Historia y tipología de las ideas

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Fuente: La Razón, 20 de Febrero de 2000, página 6.
El texto que he elegido para comentar es un artículo de opinión publicado en La Razón el día 20 de Febrero de
2000. La sección en que se ubica lleva el nombre de El marmolillo y se titula Sobre las campañas
electorales. Lo firma el sociólogo Amando de Miguel.
Voy a intentar explicar el artículo desde uno de los conceptos implícitos en la evolución que experimenta la
noción de ideología en el pensamiento de Marx. Me refiero al aspecto propiamente político (también social y
económico, que se derivan del propio método de análisis de Marx) de la ideología: la ideología como
expresión de los intereses de la clase dominante y, por lo tanto, como visión deformada de la realidad.
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Obviamente, en esta nuestra sociedad postindustrial y tardo−capitalista, resulta difícil señalar y delimitar un
grupo social concreto que se halle detrás de las manifestaciones intelectuales dominantes (en este caso, los
medios de comunicación de masas), pero tal vez podamos realizar el procedimiento inverso y, mediante el
humo, descubrir donde está el fuego, es decir: del hecho observable de que los medios de comunicación de
masas ofrecen una visión unívoca de la realidad (sin entrar en la discusión de si se ajusta mucho o poco a ella)
podemos deducir que existe algún grupo o grupos sociales que comparten un conjunto de intereses igualmente
unívocos.
El artículo en cuestión podría muy bien ejemplificar lo que en la tradición marxista se ha llamado prensa
burguesa. Confluyen en él argumentos clásicos de ideología conservadora refundidos con opiniones propias
de las teorías del fin de las ideologías.
Para comenzar, en el primer párrafo, Amando de Miguel da por supuestas varias cosas. Una de ellas es que los
electores están perfectamente informados de los programas políticos de los partidos que concurren a las
elecciones y, en función de ello, están también completamente convencidos de cuál va a ser su opción a la
hora de votar; de todo ello, concluye que las campañas son inútiles. El carácter ideológico de esta primera
afirmación está precisamente en la tercera opción, que se omite: se plantea que, o bien el elector ya está
informado, o bien, si no lo está, la campaña no va a aumentar su información. No se le pasa por la cabeza la
idea de que, tal vez, la campaña no tenga la finalidad de informar de los diversos programas de los partidos y
fomentar así la elección racional, sino más bien lo contrario. O la ingenuidad o la sagacidad de este
columnista son supinas, pues ¿cómo no se percata de que el ingente gasto de los partidos en la campaña ha de
responder a algún interés concreto y no a mero capricho? Y ese interés es, precisamente, ganar el voto de los
indecisos, cosa que, por otro lado no tiene mucho que ver con la información que se les suministre.
Si queremos ajustarnos estrictamente a la consideración de Marx de la ideología como deformación de la
realidad con el fin de encubrir la relación de dominio, habremos de concluir lo siguiente con respecto a este
punto: se nos oculta el hecho de que los poderes fácticos utilizan los medios de comunicación de masas para
implantar en los individuos creencias, actitudes y opiniones no racionales o, al menos, no racionalizadas. El
ejemplo electoral es sangrante: la propia estructura de los medios impide la exposición clara de un programa
electoral, por lo que la mayoría de los candidatos optan por lanzar mensajes, eslóganes... flases emotivos, en
definitiva.
Otra afirmación que no tiene desperdicio es "Lo sano de una sociedad compleja es que al público le interese
algo la política, pero sin demasiadas pasiones o fervores". Aquí hay claramente una afirmación ideológica.
Para mostrarlo, dada la dificultad que presenta la sociedad actual, compleja, a la hora de aplicarle
directamente la definición de Marx, surgida en el seno de una sociedad mucho más polarizada, voy a fijarme
en sus repercusiones. ¿A quién beneficia que los ciudadanos se despreocupen de la política? Se me ocurren
dos posibles interesados: por un lado, las empresas transnacionales, esas inmensas acumulaciones de capital
que Marx no conoció, y cuyo desarrollo sólo es parcialmente entorpecido por el poder decreciente de los
estados, que se apoya en la también decreciente participación social de los ciudadanos.
Por otro, los partidos mayoritarios que, en virtud de las leyes electorales, ven aumentado el valor de sus votos
en detrimento de las opciones minoritarias. Por lo tanto, debo concluir que este señor es el vocero de una de
estas dos opciones.
La idea que se recoge en el último párrafo, la de que los gobernantes son tan sólo los administradores del
erario público, deja traslucir su carácter conservador, en sentido etimológico: implica la defensa del status
quo, el inmovilismo de la sociedad. Más aún: ni siquiera tiene en cuenta la posibilidad del cambio social como
respuesta a los problemas.
En conclusión, la idea que impregna todo el artículo es la de la política como espectáculo. Estoy de acuerdo
con esa definición de la política actual. Lo que no comparto es que esa sea una característica inherente a la
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política y, menos aún, que la solución sea reducir más todavía la participación democrática y la ya escasa
información que recibe el elector. Desde una perspectiva marxista, el artículo es claramente ideológico y,
desde luego, refleja los intereses de una minoría bien concreta (aunque ya no sea la burguesía).
Me refiero a su versión "popular"; no pretendo entrar directamente en la crítica a tal postura.
Me refiero a la limitación de tiempo que imponen, a que los criterios de selección de un "hecho" como noticia
sean económicos, el control de los propios medios por parte de grupos empresariales, etc.
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