EL ARTE DE PERDONAR Retiro Mensual, Septiembre 2006 1. Me han pedido que les hable sobre el arte de perdonar. Lo intentaré hacer en estos pocos minutos de que disponemos. 2. El perdón forma parte esencial de la predicación de Jesús. San Pedro le pregunta a Cristo: - Oye, Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿Siete veces? Siete es un número simbólico, como generalmente los números en la Biblia. Decir siete veces quiere decir muchas veces. Y Jesús le dice no sólo siete, sino que setenta veces siete. O sea, infinitas veces. 3. Muchas veces Jesús puso en práctica ese perdón. Admirémonos de la coherencia de Jesús. Jesús criticaba a los fariseos porque decían y no hacían. Eran hipócritas. Cristo, en cambio, siempre era coherente. Y él mismo cumplió su doctrina sobre el perdón. Del modo más sublime, cuando estaba en la cruz. No vamos a recordar aquí el drama de la desolación y la ofensa conferida al Señor. Sólo recordar que al fin, Jesús pronuncia ese admirable “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). 4. A partir de Cristo son muchos los que han querido vivir en la coherencia con esta enseñanza. ¿Cómo no recordar al Papa Juan Pablo II que va a la cárcel para ofrecerle el perdón a quien atentara contra su vida? Como él ha habido y seguirán habiendo muchos casos. 5. Se celebran este año los 70 años de la guerra civil española. Por eso voy a contar dos testimonios que he leído y me asombran. Ya se sabe que murieron más de 7.000 sacerdotes. Se les torturaba, se les inducía a la apostasía: “Di que Dios no existe y te perdono la vida”. Según los testimonios de testigos, todos morían perdonando. Los sacerdotes dando la absolución a sus asesinos. Las crónicas de esa guerra cuentan de un sacerdote valenciano al que dos milicianos golpearon y le dispararon en la cara. Lo dejaron creyéndolo muerto. Sin embargo se repuso y llegó a un lugar donde le curaron las heridas. Acabada la guerra esos dos estaban condenados a muerte. “Un día, después de la guerra vinieron dos ancianos que se arrojaron delante de mí. Se pusieron brazos en cruz y empezaron a pedir perdón. Eran los padres de ambos milicianos. Me pidieron que los perdonara, pues habían sido condenados a muerte en Granada por lo que habían hecho. Enseguida les di una carta destinada al juez en la que los perdonaba y rogaba que les quitaran la pena de muerte, y me hicieron caso” (Eugenio Laguarda). 6. En 1999 vivía en un hospicio de las hijas de la Caridad un hombre que había denunciado a las hermanas como religiosas y provocó que asesinaran a un grupo de ellas. Viejo y enfermo era atendido ahora por las hermanas de las víctimas que él llevó a la muerte. 7. Me he detenido en estos pocos ejemplos heroicos de perdón, porque un pensador ateo decía hace unos años que “una religiosa se dedique a cuidar enfermos no me conmueve, porque hay no creyentes que lo hacen con generosidad. Que un cristiano que se comprometa en la lucha por un mundo más justo, tampoco. Muchos no creyentes lo hacen incluso heroicamente. Pero que un cristiano, lógico con el evangelio, perdone de todo corazón a quien lo ha gravemente ofendido… eso sí me hace problema, porque eso no lo encuentro en ninguna parte. 1 QUÉ ES PERDONAR 8. ¿En qué consiste perdonar? A veces hay confusiones. Perdonar no es olvidar. Olvidar o recordar es sólo una cualidad de la memoria. Alguien puede recordar siempre la ofensa pero siempre ha perdonado. Y puede haber alguien que olvide pero que en el fondo no ha perdonado. Eso explica muchas reacciones irracionales en las relaciones humanas. Ofensas ya olvidadas pero no perdonadas y que están ahí latentes, que afloran en cualquier momento. 9. Tampoco perdonar es negar la ofensa. Disculpar, es decir – sacarle toda culpa- al que sí la tiene. Es una coraza que nos ponemos para no sentir dolor. Tampoco es perdonar poner el corazón duro, frío. No es perdonar la actitud de indiferencia frente a lo que me han hecho. Eso es un error de la sensibilidad. 10. Perdonar no significa tampoco renunciar a derechos legítimos. A veces es incluso un deber hacerlo. Pero aún en ese caso el cristiano debe hacerlo respetando a las personas, rechazando los procedimientos desleales, como la mentira, y excluyendo el odio o la venganza. 11. La palabra perdonar significa ofrecer un don, un don perfecto. En efecto, el prefijo “per” indica plenitud, algo en grado máximo. Como en el caso de "perfecto" (totalmente hecho), "perdurar" (durar por mucho tiempo), "permanganato" etc. Así el perdón aparece como un acto de donación superlativa. Santo Tomás se admiraba de la oración “Oh Dios que manifiestas tu omnipotencia sobre todo por el perdón...". Así, él concluye "que el perdón de Dios configura un poder superior al hecho de crear los cielos y la tierra" (II-II,113,9,sc.). 12. El perdón forma parte también de la doctrina enseñada por Jesús sobre el amor fraterno. El perdón es el amor llevado al extremo. “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos; él hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores” (Mt 5). RAZONES PARA PERDONAR 13. ¿Por qué tengo que perdonar, siendo como es, algo tan difícil, por no decir heroico? La razón fundamental y única para perdonar es porque Jesús nos lo pide. Si no perdonamos dejamos de ser discípulos de Cristo. Perdemos el derecho a rezar el Padre nuestro, que dice “Padre nuestro, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a nuestras quienes nos ofenden”. Si no perdonamos perderíamos el derecho a pedirle perdón a Él por lo que nosotros mismos hemos hecho con nuestros propios pecados. Hay gente que no quiere perdonar. ¿Por qué tendría que hacerlo? Se preguntan. Nosotros nos decimos: porque Dios nos ha saldado una deuda infinita que deberíamos estar pagando toda la eternidad. Él la pagó por nosotros. Hay que recordar la parábola del servidor injusto al que se le perdonó diez mil talentos y no fue capaz de perdonar él una mísera deuda de un subalterno suyo de unos cuantos denarios. 14. En segundo lugar porque si no lo hago me hago esclavo de la venganza, del rencor, del resentimiento. Y con sus consecuentes males sicosomáticos: gastritis, úlceras…“¿Quieres ser feliz un momento? Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona.” 2 15. Y en tercer lugar, porque en definitiva, como ocurre con todos los consejos de Cristo, perdonar engrandece al ser humano. Perdonar engrandece al que perdona. Es un signo de que el bien es más fuerte que el mal; y que el amor más fuerte que el odio. CÓMO APRENDER A PERDONAR 16. ¿Cómo se aprende a perdonar? Se aprende a perdonar, siendo perdonados, es decir, experimentando el perdón de Dios, para lo cual Cristo instituyó un sacramento específico. Sin duda, quienes tienen la experiencia frecuente de la confesión tienen más facilidad para perdonar. Quien ha experimentado la fragilidad, está más preparado para ser misericordioso. No perdamos tampoco la adoración eucarística y la misma misa. Es la oportunidad, qué locura sería de estar junto al Señor en la Eucaristía cuando ahí él nos está diciendo una vez más perdónales padre, no saben lo que hacen! Pedir la capacidad de perdonar en la oración. 17. Relacionado con lo anterior, está el hecho de hacer memoria de aquello de lo que Dios nos ha salvado. Nos merecíamos el infierno. Éramos presidiarios del diablo. Y por el perdón de Dios, hemos sido salvados. Recordar las infinitas muestras de amor que Dios nos ha dado después de nuestras faltas. Dios nos sigue amando. 18. Finalmente, se aprende a perdonar, perdonando. A nadar, nadando. Para vivir esta experiencia: “Señor que donde haya odio ponga yo amor; que donde haya ofensa, ponga yo perdón; que donde haya discordia, ponga yo unión”. Y PARA PERDONARME A MÍ MISMO 19. Perdonarse a uno mismo merece un punto aparte. Muchas veces es el gran escollo para vivir en la libertad de los perdonados. Esto pasa porque a veces tenemos una idea equivocada de la santidad. La confundimos con el perfeccionismo, con la indefectibilidad, con esa idea perfecta que alguien forjó en nosotros. En realidad, la santidad no consiste en no cometer pecados. Todos los santos los han cometidos, a excepción de la Virgen María. Y los pecados cometidos – si están arrepentidos y confesados- no nos descalifican para la santidad. Al contrario, Dios puede haberlos permitido en nosotros para alcanzar humildad, para darnos cuenta de que sin Él no podemos nada; para confiar siempre en su misericordia; para rezar más y con más fervor agradeciendo el don de la conversión. 20. Detrás de cierta incapacidad de perdón a uno mismo puede esconderse a veces un gran orgullo. Para vencerlo, hay que comenzar por pedir la humildad y la aceptación de nuestras limitaciones. El perdón a uno mismo puede comenzar cuando veo mi imperfección y la acepto como algo que Dios no quería pero permitió para llevarme a lo más alto. “Todo sirve para los que aman al Señor”, decía san Pablo y “también el pecado”, agregaba san Agustín. SIEMPRE CON MARÍA 21. Como siempre, terminamos esta meditación con una mirada a María, la Madre santa de Dios. Ella pudo perdonar lo que humanamente era imposible. Estaba al pie de la cruz. Y luego recibió el cuerpo maltratado de su hijo. La tradición llama a ese momento “La 3 Piedad”. Porque en ella no hubo espíritu de revancha, de rencor, de odio. Ni una palabra de reproche a los discípulos. Ella fue puro perdón. Aceptó y perdonó. ¿Cómo lo hizo? No encuentro otra razón sino esta: ella lo pudo hacer simplemente porque estaba al lado de su Hijo. Sólo si estamos con Él podemos perdonar. Que cuando llegue la hora de nuestra cruz María nos lleve a ella sin rencor ni venganza, sino con el amor perfecto del perdón. Amén. 4