Réquiem por un mercenario

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Réquiem por un mercenario
Carlos de Urabá :: 04/08/2006
El Caballero Legionario Paracaidista Jorge Arnaldo Hernández Seminario, de origen
peruano, es el primer inmigrante caído en las filas del ejército español en el desarrollo de la
«misión humanitaria» encomendada a las fuerzas de ocupación en Afganistán. Este es el relato
de los acontecimientos.
Esta mañana Vilma Saira Jimenez Quispe recibió la infausta noticia por teléfono. Jorge Arnaldo, su
marido, murió ayer en Afganistán. Desde que lo conoció en Ayacucho, Perù, se juraron amor eterno.
Y ahora su amado partió sin despedirse. Pero ¿qué hacía un peruano en esas tierras tan lejanas,
ustedes se preguntaran? Además la noticia contaba que había muerto un soldado español de las
fuerzas de la OTAN ¿español y peruano? ¿cómo es esto? Pues si, con paciencia todo se explicará. El
rostro de Vilma Saira se ensombreció y de inmediato se echó a llorar desconsolada. Cómo iba a
imaginar que acabaría así el sueño que forjaron con su esposo. Encima tras años de papeleo les
quedaba poco para ser ciudadanos europeos pues los expedientes de nacionalidad estaban ya
aprobados. ¡Qué mala suerte! Pero es que Laconte, el barquero, a uno en cualquier momento se lo
lleva sin avisar siquiera. Y eso fue lo que le pasó a su cholito querido. «El novio de la muerte», como
la canción de los legionarios, que marcan el paso firme con la frente en alto y el rostro contraido con
esa expresión de doverman. Qué excelente era su cadencia, la gallardía de Jorge Arnaldo la exhibía
pretencioso al son de la banda de guerra. Un peruano en el ejército español, un verdadero
espectáculo nunca visto.Y él sacaba pecho como un pavo real como ese día de la jura de bandera
cuando hizo la genuflexión y juró por Dios y por España defenderla, entregarlo todo, incluso hasta lo
más preciado, la vida misma. Ese fue su juramento. Como el novio de la muerte que tanto canto en
las paradas militares hasta que al final ella no se hizo de rogar para venir a abrazarlo. Que extrañas
vueltas da el destino. Un indio de Piura alistado voluntariamente en las filas de la legión paracaidista
de Alcalá de Henares. Alistado no como un patriota sino como un mercenario: por los papeles, por
legalizarse y cobrar un sueldo con el que salir de la miseria y el olvido él y los suyos. 13. 500 euros
al año más extras, no esta nada mal para un inmigrante de esos que tanto desprecia la gente. Vino a
cumplir el servicio en un país extraño, en el país de esos conquistadores que engañaron y
ajusticiaron a Atahualpa. Pero qué remordimiento ni que nada y menos sentirse un traidor. Él se
alistaba como un soldado en un ejército europeo ya que en el Perú apenas su sueldo de mototaxista
si le alcanzaba para llegar a fin de mes a las justas. Su futuro iba a ser bien distinto gracias a ese
visado comunitario que le daba la oportunidad de ser un soldado de la paz y guardían de la
humanidad desvalida. Él siempre tuvo ese sentimiento de defender a los más débiles y oprimidos y
cuando veía las películas de guerra en la televisión saltaba y luchaba igualito a esos valientes
guerreros que sometían a esas razas despreciables como los negros, musulmanes, chinos o
indígenas que encarnaban el mal. Quién protejerá a los niños y las viudas, a los hambrientos y
desvalidos ? Y eso fue lo que precisamente le explicaron en la oficina de reclutamiento de la Brigada
Paracaidista. Se necesitaban seres preparados para entregarse a los demás. Pero eso sí, primero
debía ingresar en un batallón de fuerzas especiales donde sería sometido a las pruebas más duras y
el entrenamiento militar más severo para capacitarse en su misión. El fusíl, las granadas y las
bombas primero, luego ya hablaremos de la paz. Es decir, esa filosofía tan conocida de los cañones y
la mantequilla. Qué contradiccion, ¿no? En la cruzada mundial contra el terrorismo se necesitan
seres como Jorge Arnaldo solidarios y desprendidos. Convencido por esos argumentos de un
plumazo firmó su incorporación VOLUNTARIA a la BRIPAC. Y que envidia para sus amigos del
Chapica-Campana, ese poblado mísero del distrito de Chulacanas, Perú. Coqui era todo un caballero
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legionario paracaidista español y lo veían con esa mirada de matador vestido con ese traje que le
daba una apariencia de generalote. En muchas casas del pueblo había una foto suya. Se convirtió en
un ídolo. -Uno de nuestro pueblo es un guerrero valiente-. Y eso les levantaba la moral. Jorge
Arnaldo cargaba con un orgullo su ametralladora apretando el gatillo con esa fuerza incontenible de
cholo indomable. Sus padres, por supuesto, los más felices: uno de sus siete hijos es todo un soldado
profesional en España, un soldado al servicio del rey de España, ¡del rey de España! y mandando el
giro en euros todos los meses que los salvaba de tantas fatigas. Y otra vez que bien le caía ese
uniforme con esa boina negra y sus insignias y medallas doradas. Ese es mi hijo, carajo, todo un
cholo en el ejército Español. De vez en cuando exclamaba con satisfacción Segundo, su padre, frente
a su retrato y se cuadraba militarmente saludándolo mientras Luzmila, su madre, más recatada, en
silencio se persignaba. Pero no todo lo que brilla es oro, claro. La realidad en la segunda bandera
paracaidista Ortíz de Zarate era algo cruda para un recluta y peor para un inmigrante peruano. Se le
exigía el doble que a los demás, tenía que esforzarse el doble, debía demostrar su tercio y
compromiso con una patria extraña. Le metían guardias cada tres o cuatro días, limpieza
extraordinaria de la cocina, aseo de las letrinas, y los fines de semana al retén de la companía. Al
pasar revista el cabo primero Coder ni le perdonaban una arruga en el traje de paseo y por cualquier
nimiedad era arrestado, pues siempre alguien tenía que pagar el pato. Y ese apodo que le pusieron
sus compañeros: «el chinche», por lo moreno y bajito. El «chinche» para aquí, el «chinche» para allá
; «chinche» tráeme un bocadillo, «chinche» cómprame una cerveza, «chinche» bríllame las botas.
Pero él callaba, se lo comía todo, como callan los indios en el altiplano sus penas sin rechistar. Se
aguantaba porque iba a jurar bandera como todo un Legionario paracaidista en las fuerzas de élite
del ejército español. Y eso era mucho título. Su primer salto fue una odisea. El sargento Garcia le
pegó una patada en el culo porque se cagó del susto en la puerta del avión -¡Salta indio de mierda!
escuchó atónito mientras caía como un fantoche al vacío. Los huevos se le pusieron de corbatín
hasta que la cinta extractora jaló el paracaídas que se abrió como una flor en primavera. ¡Volaba
como un cóndor! Entonces se sintió recompensado y cantó extasiado el himno de los paracaidistas:
«los paracaidistas pechos de muralla/ que al bélico grito de España imperial/salimos al aire, entre la
metralla/ morir por la patria es nuestro idealla la la la la la» Juró la bandera española el 10 de junio
del 2003 en Alcalá de Henares. Marcando el paso acompasado a la señal de un dos un dos una dos,
ein besó por fin la bandera roja y gualda. Se sintió tan español que dio vivas al Rey y al Real Madrid
con un grito desgarrado por la emoción. No se lo podía creer. Ya era en ciudadano en toda la regla.
Y su futura paga le levantaba aún más la moral Recordó cuando jugaba a la guerra con sus amigos
en Chapica-Campana con pistolas de plástico y piedras. Siempre soñó con imitar a aquellos soldados
de las películas de televisión aunque aspiraba a ser todavía más: un héroe, un rambo indestructible
como le decía su tío quien lo adoctrinó en las artes marciales desde su tierna infancia. Y a fe que se
cumplieron sus deseos. Esta mañana la radio lanzó la noticia al aire: un convoy militar de vehículos
blindados que regresaba a la base ASPFOR XII de la OTAN por la zona llana y árida de Bakua, a 63
kilometros de Farah, en Herat, Afganistán a las 16:08 del dia 8 de julio sufrió un atentado con una
mina de tres o cuatro kilos de trilita que fue activada a control remoto impactando en el primero de
los nueve vehículos de la caravana y como consecuencia de la explosión murió el soldado
paracaidista español Jorge Arnaldo Hernández y resultando heridos cuatro de sus compañeros que
inmediatamente fueron evacuados en un helicóptero a un hospital de la OTAN. Según las fuentes
militares españolas la brigada cumplía una «misión humanitaria» en apoyo de las comunidades de la
región. - ¿humanitaria con tanquetas y armados hasta los dientes ? La otra versión clarificaba más
las cosas: la resistencia afgana o talibán ha cumplido con su objetivo de emboscar a los cruzados
invasores de su país. Sin lugar a dudas tenemos que hablar de un castigo ejemplar contras las tropas
de ocupación de la OTAN. Las palabras mágicas se repiten una vez más: «ayuda humanitaria».
Resulta que el ejército se ha convertido en una novísima ONG, con sus soldados misioneros de la paz
que les dan el pan de cada día a los hambrientos niños de Afganistán. Esa es la propaganda de la
OTAN y los gobiernos de la coalición que integran las tropas en «misión humanitaria» para
convencernos de sus sentimientos de buena voluntad. Afganistán es un país devastado por una
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agresión criminal de occidente avalada por la ONU y la OTAN. Miles de muertos, heridos y
desaparecidos en nombre de la seguridad democrática tan pregonada por EEUU y sus aliados
occidentales. ¿Qué se diría entonces cuando la resistencia española enfrentó a la invasión
napoleónica con sus guerrillas a principios del siglo XIX? ¿qué eran terroristas? ¿Terrorista es todo
aquel que lucha por la libertad de su pueblo agredido militarmente por un ejército extranjero?
¿Entonces los héroes del Dos de Mayo son terroristas? El soldado Hernández Seminario leyó en la
revista de las fuerzas paracaidistas el anuncio de incorporación de VOLUNTARIOS para viajar a
Afagnistán, un país que no sabía ni siquiera donde estaba ni lo que pasaba por allá pero no lo pensó
dos veces pues le darían una paga extraordinaria por el riesgo añadido de ir a un territorio en
guerra. De inmediato se apuntó con la firme esperanza de ser elegido. Ya se veía en el desierto
combatiendo contra esos moros sanguinarios, contra esos infieles terroristas que ponían en jaque la
paz mundial. Y él como todo un soldado integrado en la sociedad española ya pronunciaba
correctamente con la z la palabra corazón y le hervía la sangre de ardor guerrero cada vez que
recitaba esa estrofa del himno de infantería «y de amor patrio henchido el corazón» Era el momento
de comprometerse con una causa justa, como decían sus superiores, era el momento de redimir a
ese pueblo castigado por el terrorismo. Eso es, como no, librarlos del terrorismo tal y como lo veía
día a día en el telediario a la hora del almuerzo cuando mostraban a las víctimas de tantos
atentados.Y el no podía ser indiferente a esta situación. El soldado Jorge Arnaldo cuando aterrizó en
Herat, Afganistán, desde la ventanilla del avión pudo ver el paisaje reseco del país. Y se dijo: ¡es
igualito al de Piura! Ya en tierra los rostros y la gente que se cruzó le recordaba al de los peruanos.
El se veía reflejado en ellos y pasaría por un afgano más a no ser por su uniforme. Disfrazado de
soldado español la cosa cambiaba: era un enemigo, un invasor, un objetivo a batir y en este juego
siempre alguien tiene que perder. Acuartelado nunca salió solo a la calle, ni de paseo ni a hablar con
los nativos- menos en árabe, por supuesto- Estas relaciones con el pueblo afgano eran bien curiosas
por parte de los redentores. Jorge Arnaldo y sus compañeros mataban el tiempo viendo los
programas de tv española vía satelite o distrayéndose en la cantina con las maquinitas y el futbolín.
Qué fantástico vivía en una base paradisíaca con restaurante, campo de golf, piscina y sauna. Vaya
que sólo faltaba el prostíbulo. «Ardor guerrero vibra en nuestras voces /y de amor patrio henchido el
corazón/ entonemos el himno sacrosanto/ del deber de la patria y de le honor ¡honor! Jorge Arnaldo
cantaba con toda el alma el himno de infantería antes de comenzar las maniobras militares y que
periódicamente ponía a prueba a toda la bandera paracaidista. Su entrenamiento iba a las mil
maravillas y como buen perro sabueso resistía hasta la extenuación caminatas de 50 kilómetros día y
noche, o las maniobras envolventes del batallón con fuego real. Se acostumbró a verse abandonado
en la montaña sin comida ni bebida en los ejercicios de supervivencia y su ego se disparaba cada vez
más y más, era un brioso macho desbocado y sus músculos crecieron exageradamente lo que le daba
una apariencia de toro arisco.(tal vez toda esta fortaleza la necesitaba para cargar en los aviones las
cajas de «ayuda humanitaria» con destino a los países pobres) Voluntario, el primero, y firme se
cuadraba ante el sargento. Nunca se quejaba y parecía que le gustaba sufrir, algo de masoquista
tenía al fin y al cabo por ser peruano. Siempre estaba a la orden y dispuesto el converso. Y que
mejor que un converso para cumplir las órdenes a rajatabla. Supo disciplinado arrodillarse ante la
jerarquía y con esa actitud tan sumisa ganó puntos ante sus superiores. En la base logística
avanzada ASPFOR XII de Herat en Afganistán, los rostros de la tropa se veían desencajados por la
desolación y la tristeza. Ese día supieron que no eran inmortales como se creían . «El señor Dios y
jefe nuestro» se olvidó de su compañero Jorge Arnaldo y lo mando a criar malvas. El cuerpo del
infortunado paracaidista era velado en una improvisada capilla cubierto por la bandera de España.
De repente sono el cornetín con el toque de duelo y todo el mundo se puso firme mirándole los
huevos a San Pedro como mandan los canones. ¡Caído por Dios y por España! Un pelotón de
legionarios hacía la guardia permenente en su honor a la espera de ser repatriado. Sus superiores lo
llamaban de héroe, -es un héroe sin lugar a dudas pero un héroe muerto como los que habitan tantos
camposantos.- Dio la vida por la paz en Afganistán, la paz a este país devastado por el terrorismo,
afirmaba el coronel jefe José María Soroa. Los soldados lloraban de rabia contenida aunque muchos
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apretaban los dientes y juraban venganza. -Pobre, no se lo merecía. Era tan bueno- Pero dónde creen
que están estos ilusos, han invadido un país y encima quieren que les echen flores a su paso por las
calles. Y ellos ensimismados venga a repetir el mismo estribillo de siempre: que ha muerto por la
libertad, que ha sido un gesto de generosidad por su parte, tan solidario y trabajador que era. Todas
las justificaciones habídas y por haber en un intento por echarle flores al muerto y suavizar el dolor
que los agobiaba. Es decir manipular las mentes de los soldaditos con falsas ilusiones de sentirse
importantes en el cumplimiento de una «misión humanitaria» y convencerlos de que sin ellos el
mundo se vendría abajo. Al menos le podrían preguntar a esa humanidad si quiere ser salvada por
ellos. Pero la muerte pone la cosas en su debido lugar. De inmediato se envió desde España un avión
para recoger al muerto y los heridos del atentado. Iban a llevar su cuepo en un hércules C.130 del
ejército del aire de vuelta a casa. ¡Qué honor para Jorge Arnaldo! Su funeral sería de primera, un
asunto de estado. Le tenían en cuenta, era importante y debían santificarlo pues así está escrito el
guión de los mártires. El avión aterrizó en el aeropuerto militar de Torrejón y fue recibido por el
Ministro de Defensa Alonso, el general jefe de la Brigada paracaidista Salvador Fontela Ballesta y la
cúpula militar y de inmediato su ataud fue transladado a la sede de la brigada en Alcalá de Henares
para el funeral que se iba a oficiar esa misma tarde. De repente el mercenario cobró importancia y
para aprovechar este momento histórico, al ser el primer inmigrante caído en combate, el presidente
Zapatero, el ministro de Defensa, Alonso y los jefes de las tres armas del ejército español se hicieron
presentes para despedirlo con todas las de la ley. Los oropeles de esta comedia debían ser fastuosos
para impresionar a la opinión pública. Intempestivamente empezaron a llegar coronas de laurel y
ramos de flores que apenas si cabían en la de la capilla ardiente. El gobierno y los mandos saben
muy bien que el 40% de los soldados del ejército son inmigrantes y éste se nutre de ellos pues los
nacionales se han hecho insumisos y pacifistas. El presidente Zapatero le impuso la Cruz del mérito
militar a Jorge Arnaldo mientras sonaba la canción «la muerte no es el final» y una carga de fusilería
homenajeaba al héroe. Y ese héroe no era otro que Coqui, que es el apodo que le pusieron sus
amigos de Chapica- Campana que con el número cuatro era el mejor jugador de fútbol del equipo
Alianza Cultivo. Su esposa Vilma Saira, de marcados rasgos incáicos, destrozada por la pena se echó
al regazo del presidente cuando este con cara de viernes santo le daba las condolencias y hacía
entrega de la boina de caballero legionario paracaidista y la gloriosa bandera de España que cubria
el feretro. A partir de entonces la enseña nacional llenaría ese vacío dejado por su esposo. -Ha sido
el mejor soldado de la patria, era callado, trabajador y servicial. Siempre le recordaremos, expresó
en un breve discurso el general jefe Salvador Fontela Ballesta. Sus compañeros de armas cargaron
el feretro hasta una limosina Mercedes Benz que lo conduciría al aeropuerto militar de Torrejón
para viajar gratis y en primera clase en un Boeing 737 de la fuerza aérea española de vuelta al Perú,
la tierra que lo vió nacer y que dejó por sus delirios de triunfar en Europa. Por expreso deseo de la
familia se le daría cristiana sepultura en su pueblo natal. No luchó por los pobres y oprimidos del
Perú, no luchó por cambiar la realidad de su país sino que decidió entregar su fuerza y su juventud a
España, a la «madre patria» y ese desprecio le costó la vida. Y todo por esos malditos EUROS. Con la
oración que aprendió a coscorrones, pues muchas veces olvidaba las estrofas, dejarémos escrito su
epitafio: «Señor Dios y jefe nuestro, ante el puesto difícil que elegimos VOLUNTARIAMENTE,
venimos a tí, porque queremos ser el mejor soldado de la patria»
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