ALEXANDRINA MARÍA DA COSTA, Cooperadora Salesiana

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SEMBLANZA DE LA BEATA ALEXANDRINA MARIA DA COSTA
seglar, de la Unión de los Cooperadores Salesianos (1904-1955)
Fiesta: 13 de octubre
ALEXANDRINA MARIA DA COSTA nació en Balazar, provincia de Oporto y Archidiócesis
de Braga, el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo. Fue educada
cristianamente por su madre, juntamente con su hermana Deolinda. Alexandrina permaneció con la
familia hasta los siete años, luego fue mandada a Pòvoa de Varzim, en pensión con la familia de un
carpintero, para poder frecuentar la escuela elemental, que no había en Balazar. Allí hizo la primera
Comunión en 1911 y, el año siguiente, recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Obispo de
Oporto.
Después de dieciocho meses volvió a Balazar y fue a vivir con su madre y su hermana en la
localidad de “Calvario”, donde residirá hasta su muerte.
Comenzó a trabajar en el campo, pues gozaba de una constitución robusta: podía compararse con
los hombres y ganaba lo mismo que ellos. La suya no fue una niñez muy movida: dotada de un
temperamento feliz y comunicativo, era muy querida por sus compañeras. Pero a los doce años cayó
enferma: una grave infección (tal vez una fiebre intestinal tifoidea) la puso a un paso de la muerte. Superó
el peligro, pero su físico quedará marcado para siempre por este episodio.
Fue a la edad de catorce años cuando sucedió un hecho decisivo para su vida. Era el Sábado
Santo de 1918. Aquel día, ella, su hermana Deolinda y una muchacha aprendiz, estaban ocupadas en su
trabajo de costura, cuando se dieron cuenta de que tres hombres intentaban entrar en su habitación. A
pesar de que las puertas estaban cerradas, los tres lograron forzarlas y entraron. Alexandrina, para salvar
su pureza amenazada, no dudó en tirarse por la ventana, desde una altura de cuatro metros. Las
consecuencias fueron terribles, aunque no inmediatas. En efecto, las diversas visitas médicas a las que
tuvo que someterse diagnosticaron sucesivamente, cada vez con mayor claridad, un hecho irreversible.
Hasta los diecinueve años pudo todavía arrastrarse para ir a la iglesia, donde, completamente
entumecida, permanecía con gusto, con asombro de la gente. Luego la parálisis fue avanzando cada vez
más hasta que los dolores se hicieron horribles, las articulaciones perdieron su movimiento y ella quedó
completamente paralítica. Era el 14 de abril de 1925, cuando Alexandrina se acostó para no volver a
levantarse en toda su vida.
Hasta 1928 Alexandrina no dejó de pedir al Señor, mediante la intercesión de la Santísima
Virgen, la gracia de la curación, prometiendo que, si se curaba, se habría hecho misionera. Pero, apenas
comprendió que el sufrimiento era su vocación, la abrazó con prontitud. Decía: “Nuestra Señora me ha
hecho una gracia aún mayor. Antes, la resignación; luego, la conformidad completa a la voluntad de Dios;
y, finalmente, el deseo de sufrir”.
Se remontan a este período los primeros fenómenos místicos, cuando Alexandrina comenzó una
vida de gran unión con Jesús en los Sagrarios, por medio de María Santísima. Un día en que se encontraba
sola, le vino de improviso este pensamiento: “Jesús, tú estás prisionero en el Sagrario y yo en mi lecho
por voluntad tuya. Nos haremos compañía”. Desde entonces comenzó su primera misión: ser como la
lámpara del Sagrario. Pasaba las noches como peregrinando de Sagrario en Sagrario. En cada Misa se
ofrecía al Eterno Padre como víctima por los pecadores, juntamente con Jesús y según Sus intenciones.
Crecía en ella cada vez más el amor al sufrimiento, a medida que la vocación de víctima se hacía
sentir de forma más clara. Hizo el voto de hacer siempre lo que fuese más perfecto.
Desde el viernes 3 de octubre de 1938 hasta el 24 de marzo de 1942, o sea 182 veces, vivió todos
los viernes los sufrimientos de la Pasión. Alexandrina, superando el estado habitual de parálisis, bajaba
del lecho y con movimientos y gestos acompañados de dolores angustiosos, reproducía los diversos
momentos del Via Crucis, durante tres horas y media.
“Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le indicó el Señor. Desde 1934 –por invitación del
Padre jesuita Mariano Pinho, que la dirigió espiritualmente hasta 1941- Alexandrina ponía por escrito
todo lo que, vez por vez, le decía Jesús.
En 1936, por orden de Jesús, Alexandrina pidió al Santo Padre, por medio del Padre Pinho, la
consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Esta súplica fue renovada varias veces hasta
1941, por lo que la Sede Apostólica interrogó tres veces al Arzobispo de Braga sobre Alexandrina. El 31
de octubre de 1942, Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María con un mensaje
transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la Basílica de San Pedro el 8
de diciembre del mismo año.
Desde el 27 de marzo de 1942 en adelante, Alexandrina dejó de alimentarse, viviendo sólo de la
Eucaristía. En 1943, durante cuarenta días y cuarenta noches fueron controlados atentamente por médicos
competentes el ayuno absoluto y la anuria, en el hospital de la Foz do Douro en Oporto.
En 1944 el nuevo director espiritual, el salesiano Don Umberto Pasquale, animó a Alexandrina
para que continuase dictando su diario, después de haber comprobado las alturas espirituales a que había
llegado; ella lo hizo con espíritu de obediencia hasta la muerte. El mismo año 1944, Alexandrina se
inscribió en la Unión de los Cooperadores Salesianos. Quiso colocar su diploma de Cooperadora “en
lugar donde pudiera tenerlo siempre ante sus ojos”, para colaborar con su dolor y con sus oraciones en la
salvación de las almas, sobre todo juveniles. Rezó y sufrió por la santificación de los Cooperadores de
todo el mundo.
A pesar de sus sufrimientos, ella seguía interesándose e ingeniándose en favor de los pecadores y
procurando el bien espiritual de los parroquianos y de muchas otras personas que acudían a ella.
Promovió triduos, cuarenta horas y celebraciones cuaresmales en su parroquia.
Especialmente en los últimos años de su vida, muchas personas acudían a ella también desde
lejos, atraídas por la fama de santidad; y muchas atribuían a sus consejos su conversión.
En 1950 Alexandrina festejó el XXV aniversario de su inmovilidad. El 7 de enero de 1955 le fue
preanunciado que aquel sería el año de su muerte. El 12 de octubre quiso recibir la Unción de los
enfermos. El 13 de octubre, aniversario de la última aparición de la Virgen en Fátima, se la oyó exclamar:
“Soy feliz, porque me voy al cielo”. A las 19,30 expiró.
Sobre su tumba se leen estas palabras queridas por ella: “Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo
pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad por encima de ellas, pisoteadlas hasta que desaparezcan.
¡Pero no pequéis más; no ofendáis más a nuestro Jesús!”. Es la síntesis de su vida consumida
exclusivamente para salvar las almas.
En Oporto, la tarde de aquel día, 15 de octubre, los floristas se quedaron sin rosas blancas: todas
vendidas. Un homenaje floreal a Alexandrina, que había sido la rosa blanca de Jesús.
PENSAMIENTOS
de
ALEXANDRINA MARIA DA COSTA
El tiempo
 El tiempo es precioso: es un cofre de inmensos tesoros. Si lo aprovechamos bien, ¡cuánta gloria
para Jesús! ¡Qué consuelo le podemos dar y de cuántas riquezas podemos disponer para
enriquecer y embellecer nuestra alma!
Santidad
 Tu Resurrección, oh Jesús mío, resucite mi alma al amor y a la gracia que mi corazón tanto
desea. ¡Quiero ser santa!
 Sufriré para que desaparezca del mundo la vanidad, la sed de dominio, la inmodestia, el
desenfreno en el uso del dinero.
Sufriré por la expansión de las misiones a fin de que se difunda en todas partes la palabra de
Jesús, única verdad.
Sufriré por el crecimiento de la Acción Católica y de la vida eucarística en el mundo entero.
Mi deseo es que todos los hombres sean santos.
Caridad
 Querría recorrer el mundo para enjugar todas las lágrimas...
Querría difundir sobre la humanidad entera, sobre los cuerpos y las almas, la caridad de
Cristo.
Oh santa caridad de mi Señor, ¡qué hermosa eres!
 Quiero hacer el bien, mucho bien a todos, quiero consolar y confortar a los pobres: en ellos veo a
Jesús. Siguiendo su ejemplo quiero vestirlos, saciar su hambre, quiero hacer el bien al alma y al
cuerpo; no puedo soportar el saber que el prójimo se encuentra en necesidad: debo socorrerlo o
sufrir cuando no lo puedo hacer.
Mi pobre corazón, aunque malo, sufre, se siente incapaz por no poderse transformar en pan,
vestidos, alivio, alegría y bálsamo en todos los que sufren.
Jesús, quiero a todos, quiero consolar a todos por amor a ti.
Alma víctima
 El dolor es hijo del amor.
Quien ama a Jesús sufre por Él, no le niega ningún sacrificio.
¡Ah, qué hermosa y encantadora es la esposa de Jesús! Esposa que se inmola y se sacrifica .
continuamente. ¡Qué hermosa y encantadora su alma a los ojos divinos!
 Muchas veces me pregunto: “Jesús mío, ¿qué quieres que haga yo?”.
Y cada vez no oigo más que esta respuesta: “Sufrir, amar, reparar”.
 Yo quiero vivir en el dolor, para que viva y reine en todas las almas el amor.
 Quiero gritar con todas las fuerzas al mundo: yo abrazo todo este martirio de dolor con toda
alegría, porque siento que no hay nada mejor que el dolor para unirnos a Jesús.
 ¡El Crucifijo, mi Crucifijo está siempre entre mis brazos! No puedo separarme de Él.
Son Jesús y la Madre del cielo quienes me dan fuerza en mis sufrimientos.
¡Oh Jesús, en virtud de tu santa Pasión, te pido que me conviertas para siempre!
Comunión sacramental
 Gracias infinitas por haberme mandado un sacerdote para darme a Jesús.
Quien me da a Jesús me da la riqueza del cielo y de la tierra.
Es el alimento sagrado sin el cual no puedo vivir.
¡Que yo lo pierda todo, pero no la comunión; que lo pierda todo, pero que te posea a ti, oh
Jesús!
 El Todo ha bajado sobre la nada, la Grandeza ha bajado a la pobreza. El Amor ha bajado a la
frialdad, a la tibieza, a la miseria, a la indignidad.
¡Cuánto amor, oh Jesús!
Has bajado desde la mayor altura a la mayor bajeza. Oh Jesús, dame fuego, dame amor: amor
que arda, amor que aniquile.
Quiero vivir y morir de amor.
Que tu divino amor, oh Jesús, sea mi vida. Que ese amor, y sólo él, sea mi muerte.
Que yo me pierda en la inmensidad de tu Amor.
 Sentía grandes deseos de disolverme en el fuego divino y de sumergir en aquel amor los
corazones y las almas.
Unión transformante
 Yo era Jesús y Jesús era yo.
Nosotros dos éramos la misma ofrenda al Cielo.
Humildad
 Vayamos, vayamos a aprender del Niño Jesús cómo se hace la voluntad del Padre Celestial.
Vayamos a aprender cómo se practica la caridad, cómo se aman las humillaciones y los
desprecios, el silencio y la pobreza.
El Rey del cielo, el Señor de toda la tierra se ha hecho el más pequeño entre los hombres.
 Quiero ser una bolita en tus manos benditas, quiero ser trigo en el molino, quiero ser racimo de
uvas exprimido; sufrir y amar, Madre del Cielo; ésta es mi aspiración: ser una nada, una pura
nada.
 Para abatir nuestro orgullo no hay nada mejor que recibir de las criaturas grandes humillaciones.
¡Cuánto bien hacen a nuestra alma! ¡Cómo nos acercan a Dios!
Oración
 Al amanecer del día de Pascua iré en espíritu al Sepulcro de Jesús para recordarle vuestras
intenciones. No dejaré de pedirle que su Resurrección sea también la vuestra. Si queréis
encontrarme, levantaos pronto, haced en espíritu el mismo camino al Sepulcro de Jesús y allí,
en un solo corazón y una sola alma, uniremos nuestras oraciones.
 Quiero sufrir y rezar mucho por el Santo Padre.
Es padre espiritual de todo el mundo: es luz y guía de todas las almas.
Tiene necesidad de nuestra ayuda.
La sonrisa
 Soy vuestra víctima... no castiguéis al mundo... Quiero ser el pararrayos.
¡Oh Señor, pon en mis labios una sonrisa engañadora, en la que pueda esconder todo el
martirio de mi alma.
Por los jóvenes
Siento una gran unión con los Salesianos y con los Cooperadores de todo el mundo.
¡Cuántas veces miro mi diploma y ofrezco mis sufrimientos, unida a todos vosotros,
por la salvación de la juventud! Amo la Congregación, la amo tanto y nunca jamás la
olvidaré, ni en la tierra ni en el cielo
Oración:
BEATA ALEJANDRINA MARIA DA COSTA
seglar – cooperadora salesiana
(13 octubre)
Dios, Padre bueno,
que has dado la persona de Alejandrina María
a tu Iglesia,
unida íntimamente a la Pasión de tu Hijo,
para que, en todos los rincones del mundo,
se encienda el amor a la Eucaristía
y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Haz que seamos, también nosotros, morada de tu Espíritu
y testigos apasionados de tu amor misericordioso.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios,
y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Alejandrina Da Costa,
pasión de mar y de tierra
Por Francisco Rodríguez de Coro S.D.B., historiador.
Alejandrina María da Costa nació en la parroquia de Balasar, provincia de Oporto, el
30 de marzo de 1904. Era miércoles santo.
Abrir los ojos en Portugal es abrirlos al mundo entero. ¿Puede tener miedo un pez si
se le amenaza con tirarle al mar? Peces son todos los portugueses y por toda la mar oéana.
Alejandrina, educada en la fe práctica y sencilla de su familia, acumulaba
conocimientos, luego aprendió a crecer y después a convertir.
Un día que se encontraba cosiendo en casa con su hermana y una amiga, fueron
asaltadas por unos jóvenes. Su hermana y la amiga pudieron escapar por la puerta,
Alejandrina tuvo que arrojarse por la ventana y cayó al huerto desde cuatro metros de
altura. Tenía 14 años.
“Poco tiempo después –dice ella- comencé a sentir fuertes dolores y me vi obligada
a pasar en cama largas temporadas...”
Tuvo que cambiar de rumbo en su navegación. Alejandrina se quedó paralítica del
todo. No importaba. Alejandrina, desde su lecho, va a tener en sí toda la fuerza definitiva
para ir a todas partes. Que los mejores mundos se sueñan. Que no hay viajes maravillosos,
que los maravillosos son los viajeros.
Desde el 27 de marzo de 1942 hasta el 13 de octubre de 1955, Alejandrina sólo se
alimentó de la Eucaristía. Trece años de ayuno absoluto y cuatro mil páginas de alta mística,
dictadas a su hermana Deolinda, son el balance sorprendente de esta cooperadora salesiana.
El que fuera una mujer recluida y paralizada no prueba nada contra el despliegue geográfico
e histórico de su pasión: Jesucristo.
La pasión de Alejandrina, “pasión de la mar y de la tierra”: Jesucristo, es lo que
certifica a Alejandrina como verdadera.
Le decía a su confesor, el salesiano Humberto Pasquale:
- Me siento muy unida a los salesianos y a los cooperadores de todo el mundo. ¡Cuántas
veces fijo la vista en mi diploma de cooperadora y ofrezco mis sufrimientos, unida a todos
ellos, por la salvación de la juventud.
En “sufrir, amar, respetar” encontró Alejandrina la vibración útil de su vida, de su
navegación. La causa de su beatificación se inició el año 1967 en Braga y se clausuró en
1973. En el Portugal contemporáneo sonó siempre el esquileo de su voz con impacto
universal. Pío XII así lo reconocía. La parálisis enjoyó su verdad y su pasión por Jesucristo
profundizó la vida de toda la Iglesia. Roma empieza a empuñar su nombre con tanto interés
que ha aprobado sus escritos, recogidos en dieciocho volúmenes. Roma ya ha hablado y
seguirá hablando. Por de pronto será beatificada el próximo 25 de abril de 2004.
Entrevista de ANSMG al inspector de Portugal D. Joaquim Mendes
¿Cuál es la aportación específica de Alejandrina a la espiritualidad salesiana?
La primera aportación específica es el amor a la Eucaristía. Ella vivió este amor a Cristo
eucarísticos, pasando la mayor parte de la jornada rezando en dirección al tabernáculo
de la iglesia de Balasar. Además de esto, comulgaba diariamente, y pasó trece años
alimentándose sólo del pan eucarístico. También quiso que su tumba estuviera en
dirección al tabernáculo. Aportó, además, también una característica específica,
demostrando que se puede vivir la amabilidad salesiana en medio del sufrimiento. Ella
pedía al Señor que la diera una ‘sonrisa engañadora’ para poder acoger con dulzura y
sencillez a las muchas personas que iban a visitarla. Una de sus biografías se titula
“Detrás de una sonrisa”
¿Cuáles son los elementos más actuales de la vida y espiritualidad de Alejandrina?
Uno de los elementos más actuales es su defensa del valor de la virginidad. Y porque un
día tres hombres que la perseguían, se tiró desde una ventana, quedó marcada para toda
su vida. Es un aspecto muy actual en una sociedad marcada por la falta de valores por
los que dar la vida. Otro elemento actual es el gran amor por la Iglesia y, a pesar de la
incomprensión del arzobispo de Praga y de sus sacerdotes, ella nunca se lamentó ni
permitió que se les criticara. otro elemento también fue el manifestar que se puede ser
cristiano sereno y feliz, también en el sufrimiento.
¿Cómo presentarla a los jóvenes y a la gente?
Creo que se la puede presentar como una joven que, como ellas, buscó la felicidad. Para
encontrarla siguió el camino de la santidad, teniendo como alimento el Pan eucarístico.
El hecho de permanecer inmovilizada en una habitación durante 30 años no la impidió
amar la vida y sonreír. Supo aceptar las situaciones dramáticas del sufrimiento conla
actitud de una gran esperanza pascual.
¿Cómo es posible vivir la espiritualidad salesiana en el sufrimiento y en la inactividad
como hizo Alejandrina?
Ciertamente que se puede vivir la espiritualidad salesiana en el dolor como hizo
Alejandrina, pues cultivó la unión con Dios a través del diálogo sencillo y cordial con
Cristo presente en la Eucaristía, mantuvo la actitud de la amabilidad escondiendo el
dolor detrás de una sonrisa, sintió la alegría de compartir todo lo que tenía con los
pobres y necesitados muriendo pobre, nunca se dejó perturbar por las contrariedades y
persecuciones, pues confiaba en Dios Padre. Soportó todo con la certeza de que de esa
forma contribuía a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. Fue una Cooperadora
Salesiana que sin leer tratados de espiritualidad, vivió el espíritu salesiano en el
heroísmo de cada día, obligada a estar en el lecho del dolor, completó en su cuerpo lo
que faltaba a la Pasión de Cristo.
A su director espiritual, el salesiano Humberto Pasquale –“mi cirineo en las horas más
trágicas de mi vida (1944-48)”le confesó: “Siento una gran unión con los salesiano y
con los cooperadores de todo el mundo. ¡Cuántas veces miro mi diloma de pertenencia
y ofrezco mis sufrimientos, unida a todos ellos, por la salvación de la juventud. Amo a
la Congregación. La amo muchísimo y nunca la olvidaré ni en el cielo ni en la tierra”.
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