Ideal caballeresco y estilo de vida de Órdenes de Caballería

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Índice
1. Intoducción
Toda época tiene sus costumbres, sus modas, su manera particular de ver la vida. En los tiempos y en el lugar
que nos ha tocado vivir lo que impera es una cierta idea de progreso, de mirar siempre hacia delante, si nos
entretenemos un momento en el camino perdemos el tren y quedamos desfasados. Quien invierte en futuro,
quien innova, quien inventa y descubre tiene fuerza y poder. Lo vemos todos los días en los medios de
comunicación, en la calle. Pero esto no siempre ha sido así (en España hasta hace bien poco se oía aquello de
que contra Franco se vivía mejor). En la Edad Media si un comerciante quería vender un crecepelos lo tendría
que haber anunciado más o menos de la siguiente manera: ¡Cómprelo señor, cómprelo señora que este es
como los de antes, como de los que ya no se hacen!. Existía un rechazo al progreso que solo unos pocos se
atrevieron a superarlo y que no les fue mal (fueron los iniciadores del capitalismo moderno). Pero la mayoría,
y lo que es más importante, la mayoría de la nobleza aristocrática se ancló en un ideal del pasado, en el ideal
caballeresco. Éste, con su componente religioso, aventurero, novelesco, épico nos parecería hoy a nosotros
como algo hasta esperpéntico y, por supuesto, no capaz de ser tenido en serio. Pero por aquel entonces sí que
era tenido en serio porque significaba poder, en algunos sitios más que en otros, pero poder al fin y al cabo.
En las siguientes páginas vamos a intentar ver cómo se produce este fenómeno y las repercusiones tanto
políticas como militares que tuvo en la segunda mitad de la Edad Media. Centraremos nuestra atención al caso
particular que se dió en Castilla durante la Reconquista cristiana.
2. Terminología
Aunque el ideal caballeresco no sea el tema central a tratar en estas líneas, sí me gustaría comenzar intentando
aclarar un poco estos los téminos que vamos a tener que manejar a lo largo de las siguientes páginas. Y así, si
comenzamos por caballeresco vemos como éste a su vez proviene de caballo. No vanos a definir lo que es un
caballo porque eso sí que quedaría muy alejado de nuestros objetivos; pero sí nos podemos preguntarnos por
qué precisamente ha de tratarse de ese animal y no de cualquier otro.
Al comienzo de un librito sobre los orígenes del pensamiento griego se puede leer lo siguiente: El lugar, la
importancia, el prestigio del caballo en una sociedad, depende en gran medida de su utilización para fines
militares. Los primeros documentos griegos que nos ilustran a este respecto datan del siglo XVI: en estelas
funerarias descubiertas en el círculo de tumbas en fosas de Micenas (1580−1500), escenas de batalla o de
carrera representan a un guerrero de pie en su carro, que llevan al galope dos caballos. El autor, no
obstante, atribuye el invento a los hurritas de Mitani, población no indoeuropea proviniente de Mesopotamia.
De esta manera ya tenemos una primera pista que nos da una idea de la importancia del caballo respecto a
fines militares.
Parece que ha de ser así porque si echamos mano de un diccionario histórico nos encontramos que la primera
frase de la entrada caballero dice así: Fue el grupo social cuya función militar se caracterizaba por la
capacidad de poseer un caballo para la guerra. Un poco más abajo continúa: aunque los reyes y señores
fudales ennoblecían a veces a sus soldados más valientes armándoles caballeros. La segunda frase nos va a
servir para localizar historicamente el término caballero. Al hacer referencia a los señores feudales deducimos
que habla de ese sistema de organización político, social y económico que se extendió por Europa occidental
desde los siglos X al XIII, y tuvo su origen en la fusión de las sociedades romana y germánica , es decir, la
Alta Edad Media. Y finalmente, en el mismo diccionario histórico encontramos también la respuesta al
significado de esa capacidad de poseer ya que el caballero formaba parte de la tropa de los nobles en las
acciones bélicas.
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A modo de síntesis tenemos ya un conjunto de sustantivos que nos darán una visión sobre el término
caballeresco: la milicia, la nobleza y la Edad Media. En torno a estas tres ideas vamos a tratar de aquí en
adelante. Pero aún nos queda el ideal.
Ya en la primera página del prólogo de El Otoño de la Edad Media Huizinga nos dice que, aunque el origen
del libro era el entender mejor el arte de los hermanos van Eyck, el resultado ofreció una idea del final de la
Edad Media y de las últimas formas en que se manifesta la cultura medieval en Francia y en los Países Bajos
de los siglos XIV y XV. Esto es, el mostrarnos la vida en esa época y, en cieto modo, también el ideal de vida
de esas gentes.
A lo largo de los primeros capítulos Huizinga nos ofrece una serie de rasgos distintivos de aquella sociedad
que nos servirán para entenderla mejor. Algunos de ellos se centran más en la esfera político y militar, que es
la que ahora nos atañe. Podríamos resaltar los siguientes:
• cuando el mundo era medio milenio más jóven, tenía todos los sucesos formas externas mucho más
pronunciadas que ahora.
• Cuando habla de la vida medieval dice de todas las pasiones que la colman de color, los documentos
mencionan, por lo regular, sólo dos: la codicia y la belicosidad.
• En cuanto a las ideas políticas: Las ideas políticas, en medio de las cuales se vive, son las de la
canción popular y las del libro de caballerías
• la vida y la conducta de los príncipes tienen además, muchas veces, una dimensión de fantasía que
nos recuerda a los califas de las mil y una noches.
• el hombre moderno no se hace a la idea, por lo regular, de la desenfrenada extravagancia y el
enardecimiento del espíritu medieval. (...) el colorido exesivo de la pasión violenta, que animaba
tanto a los pueblos como a los prícipes
• era la venganza el momento esencial que regía las acciones y los destinos de los príncipes y de los
paises.
• en la época puramente feudal vense por todas partes pequeñas guerras locales , en la que no cabe
descubrir otro motivo económico que la envidia del uno por los bienes del otro. Sin embargo, no sólo
los bienes ajenos, sino con no menos vehemencia por el propio honor. El horgullo de familia y la sed
de venganza, la lealtad apasionada por parte de los súbditos, son entonces impulsos perfectamente
primarios.
Pasión, violencia, venganza, codicia, extravagancia, horgullo de familia, honor... Para escapar de semejante
panorama en busca de ese mundo más bello tras el cual necesariamente suspira cada época Huizinga describe
tres caminos posibles a tomar:
El primero de ellos sería el de la negación de este mundo y la promesa del paraiso en el más allá. La vía
religiosa. El segundo obtaría por la evolución y perfeccionamiento de este mundo aunque la Edad Media
apenas ha conocido esta aspiración (...) aquella edad no conoce ninguna aspiración consciente destinada a
mejorar las instituciones sociales o políticas como resortes des pensamiento y de la acción. Y el tercero, y el
que a nosotros más nos interesa, es el opta por un mundo mejor a través del país de los sueños −nos dice− (...)
Puesto que la realidad terrena es tan desesperadamente lamentable y la negación del mundo tan difícil,
demos a la vida un bello colorido ilusorio, perdiéndonos en el país de los ensueños y de las fantasías, que
velan la realidad con el éxtasis del ideal.
Huizinga es de la idea de que ese tercer camino, el de la búsqueda de una vida más bella, no sólo es cosa de la
cultura literaria sino que afecta a la vida social misma, y con tanto más fuerza cuanto más primitiva es la
cultura.
3. El Ideal Caballeresco
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Ahora pues nos queda saber cómo recoge ese ideal de vida el mundo de la caballería, de la nobleza en general
para así más adelante observar cuáles van a ser las repercusiones en el ámbito militar y político (miraremos el
caso español un poco más detalladamete) que no es sino el objetivo final del trabajo.
Aún antes de contestar a esa pregunta en un capítulo entero dedicado al ideal caballeresco, el propio autor ya
nos adelanta una primera idea cuando señala que todo aquel anhelo de belleza junto a una sociedad tan
violenta, apasionada y sensiblera ha de estar regido por unas férreas normas de conducta.
Ahora bien, anteriormente ya hemos visto como el primer camino propuesto por Huizinga para búsqueda de
ese mundo más bello era el religioso. En cierto modo podemos encontrar aquí, en la religiosidad, esas
rigurosas formas a las que se refiere el autor. Este va a ser el primer, y quizás el más importante, rasgo
distintivo del caballero que vive en la corte y entre la nobleza: un fuerte sentimiento religioso. Esta
religiosidad será la fuerza motriz para la aparición de las las Cruzadas primero y de las Órdenes de Caballería
poco después. Pero sigamos ahora en ese ideal.
Una segunda característica, y no se sabe si directamente ligada a la primera o como consecuencia de ella, es la
dimensión moral, es ese ideal de vida en relación con la piedad y la virtud.
Por otra parte, el orgullo, el honor es el norte de la vida aristócrata en la Baja Edad Media.
La ambición sería la cuarta de las características. El autor la describe así: El amor a la gloria y la ambición
del Renacimiento es, en su médula, la ambición caballeresca de las épocas anteriores y de origen francés; es
el honor de clase, esanchado en sus límites, libre del sentimiento feudal y fecundado con ideas antiguas
Esa ambición y aspiración a la gloria sería el resultado de otra de las características del ideal caballeresco, a
saber: el culto a los héroes del pasado y su imitación. Ésta puede ser explicada por el ya comentado rechazo o
desconfianza que se sentía entonces por un tiempo venidero. Quizás pueda tratarse de algo parecido a nuestro
cualquier tiempo pasado fue mejor aunque aún así difícil de entender en esta sociedad nuestra en la que el
culto al progreso juega un papel tan importante.
Por último, un grupo de otras características que, aunque no por menos impotantes, parecen ser consecuecia
de las anteriores. Se trata del desprecio por la riqueza, de la obediencia, de la piedad, de la defensa de las
mujeres. o del deseo de ser apreciado para la prosperidad.
Exíste aún una característica de ese ideal caballeresco que, aunque ligeramente apuntada por Huizinga cuando
relata la descripción que se hace de Boucicaut como el prototipo del caballero leal, piadoso y a vez culto
cortesana y literariamente, no es tenida en cuenta por él aunque sí por otros autores. Al menos en el siglo
XIV, según A.R. Myers zunehmend wurde von ihm (el caballero) −ein wichtiger Fortschritt!− erwartet, daß
er sich auch einige Bildungsrudimente aneigne.
Es sin duda interesante llegado este punto hacer mención a la crítica que realizan estos dos autores de ese
ideal como algo ya superado, como algo que en las postrimerías de la Edad Media es sólo mantenido
artificialmente. El interés radica en que para comprender la vida de la cultura, tiene el valor de una verdad la
ilusión en que los contemporáneos viven.
Así, Huizinga señala que en la Baja Edad Media la caballería sólo es una parte de la cultura de aquel
periodo, que la evolución política y social transcurre en su mayor parte fuera de aquella forma. El periodo de
verdadero feudalismo, en el que florece la caballería, se cierra ya en el siglo XIII. El historiador holandés
explica este fenómeno mediante ese anhelo de belleza, esa aspiración a un mundo mejor, en definitiva a ese
juego romántico que pinta todo de color de rosa. Pero deja claro que toda aquella pompa, todo aquel
ceremonial no es más que una moda, un juego tan bello como engañoso.
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Myers lo explica de la siguiente forma: Als Ideale des 12. Jahrhunderts hatten die Chansons de Geste
ungestüme Mannhaftigkeit, rücksichtslosen und starrköpfigen Mut, fanatischen Unabhängigditsdrang und
ehrliche Gläubigkeit besungen.(...) Von den Minnesängern kamen die Ideale der höfischen Liebe; dazu
gehörte eine gewisse Verfeinerung der Sitten, eine Verhaltensweise, die sich im Begriff Courtoisie
niedergeschlagen hat. Diese Regungen und Einflüsse hatten sich bis zum 14. Jahrhundert ineinander
verflochten und hatten ein Rittertum hervorgebracht, das weit mehr differenziert und vergeistigt war als das
des 12. Jahrhunderts, aber zugleich auch strikteren, veräußerlichenden Formen unterworfen.
Gewiss gab es auch jetzt noch große Ritter wie Jean Boucicault oder Heinrich von Lancaster, die ihrem Ideal
aufrichtig ergeben blieben und es im täglichen Leben zu praktizieren suchten. Aber für Adlige von gröberem
Zuschnitt war des Rittertum zum bloßen Vorschriftenkatalog, zu einem Wegweiser für die Wahrung von Form
und Haltung geworden, normalen Durchschnittsfähigkeiten durchaus angepasst.
La crítica a la soberbia de esta capa social es también un denominador común en los dos autores. Huizinga nos
dice que cuando se estudia la historia de las aristocracias la soberbia sobresale por todas partes en
combinación con el egoismo más desvergonzado. También Myers se situa en la corte: Besonders
charakteristisch für das Rittertum des 14, Jahrhunderts warem äußeres Gepränge, Drang zum Hofleben und
Klassendünkel. Das Verlangen nach Prunk un Schaustellung wurde von Turnier allein nicht mehr befriedigt;
Froissarts »Chroniken« schildern die unzähligen Gelegenheiten, die der König de Ritter immer wieder
benutzte, um den Schillernden Glanz aufleuchten zu lassen: Prozessionen, Gastmähler, Bälle,
Jagdveranstalltungen.
A pesar de las críticas vertidas por ambos historiadores, la verdad es que la manera de cómo se manifiesta este
ideal en el ámbito político y militar en la europa central tuvo no pocas repercusiones. Y así llegamos a lo que
va a ser la parte central de nuestro trabajo.
3.1 La significación político y militar del Ideal Caballeresco
3.1.1 Aspectos políticos
Con la vista puesta en el final de la Edad Media Huizinga es categórico al afirmar que exíste una infuencia de
este ideal en la política y en la guerra, pero que sin duda, si no en sus exelencias, en sus yerros.
El primer ejemplo que nos ofrece el autor holandés en la esfera política apunta hacia los rasgos caballeresco
en la formación del estado de Borgoña. Por supuesto no niega que éste sea una obra maestra de talento
político y de cálculo fría y consciente de sus fines pero en la forma de cómo éste se inicia con el regalo del
ducado en 1363 por parte de Juan II a su hijo menor Felipe, que había resistido junto a él en Poitiers, ve
Huizinga , como decíamos, un reflejo de la recompensa al valor caballeresco. De la misma forma atribuye a la
venganza la posterior política antifrancesa como resultado del asesinato de Juan sin Miedo en 1419.
No cabe duda de la importancia de la casa de Borgoña a lo largo de los siglos XIV y XV y por ejemplo, del
papel por ésta desempeñado en la Guerra de los Cien Años.
Al principio del libro que nos atañe el mismo autor se refiere así a este ducado: sus dominios eran las tierras
de más intensavida en Occidente (...) preñada de fuerza como su vino, la Colérique Picardie, del rico y ávido
Flandes. Son las mismas tierras en las que floreció la magnificencia de la pintura, de la escultura y de la
música, y en la que imperaba el más fogoso derecho de venganza y se extendía entre los nobles y los
habitantes de las ciudades la más violenta barbarie.
Si centramos nuestra atención por un momento en el desarrollo territorial del ducado borgoñes, que es como
decir en su evolución política, llama la atención como desde sus inicios con Felipe el Atrevido hasta su
incorporación a Francia, después de ser derrotado Carlos el Temerario en 1477, va haciendo un esfuerzo de
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unión norte−sur con la sucesiva incorporación de tierras. Lo que en un principio es un ducado del interior y
una pequeña salida al mar, pero sin conexión directa entre sí, bajo los dominios de Felipe el Atrevido, se va
conviertiendo con el paso del tiempo en un solo territorio mediante las sucesivas incorporaciones (vease en el
anexo del final). La historia de la humanidad está llena de ejemplos de cómo el hombre siempre ha tenido en
el acceso a la costa una de sus máximas aspiraciones. Éste ha sido motivo de no pocas guerras y confictos
hasta nuestros días. Es en este aspecto quizás donde se entienda, entre otros, la afirmación de Huizinga cuando
tacha de obra maestra de talento político a ese ducado tan impregnado por el ideal caballeresco.
Siguiendo en el ámbito político, Huizinga centra ahora su atención en el fenómeno de las Cruzadas por la
repercusión que éstas tuvieron durante toda la Baja Edad Media. Debido a la importacia del tema he preferido
dejarlo para más adelante y tratarlo juntamente con el apartado dedicado a las particularidades de la Península
Ibérica. Por la íntima relación que guarda con éstas, con las Cruzadas, también veremos allí el fenómeno de
las Órdenes Militares.
De esta manera dejamos momentáneamente el aspecto político del ideal caballeresco y nos adentramos en la
significación militar del mismo.
3.1.2 Aspectos militares
Siguiendo el orden temático propuesto por el autor, éste hace mención a los duelos, ya sea entre reyes, entre
señores o entre el pueblo llano, como una forma especial de llevar a cabo el juego caballeresco y con el fin de
reclamo político en el caso de los monarcas. Aun así el propio Huizinga duda de su eficacia real o incluso de
que muchas veces se hayan llevado realmente a término. Según él el duelo tenía poco que ver con el ideal
caballeresco ya que los duelos eran mucho más antiguos aunque la cultura caballeresca prestó al duelo cierta
etiqueta y un general acatamiento.
Pero en donde realmente se presenta el conflicto entre el ideal caballeresco y los nuevos tiempos es en el
plano propiamente militar. El luchar a campo abierto aun renunciando a una posición ventajosa, el no
retroceder para no verse humillado ante los ojos de los demás o el entregarse a la batalla a pecho descubierto
como respeto a un voto hecho son algunas de las contradicciones con las nuevas artes de la guerra. La técnica
y la táctica avanzan más rápidamente que los ideales y éstos sufren las consecuencias. De esta manera se le
presenta al caballero el dilema de, o renunciar al ideal, al honor para no caer derrotado o agarrarse a él y
pagarlo muchas veces con la propia vida.
Pero quizás la muestra más clara de estos nuevos tiempo sea la aparición de la atillería durante el siglo VIX al
aplicarse la pólvora a las armas de guerra. El cañón se convierte en un arma decisiva ya sobre el año 1500.
Huizinga se refiere a él de la siguente manera: aunque en medida todavía escasa, anúnciase ya la artillería
con las modificaciones que ha de imponer en el futuro a la guerra. Hay una ironía del destino casi simbólica
en el hecho de que la flor y la nata de los caballeros andantes, à la mode de Bourgogne, Jacques de Lalaing,
perdiese la vida por un tiro de cañón.
La muerte del caballero Lalaing da la sensación de ser utilizada por Cervantes unos años más tarde para
ilustrar lo que otro conocido caballero andante, auque esta vez se trate de un personaje literario, piensa acerca
de las armas de fuego: Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos
endemoniados instrumentos de la atillería, (vemos aquí la añoranza a la Edad Dorada de la que habla don
Quijote en el capítulo XI) a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su
dabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso
caballero, y que, sin saber cómo o por dónde en mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes
pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el
fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la
merecía gozar luengos siglos.
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A pesar de estas críticas y a la incompatibilidad con la forma de vida caballeresca, veamos ahora una
importante repercusión, tanto política como militar, que se puede atrubuir en parte a la aparición del cañón.
Para ello nos hemos de transladar a la Península Ibérica y situarnos en los últimos años del siglo XV. Allí,
aunque ya hace tiempo que se puede dar como finalizada la Reconquista (algunos autores hablan del año 1212
fecha de la batalla de las Navas de Tolosa o de 1248 cuando Fenando III pudo entrar en Sevilla y establecer
allí su corte), se da, como decíamos, un hecho anacrónico que consiste en la supervivencia del reino taifa de
Granada. Ésta es debida en parte a la aportación del oro de las parias y a la difícil su situación geográfica que
hacía muy ariesgado su asalto. Pero estas circunstancias ya no son válidas finalizando el siglo tal y como lo
resume Varela Iglesias: la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453 hace imposible el afujo de oro
a esta región; las dificultades que ofrece la geografía resultan paliadas por el empleo de enormes ejércitos
modernos, ejércitos al sevicio del Estado y que cuentan además con la invención del cañón, arma formidable
para derribar fortalezas.
Otra de las contradicciones más importantes que traen consigo los nuevos tiempos es la dimensión económica
de la milicia. Ésta parece dejar muy atrás esa máxima caballeresca del voto de pobreza. Como veremos más
adelante al tratar el tema de las Cruzadas, éstas, en opinión de Huizinga, se habían convertido desde hacía
largo tiempo en una excusa para cobrar impuestos especiales. Más adelante nos cuenta como la carrera militar
tenía una vertiente económica que nadie negaba y como el rango social de los prisioneros era de gran interés
por cuanto así sería también el rescate por ellos cobrado. Esta circunstancia es también tenida en cuenta por
Myers: Der gefangene Feind wurde, sofern er ein Adliger war, mit erlesener Höflichkeit behandelt, aber nur
gegen Zahlung eines seinem Rang angemessenen Lösegeldes freigelassen. Die Behandlung , die der Schwarze
Prinz dem Franzosenkönig Johann II. bei seiner Gefangennahme in Poitiers 1356 zuteil werden ließ,
entsprach aufs genaueste dem geltenden Kodex; die aristokratische Gesellschaft fand, dass sich beide
rührend schicklich verhalten hätten.
Este trato de favor que reciben los gentilhombres por parte de sus iguales, aunque sean enemigos
irreconciliables, contrasta con el desprecio con el que son tratados los de clases sociales inferiores por estos
mismos caballeros. Ambos autores se hacen eco de esta circunstancia denunciando así mismo la contradicción
que ello supone en un ideal que teoricamente tiene en la virtud y en piedad unos de sus más altos valores.
Myers: Für die ritterlichen Adligen waren die Bauern die Zielscheibe von Spott und Hohn; weder sie noch
ihre Frauen und Töchter zählten zum Geltungsbereich der ritterlichen Tugenden Höflichkeit, Barmherzigkeit
und Großzügigkeit.
Ese afán mercantilista también se apoderó de los caballeros persiguiendo dos distintos fines: por un lado la
paga misma y por otro los dividendos que la misma guerra arroja en forma de pensiones, cargos o rentas. Aun
tratándose de soldados y no de señores, este punto también será recogido por Cervantes y puesto en boca de su
famoso personaje en el discurso sobre las armas y las letras aunque con una triste ironía: lléguese, pues, a
todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio: llégese un día de batalla, que allí lo pondrán la
borla en la cabeza, hecha de hilas, para curarle algún balazo, que quizá le habrá pasado las sienes, o le
dejará estropeado de brazo o pierna.
Todas estas contradicciones entre la realidad que imponen los nuevos tiempos y un ideal ya trasnochado hace,
dice Huizinga, que resuene aquí y allá la repulsa consciente del ideal caballeresco.
Aún nos queda por ver un aspecto muy importante del ideal caballeresco con fuetes repercusiones. Se trata de
las Cruzadas y de la aparición de las Órdenes Militares. Dentro de este capítulo veremos también el caso
particular de la Península Ibérica y cómo infuyeron éstas organizaciones en su devenir a lo largo del último
periodo de la Edad Media.
4. Las Cruzadas y las Órdenes militares en Europa y en la Península Ibérica
4.1 Las cruzadas
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En un escrito que lleva por título la significación política y militara del ideal caballeresco, seguramente las
Cruzadas y las Órdenes Militares deberían haber sido nombradas ya anteriormente por influencia que éstas
ejercen sobre dicho ideal. ¿O deberíamos hablar de influencia mutua?. Así lo hace notar Huizinga en las
primeras líneas del capítulo que dedica al ideal caballeresco: la ideología de la Edad Media está
completamente impregnada de creencias religiosas. De un modo análogo está embebida del ideal
caballeresco la ideología de aquel grupo que vive en el ámbito de la corte y de la nobleza. Las mismas
creecias religiosas son puestas al servicio de este ideal. ¿Quién fue primero, el ideal o el activismo religioso?.
Quizás sería ésta una pregunta interesante para otro momento. Ahora lo que interesa es que en el periodo
histórico que estamos tratando parecen ir cogidas de la mano y, por tanto, vamos a intentar delucidar la
influencia militar y política que ejercieron. Veremos también en el caso hispano por lo particular de su
Reconquista.
No vamos a hacer un estudio exhaustivo sobre la Cruzadas aunque sí una pequeña reseña hitórica para
situarnos.
En un pequeño trabajo que analiza el papel desempeñado por el Císter y las Órdenes Militares en oriente, el
catedrático de historia medieval de la universidad autónoma de Madrid V.A. Álvarez recoge una definición de
P. Riant de Cruzada en su sentido extricto: una expedición militar, organizada para la recuperación de los
Santos Lugares, a la que se le atribuyen incentivos de carácter espiritual. Este mismo autor apunta como
origen de este fenómeno a una mentalidad colectiva que hace nacer la idea de Cruzada cuyo origen más
profundo se haya en la innovación espiritual que se vive a finales del siglo XI y que está haciendo nacer
nuevas órdenes monásticas aunque por supuesto detrás de esto se haya la figura del papa Urbano II que tiene
la capacidad de captar el enorme potencial de la Cristiandad y lanzarlo a una empresa común. A todo esto,
al fin, habría que añadir la petición de ayuda por parte de los griegos.
La historia de las cruzadas hacia oriente está comprendida entre los años 1096 (fecha de inicio de la primera
cruzada) y 1270 en la que finaliza la octava de ellas con la muerte del rey de Francia san Luis en el sitio de
Túnez. El éxito militar de estas ocho cruzadas es más bien pobre ya que a excepción de la primera en la que
los cruzados conquistarón Jerusalén y quizás la sexta en la que Federico II de Alemania obtuvo la cesión de
Jerusalén, Belén y Nazaret por parte del sultán así como el salvoconducto de los peregrinos hasta dichas
ciudades, la demás, como decíamos, se saldaron con fracaso de los cruzados cristianos.
A pesar de los fracasos cosechados en poco menos de dos siglos, la aristocracia europea sigue en los siglos
XIV y XV empeñada en la idea de Cruzada, ¿por qué?. Huizinga propone que la liberación de Jerusalén es la
más alta idea política de los principes de Europa y que el problema turco (que habían tomado Andrinópolis y
derrotado a los servios en 1378 y 1389 respectivamente) no se había desprendido aún de la idea de Cruzada
cuando ciertamente se trataba de una cuestión mucho más compleja que requería otro enfoque más adecuado a
los tiempos y a la realidad y dejarse llevar por un estado de sobreexitación que no podía llegar nunca a buen
puerto. Lo que ocurrió, según el mismo autor, fue que el ideal caballeresco encontró en la cruzada aquello que
tanto anhelaba: servicio a la cristiandad, aventuras, batallas....
Podría resumirse lo dicho hasta aquí en que el ideal caballeresco actua al mismo tiempo como motor en un
principio y como obstáculo en la recta final de las cruzadas.
De todas maneras sí parece haber un sentimiento sincero en los príncipes europeos en esos impulsos de
guerreros a pesar de que la cruzada servía desde hacía mucho tiempo para finalidades políticas y económicas
como el cobro de impuestos o, incluso la persecución de no católicos como apunta una profesora de la
universidad de Sevilla, M. A. Carmona: las Cruzadas además de ser una forma específica de peregrinación
armada, fueron un instrumento militar puesto al servicio de determinadas ideas y necesidades. Esto se puso
especialmente de manifiesto en el siglo XIII, cuando las Cruzadas no sólo se convocan para ir a Tierra Santa
y luchar contra los musulmanes, sino también para combatir determinadas herejías (caso de la cruzada
Albigense) o problemas políticos (caso de la dirigida a Constantinopla).
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Otro aspecto político importante de las cruzadas es el que se refiere al carácter aglutinador de éstas. No
olvidemos que las cruzadas tienen un origen papal (a raíz del concilio de Clemont en 1095) y que han de ser
necesariamente aprobadas por éste, lo cual les otorga una autoridad moral que muchas veces pasa por encima
de las disputas entre principes. Esto se aprecia, como veremos, en el caso Hispano. No obstante, un último
reproche que hace Huizinga a las cruzadas y que también tiene su importancia política es el carácter
meramente político−propagandístico de algunos anuncios de cruzada que nunca se llevaron a cabo pero que
fueron ampliamente preparadas y ruidosamente anunciadas.
4.2 Las Órdenes Militares
¿Cuál es la forma en la que se expresa conjuntamente la idea de cruzada y el ideal caballeresco?. La aparición
de las Órdenes Militares. Éstas, que se crean en territorio santo justo después de finalizar exitosamente la
primera cruzada con el fin de garantizar el acceso y el cuidado de los peregrinos a los lugares santos, se
convierten en poco tiempo en una pura encarnación del espíritu medieval de unión entre el ideal mástico y del
de caballería en lucha contra el Islam. Aun así Huizinga afirma que las Ódenes se fueron desarrollando en
potentes instituciones políticas y en inmensos complejos de fortuna y potencias militares relegando a un
segundo plano su carácter religioso. Tampoco hay que olvidar aquí el papel político que pueden desempeñar
las Órdenes de Caballería ya que son creadas por la Santa Sede, los caballeros que las formaban pertenecian a
una orden religiosa y, además, era el papa quien confirmaba al caballero designado por parte de la orden para
ocupar el puesto de gran maestre (jefe de la orden).
De todas maneras, las Órdenes Militares nos van a servir para transladar al territorio peninsular todo ese
espíritu caballeresco que encierran tanto éstas como la idea de cruzada. Y es que la situación bélica que vive
la península desde finales del siglo octavo (con sus altos y sus bajos), es decir, la Reconquista, hace, como
decimos, que sea precisamente allí donde pueda desarrollarse este sentimiento caballeresco con toda su
plenitud. Desde luego que la situación que se vive más allá de los Pirineos no es la misma que la de Tierra
Santa por eso lo primero que tendríamos que hacer sería preguntarnos si se puede hablar también aquí de
cruzada.
La respuesta no sólo es positiva sino se aprecian orígenes hispanos en la idea de cruzada: para Carmona la
Reconquista fue ante todo una guerra antiislámica y en este sentido una manifestación más de la Cruzada.
Por ello la experiencia hispana pudo servir de estímulo para la puesta en marcha de la Cruzada a Tierra
Santa. Álvarez cuando habla de la guerra santa cristiana dice que esta idea tiene su perfecto reflejo del lado
musulmán, a mi juicio con anterioridad y por tanto también estaría poniendo el origen de la idea de cruzada
en la península. Y Sánchez−Albornoz habla de la teoría de los arabistas españoles sobre el directo o
indirecto origen islámico de las Órdenes Militares de Caballería cuando se refiere a la influencia árabe en el
espíritu de cruzada hispánica.
Sea como fuere el hecho es que ese ideal caballeresco que encontró la horma de su zapato en las tierras del
cercano oriente va a influenciar de una manera más decisiva si cabe, tanto en la Reconquista como después en
la formación del estado moderno con la llegada al trono de los Reyes Católicos. ¿Cómo se explica esto?.
Sánchez−Albornoz atribuye los comienzos a lo que él llama el cristianismo militante. Éste vendría motivado
por que no en vano se pelea siglo tras siglo con un enemigo de religión distinta y por la propagación de la fe
tanto como por la extensión de las froteras del reino y acto seguido saca la conclusión de que estas
circunstancias acaban por arraigar en el pueblo extrañas ideas religiosas. Sánchez−Albornoz no duda de
hablar de cruzada en el caso de la Reconquista e incluso afirma que en esa saturación de esencias bélicas de
la sensibilidad religiosa de los peninsulares está una de las claves de la historia española.
La existencia de una frontera permanente con el Islam contribuye a la aparición en suelo peninsular de las
Órdenes Militares poco después de su formación precisamente para salvaguardar −y aumentar− los territorios
cristianos que iban siendo conquistados. Sin embargo −escribe Carmona−, la confianza puesta por los
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hispanos en las Órdenes Militares Internacionales no siempre fue correspondida por éstas, posiblemente
porque su objetivo primordial seguía siendo Tierra Santa, y consideraban Occidente más como centros
económicos que lugares de combate. Este pudo ser uno de los motivos por el que en los Reinos Hispánicos
pronto surgieran Órdenes Militares autóctonas. En este sentido podemos destacar cómo ante la negativa del
Temple de resistir en Calatrava ante la embestida de los árabes, a instancia de sus frailes, se hizo cargo de
esta fortaleza Raimundo, abad de Fitero, naciendo de este modo la Orden de Calatrava. Es decir, aparecen
las Órdenes españolas que rápidamente se irán haciendo fuertes en la mitad sur de la península en parte como
resultado de su eficacia en la lucha contra los árabes y en parte grácias a las propiedades que iban obteniendo
de los reyes cristianos como recompesa a su labor militar.
Prueba de esa significación político y militar que van cogiendo las Órdenes españolas es que Alfonso X se da
cuenta de que sin la colaboración de éstas le sería imposible aguantar la frontera pero al mismo tiempo
también empieza a temer la una exesiva preponderancia de algunas de ellas y decide crear una propia, la de
Santa María. Ya en el siglo XIV otro rey con gran espíritu caballeresco como es Alfonso XI decide efectuar
ciertos ajustes en el ejército y en las misma Órdenes a la vista de la pérdida de eficacia y rendimiento de sus
tropas (derrota de las milicias concejiles de Sevilla; la pérdida de Priego y las dificultades en el intento de
recuperar Gibraltar). Pero las reformas no se quedan únicamente en el terreno militar sino que van a fectar
también a una mayor proyección del espíritu caballeresco que parecía perder fuelle en comparación con los
que se vivía más allá de los Pirineos. Esta tarea galvanizadora va a tener dos vertientes: en la forma y en el
contenido. En la primera de ellas el rey da un impulso a la importancia de la investidura de la toma de armas,
yendo incluso él mismo a Santiago para armarse caballero y así dar ejemplo (Huizinga también se refiere a la
vertiente ritualizante de la toma de posesión del caballero al principio del capítulo sexto que dedica a las
órdenes militares y los votos caballerescos). La segunda, el contenido, la protección del rey al espíritu y la
práctica caballerescos da como resultado la creación, como en el caso de Alfonso X, de la Óden de la Banda
expresión refinada de unos ideales que sebían concretarse en una determinada conducta en las esferas social y
política.
En el terreno de las Órdenes va a presionar para que se nombren maestres de su confianza para así controlarlas
mejor. Al mismo tiempo redacta una regulación detallada de las obligaciones y derechos de los caballeros,
conforme a las retribuciones y sueldos recibidos del rey. Este hecho es importante porque nos muestra cómo
las Órdenes se convierten en un instrumento al servicio del rey. Pensemos que fueron ascendidos ciertos
caballeros a escalones de mando con una responsabilidad que incluso superaba a la de ricoshombres
poderosos. Ésta es una de las características de la caballería española que ya hemos visto al principo del
trabajo con la definición de caballero, esto es, que aunque los caballeros en un principio habían de provenir
del ámbito de la nobleza, no siempre había de ser así y por tanto el rey podía recompensar a un soldado
nombrándolo caballero. Esto es de gran importacia ya que supone que no sólo la nobleza podía tener acceso a
niveles aristocráticos (al porder, dicho más claramente) sino que también las clases inferiores podían llegar a
niveles muy altos de la sociedad. De ahí que muchos autores hablen del espíritu democrático castellano
durante la Reconquista. Esto se debe sin duda al carácter excepcional de la Cruzada hispana, de la
Reconquista. Pero no perdamos de vista que en los orígenes de todo se encuentra ese ideal caballeresco que es
común a gran parte de la Europa de la Edad Media. Es precisamente en este punto donde debiéramos ir
poniendo punto y final a estas línias y al mismo tiempo comenzando la conclusión.
5. Conclusión
Como estilo de vida de las clases nobles y aritócratas el ideal caballeresco tuvo necesariamente que gozar de
una gran importancia a partir, sobretodo, de la aparición de las cruzadas en el siglo XI. Incluso a finales de la
Edad Media ellos, que ya perdian terreno en favor de una burguesía cada vez más poderosa, aún poseían la
fuerza y los medios suficientes para influir en una sociedad todavía impregnada de violencia; al poseer el
monopolio de ésta, de la violencia, se había de hacer notar de alguna manera su forma de ver la vida. ¿Que era
caduca, trasnochada, hasta contraproduccente?; quizás sí pero el poder que había detrás era real y de ahí su
influencia en la política y en las armas.
9
Imaginar cómo hubiera sido la vida en la Baja Edad Media de haber desaparecido o de haberse adaptado antes
a los nuevos tiempos ese ideal caballeresco sería hacer historia−ficción. Tampoco estaría mal como
divertimento, pero nada más. Porque lo fascinante del asunto es, como dice el propio Huizinga, que algo
tendría ese ideal para haber sobrevivido tantos siglos y para calar tan hondo en los espíritus de aquellas gentes
que hasta nuestros días han llegado sus restos.
Las peculiaridades de la península hacen que ese ideal tenga una aplicación más práctica todavía, se van
apreciar los resultados día a día sobre el propio terreno. Aquí no hablamos del entonces aún lejano oriente
(cercano ya para nosotros) sino de la frontera de al lado de casa. Es esa una de las explicaciones por las que
ese espíritu tuvo una influencia más amplia entre los cristianos del extremo occidental de Europa. Sus
repercusiones políticas y militares son patentes; el espíritu de cruzada contra el infiel traspasa el umbral de la
Edad Media (pensemos en los austrias menores y sus campañas contra el turco y el protestantismo en Europa
o la evangelización de las Indias). Ahí están también las Órdenes Militares con su papel decisivo en la
Reconquista, con su peso económico y mititar al que aspiran a controlar todos los monarcas hasta que los
Reyes Católicos obtienen una parte impotante del mismo al serles concedidos por el papa los maestrazgos de
dichas Órdenes. La prueba definitiva de la influencia del ideal caballeresco la encontramos en los Consejos
Reales de nueva creación bajo el reinado de los RRCC y de Carlos V. Sin estudiar la vertebración política de
los nuevos estados−naciones que van surgiendo por el viejo continente no mos sería posible entender esa
época pero tampoco si dejamos de lado las modas, las costumbres, la cultura y, como en este caso, un ideal
caballeresco del que emanó tanta fueza.
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HUIZINGA J. Op. cit. p. 14
HUIZINGA J. Op. cit. p. 21
HUIZINGA J. Op. cit. p. 22
HUIZINGA J. Op. cit. p. 23
HUIZINGA J. Op. cit. p. 27
HUIZINGA J. Op. cit. p. 28
HUIZINGA J. Op. cit. p. 30
HUIZINGA J. Op. cit. p. 50
HUIZINGA J . Op. cit. p. 32
HUIZINGA J. Op. cit. p. 51
HUIZINGA J. Op. cit. p. 51
HUIZINGA J . Op. cit. p. 66
HUIZINGA J . Op. cit. p. 87
HUIZINGA J. Op. cit. p. 89
HUIZINGA J. Op. cit. p. 91
HUIZINGA J. Op. cit. p. 91
HUIZINGA J . Op. cit. p. 96
HUIZINGA J. Op. cit. p. 96
HUIZINGA J. Op. cit. p. 96
HUIZINGA J. Op. cit. p. 91
HUIZINGA J. Op. cit. p. 98
11
VVAA Weltgeschichte. ED. Prisma Verlag. Al cuidado de Golo Mann y August Nitschke (12 Tomos). Tomo
5. Frankfurt 1963. p. 606
HUIZINGA J. Op. cit. p. 76
HUIZINGA J. Op. cit. p. 75
HUIZINGA J. Op. cit. p. 127
MYERS Op. cit. p. 607
HUIZINGA J. Op. cit. p. 90
MYERS Op. cit. pp. 607−608
HUIZINGA J. Op. cit. p. 128
HUIZINGA J. Op. cit. p. 129
HUIZINGA J. Op. cit. p. 129
HUIZINGA J. Op. cit. p. 37
HUIZINGA J. Op. cit. p. 131
HUIZINGA J. Op. cit. p. 133
HUIZINGA J. Op. cit. p. 135 y ss.
HUIZINGA J. Op. cit. p. 141
CERVANTES M. Don Quijote de la Mancha I. ED. Anaya. Col. Biblioteca didáctica. Madrid 1987. p 599
IGLESIAS, F. V. Civilización Española, Teil 1; Universitätsverlag; Wien, 2000. p. 69
HUIZINGA J. Op. cit. p. 130
HUIZINGA J. Op. cit. p. 141
MYERS Op. cit. p. 607
MYERS Op. cit. p. 608
HUIZINGA J. Op. cit. p.141
CERVANTES Op. cit. p. 596
HUIZINGA J. Op. cit. p. 87
ÁLVAREZ PALENZUELA V. A. El cister y las Órdenes Militares en el impulso hacia oriente. Cuadernos
de historia medieval. 1. 1998. pp. 9−13. Extraido de internet en http://www.uam.es/medieval. p. 3
12
ÁLVAREZ PALENZUELA V. A. Op. cit. p. 4
HUIZINGA J. Op. cit. p. 129
CARMONA RUIZ M. A. La participación de las Órdenes Militares hispanas en las cruzadas de oriente.
Proyecto Clío. Vol. 23. Num. 23. 2001. Extraido de internet en http://clio.rediris.es/articulos/ORDENES 1.
htm
HUIZINGA J. Op. cit. p. 131
La idea de cruzada dentro del ámbito de la Reconquista habría que enmarcarla a partir de la segunda mitad del
tercer siglo de la presencia de los árabes en la península ya que con anterioridad la lucha entre musulmanes y
cristianos no es esencialmente política, sin motivaciones ideológicas. Éstas comienzan a introducirse a partir
del siglo XI con esa renovación del catolicismo que vivia Europa de la que ya nos hemos referido antes.
CARMONA Op. cit. p. 1
ÁLVAREZ PALENZUELA V. A. Op. cit. p. 4
SÁNCHEZ−ALBORNOZ C. España un enigma sagrado. ED. Edhasa. 2 Tomos. (Tomo 2). Barcelona.
1973. p. 302
SÁNCHEZ−ALBORNOZ C. Op. cit. p. 364
SÁNCHEZ−ALBORNOZ C. Op. cit. p. 365
59 SÁNCHEZ−ALBORNOZ C. Op. cit. p. 366
CARMONA Op. cit. p. 5
VVAA Historia de España. Dir. José M. Jover Zamora. 40 volúmenes. Volumen 13 La expansión peninsular
y mediterránea (1212−1350) (tomo I. La corona de castilla). Madrid 1963−1998. p. 137
HUIZINGA J. Op. cit. p. 131
Historia de España Op. cit. p. 337
Historia de España Op. cit. p. 397
13
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