Hipatia en Ágora

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Hipatia en Ágora
Aunque sus trabajos científicos se han perdido, la historia nos devuelve el retrato de una mujer
fuerte que dedicó su vida a la búsqueda de la verdad.
“De Hipatia hemos intentado contrastar todo lo que se sabe”, afirma Alejandro Amenábar,
director de Ágora, la película que reconstruye la vida de Hipatia.
“Se sabe mucho de su muerte, se sabe mucho de lo que significó en su momento en la ciudad,
de ella como personaje. Se sabe mucho de lo que simboliza. Pero realmente se sabe muy poco
de su trabajo. Al introducir toda una trama astronómica a través de su personaje hemos
especulado sobre el alcance de los estudios de Hipatia. Incluso sobre hasta dónde podría
haber llegado la civilización antigua de no haberse dado ese traspié que fue la Edad Media y la
caída del Imperio Romano, de no haberse paralizado el mundo durante 1.500 años”.
La actriz británica Rachel Weisz, ganadora del Oscar por El jardinero fiel y conocida por el gran
público por títulos como La Momia, interpreta a Hipatia, la brillante astrónoma.
“No había oído hablar de ella”, dice Rachel Weisz, “y me quedé asombrada cuando leyendo
descubrí cosas sobre ella que la mayoría desconocemos. Fue una mujer asombrosa con una
vida extraordinaria. Se convirtió en un mito en el siglo XVIII, entre los poetas románticos
europeos. La idealizaron en sus poemas convirtiéndola en una heroína romántica. Me atrevería
a decir que, en parte, porque fue un símbolo de la pasión por el conocimiento y la razón, y en
parte porque murió a manos de un grupo fundamentalista”.
Alejandro Amenábar y Mateo Gil investigaron a fondo la biografía y el periodo histórico de
Hipatia. En un principio quedaron sorprendidos por el desconocimiento actual que rodea su
figura. A medida que profundizaban en el personaje confirmaron la vigencia de su carácter: una
mujer a contracorriente que defiende los valores en los que cree, poniendo en riesgo su vida si
es necesario.
Las circunstancias en las que murió Hipatia son tan extraordinarias como el resto de su
biografía. El clima de violencia y enfrentamiento que vivía Alejandría y la postura de Hipatia
ante la debacle sociopolítica la han convertido en un mito con el que, sin duda, se sentirán
identificados los espectadores contemporáneos.
“Una de las cosas que más nos sorprendió durante la búsqueda de documentación fue
descubrir que en realidad existieron dos bibliotecas de Alejandría. La primera ardió durante la
llegada de Julio César. La película trata de la segunda, porque Hipatia fue una de las
protagonistas en la historia de su destrucción. Es un periodo que el cine no ha tratado y que
nos pareció que podría resultar fascinante para el espectador”, señala Alejandro Amenábar.
“Acerca de Hipatia hay muy poca documentación”, asegura Mateo Gil. “Leímos todo lo posible.
Pero todo el trabajo científico que ella hizo se perdió. Únicamente se sabe que fue muy buena
matemática y mejor astrónoma; que en astronomía superó a su padre, que fue un matemático
bastante reconocido”.
“Alejandría era por entonces el centro neurálgico de la intelectualidad. A su Biblioteca llegaba
gente de todos los rincones para debatir sobre filosofía, teatro, matemáticas o astronomía. Se
respiraba pasión por el estudio en la ciudad. Hacia el final de la vida de Hipatia el cristianismo
consiguió tener tanto poder dentro del Imperio Romano que Alejandría empezó a perder peso
como cuna del pensamiento, antes de precipitarse en el oscurantismo de los siglos siguientes.
Hipatia vivió a caballo entre el esplendor del conocimiento y una de las eras menos cultas de la
historia: la Edad Media“, dice Rachel Weisz.
Tras la lectura, llegaron las verificaciones y la necesidad de contrastar con expertos los hechos
recogidos por los dos guionistas. Para ello contaron con diferentes asesores externos,
reconocidos especialistas en sus respectivos campos que ayudaron a Alejandro Amenábar y a
Mateo Gil a ser todavía más precisos en el dibujo de su aventura histórica.
“La asesoría se desarrolló en diferentes etapas y aspectos”, explica Fernando Bovaira. “Elisa
Garrido, una reconocida especialista en la Historia de la mujer en la Antigüedad clásica,
asesoró durante el desarrollo del guión sobre los aspectos históricos. Más tarde, Justin Pollard,
que ha ejercido como asesor de rodaje en producciones como Expiación -y autor de un libro
precisamente sobre Alejandría, “The Rise and Fall of Alexandria: Birthplace of the Modern
Mind”-, se incorporó en la última fase de preproducción. Vino a Malta, se entrevistó con todos
los jefes de equipo, y habló con Alejandro sobre los detalles de la dirección artística”.
“En aquella época –señala Justin Pollard–, Alejandría era un lugar lleno de color, en el sentido
que le damos ahora a ciudades como Nueva York o Londres, o cualquier otra gran capital
europea. Mucha gente deseaba ir allí, eso alimentaba la mezcla. No todas las consecuencias
eran buenas, pero la miscelánea funcionaba. Y en ese tiempo, en el Mundo Antiguo la gente no
viajaba como ahora. Probablemente, la gran mayoría sólo se movía a un par de kilómetros de
donde habían nacido. Así que acudir a una ciudad donde había gente de cualquier parte
(africanos, europeos del norte, latinos, indios, gente de Oriente Próximo) probablemente la
convirtió en la ciudad más cosmopolita del mundo. Una ciudad con una gran vida nocturna, una
ciudad donde probar cosas muy diversas y encontrar gente muy distinta. No es sorprendente
que diferentes filosofías convivieran también en Alejandría porque la gente se encontraba allí
para intercambiar ideas.”
“Lo peculiar de estos lugares que atraen a gente tan distinta –añade Pollard– es que esa unión
les hace tan fuertes como débiles. Hubo muchos emperadores caprichosos que ordenaron
masacres entre la población cristiana. Pero en Alejandría no fue así. Alejandría era la sede de
la Biblioteca, la ciudad de las ideas. Sólo cuando un grupo individual intentó identificar y
clasificar esas diferencias surgieron los problemas. Vemos eso también en la Alemania de
1930. La misma gente que compartía un día feliz, a la mañana siguiente se podían transformar
en enemigos mortales sólo porque alguien les había señalado.”
“Hipatia reunía dos condiciones muy interesantes”, apunta Mateo Gil, “por un lado representaba
claramente la mentalidad griega, la búsqueda de la verdad a través de la reflexión, en un
mundo en el que las religiones tenían mucho poder en la vida diaria y luchaban por aumentar
ese poder. Por otro lado, Hipatia era una mujer en un mundo de hombres. Era una mujer que
quería llevar su vida como lo hubiera hecho un hombre, tener la misma libertad para investigar
y dedicarse a la filosofía como su padre. Por lo cual decidió no entregarse nunca a un hombre,
para que no le restara la libertad que necesitaba”.
“Un aspecto fundamental del personaje que Alejandro ha recogido muy bien es que un filósofo
era una persona que siempre mantenía una actitud sosegada; algo que ahora nos podría
parecer distante. Quizá eso choque un poco visto en pantalla. Rachel Weisz es una Hipatia
apasionada por el conocimiento, pero que por su dedicación a la filosofía debe reaccionar con
serenidad ante cualquier acontecimiento. A un filósofo, a un sabio, se le exigía esa capacidad.
Por eso los sabios debían asesorar, como hoy los intelectuales, y los políticos gobernar”, dice
Elisa Garrido.
“En la Alejandría de Hipatia –añade– no era fácil distinguir a los grupos sociales, a los ricos de
los intelectuales. La persona que tiene preparación es porque disfruta de una posición social y
económica que le permite acceder a esa educación. Se daban muy pocos casos de gente que
nacida en una situación humilde pudieran prosperar, no había la movilidad social que tenemos
ahora. Las clases estaban mucho más definidas. El intelectual es ya un aristócrata o de una
familia privilegiada, y viceversa, porque de entrada sabe leer y escribir. Precisamente en esa
época entra en juego la variable del clero, un grupo en el que se integraba gente humilde y sin
preparación que, a veces, ascendía dentro de la jerarquía. Muchos aprendían a leer y escribir
para leer los textos sagrados en las misas. Los que se esfuerzan llegan más lejos, aunque el
alto clero provenía de las familias adineradas.”
El último director de la segunda biblioteca de Alejandría era, además, el padre de Hipatia.
Filósofo y matemático, Teón educó a su hija como a un alumno de talento, independientemente
de su sexo. Incluso escribió con ella algunos de sus trabajos científicos más destacados. No se
sabe exactamente a qué se dedicaba la madre de Hipatia, además de ser una musicóloga de
prestigio en Alejandría, donde la música estaba considerada una importante forma de
conocimiento ligada a la filosofía y a la ciencia.
Dice Alejandro Amenábar: “Teón se obsesionó con educar a su hija al modo de los filósofos.
Debió de ser alguien con una mente muy especial para la época. Nosotros en la película
mostramos a un Teón más desorientado, un anciano que se encuentra en la parte final de su
vida y que ve que las cosas están pasando muy deprisa. No entiende que él es el último
representante de un mundo que se acaba, el de los filósofos. Michael Lonsdale era ideal para
encarnarlo porque no sólo es un gran actor, es un hombre que pinta, que escribe. Entendió a la
perfección la realidad social y política que refleja la película, y comprendió muy bien el guión.
Mirándole crees que ha sido capaz de educar a su hija de esta manera.”
“Teón es un hombre al que le disgustan profundamente los fanatismos. Su origen es pagano, y
observa el avance de las religiones desde la filosofía porque es un hombre de naturaleza
tolerante. Sí, es un filósofo pero, al igual que su hija, mira hacia arriba para encontrarle sentido
a todo: al hombre, al mundo, a las estrellas, a las matemáticas”, dice Michael Lonsdale.
Hipatia de Alejandría entró en la historia rodeada de leyendas, muchas de ellas relacionadas
con su vida personal. Admirada por su inteligencia, respetada por su destacado lugar en la
jerarquía social de la ciudad, las fuentes la dibujan como una mujer de gran belleza que
despertaba pasiones.
“Hipatia murió virgen. Sabemos por las cartas de algunos de sus estudiantes que inspiraba una
tremenda devoción entre sus pupilos. Y que algunos pudieron o no haberse enamorado de ella,
pero que nunca cruzaron el límite profesor / alumno. La lealtad que inspiraba entre el alumnado
era casi feroz. Que una mujer diera clases era algo atípico, quizá parte de su relevancia sea
fruto del momento específico en el que vivió y de la ciudad en la que nació”, comenta Rachel
Weisz.
Orestes es un alumno que destaca por su entrega impetuosa tanto al saber como a las
experiencias físicas. Es un líder nato que no tarda en asumir ese papel, en cuanto estallan las
revueltas civiles en la ciudad.
Dice Alejandro Amenábar: “En Orestes unimos dos historias reales. Por un lado se sabe que
había un alumno enamorado de Hipatia, que estaba continuamente detrás de ella. Hipatia
intentaba persuadirle de dedicarse a las estrellas y más tarde a la música, hasta que un día ella
se presentó en clase y le dio un pañuelo manchado con su menstruación. Esa anécdota real es
muy fuerte porque da una idea de la determinación de Hipatia de entregarse a una vida
científica. Luego está la propia historia de Orestes, que llegó a ser prefecto y que fue alumno
de Hipatia. Juntamos ambos personajes reales en uno. Necesitábamos a alguien que pudiera
cubrir esas dos etapas. Oscar es perfecto porque por un lado tiene esa ingenuidad, y al mismo
tiempo tiene el sentido del humor y el carisma para hacernos creer que puede convertirse en
un líder gracias al tesón y, por supuesto, a que forma parte de la élite de la Biblioteca. Aunque
Orestes históricamente es un perdedor. En esa partida de ajedrez que jugaron el prefecto y el
obispo, él no supo verlas venir. No supo ver la jugada maestra de Cirilo.”
A la muerte de su tío Teófilo, Cirilo asume las funciones de obispo de Alejandría, y la ciudad
entra en una nueva etapa caracterizada por el recrudecimiento de los enfrentamientos civiles.
Al igual que en el caso de Hipatia o de Orestes, Cirilo proviene de una familia con un fuerte
anclaje en el poder, en su caso en el poder religioso. Era habitual que el anillo obispal circulara
entre los miembros de una misma saga.
Alejandro Amenábar presenta así a Cirilo: “Hoy Cirilo es considerado santo, y uno de los
padres de la Iglesia. Tuve alguna discusión con Sammy Samir porque no quería interpretar al
malo de la película. Una postura muy interesante, porque significa que intenta darle a su
personaje un enfoque más rico. Según las fuentes no está probado que él diera la orden directa
de matar a Hipatia, pero está claro que contribuyó a crear ese estado en la ciudad para que
fuera considerada alguien diabólico, una bruja que utilizaba artefactos perversos, y terminara
asesinada por un grupo de cristianos. Cuando su tío murió se enzarzó en una guerra por
sucederle, en medio de un baño de sangre tremendo en el que murieron muchos cristianos. A
continuación provocó la matanza y la expulsión de todos los judíos de Alejandría, y tras la
muerte de Hipatia siguió iniciando guerras sangrientas hasta que consiguió hacerse con el
poder en la ciudad. Como mínimo fue un personaje controvertido, polémico. No es lo que
asociamos precisamente con un santo. Si esta película rinde tributo a Hipatia, alguien que no
cree en la violencia, su antagonista es Cirilo.”
“El parabolano –dice Elisa Garrido– es un fenómeno exclusivamente de Egipto. Imponían por la
fuerza la doctrina de la Iglesia de Alejandría. En Oriente surgieron numerosos movimientos
ascéticos porque durante mucho tiempo se mantuvo la idea de que Cristo iba a volver. Y había
que prepararse para recibir a ese Cristo triunfante, expiando los pecados y haciendo penitencia
para la salvación. El desierto, además, les ofrecía esa oportunidad de penitencia y muchos
anacoretas de Egipto y Siria renunciaron a todo. Provenían de clases humildes, raramente eran
personas instruidas sino místicas que preferían abandonar la vida pública para esperar a
Cristo. Hacían labores asistenciales, periodos de ayuno extraordinarios, y no tenían vida
sexual, incluso hacían penitencia por los pecados de sus hermanos. No vivían en ningún sitio
concreto, sino que estaban desperdigados por las calles, en las ruinas. Había gente que les
dejaba dormir en sus zaguanes.”
La aportación de Antonio Mampaso ha sido fundamental para comprender los descubrimientos
de Hipatia: "Desde entonces, los cielos y los astrónomos han cambiado mucho. En tiempos de
Hipatia se estaba recogiendo ya el fruto de muchos años de investigación científica. Se
conocían bastante bien los movimientos de los planetas desde los trabajos de Ptolomeo y de
Hiparco, y, al mismo tiempo, se disponía ya de instrumentos precisos que permitían poner a
prueba las teorías. Por primera vez confluyeron esas dos circunstancias. En esa época, y en el
entorno de Hipatia, se desarrolló uno de los instrumentos astronómicos más importantes, el
astrolabio. Con el tiempo, las medidas proporcionadas por el astrolabio y por otros
instrumentos, permitieron afinar tanto el modelo de los cielos que se pudo desechar el antiguo
modelo geocéntrico y sustituirlo por el que hoy sabemos correcto: el heliocéntrico. Un avance
que impulsó no sólo la astronomía... fue una revolución también en el aspecto social, porque
las ideas cosmológicas y científicas estaban muy arraigadas, e influían mucho en la sociedad a
través del orden social y religioso. Estamos hablando del momento de un cambio de sistema”,
dice Mampaso.
“La ciencia ha ido avanzando y se ha hiperespecializado, pero la humanidad no ha cambiado
tanto. Ágora nos cuenta el conflicto que sacudió Alejandría en tiempos de Hipatia, pero mucho
después, en el año 1.600, quemaron en la hoguera a Giordano Bruno, y a Galileo lo recluyeron
de por vida por defender el mismo modelo de Universo que, en la película, defiende Hipatia, el
sistema heliocéntrico. A los astrónomos ya nos han matado lo que nos tenían que matar; ahora
nadie nos va a llevar a la hoguera por decir que la galaxia de Andrómeda gira a la derecha o a
la izquierda, tanto más o tanto menos. Hoy son las ciencias de la vida, y no la astronomía, las
que más impactan sobre nuestras creencias y nuestros miedos. El conflicto está ahora, por
ejemplo, en la investigación sobre las células madre, pero la historia es, en el fondo, la misma
que en el siglo IV. Y todo eso lo vemos en Ágora”, dice Mampaso.
“Esta película es un homenaje a los científicos”, concluye el director de Ágora, Alejandro
Amenábar. “Queríamos una película en la que mostrar la línea de pensamiento de todos los
astrónomos a lo largo de dos mil años, algo apasionante porque en el fondo es gente que ha
mirado al cielo, como nosotros cualquier noche. Yo miro al cielo y me siento fascinado por lo
que veo, me hago muchas preguntas pero soy incapaz de encontrar respuestas. Eso es lo que
han hecho los científicos: encontrar respuestas a lo largo de miles de años.”
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