Indignación y rabia

Indignación y rabia
Beatriz Barón | AraInfo :: 11/05/2014
¿Hasta cuándo? ¿hasta cuándo vamos a consentir que a una serie de
personas les hayan dado una placa y un arma y sigan sembrando el miedo
y la opresión?
Ayer viví una de las situaciones más bochornosas y lamentables que podía imaginar, de esas que
hacen que me pregunte, cada día más firmemente, en qué clase de país vivo. Nos enteramos de que
Mariano Rajoy venía a dar un mitin, en la sala multiusos de Zaragoza, por esto de ‘las europeas’, y
otros dos compañeros y yo decidimos acercarnos por las inmediaciones para ver que se cocía,
esperando, tal vez, algún grupo de indignados, las mareas,…, pero nada. Íbamos alucinados al ver
autobuses descargando a gente de no menos de 60 años, viendo cómo está el país. Dimos la vuelta a
la manzana y decidimos pararnos al sol apoyados en un muro bajo, al lado de los porches del
Audiorama (entrada a los cines Renoir), criticando, como no, el fervor de una gente que corría
apresurada para entrar a adorar al hombre que nos está llevando a la ruina. He de decir, que en
ningún momento levantamos la voz, solo comentábamos entre nosotros. Cinco minutos después de
estar allí, en lo alto, mirando al patio del auditorio, un policía o ‘agente de ley’ como les gusta que
les llamen, se nos acercó para decirnos que nos fuésemos de allí. Mi compañera y yo preguntamos
los motivos y solo recibimos un “por seguridad”, a lo que mi amiga replicó, “¿seguridad para
quién?”. Estas tres palabras llevaron al policía -agente de la ley- a pedirle la documentación, con
delirios de grandeza y prepotencia, chulería y abusando de su autoridad. No podéis imaginar el
sentimiento de impotencia y rabia que en esos momentos pudimos llegar a sentir. ¡Solo había hecho
una pregunta! Se identificó, pero en ningún momento el policía cogió el DNI en sus manos, mi
compañera le dejo claro que eso era intransferible. Los ‘agentes de la ley’ estaban atónitos y
comenzaron a tomar nota de cada palabra que salía por su boca, denunciándola y sumando cargos,
con mofa, levantando la cabeza e incitando a que ella continuase su discurso, el cual se limitaba a
decirles que no estaban del lado que les pertenecía. No fueron capaces de responder
coherentemente a una pregunta clara, ni de especificar cuál era el perímetro al que no podíamos
acercarnos. Nada. Más impotencia. Y más rabia. Cuando comenzamos a caminar para salir de allí,
con toda la indignación que llevábamos encima, mi compañera volvió a preguntar a otros ‘agentes’
que dónde terminaba el perímetro de seguridad. En realidad ni siquiera a ellos, era una pregunta en
voz alta. Los dos ‘agentes’ que se encontraban pegaditos a uno de los furgones salieron corriendo
hacia nosotros echándonos el alto, y diciendo que le estaba faltando el respeto a un ‘agente de la
ley’. Volvieron a pedirle la documentación, y a mí también, por decirles que aquí no se había faltado
el respeto a nadie, que se había hecho una pregunta. Esta vez yo me libré. A punto estuvieron de
llevársela arrestada por preguntar, (tuve que sujetarla, ella marchaba a hacia el furgón), por decir lo
que pensaba, no hubo insultos personales, ni amenazas, solo quería saber porque no podíamos estar
en una calle de nuestra ciudad, apoyados en un muro y tomando el sol. Y aquí va mi denuncia: ¿hasta
cuándo? ¿hasta cuándo vamos a consentir que a una serie de personas, a quienes se les ve, les va
justo para contarse los dedos de una mano, les hayan dado una placa y un arma y sigan sembrando
el miedo? Abusando de una autoridad que se les queda grande, rabiando de ver como una mujer les
planta cara y exige que su derecho a saber sea cubierto. Asco y vergüenza fue con la frase que me
despedí de ellos, y me escucharon. Supongo que ver a mi compañera reivindicando sus derechos con
la voz firme y clara los amedrento un poco, no podemos dejar que se sigan creciendo. No quiero vivir
en un país sitiado dónde la policía impone su criterio y no puedo defender el mío. Están sembrando
el miedo y la opresión. ¡Cuando nos vamos a dar cuenta!
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