Soriano Cero stock y justo a tiempo

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PAUL SORIANO*
Cero stock y justo a tiempo**
La obsolescencia de la transmisión en el mundo virtual de la red
El presente documento es una traducción textual, ligeramente actualizada, de la
presentación “hipertexto” que hemos proyectado en una pantalla durante el
coloquio de Cerisy. Fiel a un procedimiento mediológico ortodoxo, y deseando
convencer una vez más de que las ideas, incluso pobres, no circulan solas,
habíamos recurrido a una superestructura retórica que necesitaba una incómoda
infraestructura técnica que aquí nos falta. El procedimiento apuntaba, claro está, a
ilustrar las dificultades de comprensión que plantea el hipertexto multimedia con
respecto al discurso racional lineal, al cual la mayoría de los espectadoresauditores estaban acostumbrados: no se libera uno impunemente de “partes del
discurso”. Pero nuestras fallas tuvieron por sí mismas el mérito de ilustrar, de
manera experimental en fin, las singularidades de la cultura de la red. Esperamos
que ese texto haya conservado algunas huellas de esa incoherencia deliberada.
Si se admite que la comunicación es una simple transferencia de información,
más allá de los obstáculos del tiempo (por reducir), del espacio (por recorrer) y de
las fronteras (por franquear) mientras que la transmisión requiere tiempo
(duración), espacio (una “estadía”) y fronteras (un abrigo), quisiéramos sugerir
que la red introduce una especie de término medio entre esas dos nociones
aparentemente opuestas. Entre el montón y el todo, caros a Régis Debray, la red
aparece como un montón de todos. Con una consecuencia posible, cuando no
probable: la obsolescencia de la transmisión mediante desaparición de la
necesidad de transmitir.
Tiempo, espacio, memoria, identidad, instituciones
La transmisión requiere ante todo tiempo, se necesita más tiempo para aprender la
estratagema —nos lo ha recordado Régis Debray—, que para recibir una info,
ciertas news, sobre la guerra en Chechenia. Sin embargo, no por eso la
transmisión es extraña al espacio. Decir que transmisión y comunicación se oponen
y se distinguen como el tiempo y el espacio introduce un riesgo de confusión. De
hecho, la transmisión tiene que ver bien con el espacio, o más bien con el territorio
que es, ciertamente, una especie de combinación de tiempo y espacio, un espacio
cuya forma ha sido configurada por la historia. La comunicación, por su parte,
* Nota: Paul Soriano dirige un instituto de investigaciones y de prospectiva cuyos trabajos tratan sobre la economía y la
sociedad en red. Es miembro de la Internet Society (donde dirige el grupo Tocqueville, Internet y le politique) y la
Asociación para el Comercio y los Intercambios en Línea. Además preside el CICV Pierre Schaeffer, Centro Internacional
de Creación en las Artes Digitales. En 1999, publicó Lire, écrire, penser dans la societé de l'information, en las Ediciones
Descartes & Cie.
** Les Cahiers de médiologie, 11, 2001, (Actes du Colloque de Cerisy, “Communiquer/Transmettre”, juin 2000), pp. 143149.
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trata el espacio (el territorio) exactamente de la misma manera como trata el
tiempo: como obstáculos.
La memoria se cuenta también en el número de los atributos de la
transmisión. Memoria de los individuos, provistos de cabezas bien hechas Y bien
llenas y memorias “exteriorizadas”, en los libros, las bibliotecas y los
conservatorios que son los museos, los edificios, las ciudades y otros lugares de
memoria. Veremos que, si la primera exteriorización de la memoria (gracias a la
escritura y a sus soportes de almacenamiento) más bien favoreció —y esto no
disgusta a Platón1— la transmisión, ya no es lo mismo con la segunda
exteriorización, la que archiva el conjunto de los signos (“multimedia”) en las
memorias digitales.
La transmisión mantiene una relación estrecha con la identidad: incluso se
podría decir que el objeto mismo de la transmisión es producir identidad, individual
y colectiva. Lo mismo que en ciertos sistemas de retiro, funciona por repartición y
por capitalización conjugadas.
De la misma manera, la transmisión mantiene relaciones con las instituciones,
los todos instituidos: escuela, bolsa de valores, iglesia, parlamento, nación… Lo
que equivale a constatar de nuevo su relación con el espacio-tiempo, no solamente
porque la institución dura sino también porque ella es de alguna manera el
dispositivo cerrado, el recinto en el cual algunos humanos en potencia ejercen, al
abrigo de los acontecimientos, su derecho a la gestación durable. Inscrita en un
territorio (pero el territorio es en sí mismo una institución), ella se manifiesta casi
siempre en la forma tangible de una arquitectura, de un edificio (las iglesias de la
Iglesia). Cuanto más permanezca en duro, más dura la institución.
Entonces, por último, la transmisión opera en lo real, produce incluso lo real.
Educar a un niño es, de nuevo, actualizar una persona virtual, en potencia, para
hacer de ella una persona real. Los territorios administrados, las instituciones y sus
diversas casas de la cultura, las bibliotecas, los museos e incluso los libros 2… No
terminaríamos de enumerar las realidades que produce y que producen la
transmisión.
El mundo fluido de la sociedad en red
La vida en red se desarrolla, o más bien se fragmenta, en un mundo sin duración,
sin espacio, sin frontera, un mundo sin memoria, sin identidad y sin instituciones,
un mundo virtual.
1. En el Fedro, Platón ya se inquietaba, por la boca del dios-rey Tamus (Amón), por las consecuencias de una primera
exteriorización de la memoria humana, por medio de la escritura y de sus soportes archivables, puesto que, dice Tamus,
“[la escritura] producirá el olvido en las almas haciéndoles despreciar la memoria”. Ahora bien, los soportes técnicos
multimedias y la red que los enlazan a los hombres permiten una exteriorización mucho más radical: la casi totalidad de
los signos, vectores de información o de conocimiento son, de ahora en adelante, digitalizables, archivables y accesibles.
Y eso ocurre igualmente en la red con las herramientas (motores de búsqueda, plataformas informáticas de enseñanza…)
que permiten señalar y adquirir el saber requerido just in time (justo a tiempo). Entonces ¿para qué, a partir de ahí,
estorbar la memoria con conocimientos igualmente disponibles?
2. Pues los libros también son todos, y no montones (de palabras).
2
¿Sin duración ni fronteras?
Cero plazos, justo a tiempo3, tal es el tiempo de la red, donde la duración se ve sin
cesar interrumpida por demandas: las de los miembros de la red como las de los
lazos que allanan el hipertexto, desaniman toda lectura lineal, durable.
El justo a tiempo se ha impuesto ante todo en la economía (producción y
distribución), gracias a los progresos de la logística y de la infogística4 que
organizan sus flujos. La “nueva economía” persigue todas las formas de
intermediación con miras a reducir los plazos y costos de transacción. La “neteconomía” realiza de alguna manera la hipótesis de un mercado puro y perfecto en
un espacio económico perfectamente fluido5.
Pero se puede aplicar la infogística a la gestión de cualquier flujo: flujo de
información, de conocimientos, flujos de opinión. De ahí el justo a tiempo de la
política, en un mundo donde la opinión se vuelve además cada vez más volátil,
caprichosa, “sin duración”; el justo a tiempo de la educación (“just in time open
learning”) donde se adquieren conocimientos en el momento preciso en que se
requieren, exactamente como la logística permite el just in time de la entrega de
mercancías sobre cadenas de producción o en el domicilio del consumidor.
El espacio, como distancia, es un obstáculo para la comunicación o para la
transmisión justo a tiempo. Las fronteras (políticas, lingüísticas, culturales…) del
territorio obstáculizan y deben ser, en consecuencia, abolidas, con riesgo de abolir
por el mismo golpe las comunidades humanas que esas fronteras abrigan.
La mayoría de los expertos de la sociedad en red, se ponen de acuerdo para
diagnosticar una polarización del mundo sobre lo local y lo global (lo “glocal”) a
expensas de los eslabones intermediarios6. Ahora bien, decir que el mundo se
vuelve “glocal” no dice nada más que: “el mundo es una red”. Lo global, en efecto,
es la red, y lo local son los nodos de la red que concentran dos funciones: nodo de
valor añadido en la red y lugar de vida para los sedentarios (Castells 7); en vez de
nada, entre los dos hay configuraciones efímeras, susceptibles de ser redibujadas
a voluntad, justo a tiempo.
Además, esa tendencia también se observa en el mundo real o en lo que
queda de él. La ciberempresa, por ejemplo, ya no tiene fronteras asignables. Es
virtual, es decir, en el sentido propio de la palabra, más allá de todas sus
realizaciones posibles, reconfigurable en función de los proyectos o de las
circunstancias ad hoc, como se la califica también. ¿Y por qué lo que le sucede a la
empresa no advendría también a la escuela, al Parlamento, a la iglesia o a
cualquier “todo” establecido, comprendido allí el hombre en tanto que es un todo
3. Justo a tiempo más bien que tiempo real, pues es el tiempo de la transmisión el único que puede calificarse de real.
4. Infogística: gestión y optimización de los flujos materiales gracias a herramientas informáticas en red. Ver Médiations,
N° 23, Infogistique, le logistique nouvelle frontière du comerce éléctronique, Cahier de l'Irepp.
5. De ahí sus sinsabores cuando le hace falta terminar por desembocar en el mundo real, para entregar sus productos justo
a tiempo. Ver Médiations, op. cit.
6. De manera general, los adeptos de la red desprecian a los intermediarios, al menos tanto como a las fronteras.
7. Pero lo local debe sin embargo dar prueba de su competitividad en el marco de la competencia de los territorios bajo
pena de deslocalización inmediata. Manuel Castells, La era de la información, 3 tomos, Fayard, para la traducción
francesa.
3
identificado? En el orden geopolítico, ¿qué es “Europa” (la Unión Europea), por
ejemplo, sino una configuración abierta en estado permanente de ampliación?
La red transgrede las fronteras, todas las fronteras, estén establecidas en el
espacio (fronteras geopolíticas), en el tiempo (tiempo de trabajo, tiempo de
formación, tiempo de recreación…) o incluso en la esfera institucional y simbólica.
Cero plazo, cero stock: la red permite franquear una nueva etapa en la
exteriorización de la memoria. No solamente se digitaliza y se almacena8 toda la
información y todos los conocimientos, sin importar cuáles sean los signos que los
portan (multimedia), sino que se los hace accesibles inmediatamente (por fuera de
la mediación puramente técnica del acceso), en la red se ofrecen también
dispositivos sofisticados de adquisición justo a tiempo: motores de búsqueda,
programas de aprendizaje eventualmente “tutoreados”, etc. Por lo demás, Internet
es más fiel y más rápido que mi memoria: me basta teclear “la chair est triste” y la
red me entrega inmediatamente el poema buscado.
Ciertamente, siempre se necesitará tiempo para adquirir e integrar ciertos
tipos de conocimiento (aprender la estratagema…) o esos “metaconocimientos”,
conceptos, modos de razonamiento…, que permiten capitalizar la información.
Recurrente en la ciencia ficción, el tema de la transferencia técnica de memoria
entre individuos (o individuo y clon), da testimonio de esa “dificultad”. Sin
embargo, ¿se está seguro de que ese tipo de conocimiento será bien necesario
para la mayoría en la sociedad en red?
Las identidades arcaicas enraizadas en la etnia o en la religión, las
identidades modernas fundadas sobre la pertenencia nacional, la clase social o las
ideologías, se articulan de ahora en adelante con identidades posmodernas,
nutridas por el perfil del consumo, las preferencias sexuales, musicales o
vestimentarias, o cualquier deseo o capricho. Las identidades posmodernas se
escogen libremente, son sintéticas, también son reconfigurables a voluntad,
desechables. Las comunidades virtuales en línea favorecen, claro está, la
constitución de esos reagrupamientos identitarios de fundamentos más fútiles.
Entonces, ¿homogeneización planetaria mediante la comunicación y el
comercio, o explosión identitaria manifestándose por la proliferación de las
comunidades off line y en línea? Quizá la contradicción es sólo aparente, pues
uniformización y fragmentación no se oponen, sino que se codeterminan. En la
nueva economía, el hormigueo de las start-up no impide una concentración sin
precedentes de las empresas multinacionales.
Mutatis mutandis, lo que se puede decir de las instituciones puede ser dicho
de los individuos. En particular, el individuo, como la empresa, tiende a exteriorizar
sus propias funciones en la esfera mercantil de los servicios: ya no se hace esto o
aquello, se lo hace hacer por una empresa o un agente competente.9 Pronto, un
agente de mediación actuará como interfaz entre cada uno de nosotros y el
conjunto de nuestros prestatarios de servicios, a quienes él entregará, para recibir
8. ¿Excepción al cero stock? Incluso… El desarrollo del peer to peer¸ permite eliminar los almacenamientos centralizados
por interconexión de todas las memorias (generalización de la noción de base de datos distribuida).
9. Sin embargo, la humanidad no se dividirá necesariamente entre vendedores y consumidores: con los sitios de subastas
en línea, seis mil millones de humanos podrían, en cierto plazo, convertirse en seis mil millones de negociantes.
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remuneración, las informaciones relativas a nuestro perfil de consumo y a su
evolución (rápida) en el tiempo, de manera que podamos realizar nuestro lifetime
value (valor del potencial de consumo de un individuo) que es al hombre
posmoderno lo que el alma era al hombre medieval.
En el límite, el individuo ya no es otra cosa que el sujeto deseante, caro a
ciertos filósofos de la deconstrucción, de quienes no se puede sino admirar la
capacidad que tienen para acompañar las mutaciones del capital. En cierto matiz:
permanece de todas maneras el consumer relationship management (la gestión de
la relación cliente) para dar un mínimo de coherencia a la existencia de un sujeto
así desestructurado.
¿Sin instituciones?
La reducción de los stocks sugiere igualmente la eliminación de las instituciones
que hemos definido como “el dispositivo cerrado, el recinto en el cual humanos en
potencia ejercen, al abrigo de los acontecimientos, su derecho a la gestación
durable”, para estudiar (escuela10), negociar (mercado), debatir (parlamento),
gozar (restaurante, tripot), etc. Es la razón por la cual el frenesí de apertura de las
instituciones (de la escuela particularmente) se remite a negar la esencia misma de
ella, multiplicando las interrupciones voluntarias de process.
Algunas instituciones parecen desmentir el pronóstico de obsolescencia: la
empresa, la bolsa, la agencia de prensa. Pero son precisamente las que se han
adaptado másespontáneamente a la organización en red. Según Jean-Joseph
Goux11, la bolsa sería incluso el paradigma de la institución posmoderna. La bolsa,
o más bien las subastas que permiten regular en lo más preciso la oferta y la
demanda, tanto para los bienes materiales como para los programas de televisión
o los módulos de formación en línea.
Siguiendo a la empresa, primera en experimentar su solubilidad en la Web
(sin duda porque una empresa es sólo una seudoinstitución, lo mismo que es una
seudocomunidad portadora de una seudocultura), las otras instituciones podrían a
su vez convertirse en “virtuales” (reconfigurables, ad hoc), y las actividades que
abrigan (educación, política…) serían entonces, lo mismo que la economía,
progresivamente fluidificadas, diluidas en la red.
Liberada de toda institución, de toda jerarquía, la red no es sin embargo tan
cool. A priori, parece que el poder también debería disolverse en la Web. En
efecto, el poder, para ejercerse, tiene necesidad de capturar a sus sujetos, en un
territorio, en un espacio institucional de legitimidad, en un espacio mental de
servidumbre consentida, dirían los más desconfiados con respecto a toda forma de
poder. Ahora bien, la red, se lo ha visto, disuelve no solamente las fronteras
territoriales o institucionales, sino también las identidades estatutarias del poder y
las categorías intelectuales en las que éste se enraíza. La red disuelve al fin su
10. Just in time open learning, es exactamente lo contrario de la “escuela”, ese espacio cerrado donde nunca se enseña,
por así decir, just in time…
11. Blusson, La frivolité de la valeur. Essai sur l'imaginaire du capitalisme.
5
legitimidad porque abre un espacio radicalmente otro donde las “autoridades” son
a menudo percibidas como incongruentes, como intermediarios abusivos.
Pero al mismo tiempo la red ofrece instrumentos a los poderes, a nuevos
poderes, más sutiles. Ante todo, como se dice en todas partes, por su capacidad
para detectar las huellas dejadas por los individuos, ciertamente. Pero, más aún,
porque la red permite a las organizaciones (“virtuales”) escapar al destino de las
organizaciones en la historia, a saber, gastarse y perecer por obsolescencia, por
rigidez o inadaptación. La organización en red puede reorganizarse en función de
las necesidades, y se convierte de alguna forma en inmortal.
Y sobre todo, la red secreta un poder propio, implacable, que vuelve a cada
uno, conectado por sus prótesis (teléfono portátil, PDA, WAP…) permanentemente
accesible, disponible para todos los demás miembros de la red. Ya no hay jefe
instituido sino innumerables demandantes, susceptibles de inmiscuirse en mi vida a
cada instante.
De las tres fuentes weberianas del poder, dos se difuminan: el carisma (por
dilución de las identidades), la tradición (en un mundo sin duración ni memoria).
Queda la tercera, la racionalidad, pero ella toma la forma inédita de la razón
conéctica.
¿Un mundo virtual?
Entonces hay que tomar en serio esta palabra “virtual”, que se emplea
corrientemente y a menudo en contrasentido desde que se habla de Internet. Es
según ese contrasentido, por ejemplo, que se llama “virtuales” a las comunidades
en línea. De hecho, Internet realiza comunidades, de interés o de pasión que,
antes de la Internet, no eran sino virtuales: sus miembros no se conocían,
mientras que de ahí en adelante, gracias a Internet, se comunican entre ellos y
mucho más si hay afinidades.
La red es una reserva de real, donde el dominio de un código (el código
binario) permite producir y reproducir a voluntad realidad, bajo forma de
imágenes, de realidad virtual, de objetos, de productos, de mundos virtuales, de
comunidades y de seudoinstituciones efímeras. E incluso quizá, mañana, si se llega
un día a dominar el código genético, producir y reproducir seres vivos.
Las rejillas de la libertad
Es evidente que el mundo que hemos intentado describir, de manera más bien
“apofática”12, al insistir más sobre sus privaciones que sobre sus rasgos positivos,
ese mundo no es sino un mundo posible. Sin embargo, no se trata de una simple
fantasía: tendencias pesadas y señales débiles se conjugan para volverlo al menos
verosímil.
12 Esa asimilación entre la teología negativa de un Dios que nada podría determinar y una antropología negativa del
hombre de la red, abre hacia abismos de reflexión, a tal punto vertiginosos, que es mejor que no nos asomemos más.
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La libertad humana es, se dice, el fruto de una falla: animal desprovisto de
dispositivos instintivos de regulación, los cuales son sustituidos laboriosamente por
instituciones perennes, el hombre está quizá en vías de volver al rango.
¡Normalización! Sin embargo, de hecho, ¿a qué puede apuntar la técnica si no es a
alcanzar la perfección y la inconciencia propias del instinto?
Existe un remedio contra la influencia de la red: desconectarse. Sin embargo,
¿somos realmente libres de desconectarnos? En los años 1930, un hombre que
nunca había oído hablar de la Internet aportó a esa pregunta una respuesta que
quisiera dejar en perspectiva. “Muy pronto será necesario construir claustros
rigurosamente aislados donde ni las hojas ni las ondas entrarán… se despreciará
allí la velocidad, los números, los efectos de masa, de sorpresa, de contraste, de
novedad y de credulidad. Es ahí a donde iremos en ciertos días a contemplar, a
través de las rejas, algunos especímenes de hombres libres” (Paul Valéry, Regards
sur le monde actuel).
Traducción del francés de Jorge Márquez Valderrama; febrero de 2004.
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