¿DE DÓNDE PROCEDE? •

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• ¿DE DÓNDE PROCEDE?
La cuna del humanismo es Italia, surge entorno al año 1300 en las ciudades−estado italianas, vinculado a la
vida civil y al fenómeno del mecenazgo. Los centros de este movimiento fueron Roma (la corte pontificia) y
los palacios principescos de Florencia, Ferrara, Urbino, Mantua y Nápoles, de cuyo ejemplo salieron
posteriormente las ciudades universitarias. El primer periodo del humanismo italiano (segunda mitad del siglo
XIV) esta representada por los seguidores de Petrarca y durante este periodo se instalaron nuevas bibliotecas
(Vaticana en 1480) y prepararon para la imprenta nuevas ediciones de autores clásicos. Más adelante, con la
caída de Constantinopla en poder de los turcos (1453), los bizantinos se trasladan a Italia y dan a conocer la
literatura clásica en lengua griega, bien directamente o a través de traducciones.
El desarrollo del humanismo coincide en el tiempo con un periodo de profunda mutación: el paso del
feudalismo a un capitalismo incipiente, de la cristiandad medieval a la Reforma y Contrarreforma, de la
disgregación del poder político a la concentración en el Estado moderno, de la vida rural a la vida urbana u
otras transformaciones de inmensa trascendencia. Así el humanismo será revalorizado coincidiendo con el
progresivo desplazamiento de los objetivos y fines de la cultura, motivado por el desarrollo de la burguesía
urbana.
• ¿QUÉ ES EL HUMANISMO?
El término humanismo, de gran amplitud, reune tres dimensiones que, desde un punto de vista histórico, se
hallan en estrecha relación: una filosófica; como expresión programática de un ideal humano, otra
pedagógica; como sistema educativo basado en el estudio de las humanidades, y otra histórico−cultural, como
caracterización de un movimiento intelectual y literario que cronológicamente corresponde al Renacimiento.
El ideal humanista se centró en el estudio de la realidad, en los viajes que permitían una apertura del
conocimiento, en el interés por la historia y la geografía y en una religiosidad ávida.
LOS STUDIA HUMANITATIS
Hay que señalar que la voz humanismo es de acuñación relativamente reciente. Forjada en 1808 por el
educador alemán F. J. Niethammer, surge en principio en su aceptación pedagógica para designar a los
estudios lingüísticos, por oposición a los científicos y técnicos. Esta acepción ofrece paralelismos con el
término studia humanitatis que desde autores latinos como Aulo Gelio y Cicerón se aplicaba a la formación
articulada entorno a cinco disciplinas del lenguaje: gramática, poética, retórica, historia y filosofía moral.
En relación con la reorientación pedagógica y cultural de la época surge en el Cuatrocento el término
humanista como denominación del profesional − maestro y erudito − de los studia humanitatis. En 1859 el
término humanismo se usa en historiografía literaria para caracterizar culturalmente el periodo protagonizado
por los humanistas, por sus ideas profesionales, sus intereses intelectuales y sus producciones literarias, que
abren camino a la Modernidad. Se trataba, en esencia, de un amplio programa educativo que tenia por objetivo
el cultivo de las facultades del hombre a través de los studia humanitatis, centrado en el estudio de los textos
clásicos. Se contempló no sólo como la exhumación de una civilización ejemplar, sino también como el
alumbramiento de un mundo capaz de competir con ella. La reivindicación de un enfoque lingüístico y
literario de la educación guarda íntima relación con el concepto latino de humanitas, cualidad que para los
antiguos media la superioridad del hombre con las restantes criaturas y que residía en la ratio, la razón, cuyo
instrumento esencial es el lenguaje: a través de la palabra, de las letras, el hombre puede adquirir y expresar
todo saber. Humanistas como Poliziano, Lorenzo Valla, o Nebrija exaltan el ars grammática como núcleo de
la actividad intelectual.
Frente al esoterísmo escolástico, los humanistas predican que las artes del lenguaje, adquiridas mediante la
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lectura, el comentario exhaustivo y la imitación de los grandes autores − especialmente poetas historiadores y
moralistas−, deben ser llave de todo conocimiento. La filología, apuntalad en un agudo sentido de la historia,
se erige así en una vía para el análisis de la realidad. Los studia humanitatis, combinación peculiar y única de
intereses intelectuales, dejaron su señal sobre todo el periodo fuera incluso de los estudios humanistas: todas
las artes y las ciencias resultaron influenciadas por esta nueva corriente.
REPERCUSIONES DE ESTE MOVIMIENTO
El enfrentamiento con los textos clásicos produjo la creación de una metodología de crítica histórica y
filológica que, además de marcar el posterior desarrollo de estas disciplinas, constituyó una aportación
decisiva en la génesis del pensamiento moderno, tanto por las pautas mentales que de por sí conllevaba (
crítica, conciencia histórica, ruptura con el principio de autoridad y el texto canónico, etc.), como por haber
planteado gracias a las nuevas fuentes y a la nueva actitud ante ellas, un marco nuevo para la reflexión
filosófica y científica. De hecho, el interés por los clásicos −la vuelta a las fuentes originales del saber− no fue
meramente erudito, sino que tendió a servir a un designio práctico de carácter humano cívico. Si en un primer
término se pretendía disciplinar el lenguaje y la razón a través de la imitación formal de textos modélicos,
pronto la admiración se prolongó de la forma al contenido de esos textos, hasta informar toda la vida
intelectual con su extensión a otros campos del saber. El contacto con estas fuentes va desarrollando un
criterio vital, una nueva visión del hombre, de la cultura, de los fines de esta y de sus contenidos prioritarios y
fundamentales. Ya desde Petrarca, el primer gran representante del movimiento, el Humanismo aparece como
una reivindicación y un programa a realizar, en conflicto con los planteamientos tradicionales del medievo.
Frente al teocentrismo medieval, los humanistas reclaman para el hombre, ser racional y lingüístico, un puesto
central en la Creación como creador él mismo y sujeto de praxis (práctica). A esta dimensión práctica del
Humanismo se debe la importancia prioritaria concedida a la educación y al problema de la expresión, que se
materializa en una iniciación de todos los elementos implicados en la comunicación. La concepción
experimental del lenguaje como servidor de la razón explica la atención prestada a la lengua, tanto latina
como vernácula, y a su perfeccionamiento,
La corrección y la elegancia de estilo se convierten en requisitos ineludibles de toda manifestación oral o
escrita. Y ello porque el lenguaje es también una herramienta para la creación.
Los designios del humanismo supusieron todo un programa de producción literaria que implicaba la
prescripción de modelos y de géneros, la propuesta de temas y tonos, a la vez que brindaba instrumentos
gramaticales y retóricos para el análisis de la expresión. A este programa contribuyeron los humanistas
italianos con la recuperación de textos clásicos, tanto latinos como griegos, recuperación que muchas veces
supone una presentación actualizada y viva de los mismos guiada por un criterio práctico.
La misma actitud subyace en la aproximación de los humanistas a los textos sagrados. Se busca restituir el
mensaje cristiano en su auténtica pureza con le objeto de lograr una síntesis de los mejores pensamientos
humanos en torno a una filosofía de Cristo y así facilitar el acercamiento a Dios. El humanismo religioso
erasmista (Erasmo de Rótterdam) sirviéndose del método exegético de las humanidades, supuso de hecho un
replanteamiento en los términos de la relación del hombre con Dios que, en última instancia, cuestionaba el
papel mediador−tutelar de la Iglesia y, llevado a sus últimas consecuencias, conduciría al cisma protestante.
Por otra parte, la insistencia humanista en el hombre como sujeto de praxis, da lugar al desarrollo de las
disciplinas que se ocupaban del homo faber, hacedor de un mundo y de su fortuna, que contemplaba la ética
como norma para hacerse a sí mismo y la política como instrumento de gestión del Estado, aspecto que
encuentra un desarrollo ejemplar en el humanismo civil de Coluccio Salutati y sus discípulos. La humanitas,
que dignifica al hombre, no se concibe sólo como una cultura obtenida por el ejercicio de la razón a través del
lenguaje, sino además como una forma de civilización, una conducta privada y pública que atiende tanto a la
perfección individual como al bienestar de la comunidad. El practicismo humanista, que atiende a formar la
doble dimensión − humana y cívica− del hombre, implica un intento de articular la cultura y el ideal clásico
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con las solicitaciones y realidades de su presente histórico.
Los cambios que se sucedieron en esta época se acompañan de cambios sustanciales en todos los dominios: en
las artes, en la filosofía, en el pensamiento religioso, en la ciencia y la técnica ( la revolución científica de los
siglos XVII y XVIII es indisociable de la cultura humanística, que puso sus bases y condiciones de
posibilidad), y, finalmente en la extensión del mundo conocido y su lugar en el cosmos tras la revolución
copernicana. En este panorama histórico, el Humanismo aparece como una cultura básicamente integradora
que busca armonizar las actitudes intelectuales y vitales del mundo antiguo con las condiciones de un presente
en mutación, todo ello enmarcado en las coordenadas culturales de la Iglesia y del pensamiento cristiano,
síntesis a menudo problemática y, en último término, imposible, pues si por un lado actúa como catalizador de
las mutaciones históricas, a la vez es agente de las mismas.
PRINCIPALES HUMANISTAS
Entre los principales humanistas italianos se encuentran Petrarca y sus seguidores como Coluccio Salutati
(1331−1406), Lorenzo Valla, León Battista Alberti, Giovanni Pico Della Mirándola, Leonardo Da Vinci y en
el segundo periodo: Maquiavelo, Cellini, Aretino, Ruzzante, Tasso, Giordano Bruno, Flavio Biondo
(1392−1463), Marsilio Ficino (1433−99) y Lorenzo Bruni (1347−1444).
Humanistas españoles son , entre otros, Elio Antonio de Nebrija (1442−1522), Juan Luis Vives, Francisco
Sánchez de Brozas (1523−1601), Benito Arias Montano (1527−98), Alfonso de Valdés (1490−1532) o Pero
Mexía (1497−1551). Del humanismo portugués cabe destacar a Joâo Barros (1496−1570) y Antonio Ferreira
(1528−69).
Uno de los humanistas Europeos más importantes fue el holandés Erasmo de Rótterdam (1467−1536).
También tuvo trascendencia en el humanismo europeo el inglés Tomás Moro (1478−1535).
Otros humanistas de renombre son el francés Guiullaume Budé (1468−1540) y el alemán Johannes Reuchlin
(1455−1522).
Como conclusión se podría añadir que el Humanismo, programa teórico y praxis de los cultivadores de los
studia humanitatis que se manifiesta como modelo y núcleo de las innovaciones renacentistas y, como
movimiento cultural que concibe una idea del mundo centrada en el hombre, puede considerarse como el
origen del pensamiento moderno.
Bibliografía
• Diccionario enciclopédico Espasa, tomo 13. Editorial Espasa−Calpe S.A. Madrid 1992.
• Nueva acta 200, literatura y artes 2. Editorial Rialp. Madrid 1982.
• Humanismo: aspecto intelectual del Renacimiento, guía escolar Vox, Literatura. Editorial Bibliograf.
• Gran Vox, tomo 5. Editorial Bibliograf. 1998.
• Historia universal comparada, tomo V :1250 al 1700 de nuestra Era. Editorial Plaza & Janes.
Barcelona 1987.
indice
• ¿De dónde procede?
• ¿Qué es el humanismo?
♦ Los studia humanitatis
♦ Repercusiones de este movimiento
♦ Principales humanistas
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