MUJERES DE LA HISTORIA DE CHILE En la llamada "historia oficial" de nuestro país, las historias regionales no han sido interpretadas o consideradas; como tampoco han sido consideradas las de muchos actores sociales que se han ubicado fuera de aquellos sectores que detentan el poder y que generalmente son los que la han "oficializado". La historia de nuestro país no es sólo una, no es homogénea, no es la oficial que indefectiblemente es patriarcal y propia de la dominación. En Chile han tenido lugar muchas otras historias a las que debemos dar cabida y legitimidad. Como dice Max Salinas, "otros sujetos y no sólo el blanco, varón y adulto, han tenido su propia historicidad". Pensar una historia nacional presupone que estén representados todos los actores del país, sin exclusiones; situación que, por lo menos hasta ahora, de la forma en que la historia de Chile está construida, no ha sido satisfecha. Uno de estos actores, actrices, que han sido invisibilizadas de nuestra historia hemos sido, sin duda, las mujeres. Cuando se escribe sobre acontecimientos de la historia nacional o local, existe la tendencia de mostrar sólo los grandes hombres o sintetizar en ellos, la expresión de lo que el conjunto de la sociedad vive. La historia oficial, así como la generación de conocimientos, han tenido como principal referente las actividades desarrolladas por los hombres al adjudicarle a esta categoría la universalidad de la especie humana. Este plural, hombres, incluyendo ambos géneros, más que un problema de semántica evidencia la invisibilidad en que se coloca a las mujeres, en sociedades como la nuestra, de la vida pública u oficial. Esto no quiere decir que las mujeres no han participado, sino simplemente, que no han sido consideradas oficialmente, como actrices de esta historia. En palabras de Claudia Echeverría, "Ellas parecen ser sólo personajes, siempre a la sombra, privadas de toda identidad autoconstruida e invisibilizadas de los anales de cualquier historia". Durante las últimas décadas, nuevas tendencias en las ciencias sociales están contribuyendo a hacer visible una realidad mucho más compleja y cambiante, en donde es posible conocer su verdadera participación en los procesos sociales y reconocer el protagonismo histórico de las mujeres. Durante los 50 primeros años del siglo XX, el aspecto más destacable de la historia de la mujer chilena corresponde a la llamada «emancipación femenina» entendida como el proceso -aún inconcluso- del progresivo ingreso de la mujer al mundo del trabajo, de la cultura y a una participación cada vez más activa en política. Y la superación de su rol tradicional en el hogar. A principios del siglo XX la mujer estaba relegada a un discreto segundo plano. Cuando contraía matrimonio, quedaba bajo la potestad del marido y si trabajaba no tenía derecho a disponer de su salario. Con algunas excepciones en el siglo XIX, en 1913 aparecen en Chile los primeros movimientos femeninos organizados: clubes y asociaciones de mujeres que buscaron mejorar la situación de la mujer y democratizar la sociedad. Una de las principales razones que explican este «despertar» sería la toma de conciencia, por parte de un número creciente de mujeres, de las limitaciones impuestas a su educación, por lo menos entre los estratos medios. Aunque el 6 de febrero de 1877 se dictó el Decreto Amunátegui (firmado por el entonces Ministro de Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, bajo la presidencia de Anibal Pinto), que otorgó a la mujer el derecho a ingresar a la Universidad, en la práctica la educación continuó, por una cuestión de hábitos y costumbres, reservada a los varones. Sólo entre las clases acomodadas la mujer podía tomar lecciones de música, leer a los poetas greco latinos y alguna novela francesa de carácter romántico y educativo. Para su formación normal debía aprender «labores de mano y los buenos modales de una dama», como preparación para el matrimonio. También, y como parte de la formación religiosa, debía conocer el Catecismo y las vidas ejemplares de los santos. La mujer de escasos recursos no tenía otro acceso a la cultura que la vía oral, ni más conocimientos que la sabiduría popular. Aunque Chile aparece como pionero en cuanto a la formación de mujeres profesionales -en 1887 se titularon de médicos Eloísa Díaz Insunza y Ernestina Pérez Barahona, las primeras de Chile e Hispanoamérica-, la verdad es que éstas no eran bien miradas y se ejercía una evidente presión psicológica sobre ellas. Escribir o traducir un libro en esos años era inadmisible para una mujer. En efecto se las sancionaba por el simple acto de leer o estudiar. Las primeras organizaciones de mujeres en Chile fueron los Centros Femeninos. Se forman en 1913 en Iquique, Antofagasta y las principales oficinas salitreras. En la zona se habían concentrado muchas familias obreras y comenzaba a desarrollarse el sindicalismo chileno, con Luis Emilio Recabarren a la cabeza. Recabarren, fundador (Iquique, 1912) del Partido Obrero Socialista, siempre alentó la «emancipación femenina». Pensaba que a la mujer era necesario «educarla, librarla del fanatismo religioso y de la opresión masculina». En su periódico «El Despertar de los Trabajadores», dedicó numerosas páginas a las «nuevas ideas de la liberación femenina» y a las actividades de las sufragistas inglesas, quiénes consiguieron, en Inglaterra, el voto para las mujeres mayores de 30 años en 1918 y la completa igualdad electoral en 1928. Pero quizás no hubieran prosperado estos Centros Femeninos en el Norte sin el aliento de la española Belén de Zárraga. Fogosa oradora feminista, anarquista, libre pensadora y anticlerical, quien visitó Chile en 1913, ofreciendo conferencias en Santiago, Valparaíso, Antofagasta e Iquique. Para graficar sus puntos de vista, en una de sus charlas Zárraga señaló que «en un concilio del siglo VI se sometió a discusión si la mujer tenía alma. Y sólo por dos votos a favor quedó resuelta esta duda». La labor de estos Centros Femeninos, se desarrolló entre los años 1913 y 1915, decayendo después, junto con la explotación salitrera. Hacia 1921 se fundaron en Iquique la «Federación Unión Obrera Femenina» y el «Consejo Federal Femenino», anarco sindicalista la primera y socialista el segundo. En lo sucesivo, se originan en Santiago las principales iniciativas en favor de la mujer. En 1915 -para «charlar, leer, beber una taza de té, celebrar de vez en cuando una fiesta social y cambiar sanos y serenos propósitos domésticos»- las damas católicas de la aristocracia santiaguina forman el Club Social de Señoras, agrupación que se distingue de las numerosas instituciones benéficas del siglo XIX por sus fines culturales. Su fundadora fue Delia Matte de Izquierdo. El Club de Señoras expresaba la inquietud de las mujeres de los sectores más acomodados, que veían con alarma aparecer -entre los estratos mediosmujeres profesionales, que en número creciente se incorporaban a la educación y a la cultura. Inés Echeverría, una de sus miembros -quien escribía en La Nación con el pseudónimo de Iris-, señala: «para nuestra sorpresa han aparecido mujeres perfectamente educadas, con títulos profesionales, mientras nosotras apenas conocemos los Misterios del Rosario... Tememos que si la ignorancia de nuestra clase se mantiene dos generaciones más, nuestros nietos caerán al pueblo y viceversa». Participa del Club de Señoras Martina Barros -una de las primeras intelectuales chilenasquién traduce, con el título de «La Esclavitud de La Mujer», «The Subjection of Women», del filósofo inglés John Stuart Mill. En sus memoria M. Barros apunta: «Mis compañeras me miraban con frialdad... y las señoras con la desconfianza con que se mira a una niña peligrosa». No sólo los hombres rechazaban la «emancipación de la mujer». La mayoría de las mujeres pensaba de igual manera, de acuerdo con la mentalidad de la época. En principio el Club de Señoras buscaba exclusivamente progresos culturales para la aristocracia, sin embargo hacen suyos ideales democráticos y por su influencia, en 1917, la fracción más joven del Partido Conservador presenta al Congreso el primer proyecto de ley para dar derechos de ciudadanía a las mujeres. Ese mismo año, pero entre las mujeres laicas de las capas medias, con inspiración en los «Readings Clubs» de Estados Unidos, se forma el Círculo de Lectura. En su fundación y directiva aparece Amanda Labarca, gran escritora y educadora. Militante Radical. Labarca, quién dirige el periódico del Círculo, «Acción Femenina», fue la primera latinoamericana en ejercer una cátedra universitaria e impulsará, en 1932, la creación del Liceo Experimental Manuel de Salas. Se la considera una gran precursora del movimiento femenino en Chile. Del Círculo de Lectura se desprende, en 1919, el Consejo Nacional de Mujeres. Participan Amanda Labarca y Celinda Reyes. Tres años después presentan un proyecto sobre derechos civiles, políticos y jurídicos. E inician gestiones que culminarán el año 1925 con el Decreto Ley conocido como Ley Maza (por el senador José Maza), que restringe en el Código Civil las atribuciones de la patria potestad de los padres, en favor de las madres; se habilita a las mujeres para servir de testigos y se autoriza a las casadas para administrar los frutos de su trabajo. Fueron apoyadas por Pedro Aguirre Cerda y Arturo Alessandri, entonces Presidente de la República. En el ámbito obrero, en 1917 se crea el Consejo Federal Femenino (al interior de la Gran Federación Obrera de Chile). Su objetivo: «mejoramiento cultural y acción mancomunada de trabajadoras». Hacia 1920 reaparece con el nombre de Gran Federación Femenina de Chile. El año 1922 se crea el Partido Cívico Femenino (PCF). Participan Ester La Rivera de Sanhueza, fundadora y primera presidenta, Elvira de Vergara, Berta Recabarren, Graciela Mandujano y Graciela Lacoste. Radicales, laicas o de un catolicismo moderado. Editan la revista «Acción Femenina» durante 14 años, alcanzando a tirar 10.000 ejemplares. Se expresan con singular discreción: «el feminismo no desea violencias. La mujer moderna no pide nada injusto ni abusivo. Queremos que se conozca a la mujer como algo más que un objeto de lujo y placer...». El PCF plantea el voto femenino subordinado a la educación cívica. «Primero educar y luego decidir». Trabajan, entre otros objetivos, por el voto municipal, a modo de «ensayo - aprendizaje». En rigor, la Constitución vigente desde 1833 no excluía el voto femenino, pero cuando en 1875 algunas mujeres en San Felipe y La Serena acudieron a votar en las elecciones presidenciales no pudieron hacerlo. Y en 1884 se dictó una nueva Ley de Elecciones que, en su artículo 40, prohibía expresamente el voto femenino. Hacia 1924 aparece el Partido Demócrata Femenino. Participan Celinda Arregui, E. Brady, G. Barrios, Rebeca Varas y otras. El Partido presenta a la Junta Militar de Luis Altamirano un proyecto para modificar la Ley Electoral. La Convención de la Juventud Católica Femenina, realizada en Santiago en 1922 y el Congreso Panamericano de Mujeres, celebrado en esta misma capital el mismo año, también solicitaron los derechos políticos de la mujer. A principios de 1925, el Partido Demócrata Femenino, presentó otro proyecto de Ley Electoral a la Junta de Emilio Bello Codesido, «suprimiendo la palabra varones y dejando ciudadanos chilenos». Luego piden la participación de mujeres en la Comisión Consultiva de la Asamblea Constituyente que elaboraría la nueva constitución, conocida posteriormente como la Constitución del 25. Durante esta etapa se conjugan tres tipos de organizaciones femeninas. Siguen desarrollándose numerosas agrupaciones benéficas, culturales, religiosas, deportivas y laborales, como el Consejo Femenino de la Defensa Civil, en pleno apogeo de la Segunda Guerra Mundial, para organizar la población ante un «inminente ataque al territorio nacional». El Comité de Ayuda a las Democracias, que hace colectas y campañas en favor de los países aliados. Y el Comité de Mujeres pro Ayuda y Defensa de los Ferroviarios, en el año 1936, con ocasión de una gran huelga de ese gremio. Un segundo tipo de organización buscaba la plenitud de los derechos civiles y políticos para la mujer. Por último, comienzan a formarse las ramas femeninas de los partidos políticos. A fines de 1927, con ocasión de las celebraciones del cincuentenario del Decreto Amunátegui, se funda en Valparaíso la Unión Femenina de Chile. Trabajan hasta 1938 por reivindicaciones civiles y políticas, entre muchas otras tareas. Fue una organización de elite -constituida fundamentalmente por mujeres profesionales- que influyó en la opinión pública de ese puerto, sobre todo a través de su periódico homónimo y de su dirigente, Graciela Lacoste. En agosto de 1931 se fundó la asociación nacional de mujeres universitarias para extender las oportunidades culturales, económicas, cívicas y sociales de la mujer. Su presidenta fue una de las primeras médicos de Chile, Ernestina Pérez. Participan Amanda Labarca, Elena Caffarena, Irma Salas y Elena Hott. En 1934, durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri, se dicta la Ley 5357 que otorga a la mujer derecho a elegir y a ser elegida en los comicios municipales. Y el 7 de abril de 1935 participan por primera vez en una elección. Se presentan 98 candidatas, siendo elegidas 26. Sin embargo, condicionadas por su rol doméstico, proporcionalmente pocas mujeres se interesaron en participar. De gran trascendencia en la historia de la luchas femeninas en Chile, el 11 de mayo de 1935 se crea el Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, MEMCH, con presencia lo largo de todo el país. En 1940 contaba 42 comités locales de Arica a Valdivia. A través del periódico «La Mujer Nueva» y en múltiples reuniones públicas el MEMCH se pronuncia por la protección de la madre y defensa de la niñez; por que la mujer pueda ocupar cualquier cargo rentado e igualar los salarios con el hombre. La sociedad chilena todavía mantenía la opinión de que el trabajo remunerado en la mujer era accidental, semiclandestino y generalmente se aceptaba para que «ella pudiera ayudarse en sus gastos». El MEMCH aboga también por la defensa del régimen democrático y por la paz. Asimismo propiciaron la «emancipación biológica», es decir, contra la maternidad obligada, proponiendo la divulgación estatal de métodos anticonceptivos. Plantean los temas del aborto clandestino, de la prostitución, de la madre soltera, el divorcio legal, etc. La prensa tradicional llama a «no dejarse sorprender: se trata de comunistas que están contra la familia, la moral y la naturaleza y que persiguen objetivos disparatados y absurdos». En 1938 llega a la presidencia de la República Pedro Aguirre Cerda, gran defensor de los derechos femeninos. En 1941, en un mensaje dirigido a la cámara de diputados, el Presidente, electo con apoyo femenino, afirma: «La Constitución Política del Estado dispone que son ciudadanos con derecho a sufragio los chilenos que hayan cumplido 21 años de edad, sepan leer y escribir y estén inscritos en los registros electorales. (...) comprende, sin lugar a dudas, a los individuos de ambos sexos». Finalmente Aguirre Cerda presentó un proyecto de Ley Electoral, redactado por Elena Caffarena y Flor Heredia, que otorgaba el voto a la mujer. En 1944 se realiza en Santiago el Primer Congreso Nacional de Mujeres. Una de sus principales consecuencias fue la creación de la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, FECHIF, la cual emprende una gran campaña por los derechos políticos. Preside Amanda Labarca. En abril de 1945 se realiza un foro con presencia de diversas organizaciones políticas, sociales y culturales, además de destacadas personalidades. Y en junio la FECHIF presenta al Senado un proyecto de ley sobre el voto femenino, con la firma de senadores de todas las tendencias. Desde las primeras incursiones femeninas en elecciones municipales, queda en evidencia que la mujer debía acceder a la totalidad de sus derechos políticos. Pero aún tendrían que pasar otros cuatro años para que la cuestión fuera discutida a fondo. Entre tanto muere en ejercicio de sus funciones Pedro Aguirre Cerda. El 15 de noviembre de 1945 Gabriela Mistral obtiene el premio Nobel de literatura. El mismo año, Horacio Walker, senador conservador, expresa que «... el sufragio ha sido ejercido sólo por el 8,4 por ciento de la población del país, bases políticas estrechas que urge ampliar (...) es indispensable incorporar a la mujer a la ciudadanía política, que contribuye al 51 por ciento de la población chilena...» Por otra parte, desde 1924 (Conferencia Panamericana) Chile había aceptado recomendaciones internacionales sobre los derechos políticos de la mujer. En 1946 el senador liberal José Maza adhirió a esta causa, planteando, entre otros argumentos, la necesidad de poner al día nuestra legislación con respecto a las democracias del mundo. Salvador Allende, entonces senador socialista, manifestó que en su partido era normal considerar a la mujer con los mismos derechos que al hombre. Rudecindo Ortega, senador radical, también se pronunció favorablemente. El trabajo que las organizaciones femeninas habían emprendido en 1913 comenzaban a fructiferar. En las elecciones municipales de 1947 Julieta Campusano es elegida Regidora por Santiago. En 1948 se suma a la acción el Partido Femenino Chileno, segundo partido femenino de la historia chilena, que llegó a contar 27 mil integrantes. Este año se dicta la Ley de Defensa de la Democracia, llamada «Ley Maldita», que pone fuera de la ley al Partido Comunista. Se constituye el Comité Unido Pro-Voto Femenino para iniciar una campaña nacional para apresurar el despacho del proyecto de ley sobre el voto femenino. Preside el Comité Aída Yávar y lo integran la FECHIF, Acción Católica Femenina, el MEMCH, el Partido Femenino, delegadas de todos los partidos políticos, mujeres independientes y comités de estudiantes universitarias. Cora Carreño, representante de las universitarias dice: «Queremos hacer sentir a los señores congresales que tras el movimiento hay un espíritu fuerte, una voluntad inquebrantable para conseguir, hoy, la plenitud de nuestro pensamiento y acción políticos...» La Cámara de Diputados demora dos años la discusión del proyecto, a pesar de que el Presidente González Videla urgía su despacho, tanto para cumplir con el compromiso adquirido con la mujeres durante su campaña, como el compromiso de la Nación con Naciones Unidas, en el sentido de no discriminar por diferencias sexuales. En Valparaíso se celebra el II Congreso Nacional de Mujeres, presidido por Amanda Labarca. Durante la sesión de clausura una mujer que había trabajado durante la campaña de González Videla, acusa al presidente de traicionar al pueblo. González Videla amenaza con «sacar a los soldados». La FECHIF expulsa de sus filas al Partido Comunista. Y el MEMCH se retira de la Federación. Pese a la crisis al interior del movimiento, en 1948 se realiza una Asamblea Nacional de dirigentes de las diversas organizaciones femeninas, de la que surge el Comando Unido Nacional Pro-Voto Femenino, que realiza foros y propaganda. El 15 de diciembre de 1948 la Cámara de Diputados despacha el proyecto para su último trámite en el Senado. Las mujeres asistentes, en tribunas y galerías, aplauden y entonan de pie la Canción Nacional. El 21 de diciembre el Senado acoge el proyecto con todas las modificaciones hechas por la Cámara. Por fin el 8 de enero de 1949 el Presidente Gabriel González Videla estampó su firma en el texto que concedía la plenitud de derechos políticos a la mujer. Con este motivo se realizó una gala en el Teatro Municipal, con la participación del Presidente González Videla, de su esposa Rosa Markmann, ministros, parlamentarios, dirigentes de la FECHIF y gran cantidad de público. Flor Heredia, Elena Caffarena y otras destacadas dirigentes son excluidas. Culminaban así 50 años de luchas femeninas. En 1950 la radical Inés Enríquez es elegida diputada por Concepción, convirtiéndose así en la primera parlamentaria chilena. Y dos años después, en 1952, las mujeres participan por primera vez en la historia de Chile en una elección presidencial. ALGUNAS MUJERES DESTACADAS María de la Cruz Toledo: 1912-¿? Primera mujer que llegó al Senado Nació en 1912, en Chimbarongo. En su ficha parlamentaria se dice que de profesión era escritora y la única actividad que se le conoce, independiente de su labor en la política, es que fue empresaria de la industria gráfica. Fue la fundadora del segundo partido femenino de la historia de Chile, el Partido Femenino Chileno (1946-1954). Esta organización dirigida por ella aspiraba a que la mujer no sólo tuviera derechos políticos sino que también supiera hacer uso de ellos. Sin orientación ideológica definida, bastaba ser mujer para unirse a su acción. “...No somos de izquierda ni de derecha. Los hombres se dividen por la idea, nosotros nos unificamos por el sentimiento”, señalaba De la Cruz. Después de esta experiencia no volvió a constituirse otro partido feminista; de ahí en adelante las mujeres pasaron a integrar los partidos existentes. Amanda Labarca Huberston: 1886-1975 Educadora que luchó por los derechos de la mujer El 5 de diciembre de 1886 nació la primera hija de Onofre Pinto y Sabina Sepúlveda, Amanda Pinto Sepúlveda, luego conocida como Amanda Labarca Huberston. Asidua lectora desde su infancia, su afición fue fundamental a la hora de elegir una profesión. En 1903 ingresó al Instituto Pedagógico para seguir la carrera de pedagogía en Castellano, de la que egresó en 1905 junto a otras dos mujeres, a la temprana edad de 19 años. En 1922, a la edad de 36 años, Amanda Labarca fue nombrada profesora extraordinaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, luego de rendir el examen de suficiencia. La trascendencia de este hecho fue celebrada en un homenaje realizado por académicos, mujeres y estudiantes. Al evento asistieron el Presidente de la República, Arturo Alessandri Palma, y Pedro Aguirre Cerda, presidente de la Sociedad Nacional de Profesores. La ocasión lo ameritaba: Amanda Labarca se había convertido en la primera mujer que accedía en calidad de académica, a la Universidad de Chile. Habiendo iniciado su carrera universitaria como profesora del curso de Psicología, a fines de 1923 fue ascendida al grado de profesora ordinaria de Filosofía; es decir, miembro activo de la comunidad académica. Entre 1927 y 1931 Amanda Labarca sufrió los rigores del gobierno de Carlos Ibáñez; su esposo fue enviado al exilio y ella debió cesar en su desempeño público. Al cabo de este período fue nombrada directora general de Educación Secundaria. Su labor fue próspera en actividad: continuó con el proyecto de experimentación educacional iniciado en 1929, lo que derivó en la fundación, en 1932, del Liceo Experimental Manuel de Salas. Amanda Labarca pasó a integrar el Consejo Universitario, cargo que desempeñó por un año, para luego ser nombrada delegada del Presidente de la República al Consejo Universitario, alta distinción que desempeñó hasta 1952. En 1963, a la edad de 77 años, fue distinguida con la calidad de profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Amanda Labarca fue también protagonista de los incipientes movimientos feministas chilenos, cuyo impulso más decidido se dio hacia 1935. En 1931 fue nombrada vicepresidenta de la recién fundada Asociación de Mujeres Universitarias, organización al servicio de la toma de conciencia del rol de la mujeres entre aquellas menos preparadas. Fue una de las fundadoras del Comité Nacional pro Derechos de la Mujer (1933), y participante activa en el Primer Congreso Nacional de Mujeres (octubre y noviembre de 1944), que dio origen a la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (Fechif), organización de la cual fue su primera presidenta. Su acción dio un impulso decidido a la obtención de los derechos civiles y políticos de la mujer. En 1946 fue nombrada embajadora de Chile ante las Naciones Unidas (ONU), durante el gobierno de Gabriel González Videla, período en el cual se concretó la ley de sufragio femenino (1949), anhelo de la experimentada educadora. Amanda Labarca debe ser considerada como una de las mujeres más sobresalientes de este siglo. Mujer de ideales progresistas, democráticos y laicos, por ende, de tendencias radicales, aspiró y ayudó al progreso de una educación para todos, así como por una sociedad igualitaria. Paula Jaraquemada Alquizar: 1768-1851 Una patriota temeraria Nació en Santiago en junio de 1768 y murió, en la misma ciudad, el 7 septiembre de 1851. Su figuración pública se la debe a la Guerra de la Independencia. En 1818, enterada de la Sorpresa de Cancha Rayada (19 de marzo), organizó militarmente a los inquilinos de su hacienda de Paine y le ofreció estas fuerzas al general José de San Martín. Paula Jaraquemada era conocida por su carácter decidido y altivo. Un ejemplo de ello es lo que ocurrió una vez que las tropas revolucionarias habían salido de su hacienda. Inesperadamente, recibió la visita de una avanzada de las fuerzas realistas. Su posición política era conocida y por ello no le extrañó que los "maturrangos" aparecieran por esos parajes. Según dice la tradición, se habría producido la siguiente conversación entre el oficial al mando y ella. - Oficial: las llaves de la bodega. - Doña Paula: ¿Necesita usted víveres? Los tendrá en abundancia. - Oficial: las llaves pido. - Doña Paula: las llaves no se las entregaré jamás. Nadie sino yo manda en mi casa. Molesto, el oficial habría ordenado a sus hombres hacer fuego y Paula, entretanto, habría avanzado hacia la tropa, desafiándola. Los soldados, desorientados, no habrían sabido qué hacer, al igual que su comandante quien, entonces, ordenó incendiar la casa. Ante esto, la dueña habría partido en busca de un bracero y lo habría hecho rodar por el suelo exclamando: "¡Allí tenéis fuego!". Nuevamente impresionado, el oficial, sin saber cómo proceder, decidió partir. Candelaria Pérez: 1810-1870 La sargento del ejército chileno Candelaria Pérez -también llamada sargento Candelaria- nació en Santiago en 1810, en el seno de una familia de artesanos. Su labor en el Ejército fue una mezcla de soldado, enfermera, espía y mensajera. Durante el bloqueo del Callao por la escuadra chilena a cargo del Almirante Simpson, sirvió de mensajera y correo para llevar noticias a bordo. Evitaba la vigilancia enemiga, por medio de su disfraz de marinero. El hecho que llevó a la fama a la humilde soldado fue el Asalto del Pan de Azúcar. Enrolada en el batallón Carampagne, se sumó a los 400 hombres que dirigidos por Bulnes rodearon el cerro y comenzaron a subir, agarrándose con las uñas y enterrando sus fusiles. Mientras, desde arriba, arreciaban las piedras y las descargas bolivianas. De vez en cuando podían disparar, eliminando al enemigo que caía cerro abajo. Con sus últimas fuerzas, ella terminó el ascenso del cerro, junto a la mitad del contingente original y combatió mano a mano contra los soldados de la Confederación PerúBoliviana. A las diez de la mañana, el sargento del batallón Valparaíso, José Segundo Alegría, clavaba la bandera chilena en lo más alto del cerro. El enemigo había sido totalmente diezmado y posteriormente derrotado en la heroica Batalla de Yungay. En reconocimiento a sus servicios, el gobierno la ascendió al grado de alférez, concediéndole una pensión de 17 pesos mensuales. La sargento Candelaria, retirada ya en su casa, falleció el 28 de marzo de 1870. Irene Morales Infante: 1865-1890 Mujer destacada en la Guerra del Pacífico Nació en La Chimba, barrio del Mapocho, el 1 de abril de 1865. Irene Morales fue cantinera. Admitida en el Tercero de Línea, participó en el desembarco de Pisagua (2 de noviembre de 1879) y en el Combate de Dolores (el 19 del mismo mes). Allí se unió a los soldados fusil en mano, para después preocuparse de la atención de los enfermos. Integrada a la cuarta división, se dedicó a lavandera, siendo partícipe de la Batalla de Tacna. En todas esas acciones, Irene se destacó por su entrega desinteresada y su valentía. A diferencia de la Sargento Candelaria, Irene Morales no gozaría del reconocimiento de su país en vida. El 25 de agosto de 1930, a 40 años de su anónima muerte -acaecida en el más absoluto abandono y pobreza-, el coronel Enrique Phillips le dedicó un artículo publicado en El Mercurio. Allí, entre otras cosas, señaló: "Las Judith de Chile, fueron muchas en esa gloriosa jornada, pero ninguna superó en valor a Irene Morales, el tipo de la mujer chilena". Delia Matte Pérez Precursora del feminismo chileno Fue hija de Domingo Matte Mesías, comerciante y banquero, y Rosalía Pérez Vargas. Uno de sus 12 hermanos fue el abogado Claudio Matte. En 1878, tras morir su padre, heredó junto a sus hermanos la cuantiosa fortuna paterna. Se casó con Salvador Izquierdo y tuvo 5 hijos: Salvador, Raúl, Delia, Raquel y Augusto. Delia Matte ocupa un lugar importante en la historia del despertar femenino en Chile. Fue una mujer criada en un ambiente culto y liberal para su época. De criterio independiente, en 1915 concibió la fundación del Club Social de Señoras. Este nació con fines culturales, pero prontamente se empeñó en la acción social y en especial en la lucha en pro de la emancipación de la mujer. Con su sede instalada en la calle Compañía, entre Morandé y Teatinos, fue la única organización femenina -junto con el Círculo de Lectura integrado por mujeres laicas de la clase media- que no contó con el apoyo de la Iglesia, y cuyos objetivos no eran la beneficencia, sino el crecimiento personal y la instrucción de sus integrantes, fundamentalmente mujeres de la clase alta. El mérito de esta institución y de Delia Matte no fue tan solo su noble objetivo, sino enfrentarse a la crítica tradicionalista de la Iglesia y del elemento masculino, sobre todo en el seno del Partido Conservador. No obstante ello, fue la influencia del Club de Señoras la que derivó, en 1917, en la presentación por parte de la sección joven del Partido Conservador, del primer proyecto de ley para conceder derechos de ciudadanía a la mujer. Violeta del Carmen Parra Sandoval: 1917-1967 Folclorista de lo humano y lo divino Nació el 4 de octubre de 1917, en San Carlos, región de Ñuble, en una gran familia campesina. Tuvo ocho hermanos, más otros dos medios hermanos, hijos de su madre. Varios de ellos son hoy ampliamente conocidos como poetas y cantores, así como sus hijos y nietos. Cuando Violeta tenía 15 años (1932), decidió viajar a Santiago, donde vivió con su hermano Nicanor Parra. Este la matriculó en la Escuela Normal de Niñas, para que pudiera terminar sus estudios. Allí estudió dos años. Pero ella estaba más interesada en desarrollar sus habilidades musicales. Se independizó de Nicanor, formando con su hermana Hilda el dúo Las Hermanas Parra, y comenzó a cantar en diversos boliches populares, como El Popular y El Tordo Azul, para financiar su estadía en la capital. Entonces, efectuó sus primeras grabaciones de tonadas, sin mayor originalidad. En 1935 llegaron a Santiago su madre y otros hermanos. Se establecieron en la comuna de Quinta Normal. En 1953 Violeta realizó sus primeras presentaciones en Radio Chilena, cantando “a lo humano y lo divino” en programas que dieron gran importancia al folclore nacional. En 1942, Violeta Parra ganó su primer premio en Santiago, por cantar canciones españolas con su hermana Marta. Entre sus cantos populares predilectos se destacaban, además, farucas, pasodobles, valses peruanos, tonadas, entre otras, típicos estilos folclóricos. En 1952, Violeta escribió Por Qué los Pobres No Tienen. En 1954 obtuvo el premio Caupolicán al mejor intérprete. En 1960 grabó esta canción en Buenos Aires, pero fue prohibida su difusión, debido al compromiso político manifiesto en su contenido. En Europa grabó otros discos. Los temas populares y los problemas sociales fueron una constante en las canciones de Violeta Parra. Y aunque su participación política no consistió en una militancia partidista destacada, se la ha caracterizado como “la voz de los marginados”. Además del interés por cantar, desarrolló la necesidad de rescatar el folclore chileno característico de los campos. Paulatinamente, comenzó a investigar el folclore y a reunir la información necesaria para difundirlo. A partir de la década que comenzó en 1950, este trabajo se profundizó. Por medio de visitas, de casa en casa, Violeta recolectó información, rearmando las tradiciones culturales del canto chileno. Violeta Parra reunió un promedio de 3.000 canciones y fue gestando el libro que más tarde se conocería como Cantos Folklóricos Chilenos. Gracias a su trabajo, junto al de otros, surgió un movimiento de revalorización de nuestro arte nacional, que llegaría a adquirir enorme importancia en la llamada Nueva Canción Chilena. En 1954 fue invitada al Congreso de la Juventud en Varsovia, Polonia, como intérprete de la música e investigadora del folclore chileno. El viaje se prolongó por más de un año. Recorrió Inglaterra, Italia, Checoslovaquia, Unión Soviética y Francia. Tras enterarse del fallecimiento de su hija Rosita, volvió a Chile y se sumergió en el trabajo. En 1959 se instaló en Concepción, formando parte del Museo del Folclore organizado por la Universidad de Concepción. Durante los años 60, Violeta tuvo una gran actividad musical, artística y cultural. Viajó por Latinoamérica y Europa, fue invitada al Festival de la Juventud en Finlandia. En Francia, grabó discos, y expuso sus pinturas en el Museo del Louvre, en 1964. Tras su largo viaje por Europa, Violeta Parra pasó por un buen período de creación y reconocimiento artístico. Comenzó a trabajar con sus hijos en una peña folclórica instalada por ellos en Santiago. En 1965 levantó una carpa-peña propia en Maipú, que después trasladó a la comuna de La Reina. La carpa tenía una capacidad para mil personas. Allí, Violeta vivía, cantaba y recibía a sus amigos, hasta que, por causas poco esclarecidas hasta el día de hoy, se suicidó el 5 de febrero de 1967. PAULA HERRERA FUENTEALBA ANTROPÓLOGA SOCIAL DEPARTAMENTO TÉCNICO SERVIU BIO BIO