Riesgos, costes y el precio de la energía Se nos ha vendido la moto de que el petróleo o la energía nuclear son baratos. El científico y divulgador Pedro Gómez Romero cuestiona esta afirmación y nos explica por qué. Si usted se compra una moto no es para hacer daño a terceros y mucho menos para matar a nadie. Pero vivimos en una sociedad civilizada, que sopesa riesgos y que le obligará, junto con la compra de su moto, a contratar al menos un seguro de daños a terceros. Es bien sabido que los riesgos de la circulación en motocicleta son tan altos y en consecuencia las primas del seguro tan elevadas que el coste final de la aventura disuade a muchos aspirantes a motoristas de su apuesta por la tecnología de las dos ruedas. Pero si usted se compra, pongamos por caso, un petrolero o una central nuclear el caso es diferente. Podrá contratar un seguro para sus trabajadores o para daños a su buque, a su carga, o a su planta, pero no tendrá un seguro de daños a la infinidad de terceros a los que su preciada posesión podría dañar. La probabilidad de siniestro es verdaderamente muy pequeña, pero los daños, en su caso, tantos y tan persistentes (como por desgracia estamos comprobando con las catástrofes del Prestige o de Chernóbil) que no hay compañía de seguros que los resista. Y no estamos hablando de una catástrofe natural, sino de una actividad humana de riesgo. En el caso de una central nuclear, un fallo catastrófico podría afectar a cientos de miles de personas... e incluso a sus descendientes todavía no nacidos. En el caso harto improbable de que algo así ocurriese, tal y como sucedió en Chernobyl, sería el Estado (es decir todos nosotros) quien pagaría, quien enviaría a sus hijos más sacrificados a limpiar las capas superficiales de tierra y quien, acaso, compensaría míseramente con atención médica gratuita a los afectados para siempre. De esta forma resulta que el precio de la energía nuclear se nos vende como bajo, porque no incluye los elevadísimos costos de previsión de daños a terceros. Si a eso se añaden los costes y las incertidumbres acerca del almacenamiento seguro durante siglos de los residuos, algunos de los cuales mantendrán su actividad durante miles de años (un problema lamentablemente todavía por resolver), el verdadero coste de la energía nuclear sale muy mal parado. De modo semejante, cuando petroleros de nombres fatuos, como el “Prestige” nos echan a perder la vida de miles y miles de personas, nos vienen a recordar (por desgracia, de nuevo) que a la energía que extraemos del petróleo y de los combustibles fósiles en general le ocurre lo mismo que a la nuclear, que contamina, y que esa contaminación, por sobredimensionada, no se tiene en cuenta cuando juzgamos el precio de la energía. Los gastos de “reparación”, en el caso de la marea negra de Galicia correrán a cargo de todos, empezando por los generosos voluntarios y acabando por los presupuestos del Estado. Pero por muchos miles de millones de euros que nos gastemos en medidas paliativas, esos gastos no llegarán jamás a compensar los verdaderos costes: medioambientales, de salud, de desempleo, de calidad de vida. Cuando se nos dice que la energía solar es más cara que la que tenemos ahora deberíamos tener todo esto en cuenta. Los modelos energéticos basados en energías renovables están esencialmente libres de los riesgos y daños difícilmente cuantificables pero extremadamente elevados de los combustibles fósiles (además de las mareas negras, la contaminación ambiental y sonora, lluvia ácida, calentamiento global). Nuestra civilizada sociedad tiene que empezar a poner en la columna del debe lo que podríamos denominar costes “no internalizados” de las energías convencionales, los insostenibles costes medioambientales y de salud achacables a los combustibles fósiles y nucleares, y poner en el haber de las renovables su bondad medioambiental. Pero en lugar de un mayor apoyo a las energías limpias, nuestro gobierno parece empeñado últimamente en ir a contracorriente del interés general. En lugar de un apoyo creciente a las tecnologías limpias planteó en diciembre pasado una revisión a la baja de las primas a las energías renovables, ¡coincidiendo para mayor escarnio con la catástrofe del Prestige!. Sólo el grito en el cielo de diversos agentes sociales, empezando por la Asociación de Productores de energías renovables (APPA), empresarios, sindicatos y ecologistas, parece haber conseguido detenerles, de momento. Los líderes privilegiados por las urnas, los que tienen un mayor control sobre nuestro presente y nuestro futuro como sociedad parecen no comprender que se hace imprescindible ya un verdadero apoyo a las energías renovables, con mucha mayor voluntad política de la demostrada hasta el momento, con mayores subvenciones a la instalación de paneles solares, con leyes y regulaciones que realmente faciliten que los consumidores de energía puedan ser también vendedores de energía limpia, así como un esfuerzo comprometido con la investigación y el desarrollo en estos temas, el fomento del ahorro energético, acabando con una labor de divulgación que aclare entre los ciudadanos los conceptos de valor y precio de las diferentes tecnologías energéticas. De forma que la próxima vez que les repitan que el petróleo o la energía nuclear son baratos, no se dejen vender la moto. APPA www.appa.es/ * Pedro Gómez Romero Investigador y divulgador científico del CSIC. Autor del libro “Metaevolución. La Tierra en el espejo” (Celeste, 2001). Editor de la página web http://www.cienciateca.com