PRESUPUESTOS BÁSICOS Y MÉTODO IGNACIANO DEL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL Y LA DELIBERACIÓN (SENTIDO COMÚN EVANGÉLICO) Jesús Acosta González sj Guadalajara, Jal. febrero 1997 PRESUPUESTOS BÁSICOS DEL DISCERNIMIENTO Para los cristianos el sentido de la vida radica en amar. Por eso Dios nos plantea que el amor (a Él, a los demás y a nosotros mismos) es el único mandamiento que realmente importa. Por eso si nosotros amamos radical, profundamente estamos en el camino de la liberación, la salvación, la plenitud. Entonces la pregunta clave es: ¿yo cristiano, hoy y aquí, cómo vivir lo más radical, profunda, plena y concretamente el amor?. El cristiano deberá discernir de entre todas las posibilidades que tiene cuál es la más conducente para vivir el amor. Cotidianamente deberemos preguntarnos ¿qué hacer y cómo?, ¿qué actitudes impulsar, cuáles evitar?, para que cada uno encuentre su camino de ser auténtico cristiano. Propongo aquí, algunos presupuestos básicos del discernimiento espiritual que yo considero importantes: 1. Somos criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza. Dios nos dotó de la capacidad de permanecer en contacto con él. Nuestra relación, nuestra comunicación con él es posible porque nos dio un corazón que está en sintonía con su corazón, nos dio inteligencia como la de él, nos doto de voluntad, libertad, capacidad de amar y ser amados, etc. Dones todos que nos permiten crear, mantener, enriquecer, profundizar nuestra relación íntima con Dios. Somos sangre de su sangre, carne de su carne, espíritu de su espíritu, por lo tanto la comunicación con Él es algo natural, es parte de nuestro “equipo”, sólo falta que lo ejercitemos lo mejor posible. Los seres humanos somos un conjunto de dimensiones muy unidas entre sí, complementarias, indisolublemente entrelazadas: física-biológica, psicológica racional, psicológica afectiva, social y espiritual. Para establecer una relación profunda e íntima con Dios es necesario poner en juego todas las capacidades que tenemos, y cada una de estas dimensiones nos brindan muchas posibilidades de comunicación con Dios. Una comunicación integral, lo más plena posible sólo se logra si vivimos de manera integrada y armónica todas nuestras dimensiones. La iniciativa de comunicación es de Dios, él siempre esta disponible al contacto, al encuentro, al diálogo. Dios es el Padre inmensamente bueno, que nos ama incondicionalmente, siempre dispuestos a recibirnos, a dialogar, a compartirnos su vida, a abrazarnos... El discernimiento es un instrumento para que nosotros mantengamos abierta la comunicación con Dios. 2. Lo que sustenta nuestra vida, lo que le da sentido y plenitud es que Dios nos ama primero: “Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de Él. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que Él nos amó primero...” (1Jn 4,9-10). Dios se mantiene fiel, su amor no se acaba, Él sigue y seguirá presente y activo en nuestra vida, en nuestra historia “... ‘Mi Padre sigue trabajando'. Yo también trabajo’...” (Jn 5,17) 2 La voluntad de Dios es que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,10). Dios no quiere otra cosa que nuestra realización plena, que todos vivamos, aquí y ahora, lo más plenamente posible. Y esto implica que atendamos todas nuestras dimensiones y necesidades: físicas-materiales, psicológicas-afectivas y espirituales. Buscar su voluntad es pues buscar nuestra plenitud. No debemos temer el dialogo con nuestro Padre Dios, el nunca nos propondrá nada que vaya en contra de nuestra integridad ni de nuestra dignidad. Discernir significa entonces que cada quien dialogue con Dios para buscar y vivir en concreto este plan de vida plena. También significa que en comunidad busquemos que la mejor forma de convivir, de ir construyendo el Reino de Dios desde ahora, en espera de la realización plena que será gracia de Dios: “Para satisfacer las exigencias de la justicia y de la equidad hay que hacer todos los esfuerzos posibles para que, dentro del respeto al derecho de las personas y a las características de cada pueblo, desaparezcan lo más rápidamente posible las enorme diferencias económicas que existen hoy, y frecuentemente aumentan, vinculadas a discriminaciones individuales y sociales.” “Los cristianos que tomen parte activa en el movimiento económica-social de nuestro tiempo y luchan por la justicia y la caridad, convénzanse de que pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo. Individual y colectivamente den ejemplo en este campo... Quien con obediencia a Cristo busca ante todo el reino de Dios, encuentra en éste un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos sus hermanos y para realizar la obra de justicia bajo la inspiración de la caridad.” (Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, #66 y #72) 3. Dios nos creó y además nos hizo buenos (Gén 1,31). Todo lo creado por Dios, es bueno. Por lo tanto todo nos ayuda a vivir la voluntad de Dios. Debemos usar todo lo que Dios nos dio para vivir: "Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila, valiéndose de todas sus armas" (Ef 6,13). De todo lo que hay en el mundo debemos elegir en cada situación concreta aquello que más nos lleve a vivir en plenitud el mandamiento del amor, la voluntad de Dios. Dios nos hizo libres, Él no nos obliga a seguir su plan, su proyecto, su voluntad. Nos invita, nos propone pero jamás se impone sobre nosotros. Si no fuera así entonces no tendría caso que hiciéramos discernimiento. Si fuéramos “robots” programados, si Dios fuera como un titiritero que manejará con hilos nuestras vidas no habría necesidad de discernir. Pero no son así las cosas. Dios respeta nuestra libertad y por eso es necesario discernir, la vida, la realidad está llena de posibilidades unas buenas, otras mejores para vivir en plenitud; por eso se hace necesario elegir y optar por la mejor, la que más nos posibilite esa vida plena para mi y los demás. El discernimiento es una de las armas que tenemos para ver qué hacer y cómo hacerlo, de tal manera que vivamos lo más fiel y concretamente la voluntad de Dios. El discernimiento supone una actitud de “indiferencia”, de libertad ante todo lo creado para optar por lo que más nos lleve a vivir la voluntad de Dios; también el discernimiento, al ejercitarlo, fortalece la auténtica libertad de los hijos de Dios: “Ustedes, hermanos, fueron llamados para gozar la libertad; no hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne; más bien háganse esclavos unos de otros por amor...” (Gál 5,13). 4. Liberarnos de todo aquello que nos obstaculiza el vivir radicalmente el amor implica un gran esfuerzo. Debemos luchar contra las influencias externas que nos desvían del camino; pero también, y más importante, debemos luchar contra nuestras propias tendencias contrarias 3 al amor. Dios nos hizo buenos, pero no podemos negar que tenemos limitaciones. Somos luz y oscuridad, gracia y pecado, vida y muerte. Esta realidad es innegable. Por eso debemos estar atentos y ser críticos ante nuestros criterios, juicios, impulsos, deseos, ideas, interpretaciones de la realidad, etc., para descubrir cuáles nos acercan y cuáles nos alejan del amor, de Dios, de la plenitud. No se puede afirmar que todos nuestros deseos, impulsos, criterios... son todos y siempre contrarios a Dios. Si así fuera no tiene caso hacer discernimiento, bastaría con hacer siempre lo contrario a estos deseos, impulsos, criterios para cumplir la voluntad de Dios. Y tampoco podemos caer en la postura ingenua e irresponsable de afirmar que todos nuestros deseos, impulsos, criterios nos llevan a Dios. No somos perfectos, pero somos perfectibles, vamos en un proceso de integración, de liberación, de salvación. Y esto implica irnos despojando de aquello que nos estorbe, nos esclavice. Despojarnos interna y externamente, personal y comunitariamente debemos buscar, encontrar los elementos que obstaculizan nuestra vida plena, la voluntad de Dios. En este sentido, debemos guardar una actitud crítica ante la ley. Las leyes se generan e instituyen para ayudarnos a seguir el camino correcto de humanización; pero cuando cualquier ley deja de servir para ese fin es necesario quitarla y generar otra más iluminadora e impulsadora. 5. La clave de la vida cristiana es conocer a Jesús, porque entre más lo conocemos más los amamos y entre más lo amamos más lo seguimos. Conocer sus sentimientos, sus pensamientos, deseos, proyectos, ideales, esperanzas, preocupaciones, etc. Ser cristiano no es sólo luchar por la justicia, la paz, la fraternidad. Es eso y más: amar a Dios. Este amor debe ser la fuente de todo lo que hacemos o dejamos de hacer. Conocerlo significa relacionarme con él como mi hermano, compañero, amigo; significa ir sintonizándome más con sus criterios, proyectos, impulsos, necesidades, juicios, valores, etc.: “Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo, sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó a ustedes.” (Ef 5,1). El discernimiento para que sea lo más auténticamente cristiano supone esta identificación con Jesucristo, supone que la persona vive ya un proceso y un compromiso de fe, supone ya un grado de amistad con Jesús. Y, al mismo tiempo, nos ayuda a avanzar en este encuentro personal con Jesús. El discernimiento cotidiano es un excelente medio para profundizar la cercanía con Dios. Este proceso de conocimiento pide poner en práctica todas mis capacidades físicas, psicológicas, afectivas, intelectuales, espirituales. Rezar, meditar, contemplar, reflexionar, estudiar, trabajar, dialogar, compartir, amar etc. son verbos que constantemente debemos practicar para avanzar en la identificación con Jesús. MÉTODO DEL DISCERNIMIENTO IGNACIANO Ignacio de Loyola habla de tres "tiempos de elección". Es decir, tres maneras en que se puede dar la experiencia cristiana de buscar y encontrar el mejor camino para vivir la voluntad de Dios. 4 1. Consolación sin causa precedente: es cuando Dios nos regala su gracia simplemente por el deseo de dárnosla. Es una experiencia de gran consolación, y es de tal naturaleza que no podemos dudar que venga de Dios. Son como "momentos cumbre", donde nos embarga una sensación de plenitud, claridad, esperanza, amor... Se dice sin causa precedente porque no hay una causa, al menos evidente, que haya generado tal experiencia. Ante esto Ignacio no propone ningún método para ver qué hacer, puesto que es evidente que viene de Dios, más bien sugiere que se agradezca a Dios y se busque la mejor manera de concretar operativamente este impulso, que no se quede sólo como una experiencia mística sino que de su fruto práctico. Y también sugiere que estemos atentos para que esta consolación llegue a buen término. Es decir, debemos revisar que en el desarrollo y en el fin de este impulso se mantenga la tónica consolatoria, para evitar que el mal espíritu nos desvíe del camino emprendido. 2. Movimiento de espíritus: es cuando en nuestro interior se mueven muchos sentimientos, impulsos, ideas, Y puesto que son tantos y tan diversos sentimientos que se hace necesario un método para discernir. 3. Tiempo tranquilo: es cuando no hay en nosotros movimientos de espíritus de manera especial y diversas. Estamos en paz, viviendo nuestro compromiso cristiano cotidianamente, viviendo nuestra vida con sus altas y bajas. Para hacer alguna elección o tomar alguna decisión, en este tiempo, debemos usar nuestras capacidades para deliberar qué es lo mas cristianamente correcto, adecuado. Así deliberaremos los pros y los contras de las alternativas para, en un ambiente de oración y de disponibilidad, decidir por aquello que razonadamente es más evangélico. REGLAS PARA DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS 1. Primero debemos definir lo que para San Ignacio es Consolación y Desolación: a) Consolación: es cuando nuestro amor, nuestra esperanza, nuestra fe crecen, se fortalecen; cuando le encontramos el sentido profundo a la vida tanto en los momentos difíciles, de dolor y tristeza, como en los momentos alegres y gozosos. En la consolación sentimos paz, confianza, armonía con Dios, los demás y nosotros mismos. La auténtica consolación sólo Dios la puede generar. b) Desolación: es todo lo contrario a la Consolación, es todo decaimiento de la fe, la esperanza y el amor. Se pierde el sentido de la vida, se toma un rumbo destructivo para la propia persona y para los demás. Es oscuridad, turbación, inquietud, confusión que lleva a la pasividad, la mediocridad y al aislamiento. Nota: debemos estar atentos porque no toda consolación se expresa con sentimientos de alegría, gozo y paz; puede expresarse con sentimientos de tristeza, coraje, indignación, etc. De la misma manera la Desolación puede venir acompañada de sentimiento de supuesta paz, alegría y gozo. Los sentimientos nos son ni buenos ni malos, son simplemente sentimientos, 5 debemos ver más en lo profundo para ver a dónde nos llevan para poder definir si son Consolación o Desolación. 2. Es importante que seamos conscientes del momento en que nos encontramos en nuestro proceso de ser cristianos (ver qué tipo de persona soy, en términos de San Ignacio). La importancia de esto radica en que tanto Dios como el mal espíritu actúan de diferente manera dependiendo del momento de mi vida. Veamos esto en un cuadro. Momento o tipo de persona Acción del mal espíritu Acción del buen espíritu De pecado en pecado cayendo. Seguridad, alegría, ánimo, paz, Intranquilidad, confianza, gozo. Pero todo desánimo, aparente y pasajero. desconfianza, confusión. tristeza, desazón, disgusto, En proceso de conversión, “de Intranquilidad, tristeza, Seguridad, alegría, ánimo, paz, bien en mejor subiendo” desánimo, desconfianza, confianza, gozo, plenitud, confusión, disgusto. entusiasmo. Todo consistente. Ubicar claramente la época por la que atravieso me permitirá hacer un discernimiento más fino, más preciso. Sí estoy en una etapa de desolación, de pecado en pecado el mal espíritu actuará obviamente apoyando ese modo de vivir, en cambio Dios me cuestionara, tratará de hacerme reaccionar. Si estoy en una etapa donde voy caminando con esfuerzo, con claridad, alegre en el servicio el mal espíritu actuará obviamente desalentándome, en cambio Dios me animará, me llenará de vida. Cuando la persona va en un proceso cada vez de mayor identificación con Jesús el mal espíritu será cada vez menos obvio, será muy sutil, tratará de engañar aparentando ser “ángel de la luz”. 3. En tiempo de Desolación: a) Ignacio plantea que las causas de la Desolación pueden ser: “Porque nos hallamos tibios, perezosos, o negligentes en nuestros ejercicios espirituales...”[322]. Bajamos la guardia, nos confiamos demasiado y dejamos de atender nuestra vida en algún o algunos aspectos. Dejamos de fortalecer nuestra espiritualidad; no combinamos adecuadamente el trabajo con el descanso; descuidamos nuestras amistades; no desarrollamos nuestros talentos. La desolación puede venir por negligencia. Las dificultades de la vida nos golpean fuerte: alguna crisis familiar, conflictos en el equipo de trabajo, la crisis económica, la muerte o de un ser querido, una enfermedad grave, la impotencia ante la injusticia, la pobreza, etc. Son pruebas que nos interpelan sobre nuestra generosidad y entrega: ¿qué tanto estamos dispuestos a seguir a Jesús aun en tiempos difíciles? ¿qué tanto somos fieles al llamado que nos hace Dios para construir su Reino? En tiempo de desolación tenemos la oportunidad de caer en la cuenta de que la Consolación no se debe exclusivamente a nuestros esfuerzos, sino que es principalmente un don de Dios. Es oportunidad para crecer en humildad y para seguir poniendo nuestro corazón sólo en Dios. 6 b) Ante la Desolación qué hacer: Lo primero es no tomar decisiones que cambien el rumbo de lo que ya habíamos determinado hacer ya sea desde lo planeado en nuestro proyecto de vida o a partir de lo que habíamos discernido últimamente. Ignacio dice “en tiempo de desolación nunca hacer mudanza”[318]. Hacer cambios en desolación es muy arriesgado pues son decisiones que pueden ser muy destructivas y dañinas. Segundo, hacer lo contrario a lo que la desolación me impulsa: si me aconseja dejar la oración, ahora haré el doble de oración; si me empuja a faltar a mis responsabilidades apostólicas, las atenderé con mayor fuerza, etc. hasta derrotar a la desolación. Tercero, buscar y encontrar las causas de la desolación, para atacarlas. Si es por negligencia entonces debemos subir nuevamente “la guardia”, fortalecer aquello que habíamos descuidado. Si es una prueba de la vida debemos poner más la vista en Dios, en su amor incondicional por nosotros y aceptar humilde y gozosamente su apoyo, debemos redoblar nuestros esfuerzos por poner nuestro corazón en Dios como nuestro principio y fundamento, intensificar nuestra relación con Jesucristo. Pedir insistentemente la gracia de Dios que tanto nos ama. Considerar que la desolación es de alguna manera prueba qué tan sólida es nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Debemos estar conscientes y seguros de que Dios siempre estará ahí para ayudarnos, aunque nosotros no lo sintamos con claridad. No perder la paciencia, al contrario ejercitarla, y esperemos activa y confiadamente la Consolación de Dios (“a Dios rogando y con el mazo dando”). Tomar fuerzas de nuestro hermano, amigo y compañero Jesucristo. c) Debemos conocer cómo actúa el mal espíritu, para poder combatirlo y vencerlo: Si nos mostramos débiles ante él entonces se aprovechará y nos atacará con mayor fuerza. Debemos “hacerle rostro”, enfrentarlo con la certeza de que Dios está de nuestro lado. Debemos hacer lo diametralmente opuesto a lo que el mal espíritu nos empuja. El mal espíritu se comporta como un seductor de mujeres casadas que, para lograr sus fines, le propone a la mujer que mantenga en secreto su relación con él. El mal espíritu nos lleva al aislamiento, al sectarismo, a no compartir nuestra vida abierta y confiadamente para evitar que mis hermanos y hermanas puedan ayudarme. Debemos buscar siempre la comunicación fraterna, en apertura y confianza con alguien de mi comunidad o con toda la comunidad para romper el aislamiento. Siempre será enriquecedor compartir nuestra vida con los demás. El mal espíritu buscará nuestras partes más débiles, como lo hace el capitán de un ejército cuando va a combatir al enemigo, analiza sus fuerzas y las del contrario para atacar por el lado más desprotejido. Debemos fortalecer, entonces, esas partes débiles. Para esto es conveniente revisar constantemente a través del discernimiento si estoy atendiendo todas las dimensiones de mi persona, revisar si me estoy atendiendo de manera armónica e integrada. Finalmente, el mal espíritu puede disfrazarse de buen espíritu, tratará de engañarnos generando en nosotros mociones e impulsos buenos, pero con la 7 intención de irnos llevando a su terreno. Por eso es muy importante que nosotros estemos atentos en todo el proceso de la supuesta consolación desde su inicio, en su desarrollo y en su desenlace para cuidarnos del posible engaño, y para no dejarnos sorprender en posteriores ocasiones. 4. En tiempo de Consolación qué hacer: a) Lo primero es agradecerle a Dios su presencia amorosa y tierna. Reconocer humildemente que la Consolación es, sobre todo, una gracia de Dios. b) Lo segundo aprovechar para dar un impulso a toda mi vida en general y, muy c) d) particularmente aquellos aspectos que necesito fortalecer. Poner los medios concretos para llevar a la acción concreta los impulsos que Dios me regala. De manera muy especial debemos acrecentar nuestra amistad con Jesucristo, profundizar nuestra identificación con Él. Prevenir la Desolación, tomado fuerzas en la Consolación. NOTA: caigamos en la cuenta de lo importante de estas reglas. Son una manera de vivir lo más consciente posible nuestra vida, nuestra experiencia espiritual. Si no sistematizamos de alguna manera nuestra vida entonces se nos seguirá yendo como agua entre los dedos. El mal espíritu encontrará muchas puertas abiertas por donde atacarnos. ESQUEMA DEL DISCERNIMIENTO: HECHO--- MOCIÓN: sentimiento(s) e impulsos--- CALIFICACIÓN: consolación y/o desolación --- ACCIÓN Hecho: es la realidad, el acontecimiento que nos impacta. Esta realidad es compleja, rica, está en movimiento; el acontecimiento se da en un contexto determinado, que debemos tener en cuenta para que nuestro discernimiento sea lo más correcto posible. Moción: esa realidad que nos impacta, nos genera unos sentimientos. Recordemos, los sentimientos no son ni buenos ni malos, son simplemente sentimientos. El discurso es lo que nos decimos junto con el sentimiento. Impuls,: junto con la moción experimentamos un deseo: hacer algo o no hacerlo. El impulso está siempre presente. Y este es factor más determinante para poder definir si la moción es consolataria o desolatoria. Calificación: antes de pensar qué hacer y hacerlo, debemos calificar, revisar la moción y el impulso para ver si viene de Dios o del mal espíritu, para actuar consecuentemente. Esta es la parte central, aquí es donde se aplica propiamente el discernimiento. Para esto sirven las reglas para discernir. Acción: debe ser una acción que surja desde la calificación, también debe ser lo más directamente proporcional al hecho. Se debe tomar en cuenta el contexto y las posibilidades reales de la acción que se ve pertinente tomar. 8 Nota : Nuestro discernimiento será más fino y preciso si tenemos un proyecto de vida suficientemente claro, pues lo que Dios nos va proponiendo a lo largo de nuestra historia personal y comunitaria tiene un hilo conductor. Dios nos es una veleta que un día nos propone algo y al otro día nos propone lo opuesto. Si hacemos discernimiento frecuentemente nos daremos cuenta de esas constantes o hilos conductores. También es importante ubicar la importancia de los Ejercicios Espirituales. En cualquiera de sus modalidades (de mes, de ocho días, en la vida diaria, etc.) los Ejercicios, si los hacemos de corazón, nos dejarán un fruto. Este fruto será también una guía para nuestro discernimiento, pues esos dones de Dios surgidos de los ejercicios nos van planteando esas constantes que nos ayudarán a encaminar nuestra vida hacia la plenitud. MÉTODO DE LA DELIBERACIÓN Habrá momentos en la vida que para buscar y vivir la voluntad de Dios no sea lo más adecuado el discernir. Cuando estamos en una época en que no tenemos muchos movimientos espirituales (tiempo tranquilo, le llama San Ignacio), entonces podemos recurrir a la DELIBERACIÓN [177-183]. En un ambiente de oración razonamos para ver qué es lo mejor, cuál es la decisión más evangélica. Los pasos son: 0. Previo: antes de iniciar la deliberación debo reconocer con sinceridad ¿a qué me inclino?, esto para manejar conscientemente mi inclinación y que no se convierta en ruido durante el proceso, sino que facilite el ambiente para la deliberación. 1. Propongo concreta y claramente lo que voy a someter a elección: elección de una u otra cosa (sí-no) elección de entre diversas cosas (tres o más posibilidades) 2. Actualizo mi actitud de apertura y disposición para buscar solamente el reino de Dios. Fortalezco mi indiferencia (principio y fundamento), en oración y con todo mi corazón le pido al Señor que me mueva a lo que sea más su voluntad en forma clara. 3. Razonar ventas (pros) e inconvenientes (contras) de cada una de las posibilidades. Pros y contras para mí y para quienes afecte mi decisión. Para hacer un listado de pros y contras lo más completo y objetivo posible, es muy conveniente que le pida a algunas personas muy cercanas, que me conozcan muy bien y me amen, que me aporte los pros y contras que ellos ven, que me hagan un comentario sobre mi listado de pros y contras. 4. Jerarquizar los pros y los contras, con el criterio de qué es lo que más me lleva a vivir plena y eficazmente la voluntad de Dios. 5. Hacer la elección razonable en la fe: ¿hacia dónde se inclina la razón iluminada por la fe? ¿cuál es la conclusión que pesa para mí desde la fe? 9 6. Confirmar la elección: a) Llevar esta elección a la oración, dialogarla con Dios y pedirle claridad y confirmación. b) Ir a la Eucaristía, ofrecerle a Dios la elección para que Él me la reciba y confirme. c) Otra manera de confirmar es, en ambiente de oración, imaginar: Que ya estoy poniendo en práctica lo que decidí, considerar como me siento metido de lleno en esa decisión. Que aquello que decidí, pensando en la mayor gloria de Dios, se lo sugiero a una persona desconocida, deseando su bien y su plenitud. Que estoy en “artículo de muerte” ¿qué hubiera querido elegir? ¿cuál hubiera sido la mejor decisión? Que estoy en el día del juicio, entonces pensar cómo querría haber hecho mi deliberación, y cuál querría hubiese sido mi decisión. Nota: estas formas de confirman, suponen que al hacerlas yo experimentaré alguna moción y dependiendo de la calificación que haga de esa moción (consolación o desolación) podré entonces dar por confirmada o no mi decisión. Si mi decisión se ve desconfirmada entonces iniciaré nuevamente el proceso. 7. Ya confirmada la elección la compartiré con mi comunidad, o con mi acompañante espiritual, o con algún amigo cercano para pedir su sentir sobre mi decisión. 8. Operativizar la elección, tomando en cuenta: a) Que los contras de aquello que elegí serán ahora riesgos, a los cuales debo buscar y poner b) medidas para manejarlos correctamente y/o evitarlos. Que los contras de aquello que no elegí deberán formar parte del modo correcto del proceso de transición. Esto sólo en los casos que lo piden, por ejemplo: cuando por hacer lo que decidí implique dejar otro compromiso anterior. Notas : a) Si nuestra elección es sobre algo que puede después modificarse entonces sólo debemos estar atentos, a través del discernimiento, su confirmación o no a lo largo de nuestra vida. Pero si es una decisión de muy relevante para nuestra vida, entonces debemos deliberar con más cuidado y fineza, pues la decisión podría ser irreversible. b) El supuesto básico de toda deliberación es que decidiremos entre dos bienes, nunca entre un bien y un mal.