Historias de aceite y luchadores de la galaxia

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Historias de aceite y luchadores de la galaxia
Por Dante Gebel
Tenía que orar y buscar nuevas directivas... pero me sentía muy cansado. Nadie como
yo estaba tan consciente de la necesidad de buscar el rostro de Dios, pero,
honestamente, estaba agotado. No era cosa de un mal día, se trataba de un cansancio
crónico. Algo que arrastraba hace meses.
Mi hijo me había reclamado jugar con unos "nuevos luchadores" mezcla de Stars Wars
con monstruos de las galaxias o algo así, (yo me quedé en el tiempo de los "Titanes en
el ring") y apenas le dibujé una sonrisa, y le dije que no tenía ni ganas, ni tiempo para
jugar. Mi esposa trataba de hablarme durante la cena, pero mi mente estaba con "batería
baja".
El '98 había sido un buen año de trabajo ministerial: teníamos el programa en la tele,
más de seis viajes por mes, la preparación de la cruzada de fin de año en el obelisco,
sumado a cientos de congresos, campamentos, retiros, y reuniones varias. Al cabo, era
lo que le habíamos pedido al Señor: servirle. Pero por alguna razón, estaba más agotado
de lo normal. Intenté disculparme ante el Señor, dándole unas cuantas razones por las
cuales no podía hilvanar una frase coherente en la oración, y me fui a dormir. Algo no
estaba funcionando bien.
Si el cansancio arruinaba mi altar, significaba que estaba administrando mal mi tiempo.
Así que, a los pocos días, en un relámpago de lucidez le dije a Dios que me revelara por
qué me sentía tan cansado. Estaba contento con mi agenda completa, pero había algo
que no encajaba con mi stress galopante.
"Porque estás haciendo cosas que no te mandé a hacer" -fue la única respuesta. Perdón,
seguro que Dios debe estar equivocado; la ecuación es sencilla: "yo quiero servir a Dios,
me invitan a servir: no hay nada más que hablar". Pero Dios seguía diciéndome que
aunque lo que hiciese fuera loable, si El no me lo había mandado puntualmente...
entonces no servía. -¿Pero acaso uno no tiene que hacer todo lo que se le presenta? - "Si
no te lo mandé a hacer... no." - Pero... ¿y si se me abren las puertas, no se supone que
debo entrar sin preguntarte?. - "Si Yo no te envío, no tiene sentido que entres".
A propósito, hace poco leí una pequeña historia fascinante: "El cuidador de un faro que
trabajaba en una costa rocosa recibía aceite una vez al mes para mantener su llama
ardiendo. Como vivía cerca de la población, no le faltaban visitantes. Una noche, una
mujer necesitaba aceite para mantener a su familia caliente. Otra noche un padre
necesitaba aceite para su lámpara. Otro necesitó aceite para lubricar una rueda. Todas
las peticiones parecían legítimas, y el cuidador trataba de suplirlas. Hacia el fin de mes,
se le acabó el aceite, y el faro se apagó, lo que causó que muchas naves se estrellaran en
esa costa. El hombre recibió la reprensión de sus superiores: "Se te da el aceite por una
sola razón"- le dijeron- "Queremos mantener el faro ardiendo". No podemos suplir las
necesidades de todo el mundo. No podemos complacer a todos. Aunque estemos llenos
de buenas intenciones, podemos correr el riesgo de perder de vista la razón por la cual
se nos confió el aceite.
Te cuento que pude haber ignorado el cansancio y haberme sentido bien por llegar
agotado a la cama, de tanto servir a Dios. Pero me habría quedado sin aceite en cuestión
de días. En el '99 aprendí a decir "no", aunque las causas fueran loables.
Lo siento, pastor, pero Dios no me llamó a ir a ese congreso.
-Pero mire que lo hacemos para que miles de jóvenes vayan y...
-Lo entiendo, pero en mi caso personal, no es a lo que Dios me llamó. Algunos lo
entienden, y otros tal vez no. Pero comprender que se nos da el aceite con una sola
razón, puede salvar las vidas de miles.
Si tienes carga evangelística, no te disperses en otra cosa, apunta a los inconversos. Si tu
corazón está en las misiones, focaliza tu llamado en eso, y en nada más. Aunque no
podamos complacer a todos.
Me llegan cientos de invitaciones por día. Todas, en su mayoría, con motivaciones
loables y dignas. El tema es averiguar si yo tengo que estar allí, si Dios lo dispuso.
Cuando tenemos claro "para qué se nos dio el aceite", se nos va el complejo mesiánico,
ya no nos creemos el tapón del océano, y aprendemos a administrar nuestro tiempo.
Pasaron varios meses desde la última vez que me sentí cansado a tal punto de no poder
orar. Ahora he trazado mi destino exactamente hacía mi llamado, y no me disperso: sólo
apunto a la visión. Somos personas con misiones únicas. Dios nos entrena durante
meses, o años, sólo para una tarea puntual específica que sólo nosotros podemos
realizar. Si tienes mente de montón, tendrás misiones y tareas de montón, pero si tienes
mente de único, con un llamado claro, tendrás misiones únicas.
No se trata de falta de humildad, sino de entender para qué fuimos entrenados. Si fui
preparado para jugar fútbol, no tengo que dispersarme con el tenis, aunque todo sea
deporte. Si mi llamado es con los jóvenes, ahí es donde apunto los cañones, de la
manera más efectiva posible. "Se nos da el aceite por una sola razón". Ahora estoy
administrando mejor mi tiempo, y trato de no descuidar el altar por culpa de la agenda y
las obligaciones. Ah, y por supuesto, cuando termine esta nota, estaré jugando con mi
hijo con esos... esos... monstruos de las galaxias, creo. Aunque, insisto, a mí me
gustaban más los "Titanes en el ring".
Revista "La Grúa", Buenos Aires, Dante Gebel.
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