Proyecto oficial de limpieza étnica en Ucrania

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Proyecto oficial de limpieza étnica en Ucrania
Andrew Korybko :: 28/06/2014
La sublevación no fue solamente contra el régimen golpista de Kiev. Es un esfuerzo por
adelantarse al proyecto oficial de limpieza étnica contra la población rusoparlante
Cien años después del internamiento en campos de concentración de las poblaciones rusoparlantes
(los rutenos) que entonces vivían dentro de las fronteras de la actual Ucrania, la historia parece
estar a punto de repetirse. El ministro de Defensa de Ucrania, Mijaíl Koval, anunció públicamente su
proyecto de internar a los residentes del Donbass en campos de «filtraje» para reinstalarlos por la
fuerza en otras regiones de Ucrania. Unos días después, el primer ministro Arseny Yatseniuk calificó
de «subhombres» a los defensores del federalismo de las regiones orientales de Ucrania. Los
padrinos estadounidenses del régimen de Kiev no sólo se han abstenido de condenar las intolerables
declaraciones de Yatseniuk sino que además lo han defendido abiertamente al declarar, por boca de
la portavoz del Departamento de Estado Jen Psaki, que Yatseniuk «ha abogado constantemente por
la búsqueda de una solución pacífica» [1], lo cual es mentira. Desde la Agencia de Bienes
Inmobiliarios del Estado ucraniano se han filtrado declaraciones más inquietantes aún que hacen
pensar en la preparación de una profunda limpieza étnica. Se anunció que extensiones de tierra
serán asignadas gratuitamente a los miembros de los servicios especiales del ministerio del Interior
y del ejército que están luchando contra los federalistas [2]. Ante la perspectiva de una limpieza
étnica de gran envergadura en Ucrania no es necesario ser particularmente inteligente para adivinar
a expensas de quiénes se organizará esa entrega de «tierras gratuitas» que recuerda la necesidad de
«espacio vital» (Lebensraum) que otros reclamaron en otra época. Al menos 1 000 prisioneros
murieron en Talergof como resultado
de la política de internamiento que
aplicaba el Imperio Austrohúngaro.
Fue en 1914 cuando se aplicó por vez
primera una política de internamiento
en campos de concentraciones contra
las poblaciones a las que se condenaba
por su empatía con Rusia. Los
austriacos internaron a los rutenos y
los lemkos (subgrupo étnico
estrechamente emparentado con los
rutenos o rusinos) afirmando que la
obstinación con la que ambos grupos
reivindicaban su propia identidad olía a
traición. De la misma manera, la
negativa de los pueblos del Donbass a
renunciar a su propia identidad les vale ahora las actuales acusaciones de traición, lanzadas
específicamente por el ministro de Defensa ucraniano, Mijaíl Koval. Este último llegó a ese cargo
cuando su precedecesor fue destituido por no haber logrado impedir la reunificación de Crimea con
la Federación Rusa [3]. Las declaraciones extremadamente radicales del ministro Koval demuestran
que Rusia no estaba errada cuando expresó preocupación, desde marzo de 2014 –o sea, antes de la
reunificación– ante el riesgo de crisis humanitaria. Las pruebas de ese riesgo inminente fueron
ampliamente expuestas en un Libro Blanco sobre las violaciones de los derechos humanos en
Ucrania [4]. Todos sabemos ahora, después de las revelaciones sobre el método que el ministro
ucraniano de Defensa piensa aplicar para poner fin a la crisis, que si la población de Crimea no
hubiese tomado en sus manos la defensa de sus derechos y solicitado la reunificación con Rusia, los
habitantes de Crimea probablemente irían a parar también a los «campos de filtraje» cuya apertura
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se está programando y que los sobrevivientes serían después deportados lejos de la tierra que los vio
nacer. El destino que Korval reserva a los habitantes del Donbass contradice gravemente las normas
del derecho internacional y constituye un crimen contra la humanidad. La deportación forzosa y el
desplazamiento de poblaciones, su internamiento motivado por el hecho de residir en determinada
región así como la adopción de medidas discriminatorias contra un grupo étnico y cultural están
formalmente prohibidas a la luz del Artículo 7 del Estatuto de Roma, instrumento constitutivo de la
Corte Penal Internacional (CPI). Para Yatseniuk y sus acólitos del régimen de Kiev, los habitantes de
las regiones orientales de Ucrania que se oponen a su política no son otra cosa que «subhombres»
[5]. Así que los derechos humanos no se aplican a esas poblaciones. Por consiguiente, esos
«subhombres» ya no tendrán derecho a que se les reconozcan sus propiedades, de las que se verán
desposeídos durante las “reubicaciones” a las que han de verse sometidos. Sus casas, sus tierras y
sus empresas serán el tributo («las tierras gratuitas») que el régimen de Kiev ha prometido a sus
jenízaros desplegados en las provincias del este. Según el gobierno ruso, desde el inicio de la crisis
decenas de miles de ucranianos han
buscado refugio en Rusia, donde están
siendo albergados por sus familias y
amigos. Las autoridades occidentales
refutan la importancia del éxodo
arguyendo que no se han creado
campamentos de refugiados. Los
dirigentes occidentales han optado por
ignorar esas violaciones flagrantes de
los derechos humanos, aunque siempre
se apresuran a emitir denuncias ante
supuestas violaciones y en amenazar
con intervenciones militares a los
culpables que ellos mismos designan.
Así se demuestra que la retórica del
«deber de intervención humanitaria» y
los eslóganes que la acompañan no han sido nunca otra cosa que mentiras al servicio de ambiciones
estratégicas hábilmente disimuladas. La realidad es que, contrariamente al papel pacificador que se
atribuyen, los países occidentales encabezados por Estados Unidos que tanto reclaman un supuesto
derecho de intervención humanitaria aportan un criminal respaldo al régimen de Kiev, que se
dispone a emprender su proyecto de limpieza étnica en Ucrania. Desde que se produjo el golpe de
Estado de febrero, numerosos consejeros militares han llegado a ese país y han llovido los dólares
mientras que el FBI y la CIA no escatiman la ayuda al nuevo régimen ucraniano. Es indudable que
todos esos medios servirán a la junta de Kiev para liquidar, con uso de la fuerza, los movimientos de
protesta que se mantienen en la parte oriental del país y para aplastar a los federalistas ucranianos.
Estados Unidos se hace directamente cómplice de todos los crímenes de guerra que están
cometiendo las fuerzas armadas [6] y los mercenarios [7] a sueldo de Kiev. Así que Washington
compartirá igualmente la responsabilidad en el proyecto de limpieza étnica que está preparando el
ministro ucraniano de Defensa Mijaíl Koval. Los 6 millones de habitantes del Donbass se ven hoy
ante la amenaza de un desastre humanitario similar al que fue impuesto a sus mayores hace 70 años.
Muchos creyeron, erróneamente, que las fuerzas criminales causantes de aquellos horrores habían
sido definitivamente barridas del continente europeo y que aquellos tiempos de barbarie, que el
régimen de Kiev reinstaura hoy en día con la complicidad y el activo apoyo de sus padrinos
occidentales, se habían terminado para siempre.
Notas [1] «Daily Press Briefing», Departamento de Estado, 16 de junio de 2014. [2] “Ukraine’s Land
Agency give land to soldiers in the east for free”, Interfax Ukraine, 16 de junio de 2014. [3] «Ukraine
fires defense minister who lost Crimea to Russia», por Kathy Lally, The Washington Post, 25 de
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marzo de 2014. [4] «Violaciones de los derechos humanos en Ucrania, el Libro Blanco», Red
Voltaire, 6 de mayo de 2014. [5] El término «subhombre» existe en la terminología nazi. Esta define
a los pueblos del este de Europa (judíos, gitanos, polacos, serbios y varios pueblos eslavos, como los
rusos y bielorrusos) como «untermensch», o sea «personas inferiores». Nota de la Red Voltaire. [6]
“Russia’s investigators pledge to prosecute those guilty in civilians’ deaths in Ukraine”, Itar-Tass, 30
de mayo de 2014. [7] «Kiev envoie des mercenaires étrangers pour écraser l’insurrection dans le
Sud-Est», por Natalia Kovalenko, La Voix de la Russie, 6 de junio de 2014. Andrew Korybko Oriental
Review / Red Voltaire
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