1 En "Fideicomiso", Revista de Derecho Privado y Comunitario, Tº 2001-3, ed. Rubinzal Culzoni, 2002, Santa Fe, Argentina. PROPIEDAD FIDUCIARIA EN GARANTIA ¿Es posible en el derecho vigente? por Alicia Puerta de Chacón Ventajas y problemas La dúctil figura de la propiedad fiduciaria, acogida por la ley 24.441, concita particular interés en el ámbito de los negocios empresarios y financieros como un atractivo medio de garantía. Ello, en tanto concede al titular fiduciario la facultad de realizar privadamente y por sí los bienes que constituyen su objeto, a los fines de satisfacer las obligaciones garantizadas. En tal sentido, se sostiene que aventaja a otro tipo de seguridades personales y reales 1, al perfilarse como una neta garantía autoliquidable, que favorece el abaratamiento, y consiguientemente, el acceso al crédito. En su aplicación han puesto especial atención los acreedores institucionales (bancos y financieras), a fin de sustraerse a los dilatados y costosos procesos judiciales en reclamo de sus acreencias. También se postula como garantía preferida que conceda a estos acreedores un tratamiento preferencial en la carga de previsionar ante el B.C.R.A.2.En particular, concita la atención de empresarios e inversores, quienes pueden llevar adelante sus proyectos con financiamiento que garantizan con los bienes fideicomitidos. En estos casos se enlazan en el fideicomiso fines de garantía, gestión, inversión, etc., apareciendo figuras más complejas, tal como la implementada por el Banco Hipotecario Nacional a poco de ser sancionada la ley 24.441 (LF) en el marco de la Operatoria de Financiamiento de Emprendimientos Constructivos con Transmisión de Dominio Fiduciario. Sin embargo, este interesante instituto arriba al derecho nacional con ciertas dificultades para los operadores jurídicos, lo que genera marchas y contramarchas en su aplicación. La primer y gran duda interpretativa es de naturaleza existencial. La denominada Ley de Fideicomiso (LF) ni siquiera menciona al fideicomiso de garantía; ello ha motivado un acalorado y prolongado debate en la doctrina autoral, en torno a su viabilidad jurídica, y aún respecto de su licitud y necesidad3. 1 Claudio M. Kiper y Silvio V. Lisoprawsky explican minuciosamente las numerosas e importantes ventajas del fideicomiso como medio de garantía, en “Fideicomiso de Garantía”, en su obra “Teoría y Práctica del fideicomiso”, ed. Depalma, Bs.As., 1999, pág. 1 y ss. 2 Czarny; Natalio, Garantías preferidas por el BCRA. Propuesta de calificar al fideicomiso de garantía como preferida. Fundamento, Rev.El Derecho 172 pág.1028 3 Peralta Mariscal, Leopoldo L., ¿Fideicomiso de garantía? ¡Neuralgias y cefaleas garantizadas!, Rev. La Ley 2000D pág. 975 . De mismo autor “Fideicomiso sí; de garantía no”, Rev. La Ley 2001-B pág.978 y “Análisis económico del fideicomiso de garantía. Nuevas reflexiones sobre su ilicitud”, Rev. La Ley del 09/10/01. En contraposición: 2 Por su parte, quienes destacan sus bondades y alientan entusiastamente su utilización, no dejan de formularse diversos interrogantes. Tales como ¿Puede el acreedor ser el fiduciario?. Es decir, si el beneficiario de la garantía ¿puede a la vez revestir el carácter de titular de la propiedad fiduciaria?. Tal posibilidad es firmemente negada por quienes sustentan el exclusivo antecedente anglosajón del fideicomiso (trust) receptado en la ley 24.441, en contraposición a los que rescatan en el nuevo régimen los resabios del derecho romano (fiducia cum creditore). En relación a este tópico, hay autores que distinguen según cuál sea el objeto de la propiedad fiduciaria. Si se trata de créditos u otros derechos estiman factible su transferencia en garantía al acreedor. Distinta situación se presentaría si el objeto de la garantía son las cosas, en cuyo caso el titular fiduciario debiera ser un tercero. Sin embargo, tales disquisiciones no se apoyan en precepto jurídico alguno. Un gran dilema presenta el concurso y la quiebra del deudor o constituyente de la garantía. El acreedor cuyo derecho garantizan los bienes fideicomitidos ¿está sujeto a la carga verificatoria del crédito, y en su caso de la garantía?. ¿Puede sostenerse que el reconocimiento legal del ius vendendi al fiduciario, excepcione al acreedor de la regla impuesta en los arts. 32, 126 y 200 de la ley concursal? Otra arista problemática es establecer cómo se realizan los bienes fideicomitidos. ¿Debe acudirse a la analogía aplicando el remate no judicial instituido para la prenda (art. 585 Código Comercio y art. 39 ley de prenda con registro) y, en su caso, el que la misma ley contempla para la hipoteca (arts. 52 a 57 LF), o pueden las partes, voluntariamente, arbitrar en el contrato el procedimiento de realización de los bienes que posibilite satisfacer la deuda garantizada?. Se advierte la complejidad que presenta el abordaje de esta temática, que desvela a los especialistas y resta seguridad a los operadores. El objetivo de estas reflexiones no procura dar respuestas acabadas a éstas y otras cuestiones dudosas que se plantean sino tan sólo formular propuestas y puntos de vista, que contribuyan a estimular su estudio y reconocimiento legal específico, en aras de la seguridad jurídica y el buen desarrollo del crédito y la inversión en beneficio de todos. I. FIDEICOMISO DE GARANTIA Expresa el jurista español De Arespacochaga4 en el prólogo a su interesante obra: “Todo el mundo jurídico bebió en las mismas fuentes del Derecho Romano, y sus instituciones fueron evolucionando a lo largo de tiempo, moldeándose según el espíritu de cada pueblo. En los Carregal, Mario A., Fideicomiso de garantía: lícito y necesario, Rev. La Ley 2000-E-948; Favier Dubois, Eduardo M., Fideicomiso de garantía: ¿si o no?, Rev. Doctrina societaria y Concursal, Errepar, T°XIII N°165, agosto 2001, pág. 135. 4 De Arespacochaga, Joaquín, “El trust, la Fiducia y Figuras Afines, ed. Marcial Pons,, Madrid, 2000, pág. 13 3 países anglosajones el pacto de fiducia romano adquirió un especial desarrollo al amparo de un sistema dual de normas, “common law” y “equity”, al que fue ajeno el Derecho continental. Del embrión de este originario negocio fiduciario típico (el “use”) surgirá la institución inglesa del trust, que ha adquirido un determinante arraigo en el mundo financiero y comercial como fórmula dúctil y maleable, perfectamente adaptable a las personales circunstancias de la administración de un patrimonio privado o persiguiendo una pura finalidad de garantía”. a) El antecedente romano El punto de partida, entonces, para analizar el fideicomiso de garantía es la fiducia cum creditore contracta, que fue la forma más primitiva del derecho romano de constituir una garantía real5. Según relatan los historiadores, consistía en el contrato por el cual el deudor (fiduciante) transmitía la propiedad de una cosa al acreedor (fiduciario) en garantía de la obligación que los vinculaba, mediante las formas de la mancipatio o de la in iure cesio, concertándose al mismo tiempo un pacto (pactum fiduciae), por el cual el acreedor se obligaba bajo su palabra (fides) a restituir la cosa al deudor cuando fuera satisfecha la deuda. En cambio, si el deudor no pagaba en término, se consolidaba el dominio en cabeza del acreedor, y no quedaba obligado a restituir suma alguna al deudor, aún cuando su valor excediese el crédito que garantizaba. Si el acreedor había sido autorizado por el pacto a venderla (pactum de vendendo), el deudor tenía derecho personal a cobrar la diferencia entre el precio de venta y el monto de la deuda pagada (superfluum). En un principio, se trató de un negocio basado puramente en la confianza (fides), pues el deudor debía confiar exclusivamente en la buena fe de su acreedor, de quien dependía el cumplimiento de lo pactado, asumiendo el deudor el “riesgo” de que la cosa no le fuera retransmitida al cumplir la obligación. Es más, si el acreedor fiduciario enajenaba la cosa, el deudor carecía de acción contra el tercero adquirente (actio in rem), la que solamente competía al propietario fiduciario. Con posterioridad, se le reconoció la actio fiduciae emergente del pacto de fiducia, de carácter personal, por la cual el deudor pudo obligar al acreedor a restituir la cosa o bien a indemnizar los daños y perjuicios causados cuando la restitución se hacía imposible por culpa del acreedor6. En la fiducia romana el acreedor fiduciario era el propietario quiritario de la cosa fideicomitida en garantía, y esta propiedad la ejercía en nombre, cuenta e interés propio. Como propietario gozaba de los atributos de su derecho y se comportaba como tal frente a los terceros. 5 Arguello, Luis Rodolfo, Manual de Derecho Romano, ed. Astrea, Bs.As, 1985, pág. 237. Conf. Petit Eugene, Tratado Elemental de Derecho Romano, ed. Albatros, Bs.As., parágrafo 242. 4 En los casos que el deudor pretendía mantenerse en la ocupación de la cosa, se la dejaba a título de arrendamiento o de precario La convención que limitaba las atribuciones del fiduciario permanecía oculta7; por eso, si el fiduciario vendía la cosa sin autorización del deudor, éste carecía de acción real contra terceros para recobrarla. Era posible garantizar con fiducia una deuda ajena, en cuyo caso el tercero asumía la calidad de fiduciante. También podía estipularse que al cumplimiento de la obligación, la restitución del dominio de la cosa se realizara a favor de un tercero, en cuyo supuesto el fideicomisario8 se distinguía del fiduciante. La fiducia desapareció en el período postclásico, cuando cayeron en desuso las formas solemnes de transferir la propiedad, siendo sustituida primero por el pignus, que no privaba al deudor de la propiedad de la cosa sino tan sólo de la posesión, y luego por la hipoteca, que permitió al deudor mantenerse en la propiedad y posesión de la cosa dada en garantía. En realidad, la fiducia constituía una sólida garantía para el acreedor, pero resultaba desventajosa para el deudor quien, privado del uso y goce de la cosa, quedaba librado exclusivamente a la bona fides del acreedor y sin acción real para recobrarla cuando la cosa era dispuesta contra su voluntad. Si bien el derecho romano no distinguió las categorías conceptuales de los derechos reales y los derechos personales, sino a las acciones como reales y personales, tanto el pignus como la hypotheca llegaron a configurarse como tipos particulares de derechos reales, mientras que la fiducia permaneció en el ámbito de los derechos personales. Es importante rescatar las notas características de este antecedente histórico, a fin de determinar cómo se proyectó en nuestro derecho nacional, y destacar que fue en la persona del acreedor que se reconoció la calidad de fiduciario y verdadero beneficiario de la cosa fideicomitida entregada en garantía, puesto que era él quien obtenía la totalidad de su ventaja económica hasta la suma que representaba su crédito. b) El Código Civil Argentino Nuestro ordenamiento jurídico no receptó el contrato de fideicomiso como contrato tipificado o nominado. Sin embargo, lo dio por supuesto dado que, al regular entre los derechos reales el derecho de dominio, el Código Civil definió al dominio fiduciario como “el que se adquiere en un fideicomiso singular, subordinado a durar solamente hasta el cumplimiento de una condición resolutiva, o hasta el vencimiento de un plazo resolutivo, para el efecto de Carlos Rosenfeld, Antecedentes históricos del “Fideicomiso”, Rev. La Ley 20/10/1998 Rengifo García,Ernesto, Antecedentes romanos del contrato de fiducia, Rev. de Derecho Privado, Universidad Externado de Colombia, N°5 año 2000, pág. 87 6 7 5 restituir la cosa a un tercero” (art. 2662). Es claro que la norma refirió al fideicomiso singular como causa-fuente del dominio fiduciario9. He sostenido anteriormente10 que el dominio fiduciario reconocido por el Código de Vélez suscitó una intensa discusión en la doctrina nacional en torno a su existencia, por la ausencia de regulación específica y la prohibición expresa de la sustitución fideicomisaria (arts. 3724,3731, 3732 C.Civ.). Por otro lado, desde la óptica de los negocios fiduciarios, la doctrina clásica profesó su temor a los negocios indirectos11 y a la posibilidad de favorecer negocios simulados12. Todo ello provocó grandes resistencias a la admisión del contrato de fideicomiso. Fue en los últimos tiempos que la doctrina civilista, convencida de la necesidad de revivir esta figura de gran utilidad en el derecho extranjero, propuso mayoritariamente su utilización mediante actos entre vivos (onerosos o gratuitos) y por disposiciones de última voluntad, siempre que el evento resolutorio no importara una sustitución fideicomisaria prohibida13. En cuanto al régimen del dominio fiduciario, consideró aplicables por analogía las normas reguladoras del dominio revocable (arts. 2668 a 2672 C.Civ.)14. Pero este polémico y limitado marco legal, no configuraba el cauce jurídico adecuado para la constitución de fideicomisos, menos aún con fines de garantía, en los que la seguridad de cobro constituye el interés primordial que abraza el acreedor. De hecho, no se registran en nuestra jurisprudencia ni en la doctrina nacional antecedentes de fiducias en garantía sobre cosas al amparo del art. 2662 del C.Civ.- Distinto fue lo que aconteció en materia de créditos, títulos y acciones. c) Aplicación de la fiducia romana antes de la ley 24.441 8 Arias Ramos J., Derecho Romano Tº I. Parte General- Derechos Reales, décima edición, ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1966, parágrafo 165, pág.316. 9 El código no respetó estrictamente la terminología romana. En realidad la expresión fideicomiso proviene de la voz latina fideicommissum que en el derecho romano designaba el “ruego” que hacía el testador, llamado fideicomitente, para que una persona de su confianza, denominada fiduciario, efectuara la transmisión de todo se patrimonio o de una cuota parte de él, o de un bien determinado de la misma a una tercera persona, designada con el nombre de fiduciario. Para los actos entre vivos se reservó la expresión de fiducia, tanto para la fiducia cum creditore (de garantía), como para la fiducia cum amico (de administración), conforme se ha expuesto en el punto precedente. 10 Puerta de Chacón, Alicia, El dominio fiduciario en la ley 24.441 ¿Nuevo derecho real?, Rev. Jurisprudencia Argentina 1998-III, pág. 824 y Tratado Teórico Práctico de Fideicomiso directora Beatriz Maury de González, 2da. Edición, ed. Ad.Hoc, B.S., 2000, pág. 83. 11 En estos actos para obtener el efecto jurídico se hace uso de una vía oblicua o transversal, existiendo desproporción entre el fin querido por la partes (administración, garantía, mandato, etc.) y el medio jurídico empleado para logarlo (transmisión de la propiedad). 12 Se reprocha al negocio fiduciario su semejanza con la simulación relativa. El fiduciario actúa como si los bienes fueran propios, mientras que en verdad actúa para satisfacer el interés de otro. 13 IX Jornadas Nacionales de Derecho Civil realizadas en la ciudad de Mar del Plata, año 1983. 14 Kiper, Claudio M. “Régimen jurídico del dominio fiduciario”, ed. La Ley, Bs.As., 1989 6 En la órbita de los negocios bancarios proliferó la cesión de créditos con fines de garantía, que una posición autoral –ante la ausencia de preceptiva legal- la explicó como verdadera transmisión fiduciaria15. En virtud de este contrato, el deudor transmite la propiedad de su crédito al acreedor con fines de garantía. Una vez cumplida la obligación garantizada, el acreedor debe restituirlo. La propiedad del crédito le confiere al acreedor el derecho de satisfacer directamente el crédito asegurado mediante la enajenación o el cobro del crédito cedido, debiendo –en caso de haber cobrado de más- entregar al deudor cumpliente lo que excede esa cantidad. Se ha sostenido que, si bien la fiducia no se encontraba integrada a ninguna figura expresamente tipificada en la ley, reconocía su licitud en la autonomía de la voluntad, que autoriza a celebrar contratos nominados e innominados (arts. 1143 y 1197 C.Civ.) Desde esta perspectiva, la cesión de créditos en garantía encuadra en el antecedente romano de la fiducia cum creditore, en tanto es el acreedor quien adquiere la titularidad fiduciaria del crédito cedido en seguridad de una deuda, con plenas facultades de goce y disposición. Sin embargo, otra tesis con mayor consenso en la doctrina ha estimado que ante la ausencia de regulación legal de la cesión de créditos en garantía, el contrato es válido en virtud del consensualismo, pero deben aplicarse las normas de la prenda de créditos16. Se entiende que tal solución se desprende de los arts. 3204, 3209, 3211 y 3212 del Código Civil y 583 del Código de Comercio, siempre que el crédito conste por escrito, se entregue al acreedor el respectivo título, y se notifique al deudor cedido. En una actitud ecléctica están quienes consideran que debe estarse a la real voluntad de las partes, y distinguirse si la cesión se pactó como negocio fiduciario o como prenda de créditos, dado que las diferencias entre ambas son sustanciales. La transmisión fiduciaria concede al acreedor una garantía más intensa que la prenda de créditos, pues al transmitirse fiduciariamente la propiedad del crédito, le permite disponer de él, aún cediéndolo; consecuentemente, el cedente se encuentra privado de la legitimación para perseguir su cobro. En la prenda, en cambio, el deudor prendario continúa siendo el titular del crédito cedido en garantía, y el acreedor cesionario ostenta solamente un derecho real sobre cosa ajena (el título del crédito) 17. 15 Guastavino, Elías P., La transmisión de créditos en garantía Rev. Jurisprudencia Argentina 1973- 18- 504 Rivera, Julio César, Cesión de crédito en garantía, Rev. La ley 1991-C pág..868; Lorenzetti, Ricardo L, Reflexiones sobre el factoring como contrato de garantía, Revista de Derecho Privado y Comunitario, Nº 2. Garantías, págs. 246 y sgtes. 17 Arico Rodolfo, Cesión de créditos en garantía, Rev. El Derecho Tº 173 pág. 856. Conf. Iturbide Gabriela A. y Pepe Marcelo, Fideicomiso de Garantía, Rev. Jurisprudencia Argentina 1998-I pág.718; quienes además exigen para la constitución de la prenda de créditos, que el endoso del título sea en garantía, pues si el endoso es puro y simple se estará en presencia de un fideicomiso de garantía. 16 7 Estas diferencias cobran relevancia ante la situación concursal del deudor cendente18, puesto que si la garantía es una prenda, el acreedor debe verificar el crédito con la garantía para invocar su preferencia de cobro frente a la masa de acreedores. Una posición extrema, con fundamento en el principio “los contratos no pueden perjudicar a terceros”, desconoce eficacia a la cesión de créditos como negocio fiduciario en garantía.19 Afirma que los privilegios sólo son de origen legal y por ello el deudor no puede crearlos a su voluntad, cediendo el crédito de su patrimonio en beneficio de un acreedor determinado sin norma que lo autorice. Para algunos autores, esta tesis negatoria de los negocios fiduciarios de garantía es defendible aún después de la ley 24.441, ordenamiento que, como es sabido, incorpora a nuestro sistema el fideicomiso en general. La doctrina20 identifica la figura del fideicomiso de garantía en la ley 23.696 de Reforma del Estado de 1989, que reguló el régimen del Programa de Propiedad Participada del capital accionario de las empresas privatizadas, en favor de los empleados, usuarios y proveedores (Capítulo III); ella con relación a la prenda sobre las acciones que obran en poder del banco fideicomisario (art.34) y al Fondo de Garantía y Recompra (art. 16 dec. 584/93). En realidad, el poder de disposición que ejerce el banco depositario (calificado erróneamente por la ley como fideicomisario) es sobre los dividendos de las acciones prendadas y de los bonos de participación, que por ley está obligado a aplicarlos al pago de la deuda contraída por los adquirentes con el Estado por la compra de las acciones(arts. 36 y 37). En este caso el rol de fiduciario reside en cabeza de un tercero distinto al acreedor. d) El fideicomiso ordinario de la ley 24.441 La ley 24.441 incorpora a nuestro sistema jurídico el fideicomiso de origen convencional y testamentario (arts. 1 a 18). En orden a su finalidad económica (favorecer la inversión de capitales), la ley tipifica solamente el fideicomiso financiero (arts. 19 y 20); sin dudas, el 18 Un análisis meduloso de la cesión de créditos en garantía en la doctrina nacional y extranjera y sus consecuencias concursales realiza la Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci en su voto en fallo de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza dictado en los autos 60.903 “Banco de Mendoza en j. 22.216 Compulsa en Carbometal S.A.I.C. p/ Conc. Prev. s/ Casación” dictado en fecha 06/08/97. LS 273-151 publicado en Rev. El Derecho 180-514 y Jurisprudencia de Mendoza 54-137. En relación a la cesión de créditos en garantía a la luz de la ley 24.441 ver su voto en fallo de la SCJMza. autos N° 66781 “Nazar y Cia S.A. en J. 25.583 (32618) Soc. Militar Seguros de Vida Inst. Mutualista en J. 22.097 Nazar y Cia. S.A. p/Con. Preven. P/Rec. Revisión s/ Inc. Cas y su acumulado N° 66.883 caratulados “Sind. Conc. Nazar y Cia en J. 25583...”, de fecha 07/07/2000. LS 296-098. 19 Nieto Blanc, Ernesto, Dación en pago de créditos (pro soluto y pro solvendo), cesión en garantía y prenda de créditos. La Ley. Derecho Bancario. Suplemento trimestral del Comité de Bancos de la República Argentina Nº6 de fecha 6-11-91. 20 Villegas, Carlos Alberto, Operaciones Bancarias, ed. Rubinzal-Culzoni, Bs.As., 1996, págs. 81/82. 8 legislador puso especial énfasis en él como herramienta jurídica necesaria de la securitización o titulización21. Dado que la ley no menciona el fideicomiso de garantía, subsiste la polémica doctrinaria relativa a su viabilidad en el derecho vigente. Esta disputa exhibe distintos matices cuya comprensión requiere el análisis previo de la normas legales. El art. 1º de la ley dispone: “Habrá fideicomiso cuando una persona (fiduciante) transmita la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otro (fiduciario), quien se obliga a ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato (beneficiario), y a transmitirlo al cumplimiento de un plazo o condición al fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario”. El art. 4º refiere al contenido del contrato, y entre otras estipulaciones, exige “el plazo o condición a que se sujeta el dominio fiduciario, que nunca podrá durar más de treinta años desde su constitución, salvo que el beneficiario fuere un incapaz, caso en el que podrá durar hasta su muerte o el cese de su incapacidad” (inc. c); “el destino de los bienes a la finalización del fideicomiso” (inc.d) y “los derechos y obligaciones del fiduciario..” (inc.e). El art. 6º expresa: “El fiduciario deberá cumplir las obligaciones impuestas por la ley o la convención con la prudencia y diligencia del buen hombre de negocios que actúa sobre la base de la confianza depositada en él”. Por su parte, el art. 17º confiere al fiduciario la facultad de “disponer o gravar los bienes fideicomitidos cuando lo requieran los fines del fideicomiso, sin que para ello sea necesario el consentimiento del fiduciante o del beneficiario, a menos que se hubiere pactado lo contrario”. En cuanto al objeto, la misma ley expresamente contempla que tanto las cosas como los bienes integran a la propiedad fiduciaria (arts.11 a 17 y 73). Se advierte con claridad que las amplias directivas legales confieren a la voluntad particular determinar, en cada caso, los fines del fideicomiso, los bienes objeto de la propiedad fiduciaria, las facultades y obligaciones del fiduciario, el evento resolutorio que pone fin al fideicomiso y la destinación final de los bienes fideicomitidos. El pacto de fiducia que obliga al fiduciario a cumplir con las obligaciones convencionales atinentes al ejercicio y destino de la propiedad fiduciaria, no queda oculto en las intenciones de los contratantes, sino plasmado en el título y sujeto a los condicionamientos impuestos por el mismo texto legal. Securitizar (voz de origen anglosajón) o titulizar (voz de origen continental) es convertir en “valores” determinados activos, con traslado de los riesgos al inversor. Mediante el fideicomiso financiero, se acota la situación de riesgo del inversor, toda vez que la “propiedad fiduciaria” -que respalda la emisión por el fiduciario de los títulos representativos de deuda y certificados de participación- constituye un “patrimonio separado”, afectado especialmente a garantizar la inversión. De allí que Guastavino avisore en el fideicomiso financiero también la finalidad de garantía en el repago de los títulos de los inversores. Lo curioso de este enfoque es que las obligaciones garantizadas serían del fiduciario y no del fiduciante. En realidad, toda propiedad fiduciaria cumple una función de garantía, toda vez que los bienes están afectados al cumplimiento de los fines del fideicomiso. 21 9 La ley prohíbe al fiduciario adquirir para sí los bienes fideicomitidos y liberarlo de la obligación de rendir cuentas (art.7º). En todos los casos, el fiduciario debe cumplir las obligaciones impuestas con la prudencia y diligencia del buen hombre de negocios que actúa sobre la base de la confianza depositada en él (art.6º), bajo pena de remoción judicial (art. 9º inc.a). Si en beneficio propio dispone, grava o perjudica los bienes y los derechos de los contratantes, comete el delito de defraudación (art.82 LF modificatorio del art. 173 del Código Penal). Resulta entonces que el fideicomiso tipificado en estas normas no se funda “puramente” en la confianza que se dispensaba al fiduciario, sino en la voluntad expresa que exige el contenido del acto y en los topes e imposiciones que le fija la ley. Este giro copernicano que se produce en nuestra concepción latina del negocio fiduciario obedece al nuevo modelo que incorpora el legislador. e) El antecedente anglosajón El legislador argentino ha dado entrada a la figura del "trust", de gran desarrollo en el hemisferio norte, como instrumento jurídico apto y seguro para la concreción de los más variados negocios. Si bien desde el punto de vista conceptual existe una raíz común al negocio fiduciario y al trust, en cuanto ambos pueden ser englobados bajo la rúbrica común de negocios de confianza, en su evolución histórica, la cultura jurídica anglosajona incorporó un elemento distintivo de la fiducia romana, cual es el fraccionamiento del derecho de propiedad en un “dominium legitimun” que convierte al fiduciario en propietario formal, y en un “dominium naturale”, que reserva en el fiduciante la propiedad material y reconoce a favor de éste último un auténtico derecho real y no meramente obligacional 22. En su esencia, el trust es un negocio jurídico en virtud del cual una persona (el settlor) deja de ser el propietario de un bien objeto de administración, transfiriendo la titularidad nominal a otra (el trustee) y la titularidad real a una tercera persona beneficiaria (the beneficial owner), calidad ésta que también puede revestir el settlor. En su estructura intervienen tres sujetos y se opera la fractura del derecho de propiedad en dos: la propiedad formal del fiduciario y la propiedad sustancial o económica del o los beneficiario, y en este esquema, el fiduciario es un gestor patrimonial de bienes ajenos, y los beneficiarios son titulares de un derecho real frente al trustee y los terceros 23. 22 23 De Arespacochaga, Joaquín, ob. cit. págs. 21. De Arespacochaga, Joaquín, ob. cit. pág. 32 10 A diferencia del negocio fiduciario romano, cuya característica esencial reside en la potestad de abuso por parte de la persona en la que se deposita la confianza (fiduciario), en el trust esa relación de confianza queda regulada estrictamente por la ley y en el ámbito de los derechos y obligaciones respectivos del settlor, el trustee y los beneficiarios. Una de las cuestiones más polémicas en la doctrina nacional es si el fideicomiso receptado responde a la forma pura del trust, o si el legislador nacional ha sido original, y sin perder de vista a la antigua figura romana, regula el fideicomiso desde una perspectiva diferente. Este interrogante ha dividido profundamente las aguas entre nuestros autores: algunos entienden que luego de la sanción de la ley 24.441 existen dos regímenes diferenciados de dominio fiduciario24; otros consideran que existe un “nuevo” dominio fiduciario25; el debate motivó interesantes observaciones en el seno de la Comisión N° 4 de las XXVI Jornadas Nacionales de Derecho Civil26. A partir de la idea de la simbiosis entre ambos modelos (la ley modifica el art. 2662 del C. Civ.), destacados autores nacionales y extranjeros hablan de una suerte de “latinoamericanización” del trust. Esta adaptación al derecho continental se ha dado con diversos grados o matices en las leyes latinoamericanas que lo han acogido 27. Se ha considerado que su asimilación y puesta en práctica ha seguido un arduo camino de tanteos y vacilaciones, debido a la dificultad de “importar” esta figura de molde anglosajón, basada en un sistema dual de derecho en el que conviven dos especies de dominio al desgajar el derecho de propiedad. Se considera que consecuencia de este injerto, se han producido tensiones en los respectivos sistemas jurídicos de cuño romanista. El resultado en muchos casos ha sido un producto híbrido que adquiere la forma de un acto jurídico desvirtuado del modelo que se quiso tomar. Es así, que países europeos con fuerte tradición romana, como Francia, Suiza, Holanda y España, se resisten a la incorporación del trust en su versión original como “propiedad dividida”, aún cuando en su fenómeno de integración económica reconocen la validez de los negocios concertados en los países que lo admiten (salvo España)28. El legislador argentino opta, entonces, por una transmisión de propiedad imperfecta con base en la confianza, pero con limitaciones convencionales y legales importantes, que 24 Establecen marcadas diferencias entre el dominio fiduciario de Vélez y el de la ley 24.441: López de Zavalía, Fernando, “Los dos dominios fiduciarios de nuestro sistema”, Rev. Jurisp. Argentina 1997-III pág.942; Vázquez Gabriela, Dominio Fiduciario ¿Unidad o pluralidad de regímenes?. Rev. Jurisprudencia Argentina 1998-III pág. 843. 25 Kiper, Claudio M., “Unidad de régimen para el dominio fiduciario”, Rev. Jurisp. Argentina, 1997-IV-874; Bono, Gustavo A. en Fideicomiso. Ley 24.441, ed. Alveroni, Córdoba, 1995,pág. 21; Puerta de Chacón Alicia, ob. cit., pág. 828 26 La Comisión N°4 “Fideicomiso y Letra hipotecaria” de las XVI Jornadas Nacionales de Derecho Civil realizadas en la Ciudad de Buenos Aires los días 25 a 27 de setiembre de 1997, emitió dos despachos divergentes relativos a las dos posiciones que se suscitaron al respecto en el debate. 27 Lugo Irizarry, Carmen Teresa, “El Fideicomiso en Puerto Rico: un híbrido jurídico ante el futuro”, ed. First Book Publishing of PR, Puerto Rico, 1996. 11 disminuyen los riesgos de la fiducia romana. Y sin que ello implique admitir la estructura de la “doble propiedad” del trust29, llega a efectos jurídicos análogos al configurar la propiedad fiduciaria como un patrimonio separado. Un sector de la doctrina nacional explica que el fideicomiso “latinoamericano” toma del negocio fiduciario romano el esquema de un negocio “complejo”, que reúne en sí mismo un negocio de naturaleza real (el que alude a la transmisión de los bienes al fiduciario) y un negocio obligacional o personal (que refiere a la obligación que contrae el fiduciario de afectar los bienes fideicomitidos a los fines del fideicomiso)30. En realidad, se trata de un solo negocio con unidad estructural del cual nace un efecto real (la constitución de la propiedad fiduciaria) y efectos personales (las obligaciones contraídas por el fiduciario)31. Frente a la problemática del negocio “abstracto”, que no es posible en un sistema jurídico causalista que hace de la causa un elemento esencial, Mosset Iturraspe explica que la causa del negocio fiduciario no es la causa del contrato dirigido a la transmisión de la propiedad en garantía. El negocio fiduciario no está constituido solamente por el negocio de transmisión dominial; este es sólo uno de los lados del negocio. La finalidad de garantía es la finalidad del negocio complejo, compuesto del acuerdo real de transmisión y del convenio obligacional. La causa fiducia indentificada con la finalidad de garantía, visible en el negocio obligatorio, es la que constituye la causa de ese negocio complejo que llamamos fiduciario32. En cuanto a otras particularidades de este “tercer género” que recepta la ley 24.441, subsiste la persona del fideicomisario del derecho romano (destinatario final de los bienes), como sujeto diferenciado del beneficiario del trust (destinatario de las utilidades), roles que en esta figura se identifican. Aún más, se admite que en ciertos casos el rol del fiduciario puede coincidir con el del beneficiario, como era lo normal en el fideicomiso romano y lo ilustra la costumbre jurídica en nuestro país en materia de cesión de títulos y créditos en garantía. Y en lo concerniente a la naturaleza del derecho del beneficiario, es conteste la doctrina en calificarlo como un derecho personal. Cierto es que el verdadero y novedoso aporte de la ley 24.441 al fideicomiso regulado es la incorporación del patrimonio fiduciario, como patrimonio separado y afectado a la consecución de los fines del fideicomiso, del cual el fiduciario es su titular y gestor. 28 De Arespacochaga, Joaquín, ob. cit. pág. 48 y 49. Lorenzetti, Ricardo, Tratado de los Contratos, T°III, ed Rubinzal-Culzoni, Bs.As., 2000, pág. 302 30 Villegas, Carlos Gilberto, “Operaciones Bancarias”, Tº II, ed. Rubinzal-Culzoni, 1996, págs 9 y 39. 31 Martorell, Ernesto. E., Tratado de los contratos de empresa, T°II, ed. Depalma, Bs.As., 1995, págs. 820 y 835. Cnf. Alterini, Jorge H. y otros, ob. cit. 32 Mosset Iturraspe, Jorge, “Negocio fiduciario con fines de garantía (trust o fideicomiso en garantía)”, en Rev. de Derecho Privado y Comunitario, Garantías, T°2, ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1993, pág. 75 29 12 f) El fideicomiso de garantía ¿es viable en la ley 24.441? Con diferencia de matices, es francamente mayoritaria la opinión que admite el fideicomiso de garantía en el régimen argentino del fideicomiso general u ordinario incorporado33. Los distintos intereses que anidan en la voluntad de los contratantes permiten calificar la clase o especie de fideicomiso, y aún es factible la conjunción de fines (garantía, administración, gestión, trasmisión, inversión, etc.) mediante la constitución de fideicomisos mixtos o complejos que permiten concretar grandes emprendimientos o negocios. En la amplitud del régimen que la ley dispensa al fideicomiso ordinario o general, se concibe al fideicomiso de garantía como el contrato en virtud del cual el deudor o un tercero (fiduciante) transmite la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otra persona (fiduciario), en garantía de una deuda propia o ajena, quien se obliga a ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato (beneficiario), y con facultad de aplicar las utilidades de los bienes al pago de la deuda (acreedor beneficiario). Al cumplimiento total de la deuda garantida, el fiduciario deberá transmitir los bienes al deudor o un tercero que se designe en el contrato (fideicomisario); y en caso de falta de pago, ejercer la facultad de disposición de los bienes, y con su producto satisfacer el crédito garantido y restituir el remanente a quien se designe en el contrato (beneficiario residual o fideicomisario). Quienes vedan la posibilidad de la ejecución de la garantía por venta privada34 a través del ejercicio del ius vendendi, descartan la factibilidad de estos fideicomisos. Los argumentos principales son: la privación del derecho de defensa (art. 18 C.N.) y la alteración del numerus clausus de los derechos reales (art. 2502 C.Civ.). Se afirma que siempre debe acudirse a la ejecución judicial de la garantía, puesto que en nuestro derecho no están autorizadas otras formas de ejecución de cosas muebles e inmuebles, distintas a las previstas para la prenda y la hipoteca; aceptar lo contrario importaría la creación convencional de derechos reales no previstos legalmente (art. 2502 C. Civ). Esta objeción no se formula cuando los bienes fideicomitidos son créditos, aún cuando estén representados en títulos, dado que en este caso difícilmente se Kiper Claudio M. y Lisowprawski Silvio V., “Fideicomiso de Garantía”, en Teoría y Práctica del Fideicomiso, ed. Depalma, Bs.As. 1999, pag. 1 y sgtes.; Carregal, Mario, “Fideicomiso de Garantía”, en Cuadernos de la Universidad Austral, Vol.I, Derecho Empresario Actual (Homenaje al Dr. Raymundo L. Fernández), ed. Depalma, Bs.A, 1996; Freire, Bettina V. “El Fideicomiso”, ed. Ábaco, Bs.As., 1997; Villegas, Carlos Gilberto, ob. cit.; Lorenzetti, Ricardo, ob.cit. pág. 350; Perez Hualde, Fernando, “El fideicomiso de garantía”, en Tratado Teórico Práctico de Fideicomiso directora Beatriz Maury de González, ed. Ad. Hoc, Bs.As. 2000, pág. 213; Hayzus, Jorge Roberto, Fideicomiso, ed. Astrea, Bs.As., 2000; Aquarone, María, “Trust o fideicomiso de garantía”, Rev. La Ley 1995-B997; Iturbide Gabriela A. y Pepe Marcelo, “Fideicomiso de Garantía”, Rev. Jurisprudencia Argentina 1998-I pág.718; Alterini Jorge, Corna Pablo María, Angelani Elsa Beatriz y Vázquez Gabriela Alejandra, “La hipoteca ante las inoponibilidades en la quiebra”, ed. La Ley, Bs.As., 2000, pág. 38 y sgtes. 34 Orelle, José María R., “Fideicomiso contractual y financiero”, en Financiamiento de la Vivienda y de la Construcción Ley 24.441, T.I, ed. Ad Hoc., Bs.As. pág. 179 33 13 configure la situación de abuso, puesto que la garantía se realiza mediante el cobro de su valor en dinero, el que se aplica al pago de la deuda, debiendo restituirse el remanente si lo hubiere. Una posición negatoria extrema objeta la validez del fideicomiso de garantía por falta de licitud35. Entiende que sólo satisface el interés del acreedor, dejando al deudor en absoluta desprotección frente al poder de dominación de aquél (arts. 954, 1071 y 1198 del C.Civ.). Además, estima que la figura es innecesaria, en tanto las garantías vigentes son suficientes para proteger cualquier tipo de acreencia. El rechazo liminar a la viabilidad del fidecomiso de garantía como negocio “ilícito” o “injusto”36 importa asumir una actitud ideológica, y transformar la discusión relativa a su reconocimiento en una cuestión de principios que excede el terreno estrictamente jurídico. Puede razonablemente cuestionarse el procedimiento a seguirse para la realización de los bienes fideicomitidos, si es aceptable o no la tendencia privatizadora del servicio de justicia, y si ella implica la negación del derecho de defensa del deudor. De hecho, el aspecto más preocupante y problemático para la tesis afirmativa es establecer los mecanismos de control del deudor o el fiduciante sobre cómo se ejercita el ius vendendi,. Pero resulta exagerado afirmar “in abstracto” la ilicitud de este contrato. La regla de presunción de buena fe y el concepto básico que el contrato es un acto jurídico voluntario y lícito, imponen al operador del derecho atender a cada caso particular para detectar si el negocio tiene defectos y si puede causar perjuicios a las partes o terceros. Debemos recordar que las situaciones abusivas y dañosas que pudieren presentarse encuentran respuestas en las normas generales que sancionan la nulidad, la revocación, la resolución o la inoponibilidad de los actos jurídicos, según sea el supuesto concreto; también en el deber general de reparar y en la tutela del consumidor de crédito, todo lo cual supone reconocer al deudor y los terceros interesados el acceso a la justicia en defensa de sus derechos. En la figura receptada el fiduciario no es un propietario perfecto; su derecho se tipifica como dominio o propiedad fiduciaria, sin posibilidad de apropiar para sí el o los bienes fideicomitidos. La ley reconoce al fiduciario un derecho temporal, con deberes y prohibiciones, y sujeto al ejercicio de acciones judiciales; todo ello aleja al fideicomiso receptado por la ley 24.441, de aquel “puro” negocio fiduciario, en el que todo quedaba librado a la absoluta confianza depositada en el fiduciario, que potenciaba la potestad de abuso y la posibilidad de frustración del fin querido por el fiduciante. Sabrán los contratantes, en cada caso particular, si este negocio es el adecuado como medio de garantía de sus operaciones de crédito. 35 Peralta Mariscal, Leopoldo L., en ¿Fideicomiso de Garantía? ¡Neuralgias y cefaleas garantizadas!, ob.cit. Peralta Mariscal, Leopoldo L., en “Análisis económico del Fideicomiso de Garantía. Nuevas reflexiones sobre su ilicitud”, ob.cit. 36 14 Entiendo que la aceptación de este instituto debe ser formulada en el cauce normativo de la ley 24.441, el principio cardinal de la “buena fe” y los que gobiernan la eficacia de los actos jurídicos (arts. 853, 954, 1037, 1071, 1195, 1197, 1198 y concordantes del C.Civ.). Ello sin perjuicio, que ante la ausencia de pautas específicas para este “tipo” de fideicomiso, se deben extremar los recaudos necesarios para preservar los derechos de las partes y terceros, en aras de la viabilidad de la garantía. En tal sentido, de lege ferenda, es aconsejable que una futura reforma legal le confiera mayor precisión, a fin de despejar todas las dudas que actualmente se presentan al intérprete. g) Fideicomiso de garantía. Consideraciones generales En general el fideicomiso de garantía se estudia en sus caracteres, elementos, efectos, etc., desde la perspectiva contractual y pensando en el antecedente romano 37. Tan es así, que su denominación, en las diversas expresiones utilizadas, refieren al contrato como “fideicomiso con fines de garantía”, “negocio fiduciario en garantía”, “fiducia de seguridad”, “fiducia a título de garantía”, “cesión en garantía”, siendo la más generalizada entre nuestros autores la de “fideicomiso de garantía”. Con este criterio, el Proyecto de Código Civil Unificado de 1998 38, sitúa al fideicomiso entre los contratos y contempla de modo expreso el fideicomiso en garantía en el caso de la entidad financiera (arts. 1452 a 1485 Capítulo XXII del Título III del Libro IV De los Derechos Personales). Indudablemente, el prisma contractual, permite visualizar con nitidez las distintas relaciones jurídicas que su constitución anuda entre los sujetos intervinientes y sus posiciones contractuales. Conforme se ha explicado, se trata de “un doble juego: el vínculo por el cual el fiduciante se obliga a entregar la propiedad al fiduciario -lo que no significa que sea un contrato real- sino un contrato consensual, perfecto, con el solo o mero consentimiento de las partes; que luego deriva en negocio traslativo de propiedad. Y los vínculos obligacionales del fiduciario con el “beneficiario” inmediato -la persona designada para adquirir las ventajas de la administración, los producidos o rentas- y con el “beneficiario mediato final” -la persona a quien el fiduciario se obliga a transmitir los bienes al extinguirse el negocio-.39. 37 Explica Lorenzetti que la diferencia del trust con la fiducia romana es relevante, porque el trust es una institución del derecho de propiedad y no de los contratos o sucesiones como en el derecho romano, ob. cit. pág. 302 38 Duncan Parodi, Horacio, Algunas disposiciones del Proyecto de Código Civil sobre Fideicomiso, Rev. del Derecho Comercial, 2000, año 33, pág. 244. 39 Mosset Iturraspe, Jorge, Contratos Conexos. Grupos y redes de contratos, ed. Rubinzal-Culzoni, 1999, Santa Fe, págs. 195/196. El autor explica que cuando el “beneficiario” no es ninguna de las partes, sino alguien ajeno al contrato, se configura un contrato a favor de tercero. 15 En el fideicomiso de garantía se potencia esta diversidad de vínculos, dado que supone la existencia de una relación creditoria principal, que da sustento a la garantía40. De este modo opera un entrecruzamiento de roles: los que provienen del vínculo jurídico que da origen al crédito garantido (deudor, acreedor y en su caso garante), con los que resultan del fideicomiso de garantía (fiduciante o fideicomitente, fiduciario, beneficiario y fideicomisario). Además, es factible que fluyan otras relaciones contractuales, como el comodato o el depósito, si se concede al deudor o fiduciante la tenencia de la cosa; o la locación de obra, de sevicios, la compraventa, etc. , si el asiento de la garantía es objeto de otros negocios. Estas alternativas adquieren una dimensión mayor en los fideicomisos complejos41, lo que nos ubica en el mundo de los contratos coligados o conexos, ámbito en el cual el fideicomiso exhibe su total plasticidad, tal como lo ilustra el ejemplo que se acompaña a estas reflexiones. II. UN CASO PARADIGMATICO La figura del fideicomiso receptada por la ley del financiamiento de la vivienda y la construcción despertó la imaginación de los operadores jurídicos. Una de sus primeras manifestaciones fue la “Operatoria del Banco Hipotecario Nacional de Titulización- Línea de Crédito para la Financiación de Emprendimientos Constructivos con Transmisión del Dominio Fiduciario”. El fideicomiso garantía que se va a comentar se inscribe en esta operatoria, y llegó a los tribunales, con motivo del concurso de la deudora fiduciante42. Los aspectos a considerar son los siguientes: 1. Fideicomiso de garantía El Banco celebra con una Empresa Constructora en el año 1996 un Convenio de Financiación de Proyecto Constructivo por el que se obliga a otorgar un préstamo en dólares estadounidenses a efectivizar en desembolsos periódicos, conforme a avance de obra, con destino a la construcción de un barrio de 420 viviendas a realizar en el inmueble de propiedad de la mutuaria, en un plazo de obra de 60 meses. La Empresa Constructora se obliga a restituir el préstamo en doce cuotas, cuyos vencimientos operan cada cinco meses, el último de ellos coincidente con la fecha prevista para la finalización de la obra. Se prevé la cancelación anticipada mediante la pre-venta y escrituración de unidades. 40 Favier-Dubois, Eduardo, ob. cit. pag. 137 Marquez, José Fernando, ¿Para qué sirve el fideicomiso?, Rev. Anuario de Derecho Civil, Doctrina T°V, ed. Alveroni, Córdoba, año 2001, pág. 155 42 Autos Nº3323 caratulados “Lumaco S.R.L. p/concurso” originarios del 3r. Juzgados de Procesos Concursales y Registros de la 1ra. Circunscripción Judicial de Mendoza. Como en el trabajo anterior, utilizo como recurso metodológico un caso, esta vez real, como soporte del análisis teórico, porque desde la realidad debe pensarse el derecho. 41 16 Respecto de las Garantías se conviene: La Empresa Constructora como deudora se obliga a transferir con carácter irrevocable al Banco el dominio fiduciario (ley 24.441) del inmueble donde se asentará la obra y demás derechos según el contrato de fideicomiso que se obliga a otorgar; b) el Banco puede requerir la garantía accesoria del otorgamiento de un poder especial irrevocable a favor a su favor; c) La entidad originante S.A. (un tercero) se constituye en fiadora solidaria de la operación, con quien la empresa constructora manifiesta haber celebrado un acuerdo privado que regula sus relaciones jurídicas, ajeno al Banco. Con posterioridad, se suscribe por escritura pública el contrato de fideicomiso cuyo objeto es constituir el dominio fiduciario sobre los bienes que la deudora transfiere al Banco: a) el inmueble con más lo adherido, edificado, construido y plantado; b) los derechos sobre el proyecto constructivo (planos, diseño, memorias y descripciones técnicas); c) Las construcciones, equipos e instalaciones que se incorporen al inmueble; d) los créditos y el dinero resultante de la preventa y/o enajenación de las unidades a construir sobre el inmueble; e) el dinero desembolsado por el acreedor para ser aplicado a la obra. Se establece que los sujetos del fideicomiso son los siguientes: a) el Banco acreedor es beneficiario prioritario de la garantía sobre los bienes fideicomitidos; beneficiario sobre el producto de la ejecución en los casos previstos y es fiduciario (o su cesionario) para dar a la propiedad fiduciaria el destino previsto. b) la Empresa Constructora deudora es fiduciante, beneficiaria de los bienes fideicomitidos remanentes una vez cancelada por todo concepto la deuda (capital, interses, comisiones, gastos, honorarios e impuestos) y fideicomisaria. c) el Originante S.A. persona inscripta como tal en el Registro llevado por el Banco y fiador solidario de las obligaciones asumidas por la deudora. Las facultades del fiduciario conferidas con carácter irrevocable, entre otras, son: A) control de ejecución de la obra; B) en caso de mora, ejecutar la garantía; C) si fuera necesario, gravar el inmueble con hipoteca, emitir letras, títulos de deuda, certificados de participación; D) aprobar los planes de pre-venta y escrituración de unidades a construir, suscribir los respectivos contratos; E) percibir las sumas correspondientes a la preventa y enajenación de las unidades aplicándolas a la cancelación del crédito; F) ceder a un tercero el contrato de fideicomiso y su calidad de fiduciario; G) continuar la obra por cuenta del fiduciante para la hipótesis prevista. Respecto de sus obligaciones, se conviene que el fiduciario deberá practicar rendición de cuentas en forma semestral, y una final. En caso de mora, el mutuante puede liberarse de efectuar los desembolsos que resten, y queda facultado para proceder a la ejecución de las garantías, pudiendo cobrarse del dinero y créditos que provengan de la pre-venta de unidades, y si aún queda un saldo a su favor por cobrar, puede: 1) vender el inmueble en el estado en que se 17 encuentre, conjuntamente con las construcciones, equipos e instalaciones incorporados en el mismo; o 2) continuar la obra, por cuenta de la empresa constructora con facultad para suscribir contrato de locación de obra.. Respecto de la duración del fideicomiso, su vencimiento opera el mismo día del vencimiento de la última cuota y de la conclusión de la obra, no obstante subsistirá hasta tanto quede liberada o se ejecute la garantía por el pago total del crédito. 2. Concurso de la deudora fiduciante Encontrándose el contrato antes referido en curso de ejecución, la Empresa Constructora se presenta en concurso preventivo. El Juez concursal autoriza a la concursada a continuar en el desarrollo del contrato. En el trámite verificatorio se plantean las siguientes situaciones: a) El Banco acreedor solicita la verificación de su crédito por el monto resultante de las dos primeras cuotas vencidas impagas sin intereses e invoca privilegio general sobre los bienes fideicomitidos. Aduce como causa del crédito el préstamo referido y reclama las obligaciones de la concursada exigibles con posterioridad a la apertura del concurso, sin exigir la caducidad de los plazos. b) La concursada solicita el rechazo del crédito y privilegio insinuado por el Banco. Sus argumentos son los siguientes: A) La deuda que se pretende no corresponde a la concursada, sino que forma parte de un patrimonio fideicomitido separado del patrimonio de la deudora; B) El Banco no es acreedor concursal; C) Si integra el patrimonio de la concursada los excedentes provenientes de la titulización de hipotecas (diferencias entre los precios de venta de viviendas y los fondos adelantados por el Banco); D) La pretensión del Banco perjudica a los reales acreedores de la concursada; E) El patrimonio fiduciario y el crédito en el contenido, constituye como “un organismo vivo”, en situación de permanente cambio; F) El Banco no sufre perjuicios dado que se encuentra ampliamente cubierto con el patrimonio fideicomitido. El informe del Síndico: en disidencia parcial con la concursada, el Síndico razona del siguiente modo. Respecto del crédito: 1) La Empresa Constructora reviste o puede revestir el carácter de deudora; 2) Es distinta la garantía de los bienes fideicomitidos de la responsabilidad patrimonial de la deudora; 3) Debajo del ropaje jurídico que muestra el convenio, subyace un negocio real que no tiene como fin primordial que la Constructora pague a sus respectivos vencimientos, sino que la misma efectúe la obra, a fin de que el Banco pueda vender las unidades, colocar préstamos para su adquisición por terceros, y disponer de hipotecas. Mal podría pagar la Constructora si no percibe ningún importe durante la ejecución del negocio. Los ingresos por la Operatoria los titulariza el Banco a través del patrimonio fiduciario. Existiría entre las partes un pacto de “non petendo” respecto de la concursada mientras la operatoria se 18 desarrolla, quien operaría como garante eventual de los compradores de unidades, quienes en definitiva serán quienes restituirán el crédito. Los vencimientos pactados operan como un factor de presión para que la Empresa Constructora desarrolle la obra en el modo y plazos convenidos, puesto que en caso contrario, los intereses punitorios disminuirán la ganancia que le corresponde como beneficiario del fideicomiso; 4) Es ilógico sostener que no hay deuda, puesto que si no la hay ¿a qué accede el fideicomiso en garantía? ¿En garantía de qué se le ha entregado al Banco la titularidad del inmueble y de todos los demás bienes fideicomitidos?; 5) El crédito en consecuencia es eventual, dado que el verdadero fin del convenio es el desenvolvimiento de la Operatoria, en virtud de la cual la Constructora sólo asume la obligación de garantizar el supuesto incierto de insuficiencia de los bienes fideicomitidos. Si la Operatoria se desenvuelve normalmente, el acreedor no pretenderá cobrar a la Constructora, pues habrá ido cobrando a través de la venta de unidades y titulización; por el contrario, si los fondos resultan insuficientes, entonces responderá la Constructora conforme al convenio; 6) para determinar el monto verificable debe tomarse el que corresponde a la fecha de insinuación del crédito, y dejar a salvo la posibilidad de su variación, ya que cuanto más tiempo pase, menor habrá de ser el monto del crédito, porque se habrá logrado mayor número de titulizaciones. Respecto del privilegio insinuado, lo considera inadmisible, dado que el mismo pesa sobre el patrimonio fideicomitido del propio Banco, y no sobre el patrimonio de la concursada. El juez concursal se pronuncia conforme lo aconsejado por la Sindicatura y declara admisible el crédito insinuado por el Banco en el carácter de eventual y quirografario, sin perjuicio de la evolución que sufra en cuanto a su monto en virtud de la titulización resultante de la Operatoria. No así el privilegio general insinuado, por no formar parte del patrimonio de la concursada el asiento del privilegio. Su resolución quedó firme. III. PROPIEDAD FIDUCIARIA EN GARANTIA En el caso, relatado la deudora, ingeniosa y expresivamente, califica al dominio fiduciario transferido en garantía como un “organismo vivo”, que está despegado y es ajeno a su propio patrimonio. Y desde esa óptica se analiza el crédito garantizado y el privilegio insinuado por el acreedor. No obstante la visión contractual dominante en la doctrina43, he sostenido que el gran aporte de la ley 24.441 en materia de fideicomiso, es su efecto jurídico, o sea, la propiedad fiduciaria. Una propiedad con un régimen especial porque está destinada a cumplir con los fines 43 Mario Bonfanti expresa que el legislador local ha priorizado la fase obligacional del negocio, subestimando en alguna medida el aspecto “real” de la titularidad del dominio transmitida a fin de que el fiduciario pueda gestionar “los bienes ajenos como propios”, conforme a su saber y entender, en “Significado actual del fideicomiso, Rev. Jurisp.Argentina, 1999-III pág. 779. 19 impuestos por el fiduciante, y para asegurar su cometido, el legislador rompe el dogma inquebrantable del “patrimonio único” y la recepta como un patrimonio separado del patrimonio propio de cada uno de los sujetos involucrados en el fideicomiso, con un régimen de gestión autónomo a cargo de su titular el fiduciario (arts. 11 a 18 LF). En un reciente y original trabajo, su autor44, seguramente afecto a los automotores, expresa: “Es como si la propiedad de los bienes fideicomitidos estuviese “en tránsito” durante un tiempo más o menos prolongado (puede llegar a treinta años) para pasar del fiduciante a los beneficiarios. El vehículo es el fideicomiso y su conductor es el fiduciario, cuyo deber es llegar a la meta fijada por el contrato”. Es quizás desde esta perspectiva, que deja atrás el dominio perfecto del fiduciante y pone la mira en la movilidad y el fin de la propiedad fiduciaria, que se presenta de manera interesante el análisis de este instituto. a) Naturaleza de la garantía Esta garantía consiste en una propiedad especial, denominada propiedad fiduciaria si recae sobre bienes, o dominio fiduciario si recae sobre cosas. El art. 14 LF dispone que “Sobre los bienes fideicomitidos se constituye una propiedad fiduciaria que se rige por lo dispuesto en el Título VII del Libro III del Código Civil y las disposiciones de la presente ley cuando se trate de cosas, o las que correspondan a la naturaleza de los bienes cuando éstos no sean cosas”. Es una propiedad o dominio porque se trata de un derecho que recae en forma directa e inmediata sobre cosas o bienes propios. Y es fiduciaria porque se encuentra afectada al cumplimiento de los fines del fideicomiso. Si el fin del fideicomiso es garantizar el cumplimiento de obligaciones, es una propiedad o dominio fiduciario en garantía o con fines de garantía. Cualquier bien de naturaleza patrimonial puede ser objeto de esta propiedad y consiguientemente de la garantía, como dinero, inmuebles, muebles, créditos, valores, etc.- El legislador la incorpora como un instrumento eficaz y maleable a través del cual pueda ser alcanzado el fin impuesto, en este caso el pago de la deuda. Este acerto se aprecia con claridad en la garantía a la que refiere el caso judicial. Si bien el objeto principal es el inmueble donde se asentará la obra, también lo componen los derechos sobre el proyecto constructivo, las construcciones, equipos e instalaciones que se incorporen al inmueble (cosas futuras), los créditos y el dinero resultante de la pre-venta y/o enajenación de Hayzus, Jorge H., “El patrimonio fideicomitido- En procura de esclarecimiento”, Rev. El Derecho T° 193 pág. 915 44 20 unidades a ejecutar sobre el inmueble (subrogación real) y aún el dinero desembolsado por el acreedor para ser aplicado a la obra. Y es la gestión patrimonial de la misma garantía la que ha de posibilitar el cumplimiento progresivo de la obligación garantizada. El fiduciario es un verdadero gestor patrimonial, es mucho más que un depositario o administrador. En realidad no se trata de un sujeto que desempeñe una función pasiva, dado que tiene las facultades de un propietario. Y esta es la ventaja comparativa que ofrece la propiedad fiduciaria como medio de garantía respecto de las demás. Por eso el legislador la dota de especiales caracteres. Es mutable, puesto que su objeto puede ser determinado o determinable (art.1 LF), sustituible y ampliable (art. 4 inc. b y 13 LF). Pueden incorporarse a la propiedad fiduciaria otros bienes, sean los frutos de los bienes fideicomitidos o el producto de los actos de disposición. Realmente se manifiesta como un organismo vivo en situación de permanente cambio, como aduce la concursada en el respectivo proceso. Y es resoluble, puesto que cumplido el fin del fideicomiso (extinción de la obligación garantizada), se extingue la propiedad o dominio fiduciario. Su vida se sujeta a un plazo o condición resolutoria que no puede exceder los treinta años (art. 4 inc. c. LF) La ley refiere a las cosas como objeto del dominio fiduciario y remite al Título VII del Libro III del Código Civil relativo al Dominio Imperfecto por su temporalidad y las disposiciones especiales de la ley 24.441. Es más, introduce la nueva tipología del dominio fiduciario al reformar el art. 2662 del C.Civ.Por ello, no asiste razón a la tesis que niega la garantía fiduciaria sobre cosas, al argumentar que violenta el régimen estatutario de los derechos reales, creando una figura no prevista por el ordenamiento legal (art. 2502 C.Civ.). El mismo régimen resulta aplicable a los derechos representados en títulos, dado que son cosas muebles respecto de las cuales es factible constituir derecho real de prenda (art. 3212 C.Civ.) y derecho real de usufructo (art. 2838)45. Si los bienes fideicomitidos son créditos no corporizados u otros derechos también existe una titularidad real puesto que el legislador reconoce expresamente una propiedad sobre bienes de carácter patrimonial que se constituye conforme la naturaleza de cada uno de ellos (arts. 12 y 13 LF)46. ¿Quién constituye la garantía? Si bien el acto de creación de la propiedad fiduciaria es la ley, ella es de fuente convencional, la constituye el fiduciante que impone el destino que ha de darse a los bienes 45 Aunque la tendencia en materia de derechos reales es ampliar su campo inclusive a la titularidades de derechos estén materializados en títulos o no. Tal es la solución del Proyecto de Código Civil Unificado de 1998 que en su art. 1816 inc. b) para los “casos previstos especialmente”. 21 fideicomitidos, esto es asegurar obligaciones. En el sistema adoptado el fiduciante debe ser una persona distinta al fiduciario, la ley no admite el fideicomiso unilateral. El fiduciante puede ser el deudor o un tercero por cuanto la deuda puede ser propia o ajena. En el caso judicial reseñado la deudora es la fiduciante, mientras que el tercero es Originante, quien se obliga personalmente como “fiador solidario”. ¿Quién es el titular de la garantía? Este interrogante ofrece alguna dificultad. Es claro que el fiduciario es el titular de la propiedad fiduciaria, y como tal es la persona que va a conducir los bienes fideicomitidos para que alcancen el cometido propuesto, para lo cual cuenta con facultades de disposición (art. 17 LF) y todas las acciones que correspondan para la defensa de los bienes, tanto contra terceros como contra el beneficiario (art. 18 primer párrafo LF). Sin embargo, ello no implica que sea el titular de la garantía. Es más, la doctrina mayoritaria se pronuncia a favor de que el fiduciario no debe ser el beneficiario de la garantía, por el conflicto de intereses que podría suscitarse. En realidad el titular de la garantía es el acreedor beneficiario. Si el acreedor es el fiduciario, como acontece en el caso del Banco, coinciden el titular de la propiedad fiduciaria con el de la garantía. En cambio, si el fiduciario es un tercero y el acreedor sólo es beneficiario, difieren ambas titularidades. Esto nos lleva a otra pregunta, propia de nuestro dogmatismo jurídico. ¿Es una garantía real o personal?. Sabemos que esta es la distinción más significativa entre las garantías, según concedan al acreedor un poder jurídico directo sobre las cosas o bienes afectados que exijan su realización o ejecución, en cuyo caso sería una garantía real; o bien otorguen un derecho o facultad que le permita dirigirse sobre la persona del deudor o de un tercero, en cuyo caso sería personal. La respuesta tampoco es sencilla. En principio, parece ser que la garantía es real, si el acreedor es el fiduciario, dado que tendría un poder de agresión directo e inmediato sobre los bienes fideicomitidos. Por el contrario, si el acreedor no es fiduciario, tendría una garantía personal, puesto que para hacerla efectiva debería ejercer la acción personal contra el fiduciario, en el caso que éste no cumpla las obligaciones convencionales y legales47. Pero ¿puede ser que la garantía sea real y personal a la vez?. Los autores nacionales opinan mayoritariamente a favor de la garantía personal. En esta dirección cabe recordar el pronunciamiento unánime de la Comisión II de las XXV Jornadas Notariales Argentinas que en el respectivo Depacho I. 1 relativo al Fideicomiso pronunció: “No Recordemos que el vocablo “propiedad” se aplica a la propiedad intelectual, artística y literaria (ley 11.723); como también a los supuestos de la propiedad industrial (marcas, diseños y modelos industriales, patentes, etc.). 46 22 constituye una garantía real y en consecuencia no participa de los caracteres de accesoriedad, especialidad e indivisibilidad” 48. ¿Cómo se explica el derecho del fiduciario acreedor?. Esta duda es fruto de nuestro dogmatismo jurídico para encasillar la realidad. La respuesta exige cambiar la óptica en el análisis de la garantía. Su derecho no es una garantía real propiamente dicha, y es mucho más que una garantía meramente personal. Es un dominio fiduciario que importa otra categoría conceptual. Es un patrimonio autónomo afectado al pago de obligaciones, cuyo titular está obligado cumplir, sea en beneficio propio (como acreedor beneficiario) o en beneficio ajeno (si el acreedor es un tercero). b) Patrimonio separado Para que la propiedad fiduciaria logre su cometido, la ley la configura como patrimonio separado del patrimonio del fiduciario, del fiduciante y del beneficiario (arts. 14 LF). Este patrimonio se encuentra exento de la acción singular o colectiva de los acreedores del fiduciario y de los acreedores del fiduciante. Los acreedores del beneficiario sólo pueden ejercer sus derechos sobre los frutos de los bienes fideicomitidos y subrograrse en sus derechos (art. 15 LF). Únicamente responde frente a las obligaciones contraídas en la ejecución del fideicomiso (art. 16 LF) y a las aseguradas por el fideicomiso. Se compara al patrimonio separado con una campana de cristal que aísla los bienes y los compromete únicamente al cumplimiento de los fines del fideicomiso49. Por ello, si su finalidad es asegurar obligaciones se transforma en una garantía óptima para las partes contratantes, porque está destinada única y exclusivamente al pago de las mismas. Para el acreedor es de máxima seguridad, puesto que no se encuentra expuesto a la agresión de ningún acreedor concurrente que no sea el instituido como beneficiario, salvo aquellos que resulten de la gestión patrimonial del patrimonio separado. Refuerza la garantía la inexistencia de ese bien en el patrimonio del deudor. Los bienes fideicomitidos salen del patrimonio del fiduciante (el deudor, el garante o un tercero), quien no puede disponer material ni jurídicamente de ellos, ni pueden ser embargados y ejecutados por sus acreedores personales. Por tal razón aventaja notoriamente a las garantías reales, en cuanto acota las posibles situaciones de conflicto con otros terceros interesados. Para el deudor también es una garantía interesante, dado que no queda expuesta a sus contingencias económicas ni a las del fiduciario. Adviértase en el caso relatado, cómo el deudor 47 Conf. Favier Dubois, Eduardo, ob. cit., pág.140. Realizadas en Mendoza del 31 de agosto al 2 de setiembre del año 2000. Los despachos se encuentran publicados en Revista El Notario Nº 17-diciembre 2000, publicación del Colegio Notarial de Mendoza. 48 23 procuró preservar la garantía del Banco fuera de su situación concursal. Tampoco pensó en plantear su nulidad, puesto que cifraba sus expectativas, como fideicomisario o beneficiario residual, en las unidades futuras o el remanente del precio que se obtuviera de la enajenación de ellas. c) Patrimonio de afectación Se trata de un patrimonio especial, porque está destinado exclusivamente al cumplimiento de la manda impuesta. Por ello cabe calificarlo como un verdadero patrimonio de afectación50. La ley se distancia de la teoría clásica y acoge la concepción objetiva o finalista del patrimonio, que encuentra en el destino o afectación de los bienes el fundamento del patrimonio separado. Desde esta óptica se concibe al patrimonio como un centro de interés autónomo, constituido por un conjunto de bienes y deudas que giran en torno a una finalidad que tutela el derecho. No existe ningún inconveniente en que la ley consienta que un mismo titular pueda tener una universalidad jurídica distinta a su patrimonio general, afectada a cierta finalidad específica, separándose los bienes y deudas de que es titular en dos o más patrimonios independientes, sujetos a regímenes de responsabilidad distintos51. Sin embargo, la figura receptada no prescinde totalmente del elemento personal, en tanto no desvincula el patrimonio de la persona que es su titular, ni de sus destinatarios. La propiedad fiduciaria de la ley 24.441 reconoce al fiduciario como su titular. Puede decirse que esta propiedad especial se inscribe en la tipología de los llamados “patrimonios de afectación dependientes” en los que existe un sujeto, pero a ese sujeto pertenecen más de un patrimonio52. El patrimonio de afectación está destinado a un fin especial y dotado para ello de propia autonomía. Tampoco prescinde del elemento subjetivo en orden al interés jurídico que tutela. Tal interés está constituido por los derechos que atribuye al o los beneficiarios de su gestión (las utilidades) y a los destinatarios finales de los bienes que lo componen, a los cuales debe transferirse la propiedad perfecta, al momento de su extinción. El fiduciario no queda librado a su puro arbitrio o voluntad. ¿Cómo opera la seguridad de esta destinación o afectación? Fundamentalmente, a través de un sistema de control y la resolución de la propiedad fiduciaria. El sistema de control de la gestión del fiduciario acota la situación de “riesgo” típica característica de la figura romana. La “pura confianza” que el fiduciante dispensaba al fiduciario 49 Urrets Zavalía, Pedro, El fideicomiso en el Proyecto de Código Civil de 1998, Rev. Semario Jurídico, Córdoba, 20/04/2000 pág. 481 50 Alternini, Jorge H. y otros, ob. cit, pág.41. 51 Cabe distinguir esta figura de las universalidades de hecho que sólo es corpórea en cuanto se integra de cosas y es creada por la voluntad privada (arts. 2404 C.Civ.). 52 Figueroa Yánez, Gonzalo, “El patrimonio”, ed. Jurídica de Chile, Santiago, 1991, pág. 43 y ss. 24 es sustituida por la regulación convencional y legal de esa “relación de confianza”, mediante un plexo de obligaciones y prohibiciones impuestas al fiduciario. En el híbrido fideicomiso arbitrado por la ley 24.441, el fiduciario debe cumplir las obligaciones impuestas por la ley o la convención con la prudencia o diligencia del buen hombre de negocios que actúa sobre la base de la confianza depositada en él (art. 6 LF). Por ello debe rendir cuentas de su actuación (art.7 LF) y su incumplimiento le acarrea sanciones civiles (art.7 LF) y penales (art. 82 LF). Tanto al fiduciante como al beneficiario se les reconocen facultades para neutralizar el accionar del fiduciario. Pueden solicitar al juez su remoción (art. 9 inc.a LF) y ser autorizados en el ejercicio de las acciones en sustitución para la defensa de los bienes fideicomitidos (art. 18 LF). Todo lo expuesto demuestra que el deudor, sea como fiduciante, beneficiario y/o fideicomisario, tiene mecanismos de protección y la posibilidad de acceder a la justicia en defensa de sus derechos. Otro resorte que la ley arbitra para contener al fiduciario es el efecto resolutorio de la propiedad fiduciaria, ya regulado por el viejo art. 2662 del C.Civ. El fiduciario adquiere una propiedad o dominio imperfecto por su temporalidad, destinado a extinguirse, tal como lo ha previsto el mismo fiduciante en el título transmisivo. Además, este evento resolutorio debe ser conocido por los terceros, mediante los sistemas de publicidad suficiente, según la naturaleza de las cosas y bienes, establecidos por nuestro ordenamiento (arts. 12 y 13 LF). Cabe ahora preguntarse ¿Quiénes son los beneficiarios de la afectación? Cierto es que la expresión técnica “beneficio” no se confunde con las ventajas que a las partes contratantes les confiere este tipo de negocio53. En efecto, el fideicomiso de garantía puede ser una garantía ventajosa e interesante para el acreedor y el deudor, contrariamente a lo que sustenta alguno de sus detractores. El acreedor pretende una garantía segura, de realización rápida y económica de los bienes; y el deudor acceder a créditos de menor costo, y en su caso, realizar interesantes negocios de inversión sin riesgos en los bienes propios. No obstante, el beneficiario previsto por la ley es la persona en cuyo interés se realiza la gestión patrimonial de la propiedad fiduciaria, es quien percibe las rentas, frutos y demás utilidades del patrimonio fiduciario (art. 2 LF). Si este patrimonio se constituyó en garantía del cumplimiento de obligaciones, el acreedor será el beneficiario en cuanto las utilidades provenientes de la gestión de la propiedad fiduciaria se imputen al pago de la deuda. En este sentido, en el caso relatado el Banco es beneficiario, por cuanto el dinero proveniente de la venta de las unidades a construirse será aplicado al pago de las obligaciones. Y el deudor fiduciante será el beneficiario residual remoto del remanente de precio de venta, y si es de los 25 bienes será el fideicomisario, expresión específica que utiliza la ley para designar al destinatario final de los bienes. En mi criterio, el acreedor siempre sería beneficiario o co-beneficiario, puesto que si la deuda no es abonada por el deudor o por el fiduciario con las utilidades del bien fideicomitido, habrá de solventarse con el producido de la realización de los bienes, dado que este acto de disposición es uno de los modos de ejercer la propiedad fiduciaria. Si la obligación garantida se cumple conforme lo pactado, la propiedad fiduciaria habrá cumplido su función de garantía, como reserva de valor en beneficio del acreedor. Es así que la doctrina dominante no cuestiona que el acreedor sea beneficiario. En el supuesto que las utilidades se liquiden a un tercero, ajeno a la relación creditoria garantida, él también será beneficiario. La ley contempla esta posibilidad en la figura de los cobeneficiarios, también los beneficiarios sustitutos y los beneficiarios sucesivos (art. 2 LF). Esta solución da una gran ductilidad a la figura, permitiendo asegurar obligaciones a favor de distintos acreedores, alternativa o sucesivamente. ¿El beneficiario puede ser fiduciario? Esta es una de las mayores dificultades que presenta al intérprete el régimen receptado por la ley 24.441. El dilema es determinar si el acreedor como beneficiario puede ser a la vez “ejecutor de la garantía”. Calificada doctrina que admite la convergencia de los roles de beneficiario y fiduciario, prudentemente aconseja en la práctica evitar que el acreedor revista la calidad de fiduciario54. Quienes desconocen totalmente la viabilidad del fideicomiso en garantía, estiman que esta sería la situación de mayor abuso del acreedor respecto de su deudor, dado que podría disponer del o los bienes fideicomitidos sólo en su beneficio personal. Se afirma que en este caso existiría un conflicto de intereses que no queda sujeto al contralor judicial. El acreedor habría de satisfacer su crédito, privadamente, sin procurar el mayor valor de realización del bien en beneficio del deudor, y aún pudiendo éste no encontrarse en estado de mora. La cuestión no es menor dadas las consecuencias jurídicas que de ella se derivan. Si le negamos esta posibilidad al acreedor, no es viable configurar como propiedad fiduciaria la que recae sobre créditos, títulos o acciones cedidos en garantía, tal como lo registra la práctica inveterada de los negocios comerciales y bancarios en nuestro país, que atribuye al acreedor cesionario el rol de un verdadero propietario fiduciario. Salvo que se exceptúe a estos bienes de la prohibición, lo que no encuentra respaldo alguno en el texto normativo de la ley 24.441. 53 54 Perez Hualde, Fernando, ob. cit. pág. 231 Kiper, Claudio M. Y Lisoprawski, Silvio V., Teoría y práctica del fideicomiso, ob. cit., pág. 35 26 Tampoco serían posibles otros fideicomisos en marcha, como el que plantea el caso judicial, que confiere al acreedor el rol de fiduciario o titular de la propiedad fiduciaria transmitida en garantía. Adviértase que la deudora no tuvo interés en atacar de ilícito o inválido el fideicomiso celebrado; por el contrario, procuró preservar “fuera” del concurso a ese organismo vivo que le reportaría utilidades futuras. Tampoco la Sindicatura planteó la invalidez, pues también tenía expectativas positivas respecto del beneficio residual de la concursada. ¿Cómo interpretar entonces el texto legal?. Las desinteligencias surgen a partir de la ausencia de norma que prohíba expresamente al fiduciario ser beneficiario pero, al mismo tiempo, el art. 7 de la ley le prohíbe al fiduciario adquirir para sí los bienes fideicomitidos. Quienes interpretan esta prohibición en el sentido que el fiduciario no puede ser titular de los bienes fideicomitidos, niegan que el acreedor pueda ser fiduciario. Afirman que el rol de fiduciario o “ejecutor de la garantía” siempre debe ser ejercido por un tercero55. En esta línea de pensamiento se sigue el temperamento de las legislaciones que conciben al trust como una gestión patrimonial en interés ajeno. En tal sentido, se explica que la celebración de los actos realizados por el fiduciario deben ser por cuenta y en interés de otro (el acreedor), ya que el fiduciario no estaría actuando en un negocio propio, sino simplemente realizando actos en nombre del deudor para asegurarse que esos fondos serán aplicados a cancelar las obligaciones incumplidas. Se considera que si el fiduciario es designado beneficiario del fideicomiso, en determinadas circunstancias se presentaría un conflicto de intereses que atentaría contra el ejercicio imparcial y objetivo de su delicada función. La postura afirmativa admite la superposición de los roles de fiduciario y beneficiario56 e interpreta que la prohibición reside en que el fiduciario se apropie de los bienes fideicomitidos (art.7). En suma, el fiduciario no puede incorporar los bienes del patrimonio separado al suyo propio, o sea adjudicarse para sí el objeto de la garantía, antes ni después que se verifique la falta de pago de la deuda, pero puede ser beneficiario. Se ha expresado que el fiduciante tiene mecanismos de control de la gestión del fiduciario y posibilidad de ejercer acciones judiciales frente a su situación de incumplimiento. Además, no debe partirse del supuesto patológico para establecer la regla. Los casos de abusos podrían presentarse aún cuando ese rol lo cumpliera un tercero de la exclusiva confianza del acreedor (o creado por el mismo). Y en esta hipótesis, podría llegarse a una situación más riesgosa o disvaliosa. Podría suceder que, incumplida la obligación, el tercero fiduciario transmita la propiedad plena de la cosa al acreedor en pago de la deuda burlando la prohibición del art. 7, o 55 Czarny, Natalio, ob. cit., pág. 1032 con cita de Lisoprawsky, quien a su vez cita a Carregal y Guastavino. Kiper- Lisoprawsky, ob. Cit.; Lorenzetti, Ricardo, ob. cit., Kelly, Julio, ob. cit., Bono, Gustavo ob. cit.;Puerta de Chacón, Alicia; Perez Hualde,Fernando, sólo lo admite en el caso que el acreedor no sea beneficiario de las utilidades, ob. cit.,pag. 237 y ss. 56 27 sea que lo que la ley le prohibe como fiduciario, podría lograrlo como fideicomisario, a través de la triangulación del acto dispositivo. Cabe señalar que el trust anglosajón admite que el trustee pueda ser co-beneficiario57. Esta es la solución a la que arribara la Comisión Nº4 de las citadas XVI Jornadas Nacionales de Derecho Civil58 en el siguiente Despacho unánime: “ Aún cuando en supuestos excepcionales la autonomía de la voluntad pueda prever la coincidencia de las calidades de fiduciario y beneficiario, así en el caso de que su remuneración sea establecida por un porcentaje de los beneficios, el fiduciario nunca puede ser el único beneficiario y como tal exclusivo” . Esta posibilidad está contemplada en el proyecto de Código Civil Unificado 1998, específicamente para el fideicomiso de garantía, en tanto admite que el acreedor pueda ser fiduciario sólo si es una entidad financiera. El artículo 1466 que refiere especialmente al fideicomiso en garantía dispone: "Si el fiduciario es una entidad financiera también puede ser beneficiaria. En este caso puede aplicar, al pago de los créditos garantizados las sumas de dinero que ingresen al patrimonio fiduciario, incluso por cobro judicial o extrajudicial de los créditos o derechos fideicomitidos. Respecto de otros bienes, para ser aplicados a la garantía deben seguirse los procedimientos previstos por los artículos referidos a la ejecución extrajudicial de la hipoteca y de la prenda con desplazamiento, salvo conformidad expresa del fiduciante contemporáneamente a la aplicación o adjudicación".59 Una solución semejante, aunque no idéntica, prevé el anteproyecto francés de Ley de Fiducia de 1991, que expresamente recepta la fiducie a titre de garantie, siempre que el contrato contemple las modalidades de realización de los bienes transferidos. Además, reputa no escrita la cláusula que dispone que en caso de falencia del deudor, el fiduciario o acreedor es definitivamente propietario pleno de los bienes transferidos. La cláusula es válida si la garantía recae sobre sumas de dinero, créditos, valores mobiliarios, contratos a término o cotizables en los mercados organizados (art. 2063 bis). Las vacilaciones relativas a la persona del fiduciario también existen en el derecho francés proyectado. Con posterioridad a la primera versión del proyecto, se incorpora el art. 2063 ter que expresa: “El fiduciario puede ser beneficiario en las condiciones fijadas en el contrato", sin distinguir si es una entidad financiera. Por el contrario, respecto de la fiducia en general, consagra la regla de que el fiduciario no puede obrar en su propio interés. Por su parte, el proyecto de ley de la Asociación Francesa de Empresas Privadas admite que el fiduciario pueda ser co-beneficiario. De Arespacochaga, Joaquín, “El trut, la fiducia y figuras afines”, ed. Marcial Pons, Madrid, 2000, pág. 63 Jornadas 59 Duncan Parodi no está de acuerdo con la solución de que las entidades financieras sean fiduciarias. Ob. cit. , pag 251. 57 58 28 La doctrina de ese país explica que no debe permitirse que acreedor y deudor sean cobeneficiarios conjuntos, pero esta situación sería factible cuando se trata beneficiarios eventuales o de manera alternativa60. Con relación a estas propuestas de lege ferenda, comparto la idea de reconocer en forma expresa el fideicomiso de garantía. Y también, como hace el proyectista nacional, distinguir el supuesto de la entidad financiera y el de los derechos o créditos Sin embargo, disiento en admitirlo tan abiertamente cuando su objeto son las cosas. Para tal supuesto, debería preservarse “solamente” esta figura, para fiduciarios institucionales (sean o no acreedores) como la entidades financieras y bancarias sujetas al control del Estado, o para sociedades expresamente autorizadas al efecto, con acreditada solvencia patrimonial. Es decir con los mismos recaudos y razones que el régimen vigente exige para el fiduciario del fideicomiso financiero. Fundo esta solución en que el fideicomiso de garantía no sólo puede comprometer los intereses del deudor, sino también los de terceros, como acreedores concurrentes. Esta es la posición intermedia que adoptan algunas leyes latinoamericanas, que en el tránsito de la recepción de esta figura, han sido cautas a la hora de elegir al fiduciario 61. También es lo aconsejado por autores extranjeros que exigen profesionalidad y responsabilidad para ejercer como fiduciarios/trustees62. Por otra parte, este criterio es compatible con la experiencia que registra nuestro país, sin mayores conflictos, en materia de ejecución privada prendaria (art. 39 ley 12.962). Por ello califico de osada a la ley 24.441 en cuanto abre la vía de la ejecución especial de la hipoteca (arts. 52 y ss. LF) a cualquier acreedor hipotecario, contrariamente a la tendencia que se sigue en el derecho extranjero de reservar la utilización de estas garantías de “ejecución privada” a las entidades sujetas al control del Estado, con el fin de evitar su uso abusivo. d) Finalidad de garantía ¿accesoriedad? La noción de garantía trasluce la tensión existente entre el cumplimiento de la obligación y la frustración de la relación. Se trata de un compromiso que los particulares asumen voluntariamente ante la causación del riesgo que puede implicar el incumplimiento de la obligación63. La propiedad fiduciaria opera como garantía del siguiente modo: en función cautelar, si el deudor cumple la obligación garantizada; a falta de cumplimiento, su función será satisfactiva; 60 Crocq, Pierre, Les Propiétés e Garanties, ed. L.G.D.J, Paría, 1995, pág.36 y ss. Leyes de Méjico, Colombia y Ecuador 62 De Arespacochaga, Joaquín, ob.cit. pág. 132. 63 Reyes Lopez, María José, Fianza y nuevas modalidades de garantías, ed. Gral.de Derecho, Valencia 1996, pág.21 61 29 los bienes fideicomitidos responden por el pago de la deuda y el fiduciario es el “realizador” de la garantía. La dificultad es determinar si se trata de una garantía autónoma, en el sentido que exista con independencia del crédito. Casi la totalidad de los autores que analizan este aspecto de la figura se pronuncian por la afirmativa. No desconozco que en estos tiempos el derecho de las garantías avanza a la flexibilización del principio de accesoriedad, cuando no a su quiebra total. Es necesario que las garantías sean eficaces y se acomoden adecuadamente a las vicisitudes del crédito y a las necesidades del tráfico. La misma ley 24.441 es una muestra palpable de esta tendencia en el régimen que arbitra para la letra hipotecaria, en tanto que su emisión extingue por novación la obligación garantizada (art. 37). Aunque la hipoteca subsiste como accesorio, lo es de una promesa de pago de deuda abstracta. También el derecho proyectado avanza en esta dirección mediante el reconocimiento de las denominadas “garantías abiertas o de máximo”, que permitan asegurar créditos indeterminados con monto y tiempo determinado (art. 2093 del Proyecto de Código Civil de 1998). Los negocios bancarios y empresariales exigen garantías que operen como “reserva de valor” a favor de uno o algunos acreedores. Estas figuras superan los inconvenientes que presentan las garantías tradicionales “especiales” y fuertemente “accesorias” que exigen la determinación y existencia de los créditos garantizados. Pero estas manifestaciones del derecho patrimonial en materia de garantías no abandonan por completo el principio de la accesoriedad. Si bien él se resiente por la falta “inicial” de determinación del crédito (accesoriedad estática), al momento de la ejecución necesariamente debe “aparecer” el crédito (accesoriedad dinámica), puesto que no debiera haber garantía exigible sin crédito. En esta fase se integra el título de la garantía con el título del crédito y luce con plenitud el carácter accesorio de la garantía. ¿Sucede lo mismo con la propiedad fiduciaria en garantía? Pienso que sí. Decididamente, ella puede garantizar el pago de cualquier obligación, sea presente, futura, eventual, condicional, a plazo; como también cualquier tipo de prestación de dar, hacer o no hacer. Precisamente, el supuesto de la obligación “eventual” es el que presenta el caso judicial relatado. Adviértase la reflexión del Síndico al respecto “es ilógico sostener que no hay deuda puesto que si no la hay ¿a qué accede el fideicomiso en garantía? ¿En garantía de qué se le ha entregado al Banco la titularidad del inmueble y de todos los demás bienes fideicomitidos? Cabe señalar que en esta operatoria, el convenio del cual nace el crédito que titulariza el Banco existe (es un mutuo), aunque las obligaciones que de él se derivan sean eventuales. En este caso, el 30 crédito es determinado en su causa-fuente, objeto y entidad, no obstante que es de carácter eventual. La deudora sólo queda obligada abonar las sumas que no alcancen a satisfacer la venta de las unidades construidas, o sea el supuesto incierto de insuficiencia de los bienes fideicomitidos. Es así que el Síndico expresa “si la operatoria se desenvuelve normalmente, el acreedor no pretenderá cobrar a la Constructora, pues habrá ido cobrando a través de la venta de unidades y titulización; por el contrario, si los fondos resultan insuficientes, entonces responderá la Constructora conforme al convenio”. En este fideicomiso existe una relación creditoria principal, respecto de la cual la propiedad fiduciaria cumple su función de garantía, y no se presentan mayores dudas. ¿Pero qué hubiera acontecido si la garantía expresara “genéricamente” que asegura obligaciones?. ¿También hubiera concurrido el Banco a verificar como acreedor eventual? La doctrina nacional mayoritaria sostiene que esta figura aventaja notoriamente a cualesquiera de las garantías reales, por cuanto no está limitada por el principio de especialidad del crédito, como la fianza, podría garantizar un número indefinido de obligaciones. No existe ningún condicionamiento respecto de las obligaciones cuyo pago se garantiza; basta que estén están descriptas de una manera general, sin necesidad de indicar su causa ni monto. Se afirma que la “especialidad” sólo es exigida por la ley para la determinación de los bienes fideicomitidos, pero en cambio no hay ninguna previsión en cuanto al requisito de la especialidad referido a la obligación garantizada64. Recordemos que el sector dominante de los autores nacionales, al estudiar las garantías reales, refieren a la determinación del crédito como requisito atinente a la “especialidad crediticia o subjetiva”, de la misma manera que a la determinación de monto del gravamen. Otra posición, con mayor tecnicismo, distingue la especificación del crédito en sus elementos esenciales como una exigencia de la “accesoriedad”65. Por ello, el interrogante formulado va más allá de la mera especialidad. Concretamente, tiene que ver con la autonomía de la garantía y la inexistencia de los créditos. Se pretende que esta garantía permita modificar el crédito sin los riesgos que importa la novación. Que sea factible acumular un crédito a otro (por ej. refuerzo de asistencia crediticia), o bien establecer líneas de créditos rotativas, o asegurar créditos consorciales que posibiliten el financiamiento de grandes proyectos; más aún, que admita la sustitución de un crédito por otro y el mantenimiento de la garantía a la extinción del crédito garantizado. Esas pretensiones implican que pueda existir la propiedad fiduciaria con fines de garantía sin créditos, es decir, que la garantía tenga una existencia autónoma e independiente de los 64 Conf. Kelly, Julio, ob. cit. pàg. 17; Lorenzetti, Ricardo L., ob.cit., pág. 353; Favier Dubois, Eduardo, ob. cit. pag.141. 31 créditos, todo lo cual importa la ruptura total y no una mera flexibilización del principio de accesoriedad. Al respecto, se explican posibilidades inimaginables de esta figura, como que “el acreedor garantizado se vincule directamente al fiduciario y al patrimonio separado, con la ventaja de no ser parte en el contrato de fideicomiso en calidad de beneficiario. De esta manera se considera, que el acreedor no queda sujeto a las contingencias del pacto de fiducia (v. gr. nulidades, acciones revocatorias, etc.). Si hay remanente, le corresponde al fiduciante, lo que diferencia a este fideicomiso de la dación en pago”66. No obstante, algún autor repara en que debe existir acuerdo expreso respecto de la sustitución, si no ello no sería posible67. Parece ser, que la prudencia indica que en un sistema causalista como el nuestro debe tenerse cuidado con la total autonomía de la garantía, dado que existen diversos grados de accesoriedad. La ley 24.441 ha perseguido remozar nuestro ordenamiento con institutos que permitan movilizar la actividad económica y captar la inversión, y para ello ha regulado al fideicomiso como vehículo apto para lograr este cometido. No se trata de una figura que persiga ni el ocultamiento de bienes, ni mantenerlos “cautivos” y “estáticos” fuera del tráfico durante treinta años. Estas situaciones la tornarían muy vulnerable. Por tanto, desde una postura moderada, entiendo que no es necesaria la accesoriedad inicial, esto es al momento de la constitución de la propiedad fiduciaria en garantía; pero ciertamente la será, al momento de la realización de los bienes fideicomitidos. El crédito debe existir y ser exigible en la oportunidad de cobro, y el instrumento que lo acredite -con todos sus elementos esenciales- habrá de complementarse con el de la garantía. Además, inicialmente, el fideicomiso como título causa, debe contener el contrato de aseguramiento regulatorio de todas las alternativas del crédito (sustitución, ampliación, etc,), y establecer “la relación preexistente” entre el potencial acreedor y el potencial deudor (vinculación comercial, bancaria, etc,), de la cual nacerán los posibles negocios de crédito enunciados de manera general. Dada la orfandad normativa respecto de este medio de garantía y la amplitud con que entusiastamente los autores interpretan sus atributos, su repercusión positiva en el campo del derecho dependerá de su adecuada utilización. Por ello, cabe sugerir que mientras más explícitas sean las cláusulas su título constitutivo, mayor será la seguridad que de ella se deriva y menor la posibilidad de su cuestionamiento. e) Autoliquidable Highton, Elena, “Hipoteca: especialidad en cuanto al crédito”, ed. Ariel, Bs.As., 1981. Kiper-Lisoprawsky, Teoría y práctica del fideicomiso, ob. cit., pág. 9, en cita a Carlos Manrique Nieto. 67 Kelly, Julio, ob. cit. 65 66 32 La autoliquidación es otra de sus ventajas. Mediante los actos de disposición que la ley le autoriza (art. 17 LF) y las partes consienten, el fiduciario puede lograr la satisfacción del derecho del acreedor, sin necesidad de acudir a la justicia para ejecutar la garantía. En orden a esta cuestión, deben distinguirse las facultades dispositivas del fiduciario antes y después del incumplimiento de la obligación, y si existe o no concurrencia de otros acreedores. 1. Situación de cumplimiento En todos los casos, el fiduciario recibe la propiedad y posesión de los bienes, y consecuentemente, debe realizar todos los actos concernientes a su administración y conservación, aunque podría dejarse al fiduciante en la tenencia de la cosa acudiéndose a la figura del constituto posesorio (art. 2462 inc.3 C.Civ.). Respecto de esta última alternativa debe tenerse cuidado. El tenedor podría intervertir el título (art. 2458 C.Civ.), y complicarle al fiduciario la restitución de la cosa y, consiguientemente la realización de la garantía. Por ello estimo que si el interés del constituyente de la garantía es mantenerse en la ocupación y disfrute de la cosa, será más apropiado utilizar otro tipo de garantía. A través de los actos de administración del fiduciario también puede llegarse paulatinamente al cumplimiento de la obligación. Así puede alquilar la cosa, si es fructífera podrá realizar los frutos, si son créditos percibir las rentas, y aplicar los fondos obtenidos al pago de la deuda, etc.En la etapa del cumplimiento, también puede ejercer el ius vendendi de los bienes que integren la propiedad fiduciaria, , a fin de favorecer el pago de la deuda. Respecto de estos actos dispositivos, habrá que estar a la manda impuesta en el título, a la propia naturaleza de los bienes, y a los fines del fideicomiso. El éxito también dependerá de la profesionalidad del fiduciario en relación a la gestión patrimonial que debe cumplir. Tal acontece en el fideicomiso ejemplificado, en que el crédito se cancela progresivamente, mediante la venta de las unidades. En este supuesto, el fiduciario entre otras facultades, suscribe los contratos de venta de unidades, percibe las sumas correspondientes al precio y las computa al pago de la deuda. Si bien los fondos dados en mutuo se aplican a la concreción de la obra, en realidad la construcción se autofinancia. Como se ejecuta por etapas, la venta de las unidades construidas genera fondos suficientes y el acreedor puede continuar con los desembolsos sucesivos al obtener mayor liquidez. El negocio financiero del Banco acreedor se multiplica, puesto que el saldo de precio por la venta de las unidades, es garantizado con hipotecas individuales que constituyen los adquirentes y que el Banco incorporara al proceso de titulización. Para llevar a cabo este emprendimiento inmobiliario se han vinculando al 33 fideicomiso de garantía, el fideicomiso de inversión y el financiero, lo que se ha dado en llamar fideicomiso complejo. No hay dudas que esta operatoria es un excelente negocio sin riesgos para el deudor y el acreedor; el fiador participa en la ganancia con el deudor, y además se favorece la construcción. Este es el fideicomiso a que hace honor el título dado a la ley 24.441 del “Financiamiento de la Vivienda y la Construcción”; presumirlo ilícito sería un verdadero exceso. Si el crédito ha sido perfectamente determinado, una vez abonada la deuda se extingue la propiedad fiduciaria y el fiduciario deberá transmitir la propiedad plena de los bienes existentes a quien se hubiere designado en el contrato, o liquidarle el beneficio residual, de acuerdo a lo que se hubiere estipulado. El evento resolutorio de la propiedad fiduciaria será el pago de la deuda. Una condición que se combina con un plazo (no mayor a 30 años), que es el de la amortización final del crédito. Si el crédito es indeterminado en su causa-fuente y la garantía opera como reserva de valor, habrá de estipulase una condición o un plazo resolutorio. 2. Situación de incumplimiento Ante el incumplimiento del deudor, la mayoría de los autores admite la facultad del fiduciario de vender privadamente el asiento de la garantía, sin necesidad de acudir a la ejecución judicial. Se afirma que esta facultad está comprendida en el "ius vendendi que le concede la ley (art. 17 LF), salvo estipulación en contrario. El fiduciario no podría retener para sí la propiedad del bien fideicomitido (art. 7 LF), salvo acuerdo posterior y al momento del pago con el fiduciante (dación en pago). A fin de evitar, o bien acotar, la potestad de abuso o discrecionalidad del fiduciario, deben contemplarse mecanismos de control en favor del deudor y/o fiduciante. Caso contrario, el planteo de eventuales litigios frustraría la rápida realización de la garantía. Es así que el contrato debe prever en forma clara y circunstanciada cómo se verifica el incumplimiento y el procedimiento de realización de la garantía. En lo atinente al precio de venta, podrá delegar la tasación en un perito, para asegurar la imparcialidad. Esta modalidad de realización también interesa al fíduciante en su calidad de beneficiario residual. Su interés reside en que el bien se enajene al “mayor valor” de mercado, a fin de evitar que se afecte su derecho al remanente del precio. Este mayor valor no se alcanza en la subastas judiciales, ni en los remates privados no judiciales. Conforme un criterio intermedio, la interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, exige compatibilizar el ius vendendi con los procedimientos de realización previstos específicamente para las garantías reales. En este sentido, propugna aplicar analógicamente el procedimiento especial de la hipoteca, si es inmueble (art. 52 y ss. LF), el remate si es cosa 34 mueble (art. 585 del C.Com.) y la ejecución privada prendaria, si es mueble registrable (el art. 39 de la ley 12.962). En estos casos, el remate es no judicial pero público. El maestro Carregal, defensor a ultranza del fideicomiso aún antes de su reconocimiento legal68, considera que estas son la vías pertinentes de realización de los bienes, a fin de que el fiduciario no haga justicia por mano propia69. También esta es la vía que sigue el Proyecto de Código Civil Unificado de 1998 en su art. 1466 para el caso en que el fiduciario sea la entidad financiera acreedora. Si bien no existen exigencias legales que impongan al fiduciario estas vías de ejecución, entiendo -en aras de la buena aplicación del instituto- que el contrato debería incorporar a las pautas de control un sistema que asegure, al menos, la publicidad y amplia difusión de la voluntad de venta del fiduciario. De esta manera la realización de la garantía procuraría el beneficio de todos los interesados: favorecía al acreedor la búsqueda de la mejor oferta, sin menoscabar el cobro rápido y excluyente de su crédito; del deudor, quien no podría invocar razonablemente el desconocimiento de la venta, y alegar la imposibilidad de ejercer su derecho de defensa; y fundamentalmente, tutelaría los derechos de los terceros, para hacerlos valer sobre el remanente de precio, el que también configura la garantía de sus créditos. 3. Concurrencia de acreedores Bajo este epígrafe cabe referir a dos situaciones: a) El supuesto del art. 16 (LF) que contempla el procedimiento de autoliquidación para el caso que sean insuficientes los bienes fideicomitidos y deban atenderse las obligaciones contraídas en la ejecución del fideicomiso. En este caso concurre el acreedor con garantía fiduciaria, conjuntamente, con los acreedores cuyas obligaciones han nacido en la gestión del patrimonio fiduciario. La ley impone al fiduciario proceder a la venta de los bienes fideicomitidos y entregar el producido a los acreedores conforme el orden de privilegios previstos para la quiebra. Carregal, Mario A., “El Fideicomiso- Regulación jurídica y posibilidades práctica”, ed. Universidad, 1982. Carregal, Mario A., en “Fideicomiso de garantía: lícito y necesario”, ob. cit. pág. 990; Conf. Orelle, José María, “Financiamiento de la Vivienda y la Construcción”, pág. 178 y 179. 68 69 35 Se interpreta que el legislador ha decidido dar un amplio campo a la autonomía privada en materia de liquidación de patrimonios para conferirles agilidad, evitando las demoras del procedimiento judicial, para maximizar el rendimiento de los capitales70. La ley permite el procedimiento extrajudicial de liquidación del patrimonio fiduciario aplicando las normas de la ley de quiebras. Adviértase la importancia de esta función y la necesidad de que el fiduciario sea una entidad de carácter institucional, asistida profesionalmente y sujeta al contralor estatal, como postulo de lege ferenda. b) El supuesto del concurso o la quiebra del deudor. En este caso el acreedor con garantía fiduciaria concurre con otros acreedores extraños al patrimonio fiduciario. Esta situación presenta aristas dificultosas, particularmente respecto a si el acreedor con garantía fiduciaria está sujeto a la carga verificatoria en el proceso concursal o falencial de su deudor y/o fiduciante. No hay dudas que en ese proceso la propiedad fiduciaria no forma parte de la masa, dado que constituye un patrimonio separado del patrimonio de la concursada o fallida. En tal sentido, el Sindico del caso judicial relatado calificó correctamente el “status jurídico” de la propiedad fiduciaria, al dejarla fuera de la situación concursal. La posición mayoritaria en la doctrina considera que no es necesario que se deba insinuar en crédito con garantía fiduciaria en el pasivo concursal, como se exige para los acreedores prendarios e hipotecarios. Es más, ni siquiera deben rendirse las cuentas, como se contempla para los remates no judiciales (art.23 LCQ)71, contrariamente a lo dispuesto por el juez en el caso relatado. Se argumenta que lo único que tiene de común el fideicomiso de garantía con estas otras garantías es su posible cuestionamiento por vía de revocatoria concursal, a tenor de lo dispuesto por los arts. 117 y 118 LQC. Frente a la posibilidad de la revocación, cabe preguntarse ¿cuándo toman conocimiento los acreedores, el síndico o el juez de la existencia del crédito y la garantía? La ley es contundente. Todos los acreedores por causa o título anterior a la presentación en concurso o a la declaración de la quiebra y sus garantes deben formular al síndico el pedido de verificación de sus créditos (art. 32, 126, 200 LQC). La carga verificatoria no excepciona a ningún acreedor72. Respecto de las garantías en el proceso concursal o falencial73, he sostenido que conforme resulta del propio articulado de la ley 24.522, es menester distinguir la cuestión Games, Luis M. y Esparza, Gustavo A., en “Liquidación del patrimonio en fideicomiso”, Rev. Jurisprudencia Argentina 1998-III pág. 770. 71 Czarny, Natalio, ob. cit.72 Conf. Kelly, ob. cit., Rev. Jurisp. Argentina 1998-III, pág. 789. 73 Puerta de Chacón, Alicia, “El remate no judicial ¿Un permiso legal para eludir el concurso?”, Rev, Voces Jurídicas Gran Cuyo, Tº 4, 1997, pág. 68. 70 36 relativa al desplazamiento de la competencia, de la atinente a la obligación de verificar, como de los aspectos vinculados al trámite de ejecución. El acreedor podrá cobrar fuera del concurso si la ley se lo permite; podrá valerse de un trámite especial de realización de la garantía si la ley se lo concede; pero no puede escapar del control de legalidad del crédito y la garantía. Máxime cuando no existe norma jurídica expresa que lo excepcione. Ha de tenerse presente, que la necesidad de protección del crédito y las bondades de las garantías no son irreconciliables con la tutela de los demás sujetos del mercado. En el caso expuesto, el juez con sabiduría comprendió este equilibrio, a la vez que apostó a la viabilidad de un interesante medio de garantía. ............................................................................