MANATO EL PEQUEÑO MANATÍ ANTILLANO Hace mucho tiempo, en un lejano lugar, vivía una comunidad indígena maya conocidos como los Ceiba. Esta comunidad se diferenciaba de las demás comunidades vecinas, porque protegían a las plantas y animales que los rodeaban, y los consideraban hermanos. Los Ceiba eran gobernados por el Cacique “Nohoch tata”, un hombre sabio de edad ya avanzada, que gobernaba con sabiduría; Nohoch tata pedía a los pobladores tratar con respeto y amor a las plantas y animales que los rodeaban, pues antes de ser tomarlos como alimento, se debía pedir permiso y perdón al cuerpo del ser sacrificado, o planta arrancada de la Tierra. Un día, un grupo de pescadores que caminaban cerca de un lugar conocido como laguna Encantada, encontraron un animal raro, al principio pensaron que era una sirena…… -¡Oh, miren una sirena perdida! dijo uno de los pescadores, -Quizá quiera regresar al mar, contestó otro. Al acercarse más al animal, pudieron percatarse de que no era una sirena, pues los ancianos del pueblo, describían a las sirenas como seres hermosos con rostro y torso de mujer, y este animal en nada se parecía a aquello. Aquello que nadaba en las claras aguas de la laguna, era un pequeño animal de cuerpo fusiforme y color gris, adornado con una gran aleta en forma de remo que funcionaba como cola, dos pequeñas aletas a los costados del cuerpo armadas con tres pequeñas uñas, tenía también un pequeño chipote que sobresalía del cuerpo en la parte anterior del mismo, dando forma a la cara en la cual sobresalían dos pequeños ojos color negro como la oscuridad de la noche, ubicados en los extremos de la cara, dos orificios cubiertos por un sello, que se abría cada que el animalillo asomaba los orificios y muchos vellos gruesos alrededor del hocico. ¡Sí!, lo que vieron fue un pequeño, tierno y dócil animal, que aún cargaba consigo el cordón umbilical, lo cual indicaba que era una cría, un bebé que había perdido a su madre. Al ver esto, los hombres lo tomaron en brazos dirigiéndose apresuradamente hacia el pueblo, para llevar al animal ante la presencia de Nochoch tata. Al verlo, los ojos de Nohoch tata se iluminaron como dos pequeñas luciérnagas que danzan en la noche dando luz a la misma. Entonces, el cacique susurró sorpresivamente: – Chilibek, (que en maya significa pez grande), una vez mencionada la palabra, Nochoch tata se acercó con ternura al animal y, acariciándolo tiernamente, comenzó a danzar, gritando de alegría -¡manto, manato! agitando gustosamente su bastón de la sabiduría. Una vez terminado el espectáculo, pidió a los habitantes del pueblo de Ceiba, construir una pequeña aguada en la parte más angosta de la laguna, para poder estar al pendiente y cuidar al pequeño manato. En poco tiempo, manato creció sano y fuerte gracias al cuidado de los pobladores. El ahora enorme animal se convirtió en el consentido del lugar, con solo escuchar -¡manato, manato! salía del agua y jugaba con los niños, acompañaba a los hombres en la pesca, y visitaba a las mujeres mientras lavaban en la laguna, todos vivían en armonía y felices al lado del pequeño manato. Hasta que un día, el pueblo de laguna Encantada, el paraíso de los Ceibas, se llenó de silencio, no había más murmullos de los hombres, no más cuentos de los ancianos al atardecer, no más cantos ni pláticas de las mujeres, las risas de los niños no se escuchaban más. 1 -¿Qué pasaba? Se preguntaba manato, y a lo lejos observó el arribo de unos hombres con vestimenta extraña que llegaron por tierra y agua al poblado de laguna Encantada, ellos derrumbaron todo a su paso, al encontrarse cara a cara con los Ceibas, se desató una devastadora lucha que obligó al pueblo de Nochoch tata a huir e internarse en la selva, vencidos por las armas de fuego. El pequeño manato vio todo desde la laguna sin poder hacer nada. No sabía como ayudar, el miedo embargó todo su ser, haciendo que se refugiase en el fondo de la laguna. Al salir nuevamente a la superficie, miró desolado hacia todos lados sin encontrar a su familia: a los Ceibas, manato estaba totalmente solo. Una mañana que pastaba en la orilla de la laguna, un hombre extraño se acercó al animal, quien acostumbrado a las caricias, siguió comiendo tranquilamente, pero…el hombre arrojó una lanza sobre manato, quien asustado se sumergió, y salió a la superficie una vez que se sintió fuera de peligro. Desde ese día manato comenzó a salir a la superficie sólo para respirar, temeroso de que alguien pudiera dañarlo, y desde entonces decidió vivir bajo el agua. Una hermosa mañana, el cielo se tornó oscuro desatando un terrible huracán, manato no sabía que hace… los fuerte vientos agitaban las aguas violentamente azotando el cuerpo del animal de un lado a otro, la pequeña aguada se rompió, provocando que el agua se desbordara arrastrando a manato por la corriente, después de ese evento no se volvió a ver más a manato en el lugar. Pasaron muchos años para antes de que los Ceiba decidieran salir de la selva y volverse a instalar cerca del agua, esta vez a un lugar dado por los dioses y así, guiados por Nohoch tata, llegaron a Chactemal. Al llegar al lugar, los Ceiba se sorprendieron al ser recibidos por manato, quien no estaba solo, ahora se hacia acompañar de muchos animales iguales a él. Al ver esto, Nohoch tata reunió a su gente para hacerles saber que los dioses, en sueños, le habían encomendado buscar un nuevo lugar en donde reinara nuevamente el respeto y la paz entre todos los seres vivos, la señal sería la presencia de Chilibek, y ese lugar sería considerado sitio sagrado de Manatí o manatos, aquella era justo la señal y ese sitio era el lugar que buscaban para establecerse. Desde ese día, el nuevo pueblo de Chactemal, designó al lugar como Santuario Sagrado de Manatos. NOMBRE: AMIGOS DE SIAN KA’AN A.C. / M.C. Adriana A. Carrillo Ruiz.- Coordinación oficina Chetumal EMAIL: [email protected] TEL: 983.129.2331 2