ESPAÑA LIBERAL, 1868 − 1939 BLOQUE I. LA REVOLUCION DE 1868

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ESPAÑA LIBERAL, 1868 − 1939
BLOQUE I. LA REVOLUCION DE 1868
Tema 1. La Gloriosa y sus causas.
El 68 significa la crisis del sistema político moderado. Se trataba de una fórmula parlamentaria pero con una
preeminencia de la Corona, siempre rodeada de moderados. Sólo hay un partido y el sufragio es muy limitado
(en torno al 1% de la población), con lo que las clases populares están excluidas de la vida pública.
Para cambiar el sistema se necesita la combinación de juntas populares y militares liberales. La Revolución
del 68 es muy complicada en comparación con las anteriores. El juntismo es el modelo de revolución
democrática en España.
Los moderados estaban compuestos por burguesía financiera, industrial y clase terrateniente. Dentro del grupo
hay muchas tendencias, pero en general son liberales autoritarios. Cuentan con el apoyo implícito del clero y
del ejército. Defienden ante todo la propiedad.
Los progresistas contaban entre sus filas con muchos miembros pertenecientes a la burguesía financiera
partidaria de la entrada de capitales extranjeros (librecambistas). Están excluidos del poder, y aunque
defienden también la propiedad, lo hacen desde la perspectiva de ser un medio de crecimiento. Para ellos
orden es igual a libertad. Cuentan con el apoyo de militares progresistas.
Los demócratas se componían de personas pertenecientes a la burguesía urbana, el artesanado y a diferentes
profesionales liberales. Anhelan una revolución democrática apoyada en las masas populares. Sus objetivos
serían el progreso, la igualdad y poner fin a la problemática social. Su postura acaba derivando hacia tesis
federalistas.
La Revolución de 1868 supone el fin del régimen político isabelino. Sus causas pueden establecerse de la
siguiente forma:
• 1866: crisis económica y de subsistencia. Pérdida de cosechas, aumento de los precios del cereal, todo
ello unido a una coyuntura económica desfavorable. Narváez opta por una política represiva para
mantener el orden. En enero hay rebeliones militares progresistas que acaban fracasando.
• 1867: pacto entre los diferentes partidos que también busca el apoyo del pueblo. En Ostende pactan
demócratas y progresistas para derrocar a Isabel II, celebrar elecciones (con sufragio universal) y
elegir una asamblea constituyente para decidir el destino del país.
• Sept. 1868: la escuadra de Cádiz al mando de Topete se subleva. Al día siguiente es la propia ciudad
de Cádiz la que secunda esta sublevación, y al tercer día se publica un manifiesto que llama al
levantamiento general de la población. Surgen así las juntas, extendiéndose el movimiento
revolucionario. Serrano se dirige hacia Madrid, en donde derrota al ejército realista en la batalla de
Alcolea. La reina huye. La junta de Madrid sale de la clandestinidad.
Las juntas surgieron como forma de hacerse cargo del gobierno municipal destituyendo al poder antiguo.
Tenían interés en mantener el orden. Estaban compuestas por la burguesía y las clases populares. Las juntas
locales dependían de las provinciales, que a su vez lo hacían de la de Madrid. Esta jerarquización generó
tensiones internas pues variaba el grado de progresismo en los diferentes niveles. Así mismo las juntas
perseguían la consagración del sufragio universal y la formación de una asamblea constituyente.
Cuando se forma el gobierno, los progresistas excluyen de este a los demócratas por miedo a su excesivo
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populismo. Las juntas no participan en la formación del gobierno, y se las desarma. Se decreta la disolución
de los voluntarios de la libertad, una milicia popular surgida durante la revolución y que dependía de las
juntas. Se producen movimientos de resistencia en varias ciudades, pero a finales de año el gobierno ya se ha
hecho con el control. Serrano es el jefe de gobierno, Prim el ministro de Guerra, Topete el de Marina y
Sagasta de Gobernación.
Se declara la libertad de reunión, asociación, enseñanza, credo, prensa y expresión, así como el
establecimiento de sufragio universal directo para todos aquellos varones mayores de 25 años. Se convocan
nuevas elecciones. La campaña electoral tiene numerosas denuncias de infracciones a pesar de las libertades.
Triunfa en estas elecciones la coalición de progresistas y demócratas, que apoyaba la monarquía como forma
de Estado. Los republicanos obtienen 85 diputados. La primera tarea del nuevo gobierno es elaborar la
constitución e instituir un regente. También se contempla la supresión de quintas y consumos, pero el estallido
de la guerra en Cuba (1868) explica porque no se llevaron a cabo reformas en el ejército y en el sistema de
reclutamiento. Los consumos, abolidos por las juntas, se restablecen el gobierno no se hace eco de las
principales demandas populares.
Tema 2. La democracia liberal del sexenio (1868−1876).
La constitución de 1869 consta de 31 artículos, y está inspirada claramente el la de EEUU y Bélgica. Se
define como monárquica. Destacan los siguientes puntos:
• Sufragio universal masculino para mayores de 25 años
• Libertad de reunión, asociación, enseñanza y educación. La nación se obliga a mantener el culto
católico
• La soberanía reside esencialmente en la nación
• División de poderes. El legislativo es bicameral; el Senado es elegido por sufragio universal indirecto,
lo que le otorga un carácter conservador y selectivo. Estaba formado por antiguos ministros o
diputados, embajadores, miembros del clero
• El monarca es inviolable y tiene la capacidad de nombrar ministros. En el texto se dedica todo un
capítulo a la sucesión en el trono
• El poder judicial está representado por un sistema de jurados de los cuales una cuarta parte son
nombrados por el rey
El regente será Serrano y Prim asumirá la jefatura de gobierno. Se trataba de un gobierno de centro−derecha
que se oponía a los republicanos, que mientras tanto se encargan de promover y convocar manifestaciones. Se
debe enfrentar a nuevos movimientos juntistas que serán duramente reprimidos. Los problemas se le
acumulan.
La sucesión monárquica (encontrar un nuevo rey) se ve agravada por la presión desde diferentes puntos de
Europa. Había diferentes candidatos al trono en el interior del país, como Serrano o Espartero, o bien de fuera,
como Amadeo de Saboya. No hay unanimidad en el Congreso con respecto a los candidatos, aunque
finalmente se impone la opción de Amadeo de Saboya, cuyo principal benefactor fue Prim.
Promovida su candidatura por Juan Prim y Prats, presidente del gobierno desde junio de 1869 y principal
dirigente del Partido Progresista, el 16 de noviembre de 1870 (14 días después de haber aceptado el
desempeño de la Corona española) las Cortes Constituyentes le proclamaron rey de España. Desembarcó en
Cartagena el 31 de diciembre de ese año, cuatro días después del atentado que costó la vida a Prim, y llegó a
Madrid el 2 de enero de 1871. Ese mismo día juró la Constitución vigente (la de 1869), razón por la cual
algunos han querido ver (erróneamente) el inicio de su reinado en ese año de 1871. Desde entonces, su
ejercicio de la monarquía durante una de las fases del llamado Sexenio Democrático se llevó a cabo en medio
de gobiernos efímeros (un total de seis: dos presididos por Francisco Serrano, duque de la Torre, otros dos por
Manuel Ruiz Zorrilla y el resto, respectivamente, por Práxedes Mateo Sagasta y José Malcampo y Monge), de
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conspiraciones tanto republicanas como de los partidarios de la restauración de la Casa de Borbón, de las
luchas personales entre los partidos leales, así como de la continuación de la guerra de los Diez Años en Cuba
y del inicio en 1872 de la tercera Guerra Carlista. Fue obligado, a principios de 1873, a firmar la disolución
del cuerpo de artilleros, hecho anecdótico que le llevó a anunciar ante las Cortes su abdicación el 11 de
febrero de ese año, fecha en la que se proclamó la I República.
La situación política se había vuelto muy inestable hasta ese momento. La poderosa burguesía catalana estaba
descontenta por la introducción de la política librecambista, contraria a sus intereses; las clases populares se
empezaron a organizar de manera autónoma, el rey carecía de apoyos dentro del gobierno. Como
consecuencia de las continuas elecciones manipuladas, se produce una creciente radicalización de la sociedad
española hacia la derecha e izquierda. Hay una continua sucesión de gobiernos al tiempo que la coalición
inicial se va disgregando. La abdicación de Amadeo I de Saboya se produce por la falta de apoyo en un
momento de crisis social agravada por las acciones de los carlistas, las protestas de los republicanos, la guerra
en Cuba y problemas económicos derivados de ambos conflictos.
Mientras tanto la aristocracia ya está planeando junto a Cánovas del Castillo la vuelta al trono de los
Borbones.
La política económica se caracteriza por la aprobación en 1869 del arancel Figueroa, que significa la
transición al librecambismo desde el proteccionismo moderado. Hay grupos a favor de la medida (gobiernos
municipales, pequeños comerciantes y productores agrícolas) y se produce una ligera recuperación
económica, aunque la crisis acaba definitivamente con la siderurgia malagueña. La agricultura sigue siendo de
subsistencia.
Demográficamente, España está retrasada un siglo con respecto a Europa. Hay renuentes crisis de subsistencia
y epidemias que impiden el crecimiento continuado de la población. La urbanización es muy lenta (en 1900 el
51% de los españoles vivía en localidades con menos de 5000 habitantes), lo que en parte explica la debilidad
del apoyo a un cambio democrático: la sociedad rural es muy conservadora. El 70% de la población es
analfabeta.
El carlismo estaba moribundo. El pretendiente carlista se había declarado constitucional y abdica en su hijo,
futuro Carlos VII en la genealogía carlista. A partir del 68 se desarrolla una gran actividad propagandística
que consigue que se unan al movimiento miembros ultra conservadores, muy moderados y ultra católicos.
Hay tensiones entre los partidarios de una lucha legal por el trono o bien militar, de confrontación directa. En
apenas un cuatrienio, las tropas del pretendiente Carlos VII (duque de Madrid) se enfrentaron con las de los
sucesivos adeptos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII, prueba inequívoca de la cambiante
morfología política de España en esos años y sus dificultades para consolidar su forma de gobierno y
estructuración territorial del Estado. Cataluña y el País Vasco coparon en esta tercera y última ocasión la
geografía militar carlista desde las primeras escaramuzas del llamado `ejército de Dios, del trono, de la
propiedad y de la familia', fechadas en 1872, hasta el histórico Volveré pronunciado por Carlos VII en febrero
de 1876 al cruzar el puente de Arnegui rumbo al exilio, por lo demás nunca cumplido. Entre uno y otro año
tuvieron lugar un sinfín de choques armados, unas veces favorables a los rebeldes (Estella, Santa Bárbara,
Montejurra, Luchana, Desierto, Portugalete), o bien estrepitosos errores de éstos (sitio de Bilbao, toma de
Cuenca, marcha hacia Valencia), junto a acontecimientos variopintos como la designación del infante Alfonso
Carlos al frente de los combatientes catalanes y la testimonial devolución a este pueblo de sus perdidos fueros,
o las atrocidades del cura Manuel Ignacio Santa Cruz, encarcelado por los propios carlistas y cruel excepción
que confirma la regla del derramamiento indiscriminado de sangre inocente. La Restauración de la Casa de
Borbón, llevada a efecto en diciembre de 1874 en torno a la figura de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel
II, puso de relieve, antes de certificarlo las armas en Cataluña y Navarra, la secular inutilidad del empeño
carlista por acceder a la corona de España. Con la Restauración, el carlismo entra en crisis, pues Alfonso lleva
a cabo una política de atracción que contaba, además, con el apoyo implícito de Roma.
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Cuba era de las pocas colonias que no se había independizado, junto con Puerto Rico. A la oligarquía local no
le había interesado la independencia. La isla era una colonia de servicios a diferencia de muchas otras que
eran explotadas por sus recursos naturales. Al cabo del tiempo acaba convirtiéndose en uno de los territorios
más ricos y prósperos de toda América. Durante el siglo XVII la mayor parte de los ingresos provienen de las
explotaciones tabaqueras, de las que el estado español tenía el monopolio. Ya en el siglo XVIII y principios
del XIX, la aristocracia criolla invierte en tierras dedicadas al cultivo de la caña de azúcar, que a diferencia del
tabaco no depende de Madrid. Debido a este fenómeno, Cuba se desarrolla técnica y económicamente mucho
más rápido que la metrópoli, aunque sigue necesitando a España para poder controlar (por la fuerza) a la
numerosísima población esclava (negros).
A partir de la revolución liberal, la actitud española hacia Cuba cambia y se hace más reaccionaria. Se niega el
derecho a tener representación política. En 1825 se dota al gobernador de la isla (curiosamente un militar) de
plenos poderes. En 1837 los diputados electos de Cuba no son autorizados a entrar en España. Tres años antes
se había enviado a la isla a un gobernador militar, llamado Tacón, que se caracteriza por llevar a cabo una
brutal política represiva. A partir de ese momento comienzan los conflictos.
La nula sensibilidad hacia las colonias radicaba en el temor a una sublevación de los esclavos negros en contra
de los intereses españoles. Los sistemas de explotación siempre estuvieron controlados por la burocracia
española, que también establecía la cuantía de los impuestos, bastante elevada. En 1865 Cánovas del Castillo
propone crear una Junta de Información en donde los cubanos pudiesen exponer sus quejas, pero esta medida
fracasa cuando se lleva a la práctica. Los cubanos son engañados y además se suben de nuevo los impuestos
durante su estancia en España para que cuando volvieran a Cuba quedasen como los responsables de la
subida.
En octubre de 1868 Carlos Manuel Céspedes se subleva contra el gobierno español e inicia un conflicto
armado que durará diez años. Esta sublevación se conoce como el Grito de Yara, y se inicia en la parte
oriental de la isla, la más montañosa. Desde ahí se avanza hacia La Habana. El Capitán General en Cuba se
niega a conceder las peticiones de los insurrectos e inicia acciones represivas contra ellos. Permite y consiente
que grupos armados de voluntarios españoles actúen de manera paramilitar en las ciudades con gran violencia,
para que así el ejército regular pueda centrarse en las operaciones de campo.
La asamblea de Guaimaro (cubana) legisló sobre el comercio de los productos cubanos, la libertad de los
esclavos, etc. La dirección militar de los sublevados recae sobre Máximo Gómez, de tendencias opuestas a las
de Céspedes. Hay tensiones internas que conducen a la formación de células de lucha autónomas unas de
otras. La declaración de independencia clama contra la tiranía española que negaba a Cuba la libertad
económica, política y religiosa. Así mismo apoyaba la emancipación de todos los esclavos negros de la isla.
España reacciona a estas medidas declarando en 1870 la ley de vientres libres, por la que todos los recién
nacidos hijos de esclavos eran considerados libres. Con esta ley se pretende competir con las medidas de los
insurrectos para granjearse la amistad de los esclavos. La esclavitud queda abolida de forma definitiva en
1886.
La guerra resulta cada vez más costosa par España. Cuando finaliza la III Guerra Carlista, se envía un
importante contingente al mando de Arsenio Martínez Campos, conocido como el Pacificador. Nada más
llegar destituye a los responsables de la represión, suspende las ejecuciones de presos, devuelve las
propiedades embargadas, promete establecer los mismos privilegios comerciales que en Puerto Rico, etc. Pero
la realidad no fue tan idílica, pues muchas de estas medidas, plasmadas en la Paz de Zanjón (1878), no se
aplicaron o si lo hicieron fue de forma parcial. De los 200.000 soldados españoles enviados a Cuba,
regresaron sólo 63.000. Muchos se quedaron para hacer fortuna y otros muchos murieron víctimas de las
enfermedades tropicales. La guerra fue un fabuloso negocio para la oligarquía española del transporte
(traslado de tropas), y del abastecimiento de suministros. Tras la guerra Cuba consigue participación política
hasta que estalla la última guerra, que finalmente significará su independencia de España.
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La implantación de la I Internacional. 1868 inaugura la problemática del movimiento obrero y los
movimientos sociales. Las primeras asociaciones obreras databan de 1840. Se caracterizaban por su
focalización, es decir, estaban allí donde había desarrollo económico, como por ejemplo, en Cataluña; también
por una ausencia normativa que las enmarcase (no había ni prohibición ni ley de asociaciones); el derecho de
asociación se convierte en la principal reivindicación.
La clase obrera hace suyos los ideales de demócratas y republicanos, pero las expectativas no se cumplen y
esto les conduce al apoliticismo con el paso del tiempo. Su ideología debía conducir a la Armonía. Desde
1868 la situación de España no presenta demasiados cambios: la economía sigue siendo dual (dos
velocidades) y el campo sigue atrasado, pero por fin se aprueba el derecho de asociación, que pasa a ser un
derecho constitucional. Entre 1868 y 1874 se desarrolla rápidamente una conciencia social acorde con un
proceso de penetración de la I Internacional, fundada en Londres en 1864. Se produce una ruptura definitiva
con la ideología demócrata, lo que conlleva cambios tácticos: organización en células de resistencia, huelga
como forma de acción social, etc. Los burgueses también toman conciencia de clase, y empiezan a hablar del
peligro obrero, que podía amenazar sus intereses. Las cortes de 1871 discuten sobre la moralidad de la
Internacional, y se configura así una conciencia reaccionaria en contra de ésta.
En diciembre de 1868 se reúne por primera vez un congreso de obreros (unos 100 aproximadamente) con 61
sociedades obreras catalanas. Se definen a favor de una República federal. La Internacional envía a un
delegado italiano (Fanelli) a España; en enero de 1869 funda un pequeño grupo de la AIT, creando núcleos en
Madrid y Barcelona, pero de carácter bakuninista (apolítico, anarquista, etc.). Las consignas de Fanelli, como
las de Bakunin, son antipolíticos y contrarias a las tesis de Marx.
Las continuas crisis de subsistencias y hambrunas provocan diversas sublevaciones e insurrecciones
campesinas por toda Andalucía y Extremadura al grito de las cosas siguen igual, lo que pone de manifiesto la
gravedad de la situación en el sector agrario.
En 1871 se produce la Comuna de París, que consigue establecer un gobierno autónomo municipal, un
auténtico precedente de las revoluciones socialistas del siglo XX. El fenómeno despierta gran interés en los
trabajadores pero sobre todo en la burguesía, que descubre un nuevo enemigo, el movimiento obrero. La
burguesía española oculta la realidad y la manipula a través de los medios de comunicación (periódicos) para
evitar que se reprodujese en Madrid los comuneros venden el Palacio de Versalles a los norteamericanos; la
revolución es una orgía de violencia; es antipatriótica, etc. Y además es un fenómeno irreligioso. Todas estas
difamaciones conducen a la prohibición de la AIT en España como encarnación del mal obrero. Las cortes la
califican de inmoral y la acaban prohibiendo por ser ilegítima.
En el congreso de Valencia de septiembre del 71 (semiclandestino) se declaran las tendencias bakuninistas del
movimiento obrero español. Tras la Comuna de París llega a Madrid Lafargue, yerno de Marx huido desde
Francia. Aquí descubre el conflicto ya latente en España entre las tesis de Marx y Bakunin. Funda un
periódico de carácter marxista, La Emancipación, en el que trabajan algunos taquigráficos como Pablo
Iglesias. Desde 1872 se insertan textos marxistas en la prensa madrileña, pero el periódico acaba
desapareciendo por falta de suscriptores. Esto confirma la preponderancia del apoliticismo / bakuninismo de
la clase obrera española frente al marxismo.
En 1872 tiene lugar el congreso de La Haya, donde se produce la expulsión de Bakunin de la AIT y la
creación de un partido político obrero, pues tras la expulsión se acaba con la resistencia anarquista a la
participación política. En España, el congreso de Córdoba (1873) acuerda apoyar los planteamientos
anarquistas de Bakunin pese a su expulsión, lo que marcará la definición del anarquismo español:
• rechazo a la actuación en política para llevar a cabo la liquidación social o supresión de la sociedad
burguesa.
• rechazo a la mediación del Estado burgués en los conflictos sociales. Es un No al intervencionismo estatal.
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El Estado es la base de la explotación, y la táctica a seguir es la acción directa.
• antiparlamentarismo no participar en el sistema político burgués. Antielectoralismo al grito de ¡no a las
urnas!.
Proclamada la I República vuelven las reivindicaciones obreras tras la creación de expectativas. El
reformismo social es la clave, y se plasma en medidas como la supresión de las quintas y la propuesta de ley
de jurados mixtos (obreros/patronos, búsqueda de la Armonía a la hora de resolver los conflictos). Las
reivindicaciones obreras buscan el cumplimiento de los acuerdos pactados en el 68, pero el final de la
República federal y la consiguiente represión lo impiden.
Tema 3. La República federal.
El fracaso de la monarquía de Amadeo I, quien renunció de forma irrevocable al trono el 11 de febrero de
1873, abrió el camino a un régimen republicano que habría de durar un año escaso (11 meses), hasta el 3 de
enero de 1874. El régimen republicano supuso que todos los representantes del pueblo fueran elegidos de
forma más democrática (sufragio universal masculino), en tanto que el presidente lo era por el Parlamento. La
inestabilidad gubernamental fue su principal característica, puesto que en tan corto periodo de tiempo se
sucedieron cuatro presidentes con seis gobiernos.
Estanislao Figueras, abogado catalán y parlamentario republicano, formó el primer gobierno, en parte con
ministros de la anterior etapa monárquica, pero también incorporando reputados republicanos. Después de
haber superado una crisis ministerial, Figueras estuvo al frente del ejecutivo durante cuatro meses (desde el 11
de febrero hasta el 11 de junio). Fue una etapa de consenso entre las distintas familias republicanas.
Tras el abandono del anterior, se le encargó formar gobierno a Francisco Pi i Margall, convencido federalista
catalán. El cantonalismo le desbordó ampliamente, incluso antes de que se pudiera promulgar la
correspondiente Constitución (que no pasó de proyecto constitucional, al no tener tiempo de alcanzar la
aprobación parlamentaria). Tuvo que abandonar el poder, después de afrontar incluso una reorganización
ministerial, con sólo poco más de un mes al frente del ejecutivo (desde el 11 de junio hasta el 18 de julio).
El tercer presidente, Nicolás Salmerón, filósofo krausista y humanista de firmes convicciones, abandonó la
presidencia de la República, antes que dar el visto bueno a una pena de muerte, cuando llevaba sólo mes y
medio al frente del gobierno (del 18 de julio al 7 de septiembre).
Emilio Castelar, polémico periodista y brillante orador, formó un gobierno centralista y con más autoridad
para poder hacer frente a la situación, especialmente a los tres cánceres del régimen: la guerra de Cuba, el
carlismo y el cantonalismo. Gobernó durante cuatro meses (desde el 7 de septiembre hasta el 3 de enero de
1874), que finalizaron abruptamente con el pronunciamiento del capitán general de Madrid, Manuel Pavía.
Los principales obstáculos de la I República fueron la falta de una sólida base republicana, que fue síntoma
de una determinada estructura social, a la vez que un problema de cara a la consolidación del nuevo régimen.
La sociedad española estaba compuesta mayoritariamente por población campesina con un elevado índice de
analfabetismo y desmovilización política. Por el contrario, una minoría oligárquica (nobleza y alta burguesía)
tendía hacia un régimen monárquico piramidal, del cual se beneficiaba, y en el que el caciquismo era su
instrumento preferido. Las capas medio−burguesas, donde tenía su clientela el republicanismo, eran escasas y
estaban dispersas, salvo en ciudades de cierta entidad, con la agravante de que en esos mismos núcleos el
obrerismo también reclutaba a sus principales seguidores.
Si en la revolución de 1868 había desempeñado ya un papel de cierta importancia la crisis económica, ahora
se agravaba con las repercusiones de la primera gran crisis internacional del capitalismo. El trasfondo
económico de la I República era, por tanto, muy negativo. Las protestas sociales aumentaron
considerablemente.
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Pero los grandes problemas de la República fueron las dos guerras heredadas del periodo inmediatamente
anterior: la de Cuba y la tercera Carlista, que lejos de aliviar la situación hacendística impidieron además
cumplir algunas promesas muy republicanas, como la abolición de quintas y consumos (derechos de puertas).
Hubo otro problema social, el bandolerismo, que en algunos casos se mezclaba con el cantonalismo
federalista. Todo esto frustraba las bases sociales republicanas.
Dinámica política. La fórmula de compromiso que intentó llevar a la práctica Figueras fracasó a los pocos
meses. El ala radical, los auténticos republicanos, o sea, los federalistas, intentaron plasmar su concepción
política y social. No consiguieron hacer aprobar la nueva Constitución federal, al tiempo que el cantonalismo
les desbordaba. Éste se extendió de forma incontrolada por toda España, y, de forma más señalada, en
Cartagena (Murcia), ciudad que se mostró como la más persistente, hasta el punto de declarar la guerra al
Estado español. La revolución cantonal es un nuevo factor de la revolución liberal (1868−1874). Desde
Madrid se intenta dirigir el movimiento pero se fracasa estrepitosamente; en cambio si hubo iniciativas locales
que se pusieron al frente de la insurrección, formando juntas revolucionarias por toda Andalucía y Valencia,
aunque la más importante fue la de Cartagena.
A esta dinámica se superpuso, en algunos casos, el factor social. El internacionalismo obrero, en su versión
anarquista, comenzó con gran fuerza a extenderse por toda la geografía española, de forma particular en el
campo andaluz y la costa levantina hasta el epicentro de Barcelona. En Alcoy (Alicante), por ejemplo, los
obreros, dueños de la villa, asesinaron al alcalde e incendiaron varias fábricas. El carlismo siguió sembrando
de guerra y perturbación buena parte del norte de España. La lucha contra los independentistas en Cuba
reclamó cada vez más soldados y medios materiales.
El cambio de Castelar hacia el centralismo, reforzando todos los instrumentos del Estado, no tuvo tiempo para
encauzar la situación. El golpe militar de Pavía, realizado para reforzar la autoridad de Castelar, aunque sin su
consentimiento, puso de manifiesto la endeblez del poder civil ante el gran reto transformador que suponía la
propuesta republicana. A la I República española le siguió la que dio en llamarse fase pretoriana republicana,
con el gobierno de Francisco Serrano, duque de la Torre, el cual duró hasta que, en diciembre de 1874, dio
comienzo el periodo denominado Restauración.
Proyecto constitucional de 1873: el 17 de julio una comisión dirigida por Castelar presenta un proyecto
compuesto de 10 títulos que responde a tres preocupaciones básicas:
• Conservar la libertad y la democracia conseguida en 1868.
• Descentralización: dividir y articular el Estado español.
• Dividir los diferentes poderes para que resultase imposible el establecimiento de una dictadura.
Así mismo se declara la libertad de culto y la separación entre la Iglesia y el Estado, algo revolucionario en la
época. El proyecto recoge la línea marcada por la Constitución de 1869 pero acentúa las libertades. Define a
España como un estado compuesto (no unitario) por 17 estados diferentes, incluidos Cuba y Puerto Rico. El
municipio cuenta con total libertad económica, política y administrativa. La Federación se encarga de las
atribuciones más importantes, como defensa, asuntos exteriores, etc. En general, la influencia norteamericana
en el proyecto es muy notable.
• Poder ejecutivo representado por el Congreso de la nación española y el Senado. El primero de ellos
respondía a un diputado por cada 50.000 habitantes, cuyo mandato duraba sólo dos años. El poder
ejecutivo no puede disolver el Congreso, y comparte la iniciativa legal. Se establece un periodo
obligatorio de reunión para esta cámara. El Senado está compuesto por cuatro senadores de cada
estado, que son elegidos por las cortes de dicho estado. Sus atribuciones son básicamente de control y
su mandato también dura dos años para evitar la inmovilidad en el poder.
• Poder ejecutivo ejercido por un presidente de la República (jefe de Estado), que debe ser español y
mayor de 30 años. Ejerce el poder de relación. Un vicepresidente le reemplaza en caso de muerte o
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incapacidad. Sólo permanece 4 años no prorrogables (modelo norteamericano) y es elegido por
sufragio universal indirecto de segundo grado. Tiene derecho de iniciativa legal, funciones judiciales
y federales. Nombra al gobierno.
• Poder judicial: Tribunal Supremo federal con tres magistrados por cada estado.
BLOQUE II. LA RESTAURACIÓN
Tema 4. El régimen canovista: la monarquía doctrinaria.
Cánovas del Castillo busca apoyos para Alfonso (hijo de Isabel II) durante el transcurso del sexenio. En el
manifiesto de Sandhurst, redactado en realidad por Cánovas, el futuro rey promete someterse a los principios
de la monarquía constitucional. El 28 de diciembre de 1874 tiene lugar el golpe de Martínez Campos, que
restaura finalmente la monarquía borbónica. Se recupera así el sistema político moderado por actualizado y
modificando los aspectos que no habían funcionado en el pasado: los pronunciamientos y las sublevaciones.
Se cambia todo lo necesario para que todo siga igual sistema de turno pacífico en el poder para crear una
sensación de cambio, aunque en realidad no existiese pues todo era manipulado. El pluralismo controlado se
manifiesta en la creación de dos partidos que se reparten alternativamente el poder. El ejército lo preside todo
para desincentivarle de las insurrecciones; se le integra en el sistema político para evitar su sublevación.
Hasta su muerte en 1897 (asesinado), Cánovas controla el poder. El único factor de conflicto son las clases
populares y el movimiento obrero, que son excluidos de la vida política tras el fracaso del Sexenio. Los
últimos estallidos no consiguen poner en crisis al sistema: la sublevación ya no es un instrumento útil.
Martínez Campos proclama rey a Alfonso XII. Primo de Rivera secunda el levantamiento, que también cuenta
con la complicidad de Serrano, Sagasti, etc. Hay una dualidad muy grande entre los actos externos de la
monarquía y la verdadera práctica política, que excluye todo movimiento considerado peligroso para los
intereses políticos y económicos dominantes. La oposición queda marginada y la opinión pública silenciada.
Se suprimen progresivamente muchas libertades y derechos, como el de asociación o la libertad de prensa y de
cátedra. No se podía hablar de la monarquía y mucho menos criticarla. Sólo se mantiene la ley de sufragio
universal para poder legitimar la monarquía borbónica. Las elecciones fueron constantemente manipuladas
desde el poder por Cánovas para preservar el régimen.
Canovas busca el apoyo y la integración de la Iglesia, para lo cual hace varias concesiones que acaban con el
escaso laicismo revolucionario. Roma reconoce a Alfonso como rey de España y retira su apoyo a los
carlistas. Canovas restablece el matrimonio canónico, la diferenta entre hijos legítimos e ilegítimos, etc. Pero
sobre todo apoya la enseñanza religiosa la cultura y la moralidad pública son monopolizadas desde el púlpito.
Cánovas y la constitución de 1876. El concepto de nación es fundamental en la ideología canovista. Es un
fenómeno histórico concreto. Tiene una formación natural y características sobrenaturales: es de carácter
providencial. La soberanía es simplemente poder. La soberanía o voluntad de hecho es la que reside en la
voluntad efectiva y actual del conflicto social, y se expresa numéricamente (votos). Pero para Cánovas la
verdadera voluntad nacional es la voluntad o soberanía de derecho, que obra por virtud de una actividad
superior engendrada en el tiempo. Esta idea será clave en la política manipuladora de Cánovas. La soberanía,
según este postulado, está enraizada en el pasado. Con este razonamiento no hay estado constituyente, o lo
que es lo mismo, electivo. El rey y las cortes comparten la soberanía y la potestad de la fuente histórica de
esta. En el sistema canovista la monarquía no depende de las cortes; es la hechura del estado español según el
propio Canóvas. Es el principio indiscutible de España se le quita toda la legitimidad posible a un estado
español republicano como el del periodo anterior. La monarquía borbónica representa la legitimidad y está por
encima de la política. El Estado debe ser muy fuerte y estar muy bien constituido.
A nivel social, el problema que se encontró Cánovas giraba en torno a la igualdad, que para él debía
mantenerse SOLO en un plano jurídico, no social; según su punto de vista, las desigualdades proceden de
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Dios, y gracias a ellas las minorías inteligentes estaban destinadas a gobernar al resto desde las esferas de
poder es una teoría encaminada a justificar ideológicamente las desigualdades sociales para poder reprimir los
sentimientos igualitarios (socialismo y movimiento obrero). La propiedad se considera la base de la sociedad;
es por ello por lo que el estado debe velar por su subsistencia. Por ello Cánovas defenderá el sufragio
censitario: sólo deben votar los que tengan bienes en propiedad.
Las elecciones de 1879 se celebran con sufragio universal, que, aunque contrario a sus ideas, servía para
legitimar el régimen. Luego se hace censitario pero en 1890 (gobierno liberal) se convierte definitivamente en
universal, aunque es encauzado gracias a la manipulación.
La constitución de 1876 es una copia casi exacta de la de 1845, muy moderada en sus principios. Se copian
literalmente los títulos que definen el papel del rey, de las cortes y del gobierno. En este nuevo sistema
canovista la corona designa al gobierno (y no las elecciones); este a su vez convoca elecciones y obtiene así la
mayoría parlamentaria a través de la corrupción electoral.
La constitución establece que la soberanía es ejercida por el rey y las cortes, lo que limita al sistema
parlamentario. El poder legislativo también es compartido. Hay un sistema bicameral y una subordinación
ministerial a la figura del rey. Este último tiene el poder ejecutivo y el mando del ejército, así como el libre
nombramiento de ministros; es la clave del sistema bipartidista.
En lo respectivo al Congreso, su elección y funcionamiento es igual que en 1845. Tiene iniciativa legislativa,
al igual que el Senado, cuyos miembros son elegidos por sufragio corporativo (entre determinados cuerpos del
estado: ejército, administración, etc.), y en algunos casos, el cargo de senador es vitalicio (sólo los nombrados
por el rey).
Las garantías para el ciudadano son más amplias que en 1845. Hay varios derechos fundamentales, tolerancia
religiosa, libertad de reunión, asociación, etc., pero por encima de todo están los derechos de la nación y las
atribuciones del poder público, lo que en la práctica limitaba las libertades individuales. Hay un artículo en la
constitución que permite expresamente la supresión de las garantías constitucionales.
El sistema político se basaba en una estructura jerárquica de carácter piramidal. Por encima de todos se
encontraba el rey, luego los ministros, los gobernadores civiles y por último el poder local (caciques). Joaquín
Costa lo calificó como una oligarquía y caciquismo permanente en eso se basó toda la Restauración. El poder
local tenía cierta autonomía; el margen de actuación de la oposición era mínimo, de hecho sólo una burguesía
periférica (Cataluña, País Vasco) plantea alternativas. Hasta el siglo XX las protestas no son significativas.
Además, el movimiento obrero se decanta por el apoliticismo. La burguesía urbana sigue siendo muy limitada.
Hasta 1910 el PSOE (fundado en 1879) no consigue un diputado pese a presentarse a todas las elecciones; es
decir, durante 30 años no hay representación obrera en el Congreso, lo cual da una ideal de la manipulación
electoral. La sociedad sigue siendo rural y las comunicaciones son muy pobres, a lo que hay que unir un poder
jerarquizado que impide la verdadera participación política pese a la implantación definitiva del sufragio
universal en 1890.
Para el funcionamiento del turno se requería la concentración de la opinión pública en dos grandes bloques. El
sistema no permitía el multipartidismo debido a las clientelas de cada partido, que les obligaba a recompensar
en cada mandato a los que les habían apoyado. Ambas formaciones comparten valores políticos
fundamentales, como el reconocimiento de la monarquía, y criterios económicos y sociales muy parecidos,
para que con cada cambio de gobierno no se deshiciese todo lo del anterior periodo. El turno requiere así
mismo el falseamiento de los resultados electorales.
El partido conservador responde a los intereses de grandes propietarios y banqueros. Está organizado en tono
a Cánovas y se componía de notables. La carrera parlamentaria servía como promoción, y entre ambos
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partidos (conservador y liberal) siempre había algún diputado republicano. Los miembros del bloque
conservador procedían de la corriente moderada anterior al 68. Presionaron a Isabel II para que abdicara en su
hijo. La toma de poder suponía que el jefe del partido fuese también el jefe de gobierno. En el sur de España,
el partido conservador cuenta con muchos apoyos (grandes terratenientes).
El partido liberal lo formaron antiguos radicales, demócratas de derechas y monárquicos que apoyaron a
Amadeo I. Cánovas negocia con Ruiz Zorrilla y Sagasti para darles la posibilidad de participar
parlamentariamente a cambio de su apoyo al sistema. En 1880 Sagasta crea el nuevo partido y en 1881
comienza a gobernar. Dentro del partido confluyen dos tendencias: la liberal−demócrata (Moret) y la de
izquierda monárquica.
Cuando en 1885 muere el rey, ambos partidos se comprometen a mantener el turno (Pacto de El Pardo), que
es posible gracias a la manipulación de las elecciones. La ley electoral, la formación de distritos, etc.,
constituía el primer paso para dicha manipulación. Cada distrito elegía un diputado, aunque no existía
proporción entre población y diputados, es decir, por cada pueblo salía elegido un diputado, y por cada
ciudad, también. Esta medida estaba encaminada a contrarrestar el voto urbano, mucho menos manipulable.
También cabe destacar como factor de tergiversación que en los censos no se producían fallecimientos, es
decir, hasta los muertos pueden votar. El interventor de cada partido se encargaba de comprar votos y de
realizar favores hacia los futuros simpatizantes.
El voto acaba monetarizado, es decir, se acaba obteniendo a través del soborno con dinero. Esto ocurre desde
1890, con la implantación del sufragio universal. Los métodos d manipulación eran sin embargo muy
primarios y cada vez se hace más difícil emplearlos, sobre todo en el mundo urbano.
El cacique es el jefe del partido en una determinada localidad. Debe tener una clientela a su alrededor, lo
llamados amigos políticos. El cacique puede ser un hombre no muy rico; simplemente reparte cosas que
pertenecen a la jurisdicción del estado: concesiones, puestos en la administración, tierras, exenciones
fiscales/militares, etc. Al gobierno no le interesa romper el sistema, y en realidad sería incapaz de acabar con
él.
Los grupos políticos tenían sus mesnadas (seguidores), que exigían una máxima representación. Desde el
Ministerio de Gobernación se organizaba el reparto de escaños entre los diferentes distritos; los candidatos
que salían elegidos eran los cuneros. Cuando uno de estos cuneros no obtenía un distrito (ya no quedaban, por
ejemplo) se le llamaba trashumante. Había también candidatos naturales o arraigados que siempre salían
elegidos en un distrito, de ahí el nombre. Hacia finales del sistema, el voto urbano se hace más limpio e
independiente.
La Restauración es también una sucesión de códigos y leyes que permiten que la situación no cambie orden
social establecido. La clave de todo es el Código Civil de 1889 y las diferentes leyes de 1882, 1885, etc., que
abarcan aspectos como el comercio o el enjuiciamiento. Su finalidad es proteger la propiedad privada y
regular el funcionamiento de la sociedad (familias). Estas leyes son elaboradas por comisiones delegadas sin
la participación de las cortes. Todo esto representa la vuelta al poder político de la clase propietaria creada en
etapas anteriores.
En lo económico la cuestión principal sigue siendo el atraso como clave del mantenimiento del sistema. La
industrialización es escasa y muy focalizada. La sociedad agraria es dominante en España. El desarrollo
burgués es regional, lo que provoca en estas zonas rechazo hacia el estado central; es el caso de Cataluña y el
País Vasco. Muchas veces la industrialización se produce gracias a estímulos externos, como por ejemplo la I
Guerra Mundial, durante la cual España se declaró neutral y se convirtió en un país productor que abastecía al
resto de naciones europeas. El exterior tiró de la economía española.
El modelo económico (1880−1914) se caracteriza por su carácter defensivo para mantener la situación
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existente, la heredada de una Revolución Industrial defectuosa y focalizada. Se consolida un desarrollo
desigual entre las diferentes regiones. Andalucía y Galicia son las más perjudicadas por esta situación.
Respecto al éxito o fracaso de la Revolución Industrial en España, no existe acuerdo entre los historiadores
económicos. Para unos la crisis es interna y para otros depende de factores exteriores. Sin embargo el
verdadero problema radicaba en la agricultura española, ya que existían intereses contrapuestos. No se
modifican las relaciones de propiedad de la tierra, o lo que es lo mismo, se mantiene en manos de la nobleza y
aristocracia terrateniente, que habían incrementado su ya rico patrimonio a raíz de las desamortizaciones. La
gran propiedad se afianza.
La productividad de la tierra sigue siendo baja y la agricultura sigue siendo de subsistencia. En épocas de
crisis debía importarse el cereal desde el extranjero para paliar el hambre. El nivel tecnológico del campo
español es muy bajo. Hasta 1870 la fragmentación del mercado nacional provoca que haya una enorme
diferencia de precios entre el producto recogido de la tierra, y su precio final de venta en los mercados
deficiente sistema de transportes. Sirva de ejemplo que el trigo ucraniano llegaba más barato a Barcelona que
el producido en Palencia.
Hay focos de agricultura dedicada a la exportación, pero chocan con el carácter proteccionista del sistema. Es
el caso de los cítricos levantinos o los alcornocales extremeños (producción de corcho). Cuando la filoxera
llega a España, el sector vinícola entra en recesión. Todo el sector exportador era mucho más abierto de
mentalidad que la tradicional burguesía agraria castellana, muy rígida, reacia al cambio y conservadora.
Respecto a la propiedad de la tierra, había dos modelos principales. El latifundio generaba un alto paro
estacional, bajos rendimientos agrícolas y conflictos sociales. Era el característico de las explotaciones
cerealísticas y olivareras. Para optimizar costes, se bajaban los salarios o se buscaban cultivos que necesitaran
menos mano de obra (como el girasol), o incluso se transformaban en explotaciones ganaderas. Esto generaba
numerosos conflictos con los campesinos.
El otro modelo existente era el minifundio, muy complejo en su estructura y funcionamiento y característico
de la España húmeda. Depende enteramente del mercado nacional, pues a cambio de comprar sus productos se
le obliga a aceptar el trigo castellano. Esta situación permanente de penuria obliga a muchos gallegos, por
ejemplo, a emigrar.
Hay áreas donde prevalece el arrendamiento de cara a la producción para el mercado urbano, como por
ejemplo el caserío vasco o la masía catalana. El caserío del monte vive en permanente crisis, no así los
situados cerca de núcleos urbanos, que conocen un importante auge. Cataluña genera así una pequeña
burguesía agraria y textil que busca nuevos mercados donde expandirse. Es capaz de invertir en industria y
avances agrarios gracias a los excedentes de producción de sus campos, que reportan mayores beneficios. A
partir de un campesinado obligado a vender pequeños objetos y mercancías manufacturadas como segunda
forma de obtener ingresos, van surgiendo nuevos mercados donde vender la producción algodonera, además
del mercado colonial, en donde España tenía el monopolio comercial. Durante la década de 1840 se
introducen en Cataluña nuevas máquinas que le permiten ponerse al nivel europeo. Así mismo cuenta con una
emergente industria química muy ligada al floreciente sector textil. Hasta 1880, dicho sector se mantiene el al
día gracias sobre todo al mercado colonial, pero a finales de siglo entra en crisis debido a la sobreproducción
surgida tras la pérdida de Cuba y Filipinas. Sobrevive gracias a una situación de minifundio, de carácter muy
proteccionista y enteramente dependiente del mercado interior origen del catalanismo político.
En el País Vasco, encontramos la industrialización vizcaína. En 1856 se descubre el proceso Bessemer, que
abarató muchísimo la producción del acero, cuya demanda era muy elevada debido a la expansión del
ferrocarril. En Vizcaya abundaba el mineral necesario para su obtención, lo que la situó como primera
exportadora de dicho mineral, que además era de muy alta calidad. Pero antes hubo que abolir los fueros
vizcaínos, que impedían su exportación. El final de la guerra carlista también favoreció el cambio de
situación. A esto hay que sumarle la excelente situación geográfica de los yacimientos, muy cerca de la costa,
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lo que facilitaba y abarataba su transporte. Estos factores, unidos, generaron el auge industrial de Vizcaya.
A partir de 1878 Bilbao empieza a organizarse de cara a la exportación de mineral; se mejora el puerto, el
acceso a la ría, etc. En 1882 la familia Ibarra funda la primera fábrica de hierro, donde se transforma el
mineral en metal. Inglaterra absorbía más del 60% del total de la producción bilbaína: se exportaba mineral y
se importaba carbón inglés, de mejor calidad que el asturiano empleado hasta entonces. Muchas veces
coincidía en una persona el ser propietario de minas, navieras, bancos, etc. Es así como muchas familias
vizcaínas constituyeron una poderosa oligarquía industrial.
Los altos hornos vizcaínos emplearon mano de obra y tecnología británica. Su rentabilidad fue elevadísima
gracias a la demanda del mercado exterior. Pero un giro mundial hacia el proteccionismo hace que Vizcaya
pierda sus principales lugares de influencia comercial. Los industriales vascos se unen entonces a los
terratenientes castellanos y a los productores textiles catalanes para obtener el arancel de 1891, que les
garantizaba el monopolio por lo menos en el mercado interior. Este arancel basaba su existencia en el
patriotismo y la protección de la industria nacional. En 1906 se aprueba una nueva ley que rozaba lo ultra
proteccionista, y que podía gravar las mercancías extranjeras hasta un 50%; se mantuvo hasta 1960.
Con el cambio de siglo se produce una crisis agraria que hace que el 4% de la población rural emigre fuera de
España. Para maximizar los beneficios, los propietarios adoptan una política de reducción drástica de sueldos,
medida que contaba con el beneplácito de la clase política española. Esto a su vez repercutía negativamente en
el conjunto de la economía, ya que la mayoría de la población dedicaba un altísimo porcentaje de su salario a
la alimentación y carecía de ese modo de capacidad de consumo no existe un mercado interior que absorba la
producción.
Con la pérdida de las últimas colonias en 1898 vuelven a España recursos y capitales de los emigrados a
América. Su mentalidad también es diferente, mucho más favorable a la inversión y a los negocios. Entre
1890 y 1913 se crean numerosas empresas de servicios pero sobre todo nuevos bancos, como el BBV o el
Banco Hispanoamericano. Con el estallido de la I Guerra Mundial España recupera numerosos mercados
internacionales desabastecidos tras el inicio del conflicto.
Tema 5. La crisis del 98.
Con la Paz de Zanjón se conceden a los insurrectos una serie de derechos políticos, pero nuevamente quedan
en papel mojado y se frustran las expectativas de los cubanos. El gobernador general mantiene todas sus
facultades políticas a cambio de la representación parlamentaria de los cubanos en las cortes de Madrid, lo que
no les compensa. Los electores de la isla debían contribuir con 25 pesos a la hora de votar y poder ser elegidos
diputados por Cuba, mientras que los funcionarios españoles establecidos en la isla podían votar sin pagar
nada. Las primeras elecciones, celebradas en 1879, dan lugar a dos formaciones políticas:
• Partido Liberal de la isla de Cuba (Partido Autonomista desde 1881 y Partido Revolucionario
Cubano desde 1892) formado por la clase media cubana. Eran partidarios de una evolución en las
relaciones con España que les dotara de mayor autonomía (reformistas). También defendían la
emancipación de los esclavos, la política económica librecambista, la instauración de las libertades en
la isla y el acceso de los cubanos a los puestos públicos en la administración. Era muy importante en
sus reivindicaciones la separación definitiva del poder militar y político en Cuba. Su modelo a seguir
era la Commonwealth británica que regía en Canadá. En 1892 la vía reformista (Partido Autonomista)
fracasa y desemboca en la fundación del Partido Revolucionario Cubano, liderado por José Martí.
• Unión Constitucional formado por españoles residentes en Cuba, grandes hacendados y
comerciantes. Eran españolistas que a veces se disfrazaban de asimilistas, es decir, de incluir a Cuba
en todo lo español (asimilación de la isla en la política española). Montan una contra ideología con el
apoyo de las autoridades españolas. Es el partido que siempre gana las elecciones. Se extrapola el
modelo bipartidista ideado por Cánovas pero aún más radicalizado.
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En 1879 estalla la Guerra Chiquita, llevada a cabo por soldados residuales de anteriores contiendas. La nueva
insurrección es un absoluto fracaso. Entre 1878 y 1895 se estable la llamada paz armada en Cuba, pues la isla
estaba ocupada militarmente por tropas españolas para evitar nuevos focos de insurrección.
La abolición definitiva de la esclavitud se produce en 1886 sin que se produjese como consecuencia ningún
levantamiento de negros o hecatombe económica, pero tampoco supuso la igualdad social. Los negros eran
discriminados continuamente en escuelas, hospitales, etc. Sólo se les daba trabajo cortando caña de azúcar. El
principal destinatario del azúcar cubano fue EE.UU., que de hecho era la metrópoli económica de la isla.
España estaba echando en manos de EE.UU. a los cubanos como consecuencia de su política reacia a las
reformas. Los intereses económicos privados serán los que expoliarán Cuba, no así el estado español. Dichos
intereses respondían a grupos de poder político. Los productos cubanos no podían venderse en España pues
primaban los intereses de los productores españoles, lo que a su vez produjo malestar entre los cubanos, que
cada vez se sienten más cercanos a EE.UU. y más alejados de España. Gracias a Cuba muchas familias
monopolizan numerosos servicios (correos, transporte de tropas, etc.) y consiguen así hacerse con enormes
fortunas, obteniendo además subvenciones desde España por la prestación de estos servicios de nuevo los
intereses privados. Así las cosas, la burguesía cubana, el exilio y las clases más populares aúnan sus intereses
y reivindicaciones. La última insurrección se inicia en febrero de 1895. José Martí, demócrata formado en
EE.UU. y España, no era antiespañol pero defendía a ultranza la independencia de Cuba de cualquier otro
país. El enfrentamiento que se produce no es bipolar; hay detractores y adversarios de la ocupación española,
intereses americanos, partidarios de la anexión a EE.UU., etc. No se trata de una guerra entre España y Cuba,
es una situación más compleja.
Martí quiere un mando civil de la insurrección, pero los militares no están dispuestos a ceder. Muere a las
pocas semanas de iniciarse el conflicto, con lo que el control queda en manos de los militares. En el
manifiesto de ¿? se declaraba la guerra contra la opresión (no contra los españoles) y a favor de una república
independiente. En 1896 España cuenta ya con 140.000 soldados en Cuba y controla las zonas urbanas y la
parte occidental de la isla. Mueren más soldados por las epidemias tropicales que por las batallas, que no
dejan de ser muy duras. Económicamente la guerra es muy costosa para España. En un primer momento la
contienda es de desgaste (Martínez Campos), para luego hacerse más radical al mando del general Weiler, que
combate a las guerrillas y lleva a cabo la reconcentración de la población campesina en las ciudades para
privarles de sus medios de subsistencia; muchos mueren de hambre como consecuencia de esta medida. En
1897 muere Cánovas y la estrategia española en Cuba cambia. Weiler es sustituido por Blanco y se encarga al
Partido Autonomista la redacción de una Constitución autonomista. Pero ya es demasiado tarde.
Mientras, en EE.UU. no se acepta el nuevo grado autonomista/independiente de Cuba, pese a que el Congreso
había rechazado la anexión de la isla a la unión. Los norteamericanos participan en la guerra a favor de los
insurrectos, y emplean como excusa el hundimiento del Maine para declararle la guerra a España. Ambas
marinas no eran comparables ni en número de navíos ni en el estado de los mismos. El estado de los barcos
españoles era muy preocupante, la mayoría carecía de un correcto mantenimiento. El gobierno había
encargado la construcción de navíos de guerra a empresas privadas que la mayoría de las veces tenían
accidentes y no cumplían su labor. En tierra los recursos españoles eran mayores, pero la guerra se dio sobre
todo en el mar. EE.UU. inicia la guerra por que está en contra de la autonomía que se le concede a Cuba;
desea controlar la zona del Caribe para su propio beneficio.
El almirante Cervera es enviado a Cuba. Se refugia en la bahía de Santiago y allí se le obliga a combatir pese
a la gran inferioridad española. La escuadra es aniquilada al igual que en Filipinas. El gobierno de Sagasta se
ve obligado a firmar el armisticio. El objetivo de EE.UU. de dominar el Caribe y penetrar en el Pacífico está
casi cumplido (conquista de Hawai); así mismo se desprecia el gobierno independentista de Cuba. Las
Filipinas son cedidas a EE.UU., que también reclama la soberanía sobre Cuba (que no podía ser anexionada) y
Puerto Rico. España recibe a cambio una pequeña compensación económica. En 1902 Cuba se hace
finalmente independiente pero EE.UU. se reserva el derecho a intervenir en la isla.
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En Filipinas dominaban las órdenes religiosas antes de la guerra. La distancia a España y la dispersión de las
islas, que son más de 7000, hacen que su control sea muy complejo. La presencia española (laica) se reduce a
Manila, la capital. Se impone el catolicismo pero no así la cultura española, que no interesaba a las órdenes
religiosas para poder seguir explotando la tierra con mano de obra indígena. Los Estados Unidos también
tienen grandes problemas para controlar las islas; se producen varias insurrecciones que obligan a los
americanos a mantener una continua guerra de ocupación. España abandona a las últimas tropas a su suerte y
no les repatría.
El Desastre y la intervención política de Alfonso XIII. El sistema político de la Restauración entra en una
nueva fase desde 1902, cuando sube al poder Alfonso XIII. La corona se introduce de lleno en el sistema
político y el rey se implica generando una serie de problemas. Pone en peligro la propia viabilidad del sistema.
El rey hace y deshace gobiernos, habla directamente con los ministros, etc. El ejército pretende imponer una
ley de jurisdicciones, lo que produce numerosas crisis en el gobierno liberal del momento (1905−1907). Se
trata de una ley que pasaba a jurisdicción militar cualquier delito o acto contra el ejército. Su principal blanco
fueron los periódicos y medios de comunicación críticos con las fuerzas armadas. Cuando la ley es aprobada,
obtienen el poder los conservadores. Maura propone renovar el pensamiento conservador y promete acabar
con el caciquismo, pero todo es en realidad una trampa. El artículo 29 de su ley electoral permite que el único
candidato que se presente sea elegido automáticamente diputado, es decir, se fomenta la promoción
automática cuando no hay rivales políticos, que muchas veces eran desahuciados como candidatos por los que
apoyaban al otro candidato. La revolución de maura sólo se realiza desde arriba, desde las clases dominantes y
conservadoras.
Como resultado de todo esto sale reforzado el poder ejecutivo con nuevas leyes que afianzaban su poder,
como la ley de huelgas, que obligaba a dar a conocer la huelga ocho días antes de producirse y prohibía la
huelga general.
Maura cae como consecuencia de la presión popular tras la Semana Trágica de Barcelona. El siguiente
gobierno (liberal) de Canalejas es el intento de reforma de este partido, al igual que Maura. Su intento de
reformismo es muy limitado y falla su puesta en práctica. Por ejemplo se militariza a los ferroviarios cuando
demandan mayores salarios; se vuelve atrás en la evolución laizante de la sociedad; se incrementa la actividad
minera/militar en Marruecos y Canalejas es asesinado en 1912.
La Restauración sigue siendo un sistema político ineficaz que no tenía en cuenta a la mayoría de la sociedad.
Tema 6. La oposición al sistema político y social.
A partir del Desastre y la consecuente crisis, se producen intentos de revalorización de España desde una
óptica pesimista. Se trata de buscar compensaciones al desastre o bien exaltar las cualidades y características
de España.
Así mismo hay que buscar nuevas élites intelectuales que puedan transformar la realidad española Institución
Libre de Enseñanza. Su origen está en los seguidores de Krause, como es el caso de Sanz del Río. Durante su
estancia en Alemania, entra en contacto con la ideología krausista de la Armonía tras el conflicto. En 1875 se
producen las primeras revueltas universitarias con la llegada de Cánovas, que pretende implantar la
inviolabilidad de la monarquía y la religión católica. Muchos profesores se niegan y son expulsados de sus
cátedras, como Giner de los Ríos. Fundan entonces una nueva institución educativa al margen del gobierno,
que comienza a funcionar en Gibraltar. Pronto vuelven a España y fundan nuevas sucursales de la institución.
A partir de 1881 son de nuevo tolerados e inician un trabajo desde dentro del sistema, ocupando sus antiguas
cátedras y puestos educativos. El objetivo era crear élites intelectuales que fueran capaces de gobernar España
teniendo como objetivo la total armonía. También predican el culto a la ciencia y la pedagogía como forma de
acción social. Así mismo son austeros, moralistas y algo puritanos. Todo se corresponde con la visión
krausista de la vida.
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El Regeneracionismo es la propuesta de ajustar España a una modernización. El mayor exponente de esta
nueva corriente es Joaquín Costa, que arremete contra el sistema político y teoriza el cambio sobre una base
social de clases medias. Apela a la nacionalidad española como fórmula para la unidad del pueblo (El Cid, los
Reyes Católicos, etc) y denuncia la oligarquía y el caciquismo como verdaderos jefes de gobierno en la
España real. Desde su óptica se desaconsejaba la revolución directa y proponía así una dictadura que tutelase
al pueblo (inmaduro) y terminase con el caciquismo; es decir, se necesitaba de un dictador de hierro con mano
quirúrgica que terminara con los males de España.
El lento avance del socialismo. Con la Restauración, republicanos y obreros deben pasar a la clandestinidad.
El nuevo sistema invalidaba el ejercicio de su actuación política. A ello contribuía el apoliticismo de estos
grupos. Las limitaciones burocráticas impuestas por sindicalistas y socialistas también contribuyeron a este
apoliticismo. Todo conduce a la hegemonía de los anarcosindicalistas, más simples en su funcionamiento y
más eficaces en la acción directa las huelgas se convocaban más fácilmente. En el mundo urbano el
anarquismo será dominante.
En 1881 muchas organizaciones obreras se auto disuelven debido a la promesa del nuevo gobierno liberal de
publicar una novedosa ley de asociaciones, que finalmente no sería aprobada hasta 1887. Pero los atentados y
actuaciones violentas siguen produciéndose como forma de llamar la atención, fórmula conocida como
propaganda de hecho. En 1881 empieza un nuevo auge del anarcosindicalismo en Cataluña y Andalucía sobre
todo, en donde los obreros se organizan en sociedades de oficios. Es entonces cuando entra en escena la Mano
Negra, organización anarquista de carácter secreto, y de dudosa existencia, que actuó en Andalucía a partir de
1881 y resultó desmembrada a finales del año siguiente por el gobierno de Sagasta, durante el reinado de
Alfonso XII. En 1881, la tensión social motivada por las malas cosechas, unida a la constitución de la
Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de obediencia anarquista, extendió en Andalucía
el rumor de la existencia de una organización secreta violenta. Acuciada por la presión de muchos de los
terratenientes andaluces, a su vez molestos por el auge de las organizaciones campesinas de carácter
revolucionario, la Guardia Civil radicada en Jerez de la Frontera (Cádiz) detuvo en diciembre de 1882, en la
localidad gaditana de San José del Valle, a 16 miembros de la FTRE acusados de asesinato, y declaró haber
encontrado el reglamento de la asociación, identificada por el símbolo de una mano negra. Las detenciones de
obreros campesinos se generalizaron en otras provincias andaluzas, llegando a varios miles, al tiempo que se
hizo recaer en la supuesta Mano Negra (en realidad, simplemente miembros de la FTRE) la autoría de
numerosos crímenes. La realidad es que el movimiento obrero sufrió una durísima represión, entró en recesión
y el trabajo a destajo se impuso. La iniciativa obrera pasó a Cataluña, en donde se defendía la jornada laboral
de ocho horas y la mejora de las condiciones de trabajo. Los atentados continuaban mientras tanto con
ejecuciones y venganzas como respuesta gubernamental; los patronos contraatacaban asesinando a diversos
líderes sindicalistas.
En 1902 se produce un intento de huelga general en Barcelona que conduce a un rechazo desde las posturas
socialistas a dicha huelga. El fracaso lleva de nuevo al radicalismo. En 1908 hay nuevos intentos de
articulación de la solidaridad obrera, ya sean anarquistas, socialistas o republicanos (en Cataluña
exclusivamente). Las maniobras de las sociedades de oficios incluyen la acción directa y el diálogo sin
intermediarios con los patronos. Influye también el sindicalismo revolucionario francés. Se crea la idea de
poder fundar un sindicato similar en España, que culmina con la creación de la Confederación Nacional del
Trabajo (CNT) en 1910.
En lo relativo al socialismo, Pablo Iglesias funda el PSOE el 2 de mayo de 1879 a partir de una sociedad del
oficio de imprimir. En un principio lo forman 16 tipógrafos, 2 joyeros y 5 intelectuales. Se aprueba un
manifiesto / programa que no será definitivo hasta 1888. El partido permanece en la clandestinidad hasta
1881. En el 88 se funda el sindicato socialista UGT (Unión General de Trabajadores) en Barcelona, que
ideológicamente dependía del partido. El socialismo francés también influyó de manera decisiva en la
fundación del PSOE; Pablo Iglesias defendió que el capitalismo acabaría por hundirse y se implantaría así el
socialismo desde finales del siglo XIX ideología simplificada del socialismo francés.
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Pablo Iglesias el marxismo es la base de su pensamiento. La nobleza y el ejército sirven a la burguesía, cuya
política es represiva y explotadora de clases. La política burguesa es incoherente y perversa pues ampara la
explotación. La política obrera proclama su emancipación a través de la revolución social. La acción política
debe prevalecer sobre la económica y la sindical (huelgas), lo que explica el enfrentamiento del socialismo
con las tácticas consideradas erróneas: anarquismo y Revolución Rusa. Se culpa así mismo a la debilidad de la
clase obrera de la no llegada de la crisis capitalista y consiguiente revolución socialista. Entre 1890 y 1898 se
afirma la vía electoral, y la revolución ya no es tan inminente. Después de 1909 se establece una alianza con
los republicanos que permite a Pablo Iglesias ser elegido diputado. Se empieza a hablar de un posible tránsito
pacífico al socialismo. El PSOE empieza a acoger en su seno a numerosos intelectuales de origen burgués.
La UGT nació en Barcelona en agosto de 1888, en íntima relación con el socialismo marxista a pesar de su
apoliticismo estatutario. Hasta su XIV Congreso de 1920 no asumió la lucha de clases como principio básico
de la acción ugetista, si bien nunca llegó a establecer un órgano mixto de conexión institucional con el PSOE,
con el que estuvo relacionado desde su nacimiento. Junto al cuestionado apoliticismo, destacan otros aspectos
en el análisis de este sindicato, como su burocratización y centralismo a raíz del traslado del Comité Nacional
a Madrid en 1899, el paso en su X Congreso a las cotizaciones de base múltiple, o los cargos sindicales
retribuidos.
La Semana Trágica (1909). La situación social y sindical de Barcelona, el núcleo más industrializado de
España, era realmente explosiva en los primeros años del siglo XX. Además, se habían logrado niveles muy
altos de concienciación y organización obrera. El anarquismo especialmente contaba con muchos seguidores.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos de la guerra de Marruecos en el área próxima a Melilla, el
gobierno presidido por Antonio Maura recurrió en el verano de 1909 al reclutamiento de reservistas, en su
mayoría padres de familia integrados en sus puestos de trabajo. El embarque del contingente barcelonés, que
tuvo lugar a partir del 11 de julio, provocó siete días más tarde importantes tumultos.
Las organizaciones obreras anarquistas y socialistas de Cataluña acordaron convocar para el 26 de julio una
huelga general, que tuvo un amplio seguimiento en la ciudad de Barcelona y en municipios próximos de la
provincia, tales como Badalona, Sabadell, Terrassa y Vilanova i la Geltrú, e incluso en otros, como Reus, en
la provincia de Tarragona. El ministro de Gobernación del gabinete presidido por Maura, Juan de la Cierva y
Peñafiel, recurrió al Ejército para acabar con la actividad huelguística, pese a la oposición del gobernador civil
Ángel Ossorio y Gallardo. El gobierno decretó asimismo el estado de guerra. Al día siguiente, las primeras
noticias acerca del llamado desastre del Barranco del Lobo, que había tenido lugar en Marruecos,
desencadenaron una auténtica insurrección, cuyo momento culminante fue el día 28. El foco más importante
fue la ciudad de Barcelona, donde más de medio centenar de edificios, muchos de ellos religiosos, fueron
incendiados y se produjo un centenar de muertos. El 31 de julio, el gobierno desbarató la insurrección en las
principales localidades afectadas y, a primeros del mes siguiente, devolvió la calma a todo el territorio
sublevado al tiempo que desplegaba una contundente represión. Maura cae como consecuencia de la crisis.
Tras la Semana Trágica obreros y republicanos se unen (hasta 1918); se funda la CNT en 1910 fruto de la
necesidad de articular un único sindicato a partir de varias sociedades obreras locales. Se deshecha la relación
con la Internacional como afirmación de la ideología anarquista del sindicato. El objetivo era organizar a todo
el proletariado, lo que implicaba la unión con la UGT y demás sindicatos para conseguir la emancipación
final. La huelga general constituía el medio de acción primordial para ello.
La oposición al sistema político. Los partidos republicanos entran en crisis hasta 1881, cuando se
reorganizan pero a la vez se diversifican. Desde 1887 se busca la unión, y paralelamente se produce la entrada
de colaboracionistas de otros partidos. Dentro de cada partido también existían diferencias internas. La
renovación del republicanismo llega desde Cataluña de la mano de Alejandro Lerroux, que crea un partido
radical que atraiga a la clase obrera. Es profundamente anticatalanista, patriota y anticlerical, y constituye una
opción de peso frente al regionalismo. Importa desde Bélgica la creación de las casas del pueblo, fórmula
copiada luego por el PSOE. Crea organizaciones sindicales y juveniles también. Su objetivo final es la
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revolución total que debe llevar a la III República, que debe ser laica y antiseparatista. Lerroux es el
responsable de los brotes anticlericales de la Semana Trágica.
1909 supone un punto de inflexión para los socialistas. Se admite que el cambio social ya no es inminente, y
que los republicanos pueden beneficiarles con su apoyo para obtener representación política. La alianza entre
ambos se mantendrá hasta 1917.
Con el estallido de la I Guerra Mundial, en la que España se declara neutral, la economía consigue nuevos
mercados exteriores donde vender la producción nacional. En 1914 la perspectiva de ganancias supera a la
sensación de miedo inicial, y los inversores se lanzan al mercado. Entre 1915 y 1920 se produce el gran
periodo de auge económico. Las exportaciones superan por primera vez a las importaciones. El sector naviero,
la minería y lea siderurgia obtienen impresionantes beneficios, mientras que los tradicionales sectores
exportadores (agrarios en su mayoría) ven disminuida su capacidad de negocio. La economía se enfoca
totalmente a la producción de guerra, pero el auge genera una importante inflación como consecuencia de la
escasez de oferta para el mercado nacional; es decir, todo se encarece sin que los salarios suban de igual
forma. En estos momentos es cuando nace el sindicalismo de masas gracias a la nueva coyuntura. La CNT
pasa de 300.000 afiliados en 1916 a casi 700.000 en 1919, muchos de ellos campesinos. La UGT también
incrementa notablemente sus efectivos.
En 1916 se suprimen los aranceles a la exportación y se lanza una ley de beneficios extraordinarios, que
intentaba paliar la inflación y obtener una parte de las ganancias; pero la burguesía industrial catalana y vasca
consigue paralizar la ley.
Hay sectores burgueses regionales que aprovechan el momento para intentar modificar el sistema político. Así
mismo la pequeña burguesía urbana generará también un movimiento más radical al tomar conciencia de la
conflictividad social. Y la clase obrera, que padece la inflación y no participa en los beneficios, se une a ellos
para demandar un cambio político. 1917 es un punto clave, ya que todas las fuerzas sociales se unen para
intentar llevar a cabo un cambio estructural. Tradicionalmente se ha dividido la revolución de 1917 en tres
sectores diferentes según las tesis de Luis Ariquistáin; a esto habría que añadir factores exteriores (estallido de
la Revolución Rusa):
• Militares la agitación militar viene dada por la presión constante del ejército sobre el gobierno como
consecuencia de la Guerra de Marruecos. La institución armada presentaba además otros problemas, como
el número excesivo de oficiales, que absorbía gran parte del presupuesto militar (sueldos) e impedía su
modernización técnica. En conflictos exteriores se sigue mostrando como un cuerpo ineficaz. Para su
purificación y reforma se crean desde el propio ejército (rama no africanista) una serie de Juntas de
Defensa que denunciaban la desigualdad en los ascensos y la inferioridad de sueldos con respecto a los
africanistas. También demandaban mejoras en su labor. Inicialmente el gobierno intenta atraerse
(borbonear) a las juntas, pero cuando esta estrategia falla opta por disolver oficialmente dichas juntas, que
pasan a la clandestinidad. El 1 de junio se produce un amago de golpe de estado exigiendo el
reconocimiento de las Juntas, y el gobierno de García Prieto acaba claudicando. Cae y es sustituido por el
conservador Eduardo Dato.
• Burgueses la iniciativa burguesa nace desde Cataluña en abril de ese mismo año, cuando Cambó contacta
con sectores industriales vascos, grupos obreros y pequeños burgueses urbanos. Se pretende desarticular el
turnismo de partidos e imponer un gobierno de concentración como medida inicial. En junio se reúnen 59
parlamentarios, miembros todos del Senado y el Congreso, que estaban de acuerdo con la iniciativa de
Cambó; la mayoría eran catalanes. Se ponen al frente de la indicativa reformadora y piden mayor grado de
autogobierno (que no independencia) para Cataluña. Pero esta asamblea de parlamentarios frena su avance
reivindicativo/reformador cuando estalla la revolución social, a la que por otro lado temen.
• Obreros la primera huelga general de carácter nacional se produce en 1916 para reclamar precios más
bajos en los productos básicos. Se confirma también el pacto entre CNT y UGT de cara a las
movilizaciones masivas. Desde 1912 se mantenía la militarización de los ferroviarios, lo que produce en
17
1917 un nuevo conflicto con el gobierno. El 19 de junio estalla una huelga ferroviaria que cuenta con el
apoyo de los demás sectores obreros. El programa revolucionario incluye propuestas y reivindicaciones
muy avanzadas para la época que asustan al sector parlamentario. El PSOE se une a la huelga general en
agosto del mismo año. Pide un gobierno provisional de concentración nacional que convoque elecciones a
cortes constituyentes, pero los parlamentarios no secundan la movilización general. La huelga es
multitudinaria en las grandes ciudades y en las zonas industriales, pero su seguimiento es muy inferior en el
campo. El gobierno declara el estado de guerra y moviliza a las tropas contra los manifestantes. El comité
de huelga es detenido y el 18 de agosto la huelga se da por terminada en Madrid. En Barcelona, feudo
tradicional de la CNT, se mantiene la movilización, al igual que en las cuencas mineras. Hacia el día 20 la
huelga concluye definitivamente.
El movimiento fracasa como consecuencia de su precipitación y por la oposición de los militares (su apoyo
era vital); igualmente influye notablemente la desunión obrera y el no haber calado entre los campesinos. El
sistema consigue así sobrevivir hasta 1931.
1917−1923, la agudización de los conflictos sociales. Las consecuencias políticas de la crisis de 1917 fueron
la durísima represión, con penas de muerte incluidas, y el tener carta blanca para desprestigiar el movimiento
obrero. A raíz de la crisis se forma un gobierno de concentración en noviembre de ese mismo año y más tarde
un gobierno formado por los jefes de partido, y presidido por Maura. Ambas alternativas son un fracaso y en
1919 se reanuda el turno de partidos, que se prolongará hasta 1923.
El auge del movimiento obrero fue posible gracias al crecimiento económico de la época (por la neutralidad
española en el conflicto). Entre 1917 y 1923 hubo constantes conflictos y tensiones que obligan al sistema
político a declarar un estado de excepción permanente. Toda esta conflictividad social más las crisis
coloniales desembocaron en la dictadura de 1923.
Después de la crisis, el PSOE está en el cenit de su acción parlamentaria al obtener 6 diputados en 1918.
Respalda la revolución democrática e ideológicamente conjuga el reformismo político con las doctrinas
revolucionarias. Mientras, el estallido de la Revolución Rusa produce efectos muy parciales en España. Los
campesinos sueñan con un futuro reparto de las tierras. El PSOE opta por el silencio ya que la revolución le es
incómoda, además de que la información que llega desde Rusia es escasa. Lo que si se sabe es que los
bolcheviques son pacifistas, pues firman el armisticio durante la I Guerra Mundial con los alemanes; esto iba
en contra de las ideas de los socialistas, que se habían pronunciado a favor de los aliados. Para algunos autores
la revolución fue el triunfo de las corrientes bakuninistas sobre las marxistas, del anarquismo sobre el
socialismo por ello el PSOE ve en la Revolución Rusa un riesgo si sus tesis llegan a España y se extienden.
El gobierno español reacciona en contra de la Revolución e inicia una caza de supuestos agentes bolcheviques
que actuarían en España buscando la agitación social. Para las clases dominantes, la revolución fue muy
positiva pues justificó toda clase de atropellos sobre la clase obrera. Al finalizar la I Guerra Mundial se inicia
una crisis económica al readaptarse la industria a la economía de paz. En febrero de 1919 se inicia una huelga
en la compañía de energía La Canadiense, a raíz de una serie de despidos que provocan el apoyo del resto de
la clase obrera local y la consiguiente huelga. Así mismo se reclama el reconocimiento de los sindicatos como
órganos representativos de los trabajadores frente a la patronal. A finales de febrero de 1919 el 70% de las
empresas catalanas están en huelga; el gobierno proclama el estado de guerra, y tras 44 días de huelga cede en
las negociaciones con los obreros y las reivindicaciones obreras son aceptadas. El anarcosindicalista Salvador
Seguí se encarga de medio convencer a los trabajadores para que vuelvan a las fábricas, pero sus intentos
fracasan al declararse una nueva huelga general tras el anuncio de la patronal de llevar a cabo despidos
masivos si no se vuelve enseguida al trabajo. El fin de esta nueva huelga coincide con un cambio de gobierno
(en Cataluña) promulgado o más bien forzado por el Capitán General de Cataluña Milans del Boch, que
cambia al gobernador general y al jefe de policía de Barcelona se producen 22 asesinatos de sindicalistas y se
inicia así una espiral de violencia con duras acciones represivas por ambas partes. En este marco de violencia
la rama más radical de la CNT triunfa. Ambos bandos crean grupos armados que practican el terrorismo
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callejero. Muchos dirigentes sindicalistas (NO anarquistas) son asesinados por pistoleros pagados por la
patronal.
En el Congreso de la Comedia de la CNT (1919) triunfa el sector anarquista sobre las demás familias del
sindicato. El terrorismo se mantiene incluso durante la dictadura. La CNT es declarada ilegal por el Congreso,
lo que agrava las tensiones internas dentro de la organización.
Los socialistas se enfrentan a una ruptura interna cuando se crea el Partido Comunista Español a partir de
numerosos miembros de las Juventudes Socialistas. En marzo de 1921 los Cien Niños, que es como se les
conocía, crean el nuevo partido, de doctrinas revolucionarias y más radicales que el PSOE. Esta situación
agrava las divisiones internas a favor y en contra de la Revolución Rusa; algunos miembros del PSOE salen
del partido y se unen a los Cien Niños para fundar el Partido Comunista de España (PCE).
Tema 7. Los nacionalismos periféricos.
Federalismo se reconoce una diferenciación dentro de las diferentes regiones españolas. Limita el poder
moderado e incluye una estrategia reformista. El cantonalismo (1868−1874) y la revolución democrática
federal fracasan en 1875. Ya en el siglo XIX el regionalismo surge como modelo más radical de las
burguesías periféricas. A diferencia del federalismo, esta fórmula potencia las diferencias respecto a otras
partes del país.
Desde un punto de vista regionalista, el objetivo de los catalanes es llegar a una forma federalista de estado;
pero algunos sectores claman contra la compatibilidad con el estado central. El objetivo final es llegar a una
confederación estatal. Frente al centralismo surge así un programa propio de la burguesía catalana que exige
un cambio político. Irá acogiendo a otras capas sociales, como los obreros industriales, y será un proyecto
finalmente interclasista.
En el País Vasco la propuesta viene de un sector de la burguesía vasca frente a la industrialización vizcaína (y
sobre todo el modo de llevarla a cabo), sobre todo tras la inclusión masiva de mano de obra extranjera. Remite
a un modelo foral que se mantendrá como mito hasta hoy. El caso de Galicia y Andalucía es distinto; carecen
de una burguesía importante que se ponga al frente de las reivindicaciones regionalistas.
España ha sido siempre una monarquía de agregación de unidades heterogéneas, muy diferentes entre sí. El
fracaso de la revolución liberal lleva a las burguesías periféricas a buscar su propio modelo de organización.
Los intereses económicos no son los mismos que los del estado central, y las diferencias culturales nunca han
sido integradas en el estado, empezando por los diferentes idiomas. El ejército tampoco ha sido nacional hasta
hace muy poco tiempo, era sólo de los pobres que no podían pagar la forma de librarse. Los agentes
nacionalizadores no han sido explotados a fondo para crear una idea de nación, como si ocurrió en otros
países europeos (Francia).
Cataluña en sus intereses prima el desarrollo de su industria; hasta 1876 reclaman una descentralización de
carácter moderado. Los partidos monárquicos de la Restauración son sustituidos en Cataluña por
organizaciones políticas de carácter local. Surge una primera propuesta desde la óptica del federalismo.
Almirall propone una regeneración de España desde una burguesía democrática catalana. Para él Madrid
explota al resto de las regiones y es la cuna de la centralización, representada por las clases más reaccionarias
(nobles, militares, etc.). La burguesía catalana debe transformar al resto de la sociedad española. Torres i
Bages, obispo de Vic, defiende también el catalanismo desde una óptica cristiana, pero además se muestra a
favor del corporativismo, la antidemocracia, el espíritu nacional del pueblo frente a la revolución burguesa y
una Cataluña eterna y rural. En la década de 1880 hay un desarrollo masivo de las tradiciones catalanas como
forma de promover el hecho diferenciador catalán. Surgen de esta forma himnos, fiestas, bailes, etc., pero
todos tienen en común lo catalán. Hay incluso grupos aislados que proclaman la superioridad de la raza
catalana y potencian el racismo contra todo lo castellano, que es considerado perjudicial para Cataluña.
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La LLiga Catalanista monopoliza el catalanismo hasta 1930. Recoge la propuesta democrática antiespañola
de Almirall y las tesis tradicionalistas de Torres i Bages. Prat de la Riba plantea la movilización de los
catalanes bajo la dirección de la burguesía para transformar el estado. Toda nación debe de estar en un estado,
pero sus ideas no son separatistas, quiere integrar a Cataluña en España de una manera diferente. Rechaza la
España centralista y poco dinámica. La base del pueblo catalán es la familia rural payesa. Se pretende el
sufragio de todos los cabeza de familia, el antiparlamentarismo, la descentralización y la autonomía.
Barcelona es el motor de Cataluña, de un movimiento renovador. Desde 1909 Cambó ya está pactando con la
monarquía en los momentos de crisis, buscando el orden social. Pero las posturas se radicalizan y surgen
grupos plenamente independentistas a partir de los años 20, como por ejemplo Acció Catalana, formado por
jóvenes radicales de la Lliga, o Estat Catalá, grupo ultraderechista y militarista que quería un estado catalán
propio.
País Vasco el nacionalismo vasco es de ruptura con España. Con la rápida industrialización a partir de los
años 70 surge una burguesía vasca muy conservadora tanto social como económicamente, pero consciente de
su dependencia respecto a España. Es españolista. La industrialización provoca la llegada masiva de mano de
obra procedente de otros lugares del país, lo que agudiza el conflicto social; los inmigrantes se integran
malamente en Vizcaya, principalmente debido a la lengua, lo que comenzó a generar racismo entre la
población autóctona. Surgió antes éste que el propio nacionalismo racista.
El nacionalismo vasco es defensor de una cultura tradicional y rural, del orden social propio del Antiguo
Régimen. Sabino Arana es su gran impulsor. Nació en Abando (en la actualidad perteneciente a Bilbao, en
Vizcaya), en una familia que militaba en el carlismo. A los siete años hubo de exiliarse en Bayona (Francia),
debido a la ayuda prestada por su padre a los rebeldes en el inicio de la tercera Guerra Carlista. Después de
regresar a España y apartarse desde 1882 de la ideología paterna, en 1883 se trasladó a Barcelona para iniciar
sus estudios universitarios, que abandonó cinco años más tarde. A partir de entonces se dedicó a la
propagación de la cultura y la filología vasca, así como de su propio pensamiento profundamente nacionalista.
De 1889 es su libro Orígenes de la patria vasca. En la obra Bizcaya por su independencia, aparecida en 1892,
plasmó el contenido del movimiento político que habría de configurar más adelante, al tiempo que esbozaba la
historia del pueblo vasco con el objeto de recuperar el sentimiento nacional de éste. Promovió distintas
publicaciones periódicas reivindicatorias del nacionalismo vasco. Tras participar en la creación de varias
organizaciones, en julio de 1895 fundó y pasó a presidir el Partido Nacionalista Vasco (PNV). La ideología
de este partido se basaba inicialmente en el antiespañolismo y la recuperación de las formas de vida
tradicionales de los vascos y en el planteamiento de la creación de un Estado vasco independiente formado
por las tres provincias vascas españolas (Guipúzcoa, Vizcaya y Álava), Navarra y el País Vasco francés. En
1888 y en 1896 publicó, respectivamente, sus dos tratados sobre la gramática y la ortografía del eusquera
vizcaíno (la peculiaridad de la lengua vasca hablada en Vizcaya). Fue enviado a prisión en varias ocasiones,
en una de ellas a raíz de la derrota española en la Guerra Hispano−estadounidense (1898), cuando felicitó
públicamente al presidente de Estados Unidos William McKinley por su victoria. Defensor a ultranza de la
raza vasca como hecho diferenciador (pues muy pocos vascos conocían el euskera), con Arana Euskal Herria
pasa a autodenominarse Euskadi. La religión ultra católica es para él un agente legitimador de Euskadi.
El PNV se organiza de forma autoritaria y rígida. Su estructura es totalmente piramidal y toda la estrategia
política del partido se planea desde la cúspide. El partido lo controla Luis de Arana, hermano del fundador y
germanófilo convencido. Con el estallido de la I GM la industria vizcaína sale muy beneficiada; uno de los
más importantes navieros vizcaínos se erige en una nueva corriente nacionalista y regionalista menos
rupturista con España, pues el mercado interior español también interesaba a algunos industriales vascos. Pero
al finalizar la guerra, la corriente aranista recupera el terreno perdido.
Galicia el nacionalismo gallego se basa en la pervivencia de la sociedad del antiguo régimen. Cuando se
produce la integración en el cambio económico peninsular, los gallegos sufren la imposición del mercado
español. Se mantienen numerosos sistemas económicos y sociales muy arcaicos. La industria se limita a
pequeñas factorías en la costa. Pero la conciencia gallega fue siempre muy fuerte. A partir de 1840 se
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desarrolla el provincionalismo gallego, encabezado por jóvenes intelectuales universitarios (Universidad de
Santiago de Compostela). La recuperación de su idioma y cultura se hace también desde sectores académicos.
Hay un galleguismo conservador, más partidario del Antiguo Régimen, y otro de planteamientos más
modernos que parte del rechazo hacia Madrid. Se niega la uniformidad de España y se reclama la
autonomía/independencia de Galicia, según las circunstancias. Se emplea la raza celta como elemento
diferenciador y de superioridad respecto a la raza española. La herencia política viene desde los tiempos de la
monarquía sueva. Los planteamientos se hacen casi fascistas, pero carecerán de la fuerza suficiente para
llevarse a la práctica.
Andalucía desde 1910 surge una protesta contra los mecanismos autoritarios de la Restauración. Se busca una
transformación política del Estado a través de una clase media y un nuevo sistema de propiedad de la tierra
que permitiese el desarrollo de una burguesía democrática en Andalucía; esta región debía encabezar el
proceso regenerador del estado, recuperando el liderazgo que ostentaba en la época de Al−Ándalus. Se
identifica conquista cristiana con sistema de propiedad opresor (tierras). Se critica al latifundio como algo
impuesto a Andalucía desde tiempos de la reconquista. Se propone también la extensión de Andalucía hasta el
Protectorado de Marruecos.
El andalucismo se organiza en juntas libertarias, no en partido alguno. Se expresa en revistas y periódicos de
gran riqueza cultural. Las asambleas buscan elaborar textos a favor de la autonomía andaluza. En 1931 los
autonomistas se presentan a las elecciones con un resultado más bien discreto.
Tema 8. El problema militar y la guerra de Marruecos.
Cánovas integra al ejército en el sistema político como un órgano más de poder. Es el encargado de llevar a
cabo la represión y de combatir a los enemigos internos del régimen. La Guardia Civil se constituye como un
cuerpo más dentro del ejército. La policía es ineficaz e insuficiente, y por ello el ejército es el encargado de
mantener el orden social, con lo cual su peso específico en la sociedad es cada vez mayor. Es un grupo de
presión muy numeroso y cerrado que defenderá intereses opuestos a los de la sociedad civil. La ley de
jurisdicciones de 1906, que criminalizaba cualquier crítica contra el cuerpo armado, es una manifestación del
creciente poder del ejército dentro de la política española.
Al ejército sólo iba el pobre que no podía pagar las 2000 pesetas que costaba redimirse; estaba lleno de
oficiales (el doble en número que en otros ejércitos europeos) que no dejaban de recibir recompensas y
ascensos; era tremendamente ineficaz en conflictos exteriores y absorbía gran parte del presupuesto estatal
sólo para pagar elevados sueldos. Los medios técnicos eran muy escasos y su modernización era
prácticamente nula.
En 1912 se sustituye el sistema de redención por el soldados de cuota la redención es por un tiempo
determinado, no de manera permanente como antes. Se podía elegir cuerpo y destino a cambio.
La intervención en África. Tras la derrota en Cuba, el ejército se vuelca en la conquista de Marruecos. Esta
expansión se enmarca dentro del proceso colonizador de finales del XIX y principios del XX. España y
Francia negocian el reparto de las tierras norteafricanas aprovechando su cercanía geográfica. En un principio
España recibe una pequeña franja de terreno próxima a Ceuta y Melilla, muy montañosa y con población
tribal bereber muy combativa. Se trataba de una zona incontrolada. Debido a la presión alemana, contraria al
reparto, se celebra una conferencia en Algeciras (1906) de la que salen beneficiadas Gran Bretaña y Francia.
En 1912 los franceses firman un tratado con el Sultán de Marruecos por el que se establece el Protectorado
francés sobre la región norteafricana; España hace lo propio con su franja, imitando todos y cada uno de los
pasos dados por los franceses. En 1909 se descubren yacimientos mineros en la zona del Rif, muy conflictiva.
Se construye un ferrocarril y se envían mineros para llevar a cabo la explotación. Los intereses españoles son
atacados por las tribus locales, y el gobierno manda entonces al ejército en julio de 1909. El 26 de ese mismo
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mes un batallón español es masacrado en el Barranco del Lobo a manos de los insurrectos locales. España
sólo controla entonces el área de Melilla y determinadas zonas mineras.
El nuevo desastre: Annual. En 1919 Berenguer es nombrado comisario para Marruecos. Propone una
ampliación política y pacífica del territorio español en esa zona, mientras que los militares africanistas
abogaban por una actuación militar apoyada en un nuevo cuerpo armado de choque, la Legión, creado por
Millán Astral con delincuentes e indeseables a imagen de la Legión Extranjera francesa. Franco fue
comandante de la Legión.
El alto comisario español, Dámaso Berenguer, residía en Ceuta, en tanto que, en la parte oriental, la autoridad
estaba en manos del general Manuel Fernández Silvestre, comandante general de Melilla y hombre de
confianza del propio rey Alfonso XIII. Un temerario avance de Silvestre hacia el sur desembocó en una serie
de desastres provocados por las tropas del jefe rifeño Abd−el−Krim, cuyo símbolo sería Annual.
El 21 de julio de 1921, Silvestre se replegó con sus fuerzas a la localidad de Annual, a unos 80 Km. de
Melilla. La retirada prosiguió hacia esta última ciudad al día siguiente, después de sufrir numerosas pérdidas
humanas y de material. El conjunto de bajas causado por los marroquíes se estima en unos 14.000 hombres,
entre ellos el propio Silvestre. La conmoción pública en España fue enorme. El denominado expediente
Picasso (informe solicitado por las Cortes y redactado por el general que le da nombre) trató de buscar a los
verdaderos culpables de la debacle, lo que abrió nuevas heridas. Apartado del Ejército el general Berenguer,
quedó como tarea pendiente el rescate de los prisioneros y el esclarecimiento de las definitivas
responsabilidades, lo cual agrió las relaciones entre determinados políticos y la mayoría de los militares. Esa
polémica acabó por favorecer la llegada de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera dos años más
tarde.
BLOQUE III. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA
Tema 9. El régimen dictatorial.
El expediente Picasso, abierto para depurar responsabilidades por el desastre de Annual de 1921, así como el
pendiente rescate de los prisioneros en manos del jefe rifeño Abd−el−Krim, creó un clima de gran malestar
dentro del Ejército. En otro plano, una serie de actos terroristas sonados, como los asesinatos del presidente
del gobierno Eduardo Dato (marzo de 1921), o del cardenal y arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila y Romero
(1923), acentuaron el deterioro social en medio de una situación económica cambiante, provocada desde 1918
por el final de la I Guerra Mundial y de la bonanza económica que resultó de la neutralidad española en la
misma. Entre tanto, el gobierno presidido por el liberal Manuel García Prieto desde diciembre de 1922 no
conseguía controlar la situación, inmerso en el estado crítico de todo el sistema político de la Restauración.
El 13 de septiembre de 1923, Primo de Rivera dio un golpe de Estado para el que contó con la anuencia del
Ejército y la del propio rey Alfonso XIII. El periodo en que Primo de Rivera ejerció el poder en España,
durante el cual se suspendió la vigencia de la Constitución de 1876, ha quedado dividido por la historiografía
en dos etapas muy bien definidas: la del Directorio Militar (1923−1925) y la del Directorio Civil
(1925−1930), diferenciadas ambas por los dos gobiernos distintos designados por él.
Directorio Militar. Cuando Primo de Rivera proclamó la dictadura, tras la consulta al resto de los capitanes
generales y con el visto bueno del propio Rey, estableció un régimen que partía de una gran improvisación
doctrinal. En el manifiesto justificador del golpe, hecho público el 13 de septiembre, se mostraba depositario
del clamoroso requerimiento del pueblo sano, que imponía dicha actitud con el objeto de llevar a cabo la
liberación de la patria respecto de los profesionales de la política. Asimismo, en dicho texto se atribuyó la
personificación de la solución propuesta por el regeneracionismo.
Nombrado jefe de gobierno, el 15 de septiembre siguiente formó un Directorio Militar compuesto por él
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mismo como jefe de gobierno y otros nueve miembros del Ejército en calidad de vocales. Los ministerios
perdieron su funcionamiento habitual y pasaron a ser ejercidos por meros funcionarios sin atribuciones
verdaderamente gubernamentales. En aras del control social sacrificó el sistema democrático mediante el uso
de la censura de prensa, la persecución política o el cierre del Parlamento. El acto exterior más destacado de
estos años fue el desembarco de Alhucemas, que dirigió personalmente en septiembre de 1925. Primo de
Rivera se decidió en 1925 a efectuar un desembarco en dicha bahía mediterránea. Su objeto fue el apoyo del
peñón de Alhucemas, asediado por las fuerzas rebeldes de Abd−el−Krim, así como la extensión del dominio
español de la zona oriental. La coordinación con la flota francesa, la preparación militar y las buenas
condiciones climáticas estuvieron en la base del éxito. Planeado por uno de los vocales del Directorio Militar,
Francisco Gómez Jordana, y dirigido personalmente por el propio dictador, el verdadero jefe de las fuerzas
que llevaron a cabo el desembarco fue el comandante militar de Melilla José Sanjurjo.
A partir de 1926, las tropas españolas, que habían llegado a 100.000 hombres, se redujeron drásticamente
debido a la derrota de Abd−el−Krim. Para Primo de Rivera, Alhucemas supuso el momento de mayor
popularidad, que no supo aprovechar para renunciar al ejercicio de la dictadura. En 1927, se iniciaría la
ocupación efectiva del Protectorado español sobre Marruecos.
Directorio Civil. Tras los éxitos militares en Marruecos, Primo de Rivera, en lugar de retirarse, perpetuó su
jefatura gubernamental a través de un segundo gobierno, instituido bajo la denominación de Directorio Civil,
el 3 de diciembre de 1925. Desde entonces, pretendió institucionalizar la dictadura y crear un régimen nuevo
dotado de sus propios organismos ajenos al sistema parlamentario.
Como miembros de ese gabinete, que retornó al uso de la estructura habitual de los gobiernos anteriores al
golpe de Estado y devolvió el nombre de ministerio a los distintos departamentos especializados, destacaron
Severiano Martínez Anido, como ministro de Gobernación y vicepresidente del gobierno; José Calvo Sotelo,
que desempeñó la cartera de Hacienda hasta el 21 de enero de 1930; Eduardo Aunós, ministro de Trabajo;
Rafael Benjumea, conde de Guadalhorce, encargado del Ministerio de Fomento; y Eduardo Callejo de la
Cuesta, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. Él mismo ejerció el cargo de ministro de Estado
(encargado de las relaciones exteriores) a partir del 20 de febrero de 1927 y, desde el 3 de noviembre del año
siguiente, hizo desaparecer ese cargo para asimilarlo al desempeño de la propia presidencia gubernamental.
Apoyado por parte del Ejército y por elementos de extrema derecha, Primo de Rivera intentó construir un
régimen que sustituyera al caduco parlamentarismo que había dado comienzo con el reinado de Alfonso XII,
padre del Rey, a finales de 1874. Es decir, desde su gobierno dictatorial quiso reemplazar definitivamente el
sistema político propio de la Restauración. Pretendió dotar a su régimen de tres pilares básicos: un partido
político (Unión Patriótica), unas Cortes sin capacidad decisoria (Asamblea Nacional Consultiva) y un
borrador constitucional de signo ultra conservador que no pasó del proyecto redactado en 1929.
En junio de 1927 se puso fin a la guerra de Marruecos y, tres meses después, se produjo la convocatoria de la
Asamblea Nacional Consultiva, conformada orgánicamente (de forma corporativa, es decir, por representantes
de instituciones y no de partidos) y encargada de redactar una nueva constitución, así como de aprobar otra
serie de leyes fundamentales. No obstante, fue en el campo de la Hacienda y de las obras públicas donde el
régimen dictatorial consiguió ganar sus mejores bazas. Calvo Sotelo logró aliviar la deuda pública y
monopolizó un sector productivo clave como era el petróleo. En obras públicas, al calor de la situación
económica, se ampliaron y mejoraron carreteras, puertos y regadíos.
La oposición a la dictadura se acrecentó especialmente a partir de 1928: tanto intelectuales (Miguel de
Unamuno, Ramón María del Valle−Inclán, Fernando de los Ríos o José Ortega y Gasset, por citar a cuatro de
los más significativos), como estudiantes, políticos de casi todas las tendencias, sindicalistas y militares,
especialmente artilleros, se enfrentaron al régimen primorriverista, en algunos casos mediante conspiraciones
e incluso sublevaciones, como la Sanjuanada de junio de 1926 o el movimiento revolucionario que, en enero
de 1929, encabezó el político conservador José Sánchez Guerra.
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Ante la creciente presión de la mayoría de los sectores de la población y la falta de apoyo de sus propios
compañeros de armas, Primo de Rivera presentó al rey Alfonso XIII su renuncia el 28 de enero de 1930,
dejando tras de sí todo un cúmulo de problemas irresueltos, incluida la misma viabilidad del sistema
monárquico. Poco más tarde se exilió en Francia y, el 16 de marzo de ese año, falleció en París. El reinado de
Alfonso XIII había quedado inevitablemente unido a la dictadura de Primo de Rivera y el final de ésta supuso
el anuncio del ocaso de aquél.
Política económica. Las tendencias históricas del capitalismo español se confirmaron durante la dictadura:
intervencionismo exagerado y absoluto, burocratización de todo lo relacionado con la economía estatal. Se
crean a su vez importantes monopolios sobre sectores clave como el telefónico o el de abastecimiento de
energía (petróleos CAMPSA). El proteccionismo se intensifica aún más; en 1927 se establece un nuevo
arancel que dificultaba enormemente la entrada de trigo desde el extranjero.
Se incrementó la presión fiscal sobre la clase media, y se intenta establecer el impuesto sobre la renta. Los
presupuestos extraordinarios, siempre deficitarios, desequilibraban una balanza económica aparentemente
equilibrada.
BLOQUE IV. LA SEGUNDA REPÚBLICA
Tema 10. El régimen republicano
1930 es un recurrente intento de recuperar el sistema político de la Restauración. Hay grupos republicanos que
se han ido conformando a lo largo de los años 20 como consecuencia de la dictadura y los anteriores
gobiernos monárquicos. Desde 1924 hay grupos neorrepublicanos que no paran de surgir. Tienen poca base
social y se organizan alrededor de importantes personalidades; tal es el caso de Acción Republicana (Manuel
Azaña) o Derecha Liberal Republicana (Niceto Alcalá Zamora). Propugnan un régimen democrático de
carácter regional. En 1929 surge el Partido Republicano Radical Socialista, de Marcelino Domingo, como
una escisión a la izquierda del Partido Radical de Lerroux.
1930 también es un momento clave de movilización social. Es así mismo el año de la firma del Pacto de San
Sebastián, alianza de todos los sectores republicanos con el beneplácito del PSOE. El objetivo primordial era
acabar con la monarquía de los Borbones en España, aunque también se contemplan otras cuestiones como la
autonomía de Cataluña. El 6 de septiembre se produce la alianza definitiva de socialistas y republicanos, en la
que los primeros exigen a cambio de su apoyo una reforma agraria a gran escala cuando se produzca la
llegada del nuevo régimen. Los republicanos necesitaban del PSOE pues contaba con enormes bases sociales
a lo largo de toda España. El día 12 de diciembre se declara una huelga general a nivel nacional con un claro
trasfondo de republicanismo. Algunos militares progresistas se implican a favor de esta revuelta, pero esta
primera insurrección fracasa debido a la desorganización y descoordinación entre huelguistas y militares
sublevados. La movilización obrera de cara a la huelga también fracasa por culpa de distensiones internas
dentro del PSOE, en donde existían voces contrarias a la alianza con los republicanos. El resultado de esta
huelga fue el encarcelamiento del futuro primer gobierno republicano.
Berenguer dimite tras la huelga y Alfonso XIII nombra al almirante Aznar jefe del gobierno. Se convocan
nuevas elecciones municipales como primer paso hacia la definitiva democratización del país. Se presentan la
mayoría de los partidos y se convocan los comicios para el 12 de abril de 1931. Las elecciones se saldan con
un equilibrio en el ámbito rural entre partidos monárquicos y la coalición republicano−socialista; pero en las
ciudades, con un voto mucho más real, los republicanos ganan por mayoría. Tras estos resultados, el rey sólo
cuenta con el apoyo de Romanones. Abandona España el 14 de abril, aunque no llega a abdicar. La gente se
echa a la calle, y ese mismo día el comité revolucionario (futuro gobierno de concentración) declara la II
República y su estatuto jurídico.
Dinámica política (resumen). Se instaura así una república cuyos objetivos principales eran la necesaria
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reforma agraria para modernizar el país, la reforma militar y la declaración de un estado totalmente laico.
Fueron los tres pilares básicos en crisis desde las Restauración. La capacidad del nuevo régimen para imponer
esta serie de reformas era clave para mantener las alianzas en el periodo 1931−1933. El papel de los
socialistas fue clave. Se elabora una nueva Constitución y se convocan nuevas elecciones (celebradas en
noviembre de 1933), en las que triunfará la derecha católica y las tesis radicales de Lerroux. Se inicia así un
periodo contrarreformista que deshace todo lo anterior y paraliza las reformas.
Tras la insurrección de octubre de 1934 y la consiguiente radicalización socialista, se suceden crisis y
episodios de corrupción en el gobierno. A finales del 35 hay una nueva alianza de la oposición para constituir
el Frente Popular, que gana las elecciones de febrero de 1936. Gobernará durante la guerra en el lado
republicano.
El bienio reformista. Las elecciones generales a Cortes Constituyentes convocadas por el gobierno
provisional para el 28 de junio de 1931 dieron el triunfo a los socialistas y a pequeños partidos republicanos
(radical−socialistas, Acción Republicana, etc.), encargados de formar un nuevo gabinete presidido por Niceto
Alcalá Zamora. Los socialistas obtienen 116 escaños, convirtiéndose en la minoría parlamentaria más
importante. Les siguen los radicales de Lerroux y los radical−socialistas.
Se forma una comisión para la elaboración de una constitución, la de 1931, muy avanzada para la época. La
Constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 sustentó el segundo intento nacional por acceder a un Estado
democrático, aprovechando en algunos puntos innovaciones jurídicas de vanguardia para caer en otros en
graves contradicciones. Quizá la más significativa del consenso inicial que arropó el cambio y sus futuras
discrepancias fue la nebulosa imagen del régimen reflejada en el artículo primero de la Constitución, por el
cual se definía a España como una República de trabajadores de toda clase, en indisimulada alusión a las
contrapuestas percepciones de la realidad entre la clase política. Como avances más reseñables cabe citar la
preocupación, que absorbe casi un tercio del articulado, por fijar un amplio catálogo de derechos individuales
(sufragio universal para hombres y mujeres mayores de 23 años), y relativos a la familia, la economía y la
cultura, todo ello dentro de un Estado laico y autonómico en su estructuración territorial, alejado del
centralismo y de fórmulas federales fallidas en el pasado. La decantación por un Parlamento unicameral, y el
poder adjudicado al presidente de la República, a caballo entre el sistema presidencialista y el parlamentario,
son otras de sus novedosas aportaciones.
La reforma militar partió desde la figura de Azaña, ministro de guerra. Se pretendía despolitizar el ejército y
limitar su función a defender España de enemigos exteriores. Se exige el acatamiento al nuevo régimen y al
gobierno elegido democráticamente. Se permitió el abandono voluntario del servicio manteniendo el sueldo
íntegro a aquellos oficiales disconformes con las reformas. Se redujo el número de mandos y unidades
militares para reducir el gasto y simplificar la organización castrense. Se revisaron los ascensos concedidos
durante la dictadura de Primo de Rivera por considerarse fuera de la legalidad. Así mismo se cerraron algunas
academias como la de Zaragoza (en la que se formó Franco), y se actuó contra miembros de extrema izquierda
dentro del ejército. Se creó también un nuevo cuerpo de guardias de asalto. El objetivo final era separar al
ejército de la vida política y limitar su función a la defensa.
En julio de 1931 hay una huelga general en Sevilla que conduce a la declaración del estado de guerra; el
ejército empleó entonces su viejos métodos represivos, lo que puso de manifiesto la falta de control del nuevo
régimen sobre las fuerzas armadas. En 1932 Sanjurjo da un golpe de estado (la Sanjurjada) que fracasa por
falta de apoyos, pero que evidencia la tendencia de muchos sectores militares de ir en contra de la República.
En lo referente a la Iglesia, el Vaticano opta por no reconocer al nuevo régimen. Los católicos y la derecha se
alían con los sectores monárquicos (periódico ABC), pero hay otra corriente de acción católica que actuará
dentro del nuevo régimen republicano (diario El Debate). En este último destaca la figura del Cardenal Ángel
Herrera Oria, que ayuda a José María Gil Robles a crear un partido nuevo de derechas con vocación de partido
de masas: Acción Popular. El 7 de mayo de 1931 el Cardenal Segura proclama en una misiva el peligro de
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anarquía que corre España y apoya abiertamente al rey exiliado, así como propone también el levantamiento
contra el nuevo orden democrático. El 10 de mayo se produce un incidente aislado que desemboca en la
quema de conventos. En Madrid arden 6 edificios, y 15 más en el resto de España. Es la primera proclamación
del estado de guerra durante la República; los acontecimientos dan muy mala imagen al régimen y acaban
volviéndose en su contra. Las posturas clericales se endurecen y el gobierno responde secularizando
totalmente la enseñanza. El Cardenal Segura es expulsado del país pero vuelve y consigue refugiarse en un
convento, donde finalmente es hallado y apresado.
A partir de estos hechos surge la necesidad dentro de la derecha católica de unirse en un partido de masas que
cuente con el apoyo explícito de la Iglesia. Es el caldo de cultivo de la CEDA (Confederación Española de
Derechas Autónomas).
Reforma agraria. Largo Caballero, ministro de trabajo, realiza una puesta al día de medidas sociales. Los
objetivos son la implantación en el campo de medidas modernizadoras y defender las sociedades obreras para
dotarlas de capacidad de gestión. La nueva legislación social se plasma básicamente en las siguientes leyes:
• Ley de términos municipales se trataba de contratar a obreros de un municipio en concreto para evitar
la selección que muchas veces hacían los patronos, que se negaban a dar trabajo a obreros sindicados.
Si contrataban a algún jornalero de un municipio, estaban obligados a contratar a todos los que
necesitasen de ese mismo municipio, aunque estuviesen sindicados.
• Ley de jurados mixtos jurados que actuasen en conflictos laborales que estuviesen compuestos tanto
por patronos como por obreros.
• Así mismo hay otras medidas más, como la implantación de la jornada de 8 horas o la extensión de la
Seguridad Social a todo el territorio. Muchas de ellas nunca se lograron llevar a la práctica.
La reforma agraria se acabó plasmando en una solución de compromiso cuya aplicación fue limitada. Hubo un
total de 16 proyectos de reforma, lo que da idea de su complejidad y de los debates que se necesitaron para su
aprobación. Tras el levantamiento de agosto de 1932, se comprende la verdadera necesidad de la reforma. El
proyecto de Marcelino Domingo es debatido en las Cortes; la posterior ley contempla la distribución de las
tierras expropiables , en su gran mayoría pertenecientes a la gran propiedad. En algunos casos no se
contemplo la indemnización económica tras la expropiación. Las tierras pasaban a manos del Instituto de
Reforma Agraria (IRA), que se encargaba de pasarlas a las diferentes comunidades campesinas; en ningún
caso las nuevas tierras pasaban a ser propiedad de éstas. La financiación de todo el proceso corrió a cargo de
la banca privada ante la incapacidad estatal de hacerse cargo de los gastos.
La reforma estuvo en vigor dos años escasos y afectó sobre todo a las propiedades de los Grandes de España.
Se aplicó en 11 provincias pero en muy pocos municipios. Muchos fueron los que se sintieron amenazados y
otros, por la limitación de la reforma, no se vieron satisfechos. Sólo el laboreo forzoso, que obligaba a la
explotación de todas las tierras no productivas, contentó a los campesinos.
La contrarreforma agraria del gobierno conservador y el posterior restablecimiento de las medidas tras la
victoria del Frente Popular, hizo que el proceso se ralentizase enormemente.
Economía. La crisis mundial tras el crack de 1929 no tuvo importantes consecuencias en un primer momento
debido al aislamiento de la economía española en el mercado mundial. Lo que si ocurrió es que la crisis llegó
con un desfase cronológico respecto a otros países, y que su incidencia fue sectorial (no afectó a todos los
sectores por igual). Los efectos empezaron a notarse hacia 1933, especialmente en las empresas dedicadas a la
exportación. Todos los sectores que dependían de la protección estatal (de sus inversiones), como la siderurgia
o el sector ferroviario, padecieron fuertes crisis cuando cesaron las subvenciones del estado como medida del
nuevo gobierno para recortar gastos. El sector financiero también ve disminuida su actividad en España; se
produce una salida masiva de capitales como forma de rechazo hacia el nuevo régimen. El nivel de paro
también es muy elevado incluso para la época, ya que rondaba el 10% de la población activa. A esto hay que
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unir la vuelta de muchos trabajadores españoles desde países inmersos en la crisis económica.
En el campo las malas cosechas se suceden en 1931 y 1933; en cambio, en 1932 y 1934 se producen
abundantes cosechas de trigo, que hacen que los precios del pan se desplomen los campesinos reclaman
ayudas en forma de subvenciones cuando ven disminuidos sus ingresos. Toda esta situación genera mal estar
social entre los jornaleros, especialmente en el campo andaluz.
Tema 11. El bienio conservador y el Frente Popular.
Los salarios reales subieron durante el bienio reformista gracias en parte a una acertada legislación social,
pero el creciente para hizo disminuir el poder adquisitivo de la población. La crisis económica a partir de 1933
generó una crisis política, con enfrentamientos muy duros entre el gobierno y la oposición de derechas. Alcalá
Zamora acaba expulsando a los socialistas del gobierno (por la presión ejercida desde la oposición), lo que
termina con la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. El lema de la derecha es
revisión de la legislación laica y socializante, claramente en contra de todas las medidas reformistas
adoptadas por el gobierno. Mientras que la derecha se presenta unida y cohesionada a los comicios, la
izquierda lo hace dividida entre republicanos, socialistas, sindicalistas, etc. La elevada abstención y el voto
femenino (muy conservador) también favorecieron a la derecha. Los radicales de Lerroux resultan ser la
fuerza más votada, seguida por la CEDA de Gil Robles, que en un principio no entrará en el gobierno pero
que prestará su apoyo parlamentario al Partido Radical. El PSOE obtiene tan sólo 60 diputados.
La tercera intentona insurreccional de la CNT se produce en diciembre de 1933 al grito de frente a las urnas,
insurrección social. En 1927 había hecho su aparición la FAI (Federación Anarquista Ibérica), una serie de
grupos anarquistas dentro del sindicato; con la llegada de la república la FAI poco a poco se hace con el
control de la CNT en detrimento de los grupos sindicales. Desde marzo de 1932 la FAI dirige todo el
sindicato. Pero el fracaso de diciembre de 1933 les aleja del poder.
El nuevo gobierno conservador está completamente dedicado a abolir toda la legislación del gobierno anterior.
Se paraliza la reforma agraria y se indulta a los golpistas del 32. En verano del 33 empieza la radicalización
socialista, una ruptura dentro de la propia democracia. La clase obrera se moviliza contra la república,
apoyados por las juventudes socialistas de Santiago Carrillo. Empieza a hablarse del peligro fascista en
España debido a la derecha católica, que predica el corporativismo y la antidemocracia. Comienzan las
alianzas con los sectores obreros y sindicales a lo largo de todo el país. El PSOE sigue siendo el único partido
con una implantación a nivel nacional; Largo Caballero propone el inicio de una revolución preventiva ante la
posible entrada de la CEDA en el gobierno.
La Revolución de Octubre. La noche del 4 al 5 de octubre de 1934 se informa de la existencia de un nuevo
gobierno presidido por Lerroux con 3 ministros cedistas, lo que provoca el estallido de la insurrección de
octubre. La revolución fracasa en Madrid debido a la escasez de armas para las milicias socialistas. También
falló la actuación de grupos militares que en un principio iban a apoyar la sublevación. Todo quedó reducido a
una semana de huelga y a disturbios con las fuerzas del orden. En Asturias los mineros se apoderan de Gijón y
Oviedo y de las cuencas mineras. Cada localidad contaba con un comité revolucionario que variaba entre
socialistas, anarquistas o comunistas. Durante 15 días la revolución tuvo éxito.
En Cataluña la CNT no presta su apoyo a la insurrección, pero aún así hay brotes revolucionarios en
diferentes localidades. Lo que sobre todo se produce es un fogonazo catalanista, que proclama el estado
catalán dentro de la República Federal Española Lluis Companys, de ERC (Esquerra Republicana de
Catalunya). En el País Vasco los dirigentes socialistas frenan el movimiento ante la imposibilidad del éxito.
La represión fue llevada a cabo por los regulares de Marruecos, que ejecutaron una actuación atroz contra los
insurrectos. Bombardearon Gijón y luego desembarcaron en el puerto para ir pueblo por pueblo y casa por
casa en busca de los sublevados.
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Polarización de fuerzas. Para la derecha la revolución es una señal de la peligrosidad que encierra la
izquierda. Desemboca en una idea de militarización del país y política represiva. Fue un paso más hacia la
Guerra Civil. La CEDA apoyó a partir de entonces de forma abierta la movilización militar en contra de la
República. Se procede a la ilegalización de los sindicatos y se producen detenciones masivas. Para la
izquierda la revolución es un toque de atención (dado a la derecha) sobre lo que puede pasar en un futuro.
En abril de 1935 se forma un nuevo gobierno con 5 ministros de la CEDA. Gil Robles, al frente del Ministerio
de Guerra, favorece a los militares partidarios del golpe. Fanjul, Franco, Mola, etc. van situándose desde el
ministerio en puestos clave.
El Frente Popular se formó tras la Revolución de Octubre de 1934, cuando Azaña intentó recuperar la unidad
de la izquierda, fuertemente deteriorada en esos años; para ello, en abril de 1935 impulsó el pacto de
inteligencia republicana, suscrito por Izquierda Republicana (IR), Unión Republicana (UR) y el Partido
Nacional Republicano. También se aproximó a los socialistas, profundamente divididos, y a los comunistas. A
finales de 1935, Azaña era consciente del ocaso del gobierno de Manuel Portela Valladares, formado a
mediados del mes de diciembre, y sabía que para triunfar en las elecciones había que crear un gran frente de
izquierdas, pues el sistema electoral privilegiaba a las mayorías. El pacto del Frente Popular se suscribió el 15
de enero de 1936, pese a que en un principio los republicanos se oponían a pactar con los comunistas.
Formaban parte del mismo el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el Partido Comunista de
España (PCE), la Unión General de Trabajadores (UGT), el Partido Obrero de Unificación Marxista
(POUM), el Partido Sindicalista, las Juventudes Socialistas, la Unión Republicana y, por supuesto, el
propio partido de Azaña (Izquierda Republicana), así como las formaciones políticas izquierdistas del
ámbito catalán.
El Frente Popular acabó imponiéndose en las elecciones del 16 de febrero de 1936, dejando atrás a la peor
organizada coalición de derechas denominada frente nacional antirrevolucionario, que acusaba una mayor
división en su seno, pese a contar con la hasta entonces poderosa Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA). Manuel Azaña se convirtió tres días después en el nuevo presidente del gobierno. Obra
de este gabinete (formado únicamente por miembros de los dos principales partidos republicanos, IR y UR)
fueron la amnistía para los presos de la Revolución de Octubre de 1934, la continuidad de las reformas del
primer bienio republicano y la nueva puesta en vigor del Estatuto catalán de autonomía. En abril, las Cortes
depusieron al presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, sustituido interinamente por Diego Martínez
Barrio hasta que, un mes más tarde, Azaña fue elegido para sucederlo como tal. Ello obligó al recambio de
Azaña en la presidencia del gobierno, lo cual tuvo lugar a mediados de ese mes de mayo, cuando el que fuera
ministro de Obras Públicas, Santiago Casares Quiroga, pasó a desempeñar la jefatura del gabinete.
Tema 12. La Guerra Civil
Desde el primer momento, el territorio nacional quedó dividido en dos zonas en función del éxito que
obtuvieron los militares sublevados. Prácticamente se reproducía el mapa resultante de las elecciones de
febrero de 1936; salvo casos aislados, los militares triunfaron en aquellas provincias donde fueron más
votadas las candidaturas de derechas, mientras que fracasaron en aquellas donde la victoria electoral
correspondió al Frente Popular. El Alzamiento (nombre dado por los rebeldes a su levantamiento contra el
gobierno constitucional republicano) comenzó el 17 de julio en la ciudad norteafricana de Melilla. Las
unidades militares destacadas en Marruecos que no controlaba el gobierno republicano se hicieron pocas horas
después con Tetuán y Ceuta. El general Francisco Franco partió el día 18 desde las islas Canarias hacia
Tetuán, en una avioneta privada (Dragon Rapide). Ese mismo día se sublevaron los mandos militares de otras
divisiones peninsulares; sin embargo, el levantamiento fracasó en las principales ciudades del país. Por otro
lado, el 20 de julio de ese mismo año, recién comenzada la sublevación, falleció en un accidente de aviación
el que había sido designado por los conspiradores jefe de la rebelión, el general José Sanjurjo. Desde el día 18,
ni el gobierno ni los rebeldes controlaban la totalidad del país. En un principio, la sublevación dejó en manos
de los rebeldes Galicia, Navarra, Álava, el oeste de Aragón, las islas Baleares (excepto Menorca) y las
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Canarias, así como la zona del protectorado español sobre Marruecos, buena parte del territorio de lo que hoy
es la comunidad autónoma de Castilla y León, casi toda la provincia de Cáceres y algunas poblaciones de
Andalucía. El gobierno republicano conservaba casi toda Andalucía, el País Vasco (salvo Álava), Asturias
(excepto la ciudad de Oviedo) y Cataluña, así como la isla balear de Menorca y los territorios de las actuales
comunidades autónomas de Cantabria, Castilla−La Mancha, Región de Murcia y la Comunidad Valenciana.
Conforme avanzó la contienda, el poder republicano perdió zonas que, desde finales de marzo de 1939,
pasaron íntegras a disposición del Ejército franquista.
De cualquier forma, el comienzo de la guerra estuvo vinculado al plan establecido previamente por los
conspiradores en la primavera de 1936 y en el que participaron mandos militares (la antirrepublicana Unión
Militar Española, UME, y la Junta de generales, de la que Emilio Mola era el coordinador), monárquicos,
tradicionalistas (carlistas) y otros sectores de extrema derecha. El asesinato de José Calvo Sotelo, líder del
derechista Bloque Nacional y participante activo en la conspiración contra el gobierno, que tuvo lugar la
noche del 12 al 13 de julio, fue el episodio previo al pronunciamiento militar. Pronto pudo comprobarse que el
plan conspirador había fracasado y que el pretendido pronunciamiento decimonónico se convertiría en una
guerra larga y cruel de tres años. Durante este trienio las operaciones militares permitieron establecer un
desarrollo cronológico, a partir del paso del estrecho de Gibraltar por las tropas del Ejército de África
mandadas por el general Franco (julio−agosto de 1936), con tres fases principales. La primera muestra la
importancia que ambos bandos otorgaron a la ocupación de Madrid, ciudad que, en consecuencia, pronto fue
motivo de asedio por las tropas insurrectas (dando lugar a la conocida como batalla de Madrid). La estrategia
de los sublevados, que pretendía acceder a la capital desde el norte y desde el sur, fracasó. Una acción
importante en esta primera fase, que en seguida quedaría en el elenco de mitos de la contienda, fue la
liberación de los rebeldes asediados en el Alcázar de Toledo (28 de septiembre de 1936), defendido desde el
22 de julio por el coronel José Moscardó ante el acoso de las tropas republicanas. Contando con las fuerzas de
África, así como con la ayuda alemana e italiana, Franco había avanzado previamente sobre Andalucía y
conseguido ocupar en agosto las plazas extremeñas de Mérida y Badajoz, enlazando de esta manera con los
sublevados del norte a lo largo de la frontera portuguesa. Mola, a su vez, había logrado cortar la frontera
francesa al ocupar la ciudad guipuzcoana de Irún a principios de septiembre.
La segunda fase no abandonó la marcha sobre Madrid. Pero la batalla de Guadalajara (finales de marzo de
1937) se saldó con el éxito republicano, que tuvo presente el plan de ofensiva previsto por el general José
Miaja contra las tropas enviadas por Italia. Los alzados decidieron entonces centrar sus principales
operaciones en el norte. Con el apoyo decisivo de la aviación integrada en la Legión Cóndor alemana, que
realizó una salvaje agresión a la localidad vizcaína de Guernica (26 de abril de 1937), las tropas rebeldes
rompieron las defensas de Bilbao (el llamado cinturón de hierro) el 19 de junio de 1937, pocos días más tarde
del fallecimiento del general Mola en accidente de aviación. En agosto (un mes después de obtener la victoria
en la batalla de Brunete), esas mismas tropas entraron en Santander y, en octubre, tomaron las ciudades
asturianas de Gijón y Avilés, con lo que los rebeldes completaban la última etapa de la ocupación de la zona
norte.
A partir de finales de 1937 comenzó la tercera fase. Los republicanos, siguiendo los planes del general
Vicente Rojo, conquistaron en enero de 1938 Teruel, ciudad que no obstante perdieron al mes siguiente. En
julio de ese año comenzó la dura y decisiva batalla del Ebro, en la que la derrota del Ejército republicano
(noviembre de 1938) dejó despejada la ruta para el avance de los sublevados hacia Cataluña. En los últimos
días de enero de 1939, las tropas franquistas se instalaron en Barcelona, para avanzar en fechas sucesivas
hacia la frontera francesa y ocupar los pasos desde Puigcerdá hasta Portbou (Girona). La ofensiva final
(febrero−marzo de 1939) tuvo por objeto quebrantar las posiciones republicanas todavía pendientes, situadas
en la zona centro y en el sur peninsular. A principios de marzo de ese año fracasó el criterio de mantener la
resistencia defendido por el presidente del gobierno republicano, Juan Negrín, debido a la creación en Madrid
del Consejo Nacional de Defensa. Este organismo, que encabezó el jefe del Ejército del Centro, el coronel
Segismundo Casado, destituyó a Negrín y procuró alcanzar una paz honrosa con el gobierno franquista de
Burgos después de hacerse con el control de Madrid mediante un cruento enfrentamiento entre las propias
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tropas republicanas. Sin embargo, no prosperaron sus gestiones encaminadas a lograr una paz acordada. Las
tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo. Tres días más tarde, el gobierno republicano perdió las
últimas plazas todavía fieles. El 1 de abril la guerra había terminado, no así las represalias.
Desarrollo político de la contienda. Por parte del gobierno republicano, la jefatura pasó sucesivamente de
manos del azañista y dirigente de Izquierda Republicana, José Giral (19 de julio de 1936), a Francisco Largo
Caballero (5 de septiembre de 1936) y de éste a Juan Negrín (desde el 18 de mayo de 1937 hasta el final de la
guerra) los dos últimos pertenecientes al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en lo que bien puede
definirse como una pugna entre dos prioridades: desarrollar un proceso revolucionario o apostar por ganar la
guerra primero. Manuel Azaña, presidente de la República, sustituyó el 19 de julio de 1936 al dimitido
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga por Diego Martínez Barrio, quien no llegó a jurar el cargo.
No obstante, Azaña nombró ese mismo día a José Giral jefe del gabinete. Tan pronto como este último asumió
las responsabilidades de gobierno, la autoridad del poder central se descompuso y se crearon numerosos
poderes locales de carácter popular y espontáneo que generaron divisiones intensas y supusieron la pérdida de
la unidad política e incluso militar en el ámbito republicano.
El debilitamiento de autoridad, al que aludiría el propio Azaña en su obra teatral La velada de Benicarló
(1937), y los avances de las fuerzas rebeldes, explican el cambio de Giral por Francisco Largo Caballero
(septiembre de 1936), que ejercía su prestigio y autoridad sobre los obreros principalmente desde la dirección
de la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato afín al PSOE. Largo Caballero hizo cuanto pudo por
controlar la situación revolucionaria y formó un gobierno de concentración con presencia de socialistas,
comunistas, una minoría de republicanos y nacionalistas vascos y catalanes. Dos meses después incorporó a
militantes de la central obrera anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), cuya fuerza era
destacada en Aragón, Cataluña y Valencia. Con todo, el enfrentamiento entre las dos tendencias ya aludidas
(revolución o guerra) y ello pese a que durante el gobierno de Largo Caballero mejoró la coordinación en el
Ejército republicano dio al traste con esta experiencia porque fue incapaz de hacer amainar las disputas entre
las principales corrientes políticas de la coalición gubernamental.
En mayo de 1937, Azaña puso las riendas del gobierno en manos de Negrín, que pronto sería acusado de estar
dominado por los comunistas. Negrín prescindió de inmediato de los anarcosindicalistas y orientó su gestión
hacia la victoria militar; la revolución debía esperar. Pero los avatares bélicos desencadenaron una nueva
crisis gubernamental en abril de 1938. Desde entonces, Negrín pasó a desempeñar también el cargo de
ministro de la Defensa Nacional (anterior Ministerio de la Guerra), que venía ejerciendo el socialista Indalecio
Prieto. Los trece puntos de Negrín (nombre por el cual fue conocido el acuerdo propuesto por el presidente del
gobierno republicano a las fuerzas franquistas, como base de una posible negociación), promulgados el 1 de
mayo de ese año, en un afán por restablecer una democracia consensuada sobre principios alejados del
conflicto bélico, no consiguieron recomponer la unidad del Ejército republicano ni sostener el escaso apoyo
internacional, debilitado a medida que se retiraban los voluntarios extranjeros que habían formado parte de las
Brigadas Internacionales.
El éxito definitivo de la ofensiva franquista sobre Cataluña, a principios de febrero de 1939, impidió que
dieran fruto las garantías que el gobierno republicano pedía de cara a la paz: independencia de España y
rechazo de cualquier injerencia exterior, que el pueblo pudiera decidir libremente acerca del futuro del
régimen, así como garantía de evitar persecuciones y represalias después de la guerra. Estas condiciones
propuestas por Negrín en las Cortes reunidas el 1 de febrero de 1939 en Figueras (Girona) no fueron aceptadas
por el gobierno de Burgos, que presumía concluir la guerra en breves días. En efecto, la reunión de las Cortes
republicanas en Figueras fue la última que tuvo lugar en suelo español. Antes de esa fecha se celebraron
reuniones de las Cortes en distintas sedes, dependiendo de las propias circunstancias militares de la contienda.
Las primeras tuvieron lugar en Valencia (diciembre de 1936 y febrero y octubre de 1937), en tanto que las
postreras se produjeron en distintas zonas del territorio catalán, tales como Montserrat (febrero de 1938), San
Cugat del Vallés (septiembre de 1938) y Sabadell (octubre de 1938).
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En lo que respecta a la zona sublevada, se dictaron paulatinamente medidas políticas al compás de las
acciones bélicas, que fueron aplicadas en los territorios ocupados desde el principio y en todos aquellos que se
incorporaban tras los éxitos militares rebeldes. La primera y pronta medida adoptada por los insurrectos fue la
creación en Burgos de la Junta de Defensa Nacional, el 24 de julio de 1936, que presidió el general Miguel
Cabanellas por ser el militar más antiguo e integraron en calidad de vocales los generales Emilio Mola, Fidel
Dávila, Andrés Saliquet, Miguel Ponte y los coroneles Fernando Moreno y Federico Montaner.
A finales de septiembre de ese año, la Junta de Defensa Nacional designó a Franco generalísimo de las fuerzas
sublevadas (principal jefe militar de las mismas) y jefe del gobierno. Así, el 1 de octubre de 1936 se hizo
oficial el acceso de Franco a la jefatura militar y política de quienes se autodenominaban nacionales, cargos a
los que él mismo unió el de jefe del Estado. Esta medida tuvo su complemento en el llamado Decreto de
Unificación (19 de abril de 1937), por medio del cual se creó Falange Española Tradicionalista y de las Juntas
de Ofensiva Nacional−Sindicalista (FET y de las JONS), única formación política legal del nuevo régimen
llamado Movimiento Nacional por sus partidarios que fundía los núcleos falangistas y tradicionalistas
(carlistas). Esa operación política agudizó las tensiones latentes entre los falangistas desde que, en noviembre
de 1936, fuera ajusticiado por los republicanos José Antonio Primo de Rivera, fundador y jefe nacional de
Falange Española. El nuevo jefe nacional falangista, Manuel Hedilla, se opuso al decreto unificador, por lo
que fue arrestado junto con sus seguidores.
En enero de 1938 se formó el primer gobierno nacional presidido por Franco, tras la disolución de la Junta
Técnica de Estado, que había sido creada en octubre de 1936 inicialmente como una entidad de apoyo
gubernamental a la primigenia Junta de Defensa Nacional. El primer gobierno franquista estuvo compuesto
tanto por militares como por figuras civiles falangistas, tradicionalistas y monárquicas. Entre sus miembros
cabe destacar a los generales Francisco Gómez Jordana (vicepresidente del gobierno y ministro de Asuntos
Exteriores), Severiano Martínez Anido (responsable del Ministerio de Orden Público) y Fidel Dávila (ministro
de la Defensa Nacional), al ingeniero naval Juan Antonio Suances (encargado del Ministerio de Industria y
Comercio), así como al abogado y cuñado de Franco Ramón Serrano Súñer (ministro de Interior y secretario
del Consejo de Ministros), al notario y falangista Raimundo Fernández Cuesta (responsable del Ministerio de
Agricultura) y al escritor y político monárquico Pedro Sainz Rodríguez. Asimismo, el 9 de marzo de 1938 se
promulgó el Fuero del Trabajo, que acabada la guerra alcanzaría el rango de ley fundamental y, por tanto,
entraría a formar parte del peculiar constitucionalismo propio del franquismo.
La dimensión internacional. Si bien es cierto que la guerra comenzó como un conflicto interno "nacido en
suelo español y a la manera española" (en palabras de Salvador de Madariaga), no pudo mantenerse ajena al
entorno internacional debido a sus propias raíces ideológicas. Ambos bandos reclamaron inmediatamente
apoyos de otras potencias extranjeras, según el panorama existente en la alineación del mundo en la década de
1930, hasta el extremo de que algunos vieron en el conflicto un prólogo de un nuevo enfrentamiento mundial.
Si no lo fue, al menos consiguió implicar a la mayoría de partidos políticos y potencias europeas. Hoy nadie
pone en duda que la intervención extranjera contribuyó tanto a prolongar la contienda como al futuro del
Movimiento Nacional. La primera fase de urgencia (julio−agosto de 1936) llevó, por un lado, al gabinete
presidido por Giral a solicitar el auxilio del gobierno del Frente Popular francés (presidio por el socialista
Léon Blum) y, por el otro, a los rebeldes a concretar el inicial apoyo prestado por Italia (gobernada por el
fascista Benito Mussolini) y Alemania (con el nacionalsocialista Adolf Hitler en el poder).
El Frente Popular español contó con el apoyo primigenio de Francia y de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS). Sin embargo, el temor del gobierno francés a crear una situación conflictiva en todo el
continente frenó su ayuda y se acogió a la política de no intervención que, propugnada por el gobierno
británico, asimismo acabaría aplicando la Sociedad de Naciones. Francia cerró su frontera a la entrada de
material bélico destinado a cualquiera de los contendientes, con lo que en realidad perjudicó notablemente al
gobierno republicano. Por su parte la URSS, gobernada por Stalin, tras comprobar la participación activa y
directa de italianos y alemanes, rechazó la política de no intervención. Su apoyo resultó fundamental en
blindados, aviones y equipos de asesores militares. En tanto que los rebeldes recibieron aviones, armamento y
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combatientes de Italia y Alemania (valga como ejemplo la Legión Cóndor), así como la ayuda de los
voluntarios portugueses, enviados por el gobierno encabezado por António de Oliveira Salazar, además de
otras colaboraciones.
Entre los auxilios recibidos por el gobierno republicano merecen recordarse las Brigadas Internacionales: la
III Internacional (también conocida como Komintern) creó un comité internacional para organizar a sus
miembros, que contó con la participación de los dirigentes comunistas Palmiro Togliatti y Josip Broz (Tito).
Participaron en ellas voluntarios de distintos países movidos por sentimientos antifascistas, cuyo número es
difícil de precisar (tal vez, unos 40.000) a causa de los relevos producidos en sus filas durante el transcurso de
la guerra. El centro de reclutamiento estuvo en París y entre sus gestores cobró especial relieve el dirigente
comunista francés André Marty. Los primeros brigadistas llegaron al puerto español de Alicante en octubre de
1936 para continuar hasta Albacete, en donde se formó la XI Brigada, que pronto participó en la batalla de
Madrid. Su intervención al lado de la causa republicana duró hasta octubre de 1938.
En medio de todo este proceso destacó de manera especial lo que se conoció como la política de no
intervención asumida por la Sociedad de Naciones, que, en principio, suponía la prohibición de exportar
cualquier material de guerra, sin más compromisos por parte de los gobiernos. En septiembre de 1936 nació
en Londres el Comité de No Intervención, integrado por los embajadores residentes en la capital británica con
el objeto de reducir el conflicto al ámbito nacional. Sin embargo, a la vista de las numerosas violaciones del
compromiso, las medidas adoptadas por el Comité de No Intervención no resultaron efectivas y, desde luego,
no impidieron que las potencias extranjeras apostaran por uno u otro contendiente, si bien la mayor
beneficiada de la actitud de las democracias occidentales acabó siendo la causa franquista, auxiliada de forma
reiterada por las potencias del Eje.
Por lo que se refiere al apoyo soviético, la financiación de los suministros bélicos entregados al gobierno
republicano se relacionó con las reservas del Banco de España. Dos terceras partes del oro guardado en el
banco nacional salieron hacia Moscú, en concepto de depósito primero, y como pago por aquellos suministros
posteriormente. El famoso oro de Moscú sería un asunto controvertido y utilizado como propaganda por el
gobierno franquista. Mientras éste recibió a crédito suministros alemanes e italianos, que fueron abonados en
parte después de finalizar la guerra, el gobierno republicano agotó las reservas para pagar la ayuda soviética.
Gracias a los llamados ingenios, que es como se conocían todas las innovaciones tecnológicas. Cuando en
España apenas había comenzado la implantación del ferrocarril, en Cuba ya existían 700 kilómetros de vías
para transportar los productos desde el interior a los puertos.
Décadas más tarde Fidel Castro hace lo mismo; la zona montañosa es muy abrupta y a la vez muy bien
conocida por los insurrectos, que desde ahí pueden dirigir su avance.
Mandar a Martínez Campos a Cuba fue una estrategia política de Cánovas del Castillo para quemarle
políticamente.
Los derechos de Puerto Rico habían sido derogados en 1874.
Ver textos
Los ingleses fundan la primera industria del acero en Cantabria.
Explosión anticlerical de los sectores obreros catalanes, que pone de manifiesto la falta de objetivos claros de
los insurrectos.
Jornada de 7 horas diarias, dos días de descanso a la semana, supresión del ejército, gobierno revolucionario,
etc.
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Había roto previamente con el federalismo de Pi i Margall en 1886.
Dentro del nacionalismo vasco este sector era conocido como el de los fenicios o traidores a la causa vasca.
El PSOE había colaborado con la Dictadura pese a la oposición interna de Indalecio Prieto o Fernando de los
Rios
Eran expropiables todas aquellas tierras pertenecientes al Estado, a los señoríos, aquellas que estuviesen mal
cultivadas o incultivados, las que fueran excesivamente extensas, etc.
El ejemplo italiano y el modelo de la Alemania nazi alarmaban a determinados sectores de la clase política
española.
Fue en gran medida fruto de las propuestas realizadas por la III Internacional a partir de julio de 1935,
defendidas especialmente por el dirigente comunista búlgaro Georgi Dimitrov, con el objetivo de conseguir la
colaboración entre los partidos obreros (tanto socialdemócratas como comunistas) y las formaciones políticas
burguesas de izquierdas.
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