Un esbozo biográfico no autorizado: Juan Pablo II, el autócrata beatificado

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Un esbozo biográfico no autorizado: Juan Pablo II, el
autócrata beatificado
Cristóbal García Vera - Canarias-semanal.com :: 14/04/2005
La muerte de Juan Pablo II ha provocado una avalancha de elogios hacia su persona y sus
veintisiete años de pontificado.
Las escasas valoraciones críticas sobre el difunto han sido totalmente eclipsadas por un mensaje,
casi unánime, que insiste en destacar el progresismo social, la preocupación por los pobres y la
lucha por la paz que, supuestamente, caracterizaron su trayectoria al frente de la Iglesia Católica.
Sin embargo, esta versión no puede estar más alejada de la realidad. En este artículo se realiza un
polémico repaso de la vida de Karol Wojtyla centrado en aquellos aspectos que han sido silenciados
por los grandes medios de comunicación. La muerte de Juan Pablo II ha provocado -y no podía ser de
otro modo- una avalancha de elogios y alabanzas hacia su persona y sus veintisiete años de
pontificado. Millones de lectores y televidentes sufren una intensa campaña destinada a cubrir al
difunto Carol Wojtyla con un halo de santidad que, por otro lado, él mismo fue construyendo
sutilmente a lo largo de muchos años, con la ayuda de los más poderosos medios de comunicación
del planeta. Antes de que el estado de salud del Sumo Pontífice empeorara hasta convertirse en
crítico aún podíamos escuchar, en algunos medios que se precian de ser progresistas, observaciones
críticas sobre sus retrógradas concepciones acerca de la concepción, la familia, las relaciones
sexuales o la homosexualidad. Ahora, estas valoraciones han sido totalmente eclipsadas por un
mensaje, casi unánime, que insiste en destacar el progresismo social, la preocupación por los
problemas sociales y la lucha por la paz que, supuestamente, definieron la trayectoria de Juan Pablo
II. Esa versión, sin embargo, dista mucho de ajustarse a la realidad. Como trataremos de mostrar en
este artículo, si algo caracterizó al papado de Carol Wojtyla fue su decidida opción por las elites
económicas y políticas del mundo y su alianza con los poderes responsables de imponer las
estructuras socioeconómicas que mantienen en la miseria a las tres cuartas partes de la población
mundial. Refiriéndose a la manera en la que Juan Pablo II supo vender su propia imagen el
destacado teólogo católico Hans Küng declaraba "este papa tiene dos caras: hacia fuera defiende la
libertad, los derechos humanos, la justicia, el diálogo y la paz, mientras que hacia adentro revela el
rostro oscuro de la inquisición, la persecución de los teólogos críticos, la discriminación de las
mujeres, el bloqueo de la Ecúmene (comunidad humana que habita la tierra) y el rechazo de la
comunidad en la comunión". (1) KAROL WOJTYLA, INFANCIA JUVENTUD Y FORMACIóN
IDEOLóGICA Para comprender la mentalidad y personalidad del difunto Papa resulta
imprescindible mencionar, siquiera brevemente, sus primeros años de formación. Wojtyla nació en
Wadowice, cerca de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Su madre, de origen humilde y rural, murió
cuando él tenía nueve años y a su hermano mayor, médico de profesión, lo perdió unos años después
víctima de la escarlatina. Fue su padre, militar, muy conservador y profundamente religioso quien
ejerció una gran influencia sobre él. En 1938 el futuro Papa terminó el instituto con buenas notas y
se trasladó con su progenitor a Cracovia, donde se inscribió en la facultad universitaria de filosofía
para seguir los cursos de lengua y literatura polaca. En 1939 superó los exámenes de su primer
curso universitario, pero sus estudios se verían pronto interrumpidos por la ocupación alemana.
Karol Wojtyla se vio obligado a buscar una ocupación remunerada, y logró encontrarla en una
fábrica de productos químicos en la que trabajó durante un tiempo como picapedrero.
Posteriormente, y tras sufrir un accidente, pasó a realizar tareas menos rudas. En la primavera de
1941 falleció su padre y fue entonces cuando entró en el seminario, que seguía funcionando
clandestinamente bajo la ocupación alemana. Allí comenzó su formación religiosa en 1942 y se
ordenó sacerdote en 1946. El hecho de que tuviera que vivir bajo la invasión nazi es recordado en
estos días como uno más de los méritos de Juan Pablo II. Paradójicamente, Karol Wojtyla -cuyas
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penalidades en esa época se limitaron a las ya mencionadas- fue formado ideológicamente por su
padre en el nacionalcatolicismo. Un catolicismo integrista, ultraconservador y defensor - al igual que
el fascismo "laico"- del mantenimiento de una rígida jerarquía social y que tuvo en Polonia, como en
España e Italia, una gran implantación. Tras ser ordenado sacerdote Wojtyla fue enviado a Roma
para completar sus estudios durante dos años. Allí entró en contacto, por primera vez, con los
personajes más conservadores del Vaticano, algunos de los cuales años después, convertidos ya en
altos dignatarios de la curia romana, formarían el grupo de presión ultra que le permitiría
convertirse en Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. También en Roma, y más concretamente en el
Angelicum- instituto pontificio dirigido por los dominicos- conoció y quedó entusiasmado por el
tomismo. El sistema escolástico medieval de Tomás de Aquino le pareció el más adecuado para
fundar un modelo de religión que no debía conducir a elaborar reflexiones propias, ya que éstas
conducirían a la pérdida de lo más sustancial del catolicismo. Para el futuro jefe de la Iglesia era
preciso volver a los orígenes del cristianismo, había que "regresar al medievo del universalismo
cristiano con su fe simple, fuerte y profunda". (2) Su rechazo de la Modernidad y de su producción
filosófica, como una desviación de la auténtica "filosofía del ser" representada por el tomismo, tenía
también, como casi todo en el difunto Papa, un contenido político. Desde sus tiempos de joven
sacerdote Karol Wojtyla era un firme partidario de utilizar el poder de los Estados para acrecentar el
de la Iglesia. Una aspiración que chocaba, obviamente, con el ideal de emancipación de los Estados
modernos. En 1958 Wojtyla fue nombrado obispo, el 30 de diciembre de 1963 arzobispo interino de
Cracovia y quince días más tarde se le concedió la titularidad como arzobispo metropolitano de esta
ciudad. Su rápida ascensión en la carrera eclesiástica continuó tres años después, en mayo de 1967,
cuando fue designado cardenal. Como obispo fue un fiel seguidor -pese a simuladas posturas
aperturistas- del ultraconservador cardenal primado de Polonia Stefan Wyszynski, una de las tres
únicas personas a las que mencionaría en su testamento, y que llegó a ser desautorizado por el
Vaticano en tiempos de Pablo VI. EL CONCILIO VATICANO II, LA REACCIóN "ULTRA" Y EL
ASCENSO DE WOJTYLA El Concilio Ecuménico Vaticano II - convocado por el Papa Juan XXIII en
1959, inaugurado en el otoño de 1962 y clausurado por Pablo VI en 1965- pretendía renovar la
Iglesia católica desde dentro, mediante reformas y cambios institucionales. Karol Wojtyla participó
en las sesiones del Concilio, aunque también dedicó una buena parte del tiempo que duró su
estancia en Roma a establecer contactos y a ampliar su ámbito de amistades. Durante esa época se
entrevistó frecuentemente con algunos de los prelados ultraderechistas que comenzaban a
agruparse para presentar un frente unido contra los nuevos aires reformadores. En el Concilio se
manifestó un movimiento innovador- en cuestiones como la libertad religiosa, los derechos humanos
o la relación entre la Iglesia y el mundo - que tendría su eco en América Latina con la aparición de la
Teología de la Liberación. Sin embargo, en Polonia, donde se practicaba una forma arcaica de
catolicismo, los obispos, y entre ellos Karol Wojtyla, se encargaron de tomar las disposiciones
necesarias para amortiguar sus efectos, que consideraban altamente perjudiciales. Más tarde, y en
un intento por salvar las apariencias, se intentó atribuir exclusivamente a Wyszynski la
responsabilidad de estos retrocesos. Lo cierto es que el nombramiento de Wojtyla como cardenal,
ocurrido tras finalizar el Concilio Vaticano II, estuvo motivado en gran parte por el propósito de la
jerarquía de la iglesia polaca, y más concretamente de su líder Wyszynski, de situar en los puestos
de mayor responsabilidad a los hombres que contaban con su total confianza. En cualquier caso, el
primer objetivo declarado del Concilio Vaticano II, renovar la institución eclesial, fue abortado
prontamente. Como si la Iglesia estuviese dotada de un sistema inmunitario contra este tipo de
desviaciones, el aggiornamento propuesto por Juan XXIII provocó una fortísima reacción en su
Jerarquía. Una contrarrevolución conservadora que triunfó ampliamente y en la que el futuro Juan
pablo II sería una pieza fundamental. Con la intención de reconducir la situación se formó lo que
muchos analistas denominan el grupo de presión ultra que, respaldado por organizaciones laicas de
la ultraderecha como el Opus Dei, comenzó sus conspiraciones destinadas a asegurarse el control
del Vaticano. Para lograr su objetivo se esforzaron en preparar la sucesión de Pablo VI, buscando un
candidato afín a sus postulados. Después de la inesperada -y misteriosa- muerte de Juan Pablo I, el
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grupo ultra decidió incluso el nombre de quien se situaría al frente de la Iglesia: Juan Pablo II. El
encargado de coordinar la operación que convirtió en Papa al polaco Wojtyla fue el cardenal alemán
Joseph Ratzinger, que, en 1981, sería nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe. JUAN PABLO II Y EL OPUS DEI El Opus Dei fue fundado en 1928 por el español José María
Escribá de Balaguer. Balaguer vivió la guerra civil como un combate entre católicos y comunistas y
esto le llevó a considerar el fascismo como un instrumento providencial para la salvación del
cristianismo. Durante la dictadura del General Franco -del que Escribá llegó a ser consejero
espiritual- el Opus Dei se dedicó a seleccionar y formar a las elites del régimen consolidando su
poder económico y político. Más tarde Balaguer fue enviado a Roma donde, junto con sus
seguidores, trabajó para lograr la expansión de la Obra Secreta de Dios. Con el apoyo de prelados
como el ultraconservador cardenal Tardini el Opus Dei logró introducirse progresivamente en la
burocracia vaticana, componiendo una importante red de influencias. La relación entre Karol
Wojtyla y la Obra se inició a comienzos de los años setenta, de un modo que sólo puede calificarse
como de auténtico y fulminante "flechazo". No en vano, la mentalidad del polaco era
extraordinariamente afín a la de cualquiera de sus miembros. En palabras de Javier Pérez Pellón "su
pensamiento tenía una lógica interna implacable de sentido integrista, siguiendo un modelo
medieval de la persona humana, de la sexualidad, del matrimonio y de la Iglesia, en el cual los
principios predominantes eran la jerarquía y la subordinación". (3) Así pues, el difunto Juan Pablo II
se identificó fácilmente con el fundamentalismo católico del Opus Dei, que estaba orientado además
a asegurar el poder político y social de la Iglesia mediante cualquier método que fuera necesario.
Karol Wojtyla disfrutó de la ayuda incondicional del Opus antes de ser nombrado papa. Entre los
regalos que el entonces cardenal polaco recibió de la Obra Secreta de Dios cabe destacar -por su
significación ideológica- un paquete de ejemplares del libro Camino, traducidos al polaco y una
colección de vídeos sobre la catequesis de Escribá de Balaguer en América Latina, que le servirían
como inspiración para su posterior apostolado. Pero aún más reveladora de su comunión ideológica
con el filo fascista español es la siguiente anécdota que relata Jesús Ynfante en "La cara oculta del
Vaticano". Al parecer, en cierta ocasión en que Wojtyla y Escribá departían en la Sede Central del
Opus y "según un testigo presencial los dos se pusieron de acuerdo y reconocieron que era necesario
a veces disparar con una metralleta para acabar con los enemigos de la Iglesia". (4) ¿Infamias sin
fundamento creadas y difundidas por esos mismos enemigos? Tendremos posibilidad de mostrar, en
el siguiente epígrafe, como esta declaración -se produjese o no- concuerda a la perfección con la
política llevada a cabo por el Vaticano durante el mandato de Juan Pablo II. Quien sabe si el día en
que Karol Wojtyla fue a orar ante la tumba del ya difunto Balaguer, justo antes de entrar en el
cónclave del que saldría convertido en Sumo Pontífice de la iglesia católica, recordaría con nostalgia
estos antiguos encuentros. Lo que sí es un hecho es que cuando se convirtió en el primer papa
polaco, el lunes 16 de octubre de 1978, el sucesor del fundador como líder del Opus, Álvaro Portillo,
se encargó de hacer público un comunicado de prensa en el que "agradecía la buena nueva al
Espíritu Santo y resaltaba los viejos lazos de solidaridad y amistad que unían al nuevo papa con la
Obra de Dios y con el mismo". (5) Los siguientes 27 años demostrarían que no le faltaban razones a
Portillo para expresar su satisfacción. Wojtyla estaba convencido de que la Iglesia precisaba una
profunda transformación y confiaba en que el Opus Dei y también otras organizaciones
ultraderechistas, como los Legionarios mexicanos de Cristo o la italiana Comunión y Liberación,
fueran el instrumento adecuado para llevarla a cabo. El Opus - considerado por muchos como su
"guardia blanca"- se convertiría en la punta de lanza de su proyecto contrarreformador. Una
inexorable cruzada contra el laicismo y la modernidad en cuyo proceso consiguió destruir cuanto de
positivo supuso el Concilio Vaticano II. Este proyecto implicaba fortalecer y reestructurar la
jerarquía eclesiástica, volver a una política cerrada y ultraconservadora y extender el poder terrenal
de la Iglesia. Para conseguirlo Juan Pablo II convirtió al Opus Dei en "prelatura personal", que pasó
a rendirle cuentas exclusivamente a él, y fue nombrando a un número creciente de prelados de la
Obra, aumentando su influencia de una forma que habría satisfecho con creces los sueños de
Escribá de Balaguer. En cambio, a los sacerdotes, teólogos y movimientos críticos o comprometidos
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con los movimientos populares no dudó en marginarlos e incluso perseguirlos. Así lo hizo en Europadonde su represión inquisitorial se dirigió, fundamentalmente, contra los obispados de Francia y
Holanda- y en América Latina donde hizo cuanto estuvo en su mano por destruir la Teología de la
Liberación. En la actualidad, el Opus Dei es una de las organizaciones más poderosas de la Iglesia
Católica y no puede descartarse que el futuro Papa pertenezca o esté muy próximo a la Obra. Pese a
su característico secretismo se sabe que forman parte de esta organización de la extrema derecha el
portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls; el cardenal Julián Herranz, encargado de aplicar la ley
en la Santa Sede; y según muchos analistas, también Stanislaw Dziwisz, su secretario personal y el
Secretario General del Vaticano Angelo Sodano. LA "SANTA ALIANZA": EL VATICANO, EE.UU. Y
LAS DICTADURAS LATINOAMERICANAS En 1996, el prestigioso periodista estadounidense Carl
Bernstein -conocido por haber destapado el caso "Watergate" que llevó a la dimisión de Richard
Nixon- publicaba, junto al italiano Marco Politi, el libro Su santidad. Juan Pablo II y la historia oculta
de nuestro tiempo. En esta magnífica obra de investigación se desvelaban los detalles de la cruzada
conjunta que encabezaron, en los años 80, el hoy glorificado Karol Wojtyla y la administración
estadounidense de Ronald Reagan. Obviamente, la Iglesia negó tajantemente la tesis sostenida por
los dos periodistas que, sin embargo, se encuentra suficientemente avalada por documentos oficiales
obtenidos en Washington, Roma, Moscú o Varsovia y por los testimonios de estrechos colaboradores
de Reagan y Juan Pablo II. Tanto el presidente republicano como Karol Wojtyla consideraban el
comunismo un sistema político intrínsecamente malvado y compartían además, según William P.
Clark, Consejero de Seguridad y Secretario del Interior de Reagan, "el punto de vista de que cada
uno de ellos había recibido una misión especial en el plan divino de la vida". (6) Una misión que no
era otra sino la de destruir lo que Reagan denominó "El Imperio del Mal". No es extraño, por tanto,
que después de su elección en 1980- Ronald Reagan buscara "de manera abierta y encubierta a la
vez forjar unos vínculos estrechos con el papa y el Vaticano". Como él mismo manifestaría años más
tarde "quería que fuesen nuestros aliados". (7) Para lograrlo, además de reestablecer las relaciones
diplomáticas con la Santa Sede, el mandatario estadounidense situó a católicos en puestos
importantes de la política exterior norteamericana. Dos de ellos, William Casey, director de la CIA y
Vernon Walters se convertirían en sus más importantes hombres en el Vaticano. Entre 1981 y 1987
el general Walters- ex director de la Agencia- y Casey viajaron periódicamente a Roma para
entrevistarse con el Sumo Pontífice. Ambos enviaban al Pentágono los informes procedentes del
Vaticano que elaboraban tras esos encuentros. A cambio, el Papa recibía información de primera
mano procedente de los agentes y satélites de la CIA. Según los cables confidenciales que años
después pudieron conocerse, en aquellas reuniones se trataban múltiples asuntos: La situación en
Polonia, en América Central, en el Chile de Pinochet, la Teología de la Liberación La cooperación
entre las dos potencias estaba motivada por sus deseos compartidos de derrumbar el bloque
socialista e impedir el avance de los movimientos izquierdistas en América latina. Esta colaboración
se concretó en múltiples operaciones conjuntas. En Polonia establecieron una red de apoyo
económico a través de la Agencia Central de Inteligencia, sindicatos estadounidenses y las iglesias
polaco - norteamericanas para apoyar al sindicato Solidaridad. En este país, el contacto entre
Washington y Juan Pablo II fue el ideólogo del expansionismo estadounidense Zbigniew Brzezinski.
Brzezinski, también de origen polaco, ya había establecido las primeras relaciones estratégicas con
el Vaticano incluso antes de que Reagan asumiera la presidencia, cuando ocupaba el cargo de
Consejero de seguridad nacional de James Carter. Después, el republicano lo mantuvo como asesor
para Polonia, donde se introducirían en los años siguientes toneladas de equipos y material con los
que Washington nutría a la disidencia liderada internamente por Lech Walesa. También los planes
de desarrollo militarista de Reagan contaron con la colaboración incondicional del Pontífice. Karol
Wojtyla no solamente apoyó con su silencio la instalación de nuevos misiles en Europa Occidental
por parte de la OTAN. (8) Se encargó también de paralizar un informe muy crítico sobre la el
programa de la "Guerra de las Galaxias" elaborado por la Academia de las Ciencias del Vaticano.
Juan Pablo II censuró en numerosas ocasiones el "materialismo" de las sociedades capitalistas y en
sus últimos años, como cualquier buen político, también los efectos perniciosos de la "globalización".
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Sin embargo, en la imposición de las políticas neoliberales por parte de Ronald Reagan su
participación fue decisiva. Al contrario de lo que han venido propagando los ideólogos del "mercado
libre" el neoliberalismo no se implantó como consecuencia de los fallos de la planificación estatal. En
América Latina, sólo después de sangrientas confrontaciones entre los movimientos populares y los
gobiernos progresistas, por un lado, y las clases dominantes de la región apoyadas por los EE.UU.,
por el otro, fue posible imponer los nuevos preceptos económicos. Los instrumentos utilizados para
conseguirlo fueron las dictaduras militares y la guerra sucia. En esta pugna, el alineamiento de Juan
Pablo II al lado del imperialismo estadounidense lo convirtió en cómplice de un terrible genocidio
que terminó con lo mejor de varias generaciones de latinoamericanos. Únicamente en
Centroamérica, se estima que más de 150.000 personas fueron asesinadas, desaparecidas o
torturadas por militares o escuadrones de la muerte durante los mandatos de Ronald Reagan.
Mientras esto sucedía, Juan Pablo II fue alentado a realizar una visita a Nicaragua en la que quedara
claro su rechazo a la iglesia popular que en este país estaba implicada en la lucha contra la
dictadura de Somoza y en la revolución sandinista. En el aeropuerto de Managua, y delante de las
cámaras de televisión, Wojtyla reprendió duramente a Ernesto Cardenal -sacerdote que participaba
en el gobierno sandinista- y le llamó "a regularizar su situación" (con la Iglesia). (9) Era muy
importante para los intereses estadounidenses que el Papa no condenase, en cambio, los asesinatos
y torturas de la "contra" que ellos sufragaban. Y, efectivamente, mientras en otros países llamó a las
guerrillas populares a deponer las armas, en Nicaragua Karol Wojtyla se abstuvo de hacer lo mismo
con los paramilitares que estaban siendo financiados desde Washington. Juan Pablo II visitó también
El Salvador, Costa Rica o Guatemala. Allí habló de manera genérica de los "derechos humanos", sin
pronunciar una sola palabra contra las dictaduras auspiciadas por los EE.UU. En realidad, este tipo
de condena jamás habría podido producirse, ya que regímenes tan sangrientos como el de Videla en
Argentina o Pinochet en Chile contaban con la incondicional bendición papal. Durante la década de
los ochenta el Vaticano hizo suya -y también a este respecto las evidencias son incontestables- la
Doctrina de la Seguridad Nacional difundida por los Estados Unidos para América Latina, según la
cual el enemigo de la patria estaba dentro del propio país. Éste era el "subversivo", al que se debía
combatir por todos los medios hasta lograr exterminarlo. Especialmente revelador de esta
coincidencia es el caso de la dictadura Argentina, donde la Iglesia apoyo mayoritariamente la
práctica de la tortura y la desaparición de personas y proporcionó la justificación ideológica a
quienes las ejecutaban. (10) El nuncio papal, Pio Laghi, manifestaba sin sonrojo mientras la
represión se cebaba con miles de ciudadanos que "...los valores cristianos están amenazados por la
agresión de una ideología que es rechazada por el pueblo. Por eso cada uno tiene su cuota de
responsabilidad, la Iglesia y las FFAA; la primera está insertada en el Proceso y acompaña a la
segunda, no solamente con sus oraciones, sino con acciones en defensa y promoción de los derechos
humanos y la patria..." (11) Pio Laghi había sido previamente delegado apostólico del Papa en
Washington. Allí se reunió frecuentemente en su residencia con Casey y William Clark y él mismo
visitaba la Casa Blanca para participar en reuniones en las que, al parecer, llegó a asistir el
presidente de los EE.UU. Durante el golpe militar efectuado por los militares argentinos, Laghi y el
embajador estadounidense, Robert Hill, eran informados de cada uno de los pasos que daban los
golpistas. (12) Obviamente la Santa Sede conocía de primera mano cuanto sucedía en la Argentina.
El Nuncio -íntimo amigo de Eduardo Emilio Massera, uno de los tres hombres situados al frente de la
Junta Militar- utilizaba además la autoridad moral del Papa para legitimar la dictadura, llegando a
declarar "...hay una coincidencia muy singular y alentadora entre lo que dice el Gral. Videla de
ganar la paz y el deseo del Santo Padre para que la Argentina viva y gane la paz...". (13) En la
actualidad, el Cardenal Laghi es el prefecto de la Congregación para la Educación Católica. Es decir,
el máximo responsable de expandir la educación "en la justicia, la solidaridad y la esperanza" de la
que dice ser portadora la Iglesia de Roma. Ciertamente, el largo pontificado de Karol Wojtyla fue
demasiado fecundo como para dar cuenta de él en unas pocas páginas. De manera que concluiremos
este recorrido sobre la trayectoria política del "Santo Padre" refiriéndonos a su polémica visita a
Chile. Uno de los objetivos de Pinochet tras su usurpación del poder fue el de legitimarse
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moralmente consiguiendo el reconocimiento de su régimen por el Vaticano. La Santa Sede le
concedió la legitimación que anhelaba a través, fundamentalmente, de su representante oficial en
Chile, el nuncio Angello Sodano, que mantenía una gran amistad con el general golpista basada en
su afinidad ideológica. Precisamente Sodano fue uno de los encargados de organizar la visita de Juan
Pablo II a Chile en 1987. En la última mitad de la década de los ochenta, uno de los intereses
comunes de quienes conformaban la "Santa Alianza" era el de asegurar un modelo de transición
política en este país controlado y favorable a los intereses de los EE.UU. Se trataba de convencer al
viejo dictador de que convocase elecciones, garantizándole la total impunidad y el cargo de
comandante de las Fuerzas Armadas. La tesis que sostiene que esta delicada tarea fue asumida por
la Santa Sede resulta sobradamente abonada por las acciones de Karol Wojtyla durante su estancia
en Chile, así como por el posterior posicionamiento político del Vaticano. Mientras viajaba hacia
Sudamérica Juan Pablo II declaró oportunamente que el régimen chileno, ciertamente dictatorial,
era por su propia naturaleza transitorio. Una vez en Chile, sin embargo, su visita estuvo jalonada de
gestos que corroboraban la benevolencia con la que el Sumo Pontífice juzgaba en realidad a ese
régimen dictatorial. Para la posteridad ha quedado la foto de Wojtyla junto a Pinochet en el balcón
del Palacio de la Moneda, y otras más reveladoras aunque no tan conocidas, en las que puede verse
al Papa dando la comunión al dictador y a su esposa. Se entiende que tras absolverle por unos
pecados que no debió juzgar excesivamente graves. Pero, incluso un viaje tan desafortunado como
éste iba a ser contabilizado luego por sus exegetas como uno de los logros del Sumo Pontífice. Según
la interpretación oficial, ampliamente difundida, Juan Pablo II habría sido algo así como el
benefactor que ayudo a restaurar la democracia en Chile. Semejante disparate no puede resistir las
recientes evidencias, que muestran a un Vaticano dispuesto a proteger al ex dictador chileno hasta
su último aliento. En 1998, cuando Pinochet fue retenido en Londres y se estimaba la posibilidad de
que fuera juzgado en España por Genocidio y terrorismo de Estado, sus poderosos protectores se
movilizaron con presteza. El Cardenal chileno Jorge Medina, Prefecto de la Sagrada Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, realizó gestiones "a todo nivel" para pedir
que la Santa Sede intercediera por su liberación. (14) El secretario de Estado del Vaticano Angelo
Sodano, demostrando ser un buen amigo de sus amigos, se encargó de enviar una carta al gobierno
británico en la que solicitaba clemencia para con el dictador, apelando a "razones humanitarias y a
la reconciliación entre los chilenos". (15) Unos años antes, en 1993, y con motivo de las bodas de oro
de Pinochet, Sodano le había hecho llegar "a su Excelencia y a su distinguida esposa el autógrafo
pontificio adjunto, como expresión de particular benevolencia". En la carta personal con la que el
número dos del Vaticano acompañaba la felicitación papal se podía leer también "Su Santidad
conserva el conmovido recuerdo de su encuentro con los miembros de su familia con ocasión de su
extraordinaria visita pastoral a Chile"; para terminar añadiendo "señor General, la expresión de mi
más alta y distinguida consideración". El Papa Juan Pablo II, no menos efusivo, escribía al dictador
"como prenda de abundantes gracias divinas, con gran placer imparto, así como a sus hijos y nietos,
una bendición apostólica especial". (16) Una entrañable deferencia hacia quien, como él mismo,
decidió dedicar su vida a defender la fe católica y luchar contra los enemigos de la Iglesia. Esos
enemigos a los que, en ciertas ocasiones, es preciso combatir no sólo con la cruz sino también con la
espada. Referencias Bibliográficas: (1) Jesús Ynfante. -"La cara oculta del Vaticano". Foca,
ediciones y distribuciones generales, S.L. 2004, pág. 34 (2) Ricardo Becerra. "Karol Wojtyla y su
guerra contra la modernidad’. Canarias-semanal.com (3) Jesús Ynfante. -"La cara oculta del
Vaticano". Foca, ediciones y distribuciones generales, S.L. 2004, pág.76 (4)Ibid., pág. 76 (5) Ibid.,
pág. 77 (6) Catholic.net , 11.99 (7) Carl Bernstein y Marco Politi. "Su Santidad. Juan Pablo II y la
historia oculta de nuestro tiempo". Editorial Planeta, S.A. 1996 Pág. 275 (8) Ibid. Pág. 285, 336 (9)
Ernesto Cardenal "La revolución perdida". Editorial Trotta, S.A., 2004. Pág 302 (10) Rubén Dri. "La
Iglesia Católica en los centros Clandestinos" (capítulo 5 del libro "Teología y dominación"). Herencia
cristiana (11) Adital. Agencia de Información Fray Tito para América Latina. 10-01-03. Extraído de la
recopilación de documentos realizada por la periodista Virginia Bossié sobre lo que expresaron los
obispos argentinos en apoyo a la dictadura militar. (12) Carlos Ares. "El cruento éxito de la
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"Operación Aries". El País.es 24-03-2001. (13) Adital. Agencia de Información Fray Tito para
América Latina. (14) Carta pública a Juan Pablo II. Movimiento "Somos Iglesia". Chile. Comité
Monseñor Romero. (15) Ernesto Ekaizer. "La mediación del Vaticano a favor de Pinochet se gestó en
la sede del Opus Dei en Roma". El País. 21-02-1999. (16) Ibid.
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