Reflexiones sobre Honduras. Dos miradas.

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Reflexiones sobre Honduras. Dos miradas.
Colaboradores Anónimos Hommodolars :: 04/07/2009
Golpe de Estado : ¿el regreso de los Gorilas o la táctica del desgaste?
x José Antonio Gutiérrez D. (extraido de anarkismo.net) Los sables vuelven a relucir su filo en tierras
Latinoamericanas: los golpes de Estado y los procesos de desestabilización orquestados desde
Washington se han sucedido en diversos países donde se implementan gobiernos reformistas que
puedan resultar incómodos para la digestión de las élites hemisféricas -Venezuela 2002; Haití 2004;
Bolivia 2008. Esta vez el turno ha sido el de Honduras, país cuyo presidente Manuel Zelaya ha sido
derrocado por militares y exiliado a Costa Rica. Mientras Zelaya era secuestrado por los milicos, en
el Congreso se leía una carta escrita por Zelaya (que resultó ser falsa) en la cual renunciaba a su
cargo como presidente. Al mismo tiempo, y mientras diversos parlamentarios denunciaban que la
conducta del presidente ponía en riesgo el “estado de derecho” y lo acusaban de violaciones
múltiples e imaginarias a la Constitución, se le removía de su cargo, el cual era asumido por el
presidente del Congreso, Roberto Micheletti (quien como Zelaya también es del Partido Liberal). El
golpe ha ocurrido el mismo día en que tendría lugar una consulta ciudadana de carácter no
vinculante, convocada por Zelaya, respecto a la necesidad de cambiar la Constitución, redactada en
1982, cuando el país recién venía saliendo de una dictadura militar –apoyada por EEUUextremadamente brutal que detentó el poder desde 1972 a 1981. De ser los resultados favorables al
cambio constitucional, se habría convocado en Noviembre a una Asamblea Constituyente. Esta
propuesta enfrentó una enconada oposición de los sectores más reaccionarios de la oligarquía
hondureña, que controlan el Legislativo, la Corte Suprema y el Ejército, y que están congregados
bajo el liderazgo indiscutido del ultra-conservador Partido Nacional de Honduras. Estos sectores se
oponen a la menor reforma que pueda producir el menor cuestionamiento a su dominio absoluto
sobre Honduras. El poder Judicial, en coordinación con sus aliados del Legislativo, se apresuraron a
declarar el referéndum inconstitucional el día Jueves 25 de Junio, con lo cual el escenario para el
Golpe quedaba instalado. Los tanques salieron a las calles el domingo 28 a primera hora en
dirección a la residencia de Zelaya, con lo cual cancelaron el referéndum y saldaron (o creyeron
saldar) mediante la fuerza el tira y afloja entre los poderes estatales[1]. ¿Qué hay detrás de la
estrategia golpista? Honduras es un país que, como mencionábamos, no es ajeno a la historia
compartida en nuestro continente de dictaduras militares, las cuales ocuparon todo el período del
’60 al ’70. En los ’80 esta historia de violencia de clase y terrorismo de Estado siguió bajo la forma
de un régimen “democrático” bajo el cual proliferó el paramilitarismo, el que cobró la vida a miles
de campesinos y trabajadores hondureños, y que sirvió de plataforma para el terrorismo Contra que
devastó a Nicaragua. Estas operaciones eran dirigidas directamente por John Negroponte,
embajador yanqui en Honduras. LA presencia yanqui todavía se expresa de manera física en la
existencia de una base militar de los EEUU con al menos 500 tropas yanquis en suelo hondureño.
Bajo esta dinámica política y social se ha nutrido una férrea red de dominación que incorpora a una
oligarquía absolutamente colonial y a un ejército imbuido de la doctrina de seguridad nacional.
Zelaya está lejos de ser un revolucionario: es un miembro del Partido Liberal, que se ha pasado a
una tendencia reformista, un poco más a la izquierda que el grueso de su partido, y que se plantea
ciertas reformas sociales (incluida la nueva constitución). Lo que más inquieta a la oligarquía
hondureña es el ingreso de Honduras al ALBA, iniciativa de integración latinoamericana liderada por
Venezuela. Sin embargo, como hemos planteado en otras ocasiones, la “radicalidad” de un
movimiento o de un dirigente político no puede ser medido en términos absolutos, sino que debe ser
comprendida en su contexto: en este caso, la “radicalidad” de Zelaya no emana de sus propias
políticas, sino que de la absoluta oposición a cualquier compromiso o a cambios de cualquier clase
que presenta la oligarquía. No es que Zelaya sea visto como un “radical” porque sea socialista, sino
que por el carácter completamente neandertal de la oligarquía hondureña. Esta paradoja es la que
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ha hecho que la lucha por reformas bastante tibias en América Latina haya muchas veces asumido
formas propias de la lucha revolucionaria. La estrategia golpista, que engloba la paradoja opuesta a
la del reformismo en el contexto latinoamericano, es decir, que adopta formas de “contrainsurgencia” en ausencia de un movimiento revolucionario, puede resumirse a lo siguiente: la
necesidad de frenar cualquier proceso de cambio social, aún del más tibio. El gran problema para la
oligarquía es que la época en que una dictadura militar podía aceptarse sin complicaciones ha
pasado. No estamos en los ’70 y los EEUU están más interesados en guardar las apariencias
democráticas y salirse con las suyas mediante otros métodos que imponiendo su voluntad mediante
el atajo de los golpes de Estado. Por ello la estrategia golpista presenta como principal
inconveniente para esta oligarquía que no es sostenible a largo plazo en el contexto de Honduras[2].
El complejo escenario post-golpe Las fuerzas golpistas, al igual que aquellas que se les oponen,
han de tener sus contradicciones internas. Es probable que haya elementos que en estos momentos
estén fantaseando con un retorno al gorilismo puro y duro que asoló a América Latina en durante las
cuatro décadas pasadas. Pero otros elementos deben estar bien concientes de que es altamente
improbable que esta aventura golpista pueda prolongarse por mucho tiempo. Ellos saben que,
después del remezón golpista al escenario político hondureño, es necesario tener un plan B cuando
haya que re-establecer el orden constitucional. Para ellos el golpe sería solamente un elemento
disuasivo dentro de una estrategia más amplia para retomar el control absoluto y la iniciativa
política mediante el desgaste político del adversario. El golpismo como un elemento disuasivo fue
aplicado de manera magistral en Haití durante el primero gobierno del sacerdote reformista Jean
Bertrand Aristide. Luego de haber sido derrocado en Septiembre de 1991 mediante un golpe
financiado y apoyado por la CIA, Aristide se refugia en los EEUU, donde comienza un largo período
de negociaciones con las autoridades norteamericanas (las mismas que estaban detrás del golpe) y,
tras una serie de concesiones, es reinstalado en el poder tres años más tarde, de la mano de 20.000
US Marines que ocupan Haití y dan por terminada la dictadura de Cedras[3]. Durante este período,
los EEUU logran “moderar” lo suficiente a Aristide como para que, al menos momentáneamente, no
representara una “amenaza”[4]: “él se redujo a una posición básicamente defensiva, tratando en
todo momento de aparecer a los ojos del gobierno de los EEUU como una persona tan razonable e
inofensiva como fuera posible. Así, se sumergió cada vez más en un pantano de concesiones y de
claudicaciones, dejando a su pueblo a la espera de que la solución viniera de sus reuniones y no una
ofensiva en las calles y los montes”[5]. Cuando Aristide es devuelto al poder, llega con él un paquete
de ajuste estructural a la economía haitiana que profundizó el modelo neoliberal y con él la creciente
pauperización de la sociedad haitiana. Es probable que el golpismo hondureño busque mediante su
estrategia algo semejante al ejemplo haitiano (aunque en un lapso temporal bastante menor): ganar
tiempo, “moderar” a Zelaya mediante el desgaste (quien en ningún caso es un radical) y buscar la
mediación internacional para lograr un “acuerdo” entre las partes que termine de exorcizar
definitivamente el espectro de reformas sociales de alguna significación. Haya o no estado la CIA
detrás del Golpe (y aunque no haya estado directamente –cosa que es probable-, lo estaría
indirectamente pues todos los generales golpistas son herederos de la Escuela de las Américas[6]),
los EEUU no tienen hoy, por sí solos, capacidad de jugar el rol de “ablandar” a Zelaya. Además, el
contexto actual latinoamericano no lo permitiría. Tal rol quedaría en manos, principalmente, de la
OEA, pero también de la comunidad internacional ampliada: la UE y los EEUU. Rápidamente la
“comunidad internacional” (incluida la ONU[7]) se ha pronunciado en contra del golpe y ha
rechazado la salida de Zelaya, reiterándole su apoyo[8]. Este rechazo ha sido particularmente
categórico entre los países latinoamericanos y los del ALBA. El presidente venezolano Hugo Chávez
llegó a decir que sus tropas estaban en alerta debido a la agresión que sufrió su embajador en
Honduras por parte de las tropas golpistas[9]. Obama sostuvo una posición ambigua, que se puede
entender como una manera de tantear el terreno, en que pide “a todos los actores políticos y
sociales en Honduras que respeten las normas democráticas, el estado de derecho y los principios de
la Carta Democrática Interamericana”[10], sin rechazar el golpe ni apoyar a Zelaya. Solamente tras
señalamientos por parte de Chávez y del presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel
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D’Escoto, respecto a la probable intervención norteamericana en el golpe, los EEUU terminan por
reconocer mediante un anónimo funcionario del Departamento de Estado (más para salvar la cara
que otra cosa), que Zelaya es el único presidente legítimo de Honduras[11]. Seguramente no les
sentó nada bien la diatriba de D’Escoto: "Muchos se preguntan si acaso este intento de golpe es
parte de esa nueva política [de EE.UU. hacia Latinoamérica] ya que como bien es sabido el Ejército
hondureño tiene un historial de entreguismo total a Estados Unidos".[12] Todo indica que la
oligarquía y el ejército no podrán mantener el Golpe y que solamente les queda ver cómo logran una
“solución política” que pueda, de momento, asumir la forma de un “compromiso” de ambas partes,
pero que la deje en pie de poder volver a retomar su dominio absoluto a mediano plazo. Ese rol
político es el que puede jugar la OEA, la cual, al igual que casi todos los gobiernos, han expresado su
rechazo al golpe no en términos del contenido de clase concreto que encarna, sino que desde la
abstracción de la defensa del “estado de derecho”. Queda así marcada la cancha para ambos
bandos: no se acepta el desborde a la Constitución ni por la derecha ni por la izquierda, o para ser
más precisos, se rechaza el desborde por la derecha, precisamente, para evitar el desborde por la
izquierda. Lo que se defiende es el “estado de derecho” que, en última instancia, es en lo concreto el
orden social capitalista. Esta cruzada democrático-burguesa puede ser liderada de manera magistral
por la OEA, la cual, en palabras del director de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, “tiene un
papel clave que jugar [para] encontrar rápidamente una solución multilateral a esta ruptura de la
democracia en Honduras"[13]. Con esta táctica, que busca una solución “multilateral” (con el
golpismo), la oligarquía hondureña tratará de abrirse un espacio político en los canales
institucionales, donde lleva la ventaja al reformismo, a la vez que sacar de la agenda política
cualquier reforma sustantiva o cualquier perspectiva de radicalización del proceso político. ¡Abajo
el Golpe! ¡Reforzar la Movilización Popular! Los libertarios, junto a todos los revolucionarios
consecuentes, nos posicionamos de manera inequívoca del lado de las fuerzas que se oponen al
Golpe. No podemos permitir que el gorilismo levante cabeza en ningún país de nuestra región, que
ya ha sufrido de bastantes dictaduras como para cruzarse de brazos y declararnos “neutrales”
siquiera ante el espectro de una nueva. Pero no por ello dejamos de plantear nuestra posición de
manera clara y categórica. El gorilismo debe ser extirpado de raíz y creemos que eso no puede
producirse desde arriba, desde las alturas burocráticas de la “comunidad internacional”, como
pretenden sectores de la burguesía y del reformismo. El único que pueden extirpar de raíz al
gorilismo golpista es el pueblo movilizado en las calles, en los campos, en los lugares de trabajo, en
las escuelas y universidades para parar esta aventura militar. Dentro del complejo escenario postGolpe es este pueblo el cual puede convertirse en un actor que altere definitivamente el equilibrio de
fuerzas en la sociedad hondureña para alcanzar cambios de fondo. Este pueblo que, venciendo el
miedo, se ha comenzado a movilizar, pasando de un centenar de manifestantes afuera del palacio de
gobierno por la mañana a varios miles en estos momentos, y que comienza a movilizarse
masivamente en toda la capital Tegucigalpa así como en otros puntos del país. Aún cuando lo que
convoque a los manifestantes sea poco más que la defensa de Zelaya, y con él, la defensa de un
proyecto de reformas bastante tibio, es en la movilización donde el pueblo aprende a luchar y a
construir su proyecto. Toda movilización encierra la posibilidad de radicalización de las masas,
sobretodo si consideramos que esta protesta espontánea es un acto de desafío a una oligarquía tan
testaruda y retrógrada como criminal. De esto depende que la oligarquía vea frustrado su plan
disuasivo para “ablandar” el proyecto político de Zelaya: de si las masas se radicalizan y con ello
impulsan el proceso definitivamente hacia la izquierda. Este es el factor con el cual la oligarquía no
cuenta (ni el reformismo tampoco). Y este es el factor que más pesa a fin de cuentas. De cómo se
solucione este conflicto, dependerá el futuro del cambio social en Honduras: si la crisis se soluciona
por arriba, primordialmente por los canales institucionales[14], el resultado será, sin lugar a dudas,
el compromiso y la colaboración de las partes, con el consecuente retorno al status quo; si la crisis,
en cambio, se soluciona por abajo, y el golpe es frenado primordialmente por el pueblo movilizado
en las calles está la posibilidad de que el pueblo avance hacia un proyecto más radical y que logre
aplastar la resistencia de la oligarquía al cambio. Aún cuando el resultado estará lejos de ser la
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revolución social, dejará sentadas las bases para que el pueblo emprenda ese camino de largo
aliento y dejará a un pueblo que haya ganado en experiencia y en confianza en sus propias
capacidades. Y esa posibilidad si que hace temblar a la oligarquía. 28 de Junio del 2009 Notas: [1]
Sobre la polémica del referéndum revisar el artículo siguiente
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&n...26666 [2] El único país de América donde
esta estrategia ha resultado ser sostenible por un período considerable de tiempo es en Haití. Pero
Haití es un caso absolutamente excepcional en el contexto latinoamericano, de un país
extremadamente dependiente, empobrecido, retrasado y con la oligarquía indudablemente más
cavernaria de todo el hemisferio. Pero aún en Haití los imperialistas han debido recurrir a fachadas
democráticas para sostener al golpismo (una fuerza dependiente de la ONU, la MINUSTAH, y el rol
de un presidente elegido “democráticamente”, Preval). Para más detalles sobre este proceso revisar
http://www.anarkismo.net/article/1063 http://www.anarkismo.net/article/2078
http://www.anarkismo.net/article/2698 http://www.anarkismo.net/article/4651 [3] Para más detalles
sobre este proceso, puede revisarse, desde una perspectiva socialdemócrata, el libro de Alex Dupuy
“Haiti in the New World Order”, Westview Press, 1997, pp.140-166. También puede revisarse, desde
una perspectiva revolucionaria, “The Unmaking of a President” de Kim Ives, en “The Haiti Files” (ed.
James Ridgeway), Essential Books, 1994, pp.87-103. [4] Al menos momentáneamente, porque luego
en el 2004 nuevamente Bush vuelve a considerar a Arisitde persona non grata y es derrocado en un
nuevo golpe de Estado. [5] Kim Ives, op. cit., p.95 [6] En todo caso, el mismo gobierno de EEUU ha
admitido haber entrado en contacto, muy recientemente, con el ejército de Honduras en relación con
la “crisis” http://espanol.news.yahoo.com/s/28062009/54/n-latam-ee-....html [7]
http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/090628/latinoamerica...ras_2 [8]
http://espanol.news.yahoo.com/s/reuters/090628/titulare...nes_1 [9] También los embajadores de
Cuba y Nicaragua fueron agredidos.
http://espanol.news.yahoo.com/s/reuters/090629/latinoam...ras_6 [10]
http://espanol.news.yahoo.com/s/ap/090628/latinoamerica...iones [11]
http://espanol.news.yahoo.com/s/reuters/090628/latinoam...aya_1 [12]
http://espanol.news.yahoo.com/s/28062009/54/n-latam-ee-....html [13]
http://espanol.news.yahoo.com/s/28062009/54/n-latam-ee-....html Dicho sea de paso, este rol de
contención que se busca en la OEA, es el mismo que la UNASUR jugó en la crisis boliviana de fines
del 2008, cuando se condenó la masacre de Pando, pero se enfatizó que la condena es desde la
perspectiva de la “defensa del estado de derecho”, buscando, al mismo tiempo, desmovilizar al
pueblo. [14] Digo “primordialmente”, pues no hay un factor único que solucione la crisis: actúan
elementos institucionales (la comunidad internacional, por ejemplo), con los factores populares (los
sectores populares que están en la calle). Ninguna táctica puede excluirse, todas son necesarias,
pero la estrategia reformista privilegia al factor institucional (terreno en el cual da la ventaja a la
oligarquía), mientras la estrategia revolucionaria debe privilegiar el factor popular (pero no se
excluye la presión hacia los actores institucionales).
La grieta en Honduras (Respuesta a artículo de Gutiérrez y un análisis del golpe en
pespectiva clasista.)
x comunizacion (Tropiezos de un demócrata anarquista) Tras el golpe de Estado ocurrido en
Honduras hace unos días, rastreando la red encontramos nada más que un manifiesto con
pretensiones revolucionarias. Se trata del artículo “¿El regreso de los gorilas o la táctica del
desgaste?”, firmado por José Gutiérrez Danton, y que circula en diversos medios virtuales. Dicho
texto contiene afirmaciones que ameritan una respuesta. Aquí intentaremos develar el sentido de lo
que sucede en Tegucigalpa – aunque la información disponible deja mucho que desear - , y también
el sentido de lo que afirma Gutiérrez Danton. Si esta clarificación tiene un tono polémico, no se debe
a nuestro amor por la controversia, sino porque Gutiérrez Danton hace unas declaraciones
escandalosamente confusas, y era imposible responderlas de una forma más suave que ésta.
*********************************************************** “El esfuerzo actual de nuestro partido
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en su difícil tarea es el de liberarse para siempre del empuje traidor que parecía emanar de hombres
ilustres, y de la función despreciable de fabricar, para alcanzar sus objetivos y sus victorias, una
estúpida notoriedad y publicidad para otros nombres personales”. – Il Programma Comunista,
Tesis de Milán, 1966 En Honduras, como en todas partes del mundo, la clase dominante está
dividida en fracciones rivales. A estas fracciones de la burguesía José Gutiérrez las puede llamar
como quiera: “oligarquía cavernaria”, “reformistas liberales”, etc. Pero lo que son materialmente es
eso: fracciones de la burguesía compitiendo por imponer cada cual su propia modalidad de
capitalismo. Para la clase trabajadora los matices entre un capitalismo “neandertal” y uno
“reformista” pueden significar algunas ventajas o desventajas parciales, inmediatas, pero nada más
que eso: en un caso o en otro, seguiremos siendo la clase explotada por la clase capitalista. En
términos generales, la división de la burguesía en fracciones opuestas refleja el funcionamiento
mismo de esta sociedad a un nivel elemental: es la competencia entre las diversas unidades
empresariales lo que le da sentido al sistema empresarial como un todo; es la rivalidad entre
intereses separados lo que fundamenta la relación social capitalista. En términos históricos, el hecho
de que la burguesía esté dividida en fracciones rivales no representa ninguna “oportunidad” para la
clase trabajadora. Muy por el contrario, la lucha entre fracciones burguesas es lo que ha permitido a
la burguesía en su conjunto mantener su dominio sobre el proletariado. José Gutiérrez ve en esto
una “paradoja”, cuando no es más que el mecanismo más básico del funcionamiento de este mundo:
así como la competencia entre empresas recrea continuamente las condiciones para que la
burguesía en su conjunto someta económicamente al proletariado, la rivalidad entre bandos
burgueses le permite a la burguesía recrear continuamente su control político sobre el mismo. No
son las crisis políticas originadas en pugnas inter-burguesas lo que lleva al proletariado a reconocer
sus propios intereses de clase y a luchar por ellos. Es el desarrollo del proletariado como fuerza
social lo que en determinados momentos obliga a las fracciones burguesas a definirse y a entrar en
pugnas abiertas, disputándose el dominio de una situación inestable. Es precisamente en esos
momentos que la competencia inter-burguesa se revela como lo que realmente es: una lucha por
someter al proletariado bajo las condiciones más favorables posibles a una u otra modalidad de
explotación. Esto es lo que estaba en juego cuando las potencias imperialistas se hicieron la guerra
entre 1914 y 1945, cuando la izquierda ayudó a aplastar la revolución social en el mismo período,
cuando la derecha militarizada desplazó del poder a la socialdemocracia latinoamericana en los 6070, y cuando el Partido Nacional hondureño sacó a Zelaya del gobierno hace unos días. En cada una
de estas ocasiones, las maniobras políticas y militares han tenido que ser respaldadas por un
formidable despliegue de propaganda burguesa, que apunta invariablemente en una misma
dirección: convencer a los explotados de que, como siempre, deben relegar a un segundo plano sus
propios intereses de clase para apoyar a uno de los bandos burgueses en conflicto. A partir de los
años 30, la izquierda mundial – socialdemócratas, trotskistas, estalinistas, anarquistas – convenció al
proletariado de abandonar la lucha por el comunismo para luchar en cambio por el restablecimiento
del capitalismo democrático, contra el fascismo. La implantación de regímenes militares en América
Latina en los años 60 y 70 tuvo el mismo sentido: cuando los explotados avanzaban a través de su
lucha hacia el reconocimiento de sus propios intereses de clase, la burguesía desdoblada en un ala
izquierda y una derecha logró de nuevo ponerlos entre la espada y la pared: “¿dictadura o
democracia?” Hoy día, cuando las necesidades de expansión capitalista imponen al proletariado
unas durísimas condiciones de supervivencia, imponiéndole así la necesidad de luchar por sus
intereses de clase… la estrategia de la burguesía sigue siendo exactamente la misma. “Dejad para
después vuestros propios intereses e id a luchar por Alemania”, nos decían los socialistas germanos
en 1914. “Ya vendrá la hora de ir por la revolución social, ahora luchad por la república española”,
nos decían los ministros anarquistas en 1936. “Sí, haremos el comunismo, pero sólo después de
barrer a los fascistas y recuperar la democracia”, nos decía Trotsky por la misma época. “Sí, sí,
algún día alcanzaremos el socialismo, pero primero echemos a Pinochet uniéndonos a todos los
demócratas”, nos decían los izquierdistas chilenos en 1986. “Pongámonos de manera inequívoca del
lado de las fuerzas que se oponen al Golpe”, nos dice Gutiérrez Danton ahora, cuando la vieja
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estrategia burguesa encuentra su campo de aplicación en Honduras. Fingiendo comprender el papel
de Obama y de la “comunidad internacional” - es decir de la OEA, de los estados venezolano y
cubano, de la democracia internacional - Gutiérrez nos asegura que “aún cuando lo que convoque a
los manifestantes sea poco más que la defensa de Zelaya, y con él, la defensa de un proyecto de
reformas bastante tibio”, no obstante tenemos que sumarnos a esa defensa de la burguesía
progresista, pues sólo así aprenderemos a luchar y a construir nuestro proyecto (sic). “Toda
movilización encierra la posibilidad de radicalización de las masas”, nos dice G.D. Eso es mentira. La
“movilización” por sí misma no garantiza nada, pues lo que importa es su contenido social y su
finalidad. Por supuesto que hay acciones colectivas que expresan la lucha de los proletarios en
defensa de sus verdaderos intereses de clase, pero difícilmente tales acciones entran en la categoría
de “movilización” de la que habla Gutiérrez Danton. Este término tiene una clara connotación
militar, y esa es la razón de que se lo emplee habitualmente en el lenguaje de la política: más que
“movilizarse”, las masas “son movilizadas” en función de intereses por los que no actuarían
espontáneamente por iniciativa propia. No tiene sentido, por ejemplo, decir que miles de alemanes
se “movilizaron espontáneamente” para homenajear a Hitler en 1938, pues sabemos que esa
“espontaneidad” estaba mediada por la reciente aniquilación del movimiento revolucionario y por la
propaganda nazi, y que en última instancia esos explotados alemanes fueron “movilizados” tras unos
objetivos que sólo podían hundirlos en la ruina. Ahora, que cientos o miles de explotados hondureños
se concentren frente al palacio de gobierno en Tegucigalpa para exigir el regreso de Zelaya, no nos
dice mucho sobre el contenido de su acción, aparte del hecho muy probable de que esos explotados
espontáneamente se han dejado movilizar en defensa de sus explotadores. Por otra parte, si en
Honduras llega a haber signos claros de que el proletariado está luchando por sus propios intereses
de clase – es decir, contra Zelaya y el Partido Unificación Democrática, tanto como contra los
militares y el Partido Nacional - , entonces no tendrá sentido emplear el lenguaje miserable del
izquierdismo burgués, y en lugar de “movilización” habrá que hablar simplemente de “revuelta”, de
“insurrección”, de “lucha de clases”. Habiendo despejado este punto, queda por aclarar que no toda
acción colectiva permite a las masas explotadas reconocer mejor sus propios intereses de clase, su
propia fuerza revolucionaria, sus propias posibilidades históricas. Menos aún unas acciones que
apuntan primordialmente a desafiar a la fracción “oligárquica”, “testaruda” y “retrógrada” de la
burguesía, dejando en cambio la vía libre para que vuelva a consolidarse el poder de la fracción
“democrática”, “reformista” y “liberal”. Tal “movilización”, cuya fuerza no emana del propio ser de
los proletarios, de sus necesidades vitales en tanto clase explotada, sino que responde a un estímulo
externo, a la “necesidad” de apoyar a uno u otro bando burgués… tal movilización no enseña a los
trabajadores a luchar por y para sí mismos, sino a servir como masa de maniobra para beneficio de
sus explotadores. Tampoco les da herramientas para construir su proyecto, sino que diluye su
proyecto en el confusionismo democrático, en las maniobras políticas en que están condenados a
actuar como “extras” de un drama que no les pertenece ni puede favorecerles. Una “movilización”
de los explotados planteada en esos términos, en el mejor de los casos puede servir como lección
negativa, para saber lo que no hay que hacer… ¡como si no tuviéramos experiencias de sobra en este
sentido! (quizás Gutiérrez Danton quiera vernos experimentar una vez más esa dura lección). Aparte
de esto, tal “movilización” servirá sin duda para garantizar el triunfo de “las fuerzas que se oponen
al golpe”, un campo bastante ambiguo y heterogéneo como hemos visto, que incluye al secretario
general de la ONU, a la OEA, a Chávez, a Castro, y a los explotados de Honduras unidos en defensa
del capitalismo zelayiano (¿qué otra cosa si no es “el pueblo hondureño”?). Para colmo de males,
Gutiérrez Danton supone que si este amplio frente unido logra derrotar a la oligarquía y a los
militares, habrá mejores posibilidades para que la crisis en Honduras se resuelva en un “desborde
por la izquierda”. Nadie ha podido explicar qué significa esto exactamente, pero ni hace falta. Se le
llame Frente Popular, Asamblea Constituyente, Unidad Popular, Frente de Resistencia Popular… o
como se le llame, ningún “desborde por la izquierda” ha acercado jamás a los explotados a su
emancipación. Es al revés: tal desplazamiento hacia la izquierda en el terreno de la política ha sido,
en cada período de crisis, la última barrera levantada por la burguesía para contener al proletariado.
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Frente a una crisis, el “desborde por la izquierda” y el “desborde por la derecha” no representan
polos opuestos, sino diversos grados de una misma estrategia de dominio burgués: cuando una
táctica falla, se impone la otra. De hecho, la transición entre ambas no ha sido siempre violenta en el
sentido más obvio. Más a menudo tales cambios han ido acompañados de una violencia simbólica
ejercida en la esfera del poder, y de una violencia efectiva y brutal dirigida contra los proletarios en
revuelta. Hitler y Mussolini llegaron a gobernar por la vía legal. El franquismo remató a los obreros
españoles cuando éstos ya habían sido aplastados por la República. Los militares chilenos fueron
llevados al gobierno por la UP con apoyo de su central sindical (CUT). La izquierdización política de
la lucha proletaria ha sido invariablemente la antesala de su represión más sangrienta, pero tal
evolución no es siempre perseguida por la burguesía como un fin en sí mismo, sino que se le impone
por la fuerza de las circunstancias. Nunca hubo una época “en que una dictadura militar podía
aceptarse sin complicaciones”, como sueña Gutiérrez Danton. Hubo una época en que a la burguesía
no le quedó otra alternativa, y tanto su fracción de derecha como la de izquierda tuvieron que
aceptarlo con grandes complicaciones mutuas. No es que hoy Estados Unidos prefiera “guardar las
apariencias democráticas” evitando los atajos golpistas. Lo que la burguesía mundial prefiere es
seguir golpeando a la clase trabajadora de forma democrática, desplegando en todos los frentes una
contrarrevolución preventiva mucho más estable, eficaz y menos riesgosa que la represión abierta.
Si la llamada “comunidad internacional” ha reaccionado favorablemente al partido de Zelaya, no es
porque una dictadura militar sea insostenible en el largo plazo, como afirma nuestro anarquista. La
finalidad de las diversas modalidades de dominio burgués no es durar, sino dar buenos resultados.
El problema para la burguesía mundial es que hoy día una dictadura militar en Honduras no puede
garantizar que se mantenga controlados a los proletarios de ese país, y por consiguiente que el
capital se desarrolle allí sin contratiempos. Zelaya, con sus reformas y su Asamblea Constituyente, sí
puede hacerlo, tal como lo han venido haciendo el clan Castro en Cuba, Chávez en Venezuela y
Morales en Bolivia. La burguesía mundial quiere un “desborde por la izquierda” en Honduras, por
las mismas razones que quiso ese desborde en Bolivia y Venezuela: porque sabe que sólo su fracción
izquierdista está en condiciones de asegurar la continuidad del capitalismo en esos países. Mientras
el izquierdismo sea capaz de seguir cumpliendo esa función, la burguesía mundial será benevolente
con él, aún cuando eso signifique sacrificar los intereses de una u otra fracción burguesa
conservadora. Si hoy la “comunidad internacional” ha apoyado a Zelaya contra los golpistas, esto se
debe simplemente a que el golpe vino a interrumpir prematuramente una estrategia de dominación
que promete buenos resultados. Estas simples verdades son lo mínimo que había que decir sobre los
recientes acontecimientos en Honduras, para poder entender algo, por poco que fuera. Sólo a partir
de esta base tiene algún sentido analizar lo que ha pasado y lo que va a pasar en adelante. Dado que
en estos pocos días casi toda la información sobre los hechos de Honduras corresponde a versiones
de la prensa burguesa, queda pendiente hacer un análisis de clase exhaustivo de lo que allí está
pasando. ¿Han ocurrido desbordes proletarios por encima de la miserable escenografía política
burguesa? ¿Se han aprovechado los explotados del desorden reinante para hacer valer sus intereses
materiales, desoyendo los llamados a la “movilización cívica” proferidos por el ciudadanismo?
¿Existen en Honduras agrupamientos radicales que estén tratando de denunciar las manipulaciones
del democratismo burgués? Es demasiado pronto para asegurar nada. Por ahora, intentando
averiguar qué sucede en realidad, nos hemos topado con un lastimero panfleto izquierdista que nos
llama a unir fuerzas con la burguesía progre. Hemos tratado de exponer brevemente nuestra
perspectiva de clase, pues sabemos que sólo desde esta perspectiva se puede captar la vacuidad e
insignificancia de esas elucubraciones sobre el “gorilismo” y su “estrategia de desgaste”, sobre
“frustrar los planes de la oligarquía” para que “las masas impulsen el proceso hacia la izquierda”…
SI esta absurda palabrería firmada por un anarquista tiene sentido para los demás anarquistas, peor
para ellos. Porque este tipo de discursos sólo les alejarán cada vez más del proletariado en lucha,
para hundirlos en el pantano de la ideología dominante. Difunde: Colaboradores anonimos
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