HISTORIA CONTEMPORÁNEA 1er CURSO DE PUBLICIDAD Y RELACIONES PÚBLICAS

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HISTORIA CONTEMPORÁNEA
1er CURSO DE PUBLICIDAD Y RELACIONES PÚBLICAS
El derrumbamiento de los sistemas bismarckianos y la formación de las alianzas enfrentadas
Bismarck había construido una compleja red de tratados internacionales cuyo elemento clave era la Triple
Alianza (1882) que ligaba a Alemania con Austria−Hungría e Italia. El principal objetivo del canciller alemán
era el mantenimiento de un status quo que él consideraba beneficioso para
Alemania.
El delicado edificio diplomático construido por Bismarck se vino abajo con la nueva Weltpolitik impulsada
por Guillermo II. Esta nueva actitud de Alemania, ambiciosa y agresiva, desencadenó un proceso de
competencia y desconfianza del que nacieron dos bloques de potencias.
El primer resultado de la política del nuevo Káiser fue lo que más temió Bismarck, el fin del aislamiento de
Francia: en 1893 se firmó la Alianza franco−rusa, acuerdo que suponía un compromiso de ayuda militar en
caso de guerra contra Alemania.
En 1905, ante la sorpresa mundial Rusia es derrotada en la guerra que le enfrentó contra Japón. Este fracaso
hizo que Rusia abandonara sus ambiciones en el Extremo Oriente y centrase su atención en los Balcanes, lo
que llevó inevitablemente al choque con Austria−Hungría.
Empujadas por la creciente agresividad y ambición colonial de Alemania, Francia y Gran Bretaña pusieron fin
a sus diferencias coloniales y firmaron la Entente Cordiale en 1904.
Por último, animadas por Francia y tras resolver sus problemas en Asia Central (Persia, Afganistán), en 1907
se firmó el Acuerdo anglo−ruso. Se ponían así las bases de la denominada Triple Entente entre Francia, Gran
Bretaña y Rusia.
En definitiva, en los años previos al conflicto se había configurado dos grandes alianzas en torno a las que van
a pivotar los bloques enfrentados en la Gran Guerra: la Triple Entente y la Triple Alianza.
Las transformaciones del cambio de siglo y los conflictos entre las potencias
Para comprender el camino que llevó a la Gran Guerra es necesario que reparemos en otras transformaciones
de fondo que van alterar de manera decisiva el mundo que transitaba del siglo XIX al XX:
El ascenso de las potencias extraeuropeas, Estados Unidos y Japón, supuso el paso de un concierto europeo a
un concierto mundial de potencias. Dos guerras en el tránsito de siglo ejemplifican esta transformación: la
guerra hispano−norteamericana de 1898 y la guerra ruso−japonesa de 1905.
El cambio tecnológico propiciado por la Segunda Revolución Industrial trajo consigo un cambio en la
correlación de fuerzas entre las potencias. La cada vez más poderosa Alemania desafió la ya larga hegemonía
británica, este desafío se concretó en dos terrenos:
• Rivalidad económica, en el terreno industrial, comercial y financiero. En 1896, se publica en Gran
Bretaña el libro "Made in Germany" de Ernest E. Williams, que supuso una verdadera señal de alerta
ante la creciente competencia de la economía germana.
• Rivalidad naval. La Weltpolitik necesitaba de una armada poderosa. Las leyes navales alemanas de
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1898 y 1900 significaron un claro desafío a la hegemonía naval británica. El gobierno de Londres
respondió en 1907 con la construcción de un nuevo tipo de acorazado, el Dreadnought. La respuesta
germana no se hizo esperar. Las potencias se lanzaron a una verdadera carrera de armamentos
navales.
El colonialismo exacerbó la pugna entre las potencias industriales europeas en busca de territorios y
mercados. El imperialismo provocó que los roces entre las potencias desbordaran el marco europeo y tuvieran
lugar prácticamente en cualquier parte del globo.
El colonialismo y el imperialismo agudizaron las tensiones económicas. Las potencias imperialistas tendieron
a establecer economías cerradas con sus colonias, lo que llevó primero a una feroz lucha por territorios y,
posteriormente, cuando el reparto estaba prácticamente hecho, a una guerra de aranceles. El proteccionismo
fue otro elemento que enrareció las relaciones internacionales.
En este marco de creciente competencia entre las potencias, florecieron otras rivalidades, esencialmente de
tipo territorial, que están en el origen de la Gran Guerra:
• Rivalidad franco−germana, ineludible desde la anexión de Alsacia−Lorena por Alemania en 1870.
• La creciente debilidad turca y el nacionalismo eslavo anti− Habsburgo incrementaron de manera
significativa la rivalidad entre Rusia y Austria−Hungría por la hegemonía en los Balcanes.
Un último elemento que no debemos olvidar es la rivalidad psicológica entre los pueblos. El creciente
nacionalismo fue sistemáticamente fomentado por la prensa y por las campañas de militares y grandes
industriales. Los casos más evidentes se dieron en Francia, Alemania y Gran Bretaña. El odio al vecino
fue más la norma que la excepción.
Las crisis que precedieron al conflicto
En un contexto de creciente enfrentamiento entre las potencias, durante la década anterior a la guerra tuvieron
lugar cuatro crisis internacionales que marcaron la evolución hacia el conflicto generalizado:
Primera crisis marroquí (1905−1906)
Guillermo II, aprovechando una visita a Tánger, proclamó que Alemania no permitiría que Marruecos pasara
a ser dominado por una única potencia. Esta advertencia iba claramente dirigida a Francia, cada vez más
presente en el reino norteafricano. Este desafío precipitó la convocatoria de la Conferencia de Algeciras
(1906), a la que fueron convocadas todas las potencias europeas. Alemania quedó aislada y Francia recibió el
claro apoyo británico.
La principal consecuencia fue la ratificación de la buena salud de la Entente Cordiale, lo que aprovechó
Francia para propiciar el acercamiento entre Gran Bretaña y Rusia. La creciente agresividad germana disipó
las diferencias entre Londres y San Petersburgo. En 1907 se firmó el Acuerdo anglo−ruso, nacía así la Triple
Entente.
La anexión austriaca de Bosnia−Herzegovina (1908)
Aprovechando la revolución de los Jóvenes Turcos en Turquía, Austria−Hungría se anexionó Bosnia.
Alemania apoyó a su aliado y Rusia se vio forzada a ceder ante la agresión austríaca. Ni Francia ni Gran
Bretaña se mostraron dispuestas a apoyar a Rusia en un eventual conflicto.
La única buena noticia para San Petersburgo fue que, aprovechando la debilidad turca, Bulgaria proclamó su
independencia plena, rompiendo los lazos teóricos que aún la unían a Turquía. Los búlgaros, como los demás
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eslavos de la región, veían a Rusia como la gran potencia protectora eslava.
El ambiente en los Balcanes se enrareció aún más en un año en el que la pugna por la hegemonía naval entre
Alemania y Gran Bretaña daba una escalada.
El incidente de Agadir en Marruecos (1911)
El envío de un buque cañonero alemán a Agadir en un claro desafío a Francia provocó una grave crisis que
concluyó con la firma de un acuerdo franco−alemán por el que Alemania daba manos libres a Francia en
Marruecos a cambio de una parte importante del Congo francés.
Mientras la tensión internacional se agudizaba, la alianza franco−británica salió fortalecida al apoyar Londres
resueltamente al gobierno de París.
Las guerras balcánicas (1912−1913)
Dos sucesivas guerras de los estados balcánicos, la primera contra Turquía y la segunda interna entre ellos
(Serbia y Grecia y Montenegro contra Bulgaria) concluyeron con el Tratado de Bucarest (1913).
Las guerras balcánicas provocaron un vuelco en la situación en la zona:
• Turquía quedó reducida en los Balcanes a la región en torno a Estambul.
• Serbia (aliada de Rusia y defensora de los derechos de los eslavos en el imperio austro−húngaro) se
consolidó como el principal estado de la región:
• Austria−Hungría, alarmada por el fortalecimiento serbio, llegó a la conclusión de que solo una guerra
preventiva impediría que Serbia encabezara un levantamiento general de los eslavos en el Imperio de
los Habsburgo, alentado por la gran potencia eslava, Rusia.
• Alemania estaba resuelta a apoyar a su aliado austro−húngaro en caso de conflicto.
• Rusia estaba decidida a intervenir en el caso de que Austria−Hungría atacase a Serbia. Francia, a su
vez, era mucho más proclive a apoyar a Rusia en caso de guerra que en 1908.
El ambiente bélico se extendía en las diversas capitales europeas.
La crisis definitiva: el atentado de Sarajevo (verano de 1914)
En este ambiente de tensión, el 28 de junio de 1914 fue asesinado el Archiduque Francisco Fernando, sobrino
del Emperador Francisco José I y heredero al trono austro−húngaro, en Sarajevo (Bosnia). Un activista
serbobosnio, Gavrilo Princip, miembro de la organización nacionalista serbia "La Mano Negra", fue el autor
del magnicidio. Este atentado desencadenó una fatal serie de acontecimientos que desembocó en la guerra.
Las potencias cumplieron fielmente sus alianzas. He aquí resumida la sucesión de hechos que llevó a la
guerra:
28 junio
23 julio
28 julio
30 julio
1 agosto
3 agosto
4 agosto
Atentado de Sarajevo
Tras asegurarse el apoyo alemán, Austria−Hungría lanza un ultimátum a Serbia
Austria−Hungría declara la guerra a Serbia
Rusia inicia la movilización general
Alemania declara la guerra a Rusia. Francia inicia la movilización general.
Alemania declara la guerra a Francia
Alemania invade Bélgica, lo que provoca que el Reino Unido le declare la guerra.
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Los bandos enfrentados
A lo largo del conflicto, diversos estados se fueron uniendo a los dos bloques en conflicto. Las nuevas
adhesiones tuvieron un papel clave a la hora de definir el vencedor de la guerra. Estos son los principales
países contendientes y el año en el que entraron en guerra.
Año
Agosto 1914
1914
1915
1916
1917
1918
Entente o Aliados
Francia
Reino Unido
Rusia
Serbia
Bélgica
Japón
Italia
Rumania
Estados Unidos
Grecia
Abandono de Rusia
(Paz de Brest−Litovsk)
Imperios Centrales
Alemania
Austria−Hungría
Turquía
Bulgaria
1914: La Guerra de Movimientos
En los inicios del conflicto, nadie esperaba una guerra que se extendería durante más de cuatro años. Los
ingenuos soldados que iban al frente aún sonreían y los estados mayores tenían unos planes basados en la
derrota rápida del enemigo.
Frente Occidental
Plan Schlieffen: ataque alemán contra
Francia a través de la neutral Bélgica.
Moltke dirige las tropas germanas.
Frente Oriental
Tras un inicial avance ruso, los
alemanes se imponen, aunque no
de forma definitiva, en la batalla
de Tannenberg (agosto 1914)
El ejército francés, al mando de Joffre,
consigue frenar el ataque alemán en la
batalla del Marne. (noviembre 1914)
Avances rusos ante
Austria−Hungría.
Estabilización de los frentes: se inicia la
guerra de trincheras.
Las tropas austro−húngaras
fracasan en su ataque a Serbia.
Otros frentes
Japón entra en guerra el 20
de agosto y se anexiona
Tsingao (posesión alemana
en China). En adelante, se
desvincula prácticamente
de la guerra
Turquía entra en guerra en
noviembre.
1915−1916: La Guerra de Posiciones
El enfrentamiento entre grandes potencias industriales llevó a la guerra a un nivel de violencia y horror nunca
antes contemplado. La invención de nuevas armas, las granadas, los lanzallamas, los tanques, el gas...
incrementó el horror y las masacres, pero, sin embargo, llevó en el frente occidental a un empate táctico. Los
ejércitos se atrincheraron a lo largo de cientos y cientos de kilómetros. La guerra de trincheras se convirtió en
un martirio para millones de hombres durante varios años.
Frente Occidental
Estabilización de los frentes. Los sucesivos
intentos de romper el frente se saldan en
sangrientas carnicerías que apenas significan
Frente Oriental
Avances alemanes bajo la
dirección de Hindemburg.
Alemania ocupa la Polonia rusa
Otros frentes
Pequeños avances del
ejército turco en el
Cáucaso frente a los rusos.
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avances de pocos kilómetros. Es la guerra de y Lituania.
Los británicos inician su
trincheras.
avance desde Egipto,
Austria−Hungría conquista
capturando Palestina.
Italia entra en guerra junto a los Aliados, tras Serbia y recupera Galitzia.
firmar el secreto Tratado de Londres (1915)
Sangriento fracaso del
Se abre el frente alpino entre Italia y
Bulgaria entra en guerra junto a desembarco británico en
Austria−Hungría.
los Imperios Centrales en octubre Gallipoli, Turquía.
de 1915.
En abril de 1915, los alemanes usan en Ypres
(Bélgica) por primera vez gases tóxicos. La Rumania se une en 1916 a la
guerra química ha comenzado.
Entente y es rápidamente
derrotada.
Falkenhayn ensaya la guerra de desgaste en
Verdún (1916). El resultado son más de
Desembarco francés en Grecia
600.000 bajas sin avances significativos.Los (1915)
aliados contraatacaron el Somme con
idénticos resultados.
La batalla naval de Jutlandia reafirma el
bloqueo naval de Alemania. Los germanos
inician la guerra submarina.
El hundimiento del crucero de lujo Lusitania
hace plantearse a los EE.UU. la intervención.
1917: El momento clave de la guerra
El enorme costo de vidas en los frentes, las penurias de la población civil y la conciencia de que la guerra no
iba a concluir pronto extendieron el desánimo en todos los países contendientes. Los ejemplos son múltiples:
oleada de huelgas en Gran Bretaña en 1916, motines en el ejército francés en 1917, aumento de las demandas
nacionalistas en Austria−Hungría... Sin embargo, serán dos los acontecimientos clave que decidirán el signo
de la guerra: la revolución soviética en Rusia y la entrada de Estados Unidos en el conflicto.
Frente Occidental
Enero: Alemania reanuda la guerra submarina. Las
cuantiosas pérdidas económicas y humanas
norteamericanas deciden a Wilson. Estados Unidos
entra en guerra en abril de 1917.
Frente Oriental
Otros frentes
Revolución rusa (febrero−octubre
1917). Los bolcheviques de Lenin en
el poder
Las tropas
británicas
Rusia firma el armisticio en
avanzan por el
El descontento se extiende entre los contendientes. diciembre. Moderados avances de los Oriente Medio
Imperios Centrales.
(Bagdad,
Motines en el ejército francés son duramente
Jerusalén)
reprimidos.
Grecia entra en guerra junto a la
Derrota italiana en Caporetto (octubre 1917)
Entente.
1918: El Desenlace
El abandono de la guerra por parte de la Rusia revolucionaria permitió a Alemania concentrar todas sus
fuerzas en el frente occidental. El verano de 1918 fue testigo de los últimos y desesperados ataques germanos.
Sin embargo, sus aliados estaban al borde de la extenuación militar y económica. La llegada de las tropas
norteamericanas desequilibró definitivamente la balanza en favor de la Entente.
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Frente Occidental
Frente Oriental
El presidente Wilson pronuncia el discurso de los 14
puntos proponiendo las condiciones necesarias para la
paz (enero 1918)
Otros frentes
El estallido de la guerra
civil en Rusia fuerza a la
delegación rusa a firmar el
Llegada masiva de tropas norteamericanas, propicia la
Tratado de Brest−Litovsk
contraofensiva definitiva de la Entente bajo el mando
(3 marzo 1918).
Tras sus fracasadas
de Foch (julio−septiembre)
ofensivas en Oriente
La Rusia soviética
Medio y la llegada de
Hindemburg y Ludendorff comunican al Kaiser
abandona el conflicto y
tropas británicas a la
Guillermo II la imposibilidad de continuar la guerra.
cede grandes territorios a Anatolia, Turquía
los Imperios Centrales.
firma el armisticio (30
Victoria italiana en Vittorio Veneto (octubre)
octubre)
Tras el ataque francés
Austria−Hungría firma el armisticio (3 noviembre)
desde Grecia, Bulgaria
firma el armisticio
La conciencia de la derrota provoca la revolución en
(septiembre)
Alemania. El Kaiser abdica y huye a Holanda. Se
proclama la República (9 noviembre)
Ofensivas alemanas (marzo−julio)
Alemania firma el armisticio (11 noviembre 1918)
El 11 de Noviembre de 1918 la mayor tragedia que la humanidad había vivido hasta aquel momento concluía.
Millones de muertos, heridos, inválidos... Millones en pérdidas económicas. Rencor, dolor, desolación.
El gran desafío en el invierno de 1918 era construir un nuevo mundo que hiciera que el sangriento conflicto
que acababa de concluir fuera, tal como se proclamaba en aquel momento, "la guerra que pusiera fin a todas
las guerras".
La Conferencia de París (1919)
El 18 de enero de 1919, los representantes de los países vencedores se reunieron en la Conferencia de París,
bajo la dirección del denominado Comité de los Cuatro: el presidente estadounidense Wilson, el Premier
británico Lloyd George, el primer ministro francés Clemenceau y Orlando, el jefe del ejecutivo italiano. Son
los tres primeros, sin embargo, los que realmente dirigieron unas negociaciones a las que los países derrotados
se les prohibió asistir.
El 4 de octubre de 1918, los alemanes habían pedido un armisticio basado en las propuestas recogidas en los
"Catorce puntos" de Wilson. Sin embargo, la realidad fue mucho más dura. Los países vencedores llegaron a
París con ideas diferentes y compromisos, a veces secretos, adquiridos durante la
guerra.
Pactos firmados por las potencias de la Entente durante la guerra:
• Tratado secreto de Londres (1915) Italia se incorpora al conflicto junto a la Entente tras serle
prometido por Francia y Gran Bretaña diversas anexiones: Trentino, Alto Adigio, Istria, la mayor
parte de Dalmacia, Libia, Eritrea, Somalia y concesiones en Asia Menor (Anatolia turca)
• Acuerdo Sykes−Picot (1916) Francia y Gran Bretaña acuerdan el reparto de las posesiones del
Imperio Turco. Italia recibe vagas promesas sobre Anatolia.
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• Declaración Balfour (1917) Gran Bretaña promete a las organizaciones sionistas la cesión de parte de
Palestina. Aqui nos encontramos con el origen del futuro conflicto arabe−israelí.
Las posturas divergentes de los vencedores:
REINO UNIDO − Lloyd George
• No tenía reivindicaciones territoriales en Europa. Aspiraba, sin embargo, a ganancias coloniales en
África y Asia a costa de los imperios alemán y turco.
• Destrucción del poderío naval alemán.
• Siguiendo su tradicional política de equilibrio europeo, Gran Bretaña no deseaba hundir a Alemania,
para no fortalecer en exceso la posición de Francia en el continente.
• Una de sus preocupaciones clave fue impedir la extensión de la agitación revolucionaria bolchevique
a la Europa central y, especialmente, a Alemania.
• Indemnizaciones de guerra.
ESTADOS UNIDOS − Wilson
• Creación de la Sociedad de Naciones para garantizar la paz en el futuro.
• Aplicación del principio de las nacionalidades en el diseño de las nuevas fronteras europeas. Esta
postura implicó, desde mayo de 1918, la destrucción de Austria−Hungría.
• Indemnizaciones de guerra.
FRANCIA − Clemenceau
• Recuperación de Alsacia−Lorena.
• Ocupación militar de la zona occidental del Rin y posible creación en Renania de un estado
independiente. Esta última aspiración encontró la oposición de Gran Bretaña y EE.UU. En el primer
caso, porque alteraba el equilibrio europeo, en el segundo, por que iba en contra del principio de las
nacionalidades.
• Explotación económica de la región del Sarre.
• Debilitar militarmente de forma definitiva a Alemania.
• Oposición al Anschluss (unión de Alemania y Austria).
• Ganancias territoriales a costa de los imperios turco y alemán.
• Indemnizaciones de guerra.
ITALIA − Orlando
• Aplicación del Tratado de Londres: anexión del Trentino, el Alto Adigio, Trieste y partes importantes
de Istria y Dalmacia. Esta aspiración italiana encontró la oposición de EE.UU. ya que la anexión de
territorios poblados por eslavos (Dalmacia) iba contra el principio de las nacionalidades. Wilson
defiende a la recién creada Yugoslavia frente al expansionismo italiano en el Adriático.
• Ganancias coloniales en Oriente Medio y África.
• Indemnizaciones de guerra.
En definitiva, podríamos hablar, simplificando, de que Clemenceau personificó la postura de mayor dureza
con Alemania ("Alemania pagará"), los países anglosajones, sin querer dejar de castigar a Alemania, optaron
por una actitud más conciliadora, e Italia, infructuosamente, aspiró a compensaciones territoriales que
finalmente no consiguió.
Los representantes de los derrotados no fueron invitados a la conferencia de paz. Los acuerdos, duramente
negociados entre los vencedores y concretados en los diversos tratados de paz, les fueron presentados como
un hecho consumado al que simplemente debieron plegarse. Los alemanes, representantes de la recién nacida
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república de Weimar, firmaron el 28 de junio de 1919 tras ser amenazados con una invasión total de su país.
En Alemania se hablaba del "diktat", de la imposición, de Versalles.
Los tratados de paz
Los países vencedores fueron firmando diversos tratados de paz con cada una de las naciones derrotadas.
Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía fueron forzadas a firmar unos tratados en los que no se les
había dado voz.
El Tratado de Versalles, firmado con Alemania
Cláusulas territoriales:
Francia recupera Alsacia y Lorena
Eupen y Malmedy pasan a manos de Bélgica
El pasillo polaco (Posnania y otras regiones) y el sur de la Alta Silesia se anexionan a la recién nacida
Polonia. Esto significaba el aislamiento territorial del resto de Prusia Oriental.
Danzig y Memel, poblaciones germanas del Báltico, fueron declaradas ciudades libres
Dinamarca se anexiona el norte de Schleswig−Holstein.
El conjunto de las pérdidas territoriales de Alemania ascendió a 76.000 kilómetros cuadrados (13% de su
territorio), donde vivían 6.5 millones de habitantes (10% de su población)
La cuenca carbonífera del Sarre pasa a ser administrada por la Sociedad de Naciones y explotada
económicamente por Francia durante 15 años
Alemania pierde todas sus colonias, que son repartidas como mandatos de la Sociedad de Naciones
entre el Imperio Británico y Francia. Bélgica y Japón se anexionaron territorios muy pequeños.
Cláusulas militares:
Drástica limitación de la Armada (el grueso de la Armada de guerra fue confiscado y confinado en la base
británica de Scapa Flow) y el Ejército (100.000 efectivos, no tanques, aviones, artillería pesada...)
Desmilitarización de Renania (zona occidental y franja de 50 km. al este del Rin)
Ocupación temporal de la orilla occidental del Rin. Las tropas aliadas se retirarían escalonadamente en
plazos que concluirían en 1935.
Reparaciones de guerra:
Como responsable de una guerra iniciada por su agresión, Alemania quedó obligada a pagar reparaciones o
indemnizaciones de guerra a los vencedores.
Conferencia de Spa (1920) fija el porcentaje que recibiría cada país del total: Francia 52%, Gran Bretaña 22%,
Italia 10%, Bélgica 8%
En la Conferencia de Londres (1920) se fija la cantidad total de las reparaciones: 140.000 millones de
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marcos−oro, una enorme cantidad.
Otras cláusulas:
Alemania reconoce su responsabilidad por la guerra y todos los daños que trajo consigo. Fue la agresión
alemana la que desencadenó el conflicto.
Prohibición de ingreso en la Sociedad de Naciones.
Prohibición del Anschluss (unión Alemania y Austria)
Establecimiento del Pacto de la Sociedad de Naciones, como un anexo al Tratado.
El Tratado de Saint Germain, firmado con Austria:
Fin del Imperio Austro−Húngaro, de su ruptura nacen nuevos estados como Austria, Hungría y
Checoslovaquia, a lo que se une cesiones de territorio a Italia y a las recién nacidas Polonia y Yugoslavia.
Pago de reparaciones.
Limitaciones en el ejército.
Prohibición del Anschluss con Alemania.
El Tratado de Trianon, firmado con Hungría:
Fin del Imperio Austro−Húngaro, de su ruptura nacen nuevos estados como Austria, Hungría y
Checoslovaquia, a lo que se une cesiones de territorio a Italia y a las recién nacidas Polonia y Yugoslavia.
Pago de reparaciones
Limitaciones en el ejército
Importantes minorías húngaras (3 millones, un tercio de la población total) quedan fuera del estado
húngaro, en Eslovaquia, Rumanía (Transilvania) y Yugoslavia.
El Tratado de Neuilly, firmado con Bulgaria:
Pérdidas territoriales en beneficio de Rumanía, Grecia y Yugoslavia
Pago de reparaciones.
Limitaciones en el ejército.
El Tratado de Sèvres, con Turquía:
Reparto de las posesiones del Oriente Medio entre Francia (Siria, Líbano) y Gran Bretaña (Palestina, Irak) en
la forma de mandatos de la Sociedad de Naciones.
Las fuertes pérdidas territoriales en Anatolia y Tracia estipuladas en Sèvres son anuladas en el tratado
de Lausana (1923) tras la victoria turca en su guerra contra Grecia (1919−1922). Turquía quedó
reducida a la península de Anatolia en Asia y a la región en torno a Estambul en Europa.
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El problema soviético:
La Paz de Brest−Litovsk (marzo 1918) supuso la salida de la guerra de la Rusia soviética y la pérdida de gran
cantidad de territorios en beneficio de los Imperios Centrales. Lenin se apresuró a firmar una paz tan dura para
centrar al Ejército Rojo en la guerra civil iniciada en Rusia.
Los países de la Entente apoyaron, primero con tropas y luego con armas y dinero, al Ejército Blanco en su
lucha contra el gobierno bolchevique.
Aprovechando la situación creada por la revolución, la derrota ante los Imperios Centrales, la guerra civil
rusa, y la posterior victoria de la Entente , diversos territorios del antiguo imperio ruso zarista alcanzaron su
independencia: Finlandia, en diciembre de 1917 y los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, a lo largo
de 1918.
Polonia y la Rusia soviética se enfrentaron en una guerra que concluyó con el Tratado de Riga (marzo 1921).
Este tratado supuso importantes pérdidas territoriales en beneficio del nuevo estado polaco. Finalmente,
Rumanía se anexionó Besarabia.
El aislamiento de los Estados Unidos:
Wilson puso toda su influencia en la constitución de la Sociedad de Naciones. Un elemento clave de la nueva
sociedad era el principio de la seguridad colectiva, por el cual EE.UU. y los demás países miembros quedaban
comprometidos en la defensa de la seguridad de los demás miembros de la Sociedad.
Wilson, presidente del partido demócrata, se encontró con un Senado, que debía ratificar los tratados de paz y
el pacto de la Sociedad de Naciones, dominado por el partido republicano. Los republicanos optaron por
introducir importantes enmiendas al Pacto de la Sociedad de Naciones, esencialmente dirigidas a limitar el
principio de la seguridad colectiva. La negativa de Wilson a negociar llevó a que el problema se solucionara
en las elecciones de 1920.
La derrota de Wilson y el triunfo del republicano Harding precipitó que EE.UU. no firmara ni los Tratados de
Paz ni el Pacto de la Sociedad de Naciones. Posteriormente, en 1921, firmó tratados por separado con
Alemania, Austria y Hungría.
Conclusión: unos malos tratados de paz
Los Tratados firmados tras la Conferencia de París no contribuyeron en absoluto a estabilizar la situación
europea y mundial. Al rastrear las causas de la segunda guerra mundial, rápidamente nos encontramos con que
los errores cometidos en los tratados que pusieron fin a la Gran Guerra fueron claves a la hora de
desencadenar de nuevo los horrores de un conflicto mundial apenas veinte años después de la conclusión de la
"guerra que pondría fin a todas las guerras".
Alemania
Alemania había aceptado el armisticio tomando como base los "Catorce puntos" de Wilson. Sin embargo, se
encontró con que no se le permitió participar en la Conferencia de Paz y se la trató duramente en la Paz de
Versalles (El "diktat" de Versalles). La postura "dura" de Clemenceau se había impuesto.
El ser declarada "responsable del conflicto", las pérdidas territoriales en el este y las enormes reparaciones de
guerra a las que se vio obligada fueron las cláusulas especialmente inaceptables para los alemanes.
Sin embargo, excepto algunas zonas de Renania temporalmente y la cuenca del Sarre, Alemania no fue
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ocupada militarmente y su poderío económico no sufrió una merma sustancial. La gran contradicción fue que
el Tratado de Versalles trataba de imponer una paz muy dura a un estado que aún era muy poderoso.
En estas condiciones, agravadas por las dificultades de la posguerra, las posiciones "revanchistas" contra el
Tratado de Versalles pronto se extendieron en Alemania. La falsa noción histórica de haber perdido la guerra
no en el frente de batalla sino por "la puñalada por la espalda" de los demócratas, socialistas, judíos... que
habían protagonizado la revolución de noviembre de 1918 se propagó entre los ámbitos ideológicos de la
derecha alemana.
Italia
Tras la firma de los tratados de paz en Italia se repetía la frase "Hemos ganado la guerra, pero hemos perdido
la paz". Así se resumía la generalizada sensación italiana de haber sido menospreciados en París y haber
conseguido pocos beneficios tras haber perdido 460.000 vidas humanas durante el conflicto.
La no anexión de territorios en Dalmacia debido a la aplicación del principio de las nacionalidades en la nueva
Yugoslavia y las exiguas conquistas coloniales causadas por el egoísmo franco−británico, hicieron que las
anexiones del Trentino−Alto Adigio y la península de Istria (9.000 kilómetros cuadrados) parecieran muy
poco a muchos italianos.
Europa Central y Oriental
La aplicación del principio de las nacionalidades a una realidad tan compleja étnica y linguísticamente como
la de esta zona provocó una intrincada labor de diseño de fronteras tratando de separar lo que a menudo era
inseparable. Las minorías nacionales fueron la regla en los nuevos estados surgidos en la región. La zona
estaba llena de focos de conflicto.
Francia
Pese a imponer duras condiciones a Alemania, Francia no conseguirá que los países anglosajones se
comprometieran a un pacto que garantizase su apoyo ante un eventual ataque alemán. La negativa
norteamericana a firmar los tratados impidió esta aspiración francesa.
La fragilidad de la posición francesa quedó clara en cuanto Hitler reinició el rearme alemán en la década de
los treinta. Clemenceau había conseguido un tratado muy duro con Alemania, sin embargo, no había
conseguido una situación de fuerza que permitiera su aplicación.
Estados Unidos
La hegemonía de los republicanos durante los años veinte marcó una clara tendencia aislacionista. La negativa
a entrar en la Sociedad de Naciones llevó a un desentendimiento de los asuntos políticos europeos
enormemente nocivo para la estabilidad mundial ya que EE.UU. era ya la primera potencia mundial.
No obstante, en el terreno económico los norteamericanos no optaron por el aislamiento. Su negativa a
condonar las deudas de los aliados de la Entente , en el lado negativo, o su intervención para solucionar el
problema de las indemnizaciones de guerra de Alemania con el Plan Dawes de 1924, en el positivo, muestran
como el aislacionismo no se dio en las cuestiones económicas.
U.R.S.S.
Tras intervenir directamente y ayudar al Ejército Blanco durante el guerra civil, las potencias vencedoras
optaron por establecer lo que se denominó cordón sanitario en torno a la URSS comunista. Establecimiento
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de una serie de estados antisoviéticos que cercaran al nuevo estado soviético. Se trataba de impedir la
expansión del comunismo y debilitar a la URSS.
La U.R.S.S. fue aislada y no se le permitió el ingreso en la Sociedad de Naciones. Otra gran potencia que
quedaba fuera del concierto de naciones diseñado en París en 1919.
Desde la perspectiva histórica, parece cada vez más evidente que la gran perdedora de la primera guerra
mundial fue Europa. Nuestro continente, que desde hacia varios siglos había impuesto su hegemonía en el
mundo, inició en 1914 un proceso de autodestrucción que permitirá a diversas potencias extraeuropeas,
esencialmente a los Estados Unidos, alcanzar la hegemonía global.
La Sociedad de Naciones
El gran promotor de la idea, el presidente norteamericano Wilson, hizo que la Conferencia de París, que había
iniciado sus sesiones el 18 de enero de 1919, aprobara una Resolución sobre la creación de una Sociedad de
Naciones el día 25. En abril, la Conferencia aprobó el Pacto de la Sociedad de Naciones, que fue anexado a
los diversos tratados de paz. Entró en vigor el junio de 1919, cuando se firmó el Tratado de Versalles.
La nueva Sociedad fijó su sede en Ginebra (Suiza). Sus principales instituciones eran una Asamblea General,
un Consejo, del que eran miembros permanentes las grandes potencias, y un Secretario General, encargado
dirigir los más de 600 funcionarios que trabajaban para la Sociedad.
Teniendo como objetivo esencial el mantenimiento de la paz, la Sociedad buscó garantizar la protección de
los pequeños países ante las grandes potencias. Se trataba de crear un nuevo orden internacional basado en el
principio de la seguridad colectiva. El artículo 10º del Pacto consagraba este principio:
"Los miembros de la Sociedad se comprometen a respetar y a mantener contra toda agresión exterior la
integridad territorial y la independencia política presente en todos los miembros de la Sociedad. En caso de
agresión, de amenaza o de peligro de agresión, el Consejo determinará los medios para asegurar el
cumplimiento de esta obligación."
La Sociedad de Naciones consiguió algunos éxitos en su labor, ayudó a solventar pacíficamente algunos
conflictos en el período inmediato de posguerra y tuvo su apogeo en el período 1924−1929 (Tratado de
Locarno, 1925, Ingreso de Alemania en la Sociedad, 1926, Pacto Briand−Kellogg, 1928), sin embargo,
cuando la situación internacional se enturbió tras la depresión de 1929, la Sociedad de Naciones se mostró
totalmente incapaz de mantener la paz.
¿Cuáles son las razones del fracaso de la Sociedad de Naciones? Todos los historiadores coinciden en dos:
Ausencia de potencias clave en el concierto mundial:
• EE.UU. se negó a entrar en 1920 y nunca participó.
• A Alemania se le negó el ingreso en principio, tras el Tratado de Locarno, se adhirió en 1926, para
salir de nuevo inmediatamente después del ascenso de Hitler en el poder en 1933.
• A la URSS también se le negó el ingreso, accedió en 1934 y fue de nuevo expulsada en 1939.
• Japón se marchó en 1933 e Italia en 1936.
Falta de medios económicos o militares para imponer sus resoluciones.
Los tratados firmados tras la Conferencia de París no sirvieron para crear un marco de estabilidad
internacional. En un contexto de graves dificultades económicas, la situación política mundial se caracterizó
por la existencia de múltiples conflictos pendientes, la dificultad en la aplicación de los tratados y la segura
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aparición de importantes tensiones internacionales.
Las grandes cuestiones por resolver:
Las tensiones en los territorios del antiguo Imperio Austro−Húngaro
La ruptura y desintegración del más antiguo imperio europeo tenía que venir acompañada de fuertes tensiones
entre los países que heredaron su territorio. Veamos, sin ánimo exhaustivo, algunos ejemplos.
La pugna italo−yugoslava por los territorios del norte del Adriático
Es un buen ejemplo para mostrar la enredada madeja de compromisos previos y principios políticos generales
en la que se basó el debate en la Conferencia de París.
En el Tratado de Londres (1915) a Italia se le había prometido la anexión de la península de Istria, al norte del
Adriático. Estas pretensiones, sin embargo, chocaban con el respeto al principio de las nacionalidades
defendido por Wilson. El presidente norteamericano, con el apoyo de las autoridades yugoslavas, propuso una
línea fronteriza, la línea Wilson, que dejaba todo el sureste de Istria en manos de Belgrado.
La indignación que despertó en Italia la nueva situación llevó a que la delegación transalpina abandonara la
Conferencia de París durante dos semanas (del 24 de abril al 7 de mayo de 1919). El 12 de septiembre,
complicando aún más la situación, el poeta nacionalista italiano Gabriele D'Annunzio ocupaba con un grupo
de voluntarios el puerto de Fiume (actual ciudad de Rijeka en Croacia).
La complicada situación se resolvió finalmente con la firma del Tratado de Rapallo (1920). Ni los italianos,
que renunciaban a la anhelada región de Dalmacia continental, ni los yugoslavos, que veían la nueva frontera
entre ambos estados desplazado al este de la Línea Wilson, salieron contentos del arreglo. D'Annunzio fue
finalmente desalojado del Fiume por tropas italianas que ocuparon la ciudad. Fiume fue declarada ciudad
independiente.
Esta crisis mostró claramente el descontento nacionalista que se desarrolló en Italia tras el conflicto.
Apoyándose en este sentimiento, Benito Mussolini lanzará su desafío al estado liberal italiano y alcanzará el
poder en 1922. Bajo la presión del gobierno fascista, Yugoslavia cedió finalmente reconociendo la soberanía
italiana en Fiume. Un nuevo tratado italo−yugoslavo se firmó en Roma en 1924.
La lucha entre Polonia y Checoslovaquia por el territorio de Teschen
Rica región industrial, Teschen enfrentó a los nuevos estados polaco y checoslovaco tras la primera guerra
mundial. Los polacos reclamaron el territorio basándose en el principio de las nacionalidades (55% de
polacos, 27% de checos y 18% de alemanes), mientras que el gobierno de Praga basó su reivindicación en la
pertenencia histórica del territorio a Bohemia.
En noviembre de 1919, los ejércitos de ambos países entraron en el territorio, procediéndose a una división
provisional que favoreció a Checoslovaquia y que terminó por hacerse definitiva.
La cuestión húngara
Hungría fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes perdedores de la Gran Guerra. Proclamada la república de
Hungría, el 16 de noviembre de 1918, dos tercios del territorio húngaro fueron ocupados por tropas serbias,
checas y rumanas. El caos de la derrota propició la efímera revolución comunista de Béla Kun (marzo 1918).
El terror implantado por la república soviética provocó el antagonismo de gran parte de la población.
Finalmente, el 4 de agosto, Béla Kun y sus seguidores abandonaron Budapest ante la llegada de un ejército
rumano, que ocupó la ciudad dos días más tarde. Las presiones aliadas consiguieron que los rumanos
abandonaran la capital y finalmente se instituyó un gobierno dirigido por el almirante Miklós Horthy, quién se
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vió forzado a firmar el durísimo Tratado de Trianon en junio de 1920. Hungría quedó reducida a un pequeño
estado de 92.000 kilómetros cuadrados y millones de húngaros quedaron fuera de sus fronteras en
Checoslovaquia, la Transilvania rumana o Yugoslavia.
Un experto en temas húngaros, el británico C.A. Macartney afirmaba en 1937:
"(...) la línea étnica no estaba claramente definida en ninguna parte (...) largos siglos de interrelación,
asimilación, emigración y colonización interna habían dejado en muchas zonas un cinturón de población
mezclada y, a menudo, indefinida, donde cada grupo nacional se mezclaba con el más próximo, mientras
quedaban innumerables islas de una nacionalidad en medio de mares de otras, variando de tamaño desde el
medio millón de Szekely húngaro parlantes de Transilvania (...) a comunidades de un sólo pueblo o menos
(...) Ninguna frontera podía trazarse sin que dejara minorías nacionales en al menos un lado de la frontera."
El gobierno de Horthy intentó restaurar como Rey de Hungría al antiguo emperador Carlos Habsburgo a la
vez que trataba de conseguir una revisión de las fronteras establecidas en el Tratado de Trianon. La reacción
de los países afectados fue inmediata: en agosto de 1920 se constituyó la Pequeña Entente. Checoslovaquia,
Yugoslavia y Rumania firmaron un pacto defensivo contra las aspiraciones húngaras de revisar los tratados de
paz. Tras algunas dudas, Francia brindó su apoyo a la nueva alianza.
La política de alianzas de Francia e Italia en la Europa central
Francia, siempre ante la perspectiva de la amenaza alemana, buscó establecer una red de alianzas con los
nuevos países surgidos entre Alemania y Rusia. Se trataba de buscar aliados que rodearan a una Alemania que
ansiaba revisar el Tratado de Versalles. Es evidente que la gran alianza franco−rusa de 1893 estaba implícita
en las maniobras de la diplomacia gala. No obstante, Francia pronto se apercibió de que había dos grandes
diferencias con respecto a las alianzas previas a la Gran Guerra: por un lado, ninguno de los nuevos países
tenía un potencia comparable a Rusia, por otro, estos nuevos países estaban enfrentados entre sí por múltiples
conflictos de tipo nacionalista.
Pese a todas las dificultades, Francia, por medio de su ministro de asuntos exteriores, Berthelot, firmó un
tratado de alianza con la Polonia de Pilsudski en 1921. La alianza implicaba un tratado secreto militar contra
Alemania. En 1924, el gobierno francés amplió sus alianzas a Checoslovaquia, lo que indirectamente le ligaba
a la Pequeña Entente nacida en 1920. Pese a sus intentos de conciliar a sus dos nuevos aliados, el conflicto de
Teschen impidió una alianza entre Varsovia y Praga.
Mientras tanto, Italia vencedora en la guerra pero descontenta con los tratados, establece una red de acuerdos
diplomáticos con los países de la Europa danubiana perdedores en la guerra y descontentos con el "statu quo".
Roma firma acuerdos con Hungría, Austria, Bulgaria y Albania.
Podríamos resumir la situación de la siguiente manera: mientras que Gran Bretaña se mantiene al margen de
estas alianzas orientales en las que no tiene ningún interés especial, Francia, buscando mayor seguridad contra
Alemania, busca aliados entre los países satisfechos con la nueva situación creada tras la guerra. Por el
contrario, Italia, quejosa por la situación surgida de la Conferencia de París, trató de establecer acuerdos con
los países descontentos.
La Desintegración del Imperio Otomano y la guerra greco−turca
La cuestión turca nos muestra un buen ejemplo de la vieja diplomacia secreta que Wilson y la Sociedad de
Naciones trataban de desterrar.
Británicos y franceses habían llegado a un acuerdo para repartirse las posesiones árabes del Imperio Turco
(Acuerdo Sykes−Picot, 1916), al que añadieron un nuevo tratado secreto con los italianos concediéndoles
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algunos territorios en el sur de Anatolia (Acuerdo de Saint−Jean−de−Maurienne, 1917). A todo ello se unió al
acabar el conflicto, la aprobación franco−británica a las aspiraciones griegas en zonas de Anatolia con
población helena.
El Tratado de Sèvres en agosto de 1920 fue enormemente duro con Turquía y, además, no tomó en cuenta el
triunfo en Estambul de la revolución de Mustafá Kemal "Atatürk" en 1919. El nuevo líder turco representaba
la causa modernizadora y nacionalista ante las aspiraciones imperialistas de los vencedores.
Tropas de la Entente ocuparon Estambul en marzo de 1920 y, poco después, el ejército griego inició la
invasión del país. La guerra greco−turca (1919−1922) que siguió, estuvo jalonada de masacres −más del 20%
de la población masculina de Anatolia murió− y concluyó con la victoria turca. Más de un millón de griegos
fueron deportados de Anatolia.
El Tratado de Lausana (1923) puso fin al proceso de desintegración turco. Aunque se mantuvieron cláusulas
lesivas para Turquía, ésta mantuvo el control de Anatolia y la Tracia oriental. Ese mismo año se abolió el
Sultanato y se proclamó la República Turca.
No hubo, sin embargo, ninguna concesión a Turquía en lo referente a sus posesiones árabes. Gran Bretaña y
Francia se repartieron las posesiones del Oriente Medio, siguiendo, a grandes rasgos, lo establecido en el
Acuerdo Sykes−Picot.
El Problema Soviético
Uno de los grandes problemas que siguieron al fin de la primera guerra mundial fue la fijación de las fronteras
del nuevo estado soviético. La Entente desde el armisticio de diciembre de 1917 y, muy especialmente, desde
el Tratado de Brest−Litovsk ayudaba activamente a los opositores al bolchevismo. Esta ayuda se concretó al
estallar la guerra civil en 1918 en una activa intervención militar en apoyo al Ejército Blanco.
El gobierno bolchevique tenía puesta su esperanza en la extensión de la revolución al corazón de Europa. Los
fracasos de la insurrección espartaquista en Berlín y de la república soviética de Béla Kun en Budapest
pusieron fin a estos sueños de revolución mundial.
No obstante, los éxitos del Ejército Rojo de Trotski forzaron un cambio de la política de los Aliados. Las
tropas de intervención fueron retiradas en 1919 y se inició la conocida como política de cordón sanitario: se
trataba de crear una serie de estados antisoviéticos en la frontera occidental que permitieran frenar la
expansión del comunismo.
Aprovechando el caos de la derrota, la revolución y la guerra civil, finlandeses, bálticos y polacos se
precipitaron a romper lazos con la antigua potencia rusa. Así, con mayores o menores dificultades, Finlandia,
Estonia, Letonia y Lituania accedieron a la independencia.
En Polonia, el general Jósef Pilsudski había proclamado la República polaca en noviembre de 1918. El nuevo
estado buscó establecer unas fronteras lo más favorables posible, no dudando en continuar guerreando contra
alemanes, rusos o ucranianos. Frenado, a instancias de los aliados, el ataque polaco en occidente en enero de
1919, el gobierno de Varsovia continuó su expansión hacia el este, alcanzando Kiev, la capital de Ucrania, en
1920.
Los aliados, en la figura del ministro de asuntos exteriores británico Lord Curzon, propusieron una línea de
frontera ruso−polaca, la línea Curzon, que dividía la Rusia Blanca (Bielorrusia) entre los dos estados.
Tras llevar la iniciativa en la primera fase de la guerra, los polacos vieron como el contraataque soviético
llevó al Ejército Rojo hasta las puertas de Varsovia. Los polacos resistieron con el apoyo francés. Finalmente,
en marzo de 1921, se firmó el Tratado de Riga. La frontera ruso−polaca se fijaba en una línea de 150 a 200
kilómetros al oriente de la línea Curzon.
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A las grandes pérdidas territoriales rusas se le vino a añadir la Besarabia, anexionada por Rumania.
El aislacionismo norteamericano
El aislacionismo, es decir, el rechazo a implicarse en alianzas permanentes, tiene en EE.UU. una larga
tradición que se remonta a las administraciones presididas por George Washington.
El rechazo del Senado norteamericano a firmar el Tratado de Versalles y el Pacto de la Sociedad de Naciones
es el más célebre e importante ejemplo de aislacionismo norteamericano.
Para que Estados Unidos se adhiriera a ambos tratados era necesario que el Senado los ratificara por una
mayoría de dos tercios. El presidente demócrata Wilson, que tenía que hacer frente a un Senado con mayoría
republicana desde 1918, pecó de confianza y dio por sentado que conseguiría la aprobación de la cámara.
Wilson, quien sufrió un ataque de parálisis que le obligó a permanecer en su casa tres meses en pleno debate
de la cuestión, se negó a pactar cualquier tipo de enmienda de los tratados con el líder republicano en el
Comité de asuntos exteriores del Senado, Henry Cabot Lodge. Cuando, efectivamente, su propuesta fue
derrotada en el Senado, Wilson pensó que una victoria demócrata en las elecciones que se debían celebrarse
en 1920 permitiría la definitiva ratificación de los tratados. Sin embargo, Wilson había perdido contacto con
la realidad norteamericana, la victoria del candidato republicano, Harding, llevó a que EE.UU. rechazara
definitivamente el Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones. En agosto de 1921, el gobierno de
Washington firmó por separado tratados de paz con Alemania, Austria y Hungría.
A partir de ese momento, la tarea de supervisar la ejecución del Tratado de Versalles se hizo infinitamente
más difícil. Francia y Gran Bretaña, a menudo enfrentadas, con la escasa ayuda de Bélgica e Italia, se vieron
solas a la hora de implementar un tratado que se había negociado entre los vencedores asumiendo la plena
participación norteamericana.
Sin embargo, la política norteamericana durante los años 20 no puede ser calificada de plenamente
aislacionista, ya que se implicó activamente en temas como el control de armamentos o las reparaciones de
guerra (Plan Dawes).
El impacto de la depresión inclinó la balanza hacia posturas más aislacionistas: la Ley de Neutralidad de 1935
es el mejor ejemplo de esta actitud reforzada. Hubo que esperar al inicio de la II Guerra Mundial para que la
potencia norteamericana optara por una política de decidido intervencionismo internacional.
El expansionismo japonés: los Tratados de Washington
Pese a su escasa participación en la guerra, la posición nipona en el Extremo Oriente quedó enormemente
reforzada tras la conclusión de la Gran Guerra. El eclipse ruso, al que se añadía el abandono de Alemania,
convirtieron a Japón en la única gran potencia a las puertas de China y en la tercera potencia naval del mundo.
La inquietud que provocó este hecho en EE.UU. hizo que el presidente Harding, con el apoyo del líder
británico Lloyd George, invitara a siete potencias (Gran Bretaña, Japón, Francia, Italia, China, Holanda y
Bélgica) a reunirse en Washington.
La Conferencia de Washington (noviembre de 1921−febrero de 1922) concluyó con la firma de tres tratados:
El Tratado de las Cuatro Potencias (EE.UU., Gran Bretaña, Japón y Francia) implicaba un compromiso mutuo
de reconocimiento de las posesiones de cada potencia en el Pacífico y la promesa de consultarse en caso de
controversias o acciones agresivas de cualquier país en la zona.
El Tratado de las Cinco Potencias (EE.UU., Gran Bretaña, Japón, Francia e Italia) significó la adopción de
ciertas medidas encaminadas al desarme naval. Aunque no se pusieron límites a otro tipo de navíos, con
respecto a la flota de acorazados se estableció unas proporciones: EE.UU. y Gran Bretaña mantendrían una
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paridad, Japón podría llegar a un 60% de esa cantidad, y Francia e Italia alcanzarían el 35%, es decir, índices
5 para EE.UU. y Gran Bretaña, 3 para Japón, y 1.67 para Francia e Italia.
Por último, el denominado Tratado de las Nueve Potencias implicó un compromiso de respeto a la integridad
territorial de China.
Tres conclusiones principales se pueden extraer de estos acuerdos de Washington: el inicio de una estrecha
política de entendimiento entre EE.UU. y Gran Bretaña; el reconocimiento de la superioridad marítima de las
potencias anglosajonas; y la aceptación del poderío naval japonés en el Pacífico.
La aplicación del Tratado de Versalles: el problema alemán
Las posiciones de las principales potencias
Alemania nunca acepto de iure el Tratado de Versalles. Dos aspectos eran especialmente insoportables para el
gobierno y la opinión pública alemana: el pago de reparaciones de guerra como país responsable del conflicto
y las pérdidas territoriales acordadas en Versalles, muy especialmente las de la frontera oriental. Alemania,
desde un principio, centrará sus objetivos exteriores en conseguir la revisión del diktat, la imposición, de
Versalles y en evitar el cumplimiento de sus onerosas condiciones.
La gran paradoja del Tratado de Versalles consistía en que era un tratado muy duro que unas potencias no
demasiado fuertes van a tratar de imponer a un país que aún mantenía gran parte de su potencial económico.
Esta paradoja se explica, en primer lugar, por el aislacionismo norteamericano. La ausencia de EE.UU. dejó a
Francia y Gran Bretaña como las únicas grandes potencias que trataban de construir el orden diseñado en la
Conferencia de París. En segundo lugar, la debilidad franco−británica se vio enormemente reforzada por la
disparidad de ideas entre los gobiernos de Londres y de París.
Gran Bretaña, como centro de un imperio mundial, trataba de seguir su tradicional política de equilibrio
continental en Europa. Se trataba de que ni Alemania ni Francia fueran demasiado poderosas y así le
permitieran centrarse en los crecientes problemas a los que debía enfrentarse en Irlanda, Egipto o la India.
Influenciada cada vez más su opinión pública por las ideas de Keynes, el Reino Unido estaba convencido de
que solo una Alemania pacífica y próspera podría hacer frente al pago de las reparaciones. La prosperidad
germana era una premisa necesaria para el progreso económico europeo, lo que implicaba una postura
conciliadora frente a las reticencias alemanas para pagar las reparaciones de guerra.
Para Francia, sin embargo, el problema alemán era la cuestión central y prioritaria. Tras algunas dudas, se
impuso definitivamente la postura que defendía aplicar medidas coercitivas que debilitaran a Alemania y la
forzaran a cumplir el Tratado de Versalles. Esta postura se explicaba aún más al no contar con un tratado con
EE.UU. y Gran Bretaña que le garantizara ayuda en caso de un ataque alemán. La negativa norteamericana a
firmar el Tratado de Versalles dejó a Francia en una situación de clara inseguridad. La exigencia del pago
íntegro de reparaciones no sólo buscaba rehacer el maltrecho tejido económico galo, sino que también
buscaba debilitar a la economía germana. Mientras tanto, el gobierno de Londres veía con aprensión una
Alemania demasiado debilitada que permitiera una Francia muy poderosa en el continente...
El problema de las reparaciones como centro del conflicto
Alemania desafió desde un principio el intento francés de hacer cumplir las cláusulas de Versalles. El primer
conflicto va a surgir cuando en marzo de 1920 se produce un intento fallido de golpe de estado en Alemania
dirigido por el ultra nacionalista Kapp. Los obreros del Ruhr proclamaron la huelga general y el ejército
alemán no dudó en entrar en la zona desmilitarizada para reprimir el levantamiento de los trabajadores. La
reacción francesa fue inmediata y el ejército galo ocupó Francfort, Darmstadt y Duisburg. El desagrado
británico se hizo evidente y en la Conferencia de San Remo, celebrada poco tiempo después, Francia quedó
aislada entre las demás potencias.
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Finalmente el 27 de abril de 1921 la Comisión de Reparaciones, constituida por el Tratado de Versalles y
presidida por el francés Raymond Poincaré, anunció la cantidad total que debía pagar Alemania en concepto
de reparaciones: 132.000 millones de marcos−oro. A la indignada reacción del gobierno alemán, los Aliados
respondieron con una nueva amenaza de invasión de la cuenca del Ruhr.
Alemania continuó dando largas al pago de las indemnizaciones. Por un momento, pareció que el gobierno de
París, presidido desde enero de 1921 por Aristide Briand, podría llegar a un acuerdo con Lloyd George para
flexibilizar el pago de las reparaciones... En enero de 1922, en el momento en que Briand y Lloyd George
iniciaban un encuentro en Cannes, el entonces primer ministro francés fue llamado a París. Allí, el presidente
de la república, Millerand, le comunicó su destitución. Poincaré era nombrado primer ministro. En los círculos
de poder franceses se había impuesto la denominada política de ejecución de los tratados: había que forzar a
Alemania a pagar.
En mayo de 1922 se celebró en Génova una Conferencia a la que por primera vez asistieron los aliados
vencedores y los dos grandes derrotados de la guerra: Alemania y Rusia. Se trataba de abordar los graves
problemas económicos y de tratar de reintegrar a la Rusia soviética en el concierto europeo. La Conferencia
fue un fracaso. Su principal consecuencia fue la firma del Tratado de Rapallo entre Alemania y Rusia. Los dos
grandes derrotados, aún manteniendo grandes reticencias, iniciaban un período de colaboración económica e,
incluso, militar. Alemania buscaba inquietar a las potencias occidentales y así lograr rebajar sus exigencias en
el tema de las reparaciones. Rusia intentaba reinsertarse en la política internacional europea. El Tratado de
Rapallo fue profundizado con un nuevo Tratado germano−soviético en 1926.
Poincaré, inquieto por las posibles consecuencias del acercamiento germano−ruso, se fue convenciendo de la
necesidad de tomar decisiones drásticas que forzaran a Alemania a cumplir sus obligaciones. Un nueva
solicitud alemana de moratoria en el pago de las reparaciones en julio de 1922 precipitó la decisión francesa.
La ocupación del Ruhr (1923)
El 11 de enero de 1923, tropas francesas y belgas ocuparon la cuenca del Ruhr. El corazón minero e industrial
de Alemania. Se trataba de cobrarse in situ las reparaciones. Los británicos se negaron a unirse a la acción,
pero sus protestas fueron, en un principio, bastante tibias.
La reacción del gabinete alemán, presidido por Cuno, fue decretar la resistencia pasiva. Las fábricas cerraron
y el gobierno de Berlín sufragó a los huelguistas. La situación llevó a la economía alemana al colapso. Uno de
los fenómenos más espectaculares de la historia económica del siglo XX se adueñó de Alemania: la
hiperinflación.
Con un marco que había perdido prácticamente todo su valor, en septiembre de 1923, el nuevo gobierno
alemán presidido por Gustav Stresemann llamó al cese de la resistencia pasiva. Francia también estaba
exhausta, no sólo se había quedado aislada ante el creciente distanciamiento británico, sino que su propia
economía estaba entrando en serias dificultades. Su moneda, el franco, se estaba debilitando y necesitaba
imperiosamente créditos que sólo podían venir de Estados Unidos, país fuertemente crítico con la política de
ejecución de Poincaré.
La debilidad financiera de Francia la forzó a aceptar la integridad territorial de Alemania y a acordar la
retirada progresiva de las fuerzas ocupantes del Ruhr.
La mediación norteamericana llevó a que todos aceptaran la creación de un comité encargado de estudiar el
tema de las reparaciones. El comité estaría presidido por un financiero norteamericano, Charles Dawes.
Poco a poco, la conciencia de la necesidad de abordar la solución de los graves problemas de la posguerra
desde el diálogo y la cooperación y no desde el enfrentamiento y la imposición se fue extendiendo por la
capitales europeas. No sólo era el caso de Berlín, donde Stresemann hacía gestos conciliatorios, sino que en
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Francia y Gran Bretaña habían llegado al poder en 1924 nuevos gobiernos de centro−izquierda presididos por
hombres más proclives a la negociación: Edouard Herriot, al frente del denominado Cartel de Izquierdas, en
París, y Ramsay MacDonald, dirigiendo el primer gobierno laborista de la historia británica, en Londres.
La situación se definió claramente hacia la conciliación en febrero de 1924. El día 9, Stresemann comunicó al
gobierno francés que Alemania estaba dispuesta a firmar con Francia y otros países que pudieran estar
interesados un acuerdo que garantizase las fronteras franco−alemanas marcadas en Versalles, incluyendo la
zona desmilitarizada. A partir de ese momento las relaciones internacionales entraron en un corto pero, en
aquel momento, muy esperanzador periodo de concordia.
El problema de las indemnizaciones: el plan Dawes
A principios de 1924, todas las grandes potencias buscaban un acuerdo que permitiera alcanzar la estabilidad
monetaria internacional. Gran Bretaña trataba de restablecer el patrón−oro, Estados Unidos necesitaba
estabilidad monetaria para colocar en Europa sus excedentes financieros, Alemania necesitaba absolutamente
préstamos internacionales para tratar de asentar su nueva moneda, el Rentenmark, que acababa de sustituir a
un marco sin valor alguno, y, por último, Francia debía tomar medidas para salvar al franco, muy debilitado
tras la invasión del Ruhr.
Los países anglosajones, Gran Bretaña y especialmente la gran potencia estadounidense, van a intervenir
forzando a Francia y a Alemania a la negociación. Francia ya no tenía fuerzas para continuar con su política
de ejecución de los tratados. Para muchos historiadores nos hallamos en un momento clave: en adelante
Francia inicia una política exterior de subordinación a Gran Bretaña, consciente de su debilidad y de que la
recuperación económica llevará a Alemania a constituirse de nuevo en una enorme amenaza, el gobierno de
París inicia un periodo de subordinación a la política de Londres. Esta nueva postura, como veremos, será
clave para entender las políticas aplicadas en los años treinta ante la creciente amenaza hitleriana.
En el verano de 1924 se reunió la Conferencia de Londres con el objetivo de aplicar el denominado Plan
Dawes. El plan, redactado por un comité presidido por el financiero norteamericano Charles Dawes, significó
esencialmente una notable reducción del volumen total de las deudas alemanas y un importante flujo de
inversiones norteamericanas en Alemania con el objetivo de reflotar la economía germana. Se trataba
básicamente de poner de nuevo en funcionamiento el sistema financiero mundial: los norteamericanos
prestaban e invertían en Alemania, para que su renacida economía fuera capaz de cumplir con la obligación de
las reparaciones y, así, los países europeos de la Entente (Francia, Italia, Gran Bretaña) pudieran pagar las
deudas adquiridas con EE.UU. durante el conflicto.
La economía europea recibió alborozada el nuevo ambiente de concordia y colaboración. A partir de 1924 se
inicia un corto periodo de bonanza económica. La euforia económica tuvo su correspondiente euforia política.
El Tratado de Locarno
La propuesta de Gustav Stresemann en febrero de 1925 de llegar a un reconocimiento legal de las fronteras
occidentales establecidas en el Tratado de Versalles, encontró una rápida respuesta de Aristide Briand, recién
nombrado ministro de asuntos exteriores en París. Las negociaciones iniciadas culminaron con la reunión de
los representantes de las grandes potencias en la ciudad suiza de Locarno durante el mes de octubre de 1925.
Gustav Stresemann por Alemania, Aristide Briand por Francia, Austen Chamberlain por Gran Bretaña, Benito
Mussolini por Italia y Émile Vandervelde representando a Bélgica debatieron los grandes temas que afectaban
a la seguridad europea.
Los Tratados de Locarno fueron finalmente ratificados y firmados en Londres en diciembre de 1925.
El principal de los tratados firmados en Locarno es el pacto de garantía mutua de las fronteras occidentales de
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Alemania, incluyendo la zona desmilitarizada de Renania. Alemania, por primera vez, aceptaba de iure sus
fronteras con Francia y Bélgica aprobadas en Versalles. Los tres países interesados firmaron el tratado, junto
al Reino Unido e Italia que harían el papel de garantes del tratado.
La gran debilidad de los Tratados de Locarno fue que Alemania no quiso ni oír hablar de firmar pactos
similares con respecto a sus fronteras orientales. Alemania nunca reconoció sus nuevas fronteras con Polonia
y Checoslovaquia, y, allí, efectivamente se inició la crisis que llevó a la segunda guerra
mundial.
Pese a todo, Locarno marcó el inicio de un nuevo período de distensión, lo que los historiadores han
denominado la era Briand−Stresemann, por el papel clave que jugaron los jefes de las diplomacias francesa y
alemana en los años subsiguientes. Un nuevo espíritu de concordia, el espíritu de Locarno, dominó la escena
internacional hasta la llegada de la depresión económica en 1929.
La era Briand−Stresemann
El primer gran acto de este periodo es el ingreso de Alemania en la Sociedad de Naciones. La emotiva sesión
de la Sociedad en Ginebra tuvo una gran resonancia internacional. Briand dio la bienvenida a su colega
germano y Stresemann respondió con un discurso en el que exclamó: "¡Abajo los fusiles, las ametralladoras y
los cañones! ¡Paso a la conciliación, al arbitraje y a la paz!". El ingreso de Alemania, además de dar mayor
credibilidad a la Sociedad de Naciones, significaba el reconocimiento del status de gran potencia al país
germano.
En este nuevo ambiente internacional, en 1927 Briand entró en contacto con su colega norteamericano Frank
Kellogg, de estos contactos nació el denominado Pacto Briand−Kellogg, firmado solemnemente en agosto de
1927. Este acuerdo, que no tenía importante contenido real, tenía, sin embargo, un importante valor simbólico
y ejemplificador: Francia y EE.UU. renunciaban a la guerra como medio para solucionar cualquier diferencia
entre ambos países. París y Washington invitaban a los demás estados a adherirse a este pacto que declaraba
ilegítima a la guerra. En 1929, más de 60 países, entre ellos Alemania, habían firmado el
pacto.
Briand, que había tomado contacto con el conde Coudenhove−Kalergi, líder del movimiento Paneuropa,
pronunció en septiembre de 1929 un discurso en la Asamblea General de la Sociedad de Naciones en el que
proclamaba la necesidad de constituir una Unión Europea. Este es uno de los últimos momentos del espíritu
de Locarno, el estallido de la crisis económica hizo que la propuesta de Briand cayera en el vacío. Al año
siguiente, en septiembre de 1930, el ambiente internacional era muy diferente y la propuesta de Briand fue
retirada.
Stresemann, mientras tanto, llevaba a cabo una decidida política de revisión del Tratado de Versalles.
Fortalecida en su posición internacional, contando con la comprensión de los países anglosajones y con una
economía en crecimiento, Alemania tenía cada vez más poder para incidir en las grandes decisiones
internacionales. Fruto de la labor diplomática de Stresemann fueron la evacuación de las tropas aliadas que
aún quedaban en Renania en 1930 (cinco años antes de lo estipulado en el Tratado de Versalles) y una nueva
renegociación del pago de las reparaciones, concretada en llamado Plan Young de 1929. En este nuevo
arreglo, en el que se reducía el monto total de las reparaciones, se preveía que Alemania pagara
indemnizaciones a los vencedores ¡hasta 1988!
La depresión económica que estaba a punto de estallar al otro lado del Atlántico vino a poner fin no solo a las
previsiones del Plan Young sino también al corto periodo de concordia internacional que había disfrutado el
mundo.
Los últimos momentos de concordia: la evacuación de Renania y el Sarre
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Como ocurre en muchos otros periodos históricos, no es fácil establecer claramente las etapas en que podemos
dividir la evolución histórica. No se pasó evidentemente en un día del Espíritu de Locarno a la infernal
dinámica que llevó a septiembre de 1939. Pero, ¿dónde poner los límites a ese corto periodo de transición de
la concordia al inicio del camino hacia la guerra? ¿En la Moratoria Hoover de 1931 o la Conferencia de
Lausana de 1932 que ponían prácticamente fin al pago de reparaciones alemanas? ¿En la invasión japonesa de
Manchuria en 1931? ¿En el fin de todo tipo solidaridad económica en la Conferencia Económica Internacional
? ¿En el fracaso de la Conferencia Internacional de Desarme en 1933? ¿En el establecimiento del servicio
militar obligatorio en Alemania en 1935?
Me he inclinado por el año 1933 como el año clave que marca un antes y un después. Entre todos los graves
acontecimientos de ese año hay uno que claramente destaca y lo singulariza como un año trágico: el ascenso
de Hitler a la cancillería alemana el 30 de enero de aquel año.
Cuando el 17 de mayo de 1930 se firma el protocolo definitivo del Plan Young está teniendo lugar uno de los
últimos momentos de concordia en Europa. Inmediatamente Edouard Herriot, el primer ministro francés,
ordena la evacuación de las últimas tropas de ocupación en Renania. En diciembre las tropas francesas
abandonan la región del Sarre, zona que, sin embargo, continuó bajo la administración económica francesa
hasta 1935.
Estas medidas no pueden ocultar el rápido enfriamiento de las relaciones franco−alemanas. La muerte de
Gustav Stresemann, el 3 de octubre de 1929, distanció más a dos países que ya en aquel momento se miraban
con creciente recelo. La repercusión de la crisis de 1929, especialmente virulenta en Alemania, puso fin
definitivo al edificio diplomático construido en los efímeros años de concordia. La trayectoria de Aristide
Briand es una clara muestra del dramático cambio que vivía Europa: duramente derrotado en las elecciones
presidenciales de 1931, abandonó la política y murió en marzo de 1932. Los tiempos no estaban para
concordia ni para proyectos de unidad europea. Eran tiempos de nacionalismo y de soluciones
violentas.
La repercusión de la crisis económica: el fracaso de la Conferencia Económica Internacional
La devastadora crisis iniciada en EE.UU. en 1929 arrasó cualquier idea de cooperación y solidaridad
económica. Las grandes potencias se embarcaron en políticas económicas basadas en la elevación de
aranceles para limitar las importaciones y en la devaluación de las monedas para facilitar las exportaciones.
Estas políticas de nacionalismo económico se daban en un marco de desorden monetario general.
El último intento de conciliación tuvo lugar en la Conferencia Económica Internacional que tuvo lugar en
Londres en julio de 1933. Su fracaso fue rotundo, a partir de ahí el sálvese quien pueda fue la regla general.
Las posturas insolidarias se generalizaron en todas los países y desde todas las perspectivas ideológicas. Gran
Bretaña se replegó en el Imperio adoptando una política de preferencia imperial y poniendo fin a una larga
tradición librecambista, el New Deal de Roosevelt tenía una clara tendencia aislacionista, y, lo que era más
grave, en Alemania, duramente golpeada por la depresión, se impuso una política de autarquía y rearme.
La fallida Conferencia Internacional de Desarme
En un claro ambiente de creciente insolidaridad se reunión en Ginebra en febrero de 1932 una Conferencia en
la que estaban representados 62 países. Alemania desde un principio exigió la igualdad de derechos con las
demás potencias y la reducción de armamentos de los demás países al mismo nivel que el Tratado de
Versalles le había impuesto a ella. Los países anglosajones, mientras tanto, parecían más preocupados por la
posible hegemonía francesa que por el posible rearme alemán. La URSS, mientras tanto, pedían un desarme
total e inmediato.
En este ambiente caótico se discutieron diversos planes contrapuestos. Alemania, cada vez más exigente, se
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retiró y volvió a las negociaciones. Mientras tanto, el 30 de enero de 1933, Hitler era nombrado canciller: el
14 de octubre, Alemania abandonó la Conferencia de Desarme y pocos días después la Sociedad de Naciones.
En adelante, la perspectiva de la guerra se fue haciendo cada vez más nítida en las cancillerías europeas.
El expansionismo japonés: la ocupación de Manchuria (1931)
En 1931 tiene lugar la primera de la serie de crisis que jalonan el camino hacia la segunda guerra mundial.
Japón, con viejas aspiraciones expansionistas en el Extremo Oriente, vio como la crisis económica le golpeaba
de una forma importante. Un país superpoblado y con escasas materias primas sufrió especialmente la
contracción del comercio mundial.
El nacionalismo agresivo y expansionista se convirtió en la corriente ideológica imperante en el archipiélago,
muy especialmente en el Ejército. Desde 1930, el gabinete ultranacionalista de Inukai Tsuyoshi puso sus ojos
en China, un enorme país debilitado por una larga guerra civil. Así, aprovechando un incidente menor, el
ejército japonés en el otoño de 1931 procedió a invadir la región norteña china de Manchuria.
La reacción china fue inmediata y apeló a la Sociedad de Naciones. Esta formó una Comisión, presidida por el
británico Lord Lytton, que, de forma muy conciliadora con los intereses japoneses, procedió a estudiar la
situación. Sin embargo, el gobierno de Tokyo continuó con una política de hechos consumados: en marzo de
1932, decretó la independencia de Manchuria con el nombre de Manchukuo y estableció gobierno títere del
emperador Pu−Yi, antiguo emperador chino destronado en 1912.
La tibia reacción de la Sociedad de Naciones no impidió que, en marzo de 1933, Japón abandonara la
organización con sede en Ginebra. Muy pronto le seguiría la Alemania de Hitler. En adelante, la Sociedad
creada en 1919, recién acabada la guerra que pondría fin a todas las guerras se reveló como un organismo
inoperante. La crisis de Abisinia en 1935−1936 significará su fin definitivo.
La ocupación japonesa de Manchuria cambió el equilibrio de poder en el Pacífico. Japón se liberó de las
restricciones acordadas en la Conferencia de Washington en 1922 y se colocó en una posición estratégica
favorable para una ulterior guerra contra China.
La política germana, 1931−1935
El impacto de la depresión y la muerte de Stresemann provocaron en Alemania un claro endurecimiento en
sus posiciones exteriores, perceptible antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo. El decidido
propósito de acabar con el pago de las reparaciones, alcanzado tras la Moratoria Hoover y la Conferencia de
Lausana; el proyecto de unión aduanera con Austria, frenado por la acción conjunta franco−británica; y la
exigencia de igualdad de derechos con las demás potencias en el terreno armamentístico marcan la política
iniciada por el canciller Brüning en 1930.
La llegada de Adolf Hitler a la cancillería trajo, no obstante, un nueva política exterior que, más allá de los
bandazos tácticos del Führer, reflejaba las ideas expansionistas y militaristas expresadas por el dictador nazi
en su Mein Kampf. Hitler tenía como objetivo central destruir el orden de Versalles, y para ello se planteó dos
metas inmediatas: crear unas fuerzas armadas poderosas y anexionar al Reich los territorios fuera de él
habitados por población germana.
El abandono de la Conferencia de Desarme y de la Sociedad de Naciones en 1933 fueron las primeras
actuaciones de la nueva política exterior de Alemania. A la vez, aunque aún de forma muy prudente, Hitler
inicia el rearme clandestino.
Hitler, sin embargo, no podía ser muy agresivo en sus primeros momentos en la cancillería. Necesitaba ante
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todo asentar su poder en Alemania. Así, su primera jugada diplomática fue moderada y hábil. En enero de
1934, Alemania y Polonia, representada por su ministro de exteriores Josef Beck, firmaron un pacto de no
agresión. Ambos países, afirmaba el tratado, iniciaban una nueva etapa política basada en los principios del
Pacto Briand−Kellogg y en la exclusión de las medidas de fuerza para resolver sus problemas. Fue una
maniobra hábil del que aún era menospreciado en muchas cancillerías europeas: Hitler consiguió debilitar los
lazos de Francia con Polonia y, a la vez, se cuidó muy mucho de reconocer las fronteras orientales del Reich.
El momento más grave de esta primera fase de la política exterior hitleriana tuvo lugar en Austria. El canciler
austríaco, el conservador Dollfuss, que pocos meses antes había aplastado a los socialdemócratas en Viena,
fue asesinado en un intento de golpe de estado nazi en octubre de 1934. Mussolini, que aspiraba a que Austria
fuera un estado bajo la influencia italiana, reaccionó inmediatamente y envió tropas a la frontera
italo−austríaca del Brennero. El golpe nazi fracasó y un nuevo canciller, Schusnigg, llegó al poder en Viena.
Pese a las protestas del gobierno Berlín, que afirma desconocer totalmente la actuación de sus correligionarios
austríacos, las relaciones entre Mussolini y Hitler se deterioraron de forma importante. El dictador alemán se
dio cuenta de las dificultades de llevar a cabo el Anschluss contra la opinión de Mussolini.
El año de 1935 trajo dos hechos destacables. En primer lugar, cumpliendo lo estipulado en el Tratado de
Versalles, se celebró un plebiscito en el territorio del Sarre, hasta ese momento administrado y explotado por
Francia. La abrumadora victoria de las posiciones partidarias del retorno al Reich alemán, más del 90% de los
sufragios emitidos, reforzó la política nacionalista de Hitler. El segundo paso fue mucho más trascendente,
Hitler, tomando como pretexto la prolongación de la duración del servicio militar en Francia, anunció el
restablecimiento del servicio militar obligatorio en Alemania.
La reacción diplomática francesa, 1934−1935
Francia era evidentemente el país más amenazado por la política revisionista de Hitler. Tras el abandono
alemán de la Conferencia de Desarme y la evidencia del rearme germano, el 17 de abril de 1934, el gobierno
de París publicó una nota diplomática denunciando el rearme alemán y proclamando la determinación
francesa de defenderse por sí misma.
Era el primer acto del nuevo ministro de asuntos exteriores francés, Louis Barthou, quien desde febrero de
1934 estaba dirigiendo una acción diplomática destinada a conseguir que Alemania garantizara el respeto a
sus fronteras orientales. Se trataba de conseguir un Locarno del Este.
Francia inició una vigorosa actividad diplomática a lo largo de toda Europa. Fruto de ella fue la aproximación
del gobierno de París a la URSS y a la Italia de Mussolini.
El reingreso de la URSS en el concierto internacional
El antibolchevismo sistemático del nuevo gobierno nazi y el rearme alemán provocaron un importante cambio
en la orientación de la diplomacia soviética. A partir de 1933, Moscú proclamó que no aspiraba a revisar los
tratados de 1919 y firma acuerdos bilaterales de no agresión que casi todos sus vecinos. La culminación de
este proceso llegó en septiembre de 1934 con el ingreso de la URSS en la Sociedad de Naciones .
La amenaza nazi motivó un cambio importante en la orientación política de la Internacional Comunista. Stalin
ordenó el abandono de la anterior táctica de clase contra clase, que tanto había hecho para desunir a la
izquierda alemana y facilitar el ascenso de Hitler, y, en agosto de 1935, el VII Congreo de la Komintern
afirmó que el fascismo constituía una grave amenaza para la URSS y la paz mundial y autorizó la búsqueda de
alianzas con la izquierda y la burguesía progresista para construir alianzas antifascistas. Los Frentes Populares
en Francia y España, sobre todo en la guerra civil, serán los más claros ejemplos de esta nueva orientación.
El Frente de Stresa y el pacto franco−soviético
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En octubre de 1934, Louis Barthou muere asesinado por un ustacha croata cuando acompañaba en Marsella
en una visita al Rey de Yugoslavia. Le sucede al frente del ministerio de asuntos exteriores, el Quai d'Orsay,
Pierre Laval. El nuevo ministro aunque sigue básicamente las directrices marcadas por Barthou, cambia las
prioridades: la alianza con Italia adquiere más importancia que el pacto con la Rusia soviética. Laval, hombre
de ideas conservadoras, adopta además una política más conciliadora con Alemania, como demostró las
facilidades dadas a la anexión germana del Sarre.
La aproximación a Italia se inició en enero de 1935. Laval y Mussolini ponen fin a las diferencias entre París
y Roma en los asuntos coloniales y en la Europa danubiana. Este acuerdo franco−italiano se amplió
rápidamente a Gran Bretaña. La implantación del servicio militar obligatorio en Alemania precipitó la reunión
el 11 abril de 1935 de la denominada Conferencia de Stresa. Las tres potencias reafirman en una declaración
conjunta su apoyo a la independencia de Austria, su crítica a la política armamentística de Hitler y su acuerdo
en "oponerse, por todos los medios a su alcance, a cualquier abandono unilateral de los tratados (de 1919)
susceptible de poner en peligro la paz en
Europa".
El mes siguiente, en mayo de 1935, se firmó el Pacto franco−soviético. Laval continuó las negociaciones que
había iniciado Barthou con los soviéticos. Concluyó el pacto que estableció la ayuda mutua en caso de
agresión no provocada, pero se negó a añadir una convención militar, propuesta por los soviéticos, que
hubiera dado mucho mayor vigor al pacto. La presión de los sectores más conservadores de la sociedad
francesa de alguna manera aguó la virtualidad del pacto franco−soviético.
La actitud británica tampoco ayudó a proyectar una imagen de firmeza ante Hitler. Ese mismo mes de mayo
se firma el Acuerdo naval germano−británico por el que Gran Bretaña daba su reconocimiento al desarrollo
naval alemán, aún cuando el acuerdo lo limitaba a una flota que no debía superar el 35% de la armada
británica.
Pese a todo, el pacto entre París y Moscú supuso un paso importante a la hora de construir la gran coalición
antihitleriana ideada por Barthou. La firma de un Pacto de ayuda mutua entre la URSS y Checoslovaquia
complementó y reforzó la red de alianzas promovidas por Francia.
La crisis de Etiopía, 1935−1936
El año 1936 fue testigo de tres grandes crisis que determinaron la ruptura del Frente de Stresa y la
configuración de un bloque revisionista germano−italiano que prefiguraba el bando del Eje durante la segunda
guerra mundial.
La primera crisis se inició en 1935 en Etiopia. Abisinia, como también se denominaba este territorio, era,
junto a Liberia, el único territorio africano libre de la dominación europea. Como país independiente había
pasado a formar parte de la Sociedad de Naciones. Italia intentó su anexión en 1896, pero terminó
humillantemente derrotada por el emperador Menelik en la batalla de Adua.
Mussolini aspiraba a la anexión del territorio y pese a las amenazas británicas, concretadas en el despliegue de
la Armada en el puerto de Alejandría, Italia inició el ataque en octubre de 1935. El 7 de octubre, a instancia
del Reino Unido, la Sociedad de Naciones condenó el ataque italiano y declaró a Italia país agresor acordando
diversas sanciones de tipo económico. Sin embargo, las medidas no fueron más allá. El embargo de petróleo,
que hubiera sido una medida realmente dañina para el gobierno de Roma, no se pudo adoptar ante la negativa
de EE.UU., por lo demás, país fuera de la Sociedad.
En diciembre de 1935, como reacción a la actitud franco−británica, Mussolini denunció el Frente de Stresa.
En mayo de 1936, las tropas fascistas conquistaban la capital Addis−Abeba. El gobierno de Roma proclamó la
anexión de Etiopía.
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La crisis había resultado un completo fracaso para la Sociedad de Naciones, que se había visto impotente para
arbitrar medidas que frenaran el expansionismo italiano. También alejó a Italia de Francia y Gran Bretaña,
acercándola a la Alemania de Hitler.
La remilitarización de Renania, 1936
Roto su aislamiento en Europa con la aproximación de Italia, Hitler tomó una medida arriesgada: alegando la
ratificación parlamentaria del pacto franco−soviético, Alemania anunció el 7 de marzo de 1936 la reocupación
militar del territorio desmilitarizado del Rin. Se trataba de una ruptura flagrante del Tratado de Versalles y
del Tratado de Locarno.
Fue un momento clave. Posteriormente muchos analistas coincidieron que si se hubiera frenado a Hitler en ese
momento la evolución de la situación internacional hubiera sido muy diferente. El hecho es que el gabinete
francés, presidido por Albert Sarraut, vaciló y tras diversas declaraciones altisonantes se limitó a aceptar el
hecho consumado. A la debilidad francesa se añadió la actitud de Gran Bretaña e Italia, teóricas garantes del
Tratado de Locarno, que, sin embargo, optaron por no reaccionar. El gobierno de Londres protestó, pero no
hizo nada. A Mussolini ni se le pasó por la imaginación colaborar con los países que habían condenado la
invasión de Abisinia.
El año 1936 es clave en la reconducción de la política italiana. Mussolini tuvo que optar por emprender una
política expansionista en el Mediterráneo (la anexión de Etiopía formaba parte de ese eje de su política
exterior) o afirmar sus intereses en la Europa danubiana lo que inevitablemente le enfrentaría con las
aspiraciones hitlerianas sobre Austria. El Duce tomó una decisión clara: el terreno de expansión sería el
Mediterráneo y el Führer sería su aliado. La guerra que estaba a punto de estallar en España iba a ser el primer
ejemplo de la nueva situación.
La guerra civil española, 1936−1939
En el conflicto español se van a entrecruzar los intereses estratégicos de las potencias y el compromiso
ideológico de las grandes corrientes políticas del momento.
Las potencias fascistas deciden desde un primer momento ofrecer una ayuda importante a los rebeldes
dirigidos por Franco. No sólo conseguían beneficios estratégicos − Italia continuaba su política mediterránea y
Alemania podía obtener un aliado que amenazara la retaguardia francesa−, sino que ayudaban a un aliado
ideológico en su lucha contra los sistemas democráticos y las ideologías obreras. Portugal se unió desde un
principio a esta ayuda a Franco.
La URSS, por otro lado, tuvo muy claro desde un principio su compromiso de ayuda a la República. No sólo
se enfrentaba a la expansión del fascismo, sino que alejaba el centro del conflicto entre las potencias al otro
confín de Europa, alejando el interés de Hitler de sus fronteras.
Las grandes democracias tuvieron una actitud que podemos catalogar como uno de los grandes engaños
diplomáticos del siglo. Gran Bretaña estaba decidida desde un principio a mantenerse neutral. El gobierno
conservador británico veía con aprensión la extensión de la influencia germano−italiana a la península y la
consecuente puesta en peligro de su base de Gibraltar y su ruta imperial a la India; sin embargo, la orientación
revolucionaria que pronto tomaron los acontecimientos en la zona republicana alejó definitivamente de la
cabeza del gobierno conservador la posibilidad de una ayuda a la República. El gobierno francés, pese a ser
del Frente Popular, de nuevo siguió lo marcado desde Londres.
El gobierno francés de Léon Blum, con el apoyo británico, ofreció a las demás potencias un pacto de no
intervención en el conflicto español: se trataba de no facilitar ni hombres ni material de guerra a ninguno de
los bandos en conflicto. Se creó así el denominado Comité de No Intervención al cual se adhirieron todas las
potencias. El Comité fue una farsa: mientras Francia y Gran Bretaña se abstenían de ayudar al régimen
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democrático en España, Hitler y Mussolini apoyaron de forma masiva y decisiva la causa de Franco. La única
potencia a la que pudo volver sus ojos el gobierno de Madrid fue la URSS, algo que, indefectiblemente,
repercutió en la evolución interna de los acontecimientos en la zona republicana.
El eje Roma−Berlín y el pacto Antikomintern
La camaradería de armas en el suelo español estrechó el acercamiento germano−italiano. La labor del Conde
Galeazzo Ciano, cuñado de Mussolini y ministro italiano de Asuntos Exteriores, propició la firma en octubre
de 1936 de una declaración de amistad y comunidad de puntos de vista en el terreno internacional entre
Alemania e Italia. Mussolini celebró el acontecimiento en un discurso en el que habló de la Vertical
Roma−Berlín, convertida por los periodistas en el Eje Roma−Berlín.
En noviembre, Alemania y Japón firmaron el denominado Pacto Antikomintern, un acuerdo que, en principio,
no se proclamaba anti−soviético sino contrario a la Internacional Comunista. De cualquier manera, el pacto
acercó a los gobiernos de Berlín y Tokio. Italia se unió un año después, en 1937. Franco, pocos días antes de
concluir la guerra civil español, firmó la adhesión de España a este pacto que ligaba a las potencias fascistas y
totalitarias.
Los acontecimientos de 1936, especialmente la guerra española, habían fortalecido a las potencias fascistas
totalitarias rompiendo definitivamente el Frente de Stresa. Las potencias occidentales habían visto seriamente
debilitada su posición, mientras que la URSS continuaba aislada.
La guerra chino−japonesa , 1937−1945
La política agresiva de las potencias totalitarias dio un paso decisivo en 1937. Fortalecido por sus nuevos
lazos con la Alemania de Hitler, en junio de 1937 Japón inició desde Manchukuo la invasión de China.
De nuevo la pasividad fue la reacción de las potencias. EE.UU. emitió graves protestas pero Roosevelt no
quiso comprometer a su país en ningún tipo de aventura exterior. Gran Bretaña y la URSS, las potencias
europeas más implicadas en la región, tenían bastantes preocupaciones en Europa con el creciente
expansionismo hitleriano para ocuparse de asuntos lejanos del Extremo Oriente.
La expansión de la Alemania nazi,1936−1939
A partir de 1936 se apreciaron dos tendencias contrapuestas en la política exterior de las potencias europeas.
Mientras que las democracias se acomodaban en una postura vacilante y timorata que buscaba, por todos los
medios y a cualquier coste, calmar al Führer y garantizar la paz; las potencias fascistas, esencialmente la
Alemania de Hitler, iniciaban una política claramente agresiva y expansionista. La guerra de España, lejos de
aumentar los deseos de luchar contra el fascismo, mostró a las opiniones y gobiernos democráticos el horror
de la guerra, lo que llevó a que se redoblara la decisión de evitarla a cualquier precio.
El mejor ejemplo de la actitud de las potencias democráticas lo encontramos en la política británica tras el
ascenso al poder del conservador Neville Chamberlain en mayo de 1937. Será la política de apaciguamiento,
que comentaremos más adelante. El mejor ejemplo de la reforzada agresividad alemana lo hallamos en la
reunión que Hitler celebró el 5 de noviembre de 1937 con su ministro de Exteriores, Von Neurath, su ministro
de Guerra, Blomberg, y los jefes militares. De esta reunión tomó acta el coronel Hossbach, de este documento,
el denominado Memorandum Hossbach, nos ha llegado una copia de gran valor histórico para conocer los
planes de Hitler. El Führer lanzó en la reunión una larga diatriba contra el bolchevismo y Francia y Gran
Bretaña "antagonistas movidas por el odio". Era necesario, afirmaba Hitler, conseguir espacio, "lebensraum",
para la comunidad racial alemana antes de 1943−1945, ya que si no se hacía pronto, las presiones sobre la
economía serían muy grandes, el material del ejército alemán quedaría obsoleto y el movimiento nazi perdería
su vitalidad. A corto plazo, Hitler instó a solucionar los problemas de las poblaciones germanas fuera del
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Reich. Austria y Checoslovaquia eran declaradas objetivos inmediatos.
La posición de Hitler causó alarma en Von Neurath, quién alertó de los riesgos para Alemania de esta política
agresiva. La decisión del Führer fue inmediata, nombró nuevo ministro de Exteriores a Von Ribbentrop. La
política exterior germana estuvo en adelante volcada en objetivos expansionistas.
El Anschluss con Austria
El único problema al que Hitler podía tener que enfrentarse para conseguir la ansiada anexión de Austria, el
Anschluss, era la posible reacción de Mussolini. Desde el asesinato de Dollfuss, en 1934, el nuevo canciller
austriaco Schusnigg se había apoyado en Italia para frenar la agitación nacionalsocialista en Austria y las
ambiciones cada vez más evidentes del gobierno de Berlín. Sin embargo, la crisis de Abisinia y el
consiguiente giro hacia Alemania de la política italiana dejó sin protección al gobierno de Viena. Así, se lo
comunicó Mussolini a Schusnigg en una entrevista que tuvo lugar en abril de 1936. El Duce le aconsejaba al
cancillera austriaco que negociara con Hitler: le pedía un imposible.
El 12 de febrero de 1938 Hitler y Schusnigg g se entrevistaron en la mansión del Führer en Berchtesgaden, en
los Alpes bávaros a pocos kilómetros de la frontera con Austria. El canciller austriaco sacó la clara impresión
de que Hitler se proponía la invasión de Austria. Aunque cedió a las presiones del Führer y nombró a
Seyss−Inquart, líder nazi austriaco, ministro del Interior, Schusnigg hizo un último intento de resistencia
convocando un referendum sobre la independencia austriaca que debía celebrarse el 13 de marzo. Esta
maniobra acabó con la paciencia del Führer: las presiones alemanas fuerzan a la dimisión de Schusnigg, quien
fue sustituido por Seyss−Inquart como primer ministro. El nuevo líder austriaco llamó a las tropas alemanas:
el 12 de marzo de 1938 las tropas nazis invadieron Austria. El 13 de marzo se proclamaba el Anschluss. El 14,
un Hitler eufórico, proclamaba en Viena: "En tanto que Führer y canciller de la nación alemana, proclamo
ante la Historia la entrada de mi patria en el Reich alemán". Seguidamente, envió un telegrama a Mussolini:
"Duce, nunca olvidaré este momento".
Francia y Gran Bretaña no reaccionaron. La política de apaciguamiento estaba permitiendo a Hitler llevar a
cabo su plan expansionista sin tener que enfrentarse a una oposición decidida.
La política de apaciguamiento británica
Se denomina política de apaciguamiento (appeasement) a la política exterior británica aplicada especialmente
desde el nombramiento del conservador Neville Chamberlain. El nuevo premier británico había sustituido a
Baldwin en Downing Street en mayo de 1937, una vez acabada la crisis sucesoria abierta por la abdicación de
Eduardo VIII y su sustitución por Jorge VI.
Chamberlain es el hombre del apaciguamiento, pero también es el líder que inició el rearme británico y
declaró la guerra a Alemania. Su política, hoy unánimemente vista como uno de los elementos clave para
entender el expansionismo hitleriano y el estallido de la segunda guerra mundial, no consistía en una simple
cesión ante las ambiciones hitlerianas. La política de apaciguamiento se basaba en una serie de ideas
compartidas en aquella época por muchos británicos: el Tratado de Versalles había sido un tratado
innecesariamente duro con Alemania que era necesario revisar; Hitler era una barrera que impediría la
expansión del bolchevismo a la Europa central; en definitiva, si se negociaba con espíritu pragmático,
cediendo ante las reivindicaciones razonables de Hitler, tales como la reunión en el Reich de las poblaciones
alemanas que el Tratado de Versalles había dejado fuera, se conseguiría apaciguar al Führer y así evitar la
guerra en Europa. Este era el núcleo de las ideas en las que se basó la política exterior británica. Muy pocos,
entre ellos otro líder conservador, Winston Churchill, eran contrarios a este planteamiento.
Las iniciativas del gobierno de Londres fueron seguidas por una vacilante Francia, obsesionada por asegurarse
el apoyo del Reino Unido. La inacción ante la remilitarización de Renania y el apoyo a la farsa del Comité de
No Intervención en la guerra civil española habían dado ya ejemplo de la política exterior de las democracias.
Con Chamberlain como premier británico, el gobierno de París siguió manteniéndose en una posición
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subordinada a la política británica.
Los Sudetes y la Conferencia de Munich
La región de los Sudetes, poblada mayoritariamente por población alemana, había quedado incluida en
Checoslovaquia tras los tratados de paz de 1919. El triunfo de Hitler, su victoriosa política exterior y la
incidencia de la crisis económica de los años treinta alentaron el desarrollo de un importante movimiento
nacionalsocialista en la región. Su líder, Henlein, proclama su intención de separar la región de
Checoslovaquia y unirla al Reich.
Tras el Anschluss, Henlein recrudeció sus demandas. La respuesta del gobierno de Praga fue la movilización
de sus tropas. En septiembre, Hitler pronuncia un discurso en Nüremberg en el que amenazó a Europa
afirmando que sólo la anexión de los Sudetes al Reich solucionaría el problema.
La situación alcanzó una tensión prebélica, pero ¿cuál era la actitud de las potencias en el otoño de 1938?
Francia tenía en principio un claro compromiso con Checoslovaquia de intervención armada en caso de ataque
alemán. Sin embargo, la remilitarización de Renania había debilitado decisivamente la posición militar gala.
En adelante, el gobierno de París fue más proclive a preservar la paz que a defender al gobierno de Praga.
Gran Bretaña se hallaba plenamente comprometida con su política de apaciguamiento. La solución que
Chamberlain buscó la crisis de los Sudetes se convirtió en el gran ejemplo de la política de cesiones ante
Hitler.
La URSS, por último, incorporada en 1934 al concierto internacional, buscaba desde 1935 la alianza con las
potencias occidentales para frenar a Hitler. Litvínov, el ministro de exteriores soviético, había impulsado esta
política, concretada en la Internacional Comunista por Dimitrov en la política de Frentes Populares. El
gobierno soviético, directamente amenazado por la política hitleriana, estaba dispuesto a intervenir en defensa
de Checoslovaquia. Para ello, sin embargo, el Ejército Rojo debía atravesar países como Polonia o Rumania,
furibundamente anticomunistas y contrarios a colaborar.
Del 15 al 29 de septiembre, Chamberlain viajó tres veces a Alemania para entrevistarse con el Führer. Ante la
postura inflexible del Führer, el premier británico terminó convenciendo a Daladier, primer ministro francés:
había que presionar al gobierno checoslovaco para que cediese a las exigencias alemanas.
Mussolini intervino en ese momento proponiendo la celebración de una conferencia de las cuatro potencias
para dar una solución al problema de los Sudetes. Así se llegó a la Conferencia de Munich el 28 de septiembre
de 1938. El resultado, el Pacto de Munich, será la máxima expresión de la política de apaciguamiento. El
Pacto fijaba que Checoslovaquia debía ceder inmediatamente al Reich las zonas donde más de un 50% de la
población fuera alemana. El gobierno de Benes tenía un plazo de diez días para desalojar esos territorios.
Hitler se comprometía a cambio a respetar el resto del territorio checoslovaco. Chamberlain y Daladier fueron
recibidos como héroes y salvadores de la paz en sus
países.
Muy pocas voces se levantaron contra las cesiones otorgadas a Hitler en Munich.
La URSS se había visto marginada de la Conferencia de Munich y veía como Londres y París parecían
dispuestos a ceder ante Hitler en sus aspiraciones en el oriente de Europa. La desconfianza rusa ante las
intenciones franco−británicas iba en aumento.
La invasión nazi de Checoslovaquia
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Tras el Pacto de Munich, las ambiciones de los países limítrofes sobre el territorio checoslovaco crecieron y se
vieron animadas por las promesas germanas. Los polacos aspiraban al territorio de Teschen, los húngaros
reclamaban las zonas con población magiar en Eslovaquia... El expansionismo era un mal contagioso: el 1 de
octubre, Polonia se anexionó Teschen; el 12 de noviembre, tras el arbitraje de Von Ribbentrop y Ciano,
Hungría se anexionaba más de 12.000 kilómetros cuadrados de Eslovaquia y Rutenia. En lo que quedaba de
Checoslovaquia, los independentistas eslovacos, dirigidos Monseñor Josef Tiso, redoblaron sus demandas
nacionalistas.
Muy pronto se vio cuán ilusorias fueron las esperanzas abiertas por el Pacto de Munich. El 15 de marzo, las
tropas germanas entraba en Praga y establecían el Protectorado de Bohemia y Moravia. Eslovaquia se declaró
inmediatamente independiente, bajo el patronazgo alemán.
El 22 de marzo el dictador alemán concluía una semana triunfante obligando a Lituania a cederle el puerto
báltico de Memel.
La destrucción de Checoslovaquia abrió definitivamente los ojos a los líderes occidentales. Francia y Gran
Bretaña se precipitaron a proclamar su compromiso de intervención en caso de que Alemania atacara a
Polonia, la siguiente presa de Hitler.
El gran problema de la nueva actitud franco−británica era que la URSS y EEUU se mantenían fuera de la
coalición de firmeza frente al expansionismo germano.
Parece ser que Stalin buscó realmente la alianza anti−hitleriana con las potencias occidentales, sin embargo, la
desconfianza mutua y la rotunda negativa polaca y rumana a permitir el paso del ejército soviético en caso de
conflicto impidieron un acuerdo. Mientras tanto, Stalin y, en general, el pueblo estadounidense, aunque
alarmados, se mantenían desvinculados de los acontecimientos que se sucedían en la Europa central, tal como
prueban la ley de neutralidad y sus sucesivas enmiendas.
Mientras tanto, las potencias fascistas anudaban aún más su alianza. El 22 de mayo de 1939, Italia y Alemania
firmaron el Pacto de Acero, de claro carácter militar.
La crisis polaca y el pacto de no agresión germano−soviético
El 28 de abril, Hitler exigió en un discurso al Reichstag la restitución de Danzig a Alemania y un ferrocarril y
una carretera extraterritoriales que cruzaran el pasillo polaco y pusieron en contacto la ciudad báltica y el
territorio del Reich. Polonia aceptó la construcción de la carretera, pero se negó a cualquier cesión de Danzig
ni a ninguna cláusula de extraterritorialidad.
Se inició así una guerra de nervios en la que a las amenazas alemanas se enfrentó la decidida voluntad polaca
de resistir, alentada por franceses y británicos. En agosto, sin embargo, la situación internacional sufrió un
vuelco espectacular: en uno de los mayores golpes de efecto de la historia diplomática, la Alemania nazi y la
URSS firmaban un Pacto de no agresión el 23 de agosto de
1939.
En mayo de 1939, Molotov había sustituido a Litvínov como Comisario de Asuntos Exteriores en el gobierno
de Stalin. Este relevo no impidió que continuaran las infructuosas negociaciones con los países occidentales.
Sin embargo, la reiterada negativa polaca a permitir la entrada de tropas soviéticas llevó a la suspensión de las
conversaciones el 21 de agosto. En ese momento, Stalin tomó definitivamente en serio una oferta alemana de
firmar un pacto de no agresión.
Ante la sorpresa mundial, el 23 de agosto se firmaba un pacto de no agresión mutuamente ventajoso para los
dos dictadores. Por un lado, el Führer se garantizaba la pasividad soviética ante un ataque a Polonia, por otro,
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Stalin conseguía importantes ganancias territoriales y tiempo para reforzar su maltrecho ejército. El acuerdo
tenía dos partes: la pública, un pacto de no agresión, y la secreta, que implicaba un reparto del territorio
polaco y la vuelta de las tropas rusas con el acuerdo alemán a los territorios perdidos en 1918 (Finlandia,
Estonia, Letonia, Lituania, Polonia oriental y Besarabia).
Garantizada la neutralidad soviética, Hitler pudo tratar de solucionar a su manera el problema polaco. Tras el
fracaso de las últimas negociaciones desesperadas británicas, el ejército alemán invadió Polonia el 1 de
septiembre de 1939. El 3 de septiembre, Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Alemania.
Se cerraba así el ciclo infernal que había llevado a Europa y al mundo de la guerra que pondría fin a todas las
guerras a un conflicto aún más cruento y brutal.
La conquista de Polonia
El ataque alemán a Polonia el 1 de septiembre de 1939 precipitó la entrada en guerra de Gran Bretaña y
Francia el 3 de septiembre. En cumplimiento de lo acordado en el protocolo secreto del Pacto de no agresión
germano−soviético, el Ejército Rojo entró en la zona oriental de Polonia. El día 28 un nuevo pacto
germano−soviético reconoció la anexión de Lituania, Letonia y Estonia a la zona de influencia soviética. Las
tropas rusas ocuparon esos territorios en las semanas siguientes.
Tras una rápida y brutal conquista, los ocupantes nazis establecieron un "Gobierno General de Polonia" que
inició una dura política represiva contra la población polaca y, especialmente, contra la amplia población
judía.
La guerra fino−soviética
Ante la negativa del gobierno de Helsinki a ceder al gobierno soviético diversas bases, el Ejército Rojo atacó
el 30 de noviembre. Esta agresión supuso la expulsión de la Sociedad de Naciones de la Unión Soviética. Pese
a la encarnizada resistencia finlandesa, la guerra concluyó con la Paz de Moscú firmada el 12 de marzo de
1940. Finlandia cedió diversos territorios a la URSS.
La anexión de Dinamarca y Noruega
Con la doble finalidad de asegurarse el abastecimiento de hierro sueco y controlar la fachada oriental del Mar
del Norte, Alemania ocupó sin resistencia la pequeña Dinamarca y Noruega, tras derrotar a las fuerzas
expedicionarias británicas allí enviadas. En Oslo se estableció un gobierno dirigido por el fascista noruego
Quisling, quien pronto se convirtió en el prototipo de colaboracionista. En junio de 1940, ambos países
quedaron plenamente bajo control alemán.
La "drôle de guerre" o "phoney war"
¿Qué ocurría mientras tanto en el frente occidental? ¿A qué se refieren los franceses cuando hablan de "guerra
de broma" o los ingleses cuando se refieren a la "guerra de mentira"?
Pese a haberse declarado la guerra entre Alemania y Francia y el Reino Unido a principios de septiembre de
1939, los frentes permanecieron casi inactivos durante varios meses.
La derrota de Francia
El 10 de mayo de 1940 empezó lo que los analistas militares han denominado "guerra relámpago". Las
divisiones acorazadas alemanas apoyadas por la aviación se lanzaron a la conquista de Holanda y Bélgica, que
capitularon a los pocos días.
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La "batalla de Francia" iniciada el 5 de mayo supuso la fulgurante victoria de las tropas alemanas. El mundo
asistió estupefacto al rápido derrumbe del ejército francés. el 22 de junio se firmó el armisticio en Compiègne.
Hitler asistió personalmente a una ceremonia que tuvo lugar en el vagón donde se firmó el armisticio en
noviembre de 1918. El Führer culminaba su venganza por la derrota alemana en la Gran Guerra.
Francia quedó dividida en dos por una línea que unía Ginebra en Suiza con la frontera franco−española de
Hendaya. La zona al norte y al oeste de este línea quedó bajo la ocupación militar francesa. Al sur se
estableció un gobierno colaboracionista presidido por el general Pétain. La Francia de Vichy, así llamada por
que el gobierno se asentó en esa pequeña ciudad del centro del país, rompió relaciones con Gran Bretaña,
desarmó su ejército e inició una política pro−nazi y totalitaria.
Sin embargo, no todos los franceses aceptaron la derrota. El general De Gaulle desde Londres organizó el
movimiento de la Francia Libre que desde las colonias francesas y en el interior mediante la guerra de
guerrillas protagonizada por el "maquis" plantó cara a la potencia ocupante.
Italia entra en guerra
Tras múltiples dudas y pese a carecer de un ejército conveniente preparado, Mussolini entró en guerra el 10 de
junio de 1940. Italia esperó a que Alemania hubiera derrotado prácticamente a Francia para entrar en el
conflicto.
La Batalla de Inglaterra
Tras la derrota de Francia, el Reino Unido era la única potencia que aún plantaba cara a Alemania. La
superioridad naval británica impedía a Hitler un ataque directo a la isla por lo que la aviación alemana, la
"Luftwaffe", inició un plan de bombardeo sistemático de las instalaciones industriales y las ciudades del sur y
el centro de Inglaterra. Las autoridades germanas confiaban en llevar por este medio a Inglaterra a la
capitulación o, al menos, a acomodarse a la nueva Europa dirigida desde Berlín.
Sin embargo, el nuevo gobierno británico, presidido por Winston Churchill desde mayo de 1940, supo hacer
frente al ataque, y la aviación británica, la "Royal Air Force" se impuso poco a poco en los cielos europeos.
La resistencia británica hizo que Hitler volviera sus ojos hacia el sur de Europa.
La España de Franco y la guerra mundial
Hitler, reforzado por la firma el 27 septiembre de 1940 del Pacto Tripartito con Italia y Japón, se entrevistó el
23 de octubre con Franco. La entrevista de Hendaya entre ambos dictadores concluyó en un fracaso. Franco,
pese a sus simpatías por el Eje y desoyendo los consejos de su ministro de asuntos exteriores y cuñado,
Serrano Súñer, finalmente no involucró a España en la guerra mundial.
Las iniciativas militares de Mussolini llevaron muy pronto la guerra a dos nuevos escenarios.
La guerra en el Norte de África
En septiembre de 1940, los ejércitos italianos desde su colonia de Libia atacaron al Egipto británico. La
contraofensiva inglesa lleva a la conquista de Bengasi y Tobruk por parte de los ingleses.
La impotencia italiana llevó a Alemania a enviar un ejército expedicionario, el "Afrika Korps", dirigido por el
general Rommel. Las tropas germano−italianas consiguieron frenar el avance británico en 1941.
La guerra en los Balcanes
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Italia inicia desde Albania un ataque sobre Grecia en octubre de 1940. El fracaso de las tropas fascistas es
completo. Las tropas griegas hacen retroceder al ejército italiano y conquistan parte de Albania. Mientras
tanto, para apoyar al gobierno de Atenas, tropas británicas desembarcan en Grecia.
De nuevo los reveses de las tropas italianas provocaron la intervención alemana. La presión alemana lleva a
que Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Bulgaria se adhieran al Pacto Tripartito. Un golpe de estado anti−alemán
en Belgrado precipitó el ataque germano sobre Yugoslavia en abril de 1941. El avance germano−italiano fue
enormemente rápido: en junio de 1941 las tropas del Eje controlaban Yugoslavia, Grecia, incluyendo la isla de
Creta.
Hitler dominaba en aquel momento gran parte de Europa. Era el momento de aplicar las ideas que ya había
proclamado en su libro "Mein Kampf": era el momento de conseguir el "espacio vital" que el pueblo alemán
necesitaba. Ese espacio estaba en este, en los enorme territorios de la Unión Soviética.
La invasión de la Unión Soviética
Mientras Alemania planeaba su ataque contra la URSS, las relaciones entre ambas dictaduras eran
teóricamente buenas. El pacto de no agresión firmado en agosto de 1939 seguía en vigor. Stalin, pese a ser
consciente del peligro inminente, se negaba a creer los informes que le llegaban sobre los planes alemanes.
No obstante, en abril de 1941 la URSS y Japón firmaron un pacto de neutralidad que mantuvieron hasta
prácticamente el final de la guerra. Este pacto permitió a ambos países centrarse en la lucha contra sus
directos enemigos con los que estaban a punto de romper hostilidades: Alemania en el caso soviético, EE.UU.
en el caso japonés.
El 21 de junio de 1941, sin declaración previa de guerra, el ejército alemán inició la invasión de la Unión
Soviética. La denominada "Operación Barbarroja" fue en sus primeros momentos un rotundo éxito. El
Ejército Rojo, diezmado por las purgas de Stalin en los años precedentes, se mostró incapaz de resistir el
ataque alemán y se batió en retirada.
Por el norte las tropas llegaron hasta Leningrado, la actual San Petersburgo. Por el centro hasta las puertas de
Moscú. Sin embargo, ninguna de las dos ciudades cayó. A la heroica resistencia de la población rusa se le
unió su tradicional aliado: el "General Invierno". El invierno ruso de 1941−1942 fue uno de los más duros del
siglo XX y las tropas alemanes no habían sido bien equipadas para sobreponerse a él. Pese a todo, el avance
alemán fue más profundo en el sur y Ucrania fue rápidamente conquistada.
En la primavera de 1942, un debilitado ejército alemán siguió sus operaciones centradas en alcanzar el
Cáucaso y acceder a sus yacimientos de petróleo que tan desesperadamente necesitaba su ejército.
Las tropas alemanas llegaron a Stalingrado en agosto. Tras durísimos combates las tropas de Von Paulus
vieron como el ejército soviético, dirigido por Zhukov, iniciaba una maniobra de cerco. Hitler se negó a
permitir la retirada que Von Paulus de forma insistente le solicitaba. En diciembre de 1942 el VI Ejército
alemán quedó cercado. La batalla de Stalingrado supuso un cambio decisivo en la guerra. A partir de esta
primera derrota alemana, las tropas soviéticas inician un contraataque que poco a poco les llevará hacia el
corazón de Alemania.
La guerra del Pacífico
Era inevitable que el expansionismo japonés en Asia oriental y el Pacífico terminara chocando con Estados
Unidos. La expansión imperial nipona iniciada en China iba claramente dirigida contra las posesiones
europeas en Asia y las Islas Filipinas en manos de los norteamericanos. Por otro lado, Roosevelt había ido
evolucionando desde una postura aislacionista a una creciente implicación en el conflicto. La Ley de Préstamo
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y Arriendo en marzo o la firma junto a Churchill de la Carta del Atlántico en agosto de 1941 mostraban
claramente esta creciente intervención estadounidense.
En ese contexto, el ataque nipón a la base norteamericana de Pearl Harbor en las islas Hawaii el 7 de
diciembre de 1941 supuso la entrada de ambas potencias en el conflicto.
La guerra en Asia y el Pacífico se inicio con continuas victorias japonesas. Las posesiones francesas de
Indochina, la Indonesia holandesa, las posesiones británicas en Malasia, Birmania, Hong Kong, Singapore...
También el general norteamericano MacArthur se vio forzada a evacuar las islas Filipinas. El gobierno de
Tokyo dominaba también gran parte de China donde se enfrentaba a las tropas del líder nacionalista chino
Chiang Kai Chek.
Sin embargo, el despliegue de la maquinaria industrial y bélica norteamericana no tardó mucho tiempo en
desequilibrar el conflicto en favor de los Aliados. La batalla de Midway en junio de 1942 mostró por primera
vez como se podía batir al ejército japonés. En adelante, pese a alguna derrota puntual, Japón se bate en
retirada y los norteamericanos van dominando el Pacífico isla a isla en medio de una guerra cruel.
La guerra en el norte de África
La guerra en el Sahara se caracterizó por amplios movimientos de ataque y contraataque. A avances alemanes
e italianos se sucedían contraataques británicos. El momento decisivo llegó en el otoño de 1942, en octubre el
general británico Montgomery inicia el ataque sobre las posiciones alemanas en El Alamein, tras varios días
de duros combates, las tropas de Rommel retroceden. En adelante, el "Afrika Korps" irá de derrota en derrota.
Pocos días después de la batalla de El Alamein, el 8 de noviembre de 1942, tropas norteamericanas y
británicas desembarcan en Marruecos y Argelia. Franco, temeroso de una posible intervención, recibió
garantías de no ser atacado si mantenía su neutralidad.
La réplica alemana fue inmediata: la invasión de la Francia de Vichy, para Alemania ya al perderse las
posesiones norteafricanas el régimen de Pétain ya no tenía razón de existir. No obstante, el estado dirigido de
Pétain continuó existiendo, como un simple colaborador de las tropas nazis.
Pocos meses después, en mayo de 1943, el Eje fue expulsado del norte de África.
El viraje en favor de los Aliados
El año 1941 marcó un momento clave en el devenir de la guerra. La entrada en el conflicto de Japón junto al
Eje y de Estados Unidos y la Unión Soviética junto a los Aliados cambió definitivamente el curso del
conflicto. La resistencia soviética y la maquinaria industrial y militar norteamericana hicieron que la balanza
de la guerra se inclinara a favor de los Aliados.
No obstante, durante el año 1941 y gran parte de 1942 el Eje siguió teniendo la iniciativa. Tres batallas
marcaron el cambio de signo de la guerra: Stalingrado en el frente oriental, Midway en el Pacífico y El
Alamein en el norte de África. La guerra se encaminaba hacia la derrota de las potencias fascistas y
autoritarias que formaban el Eje.
La invasión aliada de Italia
La expulsión del Eje del norte de África planteó inmediatamente la posibilidad de la apertura de un nuevo
frente en Europa. Un frente por el que Stalin venía clamando para aligerar la presión que sufría el ejército
soviético en el frente oriental.
En julio de 1943 tropas angloamericanas desembarcan en Sicilia. La proximidad de la amenaza aliada, unida a
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los continuos fracasos de los ejércitos italianos propiciaron que parte de la cúpula del estado decidiera
deshacerse de Mussolini.
Tras la entrevista que Hitler y Mussolini celebraron el 19 de julio en la que el Führer le aconsejo al Duce
renunciar al sur de Italia y replegarse al cento y sur de la península, el 25 de julio el Gran Consejo Fascista
votó contra el Duce quien se vio obligado a renunciar a sus poderes. Al día siguiente, el rey Victor Manuel III
ordenó el arresto de Mussolini y encargó formar gobierno al general Pietro Badoglio, quien, pese a proclamar
su fidelidad a la alianza con Alemania, inició inmediatamente negociaciones con los Aliados.
A principios de septiembre los acontecimientos se precipitaron. Los Aliados desembarcaron en el sur de la
península y el gobierno de Badoglio firmó el armisticio el 8 de septiembre. La reacción alemana fue
fulminante: tropas del Reich ocuparon el norte y el centro del país, estableciendo una línea de defensa al norte
de Nápoles. El 12 de septiembre, Mussolini fue liberado y estableció en la zona ocupada por los nazis la
denominada República Social Italiana, gobierno fascista que siguió las directrices de Berlín.
Italia quedaba así dividida en dos: al sur, las tropas aliadas que con muchas dificultades iniciaron la conquista
del país; en el norte y el centro, las tropas alemanas con la colaboración de fascistas italianos que tenían que
hacer frente a una creciente resistencia interior comandada por los comunistas.
Superando una resistencia muy dura que tuvo momentos de enorme intensidad como en la batalla de Monte
Cassino, los ejércitos angloamericanos liberaron Roma el 4 de junio de 1944. Sin embargo, la última línea de
defensa en los Apeninos, la "Línea Gótica", resistió hasta abril de 1945, poco antes de la derrota definitiva del
Eje en Europa.
El 28 de abril de 1945, Mussolini, que trataba de huir hacia Alemania, fue capturado por guerrilleros
antifascistas y fusilado.
El avance soviético en el frente oriental
El contraataque ruso iniciado tras Stalingrado tuvo que hacer frente en julio de 1943 a la último ofensiva
alemana. La batalla de Kursk hizo que la iniciativa estratégica pasara definitivamente a manos de las tropas
soviéticas.
El año 1944 estuvo jalonado de continuos éxitos del Ejército Rojo que llegó a las antiguas fronteras de la
URSS en la primavera de ese año.
A lo largo del otoño−invierno de 1944, los antiguos aliados del Eje: Finlandia, Rumanía, Bulgaria, Hungría
son ocupados por las tropas soviéticas. En Yugoslavia y Albania, los guerrilleros comunistas dirigidos por
Tito y Enver Hoxha, respectivamente, liberan sus países de la ocupación germano−italiana y establecen
sistemas pro−soviéticos.
En Grecia, la retirada alemana en agosto de 1944 abre un período de guerra civil entre guerrilleros comunistas
y tropas monárquicas apoyadas por la intervención militar británica. Grecia era un buen ejemplo del
enfrentamiento entre los Aliados que vendría tras la derrota del Eje.
El desembarco de Normandía y el frente occidental
A lo largo de 1943 representantes de lo que se vino en denominar "La Gran Alianza": Estados Unidos, la
Unión Soviética y Gran Bretaña se encontraron en diversas conferencias que fueron conformando la acción y
la estrategia de los Aliados. Estas conferencias los comentaremos pormenorizadamente más adelante.
Fruto de estas conversaciones fue el desembarco aliado en Normandía, largamente demandado por la Unión
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Soviética.
El día 6 de junio tropas estadounideneses, británicas y canadienses desembarcaron en las playas de Normandía
y superaron la férrea resistencia alemana. Rápidamente las tropas aliadas, bajo la dirección del general
norteamericano Eisenhower, se dirigieron a París que fue liberado el 25 de agosto. Diez días antes, tropas
angloamericanas y francesas habían desembarcado en Marsella. Los alemanes trataron de frenar el empuje
aliado en las Ardenas, en Bélgica, pero finalmente tuvieron que retroceder. Atacada por el occidente, el sur y
el este, el régimen de Hitler se aprestaba a librar su última batalla.
La batalla de Alemania
En febrero de 1945, Roosevelt, Stalin y Churchill se reunieron en Yalta, donde, entre otras cuestiones,
decidieron los pormenores del ataque final sobre Alemania y su posterior reparto en zonas de ocupación.
El ataque anglonorteamericano por el oeste y soviético por el este derrumbó con facilidad la fanatizada
resistencia alemana. El 25 de abril tropas soviéticas y norteamericanas se encontraban en Torgau, en el río
Elba.
El 30 de abril, con las tropas soviéticas en los barrios de Berlín, Hitler se suicida junto a su amante Eva Braun
y Goebbels. El 2 de mayo Berlín capitula. El 7 de mayo los alemanes firman la capitulación incondicional en
el cuartel general de Eisenhower, al día siguiente, la firma se produce en el cuartel general de Zhukov.
En julio, los Aliados celebraban su última gran conferencia en Potsdam, a las afueras de Berlín.
El frente del Pacífico y el fin de la guerra
En una durísima y cruenta guerra los norteamericanos fueron avanzando isla a isla en su camino hacia el
archipiélago japonés.
La conquista de Filipinas por los ejércitos de Estados Unidos en febrero de 1945 o la reconquista de Birmania
por los británicos fueron momentos clave de ese avance. El 19 de febrero de 1945 los norteamericanos ocupan
por primera vez territorio japonés, la pequeña isla de Iwojima.
Mientras tanto se suceden los ataques aéreos sobre las ciudades y los centros industriales de Japón. Tras la
derrota alemana, en mayo de 1945, los norteamericanos se deciden a usar un arma terrible en la que han
estado investigando secretamente.
El 6 de agosto de 1945, el avión "Enola Gay" lanza una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. El
resultado es atroz: 100.000 muertos y miles de heridos por el efecto de una única bomba.
El 8 de agosto, la URSS declara la guerra a Japón y ocupa Manchuria y parte de Corea. Al día siguiente,
Estados Unidos lanza una segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki.
El horror nuclear precipita la capitulación de Japón. Los representantes del emperador japonés, Hiro−Hito,
firman ante MacArthur la rendición incondicional en el buque de guerra Missouri, fondeado en aguas de la
bahía de Tokio.
La segunda guerra mundial había terminado.
En un conflicto armado la acción bélica deja a la diplomacia en un lugar aparentemente secundario. Sin
embargo, a lo largo de la guerra los contendientes siguieron entretejiendo pactos con sus aliados que, en el
caso de los vencedores, los Aliados, van a condicionar y determinar la organización del mundo tras la guerra.
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El bando del Eje
El Pacto Tripartito constituyó el principal acuerdo diplomático entre las tres grandes potencias del Eje:
Alemania, Italia y Japón.
Tras la victoria alemana sobre Francia y, sobre todo, tras el ataque alemán a la U.R.S.S., diversos países
europeos giran en mayor o menor medida hacia el bando del Eje.
En el occidente, la Francia de Vichy, pese a algunas dudas iniciales, se convirtió en un régimen colaborador
de la Alemania Nazi.
La España de Franco pasó por diversas fases en sus relaciones con Hitler y Mussolini y a punto estuvo de
unirse a la guerra junto al Eje. Finalmente, tras la entrevista que mantuvieron el Führer y el Caudillo en
Hendaya esa posibilidad no se materializó, lo que no impidió que, tras el ataque alemán a la U.R.S.S., Franco
enviara un cuerpo de voluntarios, la División Azul, a luchar contra la Unión Soviética junto a las tropas del
Eje.
Las victorias de Alemania precipitaron diversos cambios territoriales en la Europa oriental. La presión de
Hungría y Bulgaria sobre Rumania llevó al denominado "arbitraje de Viena" en agosto de 1940 en el que el
gobierno de Bucarest se vio forzado a ceder dos tercios de Transilvania a Hungría y la región de Dobrudja a
Bulgaria.
La extensión de la guerra hacia los Balcanes precipitó la adhesión al Pacto Tripartito de Hungría, Rumania y
Eslovaquia en noviembre de 1940 y en marzo de 1941 de Bulgaria. Voluntariamente, como fue en gran
medida el caso de la Hungría de Horthy y la Eslovaquia de Tiso, o por la fuerza como fue el caso de la
invadida y desmembrada Yugoslavia, la región de los Balcanes se convirtió en la única zona donde el Eje
halló aliados durante la segunda guerra mundial. De la fragmentada Yugoslavia nació la dictadura pro−nazi de
Ante Pavelic en Croacia, uno de los regímenes más criminales de la región.
La llegada de las tropas soviéticas a los Balcanes sus avances hacia Alemania precipitaron rápidamente la
derrota de estos satélites de Alemania. En septiembre, Rumania y Finlandia, que pese a no firmar ningún
acuerdo formal con Alemania colaboró en su lucha contra la URSS durante la guerra, firmaron el armisticio,
Bulgaria lo hizo en octubre y, finalmente, tras un largo asedio de las tropas del Ejército Rojo a Budapest,
Hungría hizo lo propio el 20 de enero de 1945.
El 18 de octubre de 1944 las tropas guerrilleras de Tito entraban en Belgrado con la ayuda de tropas
soviéticas. Yugoslavia volvía a reconstituirse tras la expulsión de las potencias del Eje.
El gobierno imperial japonés proclamó en agosto de 1940 un objetivo: la creación de lo que de forma
rimbombante definieron como "esfera de coprosperidad de Asia Oriental". Se trataba de crear una asociación
de estados de Asia y del Pacífico bajo la hegemonía japonesa. Ese proyecto expansionista jugó la baza del
anticolonialismo y bajo el eslogan de "Asia para los asiáticos" trató de conseguir el apoyo de las poblaciones
sometidos al colonialismo europeo. La respuesta fue, sin embargo, bastante débil ya que a menudo la opresión
japonesa fue aún más brutal que la de franceses, británicos u holandeses. El único país que apoyó a Japón fue
Tailandia (la antigua Siam) donde un gobierno dictatorial firmó un tratado de no agresión con Japón en junio
de 1940 del que se aprovechó para obtener algunas ventajas territoriales en sus zonas fronterizas. Sin
embargo, posteriormente tropas japoneses penetraron por la fuerza en el país forzando la firma de un Tratado
de Alianza con Japón, con la subsiguiente declaración de guerra contra Gran Bretaña y Estados Unidos.
El resto de los territorios asiáticos y del Pacífico que en algún momento de la guerra colaboraron con el
gobierno de Tokio estuvieron siempre bajo el dominio y control militar nipón. Japón no fue capaz de construir
alianzas en su lucha contra los Aliados.
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La "Gran Alianza"
La alianza anglo−norteamericana
Las agresiones de las potencias del Eje terminaron por configurar lo que se vino a denominar la "Gran
Alianza" entre el Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos. Esta alianza se personificó durante gran
parte de la guerra en tres figuras: el primer ministro británico Winston Churchill, el dictador soviético Stalin y
el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt.
Esta alianza entre países que representaban sistemas político−económicos diferentes y enfrentados fue
determinada por los avatares del conflicto. Stalin, quién no había dudado en firmar un pacto de no agresión
con la Alemania nazi en agosto de 1939, intentó desde un principio aprovecharse de ese pacto para obtener
ganancias territoriales: en el verano de 1940 anexionó a la U.R.S.S. las repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y
Lituania, y las regiones de Besarabia y Bukovina del norte pertenecientes a Rumania. La población de la
U.R.S.S. aumentó en menos de un año en 23 millones de habitantes.
Durante un año, el que medió entre la derrota de Francia y la invasión germana de la Unión Soviética, el
Reino Unido fue la única potencia que plantó cara al expansionismo hitleriano.
Churchill fue muy consciente desde un principio de la necesidad de la ayuda de Estados Unidos para hacer
frente a la amenaza alemana. Recién nombrado primer ministro, envió un telegrama a Roosevelt solicitando
"el préstamo de 40 o 50 de vuestros viejos destructores". A fines de julio de 1940, Roosevelt aceptó. La
creciente amenaza japonesa en el Pacífico y la derrota de Francia habían impresionado fuertemente al
presidente norteamericano. Como afirmó Churchill, con el préstamo de esos barcos de guerra, Estados Unidos
pasaba de "la neutralidad a la no beligerancia".
En diciembre de 1940, Churchill nombró a su secretario del Foreign Office (ministro de asuntos exteriores),
Lord Halifax, embajador en Washington. La prioridad que el gobierno de Londres daba a sus relaciones con
Estados Unidos era evidente. Lord Halifax fue sustituido en el cargo por Anthony Eden.
El paso definitivo en esa dirección fue la ley de Préstamo y Arriendo aprobada por el Congreso
norteamericano en marzo de 1941. Al poner al servicio de la causa antihitleriana su capacidad industrial,
Estados Unidos se convertía en lo que se vino a denominar "el arsenal de la democracia".
La invasión alemana de la Unión Soviética cambió radicalmente la situación. Las potencias anglosajonas no
dudaron en apoyar a Stalin frente a Hitler. El día 22 de junio, un día después del inicio de la Operación
Barbarroja, Churchill proclamó su intención de ayudar en todo lo posible a los soviéticos. El 16 de agosto
siguiente, los embajadores británico y norteamericano en Moscú ofrecieron oficialmente su ayuda al gobierno
soviético. A fines de septiembre, una conferencia en Moscú con enviados de los gobiernos de Washington y
Londres concretó la ayuda y sus modalidades. Se empezaba a forjar la "Gran Alianza".
Pocos días antes tuvo lugar un encuentro clave del líder británico y el presidente norteamericano en aguas de
Terranova . La aprobación en agosto de 1941 de la Carta del Atlántico dio un programa ideológico a las
potencias democráticas que se enfrentaban al Eje. Era evidente que incluso antes del ataque de Pearl Harbor,
los Estados Unidos se habían implicado en el conflicto abandonando cualquier actitud de neutralidad.
La entrada en guerra de Estados Unidos llevó a una nueva conferencia en Washington de Churchill y
Roosevelt en diciembre de 1941, fruto de esa conferencia fue la Declaración de las Naciones Unidas aprobada
el 1 de enero de 1942.
Los "Tres Grandes"
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Los contactos que en diciembre había iniciado el ministro de asuntos exteriores británico Anthony Eden con
las autoridades soviéticas mostraron desde un principio que Stalin no iba a renunciar tras una posible victoria
a las anexiones producidas en virtud del pacto de no agresión germano−soviético y que, incluso, pensaba en
nuevas anexiones en Finlandia y Rumania. Los principios de la Carta del Atlántico no tenían que ver con los
planteamientos del dictador soviético. Sin embargo, Churchill, quién como representante del Imperio británico
podía entender perfectamente la postura soviética, no dudó en buscar la alianza con Moscú. Así, el 26 de
mayo de 1942, el ministro de asuntos exteriores soviético Molotov firmaba la alianza anglo−soviética.
Desde la Operación Barbarroja, una disputa va a enfrentar al gobierno soviético con las potencias
anglosajonas. Stalin, no sin razón, demandaba la apertura de un "segundo frente" en Europa occidental que
aliviara la presión que debía soportar la población y el ejército soviético. Los norteamericanos eran proclives a
seguir las demandas de Moscú y lanzar un ataque directo sobre Francia, sin embargo, Churchill mantuvo una
postura más prudente y demandaba un desembarco en el Norte de África que llevara a un ataque posterior a
Italia.
En junio de 1942, el primer ministro británico viajó a Washington y consiguió convencer a la administración
norteamericana, decidiéndose el desembarco en el Norte de África, la denominada "Operación Antorcha".
Stalin, tras recibir la visita de Churchill a Moscú en septiembre, tuvo que aceptar a regañadientes las
dilaciones a su demanda de un "segundo frente" en Europa. La tensión entre los aliados sobre esta cuestión
duró hasta el desembarco de Normandía en junio de 1944.
Tras el éxito de la invasión del África del Norte, Churchill y Roosevelt celebraron una conferencia en
Casablanca (Marruecos) en enero de 1943. Aquí se acordó el desembarco en Sicilia y se adoptó la idea de
Roosevelt de exigir la "rendición incondicional" de Alemania, Italia y Japón.
Los dos líderes anglosajones se volvieron a reunir en Washington el mayo de 1943, la conocida como
Conferencia "Trident", y en Quebec (Canadá) en agosto, Conferencia "Quadrant". En la primera reunión se
adoptaron decisiones de tipo militar, esencialmente se fijó el desembarco en Francia para mayo de 1944. En la
segunda conferencia un representante del gobierno de China se unió a los de los "Tres Grandes". Se aprobó
una declaración de las Cuatro Potencias para el establecimiento de una organización internacional tras la
guerra.
En octubre, por primera vez en la guerra, tuvo lugar en Moscú una Conferencia de ministros de asuntos
exteriores de los "Tres Grandes". En esta Conferencia de Moscú la principal preocupación soviética fue
garantizar que el desembarco en Francia anunciado para la primavera de 1944 no se retrasara, las seguridades
dadas por Cordel Hull y Eden a Molotov permitieron que las tensiones entre los aliados disminuyeran.
Los tres países representados y China firmaron una declaración sobre una futura organización internacional
que garantizara la seguridad colectiva tras la guerra. La URSS se comprometió a declarar la guerra a Japón
tras la derrota germana. Se aprobaron también resoluciones sobre la democratización de Italia y sobre Austria,
a la que declararon primera víctima del nazismo alemán, pese al hecho de que Hitler fuera austríaco de
nacimiento y de que el nazismo contara con muchos simpatizantes en aquel país. Se comenzó, por último a
debatir la futura ocupación y desmembramiento de Alemania.
En Moscú se acordó la celebración de una reunión en Teherán (Irán) cara a cara de los tres líderes de la "Gran
Alianza". Camino de la capital iraní, Churchill y Roosevelt se reunieron con Chiang−Kai−Chek en la
Conferencia del Cairo en noviembre de 1943. Allí se decidió que el objetivo de la guerra en Asia sería
"castigar la agresión de Japón" que debería abandonar todas sus conquistas adquiridas desde 1914.
Finalmente, los "Tres Grandes" se reunieron por primera vez en la Conferencia de Teherán en noviembre de
1943. Este primer encuentro se desarrolló en un ambiente de extrema cordialidad que reforzó la alianza. La
irritación de Stalin ante la tardanza anglosajona en la apertura del "segundo frente" en Europa occidental
38
parecía calmada ante la firme promesa de Washington y Londres de lanzar en los próximos meses la invasión
de Francia. Aunque no se tomaron grandes decisiones, Teherán posiblemente supuso el momento más dulce
de las relaciones de los tres aliados.
En el camino de vuelta, Churchill y Roosevelt se volvieron a reunir en El Cairo en este caso con el presidente
turco, Ismet Inonu, pero no consiguieron la entrada de Turquía en guerra. Roosevelt visitó seguidamente a
Eisenhower y le anunció su nombramiento como comandante en jefe de la "Operación Overlord", la invasión
de Francia.
El éxito del desembarco de Normandía en junio de 1944 y el consiguiente avance hacia París, liberado el 25
de agosto, el desembarco en el sur de Francia ese mismo mes y los avances en Italia (Liberación de Roma el 4
junio de 1944) no podían compararse con el espectacular avance de las tropas soviéticas en el este. Gran parte
de los Balcanes y la Europa danubiana habían caído en manos de un Ejército Rojo que había llegado a la
Prusia oriental.
Es en esos momentos, octubre de 1944, cuando Churchill viaja por su cuenta a Moscú y trata de llegar con
Stalin a un acuerdo sobre el reparto de influencias en los Balcanes. Ambos líderes llegaron a un acuerdo
verbal sobre la región: Grecia estaría en la órbita británica, mientras que Bulgaria y Rumania quedarían bajo
la influencia soviética. En Hungría y Yugoslavia se acordó un reparto al 50% de la influencia. Este acuerdo,
totalmente contradictorio con los altos ideales de la Carta del Atlántico, fue pronto desmentido por la realidad
de las armas.
Los últimos meses de 1944 se caracterizaron por una creciente desconfianza entre los aliados. Incluso el
nuevo secretario de estado Edward Stettinius, que había sustituido en el cargo a Cordel Hull, sostenía
diferencias importantes con Churchill en como organizar políticamente los nuevos territorios que iban siendo
liberados del dominio nazi en la Europa occidental.
Más grave aún era el desencuentro entre los aliados occidentales y la Unión Soviética. En enero de 1945, la
URSS concede al Comité Nacional polaco, controlado por los comunistas, el estatuto de gobierno provisional
de Polonia; en Rumania, las autoridades soviéticas imponen su criterio de forma arbitraria; en Hungría, ante
las protestas reclamando igualdad en el control del territorio, Molotov afirma la libertad de acción de un
Ejército Rojo que controlaba de hecho el país...
Para apaciguar estas disensiones interaliadas se decidió convocar una nueva conferencia de los Tres Grandes
que tendría lugar en la URSS. Del 4 al 11 de febrero de 1945 tuvo lugar la Conferencia de Yalta. Sin lugar
dudas, este encuentro es el mas célebre de todos los que celebraron los Aliados durante la guerra. En ella se
abordaron temas como la organización de las Naciones Unidas, la ocupación y partición de Alemania, las
nuevas fronteras polacas o la intervención de la URSS contra Japón.
Un Roosevelt ya muy enfermo, que fallecería el 12 de abril sin poder ver el fin de la guerra, extrajo
conclusiones optimistas de Yalta sobre la posibilidad de un entendimiento duradero entre los soviéticos y las
potencias anglosajonas. Muy pronto los acontecimientos desmintieron esta presunción.
En marzo de 1945 los soviéticos impusieron por la fuerza en Rumania un gobierno presidido por un
comunista, un acto que iba en contra de los principios de la "Declaración de la Europa Liberada" aprobada en
la Conferencia de Yalta. Lo que era aún más grave, Molotov se negó a integrar a representantes no
controlados por los comunistas en el gobierno provisional polaco con sede en Lublin. Churchill y Roosevelt
enviaron telegramas de protesta a Moscú, pidiendo a Stalin que no rompiera la unidad y concordia acordadas
en Yalta.
El 7 y 8 de mayo, las tropas alemanas firmaron la rendición incondicional ante los Aliados.
39
Dos meses despúes, el 17 de julio de 1945, se celebró en las afueras de Berlín en la sede de los palacios de la
monarquía prusiana, la Conferencia de Potsdam, la última reunión en la cumbre de los líderes de la "Gran
Alianza". El ambiente se había deteriorado y los Aliados se cruzaron mutuamente acusaciones. Mientras los
anglosajones acusaron a los soviéticos de implantar dictaduras en Bulgaria o Rumanía, los rusos denunciaron
la ocupación británica en Grecia. No obstante, se hizo un importante esfuerzo de entendimiento y, teniendo en
cuenta las circunstancias, tal como afirmó el nuevo secretario de estado norteamericano, James Byrnes, se
pensó que la conferencia había sido un éxito y que en Potsdam se habían puesto las bases para restablecer la
estabilidad europea. Los acuerdos alcanzados sobre la reorganización de Alemania y del mundo fueron pronto
incumplidos. El éxito se tornó en fracaso.
Quedaba, sin embargo, concluir la guerra en el Extremo Oriente. La URSS, que había denunciado el acuerdo
de neutralidad con Japón el 5 de abril de 1945, se aprestó, tal como se había comprometido en Yalta, a
declarar la guerra a Japón. El 8 de agosto, dos días después de la bomba atómica de Hiroshima, los soviéticos
entraban en guerra y ocupaban Manchuria, Corea y las islas Kuriles.
Tras sufrir un nuevo ataque atómico en Nagasaki, el día 9 de agosto, al día siguiente Japón comunicó su
disposición a capitular. El 2 de septiembre, a bordo del buque Missouri fondeado en la bahía de Tokio, los
delegados japoneses firmaron la rendición incondicional ante el general MacArthur, La segunda guerra
mundial había terminado.
El complejo proceso que llevó a los tratados de paz
La negativa experiencia de los tratados de paz firmados tras la primera guerra mundial y la evidencia de la
victoria aliada al menos desde 1943 provocaron que los vencedores empezaran muy pronto a preocuparse por
construir un marco jurídico en el que se diseñase el mundo de posguerra. Estos fueron los principales
documentos y compromisos adoptados por los Aliados:
• La Carta del Atlántico firmada el 14 de agosto de 1941 por Churchill y Roosevelt. Este documento
fue incluido en la Declaración de las Naciones Unidas aprobada el 1 de enero de 1942.
• Las decisiones tomadas por los Tres Grandes recogidas en las actas de las diversas conferencias que
se celebraron a lo largo de la guerra: Moscú (octubre de 1943), El Cairo (noviembre de 1943),
Teherán (diciembre de 1943), Yalta (febrero de 1945) , y, finalmente, Potsdam (julio−agosto de
1945)
• La Carta de la Organización de las Naciones Unidas, cuyo primer borrador fue diseñado en la
Conferencia de Dumbarton Oaks y finalmente aprobada en la Conferencia de San Francisco en junio
de 1945.
• Las Actas de Capitulación incondicional firmadas por Alemania el 7 y 8 de mayo de 1945 y por Japón
el 2 de septiembre de ese mismo año.
Este conjunto de acuerdos crearon dos instituciones que debía ser las encargadas inmediatas de la
construcción de la paz:
• Lo que se vino a denominar el Directorio de los Tres Grandes. Nacido en la Conferencia de Moscú en
octubre de 1943 en la que Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS se comprometieron por medio de
sus ministros de asuntos exteriores a mantener la unidad de acción "para mantener la paz y la
seguridad internacional" por medio del denominado Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores con
sede en Londres. Este compromiso de actuar juntos se reafirmó en las conferencias de Yalta y
Potsdam. En la primera de ellas se acordó que los "Ministros de Asuntos Exteriores se reunirán en el
futuro tan a menudo como sea necesario y, en cualquier caso, cada tres o cuatro meses."
• La Organización de las Naciones Unidas, nacida en Conferencia de San Francisco en junio de
1945.
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Este fue el aparato jurídico elaborado por los vencedores para construir la paz. Sin embargo, todo lo que había
sido minuciosamente preparado por las diplomacias de los Aliados se derrumbó estrepitosamente al romperse
la unidad de los vencedores tras el fin del conflicto y desencadenarse el conflicto de intereses. Finalmente la
organización de la paz se convirtió en un proceso anárquico marcado por el inicio de la guerra fría.
Vencedores y vencidos, ocupantes y ocupados
El complejo desarrollo de la segunda guerra mundial hace que debamos detenernos en detallar algo que en
principio debía de ser obvio: quiénes fueron los vencidos y quiénes los vencedores.
En Europa los vencidos fueron Alemania, Italia, Finlandia, Rumania, Hungría y Bulgaria. Alemania fue
ocupada por las tres potencias vencedoras, Gran Bretaña, EE.UU. y la URSS, a las que se unió Francia;
Rumania, Hungría y Bulgaria fueron ocupadas por la URSS e Italia por EE.UU. y el Reino Unido. Finlandia
tras firmar el armisticio con la URSS en 1944 no fue ocupada militarmente.
En Asia los vencidos fueron Japón y Tailandia (Siam). Japón fue ocupado por los norteamericanos, Tailandia
por los británicos y Corea, antiguo territorio dominado por Japón, fue dividida en dos zonas de ocupación: los
soviéticos al norte y los estadounidenses al sur.
Respecto a las antiguas colonias europeas en Asia liberadas del dominio japonés se dieron múltiples
situaciones: la URSS ocupó Manchuria, además del norte de Corea, e la antigua Indochina francesa quedó
ocupada la norte del paralelo 16º por China y al sur por los británicos. La guerra civil china y el ulterior
triunfo comunista en 1948 vino a complicar aún más la situación. De cualquier manera, los antiguos
colonialistas franceses y holandeses tuvieron grandes dificultades para recuperar el control de sus antiguos
territorios de Indochina e Indonesia respectivamente.
Un caso particular fue el de Austria. En Potsdam, se acordó que, pese a ser reconocida como víctima del
nazismo y reconocida su independencia, el país debía ser ocupado por los aliados bajo una Comisión aliada.
Pese a las elecciones que tuvieron lugar en noviembre de 1945, el país continuó dividido en zonas de
ocupación y la Comisión aliada siguió al cargo de diversos funciones, esencialmente la de la desnazificación,
hasta la firma definitiva de un tratado.
Los Tratados de Paz
En aplicación de los acuerdos alcanzados en Potsdam, los cinco ministros de asuntos exteriores de Gran
Bretaña, EE.UU., la URSS, Francia y China se constituyeron en Consejo Permanente y se reunieron en
Londres en septiembre de 1945 a fin de redactar los tratados de paz con los vencidos. La reunión fue fracaso
lo que llevó a una reunión en diciembre en Moscú de los ministros de EE.UU, Byrnes, URSS, Molotov, y
Gran Bretaña, Bevin. Allí se acordaron los procedimientos para redactar los tratados de paz.
En 1946 se reunió en París una conferencia de los ministros de asuntos exteriores de Gran Bretaña, URSS,
EE.UU. y Francia y posteriormente de julio a octubre de ese mismo año se encontraron en lo que se denominó
Conferencia de Paz los representantes de los veintiún estados miembros de las Naciones Unidas que habían
luchado realmente en la guerra contra el Eje: Gran Bretaña, URSS, EE.UU., Francia, China, Bélgica, Grecia,
Noruega, Países Bajos, Polonia, Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia, Australia, Canadá, India, Nueva
Zelanda, Unión Sudafricana, Brasil, Chile, Etiopía y la Rusia Blanca y Ucrania, repúblicas soviéticas que se
vieron reconocidas individualmente.
El proceso culminó en Europa con la firma de los Tratados de París el 10 de febrero de 1947 entre los
vencedores y los países satélites de la Alemania nazi (Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia).
En el caso de la firma del tratado de paz con Japón, la revolución china y el triunfo de Mao Zedong
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complicaron el proceso que finalmente culminó con la firma del Tratado de San Francisco en 1951 con Japón.
Este tratado fue firmado por cuarenta y nueve países, entre los que no se hallaban presente la URSS, India y
China y redujo a Japón a sus fronteras de 1854. La denominada declaración de Moscú de 1956 firmada por los
primeros ministros Hatoyama y Bulganin puso fin al estado de sitio entre la URSS y Japón.
En 1955 se firmó el Tratado de Viena que acabó con la ocupación de Austria, país que recuperó su
independencia por primera vez desde el Anschluss de 1938.
Tras la capitulación sin condiciones del 7 y 8 de mayo y la ocupación de su territorio Alemania sufrió
duramente las consecuencias de la guerra de destrucción iniciada por Hitler: fuertes pérdidas territoriales,
pago de indemnizaciones... Sin embargo, como veremos más adelante, el estallido de la guerra fría llevó a
unos resultados no previstos por los Aliados vencedores. La partición del país en dos estados, la RFA y la
RDA, enfrentados y alineados con las dos superpotencias enfrentadas tras la segunda guerra mundial impidió
la firma de un tratado de paz entre los vencedores y Alemania. Habrá que esperar a la firma ¡el 12 de
septiembre de 1990! del llamado Tratado 4+2 entre las cuatro potencias vencedoras (URSS, EE.UU., Gran
Bretaña y Francia) y la República Federal y la República Democrática de Alemania. El tratado que otorgó la
plena independencia a una Alemania reunificado fue firmado 45 años después de la derrota.
Los cambios territoriales
El principio general que rigió todos los acuerdos y tratados fue el retorno a las fronteras europeas de 1937 con
tres excepciones principales: la reducción del territorio de Alemania, el engrandecimiento del territorio
soviético y el "desplazamiento" del territorio polaco en torno a 225 kilómetros hacia el oeste. Estas tres
excepciones estaban evidentemente relacionadas.
Estos fueron los principales cambios territoriales en Europa:
La Unión Soviética obtuvo:
• De Finlandia: gran parte de Carelia con la ciudad de Vyborg y el puerto de Petsamo en el norte lo que
hizo que tuviera frontera con Noruega.
• Los tres estados bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, que habían sido independientes de 1918 a 1940.
• De Alemania: la parte norte de la Prusia Oriental con la ciudad de Könisgsberg (actual Kaliningrado).
• De Polonia: las regiones al este de la línea Curzon
• De Checoslovaquia: la Rutenia subcarpática
• De Rumania: la Besarabia (denominada Moldavia en adelante) y la Bukovina del Norte.
Polonia en contraprestación de sus pérdidas orientales obtuvo:
• La parte sur de Prusia Oriental y las regiones de Pomerania y Silesia hasta la línea Oder−Neisse.
Aunque Polonia perdió algo de territorio consiguió adquirir zonas más ricas y una gran salida al
Báltico con los antiguos puertos alemanes de Danzig (rebautizado Gdansk) y Stettin (Szczecin)
Alemania perdió de nuevo Alsacia−Lorena en el occidente, reanexionadas por Hitler en 1940, y, sobre todo,
importantes territorios en el oriente en beneficio de Polonia. Quedó reducida a 356.272 kilómetros cuadrados,
en contraste con los 472.034 de 1919 y 540.521 de 1914.
Italia, aunque limitó sus pérdidas al firmar el armisticio con los Aliados en 1943, cedió algunos pequeños
territorios:
• La península de Istria con Fiume (Rijeka) pasó a Yugoslavia, aunque consiguió mantener Trieste.
• La isla de Rodas y el archipiélago del Dodecaneso fueron entregados a Grecia.
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• Albania recuperó su independencia e Italia perdió sus colonias (Etiopía, Somalia, Eritrea y Libia)
Aunque los cambios territoriales fueron menores que tras la primera guerra mundial, fueron acompañados de
enormes desplazamientos de población que añadieron más dolor a un continente devastado por la guerra:
• Entre 11 y 12 millones de alemanes fueron expulsados de las zonas anexionadas por la URSS y
Polonia, así como de los Sudetes en Checoslovaquia y de las comunidades germanas de los Balcanes.
• 2 millones de polacos fueron las zonas orientales cedidas a la URSS fueron realojados en la "nueva
Polonia occidental".
• Entre 400.000 y 500.000 finlandeses fueron expulsados de los territorios anexionados por la URSS.
• Una parte de la población húngara de Eslovaquia fue expulsada.
Los cambios en el Extremo Oriente se concretaron en la desaparición del Imperio Japonés:
• La URSS se anexionó la isla de Sajalín y las islas Kuriles.
• Japón debió abandonar sus conquistas en China, Corea y la isla de Formosa (Taiwan). Además 7
millones de japoneses dispersos por el antiguo Imperio debieron retornar al archipiélago nipón.
El origen de la O.N.U.
La idea de restablecer un sistema de seguridad colectiva más eficaz que el de la fracasada Sociedad de
Naciones nació durante la guerra. En concreto, la Carta del Atlántico, aprobada durante el encuentro que
mantuvieron Churchill y Roosevelt en agosto de 1941, preveía "la institución de un sistema de seguridad
general establecido sobre bases más amplias".
¿Por qué no limitarse simplemente a mantener la Sociedad de Naciones? Las razones fueron varias: el fracaso
de la institución con sede en Ginebra había sido tan patente que su mera reconstitución tuviera un efecto
desastroso en el terreno de la confianza internacional, por otro lado, la URSS, que había sido expulsada en
1939 tras su agresión a Finlandia, se oponía enérgicamente a su reconstrucción. Era evidente que se hacía
necesario crear una institución completamente nueva.
Los pasos posteriores se dieron en la Declaración de las Naciones Unidas aprobada en Washington el 1 de
enero de 1942, en la que los participantes, siguiendo un proyecto elaborado por la Secretaría de Estado
norteamericana, se comprometían a elaborar un sistema de paz y de seguridad para la posguerra, en el viaje
de Cordell Hull a Moscú en 1943 en el que obtuvo el apoyo soviético a esa idea y en la Conferencia de
Teherán, donde se reafirmó la idea crear una organización internacional.
En la Conferencia de Dumbarton Oaks en otoño de 1944, representantes de EE.UU., la URSS, Gran Bretaña y
China aprobaron un borrador de proyecto para esta nueva institución internacional. Las grandes naciones, las
que "habían vertido su sangre en beneficio del resto del mundo" según se afirmó en sus resoluciones, se
reservaban el derecho de poner las bases de la nueva organización. En Dumbarton Oaks se acordó que los
cuatro participantes en la Conferencia más Francia serían los miembros permanentes del futuro Consejo de
Seguridad.
En la Conferencia de Yalta se solventaron algunos de los puntos de fricción entre las potencias:
• Se acordó que Ucrania y Bielorrusia, además de la URSS, fueran consideradas miembros de pleno
derecho de la organización.
• Se resolvió que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (EEUU, Reino Unido, la URSS,
Francia y China) tuvieran siempre derecho de veto en todo tipo de resoluciones, exceptuando las de
procedimiento.
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Los "Tres Grandes" en Yalta acordaron que "una conferencia de las Naciones Unidas fuera convocado en San
Francisco, en los Estados Unidos, el 25 de abril de 1945, para preparar la Carta de esta organización".
La Carta de las Naciones Unidas
La Conferencia de San Francisco (25 de abril−26 de junio de 1945) aprobó la Carta de la Organización de las
Naciones Unidas, que fue firmada por cincuenta y un estados.
La Carta enunciaba los objetivos y principios en los que se basaba de la ONU.
Los propósitos eran cuatro:
• mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales;
• fomentar entre las naciones relaciones de amistad;
• realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter
económico, social, cultural y humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos
humanos y a las libertades fundamentales
• servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes.
Los Principios afirmaban lo siguiente:
• la organización se basaba en la igualdad soberana de todos sus miembros
• todos los estados miembros cumplirían las obligaciones contraídas de conformidad con la Carta
• los miembros arreglarían sus controversias internacionales por medios pacíficos y sin poner en peligro
la paz, la seguridad o la justicia
• los estados miembros se abstendrían en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al
uso de la fuerza contra otros Estados
• los miembros prestarían a las Naciones Unidas toda la clase de ayuda en cualquier acción que ejerzan
de conformidad con la Carta, y no ayudarían a Estado ninguno contra el cual la Organización
estuviere ejerciendo acción preventiva o coercitiva
• ninguna disposición de la Carta autorizaría a la ONU a intervenir en los asuntos que son jurisdicción
interna de los Estados
• las Naciones Unidas harían que los Estados que no son miembros de la Organización, se conducirían
de acuerdo con estos principios en la medida que fuera necesaria para mantener la paz y la seguridad
internacionales.
La Carta recogía también la estructura interna de la ONU que se basaba en los siguientes órganos:
El Consejo de Seguridad es el órgano principal y de mayor poder decisorio de la ONU, y su papel
fundamental se centra en solucionar todas las cuestiones relativas al mantenimiento de la paz y de la seguridad
internacionales. Inicialmente estuvo integrado por once miembros, 5 permanentes y 6 no permanentes, pero a
partir de 1966 se elevó a quince al incrementarse el número de estos últimos.
El Consejo de Seguridad adopta resoluciones obligatorias para los Estados miembros. En todos los asuntos
importantes, no de procedimiento, sus resoluciones se aprueban con el voto afirmativo de siete miembros,
comprendiendo los votos coincidentes de los permanentes. La Carta introducía, así, una importante
innovación frente a la Sociedad de Naciones, al permitir que el Consejo de Seguridad adoptara decisiones
obligatorias por mayoría cualificada, siempre y cuando, condición indispensable, los miembros permanentes
estuvieran en esa mayoría. Era la regla de la unanimidad de las grandes potencias que se traducía, de hecho,
en su derecho de veto y en el instrumento de su poder. Finalmente, el Consejo de Seguridad en sus labores
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para el mantenimiento de la paz tiene capacidad para organizar un ejército a partir de los efectivos
proporcionados por los miembros de la organización, así como imponer sanciones económicas a Estados
agresores o que violan las normas internacionales. Las fuerzas de Naciones Unidas, los conocidos como
"cascos azules" han realizado numerosas intervenciones para frenar conflictos armados, especialmente en
Palestina, Congo, Chipre, Líbano, Cachemira... Estos ejércitos son también empleados para proteger al
personal de las agencias de la ONU en misiones de ayuda humanitaria.
La Asamblea General es el principal órgano de debate y está integrado por delegados de todos los Estados
miembros, cada uno de ellos tiene derecho a voto. La Asamble tiene amplias competencias: elección de los
miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, admisión de nuevos miembros, nombramiento del
secretario general a propuesta del Consejo de Seguridad... Sin embargo, las decisiones de la Asamblea
General solo tienen el carácter de recomendaciones. Estas resoluciones deben ser adoptadas por el voto de la
mayoría de los dos tercios de los miembros presentes y votantes.
La Secretaria, órgano administrativo de las Naciones Unidas, presta sus servicios a los otros órganos,
administrando los programas y políticas por ellos elaborados. Al frente de la Secretaría, figura el secretario
general que juega una labor de coordinación en toda la organización y puede llegar a tener un papel político
importante. El noruego Trygve Lie fue el primero en acceder al puesto (1946−1953), sustituido por el sueco
Dag Hammarskj5ld (1953−1961) quien tras morir en un accidente de avión en el Congo mientras encabezaba
una intervención de Naciones Unidas fue reemplazado por el birmano U Thant (1961−1971). El austriaco
Kurt Waldheim, convertido en secretario general entre 1971 y 1981, tuvo su continuador en el peruano Pérez
de Cuéllar (1981−1991), a su vez sustituido por el egipcio Butros Gali (1991−1997). El actual secretario
general es Kofi Anan, elegido en 1997 y reelegido en el 2001.
Otros órganos de la ONU con competencias definidas eran el Consejo Económico y Social (coordinador de
toda la labor económica y social de la organización), el Consejo de Administración Fiduciaria (supervisa la
administración de los territorios bajo la administración fiduciaria) y la Corte Internacional de Justicia con sede
en La Haya (órgano judicial de la ONU a la que pueden recurrir todos los Estados miembros e incluso los que
no lo son).
Por último, a las Naciones Unidas se añadirían los llamados organismos especializados por ella coordinados
que abarcaban desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Internacional de Reconstrucción y
Desarrollo (BIRD), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO) y la FAO, organización dedicada a la alimentación y la agricultura.
A pesar de todas las expectativas e ilusiones creadas, la ruptura entre los Aliados con el estallido de la guerra
fría paralizará el funcionamiento de la ONU, especialmente mediante el uso del derecho de veto de las
grandes potencias enfrentadas.
La Gran Alianza que había derrotado al Eje en una cruenta guerra de casi seis años se rompió en el corto plazo
de unos meses. La guerra fría entre Estados Unidos y el bloque que dirigirá y la URSS y sus aliados marcará
la escena internacional por casi medio siglo.
La efímera concordia
La ruptura no fue sin embargo inmediata ni inevitable. Roosevelt había soñado en Yalta un mundo en el que
las dos superpotencias que surgían de la guerra, los EE.UU. y la URSS, pudiera colaborar pese a representar
sistemas económicos, políticos e ideológicos tan diferentes. Stalin necesitaba la cooperación de las otras
grandes potencias para reconstruir su país y contaba con la colaboración norteamericana para la cuestión de
las reparaciones alemanas.
Además, el espíritu general de los pueblos europeos era de un profundo anhelo de renovación y justicia social.
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El triunfo de los laboristas de Atlee en el Reino Unido y el que los comunistas obtuvieran más del 25% de los
votos en Francia e Italia o el 38% en Checoslovaquia mostraban a las claras la popularidad de las fuerzas de
izquierda que en las zonas ocupadas por los nazis habían llevado el peso de la resistencia.
Por un momento se pensó que la colaboración era posible. El mejor lo constituía Checoslovaquia: tras las
elecciones de 1946, el presidente de la República, Edvard Benes, representante de la mejor tradición liberal y
demócrata europea, formaba un gobierno de unión nacional en el que un tercio de los ministros eran
comunistas.
Las potencias vencedoras mantuvieron también por poco tiempo diversas acciones comunes: los Juicios de
Nüremberg que significaron el juicio y condena de los altos dignatarios nazis acusados de crímenes contra la
humanidad o los tratados de paz de París firmados en 1947 con los antiguos aliados de Alemania e Italia son
ejemplos de ello.
1946: el creciente enfrentamiento
El ambiente enrarecido que ya se había empezado a respirar en la Conferencia de Potsdam terminó por aflorar
claramente en 1946.
En enero se produjo un primer encontronazo en la ONU cuando la delegación iraní protestó por la
prolongación de la ocupación soviética de sus provincias septentrionales, continuación que violaba un acuerdo
firmado por los Aliados durante la guerra. La dura reacción norteamericana consiguió que la URSS se retirara
a los pocos meses.
En febrero, además de descubrirse una red de espías soviéticos en Canadá, Stalin pronunció un duro discurso
en Moscú en el que no dudó en afirmar que el capitalismo y el comunismo eran "incompatibles" y que la
URSS debía prepararse para un período de rearme.
Dos semanas después, George Kennan, experto en asuntos soviéticos del Departamento de Estado
norteamericano, envió un telegrama a Washington. Este telegrama de dieciséis páginas contenía un análisis
demoledor: la Unión Soviética era un estado irrevocablemente hostil a Occidente que continuaría con su
política expansionista.
El 5 de marzo de 1946, Churchill visitó los EE.UU. y pronunció un célebre discurso en la universidad de
Fulton, en el estado de Missouri. El veterano político británico consagró la expresión "telón de acero" para
referirse a la frontera que separaba a la Europa dominada por el ejército soviético del resto.
Como una réplica al telegrama de Kennan, el embajador soviético en Washington, Nikolai Novikov, envió
también un largo telegrama a Moscú en septiembre. En él afirmaba que los EE.UU. buscaban dominar el
mundo y estaban preparando una guerra para ello. Los telegramas de los enviados diplomáticos eran una
buena prueba del creciente deterioro de las relaciones entre los antiguos aliados.
El año 1946 supuso el fin del entendimiento entre los aliados. Aunque los partidos comunistas occidentales
participaban aún en gabinetes de coalición en países como Francia y como Italia, dos cruentas guerras civiles
enfrentaban a comunistas y conservadores en Grecia y China, y la tensión entre las administraciones de
ocupación occidentales y soviética en Alemania era creciente.
1947: El año de la ruptura
El año 1947 marca el fin definitivo de la antigua alianza. En un Europa en la que la reconstrucción no ha
comenzado aún, el hambre y el descontento social son el contexto en el que crece y crece la desconfianza
entre antiguos Aliados. Mientras los países occidentales desconfían del expansionismo soviético en las zonas
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donde el Ejército Rojo se ha asentado, los soviéticos se quejan de que los occidentales no envían a la URSS la
parte correspondiente de las reparaciones que debían extraerse en sus zonas de ocupación, dificultando la
recuperación de una URSS en ruinas.
El año se inició con una clara violación soviética de los acuerdos de Yalta en lo referido a Polonia. Las
elecciones se celebraron en enero tuvieron lugar en un ambiente de falta de libertad y arbitrariedad que
permitió el triunfo de los candidatos comunistas.
La Doctrina Truman
En febrero de 1947 una alarmante nota del gobierno británico llegó a Washington. En ella se informaba a
Truman y a su nuevo Secretario de Estado, George Marshall, de que el gobierno de Londres era incapaz de
continuar apoyando al gobierno conservador de Atenas en su lucha contra las guerrillas comunistas griegas.
También comunicaba que la nota que Gran Bretaña era incapaz de seguir ayudando financieramente a
Turquía.
Los norteamericanos reaccionaron vivamente a esta nueva amenaza. Conscientes de que las zonas bajo
dominio soviético eran "irrecuperables", optan por implicarse activamente en la defensa del sur y del oeste del
continente. En un discurso pronunciado el 12 de marzo en el Congreso, Truman no solo demandó la
aprobación de una ayuda de 400 millones de dólares para Grecia y Turquía, sino que se sentó una verdadera
doctrina de política exterior, la Doctrina Truman. Afirmando que EE.UU. ayudaría a cualquier gobierno que
hiciera frente a la amenaza comunista, el presidente norteamericano proclama la voluntad de su país de aplicar
una política de contención del comunismo ("containment").
Esta nueva voluntad estadounidense tenía su principal desafío en Europa occidental. Aquí la recuperación tras
la devastación de la guerra estaba siendo muy lenta o inexistente lo que favorecía la agitación y la propaganda
comunista. Francia e Italia tenían poderosos partidos comunistas que podrían ser la base de la expansión
soviética al occidente del continente. El nuevo ambiente de enfrentamiento provocó la expulsión de los
ministros comunistas que participaban en gobiernos de coalición en París, Roma y Bruselas en el período de
marzo a mayo de 1947.
El Plan Marshall
Esta medida no era, sin embargo, suficiente. Para contener al comunismo era necesario poner las condiciones
económicos que impidieran su expansión. Así, el 5 de junio de 1947 en un discurso en la universidad de
Harvard, el secretario de estado, George Marshall, anunció el Programa de Recuperación Europeo
(European Recovery Program), conocido popularmente como el Plan Marshall.
Se trataba de un masivo programa de generosa ayuda económica para Europa. Aunque el Plan servía
claramente a los intereses diplomáticos y de potencia de EE.UU., lo que Churchill calificó, quizá
exageradamente, como "el acto menos sórdido de la historia", supuso una extraordinaria inyección de ayuda
económica que permitió la acelerada recuperación de Europa occidental.
Washington ofreció la ayuda a todos los países europeos, aunque determinó que para recibirla era necesario
crear mecanismos de colaboración económica entre los beneficiarios. Este hecho precipitó la negativa de
Stalin a aceptar el Plan, forzando a los países que habían caído bajo su esfera de influencia a rechazar la
ayuda. El Plan Marshall vino a dividir a Europa en dos: la occidental que va a iniciar un rápido crecimiento
económico y la oriental, sometida a la URSS, y que va a tener grandes dificultades de desarrollo. La
excepción a esta regla fue la España de Franco, a la que se negó la ayuda por el carácter fascista de su régimen
político.
A la vez que EE.UU. lanzaba estaba masiva operación de ayuda, la administración de Truman creó los
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instrumentos institucionales de la guerra fría al aprobar en julio de 1947 la Ley de Seguridad Nacional por la
que se creaban la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional.
La respuesta soviética
La URSS, que había obligado al gobierno checoslovaco a renunciar al Plan Marshall tras haberlo aceptado,
reaccionó en septiembre de 1947 creando la Kominform (Oficina de Información de los Partidos Comunistas
y Obreros). Este organismo tenía como finalidad coordinar y armonizar las políticas de los partidos
comunistas europeos.
En la reunión constitutiva de la Kominform, el representante soviético, Andrei Jdanov, emite lo que se ha
venido en conocer como la Doctrina Jdanov: en ella se constata la división del mundo en dos bloques y la
necesidad de que los países de lo que el denominó el "campo antifascista y democrático" siguieran el
liderazgo de Moscú.
La ruptura se había consumado.
La guerra fría comienza en Europa
El año 1948 constituyó el primer año de la guerra fría. El continente europeo, que aún apenas había iniciado a
restañar las heridas de la guerra, fue el escenario de una importante crisis internacional.
Las "Democracias Populares"
La Doctrina Jdanov había marcado el punto de no retorno en la conversión forzada de la Europa central y
oriental al modelo configurado por Stalin en la URSS. Una tras otra las naciones dominadas por el Ejército
Rojo fueron constituyéndose en lo que se vino a denominar "democracias populares": partido único,
colectivización de la tierra, planificación económica centralizada, prioridad a la industria de base,.
persecución de cualquier tipo de disidencia... La URSS extendía su modelo en su área de influencia.
En ese rápido proceso que duró pocos meses, el momento clave lo constituyó el Golpe de Praga en febrero de
1948. El líder comunista Gottwald, con la aprobación de Stalin, hace un llamamiento a la huelga general que
se ve apoyada por "milicias de trabjadores" que frenan cualquier resistencia de las fuerzas democráticas. En
pocos días, la democracia checoslovaca se vio convertida en otra "democracia popular". En los meses
siguientes
La repercusión en Europa occidental del Golpe de Praga fue inmensa y aceleró las medidas occidentales que
precipitarán la crisis de Berlín.
Mientras tanto, Stalin se encontró con un problema inesperado en su propósito de alinear férreamente a los
"países satélites" bajo la férula de Moscú. La Yugoslavia de Tito, un país en el que las guerrillas comunistas
habían expulsado a las tropas del Eje con muy escasa ayuda soviética, practicó una política exterior
independiente que vino finalmente a chocar con la posición del Kremlin. A la condena de la Kominform en
junio de 1948, le sigue la ruptura de relaciones diplomáticas de la URSS en agosto. El gobierno de Tito
resisitió el envite con el apoyo de una población multinacional unida bajo la idea de la independencia ante
Moscú. El cisma yugoslavo fue un duro golpe para Stalin y reforzó sus tendencias paranoicas respeto a los
demás líderes comunistas. A partir del verano de 1948, las purgas se extendieron en las filas comunistas de las
nuevas "democracias populares".
La crisis de Berlín y la partición de Alemania
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La antigua capital del Reich había sido dividida en cuatro zonas de ocupación y se hallaba situada en el
corazón de la zona de ocupación soviética. Las crecientes discrepancias entre los antiguos aliados hicieron de
la cuestión de Berlín uno de los temas clave de la guerra fría.
El Golpe de Praga aceleró el enfrentamiento ya iniciado anteriormente sobre la cuestión alemana.
Abandonadas las negociaciones para acordar un status político común a la Alemania ocupada tras el fracaso
de la Conferencia de Londres en 1947, los representantes de EE.UU., Gran Bretaña y Francia se reunieron y
alcanzaron los Acuerdos de Londres (abril−junio de 1948) para iniciar un proceso constituyente en sus zonas
de ocupación.
El 18 de junio de 1948, los aliados occidentales dieron un paso más creando una nueva moneda para sus zonas
de ocupación: el Deutschemark. Los soviéticos reaccionaron aplicando una reforma en su zona en la que
incluyeron a la ciudad de Berlín, a la que consideraban parte integrante de la zona soviética. Cuando los
occidentales trataron de introducir el Deutschemark en sus zonas de ocupación de Berlín. Las protestas
soviéticas se tornaron en actos: se inició el bloqueo de Berlín. Mediante la interrupción de toda comunicación
terrestre entre las zonas de ocupación occidentales y Berlín occidental, Stalin confiaba en que Berlín oeste
caería como una fruta madura en sus manos.
La reacción occidental sorprendió al dictador soviético. Los norteamericanos, con una pequeña ayuda
británica, organizaron un impresionante puente aéreo que durante once meses y mediante más 275.000 vuelos
consiguió abastecer a la población sitiada. Al mismo tiempo, la Casa Blanca hacía saber al Kremlin que no
dudaría en usar la fuerza para hacer respetar los "corredores aéreos" que unían Berlín con la Alemania
occidental. Stalin había subestimado las posibilidades del transporte aéreo y la resolución occidental a hacerle
frente: el 12 de mayo de 1949 levantó el bloqueo de Berlín.
La crisis de Berlín creó un sentimiento fuerte de solidaridad entre los alemanes occidentales y los
norteamericanos. Esta situación facilitó la culminación de la partición de Alemania: las tres zonas
occidentales se constituyeron en la República Federal de Alemania que se dotó de una Ley Fundamental el 8
de mayo de 1949. Esta constitución establecía una sistema liberal democrático y contó con el visto bueno de
las potencias occidentales. La URSS reaccionó en octubre con el establecimiento en su zona de ocupación de
la República Democrática de Alemania, un estado creado siguiendo el modelo de las "democracias
populares".
Esta partición de Alemania era la concreción en el corazón de Europa de la división bipolar del mundo: sólo
unos días antes, el 4 de abril de 1949, se firmaba el Washington el Tratado del Atlántico Norte que daba
nacimiento a la OTAN. Nos ocuparemos más adelante del nacimiento de esa estructura bipolar que caracterizó
al mundo durante el período de la guerra fría.
La guerra fría se extiende a Asia
La primera bomba atómica soviética
El revés que había supuesto para la URSS el fracaso del bloqueo de Berlín se vio compensado por un
acontecimiento que cambió de forma decisiva el equilibrio estratégico mundial: el 29 de agosto de 1949 la
URSS experimentó su primera bomba atómica. De repente, el monopolio atómico norteamericano había
desaparecido, mucho antes de lo que la mayoría de los analistas habían pronosticado.
La revolución comunista china
Una "segundo bomba" se abatió muy pronto sobre el equilibrio entre los nacientes bloques enfrentados: tras
dos años de renovada guerra civil, el 1º de octubre de 1949 las tropas comunistas de Mao Zedong entraban
victoriosas en Pekín, proclamando la República Popular China. Las tropas nacionalistas de Chiang Kai Chek
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huyeron a la isla de Taiwan donde establecieron un régimen dictatorial pro−occidental protegido por EE.UU.
En 1950, Mao viaja a Moscú donde concluye diversos acuerdos con la URSS, entre ellos una alianza militar
por treinta años "contra Japón o cualquier agresor unido a Japón". El paso del país más poblado del mundo al
campo comunista traumatizó al mundo occidental y especialmente a la opinión norteamericana. No obstante,
la concordia entre Moscú y Pekín será efímera, abriéndose en el medio plazo un nuevo cisma en el mundo
comunista mucho más importante que el que habían protagonizado Tito.
La guerra de Corea 1950−1953
La primera víctima de la guerra fría fue el pueblo coreano. Por primera vez, el enfrentamiento entre el bloque
occidental y el bloque comunista vino a concretarse en "una guerra caliente".
La guerra de Corea hunde sus orígenes en el reparto en dos zonas de ocupación de este antiguo protectorado
japonés tras la derrota del régimen de Tokio en 1945. Separadas por el paralelo 38º, la ocupación soviética y
norteamericana dio lugar al nacimiento de dos regímenes radicalmente enfrentados. Corea del Norte, una
dictadura comunista pro−soviética bajo la mano de hierro de Kim il Sung y Corea del Sur, una dictadura de
derechas pro−norteamericana bajo la dirección de Syngman Rhee. Cuando las potencias ocupantes se retiren
en 1948, la URSS, y en 1949, EE.UU., dos estados antagónicos quedaron frente a frente.
El conflicto se inició con la agresión norcoreana en junio de 1950 a la que respondió la intervención
norteamericana en septiembre de ese mismo año. En octubre, tropas chinas entraron en la península en ayuda
de Corea del Norte, lo que finalmente llevó una estabilización de los frentes a partir de 1951.
Para romper este empate táctico, el general MacArthur, al frente de las tropas norteamericanas que luchaban
bajo el pabellón de la ONU en Corea, llegó a proponer el uso de la bomba atómica y el ataque a China. Estas
propuestas precipitaron la reacción del presidente Truman y fue sustituido por el general Ridgway en abril de
1951. Se asistía así de nuevo a lo que ya se había visto en el bloqueo de Berlín: a lo largo de la guerra fría, las
dos superpotencias fueron prudentes cuando se entrevió la posibilidad de un enfrentamiento directo entre
ambas.
Finalmente, poco después de la muerte de Stalin, en julio de 1953, se firmó el Armisticio en Panmunjong. Se
acordó una nueva línea de demarcación que serpentea en torno al paralelo 38º.
La guerra de Corea dio dimensión mundial a la guerra fría y convirtió a Asia en uno de sus escenarios
principales. En adelante, conflictos de tipo colonial como la guerra de Indochina, comenzada en 1946 y en la
que la guerrilla del Vietminh luchaba contra la potencia colonial francesa, se transformaron en conflictos
insertos en la guerra fría.
Estados Unidos, donde el conflicto había alentado la histeria anticomunista orquestada por el senador
McCarthy, inició un importante rearme ante el convencimiento del carácter expansionista del comunismo y la
evidencia de que los soviéticos poseían la bomba atómica.
Los orígenes del conflicto árabe−israelí
Los antecedentes del contencioso árabe−israelí se remontan a fines del siglo XIX con el nacimiento del
movimiento sionista. El holocausto nazi precipitó la afluencia de judíos a una tierra que había estado poblada
durante siglos por árabes palestinos. Dos pueblos competían por el control del territorio de la, en aquel
momento, colonia británica de Palestina: 1.250.000 árabes contra 560.000 judíos, venidos en su mayor parte
de Europa y, por consecuencia, con un nivel tecnológico y económico más desarrollado.
Tras meses de sangrientos disturbios, la ONU acordó un Plan de Partición de Palestina el 29 de noviembre de
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1947. El territorio de Palestina se dividiría en tres partes: un Estado judío, un Estado árabe y Jerusalén,
internacionalizada y bajo el control de las Naciones Unidas.
La primera guerra árabe−israelí (1948−1949)
El 14 de mayo de 1948, el líder hebreo Ben Gurion proclamó el nacimiento del Estado de Israel en los
territorios que les habían sido adjudicados por la ONU. La reacción árabe fue inmediata, cuando las tropas
británicas abandonaron la colonia el 15 de mayo tropas de los estados árabes que circundan a Israel atacaron
al recién nacido estado hebreo.
La primera guerra árabe−israelí (mayo 1948−junio 1949) concluyó con la victoria israelí. El nuevo estado
judío pasó a ocupar el 78% de la antigua Palestina en lugar del 55% asignado por el reparto de la ONU. Los
territorios árabes quedaron que quedaron fuera de su control fueron controlados por los estados árabes
vecinos: la franja de Gaza pasó a manos de Egipto y la Cisjordania y la ciudad antigua de Jerusalén quedó en
poder del reino de Jordania (la antigua Transjordania). La guerra fue una catástrofe para la población palestina
que fue expulsada masivamente de los territorios israelíes y se refugió en los estados vecinos. Los árabes
palestinos quedaron como una población sin estado.
El bloque occidental
Los lazos transatlánticos
Este bloque está conformado y dirigido por países de economía capitalista con un alto nivel de desarrollo y
sistemas políticos democráticos. El levantamiento de las trabas al comercio mundial patrocinado y gestionado
por instancias internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el GATT propiciaron los
intercambios comerciales y monetarios, lo que evitó tendencias aislacionistas.
Sin embargo, la gran cuestión que va a llevar a que EE.UU. se lance, contrariando sus tradiciones históricas, a
la constitución de un bloque constituido en torno a alianzas será reforzar a una Europa Occidental, totalmente
necesaria para no perder la guerra fría.
La Doctrina Truman y, sobre todo, el Plan Marshall constituyeron los dos primeros pasos de la nueva postura
norteamericana. La reconstrucción de las economías europeas y la consecución de una cierta estabilidad social
fueron elementos clave de la "contención" del comunismo en Europa. El European Recovery Program, más
conocido como Plan Marshall, hizo que EE.UU. planteara la necesidad de una coordinación económica
europea. Así, en 1948, nació la Organización Europea de Coordinación Económica (OECE), embrión de la
futura Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La conclusión de este proceso
de conformación del bloque occidental concluyó en 1949 con la firma del Pacto Atlántico y la constitución al
año siguiente de la OTAN, la gran alianza militar occidental.
Los inicios de la construcción europea
Los EE.UU. van a jugar un papel esencial en la posguerra empujando a la Europa Occidental hacia la
construcción de la unidad europea. La "idea europea" no era nueva. Ya tras la primera guerra mundial, durante
el período de entreguerras figuras como Coudenhove−Kalergi o estadistas como Aristide Briand defendieron
un proyecto integrador que fracasó estrepitosamente tras la depresión de 1929 y el ascenso de los fascismos.
Tras la segunda guerra mundial, diversas iniciativas llevaron a la adopción de los primeros pasos concretos en
el camino de la integración. En mayo de 1948, más de 750 figuras europeas, muchos prominentes políticos
ente ellos, se reunieron en el Congreso de La Haya y en 1949 nacía el Consejo de Europa.
Sin embargo, fue en el bienio 1950−1951, cuando en Corea se iniciaba el primer "conflicto caliente" de la
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guerra fría, cuando se tomaron los principales pasos que iniciaron el proceso de integración: la Declaración
Schuman y su inmediata consecuencia la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA).
La Europa occidental había iniciado un camino unitario en el que la integración económica tenía un papel
esencial. La firma de los Tratados de Roma en 1957 y el nacimiento de la Comunidad Económica Europea
será el siguiente y decisivo paso.
Una red mundial de alianzas
La guerra fría y la experiencia histórica del período de entreguerras llevaron a los EE.UU. a dar un giro
histórico en su tradicional aislacionismo. Más allá de los lazos trasatlánticos con la Europa Occidental, la
Secretaría de Estado norteamericana se lanzó a la construcción de una serie de alianzas internacionales que
consolidaran al bloque occidental:
• Ya en tiempos de Truman se firmó en 1947 el Tratado de Rio con veinte países latinoamericanos. Esta
iniciativa concluyó en 1948 con la fundación de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta
institución ha estado siempre basada en un desequilibrio de fuerza patente entre la potencia
norteamericana y el resto de los países del continente.
• La guerra de Corea llevó en 1951 a la constitución de una alianza militar en el Pacífico: el ANZUS
(Australia, New Zealand, United States) y la firma del Tratado de San Francisco con Japón, antiguo
enemigo con el que EE.UU. concluía un tratado de defensa.
• El presidente Eisenhower y su Secretario de Estado Foster Dulles completaron y sistematizaron la red
de alianzas occidental: en 1954 nació la SEATO (siglas en inglés para la Organización del Tratado de
Asia del Sureste) con Gran Bretaña, Francia, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Tailandia y
Pakistán; en 1955 se firmó el Pacto de Bagdad, alianza de seguridad en el Próximo Oriente en el que
agrupaban Gran Bretaña, Turquía, Irak, Pakistán e Irán. Al retirarse de la alianza Irak en 1959, este
pacto se tranformón en el CENTO (siglas en inglés para la Organización del Tratado del Centro).
El bloque comunista
La segunda glaciación stalinista en la URSS
Durante los años treinta, Stalin instauró un sistema totalitario fundado en el control de la población, la
represión contra cualquier disidencia, algo que fue especialmente significativo en el cruento proceso de la
colectivización agraria, la planificación económica centralizada y la primacía de la industria pesada. Si bien la
URSS consiguió una rápida industrialización, el coste humano fue enorme: el sistema de campos de
concentración o Gulag es el mejor ejemplo de los sufrimientos del pueblo soviético.
Durante la guerra, a fin de suscitar la unidad patriótica contra el invasor alemán la represión disminuyó y
miles de prisioneros fueron liberados. La victoria de 1945 llevó a Stalin al cenit de su popularidad, era el
"Padre de la victoria".
Sin embargo, en cuanto aparecieron de nuevo las dificultades en la posguerra, como el hambre de 1946, el
viejo dictador volvió a sus prácticas de terror: las deportaciones masivas al Gulag llevaron a que más dos
millones y medio de personas fueran detenidas en muy corto tiempo.
Las "democracias populares"
El estallido de la guerra fría tuvo como resultado en las zonas ocupadas por el Ejército Rojo la organización
de nuevos estados "satélites" de la URSS.
Exceptuando en Albania y Yugoslavia donde la triunfante guerrilla comunista autóctona llevó a los
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comunistas directamente al poder, el establecimiento de las "democracias populares" se realizó en un rápido
proceso que culminó en 1948 con el golpe de Praga.
El proceso fue similar en todos los países:
• En primer lugar, la "desnazificación", es decir, purga de los colaboradores con el Eje que a menudo
redundaba también en la represión contra una parte importante de las clases más acomodadas.
• Formación de "Frentes Nacionales" en los que los PC colaboran con diversas fuerzas democráticas,
aunque se reservan los puestos clave −Interior, Defensa, Economía, Justicia− en los gobiernos.
• Eliminación de las fuerzas no comunistas y completa "satelización" del nuevo régimen. La represión
contra cualquier disidencia se veía acompañada por la completa dependencia de Moscú.
En el terreno económico, los soviéticos desmontaron y transfirieron a su país fábricas completas, así como
productos de todo tipo. En general, en los países conquistados se tendió a organizar las actividades
económicas siguiendo las directrices y los intereses de Moscú. Acuerdos bilaterales entre la URSS y los
diversos países del bloque oriental regularon las relaciones económicas mutuas.
El cisma yugoslavo en 1948 constituyó la primera fisura en el bloque que se estaba formando en torno a la
URSS.
La organización del bloque comunista
La articulación de la Doctrina Jdanov y la creación de la Kominform en 1947 fueron la primera reacción de la
URSS tras la ruptura con las potencias occidentales. La Kominform jugó un papel importante en la
movilización ideológica y en la propaganda en los países comunistas. Tras el cisma yugoslavo, la Kominform
pasó a centrarse en la lucha contra Tito ante el temor de Stalin a un "contagio" en el resto de las "democracias
populares".
Otro elemento clave de la labor de la Kominform fue la organización del Movimiento por la Paz, esta
organización centró sus críticas en el armamento nuclear norteamericano y lanzó grandes campañas
recogiendo firmas que pedían la prohibición de las armas atómicas. Estas campañas consiguieron el apoyo de
un gran número de intelectuales.
Paralelamente en los "países satélite", una nueva oleada de purgas (1948−1952) marcó los últimos años de la
dictadura de Stalin. Cualquier intento de iniciar una "vía nacional" al socialismo que no siguiera al pie de la
letra el modelo soviético fue acusado de "desviacionista" y tildados de "trostkistas" o "titistas". La realidad fue
que aproximadamente un cuarto de la militancia comunista, muchas veces los militantes más veteranos y con
mayor experiencia de lucha, fueron juzgados, encarcelados o ejecutados. La represión se convirtió en adelante
un rasgo esencial de las "democracias populares".
En 1949, nació el COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica), instituto multinacional que agrupaba a
la URSS y a los países del Este con la excepción yugoslava que buscaba el fomento y la planificación de los
intercambios comerciales entre los países del bloque. Hubo que esperar hasta 1960 para que este organismo
funcionara con plenitud.
La URSS fue creando una red de alianzas que diera coherencia a su bloque. No obstante, esta red fue mucho
menos densa y tardó más en consolidarse. El gobierno de Moscú fue firmando Acuerdos bilaterales con las
"democracias populares" y con la China comunista de Mao.
Hubo que esperar a que pasaran dos años de la muerte de Stalin para que, con la ocasión del ingreso de la
RFA en la OTAN, naciera en 1955 el Pacto de Varsovia, alianza militar que unió a la URSS con todos los
países europeos del bloque comunista con la excepción de Yugoslavia. Se calcula que las fuerzas militares del
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Pacto ascendían a 6 millones de soldados con un armamento altamente homologado. El mando unificado de
estas tropas quedó en manos de un general soviético.
La crisis de los Imperios coloniales
El nacimiento de los nacionalismos
La Gran Guerra abrió el camino para el despertar de los pueblos colonizados. Las nuevas elites indígenas,
educadas en Occidente e impregnadas de las ideas de democracia y libertad y a la vez excluidas de los cargos
administrativos y políticos, formarán los cuadros de los primeros grupos nacionalistas. Esta naciente idea
nacional estará representada en diferentes figuras que jugarán el papel de símbolos: Gandhi apelará a la
conciencia religiosa hindú, Burguiba se inspirará en el laicismo transformador de Kemal Ataturk, mientras
que Ho Chi Minh planteará la revolución comunista junto a la emancipación nacional.
La modernización económica −infraestructuras, hospitales, escuelas− que llevaron las metrópolis a las
colonias tuvo un doble resultado contradictorio, de progreso y de desequilibrio. Los adelantos médicos, unidos
al mantenimiento de una alta tasa de natalidad, provocó en el período de entreguerras el inicio de la explosión
demográfica. Este aumento de la población se produjo en sociedades que no experimentaron un crecimiento
económico significativo. Paro en el campo y hacinamiento en las ciudades fueron los resultados de una
sociedad dislocada en la que el descontento social fue pronto aprovechado por los nacionalismos
anticolonialistas.
El efecto de la Segunda Guerra Mundial
El conflicto bélico trajo una fuerte aceleración al proceso de crisis de los sistemas coloniales. Los factores que
lo explican son varios:
• La rápida derrota de Francia, Bélgica y Holanda supuso un fuerte desprestigio de las metrópolis en
sus respectivos imperios coloniales. También el imperialismo inglés derrotado en gran parte de Asia
sufrió una situación parecida. Las potencias del Eje trataron, evidentemente, de aprovecharse de esta
situación. El ejemplo más claro es la apelación que los japoneses hicieron a los pueblos que
conquistaron para unirse y rebelarse contra el dominio de los blancos europeos.
• El Reino Unido y la Francia Libre enrolaron en sus ejércitos a muchos habitantes de las colonias. Un
ejemplo lo constituye los más de dos millones de hindúes fueron movilizados por el Imperio
Británico, o la mayoritaria presencia de magrebíes en el ejército francés que luchó en Italia junto a los
Aliados. La sangre derramada legitimó las reivindicaciones de los pueblos colonizados.
• Las dos grandes superpotencias surgidas de la guerra, EE.UU. y la URSS, defendían posturas
anticolonialistas e impulsaron su proceso de emancipación. Los norteamericanos, además de recordar
su propio origen nacional, apoyaron la apertura de mercados para sus capitales y productos y el
consiguiente fin de las trabas coloniales. Los soviéticos lo hicieron desde su propia ideología
anticapitalista y antiimperialista.
• El acuerdo de las dos superpotencias, al que pronto se fue uniendo el voto de los países que iban
naciendo en el proceso de descolonización, hizo que la ONU jugara un papel impulsor del proceso
descolonizador.
Los modelos de descolonización
Podemos distinguir diversos tipos de descolonización, atendiendo a dos variables. Con respecto a la violencia
del proceso nos encontramos con:
• Descolonización sin guerra de independencia. Fue el caso cuando las metrópolis comprendieron la
inutilidad de resistirse a un proceso histórico ineludible. La ausencia de guerra no implica que no
hubiera disturbios importantes, como fue el caso de Marruecos o Túnez, o de gravísimos conflictos o
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guerras civiles entre comunidades indígenas rivales, como sucedió en la India entre hindúes y
musulmanes
• Descolonización con guerra de independencia. Cuando la metrópoli se negó a aceptar el cambio. Los
ejemplos más claros fueron en Argelia e Indochina en el Imperio francés y en Indonesia en el
holandés.
Si tenemos en cuenta los dos grandes imperios coloniales, podemos distinguir entre:
• Descolonización a la francesa. Tras la humillación de 1940, Francia no estaba preparada para aceptar
lo que se veía como una nueva derrota. Pese a que en 1946 sustituyó el término "imperio" por el de
Unión Francesa en 1946, el gobierno de París trató de retener por la fuerza el imperio lo que dio lugar
a un proceso descolonizador traumático.
• Descolonización a la inglesa. Sin el sentimiento de frustración francés, con cierta experiencia
descolonizadora en el período de entreguerras (los "Dominios" e Irak y Egipto), y con la creación de
la Commonwealth en 1931 como fórmula para mantener lazos con las antiguas colonias, el modelo
inglés fue menos traumático. No obstante, en algunos casos el proceso descolonizador fue un absoluto
fracaso, dejando tras de sí guerras entre poblaciones enfrentados que han continuado hasta el siglo
XXI. Es el caso de hindúes y musulmanes en la antigua colonia de la India, hoy prolongado en el
conflicto entre India y Pakistán; y, sobre todo, el caso de la colonia de Palestina, origen del largo y
sangriento conflicto de Oriente Medio
La emancipación de Asia Oriental
La India: la independencia y la partición
El movimiento nacionalista en la India es uno de los más antiguos y originales que aparecieron en las antiguas
colonias. Organizado en torno al Partido del Congreso, fundado en 1885, desde la Primera Guerra Mundial
fue liderado por Gandhi, defensor de la no violencia. Junto a su discípulo y principal líder político del
movimiento, Nehru, reclamó insistentemente la independencia, concretando esta demanda en la resolución
"Quit India" de 1942.
La victoria de los laboristas de Atlee en 1945 facilitó las negociaciones que se iniciaron ese mismo año. Muy
pronto surgieron dos posturas enfrentadas, mientras que Gandhi y Nehru defendieron el mantenimiento de un
único estado multireligioso, el líder de la Liga Musulmana, Ali Jinnah, planteó la partición de la colonia en
dos estados, uno hindú y otro musulmán.
Tras una guerra civil que desgarró al país (1946−1947), Nehru finalmente se avino a la idea de la partición
reuniéndose en junio de 1947 la Conferencia de Nueva Delhi con Jinnah y Lord Montubatten en
representación del gobierno de Londres.
El resultado fue el nacimiento de dos estados independientes el 15 de agosto de 1947: la Unión India, de
mayoría hindú y dirigida por el Partido del Congreso de Nehru y Pakistán, de mayoría musulmana. Las
transferencias de población que acompañaron esta partición se convirtieron en un brutal baño de sangre.
La independencia de Indonesia
Los japoneses derrotaron y desalojaron a los holandeses en 1942, favoreciendo el desarrollo del movimiento
nacionalista dirigido por Sukarno. Poco antes de retirarse las tropas niponas, el 17 de agosto de 1945, se
proclamó la independencia de Indonesia.
Tras el fin de la guerra, el gobierno de los Países Bajos intento por dos veces, en 1947 y en 1948, retomar el
control del archipiélago por la fuerza. La resistencia indonesia y las presiones de la ONU y EE.UU., que llegó
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a amenazar con retirar a Holanda la ayuda del Plan Marshall, hicieron que finalmente, a fines de 1949,
Indonesia alcanzara su independencia bajo la presidencia de Sukarno.
La guerra de Indochina
El conflicto que desangró a Indochina de 1946 a 1954, lo que conocemos como la guerra de Indochina, fue la
primera fase de un desgarrador conflicto que se prolongará en la guerra de Vietnam.
Los franceses, como los holandeses, fueron desalojados por Japón durante la Segunda Guerra Mundial de su
colonia en Indochina. El 2 de septiembre de 1945, Ho Chi Minh, líder del Viet−minh, guerrilla comunista y
nacionalista, proclamó la independencia.
Francia también fracasó en su intento de restaurar por la fuerza su dominio y, tras la derrota de Diem Bien Fu,
firmó los Acuerdos de Ginebra en julio de 1954. En ellos se acordó la independencia de Laos y Camboya y la
partición en dos estados de Vietnam, uno comunista al norte y otro pro−occidental al sur.
Tras la guerra de Corea, la guerra colonial se había convertido en un conflicto de la guerra fría. En ese marco,
los Acuerdos de Ginebra fueron una simple tregua. Las elecciones previstas que debían servir para la
reunificación democrática de Vietnam nunca se llegaron a celebrar.
La descolonización de África
Las independencias en la región del Magreb
Burguiba, líder del tunecino partido Neo−Destur (Nueva Constitución), planteó una estrategia negociada por
etapas. Interrumpidas las negociaciones por el gobierno de París en 1951, la respuesta armada de los tunecinos
llevó a que en 1954 Túnez obtuviera la plena autonomía política y en 1956 la independencia.
En Marruecos, el partido Istiqlal (Partido de la Independencia) trataba de conseguir la independencia bajo la
soberanía del Sultán Mohamed Ben Youssef, que gozaba de poderes teóricos bajo la administración francesa.
La tensión finalmente estalló con graves disturbios brutalmente reprimidos en Casablanca en 1952. La
respuesta francesa fue deportar al sultán a Magadascar lo que provocó la insurrección general (1954−1955).
Finalmente los franceses tuvieron que ceder. El sultán, que pronto sería el rey Mohamed V, retornó
triunfalmente en noviembre de 1955 y el reino de Marruecos alcanzó la independencia el 2 de marzo de 1956.
La España de Franco no puso ningún impedimento para conceder la independencia en la zona norte que
controlaba y cedieron a las nuevas autoridades de Rabat el control del conjunto del territorio.
El proceso de independencia en Argelia constituyó uno de los episodios más sangrientos del proceso
descolonizador. La presencia de una fuerte minoría europea llevó a que el gobierno de París se negara a
aceptar las demandas nacionalistas. La guerra de Argelia (1954−1959) fue un episodio enormemente
traumático tanto para la metrópoli como para la colonia. El enfrentamiento entre el Frente de Liberación
Nacional (FLN) argelino y el ejército francés provocó que casi medio millón de argelinos musulmanes y
25.000 soldados franceses perdieron su vida en el conflicto.
La gravedad de la situación llevó a que en Francia se llegara al borde de la guerra civil. La vuelta al poder de
De Gaulle salvó al país del conflicto y trajo una nueva constitución para Francia. Con respecto a Argelia, De
Gaulle, que llegó al poder como abanderado de la defensa de la "Argelia francesa", tuvo que ceder finalmente
e iniciar negociaciones con el FLN. Los Acuerdos de Evian abrieron el camino a la proclamación de la
independencia en julio de 1962.
El despertar del África negra
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En muchos casos aquí la descolonización se realizó de forma progresiva y sin grandes problemas por parte de
las metrópolis para su concesión.
En el África anglófona la figura pionera fue N'Krumah, quién consiguió la independencia para la antigua
Costa de Oro que pasó a llamarse Ghana en 1957. El resto de las colonias se independizaran en el período
1960−1965.
Un caso particular es el de Rodhesia del Sur, territorio rico en minerales, donde los colonos blancos
declararon unilateralmente la independencia en 1965, estableciendo un régimen de apartheid, comparable al
vigente en Sudáfrica. Hubo que esperar a 1979 para que fueran desalojados del poder y para que ese territorio
alcanzara una verdadera independencia. En adelante se llamó Zimbabwe.
En el África francófona destaca la figura de Sedar Senghor, líder nacionalista senegalés. Aquí, pese a los
intentos de agrupar a las colonias en una Comunidad Francesa, a partir de 1960 las colonias alcanzaron la
independencia, estableciendo relaciones de cooperación con la antigua metrópoli que en muchos casos son
casos evidentes de neocolonialismo.
El caso del Congo belga nos muestra un ejemplo de descolonización convertido en drama. Nada más
producirse la independencia en 1960 bajo la dirección de Patrice Lumumba, la rica provincia minera de
Katanga proclamó su independencia dirigida por Moise Tshombé y con el apoyo de los colonos belgas. Tras
una larga guerra civil, en la que Lumumba fue asesinado, el general Mobutu se convirtió en el dictador del
país. Con la ayuda de los "cascos azules" de la ONU consiguió reintegrar a Katanga en el país.
Todos estos jóvenes estados se agruparon en la Organización para la Unidad Africana (OUA), fundada en
1963. Su principal preocupación fue evitar los conflictos fronterizos y secesionistas que daban lugar a brutales
guerras civiles como la de Katanga o la de Biafra que asoló Nigeria en 1966−1970. Uno de los grandes
problemas africanos es que las fronteras fueron decididas en Londres o París, sin tener en cuenta la realidad
tribal existente previamente. Tras las descolonización, los conflictos entre estados que no responden a
realidades nacionales o las guerras civiles entre grupos étnicos o tribales dentro de un mismo estado se han
convertido en una triste costumbre en el continente.
La última etapa descolonizadora tuvo lugar en los años setenta y afectó a las colonias ibéricas. España cedió
precipitadamente el Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania en 1975. La agonía de Franco aceleró un
proceso en el que no se contó con la población saharaui. Un poco antes, la "revolución de los claveles"
portuguesa precipitó la independencia de Angola y Mozambique. La descolonización de las colonias
portuguesas se produjo en un marco internacional caracterizado por el recrudecimiento de la guerra fría, lo
que explica en gran medida las largas guerras civiles que se abatieron sobre estos países, en especial en el caso
de Angola.
El Movimiento de los Países No Alineados
Los países del Tercer Mundo, muchos de ellos recién llegados a la independencia tras el período colonial,
estaban abocados a una escena internacional en la que tenían un escaso protagonismo y en la que la dinámica
del enfrentamiento entre los bloques les llevaba a un forzoso alineamiento con uno u otro.
La Conferencia afro−asiática de Bandung en 1955
La iniciativa de su convocatoria provino de los cinco primeros países descolonizados en Asia: Pakistán, India,
Indonesia, Ceilán y Birmania. La figura impulsora fue Nehru. El líder hindú asistía alarmada a la extensión de
la guerra fría al continente asiático tras el conflicto de Corea y quería evitar a toda costa que Asia se dividiera
en bloques enfrentados tal como la formación de la SEATO o la alianza chino−soviética parecía anunciar.
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Los cinco países decidieron convocar una Conferencia en la ciudad indonesia de Bandung en abril de 1955.
Veintinueve países acudieron: 23 asiáticas, de los que 14 procedían del Asia oriental, y 6 africanos, de los que
4 pertenecían al África negra. Ni la China nacionalista ni Israel fueron invitadas para evitar el boicot de la
China Popular y de los países árabes respectivamente, ni tampoco lo fue África del Sur, condenada por su
política de apartheid. Representantes de los países del Magreb (Marruecos, Argelia y Túnez), que aún no
habían alcanzado la independencia, enviaron observadores a la Conferencia.
El "espíritu de Bandung"
En la Conferencia, como no podía ser menos, hubo una unánime condena del colonialismo que aún dominaba
en África y el sistema racista del apartheid. También fue unánime la llamada al mundo desarrollado para que
cooperase en la lucha contra el subdesarrollo y la pobreza. Por último, en lo que se refería a las relaciones
entre estados, se acordaron cinco principios, concebidos por Sukarno y popularizados por Nehru, que vendrían
a convertirse en las ideas clave del movimiento de los países no alineados:
• Respeto a la soberanía y la integridad territoriales
• Igualdad entre las razas y las naciones
• No agresión
• No injerencia en los asuntos internos de cada país
• Coexistencia pacífica
Sin embargo, pese a estas demandas comunes, fue desde un principio muy evidente la existencia de tres
grandes corrientes enfrentadas:
• Los No Alineados, con Nehru y Nasser a la cabeza, condenaban la política de bloques militares
enfrentados.
• Los Pro−Occidentales (Turquía, Irak, Pakistán, Ceilán...) defendían la posibilidad de que cada país se
integrara en alianzas militares regionales como la SEATO o el Pacto de Bagdad. Estos países
intentaron que la Conferencia aprobara una resolución condenando todos los imperialismo, incluido el
soviético, pero fracasaron en su empeño. El prestigio de la URSS y el reciente pasado colonial eran
aún muy fuertes.
• Los dos Países Comunistas (China y Vietnam del Norte). Zhou Enlai, el representante chino, fue
enormemente hábil en frenar las iniciativas de los países pro−occidentales y obtener un gran prestigio
para la China de Mao.
En definitiva, la Conferencia de Bandung supuso un momento clave en el proceso de descolonización y en el
intento de emancipación del Tercer Mundo. En el terreno de las relaciones internacionales fue el origen del
movimiento de los países no alineados.
La "coexistencia pacífica" de Kruschev
La muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953 abrió una nueva fase en la historia de las relaciones
internacionales. Tras un complejo proceso sucesorio, Kruschev consiguió asentarse en el poder del Kremlin,
muy especialmente tras eliminar a Beria, jefe del aparato represivo stalinista, en junio de 1953.
El nuevo líder soviético lanza una nueva política exterior que va a denominar coexistencia pacífica. Este
nuevo concepto significaba básicamente que la URSS no solo negaba el recurso a las armas para extender la
revolución comunista por el mundo, sino que rechazaba la idea de que la guerra con el capitalismo era
inevitable. El bloque comunista, que en ese momento ya se veía lo suficientemente fuerte para disuadir al
adversario de un posible ataque, concentraría en el futuro todas sus fuerzas en la competición pacífica con el
Oeste.
La realidad de la política soviética no fue, sin embargo, tan pacífica. Como veremos, Moscú no dudó en tomar
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medidas, en algún caso arriesgadas, que pusieron en grave peligro la paz mundial.
La reacción norteamericana: la doctrina de las "represalias masivas"
La visión de Washington no se vio muy influenciada por la nueva política del Kremlin. En EE.UU. primaba
una situación de inseguridad propiciada por el acceso de la URSS al arma atómica y sus ensayos con misiles
intercontinentales. El lanzamiento del Sputnik en 1957, el primer satélite al espacio por parte de los soviéticos
vino a reforzar ese sentimiento.
El candidato norteamericano Eisenhower había criticado duramente la política de "contención" de Truman y
Foster Dulles, el que luego sería su Secretario de Estado, había propuesto durante la campaña electoral de
1952 el roll back, el hacer retroceder a los Soviéticos a sus posiciones de partida.
Tras el triunfo republicano, la nueva administración afirmó lo que se vino a denominar la doctrina de las
"represalias masivas". Washington amenazaba a la URSS con el uso masivo del arma nuclear en el caso de
que adoptara una política exterior muy agresiva.
Afortunadamente, como los hechos vinieron pronto a confirmar, la política exterior norteamericana fue mucho
más moderada. Algunos historiadores hablan de una política de "contención" reforzada para subrayar la
continuidad que hubo ente la diplomacia de Truman y la de Eisenhower. En definitiva, se iniciaba un nuevo
período en el que las palabras una vez más no correspondían exactamente con los hechos. Ni la política
exterior soviética fue tan pacífica, ni la norteamericana fue tan belicosa.
El deshielo 1953−1956
Más allá de las formulaciones de la política exterior de las grandes potencias, la muerte de Stalin abrió un
período en el que aparecieron signos de distensión entre Moscú y Washington: la firma del Armisticio en
Panmunjong en 1953, que ponía fin a la guerra de Corea, los acuerdos de Ginebra que ponían fin a la guerra
de Indochina en 1954, la reconciliación entre la URSS y Yugoslavia que culminó con la visita de Kruschev a
Tito en 1955 o la firma del Tratado de Paz con Austria en 1955, que significó la evacuación de las tropas de
ocupación y su neutralización.
Estos signos de distensión no impidieron que las superpotencias afirmaran, de forma brutal si era necesario, su
hegemonía en sus respectivas áreas de influencia. La brutal represión de las protestas obreras en Berlín y
Alemania oriental en 1953 por parte del ejército soviético de ocupación o las intervenciones de la CIA para
derrocar por la fuerza los gobiernos progresistas de Mossadegh en Irán en 1953 o Arbenz en Guatemala en
1954, muestran bien a las claras la complejidad de la nueva fase de las relaciones internacionales.
No debemos de olvidar tampoco que en 1954 la República Federal de Alemania se rearmaba en ingresaba en
la OTAN y que, como contestación, la URSS y las "democracias populares" fundaban en 1955 el Pacto de
Varsovia.
Europa: las fisuras del bloque oriental
La muerte de Stalin trajo signos de distensión en el interior del bloque dirigido desde Moscú. La evolución no
fue evidente: en julio de 1953 los carros de combate soviéticos reprimieron duramente las protestas obreras en
Berlín. Pese a todo, la reconciliación del Kremlin con Yugoslavia de Tito o la evacuación soviética de Austria
mostraban un cambio de talante.
Este nuevo talante no hacía, sin embargo, presagiar lo que se vio en el XX Congreso del PCUS, celebrado en
febrero de 1956. Ante los atónitos delegados comunistas, Kruschev denunciaba los crímenes de Stalin y el
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"culto a la personalidad" que había caracterizada hasta ese momento a la dictadura soviética. La nueva política
exterior de coexistencia pacífica, implicaba también la aceptación en el terreno teórico de la existencia de
diversos caminos para la construcción de un sistema socialista.
Esta relativa apertura tuvo su primer reflejo en Polonia. Impulsado por las manifestaciones obreras, Gomulka,
un comunista que había purgado por Stalin en 1948 retornaba al poder. Su manifiestamente reiterada
fidelidad a la URSS y a las bases del sistema comunista de las "democracias populares" permitió que Moscú
aceptara el nuevo giro en la política polaca.
La tragedia de Hungría (1956)
La situación fue bien distinta en Hungría, donde se constató trágicamente las limitaciones de la nueva política
de Kruschev.
La resistencia de los dirigentes más stalinistas hizo que las protestas populares degeneraran en una verdadera
insurrección popular el 24 de octubre de 1956. Un comunista abierto y liberal, Imre Nagy, accedió al poder y
se puso al frente de la revolución húngara. Enfrentado a un levantamiento que se extendía por el país, Nagy
decidió encabezarlo y dio dos pasos decisivos: la aceptación de la libertad de asociación política, lo que
destruía el monopolio comunista del poder, y, lo que fue mucho más grave, la proclamación de la neutralidad
de Hungría y su abandono del recién creado Pacto de Varsovia.
La respuesta del Kremlin fue inmediata: las tropas soviéticas ahogaron en sangre tras duros combates la
revolución húngara de 1956. La dirección soviética había puesto claramente los límites a los que podía llegar
el proceso de desestalinización.
La construcción del Muro de Berlín (1961)
De 1951 a 1958 la República Democrática Alemana había sufrido una verdadera hemorragia demográfica:
más de dos millones de alemanes orientales había huido hacia la República Federal. Las diferencias de nivel
de vida y de libertades provocaban este éxodo de población.
La segunda crisis de Berlín se inició en 1958. Para detener la salida de población, Kruschev lanzó un
ultimátum a las potencias occidentales: les daba seis meses para aceptar que Berlín−Oeste se convirtiera en
una ciudad libre, fuera de su control; en caso de negativa, Moscú daría a la RDA plena soberanía sobre el
Berlín−Este y los accesos a la ciudad.
Tras momentos de fuerte tensión, la amenaza no se llegó a materializar. Hubo que esperar tres años para que
el 13 de agosto de 1961, ante los ojos atónitos de los berlineses se iniciara la construcción de un muro
infranqueable que rodearía todo el Berlín occidental. Se ponía así fin al éxodo de alemanes orientales. Lo que
se denominó en Occidente, el "muro de la vergüenza" se convirtió en el gran símbolo de la guerra fría.
Paradójicamente, el muro del Berlín sirvió para estabilizar la situación en la RDA, calmando las inquietudes
soviéticas y suprimiendo uno de los mayores focos de tensión de la guerra fría.
La ruptura chino−soviética
El triunfo en 1949 de la revolución comunista en China y el establecimiento de la República Popular dirigida
por Mao Zedong supuso un giro espectacular en la recién nacida guerra fría. El paso al bloque comunista del
país más poblado del mundo parecía anunciar una gran victoria para la URSS. En 1950 la firma del Tratado
chino−soviético de amistad, alianza y mutua asistencia despertó gran ansiedad y preocupación en EE.UU. y el
bloque occidental.
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Sin embargo, bajo una fachada de amistad se desarrollaba una áspera pugna basada en viejas rivalidades
nacionales y basada en la búsqueda del liderazgo del mundo comunista. Cuando en 1958 Mao Zedong lanzó
su programa de reformas conocido como el Gran Salto Adelante, China estaba lanzando un desafío al
liderazgo soviético en el bloque comunista. La catástrofe que trajo este programa, se habla de treinta millones
de muertos por hambre en China, no impidió que Mao Zedong mantuviera una posición desafiante en el
escenario internacional, una posición que chocaba con la nueva política de Kruschev: desestalinización y
coexistencia pacífica.
El distanciamiento y las críticas chinas contra el "revisionismo" del Kremlin terminaron por afectar a las
relaciones entre los dos colosos comunistas. En 1959 la URSS denunció el Tratado militar secreto que unía a
ambos países y en 1960 retiró a sus consejeros y técnicos de China.
En 1962, Moscú apoya a la India en su conflicto fronterizo con China a propósito del Tibet y Pekín denuncia
tras la crisis de los misiles en Cuba la actitud "capitulacionista" de la dirección soviética ante el imperialismo
americano.
El "frío" y el "calor" 1959−1962
El equilibrio del terror, la certeza de la mutua destrucción en caso de una "guerra caliente" entre las
superpotencias, se hizo más evidente a partir del lanzamiento del primer satélite artificial por parte soviética:
el Sputnik y la inicial superioridad de Moscú en la "carrera espacial" mostró a Washington la capacidad del
enemigo para atacarle en su propio territorio. Robert McNamara, secretario de Defensa del nuevo presidente
norteamericano John F. Kennedy, planteó la necesidad de modificar la estrategia de "represalias masivas" por
otra de "respuesta flexible" que impidiera una catástrofe nuclear mundial provocada por un accidente menor.
Tras el período de "deshielo", las relaciones internacionales entraron en un período contradictorio en el que
los primeros balbuceos de la distensión se alteraron con momentos de gran tensión.
• En 1959 Kruschev viaja a Estados Unidos y se encuentra con Eisenhower. Es el primer viaje de un
líder soviético a Norteamérica y se abre un espejismo de distensión.
• En 1960 un avión espía norteamericano U2 es sorprendido y abatido sobre territorio soviético. En
octubre de ese mismo año, el mismo Kruschev que había repartido sonrisas un año antes, viaja a
Nueva York y no duda en protestar contra EE.UU. golpeando con su zapato en la mesa en la
Asamblea General de la ONU.
• La llegada a la presidencia de Kennedy parece suavizar de nuevo la situación. El encuentro
Kennedy−Kruschev en 1961 en Viena parece anunciar un nuevo período de distensión.
• La crisis de los misiles de Cuba en 1962 llevó a las superpotencias al momento en que más cerca se
estuvo a lo largo de la guerra fría del enfrentamiento directo entre ambas.
Las crisis periféricas
El nuevo marco de coexistencia pacífica no significó ni mucho menos el fin del enfrentamiento entre los
EE.UU. y la URSS en el Tercer Mundo. El período de la coexistencia pacífica se abre con la segunda guerra
del largo conflicto del Oriente Medio y concluye con una crisis en el Caribe que a punto estuvo de llevar a la
"guerra caliente" a soviéticos y norteamericanos.
Oriente Medio: La crisis de Suez (1956)
En 1954, Gamal Abdel Nasser llega al poder en Egipto dando un giro espectacular a la política exterior del
principal país árabe. Apoya la FLN argelino, propone una política de unidad árabe contra Israel y, tras
participar en la Conferencia de Bandung se une al Movimiento de los Países No Alineados, jugando a la
equidistancia entre el Este y el Oeste. La reacción norteamericana fue inmediata poniendo fin a las
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negociaciones que debían financiar la gran obra de la presa de Assuan en el Nilo.
La respuesta de Nasser no se hizo esperar: el 26 de julio de 1956 anunció la nacionalización del canal de Suez.
Francia y Gran Bretaña, principales accionistas y beneficiarias del uso del canal deciden intervenir
militarmente. Israel, inquieta ante las amenazas de Nasser decide ayudar en la intervención.
El 29 de octubre, Israel ataca la península del Sinaí que ocupa en pocos días. El 31 de octubre tropas
franco−británicas inician los ataques que culminan con el control por parte de grupos de paracaidistas de
Port−Said y el desembarco de tropas.
Esta acción de las dos antiguas potencias coloniales se encontró con la reacción inmediata de las dos
superpotencias. El 5 de noviembre, la URSS amenaza a los agresores con represalias atómicas. Los EE.UU.,
que temen que el mundo árabe y todo el Tercer Mundo bascule hacia el bloque soviético, presionan a París y
Londres para que cesen en su intervención.
Las dudas del premier británico, Anthony Eden, se disipan cuando los norteamericanos ponen masivamente en
venta libras esterlinas. La caída de la divisa británica hizo que Londres convenciera a París para acabar con la
intervención. Tras la retirada franco−británica e israelí, la crisis de Suez trajo importantes consecuencias:
• El Reino Unido y Francia toman finalmente conciencia de que han dejado de ser grandes potencias.
Es más, Washington y Moscú no han dudado en dejárselo claro a las dos antiguas potencias
coloniales.
• Nasser se convierte en el gran vencedor. Consigue transformar una derrota militar en una victoria
política. La nacionalización del canal se mantiene y el prestigio del líder egipcio aumenta de forma
espectacular.
• La URSS consigue iniciar su influencia en el conflicto del Oriente Medio. En adelante, su apoyo a los
países árabes contrastará con la cerrada alianza que EE.UU. mantendrá con Israel.
• El Tercer Mundo consigue su primera victoria. Norteamericanos y soviéticos son conscientes de que
en adelante deben de contar con la influencia de esos jóvenes Estados.
La crisis de los misiles de Cuba (1962)
La toma del poder por Fidel Castro en 1959, tras derrocar la dictadura pro−americana de Batista, va a
desencadenar una dura reacción en Washington. Una de las primeras acciones de Kennedy en la presidencia
fue el fallido intento de invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón.
Una revolución que, en principio no era comunista, acabo alineándose con el bloque comunista. La
agresividad norteamericana hace que el dictador cubano pida a la URSS el despliegue de misiles nucleares en
su territorio.
Cuando los aviones espías norteamericanos detectaron las rampas de misiles, Kennedy reaccionó decretando
el bloqueo de la isla y anunciando el 22 de octubre que la Armada norteamericana impediría el paso a
cualquier nave soviética que se encaminara a la isla. El mundo guardó la respiración ante la posibilidad de un
incidente que llevara a la fatal escalada nuclear.
Finalmente, tras negociaciones y encuentros en los que participó activamente el ministro de asuntos exteriores
Gromiko, el 29 de octubre Kruschev cedió y dio orden de dar media vuelta a sus barcos. La URSS acordó
retirar los misiles de Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la isla y de la retirada de
misiles similares que EE.UU. tenía desplegados en Turquía.
Tras estar "al borde del abismo", Kennedy y Kruschev deciden iniciar una nueva política de distensión de
forma más sistemática y duradera. Se abría así un nuevo período en la larga historia de la guerra fría.
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La distensión entre las superpotencias
¿Cuáles fueron las razones que llevaron a EE.UU. y la URSS a adentrarse en un período de relativa distensión
en sus relaciones? Esencialmente podemos señalar tres motivos:
• La crisis de los misiles en Cuba en 1962 hizo tomar conciencia a las superpotencias del peligro
mortal de la posesión y multiplicación de su arsenal nuclear.
• Las dos superpotencias consideraron por diferentes motivos que una relajación de las tensiones
favorecía a sus objetivos a largo plazo. Podemos hablar en ese sentido de la distensión como un medio
para obtener los fines a largo plazo de cada superpotencia.
• Ambas potencias atravesaron un período de contestación en sus respectivos bloques. La URSS,
debilitada por el conflicto chino−soviético, tuvo que hacer frente entre otros conflictos a la Primavera
de Praga en Checoslovaquia. EE.UU. vio como la Unión Europea se consolidaba como una potencia
económica y como en el seno de la OTAN surgió la disidencia concretada en la Francia de De Gaulle.
Los acuerdos Este−Oeste
El teléfono rojo
Uno de los elementos más célebres de la nueva situación fue el establecimiento de lo que se vino a denominar
el "teléfono rojo" entre la Casa Blanca y el Kremlin en septiembre de 1963. Era una consecuencia de la crisis
de los misiles en Cuba y de la necesidad de establecer una comunicación directa entre Washington y Moscú
que pudiera frenar una crisis antes de que se produjera una escalada en la tensión.
La paridad nuclear
Esta nueva relación no supuso en absoluto el fin de la carrera armamentística. EE.UU. había quedado
conmocionado a fines de los cincuenta por el liderazgo soviético en la "carrera del espacio": el lanzamiento
del Sputnik fue un verdadero aldabonazo en la conciencia de seguridad norteamericana. Nada más llegar al
poder, Kennedy lanzó el programa "Apollo" para recuperar el retraso acumulado en el terreno de los ingenios
balísticos ("Missile gap"). Los norteamericanos pronto sobrepasaron a la URSS en ese terreno, en 1963 había
500 misiles intercontinentales norteamericanos por 100 soviéticos, y consiguieron poner al primer hombre en
la luna en 1969. Sin embargo, la guerra de Vietnam hizo que los EE.UU. consagraran su gasto militar en otra
dirección lo que permitió que la URSS recuperara el terreno perdido. En 1971 se había establecido la paridad
nuclear.
Los acuerdos de control armamentístico
Los sucesores de Kennedy y Kruschev continuarán la política de distensión. Tras el asesinato de Kennedy en
1963, el demócrata Lyndon B. Johnson y el republicano Richard Nixon, elegido en 1968. dirigirán la política
norteamericana; en la URSS, tras la destitución de Kruschev en 1964, motivada parcialmente por sus fracasos
en política exterior, Leonid Breznev dirigirá la potencia soviética.
En 1968, EE.UU., la URSS y el Reino Unido firmaron el Tratado de no proliferación de armas atómicas,
tratado al que no se unieron las otras dos potencias nucleares: China y Francia.
Lo que aún fue más importante, en 1969 se iniciaron negociaciones sobre limitación de armas stratégicas
(SALT − Strategic Arms Limitation Talks), que finalmente llevaron a la firma en Moscú del Acuerdo SALT I.
Este tratado ponía límite a la construcción de armamentos estratégicos, y fijaba un número para los misiles
intercontinentales (ICBM) y los lanzadores de misiles instalados en submarinos (SLBM) que poseían la URSS
y los EEUU. También prácticamente prohibía el establecimiento de sistemas de defensa antimisiles. Era el
mayor ejemplo, llevado al absurdo, del "equilibrio del terror": la única forma de mantener la paz era que
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ninguna de las superpotencias se sintiera segura. La "mutua destrucción asegurada" era la única forma de
impedir el conflicto.
El desarrollo del comercio entre los bloques
Este desarrollo comercial partió de la situación de debilidad soviética. La URSS necesitaba importar
tecnología occidental y, a la vez, necesitaba comprar cereales norteamericanos para garantizar la alimentación
de su población. La crisis de la agricultura soviética era de tal calibre que ¡necesitaba del grano de su enemigo
para que su población no pasara hambre! Por supuesto, estas exportaciones cayeron como del cielo a unos
agricultores norteamericanos que tenían creciente dificultades para vender sus productos en el mercado
mundial.
Un mundo multipolar
Los nuevos polos en el Oeste
La situación de hegemonía abrumadora norteamericana surgida de la segunda guerra mundial, comenzó a ser
modificada por el surgimiento en el bloque occidental de dos nuevos polos de poder económico:
• Japón de derrotado en la guerra pasó a convertirse en la segunda potencia económica mundial. Los
productos Made in Japan pronto comenzaron a inundar los mercados norteamericano y europeo.
• La Comunidad Económica Europea, nacida por el Tratado de Roma en 1957, fue un gran éxito
económico de tal nivel que el Reino Unido, que se había negado a adherirse en su nacimiento, solicitó
su ingreso en 1961.
Esta diversificación del poder económico no se concretó, sin embargo, en un desafío político. Este, aunque
muy matizado por la desproporción de fuerzas, vendrá de la Francia de De Gaulle. El general francés tras
volver al poder en el marco de la crisis provocada por la guerra de Argelia se lanzó a una política nacionalista
y de grandeza nacional, Francia accedió a la bomba atómica en 1960, frente al aliado norteamericano.
• Se negó a admitir la entrada del Reino Unido en la C.E.E. por dos veces, en 1963 y 1967. Para el
general francés, el Reino Unido, con su "special relationship" con Washington, significaba un
verdadero "caballo de Troya" norteamericano que hubiera desnaturalizado un proyecto europeo
independiente.
• A la vez, De Gaulle se negó a ceder ni un ápice de soberanía nacional en favor del proyecto europeo
lo que provocó una seria crisis, la denominada "crisis de la silla vacía" en 1965−66 en la C.E.E.
• Finalmente, en marzo de 1966 Francia se retiró del mando integrado de la OTAN y De Gaulle
pronunció un discurso en Phnom Penh en agosto de ese año condenando la intervención
norteamericana en Indochina.
La República Federal de Alemania también inició una cierta autonomía diplomática, aunque en este caso su
fidelidad a la alianza norteamericana y a la OTAN nunca se puso en cuestión. Willy Brandt, líder de la
socialdemocracia alemana, accedió a la cancillería de Bonn en 1969 e inició una política de apertura hacia el
este, conocida como la Ostpolitik. La nueva actitud de la RFA de aceptación de las fronteras surgidas de la
segunda guerra mundial llevó a la firma de tratados con la URSS, Polonia y Checoslovaquia.
En ese contexto de acercamiento, el 1971 el estatuto de Berlín fue acordado por las cuatro potencias ocupantes
y las dos Alemanias, la RFA y la RDA, se reconocieron mutuamente en 1972, ingresando al año siguiente en
la ONU.
Las fuerzas centrífugas en el Este
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La ruptura chino−soviética se consolidó y agudizó trascendiendo del ámbito ideológico y llegando al
territorial. En 1969 tuvieron lugar violentos combates en el río Ussuri en la frontera común entre ambos
países. Esta ruptura se verá acompañada por el acercamiento chino−norteamericano que culminará con la
visita de Nixon a Pekín en febrero de 1972.
En Europa oriental asistimos a diversos movimientos que tratan de huir de la ortodoxia impuesta por Moscú:
• Janos Kadar, dirigente húngaro impuesto tras la invasión soviética de 1956, si bien se mantiene fiel en
el terreno diplomático a la URSS y al Pacto de Varsovia, ensaya en el terreno económico reformas
liberales que alejaron a su país del modelo ortodoxo soviético y permitieron un relativo bienestar de la
población.
• El papel de país agrícola reservado a Rumanía en el COMECON precipitó la disidencia de este país
frente a las directrices del Kremlin. El dictador rumano Nicolae Ceaucescu emprendió una política de
independencia respecto a Moscú que culminó con su negativa a participar en la invasión de
Checoslovaquia en 1968.
• En 1970, las protestas obreras precipitaron la dimisión de Gomulka, quien fue sustituido por Gierek.
No obstante, el gran desafío a la dominación soviética vino desde Checoslovaquia. El líder comunista
Alexander Dubcek emprendió un amplio programa de reformas que liberalizaran el régimen e instauraran lo
que el denominó el "socialismo de rostro humano". Se inició así en 1968 un corto período de libertades e
ilusión conocido como la Primavera de Praga. La reacción soviética no se hizo esperar: el 21 de agosto tropas
del Pacto de Varsovia, con la ausencia de Rumanía, invadieron Checoslovaquia y pusieron fin al experimento
normalizador. El líder soviético proclamó la Doctrina Breznev que consagraba el dominio soviético sobre las
"democracias populares".
Las relaciones Norte−Sur
Junto a las relaciones Este−Oeste que caracterizaron la guerra fría, en los años sesenta surge claramente la
conciencia de la existencia de unas relaciones Norte−Sur: relaciones entre el Norte desarrollado y el Sur o
Tercer Mundo.
El Sur había iniciado su afirmación política en la Conferencia de Bandung y con el movimiento de los países
no alineados. Pronto estas relaciones contradictorias tuvieron su reflejo en el terreno económico.
En 1960 nacía la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que buscará imponer un alza de
los precios del "oro negro". En 1964 se reunió en Ginebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Comercio y el Desarrollo. Su falta de resultados llevó a que en 1973 en la Conferencia de Argel, las naciones
agrupadas en el movimiento de los países no alineados proclamaran que los países pobres, más que confiar en
la ayuda de los países desarrollados, debían de tratar de aumentar su propia capacidad para organizarse y
conseguir imponer unas nuevas reglas del juego económico a nivel mundial.
Conflictos en la era de la distensión
La distensión no puso fin a la competición entre los dos bloques enfrentados. Esta competencia se concretó en
dos grandes conflictos armados que han marcado la segunda mitad del siglo XX: el conflicto del Próximo
Oriente, que aún en los inicios del siglo XXI sigue siendo uno de los mayores focos de tensión en el mundo, y
el conflicto de en la península de Indochina que tuvo su mayor exponente en la guerra de Vietnam, la gran
derrota americana durante la guerra fría.
Las guerras árabe−israelíes
Las guerras que enfrentaron a árabes e israelíes en 1967 y 1973 ilustran bien las reglas de la distensión: los
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dos grandes se enfrentan mediante pequeños estados interpuestos pero controlan perfectamente su
competencia sin poner en riesgo la paz general entre las superpotencias.
Tras la crisis de Suez en 1956, el Egipto de Nasser y con él los países árabes refuerza sus lazos con la URSS,
mientras que Israel se convierte en el aliado estratégico de EE.UU. en la región.
Envalentonado por el éxito diplomático de 1956 y el apoyo militar soviético, Nasser multiplica sus acciones
amenazadoras contra Israel, entre ellas destaca el bloqueo del golfo de Akba para todo navío que se dirigiera
al puerto israelí de Eilath.
La respuesta militar israelí fue fulgurante. el 5 de junio de 1967 desencadena la Guerra de los Seis Días. En
ese corto tiempo, los israelíes ocupan los Altos del Golán en Siria, la península del Sinaí en Egipto, la banda
de Gaza, Cisjordania y la ciudad vieja de Jerusalén. La aplastante derrota árabe trajo consigo importantes
cambios en la escena internacional y estratégica:
• Israel pasa de país asediado a potencia ocupante. Se niega a devolver los territorios ocupados y,
mediante una dura política de represión, trata de expulsar al mayor número posible de palestinos hacia
los países vecinos. Proclama unilateralmente la reunificación de Jerusalén, anexionándose el
Jerusalén árabe.
• Paradójicamente, los palestinos ganan en autonomía política frente a los estados árabes de la región.
La OLP, creada en 1964, se convierte bajo la dirección de Yasser Arafat en la organización
representante del pueblo palestino bajo la ocupación israelí o hacinado en los campos de refugiados
de los países vecinos. Fracasado el sueño de Nasser de victoria militar convencional sobre Israel y de
unidad de la nación árabe, Arafat trata de animar a sus compatriotas a la lucha armada contra Israel.
La diáspora palestina y el enfrentamiento de esta con Israel van a desequilibrar a los países vecinos:
• Desde Jordania, la guerrilla de Al Fatah ("La Conquista"), organización dirigida por Arafat y
mayoritaria en la OLP, emprendió ataques contra Israel. Las represalias hebreas y el creciente poderío
de las organizaciones palestinas llegaron a poner en cuestión el equilibrio interno del reino jordano. El
rey Hussein de Jordania no va a dudar en enfrentarse a los palestinos y en septiembre de 1970 expulsa
brutalmente a gran parte de los refugiados y a las guerrillas de la OLP que huyen hacia el Líbano. Es
lo que los palestinos denominan el "Septiembre Negro".
• Desde sus bases en el Líbano Arafat y la OLP continúan sus ataques contra Israel y consiguen ser
reconocidos como "únicos representantes del pueblo palestinos", primero en 1973 por el movimiento
de los países no alineados en su Conferencia de Argel y al año siguiente por la ONU a cuya Asamblea
General se dirige Arafat en 1974. Sin embargo, la llegada masiva de palestinos rompió los delicados
equilibrios de una sociedad tan compleja como la libanesa y en 1975 se inició una brutal guerra civil.
Anuar el−Sadat, el nuevo líder egipcio que había sucedido a Nasser en 1970, ante la negativa israelí a
cualquier concesión en lo referente a los territorios ocupados, comenzó a preparar junto a Siria una nueva
guerra que permitiera a ambos países árabes recuperar lo perdido en la Guerra de los Seis Días. Así el 6 de
octubre de 1973, tropas egipcias y sirias atacaron por sorpresa a Israel. Se iniciaba la Guerra del Yom Kippur
o del Ramadán, según se utilice la festividad religiosa judía o el mes santo musulmán en el que comenzó el
conflicto.
El factor sorpresa permitió importantes avances árabes: los egipcios cruzaron el Canal de Suez y los Altos del
Golán volvieron a manos sirios. Sin embargo, diez días más tarde los israelíes contraatacaron recuperando el
terreno perdido. Las dos superpotencias que habían armado masivamente a sus respectivos aliados, buscaron
una solución al conflicto que no engendrara mayor inestabilidad en la zona. Kissinger viajó a Moscú donde se
acordó las bases de una resolución de la ONU pidiendo el alto el fuego a los contendientes. El 25 de octubre
de 1973 cesaron las hostilidades.
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La Guerra árabe−israelí de 1973 tuvo enormes consecuencias. No solo abrió una nueva fase en el conflicto del
Oriente Medio que vendrá a concretarse en 1979 con la firma de los Acuerdos de Camp David, sino que tuvo
una enorme repercusión en la economía mundial: la crisis del petróleo que marcará el fin de una larga etapa de
expansión del sistema capitalista en los países desarrollados.
La guerra de Vietnam
La guerra de Indochina concluyó con los Acuerdos de Ginebra de 1954 que preveían que, tras la retirada
francesa, el Vietnam del Norte comunista dirigido por Ho Chi Minh y Vietnam del Sur, bajo una dictadura
pro−occidental dirigida por Dinh Diem, debían reunificarse mediante elecciones libres. La negativa del
régimen del sur, apoyada por EE.UU., se apoyó en la certeza de la victoria comunista.
En 1956 se creó en el sur el Frente Nacional de Liberación (el Vietcong), organización guerrillera que con el
apoyo de Vietnam del Norte inició las hostilidades contra el gobierno de Saigón.
El presidente Kennedy decidé la intervención militar norteamericana en favor de Vietnam del Sur: entre 1961
y 1963, 17.000 "consejeros militares" son enviados a Indochina. En 1964, su sucesor Johnson se lanza a la
intervención abierta: un cuerpo expedicionario que en 1967 alcanzó la cifra de 500.000 soldados practica una
guerra en la que no se duda en utilizar armas químicas ("agente naranja") y en la que se lleva a cabo brutales y
masivos bombardeos sobre Vietnam del Norte y las posiciones del Vietcong.
La gran superpotencia, sin embargo, no pudo derrotar a un contrincante armado por la URSS. Las grandes
protestas de la juventud norteamericana y los éxitos militares del Vietcong (ofensiva del Tet en 1968) hicieron
que en 1969 el nuevo presidente norteamericano, Richard Nixon, decidiera reducir rápidamente la implicación
norteamericana en el conflicto. A la vez que los efectivos estadounidenses se reducían drásticamente, de
500.000 pasaron a 50.000, se organizaba un gran ejército survietnamita que con más de 1.800.000 hombres no
dudó en extender el conflicto a Camboya y Laos.
Todos los esfuerzos norteamericanos fueron baldíos. La gran ofensiva norvietnamita de 1972 y el fracaso de
los bombardeos en respuesta llevó a la firma de la paz en París, el 23 de enero de 1973. Los EE.UU. se
retiraron de Vietnam. La retirada de sus tropas trajo el inmediato derrumbamiento del régimen de Vietnam del
Sur . La ofensiva final comunista llegó en la primavera de 1975. El 17 de abril, Phnom Penh caía en manos de
los Khmers Rojos y el 30 los norvietnamitas y el Vietcong tomaban Saigón y Vietnam se reunificaba bajo un
sistema comunista. La guerra había terminado.
Se había producido la primera derrota militar de la historia de EE.UU. En adelante, Washington, siguiendo la
posición marcada por Henry Kissinger, principal figura de la diplomacia estadounidense durante la
presidencia de Nixon, huirán de la implicación directa con tropas en los diversos conflictos armados que
siguieron surgiendo por doquier.
Aprovechando las disensiones internas del bloque comunista, la administración de Nixon reforzó su posición
mediante un acercamiento espectacular a la China de Mao. Con la aquiescencia americana la China Popular
ingresa en la ONU como miembro del Consejo de Seguridad, y tras una larga labor negociadora de Kissinger,
el presidente Nixon visitó China en febrero de 1972.
América Latina: el caso chileno
Durante muchos años las relaciones entre los países de América Latina y EE.UU. han estado marcadas por la
preocupación común de Washington y las oligarquías de cada país de oponerse a cualquier amenaza
revolucionaria.
En el contexto de la guerra fria, las administraciones norteamericanas no han dudado en apoyar dictaduras
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militares conservadoras y fuertemente represivas. Para los políticos de Washington, los movimientos
reformistas o revolucionarios en el continente americano no sólo eran una respuesta a las fuertes
desigualdades sociales sino que también eran acciones desestabilizadoras orquestadas desde Moscú o La
Habana con el objetivo de establecer regímenes aliados al bloque soviético. La amplitud de los intereses
económicos norteamericanos en la región y su proximidad geográfica reforzaban esta actitud.
El mejor ejemplo de este fenómeno lo constituye Chile. En 1970 ganó las elecciones la Unidad Popular, una
coalición de izquierdas dirigida por el socialista Salvador Allende. Con un un programa no muy radical,
Allende se encontrará desde un principio atrapado entre sus aliados más revolucionarios (el izquierdista MIR,
la facción más radical del Partido Socialista) y la reacción de unas clases medias y altas inquietas ante la
posibilidad de una evolución "a la cubana".
El Departamento de Estado norteamericano mediante la intercesión de la CIA no dudó en apoyar la
subversión antidemocrática: desde subvencionar la huelga de camioneros contra el gobierno en 1972 hasta,
finalmente, apoyar el golpe de estado que finalmente protagonizará Augusto Pinochet el 12 de septiembre de
1973.
La represión posterior fue brutal. El senador norteamericano Edward Kennedy, utilizando datos confidenciales
del Departamento de Estado, calculó entre 20.000 y 30.000 muertos la factura de la represión militar.
Chile no fue un caso aislado. Las dictaduras militares apoyadas por EE.UU. serán la norma en los setenta.
Otro caso especialmente feroz fue el de la Junta militar establecida en Argentina en 1976 dirigida por el
general Videla.
El fin de la distensión
No hay acuerdo entre los historiadores en señalar un único factor como el detonante que provocó el fin de la
época de distensión y el inicio de un nuevo período de recrudecimiento de la guerra fría.
Aunque el año 1975 es a menudo señalado como el inicio de este nuevo período de tensión, paradójicamente
ese año tuvo lugar uno de los símbolos de la distensión la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa
celebrada en Helsinki. El Acta de Helsinki significó el reconocimiento de fronteras, el estrechamiento de la
cooperación económica y vagos compromisos de respeto de los derechos humanos.
Sin embargo, la desconfianza creada tras la Guerra del Yom Kippur en 1973, la crisis económica internacional
de ese mismo año, el escándalo Watergate en 1974 o la derrota norteamericana en Vietnam en 1975 crearon
una dinámica favorable a una nueva expansión soviética que inmediatamente agudizó la tensión internacional.
Los avances soviéticos
El último período en la dirección soviética de un anciano Leonid Breznev va a ser testigo de una engañosa
expansión soviética.
En el Extremo Oriente, las victorias de los comunistas vietnamitas en 1975, unificando Vietnam bajo un
gobierno comunista, y en 1978, conquistando la Kampuchea (Camboya) de los Khmers rojos hicieron que la
URSS y su aliado Vietnam fueran los únicos beneficiarios de la nueva situación en Indochina. Por un lado, los
EE.UU. perdieron todas su influencia en la región, mientras que, por otro lado, el gobierno chino perdía el
gobierno aliado de Pol Pot en Camboya.
En América Central, la revolución sandinista derrocaba al dictador pro−norteamericano Somoza en 1979. Se
establecía así en Nicaragua, en una región que EE.UU. siempre había considerado de su completa influencia,
un régimen revolucionario que contaba con el apoyo de Moscú y La Habana.
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En África fue donde tuvo lugar una más rápida expansión soviética. En 1974, en Etiopía, uno de los países
más pobres del mundo, se produce una revolución que derroca la monarquía y que llevará a su líder Mengitsu
a instalar en 1977 un régimen que se proclama marxista y aliado de la URSS. Tras la "revolución de los
claveles" en Portugal, en 1975 sus antiguas colonias africanas acceden a la independencia. En el marco de
guerras civiles se instauran en Angola y Mozambique, regímenes revolucionarios y favorables a los
soviéticos. En la guerra angoleña, la Cuba de Fidel Castro envía tropas que lucharán contra las incursiones del
ejército sudafricano que apoyaba al contendiente anticomunista.
El momento clave: la invasión soviética de Afganistán en 1979
Este pobre país, que durante el siglo XIX había sido terreno de disputa del imperialismo ruso y el inglés,
volvió en los años setenta a convertirse en un territorio clave en las relaciones internacionales.
A partir del derrocamiento del rey Zaher Shah en 1973 se abrió un período de inestabilidad en el que
finalmente se disputaron el poder diversas facciones comunistas enfrentadas a su vez con guerrillas islámicas.
Moscú decide intervenir para imponer un gobierno que garantizase el orden y mantuviera al país en la esfera
de influencia soviética: el 24 de diciembre de 1979 las tropas soviéticas invaden el país, se iniciaba la guerra
de Afganistán.
La reacción occidental fue inmediata. Considerando que la anexión de Afganistán llevaba la influencia
soviética más allá del territorio tradicional del Pacto de Varsovia, EE.UU. y sus aliados organizan
inmediatamente la contraofensiva. La ONU y los Países No Alineados condenaron la invasión y la Casa
Blanca, junto a otra serie de medidas destinadas a frenar el expansionismo del Kremlin, decidió ayudar a la
guerrilla islámica que se enfrentaba a las tropas soviéticas.
La invasión soviética de Afganistán y la consiguiente reacción occidental desencadenó un nuevo período
de tensión internacional tras la época de la distensión: El fin de la distensión
No hay acuerdo entre los historiadores en señalar un único factor como el detonante que provocó el fin de la
época de distensión y el inicio de un nuevo período de recrudecimiento de la guerra fría.
Aunque el año 1975 es a menudo señalado como el inicio de este nuevo período de tensión, paradójicamente
ese año tuvo lugar uno de los símbolos de la distensión la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa
celebrada en Helsinki. El Acta de Helsinki significó el reconocimiento de fronteras, el estrechamiento de la
cooperación económica y vagos compromisos de respeto de los derechos humanos.
Sin embargo, la desconfianza creada tras la Guerra del Yom Kippur en 1973, la crisis económica internacional
de ese mismo año, el escándalo Watergate en 1974 o la derrota norteamericana en Vietnam en 1975 crearon
una dinámica favorable a una nueva expansión soviética que inmediatamente agudizó la tensión internacional.
Los avances soviéticos
El último período en la dirección soviética de un anciano Leonid Breznev va a ser testigo de una engañosa
expansión soviética.
En el Extremo Oriente, las victorias de los comunistas vietnamitas en 1975, unificando Vietnam bajo un
gobierno comunista, y en 1978, conquistando la Kampuchea (Camboya) de los Khmers rojos hicieron que la
URSS y su aliado Vietnam fueran los únicos beneficiarios de la nueva situación en Indochina. Por un lado, los
EE.UU. perdieron todas su influencia en la región, mientras que, por otro lado, el gobierno chino perdía el
gobierno aliado de Pol Pot en Camboya.
En América Central, la revolución sandinista derrocaba al dictador pro−norteamericano Somoza en 1979. Se
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establecía así en Nicaragua, en una región que EE.UU. siempre había considerado de su completa influencia,
un régimen revolucionario que contaba con el apoyo de Moscú y La Habana.
En África fue donde tuvo lugar una más rápida expansión soviética. En 1974, en Etiopía, uno de los países
más pobres del mundo, se produce una revolución que derroca la monarquía y que llevará a su líder Mengitsu
a instalar en 1977 un régimen que se proclama marxista y aliado de la URSS. Tras la "revolución de los
claveles" en Portugal, en 1975 sus antiguas colonias africanas acceden a la independencia. En el marco de
guerras civiles se instauran en Angola y Mozambique, regímenes revolucionarios y favorables a los
soviéticos. En la guerra angoleña, la Cuba de Fidel Castro envía tropas que lucharán contra las incursiones del
ejército sudafricano que apoyaba al contendiente anticomunista.
El momento clave: la invasión soviética de Afganistán en 1979
Este pobre país, que durante el siglo XIX había sido terreno de disputa del imperialismo ruso y el inglés,
volvió en los años setenta a convertirse en un territorio clave en las relaciones internacionales.
A partir del derrocamiento del rey Zaher Shah en 1973 se abrió un período de inestabilidad en el que
finalmente se disputaron el poder diversas facciones comunistas enfrentadas a su vez con guerrillas islámicas.
Moscú decide intervenir para imponer un gobierno que garantizase el orden y mantuviera al país en la esfera
de influencia soviética: el 24 de diciembre de 1979 las tropas soviéticas invaden el país, se iniciaba la guerra
de Afganistán.
La reacción occidental fue inmediata. Considerando que la anexión de Afganistán llevaba la influencia
soviética más allá del territorio tradicional del Pacto de Varsovia, EE.UU. y sus aliados organizan
inmediatamente la contraofensiva. La ONU y los Países No Alineados condenaron la invasión y la Casa
Blanca, junto a otra serie de medidas destinadas a frenar el expansionismo del Kremlin, decidió ayudar a la
guerrilla islámica que se enfrentaba a las tropas soviéticas.
La invasión soviética de Afganistán y la consiguiente reacción occidental desencadenó un nuevo período de
tensión internacional tras la época de la distensión: una nueva guerra fría.
La respuesta americana al desafío soviético
Jimmy Carter (1976−1980)
Jimmy Carter (1976−1980) llevó a la Casa Blanca una nueva política internacional muy influida por
cuestiones morales y humanitarias. Ese impulso recordaba al presidente Wilson, también miembro del partido
demócrata. El elemento central de la nueva política exterior norteamericana debía ser la defensa de los
derechos humanos. La cínica política mantenida en América Latina por tantos años en los que Washington no
había dudado en apoyar a brutales dictaduras subyacía bajo esta nueva preocupación.
En un principio, Carter obtuvo importantes éxitos. Tras arduas negociaciones consiguió que el Senado
aprobara en 1977 el acuerdo para retornar a Panamá, en el año 2000, la soberanía del Canal, lo que significó
un gran cambio en la tradicional política norteamericana hacia América Latina. El año siguiente, 1978,
contempló su mayor éxito diplomático: la firma de los Acuerdos de Camp David por parte de Menajem Begin,
primer ministro de Israel, y Anuar el Sadat, presidente de Egipto. Sus éxitos culminaba en 1979 con el
establecimiento de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y la República Popular de China y la firma en junio
de 1979 en una cumbre con Breznev en Viena de los Acuerdos SALT II. Estos acuerdos de desarme fueron,
sin embargo, severamente criticados por la opinión más conservadora norteamericana que consideraba que
permitían a la URSS situarse en una posición de ventaja. Entre estos críticos destacaba un político de la
derecha republicana, Ronald Reagan.
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Todos los éxitos de la política internacional de Carter se vieron eclipsados por el triunfo de la revolución
islámica en Irán en enero de 1979. El acceso de Jomeini y los clérigos chiítas al poder en Teherán marcaba la
aparición de un fenómeno, el del islamismo, que en aquel momento nadie, ni la propia administración
americana ni el Kremlin, fue capaz de valorar en su verdadera importancia. La humillación que sufrió el
"Gran Satán", en palabras de Jomeini , con el asalto a la embajada norteamericana y el mantenimiento
durante 444 días de los rehenes capturados supuso un durísimo golpe para el prestigio de Carter y, en gran
medida, le costó su fracaso en las elecciones de 1980.
No obstante, en aquel momento la invasión soviética de Afganistán fue el acontecimiento clave que precipitó
un nueva fase en la política internacional y en la guerra fría.
La reacción de Carter fue inmediata. Congeló el debate en el Senado de los Acuerdos SALT II, anunció una
drástica reducción de venta de grano y de productos de alta tecnología a la URSS, y, viendo en la invasión de
Afganistán una amenaza en una región tan sensible como la del Golfo Pérsico anunció lo que se vino a
denominar la Doctrina Carter: el compromiso norteamericano de usar la fuerza si fuera necesario para acceder
a los recursos petrolíferos del Golfo Pérsico. El boicoteo de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1989, al que la
URSS y sus aliados contestarían no acudiendo a los Juegos de Los Angeles en 1984 fue el triste resultado en
el terreno deportivo de esta agudización de las tensiones entre los bloques.
Cuando Carter abandonó la Casa Blanca, derrotado por el republicano Ronald Reagan, las relaciones
soviético−norteamericanas se hallaban en una situación de deterioro, desconocida desde hacía muchos años.
Ronald Reagan (1980−1988)
La postura del nuevo presidente Reagan (1980−1988) quedó definida en su célebre discurso pronunciado el 8
de junio de 1982 en la Cámara de los Comunes británica durante una visita a una Gran Bretaña dirigida por
una política muy próxima a sus puntos de vista: Margaret Thatcher. En ese discurso el presidente
norteamericano calificó a la URSS lisa y llanamente de "Imperio del Mal".
Ronald Reagan representó la nueva voluntad americana de combatir a la URSS hasta doblegarla y ganar así la
guerra fría. Inspirado en una ideología neoliberal fuertemente marcada, este antiguo enemigo de la distensión,
va a tratar de devolver a EE.UU. la confianza en su poder, confianza bastante mermada desde Vietnam.
Sin reparar en el enorme déficit con el que tuvo que cargar la administración norteamericana, Reagan se lanzó
al mayor rearme de la historia de su país desde la segunda guerra mundial. Este programa de rearme tuvo dos
elementos clave: el mantenimiento de la "doble decisión" adoptada en 1979 por la OTAN desplegando los
denominados "euromisiles" en Europa occidental a partir de 1983, y su propuesta, también en 1983, de la
Iniciativa de Defensa Estratégica que de llevarse a cabo hubiera significado el fin del "equilibrio del terror" y
la posibilidad para EE.UU. de ganar una guerra nuclear.
Junto a la política de rearme, la nueva administración lanzó lo que se vino en denominar Doctrina Reagan: los
EE.UU. en adelante usarían todo tipo de medios, incluyendo la fuerza militar si fuera necesario, para socavar
cualquier régimen pro−comunista en el Tercer Mundo.
Esta doctrina se aplicó principalmente en tres países:
La invasión de Granada, pequeña isla caribeña, donde existía un régimen izquierdista al que Washington
acusó de ceder su territorio para ser utilizado por cubanos y soviéticos.
La ayuda a la guerrilla islámica que luchaba contra los soviéticos en Afganistán. Aquí los EE.UU. aplicaron
una política que años después se volvería en su contra de forma espectacular. La ayuda militar masiva a la
guerrilla islámica fortaleció las posturas más extremas del islamismo que posteriormente constituirán el mayor
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problema al que se enfrente EE.UU. y el mundo occidental. Un simple dato: Osama bin Laden luchó en la
guerra de Afganistán en una guerrilla islámica armada y apoyada por Washington.
Tras derrocar en 1979 la corrupta dictadura de Somoza, los sandinistas buscaron el apoyo cubano y soviético,
y no apoyaron a la guerrilla izquierdista en El Salvador. La respuesta de Reagan dio lugar a uno de los
episodios más oscuros de la política norteamericana en la guerra fría. La administración norteamericana armó
a un ejército guerrillero, conocido como los Contras, formado en su mayor parte por antiguos soldados de la
dictadura somozista que no dudó en utilizar todo tipo de medios para atacar al gobierno de Managua. La
abierta oposición interna a estas tácticas llevó a que el Congreso norteamericano prohibiera el apoyo a los
Contras, lo que desencadenó un importante escándalo político en Washington: el escándalo Irán−Contra. El
gobierno de Washington vendió armas secretamente a uno de sus supuestos enemigos, Irán, y el dinero
pagado se canalizó para, sin saberlo el Congreso, financiar a los Contras. Un período que se había iniciado en
Washington con el idealismo de Carter, concluía con este máximo ejemplo de cinismo político.
La compleja política norteamericana frente a Irán nos muestra un nuevo elemento que debemos comentar para
conseguir una mejor imagen de conjunto: la aparición de conflictos que iban más allá de la lógica de los
bloques enfrentados.
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