Ojos de luna

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Arroyo Pizarro, Yolanda.
Terranova, 2007. 106 págs.
Ojos
de
luna.
Carolina:
Ojos de luna, la nueva colección de
cuentos de Yolanda Arroyo Pizarro,
admite dos lecturas alternas. Por un
lado, se trata de textos que plantean la
multiplicidad de la condición de lo
femenino. Por otro lado, la selección
espacio-temporal de los escenarios la
convierte en un comentario sobre la
condición femenina a través de la
historia. La voz narrativa, sea la primera o la tercera
persona, siempre se las arregla para expresarse desde una
intimidad corrosiva. Esa sensación de lo íntimo se logra
por medio de un lenguaje poético muy selecto, y un
erotismo sugerido y evanescente.
Los relatos se apoyan en una serie de signos
cargados de magia que sugieren la recuperación de los
arcanos de la mujer. La luna y la sangre presiden de un
modo u otro estos textos en que la condición de
femenino, se afirma a través de los ciclos naturales y la
menstruación. Pero la sangre es un signo polisémico.
A veces es una marca de vida –se nace bañado en
ella- como en el momento del parto de Inoa o para
fortalecer a una comunidad que va a la guerra (21). En
otras señala la posibilidad biológica y mágica de producir
otra vida, como cuando Lea pasa su primera menstruación
en presencia de Neris (58). Pero también puede ser el
signo de la fragilidad de la vida como cuando Tshanwe
observa la herida del conde tras un juego de combate con
su hijo (41).
Si bien la sangre de la lunación es un momento
iniciático de gran envergadura, para la joven judía Lea se
transforma el meandro que la conduce a la impureza
cíclica y al sordo castigo social por su condición de EvaLilith (70). También hay algo de cierta “sangre inútil” y
de la esterilidad que poda, ya no la aspiración
convencional de la mujer de completarse en otro ser, sino
la de varón de (re)producirse con sus prejuicios en ese ser
que se ha formado en el vientre de la hembra. En ese
caso el fracaso del proceso reproductivo es culpa de
Sofía, y Stephen se siente en posición de castigar
físicamente la frustración (88,89). Así mismo, la pérdida
de ese líquido, se convierte en la frontera de la muerte.
El trasfondo matriarcal de este libro, en
consecuencia, no puede ser obviado. El protagonismo de
las mujeres se personaliza sobre la base de la relación
con la sangre y la luna. El discurso no necesita, por lo
tanto, mucha explicación. Ojos de luna es una colección
bien lograda donde el juego con estos símbolos se ofrece
en el contexto de una imagen de lo femenino muy
abierta. Se trata de una reflexión compleja y personal de
la cuestión del género en la postmodernidad.
En los cuentos donde no se encuentra la sangre,
Arroyo Pizarro juega con una serie expresiones
alternativas. “Moridero de olas” (25-34) es un relato de
tono fabuloso muy sugerente. La forma en que la autora
enfrenta el asunto de la proximidad de la muerte en estos
personajes marginales por medio de la metáfora del viaje
o la huida, es brillante. En “Especias del medioevo” (6372), la mirada se echa sobre los presuntos pecados de
Eva-Lilith: los celos de una condesa estéril –incompletaante la sensualidad natural de Armelina, la conducen a
aliarse con los signos mayores de la moral patriarcal –los
obispos inquisidores- para condenar a la chica. En
“Pollitos de colores” (73-84), un médico hermafrodita se
siente atraído por una figura andrógina. Y en “Claro” (93106) una mujer de haberes, práctica una actividad
pedófila intelectualizada que acerca su erotismo a la
frontera de la maternidad y el erotismo.
La colección Ojos de luna es una discursividad
sobre la sumisión de la mujer y sus acciones rebeldes que,
si bien exitosas, no la liberan de su relación con la sangre
y la luna. Es como si la autora no encontrase ese lugar en
donde la fisiología y los procesos de construcción del
género se encuentran porque no existe. De más está decir
que la construcción de la feminidad por una mujer se
centra, por lo regular, en los elementos de intimidad y
cotidianidad en los que se apoya Arroyo Pizarro.
La propuesta de Arroyo Pizarro, se construye
sobra la visita a varios momentos emblemáticos de la
historia de la humanidad: La Española en 1493, San Juan
Bautista en el siglo 16,
el año 33 del Calendario
Gregoriano, el año 1682, y el presente postmoderno y
global. Pero todos esos escenarios se diseñan y se
apropian desde la marginalidad: Amina la aruaco-taína
rebelde, Tshanwe la esclava rebelde, Lea la judía
atrevida o Armelina la sierva sensual. Los márgenes se
convierten en el centro desde el cual se interpreta el
mundo. Pero hay que aclarar que se trata de bordes
femeninos capaces de la violencia y de mujeres que, si
bien son víctimas, también están dispuestas a resistir y
destruir con el fin de volver a crear.
Con el libro Ojos de luna, Yolanda Arroyo Pizarro
se establece como una escritora a la cual habrá que
observar con cuidado en los próximos años.
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