CAMINANDO CON CAVERNICOLAS Nuestra historia comienza hace 3,5 millones de años, en África, aproximadamente a unos 31 metros de altura sobre el nivel del mar. Allí, se encuentra uno de nuestros antepasados más antiguos: el Australopithecus Afarensis. Uno de los ejemplares más conocidos de esta especie es Lucy, de la que se encontró casi la totalidad de los huesos que permitieron estudiar a los Afarensis más a fondo. Esa especie solía tener una media de vida de unos 50 años. Hay algo que diferencia a estos simios de las otras especies, y que es el primer paso hasta convertirse en nosotros: pueden erguirse y caminar sobre las piernas traseras. Aun así, no había nada de extraordinario a parte de eso en la especie. Les permitía ver por encima de las ramas y las hierbas altas, su vista alcanzaba mayor distancia, pero también los exponía a la visión de los enemigos. Los Afarensis comenzaron a caminar sobre dos piernas sencillamente porque el mundo cambió: 8.000 años atrás, África estaba cubierta de selva casi de punta a punta del continente. La india se juntó con Asia, y las corrientes que llegaban a África eran secas. La selva retrocedió y se creo un nuevo mundo, un nuevo paisaje desprovisto de árboles. Nuestros antepasados tuvieron que verse obligados a adaptarse ya que ahora pasaban mucho más tiempo en el suelo. Al caminar erguidos, ahorraban energía para realizar otras actividades. Casi un par de millones de años después, aparecen varias especies de protohumanos en África. Uno de ellos son los Paranthropus Boisei. Eran muy semejantes a los gorilas actuales. Los machos son más altos, y miden alrededor de 1’50 metros, con un peso de aproximadamente el doble que el de la hembra. Estaban muy bien adaptados al medio, y tenían unas mandíbulas muy fuertes, que les permiten comer casi cualquier tipo de vegetación. Otra de las especies de homínidos que aparecieron por aquella época eran los Homo Habilis, que además eran carroñeros. No están tan adaptados como los Boisei, y tienen dificultades para encontrar comida debido a la sequía. En estos momentos, en África, predominaban los homínidos bípedos, como el Boisei y el Habilis mencionados anteriormente, o el Homo Rudolfensis. Al cabo de unos miles de años, los Boisei se extinguirán, ya que el clima cambia y, al estar tan adaptados al medio, son incapaces de poder sobrevivir. Los Habilis pueden adaptar primeros capaces pasos en la ha crecido por la proteínas nutritivo al que continúan con la evolución del hombre, ya que se más fácilmente al medio. Esos homínidos son los de fabricar herramientas. Este es otro de los grandes evolución de la humanidad. El cerebro de los Habilis ingestión de carne, que les ha proporcionado las necesarias. Comían médula ósea, un alimento muy ninguna especie más puede acceder. Dos millones de años después, aparece un homínido que hace lo mismo que el Homo Habilis, pero mejor: El Homo Ergaster, que acabará por derrocar al Habilis. Tenían un cerebro similar al nuestro, y tienen una percepción del medio “revolucionaria”. A partir de pistas encontradas a su alrededor, los Ergaster iban conociendo poco a poco su mundo. Aprenden a reconocer las huellas en el suelo y, además, consiguen crear herramientas más modernas. El cerebro del Ergaster consume una sexta parte de su energía, pero les sirve para realizar una de las taras más importantes de la época: entender a nuestros semejantes. Utilizaban la carne que cazaban no solo como alimento, sino para intercambios en el grupo, como moneda. El Ergaster suda en vez de jadear cuando tiene calor y hace grandes esfuerzos. Esto le permite controlar mejor su respiración, con lo que su cuerpo gana libertad para producir sonidos. Este antepasado es el primero que tiene capacidad para comunicarse con sus semejantes, lo cual también supone un gran paso en la evolución. En este tiempo se empiezan a establecer lazos afectivos con los demás miembros de las tribus, cosa que antes no sucedía, y que influye mucho en el comportamiento y el estilo de vida de los Ergaster. También es el primer antepasado que tiene blanco en los ojos, y es capaz de comunicarse los pensamientos con una mirada. Estos antepasados fueron los primeros en desplazarse a grandes distancias, hasta llegar a Asia. Este viaje duró miles de años, y la especie cambió tanto que se pasaron a llamar Homo Erectus. Estos homínidos descubrieron otro de los materiales más importantes en la historia: el bambú. Los recursos alimentarios eran bastante variados, con lo que la dieta del Erectus cambia. Un millón de años después, nuestros antepasados apenas han evolucionado, la tecnología no ha avanzado lo más mínimo. Tenían un ingenio bastante limitado, ya que su cerebro no trabajaba como lo hace el nuestro. Esa forma de pensar requería un cambio, un descubrimiento de un gran calibre: el fuego. Aprendieron a controlarlo, a controlar su mundo, y lo que provocó un gran cambio, dando otro gran paso en la evolución del hombre. Así, pasamos de hablar del Homo Ergaster al Heidelbergensis. Tienen un cerebro casi tan grande como el nuestro. Y, aunque, existieron hace casi medio millón de años, tenían una forma de comportarse bastante similar a la nuestra. Pero les faltaba un factor, y era la imaginación. Consiguen dominar su entorno físico, pero no el psicológico. El clima cambia, hace 500.000 años. Los Heidelbergensis se han expandido por toda Asia y Europa, y los diferentes climas afectarán de distinta manera a nuestros antepasados, que lucharán contra estos cambios hasta que las especies cambien hasta el punto de ser distintas. En el norte, los Heidelbergensis han evolucionado hasta convertirse en una nueva especie: Los Neandertales. EL invierno era duro y frío, y la comida escasa. Aún así, consiguen adaptarse perfectamente al medio. La temperatura de la noche en el norte podía llegar a bajar hasta los -30º. Su adaptación se debe a que son más bajos, no solían llegar al 1’60 de altura, y tenían extremidades cortas que les ayudaban a conservar el calor. Y también estaba su nariz, que no estaba diseñada retener el calor, sino para enfriarles. En este entorno, si un Neandertal sudaba, podía ser fatal, porque el sudor acabaría helándose. Además, tenían mucha resistencia a los dolores físico extremos. Observando la forma de vida de los Neandertales, se podría concluir que se parecían mucho a nosotros. Se sentían contentos al reunirse, les gustaba calentarse al fuego y alimentarse bien. Pero en antepasado que vivía en la edad de hielo no necesitaba imaginación. Ahora volvemos con los Heidelbergensis. África sufre una gran sequía. Los Heidelbergensis tienen un cuerpo casi igual al nuestro, adaptado al calor, son algo más altos que los Neandertales, y tienen la piel oscura para resistir los rayos del sol. Esos antepasados lo pasaban muy mal, ya que la sequía era devastadora. Y en aquellas condiciones era realmente difícil sobrevivir. Aunque emigraran, era casi imposible no extinguirse. Nos encontramos a 400.000 años de nuestra era. Sin embargo, la selección natural hizo algo para evitar que los Heidelbergensis se extinguieran. Un pequeño grupo de individuos desarrolló una habilidad que les acabaría convirtiendo en nosotros, haciendo que nos parezcamos mucho a ellos. Desarrollan una capacidad de anticipación, de ir más allá del aquí y ahora, la imaginación. Gracias a ella los pocos habitantes de África pudieron sobrevivir. Hasta que un día el clima volvió a cambiar. Hace 110.000 la edad de hielo comenzó a derretirse, y el agua comenzó a abundar. En este tiempo quedaban en el mundo tantos humanos vivos como orangutanes en nuestra era. Pero, tras estudiar nuestros genes, está demostrado que todos somos descendientes de este pequeño grupo de supervivientes. Con un pequeño salto en el tiempo, hasta hace 30.000 años, vemos el último gran paso de la evolución. Sin frenos en la imaginación, crearon un nuevo lenguaje con el que expresar lo que pasaba a su alrededor: el dibujo. Hacían realidad el mundo que llevaban dentro de su cabeza, y eso los hace distintos de cualquier ser que haya pisado la Tierra hasta ese momento. En cuanto a los Neandertales, irán desapareciendo poco a poco. Al cabo de un tiempo, finalmente, solo quedará una especie de simio bípedo en el planeta. Y aquí es donde termina nuestra historia, con el Homo Sapiens, nuestra actual especie.