SC10152-2014:2001-00457-01 - Corte Suprema De Justicia

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
MARGARITA CABELLO BLANCO
SC10152-2014
Ref: C-1100131030252001-00457-01
(Discutido y aprobado en sala de cuatro de septiembre de dos mil doce)
Bogotá, D. C., treinta y uno (31) de julio de dos mil catorce (2014).
Infirmada parcialmente la sentencia de 20 de agosto
de 2008, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bogotá, Sala Civil, en el proceso ordinario promovido por JORGE
SAFFÓN SALAZAR, NORA LUCÍA SANÍN POSADA y la sociedad
CONSTRUCTORA SAFINSA LIMITADA, EN LIQUIDACIÓN,
contra el BANCO COMERCIAL AV VILLAS, se procede, en sede
de segunda instancia y en lo pertinente, a proferir el fallo
sustitutivo respectivo, una vez practicadas las pruebas decretadas
en la sentencia de casación de 24 de enero de 2011.
ANTECEDENTES
1.- Según obra en el proceso, la sociedad demandante
y la entidad bancaria convocada, celebraron, en desarrollo de un
crédito de vivienda para construcción, un contrato de mutuo con
interés, regido por las condiciones de la comunicación 44105 de 9
de noviembre de 1993, por la suma de $1.800’000.000, cantidad
desembolsada en dieciocho contados, entre el 16 de agosto de
1994 y el 27 de octubre de 1995, mediante un número igual de
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pagarés,
suscritos
también
por
las
personas
naturales
pretensoras, y la constitución previa de una hipoteca.
2.- Frente a lo anterior, en el libelo genitor, los
demandantes solicitaron se declarara que el banco involucrado
imputó abonos realizados a “capital” e “intereses”, a rubros no
autorizados; que no “contabilizó” pagos efectuados; y que cobró
“intereses sobre intereses” o “superiores a los límites permitidos”.
Así mismo, se dijera que durante la “vigencia del
crédito” fueron alteradas las bases que llevaron a celebrar el
contrato de mutuo con interés, y que, por lo tanto, la indexación
de la obligación expresada en UPAC’s, al igual que los intereses,
no podía liquidarse “con base en el DTF”, sino en el “IPC”.
Consecuentemente pidieron que se ordenara la
“revisión y rastreo” del crédito, o su “reliquidación”, a efectos de
establecer las “sumas pagadas en exceso” y las “devoluciones
pertinentes”,
a cuyo pago debía condenarse la sociedad
demandada, con los demás perjuicios materiales y morales
causados.
3.- En lo esencial, las pretensiones se fundamentaron
en los hechos que se compendian:
3.1.- Los demandantes firmaron los mencionados
títulos valores en blanco y sin carta de instrucciones, pero la
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entidad bancaria incorporó indistintamente tasas de interés de
plazo del 18% y 20% trimestre anticipado.
La liquidación de los réditos se hizo a una tasa
efectiva anual hasta del 50%, pues al pactarse el pago en
unidades de poder adquisitivo constante, la corrección monetaria
es reputada como intereses. Además, los mismos se cobraron en
porcentajes superiores a las legalmente autorizadas, fueron
capitalizados y se exigieron “intereses sobre intereses”.
3.2.- En general, los pagos efectuados se aplicaron a
ítems prohibidos, como verificación de linderos, visitas de obra,
avalúos, estudio de títulos, timbres, seguros e intereses.
3.3.- El Consejo de Estado, Sección Cuarta, mediante
sentencia de 21 de mayo de 1999, decretó la nulidad del artículo
1º de la Resolución 18 de 30 de junio de 1995, por ser ilegal atar
el cálculo de las UPAC’s a la tasa DTF.
La
actualización
del
crédito,
entonces,
debió
someterse al IPC, como lo disponía el artículo 134 del Decreto
663 de 1993, además, porque así lo habían pactado las partes.
3.4.- La conducta de las Corporaciones de Ahorro y
Vivienda, entre ellas la entidad convocada, propició la crisis de la
economía nacional y la ruina de la mayoría de los empresarios
constructores de vivienda, al punto que provocó que los
demandantes “perdieran la totalidad de su patrimonio”.
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4.- La entidad demandada se opuso a las pretensiones
y formuló las excepciones de “inexistencia del derecho reclamado”
y “no exigibilidad de otra conducta”, aduciendo, en síntesis:
4.1.- Las condiciones del crédito, es cierto, no
incluyeron las tasas de interés debido a que variaban de acuerdo
con la época de los desembolsos, pero sí las contienen los
pagarés aceptados por los deudores, en los porcentajes vigentes,
en tanto los réditos se liquidaron sin trasgredir disposición alguna.
4.2.- Contrario a lo afirmado, los “pagos efectuados se
aplicaron a los rubros que correspondían” y “no se cobró suma
alguna no contemplada en el contrato o no permitida por la ley”.
4.3.- La indexación del crédito se “hizo en un todo
ajustada a las normas legales vigentes y de obligatorio
cumplimiento para todas las entidades financieras”, mientras que
la anulación del DTF, en 1999, “no tiene efectos retroactivos”.
5.- Tramitado el proceso, el Juzgado Veinticinco Civil
del Circuito de esta ciudad, mediante sentencia de 14 de
noviembre de 2006, desestimó las pretensiones.
EL FALLO APELADO
1.- Luego de identificar que, según los fundamentos de
derecho, en el libelo se había solicitado la “revisión del contrato de
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mutuo”, el fallador consideró que esa acción no procedía
entablarla para “plantear el tema de la reliquidación del crédito”.
2.- Relativo a las imputaciones, el juzgador dejó
probado que la entidad demandada había aplicado pagos a
“verificación de linderos, visitas de obra, avalúos, estudios de
títulos, timbres, seguros”, pero la pretensora no demostró, en
contra de la “costumbre comercial”, que “dichos costos no
debieran ser asumidos por ella en calidad de constructora”.
En adición, en el proceso se acreditó la expedición por
la sociedad demandante con destino a la entidad financiera de un
“paz y salvo” sobre el “contrato de mutuo”, como lo confesó su
representante, lo cual significaba que el “mismo actor aceptó que
no existió cobro de lo no debido”.
3.- Con relación al cambio de las condiciones que
llevaron a las partes a contratar, el a-quo encontró improcedente
la pretensión, porque cuando entró a regir la Ley 546 de 1999, la
obligación se encontraba cancelada, luego no pudo haber un
cambio drástico de las condiciones contractuales.
Además, los deudores, dada la experiencia en el ramo
de la construcción, conocían las variables de la economía, cuya
observancia no podían soslayar las entidades financieras; en
tanto el sistema de valor constante era constitucional, pues
mantenía el poder adquisitivo de la moneda, sin que se haya
acreditado un desequilibrio cuantitativo, dado que el dictamen
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partió de supuestos alejados de la realidad, al imputar pagos no
realizados, inclusive en forma distinta a la estipulada.
4.- En esas circunstancias, el juzgado negó todas las
pretensiones, decisión contra la cual la parte actora interpuso
recurso de apelación, cuya decisión acomete la Corte.
EL RECURSO DE APELACIÓN
1.- Sostienen los recurrentes, inclusive en el resumen
de la audiencia prevista en el artículo 360 del Código de
Procedimiento Civil, de una parte, que en la sentencia apelada no
se valoró el análisis financiero presentado por SAFINSA, así no
sea esencial, ni el segundo dictamen pericial; y de otra, se incurrió
en una motivación inadecuada y precaria.
1.1.- Con relación a lo primero, porque únicamente se
apreció la experticia inicial, para desecharla, aduciéndose que
contenía “yerros” y “presupuestos inexactos”, pero sin explicarse
en qué consistían los unos y los otros.
1.2.- En cuanto a la motivación, los demandantes
concuerdan en que no se trataba de una acción para revisar el
contrato de mutuo por la existencia de un desequilibrio económico
sobreviniente, como equivocadamente se interpretó, sino que todo
se dirigía a que se devolvieran las “sumas pagadas en exceso y
sin fundamento legal”.
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En primer lugar, al imputar pagos a capital e intereses
a rubros no autorizados, cual lo aceptó la parte demandada,
aunque justificándolos, así como al dejar de contabilizar abonos
efectuados; y en segundo lugar, al aplicar una fórmula ilegal para
calcular la corrección monetaria, y al incurrir en anatocismo.
2.- Consideran los impugnantes que con las pruebas
dejadas de valorar, entre otras, quedaron suficientemente
acreditados los dos grupos de pretensiones.
2.1.- Los dictámenes practicados, en efecto, ponen de
presente el desfase de $290’321.403, si se efectúa el cálculo con
base en el IPC, o de $115’077.465, en la hipótesis de aplicar el
DTF, todo para el 15 de julio de 1997, mediante la simple
operación de restar a la totalidad de los abonos efectuados, lo
realmente causado por capital e intereses.
2.2.- De otra parte, la nulidad judicial del acto
administrativo que imponía la DTF como fórmula para calcular la
corrección monetaria de las UPAC’s, mas no el IPC, implicaba
retrotraer las cosas al estado anterior a su promulgación, entre
ellas, la devolución de los pagos realizados, por ausencia de
fundamento constitucional y legal.
Entre
ellos,
los
réditos
ilegales,
porque
dicho
procedimiento comprendía un valor que actualizaba la moneda y
otro de intereses. Así las cosas, la liquidación remuneratoria
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exigida al respecto por la entidad demandada, “implicaba,
necesariamente, un cobro de intereses sobre intereses”.
La ley 546 de 1999, desde luego, no era aplicable al
caso, por cuanto se trataba de un crédito de construcción y no
hipotecario de vivienda, además de vencido.
3.- Agregan los apelantes que ninguna de las
objeciones formuladas contra el dictamen pericial servían para
dejarlo sin piso, por cuanto si los peritos partieron de un simple
cruce de cuentas, resultaba innecesario explicar cuál pago era
indebido,
menos
cuando
la
entidad
demandada
admitió
imputaciones, en su sentir legales, a rubros distintos a capital e
intereses; y porque si bien hicieron consideraciones jurídicas, esto
mismo no podía predicarse de los aspectos técnicos contables.
4.- Por último, los recurrentes consideran que la
costumbre comercial de aplicar pagos a “verificación de linderos,
visitas de obra, avalúos, estudios de títulos, timbres, seguros”, no
era de recibo, puesto que contrariaba normas de imputaciones y
de pagos considerados como intereses.
El paz y salvo, fuera de haberse supuesto, resultaba
insustancial, dado que así existiera, no constituía licencia para
violar disposiciones de orden público, como es la prohibición de
imputar abonos a rubros distintos a capital e intereses, cobrar
ilegalmente intereses sobre intereses o calcular un crédito con
base en indicadores económicos inconstitucionales e ilegales.
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En negocios financieros, agregan, el único profesional
es la entidad prestadora del servicio, lo cual excluye a la sociedad
deudora, quien era experta únicamente en construcción y débil
frente a la entidad acreedora por razones de inferioridad y de
crisis económica, circunstancias que, por sí, debilitaban la teoría
acerca de que nadie puede ir en contra de sus propios actos.
5.- Solicitan los recurrentes, en consecuencia, se
revoque el fallo apelado y se condene a la entidad demandada a
pagar, en general, a raíz de las “prácticas indebidas e ilegales”
resaltadas,
principalmente,
$290’321.403,
o
en
subsidio,
$115’077.465, según se ate la actualización de las UPAC’s, en su
orden, al IPC o al DTF, todo con la indexación y los intereses
pertinentes desde el 15 de julio de 1997, hasta la sentencia de
segunda instancia.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
1.- El sentenciador de segundo grado identificó que las
condenas en últimas se encaminaban “a que por virtud de la
revisión de los pagos efectuados sobre el crédito otorgado por la
demandada se haga la devolución de lo cobrado en exceso y se
condene en perjuicios” y no a que se revisara el contrato de
mutuo, como equivocadamente lo concluyó el a-quo.
2.- Sentado que a los créditos de constructor no se les
aplicaba las “normas sobre reliquidación” y menos las del “alivio”
de financiación de vivienda, contempladas en la Ley 546 de 1999,
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el Tribunal
señaló que “tanto la aplicación del DTF, como la
capitalización de intereses, para el crédito cuya ‘revisión y rastreo’
se pretende, son perfectamente legales y no contrarían
parámetros constitucionales”, razón por la cual “no había lugar a
la devolución de los eventuales valores pagados de más por
cuenta de dichos conceptos, y como esta clase de créditos tienen
el carácter de comerciales tampoco se les aplican los topes de
intereses establecidos para los créditos de vivienda, sino los
certificados por la Superintendencia Financiera”.
3.- Relativo a que, en sentir de la parte recurrente, era
ilegal e inconstitucional actualizar las unidades de poder
adquisitivo constante, cuyo pago así fue pactado, con base en la
DTF, el ad-quem consideró que no eran “aplicables las sentencias
proferidas por la Corte Constitucional al crédito de que aquí se
trata, por tener éstas como ratio decidendi créditos de vivienda a
largo plazo, que tienen características bien diferenciables, por
plazo, valor y calidad de las partes, con el crédito constructor”.
4.- Fundado en la teoría de los actos propios, el
Tribunal encontró que era inadmisible aceptar la conducta
contradictoria de la parte actora, pues cuando solicitó a la entidad
bancaria ampliación del plazo en 120 días, adujo como razón el
“atraso en los programas de construcción y de ventas del edificio”,
debido a que el “tiempo de construcción inicialmente previsto
demandó mucho más de lo programado”, mientras que en el
proceso sostuvo que las reales causas de la crisis por la que
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atravesó, concernían con el cobro en exceso de la entidad
demandada de sumas canceladas y que nunca contabilizó.
A lo anterior debía agregarse que al momento de
liquidarse el crédito, la constructora no había formulado reparo a
los conceptos facturados, ni al monto de los intereses cobrados, y
fuera de ello, dos años atrás había expedido paz y salvo “sobre
las obligaciones derivadas del referido crédito”. Todo esto
conducía a afirmar que la parte actora había asumido una
conducta contradictoria en referencia a la observada antes de la
contienda judicial, actitud que le estaba prohibida, pues
desconocía que no podía actuar en contra de los actos propios.
5.- Frente a las imputaciones por impuestos, avalúos,
visitas de obra, en fin, el sentenciador de segundo grado
consideró que dentro de las actividades que desarrollaban las
entidades bancarias, éstas podían “fijar autónomamente tarifas
por los servicios que prestan, por lo que debe desecharse el
argumento del recurrente en el sentido que la demandada
igualmente incurrió en prácticas indebidas e ilegales”.
6.- En esas circunstancias, el Tribunal confirmó el fallo
apelado.
LA SENTENCIA DE CASACIÓN
1.- De los cinco cargos que fueron formulados por la
parte demandante, la Corte se abstuvo de estudiar los dos
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primeros, pues el tercero y el cuarto, los cuales prosperaban,
comprendían aquellos, en tanto declaró infundado el quinto.
2.- Con relación a este último, el cual abogaba por la
aplicación retroactiva de la sentencia del Consejo de Estado,
Sección Cuarta, supra citada, mediante la cual se decretó la
nulidad de la Resolución 18 de 1995, emitida por el Banco de la
Republica, que sujetaba la evolución de las UPAC’s con base en
la DTF, en lugar del IPC, la Corte concluyó que no se había
trasgredido en forma indirecta la ley sustancial.
En concreto, porque en general, una decisión de esa
naturaleza, carecía de efectos retroactivos. En particular, por
cuanto la aprobación y ejecución del crédito, durante un año
aproximado, también tuvo lugar bajo la vigencia de la Resolución
26 de 1994, la cual no fue objeto de anulación ni de suspensión; y
de otra, en consideración a que ambos actos administrativos, en
el fondo similares, fueron expedidos con base en el artículo 16,
literal f) de la Ley 31 de 1992, norma que fue declarada
inexequible mediante sentencia de 27 de mayo de 1999, pero sin
afectar, cual se indicó, las cuotas canceladas.
En definitiva, debido a que “todo pago realizado antes
de mayo de 1999, resultó válido, luego no es procedente
pretender restitución alguna que derive de los aspectos fácticos y
jurídicos valorados en esa determinación”. Con mayor razón,
cuando en la mentada sentencia de inexequibilidad, la Corte
Constitucional dejó sentado que la decisión únicamente afectaba
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las “nuevas cuotas causadas por los créditos adquiridos con
anterioridad y en lo que respecta a créditos futuros”.
3.- El cargo tercero y el cargo cuarto, en cambio,
fundados en la violación directa de la ley sustancial, según la
censura, porque al aplicar el Tribunal la teoría “vinire contra
factum prorium non valet”, avaló la aplicación irregular de algunos
abonos efectuados al crédito, resultaron exitosos.
Lo anterior, al decir de la Corte, porque la doctrina de
los actos propios era de recibo en la “medida en que el asunto del
que se trate no tenga una regulación legal general o especial ante
la cual, por su naturaleza, el principio deba ceder. No siempre y
de manera rotunda toda reclamación ulterior que pueda contrariar
un
comportamiento
ya
agotado
debe
ser
concebida,
necesariamente, como la trasgresión de la reseñada regla, pues
(…), no son pocas las ocasiones en que la misma ley considera
el comportamiento precedente como irrelevante para los efectos
de estructurar o encajar en el aludido principio”.
Es el caso del artículo 880 del Código de Comercio,
según el cual “[e]l Comerciante, que al recibir una cuenta pague o
dé finiquito, no perderá el derecho de solicitar la rectificación de
los errores, omisiones, partidas duplicadas u otros vicios”. Por
esto, a la parte actora, inclusive frente a la aprobación de la
cuenta, no podía limitársele la posibilidad de revisarla o rastrearla,
pero como ese derecho fue negado “no puede concluirse cosa
diferente que el sentenciador equivocó su determinación”.
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4.- El error juris in judicando, por tanto, condujo a la
Corte “a aniquilar en ese aspecto la sentencia cuestionada”.
CONSIDERACIONES
1.- No existiendo reparo que hacer a los presupuestos
del proceso, ni a la validez formal de lo actuado, se precisa, ante
todo, que la sustitución de la sentencia de segunda instancia,
respecto del recurso de apelación de los demandantes, se reduce
únicamente a los temas que fueron quebrados en casación, no así
a los que resultaron ilesos, porque bien o mal, ellos siguen
amparados por la presunción de legalidad y acierto.
2.- Confrontada la sentencia apelada con el contenido
del recurso de apelación, pronto se advierte que ninguna
disquisición cabe hacer sobre la inaplicación de la Ley 546 de
1999, mediante la cual se reguló el sistema de financiación de
vivienda a largo plazo, ni respecto del objeto específico del
proceso, por cuanto fuera de que aquella evidentemente no
gobernaba el caso, se trata de temas que resultan pacíficos.
2.1.- Con relación a lo primero, porque además de
haber sido avalado por el sentenciador de segundo grado, en
esos aspectos existe consenso entre las partes.
La entidad demandada, al decir que la “reliquidación
prevista en la Ley 546 de 1999” cobijaba créditos individuales de
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“vivienda” “vigentes”, situación ajena al sub-judice, por tratarse de
crédito de “constructores” cancelado con anterioridad.
Los demandantes, al sostener que dicha ley no era de
recibo, pues el proceso tenía como mira un “crédito de
construcción” “vencido”, que no “hipotecario” de vivienda, y al
precisar que lo solicitado es que se tuviera en cuenta los efectos
retroactivos del fallo de nulidad de un acto administrativo.
2.2.- Atinente al objeto jurídico del proceso, porque en
forma expresa los sujetos en contienda identificaron, acorde con
lo que desde la misma demanda emergía, que se trataba de dos
grupos de pretensiones autónomas, distintas, en todo caso, a la
acción de revisión de un contrato.
Los actores, cuando identificaron que todo se dirigía a
que se devolvieran las sumas pagadas en exceso y sin
fundamento legal. Primero, por haberse imputado indebidamente
pagos a rubros distintos a capital e intereses y al no contabilizarse
abonos efectuados; y segundo, al calcularse las unidades de
UPAC con base en la fórmula ilegal e inconstitucional de la DTF,
así como al incurrirse en anatocismo.
El banco demandado, al arropar dentro de un grupo de
pretensiones el “reintegro de sumas de dinero que se considera
fueron cobradas en exceso”; y en otro, la declaración en su contra
sobre que, en general, cobró ilegalmente algunas cantidades, en
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concreto, al “indexar la obligación representada en UPAC, con
base en el DTF”, en lugar del “IPC”.
3.- Superado lo anterior, pasa a examinarse, cuestión
que también aparece involucrada en segunda instancia, si la
sentencia de 21 de mayo de 1999, proferida por el Consejo de
Estado, Sección Cuarta, mediante la cual se decretó la nulidad de
la Resolución 18 de 30 de junio de 1995, emitida por el Banco de
la República, surtía efectos hacia el pasado.
3.1.- Los apelantes insisten en la aplicación de esa
tesis, pero como lo decidido en el punto por el Tribunal no fue
desvirtuado en casación, las súplicas de la demanda, relativas a
que se indexara las UPAC’s con base en el IPC, no pueden ser de
recibo, por las mismas razones señaladas por la Corte.
En primer lugar, porque como se dijo, una decisión de
esa naturaleza, carecía de los efectos solicitados; y en segundo
término, por cuanto la aprobación y ejecución del crédito, durante
un año aproximado, también tuvo lugar bajo la vigencia de la
Resolución 26 de 1994, la cual no fue objeto de anulación ni de
suspensión; y de otra, en consideración a que ambos actos
administrativos, en el fondo similares, fueron expedidos con base
en el artículo 16, literal f) de la Ley 31 de 1992, norma que fue
declarada inexequible mediante sentencia de 27 de mayo de
1999, pero sin afectar, como allí se indicó, las cuotas canceladas.
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En últimas, debido a que, en palabras de la propia
Corte en la sentencia de casación, “todo pago realizado antes de
mayo de 1999, resultó válido, luego no es procedente pretender
restitución alguna que derive de los aspectos fácticos y jurídicos
valorados en esa determinación”.
3.2.- Pasa a estudiarse, entonces, si la convocada, al
no tener que asumir hacia el pasado los efectos de la nulidad del
acto administrativo en cuestión, incurrió en anatocismo, según la
censura, porque al atarse la corrección monetaria de las UPAC’s,
a la DTF, ese procedimiento comprendía un valor que actualizaba
la moneda y otro de intereses, de ahí que la liquidación
remuneratoria adicional exigida, en lo que concierne a la
aplicación de estos últimos, “implicaba, necesariamente, un cobro
de intereses sobre intereses”.
3.2.1.- Suficientemente es conocido que debido a la
pérdida acelerada del poder adquisitivo del dinero, llevó a las
autoridades monetarias a tomar medidas para conjurarla. Fue así
como, mediante los los Decretos 677 y 1229 de 1972, se crearon
las unidades de poder adquisitivo constante, con el fin de
garantizar que los créditos hipotecarios para comprar vivienda y
los dineros depositados en las cuentas de ahorro en UPAC,
mantuvieran su capacidad de compra, toda vez que unos y otros
reajustarían su valor de acuerdo con el incremento de la inflación.
Posteriormente, según los Decretos 1131 de 1984 y
1319 de 1989, el método de indexación de las UPAC’s, fue
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modificado, al introducir, adicional al índice de precios al
consumidor, IPC, otro factor para calcularla, como es la DTF, esto
es, la variación de las tasas de interés efectivas de captación de
los certificados de depósito a término en bancos y corporaciones.
Por último, en virtud de las facultades conferidas por la
Ley 31 de 1992, artículo 16, literal f), la Junta Directiva del Banco
de la República, mediante las Resoluciones Externas 6 de 1993,
26 de 1994 y 18 de 1995, ató la actualización de las UPAC’s,
exclusivamente, a la DTF, en el equivalente al 74% de ésta.
Lo importante es que, en sus inicios, el cálculo de la
corrección monetaria de las unidades de poder adquisitivo
constante, se sujetó a la variación resultante del promedio de los
índices nacionales de precios al consumidor, IPC, certificados por
el DANE, sistema en el cual los intereses no protegían la inflación,
sino que se calculaban sobre el capital actualizado. Los réditos
cobrados, por lo tanto, eran los pactados, adicionales a la
corrección monetaria, independientemente de la misma.
Igualmente, que si en el sistema de la DTF, la
actualización de la UPAC se sujetaba al promedio ponderado de
las tasas de intereses de captación, esto significa que tales
intereses, por lo menos, tenían que ser iguales a la inflación, pues
las personas no serían tan ingenuas de depositar dineros en las
entidades financieras, a fin de recibir, al cabo del periodo
contratado, en términos reales, menos de lo entregado, en
contraste con las tasas de colocación, en cuyo caso, los bancos y
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corporaciones
prestan el capital que captan a la
DTF,
adicionándole un margen de intermediación.
3.2.2.- En general, liquidar intereses sobre intereses
remuneratorios pendientes, es una práctica que se encuentra
prohibida, según los artículos 1617 y 2235 del Código Civil, y 886
del Código de Comercio, a no ser que, como lo indica esta última
norma, en operaciones mercantiles, medie demanda judicial o
exista acuerdo entre las partes, siempre y cuando, en uno y otro
evento, se trate de intereses debidos con un año de anterioridad,
o sean operaciones en que se permita la capitalización de
intereses, como acaece con los créditos a largo plazo, en los
términos del artículo 64 de la Ley 45 de 1990.
La Corte, por esto, tiene dicho que “en el derecho
privado colombiano la generación y cobro de intereses sobre
intereses -sin perjuicio de su permisión en caso de que se
proceda a su capitalización (D. R. 1454 de 1989)-, es una
posibilidad esencialmente restringida, al punto que en el campo
civil, fue expresamente prohibida por la regla 3ª del artículo 1617
del Código Civil, y en materia mercantil se permitió sólo en dos
supuestos consagrados, precisamente, en el artículo 886 del
Código de Comercio: primero, cuando así lo acuerdan las partes
después del vencimiento de la obligación; y el segundo, cuando
se reclamen en demanda judicial, siempre y cuando, agrega el
precepto, ‘que en uno y otro caso se trate de intereses debidos
con un año de anterioridad por lo menos’”1.
1
Sentencia de 5 de agosto de 2009, expediente 1999-01014
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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La restricción tiene su razón de ser en que la
permisión genérica del anatocismo conllevaría a estimular la
usura, a incrementar de manera desbordada la cuantía de lo
adeudado y a propiciar el abuso de los acreedores. De ahí que su
procedencia es excepcional, precisamente, al decir de la Corte,
“para no estimular la usura, ora directa, ora indirectamente, o
fomentar un ruinoso espiral que acreciente, aceleradamente, el
monto del débito, imposibilitando o por lo menos dificultando –en
grado sumo- la solución de la obligación, en inobjetable desmedro
de los derechos e intereses del deudor”2.
3.2.3.- Pues bien, en el caso no se remite a duda que
el crédito de que se trata debía cubrirse en unidades de poder
adquisitivo constante, con los “intereses efectivos” o “corrientes” y
de “mora”, a las tasas establecidas, liquidados, unos y otros, en
UPAC’s. Igualmente, que la corrección monetaria de dichas
unidades no estuvo vinculada al IPC, sino a la DTF.
Según el escrito de apelación, lo anterior constituía
anatocismo, porque a partir de la Resolución 18 de 1995, citada,
“el cobro de un interés remuneratorio sobre las unidades de
UPAC calculadas con base en la DTF implicaba el cobro de
intereses sobre intereses, pues el interés remuneratorio se calcula
sobre la totalidad de la fórmula de UPAC y, por consiguiente,
sobre el interés contenido en la DTF, pues como se sabe (…), el
DTF no sólo incluye la actualización del valor del dinero, sino
también una remuneración o interés al ahorrador”.
2
Sentencia 216 de 19 de noviembre de 2001, expediente 6094.
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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a) No obstante, cabe precisar que lo que en principio
está prohibido al acreedor es cobrar intereses sobre intereses que
con anterioridad ha cobrado al deudor dentro de una misma
operación. Y de acuerdo con lo antes transcrito, en ningún
momento se están exigiendo intereses sobre montos previamente
adeudados por los obligados, ahora demandantes, a título de
intereses. Simplemente se afirma que no han debido aplicarse a
ciertos componentes que dentro del sistema de la DFT, como
fórmula de corrección de las UPAC’s, ya constituían intereses.
En el proceso se encuentra demostrado que la
práctica prohibida dicha no ocurrió. En coherencia con lo
explicado, en el dictamen pericial evacuado a instancia de la
Corte, se indica que el cobro de intereses sobre intereses surge
cuando la “base o capital para el cálculo de los intereses, es
incrementada por los intereses no cubiertos y sobre esta base
acrecentada se aplican o liquidan intereses”.
Como lo señaló el auxiliar de la justicia, “verificando
los saldos de la totalidad del crédito se aprecia que coinciden con
el histórico de pagos. Teniendo en cuenta cada uno de los abonos
y los desembolsos se concluye que la entidad bancaria para este
crédito en particular no incrementó los saldos del crédito con
cuotas no pagadas por ninguno de los conceptos, por tanto bajo
este concepto no se realizó cobro de intereses sobre intereses”.
b) Los apelantes sostienen que el cobro de intereses
sobre la corrección monetaria, es una forma de anatocismo,
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
21
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porque de conformidad con los artículos 884 del Código de
Comercio y 64 de la Ley 45 de 1990, el reajuste de las unidades
de poder adquisitivo constante, UPAC, computa como intereses.
Sin embargo, al decir que para evitar la práctica
prohibida la “entidad financiera hubiera podido calcular el interés
remuneratorio sobre los componentes de las unidades de UPAC
que no constituyeran ya interés”, significa que dentro de esos
componentes, existen algunos rubros que no aplican como
corrección monetaria, entendiendo que su cálculo es el producto
de un proceso deflactado, y que por esa razón es dable liquidar,
en esa específica parte, los intereses procedentes.
En el dictamen aludido, es cierto, se habla del cobro
de dichas sumas sobre la corrección monetaria de los dieciocho
desembolsos en la cantidad de $8’765.724, a partir de señalarse
que la metodología utilizada, en la época, para actualizar las
UPAC’s, contenía un factor de inflación. Por esto, allí se concluye
que si esa corrección es considerada como interés, esto implica
“cobro de intereses” sobre la misma, en la medida en que se
aplican réditos a los “saldos actualizados en UPAC”.
Desde luego, si no todos los componentes de la
corrección monetaria computa como intereses, cual se acepta,
tendría que seguirse que la capitalización de que se habla, en lo
pertinente, como práctica indebida, constituye un beneficio injusto
de los bancos y corporaciones. Fuera de que esto no se
encuentra probado, ello no resulta de recibo, porque una cosa es
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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el método de cálculo de la UPAC, y otra, distinta, las
características de las obligaciones pactadas bajo la misma unidad
de cuenta y su sistema de amortización.
En esa técnica financiera se supone que durante la
primera vida del crédito el interés que se cobra no es el causado y
que el faltante, cuyo pago se posterga, es financiado. No se trata,
por tanto, de una práctica prohibida, porque la corrección
monetaria no es una remuneración por el riesgo o el uso del
capital, sino, en palabras de los apelantes, a propósito de un
escrito presentado ante la Corte, una vez evacuado el dictamen,
“una forma de mantener el poder adquisitivo de una suma nominal
de dinero en economías inflacionarias, por lo que el cobro de un
interés sobre la corrección monetaria no es realmente el cobro de
un interés sobre interés sino el cobro de interés sobre un valor
dinerario que simplemente se ha actualizado”.
Y no se diga que al decaer la DTF, como fórmula de
corrección monetaria de la UPAC, de hecho, la capitalización de
intereses, en lo que corresponde, devino en prohibida, porque
durante su vigencia, la entidad demandada no hizo nada diferente
que aplicar el sistema de financiación que preveía la ley. Con
mayor razón, cuando las decisiones judiciales al respecto
espetadas, en general, quedaron privadas de efectos retroactivos,
en el sentido de que los créditos y cuotas canceladas bajo ese
sistema no quedaban afectados, todo lo cual, al resultar ileso en
casación, como se dijo, es intocable en esta oportunidad.
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
23
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4.- Descartado, en general, el anatocismo, pasa a
examinarse si hay lugar a condenar a la entidad financiera
demandada a restituir los intereses que fueron cobrados y
pagados en exceso, tal como fue solicitado.
4.1.- Sobre el particular, le asiste razón a la parte
apelante, porque como en el mismo dictamen se concluyó, punto
sobre el cual ningún reproche cabe hacerse, pues además de la
firmeza, precisión y calidad de sus fundamentos en el particular,
fue rendido por un economista, menos cuando no fue objetado por
ninguna de las partes, aunado a que como se corroboró en el
escrito de aclaración, al comparar el extracto del crédito con las
tasas de interés aplicadas, se encontraron, para el 12 de julio de
1997, fecha del saldo final del crédito, unos excedentes a favor de
la parte demandante por la suma de $15’459.388.35, según se
discrimina, una buena parte, debido a “un mayor valor imputado”,
y otra, a un “menor valor imputado a los saldos insolutos”.
Lo anterior, desde luego, no es lo mismo a que se
hubiere liquidado y exigido tasas de interés por encima de los
topes legalmente permitidos, cuyas consecuencias son distintas,
según los artículos 884 del Código de Comercio, vigente para la
época, y 72 de la Ley 45 de 1990, como lo tiene precisado la
Sala3. Desde luego, a partir de ser legales las tasas de interés
tenidas en cuenta, aquí se trata, cual se dijo en la sentencia de
casación, es de “revisar” y “rastrear” el crédito, para superar los
3
Vid. Sentencia de 25 de agosto de 2008, expediente 1999-01056.
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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errores que se presentaron en la cuenta de “pague o de finiquito”
(artículo 880 del Código de Comercio).
Por esto, el perito indicó que para llegar a esa
conclusión se respetaron en su “totalidad las cifras de AV VILLAS
(fórmulas, abonos, tasas de interés remuneratorias TA y de mora,
fechas de pagos, etc)”, en otras palabras, las “formulaciones,
periodos, tasas, tipos de tasas, procedimientos, etc.”. No
obstante, se presentaron (a) aplicaciones que no “contienen
formulaciones implícitas sino datos enteros”, (b) existieron
diferencias en “monto de intereses aplicados, unas veces a favor
y otras en contra de ambas partes” y (c) aparecieron diferencias
en cuanto al “número de días”.
En consecuencia, al quedar demostrado que la entidad
demandada aplicó por concepto de intereses, indebidamente, la
suma total de $15’459.388.35, de un lado, a “un mayor valor
imputado”, y de otro, a un “menor valor imputado a los saldos
insolutos”, procede la solicitada condena por dicho aspecto y en
esa cantidad. Ahora, como se trata de un capital entregado,
independientemente del concepto, la restitución comprenderá los
intereses comerciales bancarios corrientes desde el 15 de julio de
1997, hasta la ejecutoria de la presente sentencia, sin perjuicio de
los intereses moratorios que se causen con posterioridad.
4.2.- El dictamen pericial, igualmente, en el cómputo
global del crédito, tiene en cuenta o “contempla (…) una
condonación de intereses por la suma de $16’257.796”.
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25
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Esa cantidad también debe aplicarse en la revisión o
rastreo final del crédito, por tratarse de una operación que
efectivamente ocurrió, como así lo ratificó la entidad demandada,
entonces acreedora, en la comunicación de 21 de marzo de 2000,
allegada con la contestación de la demanda, según la cual esa
específica cantidad quedó saldada o condonada con la expedición
de una “nota crédito (…) para cancelar el crédito”.
Por esto, seguramente, en el escrito donde se solicitó
aclaración del dictamen practicado a instancia de la Corte, la
entidad convocada requirió al auxiliar de la justicia para que
indicara si a la supuesta diferencia de intereses en favor de los
demandantes, en el equivalente de $15’459.388.35, debía
deducírsele la “condonación que hizo la demandada de
$16’257.796”. Pasa, entonces, a examinarse si esta última
cantidad había que restarla de aquélla, pues al tratarse de un
punto netamente jurídico, el perito no era el llamado a elucidarla.
El artículo 1625 del Código Civil prevé que las
obligaciones se extinguen, “en todo en parte”, por el fenómeno de
la “remisión”. Esto significa, de conformidad con el artículo 1711,
ibídem, que se trata de una liberación voluntaria del acreedor
hacia el obligado de todo o de parte de la deuda, por las
circunstancias que fueren, sin recibir nada a cambio o en pago.
Lo anterior, desde luego, es permitido tratándose de
un acto enteramente dispositivo, cual ocurre en el caso, en donde
la condonación o remisión de parte del capital o de los intereses,
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sólo mira la situación particular del acreedor. Y sí una de las
formas de expresión de esa figura jurídica la constituye, al decir
de la Corte, “el recibo del capital sin reserva alguna”, pues ello
equivale a la “condonación de los intereses”, o la “destrucción o
entrega del título de la deuda”4, a “su remisión”, con mayor razón
ello es de recibo cuando así se consiente en forma expresa.
Si, en el su-judice, la obligación fue extinguida, en
concreto, en la suma referida, por el fenómeno de la
“condonación”, como así fue aceptado expresamente por la
entidad demandada, es apenas natural entender que la quita
parcial no hay que traerla ahora a su favor, porque al declararla
saldada, no se puede aplicar lo que jurídicamente es inexistente.
5.- Pasa a estudiarse si las pretensiones relacionados
con la imputación de pagos a rubros prohibidos, como verificación
de linderos, visitas de obra, avalúos, estudios de títulos, timbres,
seguros, en fin, negadas por el juzgado, eran de recibo.
5.1.- En el proceso ninguna polémica existe en torno a
que efectivamente, en general, imputaciones de esa naturaleza
fueron realizadas, sólo que para la parte demandada, se trataba
de aplicaciones legalmente permitidas.
El representante de la demandada lo acepta en el
interrogatorio, al decir que el Decreto 1730 de 1991, “autorizó a
las entidades financieras el cobro de sumas de dinero por
4
Sentencia de 10 de julio de 2009, expediente 2000-00310.
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concepto de estudios de títulos, verificación de linderos, etc.”,
inclusive que frente a la derogación de esa norma, había “libertad
para fijar el cobro y el monto de dichos conceptos”.
La misma parte, en las alegaciones de instancia,
defendió lo anterior, en general, cuando concluyó que en
“desarrollo de la libertad de contratación era y es legal que se
efectúen cobros como los advertidos, por tratarse de servicios
adicionales a la actividad financiera respectiva y no se ha
demostrado, es más ni siquiera lo aseveró la demanda, que esos
cobros hayan sido abusivos o exagerados”.
5.2.- No se desconoce que las entidades financieras
ejercen una posición dominante en las operaciones activas y
pasivas que realizan con los usuarios de sus servicios, la cual se
concreta, en sentir de la Corte5, en la posibilidad de imponer el
contenido de un contrato, en la determinación unilateral de su
configuración y en la posterior administración de su ejecución.
La razón de ser de lo anterior estriba en que los
servicios financieros que ofrecen los bancos son demandados
masivamente. Sin embargo, esto no significa que puedan abusar
de su posición privilegiada, pues deben actuar dentro de ciertos
límites, considerando que la actividad financiera tiene una función
social, de ahí que por su carácter de interés público, se encuentra
sujeta a controles e intervenciones del Estado, según lo previsto
en los artículos 334 y 335 de la Constitución Política.
5
Vid. Sentencias 125 de 19 de octubre de 1994 (CCXXXI-709/777), expediente 3972; y 002
de 2 de febrero de 2001, expediente 5670.
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En materia de créditos, por lo tanto, la autonomía de la
voluntad no es absoluta. En cuanto a intereses e imputaciones,
por ejemplo, la ley no deja al arbitrio de los establecimientos de
crédito señalar las tasas, ni aplicar los pagos que reciben como a
bien lo tengan, sino que para dar seguridad a los distintos agentes
económicos, determina una y otra cosa.
Por esto, con el fin de evitar la simulación de ciertos
pagos, el artículo 68 de la Ley 45 de 1990, prevé que “para todos
los efectos legales se reputarán intereses las sumas que el
acreedor reciba del deudor sin contraprestación distinta al crédito
otorgado, aún cuando las mismas se justifiquen por concepto de
honorarios, comisiones u otros semejantes. Así mismo, se
incluirán dentro de los intereses las sumas que el deudor pague
por concepto de servicios vinculados directamente con el crédito
en exceso de las sumas que señale el reglamento”.
Lo anterior significa que existen rubros autorizados
que se justifican y que no se reputan intereses, porque en los
términos de la norma, carecen de ese carácter los pagos recibidos
“sin contraprestación distinta al crédito otorgado” y los que se
hacen en “exceso de las sumas que señale el reglamento”. Por
esto, no se pueden considerar intereses las sumas que no se
cuentan para el calcular el interés bancario corriente, ni los
servicios vinculados directamente con el crédito.
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Entre los primeros, al decir de la Corte, a las entidades
financieras les está prohibido cobrar “puntos relacionados con la
inflación” y con el “porcentaje de utilidades a que tiene derecho la
entidad crediticia en desarrollo de su negocio”, porque son
conceptos que se entienden incluidos en la tasa de interés
bancario corriente. Así mismo, los “gastos por administración del
crédito, manejo de cartera, papelería, en fin, considerando, al
tenor del artículo 4º de la Resolución 19 de 1998, emanada de la
Junta Directiva del Banco de la República, que el ‘concepto de
tasa de interés efectiva comprende, también, la totalidad de los
costos financieros a cargo del deudor -cualquiera que sea su
denominación- vinculados al préstamo o relacionados con él’”6.
Igualmente, como en el mismo antecedente se señaló,
en general, tampoco puede adicionarse, por comprenderlo la tasa
efectiva, “todo gasto que en desarrollo del crédito deba erogar la
entidad bancaria, al margen de que lo justifique por ‘honorarios,
comisiones u otros semejantes’ (…), como estudio de crédito,
cuotas de administración o de manejo u otra equivalente, costos
de operación, envíos de extractos mensuales, expedición y
manejo de cupones de pago, nómina, implementación y desarrollo
de tecnologías, entre otros, por tratarse de rubros que se hacen
en función y mejora de su objeto social.
“En cambio, los servicios vinculados directamente al
crédito que no se reputan intereses, se relacionan con los gastos
cuya carga no le corresponde a la entidad financiera, sino al
6
Sentencia de 14 de diciembre de 2011, expediente 2001-01489.
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usuario, debido a que se realizan a raíz de la puesta en
funcionamiento del respectivo servicio, como estudio de títulos,
cargos por seguros, impuestos, avalúos, visitas a los predios, etc.
En estos casos, lo que se prohíbe, de conformidad con el artículo
1168 del Código de Comercio, es simular tales costos, o exigir por
los mismos conceptos, según el artículo 68, trascrito, sumas en
exceso a las establecidas en las leyes o en los reglamentos”.
5.3.- Frente a lo anterior, surge claro que en el caso
las pretensiones relacionadas con imputaciones a ciertos rubros,
como estudio de títulos, avalúos, verificación de linderos, visitas
de obra, seguros e impuestos, prohibidas, en sentir de los
recurrentes, no pueden salir avante.
En primer lugar, porque si bien se encuentra
acreditado que por esos conceptos se hicieron aplicaciones del
orden de $21’386.306, cual se indicó en el dictamen pericial, no
cabe duda que se trata de gastos que no corresponden a la
entidad financiera, respecto de la prestación del servicio en sí
mismo considerado, sino que se correlacionan con la solicitud del
crédito. En segundo lugar, porque nadie ha desconocido que esos
costos efectivamente se causaron, menos que hayan sido
facturados exagerada o desbordadamente.
Con mayor razón, cuando en la cláusula décima de la
hipoteca constituida para garantizar el pago del crédito, se
estipuló que sería de cargo de la parte deudora, entre otras
erogaciones, los relacionados con el pago de “impuestos”, o al
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decir de cada uno de los pagarés, los “gastos e impuestos”, los
cuales se podrían deducir de cualquier suma a su favor.
6.- Finalmente, en cuanto que no se contabilizaron
abonos efectuados, ninguna condena debe fulminarse, porque
como se indicó en el dictamen practicado a instancia de la Corte,
los contrastes entre la cifra cancelada por SAFINSA y la que
manifiesta recibió AV VILLAS, “dependen estrictamente de
cálculos” y porque son “diferencias conceptuales”.
Seguramente por esto, en el escrito presentado a
propósito de la referida experticia, los demandantes concluyeron
que con ese medio de convicción quedaba demostrada la
“evidencia de pagos por otras expensas”, como visitas, avalúos,
en fin; el “pago de intereses sobre la corrección monetaria”, lo
cual es una “forma de cobro de intereses sobre intereses”; y un
“cobro excesivo de intereses”; todo lo cual supra quedó analizado.
7.- Recapitulando, al demostrarse que se pagaron
intereses, sin desbordar los límites legales, aunque aplicados
indebidamente a un “mayor valor imputado” o a un “menor valor
imputado a los saldos insolutos”, no todas las pretensiones debían
negarse, como lo hizo el juzgado, razón por la cual en ese aparte
la sentencia apelada debe ser revocada, para imponer la condena
correspondiente, junto con los intereses corrientes respectivos,
desde el 15 de julio de 1997, hasta la ejecutoria de la presente
sentencia, sin perjuicio de los réditos moratorios que se causen
con posterioridad.
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Ahora, al establecerse que a cargo de la parte
demandada se encontraron obligaciones en su contra, derivadas
del crédito de constructor, como igualmente se concluyó en los
dictámenes iniciales, así no haya coincidencia en cuanto a los
valores, esto es suficiente para que, específicamente respecto de
los honorarios de los peritos, las objeciones formuladas contra el
primer dictamen resulten infundadas, en lo relativo a los aspectos
contables, que es lo que se puede considerar de ese medio
probatorio, pues en lo jurídico “inocuas e inanes” resultan las
eventuales opiniones de los expertos7.
Desde luego, como la discrepancia se encuentra en la
metodología empleada y respecto de las imputaciones realizadas,
en la hipótesis de ser equivocadas, en el mismo antecedente se
dijo, con relación al error grave de que trata el artículo 238 del
Código de Procedimiento Civil, que los yerros “intrascendentes e
inconsistencias
de
cálculo,
la
crítica,
inconformidad
o
desavenencia con la pericia, o la diversidad de criterios u
opiniones, carecen de esa connotación por ser susceptibles de
disipar en la etapa de valoración del trabajo”.
8.- En consecuencia, al quebrarse parcialmente la
sentencia del Tribunal y al no prosperar la totalidad de las
pretensiones, se procederá a reproducir, en lo pertinente, la parte
resolutiva de aquella, con los ajustes respectivos, sin que haya
lugar a condenar en costas, entendiéndose, en el contexto del
resultado del proceso, que cada parte debe soportarlas.
7
Cfr. Sentencia de 19 de octubre de 2011, expediente 00847.
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DECISIÓN
Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Civil, y en sede de instancia, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley;
“RESUELVE:
“PRIMERO:
confirmar
la
sentencia
del
14
de
noviembre de 2006, dictada en este asunto por el Juzgado
Veinticinco Civil del Circuito de esta ciudad”, en cuanto negó las
pretensiones, salvo en lo que respecta al pago en exceso de
intereses, por la cantidad total de $15’459.388.35, lo cual se
revoca, y en su lugar se condena al banco demandado a pagar
dicha suma a los demandantes, junto con los intereses corrientes
desde el 15 de julio de 1997, hasta la ejecutoria de la presente
sentencia, sin perjuicio de los réditos moratorios que se causen
con posterioridad.
“SEGUNDO”: Sin costas para ninguna de las partes en
ambas instancias.
Notifíquese y devuélvase el expediente al Tribunal
de origen para lo pertinente.
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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MARGARITA CABELLO BLANCO
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUÍZ
M.C.B. C-1100131030252001-00457-01
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