Libia: Al-Jazeera y el triunfo de la propaganda televisiva

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Libia: Al-Jazeera y el triunfo de la propaganda televisiva
Thierry Meyssan :: 29/09/2011
El canal de televisión qatarí que en 15 años se impuso en el
mundo árabe como una original fuente de información, se ha
embarcado en una gran operación de engaño
Tendiente a derrocar a cualquier precio los regímenes libio y sirio. Thierry Meyssan demuestra que
este cambio de actitud no es resultado de una coyuntura en particular sino que fue preparado con
mucha antelación por varias personalidades que han sabido disimular ante el público sus propios
intereses personales. Veamos las siguientes revelaciones. El 20 de septiembre de 2011, el canal de
televisión qatarí Al-Jazeera anunció la renuncia de su director general, Wadah Khanfar, y su
reemplazo por un miembro de la familia real qatarí, Cheikh Hamad Ben Jassem Al-Thani. Cheikh
Hamad es un cuadro de Qatargas. Trabajó durante un año en la sede parisina del gigante francés del
petróleo Total y fue presidente del Consejo de Administración de Al-Jazeera. Wadah Khanfar La
prensa atlantista ha presentado la
noticia de tres maneras diferentes:
como una renuncia forzosa y una
recuperación del control del canal por
parte del Estado, como una venganza
de la Autoridad Palestina por la
difusión de los documentos conocidos
como Palestinian Papers y, finalmente,
como una consecuencia de las
filtraciones de Wikileaks que revelan
ciertos contactos del señor Khanfar con
Estados Unidos. Si bien todas esas
interpretaciones pueden ser parte de la
verdad, lo cierto es que esconden la
razón fundamental de lo sucedido: el papel de Qatar en la guerra contra Libia. Llegados a este
punto, un breve recuento se hace indispensable. El origen de Al-Jazzera: un deseo de diálogo El
canal de televisión Al-Jazeera fue concebido por dos personalidades franco-israelíes, los hermanos
David y Jean Frydman, a raíz del asesinato de Yitzhak Rabin, de quien eran muy amigos. Según
David Frydman [1], el objetivo era crear un medio de difusión en el que israelíes y árabes pudiesen
debatir libremente, intercambiar argumentos y aprender a conocerse entre sí en momentos en que
aquello era imposible a causa de la situación de guerra, lo cual bloqueaba toda posibilidad de
alcanzar la paz. Los hermanos Frydman tuvieron a su favor una serie de circunstancias que los
ayudaron a crear el canal de televisión: la compañía saudita Orbit había firmado un acuerdo con la
BBC con vistas a la creación de un noticiero de televisión en árabe. Pero las exigencias políticas de
la monarquía absolutista de Arabia Saudita rápidamente resultaron ser incompatibles con la libertad
de trabajo de los periodistas británicos. El acuerdo fue anulado y la mayoría de los periodistas de la
BBC vinculados al mundo árabe se encontraron bruscamente sin trabajo. Y fueron a parar a AlJazeera. Los hermanos Frydman querían que su nuevo canal de televisión fuera visto como un canal
árabe. Ambos lograron convencer al nuevo emir de Qatar, Hamid ben Khalifa al-Thani, quien –con el
concurso de Londres y Washington– acababa de derrocar a su padre –acusado de ser proiraní.
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Cheikh Hamad ben-Khalifa comprendió rápidamente las ventajas que podía procurarle el convertirse
en eje de las discusiones entre Israel y el mundo árabe, conversaciones que han durado ya medio
siglo y que parecen destinadas a prolongarse aún. Hamid ben Khalifa al-Thani autorizó de paso la
apertura en Doha de una oficina del ministerio israelí de Comercio, a falta de poder abrir una
embajada. Lo más importante es que percibió que aquello ayudaría a Qatar a competir con los ricos
medios de difusión panárabes de Arabia Saudita y que el emirato dispondría así de un medio de
difusión que critica a todo el mundo… menos a él. El montaje financiero inicial preveía
simultáneamente un aporte de fondos de los hermanos Frydman y, por parte del emir, un préstamo
de 150 millones de dólares por 5 años. El boicot, organizado por Arabia Saudita, por parte de los
anunciantes y la ausencia de ingresos importantes por concepto de publicidad determinaron una
modificación del esquema inicial. En definitiva, el emir se convirtió en el proveedor de fondos del
canal y, por consiguiente, en su dueño de facto. Periodistas ejemplares Durante años, Al-Jazeera
se hizo de una gran audiencia gracias a su pluralismo interno. El canal se enorgullecía en dar a
conocer los argumentos de todas las partes. Su pretensión no era decir la verdad sino hacerla surgir
del debate. Su programa principal, el del iconoclasta Faisal al-Qassem, titulado «La Opinión
contraria», se daba el gusto de arremeter contra los prejuicios. Todos podían encontrar razones para
alegrarse de la existencia de ciertos programas y deplorar la de otros. Lo importante es que aquel
continuo debate interno acabó prevaleciendo ante el carácter monolítico de sus competidores y
cambió el panorama audiovisual del mundo árabe. El heroico papel de los reporteros de Al-Jazeera
en Afganistán y durante la tercera guerra del Golfo, en 2003, así como su ejemplar trabajo, en
contraste con la propaganda de los canales satelitales proestadounidenses, transformaron la imagen
del canal que, de ser considerado una televisión polémica, pasó a convertirse en un medio de
referencia. Sus periodistas pagaron un alto precio por su valentía: George W. Bush estudió la
posibilidad de bombardear los estudios de Doha, y finalmente renunció a hacerlo, pero en cambio
propició el asesinato de Tareq Ayyub [2], el arresto de Tayseer Aluni [3] y el encarcelamiento de
Sami el-Hajj en Guantánamo [4]. La reorganización de 2005 Sin embargo, incluso las mejores
cosas tienen un final. En 2004-2005, después del fallecimiento de David Frydman, el emir de Qatar
decidió emprender una reorganización total de Al-Jazeera y crear nuevos canales, como Al-Jazeera
English, en momentos en que el mercado mundial se hallaba en plena transformación y en que todos
los grandes Estados estaban dotándose de canales televisivos de información vía satélite. El objetivo
era, evidentemente, dejar de lado la efervescencia y las provocaciones del comienzo y capitalizar
una audiencia que se eleva hoy en día a 50 millones de telespectadores para posicionarse como un
actor del mundo globalizado. Cheikh Hamad ben-Khalifa recurrió entonces a una firma internacional
que le proporcionó a él mismo una formación personalizada en materia de comunicación. La agencia
JTrack se había especializado en enseñar a los líderes del mundo árabe y del sudeste asiático a
hablar la lengua del foro de Davos, o sea en cómo ofrecer a los occidentales la imagen que ellos
quieren ver. Desde Marruecos hasta Singapur, JTrack entrenó así a la mayoría de los responsables
políticos respaldados por Estados Unidos e Israel –a menudo simples títeres hereditarios– para
convertirlos en personalidades respetables en el plano mediático. Lo importante no es que tengan
algo que decir sino que sepan manejar la retórica global. Sin embargo, al ser llamado a ejercer altas
funciones gubernamentales en el norte de África, el presidente-director general de JTrack dejó su
cargo antes de terminar el proceso de transformación del Al-Jazeera Group y puso la continuación de
esa operación en manos de un ex periodista de la Voz de las Américas que ya trabajaba desde hacía
varios años para el canal qatarí y era miembro de la misma cofradía musulmana que él: Wadah
Khanfar. Competente en el plano profesional y políticamente seguro, Wadah Khanfar se dio a la
tarea de dar color ideológico a Al-Jazeera. Así que dio la palabra a Mohamed Hassanein Heikal, el ex
vocero de Nasser, al mismo tiempo que convertía a Cheikh Yusuf al-Qaradawi –cuya nacionalidad
egipcia fue anulada precisamente por orden de Nasser– en «consejero espiritual» de Al-Jazeera. El
viraje de 2011 Fue con las revoluciones del norte de África y la península arábiga que Wadah
Khanfar modificó bruscamente la línea editorial de su redacción. El Grupo tuvo un papel protagónico
en la consagración del mito de la «primavera árabe» según el cual los pueblos, deseosos de vivir al
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estilo occidental, se sublevaron para derrocar dictadores e instaurar democracias parlamentarias.
Según ese mito, no hay diferencia alguna entre lo sucedido en Túnez y Egipto y los acontecimientos
de Libia y Siria. En cuanto a los movimientos de Yemen y Bahrein, simplemente no son de interés
para los telespectadores. La realidad es que los anglosajones han tratado de navegar entre las
revueltas populares para volver a servirnos la vieja cantinela de la «primavera árabe» que ellos
mismos organizaron en los años 1920 para apoderarse de las antiguas provincias otomanas e
instalar en ellas democracias parlamentarias títeres bajo su tutelaje. Al-Jazeera acompañó entonces
las revueltas de Túnez y Egipto para marginar así la tentación revolucionaria y legitimar nuevos
gobiernos favorables a Estados Unidos e Israel. En Egipto se produjo incluso una verdadera
manipulación que permitió explotar los acontecimientos en provecho de un solo componente del
movimiento: la Hermandad Musulmana, representada precisamente por… el predicador-estrella de
Al-Jazeera, Cheikh Yusuf al-Qaradawi. Indignados ante la nueva línea editorial y el uso cada vez más
frecuente de la mentira [5], periodistas como Ghassan Ben Jedo abandonan el canal qatarí. ¿Quién
maneja los hilos de la noticia? En todo caso, hay que esperar hasta el episodio libio para asistir a
la caída definitiva de las máscaras. En efecto, el jefe de JTrack y mentor de Wadah Kanfhar no es
otro que… Mahmud Yibril (la J de “JTrack” corresponde a la transcripción de su apellido en inglés).
Este administrador amable, brillante y fatuo llegó hasta Muammar el Gaddafi recomendado por los
nuevos amigos estadounidenses del coronel para manejar la apertura económica de Libia después de
la normalización de sus relaciones diplomáticas. Bajo la supervisión de Saif al-Islam Gaddafi,
Mahmud Yibril fue nombrado simultáneamente ministro de Planificación y director de la Autoridad
de Desarrollo, convirtiéndose así de hecho en el segundo personaje en importancia del gobierno
libio, con autoridad sobre los demás ministros. Aplicó una desregulación acelerada de la economía
socialista de Libia y la privatización de sus empresas públicas.
Mahmud Yibril con su amigo y socio de negocios Bernard-Henri
Levy en Trípoli, ya conquistada. A través de la labor de
entrenamiento que realizaba JTrack, Mahmud Yibril había forjado
vínculos personales con casi todos los dirigentes del mundo árabe
y del sudeste asiático. Disponía de oficinas en Bahrein y Singapur.
Yibril había creado también empresas dedicadas a los negocios,
entre ellas una que se dedicaba a la comercialización de madera
en Malasia y Australia, con el francés Bernard-Henri Levy como
socio. Mahmud Yibril había cursado sus primeros estudios
universitarios en El Cairo, donde conoció a la hija de uno de los
ministros de Nasser y se casó con ella. Prosiguió después sus
estudios en Estados Unidos, donde se convirtió en adepto de las
tesis libertarianas que posteriormente trató de introducir en la
ideología anarquista de Gaddafi. Lo más importante es que
Mahmud Yibril se unió además a la Hermandad Musulmana en
Libia y posteriormente introdujo a dos miembros de la Hermandad, Wadah Kanfhar y Yusuf alQaradawi, en Al-Jazeera. Durante el primer semestre de 2011, el canal qatarí se convirtió en el
instrumento preferido de la propaganda prooccidental. Se esforzó en negar el aspecto
antiimperialista y antisionista de las revoluciones árabes y escogió en cada país a los protagonistas
que había que apoyar y a los que había que rechazar. De forma nada sorprendente apoyó al rey de
Bahrein –otro alumno de Mahmud Yibril–, quien ordenaba disparar contra el pueblo mientras que alQaradawi utilizaba las transmisiones para exhortar a la Yihad contra Gaddafi y Bachar al-Assad,
ambos falsamente acusados de estar masacrando a sus propios pueblos. Al convertirse Mahmud
Yibril en primer ministro del gobierno rebelde libio se llegó al colmo de la mala fe con la
construcción en Doha de escenarios que reproducían la Plaza Verde y Bab al-Aziziya, escenarios que
se utilizaron para filmar imágenes falsas de la entrada de los «rebeldes» proestadounidenses en
Trípoli. ¡Cuanto me insultaron cuando predije esa manipulación en Voltairenet.org! Sin embargo, AlJazeera y Sky News transmitieron las imágenes falsas durante el segundo día de la batalla de Trípoli,
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sembrando así la confusión entre la población libia. No fue en realidad sino 3 días más tarde que los
«rebeldes» –casi exclusivamente los Misrata– lograron entrar en Trípoli, ya devastada por los
bombardeos de la OTAN. Lo mismo sucedió con el anuncio que transmitió Al-Jazeera sobre el
supuesto arresto de Saif al-Islam Gaddafi y con la confirmación de su captura por el fiscal de la
Corte Penal Internacional Luis Moreno Ocampo. Fui el primero en desmentir, a través de las ondas
de Russia Today, aquella falsedad. Y nuevamente fui blanco de burlas en ciertos diarios, hasta que el
propio Saif al-Islam en persona vino a despertar a los periodistas encerrados en el hotel Rixos y los
llevó a la verdadera plaza de Bab al-Aziziya. Al ser interrogado sobre esas mentiras durante las
transmisiones en árabe del canal satelital France24, el presidente del Consejo Nacional de
Transición (CNT), Mustafa Abdul Yalil dijo que se había tratado de una argucia de guerra y se jactó
de haber precipitado así la caída de la Yamahiria. ¿Cuál será el futuro de Al-Jazeera? La
transformación de Al-Jazeera en instrumento de propaganda de la recolonización de Libia no se
produjo a espaldas del emir de Qatar, sino bajo su dirección. Fue el Consejo de Cooperación del
Golfo el primero en llamar a la intervención armada en Libia. Qatar fue el primer miembro árabe del
Grupo de Contacto. Transportó armas para los «rebeldes» libios y más tarde envió militares al teatro
de operaciones, específicamente durante la batalla de Trípoli. Obtuvo a cambio de ello el privilegio
de controlar todo el comercio de hidrocarburos realizado a nombre del Consejo Nacional de
Transición. Es demasiado pronto aún para saber si la dimisión de Wadah Khanfar es el fin de su
misión en Qatar o si anuncia una voluntad del canal de recobrar la credibilidad que se había ganado
a lo largo de 15 años y que perdió en sólo 6 meses.
Notas [1] Entrevistas con el autor. [2] «La prensa árabe en el punto de mira», Red Voltaire, 06 de
octubre de 2003. [3] Ver artículo sobre el control de la información y su manipulación en: «Guerra y
Mentira» el control político y militar de nuestras sociedades de Giulietto Chiesa, Red Voltaire, 15 de
enero de 2008. [4] Ver nuestro archivo sobre Sami Al-Hajj, Red Voltaire. [5] Ver: Al-Jazeera manipula
una supuesta gigantesca manifestación en Moscú contra el presidente sirio, Red Voltaire, 11 de
mayo 2011. Red Voltaire
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