Hamburguesas vs Valor

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Marcel – Hamburguesas vs Valor
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Hamburguesas vs Valor
Marcel de Kämpa Tillsammans!1
Publicado en Riff-Raff nº 3-4, invierno-primavera de 2003. Se adjuntan al final dos notas críticas añadidas por
Comunistas de Conselhos da Galiza, incluidas en la versión gallego-portuguesa del texto, publicada en Boletín Igneo,
nº 3, primavera de 2005. En el texto se indican con asteriscos en rojo.
Este texto tiene dos objetivos. El primero es tratar de despertar un interés en el curso diario de la
lucha de clases que se libra todos los días en todos los lugares de trabajo. Voy a tratar de mostrar
que algo tan completamente falto de glamour y ordinario como trabajar en un restaurante, o más
bien las pequeñas luchas ocultas que se libran contra el trabajo asalariado en ese lugar, son una
parte del movimiento comunista2. El otro objetivo es mostrar que los conceptos teóricos como
capital, comunismo, valor de uso y valor de cambio no son algo abstracto y académico, sino más
bien algo concreto que influye en nuestras vidas y que a su vez recibe nuestra influencia.
Hacer hamburguesas
Mi último trabajo fue en un restaurante de hamburguesas. A pesar de que el restaurante no
pertenecía a ninguna empresa multinacional como McDonalds o Burger King, era bastante grande y
estaba abierto todos los días de la semana, su único horario de cierre era entre las 7 y las 10 de la
mañana. La mayoría de las personas que trabajaban allí eran adolescentes o gente como yo en sus
20 años, en su mayoría muchachas. La mayoría tenía otro trabajo o iba a la escuela mientras
trabajaba en el restaurante. Las personas iban y venían todo el tiempo. No aguantaban las
condiciones de trabajo o creían que el salario era demasiado malo. La mayoría de los empleados
estaban contratados ilegalmente y había que trabajar por más de un año para obtener un contrato
normal y un salario normal. Antes de que eso pasara, eras un aprendiz con un salario mucho más
bajo. Ser un aprendiz significaba también que el patrón podía despedirte cuando se le diera la gana.
La mayoría de las personas que trabajaban allí decidían no trabajar en el restaurante por más de un
par de meses. Todos estábamos constantemente en busca de otro trabajo u otra forma de obtener
dinero.
Mucha gente creía que los empleados estaban mejor en ese restaurante que, por ejemplo, en
McDonalds. Pensaban esto porque el restaurante no era propiedad de una gran empresa, sino de un
hombre, y también porque había rumores de que el propietario donaba dinero a los equipos de
fútbol y a la beneficencia. Los que trabajábamos allí, sabíamos que esto no era verdad. Hubo gente
de izquierda que incluso se atrevio a decirme que era bueno que yo trabajara en el restaurante, ya
que no era una empresa multinacional y también a causa de los rumores acerca de la personalidad
filantrópica del propietario. No entendían que el conflicto entre el capital y el proletariado se
encuentra en todos los lugares de trabajo, se trate de un restaurante o de una fábrica, una pequeña
empresa o una gran empresa, fuera propiedad de un particular o del Estado. Mientras exista el
trabajo asalariado habrá capital, y mientras exista el capital habrá resistencia al mismo. Esta
resistencia, la lucha de clases, no sólo se demuestra en formas dramáticas, como las huelgas, las
ocupaciones y los disturbios, sino también en los pequeños intentos de escapar del trabajo y las
luchas ocultas dirigidas contra el valor como el robo, el sabotaje y el trabajo a reglamento. Esta
pequeña y oculta resistencia contra el trabajo asalariado ha sido descripta como termitas que
lentamente erosionan los cimientos en los que el capitalismo se erige3. Nosotros en Kämpa
Kämpa Tillsammans! significa “¡luchemos juntos!” en sueco, y debe entenderse como imperativo.
Al declarar que el comunismo es un movimiento, me refiero a que existe como dinámica detrás de la lucha de clases o como
una tendencia en la misma. No vemos a la sociedad comunista en la lucha de clases, vemos “potenciales” comunistas. Cada
lucha contra el capital tiene una dimensión universal porque se trata de una protesta contra una vida inhumana, y constituye
una semilla de una futura comunidad humana. “Una revolución social tiene, pues, un aspecto universal, porque, a pesar de que
pueda ocurrir en un solo distrito fabril es una protesta humana contra una vida inhumana, ya que comienza a partir del único
individuo real, y porque la vida social, es la verdadera vida social del hombre, una verdadera vida humana.” Pero es
importante entender que éste es sólo un aspecto, y también que la semilla no puede crecer en cualquier situación.
3
Esta cita proviene del grupo Kammunist Kranti en la India. Se puede decir que el capital ha sobrevivido a los ataques de las
termitas porque éstas también trabajan para el capital. Esto es cierto, pero también es cierto que el capital necesita y trata de
controlar y destruir todas estas luchas secretas. Y es también en los conflictos laborales, en la lucha proletaria contra el trabajo
asalariado, donde podemos encontrar a la actividad emancipadora para autoliberarnos y destruir al capital.
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Tillsammans! denominamos a estas luchas como “resistencia anónima”, porque una de sus
características es que son invisibles y anónimas, algo que a menudo también las convierte en
invisibles para los “revolucionarios”.
El comunismo como movimiento
El trabajo asalariado siempre es explotación. Las condiciones de trabajo son, por supuesto, mucho
mejores para un obrero de restaurante sueco que para, por ejemplo, un niño que trabaja en una
fábrica de zapatos en China. El problema es que sólo hay un mundo, donde las condiciones y la
explotación de los obreros en Suecia y en China están conectadas entre sí. Si uno se toma en serio
el cambiar al mundo, hay que atacar la base misma de la que depende el capital: el trabajo
asalariado.
El problema central para el capital es poner a la gente a trabajar para que puedan crear valor. Bajo
el capital el trabajo como actividad humana y los medios de producción son apropiados de los
hombres y, por lo tanto, se nos obliga a vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Nuestra
actividad humana está secuestrada por la economía, que la separa de nosotros. Esto nos hace
olvidar que de hecho somos nosotros los que, a través de nuestras propias relaciones sociales entre
sí, y por nuestras propias acciones, creamos al mundo. El capital es un monstruo hecho por el
hombre, y no un misterioso fantasma que flota sobre nuestras cabezas, fuera de nuestro alcance. La
creencia generalizada de que las personas no pueden cambiar el mundo, o incluso su propia vida
cotidiana, tiene su origen en esta separación. La sensación de sinsentido y la apatía también puede
rastrearse en el hecho de que nuestra actividad está separada de nosotros y vuelta en nuestra
contra como una fuerza extraña. Como alguien ha dicho, la noción de Marx de que la humanidad se
realiza a sí misma a través de su actividad ha llegado a ser tan extraña que pertenece a otro
mundo.
Ese mundo –el comunismo- se manifiesta en las luchas y actividades que se libran contra el capital
en los lugares de trabajo, en las escuelas, en las calles y en los hogares; no como una sociedad, por
supuesto, sino como una tendencia, como un movimiento. Si el comunismo es un movimiento que
se manifiesta ante nuestros ojos, entonces debemos observarlo.
Si somos tan ciegos que no entendemos la importancia de la lucha de clases cotidiana, a pesar de lo
débil y aislada que esté, entonces nunca entenderemos realmente que la dinámica detrás de estas
luchas y actividades en curso es, de hecho, el comunismo en sí. Esta resistencia cotidiana es, en el
peor de los casos, pasada por alto como algo que no es interesante en absoluto. Para las personas
que tienen este punto de vista las únicas luchas que cuentan son las grandes luchas heroicas y
glamorosas como las huelgas y ocupaciones de lugares de trabajo. O no les interesa la importancia
de estas luchas para los obreros o, simplemente, no la entienden. Que la “resistencia anónima” se
libre día a día contra el capital y el trabajo asalariado y que a veces incluso pueda ser más eficaz
que estas luchas abiertas, y que también son los primeros pasos importantes para una mayor y más
amplia comunidad de resistencia contra el capital, es algo que no alcanzan a ver. Que el comunismo
oculta su rostro detrás de estas luchas es algo que ni siquiera creerían en sus más locos sueños.
Para ellos el comunismo es un sistema económico a construir. No es un movimiento que nace del
seno de la vieja sociedad, y no es una actividad que cambia fundamentalmente nuestra relación con
el mundo, con el otro, con la vida misma.
Intentos de escapar del trabajo
Como he dicho antes, la gente llegaba y se iba todo el tiempo del restaurante. La mayoría de las
personas sólo trabajaban allí durante algunos meses y luego renunciaban. A menudo habían
encontrado otro trabajo o se habían hartado del restaurante. Cuando yo trabajé en el restaurante
sólo estaba el patrón, su hijo y los amigos cercanos del hijo que habían trabajado en el restaurante
por más de dos años. El conflicto entre “los nuevos” (la mayoría de los que trabajaban allí) y los
pocos que habían trabajado en el restaurante desde hace mucho tiempo, fue evidente desde el
primer día de trabajo. Esto se veía con toda claridad porque eran el hijo del patrón y su amigo los
que armaban el calendario de trabajo y, por lo tanto, siempre se quedaban con los mejores turnos.
No sólo nosotros, que acabábamos de empezar a trabajar allí, sino también las personas que habían
trabajado allí durante varios meses o incluso un año, obtuvieron los peores turnos de trabajo,
principalmente por las noches, sobre todo las de los viernes y los sábados. También le informaban al
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patrón todo lo que hacíamos y decíamos, por lo que pronto fueron considerados como los espías del
patrón. También fue esta gente la que nos dijo las reglas del restaurante –por ejemplo, estaba
prohibido hablar de los salarios y compararlos entre sí. Esto por supuesto significaba que la primera
pregunta que le hacíamos a un nuevo compañero de trabajo cuando lo conocíamos era cuánto
ganaba.
“Los nuevos” (la mayoría de los que trabajaban allí y que no habían trabajado más de un año) no se
identificaban con su trabajo o su lugar de trabajo. Estábamos allí porque necesitábamos dinero y
éramos abiertos entre nosotros sobre este tema. Los nuevos también eran más bien abiertos al
hecho de que todos nosotros, de diferentes maneras, tratábamos de escapar del trabajo.
Dos compañeros de trabajo y yo creamos algo que se puede comparar con un grupo de afinidad.
Esto no era algo que habíamos planeado, aunque por supuesto habíamos conversado acerca de que
nos desagradaba el trabajo, que pensábamos que el salario era malo y cosas así. Pero nunca
habíamos hablado de tratar de crear algunas actividades contra el trabajo. Esto sucedió casi
espontáneamente. La primera cosa que hicimos juntos fue que uno de nosotros marcaba tarjeta por
el otro. No sé quién lo hizo la primera vez, pero este pequeño intento de escapar del trabajo fue
algo que continuamos pero planificándolo en conjunto. Esto significaba que dos de nosotros podían
entrar al trabajo muy tarde y se nos pagaba por el tiempo que no estábamos allí. También
funcionaba muy bien para la persona que trabajaba sola porque al principio de los turnos a menudo
no había nada que hacer. Teníamos que ser muy cuidadosos a fin de que el patrón o sus pequeños
“espías” no nos atraparan. Después de esto, empezamos a tomar dinero de la caja registradora para
jugar al pinball o escuchar música de la rockola o, a veces, llevarnos el dinero a casa. Una de las
reglas del patrón era, por supuesto, que no se nos permitía escuchar música o jugar al pinball en el
trabajo (aun si lo pagábamos con nuestro propio dinero), a la cual por supuesto no le dimos
importancia. Si no tomábamos demasiado dinero de la caja el patrón no se daba cuenta de nada, ya
que había un pequeño margen que permitía el ingreso de precio incorrecto en las cajas. Otra cosa
que hicimos para conseguir dinero fue tipear el precio equivocado en las cajas de modo que el
patrón no pudiera darse cuenta de que el dinero faltaba. Cuando jugábamos al pinball o
simplemente holgazaneábamos teníamos que asegurarnos de no descuidar demasiado a los clientes,
ya que muchas de las personas que solían ir al restaurante eran amigas del patrón.
Si eras un aprendiz trabajabas con otros dos en el turno de la noche, pero cuando el patrón pensaba
que habías aprendido las cosas más importantes, trabajabas con una única persona. Eso significaba
mucho más trabajo. Para contrarrestar esto cometíamos un montón de pequeños “errores” para que
el patrón creyera que aún no estábamos lo suficientemente maduros como para trabajar de a dos.
Por supuesto era muy importante que no cometiéramos errores demasiado grandes –en ese caso
directamente habríamos perdido nuestro trabajo. Teníamos que tener cuidado. Este intento de
escapar del trabajo fue precisamente creado por error. Una noche había mucho por hacer por lo que
no tuvimos listas todas las cosas que deberíamos haber tenido antes de comenzar el turno. Tuvimos
que trabajar unos quince o veinte minutos extra y lavar los últimos platos, llenar los suministros de
alimentos y demás. El patrón trabajaba cada turno de la noche de modo que cometíamos estos
errores muy a menudo, lo que significaba que trabajábamos quizás unos quince minutos extra o
algo así, pero todavía podíamos trabajar de a tres en los turnos de la noche, lo que lograba que la
jornada de trabajo fuera mucho más fácil y divertida.
Todos estos pequeños intentos de hacer al trabajo más divertido y menos alienante fueron algo que
tratamos de difundir y hacer circular a otros compañeros con los que no solíamos trabajar. No
hicimos esto hablando abiertamente sobre la forma de huir de trabajo. En cambio, tratamos de
hacer que las actividades hablaran por sí mismas y, después de eso, podíamos ser más abiertos con
ellos. Muchas personas por supuesto ya hacían estas cosas. Compartimos consejos y todos tenían su
propia manera de hacer que la jornada de trabajo fuera menos agobiante y más divertida. Por
ejemplo, compartí las experiencias de nuestro pequeño “grupo de afinidad” sobre la forma de
retrasar el día de trabajo con otras personas con las que trabajaba, para que el patrón pensara que
eran necesarias tres personas en los turnos. La mayoría pensaba que era mejor terminar un poco
más tarde que tener que trabajar más duro todo el día. Una de las grandes debilidades de nuestros
intentos de escapar del trabajo (aparte del hecho de que todos eran muy defensivos) fue que ni
siquiera tratamos de involucrar a más gente, sobre todo a quienes habían trabajado en el lugar más
tiempo que nosotros. Simplemente asumimos que todos eran leales al patrón y al lugar de trabajo.
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Comunicación, comunidad y juego
El hablar con los demás, la comunicación, fue, desde luego, un medio importante para pasarla mejor
en el lugar de trabajo. Se volvió más importante para mí personalmente cuando los dos chicos en mi
“grupo de afinidad” dejaron de trabajar en el restaurante. Mi situación laboral había cambiado
drásticamente porque no sabía en quien podía confiar y en quien no. Por supuesto, como ya he
explicado, la mayoría de las personas hacían cosas similares a lo que hacíamos con mis amigos,
pero había algunas personas que le contaban al patrón y a su hijo lo que la gente hacía en contra de
su lugar de trabajo. Una de las mejores maneras de saber si podía confiar en una persona o no fue,
desde luego, hablar de las cosas de las que no se nos permitía hablar. Como por ejemplo, comparar
nuestros salarios o preguntarle si trabajaba “ilegalmente” (no pagaba ningún impuesto) y, si ese era
el caso, cuánto de la jornada de trabajo era ilegal. Cuando se hablaba de esto siempre quedaba
claro de que “lado” se encontraba uno. Los que no hablaban de estos temas no eran fiables. Si
respondían a la pregunta podía pasarse al paso siguiente. Por ejemplo, me atreví a robar dinero de
la caja con muchas otras personas, algo que antes había hecho principalmente con mi “grupo de
afinidad”. Al hacer estas pequeñas cosas ilegales y secretas se creaba un sentido de comunidad y
solidaridad entre nosotros. Una forma de resistencia que fortalecía este sentimiento de comunidad y
creaba vínculos entre nosotros era la cuestión de quién debía organizar el trabajo y la forma en que
debía organizarse. El patrón habitualmente solía venir a los turnos y nos indicaba cómo teníamos
que hacer el trabajo. Él quería dividir el trabajo, de modo que una persona se encontrara en la
cocina, otra lavara los platos y otra hiciera las hamburguesas. Esto significaba que todos nos
aisláramos e hiciéramos las cosas por nuestra cuenta. Afortunadamente no había casi nadie que
obedeciera estas reglas. Tan pronto como el patrón se iba, organizábamos juntos las actividades del
trabajo y nos ayudábamos mutuamente. Estas cosas pueden ser vistas como algo sin importancia, o
incluso podrían ser vistas como una semilla de una futura autogestión del capital. Pero ese no era el
caso porque creaba una comunidad entre nosotros que era importante y también hacía que la
jornada de trabajo fuera más fácil y divertida. Era una resistencia contra el aburrimiento y la
alienación. Era una forma de trabajar menos. Era un medio, no un objetivo. Si hubiéramos podido
encontrar un mejor trabajo u otro lugar de donde obtener dinero, o si hubiéramos podido ser parte
de un movimiento más general y abierto que se propusiera abolir el capital, entonces creo que
hubiéramos dejado el restaurante en vez de tratar de de organizar el trabajo nosotros mismos.
Todos los que trabajaban allí tenían diferentes formas personales de crear una jornada de trabajo
más emocionante y divertida y tratar de crear una especie de comunidad. A menudo la gente hacía
cosas que no parecían tener ningún propósito o significado más que ser divertidas. Pero a menudo
estas cosas eran un ataque indirecto contra el lugar de trabajo. La gente trataba de utilizar las
mercancías en los lugares de trabajo para sí misma en lugar de venderlas. Por ejemplo, algunos
chicos jóvenes solían divertirse friendo por largo tiempo la comida que no se suponía que había que
freir por largo tiempo. Pensaban que era divertido jugar con las cosas. Una chicaba solía hacer
malabares con la comida y hacer un montón de cosas de circo con ella que eran bastante
impresionantes.
Otro experimentaba con las salsas y utilizaba una gran cantidad de especias en ellas, a menudo
tanta cantidad que tenía que tirarlas a la basura (cuando el patrón se enteró de eso, se enojó
muchísimo). Todos trataban de utilizar las mercancías en el trabajo para sí mismos. En lugar de
venderlas, las utilizaban y se divertían con ellas en su manera personal, extraña y, a menudo,
bastante infantil. Éste fue un pequeño intento de obtener control sobre la actividad que había sido
robada de ellos y de aligerar la jornada laboral. Eran acciones contra la alienación y el aburrimiento
en el trabajo.
La lucha contra el valor
En la sociedad capitalista una hamburguesa es como cualquier otra mercancía, no tiene valor porque
pueda ser usada, sino porque puede ser vendida. Una hamburguesa no tiene valor porque uno
pueda comerla, sino porque puede ser vendida a una persona que tiene hambre. Bajo el capitalismo
las cosas no sólo tienen un valor de uso (como el de una hamburguesa que puede ser comida), sino
también un valor de cambio (la hamburguesa, como cualquier otra mercancía, puede venderse).
Esto no es algo “natural”, como el capitalismo quiere hacernos creer. De hecho hay un gran conflicto
en la sociedad en torno a estas dos condiciones.
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El comunismo es una actividad que entre otras cosas trata de suprimir el valor de cambio. Significa
la creación de una comunidad humana donde las actividades de los hombres, entre otras cosas,
verán las cosas como valores de uso, y no como valores de cambio como bajo el capitalismo. Esto
se demuestra claramente en la lucha de clases.
La lucha de clases se dirige contra la mercancía y el valor de cambio. En el restaurante eso estaba
claro cuando tratábamos de usar las cosas que podíamos encontrar en el restaurante directamente,
sin mediaciones, para nuestras propias necesidades, a pesar de lo extraño que estas necesidades
pudieran parecer. Por ejemplo, los chicos que se divertían friendo los alimentos hasta que estuvieran
destruidos o la chica que hacía malabares con los comestibles. Pero tal vez las ocasiones más
abiertas y visibles en que tratábamos de usar las cosas como valores de uso y no como valores de
cambio era cuando robábamos los alimentos u otras cosas del lugar de trabajo. Esto era más bien
riesgoso ya que el patrón tenía un control muy estricto sobre los comestibles y sabía cuánta comida
compraba la gente en un día, pero igualmente los robos se producían de vez en cuando. El sabotaje
en el restaurante también se dirigía contra la transformación de las cosas en mercancías y valores
de cambio por el capital. Una vez destruimos una gran cantidad de alimentos (mercancía, valores de
cambio y, en ese caso, también valores de uso) porque el patrón había estado bastante irritante con
nosotros. Otro chico y yo estábamos muy enojados no sólo con el patrón sino con toda la situación,
porque odiábamos el lugar, así que nos fuimos a la nevera y sacamos una gran cantidad de cajas de
alimentos y las destruimos. Esto podría ser visto como algo más bien irracional y carente de sentido,
pero para nosotros en ese momento se sintió muy bien y fue un verdadero alivio. Luego que
hiciéramos eso pusimos las cajas destruidas en la nevera, y colocamos otras cajas y cosas sobre
ellas, de manera que tomara algunas semanas antes de que el patrón u otras personas lo notaran, y
entonces nadie sabría quién lo había hecho. El sabotaje y la destrucción de las mercancías eran algo
más raro que otras cosas como, por ejemplo, los robos. Pero cada vez que pasaba notábamos que el
patrón estaba muy intimidado al respecto, y después de que alguien hubiera destruido algo se
comportaba en forma más “correcta” hacia nosotros. Otra cosa que ocurría y se dirigía contra el
valor, era que la gente deliberadamente tipeaba el precio incorrecto en las cajas. No hacíamos esto
para irritar el patrón, sino porque pensábamos que era demasiado caro comer allí y porque era otra
forma de crear una pequeña comunidad entre nosotros. No se trataba de una comunidad de
obreros, sino más bien de proletarios cansados de ser proletarios, una comunidad (por pequeña y
aislada que fuera) de actividades dirigidas contra el trabajo y el valor, contra las condiciones que
hacen que los seres humanos sean proletarios.
La lucha contra el valor es algo que puede observarse en todas partes de la sociedad, desde el robo
en el trabajo y el saqueo de tiendas hasta las ocupaciones de viviendas y lugares de trabajo. El
comunismo es una actividad, que pretende ser tan poderosa que destruya el valor a través de la
apropiación por la humanidad de su trabajo y de los medios de producción de los que ha sido
separada.*
El patrón
Aunque a la mayoría de los que trabajábamos en el restaurante no nos agradaba el patrón y sus
maneras de lograr que trabajásemos más duro, no podíamos dejar de sentir un poco de lástima y
compasión por él. Él trabajaba todas las noches de la semana, y sólo se tomaba vacaciones una vez
al año durante una semana o dos. Todos trabajábamos con él a veces, y solía pasar el rato en el
restaurante, así que lo hubiéramos querido o no, todos tuvimos una relación personal con él. Para
algunas personas esto creó un sentimiento de tener que ayudarlo y comenzaron a identificarse con
el lugar de trabajo. Ellos sentían que el restaurante era su lugar tanto como del propietario. Al
restaurante no le iba bien económicamente y en verdad era el propietario el que trabajaba más duro
de todos nosotros. A menudo nos preguntábamos por qué trabajaba tan duro y tan a menudo. No
era necesario para su supervivencia trabajar cada noche. Incluso deseábamos que pasara más
tiempo con su familia, de la que él solía hablar en la noche. Al principio yo sólo veía estas cosas
como una especie de “moralidad de esclavo” burguesa y pensaba que era un obstáculo. Lo cual, por
supuesto, de alguna manera fue así. Todos estábamos vinculados a él emocionalmente. Pero luego
de un tiempo entendí que esto sólo afectaba marginalmente nuestras actividades contra el trabajo
asalariado. Éramos impulsados por nuestros propios intereses y necesidades, lo cual no significaba
que no sintiéramos lástima por nuestro patrón y le deseáramos otra vida. Nuestra indignación y
nuestra resistencia eran dirigidas contra el propio lugar de trabajo en lugar de contra el patrón. La
esencia del conflicto era sobre el hecho de que teníamos que estar allí para obtener dinero.
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Queríamos hacer otras cosas, estar con nuestros seres queridos, jugar en la playa o hacer otras
cosas más significativas. No queríamos intercambiar nuestro tiempo y nuestra vida para obtener
dinero. No queríamos el trabajo asalariado. Por supuesto que el patrón no era popular, pero el
conflicto nunca fue “nosotros” contra “él”, más bien era “nosotros” contra la relación que nos
aprisionaba en el restaurante. Por supuesto que algunas de las actividades fueron directamente
dirigidas contra él, pero fueron muy pocas. La mayoría de nosotros pensaba que el hecho de que el
patrón tuviera que sufrir por nuestras actividades que estaban dirigidas en contra de las relaciones
sociales que nos apriosionaban allí, era una triste consecuencia. No hubo ningún ganador en el
restaurante –ni el patrón ni los obreros4.
Al igual que un pequeño capital
El restaurante podría verse como un pequeño capital. El conflicto en el capitalismo es acerca de
cosas mucho más esenciales que la diferencia entre quienes poseen los medios de producción y los
que son despojados de ellos, o entre los ricos y los pobres. Existen, por supuesto, conflictos y
diferencias reales entre los que poseen y los que no, y entre los ricos y los pobres. Y cuando el
proletariado libra su lucha en contra del capital, ya sea oculta o abierta, necesariamente entrarán en
conflicto con los funcionarios del capital. Ya que no son los capitalistas los que controlan al capital,
es el capital el que controla a los capitalistas. No sólo los proletarios son intercambiables, también lo
son los funcionarios del capital. En el capitalismo los seres humanos no valen nada como seres
humanos. La única cosa que es importante para el capital es el papel que cumplen en la sociedad,
un papel que otro puede asumir si una persona no lo cumple. La lucha de clases no es un proyecto
tipo “Robin Hood” y el proletariado no sólo está formado por los pobres. Decir que el conflicto es
entre los ricos y los pobres oculta la verdadera contradicción: la contradicción entre el comunismo y
el capital. Y también da a la gente una falsa solución acerca de la manera en que el capitalismo
puede ser destruido: sólo tenemos que acabar con los ricos. Esta es una formulación que pone a la
realidad de cabeza, ya que no son los ricos los que crean al capitalismo. Es el capitalismo el que
genera la riqueza y, por tanto, también la pobreza. Nos libraremos de esta diferencia si nos
deshacemos del capitalismo.
Si no son los ricos los que están en control, ¿entonces quién? Es la “ley del valor” la que rige al
capitalismo y obliga a todos los ricos así como a los pobres, a la búsqueda de más y más dinero.
Esta “ley” no puede ser domesticada, todos los intentos de hacerlo han fracasado o han sido
aplastados. El valor debe ser destruido para que el mundo deje de moverse a su ritmo. Esto fue algo
que se manifestó en una forma muy abierta en el restaurante. Por supuesto, nuestro patrón ganaba
mucho más dinero que nosotros (y nosotros queríamos más dinero), pero al igual que nosotros, sus
empleados, él tenía que trabajar para sobrevivir, él estaba obligado a acumular valor o caer en la
quiebra. En las pequeñas empresas el propietario a menudo tiene que trabajar para sí mismo con los
empleados, incluso a veces más a menudo y más duro que los obreros. El hecho de que fuera el
dueño del restaurante y ganara mucho dinero de nuestro trabajo creaba un verdadero conflicto
entre él y nosotros, pero nos hubiéramos engañado si pensáramos que todos los problemas se
habrían resuelto si sólo nos hubiéramos librado del propietario. Incluso si el restaurante hubiera sido
de propiedad estatal, o si los empleados lo hubiéramos administrado nosotros mismos, aún
hubiéramos tenido que obedecer a la tiranía del valor y seguir las leyes del mercado y la economía.
Esto también significa que la mayoría de los problemas que existían cuando el restaurante era de un
propietario privado todavía existirían si la propiedad hubiera cambiado. Como he dicho antes, el
capital gobierna a los gobernantes e intenta reducir a todos, tanto ricos como pobres, a algo que es
útil para el capital. Sólo tolera a las personas que obedezcan al capital y sean seguidores pasivos de
la economía.
Las condiciones del capital son simplemente que la actividad de la humanidad ha sido separada de
ella y que somos nosotros mismos quienes sostenemos esta separación a través de nuestras propias
relaciones sociales. Somos, de hecho, nosotros quienes creamos el capital, por lo tanto también
nosotros podemos destruirlo. El capital sobrevive principalmente a través de nuestra propia
4
No quiero decir que el proletariado y los patrones tengan los mismos intereses. Cada lucha de una manera u otra forma
acabará confrontando a la patronal, la policía, los gerentes u otros funcionarios del capital. Lo que quiero subrayar es que no
son los patrones los que están en control y que en el restaurante nuestra relación con nuestro patrón paradójicamente fortaleció
la “perspectiva comunista” en la lucha. Era evidente para todos que el enemigo no era el patrón, a lo que nos oponíamos era al
absurdo de trabajar por dinero.
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pasividad (por supuesto no podemos cambiar esta pasividad simplemente deseándolo o a pura
voluntad), pero también tiene instituciones como la policía, el ejército, la moral, y la jerarquía que lo
protegen. Incluso la izquierda y el movimiento obrero lo apoyan directa o indirectamente. El
programa de la izquierda es principalmente acerca de CÓMO las personas deberían gestionar la
producción. Los socialdemócratas y los leninistas quieren la propiedad estatal de la producción, los
libertarios y los consejistas** quieren que los propios obreros se apropien de la producción y ambos
quieren distribuir los beneficios de manera justa e igualitaria. El comunismo, por supuesto, es acerca
del autogobierno pero está dirigido principalmente a QUÉ la gente debe y puede gestionar.
Si el capital es la pasividad donde nuestras actividades no nos pertenecen y donde las personas no
creen que puedan cambiar su propia situación, entonces el comunismo es actividad y movimiento.
Un movimiento y una tendencia que están presentes en la lucha de clases, en la vieja sociedad, que
trata de abolirla y una actividad que significará el final de las separaciones y mediaciones y, por lo
tanto, la destrucción del valor, de la economía y del trabajo. Se trata de un mundo sin dinero ni
beneficios. Lo cual no significa algún paraíso terrenal o que los hombres se convertirán en ángeles.
Sólo significa un mundo en el cual la actividad de la humanidad le pertenezca a la propia
humanidad, algo que seguramente dará lugar a nuevos e imprevistos problemas, conflictos y
contradicciones.
¡Nosotros somos la contradicción!
Marcel y Gillés Dauve
El trabajo es nuestra actividad separada de nosotros, convertida en algo que alimenta a la economía
y nos domina. Y este proceso puede cambiarse porque somos nosotros los que los alimentamos.
Nosotros somos la contradicción. Ningún trabajo es exclusivamente impuesto desde el exterior.
Siempre supone algún tipo de cooperación a partir de la base, como el obrero de Renault Daniel
Mothé demostró en sus artículos para Socialisme ou Barbarie durante la década de 1950. Lo que
hemos descripto como pequeños robos, sabotaje a pequeña escala y diversión (todo lo cual implica
auto-organización) es también lo que hace que el restaurante sea tolerable. La resistencia al trabajo
es una forma de recuperar parte de la “humanidad” de la que nos priva el trabajo: por lo tanto, hace
que nuestra jornada laboral sea menos alienante. Negar esto es no comprender cómo funciona el
capitalismo, y por qué continúa existiendo a pesar de sus numerosos horrores. La auto-organización
de la vida laboral (y de sus luchas) es también, paradójicamente, una condición para una posible
revolución.
El significado del movimiento comunista no es librarnos del aspecto doloroso del trabajo y trasladar
su carga a las máquinas que trabajarán para nosotros, mientras nosotros nos dedicamos a hacer
banquetes, escribir poemas y hacer el amor. (En la Antigüedad, cuando existía poca maquinaria,
Aristóteles justificaba el trabajo manual en condiciones de esclavitud, ya que permitía a la élite tener
una vida buena e intelectual.) El lector comprenderá que no anhelamos una sociedad en la que cada
segundo sea divertido. Dejemos tales sueños a Vaneigem.
Esto se relaciona con el contenido del trabajo realizado en tal restaurante. Toda la comida rápida es
una expresión de una sociedad donde el tiempo es dinero, y los actos humanos vitales como comer
tiene que ser realizados en el tiempo más breve (= más rentable) posible. Las hamburguesas, sin
embargo, son sólo un ejemplo entre muchos. Los filetes (anteriormente un símbolo de la civilización
occidental) son otra forma de cocinar y engullir rápidamente las suficientes calorías y proteínas para
enviar al apresurado hombre moderno a su fábrica o la oficina. Lo mismo cabe para las ensaladas de
cafetería que se han hecho populares en los últimos veinte años. Los filetes de carne transmiten una
imagen tosca y varonil, mientras que las ensaladas van con una actitud supuestamente más suave,
más abierta, más afeminada. Y una compañía multinacional de comida exitosa y de moda se
denomina a sí misma Slow Food.
Somos lo que comemos... Es cierto, pero también somos lo que hacemos. Comemos como vivimos.
Sería ingenuo suponer que puede existir o existirá una mejor forma de alimentación, la única y
mejor salud alimenticia. Aquí el lector también comprenderá que no estamos abogando por una
alimentación universal orgánica y vegana.
Diciembre, 2002
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Marcel – Hamburguesas vs Valor
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Notas críticas añadidas por Comunistas de Conselhos da Galiza
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Aunque Marcel considera que el comunismo “destruye el valor a través de la apropiación por la
humanidad de su trabajo y de los medios de producción”, a lo largo del artículo existe una confusión
entre la categoría “valor” y la categoría “capital”.
La existencia del valor significa que los productos no se intercambian en función de su valor de
uso, que la distribución de la riqueza no está determinada directamente por las necessidades
sociales, y que los trabajos se relacionan entre sí como trabajos privados. O sea, en la categoría del
valor se condensan las condiciones de funcionamiento de la economía mercantil. Pero la producción
mercantil ya existía antes del capitalismo: es sólo antesala histórica. El capitalismo significa que la
producción de mercancías subsume el trabajo social, transformándolo en trabajo asalariado, y que el
trabajo es subordinado a la acumulación de riqueza en forma de valor. Efectivamente, el capital, en
cuanto movimiento de acumulación de riqueza, adopta la forma general propia de la producción de
mercancías: el valor. Pero el capital no es ya una relación de separación entre los productores y su
producto en la circulación, sino una relación de separación entre los productores y su producto en la
producción.
El capital implica, pues, la existencia histórica y actual del valor como forma abstracta de la
riqueza, pero la existencia del valor no implica la existencia del capital. Por eso, la lucha contra el
valor no significa necesariamente una lucha contra el capital; solamente cuando la lucha contra el
valor se dirige directamente contra el proceso de valorización del capital, cuando se dirige contra la
subordinación del trabajo vivo al trabajo muerto, entonces podemos hablar de comunismo en un
sentido revolucionario. Si no, cualquier supresión del valor por medio del robo o de la usurpación de
la propiedad privada podría considerarse como una práctica revolucionaria; pero, incluso cuando
estas expropiaciones de mercancías dan lugar a formas de propiedad comunales (un comedor
popular, un centro social ocupado), estamos hablando de formas de comunismo primitivo que, igual
que las antiguas formas de propiedad comunal que subsisten aún hoy, no suponen por sí mismas
ningún antagonismo radical con la existencia del capital como relación social.
En resumen: la lucha contra el valor en el restaurante de Marcel está, de hecho, orientada a
socavar la valorización del capital, pero la lucha contra el valor en los ejemplos del "saqueo de
tiendas" o de la "ocupación de viviendas" no lo está habitualmente. Incluso cuando se lucha contra
la mercantilización de ciertas cosas, como por ejemplo los genes de la especie humana, se está
luchando en principio no contra el capital, sino contra su expansión en cierta área de la vida -contra
su dimensión cuantitativa que es la que adopta la forma del valor-. El proletariado es revolucionario
no porque esté movido a suprimir la forma mercantil de la riqueza, sino porque está movido a
suprimir la forma de capital que adoptan las condiciones y los medios de producción y reproducción
de su vida. Y hará esto superando la relación social en la que el ser humano se autoaliena en su
actividad genérica básica -el trabajo-, al mismo tiempo que comenzará a sobrepasar la división
entre trabajo y ocio, mediante un desarrollo universal de las capacidades y de la actividad humanas.
Es cierto que la mayor parte de las mercancías y de la riqueza en circulación son hoy formas del
movimiento del capital, y en este sentido todo ataque al valor perjudica la valorización del capital;
pero la diferencia es que, en un caso el ataque afecta sólo al capital en su existencia particular, a
unos capitalistas sueltos, mientras que, en el segundo caso, la acción revolucionaria del proletariado
ataca al capital como relación social, en su esencia.
Si se considera el comunismo de consejos como corriente en desarrollo -desde comienzos del siglo
XX-, entonces se verá que es falso que se le otorge más importancia al problema de la gestión de
los medios de producción que al del desarrollo de la clase obrera como sujeto revolucionario. Es
más, la importancia del "problema de la gestión" en el comunismo de consejos está directamente
conectado con el problema de la supresión de la relación del capital, con el contenido de las
relaciones de producción comunistas. Y, a su vez, el problema del desarrollo espiritual del
proletariado se vincula también al desarrollo de nuevas relaciones sociales. Ambos enfoques están
particularmente bien claros en el pensamiento de Anton Pannekoek, pero también en el de Otto
Rühle y Paul Mattick, por nombrar a los teóricos más importantes. La misma crítica de Marcel
podría, de hecho, aplicarse al propio Karl Marx. Pero, si Marx dejó a un lado -sin por eso
abandonarla- la teoría del trabajo alienado después de su época de "juventud", fue porque entendió
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Marcel – Hamburguesas vs Valor
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que entre conciencia y práctica existe una correspondencia real y que la posibilidad efectiva de la
supresión del capital está ya implícita en el desarrollo autónomo del movimiento proletario.
El hecho de que la supresión del capital se formule como un problema de gestión indica que ésta
se está pensando en el contexto, o bajo la influencia, de una tendencia al desarrollo masivo de la
autonomía del proletariado. Esto fue lo que ocurrió, o parecía ocurrir, durante el proceso de la
Revolución alemana de 1918-1923. Con todo, en el período inmediatamente precedente y en el
período subsiguiente, encontramos una mayor orientación hacia el problema del desarrollo de la
conciencia revolucionaria. El hecho de que los grupos revolucionarios que se reclamaron del
comunismo de consejos, posteriormente a la ola revolucionaria de los años 20, comenzasen a caer
en tendencias espontaneistas, en el fetichismo de la organización y de los consejos obreros, es un
producto del aislamiento y de la desesperación prácticas, no algo inherente al pensamiento
consejista. La misma posibilidad de que se ponga juntos a "libertarios y consejistas" indica que éstos
"consejistas" retrocedieron al anarquismo en lugar de proseguir como una corriente independiente y
enraizada en el marxismo original.
La posición que adopta Marcel refleja, a su vez, que para él el problema de la gestión y del sujeto
revolucionario se presentan como separados, precisamente porque así lo están en la época actual,
porque no existe un movimiento revolucionario del proletariado en ascenso. La existencia de este
movimiento significaría, simultáneamente y como su condición vital, el desarrollo de las capacidades
totales del proletariado y la creación de nuevas relaciones sociales -la "aufhebung" del estado
presente-. Con todo, estamos de acuerdo con Marcel en que el gérmen de este nuevo movimiento
proletario puede verse ya en las formas de rebelión y lucha, inmediatas y ocultas, contra la
valorización del capital.
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