La poesía de Blas de Otero 1º.- Vida y Trayectoria. 2º.

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La poesía de Blas de Otero
1º.- Vida y Trayectoria.
2º.- PRIMERA ETAPA: Poesía existencial (ANCIA)
3º.- SEGUNDA ETAPA: Poesía Social. (Que trata de España)
4º.- TERCERA ETAPA: Búsqueda de nuevas formas
5º.- La lengua poética de Blas de Otero.
6º.- Conclusión.
1º.- Vida y Trayectoria.
Nació Blas de Otero en Bilbao en 1916. Como alumno de los jesuitas, recibe una
formación religiosa con la que rompería más tarde. Cursó el Bachillerato en Madrid y
Derecho en Valladolid, pero no ejerció la carrera. Durante algún tiempo se dedica a la
enseñanza, que abandona, cuando ya es un poeta reconocido internacionalmente, para
dedicarse a su obra y a sus actividades de conferenciante. Murió en Madrid en 1979.
La obra de Blas de Otero resume las etapas cubiertas por nuestra poesía durante
varias décadas. Alarcos sintetizó su trayectoria con estas palabras: “del yo al nosotros”.
En efecto, Blas de Otero nos hablará, en un primer momento, de sus problemas
personales, existenciales y religiosos; después, dejará éstos a un lado para enfrentarse –
desde postulados marxistas- con los problemas colectivos (será su etapa de poesía
“social”). Pero, tras 1965 se advierte en su obra la búsqueda de nuevos caminos:
aunque sin abandonar sus preocupaciones humanas y políticas, Blas de Otero es
sensible a la necesidad de renovar el lenguaje poético y de experimentar nuevas formas
de expresión.
2º.- PRIMERA ETAPA: Poesía existencial (ANCIA)
La poesía de Blas de Otero tiene una “prehistoria” que –según parece- no le
gustaba recordar: ciertos poemas publicados en revistas entre 1941 y 1943. Son obrillas
primerizas que ya revelaban singulares dotes poéticas; sin embargo, el mismo autor las
ha solido omitir en sus antologías y notas bibliográficas. Acatemos su voluntad y
comencemos a reseñar su trayectoria a partir de 1950.
En 1950 y 1951 aparecen dos libros suyos ya perfectamente granados: Ángel
fieramente humano y Redoble de conciencia. Años más tarde (1958) los fundirá en un
solo volumen titulado Ancia (palabra formada por la primera sílaba del primer título y
la última del segundo)
Dámaso Alonso situó al Blas de Otero de esta época “dentro de la poesía
desarraigada española, dentro de esta poesía en la que muchos buscamos
angustiosamente nuestras amarras esenciales…” Estamos, pues, ante una etapa en la que
domina el “yo”, con sus problemas, con su angustia existencial. Pero, dentro de este
ciclo cabe distinguir varias direcciones temáticas.
a) En primer lugar, una poesía que podríamos llamar “metafísica”, es decir,
una poesía que se interroga sobre el sentido de la existencia, del mundo, del
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hombre, de su destino. Parte el poeta de su conciencia de que “el hombre está
solo” y se sabe “vivo y mortal”. Junto a ello, es portador de una sed de “lo
eterno”.
Por eso se trata a menudo de una poesía religiosa, pero dirigida a un Dios
que se parece más bien al Dios terrible del Antiguo Testamento: un Dios
anhelado pero incomprensible, un Dios que opone un “poderoso silencio” a
los gritos desgarrados, a las imprecaciones de la criatura desvalida. Así, el
impresionante soneto titulado Hombre que comienza con estos versos:
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Desoladora situación que le llevará a exclamar, más adelante: “Esto es ser
hombre: horror a manos llenas”. Es una de tantas expresiones de la angustia
vital del primer Blas de Otero.
b) Un segundo sector de aquellos libros aparece integrado por poemas amorosos
(Un relámpago apenas, Cuerpo de mujer…, Sombras le avisaron, etc.) En
Blas de Otero, el amor se presenta como un desesperado anhelo de realización
vital, como un camino para salvarse de su intensa angustia y, en definitiva,
como una manifestación más de su ansia de lo Absoluto. De ahí que lo
amoroso y lo religioso aparezcan íntimamente enlazados.
Cada beso que doy, como un zarpazo
en el vacío, es carne olfateada
de Dios, hambre de Dios, sed abrasada…
c) En tercer lugar, encontramos ya en esta etapa un primer acercamiento al
“nosotros”. Son poemas en los que se plantea el problema del sufrimiento de
los demás hombres, o del sufrimiento en general. “Definitivamente, cantaré
pare el hombre”.
d) El lenguaje de Blas de Otero en este ciclo se caracteriza, ante todo, por su
violencia expresiva, su dramatismo, su desgarro, su extrema tensión, fuerte
de una asombrosa densidad estilística. Insistamos en su original forcejeo con
el lenguaje, con vistas a conseguir efectos inesperados y nuevas dimensiones
de las palabras.
Por otra parte, predominan en esta época las formas clásicas: Blas de Otero se
revela como un espléndido sonetista. Pero sus sonetos, animados por aquella
violencia expresiva, son sonetos distorsionados por cortes ásperos y por
abruptos encabalgamientos: de ahí su ritmo apasionado y angustioso, tan
particular. No menos densos y desgarrados son sus poemas en versos libres,
aunque en ellos aparece un tono distinto, con una amarga ironía, muy original.
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3º.- SEGUNDA ETAPA: Poesía Social. (Que trata de España)
Un nuevo ciclo se inicia en 1955 con el libro Pido la paz y la palabra. Le sigue En
castellano, publicado en París en 1959. Y en París se publica también Que trata de
España, en 1964. Con este último título, y el mismo año, pero en Cuba, recoge los tres
libros. Los tres componen, así, un nuevo conjunto poético, con características comunes.
Lo primero que se observa es que el poeta orilla ahora sus angustias, sus
preocupaciones metafísicas. El camino que no encontró en la religión lo busca en la
nueva “religión”: la solidaridad con los que sufren. La tarea inmediata es “demostrar
hermandad con la tragedia viva, y luego, lo antes posible, superarla”. Y añade: “Creo
que la poesía social, a condición de que el poeta (el hombre) sienta estos temas con la
misma sinceridad y la misma fuerza que los tradicionales”. Por supuesto, esta poesía
estará centrada en su ámbito concreto: España.
A estas orientaciones responde el hecho de que Otero se dirija ahora “a la inmensa
mayoría” (en contraste con Juan Ramón, que dedicaba su obra “a la minoría siempre”).
Por ello buscará un lenguaje más “sencillo”, aunque esa sencillez sea, muchas veces,
sólo aparente y pueda encubrir una considerable concentración. Con todo, también
podrá apreciarse una menor tensión poética, por el deseo de ser más accesible y
contribuir así a “transformar el mundo” con la poesía.
Pido la paz y la palabra se halla presidido por unas palabras de Sancho Panza a Don
Quijote (“No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo…”), que valen
como invitación del pueblo a que el poeta supere sus angustias. Ya en el primer poema
del libro anuncia el abandono de su anterior poesía angustiada y declara: “Yo doy todos
mis versos por un hombre/ en paz”. Que es la solidaridad –el volcarse sobre los
problemas de los demás- lo que le ha permitido superar su angustia, lo dicen, por
ejemplo, estos versos del poema Juntos:
¿…jamás podrán vencerme,
porque mi mano se me va y se agarra
a otra mano de hombre y a otra mano,
que me encadenan, madre inmensa, a ti!
De esa “madre inmensa”, España, se propone el poeta ser “testigo”; ella será la
“piedra” sobre la que edificará su obra1. Como en Machado, los sentimientos de Otero
sobre España son amor y dolor, “porque soy hijo de una patria triste/ y hermosa”. Con
dolor evoca su pasado remoto (“la más ardua historia que la historia registre”) o su
pasado cercano (el odio, la guerra, la sangre). Y con amor evoca sus tierras, evocación
que se hará más intensa en Que trata de España.
Ante todo ello, Blas de Otero concibe la poesía como lucha y como construcción.
Pide, reclama, la paz, la justicia, la libertad. Y proclama su fe, su esperanza en una
España mejor (“Creo en ti, Patria”) Una nota exaltante, optimista –a pesar de los
pesares- domina su poesía: “No esperéis que me dé por vencido”.
En cuanto al estilo, Otero ha pasado de los tonos dramáticos de los libros anteriores
a tonos más transparentes y más sencillos. Pero insistimos en que tal sencillez no debe
engañarnos: tras ella se esconde a menudo un trabajo férreo, visible en la rigurosa
construcción de ciertos poemas, en la presencia de paralelismos, de abundantes juegos
fonéticos y léxicos, etc.
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Las palabras y frases entrecomilladas pertenecen a textos del autor.
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Los rasgos señalados de contenido y estilo se prolongan en los siguientes libros de
este ciclo. En castellano, más breve, es también, quizás, el libro más endeble de Otero,
como si respondiera a un momentáneo descenso de nivel lírico.
Que trata de España es un poemario copioso, en la misma línea que los anteriores.
Destacan en él los abundantes poemas dedicados a cantar las tierras de España:
regiones, ciudades, pueblos, ríos…
La calidad del libro es desigual, peor es visible el esfuerzo por volver a dar a la
palabra poética la densidad a que Otero nos tenía acostumbrados. Dentro de una
máxima depuración, hay también una considerable condensación estilística. Aparecen
igualmente tonos nuevos; cierta ironía, cierto desenfado incluso, motivado por un
creciente pudor al tocar temas graves. Y, por otra parte, debe señalarse una mayor
presencia de la lírica popular: de ella proceden muchas de sus formas métricas (al
lado de algunos versos libres y algunos sonetos); y, a veces, el poeta se limita a engastar
con versos propios una cancioncilla tradicional. Junto a ello, Blas de Otero echa mano,
intencionadamente, de versos de escritores precedentes (Manrique, Quevedo, Machado,
etc.)
Vista hasta aquí, la trayectoria de Blas de Otero es semejante a la de otros grandes
poetas españoles del siglo XX: Machado, Lorca, Alberti, Miguel Hernández… Todos
ellos son poetas que iban “del yo al nosotros”.
4º.- TERCERA ETAPA: Búsqueda de nuevas formas
La poesía social, que hasta ese momento, principios de los 60, había tenido un gran
auge, empieza, a partir de los 60, a producir cierto cansancio y cierto desengaño debido
a que no acaba de percibirse su eficacia. El mismo Otero, en un poema de Que trata de
España (“Noticias de todo el mundo”), dice: “Da miedo pensarlo, pero apenas me leen/
los analfabetos, ni los obreros…” Sabe que es ilusorio dirigirse –con libros de poesía“a la inmensa mayoría”, y se conformará con sentirse con ella: “la literatura –dirá- no
es mayoritaria por el número de lectores, sino por su actitud ante la vida”. Su actitud,
pues, no cambiaría. Pero sí su poesía. Como otros escritores, debió pensar que el poeta
revolucionario ha de ser revolucionario en el lenguaje poético, desechando vanos
prejuicios “populistas” que limiten el enriquecimiento formal o restrinjan la temática.
En cualquier caso, un cambio de rumbo se percibe en sus últimas creaciones.
Hay que señalar que la producción de Blas de Otero posterior a 1965 sólo nos es
conocida en parte. Del libro Hojas de Madrid, conocemos algunos poemas insertos en
el libro Mientras (1970) y otros incluidos en antologías. Publicó, además, Historias
fingidas y verdaderas (1970), conjunto de poemas en prosa.
Lo primero que se percibe en sus nuevos poemas es la preferencia por formas
métricas muy libres: versículos desiguales, pero con tendencia a los de considerable
amplitud, con un ritmo muy nuevo. Paralelamente, se observa una liberación del
lenguaje, basada en imágenes insólitas, en la sucesión de observaciones de
sorprendente heterogeneidad y en audacias expresivas que no temen desembocar en el
hermetismo. La consecuencia es un asombroso enriquecimiento de la lengua poética,
enriquecimiento que, en cierta medida, no es ajeno a la influencia del surrealismo.
En la temática, y aunque no desaparezcan los problemas sociales y políticos, hay
una mayor presencia de la intimidad, si bien se tiende a situar lo personal en el marco
de lo colectivo.
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5º.- La lengua poética de Blas de Otero.
En su lenguaje poético:
- Son abundantes los recursos fónicos: aliteraciones, juegos de sonido, etc. Y rara
vez son gratuitos: se trata de subrayar, con el significante, relaciones que se
establecen en el plano del significado. Veamos dos ejemplos:
Para el hombre hambreante y sepultado
En sed, salobre son de sombra fría
-
Como un náufrago atroz que gime y nada,
Trago trozos de mar…
No menos abundantes son las reiteraciones, los paralelismos, los contrastes.
Es notable el gusto de Blas de Otero por el léxico popular, con inclusión de palabras
rústicas. Por lo demás, es habitual en su poesía el uso de lenguaje conversacional.
Encontramos juegos de palabras cargados de intención y, en particular, una
revitalización o ruptura de frases hechas.
De especial interés es su sintaxis abrupta, que rompe el fluir de los versos; o por decir
mejor, los abundantes desajustes entre sintaxis y métrica. Ello se debe, muchas veces,
a las violentas pausas que cortan el verso, pero especialmente a un uso magistral del
encabalgamiento, recurso del que Blas de Otero saca efectos inesperados:
Al borde del abismo, estoy clamando
a Dios.
….Y un cuchillo
chillando, haciéndose pedazos
de pan.
En suma, Blas de Otero es un riguroso trabajador del lenguaje, de la forma, en
permanente lucha con las palabras, siempre preocupado por sacar el máximo partido del verso.
Corrige implacablemente. De ahí la frecuente densidad de sus composiciones, aunque su obra
sea desigual desde ese punto de vista.
6º.- Conclusión.
La trayectoria de Blas de Otero es, ante todo, muy representativa de la evolución de
la poesía española desde 1939: de la angustia vital del “desarraigo” a una poesía social
que expresa comunes anhelos de paz y de justicia: y de ésta búsqueda de nuevos
caminos, de nuevas formas. Otero no permaneció nunca al margen de las inquietudes de
cada momento. Su capacidad de renovación es ejemplar. Y ejemplar también la solidez
con que se enfrentó con la lengua española para exprimirle insospechadas posibilidades
de expresión.
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