HISTORIA − TRABAJO DE INVESTIGACIÓN: vikingos RUSIA (DESDE VIKINGOS HASTA SIGLO XVIII)

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HISTORIA − TRABAJO DE INVESTIGACIÓN:
RUSIA (DESDE VIKINGOS HASTA SIGLO XVIII)
Los normandos, conocidos también por el nombre de vikingos, eran pueblos escandinavos que, desde los
finales del siglo VIII, comenzaron a asolar las costas europeas. Del conjunto de los normandos se destacaban
tres pueblos definidos: los noruegos, los daneses y los suecos o varegos. Estos últimos fueron los que se
expandieron por las estepas rusas, con un objetivo predominantemente comercial. Por el Golfo de Riga y el de
Finlandia llegaron al lago Ladoga y, a fines del siglo VIII, establecieron factorías comerciales en el Ladoga y
el Ilmen, aunque su principal centro comercial fue Novgorod. Por el curso del Volga y el Dniéper, hacia el
sur, llegaron al Mar Negro y al Mar Caspio y establecieron contactos con el mundo bizantino y árabe.
La fusión de los varegos con las tribus eslavas dio lugar a la formación , durante la primera mitadl del siglo
IX, de los estados−rusos, entre los que se destacó la ciudad−estado de Kiev, que controló las rutas del Mar
Negro y el Caspio al Báltico e inició en el año 860 los primeros ataques a Constantinopla, desarrollándose un
importante comercio de esclavos.
Esta ciudad−estado de Kiev fue el núcleo originario del futuro estado ruso.
Estas invasiones vikingas representaron, durante los siglos IX y X, un gran atraso cultural y demográfico, sin
embargo no fueron totalmente destructivas ya que estimularon los intercambios comerciales.
A principios del siglo IX, durante el reinado de Igor (912−945) el cristianismo comenzó a penetrar en Kiev y
durante el reinado de Olga (945−957) ya había adquirido considerable importancia entre las poblaciones
eslavas, pero el paganismo era todavía una fuerza política poderosa. Recién con San Vladimiro I, el Grande
(980−1015), considerado el verdadero fundador del estado ruso, el cristianismo fue adoptado como la religión
oficial rusa en el año 989.
En el s. XII, la Rusia de Kíev se desintegró a causa de las enconadas guerras intestinas y el debilitamiento del
poder central, dando lugar a la constitución de la República de Nóvgorod, el principado de Vladímir y Súzdal,
el de Galitzia y Volinia y otros.
Bogoliubski, quien había conquistado Kiev, trasladó la capital de Suzdal a Vladimir y constituyó el gran
principado de Vladimir, destinado a ser el núcleo del futuro estado moscovita.
Las continuas rivalidades y discrepancias entre los príncipes impidieron que se hiciera frente a la agresión a
Rusia, emprendida por los conquistadores tártaro−mongoles en la primera mitad del s. XIII. En el año 1223 el
ejército mongol de Gengis Kan venció a los príncipes de Galitzia y de Novgorod. En 1236 otro ejército
mongol incendió Moscú y tomó Vladimir, Suzdal, Rostov y Jaroslavl. El ejército mongol permaneció en esta
región realizando constantes incursiones y desvastaciones, hasta llegar a mediados del siglo XIII en que el
imperio mongol dominaba todos los principados rusos. En esta época, en que los rusos sometidos política y
económicamente a los mongoles (debían pagarles tributos) se encontraban completamente fragmentados, se
produjo una verdadera dispersión política y de ella surgió, en 1260, el principado de Moscú.
Como resultado de las invasiones, durante casi 250 años Rusia permaneció bajo el dominio tártaro−mongol, el
cual significó innumerables calamidades y víctimas entre la población y perjudicó irreparablemente el
desarrollo económico, político y cultural., Por otro lado, grupos de cosacos aislados defendían la religión y las
costumbres rusas, pero adolecían de un gran primitivismo y barbarie, como fue magistralmente descripto por
Gogol en su Taras Bulba y otros cuentos. En éstos, con un descriptivo realismo, nos muestra lo pintoresco de
los episodios heroicos de la lucha de los cosacos ucranianos, que durante varios siglos tuvieron que defender
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su fe y nacionalidad de los turcos, tártaros y polacos.
En 1380, en el campo de Kulikovo un golpe demoledor a los agresores fue asestado por las fuerzas unificadas
de las tierras rusas al mando del Gran principe moscovita Demetrio del Don. No obstante, hasta la liberación
definitiva del yugo tártaro se requirieron 100 años más. Mientras tanto Rusia permaneció como el único
baluarte de la ortodoxia, frente al latinismo y la fe católica de Occidente.
En los siglos XIV−XVI alrededor de Moscú se fue centralizando el Estado ruso, unificando todas las tierras
del Noreste y Noroeste de Rusia y dando lugar a la formación del núcleo de la nación rusa. Sobre el final del
reinado de Basilio el Ciego (1425−1462), acontecido a mediados del siglo XV, Moscú logra imponerse sobre
las repúblicas de Novgorod, Pskov, Viatka y sobre los principados de Riazán, Tver y Bovovask. Su hijo Iván
III (1462−1505) heredó un territorio de 750.000 m2, mucho mayor que los demás principados rusos e
independiente de hecho del poder de los mongoles, por lo que procedió a concretar su objetivo que era la
unificación de Rusia. Esta tendencia hacia la unificación y el reforzamiento del poder central continuó durante
el reinado de Basilio III (1505−1533). Después de su muerte sobrevino un período de anarquía e Iván IV se
hizo coronar en 1547 y adoptó por primera vez el título de zar. Con los atributos del zar decidió sustituir la
antigua administración señorial por la administración estatal, creándose un organismo intermediario entre el
zar y su consejo y las distintas administraciones. Estas reformas fueron mal recibidas por la nobleza, que
perdía sus privilegios de señorío feudal, y provocaron la oposición, con lo cual se creó una guardia especial
para reprimir toda oposición y la nobleza fue sometida a vigilancia policíaca. Los campesinos quedaron
adscriptos al suelo convirtiéndose en los siervos de la gleba, Esta condición de servidumbre se prolongaría en
Rusia hasta la segunda mitad del siglo XIX (con la reforma agraria de 1861).
La evolución hacia un progresivo autoritarismo estatal y el endurecimiento de la vida del campesinado
continuaron durante toda la dinastía Romanov.
A comienzos del siglo XVII Rusia rechazó la intervención polaco−lituana y sueca. En 1613 una Asamblea
Popular (Zemski Sobor) proclamó zar al joven Miguel Feodorovich, de la nueva dinastía Romanov., quien
consiguió la pacificación, pero tuvo que contar con el apoyo de la Asamblea Popular para asegurarse la
permanencia en el poder.
Recién con Alejo Mijáilovich (1647−1676) se pudo prescindir de esta Asamblea y, mediante la reforma del
ejército y la centralización administrativa, se reestableció el poder central sobre bases sólidas. Y, dadas estas
condiciones, la política exterior rusa fue muy activa. A mediados del siglo XVII Ucrania se unió a Rusia en un
Estado único.
A la muerte de Alejo le sucedieron sus hijos Feodor (1676−1682) y Pedro, quien primero lo hizo bajo la
regencia de su hermanastra Sofía, hasta que en 1689 la relegó a un convento y se hizo cargo personalmente
del poder, el cual ejerció hasta 1725.
Pedro, el Grande, le dio un gran empuje al desarrollo político−económico, social y cultural y a la
modernización del ejército ruso. Las brillantes victorias obtenidas por las tropas de Pedro en la Guerra de
Norte (1700−1721), permitieron que Rusia saliera al mar Báltico, "abriéndose una ventana a Europa", según
una expresión metafórica. En ese período se intensificaron la diplomacia y las relaciones internacionales de
Rusia, con lo cual Rusia entró en el camino de la occidentalización. Pedro el grande contribuyó a la
europerización de Rusia. Trasladó la capital de Rusia a San Petersburgo, fruto de la conquista de la guerra del
Norte contra los suecos, y la convirtió en una ciudad lujosa, con magníficos palacios y edificios majestuosos,
de una riqueza sin par.
Pedro I había realizado viajes por Europa y el estudio de sus instituciones le proporcionaron los elementos
necesarios para sus reformas, las cuales se basaban en la centralización del gobierno y en otorgar la máxima
eficacia al aparato estatal. El ejército se transformó en permanente. La administración, militar y fiscal, fue
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ejercida por militares con título de gobernadores y significó la división del territorio en gobiernos,
subdivididos en provincias y distritos.Se instituyó un Senado, integrado por nobles consejeros allegados al
zar. En el orden religioso abolió el patriarcado de Moscú y creó el Santo Sínodo (1721) directamente ligado al
zar, con lo que la Iglesia rusa perdió su independencia y autonomía. En el aspecto social sus reformas
consolidaron la situación anterior. Se constituyó una aristocracia surgida de la nobleza y perfectamente
estamentada, mientras la burguesía ciudadana conquistaba atribuciones que la elevaron sobre las restantes
clases sociales. Pero todas estas reformas no modificaron mayormente la estructura interna de Rusia. Hacia
1715 de 13 millones de habitantes el 90% eran campesinos y sólo el 3% vivía en las ciudades, La inmensa
mayoría de campesinos eran siervos y vivían en un estado de pobreza e indigencia.
A la muerte de Pedro I su hija Isabel se proclamó zarina (1741−1762) e hizo participar a Rusia en la Guerra de
los Siete Años contra Prusia. Su sucesor Pedro III fue suplantado por su esposa Catalina II (1772−1796),
continuadora de la política absolutista de Pedro I y bajo cuyo reinado Rusia intervino activamente en las
contiendas europeas y continuó con la política expansionista de sus predecesores. Anexó el Este de Polonia,
adquirió posiciones en el Mar Negro y se asimilaron los territorios del Norte, Volga, Urales, Siberia, Extremo
Oriente y se integraron voluntariamente varios pueblos no rusos.
A fines del siglo XVIII comenzaron a difundirse las ideas enciclopedistas y fruto de ellas fue la secularización
(expropiación por parte del Estado) de algunas propiedades de la Iglesia y la formación de un importante
complejo industrial en los Urales. A comienzos del s. XIX los pueblos del Imperio Ruso tuvieron que rechazar
la agresión de
Napoleón (Guerra Patria de 1812).
Un hito importante en la historia rusa fue la reforma agraria de 1861, que abolió la servidumbre (existente
desde el s. XVI) e impulsó el desarrollo acelerado de la economía nacional. En las últimas décadas del s. XIX
se registraba un vertiginoso auge industrial, el desarrollo de la empresa privada, del sistema bancario y el
comercio. Al mismo tiempo, se agudizan las contradicciones sociales, aumenta el descontento con la
autocracia zarista.
La primera Guerra Mundial, desencadenada en 1913, requirió de la economía rusa un esfuerzo inaudito, agotó
sus recursos materiales y financieros. Los cálculos equivocados de los jefes militares y los reveses
desequilibraron la vida social, provocando una grave crisis.
En 1917, el Partido Obrero Socialdemócrata (bolchevique) Ruso, con V. Lenin a la cabeza, realizó la
Revolución de Octubre, que determinó el destino del país por muchas décadas. Como principales objetivos de
la revolución fueron proclamadas la liquidación de la desigualdad de clases, la construcción de la sociedad
primero socialista y después comunista.
En diciembre de 1922 fue constituida la Unión Soviética (URSS).
Durante dos décadas subsiguientes la cumbre gobernante, encabezada por I. Stalin, concentró en sus manos un
poder ilimitado, instaurando el sistema de gobierno totalitario. Se iniciaron las persecuciones masivas de los
disidentes y las represiones de millones de ciudadanos soviéticos. Las purgas en masa dentro del cuerpo
dirigente del Ejército Rojo afectaron funestamente la capacidad defensiva de la nación. Sin embargo, a la par
de las arbitrariedades políticas y jurídicas, el país modernizó a ritmos acelerados su industria y sus fuerzas
armadas, desplegó gigantescas obras de construcción.
La Gran Guerra Patria de 1941−1945 significó una dura prueba para el pueblo soviético. La lucha contra los
invasores nazis alemanes fue desplegada a nivel nacional. En corto plazo se movilizaron todos los medios y
recursos disponibles en el Estado, con el fin de organizar la adecuada resistencia al enemigo. Gracias al valor
de los soldados soviéticos, al genio marcial de toda una pléyade extraordinariamente talentosa de jefes
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militares y a los esfuerzos de todo el pueblo, la Unión Soviética pudo hacer un aporte decisivo en la derrota
contundente de la Alemania fascista.
En la década del 60 el socialismo alcanzó el punto culminante de su desarrollo seguido, primero, de
estancamientos y, después, de cri-sis. El voluntarismo y la burocratización del aparato dirigente del país; una
economía insume, cuyos gastos se cubrían en lo funda-mental con ingresos provenientes de la exportación de
materias primas; las ingentes inversiones en la industria de guerra; la baja competitividad
de la mayoría de los artículos, en especial de amplio consumo, en el mercado mundial; la paralización de
cualquier iniciativa; la ideologización de todos los sectores de la vida social y la política exterior en
detrimento a la lógica sensata; las continuas persecuciones de los disidentes, todo ello concordaba poco con
las proclamadas ideas de la construcción de un futuro luminoso. A mediados de los años 80 el país se vio ante
la necesidad de efectuar cambios cardinales en la economía y la organización sociopolítica del Estado. Bajo
de dirección del Presidente de la URSS M. Gorbachev fue iniciada la modernización de la sociedad. Sin
embargo, la realización de las reformas resultó ser una tarea extraordinariamente difícil. La aparición de las
nuevas relaciones sociales provocó la inestabilidad económica, una inflación galopante, una lucha enconada
entre las fuerzas políticas, la tirantez social y
los conflictos interétnicos.
En 1991, como resultado de los acuerdos de Belovézhskaia Puscha, la Unión Soviética deja de existir. La
sucede la Federación Rusa.
A cargo presidencial es elegido B. Yeltsin, que mantiene el rumbo de las reformas y la modernización de la
sociedad rusa. Se inicia la privatización en masa, el empresariado privado desarrolla −aunque con
dificultades−sus actividades en la industria, comercio, sistema bancario y sector de servicios. Últimamente
han bajado los ritmos de la inflación, se ha fijado el cambio del rublo, se ha frenado la caída de la producción,
y en algunos sectores la situación se ha estabilizado e incluso se observa cierto crecimiento.
Al propio tiempo, la falta de experiencia social en la solución de un problema tan difícil como es la transición
a la economía de mercado, la instauración de las nuevas relaciones de producción y la organización de la
empresa privada influyen de modo negativo en la marcha de las reformas. La estratificación social, la
disminución del nivel de vida de una parte considerable de la población, la arraigada costumbre de fiar al
Estado la tarea de garantizar la situación económica de uno y el alto nivel de la delincuencia agudizan la lucha
política, alimentando la tensión social.
No obstante las dificultades experimentadas, el sentido común sugiere que las reformas no tienen alternativa.
Es el único camino que permite crear una economía eficaz, asegurar a la población una vida
digna y la posibilidad de realizarse. La reorganización social en Rusia elimina de modo objetivo las causas del
duradero antagonismo político e ideológico con otros países, alivia la tirantez bélica, permite al Estado ruso
incorporarse orgánicamente al sistema económico mundial, hacer un aporte constructivo en el desarrollo de
las relaciones interestatales civilizadas y mutuamente beneficiosas.
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