surgimiento y expansión del neoliberalismo

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LOS NUEVOS SUJETOS DE LA PROTESTA SOCIAL Y SUS REIVINDICACIONES.
LAS DEMANDAS DE PARTICIPACION POPULAR FRENTE AL DESAFÍO DE UNA
PROFUNDIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Carlos Ernesto Espeche*
La mundialización neoliberal: orígenes y características
Dos supuestos ideológicos signan el inicio de la década de los 90. Por un lado, el llamado fin de la
historia, que pretendía desestimar la capacidad transformadora de la acción humana y particularmente
de la acción colectiva. Por otro, el anuncio de la globalización como nuevo horizonte de progreso, que
prometía una era de bienestar asegurada por la difusión de los frutos de la revolución tecnológica.
Hacia el fin de la década quedaba al descubierto el carácter fraudulento de estos principios. Pero cierto
es que en sus inicios éstos marcaban la apertura de una nueva fase de la mundialización capitalista, tras
el fracaso y derrumbe de la experiencia de los denominados socialismos reales. Esta mundialización no
sólo significaba la expansión de las relaciones capitalistas hacia territorios no colonizados por la
mercancía, sino que también expresaba la internacionalización del modelo neoliberal como
característica distintiva de dicha mundialización.
De acuerdo a la periodización que Perry Anderson hace de esta universalización del neoliberalismo, el
génesis lo encontramos en la búsqueda de una salida capitalista a la crisis de los años 70. En los países
capitalistas dominantes el proceso se inició en los finales de los setenta (79 con Thatcher en Inglaterra
y 80 con Reagan en EE.UU.). Luego, una primera expansión a la Europa continental, a América Latina
y a Oceanía a lo largo de la década de los 80. Los inicios de los 90, finalmente, señalan tanto su
consolidación como su expansión hacia el oriente y su profundizada América Latina (Anderson, Perry
1999).
.
El proceso de consolidación del modelo neoliberal como fase capitalista contemporánea supuso, como
lo refleja Anderson, un complejo proceso de confrontaciones sociales y de crisis. Confrontación con las
fuerzas, instituciones y cultura de las décadas pasadas, confrontación con los movimientos sociales que
pretendían una perspectiva emancipatoria diferente y, por ultimo, confrontación también con las
fuerzas que postulaban otras salidas capitalistas a la crisis.
Respecto de las características que distinguen la fase neoliberal, Samir Amin ha resaltado el carácter
polarizante de la mundializacion capitalista en general y de la actual en particular. Efecto de
polarización que se inscribe entre países y regiones del mundo y al interior de los propios espacios
nacionales, tanto en los países centrales como en la periferia.
Siguiendo a Samir Amin, el carácter de este nuevo imperialismo contemporáneo.se expresa en el
refuerzo de lo que el autor llama los “cinco monopolios” a nivel internacional:
1) el monopolio de las nuevas tecnologías;
2) el del control de los flujos financieros a escala mundial;
3) el control del acceso a los recursos naturales del planeta;
4) el control de los medios de comunicación y
Lic. en Comunicación Social, Profesor Titular del “Seminario de Periodismo…” de la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales de la U.N.Cuyo
*
1
5) el monopolio de las armas de destrucción masiva.
La constitución de estos monopolios resulta de la acción conjunta, complementaria pero también a
veces conflictiva, del gran capital de las multinacionales industriales y financieras y de los Estados que
se encuentran a su servicio (Amin, Samir 2001).
La consolidación de estos monopolios significó la implementación de políticas que presentan las
mismas características en todos lados: liberalización financiera y comercial; desmantelamiento del
estado-social, de los derechos laborales y sociales y de las organizaciones y movimientos populares;
privatización de los activos públicos; reformas tributarias regresivas; etc.
José Luis Fiori resume las grandes transformaciones producidas por el neoliberalismo en siete puntos:
1) en el campo geopolítico mundial, la afirmación, a través del monopolio político-militar, de un nuevo
imperio anglosajón;
2) en el campo político-ideológico, a partir de la difusión del pensamiento neoliberal como
pensamiento único;
3) en el campo económico, con la consolidación de un “régimen de acumulación financiarizado” que va
de la mano de la consolidación de lo que ha dado en llamarse la fábrica global;
4) en el campo de la tecnología, a partir de la utilización y profundización de la revolución tecnológica
que ha servido ha facilitar la expansión financiera, la deslocalización e integración internacional de las
cadenas productivas al interior de las propias empresas y provocar alteraciones productivas a nivel
gerencial y del trabajo intelectual y manual;
5) en el campo del trabajo y el empleo, bajo el imperio del desempleo estructural global y el trabajo
precarizado, a lo que debieran sumárseles los impactos en el mundo rural de la mano de los procesos de
industrialización de la producción agrícola-ganadera;
6) en el espacio de la periferia, imponiendo una inserción subordinada a partir de las finanzas privadas
internacionales, homogeneizando las políticas económicas hacia una reprimarización y recolonización
del Tercer Mundo;
7) en el campo de los modelos de dominación, reconfigurando la lógica de los Estado-nación que, lejos
de la falacia liberal de su fin o debilitamiento, ha consagrado cada vez más un Estado de privilegio para
las élites económicas al tiempo que un Estado penal para los pauperizados (Fiori, José Luís 2001)
Para acercarnos a nuestro objeto de análisis, nos introducimos en el apartado siguiente en las fases de
instauración en nuestra región de esta nueva fase del capitalismo, para luego entender en ese marco el
nuevo ciclo de protestas y particularmente las reivindicaciones de participación popular.
La implantación del neoliberalismo en América Latina
Desde los 70 a los 90, se aplicaron las políticas neoliberales en la región latinoamericana.. América
Latina se convirtió en el primer laboratorio de experimentación del neoliberalismo. Efectivamente,
desde los inicios de los 70 los sucesivos golpes de estado y la instauración de sangrientas dictaduras
militares en el Cono Sur abrieron paso a la aplicación del nuevo recetario económico marcado por el
más duro pensamiento conservador norteamericano. Particularmente en Chile a partir de la dictadura de
Pinochet (1973), y poco más tarde en la Argentina dictatorial (1976), comenzó una transformación
estructural del régimen económico-social anterior.
Tomando a Petras y su descripción de los ciclos políticos neoliberasles, en la primera ola neoliberal de
la región, terrorismo de estado y neoliberalismo iban de la mano para confrontar tanto con la creciente
radicalidad social de movimientos populares que trascendían las fronteras del orden capitalista
2
postulando horizontes de transformación social, como con las propias bases del modelo de desarrollo
anterior.
En materia de política económica, los 70 supusieron para una buena parte de los países de la región, la
adopción de regímenes más flexibles en el terreno de los flujos financieros que implicó, entre otras
consecuencias, el veloz crecimiento de la deuda externa..
La década de los 80, en tanto, aparece signada por el retorno de la democracia representativa bajo
sufragio universal y, en algunos casos, por el reestablecimientos de gobiernos civiles bajo
condicionamiento militar. Estas transiciones resultaron de un renovado proceso de luchas y
movilización popular. Vale recordar, en este sentido, la campaña de las “directas ya” en Brasil, las
movilizaciones sindicales y del movimiento de derechos humanos en Argentina, las protestas mineras
en Bolivia o los cacerolazos y movilizaciones sindicales en Uruguay. Un nuevo ciclo de protestas
sociales parecía afirmarse en la mayoría de los países de la América del Sur, sin duda, una expresión de
la revitalización de los movimientos sociales tras los años sombríos de las dictaduras.
Esta segunda ola neoliberal en Latinoamérica no sólo se distinguía de la primera por su mayor
expansión geográfica sino también porque la forma de dictadura militar había dejado paso a la llamada
“dictadura de los mercados” o a los “golpes de mercado”. La manipulación de las crisis inflacionarias y
su funcionalidad a los intereses de las élites económicas neoliberales, demostró su capacidad de obtener
el disciplinamiento de las elites políticas y de reconstruir coaliciones sociales que, aún inestables,
parecían ofrecer viabilidad social a estos proyectos. (Petras, James y Morley, Morris 2000 ).
Eduardo Basualdo aborda este disciplinamiento y diferencia sus características de acuerdo con las
distintas etapas. Si en la primera el disciplinamiento se dio a partir del aniquilamiento de los cuadros
políticos por parte de las dictaduras, en la segunda toma la forma de terror económico producto de los
coletazos inflacionarios. La tercera ola, en tanto, el poder económico y político disciplinó con el
descempleo. (Basualdo, Eduardo. 2002).
Así fue como los 90 abrieron paso a una renovada mundializacion capitalista en su forma neoliberal. Su
impacto en América Latina es por demás notorio y profundo. A diferencia de las dos décadas
anteriores, de la mano del Consenso de Washington, la adopción de políticas neoliberales pareció
asumir una nueva radicalidad..
En síntesis, las consecuencias en América Latina han sido fundamentalemte el crecimiento de la
pobreza y la indigencia, como resultado del desempleo de masas y la precarización laboral. En este
sentido, el balance de la década de los 80 en términos de la distribución de la renta y la situación
laboral, así como la prolongación y profundización de estas tendencias a lo largo de los 90, señalan el
carácter regresivo en términos sociales de éstas políticas. Aún sus períodos de crecimiento
macroeconómico, como los que experimentaron muchos países latinoamericanos en la primera mitad
de los 90, resultan incapaces para asegurar una efectiva disminución de las desigualdades sociales.
Este punto, entre otros, es central para conprender la fragilidad de nuestras demcracias, aspecto que
desarrollamos a continuación.
Democracia y participación frente al neoliberalismo
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La incompleta y relativamente precaria democratización de los regímenes políticos latinoamericanos
vino acompañada por una reapertura del debate acerca del significado actual de la democracia.
.
Según Atilio Borón, y su trabajo respecto de las consecuencias del neoliberalismo sobre la sociedad
civil, tanto teóricamente como políticamente, en nuestra región ha prevalecido desde los años 80 una
visión que reduce la democracia a una cuestión de método, disociado por completo de los fines, valores
e intereses que animan la lucha de los actores colectivos. En ésta, la democracia es tanto un método de
gobierno como una condición de la sociedad civil, caracterizada por el predominio de la igualdad y por
la existencia de una categoría social especial: los ciudadanos, cuya definición excede los marcos
meramente formales y remite a características sociológicas y económicas bien especiales. Se trata
entonces del triunfo de una tendencia a considerar a la democracia como una categoría exclusivamente
“política”. Esta definiría un tipo específico de relaciones entre el Estado y la sociedad civil
-caracterizado por la existencia de la libertad, el pluripartidismo, las elecciones periódicas y el imperio
de la ley- cuya efectividad democrática se supone que está apriorísticamente garantizada cualesquiera
sean sus condiciones concretas de existencia..
Así, el discurso tradicional de la democracia permanece encerrado en la arquitectura formal del Estado
y el sistema representativo, excluyendo de su horizonte de visibilidad todo aquello que las limitaciones
de la ideología burguesa condena al limbo de la esfera “extra-política”. Se admite sin discusión, por
ejemplo, que las democracias latinoamericanas tienen ciudadanos, y se parte del supuesto, casi nunca
explicitado, de que la democracia funciona en Latinoamérica del mismo modo que lo hace en los países
escandinavos.
Sin embargo, problemas objetivos y concretos como pobreza extrema, enfermedad, analfabetismo,
desempleo, decadencia regional y urbana, narcotráfico, trascienden aquellos referidos a la exclusiva
mecánica del régimen político. A partir de estas limitaciones, el desafío que enfrentan las sociedades
latinoamericanas va mucho más allá de asegurar la restauración de formas políticas congruentes con los
principios fundamentales del régimen democrático. Aparte de eso, los nuevos gobiernos deben también
demostrar que la democracia es una herramienta eficaz para asegurar la transformación social y la
construcción de una sociedad más justa. (Boron, Atilio 1999)
Por su parte, Wim Dierckxsens advierte sobre los límites de una ciudadanía en un capitalismo sin
fronteras: “la ciudadanía, en términos objetivos depende en una economía de mercado de la inclusión o
no de los seres vivos en las relaciones de mercado. De ello depende a su vez la identificación de los
ciudadanos con la sociedad en la que viven. Esta ciudadanía y esta identificación de desarrollan y
modifican conforme la misma sociedad sufre cambios. La integración del mercado a nivel planetario y
la absolutización del mercado como alternativa al Estado Intervencionista Social y como solución total
de la historia, implican una ciudadanía sin intervención de Estado, osea, una ciudadanía que depende
exclusivamente de las reglas del mercado. Esla era de la sociedad civil que se regula vía relaciones de
mercado”(Dierckxsens, Wim 1998, pág. 140)
José Nun sostiene acerca de democracia y ciudadanía: “inexorablemente y contra lo que postula la
separación neoliberal entre la economía y la política, el presente y el futuro del trabajo y de los
trabajadores constituye una parte esencial de cualquier debate serio sobre la democracia en América
Latina, pues de ellos depende que esta pueda sostenerse, como corresponde, en una mayoría de
ciudadanos plenos” (Nun, José. 2000, pág. 169)
4
Más profundamente, y pertinente para un abordaje más específico, el mismo autor desarrolla el
insalvable antagonismo entre capitalismo y la democracia por los condicionantes estructurales que el
primero ejerce sobre el segundo. (Borón, Atilio 2000).
Sin dudas esta modelo de democracia acotada no provee de los suficientes canales de participación
popular que se necesitan para que la sociedad pueda tener mayor incidencia en la definición de
determinadas políticas. Al respecto, Nun sostiene que la reconstrucción del estado y la ciudadanía
requiere que se estimulen y multipliquen formas diversas de democracia directa, como las consultas
populares, el presupuesto participativo o la revocatoria de mandatos. Éstos son modos de
democratización que relacionan al ciudadano con el gobierno. Además deben foemntarse otros de
índole horizontal y descentralizadosentre los ciudadanos mismos, a nivel de las organizaciones de la
sociedad civil y de los movimientos sociales que en ella germinan. (Nun, José. 2000, pág.172)
La búsqueda de una democracia más participativa, requiere traspasar los límites de una democracia
real, hoy como dijimos limitada a las garantías del estado de derecho, y avanzar hacia una nueva
institucionalidad capaz de englobar los fundamentos de una democracia política, una democracia social
y una democracia económica.
Crisis de representación
Como consecuencia de la aplicación de las políticas neoliberales, asegura Borón, se ha debilitado hasta
grados extremos la integración social y disuelto los lazos colectivos y la trama de solidaridades
preexistente. También las tradicionales estructuras de representación colectiva de los intereses
populares se encuentran en crisis. Partidos y sindicatos pierden su eficacia reivindicativa y su
credibilidad social absorbidos por las tendencias del capitalismo neoliberal. El vaciamiento de la
política, crecientemente convertida en un suceso massmediático y en la cual la televisión reemplaza al
ágora, convierte a los partidos en simples sellos de goma privados de toda capacidad de convocatoria y
movilización; y la flexibilización laboral y la progresiva informalización de los mercados de trabajo
destruye de raíz los fundamentos mismos de la acción sindical. (Boron, Atilio 1999)
Ante esto, el “sálvese quien pueda” aparece como el fruto de una estrategia que el neoliberalismo
impuso a las clases populares, que entonces abdicando de toda pretensión solidaria, de todo esfuerzo
colectivo de organización y representación. Es la pulverización del mercado trasladada a la arena
política y a las negociaciones obrero-patronales, en donde el poderío de los monopolios es
inconmensurablemente mayor que el de la miríada de débiles actores que, desorganizadamente y de
manera egoísta, tratan de encontrar una “solución individual” a los rigores de la explotación.
Desde la perspectiva de Basualdo, en esta crisis fue determinante la cooptación por parte del poder
económico de dirigentes políticos y sociales. En términos gramscianos el autor habla de
“transformismo” de la dirigencia. Esto, sumado al aniquilamiento de referentes sociales durante las
dictaduras, produjo un descabezamiento de las clases populares, cuyos representantes sindicales (al
menos un gran sector) colaboraban con las reformas de ajuste y las privatizaciones. En tanto, los
partidos políticos que representaban a las mayorías homogeneizaron su discurso y sus prácticas,
despegándose en algunos casos de su tradición ideológica (Basualdo, Eduardo. 2002).
En el caso de Argentina, la crisis de representación política llegó a su punto más alto en las jornadas del
19 y 20 de diciembre de 2001. A partir de la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rua se
esparció por el país una fuerte demanda popular: “que se vayan todos”, y se multiplicaron las
experiencias organizativas que proponían herramientas de democracia directa. Pero sobre esto nos
ocuparemos más adelante.
5
Como producto de esta crisis, como emergentes de las reformas neoliberales y sus enormes
consecuencias ya analizadas, en la segunda mitad de la década de los 90 en Latinoamérica un
heterogeneo conjunto de movimientos sociales protagonizan un sostenido incremento de la protesta
social. Resulta ciertamente difícil analizar este ciclo de protestas sin entender que el mismo se inscribe
en el campo de fuerzas constituído a partir de las transformaciones resultantes del proceso de
implantación del neoliberalismo en nuestros países. A partir del punto siguiente desarrollaremos
algunas características de sus reivindicaciones.
El nuevo ciclo de protestas y sus emeregntes sociales
A lo largo de la segunda mitad de la década de los 90 se despliega en América Latina un nuevo ciclo de
protestas sociales particularmente orientadas al cuestionamiento del modelo neoliberal. Vale señalar
como despertar de este ciclo al levantamiento zapatista de principios de 1994.
Este ciclo de protestas aparece claramente reflejado en el incremento de la conflictividad social.
Ciertamente, esta profundización de la conflictividad social expresa la doble crisis que cuestionaba al
régimen neoliberal: la crisis económica de carácter recesivo que parece extenderse a nivel regional e
internacional y la crisis de la legitimidad que el mismo pareció conquistar aún de manera inestable en
la primera mitad de la década.
Es importante volver a señalar la relevancia del alzamiento zapatista en enero de 1994 como referencia
temporal de inicio del nuevo ciclo de protestas. A la luz de los movimientos de protesta que se
desplegaron con posterioridad en la región, vale destacar, entre otros, tres elementos premonitorios
presentes en la experiencia zapatista: el componente indígena del movimiento que reactualizó el debate
en torno a los derechos de los pueblos originarios de América Latina; su interpelación planetaria y
universal al modelo civilizatorio neoliberal y el llamado de atención acerca de las consecuencias
económico-sociales provocadas por los acuerdos de libre comercio, a través del cuestionamiento a la
implementación del NAFTA que entró en vigencia el mismo día del levantamiento ocurrido en la selva
Lacandona
Si hasta fines de la década de los ochenta el conflicto asalariado keynesiano-fordista (y particularmente
el conflicto industrial) constituyó uno de los ejes destacados de la conflictividad social en la región, las
transformaciones estructurales en la economía y el impacto sobre los mercados de trabajo inducidos por
el modelo de financiarización económica parecen haber disminuido (aunque no eliminado) el peso
relativo de los sindicatos de asalariados como sujetos privilegiados del conflicto. El modelo de
reprimarización económica y la centralidad que en este contexto le cabe a los procesos de
reestructuración agraria en la región reasigna un peso cualitativo destacado a los movimientos
indígenas y campesinos.
Por su parte, la dinámica del conflicto asalariado se expresa con mayor profundidad fundamentalmente
en el sector público, donde aparece ligada a los efectos de las políticas de reforma y privatización de la
esfera pública que se inscriben en la profundización de las políticas neoliberales ortodoxas, en
particular la puesta en práctica de paquetes de ajuste fiscal exigidos y negociados por los gobiernos con
los organismos internacionales
Así, la región latinoamericana aparece atravesada por diferentes confrontaciones sociales de
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significación nacional. A manera de ejemplo podemos mencionar a la “Guerra del agua” cochabambina
y las luchas del movimiento cocalero en el Chapare boliviano, a los levantamientos indígenas
impulsados por la CONAIE en Ecuador en 1996 y en 2000 que culminan en ambos casos con la caída
de los gobiernos, a la emergencia y extensión del movimiento de trabajadores desocupados en
Argentina, a las iniciativas de ocupaciones de tierras masivas de carácter nacional organizadas por el
Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil, a las movilizaciones campesinas en Paraguay
que habrán de jugar un rol importante en la caída del presidente Cubas Grau, a las intensas protestas
sociales en Perú (particularmente la experiencia de la Frentes Cívicos regionales) que signarán el fin
del régimen de Fujimori y, claro, a la larga marcha del movimiento zapatista (Seoane, José y Taddei,
Emilio 2000)
Este incremento de la protesta social en Latinoamérica se desarrolla de manera casi simultánea al
crecimiento de la luchas en otras regiones del planeta (particularmente en Europa y, en menor medida,
en América del Norte y Asia), procesos que están a la base de la constitución de lo que los medios de
comunciación masiva bautizaron como movimiento “antiglobalización” o “globalifóbicos” o, para
decirlo en términos de sus impulsores, del movimiento antimundialización neoliberal.
La articulación de estos movimientos sociales es un fenómeno que aparece sobre finales de los 90 y se
consolida a partir de la realización desde enero de 2001 en el Foro Social Mundial de Porto Alegre. El
estudio de esta intersección es complejo porque es grande la diversidad de estos movimientos y porque
es dudoso si esa diversidad se puede reconducir a un concepto o a una teoría sociológica únicos. Lo
cierto es que esa diversidad también es un elemento aglutinante en la medida en que la diversificación
de las consecuencias de las políticas neoliberales abarcó a diferentes colectivos. Por lo tanto, indígenas,
ambientalistas, desocupados, feministas, homosexuales o campesinos, confrontan contra un mismo
modelo mundializado.
Pero hay más en común, la consolidación, emergencia y extensión durante la segunda mitad de la
década de los noventa de movimientos sociales coexiste con características organizativas, formas de
lucha, inscripciones identitarias, conceptualizaciones de la acción colectiva, entendimientos en relación
al poder, la política y el Estado que sin dudas presentan particularidades que los distinguen de los
movimientos precedentes.
Conflictividad y clases
Para Mouriaux y Béroud, definir el concepto de movimiento social con la ambición de entenderlo en su
forma contemporánea consiste en proponer un abordaje de la problématica de las luchas sociales. En
este sentido, la definición será distintiva en un doble sentido: en su esfuerzo de confrontación con las
teorías existentes, y en la propia construcción del objeto que propone. (Mouriaux, René y Béroud,
Sophie 2000)
Avanzar en la construcción del objeto significa proponer un abordaje de la problemática de las luchas
sociales en curso, dando cuenta del carácter concreto, complejo y multidimensional del proceso mismo
e intentando identificar las características convergentes como así también las particularidades
divergentes que resultan del vasto campo geográfico de análisis.
Al analizar las formas concretas que asume el antagonismo de clase nos encontramos con movimientos
sociales, con agrupamientos colectivos, con un complejo reticular de organizaciones sociales, prácticas
de lucha, referencias identitarias. Este sujeto complejo no puede ser entendido como mera expresión de
determinaciones de clase; pero dar cuenta de su especificidad histórico-concreta nos exige entender su
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constitución inscripta en un marco de relaciones objetivas de explotación. Es emtonces en el conflicto
donde se constituyen permanentemente estos sujetos colectivos..
Los sujetos, según el historiador marxista inglés E.P. Thompson, tienen experiencia de su condición de
explotación y opresión histórico-concreta, la misma se expresa tanto en el sufrimiento como en la
lucha. Lo que nos propone Thompson entonces, podríamos decir, es pensar los condicionamientos
estructurales desde el sujeto, o para decirlo con el sentido correcto, en el análisis de las formaciones de
las clases aparecen, y debemos dar cuenta de, las relaciones estructurales de explotación. (Meiksins
Wood, Ellen 2000)
Es por ello que las transformaciones estructurales neoliberales deben ser pensadas como campos de
relaciones de fuerza de los cuales dan cuenta y se inscriben los procesos de lucha y la emergencia de
los colectivos sociales. En ruptura con algunas visiones economicistas entendemos por estas
transformaciones, no sólo a aquellas que distinguen al ámbito de las relaciones económicas o
productivas sino al conjunto de las relaciones sociales. En otras palabras, sin caer en determinismos, la
forma que asume la emergencia del nuevo ciclo de protestas y movimientos resulta ininteligible sin
hacer referencia a dichas transformaciones.
Si tomamos lo anterior como punto de partida, como elemento central, podríamos comprender que las
distintas formas de opresión que se presentan en el nuevo ciclo de protestas (de género, ambientales,
étnicas, etc) se ven atravezadas por las condiciones socioeconómicas y culturales impuestas por el
modelo neoliberal.
Desde esta perspectiva, el concepto de movimiento social no sólo debe inscribirse en el contexto
sociohistórico específico bajo análisis sino que también nos remite, lejos de toda visión
homogeneizante, a una identidad inestable, compleja, provisoria y contradictoria que no sólo delimita
un afuera/adentro sino que también nos remiten a un proceso de tensiones y luchas en su interior.
Este punto nos lleva en el próximo apartado al abordaje crítico de la llamada escuela de los nuevos
movimientos sociales (NMS).
Lo nuevo y lo viejo: crítica a la escuela europea
A finales de la década de los setenta y durante los años ochenta la discusión en torno a los movimientos
sociales se vio nutrido por numerosas contribuciones que, desde el campo de la sociología, señalaron el
surgimiento de “nuevos movimientos sociales” (NMS). Dichas reflexiones y debates intentaron dar
cuenta de la aparición de “nuevos” sujetos de la protesta en momentos en que el sistema mundial
entraba en una profunda fase de transformaciones económicas y sociales que significaron la derrota, el
reflujo y el debilitamiento de numerosos procesos de resistencia social.
En muchos casos las formulaciones teóricas de autores europeos como Touraine, tuvieron una
importante repercusión académica en América Latina. Los aportes teóricos sobre los NMS dieron
lugar en Latinoamérica a numerosas investigaciones y estudios de caso que asumieron esta perspectiva
teórica. Es por ello que resulta interesante volver críticamente sobre sus premisas y postulados en
momentos en que los movimientos sociales latinoamericanos presentan un renovado dinamismo.
Como señala Gohn, el punto de partida de la reflexión de muchos de estos autores fue la formulación
de una crítica a los esquemas interpretativos del paradigma marxista tradicional y a las teorías de la
lógica racional y estratégica de los actores. Postulando en muchos casos la superación del antagonismo
8
capital/trabajo (y de las formas de explotación inherentes a esta relación social) y el pasaje a la
sociedad post-industrial, se avanzó hacia la construcción de un modelo interpretativo de la acción
colectiva basado en la cultura y en el cual el análisis de los actores reposa sobre las acciones y la
identidad colectivas de los mismos. Frente a lo que Touraine consideraba un debilitamiento de la
sociología clásica, postuló la necesidad de una sociología de la acción basada en nociones de modelos
culturales y movimientos sociales que conciban a las clases como actores ubicados en conflictos y no
en contradicciones. Es por ello que propone entender el concepto “movimiento social” como el
conjunto de acciones conflictivas tendientes a transformar las relaciones de dominación ejercidas sobre
los recursos culturales. Esta escisión entre conflicto y contradicción parece constituir un obstáculo
teórico para entender al primero como una manifestación (cuyas expresiones varían históricamente) de
las contradicciones de las sociedades capitalistas (Gohn, Maria da Glória 2000 pp. 121-132.)
El esfuerzo de inteligibilidad y explicación realizado por los teóricos de los NMS acerca de las
transformaciones en las formas de la acción colectiva (sujetos, prácticas reivindicativas) opera
realizando un desplazamiento de la matriz teórica del debate sobre los contenidos y significados de la
acción colectiva en el capitalismo contemporáneo a la luz de los cambios de las formas de dominación
y del Estado. El debate se centra esencialmente en el carácter fenomenológico de la acción colectiva,
relegando o evacuando la discusión en torno a la pertinencia y vigencia de los mecanismos de
explotación y dominación.
Este mecanismo interpretativo pareciera ser poco apropiado para comprender las protestas de los
asalariados del sector público en el contexto latinoamericano y su convergencia con otros sectores
sociales en defensa de derechos sociales universales. Estos procesos de convergencia en la acción
colectiva entre movimientos de asalariados y otros movimientos sociales son ejemplos del
enriquecimiento y la complejización de la protesta contemporánea. No existen, por tanto, “nuevos”
movimientos sociales contrapuestos a un “viejo” movimiento sindical, sino más bien a experiencias
donde lo “nuevo” y lo “viejo” coexisten en el seno de cada movimiento y se resignifica en la ejercicio
concreto de la lucha social. Las nuevas prácticas atraviesan también a los movimientos sindicales y
muestran que sus realidades, en numerosos casos, distan mucho de una institucionalización de los
mismos, de una pasiva aceptación del orden neoliberal por parte de estos, o lisa y llanamente de su
desaparición. La presencia en el escenario de la protesta sindical de movimientos de desocupados (que
como veremos más adelante se reconocen como trabajadores desocupados) parece ser un ejemplo de la
resignificación del conflicto asalariado tradicional a la luz de las transformaciones en el mercado de
trabajo.
Una observación similar podría hacerse en el caso de los movimientos campesinos cuyas prácticas y
luchas contra los modelos de explotación en el campo aparecen resignificadas y potenciadas a la luz de
nuevos desafíos planteados por los procesos de reestructuración agraria en la región y por las nuevas
formas de dominación que los mismos suponen. El ejemplo de la lucha contra los transgénicos que
parece cobrar importancia en los cuadernos de reivindicaciones de muchos movimientos campesinos y
que potencia las convergencias con sectores urbanos no refiere sólo al problema de la “calidad de vida”
o a valores “post-materialistas” sino que aparece también íntimamente vinculado a la denuncia de un
modelo de capitalismo agrario basado en la sobreexplotación y pauperización de franjas crecientes del
campesinado y de pequeños productores.
Otro ejemplo claro: las luchas indígenas en países del área andina que adquieren una gran politización.
Si bien las mismas presentan un componente identitario fuerte, esta reafirmación del mismo no puede
separarse del cuestionamiento más general al proceso de dominación encarnado por el modelo de
capitalismo neoliberal, que afecta en un doble nivel a las comunidades originarias: en el plano
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económico (sectores más pauperizados) y en el plano político (negación de los derechos políticos y
ciudadanos) (Seoane, José y Taddei, Emilio 2003).
En defenitiva estamos hablando de movimientos simultáneamente sociales, políticos, económicos y
culturales. .Efectivamente, los emergentes sociales a los que nos referimos alcanzan una dimensión
política y económica portadora de un nuevo orden social y un nuevo orden democrático.
Algunos aspectos comunes
Raúl Zibechi entiende que tres grandes corrientes político-sociales nacidas en latinoamérica, conforman
el armazón ético y cultural de los grandes movimientos: “las comunidades eclesiales de base vinculadas
a la teología de la liberación, la insurgencia indígena portadora de una cosmovisión distinta de la
occidental y el guevarismo inspirador de la militancia revolucionaria”. Estas corrientes de pensamiento
y acción convergen, según el autor, dando lugar a un enriquecedor “mestizaje”, que es una de las
características distintivas de los movimientos latinoamericanos.
Hasta la década de 1970 la acción social giraba en torno a las demandas de derechos a los estados, al
establecimiento de alianzas con otros sectores sociales y partidos políticos y al desarrollo de planes de
lucha para modificar la relación de fuerzas a escala nacional.
Hacia fines de los noventa fueron ganando fuerza otras líneas de acción que reflejaban los profundos
cambios introducidos por el neoliberalismo en la vida cotidiana de los sectores populares. Los
movimientos más significativos (Sin Tierra y seringueiros en Brasil, indígenas ecuatorianos,
neozapatistas, guerreros del agua y cocaleros bolivianos y desocupados argentinos), pese a las
diferencias espaciales y temporales que caracterizan su desarrollo, poseen rasgos comunes, ya que
responden a problemáticas que atraviesan a todos los actores sociales del continente. De hecho, forman
parte de una misma familia de movimientos sociales y populares.
A continuación, sintetizamos una serie de características comunes a estos movimientos.de acuerdo al
enfoque de Zibechi.
Existe un fuerte arraigo en espacios físicos recuperados o conquistados a través de largas luchas. Es la
respuesta estratégica de los pobres a la crisis de la vieja territorialidad de la fábrica y la hacienda, y a la
reformulación por parte del capital de los viejos modos de dominación. El resultado, en todos los países
aunque con diferentes intensidades, características y ritmos, es la re-ubicación activa de los sectores
populares en nuevos territorios ubicados a menudo en los márgenes de las ciudades y de las zonas de
producción rural intensiva.
Los actuales movimientos están promoviendo un nuevo patrón de organización del espacio geográfico,
donde surgen nuevas prácticas y relaciones sociales. La tierra no se considera sólo como un medio de
producción, superando una concepción estrechamente economicista. El territorio es el espacio en el que
se construye colectivamente una nueva organización social, donde los nuevos sujetos se instituyen,
instituyendo su espacio, apropiándoselo material y simbólicamente.
Otra de las características comunes en estos movimientos es que buscan la autonomía, tanto de los
estados como de los partidos políticos, fundada sobre la creciente capacidad de los movimientos para
asegurar la subsistencia de sus seguidores. Los comuneros, los cocaleros, los campesinos Sin Tierra y
cada vez más los piqueteros argentinos y los desocupados urbanos, están trabajando de forma
consciente para construir su autonomía material y simbólica.
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Existe en estos movimientos una capacidad para formar sus propios intelectuales. La lucha por la
escolarización permitió a los indios manejar herramientas que antes sólo utilizaban las elites, y redundó
en la formación de profesionales indígenas y de los sectores populares, una pequeña parte de los cuales
se mantienen vinculados cultural, social y políticamente a los sectores de los que provienen. En
paralelo, sectores de las clases medias que tienen formación secundaria y a veces universitaria se
hundieron en la pobreza. De esa manera, en los sectores populares aparecen personas con nuevos
conocimientos y capacidades que facilitan la autoorganización y la autoformación.
Los movimientos están tomando en sus manos la educación y la formación de sus dirigentes, con
criterios pedagógicos propios a menudo inspirados en la educación popular. En este punto, llevan la
delantera los indígenas ecuatorianos que han puesto en pie la Universidad Intercultural de los Pueblos y
Nacionalidades indígenas –que recoge la experiencia de la educación intercultural bilingüe en las casi
tres mil escuelas dirigidas por indios–, y los Sin Tierra de Brasil, que dirigen 1.500 escuelas en sus
asentamientos, y múltiples espacios de formación de docentes, profesionales y militantes. Poco a poco,
otros movimientos, como los piqueteros, se plantean la necesidad de tomar la educación en sus manos,
ya que los estados nacionales tienden a desentenderse de la formación. En todo caso, quedó atrás el
tiempo en el que intelectuales ajenos al movimiento hablaban en su nombre.
El nuevo papel de las mujeres es otro rasgo común. Mujeres indias se desempeñan como diputadas,
comandantes y dirigentes sociales y políticas; mujeres campesinas y piqueteras ocupan lugares
destacados en sus organizaciones. Esta es apenas la parte visible de un fenómeno mucho más profundo:
las nuevas relaciones que se establecieron entre los géneros en las organizaciones sociales y
territoriales que emergieron de la reestructuración de las últimas décadas.
Las formas de organización de los actuales movimientos tienden a reproducir la vida cotidiana, familiar
y comunitaria, asumiendo a menudo la forma de redes de autoorganización territorial. Las formas de
acción instrumentales de antaño, cuyo mejor ejemplo es la huelga, tienden a ser sustituidas por formas
auto afirmativas, a través de las cuales los nuevos actores se hacen visibles y reafirman sus rasgos y
señas de identidad. Las “tomas” de las ciudades de los indígenas representan la reapropiación, material
y simbólica, de un espacio “ajeno” para darle otros contenidos. La acción de ocupar la tierra representa,
para el campesino sin tierra, la salida del anonimato y es su reencuentro con la vida. Los piqueteros
sienten que en el único lugar donde la policía los respeta es en el corte de ruta y las Madres de Plaza de
Mayo toman su nombre de un espacio del que se apropiaron hace 25 años (Zibechi, Raúl 2003).
El elemento común a estos movimientos que motivó esta investigación es la demanda por una
ampliación democrática que les otorgue herramientas concretas de participación en la toma de
decisiones colectivas. Pero cuando hablamos de participación popular, lo hacemos en un sentido más
amplio. En el próximo apartado revisaremos dos experiencias regionales en este sentido.
Participación popular. Dos experiencias regionales
La participación popular, al menos en el sentido en el que la definimos en este trabajo, encuentra
además de las herramientas de una democracia participativa como el presupuesto participativo o la
consulta popular, un espacio no ligado únicamente a lo institucional.. En este sentido, hablamos de
participación de la sociedad civil en la organización sectorial y colectiva en torno a determinadas
demandas o acciones autogestionarias. Este último aspecto esta ligado a una de las características ya
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mencionadas de estos movimientos: su pretensión de autonomía respecto al estado. Es decir que desde
un punto de vista, los movimientos sociales sostienen, y de hecho es un firme reclamo como veremos
en las entrevistas finales, una serie de demandas de ampliación democrática y de mayor participación
en la toma de decisiones colectivas o, para decirlo en términos de Nun, de ciudadanía plena. Pero
además el hecho de organizarse como movimiento social ya es en esencia un modo de participación
popular.
El zapatismo y la democracia
El zapatismo emerge a la luz pública en el levantamiento iniciado el primero de enero de 1994, en el
que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) –encabezado por el Comité Clandestino
Revolucionario Indígena (CCRI)- ocupa diferentes municipios y ciudades de Chiapas y declara la
guerra al Gobierno Federal. La movilización de la sociedad civil mexicana (e internacional) contra una
resolución militar del conflicto habrá de transformar al zapatismo en un “ejército que lucha por derrotar
la guerra”. Cuando la teoría del “fin de la historia” se expandía y el neoliberalismo alcanzaba su
apogeo, surgió entonces como un grito comienzo del movimiento mundial contra la globalización
neoliberal.
Sostiene Ana Esther Ceceña que la zapatista es una insurrección armada de palabra y de fuego. “Sus
fusiles supieron callar las balas para dejar salir los pensamientos”. Es la búsqueda de nuevas formas de
hacer política que, a la vez que le devuelvan su sentido ético, restablecen el ejercicio de la politicidad
natural e inherente a todo colectivo social.
La ampliación democrática fue y es para el EZLN una bandera fundamental. Su concepción de la
democracia no solo se expresa en demandas de ciudadanización para los pueblos indígenas, relegados
de toda forma de inclusión política, sino se extiende hacia los límites de una democracia que debe ser
también económica y social.
Democracia es defender y construir un proyecto que se centrara en los derechos de los pueblos indios,
con respeto a su autonomía y dignidad, a sus tierras y territorios, a su cultura y costumbres y a su
participación y representación en el Estado nacional. El proyecto se inscribió en una demanda general
de transición a la democracia que la inmensa mayoría de los mexicanos exige, y que incluye a los
pueblos indios como actores políticos con plenos derechos (González Casanova, Pablo 2001).
La propuesta de crear un mundo donde quepan todos los mundos es otro modo de denotar el contenido
de la democracia que construyen los zapatistas todos los días. Es una democracia de iguales distintos
sin jerarquías, es la democracia del consenso y no de las mayorías, la democracia de todos.
Su concepción de la lucha, de la política y de la revolución permite construir un horizonte de esperanza
que revalora lo sencillo y lo esencial y dota de un nuevo contenido las palabras. La transparencia entre
una práctica apegada a los sentidos del pensamiento y la resignificación del horizonte de lucha
atendiendo a las modalidades actuales de la explotación y la dominación, de las relaciones de poder y
sumisión, otorga a los zapatistas una autoridad moral que contrasta con el descrédito e ilegitimidad del
resto de las instituciones e instancias de representación social.
Su discurso habla de un mundo de respeto en el que las diferencias afloren y debatan pero no se
sometan, en el que la igualdad sea la diferencia, en el que, por primera vez, se reconocen todas las
formas de la dominación y todos los caminos de la emancipación.
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El zapatismo propone construir desde abajo, consultando, buscando nuevas formas de participación de
todos. Para esto es necesario avanzar, pero al ritmo del más lento, para que nadie se quede sin
participar. Piensan en representar, no en suplantar, en mandar obedeciendo, toda una definición de la
política y la democracia (Harnecker, Marta. 2002)
La lucha en contra de la dominación, para el zapatismo, supone la eliminación de todo tipo de
relaciones de poder. No se busca cambiar un poder por otro sino establecer una sociedad distinta en la
que el acto de gobernar recaiga en la comunidad como un todo: El problema del poder, agrega Ceceña,
es central para el zapatismo, lo mismo que para los otros movimientos revolucionarios, sólo que se
asume de manera muy distinta. Para crear un mundo nuevo no se requiere “la toma del poder” sino la
abolición de las relaciones de poder; no el uso de la fuerza sino el de la democracia. El poder
comunitario se construye, no se impone.
La discusión sobre el poder representa la síntesis de un nuevo pensamiento revolucionario,
correspondiente con la fragmentación y atomización de la modalidad neoliberal de organización de la
sociedad.
La diversidad de los explotados, y más de los dominados, obliga a repensar sobre las vanguardias,
sobre el carácter privilegiado de los obreros industriales y sobre la pertinencia de una organización de
los revolucionarios que reproduzca las jerarquías y las relaciones estamentarias propias de la
organización capitalista. Para el zapatismo, oponer al poder capitalista organizado la dictadura del
proletariado es reproducir las normas sociales en un sentido inverso bastante dudoso.
La construcción del mundo nuevo no se alcanza conquistando una meta (la toma del poder). El discurso
zapatista no contempla metas sino horizontes, no busca realizar el gran acontecimiento, La Revolución,
sino vivir un proceso permanente de creación del mundo nuevo practicando la democracia como
cultura del respeto a la otredad. (Ceceña, Ana Esther).
El MST y la participación solidaria
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra es sin dudas el movimiento social más poderoso
de América Latina. Está integrado fundamentalemnte por pequeños campesinos y asalariados rurales.
Se trata de un movimiento campesino diferente a los tradicionales. En primer lugar porque la lucha de
masas que promueve no se limita al caracter corporativo o sindical, porque entiende que los objetivos
que persigue – no sólo la tierra, sino instrumentos para trabajarla, educación, salud y otras
transformaciones de la vida campesina – sólo se conseguirán cambiando las condiciones de la sociedad.
Se ha convertido, por esto, en uno de los movimientos aglutinantes en la lucha contra el neoliberalismo.
Otro elemento distintivo es que incorpora en sus actividades y luchas a toda la familia, no sólo al
hombre. En el MST la mujer y los niños ocupan lugares muy destacados. Además reúne en su seno no
sólo a trabajadores rurales, sino también a toda persona que quiera sumanrse a la lucha por la reforma
agraria. .
Uno de los principios fundamentales del MST es la dirección colectiva, evitando cargos que
personalicen el poder. Otro importante es la división de tareas, valorando la participación de todos y
evitando centralismos y personalismos. Los asentamientos del MST son presentados como semillas de
la futura sociedad solidaria que se desea construir, donde la técnica este al servicio del hombre y no el
hombre al servicio de la técnica.
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EL MST no sólo lucha contra el latifundio, sino también contra la ignorancia. El movimiento atiende
todos los niveles de educación. Partiendo desde la Educación Popular y convencido de que un
movimiento sólo perdura cuando forma a sus propios cuadros, ha creado varias escuelas de formación
de cuadros, tanto políticos como técnicos.
El MST comprende además que sin alianzas amplias a nivel nacional e internacional no se podrá
detener el avance del neoliberalismo. Por eso es un gran impulsor de grandes movilizaciones como el
plesbiscito sobre la deuda externa, la lucha contra el ALCA, los transgénicos, lo que ha permitido una
alianza con movimientos de campesinos de todo el planeta. En este mismo sentido es uno de los
moviminetos impulsores del Foro Social Mundial de Porto Alegre. (Harnecker, Marta. 2002)
La experiencia del MST en la lucha por la reforma agraria en el Brasil nos remite a una territorialidad
social, no una concepción físico-geográfica del territorio, sino la cristalización de relaciones sociales.
Este aspecto subraya el carácter socioterritorial del MST a partir del proceso de ocupación de la tierra.
Territorializarse significa desarrollar un proceso de lucha y de conquista de la tierra que se da por
medio de la ocupación de las propiedades que no cumplen con su función social. En la perspectiva de
este movimiento la lucha por la tierra conduce a la territorialización porque al conquistar un
asentamiento se abren nuevas perspectivas para la conquista de otro nuevo y para generar un proceso
de resocialización que remite a través de las experiencias de producción cooperativa y autogestiva al
concepto de producción y reproducción de la vida. E MST concibe la conquista de un asentamiento
como una oportunidad para una nueva conquista que permite un nuevo proceso de resocialización de
los asentados . Es en este sentido es un movimiento socioterritorial. (Stedile, Joao Pedro y Mançano
Fernándes, Bernardo 2000).
Algunas herramientas de participación popular
El Presupuesto Participativo.
La experiencia de Porto Alegre
La idea de Presupuesto Participativo en la ciudad de Porto Alegre comenzó con la campaña por parte
del Partido de los Trabajadores para la intendencia de 1988. Aquel programa de gobierno proponía
democratizar las decisiones de la nueva gestión a partir de consejos populares. El objetivo era permitir
que cada ciudadano pudiera intervenir en la creación de políticas públicas.
La propuesta se apoyaba mucho más en principios generales de la Comuna de París y de los soviets que
en las experiencias recogidas en la realidad local. El criterio era realizar una transferencia de poder
hacia la clase trabajadora organizada. Con eso sería gradualmente sustituída la representación política
tradicional, originada en las urnas, por una democracia directa.
Algunos autores reconocen hoy que aquella primera iniciativa due un tanto simplista y se alejaba de las
reales condiciones y límites del municipio. La realidad indicaba que a pesar dela masiva participación
popular, no se podían satisfacer todas las demandas al mismo tiempo, y esto iba restando concurrencia
en la medida que no se veían inmediatos resultados. Entonces con la participación de delegados del
Presupuesto participativo y luego de una dura negociación con el Consejo Deliberante se pudo
sancionar la primera reforma tributaria que posibilitó aumentar la capacidad recaudadora del
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municipio. Esto posibilitó llevas a cabo las primeras obras demandadas por la comunidad y eso se
tradujo al año siguiente en mayor participación.
En la periferia de la ciudad, los dirigentes más identificados con el “clientelismo” y con el ejercicio de
las influencias personales fueron quedando sin audiencia y empezarona cambiar sui comportamiento.
Los plenarios del Presupuesto Participativo son precedidos por un conjunto de informaciones
transmitidas por las asociaciones comunitarias, periódicos barriales y panfletos especialmente
distribuídos por el municipio. Jamás fue estimulado por la gran prensa privada, sujeta a sus intereses
empresariales y políticos. La primera etapa del plenario es la acreditación de cada uno de los
participantes. Todo plenario es precedido por cierta tención política, existen contradicciones entre los
propios liderazgos de la región donde se realiza, quienes disputan un papel más efectivo en el proceso.
La lista de los oradores es finalmente acordada por consenso.
Es importante destacar que el Presupuesto Participativo exige que se tenga la intensión de construir
procesos solidarios y cooperativos, de lo contrario se establece una lógica de competencia y de “sacar
ventaja”, de ganar a cualquier precio, generando procesos de exclusión.
La población de Porto Alegre entendió que existen problemáticas cuya resolución desbordan los límites
del municipio. Que determinadas problemáticas estructurales dependen de políticas macroeconómicas
que se impulsan desde ámbitos nacionales o provinciales. Que, por esto, es necesario imcorporar estas
demandas a las luchas más generales del pueblo por las transformaciones estructurales.
Luego de varios años de implementación del Presupuesto Participativo en Porto Alegre, lo que en un
principio era puro requerimiento, pura demanda, pura necesidad, ha ido cambiando cualitativamente a
través del proceso participativo y adquiriendo naturaleza política, haciendo del individuo un ciudadano.
Es importante señalar que este proceso de democracia directa tiene el mérito de no excluir, sino
valorizar la democracia representativa. Los ámbitos legislativos siguen funcionando con las mismas
atribuciones. En todo caso, se trata de un proceso de cogestión, fruto de la combinación de la
democracia directa efectuada por la población por medio del Presupuesto Participativo y la democracia
representativa donde la población elige a sus representantes en la intendencia y el consejo deliberante
(Genro Tarzo y de Souza Ubirotón. 1998).
Potencialidad
Afirma Cludio Lozano que la herramienta del Presupuesto Participativo plantea una nueva concepción
de la economía, el Estado y la democracia. Desmonta así el economisismo que naturaliza los procesos
sociales y que presenta a la realidad como gobernada por leyes que parecen inmodificables y sólo
discutible por quienes poseen un “natural” saber técnico.
El Presupuesto Participativo que incluye las demandas y necesidades de la comunidad como criterio de
construcción de la matríz presupuestaria, demuestra que la participación y organización comunitaria
pueden incidir en la dirección de la economía y en la asignación de los recursos.
Esta herramienta aporta además al debate acerca de la crisis del Estado, desde una dimensión
superadora entre las viejas concepciones del Estado de Bienestar y las propuestas de fuga de toda
responsabilidad pública que plantea el paradigma neoliberal. Esto se da a partir de la construcción de
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un área pública no estatal que actúa como control sobre el ejercicio de la autoridad del Estado y como
sustento de las decisiones que son centrales para el interés público.
Revoluciona además la idea de democracia al demostrar que el efectivo ejercicio de la misma exige la
implementación de estrategias que permitan la presencia permanente del consenso comunitario.
Una de las riquezas del Presupuesto Participativo es la democratización de las relaciones entre el
Estado y la sociedad. Esta experiencia rompe con la visión tradicional de la política en la que el
ciudadano limita su participación política al voto.
Por esto, es necesaria la creación de un Movimiento por el Presupuesto Participativo, capaz de luchar
por su efectiva implenmentación en distintos municipios o provincias y concientizando acerca de su
real potencialidad democratizadora.
Luego de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y la caída del entonces Presidente De la Rúa,
en algunos puntos de Argentina comenzaron a implementarse experiencias de Presupuesto
Participativo. Muchos de estos ejemplos surgieron como parte de las estrategias de las élites políticas
para preservar cierta legitimidad en un contexto de enorme crisis de representación política. Este rasgo
originario limitó en gran medida el alcance real y efectivo de esta herramienta, la cuál se transformó en
determinados casos en una parodia de la participación, que solo afianzó el poder de los punteros
partidarios. Pero hay casos que requiren un mayor seguimiento en tanto proceso social y político. Uno
de ellos es el caso del Presupuesto Participativo en la intendencia de Rosario, Provincia e Santa Fe,
segundo centro urbano del país. Allí el Partido Socialista gobierna desde 1989 con un marcado espiritu
de impulso a la participación de la ciudadanía. Un ejemplo alentador es el respaldo colectivo, vía
Presupuesto Participativo, a una mayor inversión en la fábrica comunal de medicamentos, que provee
de medicina gratuita, inclusive aquella de alta complejidad. Este y otros casos requerirían de un
seguimiento detallado y excede los alcances de esta investigación.
La consulta popular y el plesbicito
A pesar de estar comtemplada la herrramienta de la consulta popular en la Constitución Argentina a
partir de su reforma de 1994, la representación política tradicional en crisis no ha hacho uso de la
misma. La consulta popular y el plesbicito vinculante es sin dudas un fuerte instrumento de
participación popular y de ensanchamiento democrático
El caso del FRENAPO
.Hacia mediados de 2001 el Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO), que integraban diversas
organizaciones sociales, políticas, gremiales y de derechos humanos, realizó por todo el país la
denominada marcha contra la pobreza. A partir de ella, se convocaba a la población a expresarse en una
consulta popular por la implementación de un seguro de empleo y formación. La propuesta, elaborada
en conjunto por estos sectores, se planteaba terminar con el hambre en Argentina a partir de resolver el
enorme problema del empleo que atravieza la población argentina. Sus pilares iban mucho más allá que
el otorgamiento de planes sociales, habitualmente utilizados para la práctica clientelista y de escasa
efectividad para resolver el problema de fondo.
La premisa era generar un shock redistributivo a partir de la aplicación de este seguro, y rediscutir el
tema del reparto de la riqueza en Argentina. Además, en este sentido se específicaban desde que
partidas presupustarias deberían salir los recursos para su implementación.
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La marcha contra la pobreza recoorió el país explicando esta propuesta y convocando a una consulta
popular, a realizarse en diciembre de ese año para someterla a la voluntad popular. Finalmente, y sin el
respaldo del Ejecutivo y con sólo algunos apoyos legislativos y municipales, se realizó la consulta
popular en la que más de tres millones de argentinos se manifestaron a favor del seguro de empleo y
formación.
Finalmente, al no ser convocada por las instituciones y no tener carácter vinculante, la consulta popular
no tuvo el respaldo del poder político. Más allá de ello, representó una importante experiencia de
participación ciudadana y una buena señal acerca del grado de aceptación colectivo que posee esta
fuerte herramienta. Pocos días más tarde, el 19 y 20 de ese mismo mes, la sociedad encontró otros
canales de expresión de sus reclamos.
Autoconvocados contra el ALCA
El 10 de octubre de 2003 comenzaron en la Ciudad de Buenos Aires las actividades de difusión de las
Primeras Jornadas de Consulta Popular sobre el ALCA, la Deuda y la Militarización.
Un variado conjunto de organizaciones y movimientos autoconvocados, desde distintas perspectivas,
prácticas y rincones de Argentina lanzaron una campaña amplia y abierta en defensa de la Vida y la
Soberanía y en contra del ALCA -el Área de Libre Comercio de las Américas- Estos Movimientos han
tomado la decisión de convocar a una Consulta Popular para que todos los y las habitantes del país
puedan informarse y pronunciarse al respecto.
Las primeras jornadas de Consulta se realizaron del 20 al 26 de noviembre coincidiendo con el Día de
la Soberanía Nacional así como también con la reunión ministerial de negociación de este
proyecto.(Miami,20-21denoviembre).
El comunicado para la consulta expresa entre otras cosas que “Argentina, como América Latina y el
Caribe todo, se debate entre la violencia del hambre y la esperanza de reconstruir un país donde la
dignidad humana, la justicia social y ambiental, la solidaridad y la integración entre pueblos hermanos,
sean realidad. Pero mientras millones de nosotros luchamos por el pan de cada día y un futuro para
todos y todas, otros buscan avanzar nuevos proyectos de saqueo, sometimiento y muerte”
De esa manera, los movimientos sociales interpretan al ALCA. No es motivo de esta investigación
adentrarnos en los detalles de dicho proyecto continental, pero queda claro que, de implementarse, se
profundizaría la dominación estadounidense sobre el resto de los países de la región. “El ALCA
amenaza nuestra vida y futuro. Profundizará la entrega del país a manos cada vez más concentradas y
ajenas y someterá la soberanía de la Nación a los intereses de las empresas transnacionales. El ALCA
significará, además, mayor endeudamiento externo, más condiciones por parte del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial e, incluso, la introducción de tropas e instalaciones militares de
EE.UU.”.
El papel de la participación popular a partir de la herramienta de la consulta es asumida por los
movimientos sociales como un ámbito en el que se pueden definir rumbos políticos. ”Hagamos oír
nuestra voz. Impulsamos todos juntos el esclarecimiento, el debate y el pronunciamiento ciudadano
contra el empobrecimiento y el saqueo y en defensa de nuestra Vida y Soberanía. Con los pueblos de
todo el hemisferio, que avanzan en este mismo sentido, reclamamos además al gobierno que informe y
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consulte a la sociedad, antes de continuar negociando el ALCA, pagando una Deuda Externa ilegítima
e injusta y permitiendo el ingreso de fuerzas militares extranjeras”.
En esta construcción se rescata firmemente el valor de la diversidad de sectores sociales unidos tras
estos objetivos comunes. “Convocamos a todas las mujeres y hombres del país, a los jóvenes y a los
mayores, a todas las organizaciones sociales, políticas, religiosas, culturales, de derechos humanos,
personalidades de diversas áreas del quehacer nacional, a organizar y participar, del 20 al 26 de
noviembre, en las primeras jornadas de consulta popular sobre el ALCA, la deuda y la militarización”.
Finalmente la Consulta Popular cumplió las expectativas de las organizaciones convocantes. Millones
de argentinos se pronunciaron públicamente y mostraron no solo su rechazo en términos políticos a un
proyecto de las características del ALCA, sino que, al igual que en la Consulta Popular convocada por
el Frente Nacional contra la Pobreza por el Seguro de Empleo y Formación, también reflejaron la
voluntad popular de participar en la definición de políticas públicas.
Esquel y la maldición del oro
Recostada en la cordillera de los Andes, en la Patagonia argentina, la apacible ciudad de Esquel
comenzaba a vivir la mejor temporada turística en toda su historia. Y entonces llegó la maldición del oro.
La empresa Meridian Gold, de capitales canadienses y estadounidenses, anunció la pronta puesta en
marcha de una gigantesca mina de oro a cielo abierto apenas a ocho kilómetros de Esquel. La empresa
proponía utilizar 180 toneladas de cianuro al mes, moler millones de toneladas de rocas y realizar
diariamente tres grandes explosiones con dinamita.
La Cooperativa de Esquel, que abastece de agua y electricidad a la población, advirtió acerca de los
riesgos que este emprendimiento ocasionaría: su vertiente de agua potable está a escasos 5 kilómetros de
la mina y sus letales desechos químicos amenazaban la salud de la población.
La noticia corrió de boca en boca y una sorpresiva marcha de 4 mil personas, lo que equivale a una
manifestación de millón y medio de personas en Buenos Aires, recorrió las calles de Esquel gritando
"no a la mina".
Meridian Gold contraatacó con una ofensiva publicitaria prometiendo 400 puestos de trabajo directos y
más de mil indirectos, asegurando además que utilizará un nuevo sistema de minería que minimiza los
riesgos de daño al medio ambiente.
Evidentemente los argumentos de la empresa, firmemente respaldada por el gobierno provincial del
Chubut y el intendente no convencieron a los esquelinos, que protagonizaron otras tres marchas masivas
contra la mina pidiendo, además, que se vayan del gobierno sus socios políticos.
saber que luego de un mes de vacaciones el Concejo Deliberante de Esquel estaba reunido para tratar
otros asuntos, una espontánea manifestación de vecinos rodeó la legislatura y atosigaron a gritos a los
ediles, quienes finalmente, en un sorpresivo cambio de actitud, convocaron a un plesbicito para decidir
el tema y declararon a Esquel zona libre de cianuro.
Al
Los esquelinos afirmaban que lo que se perderá ahuyentando el turismo y la producción de agricultura
orgánica es mucho más que los 400 puestos de trabajo que ofrecía la mina. Que además la mina en pocos
años se irá cuando el oro acabe, dejando atrás un paraíso contaminado para siempre. Y que el problema
más grave no es el cianuro, sino que se removerán toneladas de metales pesados del subsuelo que no se
diluyen y provocan la acidez de la tierra y la muerte de la vegetación.
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En marzo de 2003, más del 80 % de la población de Esquel manifestó su rotundo “no” a la explotación
minera en un plesbicito vinculante con un alto grado de participación y compromiso colectivo. La
movilización popular que se desató desde la primera marcha encontró así un canal de expresión
efectivo y articulador de las organizaciones y movimientos que participaron.
Perspectivas de participación popular en Argentina. Debates y obstáculos
A partir de entrevistas en profundidad con integrantes de movimientos sociales de Argentina podemos
acercarnos hacia la visión que tienen acerca de la participación popular. Esto implica conocer qué
entienden por participación popular, qué lugar ocupa este tema en su cuerpo de demandas y que
obstáculos y potencialidades encuentran en herramientas como el presupuesto participativo o la
consulta popular.
El movimiento obrero: Central de Trabajadores Argentinos
En 1992, diversos sectores se organizan en contraprtida a las políticas de ajuste neoliberal abaladas por
el gremialismo tradicional y en reclamo por una forma democrática de organización sindical. Así, dejan
de formar parte de la CGT (Confederación General del Trabajo) y constituyen el Congreso de los
Trabajadores Argentinos. En 1996 deciden dejar de funcionar como Congreso y se organizan como
Central. Desde su inicio, las organizaciones que fundan la CTA se propusieron la constitución de una
experiencia sindical diferente, que tuviera como característica central la autonomía respecto del Estado,
los partidos políticos, los empresarios y los gobiernos. Considerando que el viejo modelo sindical
sostenido por su dependencia del poder político y su grado de complicidad con el poder económico, no
sirve para canalizar las demandas de sus representados ni defender sus conquistas e intereses (OSAL
2002)
Se trata de una central sindical de extensión nacional que agrupa tanto a los trabajadores activos, como
a los trabajadores jubilados, sin empleo, autónomos y cuentapropistas. Reúne, de esta manera, no
solamente gremios y otras organizaciones de tipo sindical, también a movimientos sociales, entre los
cuales se incluyen movimientos barriales o territoriales, campesinos, de mujeres, y jubilados, entre
otros.
La Central de Trabajadores Argentinos (CTA) concibre a la participación como uno de sus pilares. Así,
rompa con la forma tradicional de organización del movimiento gremial en Argentina, vinculado a
estructuras burocráticas y a un fuerte distanciamiento entre los trabajadores y la dirigencia.
Cada afiliado de CTA elige directamente a sus representantes. No sólo eso, pueden afiliarse todos los
que lo deseen, ya que no es necesaria estar en el mercado formal para sindicalizarse. Muchos de sus
afiliados no tienen empleo y forman parte del importante movimiento de desocupados en Argentina, y
muchos son trabajadores informales, precarizados o “en negro”.
Estas características, presentes desde el surgimiento de la Central, reflejan un elemento distintivo: el
impulso a la participación popular y democrática de todos los trabajadores. Al respectro señala Claudio
Lozano, director del instituto de Estudios y Formación de CTA “La sola existencia de la CTA supone
una demanda de participación, en tanto que lo que está implícito en su conformación y constitución es
entender que se requería abrir un espacio organizativo que potenciara la organización de los
trabajadores para estar en capacidad de pelear su lugar dentro de la sociedad, para poder discutir el
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destino que esa sociedad tiene y el lugar de ellos dentro de la misma. En realidad nace la central sobre
la base de considerar que las formas tradicionales de organización de los trabajadores, en el marco
sindical, no resolvían ni garantizaban la posibilidad de que los trabajadores participen”.
En consecuencia, un primer elemento importante de participación se vincula con “un diseño de
organización buscando restituir, en el marco de la organización, lo que régimen económico y social
actual genera, que es el desempleo, trabajadores ilegales que quedan por fuera de cualquier instancia
organizativa. Consecuentemente el planteo de la afiliación directa, busca restituir la condiciones de
participación, una intervención para los trabajadores que han sido expulsados del circuito formal en el
territorio de la economía; y que, por lo tanto, los deja fuera del ejercicio de derechos elementales que
tiene que ver con su propia existencia”.
Un segundo elemento en este sentido se expresa en “el hecho de haber incluido el voto directo de los
trabajadores, y no por las vías de un congreso o por definición por parte de las organizaciones que
integran la CTA, es otra iniciativa concreta que alude al papel que tiene potenciar la participación de
los trabajadores en las decisiones. El trabajador desocupado vota exactamente igual que el trabajador
ocupado, tenga o no representación organizada dentro de la CTA, su vota vale igual.
El otro mecanismo que la CTA demuestra en su diseño, en el que se apuesta a la construcción de una
experiencia participativa es “la idea de que ésta es una central de trabajadores y no de sindicatos. Lo
cual quiere decir que el sindicato es una de las formas por las cuales pueden organizarse y participar los
trabajadores, pero no es la única. La novedad de la etapa y de la sociedad en la que estamos es que
puede y debe haber múltiples formas de participación y de organización en los sectores populares que
integran el universo del trabajo para que efectivamente los trabajadores estén incluidos”.
La CTA, explica Lozano, contempla la demanda de participación como parte de la estrategia general
que propone como modo de organización de la sociedad. Esto significa, en primer lugar, una propuesta
de cambio de la matríz distributiva en nuestro país. Para que este punto sea posible es necesario contar
con la suficiente autonomía nacional. Pero nada de esto se lograría sin un tercer principio: “la
posibilidad de hacer todo eso, depende de la profundización del proceso de democratización, dentro del
cual incorporamos por un lado el hecho de que es muy difícil que se pueda garantizar la construcción
de una sociedad que promueva la igualdad si uno no permite mecanismos que potencien la
participación de los trabajadores. Por eso es que propusimos modos nuevos para que ellos intervengan.
Y por el otro lado, es difícil pensar la posibilidad de una sociedad que promueva la igualdad si no hay
mecanismos que potencien la participación de la comunidad en la asignación de los recursos”.
A propósito de mecanismos que potencien la participación popular, Lozano concibe al presupuesto
participativo como “una de las herramientas que recomendamos para la discusión presupuestaria en
término locales y provinciales, e incluso en la construcción del presupuesto nacional. Además que, el
hecho de haber instalado el tema del presupuesto participativo, después de conformarse un movimiento
donde participaron múltiples organizaciones, se ha logrado que hoy este instrumento haya sido tomado
de diversos modos en distintos lugares, con mayor o menor seriedad, pero que implica un avance
cualitativo en la discusión”.
Claudio Lozano plantea finalmente la relación entre la representación y las herramientas de democracia
directa “Si la idea de representación es un mecanismo para garantizar la ausencia de los representados,
la democracia participativa confronta con la idea de representación. Si lo que uno está discutiendo es
un esquema en donde las representaciones potencian la presencia de los representados a la hora de las
decisiones lo que hace este tipo de mecanismos de democracia directa es potenciar y fortalecer ese
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sistema de representación. Y, en algún sentido, para nosotros la inclusión de la democracia directa tiene
que ver con asumir que, ser capaz de dotar a la sociedad de mecanismos que garanticen la regulación
pública, exige prácticas políticas que excedan el objetivo histórico que ha tenido por lo general la
práctica política que es el ocupamiento del aparato estatal”. Y añade “el punto de referencia principal
de la conducción política es la sociedad y no el ocupamiento del aparato estatal, el cual sirve si permite
que la sociedad se manifieste a la hora de las decisiones. Y la virtud de presupuesto participativo es que
todos los años la sociedad tiene la posibilidad de decidir cuáles son sus necesidades y qué es lo
importante para ella en términos políticos”.
El movimiento de derechos humanos
La lucha por la vigencia y el respeto a los derechos humanos tiene una fuerte presencia en Argentina
desde la última dictadura. Los organismos de familiares de desaparecidos jugaron desde entonces, y
fundamentalmente por esos años, un papel importante en la vida política nacional. Desde la cruda
denuncia en soledad durante los años dictatoriales, hasta las exigencias de justicia desde la
recuperación de la democracia en 1983, los organismos de derecvhos humanos fueron incorporando
demandas de otros sectores al interior del movimiento y lograron que demandas propias se expandieran
al resto del campo popular.
Por esto, Narareno Brazo, sociólogo e integrante de H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia,
contra el Olvido y el Silencio) que agrupa a hijos de desaparecidos, exiliados y presos políticos de la
última dictadura, afirma respecto al papel central de este movimiento en el contexto de los
movimientos sociales en Argentina: “plantearon una forma de participación distinta a la que venía
existiendo. En general la participación se daba a través de partidos, de organizaciones estudiantiles,
sindicales o barriales que de una u otra manera implicaban cierta formación, un compromiso diferente
al que comienzan a tener los organismos de derechos humanos, que surgen específicamente a partir de
demandas concretísimas que es el tema de la violación aberrante de derechos humanos durante una
dictadura, entonces se vuelca ahí la participación de gente que de otra manera no lo hubiera hecho. Por
ejemplo el caso de la Madres y de la Abuelas de Plaza de Mayo; o de familiares que de repente
tuvieron que salir a manifestarse reclamando por sus familiares, cuando antes de eso quizás estaban en
contra de cualquier idea política. Uno de los aportes fue eso, poner sobre la mesa que la participación
era realmente ciudadana, no una cuestión de un grupo que tenía tiempo, objetivos muy claros o que
tenía reivindicaciones del tipo económico, sino que el tema de los derechos humanos iba con márgenes
más amplios, del respeto a la vida, algo más general”.
çEs así como hoy el movimiento de derechos humanos participa del reclamo de otros movimientos. Un
salto cualitativo en el cuerpo de sus reclamos fue la incorporación de demandas de tipo
socioeconómicas “fueron adoptando ciertas posturas que hicieron que se tomaran definiciones, y quizás
los organismos de derechos humanos están más relacionados hoy con lo que es la política alternativa,
con los nuevos movimientos como el de los piqueteros”. En esta expansión de demandas fue
importante la asimilación, por parte del movimiento, del periodo dictatorial no solo como fase represiva
sin antecedentes en el país, sino también como proyecto económico, la génesisi del neoliberalismo, que
comenzaba a implementarse y que requería de aquel genocidio para llevarlo a cabo.
La participación para el movimiento de derechos humanos tiene central importancia. El caso de los
escraches de la agrupación H.I.J.O.S. es un buen ejemplo. La falta de justicia respecto de los crímenes
cometidos durante la dictadura llevaron a la búsqueda de una “condena social”. El escrache es la
denuncia de la impunidad a partir de dar a conocer el lugar donde vive cada represor, el cargo que
ocupó en esos años y los crímenes que se le atribuyen. Desde el movimiento se organiza el escrache
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con la participación de los vecinos de cada barrio donde viven los genocidas y de otros movimientos
sociales. Para Nazareno Bravo, los organismos de derechos humanos “fueron capaces de entender que
si el reclamo no se generalizaba, si no se hacía común, no dejaba de ser una protesta mínima. En ese
sentido, siempre se ha apelado desde lo discursivo y desde las acciones a la participación. Son ejes muy
claros que quedan en estos organismos, el hecho de que la justicia no se consigue con que 50 personas
vayan a peticionar, si no que tiene que ser un reclamo ciudadano”.
Los organismo de derechos humanos han logrado articular con otros movimientos y sumarse a otros
reclamos. Sucedió con la consulta popular por el seguro de empleo y formación, formando parte del
Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) o su participación en Autoconvocados contra el ALCA
que plantea también una consulta popular. Pero además: “hay organizaciones como las Asociación de
Madres de Plaza de Mayo que tienen una vinculación directa con una parte del movimiento piquetero,
es decir que hay una vinculación de formación, de intercambio de experiencias. Otros organismos,
como HIJOS, han tenido otras experiencias. Hay regionales que han logrado vincularse estrechamente
con organizaciones sindicales, como en Córdoba, y otros que de alguna manera tienen un rechazo hacia
todo lo que tenga que ver con la “vieja política”, con organizaciones verticales, con los partidos
políticos tradicionales, como es el caso de Capital Federal. En Mendoza hemos intentado vincularnos
en general con parte de la gente que se moviliza, ya sea movimiento de desocupados o estudiantil”
Finalmente la participación en el caso de H.I.J.O.S. tiene otra particularidad: su organización
horizontal. No tiene estructuras jerárquicas y las discusiones políticas al interior de la organización
favorecen la participación de todos sus integrantes y la búsqueda de definiciones a partir del consenso.
El movimiento de trabajadores desocupados
El movimiento de desocupados es, quizás, el más heterogeneo a su interior. Las distintas
organizaciones piqueteras conciben la participación popular de diversos modos. Esto se debe a que por
lo general reproducen las diferencias de la izquierda partidaria argentina en la medida en que varias de
estas organizaciones responden a determinadas estructuras político – partidarias.
Aún así, a partir de las entrevistas realzadas, podemos encontrar elementos comunes en esta diversidad.
Por lo general la participación popular está ligada a la organización territorial, a la intervención de los
vecinos desocupados en reclamos de trabajo digno, planes sociales o alimentos según el caso.
Alejandro Orellana, referente del Movimiento Barrios de Pié en Mendoza afirma que: “nacimos a partir
del reclamo por necesidades básicas insatisfechas, dadas en el ámbito nacional por la aplicación,
fundamentalmente en los 10 años del menemismo, del modelo neoliberal, que excluyó a una gran parte
de la población, masiva cantidad de gente desocupada, gran porcentaje de la población por bajo la
pobreza extrema. Fundamentalmente lo que a nosotros nos aglutina, el eje de organización es el
reclamo por esto”.
En varios casos hay un duro cuestionamiento a la maneras en que se distribuyen los palnes sociales por
parte del gobierno. Esto lleva a que desde gran parte del movimiento se apele a “experiencias de micro
emprendimientos, proyectos productivos para plantearnos otra salida, de medidas a mediano plazo.
Esta para generar independencia de los planes”. En el mismo sentido, Vicente Antolín, integrante del
Centro de Trabajadores Desocupados, uno de los sectores que guarda mayor independencia de las
estructuras partidarias y gremiales afirma que “no debíamos caer en la trampa de los sectores de poder,
que era “quedar peleandos” sólo por plan social, si no que debíamos dar un salto, un avance en el
objetivo del centro. Fue así que empezamos a impulsar emprendimientos productivos”.
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Así, el movimiento piquetero se plantea salir de la inmediatez del reclamo, igualmente necesario por la
urgencia, y avanzar hacia la construcción de poder popular. Dice Orellana: “poder popular va de la
mano de la participación real, lo que implica ser parte en la toma de decisiones, sino no existe la
participación. Generar este poder es con que se den experiencias de autogobierno en los lugares que
estamos. Cuando el compañero del barrio deje de depender del puntero por recibir un bolsón de
mercadería, cuando comienza a construir su propia experiencia de organización”. Más claramente:
“esto no significa dejar de demandarle al gobierno sus obligaciones, pero ya los criterios de demanda
son propios, no del gobierno. En el futuro esto es crear la democracia participativa, que las leyes, las
iniciativas políticas surjan de los vecinos, de la comunidad, no solamente del grupo que gobierne”
Como vemos, el movimiento de desocupados empieza así a demandar una democracia más
participativa en busqueda de mayor incidencia popular en la toma de decisiones. Pero esta demanda
quizás no hubiera surgido sin una instancia previa de participación en el barrio: “si les preguntás antes
de empezar a participar en la organización, la democracia era ir a votar, se podía opinar cuando los
políticos venían al barrio en época de campaña y les podían tirar los reclamos sobra la mesa y nada
más. Después de recorrer el camino hasta donde estamos hoy, se empieza a comprender que
democracia es decidir entre todos, que los que gobiernan tienen que hacer lo que se decide en el
barrio”.
En este sentido, los CTD muestran claridad en la búsqueda de mecanismos de democracia directa: “el
movimiento nos ha dejado como experiencia y resultante una democracia directa, donde todos
participan en las decisiones, en la elaboración y distribución. Ese es el país que nosotros anhelamos en
el futuro. Somos concientes que hay que ir paso a paso. Actualmente tenemos una democracia
representativa, que en 25 años ha demostrado que no ha resuelto los problemas del país y que debemos
avanzar hacia situaciones de democracias más directas, hacia una democracia participativa con
aspectos que hagan a la democracia directa, a la participación directa de los trabajadores y de la
ciudadanía en su conjunto. Ese es el objetivo al que aspiramos y que surge de la misma experiencia, no
de concepciones ideológicas, de haber participado y decidido en conjunto, y no nos ha ido mal.
Además nos deja como enseñanza que es posible, con una democracia participativa, más directa,
avanzar en lograr o torcer el rumbo del país”.
A la hora de analizar herramientas concretas de participación, se reivindica desde el movimiento
piquetero a la consulta popular, de hecho han participado varias organizaciones de desocupados en las
experiencias del FRENAPO y Autoconvocados contra el ALCA. Para Barios de Pié “una de las
herramientas es la consulta popular, referéndum, una de las más importantes a la hora de tomar
decisiones de interés para el país, la generación de política creada desde abajo hacia arriba. Estas
pequeñas experiencias en el barrio, en un futuro el objetivo es trasladarlas a la construcción de una
democracia participativa”. Pero, al menos hasta ahora, el presupuesto participativo inplementado a
medias en algunos municipios, no logra incentivar la participación de los sectores piqueteros. Esto
obedece en parte a que “.si no nos ha llegado esa información a nosotros es porque evidentemente no se
ha hecho bien. Como iniciativa es fundamental para empezar a discutir otro proyecto, otra forma de
gobernar u otra forma de participar realmente. Es interesante porque se empieza a discutir entre los
vecinos cómo se gasta la plata que es de todos: en qué iniciativas, en qué áreas, en qué lugares, a qué se
la prioridad: a poner más policías en la calle o a generar mejores condiciones y mejores escuelas para
los chicos. Pero lamentablemente no se ha aplicado bien, encontrás las trabas de los aparatos en cada
departamento que son muy fuertes. Con esto dirigentes y con ésta democracia, con estas leyes no se
puede llevar adelante todavía”.
El movimiento de mujeres
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La participación popular en el movimiento de mujeres tiene, al igual que en el resto de los movimientos
analizados, características propias ligadas al tipo de demanda y de organización, pero encuentros y
similitudes respecto al resto de los movimientos.
Es casi una obviedad que para el movimiento de mujeres la participación este asociada a una mayor
injerencia de la mujer en ámbitos de decisión y discusión. Karina Ferraris, psicóloga e integrante de la
Red de mujeres solidarias manifiesta que “trabajan puntualmente en las reivindicaciones del género,
que tienen que ver principalmente con la equidad, la igualdad de oportunidades. En eso están tanto las
reivindicaciones de las mujeres, como las que hacen al movimiento feminista, y se meten allí también
las que tienen que ver con la elección de objeto sexual, hay un avance en el hecho de incorporar esto
último, lo cual también genera discriminación y desigualdades”.
Pero de ninguna manera se agota allí la amplitud del reclamo. La participación de estos movimientos se
conecta con otros reclamos y articula con otros movimientos: “irrumpieron en la escena pública y en el
espacio político, comunitario y demás, un montón de mujeres, que incluso son mayoría en los
movimientos sociales. No es casualidad que 8 de cada 10 centros piqueteros estén conducidos por
mujeres, que las cooperadoras las hayan incorporado. Con esto se empieza a ver una participación en
las reivindicaciones puntuales, que tal vez no tienen que ver con las reivindicaciones de género, pero si
en las problemáticas generales y particularmente en los movimientos de resistencia, que se han nutrido
de mujeres”.
Sucede que desde el movimiento de mujeres la lucha por reivindicaciones de género no se explica sin
las demandas por un proyecto político y social inclusivo: “el desafío de quienes formamos parte de la
lucha de género es no perder de vista ninguna de las dos. Hablábamos que a la izquierda se le había
perdido la lucha de género, que para un proyecto de país tenía que tener una perspectiva de género, sino
vamos a reproducir ciertas desigualdades que se supone que queremos evitar. Por lo tanto no es una
cosa o la otra, no viene una primero y la otra después, deberían ir de la mano”.
Al momento de realizar estas entrevistas, el movimiento de mujeres se aprestaba a generar la
participación de la ciudadanía en un pronunciamiento colectivo por la aprobación de la ley de
contracepción quirúrgica, esto es, ligadura de trompas y basectomía gratuitas en hospitales públicos.
Con este objetivo, realizaron desde la red de mujeres solidarias charlas informativas en zonas habitadas
por sectores bajos, juntaron firmas y contaron con la colaboración y compromiso de otros movimientos
como el gremial, estudiantil, de desocupados y algunos poartidos políticos. La síntesis de demandas era
muy clara: derechos a decidir y, apartir de ello, mejores condiciones socioeconómicas.
Reflexionaba finalmente Ferraris: “ahora hay más participación, más organización, pero no alcanza
con eso. En un país en donde hay 18 millones de pobres hay que generar canales de participación para
las grandes mayorías, no para minorías. Hay que seguir en este camino de generarla, y no hay un solo
instrumento para hacerlo, hay una historia de lucha y la vamos a analizar como pueblo argentino”.
El movimiento de campesinos
Los movimientos sociales en el ámbito rural en Argentina reúnen algunas particularidades respectos de
otras experiencias de la región. En general no alcanzan el grado de organización ni de relevancia en el
escenario político nacional como Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil o el
Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de México. Quizás la experiencia del MOCASE
(Movimeinto de Campesinos de Santiago del Estero), sin duda el de mayor tradición de lucha en el
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país, y aquellas organizaciones nucleadas en la Federación Agraria, son los movimeintos de mayor
presencia en áreas rurales.
Las demandas son homologables a las de los movimientos campesinos más importantes de la región. Se
trata de la lucha por la tierra, pero además por aquellos derechos escenciales para la subsistencia.
Marizuli Garcia, integrante de una de estas organizaciones afirma sobre este punto: “nuestros sueños
están basados en la realidad de nuestras luchas cotidianas que surgieron hacen unos años en relación a
la tenencia de las tierras en distintos lugares de la provincia. A partir de esta necesidad tomamos
relación con otros problemas cotidianos como los de la educación, la salud, la falta absoluta de
cobertura social en el campo, y la gente se organiza para luchar por esas reivindicaciones”. En otras
palabras: “creemos en la importancia absoluta de la tenencia de la tierra en manos de los campesinos,
es un requisito indispensable para proyectarnos, pero la historia no se termina allí; tiene que ser la
herramienta para luego luchar por la reivindicaciones que tienen que ver con los Derechos Humanos en
su totalidad, con los derechos a la vivienda, a la educación, a la salud en el campo”
Al igual que la mayoría de los movimientos sociales analizados, la cuestión de la demanda de
participación se ha convertodo en un eje central desde la misma organización del movimiento:
“creemos que sin democracia participativa no podemos llevar a cabo nuestro proyecto que tiene que ver
con una calidad de vida superior en el campo, y para nosotros eso es una lucha concreta; difícil porque
en el campo siempre hemos sufrido la exclusión, no hemos tenido la posibilidad de participar, no tenés
acceso a la educación, ni siquiera al pueblo cercano. Entonces esto de democracia participativa siempre
es un gran desafío, que solamente lo concretamos a partir de las experiencias y de la luchas cotidianas.
El gobierno no ha extendido a las áreas rurales algunas herramientas de participación directa que,
aunque aún implementadas irregularmente, representan una forma de poner en discusión las decisiones
colectivas. De igual modo, existe una conciencia de la importancia de la participación como única
manera de llevar a cabo sus objetivos como organización: “creo que la conciencia de la gente en
relación a los derechos, al protagonismo, a decidir y a elegir su propio destino. Que tiene que ver con
que nadie va a llevar nada resuelto ni de regalo al lugar donde vivimos”
Como sucede con los más grandes movimientos rurales de la región, las organizaciones campesinas en
Argentina logran articuar con otros sectores sus demandas. Un ejemplo es el reclamo conjunto con los
organismos ambientalistas por la no proliferación de transgénicos o con el movimiento de mujeres por
la situación de género en áreas rurales. “Creemos que nuestros males vienen de el mismo lugar que
vienen los de los otros sectores de la sociedad, entonces queremos compartir con los demás esos
pensamientos, esas realidades para poder saber de dónde venimos y a dónde vamos para poder
modificar esto”.
El movimiento asambleario
Las asambleas surgen en los últimos días de diciembre de 2001 y a lo largo de enero de 2002 como un
intento de organizar la furia popular expresado espontáneamente en los llamados "cacerolazos". Las
jornadas de lucha callejera de entonces evidenciaron la potencia de Ia movilización de millones de
personas que reaccionaban ante una crisis sin precedentes de toda la sociedad argentina. Lo que
emergía con mayor virulencia era la bancarrota del Estado y sus instituciones representativas, extendida
a los tres poderes propios de la organización republicana.
En ese sentido, la motivación más evidente para la creación de las asambleas fue de tipo
tradicionalmente político-. se cuestionaba a las formas del poder, en primer lugar al gobierno ejecutivo
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-que no pudo soportar la presión-, pero inmediatamente también a los poderes legislativo y judicial,
vistos con perfecta intuición como conniventes con el ejecutivo. La consigna que expresaba este
múltiple cuestionamiento era la de "que se vayan todos", coreada por millones desde las primeras
jornadas del alzamiento popular.
Paulina, integrante de la asamblea de San Telmo define la génesis del movimiento como “la demanda
de mayor participación popular en la propia gente que forma la asamblea, ese es su criterio. Los que
participamos somos los vecinos del barrio, que nos une una práctica política y que tiene que ver con la
no delegación, ese es el punto de partida la demanda de mayor participación popular en la propia gente
que forma la asamblea, ese es su criterio. Los que participamos somos los vecinos del barrio, que nos
une una práctica política y que tiene que ver con la no delegación, ese es el punto de partida.
.
Cuando se comienza la construcción de las asambleas en la mayoría de los casos desde la nada, en unos
pocos en base a grupos de "vecinos" autoconvocados ya organizados desde antes-, se hace evidente que
la crisis de la sociedad argentina no se limitaba a las formas institucionales del poder, a los mecanismos
con que supuestamente se representaba la voluntad popular, sino que abarcaba todos los ámbitos de la
sociabilidad, a todo el sistema de socialización, a todos los aspectos de la vida social y del imaginario
de los argentinos.
Pronto se haría claro que esa caracterización de "clase política" era instrumentalmente eficaz, pues
permitía volver contra ella toda la furia contenida ante la impresionante degradación de las condiciones
de vida. Sin embargo la propia práctica de las discusiones comenzó a evidenciar que los verdaderos
factores de dominación en la sociedad argentina no reposaban en esa supuesta "clase política" sino en
el poder económico, cuyo núcleo sólo "gerencialmente" estaba constituido por actores argentinos ya
que lo formaban los bancos extranjeros, las empresas productivas y distributivas transnacionales y los
grupos -también foráneos- que se habían hecho cargo de los principales servicios públicos.
Este aprendizaje, que implicaba el hacer conscientes intuiciones que estaban en la mayoría, puso a los
integrantes de las asambleas ante sus verdaderas tareas: inducir cambios en el poder político -como se
logró en diciembre de 2001 con la caída del presidente De la Rúa-, o incluso forzar cambios en la
administración de justicia. Las asambleas, que habían surgido al impulso de una reacción política,
fueron inevitablemente conformándose como organismos sociales, que desde esa condición "hacían
política", sí, pero una política que por necesidad debía ser radicalmente distinta.
En este aspecto, las asambleas barriales seguían el curso que desde hacía algunos años habían adoptado
los piquetes de trabajadores desocupados: partiendo de su base local, territorial si se quiere,
comenzaban a cuestionar el poder en función de comprender que debían ellos mismos hacerse cargo de
su existencia si es que querían sobrevivir. Puestas ante esa tarea, las asambleas se encuentran con el
desolador panorama de la desarticulación social, que había alcanzado tal grado que casi podría hablarse
de disolución. El proceso iniciado en 1976 había arrasado con el entramado de organizaciones
trabajosamente construido hasta entonces: habían prácticamente desaparecido las juntas vecinales, las
asociaciones de fomento, las bibliotecas populares, los clubes harriales, las actividades parroquiales, las
sociedades mutuales y cooperativas. En medio del páramo de la organización y representación social,
lo único que subsistía eran los sindicatos y los partidos políticos, a los que los asambleístas
consideraban corno inútiles --cuando no contrarios- a cualquier empresa de resistencia al
aniquilamiento y de reconstrucción social.
Con resistencias en algunos, con la intuición de la necesidad en otros -los más "vecinos", los más
ligados al medio territorial-, las asambleas han ido de a poco asumiendo esta situación y el hecho de
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que deben encarar simultáneamente todas las tareas que antes cumplían los organismos que han
desaparecido. La solidaridad se hacía necesaria para subsistir; de allí que tantas asambleas hayan
instrumentado compras comunitarias de alimentos o hayan organizados ollas populares en sus zonas de
influencia. Dice Paulina:”lo que hacemos de la ollas populares, los emprendimientos, es justamente
trabajar desde este lugar muy difícil que es el de la no delegación, es el lugar que a nosotros nos da la
gente del barrio, de ser nosotros los que detentamos un poder. Es quebrar con viejas estructuras y con
viejas prácticas que tenemos incorporadas todos, desde la gente que viene a comer acá a la olla, la que
participa de los emprendimientos y nosotros como asambleístas, entre los que hay una diferencia”. En
cuanto organismos sociales conscientes de los problemas inmediatos --en tiempo y espacio--, las
asambleas no se centraban en la forma tradicional de "hacer política" sino que reinventaban la política
en sentido amplio, como búsqueda del bien común.
La mayoría de los asambleístas no han participado de las reuniones del Presupuesto Participativo.
Consideran que no se ha implementado correctamente, que no convocan a los vecinos en gral y que
estan “manejados” por punteros. Aún así lo valoran como una herramienta potencialmente renovadora.
Sebastían, estudiante de Letras sintetiza toda una definición: “la asamblea no es una cuestión de mayor
participación, sino de redefinir las formas de hacerlo, es cualitativo”.
Miguel, imprentero y activo miembro de la asamblea de Caballito afirma que “el tipo de organización
que se trata de defender es la horizontalidad es un cuestionamiento profundo a la democracia
representativa. Como ideal, lo que queremos es trasladar la forma de democracia que hay en la
asamblea al barrio, a la sociedad, etc. Yo me inclino más al trabajo del día a día, a lo cotidiano, al
barrio. Está la necesidad de multiplicar estos movimientos, agrandar las asambleas”. El camino es el de
la horizontalidad organizativa, el de la autonomía con respecto a los partidos políticos y el Estado, el de
la participación igualitaria de cada ciudadano, de esos ciudadanos que prefieren llamarse "vecinos"
porque rechazan -a veces hasta grados exasperantes- las antiguas formas de nombrar a los agentes y
relaciones políticas. Miguel agrega al respecto “el que se vayan todos expresa más un deseo, porque no
tenemos la fuerza para decir andate! Creo que ahora ese deseo hay que llenarlo. Ahora significa, en esta
asamblea, una distinta forma de hacer política, de trabajo; y lazos distintos que nos van a dar una fuerza
y una lucha diferente. El que se vayan todos, ahora no es salir con una olla a la calle, si no que implica
un trabajo despacio y lento, conocernos a nosotros, vincularnos. Hay que construir un movimiento, con
los partidos, sin ellos o a pesar de ellos”.
Conclusiones
Es fundamental anclar el ciclo de protesta social abierto en los años 90 y el desarrollo de movimientos
sociales en Latinoamerica durante este periodo, en el contexto de la aplicación de políticas neoliberales
en la región. Las consecuencias desastrozas de estas políticas se amplificaron en diversos campos de la
vida humana y produjeron la emergencia y el desarrollo de movimientos de gran heterogeneidad pero
con una clara búsqueda de articulación.
Como clara consecuencia del diluvio neoliberal, las democracias de la región no alcanzaron un claro
desarrollo social y económico y limitaron la participación ciudadana al voto. La dirigencia política se
sumergió en una notable crisis de representación. En este marco, movimientos como el zapatismo en
Mexico o el MST en Brasil desarrollaron prácticas de carácter participativo y construyeron un cuerpo
de demandas basados en la profundización y el ensanchamiento de la democracia.
Estas reivindicacions de mayor participación popular encontraron herramientas también demandadas
por los movimientos sociales como el Presupuesto Participativo o la Consulta Popular que si bien en
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gran medida dependen de una voluntad institucional para su aplicación, dicha voluntad se alcanzó a
partir de la movilización colectiva.
Desde el presente trabajo, la participación popular quedó definida no sólo en base a demandas de
ciudadanía y ensanchamiento democrático desde el punto de vista institucional. Herramientas como el
Presupuesto Participativo o la Consulta Popular son efectivamente reivindicadas por el común de los
movimientos, pero la participación popular, en algunos casos, es entendida de un modo más amplio.
Me refiero por ejemplo al caso del movimiento piquetero de Argentina. En casos como este, producto
de la relación conflictiva que algunos de estos sectores mantienen con el Estado, desconfían de
instancias abiertas desde un plano institucional y por ende la participación popular que expresan
responde a modelos de autogestión.
En el caso de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) la participación popular es parte fundante
de su propia organización, es decir, hacia el interior del movimiento. La elección directa de
representantes, o la inclusión de afiliados desocupados o trabajadores informales es una clara muestra.
Esto se tradujo en una fuerte demanda de participación y de profundización democrática hacia afuera.
La CTA fue uno de los movimientos impulsores de la consulta popular (sin respaldo estatal) por un
seguro de empleo y formación y uno de los generadores del movimiento por el presupuesto
participativo, tomando el caso de Porto Alegre.
El estado actual del debate en Argentina sobre participación popular reviste la complejidad aportada
por la heterogeneidad de los movimietos analizados. Existe efectivamente una preocupación por la
participación popular y la profundización democrática en el seno de los movimientos sociales
entrevistados. Pero la significación y el alcance de esas demandas están atravesados por las
particularidades de cada movimiento. Más allá de estas diferencias propias de la heterogeneidad de los
diversos actores, se puede hablar de una reivindicación que sin dudas recorre el arco de los
movimientos y tiende a profundizarse.
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