siglo XVIII

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Al siglo XVIII se le conoce como el Siglo de las Luces o Siglo de la Ilustración. ¿Por qué?
A lo largo de él se producen grandes cambios políticos, religiosos y sociales; esos cambios se basaban en una
fe ciega en la razón, en el pensamiento. Se pensaba que el ser humano nacía con unos derechos que nadie
podía arrebatarle, tales como el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Esto llegará a su punto culminante durante la Revolución Francesa de 1789, año en que realmente comienza
la Edad Moderna, con la promulgación en Francia de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano.
En España, a principios de siglo, el marqués de Villena funda la Real Academia Española (`Limpia, fija y
da esplendor') para velar por la pureza de nuestra lengua. Una vez creada la Academia, el primer trabajo de los
académicos fue la edición del Diccionario de Autoridades.
Este Siglo de las Luces tuvo su propio movimiento artístico y cultural (que sustituiría al Barroco): el
Neoclasicismo.
Según los principios de ese movimiento, sólo usando la razón humana puede llegarse a la total armonía entre
el hombre y la naturaleza. El Arte se rige por reglas dictadas por la razón, y no por la inspiración del
artista. Todo ha de ser simple y natural, y se asiste a una vuelta a las posturas clásicas de la antigüedad (de ahí
el nombre de Neoclasicismo).
También se produjeron grandes reformas urbanísticas, siendo Madrid una de las ciudades que más cambios
vería en este siglo.
Todos estos cambios afectarían también al mundo de la Literatura, y de la vida en general, con la aparición de
un movimiento llamado Ilustración. Según este movimiento cultural y literario, el razonamiento es la base
del conocimiento, y sólo la educación puede llevar al hombre al máximo bienestar.
El hombre debe usar su inteligencia y pensar por sí mismo, debe analizar las cosas para comprender cómo
funcionan, siendo el filósofo alemán Kant la figura más destacada de este período. De todas formas, el mayor
foco difusor de la Ilustración fue Francia.
El lema de este movimiento sería `Sapere aude!', frase en latín que significa `atrévete a saber'.
También se produce la aparición de una nueva forma de practicar la política, llamada Despotismo Ilustrado.
Según esa idea política, los gobernantes deberían buscar el progreso cultural y económico de los pueblos,
fomentar la instrucción, la cultura y la educación y aumentar, en general, el bienestar de los ciudadanos
pero sin contar para nada con ellos. Sólo hay que ver que su lema era: `Todo para el pueblo pero sin el
pueblo'.
Son cinco los puntos que caracterizan a este nuevo espíritu, a esta nueva forma de ver la vida que se produce
en el Siglo de las Luces:
Espíritu crítico .− el conocimiento se basa solamente en la razón y la experiencia.
Espíritu científico .− para llegar a dicho conocimiento y a conquistar la naturaleza, sólo hay un medio:
investigar. Las ciencias experimentales cobran una enorme importancia; todo se analiza e investiga. Eso
llevará a numerosos descubrimientos.
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Espíritu cosmopolita .− Se siente una enorme curiosidad por conocer cómo es la vida en otros países, con lo
que se incrementan los viajes y las relaciones internacionales. El europeo se da cuenta de que hay otros
mundos más allá de Europa, que Europa no es realmente el centro del mundo sino tan sólo una parte de él.
Humanitarismo .− Se reconoce, por primera vez, la igualdad de todos los hombres y los derechos que toda
persona tiene. Y además, esto se reflejará en leyes escritas (códigos), leyes que nadie, ni siquiera el Rey,
podría saltarse.
Enciclopedismo .− Interesan todos los saberes, todos los conocimientos: historia, medicina, matemáticas, arte
Todo es estudiable, con todo se puede experimentar a fin de saber más.
En el campo de la literatura, al siglo XVIII se le conoce también como `el siglo sin novela', ya que la prosa,
la narrativa, tuvo poca importancia; la mayor parte de los textos estaban dedicados a la investigación, a la
enseñanza, con lo cual el ensayo conoció un gran desarrollo. Esta tendencia se inició en España con el
padre Feijoo, y destacaron figuras como la del asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos.
En la poesía destaca la importancia de la fábula. Y en el teatro se buscará la representación de obras que
muestren conflictos y situaciones de las que se pueda sacar alguna enseñanza, como si también en el
mundo del escenario hubiese que aplicar las ideas de investigación.
Mientras que la novela en este siglo no tuvo gran relevancia, sí lo tuvo el ensayo, ya que un ensayo intenta
enseñar sobre algo, y ése era el espíritu de esa época, la enseñanza, el aprendizaje, la investigación.
Aparecen nuevos vocabularios, especialmente de sentido técnico y científico, para los que antes no había
palabras.
El iniciador de este género fue el padre Feijoo. En nuestro país fue el primero que pensó que la difusión de
la cultura ayudaría a paliar los muchos males que aquejaban a España. Sus obras fundamentales fueron
Teatro crítico universal y Cartas eruditas, obras en las que trata de los más variados temas.
La Ilustración española tuvo su apogeo durante el reinado de Carlos III. El personaje más importante fue el
asturiano (nacido en Gijón) Gaspar Melchor de Jovellanos. Fue un hombre de una enorme cultura y refinada
educación. Defendió la necesidad de profundizar en el estudio de las ciencias y las letras como el mejor medio
para la formación completa de la persona. Redactó innumerables informes de todo tipo (fue el primero que
intentó buscar un medio de transporte para sacar a la costa el carbón de las minas asturianas).
Otra figura importante fue el escritor José Cadalso, otro gran intelectual. Es el escritor más completo y
variado del siglo XVIII. Destaca su obra Cartas marruecas, donde investiga el origen de los males que
aquejaban a España en aquellos momentos.
Una fábula no es más que una pequeña historia contada en verso, y es un género muy característico de este
siglo. Generalmente sus protagonistas son los animales, y suele terminar con una enseñanza moral. Los dos
principales fabulistas fueron Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte.
Leandro Fernández de Moratín fue el dramaturgo más sobresaliente de este siglo XVIII. Su actividad
principal fue el teatro y su obra tiene una gran finalidad moral, de enseñanza. En ella destaca puntos como los
matrimonios concertados (El sí de las niñas) y la educación de los jóvenes.
Como todas las lenguas, el español tiene gran diversidad de variantes, ya que no es una lengua
homogénea:
Hay variantes geográficas (diatópicas) − no es igual el español hablado en Asturias que el hablado en
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Andalucía.
Hay variantes sociales (diastráticas) − no hablan igual los jóvenes que los viejos, los campesinos que quienes
viven en la ciudad.
Y hay variantes estilísticas (diafásicas) − son muy diferentes el español utilizado para escribir una obra de
teatro que el usado para hablar de fútbol con los amigos.
También se pueden hacer otras clasificaciones de nuestra lengua. Así, por ejemplo, tenemos:
Español meridional − hablado en el sur de España, Islas Canarias y Sudamérica. Sus principales
características son el seseo (tengo el corasón destrosado), el uso de ustedes (niños, vengan acá) como plural
de segunda persona, el uso de suyo (ahí tienen, niños) como posesivo plural de segunda persona, el uso de
formas verbales de tercera persona del plural (ustedes cantan, en vez de vosotros cantáis), etc., etc.
Español septentrional − hablado en la mitad norte de la Península, y también con gran número de
características (no es igual el español hablado en Galicia que el hablado en Asturias o Pamplona).
En la actualidad el español es uno de los idiomas más extendidos del mundo, ocupando el cuarto lugar (en
realidad es el segundo idioma más utilizado después del inglés, ya que otros idiomas más hablados no tienen
relevancia internacional, como es el caso del chino, hablado por muchísimos millones de habitantes pero uso
nulo fuera de China). Además de España, es el idioma oficial de muchísimos países de Sudamérica y América
Central, y es muy utilizado en Estados Unidos, Filipinas (Asia) y Guinea Ecuatorial (África).
Cuando a lo largo de la historia varios pueblos conviven en el mismo territorio, sus diferentes lenguas
acaban influenciándose unas a otras.
Superestrato − varias lenguas influyen en el territorio de otra; p.e., el uso del latín, primero, y del español,
después, en el país vasco, influyeron en el desarrollo de la lengua vasca.
Adstrato − es la influencia mutua entre las variedades de la misma lengua dentro de un territorio; p.e. la
influencia entre castellano y catalán en el este de España hizo que en Cataluña se utilizasen palabras
castellanas, mientras que el Catalán aportó parte de su vocabulario a las zonas cercanas a Cataluña.
Sustrato − una lengua eliminada influye sobre la lengua que la eliminó; p.e., algunas palabras de origen
prerromano sobrevivieron al latín, y pasaron al castellano, tales como palabras de origen íbero o celta, p.e.
barro, perro, charco, etc.
En la Edad Media tuvieron amplia difusión el gallego y el catalán. A partir de los siglos XVI y XVII el
castellano pasó a ser la lengua culta y de la literatura en Galicia y Cataluña; sin embargo, a partir del
siglo XIX, dichas lenguas empezaron a recobrar su antigua importancia, hasta llegar a la situación actual
en que son las más utilizadas dentro de sus respectivos territorios.
El uso del euskera (lengua del país vasco) es parecido, con la característica de que en la Edad Media el
euskera no fue nunca una lengua escrita, ya que su uso literario no llegaría hasta el siglo XVI.
En el continente americano, el español convive desde el siglo XV con las lenguas indígenas, de las que tomó
palabras tales como chocolate, tomate, patata, maíz, etc.
Se llama bilingüismo al dominio pleno de dos lenguas. Puede haber personas bilingües y comunidades
bilingües (Cataluña es una comunidad bilingüe).
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Sin embargo, en dichos casos ambas lenguas no suelen ocupar las mismas funciones, sino que suelen
repartirse; por ejemplo, una de ellas puede ser usada para los periódicos, las universidades, etc., y la otra tener
un uso casi exclusivo para uso familiar, entre amigos A este uso de dos diferentes lenguas con funciones
sociales distintas (que cada una se use especialmente para una cosa o dentro de un determinado ámbito) se le
llama diglosia.
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