El desarrollo argentino en juego Por Alejandro Díaz, CEO de AmCham La falta de un control efectivo, los trámites burocráticos, las demoras excesivas y alguna incongruencia con el sistema internacional, son algunas de las deudas del sistema argentino de protección de derechos de propiedad intelectual. Una política positiva y activa enfocada en solucionar estos problemas y en producir cambios resultaría en un vehículo indispensable para reforzar la confianza en nuestros mercados y consolidar la consecuente llegada de inversiones de largo plazo. ¿Por qué el desarrollo de productos tecnológicos avanza a pasos agigantados? ¿Por qué se alarga la expectativa y mejora la calidad de vida? ¿Por qué la producción de alimentos es cada vez mayor? ¿Por qué los alcances del conocimiento parecen no tener límites? Como nunca antes, la innovación, el desarrollo tecnológico, las comunicaciones y el crecimiento a nivel cultural se han erigido en elementos determinantes para el desarrollo sustentable económico, social y cultural de una nación. La clave ha estado y está en brindar un adecuado ambiente de negocios que proteja las inversiones realizadas en estos campos. Para aumentar la competitividad de un país es necesario asegurar la protección de las inversiones y brindar un estímulo al desarrollo y a la capacitación tecnológica. El establecimiento de estas condiciones depende tanto de la existencia de seguridad jurídica como del respeto de los tratados internacionales sobre inversiones, propiedad intelectual e industrial. Y en este contexto, dicho cumplimiento excede con mucho la mera adopción de los instrumentos legales correspondientes, sino que alcanza también al control efectivo de su respeto en el día a día y a la educación de la ciudadanía respecto de sus derechos, sus deberes y los beneficios que obtiene de un sistema de protección como el referido. En el marco de los festejos por el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, la Argentina muestra aún una serie de deudas vinculadas con el enforcement legal, la agilización burocrática de trámites relativos a estos derechos y la armonización normativa con los marcos internacionales vigentes en la materia. Desarrollar un nuevo medicamento, o una nueva variedad de semillas pueden insumir una inversión de miles de millones; aunque escribir un libro puede demandar una vida. ¿Por qué alguien se esforzaría para alcanzar tales objetivos una y otra vez, si los incentivos morales y económicos para hacerlo no existieran? Los niveles de piratería en nuestro país son alarmantes (73% del software; 80% de las semillas que no pagan regalías) y lejos están de ser un convite para invertir o, siquiera, importar productos que, se sabe, encontrarán en el mercado negro copias instantáneas exentas del pago de impuestos, alimentadas con trabajo en negro, solventadas a costa del esfuerzo ajeno y casi sin ningún tipo de sanción. A eso se suma la demora en la concesión o denegatoria de patentes y registros de marcas, un factor que genera inseguridad jurídica en las actividades empresariales, inhibe inversiones y retarda el desarrollo económico del país. Brasil y Paraguay están experimentando con soja transgénica de nueva generación, con un rinde superior en un promedio del 15% al que se obtiene aquí. ¿Por qué? Porque ellos controlan el cumplimiento de la ley y sancionan al incumplidor. En línea con lo anterior es que existe el Tratado de Cooperación en materia de Patentes, una herramienta que facilita la presentación de solicitudes en diferentes países, abaratando los costos relacionados con ellas. El instrumento, sin embargo, no fue adoptado por nuestro país, generando engorros que no se encuentran en otras latitudes y que ofician de barreras para el ingreso y el interés de nuevos inversores en el campo de la I+D. La falta de conexión entre NIC Argentina y el INPI, los endebles derechos que se le reconocen al obtentor y las deficiencias en la protección de secretos industriales son otras de las áreas en las que todavía se encuentran hilos sueltos en nuestro país. Los derechos de propiedad intelectual no sólo son intelectuales. Son derechos y son de propiedad. Su adecuado tratamiento y protección tienen como resultado inmediato el afianzamiento de las inversiones. Como mediato, el desarrollo sustentable de un país. El desafío, como se dijo, no es sólo normativo o legal. Inciden variables económicas y fundamentalmente culturales, vinculadas con el respeto al derecho ajeno y con la valoración del desarrollo y el progreso individual y social. Celebremos, pues, el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, pero con la idea de que para que el festejo se pueda hacer a diario y no una vez al año, nos queda mucho camino por recorrer.