HOMENAJE Dr. VICTORD ROBERTO PRADO SALDARRIAGA

Anuncio
HOMENAJE
Dr. VICTORD ROBERTO PRADO SALDARRIAGA
A Víctor Prado todos lo conocemos. Es inútil que apiñe aquí la cantidad de
títulos que posee: los tiene tantos y tan bien ganados que yo no me ocuparé
de enumerarlos. Porque mucho más importante que los grados, que los
títulos y que los honores es la vida misma. Esta, que se nos ha dado y que
tenemos diariamente que hacer. Porque, por extraño que parezca, la vida
que se nos da nunca es vida hecha sino vida por hacer. Y esa construcción
cada quien la tiene que realizar entre vicisitudes y satisfacciones.
Arquitectos de nuestra propia existencia, debemos antes diseñar lo que será
de nosotros, eso que algunos llaman proyecto y otros vocación.
A Víctor Prado todos lo conocemos. Y no necesariamente porque lo
conozcamos de manera personal. Lo conocemos porque lo hemos visto
cumplir su proyecto y evidenciar su vocación.
Él quiso ser abogado. Como nosotros. Abogado para defender las causas
justas. Como nosotros. Y para lograrlo ingresó a la universidad. Lo hizo en
la decana de América. Lo hizo en la Mayor de San Marcos. Lo sé porque –
claro, él no se acuerda de mí- ahí lo ví, entonces, delgado (la vida y la edad,
a veces nos ensanchan), estudioso, en la Biblioteca, acompañando a Hurtado
Pozo, aprendiendo y generosamente enseñando ya Derecho Penal.
Porque para defender las causas justas, Víctor Prado quiso ser abogado y
para serlo de verdad, Víctor Prado empezó a estudiar esas conductas que
describían los tipos penales y las consecuencias de dichos actos. Y estudió
con seriedad, como se debe hacer. Lo hizo, ya lo dije, primero, en la Mayor
de San Marcos, pero luego, ávido de conocimientos tuvo que arribar al
Instituto Max Planck y a las universidades de Alcalá de Henares y Alicante.
Y entonces Víctor Prado que ya era abogado descubrió que también tenía
que ser profesor. Es decir, hizo de la abogacía su profesión, la convirtió en
su fe y quiso entregar lo que tenía a los demás: que eso es ser maestro:
entregar a los otros lo que la vida nos dio. Y fue profesor de una, de dos, de
cinco, de veinte, de veinticinco promociones. Seguro, digo, es un decir, en la
primera ocasión, con sus fichas en mano, con su cuadro sinóptico
preparado, con la relectura de los clásicos, con el repensar de ellos, habrá
padecido, tiza en mano, la fiebre de los nervios y la exaltación que se
padece cuando uno realiza su primera lección. Luego, con el discurrir de los
años, habrá agregado a la pasión por la enseñanza, la mesura de las
expresiones, el cambio de tono pedagógico y habrá trocado tiza por
plumones y pizarra por écran. Pero más allá de esos cambios materiales:
habrá tenido siempre la misma fe de quien empieza, la misma alegría que
contagia el alumno aplicado, la pregunta bien efectuada, el análisis bien
realizado.
Pero Víctor Prado, profesor y maestro como es, descubrió que para serlo de
verdad debía de escribir. Que no siempre hay un Platón para un Sócrates,
sino que él tenía que pergeñar en blanco y negro sus propias meditaciones.
Y por eso, nos regaló algunos libros. Ustedes lo conocen, han tenido que
examinar sus libros o sus artículos cuando han tenido entre sus manos
expedientes de lavado de activos o de conversión de penas.
Porque me olvidaba –aunque claro, esto también todos lo sabemos- Víctor
Prado que es abogado, que es profesor, que es escritor, es también
magistrado. Como ustedes, como yo, como nosotros.
Y él, que es tantas cosas a la vez, que tiene tantos grados y títulos, es, por
sobre toda las cosas, una buena persona. Y por eso, nosotros lo honramos
este día. Y por eso, él nos honra con su presencia. Se lo agradecemos
totalmente. Te agradecemos Víctor Prado que hayas querido presentar tu
décimo segunda obra: NUEVO PROCESO PENAL, REFORMA Y
POLITICA CRIMINAL con nosotros, en ésta que es también tu Corte; en
ésta que es también tu casa.
No hay mayor cortesía que la brevedad. Yo termino. Termino agradecido
con su presencia.
Presidencia
CSJ Lima Norte
Documentos relacionados
Descargar