Pensando diez minutos en Utrera

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Lo grandioso de lo insignificante
En Utrera comenzó hace 125 años la obra salesiana en España
Alfonso Francia
Utrera es la cuna de los salesianos en España (16 febrero 1881). Pienso en Belén, cuna
del cristianismo, en I Becchi (Turín), cuna de don Bosco, fundador de los salesianos.
A menudo olvidamos –o queremos olvidar- la cuna, el nido, la rama y hasta el árbol.
Preferimos decir que nacimos en el bosque…Al final pasan a la historia Jerusalén,
Roma, Turín, Sevilla o Barcelona. Ya los Reyes Magos hicieron olvidar a los pastores
de Belén. Es lo de siempre. El pueblo no lee la historia, le leen la historia, los “duermen
con cuentos”. Pero aunque nadie narre sus hazañas, el pueblo hace la historia más
bonita.
En Utrera cayó la Primitiva
La primera comunidad salesiana de España. Una lotería. No era una ciudad de gran
relevancia social, y los primeros salesianos, italianos, que vinieron, eran pobres de todo:
de cultura, de experiencia, de recursos, hasta de años. No conocían la lengua ni las
costumbres. Abundaban, eso sí, en ilusión, entusiasmo y pasión por los jóvenes.
Apenas tenían historia pero ¡vaya la historia que crearon!
Encarnarse es lograr que el espíritu se pose y adentre en las personas y su entorno. El
lenguaje del corazón –el que mejor se entiende- no necesita caracteres escritos ni orales.
El espíritu, cuanto menos lastre tenga, más alto y más rápido vuela. Como el viento, lo
envuelve todo, se cuela por cualquier resquicio de la personalidad, crea vida y la
multiplica.
El corazón tiene leyes, decía Pascal, que la mente no comprende. Y tiene también
caminos que no construyen los ingenieros ni los sabios, ni los expertos en
marketing…Como el espíritu, entra con las puertas cerradas. O abre todas las puertas.
Aquel puñadito italiano de salesianos, enseguida aprendió que un educador de jóvenes
debe parecerse al médico de urgencias. Y estar siempre listos para hacer la respiración
artificial. La lógica inconsistencia o inconstancia de los jóvenes les mantiene en vilo,
siempre previendo y previniendo, para que no se les pare el corazón y se les mueran los
ideales.
Ya les había dicho don Bosco, el gran pedagogo: “Hago según van viniendo las cosas y
según Dios me da a entender”. La realidad impone su ley y sus ritmos. Pero el corazón,
siempre, descubre las posibilidades del joven, del educador y del entorno. La educación,
como la política, es el arte de lo posible. Intenta nivelar por arriba, busca siempre la
superación. Es realista: si no se puede cultivar un huerto, se cultiva una maceta. Es
inexcusablemente optimista porque nadie es tan inútil que no pueda ser maravilloso.
Para salesianos y jóvenes siempre hubo Reyes Magos
Siempre hubo, hay y sin duda habrá personas que creen y colaboran, desde la autoridad
civil, social, religiosa, cultural, económica…con los recursos a su alcance. En Utrera y
en España.
¡Cuánto bienhechor rico, cuánta persona influyente, cuántos colectivos…hicieron todo
lo posible para lograr la presencia salesiana en tantos sitios!
A veces las ideologías, los prejuicios, la ignorancia, el olvido, la ingratitud arrojan al
olvido a tantos a los que habría que erigir monumentos en las plazas o, al menos, en el
corazón. Son miles de ciudadanos, los que deben su formación, su estatus social actual,
a la generosidad de unos pocos que apostaron por la promoción, educación o
evangelización de la juventud.
Gracias a esos que hicieron realidad tantos sueños, jóvenes y adultos de todas las
generaciones pasaron años muy felices entonces, y se sienten triunfadores en la vida,
porque son felices en el esquema de valores que recibieron.
Gracias a ellos, se encuentran personas, personalidades y personajes, en todas
profesiones, en todos los ámbitos de la vida social. Cada profesión, cada lugar de la
geografía, cada época, cada ámbito cultural, religioso, artístico, deportivo, lúdico…
están dignificados y enriquecidos por la aportación de la presencia salesiana.
La sociedad es mejor sociedad. La Iglesia es mejor Iglesia..
El club de los Incondicionales
El canto más entusiasta, debiera ser, quizás, para los que sin ser Magos han tenido la
magia de ir transformando toda presencia salesiana en casa de familia. Son miles los
que recuerdan con su actitud de humilde servicio al humilde trabajador san José.
Son los que en el día a día de las obras salesianas ( personal de servicio, de
mantenimiento, porteros, colaboradores, voluntarios, médicos, educadores,
cooperadores, antiguos alumnos, cocineras o cocineros…) han sabido estar siempre
donde hacía falta, sin medallas, sin pedestales, sin redoble de tambores, sin placas
conmemorativas y sin homenajes.
En un rincón - sin sentirse arrinconados-, con la sabiduría de la discreción y del que
sabe servir, observan la dificultad, las necesidades, las soluciones mejores y se deslizan
como el aire, sin ruido, por los pasillos de la “salida” más airosa para la institución en
ese momento. ¡Corresponsables, sí, señor, como nadie! Sin ellos, el colegio, la
parroquia, el centro de jóvenes, los talleres, los campamentos, teatros, patios y
deportes...serían otra cosa, de mucha menor, quizás, calidad educativa.
El afecto y el espíritu salesiano han ido siempre por delante de las ideologías, de la
militancia de partidos o de sindicatos, de las tendencias y opciones de los salesianos que
estaban al frente de la obra y “dirigían la orquesta”.
En su tarjeta colocarían con orgullo junto a su nombre: Incondicional de lo salesiano.
Como Mamá Margarita, mujer analfabeta, gran educadora
Este año, 150 aniversario de la muerte de Mamá Margarita, la madre de don Bosco,
sería un momento precioso para que alguien se decidiera a hacer un estudio o
recopilación testimonial de esas personas que “ siempre estaban allí”. A las duras y a las
maduras.
Mamá Margarita, mujer sencilla, analfabeta, subirá muy pronto a los altares. Por su
santidad, cierto, pero aupada un poco por su hijo san Juan Bosco y por el cariño y fuerza
del mundo salesiano.
Es típico del espíritu y de la tradición salesiana, - y seguro que Mamá Margarita
atronaría el cielo con su aplauso- que se “prefiera” a los pobres y sencillos, que es
donde mejor se encarna el evangelio y las esencias del pueblo.
Por muchas aureolas de santa que le pongan, ella “fue siempre pobre y quiso morir
pobre”, como le dijo a su hijo Juan. Cuánto amaría la pobreza que fue capaz de decirle a
su hijo al ser ordenado sacerdote: “si un día llegas a hacerte rico, tu madre no vuelve a
poner los pies en tu casa”. La viudez, el Piamonte y el evangelio, la habían hecho así de
dura. Así de coherente. Así de santa educadora. Sabía que, rico, su hijo se perdía y lo
perdían los jóvenes.
El ciento por uno
Si es difícil recopilar los nombres, los gestos y las gestas, de quienes vivieron, y se
desvivieron, por lo salesiano, ¿quién podría narrar, contabilizar a los que se han
beneficiado de la presencia salesiana en España, lo sepan o no, lo reconozcan o no, lo
proclamen, lo silencien o lo oculten?
Algo de lo que es Roma para la cristiandad, Turín para el mundo salesiano en general,
es Utrera para el mundo salesiano de España.
El espíritu de don Bosco nos llegó antes que su cuerpo. Los vientos del espíritu que iban
y venían por el suelo de España, se hicieron remolino en Utrera en 1881.
Utrera fue para don Bosco como el nietecito para el anciano. ¡Cuántas satisfacciones!
Si Andalucía, le decía la “avanzadilla” salesiana en España, era una tierra muy propicia
para que prendiera el espíritu salesiano, don Bosco quiso experimentar –y qué bien le
salió- que Barcelona y Cataluña lo eran también. Y allí que fue al final-en el Tibidabo
de su vida-, en 1886, dos años antes de su muerte (1888).
Simiente, flor y fruto
Don Bosco probó que el amor, su espíritu, su pasión por los jóvenes, nace, crece y se
multiplica, lo mismo en la Andalucía de María, de la religiosidad popular y de la
alegría, como en la Cataluña rica, emprendedora y secularizada. Y después en el resto
de España donde el fuego del espíritu ha prendido con impresionante fuerza.
Ni la luna espléndida de hoy impide ver las estrellas de ayer, ni la espiga granada hace
olvidar al grano de trigo que se inmoló. La violeta, a menudo invisible, disfruta
perfumando todo el ambiente.
Juan Bosco fue un pobre pastorcillo en una aldea perdida de Italia.
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