BREVE INTRODUCCION A LOS

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El 30 de Junio de 1908, un trozo de cometa impactó en la
Tierra, en la región siberiana de Tunguska, y los astrónomos
creen que el trozo era tan grande como un campo de fútbol.
Los efectos fueron semejantes a los producidos por una bomba
de hidrógeno. La posibilidad más probable es que,
efectivamente, un fragmento de hielo y roca cayó sobre
nuestro planeta desde el espacio y explotó con gran violencia
en la atmósfera.
Existen tres teorías básicas sobre la naturaleza de los
cometas:
a) Teoría de Francis Whipple: un cometa es un trozo de
hielo con fragmentos rocosos y metálicos en su interior y
unas dimensiones de unos pocos kilómetros.
b) Teoría de Raymond Lyttleton: un cometa es un enjambre
de meteoritos, del tamaño de guijarros, que se mantienen
unidos gracias a la débil atracción gravitatoria mutua.
c) Teoría de Immanuel Velikovsky: un cometa es el
resultado de violentas erupciones en los planetas mayores,
sobre todo en Júpiter.
La Tierra está siendo constantemente bombardeada por
partículas no más grandes que corpúsculos de polvo o granos
de arena: los meteoritos, que se queman en la alta atmósfera
y sólo unos pocos llegan al suelo intactos. Meteoritos más
grandes han originado cráteres en la superficie terrestre.
Pensamos en el Universo como en una gigantesca esfera de
cuatro dimensiones, en constante expansión, con un perímetro
descomunal de 1,9 1023, y edad 20.000 millones de años.
Originalmente, según Gamow, todo era un punto geométrico
compuesto por una sustancia original llamada Ylem, que no era
materia ni energía en el sentido en que las conocemos, y el
tiempo no existía. Entonces, por alguna razón, la partícula
primordial estalló.
La velocidad de la luz es la velocidad del tiempo.
¿Podríamos utilizar el radiotelescopio para observar la bola
de fuego inicial, que aparece como una esfera débilmente
resplandeciente a nuestro alrededor, con su superficie a unos
veinte mil millones de años-luz, y alejándose de nosotros a
casi la velocidad de la luz?
Nuestro Sol es una estrella de la segunda o tercera
generación. La teoría catastrofista, o de la marea o de la
estrella errante, postula que nuestra estrella se formó sola
y los otros objetos del Sistema Solar llegaron después. La
teoría de la nube rotatoria o del anillo (teoría nebular), es
la comúnmente aceptada.
Según la teoría de Fred Whipple, los cometas orbitan en
una amplia región situada más allá de la órbita de Plutón.
Cuando una estrella pasa cerca del Sistema Solar, trastoca
las órbitas regulares de algunos de ellos, lanzándolos a
órbitas tan irregulares que pasan cerca del Sol.
La teoría más aceptada sobre la génesis de los cometas
es la que define al viento solar, una vez formado el Sistema
Solar, arrojando al exterior los restos de materia originada.
Una teoría reciente postula que los cometas se formaron junto
con los asteroides al estallar un planeta situado entre Marte
y Júpiter.
Si un cometa golpeara el suelo, se producirían tremendos
terremotos y entrarían en erupción volcanes de todo el mundo.
Si el cometa explota en el aire antes de golpear el suelo,
enviaría meteoritos en todas direcciones, formando numerosos
cráteres de impacto.
La palabra "cometa" significa "estrella con cabellos".
Un cometa consiste en un punto o disco brillante de luz,
llamado cabeza, una zona difusa alrededor llamada coma o
cabellera y una larga estela, la cola. El centro de la cabeza
es el núcleo. La longitud de la cola puede llegar hasta
cientos de millones de km.
Con la espectroscopia se ha podido descubrir que muchos
cometas tienen dos colas de distinta naturaleza: una gaseosa
y otra de polvo. Un cometa es un objeto heterogéneo: su
espectro revela que contiene hidrógeno, carbono, oxígeno,
metano, amoníaco, agua, metales y silicatos. Cuando la
distancia al Sol de un cometa es de 150 millones de km, los
materiales del corazón del cometa se hacen luminosos y su
brillo crece rápidamente: incluso los elementos más pesados,
como el hierro, pueden ser vaporizados.
El núcleo de un cometa debe tener un diámetro inferior a
los 80 km. Dado que el viento solar arrastra los gases y el
polvo del núcleo de un cometa, la cola apunta en dirección
contraria al Sol, apareciendo siempre menos brillante que la
cabeza o la cola. Algunos cometas llegan a brillar tanto que
son visibles tanto de día como de noche.
Los cometas se deterioran, ya que pierden materia cada
vez que pasan cerca del Sol, por lo cual algunos nunca han
vuelto a reaparecer. Otros se han partido en dos entre una
aparición y la siguiente. El Halley, observado durante miles
de años, sigue siendo un cometa brillante: quizá el núcleo
se recargue de alguna manera cuando está lejos del Sol, como,
por ejemplo, por la condensación de gases interplanetarios en
la superficie fría del núcleo.
La rotación del núcleo de un cometa es un hecho, de
manera que podría afectar a su órbita alrededor del Sol. En
numerosas ocasiones, un cometa cayendo hacia el Sol, es
influenciado por las masas de los grandes planetas gaseosos,
que pueden capturarlo. Así, se sabe que Júpiter tiene una
gran familia de cometas conocidos, así como Saturno, Urano y
Neptuno y quizá Plutón, e incluso los planetas interiores
podrían tener familias cometarias.
Cometas famosos son los siguientes, descubiertos antes
de la observación telescópica: el 240 a.C.(la aparición más
temprana del Halley). El 146 a.C., que pudo ser el cometa
original de los "rascasoles". El Julio César, en el 44 a.C.
El Halley en el año 1066. El 1077, aunque algunos astrónomos
creen que fue Venus en su conjunción inferior (máximo
brillo). El 1106, un cometa espectacular cuyo brillo se
asemejaba al de la Luna, visible a plena luz del día. El
Halley en 1222. El gran cometa del 1264, notable por su larga
cola que se extendía por más de la mitad del cielo, con
longitud de 100 grados. El cometa de Tycho en el 1577,
visible a la luz del día.
A principios del siglo XVIII, los astrónomos comenzaron
a usar telescopios pequeños para observar el cielo, lo que
hizo posible descubrir cometas invisibles anteriormente. Los
más conocidos: el Kirch, de 1680, con una cola de polvo de 90
grados, miembro de los "rascasoles", quizá el mismo objeto
etiquetado en 1965 como el Ikeya-Seki. El DeChesaux, o gran
cometa de 1744, pasó muy cerca de la Tierra y tuvo hasta once
colas separadas identificables. El Biela, visto en 1846 y
1852, con un período de 6 años, y no vuelto a ver desde
entonces. En 1872, en la época en que el cometa debía haber
aparecido, se produjo una gran lluvia de meteoritos, quizá
los restos del cometa. El Tebbutt, o gran cometa de 1861,
pasó muy cerca de la Tierra, llegando a estar la Tierra
dentro de la cola del cometa. El 1914 V, que según algunos
anunció el inicio de la primera guerra mundial. El ArendRoland de 1957, con una anticola o aguja dirigida hacia el
Sol, quizá simple consecuencia del ángulo desde el cual fue
visto el cometa desde la Tierra. El Mrkos de 1957,
descubierto sin ayuda de telescopio o prismáticos, con una
cola complicada y brillante, y ondulada como grandes cabellos
rizados arrastrados por el viento. El Ikeya-Seki, de 1965,
más brillante que la Luna en cuarto creciente y visible a la
luz del día. Algunos astrónomos piensan que este cometa y
otros que siguen trayectorias similares pueden ser fragmentos
de un objeto masivo que se rompió en trozos por el gran calor
de la corona solar: esta hipotética familia de cometas se
conoce con el nombre de "rascasoles".
El Bennett, en Marzo de 1970 estaba a unos 80 millones de km
del Sol, más próximo que la órbita de Venus. Tanto el núcleo
como la mayor parte de la cola eran de color amarillo, lo que
indica vapores de sodio; observaciones minuciosas detectaron
rotación del núcleo. La cola llegó a tener una longitud de 25
grados de arco. El Kohoutek, descubierto en el observatorio
de Hamburgo en 1973 al comparar distintas fotografías durante
una inspección rutinaria del cielo (así se han descubierto
muchos cometas), ha sido el cometa más brillante y
espectacular del siglo XX. Su comportamiento anómalo (no
aumentó el brillo al aproximarse al Sol), sugiere un núcleo
rocoso con una delgada capa de hielo.
El West, de 1976, tenía el potencial necesario para ser un
cometa espectacular, pero se partió en dos y a los dos días,
en cuatro trozos. El Halley apareció por primera vez (que se
tengan noticias), en el 240 a.C., lo ha hecho durante 30
veces, siendo la última en 1986.
¿Cometa nuevo o viejo?. Supongamos que encontramos un
cometa después de horas buscando en el cielo. La pregunta es:
¿hemos encontrado un cometa que ya era conocido?.
Probablemente el cometa no es nuevo. De todas formas hay que
informar inmediatamente del descubrimiento, si queremos pasar
a la posteridad dando nuestro nombre al cometa. También es
muy probable que no hayamos descubierto un cometa, sino que se
trate de una nube delgada y alta, una nube tenue moviéndose
lentamente, un gran globo meteorológico, satélites u otros
ingenios espaciales reflejando la luz en el atardecer.
LOS ASTEROIDES
La palabra asteroide significa "parecido a una
estrella", son también llamados planetoides o planetas
menores. Se encuentran entre Marte y Júpiter, a distancias
que van desde 2,2 a 8,2 U.A. Siguiendo la secuencia de Bode,
debería haber un planeta entre Marte y Júpiter: el astrónomo
italiano Piazzi encontró el planeta perdido a principios del
siglo XIX, el día de año nuevo de 1801, al que llamó Ceres,
con un diámetro de 650 km. Pero no era un planeta, sino un
objeto más de los muchos que orbitan entre Marte y Júpiter.
Algunos astrónomos sostienen que se formaron en la
fragmentación de un planeta, originada por el campo
gravitatorio de Júpiter o la colisión con un cometa o un
asteroide.
La forma del cinturón de asteroides es casi circular,
aunque algunos se apartan de este comportamiento y siguen
trayectorias que cruzan las órbitas de Marte y Júpiter. Así,
Eros se acerca a 22 millones de km de la Tierra, Adonis y
Apolo se aproximan más al Sol que la Tierra, luego podrían
colisionar con la Tierra, aunque esto no sería posible
mientras sus órbitas mantengan su inclinación actual respecto
a la eclíptica. Icaro se acerca más al Sol que Mercurio, de
forma que en el perihelio recibe veinte veces más luz del Sol
que la Tierra. Los comportamientos errantes de algunos
asteroides sugieren colisiones entre ellos que los sacan de
su órbita circular y los lanzan a órbitas excéntricas. Así,
Fobos y Deimos podrían ser asteroides de este tipo e
Hiperión, luna de Saturno. Las lunas naturales se formaron a
la vez que sus planetas y son de forma esférica, orbitan en
la misma dirección que sus planetas, mientras que las lunasasteroides son pequeñas y de forma irregular, orbitando en
dirección opuesta. Los asteroides más brillantes ya están
catalogados, y la caza de asteroides es hoy materia reservada
a los profesionales que tienen acceso a los grandes
observatorios, encontrando las minúsculas diferencias entre
dos fotografías.
Apolo, Adonis y Hermes cruzan, en el perihelio, la
órbita de Mercurio hacia el interior, e Hidalgo alcanza la
órbita de Saturno en el afelio. Se llaman asteroides troyanos
los que se mueven en la órbita de Júpiter. Hoy en día se
conocen las órbitas de 1.600, aunque se han fotografiado 30.000
y se supone que existen unos 50.000. Debido a la influencia
de Júpiter, hay zonas del cinturón con muy pocos asteroides,
y se llaman huecos de Kirkwood (entre 2,5 y 3,5 U.A. de
distancia al Sol). Los principales asteroides son: Ceres (501
km de radio, 4,61 años de período, 2,767 UA de distancia al
Sol), Palas (304-4,61-2,767), Juno (124, 4,37, 2,67), Vesta
(269-3,63-2,361), Melpómene (65-3,48-2,3), Eros (11,5-1,761,458), Icaro (0,5-1,12-1,0), Apolo (0,5-1,78-1,47), Hermes
(0,25-2,1-1,64), Aquiles (26,5-11,9-5,21), Hidalgo (8-14,045,82) y Quirón (75 a 325-50,68-13,69).
Los pequeños asteroides se conocen con el nombre de
meteoritos. Un meteorito se llama meteoro cuando entra en la
atmósfera terrestre. La mayoría se quema con un fogonazo de
luz antes de alcanzar la superficie terrestre, pero otros son
lo suficientemente grandes como para sobrevivir al paso de la
atmósfera, llegando a golpear la Tierra: vuelven a llamarse
meteoritos. Los anillos planetarios están constituídos por
partículas de hielo, de composición distinta a los
asteroides, formando millones y millones de pequeñas lunas en
órbitas perfectamente circulares, concéntricas y muy próximas
al plano del ecuador.
Los grandes meteoritos, muy raros hoy en día, pueden y
podrán continuar cayendo sobre la Tierra, y aunque
actualmente disponemos de tecnología para detectarlos, aún no
la tenemos para destruírlos o alejarlos de nosotros antes de
que nos golpeen. Los cráteres originados por los meteoritos
suelen ser mucho más grandes que los objetos que los
provocan. Los grandes cráteres tienen una minimontaña en su
centro, como el gran Cráter de Mimas o la mayoría de los
cráteres de la Luna. El cráter Barringer, de Arizona, tiene
un diámetro de 1,5 km, y el impacto produjo una explosión más
potente que una bomba de hidrógeno. La bahía del Hudson pudo
ser producido por un meteorito gigante o asteroide, de unos
600 m de diámetro, que hubiese exterminado a gran parte de la
humanidad de haberse producido hoy. Muchos lagos parecen ser
cráteres de meteoritos.
Existen dos tipos de meteoritos: aerolitos (rocosos) y
sideritas (metálicos). Los rocosos contienen principalmente
silicatos y los metálicos hierro y níquel, aunque hay algunos
meteoritos que contienen silicatos y metales. Existen dos
orígenes posibles para los meteoritos: los cometarios, restos
de cometas que van dejando en sus recorridos orbitales, y
asteroideos, pequeños asteroides. Algunos meteoritos son tan
pequeños que parecen partículas de arena o polvo.
Los cometas, los asteroides y los meteoritos podrían ser
directamente responsables de la evolución de la vida en la
Tierra, suministrando no sólo el calor, sino también los
productos químicos necesarios para empezar la cadena de la
vida. Podría haber ocurrido que la primera forma rudimentaria
de vida se hubiera desarrollado en algún antiguo océano como
resultado de una colisión cósmica. Los aminoácidos llovieron
del cielo y cayeron en el agua y en la tierra, o se formaron
a partir de compuestos existentes ya en la Tierra gracias a
la intensidad del calor del impacto; a éstos les siguieron el
ADN y el ARN, células y pequeñas plantas, después los
pequeños animales marinos, los peces y los animales
terrestres... Darwin explicó el resto del proceso.
EL COMETA HALLEY
El cometa Halley, con un período orbital de 76 años y un
perihelio de 88 millones de km, nos visitó muchas veces antes
de su primer paso registrado, en el tercer siglo a.C. No es
de los más espectaculares, pero es muy famoso porque sus
apariciones se registraron desde la Antigüedad. En 1910 se
mostró con una larga cola de polvo y una gran cabellera.
Además de las observaciones desde tierra, tres agencias
espaciales (Intercosmos de la URSS, ISAS del Japón y ESA de
Europa), enviaron sondas al encuentro del cometa, mientras la
NASA envió distintas naves (ICE, IUE, Pioneer 7 y Pioneer
Venus, entre otras), para misiones de observación lejana.
Estas cuatro agencias formaron en los 80 el proyecto IACG
para coordinar las misiones espaciales al cometa Halley. La
sonda Giotto, de la ESA, lanzada el 2 de Julio de 1985, fue
la que más se acercó al Halley (600 km), el 14 de Marzo de
1986.
En el 86, el Halley presentaba una forma alargada, como
una patata de 15 km de longitud y 10 km de ancho. La
superficie era irregular, con formas
parecidas a cráteres de impacto, colinas y valles. El núcleo
reflejaba poca luz, lo que indica que estaba recubierto de
una capa de polvo. De la cara orientada al Sol salían dos
grandes y brillantes chorros de polvo. El período de rotación
del cometa se estimó en 52 horas, y respecto a su composición
se confirmó el modelo de la bola de hielo, y en la cabellera,
agua en abundancia, dióxido de carbono, metano y amoníaco.
Las partículas de polvo de la cola son ricas en hidrógeno,
carbono, nitrógeno y oxígeno.
COLUMNA DELTA DE MARDSEN. IMPACTOS Y CONSECUENCIAS.
B.G.Mardsen y su equipo de Harvard, junto con su potente
equipo de ordenadores, rastrean el Sistema Solar calculando
órbitas de cometas, asteroides y meteoritos que pudieran
colisionar con la Tierra. En la columna delta de sus tablas,
donde se indican distancias en U.A. (1 U.A.= 150106 km),
todo número de un astro menor que 0,0001 indica colisión; así
ocurrió el 19 de Mayo de 1996 con un asteroide de tipo Apolo,
el 1996JA1, aunque diferentes cálculos situaron el valor en
0,003, muy lejos del impacto. Todo quedó en el susto.
Cada 100.000 años de media, cae a la Tierra un asteroide
tipo Apolo, de 1 km cúbico y mil millones de toneladas,
equivalente a una carga nuclear de 400.000 megatones, sin que
el ser humano pueda hacer nada por evitarlo. Los meteoritos
de unos cuantos metros de diámetro impactan contra nuestro
planeta con frecuencia anual, aunque se desintegran en la
parte alta de la atmósfera, transformando en calor la energía
cinética equivalente a la explosión de una bomba como la de
Hiroshima.
En los últimos mil millones de años, la Tierra ha
recibido alrededor de 100 grandes impactos de cometas y
grandes asteroides. Un asteroide de 8 km que colisionase con
la Tierra, tendría unos efectos comparables al impacto que
dio paso al Terciario. Los asteroides tipo Apolo, peligrosos
por su proximidad a la Tierra, son conocidos por los
astrónomos y tienen sus órbitas calculadas, aunque los
menores de 1 km sólo son detectables cuando se aproximan a
pocas decenas de millones de km. Estos, de colisionar,
originarían efectos parecidos a Tunguska; de caer, por
ejemplo, sobre Bélgica, la barrerían del mapa.
Los meteoritos de decenas de metros son descompuestos en
la atmósfera, aunque trozos de metal pueden golpear la
superficie terrestre, a una velocidad de 200 km/h, cuando en
el momento de incidir en la atmósfera es de 50 km/s. Un
asteroide como el Apolo sólo perdería en su caída el 20% de
su masa y su velocidad de colisión sería sólo ligeramente
inferior a los 20.000 km/s originales. Su impacto arrasaría
un área de 3.000 km cuadrados, produciendo un cráter de 10 km
con una profundidad de 2 km. La cantidad de polvo y humos
depositados en la atmósfera sería de 1011 toneladas, que
produciría un 50% menos de radiación solar, durante 3
meses, depositándose al cabo de un año en el suelo. Este
efecto de invierno nuclear produciría un efecto de glaciación
prolongada. Los objetos Apolo caen a la Tierra con una
periodicidad media de 140.000 años.
Los últimos casos registrados en torno a riesgos de
impactos son los siguientes:
1994XM1, diámetro 20 m, distancia 110.000 km, diciembre 1994,
consecuencia A (explosión en la alta atmósfera equivalente a
bomba atómica de Hiroshima).
1995FF, d=60 m, distancia 420.000 km, marzo 1995,
consecuencia B (semejante al fenómeno de Tunguska).
1996JA1, d=1.000 m, distancia 450.000 km, mayo 1996,
consecuencia C (gran cráter, invierno nuclear, glaciaciones,
extinciones).
1937UB, d= 2-3 km, distancia 740.000 km, octubre 1937,
consecuencia D (probable extinción de la especie humana).
No estamos a salvo de un gran impacto. Todo lo contrario:
la Historia de la Tierra registra extinciones masivas debida,
muy probablemente, a la colisión con cuerpos celestes.
Los astrónomos rastrean el espacio en busca de posibles candidatos,
y aunque las previsiones no apuntan a ningún riesgo cercano,
tampoco puede decirse que “todo esté controlado”.
Lo que ocurre realmente es que las probabilidades son mínimas,
debido a la inmensidad del espacio, un vasto Océano donde la Tierra
es una minúscula gota de agua. Y es difícil
que una gota de agua del norte de Irlanda, por ejemplo,
golpee a otra situada en una playa paradisíaca
de los Mares del Sur.
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