REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet 2012 Volumen 13 Nº 06B - http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B.html REDVET - Revista electrónica de Veterinaria - ISSN 1695-7504 Acercamiento a la “Oración a Finlay” Dr. José Antonio Quintana de la Cruz Médico Veterinario Para encomiar la vida y la obra del gran científico cubano Carlos Juan Finlay en ocasión del 121 Aniversario de su nacimiento, la Academia de Ciencias de Cuba escogió al veterinario pinareño Ildefonso Pérez Vigueras. La oración laudatoria fue leída en sesión solemne el día 3 de Diciembre de 1954. ¿Por qué la Academia seleccionó al Doctor Pérez Vigueras para realizar tan difícil tarea? En la Cuba de los años 50 abundaba, en los científicos e intelectuales, el virtuosismo oratorio y la erudición. El panegirista, como para responder a la pregunta que el futuro le haría, dijo en el exordio de su oración y tratando inútilmente de ser modesto, “Al ocupar esta noche la tribuna de la Academia para pronunciar la oración a Finlay, me embarga un sentimiento de impotencia al comprender que mi humilde persona carece de los atributos señalados para que su palabra pudiera elevarse a la altura que requieren las circunstancias”. Antes había dicho, en la misma introducción, que para enaltecer a Finlay, a su gloria y a su sabiduría, era necesario poseer el verbo grandilocuente de los más famosos oradores; los conocimientos atesorados por los más notables sabios de la medicina y un conocimiento cabal de los trabajos realizados por tan ilustre investigador. No obstante estas rigurosas exigencias, fue escogido para elogiar al eminente sabio. ¿Qué méritos del Doctor Pérez Vigueras favorecieron su elección como orador de aquella noche? Acabamos de oír una semblanza suya. Repitamos, sin temor a redundancias imposibles cuando se trata de honrar a quien lo merece, algunos hechos sobresalientes de su vida. El encomiasta digno de encomio de aquel 3 de Diciembre de 1954 dedicó a enseñar, en Cuba y en Colombia, 40 años de su productiva vida. Las cátedras en que se desempeñó como erudito docente las obtuvo por oposición en todos los casos. Nada le fue regalado ni fácil. Debió probar siempre que era merecedor de lo que se le otorgaba. Al final de su ejercicio docente, le fue concedido el título de Profesor Emérito de las Universidades en que laboró. 1 Acercamiento a la “Oración de Finlay” http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B/PR05.pdf REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet 2012 Volumen 13 Nº 06B - http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B.html En el campo de la investigación científica, en el que entró armado de gran intuición, capacidad de observación e incansable perseverancia, descubrió ocho especies de cestodos, dieciocho de nemátodos y veintinueve de tremátodos. También una de ixódidos y dos de culícidos, a una de las cuales dio el nombre de Finlay. Además identificó en Cuba muchas especies ya descubiertas en otros lugares. ¿Con qué recursos, aparte de su inteligencia y voluntad, contó este sabio para realizar su quehacer científico? Ayuda oficial, ninguna. Todo fue hecho a costa de su modesta economía personal y de su rica capacidad de sacrificio. Fue Pasteur el que dijo que “… la fortuna solo favorece con el premio del invento nuevo a los espíritus de antemano preparados para descubrir tras pacientes estudios logrados con el esfuerzo más perseverante”. Un hombre como este, estaba, sin dudas, calificado moral y científicamente para elogiar a Finlay, y parece que quienes decidieron nombrarlo para hacer el panegírico de Don Carlos Juan, lo hicieron pensando como José de la Luz y Caballero que “solo el talento conoce al talento”. Dediquemos, antes de proseguir en el análisis de lo que es esencial en la Oración a Finlay, unas palabras acerca del valor formal de esta disertación laudatoria. No es este un discurso de elevada retórica. No es perfecto. NI siquiera se apega a la estructura clásica usada en los tiempos en que fue pronunciado. No es grandilocuente y sonoro como los de Castelar y Martí. No tiene nada de los largos períodos de Rodo, llenos de símiles esteticistas, o de la musical elocuencia de José Manuel Cortina o del lirismo suavemente agresivo de García Agüero. Es escaso de imágenes y de metáforas. Toma, del estilo de los oradores parlamentarios de la República, la consabida declaración de impotencia en el exordio. Solo Juan Gualberto Gómez evitó este lugar común que en Pérez Vigueras tiene un sabor de sinceridad. Hay, en la descripción del Aedes Aegypti, no obstante la llaneza del texto, emoción poética y un gusto confeso por la armonía plástica del insecto. Es sabroso leer esta descripción donde compara al mosquito con una lira. Después de leer y releer la Oración a Finlay uno llega a la conclusión que no hacían falta las imágenes, símiles y metáforas, ni los bordados arabescos retóricos de los artífices de la palabra. Al final uno se da cuenta que la belleza que echó de menos está en el lenguaje claro, preciso y austero que usó Pérez Vigueras para expresar su asombro, admiración y respeto por Finlay. De esa oración se desprende un aroma 2 Acercamiento a la “Oración de Finlay” http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B/PR05.pdf REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet 2012 Volumen 13 Nº 06B - http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B.html de humilde sapiencia y un encantado reconocimiento amoroso de un sabio por la grandeza y modestia del otro. La elegante belleza de la Oración a Finlay no puede ser entendida en términos lógicos sino sentida en el corazón. Es un elogio de corazón a corazón. Pérez Vigueras, con pocas palabras demostró lo que fue esencial y trascendente en la vida y obra de Finlay. Éste, desde 1881 sostenía que cualquier teoría sobre la transmisión de la fiebre amarilla, basada en el contagio, era insostenible. Sus oponentes creían que Finlay había extraviado el camino científico. El Doctor Carlos Juan, perdóneseme que lo trate con este cariño familiar, perseveró con sabia terquedad. Debió saber, como alguien dijo después, que “los que se pierden son los que encuentran los nuevos caminos”. Tras estudios minuciosos de la especie de mosquito más sospechosa de ser la transmisora de la enfermedad, FInlay seleccionó el Culex mosquito. Había observado su anatomía, sus hábitos e interacciones con el medio, y como, según Whitehead, “saber observar es saber seleccionar”, escogió a esta especie como candidata de agente transmisor. Pero debía probarlo. Aunque en 1878, Manson había descubierto la transmisión del agente de la filariosis humana por un mosquito, el Culex fatigans, la comunidad científica de la época se oponía con toda su autoridad acumulada a la teoría de Finlay. Pero este no se arredró. Inspiró fuerte e hizo lo que Claude Bernard ha dicho que deben hacer los grandes convencidos: “Los grandes hombres no respetan la autoridad de sus predecesores, y por esto consiguen corregir errores y aportar nuevas ideas”. Diseñó su experimento y lo puso en marcha. Había pensado y observado bastante. Ahora debía actuar. Tenía que probar lo que intuía. Probárselo a sí mismo y al mundo. Se proveyó de las autorizaciones necesarias y reunió veinte personas voluntarias no aclimatadas en Cuba. Infectó los mosquitos de la especie Culex mosquito. Los escogió en estado de ayuno. Hambrientos. Los hizo picar a enfermos de fiebre amarilla en su forma típica, y tiempo después los hizo picar a los veinte voluntarios sanos y supuestamente receptibles. Los hechos le dieron la razón. La experiencia fue favorable a su teoría. Pérez Vigueras subraya que no se dejó arrastrar por el entusiasmo. Debía enriquecer su casuística. Pensaba, con Descartes, que “es necesario atenerse a la evidencia”. En varios años de incesante investigación, reunió 104 inoculaciones que constituyeron una evidencia – probatoria inobjetable. Había descubierto que el agente causante de la fiebre amarilla era transmitido del enfermo 3 Acercamiento a la “Oración de Finlay” http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B/PR05.pdf REDVET Rev. electrón. vet. http://www.veterinaria.org/revistas/redvet 2012 Volumen 13 Nº 06B - http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B.html portador al individuo sano por intermedio del Culex mosquito, al que conocemos hoy como Aedes Aegypti. Pérez Vigueras termina su oración con una mezcla de tristeza y alegría. Sufre las burlas y desconocimiento de que fue objeto Finlay durante muchos años. Hay ira y amargura en sus palabras cuando relata la injusticia de que fueron objeto los voluntarios que a riesgo de sus vidas participaron en los experimentos cuyos resultados refutaba la comunidad científica graciosamente. Subraya que uno de aquellos voluntarios fue el propio Finlay. Se alegra cuando dice: “Al finalizar su brillante carrera y su modesta existencia, le fue hecha plena justicia, su verdad se abrió paso a través del mundo científico y sus detractores abrumados por el peso de la evidencia, se doblegaron ante el aforismo latino: Dura lex sed lex” REDVET: 2012, Vol. 13 Nº 06B Ref. 011ATM01_REDVET / Publicado: 01.06.2012 Esta palabras fueron pronunciadas en las Jornadas Científicas por el 120 Aniversario del Sabio de la Medicina Veterinaria Cubana Dr. Ildefonso Pérez Vigueras, celebrado en Pinar del Río, Cuba, del 9 al 11 de Febrero del 2012 y está disponible en http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B.html concretamente en http://www.veterinaria.org/revistas/redvet/n060612B/PR05.pdf REDVET® Revista Electrónica de Veterinaria está editada por Veterinaria Organización®. 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