Iglesia Cristiana en la Edad Media

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IGLESIA EN LA EDAD MEDIA Y EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA
• RENACIMIENTO
El Renacimiento es el periodo de la historia europea caracterizado por un renovado interés por el pasado
grecorromano clásico y especialmente por su arte. El renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se
difundió por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI. En este periodo, la fragmentaria sociedad feudal
de la edad media, caracterizada por una economía básicamente agrícola y una vida cultural e intelectual
dominada por la Iglesia, se transformó en una sociedad dominada progresivamente por instituciones
políticas centralizadas, con una economía urbana y mercantil, en la que se desarrolló el mecenazgo de la
educación, de las artes y de la música.
Desde el punto de vista de nuestra religión, el clero renacentista, particularmente su más alta jerarquía, ajustó
su comportamiento a la ética y costumbres de la sociedad laica. Las actividades de los papas, cardenales y
obispos apenas se diferenciaban de las usuales entre los mercaderes y políticos de la época. Al mismo tiempo,
la cristiandad se mantuvo como un elemento vital y esencial de la cultura renacentista. Predicadores como san
Bernardino de Siena y teólogos o prelados como San Antonino de Florencia, gozaron de gran prestigio y
fueron venerados. Además muchos humanistas se preocuparon por cuestiones teológicas y aplicaron los
nuevos conocimientos filológicos e históricos para estudiar e interpretar a los Padres de la Iglesia. El
acercamiento humanista a la teología y a las Escrituras se puede observar desde el erudito y poeta italiano
Petrarca hasta el holandés Erasmo de Rotterdam, lo que tuvo un poderoso impacto sobre los católicos y
protestantes.
El Erasmismo era una corriente de pensamiento cuyo nombre deriva del humanista Erasmo de Rotterdam y
que incluía entre sus postulados la defensa del cristianismo primitivo o evangélico, una vivencia interior de la
religión, lejos de rituales exteriores y de la espectacularidad, muchas veces fingida, de la liturgia.
Las obras de Erasmo fueron consideradas peligrosas para los dogmas y los funcionarios de la iglesia oficial, e
incluidas en el Index en 1559. Hombre vinculado a la filosofía y la conducta del humanismo, entre sus obras
destaca el Enquiridion o Manual del soldado cristiano (1503), en la que llega a afirmar que de los tres
círculos concéntricos que componen la iglesia (príncipes de la Iglesia, es decir el Papa y los obispos, los
príncipes cristianos y el pueblo cristiano), el último está tanto o más cerca de Cristo que las propias jerarquías.
Influido sobre todo por Luciano de Samosata y por la tradición medieval del carro o nave de los locos, Erasmo
realiza una sátira de costumbres, puesta en boca de la propia Estulticia o Locura, consciente de que el
verdadero espíritu cristiano se demuestra "deponiendo su orgullo para aprender lo que no sabe y cediendo en
su altanería para enseñar lo que sabe", según el autor explica en su carta al teólogo Martín Dorp.
2. EL HUMANISMO
El humanismo, la revitalización del aprendizaje clásico y la inquietud doctrinal y especulativa que comenzó
en el siglo XV en Italia a principios del renacimiento, desplazó el escolasticismo como filosofía principal de la
Europa occidental y privó a los líderes de la Iglesia del monopolio sobre el aprendizaje que antes habían
ostentado. Los miembros legos estudiaban literatura antigua y eruditos de la categoría del humanista italiano
Lorenzo Valla, evaluaron de forma crítica las traducciones de la Biblia y otros documentos que eran la base
del dogma y de la tradición de la Iglesia. La invención de la imprenta con tipos de metal móviles, incrementó
en gran medida la circulación de los libros y extendió las ideas de renovación espiritual por toda Europa. Los
humanistas que vivían fuera de Italia, como Erasmo de Rotterdam en los Países Bajos, John Colet y sir Tomas
Moro en Inglaterra, Johann Reuchlin en Alemania y Jacques Lefèvre d'Étaples en Francia, aplicaron nuevas
normas a la evaluación de las prácticas de la Iglesia y al desarrollo de un conocimiento más preciso de las
Escrituras. Estos estudios eruditos sentaron las bases sobre las que el teólogo Martín Lutero y el reformista
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Calvino reivindicaron que la única autoridad religiosa posible era el juicio individual aplicado al estudio de la
Biblia.
El Humanismo, en filosofía, es la actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona. Uno de sus
principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí mismas capacidad para hallar la
verdad y practicar el bien. El término humanismo se usa con gran frecuencia para describir el movimiento
literario y cultural que se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios
griegos y romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que por su importancia en el
marco del cristianismo.
3. LA REFORMA
La reforma fue un movimiento religioso del siglo XVI que tuvo una gran trascendencia política, cultural y
social. Es preciso distinguir una doble corriente renovadora. Por un lado la renovaciós de la propia Iglesia
cat´lica, que era nacesaria y venía planteandosr desde el s. XV y, por otro lado, la Contrarreforma, que
pretendía defender a la Iglesia católica del protestantismo. Ciertamente, la reforma católica del s. XVI brotó
mucho más de sus propias raíces.
La Reforma, gran revolución religiosa del siglo XVI en la Iglesia cristiana, que terminó con la supremacía
eclesiástica del Papa en el mundo católico y propició la instauración de las iglesias protestantes. La Reforma,
precedida por la cultura renacentista y de alguna forma, seguida por la Revolución francesa, alteró por
completo el modo de vida de la Europa occidental e inició la historia moderna. Aunque el movimiento data de
principios del siglo XVI, cuando Martín Lutero desafió la autoridad papal, las circunstancias que llevaron a
esa situación se remontan muy atrás y conjugan complejos elementos doctrinales, políticos, económicos y
culturales. A partir de la revitalización del Sacro Imperio romano por Otón I en el año 962, los papas y
emperadores se vieron involucrados en una continua contienda por la supremacía terrenal. Este conflicto
concluyó, a grandes rasgos, con una victoria para el papado, pero creó profundos antagonismos entre Roma y
el Imperio germánico que aumentaron durante los siglos XIV y XV debido a un mayor desarrollo del
sentimiento nacionalista alemán. La animosidad provocada por los impuestos papales y por la sumisión a los
delegados eclesiásticos papales se extendió a otras zonas de Europa. En Inglaterra el principio del movimiento
hacia una independencia absoluta de la jurisdicción papal empezó con la promulgación de los estatutos de
Mortmain en 1279, Provisors en 1351 y Praemunire en 1393 que redujeron, en gran medida, el poder de la
Iglesia en el control del gobierno civil sobre las tierras, en el nombramiento de cargos eclesiásticos y en el
ejercicio de la autoridad judicial.
El reformista inglés del siglo XIV John Wycliffe atacó con audacia al propio papado, arremetiendo contra la
venta de indulgencias, las peregrinaciones, la excesiva veneración a los santos y los bajos niveles morales e
intelectuales de los sacerdotes. Para llegar a la gente común, tradujo la Biblia al inglés y comenzó a predicar
en inglés, en lugar de hacerlo en latín. Sus enseñanzas se extendieron a Bohemia, donde encontraron un fuerte
partidario en el reformista religioso Jan Hus. La ejecución de Hus por herejía en 1415 desencadenó de
inmediato el estallido de las guerras husitas, que revelaron una violenta expresión del nacionalismo bohemio
nunca suprimido por completo a pesar de las duras campañas repulsivas ejecutadas por las fuerzas
combinadas del emperador y del papa. Estas luchas fueron precursoras de la guerra civil religiosa en
Alemania en la época de Lutero. En Francia, en 1516 un concordato entre el rey y el papa puso a la Iglesia
francesa, de forma sustancial, bajo la autoridad real. Los concordatos firmados con otras monarquías
nacionales también prepararon el camino para la aparición de iglesias nacionales autónomas.
Ya en el siglo XIII, el papado se había hecho vulnerable a los ataques y reproches de los reformistas debido a
la codicia, inmoralidad e ignorancia de muchos de sus miembros en todas las esferas jerárquicas. Las extensas
posesiones de la Iglesia, libres de cargas, que constituían, según cálculos diversos, entre una quinta y una
tercera parte de las tierras de Europa, estimularon la envidia y el resentimiento por parte del campesinado
pobre. La llamada cautividad babilónica de los papas en Avignon durante el siglo XIV y el consiguiente Gran
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cisma provocaron graves daños en la autoridad de la Iglesia y dividieron a sus partidarios en seguidores de
uno u otro papa. Los miembros de la Iglesia reconocieron la necesidad de una reforma; se debatieron
ambiciosos programas que proponían la reorganización de la totalidad jerárquica en el concilio de Constanza,
desde 1414 a 1418, pero ningún programa consiguió el apoyo de la mayoría y no se instituyeron cambios
radicales en esta época.
La Contrarreforma fue un movimiento que tuvo lugar dentro de la Iglesia católica apostólica romana en los
siglos XVI y XVII. Intentó revitalizar la Iglesia y oponerse al protestantismo. Algunos historiadores rechazan
el término porque implica sólo los elementos negativos del movimiento y prefieren las denominaciones de
Reforma o Restauración católica. Han resaltado la alta espiritualidad que animó a muchos de los que
encabezaron el movimiento, que a veces no tenía relación directa con la Reforma protestante.
Peticiones para la Reforma
El siglo XV se caracterizó por las exigencias de una reforma de la Iglesia, como reacción al escándalo del
Gran Cisma de Occidente y para corregir los abusos religiosos. El reformista religioso italiano Girolamo
Savonarola (1452−1498) criticó con mordacidad la actitud mundana de su contemporáneo, el papa Alejandro
VI. El llamado movimiento observantista desarrollado por las órdenes mendicantes intentó que sus miembros
volvieran a una vida más austera, y humanistas como Desiderio Erasmo de Rotterdarm trataron de crear
alternativas a las estériles especulaciones de la teología académica. Aun siendo sinceros estos esfuerzos,
durante mucho tiempo no estuvieron coordinados y no lograron tener un impacto perceptible en la institución.
Iniciativas para la Reforma
Sólo cuando Pablo III se convirtió en Papa en 1534 tuvo la Iglesia el liderazgo que necesitaba para orquestar
esos impulsos en favor de la reforma y enfrentarse al reto que supuso la aparición de los protestantes. Una de
las iniciativas más importantes de Pablo III fue nombrar reformadores sinceros como Gasparo Contarini y
Reginald Pole e incorporarlos al colegio cardenalicio. También impulsó nuevas órdenes religiosas como los
teatinos, capuchinos, ursulinas y en especial los jesuitas. Este último grupo, bajo la dirección de san Ignacio
de Loyola (1491−1556), estaba constituido por hombres muy instruidos, dedicados a renovar la piedad a
través de la predicación, la instrucción catecumenal y el uso de los ejercicios espirituales establecidos por san
Ignacio, donde debía profundizarse en la meditación personal. Tal vez la más destacada actuación de Pablo III
fue la convocatoria del Concilio de Trento en 1545 para tratar las cuestiones doctrinales y disciplinarias
suscitadas por los protestantes. Actuando a menudo en una difícil alianza con el emperador Carlos V, Pablo
III, como muchos de sus sucesores, no dudó en utilizar tanto medidas diplomáticas como militares contra los
protestantes.
Instrumentos de la Contrarreforma
Una poderosa corriente represiva, que empezó hacia 1542, penetró en el propio catolicismo romano cuando se
instituyeron el Índice de Libros Prohibidos y una nueva Inquisición. El pontificado de Pablo IV aportó el más
vigoroso apoyo a estas medidas. En España la Inquisición se convirtió en un instrumento dependiente de la
corona, usado con eficacia por los monarcas españoles, en especial por el rey Felipe II para asegurarse la
ortodoxia de sus súbditos y suprimir tanto la disidencia política como la religiosa.
Hacia finales del siglo, en parte bajo la influencia del Concilio de Trento, apareció en Italia un grupo de
obispos, celosos por reformar su clero e instruir a su pueblo. San Carlos Borromeo (1538−1584), de Milán,
fue un modelo para muchos de ellos. El establecimiento de seminarios en muchas diócesis garantizó un clero
honrado en la orden teológico y moral. En Roma, san Felipe Neri (1515−1595) puso música a textos
religiosos y llevó a cabo reuniones informales que pronto desembocaron en la figura (y el espacio físico) del
oratorio.
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Evolución de la Contrarreforma
En Alemania los católicos siguieron intranquilos después de la Paz de Augsburgo de 1555, considerada por
muchos como una victoria de los luteranos. Los sacerdotes formados en Roma regresaron a su tierra natal
mejor instruidos y con más deseos de llevar a efecto su labor eclesiástica que sus antecesores. San Pedro
Canisio elaboró un catecismo que intentó servir de contrapeso al de Lutero, aunque no lo consiguió. Las
tensiones internas, en las que se produjo una destacada intervención militar en ambos bandos, culminaron en
los horrores de la guerra de los Treinta Años, que hizo estragos desde 1618 hasta 1648 y dejó a Alemania
devastada.
Debido a las guerras de Religión en Francia, la Contrarreforma no tuvo apenas implantación allí hasta el siglo
XVII. La devoción hacia los pobres, como ejemplificó san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac,
caracterizó la experiencia francesa. En este país se prestó mucha atención, al igual que en Italia, a las misiones
populares que surgieron entre los campesinos. Mientras tanto, san Francisco de Sales, obispo de Ginebra,
publicó su Introducción a la vida devota (1608) que se cuenta entre las más populares de todas las obras de la
espiritualidad cristiana.
La espiritualidad de la Contrarreforma fue militante, encaminada a la evangelización de los nuevos territorios
recién explorados en el Lejano Oriente y en el norte y sur de América. Semejante entusiasmo se desplegó en
el establecimiento de escuelas confesionales, donde los jesuitas desempeñaron un destacado papel de
vanguardia. A pesar del énfasis puesto en el activismo, la Contrarreforma dio en España dos de los mayores
místicos del cristianismo: santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.
• EL LUTERANISMO
Luteranismo, principal denominación protestante, que emprendió su andadura como un movimiento
encabezado por Martín Lutero en el siglo XVI.
Martín Lutero, (1483−1546), fue un teólogo y reformador religioso alemán que inició la Reforma protestante.
Figura crucial de la historia moderna europea, cuya gran influencia se extendió más allá de la religión a la
política, la economía, la educación, la filosofía, el lenguaje, la música y otros espacios de la cultura. Monje
agustino alemán y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg (en Sajonia), Lutero tenía como
objetivo la reforma de la Iglesia cristiana de Occidente. Sin embargo, Lutero y sus seguidores fueron
excomulgados por el Papa, por lo que el luteranismo se desarrolló a partir de la creación de iglesias
independientes nacionales y territoriales, precipitando así la ruptura de la unidad que vertebraba el
cristianismo occidental.
Lutero deploraba el término luterano, y en un principio esta comunidad se llamó Iglesia evangélica de la
Confesión de Augsburgo o Iglesia evangélica. Los luteranos escandinavos adoptaron los nombres de sus
respectivos países para denominar sus iglesias (por ejemplo, la Iglesia de Suecia). Como resultado del
movimiento misionero de los siglos XVIII y XIX, el luteranismo se ha convertido en una comunión mundial y
es la mayor organización protestante cristiana del mundo, con unos 80 millones de miembros.
Doctrina y prácticas
El luteranismo proclama la autoridad definitiva de la Palabra de Dios (según aparece en la Biblia) en materias
de fe y vida cristiana, y señala a Cristo como la clave para la comprensión de la Biblia.
Salvación por la fe
La salvación, según la doctrina luterana, no depende del mérito o de la virtud de los hombres sino que es un
regalo inmerecido de la gracia soberana de Dios. Todos los seres humanos son considerados pecadores y a
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consecuencia del pecado original son esclavos del mal e incapaces, por esa razón, de contribuir a su liberación
(doctrina del mal radical). Los luteranos sostienen que la fe, entendida como la confianza en el amor
inquebrantable de Dios, es la única forma apropiada que los individuos tienen para responder a la iniciativa de
salvación por parte de Dios. De esta forma la "salvación sólo por la fe" se convirtió en el característico y
polémico estandarte del luteranismo. Sus adversarios sostenían que esta opinión no hace justicia a la
responsabilidad cristiana de practicar buenas obras, aunque los teólogos luteranos respondieron que la fe debe
hallarse viva en el amor y que las buenas obras emanan de la fe igual que un buen árbol produce buenos
frutos.
Culto
La Iglesia luterana se define a sí misma como "la asamblea de creyentes entre los que se predica el Evangelio
y se administran los santos sacramentos según el Evangelio" (Confesión de Augsburgo, VII). Por lo tanto, la
Biblia se consideró desde el principio el núcleo fundamental del culto luterano mientras que los sacramentos
quedaron reducidos de los siete tradicionales al bautismo y a la eucaristía porque según la interpretación
luterana de las Escrituras sólo estos dos fueron instituidos por Cristo. El culto se celebraba en la lengua del
pueblo (no en latín, como había sido la tradición católica) y se destacaba la predicación en el oficio divino. El
luteranismo no cambió de forma radical la estructura de la misa de la edad media, pero la utilización de las
lenguas vernáculas realzó la importancia de los sermones, que se basaban en la exposición de las Escrituras y
asimismo estimuló la participación comunitaria en el culto, en especial a través del canto de la liturgia y de los
himnos. El propio Lutero colaboró a ella escribiendo himnos que se hicieron populares.
En la celebración luterana de la eucaristía los elementos del pan y del vino son recibidos por todos los
comulgantes, en tanto que los católicos permitían el vino sólo a los sacerdotes. A diferencia de otros grupos
protestantes, en particular los anabaptistas, los luteranos proclaman la presencia física real de Cristo "en, con y
bajo" los elementos del pan y el vino en la eucaristía, creencia que defienden por la promesa que el propio
Jesucristo hizo en la institución de la Sagrada Comunión cuando dijo: "Este es mi cuerpo" y "Esta es mi
sangre" (Mt. 26, 26−28).
Bautismo
El luteranismo insiste en la práctica tradicional del bautismo infantil como un sacramento porque la gracia de
Dios ilumina al recién nacido. En su opinión, el bautismo significa amor incondicional de Dios, que es
independiente de cualquier mérito intelectual, moral o emocional por parte de los seres humanos.
Vida cristiana
Para el luteranismo los santos no constituyen una clase superior de cristianos sino que también son pecadores
salvados por la gracia a través de la fe en Jesucristo; todo cristiano es a la vez santo y pecador. La doctrina
luterana del sacerdocio de todos los creyentes está relacionada con el bautismo, por el que todos los cristianos,
hombres y mujeres, se convierten en ministros de Dios, sirviéndole durante toda su vida a partir de sus
actividades personales, entendiendo que todas ellas brindan las mismas opciones al conjunto de los fieles. La
misión de pastor posee un valor especial en el luteranismo basado en una llamada de Dios y con la aprobación
de una congregación de cristianos. A diferencia de los sacerdotes católicos romanos, la clerecía luterana puede
contraer matrimonio.
Textos doctrinales
Aunque los luteranos aceptan los libros canónicos de la Biblia como "la única regla y norma según la cual
todas las doctrinas y maestros deben ser juzgados" (Fórmula de concordia), recomiendan también la consulta
de los Libros Apócrifos del Antiguo Testamento para promover la edificación cristiana y los han introducido
según la tradición en las versiones canónicas de la Biblia. Los luteranos aceptan la autoridad de los tres credos
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ecuménicos (Apóstoles, Nicea y Atanasio) y utilizan de modo regular los dos primeros en los servicios de
culto. Las declaraciones doctrinales más destacadas del luteranismo son Misa alemana y Orden del culto
(1525), Artículos de Esmalcalda (1537), Pequeño catecismo (1529) y Gran catecismo (1529), de Lutero;
Confesión de Augsburgo (1530), Apología (1531), de Melanchthon; y la Fórmula de concordia (1577), que
fue escrita por una comisión de teólogos tras la muerte de los reformadores originales. Estos documentos
constituyen el Libro de la concordia, adoptado por príncipes y ciudades luteranas en 1580. Sin embargo, tan
sólo los Credos, la Confesión de Augsburgo y los dos Catecismos de Lutero han sido reconocidos por la
totalidad de las Iglesias luteranas.
Organización y gobierno de la Iglesia
A consecuencia de su origen en el siglo XVI, las comunidades luteranas europeas más antiguas están
vinculadas de forma muy estrecha a sus respectivos gobiernos como iglesias oficiales, bien en exclusiva
(como en los países escandinavos) o en un acuerdo paralelo con el catolicismo romano, como sucede en
Alemania. En ambas situaciones los demás grupos religiosos tienen completa libertad de culto pero no el
mismo apoyo y supervisión por parte del Gobierno. En países no europeos las iglesias son organizaciones
religiosas voluntarias. El luteranismo nunca se ha desarrollado como un sistema uniforme de gobierno
eclesiástico; existen estructuras comunitarias, presbiterianas y episcopales, aunque en el siglo XX ha
aparecido una tendencia a otorgar el título de obispo a dirigentes electos de judicaturas (sínodos, distritos,
iglesias).
Historia e influencia
La evolución inicial del luteranismo estuvo influida de un modo extraordinario por los acontecimientos
políticos. El emperador Carlos V no pudo sofocar el avance del luteranismo porque en ese momento el
Imperio era amenazado por los turcos. A pesar del Edicto de Worms (1521), que prohibía la actividad de los
luteranos, el movimiento continuó extendiéndose. Siguieron intermitentes guerras religiosas que concluyeron
con la Paz de Augsburgo (1555), acuerdo donde se estipulaba que la religión del gobernante de cada territorio
dentro del Sacro Imperio romano tenía que ser la religión de sus súbditos, autorizando de un modo efectivo así
a las iglesias luteranas y reconociendo además a los príncipes territoriales como primados de sus respectivas
iglesias. La Fórmula de concordia (1577), redactada por teólogos para resolver enfrentamientos entre
luteranos, fue suscrita por dirigentes políticos para asegurar la unidad del movimiento luterano en un periodo
en el que amenazaban renovadas guerras religiosas. La supervivencia del luteranismo tras la guerra de los
Treinta Años fue consolidada por la intervención del rey luterano sueco Gustavo Adolfo II y de la Francia
católica al lado de los protestantes. La Paz de Westfalia (1648) puso fin a las guerras religiosas en Europa al
tiempo que consolidó la supremacía de Francia en detrimento de la casa de Austria.
Los orígenes del movimiento conocido como pietismo se remontan a finales del siglo XVII cuando se
proclamó la conversión individual y una forma de vida devota que revitalizó el luteranismo en Alemania y
permitió a la Reforma extenderse a otros países. Durante el siglo XVIII la teología luterana reflejó el
racionalismo aportado por la ilustración. Durante el siglo XIX el teólogo alemán Friedrich Schleiermacher
(1769−1834), que puso de relieve la experiencia religiosa universal, ejerció un gran influjo sobre los
doctrinarios luteranos liberales. De igual modo el idealismo, movimiento dominante en la filosofía moderna
alemana, tuvo profundos efectos en el pensamiento teológico luterano. En el siglo XX la neoortodoxia del
teólogo calvinista suizo Karl Barth (1886−1968) y una interpretación próxima al existencialismo han sido las
influencias más destacadas en la teología luterana.
La ascendencia política de Prusia entre los estados alemanes a principios del siglo XIX favoreció la fundación
de la Iglesia de la Unión Prusiana (1817), que reunió a calvinistas y a millones de luteranos alemanes en una
sola Iglesia. A este proceso se opuso de forma resuelta un elevado número de luteranos, algunos de los cuales
se escindieron y formaron una comunidad separada. La situación de la política alemana en el siglo XX afectó
de gravedad al luteranismo alemán. El intento de Hitler por controlar las iglesias alemanas condujo a
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numerosas divisiones de la Iglesia luterana alemana y al internamiento de algunos luteranos (como Martin
Niemöller) en campos de concentración así como la ejecución de otros (el teólogo Dietrich Bonhöffer, por
ejemplo). Los dirigentes luteranos de Noruega y Dinamarca tuvieron un papel importante en la resistencia de
sus países a la ocupación nazi, y la Iglesia de la confesión alemana, que se había opuesto a Hitler, realizó una
importante contribución a la reconstrucción de Alemania Occidental (hoy parte de la unificada República
Federal Alemana) tras la II Guerra Mundial. El luteranismo llegó a América con los primeros colonos
europeos. Tras la Guerra de la Independencia estadounidense cada grupo sucesivo de inmigrantes europeos
fundó su propia Iglesia y sínodo que celebraba sus oficios en la lengua de su país de origen. Como
consecuencia del elevado número de inmigrantes que se desplazaron a Estados Unidos y Canadá en el siglo
XIX y principios del XX, el luteranismo se dividió en numerosos grupos: alemán, sueco, noruego, danés,
finlandés y eslovaco. A principios de la década de 1980 las fusiones han consolidado a la mayoría de los
luteranos de Estados Unidos y Canadá. El luteranismo es la tercera confesión religiosa más importante en
Estados Unidos.
El luteranismo en el mundo
Aunque una gran parte de los luteranos del orbe sigue viviendo en los países de Europa central y del norte, el
luteranismo ha crecido con mayor intensidad en África y Asia. En realidad, el único país fuera de Europa
donde una mayoría de población es luterana es Namibia en el sur de África. La Federación Luterana Mundial
(LWF), cuya sede se encuentra en Ginebra, coordina las actividades de gran parte de las iglesias luteranas de
todo el mundo y supervisa las relaciones ecuménicas, los estudios teológicos y los servicios; está dirigida por
un comité ejecutivo. Casi todas las iglesias luteranas pertenecen también al Consejo Mundial de las Iglesias.
Influencia cultural
El luteranismo siempre se mostró preocupado por los aspectos culturales e intelectuales de la fe cristiana. Su
influencia en la música a través de compositores como Johann Sebastian Bach, Dietrich Buxtehude, Michael
Praetorius y Heinrich Schütz, ha sido tan importante como lo fue en la filosofía. Pensadores de formación
luterana, tales como Immanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Sören
Kierkegaard, articularon sus ideas en diálogo, y a veces en oposición, con la tradición luterana. El luteranismo
también ha inspirado a una serie de importantes investigadores bíblicos, como David Friedrich Strauss y
Albert Schweitzer y teólogos como Albrecht Ritschl, Adolf von Harnack, Rudolf Otto, Rudolf Bulmann y
Paul Tillich entre otros.
• LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN ALEMANIA
Las autoridades papales ordenaron a Lutero que se retractara y se sometiera a la autoridad de la Iglesia, pero él
replicó con mayor radicalidad, haciendo un llamamiento a la reforma, atacando el sistema sacramental y
recomendando que la religión se mantuviera en la fe individual basada en las normas contenidas en la Biblia.
Amenazado de excomunión por el papa, Lutero quemó ante sus seguidores, en la plaza pública, la bula o
decreto papal de excomunión y con ella un volumen de la ley del canon. Este acto de desafío simbolizaba una
ruptura definitiva con todo el sistema de la Iglesia católica. En un intento por frenar la marcha de las
revueltas, el emperador Carlos V y los príncipes alemanes y eclesiásticos se reunieron en 1521 en la Dieta de
Worms e instaron a Lutero a retractarse. Éste se negó una vez más y fue declarado fuera de la ley. Durante
casi un año permaneció escondido, escribiendo panfletos donde exponía sus principios y traduciendo el Nuevo
Testamento al alemán. Aunque sus obras habían sido prohibidas por edicto imperial, fueron distribuidas en
público y se convirtieron en poderosos instrumentos para hacer de las grandes ciudades alemanas centros del
naciente movimiento luterano.
El movimiento reformista se extendió vertiginosamente entre el pueblo, y cuando Lutero abandonó su retiro,
fue recibido en su casa en Wittenberg como un líder revolucionario. Alemania se había dividido, de forma
inapelable, por motivaciones religiosas y económicas. Aquellos que estaban más interesados en preservar el
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orden tradicional, como el emperador, algunos príncipes y el alto clero, apoyaron a la Iglesia católica. El
luteranismo estaba apoyado por los príncipes del norte de Alemania, el bajo clero, los comerciantes y amplios
sectores del campesinado, quienes aprovecharon la situación como una oportunidad para obtener una mayor
independencia tanto de las esferas religiosas como de las económicas. La guerra abierta entre las dos
facciones estalló en 1524 con el comienzo de la Guerra de los Campesinos. La guerra era en suma un intento
por parte de éstos de mejorar su mísera situación económica. Su programa, que contenía algunos puntos
defendidos por Lutero desde el punto de vista religioso, invocaba la emancipación del número de servicios
reclamado por los terratenientes, tanto seglares como eclesiásticos. Lutero desaprobó la utilización de sus
demandas de reforma para justificar una revuelta social y aunque en un principio procuró buscar una salida
pacífica al conflicto, pronto se volvió contra los campesinos y en un panfleto titulado Wider die mördischen
und räubischen Rotten der Bauern, (Contra las hordas de campesinos asesinos y ladrones, 1525), les condenó
por recurrir a la violencia; lo que le hizo ganar el apoyo de numerosos nobles.
Los campesinos fueron derrotados en 1525, pero la escisión producida entre los católicos y los luteranos fue
en aumento. En la Dieta de Spira (1526) se alcanzó un mínimo compromiso al conceder el Emperador que los
estados reglamentasen a su libre albedrío, y sólo en sus dominios, la cuestión religiosa. Tres años después, en
1529, la mayoría católica obtuvo la revocación del acuerdo, lo que hizo que los luteranos elevaran hasta el
Emperador su más enérgica protesta. Desde entonces se les empezó a llamar protestantes, denominación que
posteriormente se extendió a todos los grupos reformistas opuestos al dirigismo de Roma.
En 1530 el erudito alemán y reformista religioso Melanchthon concibió un estatuto conciliatorio de los
dogmas luteranos, conocido como la confesión de Augsburgo, que fue sometida al emperador Carlos V y a la
facción católica. Aunque no consiguió reconciliar las diferencias entre los católicos y los luteranos, se
estableció como fundamento de la nueva Iglesia luterana y su credo. Con posterioridad, se produjeron una
serie de guerras con Francia y los turcos que evitaron que Carlos V dirigiera sus ejércitos contra los luteranos,
pero en 1546 el emperador quedó libre de compromisos internacionales y aliándose con varios príncipes
alemanes como el duque Mauricio de Sajonia, declaró la guerra contra la Liga de Esmalcalda, una asociación
defensiva constituida por los príncipes protestantes. Las fuerzas católicas tuvieron éxito al principio,
derrotando a los protestantes en Mühlberg. En esta batalla Carlos V fue retratado a caballo por Tiziano;
cuadro que se conserva en el Museo del Prado, en Madrid. No obstante, más tarde, el duque Mauricio de
Sajonia se pasó a las filas protestantes, obligando así a Carlos V a firmar la paz. La guerra civil religiosa
terminó con la Paz de Augsburgo en 1555. Sus términos declaraban que cada uno de los gobernadores de los
Estados germánicos, que llegaban a ser casi 300, podrían elegir entre el catolicismo y el luteranismo como
religión de su territorio, a la que deberían adscribirse todos sus súbditos. El luteranismo, por entonces la
religión de cerca de la mitad de la población alemana, consiguió al final el reconocimiento oficial y así, el
antiguo concepto de una comunidad cristiana unida en el terreno religioso en Europa occidental bajo la
suprema autoridad del Papa fue desbancado.
6. REFORMADORES IMPORTANTES
Hubo reformadores de distintas tendencias, como por ejemplo John Wycliffe, Jan Hus y Girolamo
Savonarola, que denunciaron públicamente el relajamiento moral y la corrupción económica que existía
dentro de la Iglesia "en sus miembros y en sus mentes"; buscaban provocar un giro radical de la situación. Al
mismo tiempo, se estaban produciendo profundos cambios de tipo social y político, producto del despertar de
la conciencia nacional y de la fuerza e importancia cada vez mayores que iban adquiriendo las ciudades, en las
que surgió con gran poder una nueva clase social sostenida por el comercio. La Reforma protestante podría ser
considerada producto de la convergencia de dichas fuerzas: un movimiento para introducir cambios dentro de
la Iglesia, el ascenso del nacionalismo y el avance del "espíritu del capitalismo".
El reformador Martín Lutero fue la figura catalizadora que aceleró el nuevo movimiento. Su lucha personal
por buscar la certeza religiosa lo condujo, en contra de sus deseos, a cuestionar el sistema medieval de
salvación, e incluso la propia autoridad de la Iglesia; su excomunión por el papa León X fue un paso adelante
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hacia la irreversible división del mundo cristiano en Occidente. El proceso tampoco se limitó a la Alemania de
Lutero. Hubo movimientos reformistas en Suiza, que pronto encontraron el apoyo y liderato de Ulrico
Zuinglio y en especial de Juan Calvino, cuyos Fundamentos de la religión cristiana se transformaron en el
más influyente compendio de la nueva teología. La reforma inglesa, desencadenada por los problemas
personales del rey Enrique VIII, evidenciaron la fuerte influencia que tenían los reformistas en Inglaterra. La
reforma inglesa tomó su propia vía, manteniendo algunos elementos procedentes de la religión católica, como
el episcopado histórico, con otros rasgos protestantes, como el reconocimiento de la exclusiva autoridad de la
Biblia. El pensamiento de Calvino ayudó en Francia al desarrollo de los hugonotes, grupo que era rechazado
con violencia tanto por la Iglesia como por el Estado, aunque al final logró ser reconocido por el Edicto de
Nantes en 1598 (revocado en 1685). Los grupos reformistas más radicales, dentro de los que destacan los
anabaptistas, se pusieron en contra tanto de otros grupos protestantes como de Roma, rechazando prácticas tan
antiguas como el bautismo infantil e incluso dogmas como el de la Trinidad; también estaban en contra de la
alianza entre Iglesia y Estado.
• CALVINISMO Y ANGLICANISMO
El Calvinismo :
Es la teología cristiana del reformador de la Iglesia Juan Calvino. El trabajo de Calvino Instituciones de la
Religión Cristiana (1536−1559) fue el que tuvo mayor influencia en el desarrollo de las iglesias protestantes
de la tradición reformada.
La doctrina calvinista se basa en la tradición teológica paulina y agustiniana. Dentro de sus dogmas más
importantes se incluye la creencia en la soberanía absoluta de Dios y la doctrina de la justificación sólo por
medio de la fe. Lo mismo que el reformador religioso alemán Martín Lutero, Calvino rechazaba el hecho de
que los seres humanos fueran capaces de gozar del libre albedrío después de la caída de Adán, pero Calvino
llegó incluso más allá de Lutero en la elaboración de una doctrina de la predestinación (algunas personas han
sido elegidas por Dios para salvarse, mientras que otras son rechazadas por Él y están destinadas sin remedio
a sufrir la condenación eterna). Calvino también compartía la idea de Lutero de que la Biblia constituía la
única norma para una vida de fe, aunque no estaba de acuerdo con Lutero en la defensa que éste hacía del
sometimiento del Estado a la Iglesia, como tampoco en su teología sobre la Eucaristía. Muchos de los
principios del calvinismo tuvieron fuertes implicaciones sociales, en particular el que señala que la economía,
la industria y el trabajo penoso forman parte de la virtud moral, y que el éxito en los negocios es una evidencia
de la gracia divina. Como estas teorías ayudaban a crear un clima muy apropiado para el comercio, Calvino
jugó un papel trascendental en la transición del feudalismo a la implantación del capitalismo.
A comienzos del siglo XVII, en muchos lugares el calvinismo había sido adoptado por grupos protestantes. El
sínodo de Dort, en Holanda (1618−1619), acomodó estas formas de pensar a su sistema, creando así la
ortodoxia holandesa (véase Arminianismo). Los calvinistas franceses fundaron el movimiento hugonote,
perseguido por la iglesia católica apostólica romana. En Inglaterra se desarrolló el puritanismo, y muy pronto
logró tener una fuerte influencia, en especial durante la dictadura de Oliver Cromwell. La confesión de
Westminster (1646) representa la expresión sistematizada de la teología puritana. En 1648, el calvinismo fue
adoptado por la iglesia de Escocia, convirtiéndose en el credo básico del presbiterianismo tanto de Gran
Bretaña como del resto del mundo. Muchos puritanos ingleses, insatisfechos con las políticas de la iglesia
anglicana, emigraron a Estados Unidos durante la época colonial.
El calvinismo sigue siendo una rama importante dentro del pensamiento protestante. Durante el siglo XX, el
influyente teólogo suizo Karl Barth puso gran énfasis en la doctrina calvinista referente a la soberanía de Dios,
que minimiza la importancia de cualquier actividad humana.
El Anglicanismo :
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La Reforma en el Reino Unido nació como consecuencia de las ideas absolutistas del rey Enrique VIII.
Tanto él como habían combatido el luteranismo y difundido la doctrina católica, hasta el punto en que el año
1521 el Papa León X concedió a Enrique VIII el título de Defensor de la fe, después de haber escrito el
monarca inglés el Tratado de los siete sacramentos
Motivos personales llevaron a Enrique VIII a la rebeldía contra la Iglesia ; en efecto, el rey deseaba
divorciarse de su esposa, Catalina de Aragón, hija de los reyes Católicos, para casarse con Ana Bolena. Pero
el Papa Clemente VII no reconoció la legitimidad de su segundo matrimonio y le excomulgó. Por este motivo
el monarca nombró para cargos eclesiásticos de su reino a personas de gran capacidad y pocos escrúpulos que
pudieran solucionarle el problema. Él mismo rompió con Roma, y en Noviembre de 1534, mediante el Acta se
supremacía, se declaró ante el parlamento única cabeza visible de la Iglesia en su territorio, exigiendo
juramento de lealtad bajo pena de muerte a quién no lo hiciera y organizando así la iglesia Anglicana.
Enrique VIII no consiguió la reforma anglicana en Irlanda, pues aunque el parlamento y los nobles lo
aceptaron, sin embargo, gran parte de los obispos y del clero, así como el pueblo, no quisieron romper con la
Iglesia Romana.
• REFORMA DENTRO DE LA IGLESIA
• Concilio de Trento
Concilio de Trento,(1545−1563), décimo noveno concilio ecuménico de la Iglesia católica apostólica romana
que, en respuesta a la Reforma protestante, inició una reorientación general de la Iglesia y definió con
precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del concilio fueron confirmados por el papa Pío IV el 26 de
enero de 1564, y fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX.
Todo el mundo consideraba necesario, a finales del siglo XV y principios del XVI, un concilio para reformar
la Iglesia. El quinto concilio de Letrán (1512−1517) fracasó a este respecto y concluyó sus deliberaciones
antes de que se plantearan las nuevas cuestiones suscitadas por Martín Lutero. Ya en 1520 Lutero subrayó la
necesidad de celebrar un concilio para reformar la Iglesia y resolver las polémicas que habían surgido.
Aunque numerosos dirigentes de ambos lados se hicieron eco de esta petición, el papa Clemente VII temía
que una reunión de este tipo pudiera favorecer la idea de que los concilios, en lugar del pontífice, tenían la
autoridad suprema de la Iglesia. Además, las dificultades políticas que el luteranismo planteó al emperador
Carlos V hizo que otros gobernantes, y de forma significativa el rey Francisco I de Francia, se mostraran
reacios a apoyar cualquier acción que pudiera fortalecer el poder del emperador, liberándole de estos
conflictos.
Pablo III fue elegido papa en 1543 debido en parte a su promesa de convocar un concilio. Tras los fallidos
intentos de convocarlo en Mantua en 1537 y en Vicenza en 1538, el concilio se inauguró a la postre en Trento,
en el norte de Italia, el 13 de diciembre de 1545. Con escasa participación al principio y nunca libre de
obstáculos políticos, el concilio aumentó en número de asistentes y prestigio a lo largo de las tres fases en que
se reunió.
Primera fase
(1545−1547). En muchos aspectos esta primera fase del concilio fue la que tuvo mayor alcance. Una vez
fijadas las numerosas cuestiones de procedimiento, el concilio abordó los temas doctrinales centrales
planteados por los protestantes. Uno de los primeros decretos afirmaba que las Escrituras tenían que ser
entendidas dentro de la tradición de la Iglesia, lo que representaba un rechazo implícito del principio
protestante de 'sólo Escrituras'. El largo y refinado decreto sobre la justificación, condenaba el pelagianismo,
detestado por Lutero, aunque intentaba al mismo tiempo definir un papel para la libertad humana en el
proceso de la salvación. Esta sesión también se ocupó con menos tino de ciertas cuestiones disciplinarias,
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como la obligación de los obispos de residir en las diócesis de las que fueran titulares.
Segunda fase
(1551−1552). Después de una interrupción, provocada por una profunda desavenencia política entre Pablo III
y Carlos V, la segunda fase del concilio centró su atención en los sacramentos. Esta sesión, boicoteada por los
representantes franceses, fue seguida por algunos representantes protestantes.
Tercera fase
(1561−1563). Suspendido por una declaración de guerra, el concilio se volvió a reunir para su fase final. En
sus deliberaciones se impusieron cuestiones disciplinarias, para hacer hincapié en el problema pendiente de la
residencia episcopal, considerado por todas las partes clave para la ejecución de la reforma. El hábil legado
pontificio Giovanni Morone armonizó posturas opuestas y logró clausurar el concilio. En 1564 Pío IV publicó
la Profesión de la fe tridentina (por Tridentum, el antiguo nombre romano de Trento), resumiendo los
decretos doctrinales del concilio. Sin embargo, a pesar de su duración, el concilio nunca se ocupó del papel
del pontificado en la Iglesia, un tema planteado repetidas veces por los protestantes. Entre los muchos
teólogos que participaron en el concilio, Girolamo Seripando, Reginald Pole, Diego Laínez, Melchor Cano y
Domingo de Soto fueron los que desarrollaron una actividad más intensa en las polémicas.
Significación
Además de resolver algunas cuestiones doctrinales y disciplinarias fundamentales para los católicos romanos,
el concilio también impartió entre sus dirigentes un sentido de cohesión y dirección que se convirtió en un
elemento esencial para la revitalización de la Iglesia durante la contrarreforma. Los historiadores actuales
opinan que el concilio se interpretó y aplicó en un sentido más estricto del que pretendieron sus participantes,
y algunos creen que tuvo menos importancia en el resurgimiento del catolicismo romano que otros factores de
naturaleza más espontánea. No obstante, la designación de era tridentina para los siglos comprendidos entre
Trento y el concilio Vaticano II, refleja la decisiva trascendencia que tuvo este concilio en la Iglesia católica
moderna.
• Congregación Índice
La Congregación Índice es un tribunal fundado en Roma en 1563, en ejecución de un canon del Concilio de
Trento para examinar los libros que le somete la autoridad eclesiástica, prohibiéndolos si son peligrosos.
Índice de libros prohibidos, catálogo publicado hace algunos siglos por la Iglesia católica apostólica romana
con una relación de los libros considerados peligrosos para la fe y la moral. Los católicos tenían prohibido
bajo pena de excomunión poseer, leer, vender o difundir cualquier libro incluido en el Índice sin obtener
primero dispensa eclesiástica. Aunque la Iglesia cristiana desde sus primeros tiempos había publicado
decretos y edictos que prohibían los libros que consideraba censurables en el orden moral y doctrinal, la
primera recopilación que llevó con carácter oficial el nombre de Índice de libros prohibidos se publicó en
1559 durante el pontificado de Pablo IV. La última edición del Índice se publicó en 1948. La Iglesia anunció
en 1966 que no se publicarían nuevas ediciones y que el catálogo actual ya no era vinculante. Se retiró la pena
de excomunión por leer los libros del Índice. Desde 1917 hasta su desaparición en 1966, lo estableció el Santo
Oficio.
• Renovación de órdenes
Las órdenes religiosas ya existentes volvieron al rigor de la regla y algunas se desdoblaron el dos ramas : una
rama seguía las normas antiguas, y la otra las normas mitigadas. Así, había franciscanos y
capuchinos,carmwelitas y carmelitas descalzos, agustinos y agustinos recoletos.
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También surgieron nuevas órdenes y congragaciónes religiosas, como fueron entre otros los escolapios, los
paúles, los camilos, los hermanos de San Juan de Dios, las hijas de la caridad, las salesas, las ursulinas, etc.
8.4 La expansión misionera
Los Movimientos Misioneros, son grupos y organizaciones que surgen en una tradición religiosa concreta
cuyo objetivo consiste en extender las creencias de su religión. Las principales religiones misioneras del
mundo son el cristianismo, el budismo y el islam.
El Cristianismo
El cristianismo, religión misionera por naturaleza, fue en primer lugar propagado por los apóstoles, siendo la
figura más destacada san Pablo, y por creyentes laicos en el curso de su vida diaria y de sus viajes.
Iglesia primitiva
La iglesia primitiva se extendió rápidamente en el norte de África (Etiopía, Alejandría, y Egipto), a través de
Asia Menor y en el siglo III, en la India. En el siglo VII alcanzó China. Se extendió, con la misma rapidez en
Europa a través de Grecia, Armenia y la península itálica. Entre los siglos V y IX, el cristianismo se extendió
a través de Europa, el norte de Groenlandia e Islandia, y entre los eslavos por misioneros enviados por Roma
como san Patricio, san Agustín de Canterbury y san Bonifacio, y desde Constantinopla por dos hermanos, san
Cirilo y san Metodio, misioneros de los eslavos.
Mientras la Iglesia crecía, las órdenes religiosas sistematizaron el trabajo de las misiones y aplicaron las
enseñanzas de la Iglesia en América y en el Lejano Oriente.
Después de la Reforma
Tras la Reforma, tanto los católicos como los protestantes llevaron a cabo programas de activas misiones.
Entre los jesuitas, san Francisco Javier fue muy activo en el Lejano Oriente. En 1622 la Sagrada
Congregación para la Propagación de la Fe fue establecida por Roma, y el trabajo de la misión católica en
todas las partes del mundo era, y sigue siendo, dirigida por el papado.
Entre los protestantes, en 1698, la Sociedad Misionera para la Promoción del Conocimiento Cristiano fue
fundada en Inglaterra, y la Sociedad para la Propagación del Evangelio en las zonas extranjeras funcionó entre
los colonos británicos en las colonias desde 1701.
Los franciscanos y jesuitas trabajaron en el noroeste de América. Fray Junípero Serra, un franciscano español,
en California, y el jesuita italiano, Eusebio Francisco Kino, en el norte de México y lo que es ahora el suroeste
de los Estados Unidos.
Nuevas tierras
Los misioneros europeos dirigieron su atención hacia nuevas tierras en el siglo XIX, ampliando sus esfuerzos.
El colonialismo trajo consigo un mayor conocimiento de África y Asia, y las iglesias europeas extendieron su
obra en esas áreas. Uno de los misioneros más conocidos del siglo XIX fue el físico británico David
Livingstone.
Distintas sectas, como el Ejército de Salvación y otros organismos, algunos de ellos relacionados con el
Concilio Mundial de las Iglesias, e individuos que pertenecen a grupos orientados hacia actividades
misioneras como los Testigos de Jehová y los mormones continuaron el trabajo empezado en este periodo.
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Obra de la misión moderna
Las convulsiones sociales, políticas y económicas del siglo XX han afectado a todos los aspectos de la vida.
Con la Revolución Rusa y la expansión soviética, las iglesias ortodoxas orientales perdieron algo de su
influencia. A pesar de la hostilidad oficial hacia la religión en la esfera soviética, la Sociedad de Amigos
realizó allí un gran trabajo. Es uno de los pocos grupos religiosos cuyo trabajo era permitido. El desarrollo del
comunismo en China terminó con la obra misionera en ese país, y en muchos Estados que surgieron tras el fin
del colonialismo, el crecimiento del nacionalismo fue acompañado de una tendencia a identificar el
cristianismo con el colonialismo.
Estos acontecimientos han provocado un cambio de dirección en el proceder de las misiones. Se está poniendo
un nuevo énfasis en la unidad cristiana, más que en el de las confesiones particulares. En los países
misionados por Occidente se está dando cada vez más responsabilidad a los nativos. La conversión se ve
como la tarea creciente de las iglesias autónomas nacionales. Un nuevo movimiento evangélico, el
movimiento pentecostal, se ha convertido en una fuerza importante en el mundo del protestantismo.
Una tendencia alejada del Evangelismo, surgida en 1960 fue el resultado de otros problemas. Los
movimientos misioneros en el mundo respondieron con actividades de servicio social : en las ciudades del
interior, en los campos de refugiados, en los nuevos emplazamientos, y hacia los niños de ambientes urbanos
deprimidos. En 1970, sin embargo, el énfasis en la evangelización aumentó de nuevo.
• Las Guerras de Religión
Conflicto civil que se desarrolló en Francia (1562−98) y que enfrentó a hugonotes y católicos. La primera fase
se cerró con la Paz de Saint−Germain (1570), que otorgó a los protestantes la libertad de culto y cuatro plazas
de seguridad. Tras la matanza de la Noche de San Bartolomé (1572), se inició una nueva guerra que terminó
en 1573 con el Edicto de Boulogne. La última fase se desarrolló en el reinado de Enrique III (1574−89) y
culminó con la conversión de Enrique IV (1593) y el Edicto de Nantes (1598), que puso las bases de la paz
religiosa. Serie de enfrentamientos políticos y sociales provocados por la debilidad de la monarquía ante el
conflicto religioso y la rivalidad aristocrática.
• PASO DE LA REFORMA A LA REVOLUCIÓN FRANCESA
La revolución francesa fue el resultado lógico de las ideas ilustradas. Basados en el derecho natural se
aspiraba a la igualdad general, pero esto iba unido a un dios declarado contra la religión revelada y contra al
Iglesia jerárquica.
Para la Iglesia, la Revolución Francesa significó la desaparición de su poder temporal.
A pesar de que en los primeros meses se mantuvo la tradicional unión Iglesia francesa − Estado, en los
veinticinco años que siguieron a la toma de la Bastilla, símbolo del poder absolutista, fueros destruidos los
restos del catolicismo medieval: desaparecieron las grandes abadías y la figura del príncipe − obispo.
Disminuyó también la organización de las órdenes religiosas y se oscurecieron las facultades de teología de
las universidades de Salamanca, Alcalá, Coimbra, Bolonia, Lovaina y París, en un mundo que buscaba la
autonomía de la razón y de la libertad como valores fundamentales.
El papado, que no había acertado a independizarse de las monarquías absolutas, sufrió las consecuencias de su
actitud. En 1798, los Estados de la Iglesia fueron ocupados por el nuevo Estado surgido de la Revolución.
Aunque en 1815 la derrota del Estado francés revolucionario provocó la restauración general de las
monarquías absolutas, en el año 1848 triunfaron las revoluciones liberales en casi todas las capitales de
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Europa.
• LA IGLESIA FRENTE A LAS REVOLUCIONES DEL XIX Y DEL XX
La Revolución Francesa tuvo un carácter anticlerical y atentó contra la libertad de la Iglesia, por lo que el
Papa Pío VI condenó la Constitución civil del clero. Pero con ello no solo se condenaron los aspectos
negativos de la Revolución, sino también los positivos, y se estableció una ruptura entre la Iglesia y el mundo
de la Revolución.
En amplios círculos católicos se valoró positivamente la independencia de la Iglesia respecto a la tutela
estatal.
Los papas se vieron obligados a crear por medio de concordatos un nuevo tipo de relaciones negociadas con
cada estado. Así se fueron firmando concordatos en 1801 con Francia, en 1817 con Baviera etc.
En virtud de las concordatos, los estados modernos posteriores a la Revolución Francesa reconocieron al
papado como poder soberano.
Los papas de la restauración católica (1800 − 1878) fueron hombres santos y de notables cualidades humanas,
pero, como eran herederos de una mentalidad absolutista, que no ponía límites a las facultades de los
gobernantes, les resultó difícil comprender el nuevo mundo que la Revolución Francesa y las revoluciones
liberales habían creado.
Pío VII adoptó una actitud más moderada. Pío IX condenó el liberalismo y rechazó que el pueblo fuera
soberano y ejerciera el poder por medio de sus representantes.
Con León XIII se produjo un cambio notable, llegando a reconocer el valor de las nuevas libertades y una
legitimidad de la democracia.
11. CONCILIO VATICANO I
Vigésimo concilio ecuménico reconocido por la Iglesia católica apostólica romana, famoso por su solemne
definición de la primacía jurisdiccional y la infalibilidad papal. Convocado por el papa Pío IX, el concilio se
reunió 93 veces en la Basílica de San Pedro de Roma entre el 8 de diciembre de 1869 y el 1 de septiembre de
1870.
Composición y programa
De 1.050 obispos y otros posibles participantes, sólo asistieron 800 al concilio, la mitad de ellos representando
diócesis europeas, y una parte importante del resto misiones europeas en el exterior. El concilio se anunció en
1864, pero los preparativos se retrasaron. Proposiciones extraídas del Syllabus errorum constituyeron el
sustrato del programa original. Fue un concilio interno de la Iglesia católica romana, pero se aprovechó la
oportunidad para invitar a Roma a las Iglesias ortodoxa y protestante. Cardenales nombrados por el Papa
presidieron y controlaron estrictamente los debates. Entre los temas discutidos, aunque no se tomaron
resoluciones sobre ellos, estaban la adopción de un catecismo universal y las normas de disciplina sacerdotal.
Se recopilaron documentos escritos sobre el proyecto de una propuesta relativa a la naturaleza de la Iglesia,
pero nunca se debatió el tema.
Doctrina de la infalibilidad
El concilio promulgó dos constituciones: Dei filius (24 de abril, 1870), que exponía la doctrina católica
romana sobre fe y razón, y Pastor aeternus (18 de julio, 1870), donde se afirmaba como principio esencial de
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la doctrina católica romana que el Papa tiene primacía jurisdiccional sobre toda la Iglesia, y que en
condiciones particulares Dios le otorga la infalibilidad (libre de error) en materias de fe y moral que Dios
desea que la Iglesia conozca. La definición de infalibilidad papal fue debatida con apasionamiento, aunque sus
adversarios en el concilio nunca superaron una quinta parte de los asistentes. Algunos la consideraron una
definición inoportuna, dada la tensa atmósfera político−religiosa de Europa, y otros tuvieron serias dudas
históricas y teológicas respecto de la doctrina misma. Algunos adversarios se ausentaron a partir de la sesión
del 18 de julio en la que se registró una votación final de 433−2 a favor de la constitución Pastor aeternus.
Ningún obispo de la Iglesia rechazó la nueva constitución. Un pequeño número de católicos de Alemania y de
los países vecinos se separaron de la Iglesia católica y como protesta fundaron la Iglesia católica antigua. Se
inspiraron en el conocido historiador eclesiástico Ignaz von Döllinger, que fue excomulgado por negarse a
aceptar Pastor aeternus.
12. CONCILIO VATICANO II
Vigésimo primer concilio ecuménico reconocido por la Iglesia católica, convertido en símbolo de la apertura
eclesiástica al mundo moderno. El Concilio fue anunciado por el papa Juan XXIII el 25 de enero de 1959, y
celebró 178 sesiones durante los meses de otoño durante cuatro años consecutivos. La primera reunión tuvo
lugar el 11 de octubre de 1962, y la última el 8 de diciembre de 1965.
De los 2.908 obispos, así como de otros posibles asistentes convocados, participaron en la sesión de apertura
2.540 venidos de todas las partes del mundo. Los obispos de Asia y África jugaron un papel prominente en las
deliberaciones del Concilio. Sólo los países comunistas estuvieron escasamente representados, como resultado
de presiones gubernamentales. El promedio de asistencia a las sesiones fue de 2.200 personas.
Los preparativos para el Concilio comenzaron en mayo de 1959, cuando se pidieron sugerencias a los obispos
católicos del mundo, a las facultades teológicas y a las universidades. Trece comisiones preparatorias con más
de 1.000 miembros fueron seleccionadas para rechazar las versiones preliminares sobre un amplio abanico de
temas. Prepararon 677 documentos llamados esquemas o schemata que fueron reducidos a 17 por una
comisión especial convocada en las sesiones de los años 1962 a 1963. Los miembros del Concilio con derecho
a voto eran obispos católicos, y superiores de las órdenes religiosas masculinas pero, como cambio radical
respecto a prácticas anteriores, las iglesias ortodoxas y protestantes fueron invitadas a enviar delegados
oficiales como observadores. Se invitó a oyentes laicos de la Iglesia católica a la sesión de 1963, durante la
cual dos de ellos dirigieron la palabra al Concilio. En 1964 se sumaron mujeres oyentes a estas sesiones. Los
asuntos a tratar eran muchos, y los temas que se discutieron incluían los medios de comunicación modernos,
las relaciones entre cristianos y judíos, la libertad religiosa, el papel de los laicos en la Iglesia, el culto
litúrgico, los contactos con otros cristianos y con no cristianos, tanto teístas como ateos, así como el papel y la
educación de sacerdotes y obispos.
Documentos principales y conclusiones
El Concilio publicó 16 documentos, entre los que destacan los relativos a la revelación divina (Dei Verbum,
18 de noviembre de 1965) y a la Iglesia (Lumen Gentium, 11 de noviembre de 1964) junto a un documento
fundamental en el terreno pastoral de la Iglesia en el mundo moderno (Gaudium et Spes, 7 de diciembre de
1965). Los mejores y más modernos eruditos en temas bíblicos redactaron los principios y documentos
relativos a la revelación divina. El Concilio explicó el punto de vista católico sobre cómo la Biblia, la
tradición, y la autoridad eclesiástica se relacionan entre sí en la exposición de la revelación divina.
El documento relativo a la Iglesia recalcaba la idea bíblica de la organización de la comunidad cristiana, más
que el modelo jurídico que había dominado hasta entonces. Denominar a la Iglesia pueblo de Dios enfatizaba
la naturaleza del servicio de cargos tales como los del sacerdote y obispo, la responsabilidad colegial, o
compartida, de todos los obispos con respecto a la globalidad de la Iglesia, así como la llamada de todos sus
miembros a la santidad y a la participación en la misión eclesiástica de propagar el evangelio de Cristo. El
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tono pastoral de la Iglesia en el mundo moderno fue establecido en las palabras de apertura del Concilio, las
cuales declararon que la Iglesia compartía "la alegría y la esperanza, el dolor y la angustia de la humanidad
contemporánea, particularmente las de los pobres y afligidos". Empezó con un análisis teológico de la
humanidad y del mundo. Después se interesó por áreas determinadas, como el matrimonio y la familia, la vida
cultural, social y económica, la comunidad política, la guerra y la paz, y las relaciones internacionales.
El fundamento sobre la liturgia promovió una participación comunitaria más activa en la misa, como acto
central del culto público católico y fue el primer paso para conseguir cambios que para 1971 incluían la
sustitución del latín, antigua lengua del culto religioso, por lenguas vernáculas. Otros documentos buscaron un
terreno común para entablar el diálogo con los cristianos ortodoxos y protestantes y con los no cristianos. En
una apertura poco común con respecto a su deliberada política de evitar condenas, el Concilio deploró "todas
las acciones de odio, persecuciones, y demostraciones de antisemitismo llevadas a cabo en cualquier momento
o a partir de cualquier fuente contra los judíos".
El papa Juan XXIII había iniciado el Concilio Vaticano II de manera positiva, teniendo como propósito la
puesta al día y la renovación (aggiornamento) de la Iglesia católica y el logro de la unidad cristiana y humana.
El papa Pablo VI, quien continuó el Concilio tras la muerte de Juan XXIII en 1963, aprobó estos propósitos y
añadió además el diálogo con el mundo moderno.
Acogida y oposición
La primera reacción al Concilio fue en su mayor parte favorable. Uno de los resultados más importantes fue el
estrechamiento de relaciones entre las iglesias cristianas. Sin embargo, puesto que ciertas corrientes de
cambio, que no se habían relacionado en absoluto con lo ocurrido en el Concilio, continuaron extendiéndose
por la Iglesia, los grupos conservadores católicos empezaron a temer que las reformas hubieran sido
demasiado radicales. Surgieron grupos disidentes, y algunos críticos desafiaron la autoridad, tanto del
Concilio, como de los papas que habían llevado a cabo lo decretado por aquél. La oposición a los cambios en
la liturgia de la Iglesia se convirtió en un punto conflictivo para los que no estaban de acuerdo con que los
cambios fueran más profundos.
El líder más destacado de los católicos tradicionalistas, que rechazó las reformas doctrinales y disciplinarias
establecidas por el Concilio Vaticano II, era un arzobispo francés jubilado, llamado Marcel Lefèbvre, quien en
1970 fundó un grupo internacional conocido como la Fraternidad Sacerdotal de Pío X. Declaró que las
reformas del Concilio "nacen de la herejía y terminan en ella". Los esfuerzos de reconciliación entre Roma y
el arzobispo Lefèbvre no tuvieron éxito. El papa Pablo VI lo suspendió en el ejercicio de sus funciones como
sacerdote y obispo en 1976, pero él continuó con sus actividades, ordenando incluso a los sacerdotes que
servían en las iglesias tradicionalistas.
13. UNA IGLESIA ESPERANZADA : presente y futuro.
La situación actual de la Humanidad ha abierto la Iglesia al diálogo. Primeramente, la Iglesia se ha preguntado
por sí misma, y ha dado respuesta recurriendo a las grandes fuentes en las que se funda : la Biblia, los Santos
Padres, la liturgia, la tradición y si vida bajo la dirección del magisterio.
Así la Iglesia ha descubierto su necesidad de reforma para presentarse como pueblo unido en el Reino de
Dios.
Para hacer posible esta reforma, la Iglesia ha dialogado con la palabra de Dios, con sus propias instituciones,
con los cristianos no católicos, con los creyentes de otras religiones y con el mundo. En este diálogo múltiple,
la Iglesia vive la reforma iniciada en el concilio y se pone al servicio de todos los que buscan el Reino de
Dios.
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La Iglesia en la Edad Moderna y Contemporánea
Índice :
El Renacimiento .........................................................pág. 1
El Humanismo..............................................................pág. 2
La Reforma..................................................................pág. 2
El Luteranismo............................................................pág. 6
Guerras de Religión en Alemania.. ........................pág. 10
Reformadores importantes.....................................pág. 12
Calvinismo y Anglicanismo........................................pág. 13
Reforma dentro de la Iglesia :
Concilio de Trento..............pág. 14
Congregación Índice..........pág. 16
Renovación de órdenes.....pág. 16
La espansión Misionera.....pág. 17
Las Guerras de Religión....pág. 18
Paso de la Reforma a la Revolución Francesa........pág. 19
La Iglesia frente revoluciones del XIX y XX.......pág. 19
Concilio Vaticano I......................pág. 20
Concilio Vaticano II....................pág. 21
Una Iglesia esperanzada : presente y futuro.........pág. 23
17
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