Sobre el Sábado Santo - Concepcionistas Misioneras de La

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DÍA DE SILENCIO, DE SOLEDAD. CRISTO HA MUERTO.
El Sábado Santo tradicionalmente siempre ha sido un día de silencio,
Cristo ha muerto. Los discípulos están desconcertados, quienes seguían a
Cristo no saben que hacer, se sienten engañados, abandonados, el Salvador
de Israel ha muerto.
María está sola, su Hijo ya no está.
De aquí que el Sábado Santo invite a la soledad, a escuchar nuestro
interior, a dialogar con María y con Juan, el discípulo que acogió en su casa a
María.
Cuando se hace referencia al silencio, a la soledad viene a nosotros un
lugar físico, el Desierto, allí se retiraba la gente para orar, porque desierto es
lugar de silencio, de cercanía de Dios, de contemplación, pero también de
prueba y despojo, de búsqueda y respuesta, de oración, de luz y de amor
(puedes tener presente cada una de estas palabra en el día de hoy).
Hoy te invito a hacer desierto, a que te encuentres con Cristo, el Cristo
crucificado que por amor a nosotros murió en la cruz, que te encuentres con
María y le acompañes en su soledad y por último que te encuentres contigo
mismo, entra en lo profundo de ti, allí donde sólo estas tú con Jesús. Es un
día en el que no hay lugar para el miedo.
A lo largo de la mañana tendrás tiempo para confesarte, es una
oportunidad acercarnos al sacramento del perdón, de acercarnos a Cristo y
reconocer nuestros fallos, nuestras debilidades; pero sobretodo vamos a
descubrir que a quien quiere de verdad es a nosotros, nuestros pecados ya
los ha olvidado; Jesús quiere nuestro corazón arrepentido porque nos ama
con locura. Si hoy experimentamos esto nuestra vida sería una vida vivida
desde el amor, en definitiva desde Cristo.
ACOMPAÑAMOS A MARÍA.
Hemos acompañado a Jesús hacia la cruz. A un Jesús ruto, crucificado,
muerto. Junto a Él ha estado María, en silencio, sin hacerse notar.
Ahora ya no hay nada, hasta la cruz está vacía... y María sola. A su lado
está Juan, el discípulo amado. Él conoció a Jesús, vivió con Él y el Maestro le
confió a su Madre. También estamos cada uno de nosotros junto a María y a
Juan, queremos acompañarlos en su dolor y revivir lo vivido con Jesús.
Hoy va a ser un día para revivir la experiencia de amor y servicio del
jueves, de dolor y muerte del viernes y de toda nuestra vida junto a Jesús.
Partiremos del presente, Jesús ha muerto, ya no está junto a nosotros y
surge la pregunta: si Cristo ha muerto, mi fe puede ser una ilusión? En quien
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se apoya?. Pero la fuerza para vivir la duda del presente y superarla es
recordar, traer a nuestra cabeza y corazón lo experimentado con Jesús, esos
momentos que lo he sentido tan cerca, que he hablado con él y que ni la
distancia física me podría separar de Él. (A. Machado dice “todo es según se
recuerda”). Y queda el futuro...
Hoy ante la cruz sola, hay que dar una respuesta cargada de amor, de
esperanza, porque Cristo... REALMENTE VIVE EN CADA UNO DE NOSOTROS.
Jn. 19, 25-27: “Jesús dijo a su Madre: ahí tienes a tus hijos, a
Juan y a todos aquellos que te quiera acoger. Miró con
cariño a Juan y nos mira a nosotros y nos dice: ahí tenéis a
mi Madre ¿queréis acogerla junto a vosotros?”
PRESENTE
Imagínate aquel cuadro. Pendiente de la Cruz el cadáver de Cristo, sin
belleza ni hermosura ni casi figura humana. A los pies de Jesús, un grupo de
los fieles, y entre ellos su madre, la más Dolorosa de todas las madres. Una
madre que ve bajar a su Hijo de la Cruz por manos amigas, que toma ese
cuerpo entre sus brazos, que lo estrecha. Besaría aquellas heridas
reposadamente, con respeto y repetiría:"Soy la esclava del Señor, hágase en
mi tu Divina Voluntad".
No es posible apartar los ojos de Jesús, muerto en brazos de María.
No es posible contar las heridas sin recordar el pecado, sin sentirse
verdugo.
Póstrate en espíritu junto a esa madre, y medita con ella. ¡Qué
meditación haría la Virgen entonces! ¡Cómo iría recordando ante la vista de
aquel cuerpo todos y cada uno de los tormentos de la Pasión! Ahora recordó
todo lo pasado, las escenas de Belén, de Nazaret, los días felices en que ella
cuidaba de su Hijo como ninguna madre lo ha podido hacer. Ahora entendió
de una vez lo que significaba la espada de Simeón, que toda la vida llevó
atravesada en su corazón. Ahora comprendió lo que era ser madre nuestra,
madre de los pecadores.
María:
¡Jesús! Ya llegó en momento, ya todo terminó y yo, tu madre, aquí sin
hacer nada, sin poder hacer nada. No sé lo que siento, mi cuerpo se siente
pesado, cansado. Siento angustia, una angustia que me inunda y me deja sin
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fuerzas, una angustia que no me deja llorar, ni gritar... ni hacerte volver, hijo
mío.
Miro a mi alrededor y veo desierto, oigo silencio, siento pena. Me siento
sola y triste. ¡Quién te puede reemplazar, hijo mío! ¡Quién! Tú eres mi hijo,
mi hijo querido. En mi mente se amontonan los recuerdos y en todos ellos
estás tú como protagonista. ¿Por qué...? Sé que lo tengo que entender; sé que
tengo que seguir... todo esto lo sabía, lo sabía desde el primer momento.
Pero, ¡Dios cómo me cuesta aceptarlo; cómo me cuesta aceptar tu voluntad;
cómo me cuesta...!
Pero sí, tú mismo lo has dicho: "Mujer ahí tienes a tu hijo", "Hijo, ahí
tienes a tu Madre." Todavía queda mucho por hacer, todavía tenemos un
camino que recorrer y ahí tengo a Juan. Hay que volver a ese sí reconfirmado
cada día, el sí de hace tantos años.
Juan:
¿Ya terminó? ¿Qué hacer ahora? ¿Qué siento?... No sé por dónde tirar.
¿Cuál es el mejor camino?.
Te seguí. Eras lo más importante en mi vida. Lo dejé todo... ¡te quise
tanto!... ¿Por qué? ¿Por qué has tenido que morir? Ahora te veo muerto y
siento confusión, un mar de dudas me inunda, ¡vuelve!
Estoy aquí ante la cruz, esta cruz vacía, la cruz que te ha hecho morir y
yo con la cabeza agachada, levantando los ojos con miedo, con recelo, con
rabia, con angustia... siento ganas de tirarme hacia ella y arrancarte.
No, no tenían derecho a hacerlo. Tú lo quisiste así, yo lo sé, pero se
hacía imposible creerte y aquí estoy. Te despediste, y no supe aprovechar
bien nuestros últimos momentos. ¡Cómo me gustaría recuperarles!.
Pero, ¿Quién soy yo para apenarme? Ahí está la que has hecho mi
madre, de rodillas ante el mismo suelo que sujetó tu cruz. Con su rostro
blanco y callado, mirando hacia el cielo. Tengo suerte de estar con ella...
pero, ¿cómo consolarla?
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Rut:
¿Qué hago aquí contemplando la cruz?, Cristo está muerto, María y
Juan lloran su ausencia, y yo?. No sé que decir, no sé que pensar, estoy hecho
un lío. Pero por qué tanto dolor?, para qué tanto sufrimiento?, era
necesario?, Señor, cuántas preguntas, cuántos interrogantes...
Lo que siente Juan está tan cerca de mis pensamientos, lo que oigo a
María, me rompe el corazón, y yo ¿qué?...
PASADO
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Recordar es vivir dos veces, es más es vivirlo todo tantas veces cuantas
lo recordemos. Hoy es el día del recuerdo, pero de un recuerdo lleno de
amor, de cariño. Revivimos las experiencias en las cuales Jesús estaba
presente.
María, tiene muy vivo a su Hijo, ahora somos cada uno de nosotros
quienes tenemos que mantener también vivo lo experimentado a lo largo de
nuestra vida junto a Jesús, esto será lo que nos dé fuerza para seguir amando
a Cristo, sintiéndonos amados por Él. Ya que el amor es más fuerte que la
muerte. Y hacemos nuestra la frase de G. Mistral: “tú para mí no morirás
nunca”. No morirá porque tenemos tan vivos sus gestos, su mirada, su
sonrisa,...
María:
Parece que fue ayer. ¡Cuánta lucha, cuántas dudas! Recuerdo aquella
mañana que no sé cómo aún, mi habitación se llenó de luz; una luz, Juan, tan
limpia que sólo podía venir de Dios. Y las palabras del ángel, resonando una
y otra vez. "Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo. No temas, María,
por que has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a
dar a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús." (Dios mío!, ¡pobre
José! ¡Cuánto tuvo que aguantar! ¡Cuántas explicaciones ciegas tuvo que dar
a todos, amigos, vecinos...! Sólo queriendo mucho se puede confiar tanto;
sólo José podía ser capaz de acogerme, protegerme, acompañarme siempre
hasta el fin.
Semana a semana fui sintiendo otra vida dentro de mí pero mi alegría
era tanta como mis dudas, mis esperanzas, tantas como mis miedos.
La verdad es que las cosas no parecían estar de nuestro lado: el viaje a
Belén, las negativas de todos,... José no sabía cómo ayudarme, sólo daba
vueltas de un lado para otro. Pero, al nacer Jesús todo se olvidó. Esta misma
noche ya presentí que mi vida no iba a ser como la de cualquier madre. En el
mismo momento que di a luz, sentí que mi hijo pronto se me iba a ir, aunque
allí, al lado de José, los tres, no pensé en nada, sólo dar gracias, infinitas
gracias.
La verdad es que nos dio más de un disgusto, situaciones que nosotros
como padres que éramos no podíamos entender.
Sin darme cuenta fue creciendo. Cada año de su vida era un paso más
hacia el final, hasta este final. Recuerdo cómo se fue aquel anochecer hace
ahora tres años.
“Jesús se sentó a la mesa, que él mismo había confeccionado con sus
manos. La Madre sirve la cena, y los dos permanecen en silencio. El Hijo
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invita a la Madre a sentarse, haciendo un gran esfuerzo, levantó los ojos y los
clavó en el rostro de la Madre, mientras ella continuaba con los ojos
entornados.
- Madre, dijo Jesús.
Entonces, ella levantó la mirada, pero la bajó al instante. Hubo un
momento de silencio, que fue instantáneo, pero que pareció eterno, y
enseguida el Hijo continúo hablando:
- Madre, desde el principio del mundo, y desde mis últimas raíces,
me sube una onda inevitable que me está presionando y empujando, y me
vence. Ha llegado la hora: me voy, me voy a anunciar el Reino que será como
una marea alta bajo la luna llena. Caminaré por un sendero bordeado de
precipicios. Buscaré aceptar y cumplir la voluntad de mi Padre.
Jesús calló, esperando que la Madre reaccionara. Pero Madre e Hijo
continúan en silencio, porque María ya sabe que éste era el momento tan
temido, cuando su Hijo le hablara sobre su partida. El Hijo intentó retomar la
palabra, pero la emoción lo ahogaba. Por fin, sobreponiéndose a sí mismo,
acertó a continuar: “los amados nunca están solos Madre, aunque los
separen mares y océanos. En el olvido hay distancias infinitas, pero en el
recuerdo no hay distancias. Me voy Madre, pero permaneceré aquí, a tu
lado”.
Contra todo lo esperado, María se pudo de pie, y comenzó a hablar:
“Hijo soy la Pobre de Dios, una sola música y una sola palabra resuenan en el
corazón de una Pobre de Dios, día y noche: hágase. No me siento con
derecho a protestar, Hijo mío, porque mis derechos están en las manos de mi
Señor. Puedes irte Hijo. Tienes mi bendición. Y recuérdalo: mis pasos
seguirán detrás de tus pasos, y todas las noches visitaré tus sueños”.
¡Le he echado tanto de menos, Juan! Yo le oía hablar a las gentes, a los
letrados y recordaba las tardes tranquilas en casa. Pocas veces después
volvimos a estar juntos.
Sí, Juan, ya vosotros erais su familia ¡pero fue tan difícil entenderlo! Yo
también tuve que ser un poco madre vuestra.
Juan:
Sí, es cierto. Ahora recuerdo cuando nos encontramos, cuando Jesús
nos reunió a todos poco a poco. La primera vez que le vi, yo estaba con
Pedro y con mi hermano Santiago, pescando junto al lago. No sabría explicar
lo que ocurrió, sólo sé que le seguí, que no hicieron falta grandes palabras, le
seguí. Después fueron uniéndose el resto: Andrés, Felipe, Bartolomé, Judas
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Iscariote, Santiago, Tomás, Judas de Santiago, Mateo, Santiago de Alfeo y
Simón. Nos pidió mucho, por qué negarlo, ¡pero nos dio tanto El!
Recuerdo aquella tarde que le pedimos que nos enseñara a rezar,
como un niño pequeño pide a su padre. "El nos dijo: cuando oréis decid:
Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Danos cada día nuestro pan
cotidiano y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros
perdonamos a todo el que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación"
Claro, sólo así, con esa confianza inmensa podían entenderse cosas
que decía como: "Dichosos los que lloran".Sí, María no me avergüenza
decirlo, junto a El deseé ser pobre, ser manso, misericordioso, limpio,
pacífico, justo, perseguido, injuriado, porque... con El bastaba, no hacía falta
más.
Y ahora, ¿por dónde ir? la verdad es que en estos últimos días empecé
a tener miedo. Todos nosotros, en el fondo, presentíamos que no podía
acabar bien, que estaba llegando demasiado lejos, incluso utilizó la fuerza.
Recuerdo cuando llegamos a Jerusalén y entramos en el templo. Nunca
había visto así a Jesús; no le importaba nada lo que los fariseos y letrados
pudieran pensar: volcó las mesas de los vendedores y los puestos de
palomas. Con la palabra no era menos duro, pero siempre supo lo que hacía.
"Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la
copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de maldad y envidia.
¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por
fuera quede pura!
Sí, pienso en los momentos que pasé con él, en cómo le quise y luego
miro la cruz vacía... ¡daría cualquier cosa por hablar con El, estar con El
ahora y entender por qué ha tenido que suceder así!.
Rut:
Parece que es ahora cuando oigo estas palabras, cuando resuena este
eco en mi interior. El ruido de fuera se ha vuelto silencio, el reloj no marca
las horas, el tiempo se ha detenido. Y oigo una voz dulce que se dirige a mi, si
a mi, nunca antes había oído algo tan maravilloso. Lo oigo dentro de mi y me
dice que me ama, me ama como nadie me ha amado jamás, me ama tanto
que dio su vida por mi, si por mi. Y yo, ¿que quería hacer con mi vida? ¿La
entregaría? En esos momentos tenía tantas fuerzas, tantas ganas de
entregarme, sin embargo ahora que Cristo está en la cruz, estoy perdido.
¿Qué hacer?
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FUTURO
 María:
No es el fin, Juan, es el principio. Toda mi vida, toda nuestra vida, no
ha sido más que un instrumento; un gran puente para hacer posible este día.
Hubo momentos en que llegué a olvidarlo, "será un buen carpintero, un buen
carpintero como su padre" pensaba, pero no, para qué engañarse.
¿Sabes? sé que de algún modo Jesús está aquí, muy cerca; sé que Dios,
el Dios a quien Jesús os enseñó a llamar Padre no ha hecho esto para nada.
¿Recuerdas lo que tantas veces os dijo en estos últimos días?:
resucitaré al tercer día. ¿Crees que Jesús puede habernos mentido? ¿Crees
que tanto dolor, tanto silencio, tanto amor, va acabarse en una cruz, en un
puñado de monedas?
Juan:
No, María Jesús sigue presente entre nosotros, su recuerdo y
testimonio de vida nos tiene que servir de impulso para seguir, porque sino
todo nuestro pasado sería una pérdida de tiempo. Sabemos que el amor no
acaba nunca, que lo vivido con Él es lo que tenemos y queremos transmitir a
los demás.

Rut:
El futuro, esto es lo que asusta. Ser testigo de Jesús en el mundo, en la
sociedad de hoy, en la que los valores cristianos hay mucha gente que se los
toma a risa. Predicar a un hombre que murió por nosotros, por mí; la verdad
que hay que tener mucha fe para esto. Pero Señor cuento con tu ayuda, Tú
estás junto a mi para que saque fuerzas de la flaqueza. Pero me pregunto:
¿seré capaz de predicar con palabras y obras lo vivido junto a Ti?,
¿realmente estas cerca?. Si, Jesús. Tú estas junto a mi, no me dejas. Y resuena
muy dentro de mi esta palabra: ¡confía!, no estás perdiendo el tiempo.

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ESTO NO PUEDE QUEDAR ASÍ. (REFLEXIÓN)
Este texto no basta con leerlo, hay que meditarlo, hacerlo oración,
dejar que por dentro se remueva todo. Habla de amor, de cambia, de
recordar, de hacer algo con nuestra vida, de sentirse frágil y poca cosa. Por
eso os presento esta reflexión que nos puede ayudar a centrar el día de hoy y
también para acercarnos al sacramento de la reconciliación.
 Traer al hoy, sábado santo, mi pasado, presente y futuro con Jesús.
 Rut puede que se parezca a lo que hemos vivido cada uno junto a Jesús,
pero mucho más bonito es que donde pone Rut cada uno escribamos
nuestra propia experiencia.
 ¿Qué he sentido al leer esto?
 Ante Cristo muerto, ¿qué puedo hacer?
 Quiero ponerme hoy especialmente cerca de María y decirle........, o a lo
mejor sólo estar en silencio y dejar que me corazón se exprese........
 Hay muchas preguntas a lo largo del texto, puedes volver a leerlas,
reflexionarlas y poner por escrito lo que te sugieren.
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