CONTROL SOCIAL Y CRIMINALIDAD Por Lenin Salinas Betancourt Agente Fiscal Distrital de El Oro Profesor de Derecho Penal de la Escuela de Derecho de la Universidad de Machala 1. INTRODUCCIÓN Los discursos emergentes en nuestro país a propósito de una llamada “avalancha delictiva” y los planes de “seguridad ciudadana” que en tal efecto se propugnan, refinados con la propuesta siempre latente del principio de “intervención mínima” invertido por el de “intervención máxima” del IUS PUNIENDI del Estado, en la mayoría de los conflictos individuales, sociales o estatales, son un reflejo de una suerte de “venta en baratillo” de ilusiones falsas que, por suerte, no son publicitadas por los cultores del conocimiento, sino por agencias de diferente índole que pretenden haber encontrado la cura para todo mal, y que pretende entronizar a la PENA y todo el andamiaje logístico que se mueve alrededor de dicha creación como la solución ante dichos males. Esto nos permite hacer ciertas reflexiones generales, en el marco de una categoría social cuyos orígenes no necesariamente nos ha permitido deslegitimar el sistema imperante, sino en cuanto se lo ha focalizado alternativamente, hasta adoptar posiciones de corte radical: El control social, entendido como conjunto de mecanismos formales o informales que posibilitan la regulación de la conducta de los componentes sociales, y su direccionamiento teleológico como mecanismo de poder. Desde este punto de vista, a través del presente trabajo, establecemos un acercamiento a los orígenes de dicha categoría, para aportar con algunas ideas básicas de corte radical que explican la naturaleza social del control social, una aproximación a las formas de control social y como se manifiestan éstas en la sociedad, para luego descender al ámbito del sistema penal, y su explicación funcional en nuestra sociedad, como mecanismo de control social por excelencia, dada su aplicación y direccionamiento en el ámbito formal o institucionalizado; y, la irradiación del mismo, que se manifiesta en un sistema carcelario inhumano y degradante, hacinado de gente alejada del poder y a quienes la sociedad no le ha brindado las oportunidades necesarias para su desarrollo integral como personas. 2 ANTECEDENTES: El control social, originalmente surge como una especie de mecanismo que posibilita la autorregulación del orden social a través de mecanismos informales que surgen del propio seno social. Así entonces, surge dicha categoría en el marco de las teorías dirigidas a establecer el consenso social como ente natural de convivencia y reproducción de las relaciones sociales, hasta ir adoptando posiciones más adaptables a la época y al desarrollo epistemológico y científico del saber. En Ese sentido: Antonio García Pablos de Molina dice –refiriéndose a las teorías del control social-: “Según estas, todo individuo podría actuar criminalmente, si bien dicho potencial delictivo es neutralizado por sutiles vínculos sociales que reclaman de aquel una conducta conformista. Cuando fracasan dichos mecanismos de control, quiebra su lógico sometimiento al orden social y se produce el crimen.1. Respecto de los antecedentes del control, social Pedro Oliver Olmo dice que: “La razón de la indeterminación historiográfica del control social está en la propia historia decadentista de un concepto indudablemente sociológico y de raíz positivista que, aunque fue ya utilizado por Herbert Spencer, nació como tal a finales del siglo XIX a partir de la sociología integracionista de base durkheimiana, para cobrar fuerza a principios del siglo XX y llegar a ser considerado un concepto central en la teoría social, tan preocupada entonces por los efectos desintegradores del orden social que provocaban la expansión del capitalismo industrial y el desarrollo del imperialismo. Tal y como expuso Morris Janowitz (uno de los más destacados renovadores de la noción de control social consensual), semejante preocupación sociológica y política no era flor de un día, seguía la estela misma de la primera sociología de Auguste Comte, la que a fin de cuentas había nacido para analizar los efectos de la industrialización en el “orden moral” de la sociedad. Después, ya a mediados del siglo XX, las primeras teorías que analizaban el control social y la desorganización social en el marco de la llamada Escuela de Chicago cedieron el paso a las teorías funcionalistas norteamericanas de Parsons y Merton, así como a la Teoría de Sistemas de Niklas Luhmann (más aún en Europa, una zona que fue mucho más proclive GARCÍA PABLOS DE MOLINA: Antonio: CRIMINOLOGÍA – Una Introducción a sus fundamentos teóricos para juristas. Tercera Edición. Edt. Tirant lo blanch. Valencia – España 1996. Pág. 215. 1 que la norteamericana a entender la noción de control social en términos de control formal penal y punitivo). Y más tarde irían tomando cuerpo otras perspectivas del control social alternativas y muy diferentes, desde las teorías de la desviación social de un E.H. Sutherland a las de la reacción social y el etiquetaje de Lemert, Matza, Goffman, y las más radicales de la criminología crítica marxista y las teorías conflictuales (sin olvidar el impactante efecto del revisionismo radical de Foucault). “El control social, según su enfoque primigenio, es el resultado de la acción de la sociedad a través de las normas informales que regulan las relaciones interpersonales, las cuales, al interactuar con un Estado que precisamente se pretende poco intervensionista y escasamente controlador, generan la autorregulación del orden social. Así se fue conformando esa noción desde finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, tan marcadas por los desequilibrios del cambio social. Aun con diferentes orientaciones y prognosis, las preocupaciones esenciales de los pioneros del control social (desde E.A. Ross, autor de la influyente obra Control social: un estudio de las fundaciones del orden publicada nada más empezar el siglo XX; hasta R.E. Park y otros miembros de la Escuela de Chicago muy preocupados por los efectos desintegradores de la relación social en la ciudad y pioneros del análisis de la influencia de los medios de comunicación como agentes de control social; y el ya citado M. Janowich, quien remarcó que el control social debe asociarse a políticas de bienestar y de democracia social), y, en fin, la gran mayoría de los sociólogos del control social anteriores a la teoría de sistemas, se centraban en la cuestión del mantenimiento de la cohesión social evitando los efectos más peligrosos de la industrialización capitalista en su fase de expansión e imperialismo. Al igual que las tesis de la modernización, las teorías del control social concluían que el desorden llevaba necesariamente al delito y a la guerra de clases, por lo que para evitarlo se debían activar las instituciones de control que genera la propia sociedad (entre las cuales Ross consideraba el papel de las agencias formales pero para destacar la importancia de las informales, desde “la ley” hasta “el arte” y “la educación” o “las costumbres” pasando por “las creencias”, “la sugestión social”, “las ceremonias” y el ejemplo de “las personalidades dominantes y únicas” junto a la proyección de “las ilusiones” de la gente). Estas ideas se irán aquilatando con las aportaciones del interaccionismo simbólico de G.H. Mead y los procesos de internalización del control social. Se trataba de una variedad de agentes que socializaban a los individuos al tiempo que conseguían un vasto objetivo comunitario: el autocontrol. La auto-policía. Un orden social autorregulado en una sociedad democrática y capitalista. Tal es el modelo clásico de la noción de control social que elaboró la sociología anglo-norteamericana, el cual, con algunas variantes y evoluciones hasta los años cuarenta del XX, fue también soporte académico de determinadas propuestas programáticas del Partido Demócrata y de algunas otras políticas progresistas y socialdemócratas. Será más tarde, a partir de los planteamientos de R.T. La Piere, cuando el control social empiece a verse como fuerza determinante de la conducta social. Y así, el enfoque sociológico del control social empezó a ser planteado de una forma alternativa, hasta llegar a ser, según las visiones radicales, sinónimo de mecanismos de opresión y dominación por parte del Estado y los poderosos. Volveremos a hablar de estos enfoques radicales pues aunque sólo sea de forma indirecta parecen haber inspirado buena parte de la aplicación historiográfica española, mayormente en materia de controles sociales punitivos. Actualmente, como ya se ha dicho, el concepto se encuentra disociado en la sociología, entre el pluralismo de aplicaciones y la imprecisión de buena parte de ellas; y cuando se introduce en el pensamiento penal se hace para actualizar desde el funcionalismo la idea clásica sociológica de las funciones integradoras del control social (como socialización y como represión en manos del Estado de derecho). Ahora bien, en cuanto que concepto sociológico para el análisis de la llamada realidad cultural hipermoderna, la sociedad informacional y la globalización económica más los movimientos y propuestas de gobernanza global, mientras que por un lado se denuncia la tendencia autoritaria de las criminologías de la intolerancia y las políticas de tolerancia cero con la pequeña delincuencia y con los desórdenes de la nueva pobreza, en correspondencia con el desmantelamiento neoliberal de los resortes de protección social y Estado de Bienestar, junto a la implementación de otros mecanismos de control social represivo y punitivo, igualmente no faltan las propuestas de futuro que quieren ligar la noción de control social a proyectos de transformación social, creación de capital social comunitario y democracia participativa (por ejemplo, con los modelos de policía de proximidad y la puesta en marcha de programas de participación ciudadana en la prevención y control del delito). Sin duda, estos últimos enfoques, los participativos, parecen seguir la estela restauradora del concepto clásico de control social que intenta ofrecer contenidos y criterios de autorregulación social, algo que ya intentó Morris Janowitz al establecer la diferencia entre el control social y la represión para decir que, actuando de forma paralela, contribuyen al orden social democrático, con lo que arremetía contra los sociólogos que habían identificado la idea de “social control” con la de “coercive control”.2 3. CONTROL SOCIAL O DOMINACIÓN SOCIAL: CONCEPTO Y DELIMITACIÓN. Pretender abordar una posición epistemológica respecto del control social y las imbricaciones internas y externas vinculadas a dichas categorías, nos lleva a delimitar el ámbito o marco que orienta el desarrollo del presente trabajo, y la posibilidad de asumir una línea crítica del sistema que las compone. Tomaremos para ello el concepto de control social que nos otorga LUIS RECASES SICHES, quien se refiere al control social como una expresión que “ha sido puesta en uso y generalizada sobre todo por los sociólogos norteamericanos. Con estas palabras se trata de designar en conjunto todas las normas colectivas así como también las autoridades y los poderes sociales, que a diferentes niveles y de diversas maneras, regulan la conducta humana en sus aspectos o resultados exteriores.”3 Es pues la conducta del hombre la que interesa a efectos de la delimitación conceptual del control social y su materialización objetiva, entendida como engranaje de un sistema representado por la sociedad y los grupos dominantes y dominados que le son inherentes, y no como componente biológico e individual, en tanto no introyecte los estímulos sociales que se le imponen. Y esto, porque inclusive un autocontrol sobre la propia conducta, esta predeterminada por algún estímulo de carácter externo derivado del juego social. Resulta pues lógico entender que en toda sociedad, en el decurrir de sus etapas históricas han existido centros de poder y periferias más o menos cercanas. Los primeros caracterizados por ser los titulares sobre los medios de producción y los segundos por carecer de los mismos. Desde el punto de vista del materialismo histórico y dialéctico, es viable identificar una superestructura que se levanta sobre la estructura económica que la irradia y refleja en función de su composición. Así por ejemplo, a un 2 OLIVER OLMO, Pedro: EL CONCEPTO DE CONTROL SOCIAL EN LA HISTORIA SOCIAL: ESTRUCTURACIÓN DEL ORDEN Y RESPUESTA AL DESORDEN: http://www.uclm.es/profesorado/poliver/pdf/Oliver_HISTORIA_SOCIAL.pdf 3 RECANSES SICHES, Luis: SOCIOLOGÍA – Tratado General de Sociología. Edt. Porrua. México – 1971. Pág. 225. modelo económico esclavista le es característico una superestructura que refleje y legitime dicha estructura, no en vano la cosificación del hombre esclavo y su equiparación como instrumento de producción lo extirpaba de toda relación social en tanto sujeto de derechos. Igual cosificación se pretende legitimar en nuestros tiempos a propósito de discursos emergentes en el contexto del fenómeno globalizador con tendencia neoliberal que se pretende imponer en el globo a propósito de la expansión del capital financiero internacional con sustento en teorías idealistas de carácter social – funcionalista, tendientes a imponer a los componentes sociales “roles” y pautas de conducta apegadas al sistema; cuya trasgresión acarrearía su cosificación, hostilidad e inclusive eliminación, si sus facultades comunicativas no son suficientes para aprehender las relaciones derivadas primigéneamente del contrato social “…lo que significa una recaída en el estado de naturaleza…”4 En ese sentido Neuman sostiene que “En el mundo tecnocrático y posindustrial, se describe al éxito como el resultante del progreso rectilíneo y, si fuera posible, geométrico. Se trata de fagocitar al hombre, irremediablemente, despersonalizarlo, alienarlo. Es preciso recordar que el criterio de uniformidad les es más fácil manejo a las clases dirigentes…El contrato social, establecido con su legitimación y axiomas: hombres libres, iguales, solidarios, fraternos, sufre serios embates. Existe la certeza de que el contrato social ha sido socavado en sus presupuestos por una ingente cantidad de seres humanos que no pueden –y en oportunidades no quieren- prestar consenso y se rebelan muy a pesar suyo”.5 Esta claro pues que, estamos siendo partícipes de una “versión moderna” de un sistema esclavista, o feudalista, o capitalista (puesto que los actores siempre son los mismos, y tan solo cambian sus denominaciones) que cosifica al hombre en razón de su imposibilidad comunicativa y por ende su inadaptabilidad -e incapacidad de adaptación- como sistema comunicativo a otro sistema o sistemas funcionales. Nos estamos refiriendo a discursos ideológicos que en la actualidad se pretenden imponer en Latinoamérica, tendientes a habilitar una especie de manipulación ideológica del saber, ejercitada por los grupos de poder. Es púes entendible, y observable bajo la lupa crítica del maestro Zaffaroni que: “Es incuestionable que en el mundo hay una estructura de poder que se vale de ideologías 4 JAKOBS, Günther y CANCIO MELIÁ, Manuel: DERECHO PENAL DEL ENEMIGO: Edt. Civitas. España.2003. Pag. 29. 5 NEUMAN, Elías: VICTIMOLOGÍA Y CONTROL SOCIAL – LAS VÍCTIMAS DEL SISTEMA PENAL. Editorial Universidad. Buenos Aires Argentina. 1994. Pág. 15-16 que en buena parte son “encubridoras” o de “ocultación” o francamente “creadoras de la realidad”; de tal manera que, -siguiendo su discurso-: “El poder instrumenta las ideologías en la parte en que le son útiles y las desecha en el resto.”6 Al efecto dicho maestro también manifiesta que: “…toda sociedad presenta una estructura de poder, con grupos que dominan y grupos que son dominados, con sectores más cercanos y más lejanos a los centros de decisión. Conforme a ésta estructura, se “controla” socialmente la conducta de los hombres…De este modo, toda sociedad tiene una estructura de poder (político y económico) con grupos mas cercanos al poder y grupos más marginados del poder, en lo cual, lógicamente, pueden distinguirse grados de centralización y de marginación. Hay sociedades con centralización y marginación extrema, y otras en que el fenómeno se presenta más atenuadamente, pero en toda sociedad hay centralización y marginación del poder…”7. Desde éste plano, el paradigma del libre albedrío y su mensaje generalizado, aspecto central de las ideologías de la revolución Francesa, que propugnaron la instauración del Estado Liberal, por contraposición al monárquico – absolutista en los países de corte occidental, se diluye ante el fragor de un determinismo estructural y político estruendoso, impuesto por parte de quienes se encuentran en una posición dominante dentro de una sociedad, que pretende seguirse legitimando con discursos tan primigéneos, como los que le dieron origen a la misma, para justificar tan solo una mutación dialectal para señalar a los titulares del poder económico y su imposición en el poder político. Después de dos siglos el poder tan solo se ha modernizado y ha elaborado nuevos discursos. Así pues, surge la sospecha cierta de que el Estado y su acepción tradicional y crítica como instrumento de la clase dominante para mantener el status quo de una sociedad determinada, pierde su importancia en el marco globalizador con tendencia neoliberal, para convertirse en un instrumento más, dentro de una estructura más grande y vil en sus propósitos, a la que podríamos llamar sociedad global, dominada por un capital financiero sin rostro y despersonalizada que se vale de dicha organización política, jurídica y económica tan solo para recrear las bases adecuadas que posibiliten su asentamiento. Así entonces, también los instrumentos de ZAFFARONI, Eugenio Raúl: MANUAL DE DERECHO PENAL – PARTE GENERAL- Edt.EdiarBuenos Aires Argentina 1993. Sexta Edición. Pág. 25 -26 7 ZAFFARONI, Eugenio Raúl: Idem. Pág. 24. 6 los que se vale el Control Social ha tenido que adecuar sus discursos a las nuevas tendencias. Al respecto Juan Carlos Chercley citando a R. Bergalli manifiesta que: “Se entiende que el ideal de sociedad es una que sea equitativa, inclusiva, organizada, en otras palabras, si bien constituida por individuos esencialmente diversos y particulares, sus principios valores y conductas busquen la homogeneidad. Sin embargo, ello no siempre es así. De ahí que la acepción sociológica nace con el advenimiento de las inmigraciones en la nación norteamericana con el surgimiento del industrialismo, en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. Miles de inmigrantes de diferentes ámbitos culturales, étnicos, religiosos y lingüisticos, arriban a esta nación, y el supuesto ideal que por la relación de necesidad de fuerza – trabajo también operaba automáticamente la de integración, ésta se frustra, y en lugar del paraíso social, se da la desorganización social…La cuestión de fondo en esta discusión es como los que viene de afuera, se adaptan y se integran a la sociedad receptora, y ello es no es debate del siglo, tan actual que inclusive en la moderna, industrial y desarrollada Francia ha generado gran polémica la muestra de profesión religiosa en las escuelas públicas. Se definen y delimitan los espacios: público y privado, y ello también el comportamiento y las conductas…”8 Dicha acepción entonces debe entenderse también en el marco de las nuevas exigencias globales, en donde el capital financiero internacional busca recovecos estatales en donde dicho control permita legitimar en mayor medida difusa y/o formalmente el status quo imperante. Esto permite entender de que manera se firman convenios para la conformación de bloques económicos entre diferentes Estados, a pretexto del discurso de la globalización y la apertura de barreras, y la conformación – por efectos del desarrollo de los medios de comunicación y transporte- de la “aldea global”; y, paradójicamente el cierre de dichas barreras para la internacionalización de la mano de obra. En el mismo sentido CRISTIAN MARCELO PELAEZ trae a colación lo siguiente: “En primer lugar debemos señalar que la noción de Control Social (y la palabra misma) nos viene de la sociología norteamericana. Como una y otra vez manifiesta R. Bergalli la 8 BERGALLI, Roberto (citado por CHECKLEY SORIA, Juan Carlos): Memorias del XVII Congreso Latinoamericano., IX Iberoamericano y I Nacional de Derecho Penal y Criminología. ARA EDITORES. Pág. 1316 – 1317 noción nació y fue empleada en un ámbito cultural y un periodo histórico muy preciso. Se encuentra por ello asociada a connotaciones propiamente lingüísticas, connotaciones que suelen perderse al traducirla. En inglés la palabra control tiene sentido positivo. Controlar significa dominar. En francés y en español la palabra tiene un sentido ante todo negativo. Controlar es vigilar y, eventualmente, impedir. Acercándonos más a una definición propiamente dicha, podemos decir que el Control Social está constituído por los recursos materiales y simbólicos de que dispone una sociedad para asegurar la conformidad del comportamiento de sus miembros con un conjunto de reglas y de principios prescriptos y sancionados. Para E. Durkheim (Boudon, Bourricaud; 1993) (seguimos tratando de delimitar, de acorralar al concepto) la conciencia colectiva constriñe a los hombres a comportarse de determinadas maneras, por encima de los intereses egoístas de cada uno de ellos. Las instituciones son fundamentalmente agentes de control social: la familia, el matrimonio, las religiones, aumentan el poder coercitivo de la conciencia colectiva. El control social se deriva de las representaciones colectivas, cuya fuerza se halla en relación directa con el tamaño del grupo que las comparte y con la intensidad de la interacción entre sus miembros. Ahora bien, para ser eficaz, el control que ejerce la sociedad sobre los individuos no puede ser puramente externo (es aquí donde debe prestarse atención para comprender la diferencia que se quiere dejar en evidencia: aquella que puede existir entre control social y control punitivo) La sociología clásica, y seguimos con Durkheim, mencionaba la educación moral como la "coacción" más sutil y eficaz con que cuenta la sociedad respecto de sus miembros. Por diferentes caminos, Freud (Boudon, Bourricaud; 1993) llegaba a un punto de vista del todo similar. Es la identificación de sus miembros con un modelo común la que asegura la unidad simbólica de instituciones como el ejército o la Iglesia. Pero la identificación no es sólo un resultado -por otra parte nunca completo ni duradero- sino un proceso regulado por varios mecanismos. Nuestra conducta no está, pues, determinada exclusivamente por las coacciones del mundo exterior (físico o social). Se encuentra también sujeta exigencias internas, algunas de las cuales, rebeldes a todo control, procuran satisfacerse literalmente a cualquier precio y las otras, más dóciles, pasan a formar parte de estrategias más complejas y de mayor alcance”9 9 PELAEZ, Cristian Marcelo: LA ARQUEOLOGÍA DEL CONCEPTO. CONTROL SOCIAL, PODER PUNITIVO Y DERECHO PENAL. http://www.magistradosbbca.com.ar/congresobahia/pelaez.htm 4. FORMAS DE CONTROL SOCIAL: El control social entendido como ese conjunto de mecanismos del cual se valen los grupos de poder para mantener un cierto estado de cosas o “status quo”, modelando la conducta de los coasociados, adquiere dos formas básicas que se derivan del proceso intelectivo que posibilita decodificar esos mecanismos directamente o indirectamente como portadores de un estímulo o mensaje tendiente a modelar nuestra conducta. Así, existen mecanismos de control social que se encuentran soterrados o escondidos, y cuya aprehensión sensorial e intelectiva no nos permite captarlos como portadores de un mensaje tendiente a modelar nuestras conductas. Esos mecanismos de control social son difusos a decir del maestro Eugenio Raúl Zaffaroni. Como por ejemplo podemos citar las modas, las creencias, la familia, el grupo social, la música. Por otro lado existen mecanismos aprehensibles sensorialmente y directamente como modeladores de nuestras conductas, y que forman parte del control social institucionalizado, tales como el sistema educativo, las instituciones policiales, el sistema penal entre otros.10 Un claro ejemplo de ésta clase de control social lo podemos encontrar en la historia de las Universidades Latinoamericanas que reproducen sus problemáticas en todos sus contextos; y, principalmente en las Universidades de crecimiento lineal y los modelos Universitarios para el mercado de trabajo. Las primeras caracterizadas la utilidad que le han prestado a los grupos de poder como “válvulas de escape” de la demanda y convulsión social a propósito de la distorsión del discurso “universidad para todos” y la expansión de dichos centros de enseñanza superior, y, las segundas fundamentadas en función de las necesidades económicas de las sociedades. Respecto de la Universidad de crecimiento lineal, en el marco de la realidad mexicana HILARIO AGUILAR CHAPPARO, MARTINIANO ARRENDONDO GALVAN, JAVIER MENDOZA ROJAS Y RAFAEL SANTOYO SÁNCHEZ, dicen: “…Con este término se hace alusión a la universidad que ha tenido un crecimiento explosivo en las últimas dos décadas, resultado de la combinación de diversos factores; demanda social de ingreso, políticas expansionistas en el sistema educativo, papel político que juega la universidad como ámbito de legitimación ideológica del Estado de la revolución mexicana, etcétera. La canalización hacia la universidad de sectores medios urbanos que 10 ZAFFARONI, Eugenio Raúl: Idem. Pág. 30-31 potencial o realmente demandaban empleo, en un mercado de creciente estrechez, tuvo objetivamente una función de distracción de la juventud y posibilitó alargar el conflicto, trasladando a futuro su manifestación evidente: a los jóvenes se les abrían escuelas para que ahí ocuparan la mayor parte de su tiempo; se les permitía que en ellas hicieran las críticas que quisieran, siempre y cuando no tocaran la estabilidad política del país; parecía existir connivencia entre los diversos actores intervinientes; el Estado democratizaba las vías de acceso a la educación superior; la universidad se asumía como centro de formación de profesionales, los profesores atendías a las nuevas generaciones, los estudiantes asistían a las aulas y los padres de familia depositaban sus esperanzas en el futuro más promisorio para sus hijos. Así, en este modelo lo prioritario era dar espacio en las aulas a quienes lo demandaran, sin preocuparse por aspectos relacionados con la calidad de las experiencias educativas. Discursivamente se justificaba esta política en la creciente democratización del país, mientras que en los hechos se producía una universidad de masas con muchos espacios de ineficiencia académica. Con ello se lograba “retener” a los jóvenes durante cuatro, seis, ocho años y diferir la demanda de empleo al nivel correspondiente a una calificación profesional.”11 El control social institucionalizado se subdivide a su vez en control social no punitivo y control social realmente punitivo. Este último se bifurca en control social formalmente no punitivo o con discurso no punitivo y en control social formalmente punitivo o con discurso punitivo o conocido como sistema penal. El control social institucionalizado no punitivo, como su nombre lo dice, se efectiviza a través de instituciones formalizadas como tal cuyas directrices modeladoras no se valen del poder coercitivo estatal elevado a su máxima expresión: La pena. Dentro de este ámbito encontramos al sistema educativo. El sistema económico de un Estado y los órganos que lo componen y otros sistemas formalizados. El control social realmente punitivo, como lo habíamos manifestado asume una doble faz. Puede presentarse con un discurso no punitivo por su apariencia no punitiva, dado que no se encuentra formalizado como tal, pese a que, opera de manera igual al control social que se vale de la pena como orden regulador de la vida social. Dentro de éste ámbito ubicamos las el derecho disciplinario administrativo. Y por otro lado dentro del control social realmente punitivo 11 HILARIO AGUILAR CHAPPARO, MARTINIANO ARRENDONDO GALVAN, JAVIER MENDOZA ROJAS Y RAFAEL SANTOYO SÁNCHEZ: UNIVERSIDAD Y CRISIS – MODELOS UNIVERSITARIOS EN CRISIS. http://www.anuies.mx/servicios/p_anuies/publicaciones/revsup/res065/txt5.htm#top encontramos al formalmente punitivo o con discurso punitivo también conocido como sistema penal. 12 5. UNA VISIÓN POLÍTICA DEL SISTEMA PENAL Desde la perspectiva del control social en su acepción original nacida de las teorías del consenso social o como instrumento para establecer relaciones de dominio entre los componentes sociales que detentan poder sobre otros alejados del mismo, nos quedamos con ésta última, por necesaria e instrumentalmente eficaz en la lectura de la realidad del sistema penal y sus procesos de creación, aplicación y ejecución de sanciones formalmente punitivas con discurso punitivo. En el marco de la creación de conductas y sanciones penales, se encuentra plenamente justificado, que el delito así como la pena, no son una realidad distinta de la institución que lo crea: El Legislativo. Escapa al presente trabajo nocional establecer la rica casuística encontrada en los procesos de criminalización primaria, para establecer que dichas construcciones teórico – jurídicas llamadas (delitos y penas) no son más que invenciones idealistas cuyo pragmatismo utilitario no ha sido justificado científicamente, amén de que los problemas que pretende evitar bajo las teorías de la prevención general negativa y prevención especial negativa, han generado un efecto contraproducente que se encuentra reflejado en una sociedad hostil y un sistema penitenciario degradante convertido en “escuela delincuencial”; y que, bajo el esquema de la prevención general positiva pretende “endiosar” a la norma jurídica como configurador de una realidad totalmente diferente a la que vivimos. Algo más podemos decir de los procesos de judicialización y la selectividad con que operan las instancias policiales en los procesos de criminalización secundaria, y el poder a veces omnímodo que ejercen para discrecionalmente establecer lo que se judicializa o no se judicializa; y, una vez un suceso a pasado a formar parte de la estadística judicial, es una función judicial verticalizada la que impone juzga e impone sanciones EN NOMBRE DE LA REPÚBLICA Y POR AUTORIDAD DE LA LEY que fue construida para sancionar a personas (retroceso al derecho penal de autor) y no actos. En el marzo del proceso de aplicación de la pena, ni el discurso de la prevención general o especial (negativa o positiva) han demostrado ser efectivas en sus fines propuestos, y sus componentes teóricos han servido para justificar un sistema penitenciario que se ha convertido en una suerte de acopio de personas fracasadas. 12 ZAFFARONI, Eugenio Raúl: Idem. Pág. 30-31 6. CRIMINALES o VÍCTIMAS? Esta claro pues que sistema penal en sus diferentes manifestaciones (creación, aplicación o ejecución) opera de una manera que abstrae de su poderío a sus precursores enquistado en el poder, y atrae a quienes se encuentras alejados de dicho poder. El reflejo más evidente de aquello lo encontramos en la realidad penitenciaria de nuestro país, cuyo clientelismo mayoritariamente proviene de los estratos sociales carentes de capacidad económica, y que, por su escasa formación intelectual, cometen delitos “burdos” (robos, violaciones, asesinatos) y por ende son más propensos a ser cuestionados por la sociedad, y cuyo accionar genera ficciones acerca de la operatividad del sistema, cuando en realidad solo reflejan su fracaso. Las teorías de la “re” como la llaman algunos autores (reeducación, resocialización) en el marco de la prevención especial positiva de muros hacia adentro (por referirme a los centros carcelarios) es una utopía. Francisco Muñoz Conde al efecto manifiesta: “Es, desde luego, muy difícil educar para la libertad en condiciones de no libertad. Y ello por varias razones. En primer lugar, por las condiciones de vida existentes en una prisión. En segundo lugar, por los peligros que para los derechos fundamentales tiene la imposición, más o menos encubierta, de un tratamiento. Y en tercer lugar, por falta de los medios e instalaciones adecuadas y del personal capacitado para llevar a cabo un tratamiento mínimamente eficaz”13 A esta realidad hay que añadir el problema de la prisión preventiva y sus efectos en el marco de la prisionización de hombres que no son delincuentes oficialmente hablando, pero que se los estigmatiza como tal con una medida que en fondo es una pena en sí mismo. Institucionalmente hablando aquello tiene un origen. Una rica gama de acciones dañosas escapan de la construcción jurídica legislativa o proceso de criminalización primaria, principalmente en aquellos intereses de carácter económico o difusos (derechos de segunda y tercera generación), circunscribiéndose el accionar legislativo en dicho sentido, en reformas “maquillaje” principalmente en el ámbito de los delitos convencionales (robos, homicidios, violaciones), que propician una ilusión óptica en la sociedad de una operatividad “eficienciente” y “enérgica” del sistema, cuya problemática debe y tiene que ser solucionada a través del instrumento “mágico” a la que conocemos como PENA. De ésta manera, las cárceles están llenas de hombres, cuya condición social, destrezas o predestinación jurídica los ligó a nacer con la “pena” bajo el brazo y no con el “pan” bajo el brazo. Al efecto NEUMAN dice que: 13 MUÑOZ CONDE, Francisco. DERECHO PENAL Y CONTROL SOCIAL. Pág. 97 “El costo social, económico y humano del delito cometido por uno solo de estos superhombres del mundo de hoy, sobrepasa con creces el daño cometido por todos los reclusos por delitos contra la propiedad que pueblan las cárceles de todo un país (o de un continente, si hablamos de Latinoamérica). Creo que hay que decirlo de una buena vez. Se trata de razones difíciles de polemizar, pero un hombre sin ninguna posibilidad económica, pauperizado, que se encuentra desempleado, sin posibilidad de llevar comida o medicamentos a su hogar si sus hijos se enferman ¡no es un hombre libre¡ Cuando llega a una cárcel por un delito –verdadera rebelión contra el contrato establecido- que se le imputa o haya cometido, se está incidiendo sobre su menguada libertad. Se lo vuelve a sumergir y a victimizar. Se clausura su tiempo, se suspende su devenir. Gran cantidad de delincuentes presos en las cárceles y risiones fueron previamente víctimas sociales que sufren una suerte de repercusión de la propia sociedad, que no parece conformarse con su pasado infeliz. Esto siempre fue así, como una suerte de actitud inducida por la costumbre. Pero para las cárceles y para aquellos que lo sostiene a rajatabla, la mente humana progresó. Antes bien, pareciera que se retrotrajo, sin advertir que los establecimientos siguieron envejeciendo, con sus perfiles de fidedigna monstruosidad y con su cuota humana acrecentada.14 7. A MANERA DE CONCLUSIONES: A. Las teorías del control social originales nacidas en el seño de una sociedad de “consenso”, establecían que el desorden en la misma originaba el delito, y era imprescindible entonces valerse de los propios medios sociales, sean informales o formales a fin de provocar una autorregulación social que mantenga dicho orden. B. Desde una perspectiva radical el control social es el conjunto de mecanismos de los que se vale el Estado y los grupos de poder para mantener subyugados a los componentes sociales. C. Existen mecanismos de control social formales o difusos, institucionalizados o parainstitucionalizados. D. El sistema penal en su conjunto es un mecanismo de control social por excelencia, púes se vale de construcciones jurídicas como son el DELITO y LA PENA para regular la conducta de los componentes sociales, y que, escoge estereotipos de personas (retroceso al derecho penal de autor) para habilitar su accionar. 14 NEUMAN, Elías: Idem. Pág. 20. E. El clientelismo del sistema penal, y en particular del sistema penitenciario, en su mayoría proviene de sectores sociales alejados del poder económico y político, lo cual determina su vulnerabilidad ante dicha maquinaria. BIBLIOGRAFÍA: BERGALLI, Roberto (citado por CHECKLEY SORIA, Juan Carlos): Memorias del XVII Congreso Latinoamericano., IX Iberoamericano y I Nacional de Derecho Penal y Criminología. ARA EDITORES. GARCÍA PABLOS DE MOLINA: Antonio: CRIMINOLOGÍA – Una Introducción a sus fundamentos teóricos para juristas. Tercera Edición. Edt. Tirant lo blanch. Valencia – España 1996. JAKOBS, Günther y CANCIO MELIÁ, Manuel: DERECHO PENAL DEL ENEMIGO: Edt. Civitas. España.2003. MUÑOZ CONDE, Francisco. DERECHO PENAL Y CONTROL SOCIAL. Pág. 97 NEUMAN, Elías: VICTIMOLOGÍA Y CONTROL SOCIAL – LAS VÍCTIMAS DEL SISTEMA PENAL. Editorial Universidad. Buenos Aires Argentina. 1994. RECANSES SICHES, Luis: SOCIOLOGÍA – Tratado General de Sociología. Edt. Porrua. México – 1971. ZAFFARONI, Eugenio Raúl: MANUAL DE DERECHO PENAL – PARTE GENERAL- Edt.Ediar- Buenos Aires Argentina 1993. Sexta Edición. 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