LA ILUSIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO

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LA ILUSIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO
El País 07/02/2007
DENNIS OVERBYE-©The New York Times
Ustedes son responsables de cualquier daño ocasionado a su cartera o arterias. Ahora que
acabamos de pasar otro fin de año, muchos de ustedes han decidido ser mejores, más sabios, más
fuertes y más ricos en los meses y años venideros. Al fin y al cabo, somos seres humanos libres, no
esclavos, robots o animales condenados a repetir los mismos errores odiosos una y otra vez. Como
escribía William James en 1890, toda la "salsa y la emoción" de la vida provienen de "nuestra idea
de que en ella las cosas realmente se deciden de un momento a otro, y que no es el monótono
repiqueteo de una cadena que se forjó hace innumerables siglos". Ya basta, doctor James. Una serie
de experimentos realizados durante los últimos años indica que la mente consciente es como un
mono cabalgando un tigre de decisiones y acciones subconscientes en progreso, que inventa
frenéticamente cuentos de que tiene el control. En consecuencia, médicos, neurocientíficos e
informáticos se han unido a los herederos de Platón y Aristóteles para discutir qué es el libre
albedrío, si lo tenemos o no, y qué nos llevó a creer que lo teníamos en primer lugar.
"¿Es una ilusión? Ésa es la cuestión", dice Michael Silberstein, filósofo de la ciencia del
Elizabethtown College de Pensilvania (EE UU). Otro interrogante, añade, es si hablar sobre esto en
público avivará las guerras culturales. "Si la gente alucina con la evolución y otras cosas", escribía
en un correo electrónico, "cómo no va a alucinar si los científicos y los filósofos le dicen que no es
más que una avanzada máquina de carne; además, ¿esa conclusión está ahora claramente justificada
o es prematura?".
Daniel C. Dennett, un filósofo y científico cognitivo de la Tufts University que ha escrito
mucho sobre el libre albedrío, dice que "cuando nos planteamos si el libre albedrío es una ilusión o
una realidad, nos asomamos a un abismo. Al parecer, afrontamos una caída en el nihilismo y la
desesperación". Mark Hallett, un investigador en neurología, dice: "El libre albedrío no existe, sino
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que es una percepción, y no un poder o una fuerza impulsora. La gente experimenta el libre
albedrío. Tiene la sensación de ser libre. Cuanto más lo examinas, más te das cuenta de que no lo
tienes", afirma. Esa idea no es nueva, ni mucho menos. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer
dijo, como parafraseó Einstein, que "un ser humano puede hacer lo que quiera, pero no desear lo
que quiere". A Einstein, entre otros, le parecía una idea reconfortante. "El saber que la voluntad no
es libre me protege de perder el buen humor y tomarme demasiado en serio a mí mismo y a los
demás seres humanos como individuos que actúan y juzgan", afirmó.
El grado de consuelo o depresión que esto les produzca quizá dependa de lo que entiendan por libre
albedrío. La definición tradicional se denomina "libertaria" o libre albedrío "profundo". Sostiene
que los humanos son agentes morales libres cuyas acciones no están predeterminadas. Esta escuela
de pensamiento en la práctica dice que toda la cadena de causa y efecto de la historia del universo
se detiene en seco cuando sopesas la carta de postres en un restaurante. Llegados a ese punto, todo
es posible. Sea cual sea su elección, no es forzada y podría haber sido distinta, pero no es aleatoria.
Ustedes son responsables de cualquier daño ocasionado a su cartera o arterias. "A mucha gente eso
le parece incoherente", comenta Silberstein, que señala que todo sistema físico que se ha
investigado ha resultado ser determinista o aleatorio. "Ambas son malas noticias para el libre
albedrío", asegura. Por tanto, si las acciones humanas no pueden causarse ni son aleatorias, dice,
"debe de ser, ¿qué? ¿Una especie de extraño poder mágico?". Pero sea lo que sea ese poder llámenlo alma o espíritu-, esa gente tiene que explicar cómo pudo independizarse del universo
físico y aun así extender el brazo desde el mundo inmaterial e inmiscuirse en nuestras agitadas
neuronas.
Un voto a favor del libre albedrío proviene de algunos físicos, quienes afirman que es un requisito
previo para inventar teorías y planificar experimentos. Eso es particularmente cierto cuando
hablamos de mecánica cuántica, la extraña y paradójica teoría que atribuye una aleatoriedad
microscópica a los cimientos de la realidad. Anton Zeilinger, un físico cuántico de la Universidad
de Viena, decía recientemente que la aleatoriedad cuántica no era "una prueba, sino tan sólo un
indicio de que tenemos voluntad propia". En algunos experimentos, se ha engañado a sujetos para
que crean que están reaccionando a estímulos que no pueden haber visto con tiempo suficiente
como para responder a ellos, o para que se atribuyan o culpen de cosas que no pueden haber hecho.
Pongamos por caso el "experimento vudú" de Dan Wegner, un psicólogo de Harvard, y Emily
Pronin, de Princeton. En él, se invita a dos personas a jugar al hechicero. Una persona, el sujeto,
lanza una maldición a la otra clavando agujas a un muñeco. Sin embargo, la segunda persona
participa en el experimento y, según ha convenido anteriormente con los médicos, actúa de manera
detestable para caer mal al que clava las agujas, o con simpatía. Al cabo de un rato, la supuesta
víctima se queja de un dolor de cabeza. En los casos en los que la persona había sido desagradable,
el sujeto tendía a hacerse responsable de su dolor de cabeza, un ejemplo del "pensamiento mágico"
que lleva a los aficionados al béisbol a ponerse sus gorras con la parte de dentro hacia fuera [para
traer suerte al equipo]. "Conseguimos que pasara en un laboratorio", dice Wegner.
¿Es un tipo de pensamiento mágico similar el responsable de la experiencia del libre albedrío?
"Vemos dos puntas del iceberg, el pensamiento y la acción", señala Wegner, "y establecemos una
conexión". Pero buena parte de la acción se desarrolla bajo la superficie. De hecho, la mente
consciente a menudo supone una carga para muchas actividades. Pensar demasiado puede causar
ansiedad a un golfista. La gente conduce mejor con el piloto automático. Los escritores de ficción
afirman escribir en una especie de trance en el que sencillamente siguen el dictado de las voces y
personajes que pueblan su cabeza, una bendición que, por desgracia, rara vez o nunca se concede a
los escritores de no ficción.
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Dennett es una de las muchas personas que han intentado redefinir el libre albedrío de un modo que
no implique una huida del mundo materialista, a la vez que ofrece suficiente autonomía para la
responsabilidad moral, que parece ser lo que preocupa a todo el mundo. Según Dennett, la idea
intuitiva tradicional de un libre albedrío distanciado de la causalidad es una tontería exagerada y
metafísica, que refleja una anticuada visión dualista del mundo. Por el contrario, sostiene Dennett,
nuestra inmersión en la causalidad y el mundo material es precisamente lo que nos libera. La
evolución, la historia y la cultura, explica, nos han dotado de sistemas de reacción que nos otorgan
la capacidad única de reflexionar y pensar las cosas e imaginar el futuro. El libre albedrío y el
determinismo pueden coexistir. "Tenemos todas las variedades de libre albedrío que merece la pena
tener", dice Dennett. "Tenemos el poder de vetar nuestros impulsos y luego vetar nuestros vetos",
agrega. "Tenemos el poder de la imaginación, de ver e imaginar futuros".
El inconsciente propone
En los años setenta, el fisiólogo Benjamin Libet conectó el cerebro de unos voluntarios a un
electroencefalógrafo e indicó a dichos voluntarios que realizaran movimientos aleatorios, como
pulsar un botón o chasquear los dedos, mientras anotaba la hora que marcaba un reloj. Libet
descubrió que las señales cerebrales asociadas a esas acciones se producían medio segundo antes de
que el sujeto fuera consciente de la decisión de llevarlas a cabo. El orden de las actividades
cerebrales parecía ser percepción del movimiento y luego decisión, y no a la inversa. En resumen:
el cerebro consciente sólo intentaba ponerse al nivel de lo que ya estaba haciendo el cerebro
inconsciente. La decisión de actuar era una ilusión. Los resultados de Libet se han reproducido una
y otra vez, junto con otros experimentos que apuntan a que se puede engañar fácilmente a la gente
cuando se trata de asumir la autoría de sus acciones. Los pacientes con tics o ciertas enfermedades,
como la corea, no saben si sus movimientos son voluntarios o involuntarios, señala el neurólogo
Mark Hallett.
Naturalmente, casi todo el mundo tiene un punto de vista sobre esos experimentos y sobre si
debería emplearse la palabra "ilusión" para describir el libre albedrío. Libet dice que sus resultados
dejan margen para una versión limitada del libre albedrío, encarnada en un poder de veto sobre
nuestra percepción de lo que hacemos. En la práctica, el cerebro inconsciente propone y la mente
dispone. En un ensayo de 1999, Libet escribía que, aunque pudiera parecer que no es gran cosa, era
suficiente para satisfacer las normas éticas. "Casi todos los Diez Mandamientos son órdenes de que
no se haga algo", explicaba. Pero eso podría parecer una forma insuficiente y limitada de libre
albedrío.
Una necesaria Addenda del Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires
(http://www.colmed5.org.ar/index2.htm)
El director del instituto alemán Max Planck para la investigación cerebral, Dr. Wolf Singer, afirmó
que desde el punto de vista neurobiológico, el ser humano carece de libre albedrío, ya que el
cerebro es el encargado de tomar las decisiones. El ser humano se diferencia de los animales por su
capacidad de decidir, sin embargo, para los científicos que se encargan del estudio de los procesos
cerebrales, la idea del "hombre libre" es cada vez más difusa. Singer destacó que aquello que el ser
humano experimenta como una decisión, no es otra cosa que la justificación posterior de cambios
de estado que de cualquier forma sucedería, porque la información para tomar decisiones se basa en
la experiencia propia. El neurólogo alemán dijo que los últimos resultados del estudio del cerebro
no son tan deprimentes porque "lo que voy a hacer de ahora en adelante es la consecuencia de eso
que soy yo". Para el científico alemán, el cerebro no toma decisiones de manera arbitraria, sino que
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éstas se basan en experiencias acumuladas. El especialista en neurología subrayó que el cerebro
cuenta por completo con la iniciativa, y que no sólo reacciona como una máquina a los estìmulos
del exterior. Recordó que anteriormente los científicos creían que en algún lugar del cerebro se
hallaba la conciencia, y que en ella se concentraba toda la información y se comparaba para tomar
decisiones. "Actualmente está comprobado que no existe tal centro porque el cerebro trabaja de
manera descentralizada", sostuvo. "Desde el punto de vista de las ciencias naturales todavía no es
comprensible de ninguna manera cómo puede crearse la conciencia a partir de la unión de átomos.
A pesar de eso, todos sabemos que existe", enfatizó. El neurólogo señaló que el ser humano tiene
que aprender a vivir con esta contradicción y a acostumbrarnos a que existen dos modelos
descriptivos que se contraponen: por un lado las situaciones subjetivas y por otro los hallazgos de
las ciencias naturales. El científico alemán resaltó que "nosotros somos los últimos que se enteran
de lo que nuestro cerebro tiene la intención de hacer", y agregó que existen ya varios experimentos
que lo confirman.
Uno de esos experimentos es el que el investigador estadounidense Dr. Benjamin Libet llevó a cabo
para medir la distancia temporal entre la acción y la decisión voluntaria. Según el investigador, el
sentimiento de que se realizó un movimiento con intención se produce exactamente 350 milésimas
de segundo después del movimiento. El filósofo francés René Descartes (1596-1650) escribió que
el libre albedrío le permite al ser humano aceptar esta idea y rechazar aquella, y con ello describió
la idea aún válida de que el hombre se conforma de dos sustancias muy diferentes: el cuerpo y el
espíritu. Descartes creía que las dos sustancias tendrían que estar unidas de una manera, pero según
el filósofo, el espíritu puede concebir una determinación que el cuerpo tiene que llevar a cabo, o
también algo que el cuerpo ve, provoca que el espíritu reflexione. Sin embargo, Descartes nunca se
pudo explicar cómo funcionaba esta unión, y lo que creyó más probable fue que el "puente" se
localizaba en algún lugar del cerebro. El Dr. Wolf Singer señaló que si la sociedad descarta el
concepto del libre albedrío se tendrá que reflexionar sobre el trato que se les dará a los
comportamientos erróneos, a la culpa y al castigo. "Por supuesto no todos los actos criminales se
pueden disculpar bajo el argumento de que el culpable 'no pudo hacer nada para evitarlo', no
obstante, es necesario tomar en cuenta un nuevo punto de vista", agregó el científico alemán.
¿Porqué los científicos presuponen que todos los seres humanos tendríamos el mismo grado de
libre albedrío? (JAHE)
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