La humildad es un valor positivo ¡Claro que hay gente que vale muchísimo! La hay en la ingeniería, en cualquier otra profesión y también en el campo deportivo. Se reconoce su calidad, pero ésta se viene abajo en cuanto se desprecia la humildad. Hasta en la calle, por la que se transita cada día, se pone de manifiesto la derrota que esa gente de valía sufre por despreciar la humildad. En la vida de los pueblos es fácil ver cómo algunas personas poderosas se empeñan en rodear sus actividades con una serie de alabanzas, para que la gente tenga noticia de lo bien que hacen su cometido. No siempre consiguen ese aprecio y no suele faltar la oposición a esas labores; no se cree en ellas y, además, se señala al personaje en cuestión como cultivador de malas artes en el ejercicio de su función pública. La humildad es imprescindible para esos hombres - o mujeres, claro - que ostentan y ejercen algún poder; les ayuda a no sentirse incómodos cuando han de señalar, ellos mismos, los errores que hayan podido cometes. ¿O es que acaso no hay posibilidad de equivocaciones cuando menos - en el ejercicio de cualquier actividad por parte de cualquier ser humano? Necesitamos que la humildad esté presente, de forma activa, en cualquier actividad de toda persona, porque así la vida de relación humana es más sencilla y agradable, como también lo será así para toda aquella persona que ame y actúe con humildad. Estamos asistiendo, ahora, a unas manifestaciones importantes, en diversos países de la orilla Sur del Mediterráneo. Son preocupantes porque en un momento dado - por falta de humildad de unos y otros - pueden desembocar en tragedias con graves daños humanos. La humildad, por parte de unos y otros , debe acompañar a la razón para que todas esas cuestiones, que están en litigio,. lleguen a buen fin en el tiempo más corto posible La humildad personal no es debilidad de carácter sino un delicado gesto de amor y de comprensión con toda otra persona. No es pérdida de fortaleza, sino delicadeza en la actuación personal. Defender y exponer las creencias personales no requiere más que la sencillez y claridad de la verdad, sin otra escenografía que la naturalidad. Cuando la defensa de los argumentos necesita de un despliegue de apoyo propagandístico se corre el peligro de olvidarse la humildad y con ello la verdad, que siempre es sencilla, clara, justa y necesaria. Cuando en la vida de los pueblos se da una clara manifestación de divergencia con la actuación de quienes ejercen el poder, porque estiman que no es acertada esa actuación y que produce daños de consideración, los gobernantes deben ser humildes y reconocer la razón que asiste a quienes así se manifiestan. No reconocerlo así motiva la intensidad de la divergencia hasta límites como los que se muestran, actualmente, en países del arco sur del Mediterráneo, que pueden llegar a ser más graves si la falta de entendimiento aumentase. No es prudente mantener una situación de disconformidad, de situarse en la posición de dominio, por cualquier procedimiento, y tratar de conseguir apoyos interesados que hagan posible una posición de poder; ésta, así, será ficticia y molesta para otros muchos. Reconocer la verdad, con humildad, es algo que engrandece a quien así se comporte y le hará acreedor a estima por parte de quienes en su día pudieran considerar apoyarle. Manuel de la Hera Pacheco