Colombia y la OTAN: las uvas no están maduras

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Colombia y la OTAN: las uvas no están maduras
Renán Vega Cantor :: 07/06/2013
Para que no quede duda de dónde vino la orden de pedir el ingreso de este país a la OTAN, el
régimen de EEUU expresó que respaldaba a sus súbditos colombianos
Una famosísima fabula de Esopo titulada “La zorra y las uvas” cuenta que cuando una zorra vio unos
hermosos racimos de uvas bien maduras, relamiéndose de ganas intento alcanzarlas de diversas
formas. Como no logró su objetivo, para auto consolarse la zorra se dijo a sí misma: que me importa
al fin y al cabo “esas uvas no están maduras”. Con esta fábula se resume la pretensión de ciertos
personajes que dicen no apetecer los que les resulta imposible de alcanzar y se aplica al pie de la
letra a lo que le acaba de suceder al régimen de Juan Manuel Santos con su vana pretensión de que
Colombia ingresara a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), uno de los principales
grupos de asesinos del planeta. El día sábado primero de junio, Santos con toda la pompa del caso y
creyéndose el cuento de que nuestro país forma parte del “primer mundo” –porque ya se siente
miembro de la OCDE- dijo con un tono pretencioso que en "el mes de junio, la OTAN va a suscribir
un acuerdo con el gobierno colombiano, con el ministerio de Defensa, para iniciar todo un proceso
de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización”. Agregó que
“nuestro Ejército está en la mejor posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya
lo estamos haciendo en muchos frentes”. Rubricó su sueño de abyección y entrega diciendo que
"Colombia tiene derecho y puede pensar en grande. Porque… estamos dejando el miedo a un lado y
llenándonos de razones para ser los mejores, y ya no de la región sino del mundo entero. Tenemos
con qué. Lo hemos demostrado". Como para ratificar sus pretensiones de que ya somos del “primer
mundo” y que estábamos a las puertas de la OTAN, desde la presidencia de la República Santos
difundió una foto en su cuenta de twitter en donde se muestra a “aviones colombianos de la Fuerza
Aérea (que están) reabasteciendo a aviones de la OTAN”. Para que no quede duda de dónde vino la
orden de pedir el ingreso de este país a
la OTAN, el gobierno de los Estados
Unidos expresó que respaldaba a sus
súbditos colombianos, al indicar que
"nuestro objetivo es ciertamente
apoyar a Colombia como miembro
capaz y fuerte de muchas
organizaciones multilaterales, y eso
puede incluir la OTAN", según palabras
de Roberta Jacobson, la secretaria de
Estado adjunta de Estados Unidos para
Latinoamérica. Por supuesto, la orden
se daba para medir la reacción de los
vecinos de Colombia, los que en esta
ocasión se movieron rápido,
entendiendo el sentido de lo que está en juego, como lo hicieron Venezuela, Bolivia, Nicaragua y
Ecuador, que denunciaron la maniobra de Santos como una puñalada dirigida contra soberanía de
esos países. Como sucede a veces con los lacayos que creen que por su obsecuencia y servilismo van
a ser compensados con creces, Santos pensó, luego de la visita del vicepresidente de Estados Unidos
y de arrodillarse en forma incondicional ante su amo imperial y los otros lacayos de la Alianza del
Pacífico, que su genuflexión le había abierto las puertas de la OTAN. Sin embargo, para demostrar
quién es el que manda y ratificar aquello de que entre más servil sea el perro más se le castiga, la
OTAN rápidamente se apresuró a decir, desde su sede en Bruselas, que Colombia “no cumple los
criterios geográficos” para ser miembro, aunque se prepara un acuerdo que “permitiría el
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intercambio de información clasificada entre la Alianza y Colombia“, pero “no hay planes inmediatos
para establecer una asociación formal” entre ambas partes. Con esto le tiraron la puerta por la cara
a Juan Manuel Santos, quien, como bien lo dice un adagio popular, se puso a ensillar antes de traer
las bestias. Lo que la OTAN le ha dicho al régimen santista es que, por supuesto, va a utilizar
siempre que lo requiera a los sicarios colombianos (vestidos de verde oliva o de cualquier otro color)
para que realicen todo tipo de actos criminales en donde quiera que esa alianza imperialista vaya a
intervenir y en las guerras que tiene planeadas para el futuro inmediato. Entre líneas se le está
diciendo a Santos y a los cipayos colombianos que no confundan el hecho de ser sicarios a sueldo
con convertirse en miembros plenos del selecto club de los Estados terroristas-imperialistas del
planeta, lo que solo está reservada a unos cuantos. La pretensión altisonante y vendepatria de
Santos terminó tan mal que ni siquiera él mismo quiso salir a explicar o justificar su metida de patas
y para hacerlo escogió a uno de sus subalternos. Luego del desaire imperialista, el Ministro de
Defensa (sic) Juan Carlos Pinzón manifestó que “Colombia no puede y no quiere ingresar a la
OTAN”, “lo que Colombia sí quiere es recorrer el camino para ser un socio en la cooperación como lo
son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros países”. En este caso de repitió la historia de
la zorra y de las uvas: la zorra ha sido el gobierno de Colombia y las uvas son la OTAN. Teniendo en
cuenta la ignorancia que caracteriza a los políticos colombianos, cabe preguntarse si Santos y su
belicoso Ministro de Guerra no estaban confundiendo a la OTAN con Sudan, un sufrido país al el que
Colombia se parece cada día más, y al que ya superamos, por ejemplo, en la cantidad de población
interna desplazada. Como los oligarcas colombianos, como Santos, ya creen que nuestro país es del
primer mundo, solo porque desde acá se exporta a todo tipo de expertos en asuntos tan sofisticados
como matar, torturar o desaparecer –en lo que las fuerzas armadas de este país sí que tienen una
experiencia acumulada y digna de imitar en otros lares- solamente faltan que soliciten el ingreso al
G-8, y crean de antemano que van a ser aceptados. Esa pretensión primermundista de los lacayos de
los países periféricos –y las clases dominantes de Colombia son un claro ejemplo de ello- siempre
termina en “milagros” de corta duración que hunden a los países en la miseria y los hacen más
dependientes de los poderes imperialistas. Si se quisiera citar un ejemplo cercano solo basta
acordarse de Carlos Menem –un neoliberal y proimperialista de la misma estirpe de Juan Manuel
Santos- que a finales de la década de 1990 presentó a Argentina como un modelo de país que vivía el
sueño de haber ingresado al primer mundo. El problema fue que, al poco tiempo, ese país se
despertó, después de la resaca neoliberal, como en Cuesta Abajo, el tango de Gardel, con “la
vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Rebelión
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