensión asentada sobre esquistos y dominada por tierras de penillanura entre 300/400 mts. -Val do Dubra; hacia el O. de la comarca anterior, ya en la depresión meridiana. -Val da Barcala (Negreira y A Bata): entre los montes que cierran por el O. la depresión meridiana y los que se anteponen a la ría de Muros. -A Maía y Vega de Padrón. Al O. de Santiago encajada en la depresión meridiana surcada por el Sar. Adyacente se encuentra el valle de Quintans (Rois) -Tierra de Vea y Tabeirós (O Ulla) En la provincia de Pontevedra y al sur del Ulla, en las tierras bajas (Vea) y altas (Tabeirós) del Ulla medio. (Capital A Estrada). LAS TIERRAS ALTAS DE LA GALICIA OCCIDENTAL. Asentadas sobre una serie de superficies de erosión que se elevan desde los 300-400 mts (finioligocénica) hasta los 600-700. -El hinterland de Ferrol (Moeche, S. Sadurniño y Somozas). -Las tierras altas del Eume y Mandeo (A Capela, As Portes, Monfero..)(Aranga e Irixoa). -El alto Tambre: (Boimorto, Curtis, Sobrado y Vilasantar). -Terra de Melide (valle del Purelos) (Melide, Santiso y Toques) prácticamente en el centro geométrico de Galicia. -Las tierras de Deza y Trasdeza: (Dozón, A Golada, Lalín, Silleda...) son el apéndice nororiental de la provincia de Pontevedra. Valle del Camba y al Oeste la tierra del Deza (cap. Lalín) y más al noroeste el Trasdeza (valle del Toxa) (Silleda y Bandeira.) LA MESETA INTERIOR DE LUGO. - La Terra Cha y el centro de la meseta lucense. -La depresión de Sarria; pequeño alvéolo de origen tectónico encajado en la superficie de aplanamiento de la meseta lucense, geográficamente es un sector pequeño pero la influencia de la villa de Sarria es mucho mayor. -El alto Ulla (A ULLOA) (Antas de Ulla, Monterroso y Palas de Rei) es el único sector de la meseta que pertenece a la vertiente atlántica. -La depresión de Monforte (Val de Lemos) de origen tectónico pero mucho nos amplia que la de Sarria, drenada por el río Cabe, afluente del Sil. Clima mediterraneizado aunque se conserva el rigor de los inviernos. -La Tierra de Chantada (Carballedo, Chantada, Taboada y parte de Portomarín). VOCABULARIO Esteiro / Landa / Ría / Tómbolo