cuentos

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ESCUELA NORMAL URBANA PROFESOR CARLOS A.
CARRILLO
SANTA MARÌA DEL ORO, EL ORO, DGO.
PROFESOR: Cruz Jorge Fernández
ALUMNA: Belem Bailón de León
Cuentos y fabulas
Índice
La Bobina Maravillosa
........1
El muñeco de nieve
…………….2
La gata encantada
………………3
La sepultura del lobo
<……………..4
La ratita blanca
………………5
El niño pequeño
………………6
La venta del asno
………………7
Piel de oso
………………8
El villano
……………..9
El príncipe y el mendigo
……………..10
El águila y el escarabajo
………………11
El águila y los gallos
………………12
La zorra y el espino
………………..13
La zorra y la pantera
……………….14
La zorra y el mono disputando sobre su nobleza
……………….15
La zorra con el rabo cortado
……………….16
La zorra y el cangrejo de mar
………………17
La zorra, el oso y el león
……………….18
Las ranas y el pantano seco
………………19
El león y los tres bueyes
……………..20
El león y el toro
………………21
La aventura de lagua
……………..22
La gratitud de la fiera
…………….23
El lirio
……………...24
La leona
……………..25
La Bobina Maravillosa
Erase
un
principito
que
no
quería
estudiar.
Cierta noche,
después de
haber
recibido una buena regañina por su pereza,
suspiro
tristemente,
diciendo:
¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que
me
apetezca?
Y he aquí que, a la mañana siguiente,
descubrió sobre su cama una bobina de hilo
de oro de la que salió una débil voz:
Trátame
con
cuidado,
príncipe.
Este hilo representa la sucesión de tus días.
Conforme vayan pasando, el hilo se ira
soltando. No ignoro que deseas crecer
pronto... Pues bien, te concedo el don de
desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo
aquello que hayas desenrollado no podrás
ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no
vuelven.
El príncipe, para cersiorarse, tiro con ímpetu
del hilo y se encontró convertido en un
apuesto príncipe. Tiro un poco mas y se vio
llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con
un
nuevo
tironcito,
inquirió:
Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis
hijos?
En el mismo instante, una bellísima joven, y
cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin
pararse a pensar, su curiosidad se iba
apoderando de él y siguió soltando mas hilo
para saber como serian sus hijos de mayores.
De pronto se miro al espejo y vio la imagen de
un anciano decrépito, de escasos cabellos
nevados. Se asusto de sí mismo y del poco
hilo que quedaba en la bobina. ¡Los instantes
de
su
vida
estaban
contados!
Desesperadamente, intento enrollar el hilo en
el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil
vocecilla
que
ya
conocía,
hablo
así:
Has desperdiciado tontamente tu existencia.
Ahora ya sabes que los días perdidos no
pueden recuperarse. Has sido un perezoso al
pretender pasar por la vida sin molestarte en
hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues
tu
castigo.
El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto:
había consumido la existencia sin hacer nada
de provecho.
Fin
El Muñeco de Nieve
Habia dejado de nevar y
los niños, ansiosos de
libertad, salieron de casa y
empezaron a corretear por
la blanca y mullida
alfombra recien formada.
La hija del herrero,
tomando puñados de nieve
con sus manitas habiles, se
entrego a la tarea de
moldearla.
Hare un muñeco como el
hermanito que hubiera deseado tener se dijo.
Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbon y un boton rojo por boca. La pequeña
estaba entusiasmada con su obra y convirtio al muñeco en su inseparable compañero durante
los tristes dias de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los dias empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El muñeco se
fundio sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un boton rojo.
La niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus
lagrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran leccion: ahora ya sabes que no debe
ponerse el corazón en cosas perecederas.
Fin
La Gata Encantada
Erase un principe muy
admirado en su reino.
Todas las jovenes
casaderas deseaban
tenerle por esposo. Pero el
no se fijaba en ninguna y
pasaba su tiempo jugando
con Zapaquilda, una
preciosa gatita, junto a las
llamas del hogar. Un dia,
dijo en voz alta:
Eres tan cariñosa y
adorable que, si fueras mujer, me casaria contigo.
En el mismo instante aparecio en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
Principe tus deseos se han cumplido.
El joven, deslumbrado, descubrio junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellisima
muchacha.
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al
banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven
lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salon y zamparselo en cuanto lo hubo
atrapado. El principe empezo entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera
a su esposa en la gatita que habia sido. Pero el Hada no acudio, y nadie nos ha contado si tuvo
que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio
Fin.
La Sepultura del Lobo
Hubo una vez un lobo muy
rico pero muy avaro.
Nunca dio ni un poco de lo
mucho que le sobraba.
Sintiéndose viejo, empezo
a pensar en su propia vida,
sentado a la puerta de su
casa.
¿Podrias prestarme cuatro
medidas de trigo, vecino?
Le pregunto el burrito.
Te dare; ocho, si prometes
velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro.
Murio el lobo pocos dias despues y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera
noche se le unio el pato que no tenia casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una
espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que les dijo:
Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.
Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.
El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar
sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenia suela y la fosa
estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro
del mundo. Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a
estrellarse sin remedio.
Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.
Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.
Fin.
La Ratita Blanca
El Hada soberana de las
cumbres invito un dia a
todas las hadas de las
nieves a una fiesta en su
palacio. Todas acudieron
envueltas en sus capas de
armiño y guiando sus
carrozas de escarcha. Pero
una de ellas, Alba, al oir
llorar a unos niños que
vivian en una solitaria
cabaña, se detuvo en el
camino.
El hada entro en la pobre casa y encendio la chimenea. Los niños, calentan-dose junto a las
llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras tanto, se
morian de frío y miedo.
-Me quedare con vosotros hasta el regreso de vuestros padres -prometio ella.
Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por
la tardanza, olvido la varita mágica en el interior de la cabaña. El Hada de las cumbres
contemplo con enojo a Alba.
Cómo? ,No solo te presentas tarde, sino que ademas lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen
castigo!
Las demas hadas defendian a su compañera en desgracia.
-Ya se que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí, pero por su buen corazon, el castigo no
sera eterno. Solo durara cien años, durante los cuales vagara por el mundo convertida en ratita
blanca.
Amiguitos, si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura des-lumbrante, sabed
que es Alba, nuestra hadíta, que todavia no ha cumplido su castigo...
Fin
El Niño Pequeño
Había una vez, un niñ@
pequeñ@ que comenzó a ir
a la escuela. Era bastante
pequeñ@ y la escuela muy
grande. Cuando descubrió
que podía entrar en su
aula desde la puerta que
daba al exterior, estuvo
feliz y la escuela no le
pareció tan grande. Una
mañana, la maestr@ dijo:
- Hoy vamos a hacer un
dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeñ@-.
Le gustaba dibujar y podía hacer de todo: vacas, trenes, pollos, tigres, leones, barcos. Sacó
entonces su caja de lápices y empezó a dibujar, pero la maestr@ dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de empezar! Aún no he dicho lo que vamos a dibujar. Hoy vamos a
dibujar flores.
- ¡Qué bien! -pensó el niñ@.
Le gustaba hacer flores y empezó a dibujar flores muy bellas con sus lápices violetas, naranjas y
azules. Pero la maestr@ dijo:
- ¡Yo les enseñaré cómo, esperen un momento! - y, tomando una tiza, pintó una flor roja con un
tallo verde. Ahora -dijo- pueden comenzar.
El niñ@ miró la flor que había hecho la maestr@ y la comparó con las que él había pintado. Le
gustaban más las suyas, pero no lo dijo. Volteó la hoja y dibujó una flor roja con un tallo verde,
tal como la maestr@ lo indicara.
Otro día, la maestr@ dijo:
- Hoy vamos a modelar con plastilina.
- ¡Qué bien! -pensó el niñ@.
Le gustaba la plastilina y podía hacer muchas cosas con ella: víboras, hombres de nieve,
ratones, carros, camiones; y empezó a estirar y a amasar su bola de plastilina. Pero la maestr@
dijo:
- ¡Esperen, aún no es tiempo de comenzar! Ahora -dijo- vamos a hacer un plato.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeñ@-.
Le gustaba modelar platos y comenzó a hacerlos de todas formas y tamaños. Entonces la
maestr@ dijo:
- ¡Esperen, yo les enseñaré cómo! - y les mostró cómo hacer un plato hondo-. Ahora ya pueden
empezar.
El niño miró el plato que había modelado la maestr@ y luego los que él había modelado. Le
gustaban más los suyos, pero no lo dijo. Sólo modeló otra vez la plastilina e hizo un plato
hondo, como la maestr@ indicara.
Muy pronto, el pequeñ@ aprendió a esperar que le dijeran qué y cómo debía trabajar, y a
hacer cosas iguales a la maestr@. No volvió a hacer nada él sólo.
Pasó el tiempo y, sucedió que, el niñ@ y su familia se mudaron a otra ciudad, donde el
pequeñ@ tuvo que ir a otra escuela. Esta escuela era más grande y no había puertas al exterior
a su aula. El primer día de clase, la maestr@ dijo:
- Hoy vamos a hacer un dibujo.
- ¡Qué bien!- pensó el pequeñ@, y esperó a que la maestr@ dijera lo que había que hacer; pero
ella no dijo nada. Sólo caminaba por el aula, mirando lo que hacían los niñ@s. Cuando llegó a
su lado, le dijo:
- ¿No quieres hacer un dibujo?
- Sí -contestó el pequeñ@-, pero, ¿qué hay que hacer?
- Puedes hacer lo que tú quieras - dijo la maestr@.
- ¿Con cualquier color?
- ¡Con cualquier color - respondió la maestr@-. Si tod@s hicieran el mismo dibujo y usaran los
mismos colores, ¡cómo sabría yo lo que hizo cada cual!
El niñ@ no contestó nada y, bajando la cabeza, dibujó una flor roja con un tallo verde".
Colabora. Zilargi de Bilbao.
Fin
La Venta del Asno
Erase un chicuelo astuto
que salió un día de casa
dispuesto a vender a buen
precio un asno astroso.
Con las tijeras le hizo
caprichosos dibujos en
ancas y cabeza y luego le
cubrió con una albarda
recamada de oro. Dorados
cascabeles pendían de los
adornos, poniendo música
a su paso.
Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero llamó a su dueño:
-Qué quieres por tu asno muchacho?
-iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no podría separarme de él, aunque siento
disgustaros...
Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto precio que se había propuesto. Soltó el
borrico, tomó el dinero y puso tierra por medio.
La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al elegante asnito.
¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres.
-El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo importante no es el traje, sino lo que va
dentro.
-lnsinúas que el borrico no es bueno? -preguntó molesto el alfarero.
Y para demostrar su buen ojo en materia de adquisiciones, arrancó de golpe la albarda del
animal. Los vecinos estallaron en carcajadas. Al carnicero, que era muy gordo, la barriga se le
bamboleaba de tanto reír. Porque debajo de tanto adorno, cascabel y lazo no aparecieron más
que cicatrices y la agrietada piel de un jumento que se caía de viejo. El alfarero, avergonzado,
reconoció:
-Para borrico, yo!
Fin
Piel de Oso
Un joven soldado que
atravesaba un bosque, fue
a encontrarse con un
mago. Este le dijo:
-Si eres valiente, dispara
contra el oso que está a tu
espalda.
El joven disparó el arma y
la piel del oso cayó al
suelo. Este desapareció
entre los árboles.
-Si llevas esa piel durante
tres años seguidos -le dijo el mago- te daré una bolsa de monedas de oro que nunca quedará
vacía. ¿Qué decides?
El joven se mostró de acuerdo. Disfrazado de oso y con dinero abundante, empezó a recorrer el
mundo. De todas partes le echaban a pedradas. Sólo Ilse, la hermosa hija de un posadero, se
apiadó de él y le dio de comer.
-Eres bella y buena, ¿quieres ser mi prometida? -dijo él.
-Sí, porque me necesitas, ya que no puedes valerte por ti mismo -repuso llse.
El soldado, enamorado de la joven, deseaba que el tiempo pasase pronto para librarse de su
disfraz. Transcurridos los tres años, fue en busca del mago.
-Veo que has cumplido tu promesa
-dijo éste-. Yo también cumpliré la mía. Quédate con la bolsa de oro, que nunca se vaciará y sé
feliz.
En todo aquel tiempo, llse lloraba con desconsuelo.
-Mi novio se ha ido y no sé dónde está.
-Eres tonta -le decía la gente-; siendo tan hermosa, encontrarás otro novio mejor.
-Sólo me casaré con "Piel de Oso"
-respondía ella.
Entonces apareció un apuesto soldado y pidió al posadero la mano de su hija. Como la
muchacha se negara a aceptarle, él dijo sonriente:
-¿No te dice el corazón que "Piel de Oso" soy yo?
Se casaron y no sólo ellos fueron felices sino que, con su generosidad, hicieron también
dichosos a los pobres de la ciudad.
Fin
El Villano y La Vid
El campesino cuidaba muy
bien de la vid y ésta creyó
que la quería mucho, pues
la apuntalaba con ramas.
-Tendré que
recompensarle con buenos
racimos -pensó ella.
Y la vid trabajó con tesón y
produjo mucha uva. Pero
después de la vendimia el
campesino le quitó de
golpe todos los palos y
puntales y la pobre vid se desplomó. Luego, con su hacha, el campesino hizo pedazos la planta,
la llevó a su casa y la arrojó al fuego.
Así premian los ingratos los servicios recibidos.
Fin
El Príncipe y El Mendigo
Erase un principito curioso
que quiso un día salir a
pasear sin escolta.
Caminando por un barrio
miserable de su ciudad,
descubrió a un muchacho
de su estatura que era en
todo exacto a él.
-¡Si que es casualidad! dijo el príncipe-. Nos
parecemos como dos gotas
de agua.
-Es cierto -reconoció el mendigo-. Pero yo voy vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y
terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú.
Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar de la
Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas.
-Eres exacto a mi -repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del mendigo.
Contó en la ciudad quién era y le tomaron por loco. Cansado de proclamar inútilmente su
identidad, recorrió la ciudad en busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un
miserable jornal.
Era ya mayor, cuando estalló la guerra con el país vecino. El príncipe, llevado del amor a su
patria, se alistó en el ejército, mientras el mendigo que ocupaba el trono continuaba entregado
a los placeres.
Un día, en lo más arduo de la batalla, el soldadito fue en busca del general. Con increíble
audacia le hizo saber que había dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran
estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.
-Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo hubiera hecho así?
Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo. El
príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.
Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo ocupó el trono. Lleno su corazón de rencor por
la miseria en que su vida había transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso de riquezas. Y
mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen un
pedazo de pan.
-Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era mi padre.
El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga al
enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había
recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.
-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.
Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su
autoridad, ciño la corona en las sienes de su autentico dueño.
El principe había sufrido demasiado y sabia perdonar. El usurpador no recibio mas castigo que
el de trabajar a diario.
Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad el respondia:
Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey.
Fin
Fabulas
El águila y el escarabajo
Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un
escarabajo, suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la
insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía
sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde
quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros
pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo
una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para
sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde
entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.
Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda
alcanzarte.
El águila y los gallos
Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.
Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor
orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.
Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña
se quedo con todo el gallinero.
A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate
La zorra y el espino
Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de pronto a punto de caerse. Y para evitar
la caída, se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron las patas, y sintiendo el dolor que
ellas le producían, le dijo al espino:
-- ¡ Acudí a tí por tu ayuda, y más bien me has herido !
A lo que respondió el espino:
-- ¡Tu tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y
herir a todo el mundo, y tú no eres la excepción !
Nunca pidas ayuda al que acostumbra a hacer el daño.
La zorra y la pantera
Disputaban otro día la zorra y la pantera acerca de su belleza.
La pantera alababa muy especialmente los especiales pintados de su piel.
Replicó entonces la zorra diciendo:
-- ¡Mucho más hermosa me considero yo, no por las apariencias de mi cuerpo, sino más bien
por mi espíritu!
Las cualidades del espíritu son preferibles a las del cuerpo.
La zorra y el mono disputando sobre su
nobleza
Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la vez cada uno sobre su
nobleza.
Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono
su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar. Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono,
mostrándoles unas tumbas le dijo:
-- ¡ Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis
antepasados !
-- ¡ Puedes mentir cuanto quieras -- contestó la zorra --; pues ninguno de ellos se levantará
para contradecirte !
Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y
corroborará o desmentirá tus palabras.
La zorra con el rabo cortado
Una zorra a la cual un cepo le había cortado la cola, estaba tan avergonzada, que consideraba
su vida horrorosa y humillante, por lo cual decidió que la solución sería aconsejar a las demás
hermanas cortarse también la cola, para así disimular con la igualdad general, su defecto
personal.
Reunió entonces a todas sus compañeras, diciéndoles que la cola no sólo era un feo agregado,
sino además una carga sin razón.
Pero una de ellas tomó la palabra y dijo:
-- Oye hermana, si no fuera por tu conveniencia de ahora, ¿ nos darías en realidad este consejo
?
Cuídate de los que dan consejo en busca de su propio beneficio, y no por hacer realmente un
bien.
La zorra y el cangrejo del mar
Queriendo mantener su vida solitaria, pero un poco diferente a la ya acostumbrada, salió un
cangrejo del mar y se fue a vivir a la playa.
Lo vio una zorra hambrienta, y como no encontraba nada mejor para comer, corrió hacia él y lo
capturó.
Entonces el cangrejo, ya listo para ser devorado exclamó:
-- ¡ Merezco todo esto, porque siendo yo animal del mar, he querido comportarme como si
fuera de la
tierra !
Si intentas entrar a terrenos desconocidos, toma primero las precauciones debidas, no vayas a
ser derrotado por lo que no conoces.
La zorra, el oso y el león
Habiendo encontrado un león y un oso al mismo tiempo a un cervatillo, se retaron en combate
a ver cual de los dos se quedaba con la presa.
Una zorra que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el cervatillo al medio, se
apoderó de éste y corrió pasando tranquilamente entre ellos.
Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse, murmuraron:
-- ¡ Desdichados nosotros ! ¡ Tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que todo quedara para
la zorra !
Por empeñarnos en no querer compartir, podemos perderlo todo.
Las ranas y el pantano seco
Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por lo cual lo
abandonaron para buscar otro con agua. Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de
agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:
-- Amiga, bajemos las dos a este pozo.
-- Pero, y si también se secara el agua de este pozo, -- repuso la compañera --, ¿ Cómo
crees que subiremos entonces ?
Al tratar de emprender una acción, analiza primero las consecuencias de ella.
El león y los tres bueyes
Pastaban juntos siempre tres bueyes.
Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el
luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.
Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con pérfidas patrañas, separándolos a unos
de los otros.
Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.
Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen.
El león y el toro
Pensando el león como capturar un toro muy corpulento, decidió utilizar la astucia. Le dijo al
toro que había sacrificado un carnero y que lo invitaba a compartirlo. Su plan era atacarlo
cuando se hubiera echado junto a la mesa.
LLegó al sitio el toro, pero viendo sólo grandes fuentes y asadores, y ni asomo de carnero, se
largó sin decir una palabra.
Le reclamó el león que por qué se marchaba así, pues nada le había hecho.
-- Sí que hay motivo -- respondió el toro --, pues todos los preparativos que has hecho no son
para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro.
Observa y analiza siempre con cuidado tu alrededor, y así estarás mejor protegido de los
peligros.
Miraba un lobo a un cordero que bebía en un arroyo, e imaginó un simple pretexto a fin de
devorarlo. Así, aún estando él más arriba en el curso del arroyo, le acusó de enturbiarle el
agua, impidiéndole beber. Y le respondió el cordero:
-- Pero si sólo bebo con la punta de los labios, y además estoy más abajo y por eso no te puedo
enturbiar el agua que tienes allá arriba.
Viéndose el lobo burlado, insistió:
-- El año pasado injuriaste a mis padres.
-- ¡ Pero en ese entonces ni siquiera había nacido yo ! -contestó el cordero.
Dijo entonces el lobo:
-- Ya veo que te justificas muy bien, mas no por eso te dejaré ir, y siempre serás mi cena.
Para quien hacer el mal es su profesión, de nada valen argumentos para no hacerlo.
No te acerques nunca donde los malvados.
La Aventura del Agua
Un día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en el soberbio mar sintió el
caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:
-Podrías tú ayudarme a subir mas, alto?
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transfor-mándola en sutil vapor.
El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del
aire, donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se
vieron obligadas a juntarse apretadamente, volviéndose más pesados que el aire y ca-yendo
en forma de lluvia. Habían subido al cielo Invadidas de soberbia y fueron inmediatamente
puestas en fuga. La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante
mucho, tiempo prisionera del suelo y purgó su pecado con una larga penitencia.
Fin
La Gratitud de La Fiera
Un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo, escapó al bosque. Se llamaba
Androcles.
Buscando refugio seguro, encontró una cueva. A la débil luz que llegaba del exterior, el
muchacho descubrió un soberbio león. Se lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando.
Androcles, sin sentir temor, se dijo:
-Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera guiado hasta aquí
para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, vamos...
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida hasta
encontrar una flecha profundamente clavada. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua
fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva. Hasta que Androcles, creyendo
que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus lanzas
cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo.
Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El recinto estaba lleno a rebosar de
gentes ansiosas de contemplar la lucha.
Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso
rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el
cuerpo del esclavo.
-íSublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sojuzgado a la fiera! -gritaron los
espectadores.
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Lo que todos ignoraron fue que
Androcles no poseía ningún poder especial y que lo ocurrido no era sino la demostración de la
gratitud del animal...
Fin
El Lirio
Sobre la verde orilla del río había crecido un bello lirio. Alta y erguida sobre su tallo, la flor
reflejaba sus blancos pétalos en el agua y el agua quiso apoderarse de ella.
Cada onda que pasaba se llevaba consigo la imagen de aquella blanca corola, y transmitía su
deseo a las ondas que aún no habían llegado a verla. Y así, todo el río empezó a agitarse,
inquieto y veloz. No pudiendo apoderarse del lirio, tan bien plantado y alto sobre su robusto
tallo, las olas se lanzaron furiosas contra la orilla, hasta que la riada arrasó toda la ribera, y
también el lirio puro y solitario.
Las pasiones desorbitadas de los hombres, son tan difíciles de contener como las olas
desatadas.
Fin
La Leona
Los cazadores, armados de lanzas y de agudos venablos, se acercaban silenciosamente.
La leona, que estaba amamantando a sus hijitos, sintio el olor y advirtió en seguida el peligro.
Pero ya era demasiado tarde: los cazadores estaban ante ella, dispuestos a herirla.
A la vista de aquellas armas, la leona, aterrada, quiso escapar. Y de repente pensó que sus
hijitos quedarían entonces a merced de los cazadores. Decidida a todo por defenderlos, bajó la
mirada para no ver las amenazadoras puntas de aquellos hierros y, dando un salto
desesperado, se lanzó sobre ellos, poniéndolos en fuga.
Su extraordinario coraje la salvó a ella y salvó a sus pequeñuelos. Porque nada hay imposible
cuando el amor guía las acciones.
Fin
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