JAROSITA EN MARTE

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Jarosita en Marte
La importancia astrobiológica de la mineralogía espacial
Jesús Martínez-Frías y Rosario Lunar
Nos encontramos en un momento crucial en el ámbito de la investigación
espacial. Las exploraciones y los desafíos científicos y tecnológicos ya no se plantean,
como en siglos pasados, dirigidos a islas remotas o a la Antártida, sino a otros cuerpos
planetarios de nuestro sistema solar. Por ello, es fundamental disponer de un
conocimiento previo de los minerales, rocas y recursos existentes fuera de la Tierra.
Este conocimiento tiene además un valor añadido al interés puramente geológico
o planetario: por una parte los minerales son testigos medioambientales de las
condiciones físico-químicas y termodinámicas que los generaron y, por otra, nos
permiten, en ciertos casos, profundizar en aspectos tan importantes como el origen de la
vida y su significado en el marco de la evolución del universo. Por ello, dada la relación
agua-vida, desde hace años en Marte se estaban buscando sales. Minerales que indicaran
una “conexión acuosa”.
Estas sales, como por ejemplo los carbonatos o los sulfatos, ya se habían
encontrado en los meteoritos a los que se ha asignado un origen marciano (denominados
SNCs). Asimismo, el estudio de los denominados “análogos terrestres” (entornos
geológicos de nuestro planeta que por sus características peculiares se utilizan como
modelos de exploración espacial), sugerían también la existencia de estas sales, bien
como productos evaporíticos o relacionadas con hidrotermalismo y mineralizaciones de
sulfuros y óxidos de hierro y otros elementos, como ocurre en la Tierra.
Es por esto por lo que el reciente descubrimiento en Marte, mediante el
espectrómetro Mossbauer de la sonda Opportunity, del sulfato “jarosita”
(KFe3(SO4)2(OH)6) constituye una prueba geológica y mineralógica extraordinaria
relacionada con el agua. Este hallazgo no debe ser minimizado, ya que apoya
contundentemente otras evidencias bien conocidas, como las numerosas huellas de
escorrentía sobre la superficie del planeta rojo, la detección por la Mars Odissey de
grandes cantidades de hidrógeno en el subsuelo o la identificación, realizada por la Mars
Express en Enero de este mismo año, de hielo de agua en el polo sur marciano.
Además, es paradójico que esta verificación mineralógica de que el agua estuvo
presente en Marte, se deba a un mineral que fue citado por primera vez en España. La
primera referencia en la literatura científica a la jarosita procede del prestigioso
mineralogista sajón Johan Friedrich August Breithaupt. Fue descubierta en 1852 en el
andaluz barranco de El Jaroso, un paraje situado en Sierra Almagrera (Almería), que es
precisamente la “localidad tipo” de este mineral a nivel mundial y una zona en la que
hemos trabajado extensamente durante años, tanto en el contexto de programas
científicos españoles como internacionales (IUGS/UNESCO).
Al igual que otras disciplinas científicas abrieron en el pasado sus fronteras y
expectativas de progreso más allá de los límites de nuestro planeta, la mineralogía
espacial, como parte integrante de la geología planetaria, está consolidándose por sus
propios méritos y por su utilidad a otras áreas del conocimiento. El que toda una misión
a Marte se conozca por la exploración de un mineral como la hematites, o el hallazgo de
jarosita, con las implicaciones astrobiológicas que ello conlleva, son solamente dos
ejemplos que marcan el inicio de un nuevo campo de trabajo, ya muy avanzado en
EEUU y otros países, en el que España está también obligada a no quedarse rezagada.
Jesús Martínez-Frías, Jefe del Laboratorio de
Geología Planetaria del Centro de Astrobiología (CSICINTA), asociado al NASA Astrobiology Institute
Rosario Lunar, Catedrática de Yacimientos
Minerales de la Universidad Complutense de Madrid
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