El mundo sin Catar

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El mundo sin Catar
Thierry Meyssan :: 19/07/2013
Cambios en el mundo árabe: a la súbita jubilación política de Qatar del escenario internacional
siguió una semana después el derrocamiento de Mohamed Morsi
En sólo dos semanas, la Hermandad Musulmana, a la que Washington prometía el gobierno del
mundo árabe, ha perdido dos de sus principales instrumentos de poder. El emir de Catar Hamad AlThani se vio obligado a abdicar, el 25 de junio de 2013, y con él se fue también su inspirador y
primer ministro, Hamad ben Jassem (HBJ). El 3 de julio, el presidente Mohamed Morsi fue derrocado
por el ejército egipcio y dos órdenes de arresto fueron prontamente emitidas contra los principales
responsables de la Hermandad Musulmana en Egipto, incluyendo al Guía Supremo de la cofradía,
Mohamed Badieh. No parece que al empujar al emir Hamad hacia la puerta de salida, Washington
haya previsto otro cambio de régimen en Egipto. Estados Unidos, que ya no soportaba más las
trapacerías político-financieras del emir Hamad, puso a Catar en su lugar de micro-Estado. Pero
Washington nunca puso en tela de juicio la ayuda que el emir aportaba a la Hermandad Musulmana.
Lo que no le gustaba era el papel preponderante que estaba alcanzando el pequeño emirato. El
papel de la Hermandad En todo caso, la inesperada llegada legal de la Hermandad al poder en
Egipto, en junio de 2012, permitía entender cuál era el verdadero objetivo de la «primavera árabe»:
una nueva era de colonización basada en la concertación secreta entre la Hermandad Musulmana,
Estados Unidos e Israel. Para la cofradía, la islamización forzosa de las sociedades en el norte de
África y el Levante; para Washington, la globalización económica, incluyendo privatizaciones
masivas; y para Tel Aviv, la continuación de la paz separada pactada en Camp David. Es importante
entender que con ello «la cofradía se convirtió en la punta de lanza del sionismo árabe», según la
expresión del pensador libanés Hassan Hamade. Algo que el «consejero espiritual» del canal catarí
'al-Jazeera', el jeque Yusuf al-Qaradawi, confirma a su manera cuando predica que si Mahoma
estuviese hoy entre nosotros, viviría en paz con los israelíes y apoyaría a la OTAN. La ideología de
la cofradía Esa posición es favorecida por la estructura misma de la Hermandad Musulmana.
Aunque no dispone de una coordinación internacional, la cofradía no es una organización única sino
que se compone de numerosos grupos diferentes. Acepta, además, diferentes niveles de adhesión,
cada uno con su propia ideología. Pero todos se reúnen alrededor de una sola divisa: «Alá es nuestro
objetivo, el Corán es nuestra ley, el Profeta es nuestro líder, la Yihad es nuestro camino y el martirio
nuestra mayor esperanza.» Todos se identifican, además, con la enseñanza de Hassan al-Banna
(1906-1949) y de Said Qutb (1906-1966). La cofradía es de hecho la matriz de todos los movimientos
salafistas (quienes aspiran a vivir como los compañeros del Profeta) y takfiristas (quienes luchan
contra los apóstatas) que trabajan con la CIA. Ese es precisamente el caso de Ayman al-Zawahiri,
actual jefe de al-Qaeda, proveniente de esos movimientos. Fiel agente de Estados Unidos, alZawahiri propició el ascenso de Hosni Mubarak a la presidencia de Egipto al organizar el asesinato
de Annuar el-Sadat. Y hoy se ha convertido en jefe espiritual de los Contras que operan contra el
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gobierno sirio. Mohamed Morsi y el
emir Hamad Al-Thani La cofradía ha
sido siempre minoritaria, en todos los
Estados donde se ha desarrollado,
incluyendo Egipto, donde su victoria en
las urnas se debió al hecho que dos
tercios de la población boicoteó las
elecciones. Así que siempre alentó la
creación de grupos armados que
trataron de alcanzar el poder mediante
la fuerza o el engaño. La característica
fundamental del comportamiento de la
Hermandad es que para ella «el fin
justifica los medios». Es por lo tanto
difícil, al estudiar su evolución
ideológica, distinguir entre lo
verdaderamente autentico y lo que no es otra cosa que pura seducción política. Precisamente, el
caso egipcio demuestra de forma fehaciente que la evolución democrática de la Hermandad no
pasaba de ser una fachada concebida únicamente para ganar la elección. Lo más interesante es que,
a pesar de haber surgido como un movimiento destinado a luchar contra el imperialismo británico, la
Hermandad Musulmana entró rápidamente en conflicto con el nacionalismo árabe, principal
adversario del colonialismo en la región. Al comprender el uso que podían hacer de la Hermandad,
los británicos –expertos en la manipulación de sectas–, en vez de liquidarla, lograron infiltrar en ella
a sus agentes y la apoyaron para luchar contra los nacionalistas árabes. Hoy en día, la coordinación
internacional de la Hermandad Musulmana tiene su sede en Londres. La «primavera árabe» (a partir
de diciembre de 2010) no es en el fondo otra cosa que un 'remake' de la antigua estrategia francobritánica de la «revuelta árabe» contra los otomanos (1916-1918). La única diferencia es que el
objetivo no era esta vez reemplazar la vieja administración otomana poniendo en el poder a una
serie de títeres seudo-independentistas sino sustituir a los aliados ya desgastados por fantoches
vírgenes pero dispuestos a plegarse a las nuevas reglas de la globalización. El repliegue
estratégico de Catar Con el cambio de equipo en Catar se interrumpió el flujo de ingentes fondos
hacia la Hermandad Musulmana, ya sea en Siria, en Palestina, en Egipto, en Libia o en otras partes.
El emirato vuelve a concentrarse ahora en sus ambiciones internas y prevé dedicar 200.000 millones
de dólares a la preparación de la Copa Mundial de fútbol, para dentro de 5 años. La brusca
desaparición de Catar de la escena internacional deja el campo libre a Arabia Saudita y a los
Emiratos Árabes Unidos, dos países que se han apresurado a garantizar su respaldo al nuevo
régimen egipcio. La rivalidad entre Catar y Arabia Saudita llevó a Irán a expresar su apoyo a
Mohamed Morsi en Egipto –mientras que respalda a Bachar al-Assad en Siria. O sea, Teherán se vio
de esa manera expresando más afinidad con el proyecto de la Hermandad Musulmana egipcia de
«islamizar la sociedad» que con el de los nasseristas favorables a la liberación de Palestina de la
ocupación colonial. La retirada de Catar corresponde, en definitiva, a un reequilibrio de fuerzas en
el mundo anglosajón. Una tras otra, las comisiones de control de los servicios secretos, en el
Congreso de Estados Unidos y en la Cámara de los Comunes del Reino Unido, se han pronunciado
contra el envío de armas a los «rebeldes» en Siria. La caída de la Hermandad Musulmana no
significa por lo tanto únicamente el fracaso de esa cofradía sino también el de todos aquellos que, en
Londres y Washington, creyeron poder «rediseñar» el norte de África y el Medio Oriente y que, al no
lograrlo, han preferido sembrar allí el caos antes que reconocer su derrota. Red Voltaire
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