El lenguaje del saqueo

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El lenguaje del saqueo
Michael Hudson :: 26/02/2009
Lo que significa realmente ?Nacionalizar los bancos?, ?Libre mercado? y "Crecimiento
negativo" en nuestro mundo de espejo
“Las acciones de los bancos comenzaron a caer el viernes por la mañana después que el
senador Dodd, el demócrata de Connecticut presidente del comité de la banca, dijo en
una entrevista con Bloomberg Television que estaba preocupado de que el gobierno
pudiera terminar por nacionalizar a algunos prestamistas “por lo menos por un breve
período.” Algunos otros destacados diseñadores de políticas – incluido Alan Greenspan, ex
presidente de la Reserva Federal, y el senador Lindsey Graham de Carolina del Sur – se
han hecho eco recientemente de ese punto de vista.” --Eric Dash, “Growing Worry on
Rescue Takes a Toll on Banks,” The New York Times, 20 de febrero de 2009
¿Cómo es posible que Alan Greenspan, el lobista de libre mercado para Wall Street, haya anunciado
recientemente que favorece la nacionalización de los bancos de EE.UU. y por cierto sobre todo de
los mayores y más poderosos? ¿Se ha vuelto rojo el antiguo discípulo de Ayn Rand? Seguro que no.
La respuesta es que la retórica de “libres mercados,” “nacionalización” e incluso “socialismo” (como
en “socialización de las pérdidas”) ha sido convertida en el lenguaje del engaño para ayudar a que el
sector financiero movilice el poder gubernamental para apoyar sus propios privilegios especiales.
Después de haber debilitado la economía en general, los think tanks de relaciones públicas de Wall
Street desmantelan ahora el lenguaje en sí. ¿Qué significa exactamente “libre mercado”? ¿Es lo que
propugnaron los economistas clásicos – un mercado libre del poder monopolista, del fraude en los
negocios, del abuso de información política confidencial y de privilegios para los intereses creados –
un mercado protegido por el aumento de la regulación pública desde la ley Anti-Trust Sherman de
1890 a la Ley Glass-Steagall y otra legislación del Nuevo Trato? ¿O es un mercado libre para que
depredadores exploten a sus víctimas sin regulación pública o policía económica – el tipo de
mercado de todos contra todos que fue creado por la Reserva Federal y la SEC [Comisión de Valores
y Bolsa de EE.UU.] durante algo como la última década? Parece increíble que la gente deba aceptar
actualmente la idea neoliberal de “libertad de mercado” en el sentido de castrar a los controles
gubernamentales, al estilo de Alan Greenspan, permitiendo que Angelo Mozilo en Countrywide,
Hank Greenberg en AIG, Bernie Madoff, Citibank, Bear Stearns y Lehman Brothers saqueen sin
obstáculos o sanciones, arrojen a la economía a la crisis y que luego se utilice dinero de rescate del
Tesoro para pagar los mayores salarios y bonificaciones de la historia de EE.UU. También se toman
términos que son la antítesis de “libre mercado” para convertirlos en lo contrario de lo que han
significado históricamente. Por ejemplo en las discusiones actuales sobre la nacionalización de los
bancos. Durante más de un siglo nacionalización ha significado la adquisición pública de monopolios
u otros sectores para operarlos en función del interés público en lugar de abandonarlos en manos de
intereses especiales. Pero cuando los neoliberales utilizan la palabra “nacionalización” quieren decir
un rescate, un regalo gubernamental a los intereses financieros. El pensamiento doble y las
ambigüedades respecto a la “nacionalización” o “socialización” de bancos y otros sectores son una
travestía de la discusión política y económica desde el Siglo XVII hasta mediados del Siglo XX. La
gramática básica del pensamiento de la sociedad, el vocabulario para discutir tópicos políticos y
económicos está siendo dado vuelta por completo en un esfuerzo por evitar la discusión de las
soluciones políticas planteadas por los economistas clásicos y los filósofos políticos que hicieron
“occidental” a la civilización occidental. El choque actual de las civilizaciones no es realmente con
Oriente, es con nuestro propio pasado, con la propia Ilustración y su evolución hacia la economía
política clásica y las reformas de la Era Progresista orientadas a liberar a la sociedad de los restos
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de las ataduras del feudalismo europeo. Lo que vemos ahora es propaganda orientada a engañar, a
distraer la atención de la realidad económica a fin de promover la propiedad y los intereses
financieros de cuyo control predatorio los economistas clásicos se propusieron liberar al mundo. Lo
que se intenta es nada menos que destruir el edificio intelectual y moral desarrollado en ocho siglos
por la civilización occidental, desde la discusión del precio justo por los escolásticos en el Siglo XII
hasta la teoría clásica del valor económico de los Siglos XIX y XX. Cualquier idea del “socialismo
desde arriba”, en el sentido de “socializar el riesgo,” es oligarquía a la antigua – estatismo
cleptocrático desde arriba. La nacionalización real ocurre cuando los gobiernos actúan en función
del interés público para apropiarse de propiedad privada. El programa del Siglo XIX para
nacionalizar la tierra (fue el punto principal del Manifiesto Comunista) no significó nada
remotamente parecido a la apropiación por el gobierno de las propiedades, que pagara sus hipotecas
con dineros públicos y que luego las devolviera a los antiguos terratenientes libres y limpias de
gravámenes e impuestos. Significaba incorporar la tierra y sus ingresos de rentas al dominio
público, y entregarlos en usufructo a un usuario por una participación del usuario que variaba del
coste real de operación a una tasa subvencionada o incluso gratuitamente como en el caso de calles
y caminos. La nacionalización de los bancos siguiendo esas líneas significaría que el gobierno
suministraría las necesidades crediticias de la nación. El Tesoro se convertiría en la fuente de nuevo
dinero, reemplazando el crédito de los bancos comerciales. Presumiblemente ese crédito sería
prestado para propósitos económica y socialmente productivos, no simplemente para inflar los
precios de los activos mientras se abruma a hogares y negocios con deudas como ha ocurrido bajo
las actuales políticas de préstamos bancarios. Cómo los neoliberales falsifican la historia
política de Occidente El hecho de que los neoliberales de nuestros días afirmen que son
descendientes intelectuales de Adam Smith requiere que se restaure una perspectiva histórica más
exacta. Su concepto de “libres mercados” es la antítesis del de Smith. Es lo contrario del de
economistas políticos clásicos desde John Stuart Mill, Karl Marx hasta las reformas de la Era
Progresista que buscaron crear mercados libres de demandas rentistas extractivas por parte de
intereses especiales cuyo poder institucional se remonta a la Europa medieval y su era de conquista
militar. Escritores económicos desde el Siglo XVI hasta el Siglo XX reconocieron que los libres
mercados necesitan supervisión gubernamental para impedir fijación de precios por monopolios y
otras cargas gravadas por privilegio especial. Al contrario, los ideólogos neoliberales de la
actualidad son intercesores de relaciones públicas para intereses creados a fin de presentar a un
“libre mercado” libre de regulación gubernamental, “libre” de protección anti-trust, e incluso de
protección contra el fraude, como lo evidencia la negativa de la SEC de actuar contra Madoff, Enron,
Citibank et al.). El ideal neoliberal de libres mercados es por lo tanto básicamente el de un ladrón de
bancos o desfalcador, que desea un mundo sin policía a fin de estar suficientemente libre para
apoderarse sin limitaciones del dinero de otros. Los Chicago Boys en Chile comprendieron que los
mercados libres para las finanzas depredadoras y la privatización basada en información
confidencial sólo pueden ser impuestos por la fuerza de las armas. Esos libre-mercaderes
clausuraron todos los departamentos de economía en Chile, todos los departamentos de ciencias
sociales fuera del de la Universidad Católica donde predominaban los Chicago Boys. La Operación
Cóndor arrestó, exilió o asesinó a decenas de miles de académicos, intelectuales, dirigentes
sindicales y artistas. Sólo mediante el control totalitario sobre los planes de estudios académicos y
los medios públicos de información respaldado por una activa policía política y el ejército pudo
imponer “libres mercados” al estilo neoliberal. La resultante privatización a punta de pistola se
convirtió en un ejercicio en lo que Marx llamó “acumulación primitiva” – La incautación del dominio
público por elites políticas respaldadas por la fuerza. Es un libre mercado al estilo de Guillermo el
Conquistador o del estilo cleptócrata de Yeltsin, con una repartija de la propiedad a los compinches
del líder político o militar. Todo esto era todo lo contrario del tipo de libres mercados en los que
pensaba Adam Smith cuando advirtió que los hombres raramente se juntan si no es para urdir
modos de amañar los mercados para su ventaja. No es un problema que haya molestado al señor
Greenspan o a los escritores editoriales del New York Times y del Washington Post. No existe
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realmente ningún parentesco entre sus ideales neoliberales y los de los filósofos políticos de la
Ilustración. El que ellos promuevan una idea de libres mercados “libres” para que las personas
poseedoras de información confidencial se repartan el dominio público entre ellas es como bajar un
Telón de Acero intelectual sobre la historia del pensamiento económico. Los economistas clásicos y
los Progresistas Estadounidenses imaginaban mercados libres de renta económica e intereses –
libres de gastos indirectos de rentistas y de especulación de precios, libres de rentas por la tierra, de
intereses pagados a banqueros y acaudaladas instituciones financieras, y libres de impuestos para
sostener a una oligarquía. Los gobiernos debían basar sus sistemas de impuestos en cobrar el
“almuerzo gratuito” de la renta económica, encabezado por el de emplazamientos favorables
suministrados por la naturaleza y que obtienen un valor de mercado gracias a la inversión pública en
transporte y otra infraestructura, no por los esfuerzos de sus propios dueños. Por lo tanto, la
discusión entre reformistas de la Era Progresista, socialistas, anarquistas e individualistas se orientó
hacia la estrategia política de cómo liberar mejor a los mercados de la deuda y de la renta. En lo que
diferían era en el mejor medio político para lograrlo, sobre todo el papel del Estado. Existía un
amplio acuerdo en que el Estado era controlado por intereses creados heredados de las conquistas
militares de la Europa feudal y del mundo colonizado por la fuerza militar europea. La cuestión
política al comenzar el Siglo XX era si la reforma democrática pacífica podía superar la resistencia
política e incluso militar opuesta por el Antiguo Régimen, utilizando la violencia para retener sus
“derechos.” Las revoluciones políticas resultantes se basaron en la Ilustración en la filosofía legal de
hombres como John Locke, economistas políticos como Adam Smith, John Stuart Mill y Marx. El
poder debía ser utilizado para liberar los mercados de la propiedad depredadora y de los sistemas
financieros heredados del feudalismo. Los mercados debían ser liberados de privilegios y de ventajas
gratuitas, para que la gente pudiera obtener ingresos y riqueza sólo a través de su propio trabajo e
iniciativa. Esa era la esencia de la teoría del valor del trabajo y su complemento, el concepto de la
renta económica como exceso del precio de mercado sobre el coste-valor social necesario. Aunque
ahora sabemos que mercados y precios, renta e interés, formalidades contractuales y casi todos los
elementos de la empresa económica se originaron en las “economías mixtas” de Mesopotamia en el
cuarto milenio a.de C. y continuaron a través de todas las economías mixtas público/privadas de la
antigüedad clásica, la discusión fue tan polarizada políticamente que hace un siglo la idea de una
economía mixta con limitaciones y chequeos recibió poca atención. Los individualistas creían que
todo ese debilitamiento de los gobiernos centrales reduciría el mecanismo de control mediante el
cual los intereses creados extraían riqueza sin trabajo o iniciativa propia. Los socialistas veían que
se necesitaba un gobierno fuerte para proteger a la sociedad contra los intentos de la propiedad y
las finanzas de utilizar sus ventajas para monopolizar el poder económico y político. Ambos extremos
del espectro político apuntaban al mismo objetivo – reducir los precios a los costes reales de
producción. El objetivo común era aumentar al máximo la eficiencia económica para traspasar los
frutos de las Revoluciones Industrial y Agrícola a la población en general. Eso requería que se
bloqueara el intento de la clase rentista de entrometidos de apoderarse del dominio público y de
controlar la distribución de recursos. Los socialistas no creían que podría ser hecho sin tomar en sus
manos el poder político y legal del Estado. Los marxistas creían que era necesaria una revolución
para recuperar la renta de la propiedad al dominio público, y para capacitar a los gobiernos para
que generen su propio crédito en lugar de pedirlo prestado con intereses a banqueros comerciales y
acaudalados dueños de bonos. El objetivo no era crear una burocracia sino liberar a la sociedad del
poder superviviente de propiedad absentista de la posesión protegida y de los intereses financieros.
Toda esta historia de pensamiento económico ha sido tan exhaustivamente expurgada del actual
currículo académico como de la discusión popular. Poca gente recuerda el gran debate de comienzos
del Siglo XX: ¿Progresaría el mundo de un modo bastante rápido de las reformas de la Era
Progresista al socialismo propiamente tal – propiedad pública de la infraestructura económica
básica, monopolios naturales (incluyendo el sistema bancario) y la propia tierra (y para los
marxistas, también el capital industrial)? O, ¿podrían los reformistas liberales de la época –
individualistas, partidarios de los impuestos sobre la tierra, economistas clásicos en la tradición de
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Mill, e institucionalistas estadounidenses como Simon Patten – retener la estructura básica del
capitalismo y de la propiedad privada? Si podían hacerlo, reconocían que tendría que ser en el
contexto de la regulación de mercados y de la introducción de imposición progresiva de riqueza e
ingresos. Era la alternativa a la propiedad directa por el “Estado”. La idea extrema de “libre
mercado” actual es una caricatura a bajo nivel intelectual de esa posición. Todas las partes veían al
gobierno como “cerebro” de la sociedad, su órgano de planificación avanzada. En vista de la
complejidad de la tecnología moderna, la humanidad conformaría su propia evolución. En lugar de
que la evolución ocurriera por “acumulación primitiva”, podría ser planificada deliberadamente. Los
individualistas argumentaban en contra diciendo que ningún planificador humano era
suficientemente imaginativo para administrar la complejidad de los mercados, pero apoyaban la
necesidad de eliminar todas las formas de ingreso no devengado – la renta económica y el aumento
en los precios de la tierra que Mill llamaba “incremento no ganado.” Eso involucraba la regulación
gubernamental para conformar los mercados. Un “libre mercado” era una creación política activa y
requería vigilancia reguladora. Como intercesores de relaciones públicas para los intereses creados
y privilegios especiales de rentistas, los actuales propugnadores “neoliberales” de los mercados
“libres” quieren potenciar la renta económica – el obsequio gratuito del precio en exceso del costevalor, la no liberación de los mercados de los costes de rentistas. Una genealogía tan engañosa sólo
podía ser lograda mediante la supresión directa del conocimiento de lo que escribieron realmente
Locke, Smith y Mill. Intentos de regular “libres mercados” y de limitar la fijación de precios y los
privilegios de los monopolios son refundidos con “socialismo,” incluso con burocracia al estilo
soviético. El objetivo es impedir el análisis de lo que es realmente un “libre mercado”: un mercado
libre de costes innecesarios: rentas de los monopolios, rentas de la propiedad y gastos financieros
por crédito que los gobiernos pueden crear libremente. La reforma política para alinear los precios
de mercado con el coste-valor social necesario fue el gran tema económico del Siglo XIX. La teoría
del valor-trabajo del coste-valor intrínseco encontró su contraparte en la teoría de la renta
económica: renta de la tierra, especulación monopolística de los precios, intereses y otros ingresos
de privilegios especiales que aumentaban los precios del mercado sólo por demandas de propiedad
institucional. La discusión data desde los eclesiásticos medievales que definían el justo precio. La
doctrina fue originalmente aplicada a los honorarios apropiados que podían cobrar los banqueros, y
más tarde fue ampliada a la renta de las tierras, luego a los monopolios creados por los gobiernos y
vendidos a acreedores en un intento por escapar de las deudas. Los reformistas y socialistas más
radicales trataron por igual de liberar al capitalismo de sus desigualdades más eminentes, sobre
todo de su legado de conquista militar de la Edad Oscura de Europa cuando señores de la guerra
invasores se apoderaban de tierras e imponían una clase absentista de terratenientes para que
recibiera los ingresos de su renta, que eran utilizados para financiar guerras para adquirir más
tierras. Al final se derrumbaron las esperanzas de que el capitalismo industrial pudiera reformarse
siguiendo líneas progresistas para depurarse de su legado del feudalismo. La Primera Guerra
Mundial cayó como un cometa sobre la economía global, impulsándola a una nueva trayectoria y
catalizando su evolución hacia una forma no prevista de capitalismo financiero. No fue prevista en
gran parte porque la mayoría de los reformadores invirtieron tanto esfuerzo en la propugnación de
políticas progresistas que descuidaron lo que Thorstein Veblen llamó los intereses creados. Su
Contra-Ilustración está creando un mundo que hace un siglo habría parecido una distopía – algo tan
pesimista que ningún futurólogo se atrevía a esbozar un mundo dirigido por banqueros venales y
corruptos, protege como clientes primordiales a los monopolios, a especuladores inmobiliarios y a
hedge funds cuya renta económica, sus juegos financieros e inflación del precio de los activos se
convirtieron en un flujo de interés en la economía rentista actual. En lugar de que el capitalismo
industrial aumente la formación de capital, vemos que el capitalismo financiero arrasa con el capital;
en lugar del prometido mundo de ocio nos lleva a la esclavitud deudora. La travestía financiera de
la democracia El sector financiero ha redefinido la democracia con afirmaciones de que la Reserva
Federal debe ser “independiente” de representantes democráticamente elegidos, a fin de actuar
como el lobista de la banca en Washington. Esto exime al sector financiero del proceso político
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democrático, a pesar de que la planificación económica actual está ahora centralizada en el sistema
bancario. El resultado es un régimen de manejos entre poseedores de información privilegiada y la
oligarquía – el gobierno de los pocos ricos. La falacia económica en acción es que el crédito bancario
sea un verdadero factor de producción, una fuente casi fisiocrática de fertilidad sin la cual no puede
haber crecimiento. La realidad es que el derecho monopolístico de crear crédito bancario productor
de intereses es una transferencia libre de la sociedad a una elite privilegiada. La moral es que
cuando vemos un “factor de producción” que no tiene un verdadero coste de trabajo de producción,
se trata simplemente de un privilegio institucional. Y esto nos lleva al más reciente debate sobre la
“nacionalización” o “socialización” de los bancos. El Programa de Ayuda a Activos en Problemas
(TARP, por sus siglas en inglés), ha sido utilizado hasta ahora para los siguientes fines que creo
deben ser considerados como verdaderamente anti-sociales, no de alguna manera “socialistas”. A
fines del año pasado, 20.000 millones de dólares fueron usados para pagar bonificaciones y salarios
a malos administradores financieros, a pesar de la caída de sus bancos en un valor líquido negativo.
Y para proteger sus intereses, esos bancos siguieron pagando gastos de cabildeo para persuadir a
los legisladores para que les den aún más privilegios especiales. Aunque Citibank y otras grandes
instituciones amenazaron con provocar la caída del sistema financiero por ser “demasiado grandes
para quebrar,” más de 100.000 millones de fondos del TARP fueron utilizados para aumentar aún
más su tamaño. Bancos que ya tambaleaban compraron filiales que habían crecido haciendo
préstamos irresponsables y rotundamente fraudulentos. Bank of America compró Countrywide
Financial de Angelo Mozilo y Merrill Lynch, mientras JP Morgan Chase compró Bear Stearns y otros
grandes bancos compraron WaMu y Wachovia. La política actual es “rescatar” a esos gigantescos
conglomerados bancarios posibilitando que se “ganen” su camino para salir de la deuda – vendiendo
aún más deuda a la economía ya sobre-endeudada de EE.UU. La esperanza es reinflar los bienes
raíces y otros precios de activos. ¿Pero queremos realmente permitir que los bancos “paguen a los
contribuyentes” involucrándose en prácticas financieras aún más depredadoras frente a la economía
en general? Esto amenaza con maximizar el margen del precio de mercado por sobre los costes
directos de producción, incorporando gastos financieros aún mayores. Es exactamente la política
contraria al intento de ajustar los precios para la vivienda y la infraestructura a costes
tecnológicamente necesarios. Ciertamente no es una política para lograr que la economía de EE.UU.
sea más competitiva globalmente. El plan del Tesoro de “socializar” los bancos, las compañías de
seguros y otras instituciones financieras es simplemente involucrarse y sacar los préstamos malos de
sus libros, pasando la pérdida al sector público. Es la antítesis de la verdadera nacionalización o
“socialización” del sistema financiero. Los bancos y las compañías de seguros superaron
rápidamente su primer temor reflexivo de que un rescate gubernamental ocurriría sobre la base de
condiciones que eliminarían su mala gestión, y a los accionistas y dueños de bonos que respaldaron
esa mala gestión. El Tesoro ha asegurado a esos malos administradores que el “socialismo” es para
ellos un regalo gratuito. La primacía de las finanzas sobre el resto de la economía será reafirmada,
dejando en su lugar a la dirección y dando a los accionistas una oportunidad de recuperarse
ganando más de la economía en general, con aún más favoritismo tributario. (Esto significa que
impuestos aún pesados serán transferidos a los consumidores, aumentando correspondientemente
sus costes de la vida.) La mayor parte de la riqueza bajo el capitalismo – como bajo el feudalismo –
siempre ha provenido primordialmente del dominio público, comenzando por la tierra y
antiguamente los servicios públicos, lo que ha sido coronado recientemente por el poder de crear
deuda del Tesoro. En efecto, el Tesoro crea un nuevo activo (11 billones de dólares de nuevos bonos
y garantías del Tesoro, es decir los 5,2 billones de dólares para Fannie y Freddie). Los intereses
sobre esos bonos serán pagados mediante nuevos impuestos al trabajo, no a la propiedad. Es lo que
se supone que vaya a reinflar la vivienda, los precios de acciones y bonos – el dinero liberado de los
impuestos a la propiedad y a las corporaciones estará disponible para ser capitalizado en nuevos
préstamos adicionales. Por lo tanto la renta pagada hasta ahora como impuestos comerciales seguirá
siendo pagada – en la forma de intereses – mientras los antiguos impuestos seguirán siendo
cobrados, pero a los trabajadores. La carga fiscal-económica será por lo tanto duplicada. No es un
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programa que haga que la economía sea más competitiva o que aumenten los niveles de vida de la
mayoría. Es un programa para polarizar la economía de EE.UU. aún más por arriba entre las
finanzas, los seguros y los bienes inmobiliarios (FIRE) y por abajo en los trabajadores. Los rechazos
neoliberales de la regulación pública y de la tributación por significar “socialismo” representan en
realidad un ataque contra la economía política clásica – el liberalismo “original” cuyo ideal era
liberar a la sociedad del legado parasítico del feudalismo. Una política del Tesoro genuinamente
socializada sería que los bancos prestaran para fines productivos que contribuyan a un crecimiento
económico real, no sólo para aumentar los gastos generales e inflar los precios de los activos lo
suficiente como para extraer cobros por intereses. La política fiscal apuntaría a minimizar en lugar
de maximizar el precio de la propiedad de casas y de hacer negocios, basando el sistema impositivo
en el cobro de la renta que ahora es pagada como interés. El traspaso de la carga tributaria de los
salarios y los beneficios a la renta y los intereses fue el núcleo de la economía política clásica en los
siglos XVIII y XIX, así como en la Era Progresista y los movimientos de reforma socialdemócrata en
EE.UU. y Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero esa doctrina y su programa de reforma
han sido enterrados por la cortina de humo retórica organizada por lobistas financieros que tratan
de enturbiar las aguas ideológicas lo suficiente como para acallar la oposición popular a la actual
toma del poder por el capital financiero y el capital monopolista. Su alternativa a la auténtica
nacionalización y socialización de las finanzas es la esclavitud por deuda, la oligarquía y el neofeudalismo. Y a ese programa lo llaman “libres mercados.” CounterPunch.
http://www.counterpunch.org/hudson02232009.html. Traducido del inglés para Rebelión por
Germán Leyens
Más información en La Haine: La crisis: Dónde están y hacia dónde van x Luciano Alzaga
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http://www.lahaine.org/est_espanol.php/el-lenguaje-del-saqueo
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