EL VIAJE MÁGICO DE ANSELMO CECILIA RAMOS MEJÍA EL VIAJE MÁGICO DE ANSELMO LA CONVIVENCIA PACÍFICA Y LA MEDIACIÓN ESCOLAR EN LA EDUCACIÓN, INICIAL Y PRIMARIA <CRÉDITOS> <Ale: va nueva ficha de catalogación en fuente, nuevo isbn y nuevo código de barras> © de las ilustraciones Javier González Burgos Ilustración de tapa: Javier González Burgos Dedico este libro a la Virgen de la Paz y a los niños y grandes que creen que los milagros existen. A mi querida hija Mercedes, ella sabe bien por qué... Agradecimientos Quiero agradecer a quienes colaboraron para que el viaje de Anselmo fuera posible: A mi madre que me regaló su inocencia. A mi padre, con quien disfruté en mi infancia de sus fantásticas historias. A Jorge Llambías, mi marido, por su paciencia infinita al compartirlo y corregirlo. A Pilar Llambías, por sus aportes creativos, maravillosos y su sentido del humor. A Luján y María Llambías, por sus acertadas y cálidas opiniones cuando fueron necesarias. A Alejandra Llambías por plasmar con tanto acierto la primera representación de Anselmo. A Candela, mi nieta por escuchar muchas veces la historia y hacer varios dibujos del viaje uno de los cuales sirvió de inspiración para la portada del libro. A María Dolores Canestri, que asumió la tarea de revisar y corregir el texto con un trabajo altamente profesional. A mis amigas Marta Crivaro y Mercedes Capdevila que me estimularon a avanzar en el mágico viaje. A las docentes de Tierra del Fuego por leer los sueños a sus niños, practicar sus ejercitaciones y volcar los resultados en los dibujos que figuran en el libro, en particular a Moira González, Andrea Sberna, Carina Monjo, Raquel Ríos y Celia Moreno, y a Patricia Marzella por regalarnos algunos de los cuentos para las actividades. A Ariadna Pou, por su generosa disponibilidad en la preparación de la edición. A Carmen Romero, por su amistad y entrega para prologarlo amorosamente. A Emilio Perrot y Norberto Pou por hacer lo imposible para que se publique en los tiempos previstos. A todos los que se interesaron en él y apoyaron para que se realizara desde las aulas, especialmente desde el rincón más austral del planeta, la isla de Tierra del Fuego. PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN Estoy muy feliz con esta nueva edición de El viaje mágico de Anselmo. Este potrillo mediador ya es muy querido por niños, padres y maestros que han disfrutado con sus aventuras y aprendizajes; ahora, también, seguirá llegando a nuevos hogares y escuelas. Anselmo nunca hubiera podido llevar su mensaje de pacificación sin ustedes, los lectores, como tampoco sin sus compañeros, tanto los que lo ayudaron como los que le crearon dificultades. Me parece oportuno destacar algunas características del mensaje de su viaje. Una es que la magia está unida a la transformación. Opera por la intervención de ayudas no esperadas, a diferencia del cambio que actúa desde la voluntad. Otra es que para que ocurra se necesita la presencia de todos los que participan del viaje, incluso de los que tienen diferentes intereses y se oponen a la búsqueda de Anselmo y su grupo. Gracias a ellos, los protagonistas aprenden de sus límites, avanzan –aún con sus miedos– y no desean imponer su mensaje de paz a nadie. Como consecuencia, los “otros” no son combatidos ni destruidos sino que se van “contagiando” de nuevas maneras de resolver los conflictos. Querer combatir el mal por la fuerza es más de lo mismo. Por eso el mensaje de Anselmo es novedoso. Muchas guerras y otras atrocidades se han cometido y se cometen en nombre de la paz. Los niños del siglo XXI merecen y esperan nuevas maneras de ser pacificadores. El mensaje de Anselmo parte del supuesto por el cual el ser humano es naturalmente compasivo, así como también los principios de la paz están impresos en lo hondo de cada ser viviente y los hemos olvidado, solo se trata de recordarlos. Una vez que Anselmo puede acceder a estos principios, gracias a sus sueños, es cuando con su equipo de colaboradores y opositores extienden la pacificación, suave y lentamente, sobre La Soleada y otros lugares. La pacificación actúa como si fuera una suave brisa que al atardecer va trayendo alivio al calor agobiante de un día de verano. Mi esperanza es que con la lectura de la historia y la práctica de los ejercicios propuestos vaya ocurriendo algo similar con muchos niños de la Argentina y también de otros países. CECILIA RAMOS MEJÍA Septiembre de 2008 PRÓLOGO Confieso que me emocioné cuando Cecilia me propuso que escribiese el prólogo de El viaje mágico de Anselmo. La convivencia pacífica y la mediación escolar en la educación, inicial y primaria y me continué emocionando mientras leía la historia. ¡Qué privilegio recibir tal encargo! Una historia que fascina, atrae y sobre todo enseña. Si necesitas una historia que enseñe a vivir en paz, que sea pedagógica, divertida, creativa, aquí lo tienes. Tengo el gran honor de conocer de cerca a Cecilia, una persona extraordinaria, intuitiva y sabia que posee la delicada y sutil habilidad de focalizar su atención hacia los puntos fuertes de las personas y a partir de aquí lo vulnerable lo vuelve poderoso como por arte de magia, y esto nos lo transmite en El viaje mágico de Anselmo. La presente obra va destinada, en especial, a los niños y niñas más pequeños, entre 3 y 9 años, aunque los conceptos expuestos les puedo asegurar que también enseñan y cautivan a los adultos. Cecilia Ramos Mejía es una gran maestra que cree que la paz es posible y que ésta empieza en los espacios de relación más cercanos a cada uno de nosotros. En este libro nos aporta sus conocimientos sobre las cosas importantes de la vida y cómo crear buenas relaciones en el día a día. Cecilia dice que comparte con físicos, filósofos y teólogos la idea de que nuestra civilización está pasando la sexta crisis más importante de su historia y, añade, que dependiendo de cómo resolvamos este cambio, nuestro planeta seguirá en pie. La autora cree que la mediación para eliminar la violencia en las aulas no es una moda sino una necesidad. Y cuanto antes se empiece a aplicar más fácil resultará para los alumnos incorporar los nuevos conceptos y cambiar. Nos comenta que lo ideal es activar un programa completo de resolución pacífica de conflictos y mediación escolar a partir de los tres años. El lector verá en este libro que se le habla desde un mundo mágico y a la vez muy real donde nuestro protagonista Anselmo, en sus siete sueños recibe las enseñanzas de sus maestros. Tenemos a los maestros: Lina la garza, Esteban el conejo, Palmira la lora, Rita la gata y sus siete gatitos, Martín el puercoespín, la loba Fidelia con la oveja Berta y la yegua Alcira . Siendo, aún potrillo, a Anselmo le asignan la misión de pacificar el entorno donde vive y para ello recibe unos conocimientos que lo transforman en mediador y en experto creador de paz. Cecilia nos propone leer con nuestros alumnos cada mes un sueño y aplicar los ejercicios que corresponden a cada uno de ellos. Un libro de ensueño con la esperanza de que la paz sea realidad. Te animo a acompañar a Anselmo en su viaje mágico y a transmitir a tus alumnos las enseñanzas que este libro contiene sumándote a la maravillosa tarea que es crear un mundo en paz. CARMEN ROMERO DURÁN* * “Mediadora escolar, vive en Argelaguer un pequeño pueblo del Pirineo catalán acompañada del cantar de los gallos, el croar de las ranas, el ‘miolar’ de los gatos, el ladrar de los perros...” , así es como se autodefine Carmen. También es Maestra y Mediadora Master en Mediación y Resolución de Conflictos por la Universidad Ramon Llull de Barcelona. Formadora de alumnos y docentes como mediadores. Docente en diferentes universidades como la Hispalense de Sevilla, la de Murcia y la de Barcelona y en otros centros tanto de Cataluña y del resto de España, y en Iberoamérica. Fundadora de un Servicio de Mediación llamado Acord, desde donde se dedica a partir de 1997 a capacitar a alumnos y docentes en la resolución pacífica de conflictos y mediación escolar en Centros de educación infantil, primaria y secundaria. [email protected] EDUCACIÓN PARA LA PAZ Educar para la paz es una tarea muy hermosa y es bueno que comience en la educación inicial y continúe a través de toda la escolaridad. En el Foro Internacional de Mediación realizado en Buenos Aires a comienzos de 2003, todos los que estábamos trabajando en la comunidad educativa, acordamos que conviene comenzar a sembrar las bases para la resolución pacífica de los conflictos desde los tres o cuatro años de edad. Este libro está inspirado en el trabajo que la Peace Education Foundation, realiza en la educación inicial. (Puede visitarse su página web, http://www.peaceeducation.com). Tuve la oportunidad de realizar la especialización en mediación escolar en dicha fundación y en esa ocasión ocurrió algo que me decidió a comprometerme profundamente con esta tarea. El último día de la capacitación los docentes que nos capacitaron nos llevaron a los participantes del curso, a conocer una escuela que incluía todos los niveles de la escolaridad, donde funcionaba el programa completo, hacía ya varios años. La primera impresión positiva que tuve fue ser recibidos por alumnos preadolescentes formalmente vestidos que, con orgullo llevaban brazaletes que los identificaban como mediadores. Con ellos como guías pudimos recorrer la escuela y reconocer un orden “natural” entre los alumnos que jugaban en los recreos, que iban al comedor caminando con tranquilidad en un ambiente de limpieza y orden, mas no por eso no vital, extraño en las escuelas de la época en que vivimos. Además la experiencia más significativa consistió en presenciar una clase con niños pequeños. Palpar, ver y escuchar cómo se desarrollaba dicha clase y la forma en que aprendían algo tan aparentemente sencillo como tratarse con amabilidad a través de ejercicios y juegos, cómo se sentaban en la “Mesa de la Paz” y hablaban por turno de acuerdo a quien tenía en sus bracitos un osito de peluche, entre otras actividades, fue tan impactante que al regresar me dije a mí misma: “He encontrado una piedra preciosa”, pues comprobé por la experiencia cómo era posible una educación genuinamente pacificadora, y por lo tanto, una sociedad diferente. A partir de allí me dediqué con alma y vida a la Educación para la Paz y a la mediación escolar. A medida que iba trabajando con docentes del interior del país, formándolos para que ellos mismos pudieran ser los formadores de sus alumnos mediadores, sentí la necesidad de producir un material al cual recurrir para que profundizara habilidades, conocimientos y reforzara la capacitación de los chicos. Así fue que nació Anselmo, un potrillo que quería ser mediador y que lo logró, con la ayuda del lobo César y el cerdito Lucio, sus primeros “clientes” como mediador. Ellos a través de ocho videos, enseñan las técnicas de la mediación y colaboran de esta manera en la pacificación de los seres humanos. Dado que han sido y son de mucha utilidad en esta capacitación, y que el material de la Peace Education Foundation me parece excelente, es que he querido realizar un aporte a esta etapa de la escolaridad que responda a nuestra idiosincrasia inspirándome en dicho material y aprovechando los personajes de los videos. En el libro Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa, planteo ejercitaciones para desarrollar habilidades que permitan la convivencia pacífica y en última instancia la resolución pacífica de los conflictos para alumnos mayores de nueve años. Ellos responden a “Los pilares de la educación para la paz”. En El viaje mágico de Anselmo, las ejercitaciones aplican “Los principios de la convivencia pacífica” (relacionados con los pilares ya citados) que Anselmo recibe de las enseñanzas de sus maestros en los siete sueños. Dichos principios están destinados y diseñados para niños entre tres y nueve años de edad, y son: Primer Principio: Confiar y colaborar. Segundo Principio: Escuchar con atención. Tercer Principio: Hablar con un lenguaje amable. Cuarto Principio: Valorarse a sí mismo, valorar a los demás y a toda forma de vida. Quinto Principio: Apreciar positivamente las diferencias. Sexto Principio: Reconocer y expresar adecuadamente las emociones primarias. Séptimo Principio: Resolver los conflictos pacíficamente. Espero que disfruten compartiendo los sueños de Anselmo y su maravilloso viaje junto a sus amigos.1 Metodología recomendada Para aprovechar mejor el libro, recomiendo que a lo largo de cuatro reuniones – aproximadamente en un mes– se lea un sueño en cada una de ellas. El lenguaje de la narración puede adaptarse a la edad de los niños. El principio tratado en cada sueño será aplicado a través de las ejercitaciones recomendadas. Las actividades enunciadas pretenden ser sólo guías que cada docente elegirá de acuerdo a la edad de los niños con que trabaje y que las enriquecerá con el bagaje de ejercicios que ya conoce. 1 Este libro se divide en dos partes y un anexo. En la primera hallarán el cuento completo, El viaje mágico de Anselmo. La segunda comprende una “Guía de ejercitaciones para aplicar a los principios de la convivencia pacífica”. Por último, en el anexo bajo el título “Experiencias de trabajo con El viaje mágico de Anselmo, la autora presenta algunos de los materiales que alumnos pertenecientes a diferentes escuelas de Tierra del Fuego realizaron al trabajar con algunos contenidos de este libro. EL VIAJE MÁGICO DE ANSELMO LA SOLEADA Todos los fines de semana, mi papá me llevaba al campo de mi abuelo José. A mí me encantaba, porque era un campo mágico. Su nombre es La Soleada, y allí todos vivían felices, hasta los animales más chiquitos. En éste siempre ocurrían cosas diferentes, las mariposas tenían unos colores tan bonitos que parecían que se prendían y apagaban con la luz del sol. Los tomates, las lechugas y espinacas y, hasta los choclos eran... ¡enormes! y ¡riquísimos! Cuando venía la lluvia que inundaba los campos vecinos y llegaba La Soleada caía despacito como si nos acariciara. ¿Saben? ¡Nunca! pero ¡nunca se inundó!, y hasta los pececitos del río a veces se asomaban del arroyo para mirarnos jugar y divertirse con nosotros. Todo esto era común en La Soleada, pero también era mágico. Seguramente, uno de esos momentos es el que voy a relatar, pero no nos adelantemos. ¡Uy! Ahí viene el caballito Anselmo y un montón de animales que lo siguen. Hay una luciérnaga, una oveja, un cerdo, el perro y el gato de mi abuelo. ¿A qué están jugando? Me voy a esconder para que no me vean. Qué suerte, soy chiquito de nuevo y me puedo enredar en todas las historias. Vamos a escuchar lo que pasó aquella tarde en que apareció la nube. —¡¿Otra vez?!, ¡no! ¡No quiero contar de nuevo! —dijo el caballito Anselmo con voz de cansado—, es la tercera vez que me toca contar a mí... ¡Así es aburrido jugar a la escondida! —Pero, es lo justo, Anselmo, lo que toca, toca —asintió la luciérnaga Martina. —Vamos, Ansel, no seas mal perdedor, es tu turno de contar —exclamó el perro grande de la casa. —No es de mal perdedor, es que estoy cansado, nada más. Juguemos otro día —contestó Anselmo. —Beee, beee..., miren, amigos, ¿qué es eso que se acerca desde el cielo? —preguntó la oveja. —Son los mosquitos, que se mudan de campo —contestó el gato, que era corto de vista. —Yo, mejor, me voy, me parece que se viene una tormenta —dijo el perro asustado. —Es una nube enorme como un monstruo, y ya está sobre nosotros, va a dañar mi rosada piel. ¡Huyamos! —exclamó el cerdo. Entre tanto alboroto, salí corriendo a buscar a mi abuelo. —¡Abuelo, abuelo! mirá, se puso todo oscuro, como si hubieran cortado la luz y los animales se escaparon. El caballo Anselmo se metió en el gallinero; el cerdito, en el establo; la oveja, en la cucha del perro, y el gato y el perro se abrazaron del miedo. —¡Rápido! —gritó el abuelo—. Se viene una tormenta fuertísima, hay que guardar al resto de los animales. Mientras tanto, en el gallinero... —¡Ay, ay, ay! —se quejaba Anselmo— con tanta oscuridad, entré en este gallinero pensando que era mi establo. Pero ahora me da miedo salir, no veo a ninguno de mis amigos, y mi abuela Elma debe estar preocupada. —Cocoroco, coooo, cococo —cacareaba la gallinita pigmea. —¡Qué bueno que no estoy solo! ¡Hola, gallinita pigmea! —Anselmito, gracias a Dios que estás aquí en mi casa ¿Qué es esa nube extraña que se instaló en nuestro campo? —No sé, ¡pero es horrible! ¡Parece un dragón con la cola llena de pinches! —Sí, es verdad y tiene una boca llena de colmillos. —¡Ay!, quiero volver a mi establo. ¡Estoy muerto de miedo! Y, además... ¡tengo hambre! —se quejaba Anselmo. —Chts, chts, chts, por eso, no te preocupes, tengo suficiente pan duro para los dos —la gallinita intentaba reconfortarlo. —¿Pan duro? ¡Puaj!, no me gusta, yo quiero irme. —Es una delicia y, además, no puedes irte con esa nube amenazante allá afuera, imagínate si tira rayos y empiezan a caer como baldazos de agua... Pasaron tres días... Anselmo ya no aguantaba más el pan duro y sin comer un poco de rica alfalfa, algún fardito de reserva, un pastito tierno. Los caballos no comen lo mismo que las gallinas. Sin embargo, para una gallina como ella, no era poca cosa compartir el único alimento nada menos que con un enorme caballo. Aunque, en realidad, el pobre Anselmito no era tan enorme ¿no? Sí, era un potrillo, pero bueno para la gallina, era gigaaante. Y, sí, como todos se imaginarán, empezaron los problemas. ―Con esto nos morimos de hambre ―murmuraba Anselmo―, cómo se puede sobrevivir con esta comida, ¡sólo las gallinas pueden comer esto! Anselmo estaba desesperado. Sus murmuraciones pronto se convirtieron en relinchos y, claro, las gallinas son chiquitas, pero no son sordas. Entonces, cuando la paciencia de la gallinita pigmea llegó al límite hizo escuchar su cacareo como nunca. —¡Coco, co co co, cómo te atreves! —gritó la gallinita—. ¡Te di lo... lo poco que tenía para mí, y así me lo agradeces! ¡Fuera, fue... fuera de mi casa! ¡Ya sabrán otros saborear mis platillos y, mis manjares! Anselmo agachó sus orejas y fue retrocediendo como un perrito asustado. De repente, la nube se corrió y el sol iluminó sus ojos húmedos y temerosos. Tal vez estaba avergonzado. Anselmo miró a la gallinita, pero no dijo nada, la gallinita por primera vez hizo silencio... Simplemente, dio la vuelta. Y mientras Anselmo caminaba para su establo... —¡Qué dolor de cabeza que tengo, esa gallinita pigmea malhumorada que no paraba de hablar! Pero ¿qué pasa? ¿Qué es ese griterío que escucho? ¡Abuela Elma! ¿Qué pasó acá, donde está mi almohadita? —Anselmito, ¡qué bueno que volviste! —exclamó la abuela Elma—. ¡No sabes cómo me preocupé con esa nube horrible que apareció en el cielo! Y mi nietito... ¿dónde estaba? ¡Suerte que Martina, tu amiguita la luciérnaga, me avisó que estabas con la gallinita pigmea, bien seguro en el gallinero! ¿Sabes, Anselmo? Esto es un lío bárbaro, están todos de mal humor. El perro está como loco, ladrando a los potrillos, el gato se le subió encima y le estuvo arañando las orejas, las gallinas quieren poner huevos en las ventanas, los chanchos, que del susto se metieron acá, quieren tomar la leche de las vacas, se creen terneros, y la oveja Marta se revuelca en el fango. ¡Ah! y tu amiga la luciérnaga Martina está encerrada en un farol y no quiere salir. ¡Esto es un desastre! —Sí, es verdad, ¡qué lío hay acá...! —dijo Anselmo pensativo, como si las palabras de la abuela le hicieran recordar a la gallinita— pero... ¡Mira, abuela, mira lo que está pasando afuera! —¡Silencio todos! —dijo Elma con un grito fuerte como un huracán, raro en ella, que nunca gritaba. Y, poco a poco, se fueron callando. Cuando todos hicieron silencio, se escucharon los gritos de afuera y, ahí nomás, se asomaron por las ventanas. El abuelo José se estaba agarrando del cuello con su ayudante Carlitos y se zamarreaban de un lado a otro, el perro de Carlitos se lanzó a defenderlo y le clavó los dientes al abuelo José, éste le pegó una patada y, entonces, salió la abuela con una pala y casi le parte la cabeza a Carlitos. Nunca había pasado eso en el campo. Los animales estaban mudos, no podían creer lo que veían. Si las cosas seguían así, La Soleada, que había sido el ejemplo de todos los campos, iba a pasar a llamarse La Lastimada. Pasaron los días y todos se acostumbraron a tratarse mal. Sin duda, había sido por culpa de esa nube, todo había comenzado con la oscuridad de esa nube. Hasta el pequeño Anselmo ayudaba a su abuela con los problemas de los animales, porque ella era muy sabia y parecía la única tranquila, aunque en el fondo estaba muy preocupada. Durante los años que había vivido, que eran muchos, nunca había visto algo igual. Y así pasaba el tiempo, entre peleas y discusiones, hasta que un día... Un día ocurrió algo muy especial. Anselmo tuvo un sueño, pero no un sueño como todos. Soñó con un indio chiquito, de poca edad, que tenía los ojos color de tierra bien mojada y la piel como el trigo dorado. Y ese pequeño indio estaba montado en una yegüita blanca muy bonita. El indiecito le decía algo a su yegua en el oído, y ella, en el idioma de los caballos, repetía lo siguiente: “Tengo un mensaje para ti, Anselmo, pon mucha atención a lo que te voy a decir. Debes ayudar a limpiar este campo de las peleas, enojos y maltratos. Esa nube negra que apareció era el espíritu de los que nos quitaron las tierras, a nosotros, los indios. La nube llevaba mucha muerte, enojos, envidias, celos y odios, y vino para que la perdonáramos, es decir, para que la liberáramos de tanto dolor y que pudiera irse muy lejos, al país del olvido. Toda la tierra, las plantas, los humanos y los animales absorbieron partecitas de esa nube por su piel, y ahora está aquí, adentro de ustedes, aunque no la vean ni se den cuenta. La nube con forma de dragón, aunque no se vea en el cielo, se quedó aquí, adentro de cada uno, esperando que la liberen, es decir, que la perdonen. Entonces Anselmo le preguntó: ―¿Y cómo puedo ayudar yo a que ella se pueda ir? Y después de que se vaya: La Soleada ¿va a volver a ser como antes? —Sí, le dijo la yegüita, claro que sí. Y, para eso, escucha bien lo que te voy a decir: ¿Ves ese árbol que tiene una entrada, un hueco grande y profundo? En la primera noche de luna llena, tendrás que dormir allí abajo y en sueños empezarás a recibir las lecciones que necesitas para que La Soleada vuelva a la calma. Eso lo harás durante siete noches seguidas. Sólo debes cumplir con una condición: no has de contarle a nadie lo que tus maestros te digan en los sueños, pues, de lo contrario, la magia desaparecerá. Sólo cuarenta días después de que hayas dormido allí esas siete noches podrás hablar sobre esto y, yo te diré cómo y con quién. ANSELMO CUENTA CÓMO EMPEZÓ A SOÑAR Les cuento que, como era un potrillo, es decir, un caballito muy joven, no me resultaba fácil salir del establo para ir a dormir en el hueco de ese árbol. Tuve que pensar mucho sobre cómo hacer para que mi abuela no se diera cuenta de mis salidas nocturnas, pues, si se llegaba a despertar y no me encontraba, no saben el susto que podía darse y la penitencia que hubiera venido después, ¡seguro que no me dejaba asomar la nariz del establo por muchos días! De tanto pensar, se me ocurrió una idea. Le pedí permiso para dormir al lado de la entrada, en vez de hacerlo cerquita suyo, pues era verano, y allí corría el vientito fresco de la noche, además de que me gustaba mucho mirar el cielo y las estrellas que, desde ese lugar, se veían mejor, pues creía que en una de ellas podría estar mi mamá. Así que me dio el permiso y, cuando estaba seguro de que todos pero todos dormían, salía al campo despacito, casi arrastrándome con la panza pegada a la tierra, como hacía mi amigo Feliciano, el gato, cuando estaba por cazar un pajarito . Tenía que tener mucho cuidado con las gallinas, pues, si alguna se llegaba a dar cuenta de que pasaba algo raro, se podía poner a cacarear como si la agarraran del cogote. Ya bastantes problemas había tenido por juntarme con las gallinas cuando la nube vino a La Soleada. Cuando el búho, que estaba despierto casi toda la noche, me vio llegar por primera vez, casi da la voz de alerta y despierta a todos, pero hablándole con dulzura, le pedí por favor que me dejara dormir en el huequito del árbol. Luego de un rato de pensarlo seriamente, se puso derechito como si estuviera sentado en una silla muy alta y me dijo: —Sí, puedes dormir aquí unos días, pero poquitos, pues, cuando empiece a hacer frío... —Sólo siete —lo interrumpí en voz bajita, y él siguió hablando. —Te puedes resfriar. Pero sí, yo te cuidaré y… ahora, silencio, que voy a hacer mi meditación de las doce de la noche. Y así fue que don Cefe –para los íntimos– se convirtió en mi protector y me cuidó durante esos siete días. Cuando estaba por salir el sol, me despertaba picoteándome una oreja con dulzura, para que volviera pronto al establo y, cuando me costaba dormir, Cefe me cantaba una canción que decía así: Chis-chis, chus-chus. Caballito pequeño toma la luz. Chis-chis, chus-chus. Caballito valiente, aprende a dar luz. Chis-chis, chus-chus. Caballito inocente cree en la luz. Chis-chis, chus-chus. Caballito pequeño sé tú la luz. Yo no entendía qué quería decir esa canción, pero me gustaba mucho y si todos decían que él era tan sabio, seguro que esa canción era la que yo necesitaba para dormirme. Algo me pasaba con la canción, porque mis ojos se iban cerrando, respiraba cada vez más profundo y, sin darme cuenta, entraba en el sueño como en un tobogán gigante que me llevaba a un lugar enorme con muchísima luz, donde había un olor muy rico a aire fresco y a pasto recién cortado. PRIMER SUEÑO Como les contaba, la primera noche apareció, en medio de una intensa luz, un ave blanca con unas plumas suavecitas como las de la panza de los pollitos. Era una garza que estaba hablando sola pues no se había dado cuenta que yo estaba ahí. Entonces, pude escuchar lo que decía. —Yo puedo, yo me conozco, y por eso confío en que puedo. Ese caballito no me conoce y por eso no sabe que, bueno..., en fin, me cuesta esto. Pero bueno, vamos, Lina, ánimo, tú puedes, eso es valor, otras veces has podido, así que: uno, dos y a salir a la cancha. ¡Ah! —dijo sorprendida de verme—. No lo había visto bien, alumno, mi nombre es Lina, y usted está aquí para aprender dos cosas, ponga atención, ellas son: conocimiento y confianza. ¿Usted sabe qué es confiar? —No —respondí tímidamente. —Confiar es creer en el amor de los demás. Por ejemplo, usted tiene amigos, ¿verdad? —Sí, mis mejores amigos son la luciérnaga Martina, el perro grande de la casa, el gato Feliciano, la oveja Marta y el cerdito Arturo. —Y usted cree que si se enojara o se pusiera triste, ellos ¿sabrían qué hacer con usted? —Y, claro, por algo son mis amigos. —Esto es así porque se conocen. Para confiar es necesario conocer primero al otro. Ahora, dime: ¿de quién no eres amigo? —Del zorro, de las culebras y de los cuervos —respondí con seguridad. —Ahora... ¿Podría darse cuenta de lo que siente en el cuerpo cuando piensa en ellos? Yo cerré los ojos y los recordé. —¡Ay! Siento todo el cuello duro, me da dolor en la panza y mis crines se paran como si alguien tirara de ellas para arriba, no me gusta sentirme así... —Verás, pequeño, lo que tu sientes se llama miedo. A ver si puedes darme un ejemplo —pidió Lina. Y, sin decir más, daba vueltas y se daba aires de que todo estaba saliendo bien. —Y, yo me siento así cuando una víbora se me cruza por el camino, entonces, primero, me quedo quietito y, después, salgo disparando, y el corazón me hace tam tam y parece que se me va a salir por la boca. ¿Eso es miedo? —Claro, pequeño, ahora ¿qué piensas que sienten las víboras cuando se encuentran con un caballo? —No sé muy bien —le respondí dudando. —Veamos, hagamos un experimento. Cierra tus ojos y conviértete en una pequeña víbora, a ver qué sientes. Yo cerré mis ojos y de pronto me vi chiquito, flaco y debilucho contra el suelo y, hacia arriba, me amenazaban unas patas fuertes de caballo ¡¡¡y me dio mucho, mucho miedo de que me aplastara!!! Y, entonces, lo que se me ocurrió fue picarlo, para no quedar chatito, chatito como el papel. Cuando volví a mi realidad de caballo, me di cuenta que la víbora picaba ¡¡¡porque ella también tenía miedo!!! Y en eso ella y yo éramos iguales, ¡teníamos miedo, y por eso nos peleábamos! Entonces le pregunté a la garza si siempre que nos peleábamos estaba el miedo. Lina me respondió: —Sí, alumno, es el miedo el que, muchas veces y desde hace muchísimo tiempo, nos ha llevado a sentir celos, enojos, tristeza y todo lo que nos hace sufrir tanto. —Y, ¿qué se puede hacer entonces para que se vaya el miedo? —Buena pregunta, me contestó, por lo pronto, puedes empezar a conocer verdaderamente al otro. Recuerda que, cuando quieras que haya paz, es decir, que todos se lleven bien y estén felices, debes tratar de que los que no se conocen, se conozcan. Pero ya es mucho por hoy. Y ya estaba por irse cuando recordó: —¡Ah!, alumno, no trates de hacer algo con lo que has descubierto hoy, sólo guárdalo en tu corazón que, como una buena semilla, cuando llegue el tiempo, crecerá. Sólo descansa y duerme tranquilo. Y mientras la garza se estaba yendo, hablaba para sí, pero yo la oía: —Sí, eso es, yo podía, ¡vamos, Lina, todavía! Qué bueno fue creer que todo iba a salir bien, estoy aprendiendo a confiar, con el susto que tenía... Y, sin decir más, ahora sí se fue, dando saltitos de alegría. Al darme vuelta para descansar, me encontré con dos ojitos chiquitos como semillas que me miraban fijos y con lágrimas. Eran de un pequeño ciempiés al que parecía que le costaba comenzar a hablar (aunque, bueno, resultó no ser tan tímido, después de todo). —Hola, pequeño, mi nombre es Anselmo —le dije. —¿Pequeño?, ¿a quién le dijiste pequeño? ¡¿Eh?! Mi nombre es Héctor y ni se te ocurra volver a decirme pequeño, ¡grandulón! —me respondió el furioso ciempiés. —Disculpa, Héctor, yo no quise... —No quisiste, pero lo hiciste, está bien, que no se vuelva a repetir, estoy un poco nervioso últimamente, es que todas las mañanas desaparecen mis zapatos y hace dos días que no duermo para que no me los roben más. —Pero ¿quién te roba los zapatos, Héctor? —Los pulgones, ¿quiénes van a ser? Me enteré que están organizando una zapatería acá en el bosque. ¡Qué desastre! Ando rengo todo el día y lo peor es que seguro me voy a resfriar. —Pero, ¿tú los viste? —Si pudiera verlos, los destrozaría a esos bichos ladrones. —¿Y cómo sabes que son ellos? —La rana Mariela me lo dijo. —Entonces, si nunca los viste, no estés tan seguro de lo que hablan los demás. Deberías charlar con ellos, tal vez, conocerlos un poco más, y realmente enterarte de lo que está ocurriendo. —¿Te parece? Yo estaba tan convencido... Pero, en fin, tal vez sea lo mejor conocerlos, pero no sé, lo voy a pensar. Igual, gracias grandulón. —Anselmo, mi nombre es Anselmo —le reiteró. —Gracias, grandulón Anselmo. Bueno, era un chiste, amigo, ¡¡¡hasta la vista!!! Recién entonces me fui durmiendo y, cuando se empezó a transformar en rosada la luz blanca del salón, fue que sentí un tirón en mi oreja. Abrí mis ojos y allí estaba mi cuidador, don Ceferino, que me picoteaba con suavidad, pues estaba por salir el sol. Al abrir los ojos, recordé las palabras conocimiento y confianza, y allí las dejé, resonando despacito en mi cabeza de potrillo. SEGUNDO SUEÑO La segunda noche, llegué a mi árbol despacito, para que nadie se despertara y, de pronto, una lucecita muy brillante se cruzó en mi camino. Era mi amiguita Martina, la luciérnaga. —¡Hola!, Marti, ¿qué haces por aquí? —le dije. —¿Cómo me preguntas qué hago por aquí? Más bien tendría que preguntarte yo a ti, porque sabes que nosotras las luciérnagas salimos siempre de noche, por algo somos luciérnagas, nuestra función es dar luz. Estuve a punto de contarle mi sueño, pero no lo hice, me quedé callado y la miré sin contestarle. La luciérnaga me miró también de la misma manera, pero extrañada, pues yo solía ser muy charlatán, y ahora ella no podía arrancarme ni una palabra. Entonces insistió y me volvió a preguntar, se nota que tenía mucha curiosidad, porque yo seguía mudo. Finalmente, ante su perseverancia, le dije: —Marti, no puedo decirte qué hago por aquí, verás, por unos días dormiré en ese árbol pero te aseguro que, en un tiempito, te voy a contar todo. Sólo te pido que no me preguntes, confía en mí y no le cuentes a nadie que me has visto. Martina movió el farolito para arriba y para abajo como diciendo que sí, y yo me dirigí al árbol donde Ceferino estaba, como siempre, en una de sus ramas; entonces me recosté contra el tronco, sobre un montón de hierbas frescas y blanditas, que don Cefe había preparado para mí. Como la primera noche, el búho volvió a entonar la canción del caballito y la luz, y así fue que me dormí y tuve mi segundo sueño. También, como la primera vez, me fui deslizando por ese tobogán gigante hasta aparecer en ese salón enorme, blanco y lleno de luz, donde había estado con la garza Lina la primera noche. Me quedé quietito, esperando un rato, pero nada, no pasaba nada… no veía a nadie. Sin embargo, lentamente empecé a escuchar un sonido extraño que apenas se sentía. Era algo así como mpgñññmpg ñppmmm. No podía entender qué decía ese sonido. Entonces, erguí bien mis orejas, abrí grandes los ojos y sólo puse la atención en el sonido, que poco a poco, empezó a convertirse en estas palabras: Los que se conocen y se tienen confianza, saben escuchar, y mientras trataba de entender el mensaje, allí, delante mío, en el aire, se dibujaron unas letras verdes que formaban la palabra ESCUCHAR, cada vez más grande. Yo estaba asombradísimo y casi no respiraba para escuchar mejor y para poder leer correctamente esa palabra hasta que, de pronto, de la barrita baja de la E, se desprendió, como hamacándose… ¿A que no saben quién apareció…? ¡Un conejo! Éste saltó, mirándome con sus ojos colorados y su cola de pompón, moviendo sus grandes orejas para un lado y para otro. —¡Hola, amigo! —me dijo—, yo soy Esteban, el conejo Esteban. Y así, sin decir otra cosa, se puso a cantar: Yo soy Esteban, el conejo Esteban, que sabe enseñar cómo es escuchar, y, para saberlo, silencio has de lograr. En tu cabeza, primero, el silencio buscarás acallando los ruidos que vinieron contigo. También entenderás: para poder escuchar, no debes olvidar: además de las orejas, abrir el corazón con amor por los demás. Mientras decía sus versos, cantaba y saltaba, y yo trataba de recordar sus palabras. Cuando terminó, le pregunté cómo era eso de tener silencio adentro, pero me pareció que no lo escuchó bien porque empezó a cantar todo de vuelta sin explicarme nada. Yo no lo quería interrumpir, pero como la canción era larga y no me contestaba nada, insistí y le grité, porque me parecía que era medio sordo: —Disculpe, Esteban, necesito que me explique un poco más, porque sólo con la canción, no entiendo. —Bueno, esteeee... verás, pequeño —comenzó a decir a los gritos, pues verdaderamente era medio sordo—, silencio adentro es algo así como por ejemplo: —Cuando juegas, ¿en qué piensas? —En jugar —contesté. —Y ¿cuando comes? —En comer —dije. —Y ¿cuando escuchas a alguien? —En escucharlo, nada más. —Verás, cuando uno es pequeño como tú, hace cada cosa en cada momento pero cuando uno va creciendo, todo se confunde: cuando comes piensas en jugar, cuando juegas piensas en lo que vas a hacer por la tarde y cuando escuchas piensas en comer. Este es tan solo un ejemplo, no es que siempre ocurra así. Pero hacer silencio adentro es eso que hacen los pequeños naturalmente, es decir, estar presentes y atentos a cada cosa que escuchan o hacen. No importa que aún no lo entiendas, en la vida hay tiempo para todo. Y, diciendo esto, volvió a colgarse de la letra E y desapareció tal como había venido. Estaba a punto de bajar por el tobogán, ahora entre luces de colores, cuando sentí una cosquillita en la pata. Me miré con atención y ahí lo vi al pequeño Héctor, que subía hasta ponerse cómodo en mi lomo. Se notaba que tenía ganas de hablar, así que yo, poniendo en práctica lo aprendido, me dispuse a escuchar. Me contó que tenía una bufanda de tela de araña, que le gustaba rascarse la espalda subiéndose al puercoespín Martín, que bailaba todas las mañanas con la música de los grillos para mantenerse en forma, que se peinaba los rulos con peine de lombriz, que tocaba el tambor en las fiestas de las hormigas, que sus zapatos preferidos eran unas pantuflas celestes que la oveja Berta le había regalado y hasta que tenía un osito de peluche para dormir mejor. Yo simplemente lo escuchaba tratando de hacer eso, lo escuchaba, nada más. Cuando se cansó de hablar, me dijo: —¡Qué bueno, Anselmo, que estés aprendiendo, verás, yo, a veces, no tengo con quién hablar, gracias por escucharme, hoy voy a dormir mejor! —De nada, Héctor, ¿cómo va la historia de los pulgones? —¡Ah!, mejorando poco a poco. Esta semana tenemos una reunión para ver quién está metido en todo esto. Bueno, Anselmo, a ver cuándo te venís a comer a casa —y, diciendo esto, se fue bajando por mi cola como por un tobogán. Se notaba que estaba contento, aunque reconozco que me atemorizaba pensar en qué comerían los ciempiés, para aceptar su invitación. Entonces fui bajando por el tobogán a la velocidad de un rayo, entre luces de colores, primero rosas y luego celestes y azules, hasta que me despertó el picoteo de don Cefe en mi oreja derecha, porque luego me di cuenta que en cada amanecer, picoteaba una oreja diferente. Ahora, mientras caminaba hacia el establo, donde me hacía el dormido hasta que mi abuela se despertara, iba sintiendo mis orejas en mi cabeza de potrillo. Nunca antes me había dado cuenta de que las tenía, salvo que me picaran los tábanos o que se me posara algún pajarito juguetón. Empecé, entonces, a escuchar de otra manera los sonidos de afuera, como los truenos, los grillos y los chiflidos. También pensaba en Héctor y en su necesidad de ser escuchado, así de simple sin darle consejos, sin hablar de mí, sin opinar todo el tiempo, sin hacerle preguntas, con el silencio de mi corazón y de mi mente. Me encontraba muy, pero muy contento por todo aquello que según la garza Lina y el conejo Esteban estaba aprendiendo. En eso pensaba cuando, de repente, el cielo se puso negro, como de noche, pero era la mañana. Me puse a temblar de terror, imaginando la nube que duró tres días, y apuré mi paso para llegar cuanto antes a mi establo. Cuando estaba entrando, cayó un rayo plateado en el horizonte que iluminó de golpe el cielo que, además de negro, se puso violeta, y enseguida empezó a caer un montón de lluvia, tanto que parecía como si alguien estuviera tirando grandísimos baldazos de agua. Entonces, cuando me di cuenta de que esas nubes no traían peleas sino agua y que pronto pasarían, se me fue un poco el miedo. Y pensando en esto, me puse a esperar a que todos se despertaran. TERCER SUEÑO En la tercera noche que volví al árbol de mi amigo Cefe, Marti me acompañó con su farol sin decir nada. Yo empecé a contarle que tenía miedo de que mi abuela Elma se despertara y de que don Cefe no estuviera, o de que lloviera mucho y me mojara y me resfriara. Además le conté lo mucho que me enojaba con unos mosquitos que zumbaban en mis orejas cuando estaba por dormirme bajo el árbol y que me dolía la pata derecha de adelante, y Marti no decía nada… ¡Sólo me escuchaba! ¡Qué lindo era ser escuchado de esa manera! Cuando llegué a mi árbol de los sueños, Marti se despidió de mí con un besito, el búho cantó su canción, y aparecí como siempre en mi salón blanco y lleno de luz. Estaba intrigado, pensando quién sería mi maestro o maestra esta vez, cuando de repente una lora barranquera se presentó de esta manera: —¡Hola, hermoso caballito! Por favor, ¿puedes prestar un poquitín de atención, un chiquitín nada más? Quiero pedirte permiso para contarte algo que va a ser muy bueno para que aprendas. Disculpa si ocupo mucho de tu tiempo, pero me gustaría hacerlo, hermoso... Ya te dije hermoso ¿verdad? Bueno, por si no te lo dije, te lo digo de vuelta: hermoso caballito, quiero contarte algo muy importante, ya verás, si me escuchas, ya te dije que era importante ¿no? Y además, bueno... ¿Te lo dije o no te lo dije? En realidad, no me acuerdo bien qué cosas ya te dije y qué otras me faltan por decirte. Ya cansado de que hablara tanto, le contesté: —Sí, lora, ya la estoy escuchando hace rato, y usted no para de hablar, por eso se marea. Dígame lo que tenga para decirme... —Se tranquiliza, respira hondo y contesta. ¿Cómo se pide? —Por favor, señora lora —dije yo un poco arrepentido de cómo la había tratado. —Palmira, mi nombre es Palmira. Verás, hermoso caballito, yo estoy aquí para enseñarte el lenguaje amable. Discúlpame por hablar demasiado, es que soy una lora barranquera y, como sabrás, los loros barranqueros hablamos mucho. Ahora que me escuchas, quería que entendieras que, usando algunas palabras mágicas, ayudarás a que haya menos peleas. Ellas son: “por favor”, “disculpa”, “perdóname”, “¿me permites?” y “gracias”, entre otras y, si además sonríes, ¡magia! Discúlpame, no recuerdo bien si te dije “por favor”, no estoy segura de que te lo haya dicho. —Sí, señora Palmira, quédese tranquila que lo dijo —le contesté—. Pero, ¿cómo me voy a acordar de todo esto? —Se tranquiliza, respira hondo y contesta. Cantaremos juntos, ¿te parece, Anselmo? —Y, diciendo esto, se arregló las plumas y comenzó a moverse de forma tan graciosa que yo tenía que contener la risa. Movía la cola y se sacudía como si tuviera una pulga, y movía los brazos como si los tuviera pegoteados con goma de pegar. —¡¡¡Vamos, Anselmo, con una sonrisa!!! ¡¡¡Canta conmigo y sigue mis movimientos!!! A mí me daba un poco de vergüenza, me resultaba un poco raro, pero estaba soñando para ayudar a que el campo fuera La Soleada y no La Lastimada. Así que seguí las instrucciones de la lora y, con una sonrisa, me puse a cantar: Si quieres ayudar, feliz debes cantar por la felicidad, por la felicidad, y debes sonreír así, así, así. No olvides “por favor” “disculpe”, digo yo. Si amable quieres ser, “permiso” y “gracias”, ¿eh? —Y, ahora, practicaremos —me dijo—. No te detengas, ¡¡¡sigue bailando!!! ¡¡¡Eso, eso!!! Debes usar estas palabras como un caballito amable de verdad. Practicaremos, y repetirás conmigo. Y Palmira me iba diciendo, y yo iba contestando. —Ahora me empujas y, ¿qué me dices? —me preguntó Palmira. —Disculpa, lo siento —contesté a la perfección. —Estoy aquí, quieres pasar y no te dejo… —Permiso, ¡déjame pasar! —¡Bravo! ¡Vamos bien! Y ahora quieres que cierre el pico y que no hable más… ¿Qué me dices? —¡Por favor, Palmira, no hables más, cierra tu pico, por favor! —¡Excelente! Ahora ya puedes dejar de bailar. ¿Cómo te sientes? ¿Verdad que sonreír hace muy bien? Yo estaba muy cansado de tanto escucharla y de bailar, pero también estaba muy contento. Me había divertido mucho con Palmira. Había sido genial la parte en que se tiró al piso boca arriba y se movió como un perro, ¡una lora como un perro! ¡Nunca visto! Y cuando se empezó a mover como si fuera un gusano, estaba para sacarle una foto. Por fin, me cansé de reírme y le agradecí de todo corazón lo aprendido y, luego de darme un fuerte abrazo, entre risa y risa, ella se fue dando saltitos y repitiendo “por favor”, “gracias”, “permiso”, “disculpen”, “déjenme pasar”, “quiero jugar”, “por favor”, “gracias”, “permiso”… Las palabras de Palmira se fueron alejando hasta casi desaparecer. Fue justo en ese momento cuando escuché: —¡Ay de mí! ¡Ay de mí! —apareció quejándose el pequeño Héctor. —¡Héctor, buenas tardes! —lo saludé con alegría— disculpa que te interrumpa, pero quisiera saber qué te apena tanto, si haces el favor de decírmelo, si no te molesta —contesté, orgulloso de que tan rápido me saliera el lenguaje amable. —Estoy en problemas, amigo, ¡ay de mí, ay de mí! Es que me he enamorado... —Héctor, ¡eso es genial! —agregué, relinchando de alegría. —No tanto, verás, soy muy tímido y, para que no se me note, me hice el vivo y me salió mal, todo mal. —Cuéntame, amigo, ¿qué ocurrió? —A tres troncos de mi casa, vive con su familia una bichita bolita que se llama Andrea. Quise invitarla a salir, y me dijo que no. ¡Ay de mí! —Pero, veamos, Héctor, ¿qué le dijiste? —Me da un poco de vergüenza, pero le dije: “Hola, nena, yo soy el famoso Héctor y sólo por hoy te voy a dar el placer de conocerme, así que... ¿te parece si vienes a cenar? ¿Eh, muñeca?” Y ahí nomás me dijo que no, que no era ni nena ni muñeca y que, por ahora, no le interesaba conocerme. ¡¡¡Ay de mí!!! Necesito un consejo, Ansel... —Héctor, querido, lo cierto es que no fuiste muy amable, y es comprensible que ella se negara. Tendrías que tratarla con más dulzura, con más amabilidad. Veamos, por ejemplo: “Hola, Andrea, disculpa mi atrevimiento del otro día, la verdad es que estaba un poco nervioso y no quise ofenderte, en realidad, no sabía qué decir, por favor, perdóname, fue sin querer. Tan solo quería conocerte y espero que algún día aceptes dar una vuelta conmigo, ya que esto me haría muy feliz, gracias por escucharme y no te molesto más. —Dar una vuelta conmigo y ¿qué más? —preguntó Héctor, que había sacado una libretita y anotado todo al pie de la letra. —Que te haría muy feliz si aceptara. Héctor, si te sirve anotarlo, está bien, pero podrías practicarlo en vez de saberlo de memoria. Si aprendes a sonreír, a pedir perdón y a agradecer, verás cómo todo cambia. Tan solo debes animarte. —¡Ay! ¡Qué haría yo sin ti, queridito Anselmo! Gracias por tus palabras, ahora ya estoy más tranquilo y me voy a poner a practicar, sí, eso haré. Y, con una sonrisa en el hocico, nuevamente me dormí, bajando por el tobogán, pensando en las palabras nuevas que había aprendido, y, ahí nomás, se me apareció la sonrisa sin dientes de Héctor contento, justo antes de que don Cefe me despertara, picoteándome la oreja. Después de agradecerle sus cuidados y de darle un gran abrazo, arrastré mi panza hasta el establo sin que nadie notara mi ausencia. CUARTO SUEÑO Ese día, cuando me desperté, tuve ganas de jugar a un juego. A cada animal que se me acercara, le diría una de las palabras aprendidas y ¿saben qué?... Cuando empecé a jugar, me di cuenta que resultaban ser palabras mágicas. Todos me sonreían y me trataban con la misma dulzura, todos menos el gallo Claudio, que era tan antipático..., por más amabilidad que uno tuviera, él no aflojaba para nada. Pero, bueno, ya aprendería a escucharlo mejor, a conocerlo un poco más, en fin, lo único que me importaba, entonces, era que pasara el tiempo para que llegara la hora de mi próximo sueño. Por fin, llegó el momento y, lleno de alegría, fui para mi hueco a prepararme. Cuando me dormí y empecé a soñar bajé por el tobogán y aparecí en mi salón de clase, para mi sorpresa, no encontré a nadie. Esperé y esperé, y nada, sólo un baúl, como esos de los cuentos de piratas. De éste salían luces que brillaban, parecía uno de esos baúles donde se guardaban tesoros y, como nadie me miraba, me fui acercando despacito, despacito. Tenía muchísima intriga de saber cuál era el tesoro que en él se guardaba. ¿De quién sería? ¿Para qué estaría allí? ¿Estaría bien que lo abriera sin permiso? Todo esto me iba preguntando mientras me acercaba cada vez más. Miré para un lado, miré para el otro y ¡me decidí! Abrí la tapa, estiré largo mi cuello y me asomé a ver qué había. Y… ¡¿Saben qué vi...?! En el fondo de todo, estaba la cabeza de un caballito idéntico a mí, que además ¡¡¡se movía!!! Y era ¡igualito a mí! ¡Me di un susto terrible! Pero, tenía tanta curiosidad por saber quién era ese mellizo mío, que volví a asomarme y… ¡allí estaba! ¡Mirándome con cara de asombrado! Yo me movía para un lado… y él hacía lo mismo… Me movía para el otro… y también hacía lo mismo... Movía una oreja y ¡también lo hacía! Entonces me dije: “Con esto los voy a embromar, a nadie le sale, sólo yo puedo” Y saqué la lengua bien, bien larga y con ella me toqué el hocico bien arriba… pero mi mellizo ¡¡¡hizo lo mismo!!! Entonces me caí panza arriba como una cucaracha del susto y de la sorpresa. Y, mientras estaba acostado, de la rama alta de un árbol que estaba ahí cerquita, saltó una peludísima gata amarilla, con ojos celestes y unos bigotes larguísimos. —Hola –me dijo con voz de cantante de ópera–. Me llamo Rita, Rita Maú y, cuando maúllo, puedo cantar muy bonito. Y empezó a hacer maullidos rarísimos. Así: “¡Mauuuúúúíáaaa! ¡Maááááííí! ¡Muuuuuuuááá...!” Y podría haber seguido mucho tiempo más, si no hubieran aparecido siete gatitos igualitos y chiquititos corriendo y saltando divertidos a mi alrededor. —Despacio gatitos, uno por uno, no se lastimen al saltar, no corran, y ¡cuidado con Anselmo! a ver si les tira tarascones... —¡No! ¿Por qué habría de hacer eso? —No sé, tal vez te pongan nervioso los cachorros, aunque mis pequeños son tan buenitos, ¿no crees que son los chiquitos más maravillosos que has visto? ¿Sabes, Anselmo?... Ellos tienen algo para cantarte, escúchalos con atención, no hables ni los interrumpas hasta el final, ¿está bien? Y yo asentí con mi cabeza y me puse a escuchar. En ese momento, empezaron a sonar fuerte unos tambores que parecían provenir de una tribu de indios, pero no era así. Los tocaba una araña que después me enteré, se llamaba Marilyn. Los gatitos fueron formando una ronda alrededor del baúl y me pidieron que me asomara. Nuevamente, vi a ese caballo igualito a mí y ya me iba a escapar corriendo cuando Rita, acariciándose el bigote con una pata y mirándome muy fijo, me indicó que me quedara en donde estaba, que abriera bien mis oídos para escuchar y que no me quedara pegado al tesoro. Entonces, por orden, los gatitos empezaron a cantar: Gatito 1: “¿A que no sabes quién eres tú?” Gatito 2: “¿A que no sabes quién es aquél?” (y señaló hacia adentro del baúl) Gatito 3: “¿El que tú viste, el que es igual que tu?” Gatito 4: “¡¡¡Ese eres tú, ese eres tú!!!” Gatito 5: “¡¡¡El tesoro eres tú, eres tú, eres tú.” Gatito 6: “¡¡¡Y hay muchos más!!!” Gatito 7: “¡¡¡Y hay muchos más, y hay muchos más, muchos mááááás!!!” Al llegar a esta parte, Rita festejó entusiasmada con la tribu de gatitos y maulló: ¡¡Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! Fue un maullido tan, tan largo que creí que se iba a caer del árbol, pero no, allí quedó, lo más contenta y tranquila después de semejante maullido. Capaz que era cantante de verdad, pensé. —Ese del tesoro ¿soy yo? —pregunté con intriga. —¡¡¡Sííííííííí!!! En el fondo del baúl, hay un espejo, y allí está el tesoro, ése es el tesoro. —¿Entonces yo soy el tesoro? —Exactamente, tú lo has dicho. —Pero, ¿por qué un tesoro? —Porque eres único, nunca hubo nadie ni jamás habrá nadie igual que tú. Piensa en todo lo que trabajó la naturaleza para que vivas. Piensa en cómo se formaron tus patas, tus ojos, tus orejas, todo perfecto. Y esa perfección está en todo, en cada flor, cada hoja, cada pájaro, cada cielo. Todo lo que tiene vida es un tesoro. Yo me quedé en silencio por un buen rato. De pronto, vi una hilera larga de diferentes pájaros, ranas, escarabajos, hormigas, arañas, culebras, nutrias, castores, murciélagos, avestruces, y hasta lo vi a Héctor, que hacía fila junto a Andrea y me guiñó un ojo. ¡¡¡Eran un montón!!! Y todos ordenaditos, uno atrás del otro, haciendo cola como para ir a un juego en un parque de diversiones. Y, cuando llegaba cada uno al baúl, se asomaba y se miraba en el espejo, y los gatitos cantaban, al ritmo de los tambores, ¡¡¡la misma canción que me habían cantado a mí!!! Mientras todos iban pasando, la gata Rita se sentó a mi lado y me explicó: —Todos somos tesoros, ¿sabes, Anselmo? –ronroneó–. Los tesoros son muy valiosos ¿no es así, Ansel? y ¿sabes por qué son valiosos? —yo no le contesté enseguida y me quedé pensando. Ella esperó mi respuesta y, cuando le dije que un tesoro era valioso porque valía mucho, volvió a preguntarme: —¿Y por qué crees que vale mucho? —Porque es algo que queremos mucho, nos gusta mucho… —le contesté. —Y… ¿qué es un tesoro para ti? —entonces me di cuenta de que mi abuela, el pastito verde y fresco, mis amigos, el gato Feliciano, mi amiga Martina y ahora también don Cefe, eran tesoros para mí, y el campo donde vivía también lo era y… quería que siempre siguieran estando en mi vida. —Y ¿qué haces para que sigan estando? —dijo Rita. —¡Los cuido! –contesté– porque para mi son importantes… —¿Y cómo los cuidas? —Y… los trato bien, les digo cosas lindas, les digo la verdad, paso mucho tiempo con ellos, cuido del campo y por eso estoy aquí, aprendiendo. —¡¡¡PER-FEC-TO!!! –contestó Rita–, ahora debes dejar que estas palabras vayan creciendo en tu corazón. —Abrígate bien –le recomendé– no comas demasiados dulces y cuídate mucho. —Vamos gatitos, en fila –ordenó Rita a los pequeños–, sin amontonarse, despacito, hoy han cantado mucho así que tomaremos té para la garganta y caramelos de limón. Saluden al potrillito Anselmo. Y, así, cada uno me dio un beso en mi hocico, y fueron desapareciendo entre los árboles. Todo esto era tan nuevo para mí... ¡Descubrir que yo era un tesoro y que todo lo que me rodeaba también lo era! Con estos pensamientos, fui bajando por el tobogán hasta encontrarme con don Cefe y Martina, que estaban allí mirándome y cuidándome para que me despertara para volver, a tiempo, al establo. Y, cuando los vi, esta vez, mi corazón se llenó de alegría. Ya habían pasado cuatro noches y cuatro sueños, más de la mitad, y los cuatro ¡muy divertidos! ¡Me gustaba tener amigos en quienes confiar y que confiaran en mí!: Martina, Ceferino, y mis maestros Lina, la garza; Palmira, la lora; Esteban, el conejo, y Rita, la gata. Ahora también sentía que ellos eran mis amigos. Al mirar el cielo, lo encontré distinto, como un tesoro, lo mismo que el agua, los árboles, la tierra, y hasta las culebras. QUINTO SUEÑO En la quinta noche, cuando salí para mi árbol, el cielo se había cubierto de nubes oscuras, que se iban deformando como fantasmas y se enredaban en las copas altas de los árboles. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, y las crines se me erizaron. El viento silbaba y hacía rugir al follaje, que temblaba a su paso. Me detuve, temía continuar. Eché una mirada hacia atrás, pero ya no podía reconocer el camino a casa. Era tarde para volver. Mis patas se habían clavado en la tierra. “Vamos, Anselmo”, me decía a mí mismo, pero el recuerdo de la nube negra no me dejaba mover. Este era uno de esos momentos en los que envidio a los humanos su capacidad de llorar. ¡Cuánto me hubiera gustado poder hacerlo! Entonces, las nubes empezaron a irse y, por un instante, dejaron ver una luna redonda y amarilla como un queso. Sin embargo, la oscuridad no había cedido totalmente y, por algún motivo, el cielo seguía quejándose. Detrás del silbido, una voz melodiosa se fue acercando. Yo resoplaba por lo bajo, pues no quería ahogar la vocesita que ya me resultaba conocida y me decía: “Debes ayudar a La Soleada, ya no queda tanto tiempo, apúrate, escucha...” Miré hacia un lado y hacia otro, pero no encontré nada. Sin embargo, yo sabía reconocer esa voz. Era la yegüita con el indio. El cielo estaba muy feo. ¿Y si llovía y había truenos y abu Elma se despertaba y me hacía volver, o si no me encontraba y se asustaba y despertaba a todos con sus relinchos? Me di cuenta de que sentía miedo, mucho miedo, y las patas me temblaban y creía que me iba a caer cuando de pronto oí un chillido y un aleteo, pero no... de noche no había pájaros. En eso, el chillido se fue acercando, y entonces me quedé quieto, bien quieto, hasta que oí una voz ronca y áspera que me decía: —¡Hola potrillo, pequeño potrillo! ¿Despierto a esta hora? Yo estaba aterrado, casi duro del susto. Lo que estaba enfrente era ¡UN MURCIÉLAGO! —¿Pero, qué ocurre? Sin miedo, chico, permíteme presentarme, mi nombre es Aldo. Me daba impresión ese ratón peludo y con alas; yo conocía muchos cuentos sobre murciélagos, y cuentos muy feos. Y, como si hubiera adivinado lo que yo pensaba, me dijo: —Tranquilo, chico potrillo, lo que sabes de mí es poco y nada. Estoy aquí para ayudarte, sin más. —se paró en una rama a pocos metros. —Y, dígame, don Aldo ¿cómo piensa ayudarme, si ni siquiera sabe lo que me pasa? —le pregunté curioso. —¿Y quién dijo que no sé? Verás, pequeño, yo no veo como todos, veo en la oscuridad, por eso soy muy observador y de noche sé todo lo que ocurre en este campo. Sé, por ejemplo, que hace cuatro noches tú sales y duermes en el árbol que vigila don Ceferino. Sé también que vuelves por la madrugada sin que nadie note tu ausencia. Quédate tranquilo, ya que no te preguntaré lo que allí haces, tan sólo que hoy no has salido a la misma hora de siempre y te diré el porqué. Pues le tienes miedo a la tormenta, por eso te demoras. Pero déjame decirte, y es por eso que he venido hasta aquí, que hoy no lloverá. Lo sé por mi olfato, que también es diferente del tuyo. Yo tenía los ojos abiertos como dos huevos duros, no podía creer lo que escuchaba. Finalmente, casi con la boca abierta le dije: —Don Aldo, ¡usted es un adivino, usted es genial! —Bueno, tampoco para exagerar, sólo aprende de esto, que nada es como parece ser, ni tampoco debes hacer caso de los cuentos malos sobre los demás. Para ver si esos cuentos son ciertos, primero debes conocer. Detrás de esta apariencia, no soy tan feo. Muy bien, pequeño, ahora debo marcharme para seguir con mi ronda nocturna. —¿Don Aldo? –le pregunté casi sin querer dejarlo ir– ¿No me acompañaría al árbol de don Cefe? —Un placer, seré un muy buen guía en esta noche cerrada, sígueme. Así fue como don Aldo cuidó de mí, entre tantos relámpagos y truenos, en una noche en que el cielo parecía que se prendía y se apagaba, pero como decía que, no llovería aún, yo le creí y confié en él, era tan querible ese ratón peludo... Al verme llegar con Aldo, don Cefe se asombró y dijo: —No podías haber venido mejor acompañado, Anselmo. Don Aldo es uno de los mejores guías del bosque en las noches. Le agradecí de corazón su compañía, y Aldo se fue volando. Entonces pensé: “De verdad, cuando uno conoce, confía, es amable y escucha con atención y cariño, es fácil llevarse bien con los demás, y si todos recordaran estos conocimientos, por ahí La Soleada volvería a ser como antes…” Con estos pensamientos y la canción de siempre de don Cefe, me dormí y, bajando por el tobogán, llegué a mi salón de clase. ¿Quién me enseñaría a recordar esta vez? Me divertía adivinar. ¿Sería una cigüeña, una lagartija o capaz un animal grandote como un toro? Y, mientras me entretenía imaginando quién sería, de pronto vi a uno de esos pinchudos que creo se llaman puercoespines y que se paseaba de un lado para el otro y repetía sin parar: —Es bueno cambiar, sí, lo sé, lo sé, cuando uno crece cambia, o cuando uno cambia crece, y bueno, yo soy pinchudo por nacimiento y quiero cambiar, soy diferente lo sé, pero... ¿Cómo era? Para cambiar... Y, cada vez que decía algo, se movía de un lugar a otro y, a mí, ya me dolía el cuello de tanto mirar para un lado y para el otro siguiendo sus movimientos. En un momento, levantó la cabeza y al verme, gritó: —¡Ey!, ¡estás ahí! ¡Así que tú eres mi alumno...! ¿Cómo te llamas? —Anselmo y ¿tú? —Bueno, verás, mi nombre es Martín, soy un puercoespín y tengo que enseñarte que es bueno cambiar, entonces, cuando uno crece, cambia, o cuando uno cambia, crece ¿está claro? ¡Ah! Y además hay que aceptar las diferencias ¿sí? —Creo que sí —respondí con timidez. —Listo, ya, ahora que aprendiste, entonces, me puedo retirar y tú también, qué bueno que esté todo tan claro ¿no?, así ya no tengo que enseñar más. —¿Pero, a usted no le gusta enseñar? —pregunté curioso. —No es que no me guste, es que me cuesta mucho. Verás, yo tengo pinches y soy diferente a todos... —Bueno, pero yo no tengo pinches y también soy diferente a todos. Tengo el color del té con leche y algunas motitas blancas en mi lomo. No hay nadie igual a mí. —Sí, pero a ti, ni tu color ni tus manchas te hacen sentir mal, en cambio, mis pinches... –y ahí se quedó, mirando fijo la tierra– mis pinches me molestan, cada vez que me veo en el arroyo, me pregunto por qué habré nacido con pinches, no me gustan, sé que asustan, todos me miran con impresión, sé que me tienen lástima. —Pero, Martín –le respondí– sus pinches pueden ser elegantes, pueden ser novedosos y hasta divertidos, si los mira con cariño... —¿Te parece? —me preguntó dudando. —Tan sólo tienes que aceptarlos, como aceptas al sol o a la luna. Y en ese momento, del árbol bajo el cual estábamos parados, empezaron a caer unas flores blancas casi transparentes, con agujeritos en el medio, que se fueron enhebrando en cada uno de los pinches de Martín hasta formar un caparazón de flores. —¡Vea, Martín, mire qué hermoso está! —dije yo entusiasmado. —Es cierto, estoy elegantísimo, gracias a mis pinches. Es bueno ser diferente. Pero, dime, en el fondo, ¿no te doy lástima? —No, para nada. —¿Impresión? —Menos. —¿Miedo? —En lo más mínimo, usted es un tesoro como lo somos todos, y eso es ya importante. —Pero, mira qué alumno avanzado tengo. Es bueno ser diferente y, mejor aún, aceptar las diferencias. (Sólo aceptando nos podemos conocer mejor a nosotros mismos y a los demás). —Y, entonces, se puede confiar —dije, sabiendo que estaba en lo cierto. —¡Excelente, Anselmo! Y, mientras decía esto, revoleaba sus collares de flores. ―Ahora, ven, siéntate a mi lado, que la función está por empezar. Entonces, de entre dos árboles, sobre un gran tronco, aparecieron diez lombrices, una al lado de la otra, que bailaban y cantaban la siguiente canción: Somos todas lombrices, lombrices, lombrices (Y movían sus cuerpitos para arriba y para abajo) pero somos diferentes, diferentes , diferentes (¡Y era verdad!) unas gorditas, gorditas, gorditas, otras flaquitas, flaquitas, flaquitas, otras petisas, muy chiquititas, otras grandotas, muy grandes, muy grandes, somos todas lombrices, lombrices, lombrices, pero somos diferentes, diferentes, diferentes. Martín aplaudía y daba saltos al compás de la música. Luego las lombrices dieron unos pasos para el costado y de atrás aparecieron diez patos que hacían lo mismo y cantaban: Somos todos patos, patos, patitos, unos negros, negritos, negritos, otros muy blancos, blanquitos, blanquitos, y algunos pardos, muy pardos, parditos, y somos todos patos, patos, patitos pero somos diferentes, diferentes, diferentes. Ellos también dieron unos pasos para el costado y vinieron diez lagartijas que hicieron lo mismo y, luego, ranas, cuises y ratones. Yo ya estaba cansadísimo y hasta aburrido de tanto escuchar. Lo mismo le pasaba a Héctor, mi amigo, que no paraba de bostezar y me preguntaba a qué habíamos venido. Yo, sin interrumpir, le dije que hiciera silencio, ya que algo teníamos que aprender. En eso estábamos, cuando el puercoespín, que era mi maestro, se colocó solo en el centro del tronco y cantó con voz muy gruesa: Yo estoy aquí para enseñar… ¿qué? (y allí todos respondían:) Que somos diferentes, diferentes, diferentes y, como crecemos, cambiamos, cambiamos, y, aunque diferentes, si nos conocemos, podremos confiar y será lindo jugar. Cuando todos terminaron esta canción, Martín el puercoespín, con cara de felicidad, tomó aire, y entre sus collares, cantó: Quizás yo deba aprendeeeeeeeeeeeeeeer —¿Qué? (—preguntó Héctor, con cara de distraído.) que para mí cambiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar es quizás aceptar que soy muy diferente de todos los demáááááááááááááás, y que mis pinches me están llegando a gustaaaaaaaaaaaaaaaar. —¡Y yo mis cien zapatos pueda encontrar y...! —se entusiasmó Héctor, que ya iba a empezar una nueva canción si no hubiera sido porque yo le avisé que se había terminado la música. La verdad es que Héctor, entre nosotros, era bastante desafinado. Todos aplaudieron cuando Martín terminó su canción y, tratando de no pincharme, se me acercó y me dijo como despedida: —Espero, Anselmo, que te acuerdes bien de lo que juntos pudimos recordar, así yo no lo tengo que enseñar más. Adiós, pequeño Héctor, te espero cuando quieras para rascarte la espalda con mis pinches. —Listo, amigo, nos vemos... —agregó Héctor, contento de ser amigo del puercoespín que, además, le hacía masajes en sus cien pies. Y, tarareando la canción, Martín se fue despacito, moviendo sus pinches para todos lados y echando flores en su camino. Luego de varios meses, don Cefe me contó que Martín, que siempre había estado muy solo, luego de ese sueño, se encontró con una puercoespina muy linda. Habían tenido muchos puercoespincitos lindísimos y todos eran diferentes y, también parecidos, entre sí. Me puse muy contento de saber que lo había ayudado a que le gustaran un poco sus pinches. Les cuento que este sueño fue bastante largo y, al otro día, cuando volví, dormí muchas horas en el establo. Mi abuela creyó que me había picado el mosquito Tse Tse, que da una enfermedad que hace que uno duerma muchísimo, pero el doctor Ismael, que era un caballo viejo y bien gordo, le dijo que no. Cuando me desperté me dijo que, quizás, había dormido tanto porque estaba creciendo, mis piernas estaban más largas, también mis orejas. —Estás cambiando –me dijo al despertarme– y por eso necesitas dormir más. Me divirtió que abu, sin saberlo, me hubiera dicho algo parecido a lo que me había enseñado Martín, mi último maestro. Hasta que tuve mi sexto sueño, pasé el día mirando las hormigas, unas coloradas y chiquitas, otras negras y grandotas, otras rubias, y los pájaros, todos de diferentes plumajes y las mariposas, y bueno, hasta los caballos, que también éramos diferentes entre nosotros. Me di cuenta de cómo nos daba miedo aquello que era muy raro o diferente a nosotros, lo que no conocíamos. Por ejemplo, todavía recuerdo el día que me encontré con un yacaré: ¡me di un susto terrible! (Mi abuela me había visto llegar tan agitado que enseguida me preguntó qué me pasaba y, en cuanto le conté lo del lagarto gigante, me tranquilizó y me explicó quién era ese animal tan raro. Yo, sin embargo, seguía creyendo que era peligroso, y recién se me fue el pánico cuando me animé a acercarme y pude olerlo). De hecho, no me hacía nada, al contrario, era hasta gracioso y sabía unos chistes divertidísimos. SEXTO SUEÑO Ya estaban por terminarse mis escapadas del establo. Por un lado, iba a ser bueno poder dormir tranquilito, por el otro, me había acostumbrado a tener, todas las noches, un sueño distinto, con maestros y maestras diferentes. Ahora, me sentía que estaba más crecido... ¡Me gustaba esto del cambio! La sexta noche, cuando fui para el árbol, se me ocurrió tomar por otro camino, por esto de que es lindo lo diferente y es lindo cambiar. Me había dado curiosidad un cartel que decía al costado del camino: Por aquí se va a ningún lugar, y me pregunté: “¿Cómo sería ese lugar llamado ningún?”. Entonces, seguí la flecha y comencé a caminar y caminar. El camino daba muchas vueltas, había flores y plantas que nunca había visto en mi vida, algunas muy bonitas, de colores y formas extrañas y, de pronto, una voz en mi cabeza me empezó a decir: “Cuidado, Anselmo, tal vez algunas de esas plantas con flores tan bonitas sean carnívoras, es decir, ¡que les guste comer carne de caballo!” Y empecé a asustarme de verdad, mucho, mucho; yo ya conocía esa sensación… Un escalofrío, las crines erizadas, el trueno en los oídos, el sudor helado, la pancita revuelta, la oscuridad ¡no! ¡No podía ser la amenaza de esa nube otra vez! ¡Ya estaba cansado del miedo! ¡Suficiente había tenido con aquella tormenta! ¡Basta de problemas! Y, entonces, ahora ¿qué iba a hacer? No tenía ganas de quedarme quietito, de lo que tenía ganas era de ¡¡¡salir corriendo!!! Porque ese lugar era muy oscuro y eso de pensar en una planta que me podía comer era ¡¡¡horribleeeee!!! Así que empecé a correr y corrí, corrí hasta que llegué a un lugar donde había un pozo con agua verde y una flor grandísima y blanquísima que estaba flotando, y casi salgo corriendo de nuevo, pues imaginé que sería una flor peligrosa de esas que muerden a los caballos pero de pronto vi allí, en esa flor, una lucecita titilando y una voz conocida que me decía: —¡Ansel, soy Martina, la luciérnaga, tu amiga! ¿Qué haces por aquí? Y, cuando me di cuenta de que allí estaba mi amiga querida y fiel, me acosté en el pasto y le dije: —¡Qué suerte de encontrarte, Marti! Tú, ¿qué haces por aquí? —Es que yo vivo aquí —me contestó, en ningún lugar. Igual que otras veces, no entendí mucho, pero, como era mi amiga, le creí. Entonces, le conté acerca de la oscuridad de ese lugar nuevo que estaba lleno de plantas raras, le confesé, con mis orejas gachas y mi cola casi rendida, que había sentido mucho miedo. Y Martina me contestó: —Todo eso estaba en tu cabeza, no era verdad, sin embargo, lo creíste. Ahora ve a tu árbol que ya debe ser la hora. Aunque no puedan creerlo, me asusté de nuevo, porque no sabía cómo volver a mi árbol y, si no volvía a tiempo, ¡adiós magia, adiós todo, adiós a la salvación de “La Soleada”! Y entonces, Marti me dijo: —¡¡¡Basta, Anselmo!!! Estás inventando el miedo, y el miedo pocas veces es amigo… ¡Mira allí, cerca de ti! ―miré donde me decía y lo vi… a ¡don Cefe! a quien le dije: —¿Qué haces por aquí? —y me respondió muy sorprendido. —Estoy en mi árbol, ¡no sé de qué te sorprendes! Marti se rió tanto que su farolito casi se apagó y, sin poder dejar de reír, me dijo: —Mira, Anselmo, diste vueltas y sin darte cuenta, llegaste al lugar de donde saliste —y, a un costado, me encontré con el cartel que decía: Por aquí se va a ningún lugar. El cartel estaba muy cerquita del árbol de don Cefe y, si uno daba una sola vueltita, llegaba enseguida nomás. Don Cefe se rió tanto, pero tanto, que me enojé, y les dije a los dos, a él y a Marti, que no se rieran más de mí. Pero ellos me contestaron: —Empieza a aprender a reírte también de ti, esto es muy divertido —y don Cefe poniéndose serio me explicó: —Ansel, a veces nos vamos muy lejos en busca de aventuras y cosas nuevas, cuando lo que realmente intentamos encontrar está muy cerquita… y, ahora, ponte a dormir o perderás tu sexto sueño… Como don Cefe sabía mucho de la vida, sentí que debía tener razón. Él, al darse cuenta de cómo yo me había asustado primero y de cómo me había enojado después, me cantó el canto del caballito y la luz de una manera tan amorosa que parecía que cantaba mi abuela. Cuando cerré los ojos, estaba tan cansado que me deslicé por el tobogán enseguidita y, como siempre, llegué a mi salón de los recuerdos. Allí estaba esa luz blanquísima y el olor a pasto fresco y mi pregunta en la cabeza. “¿Quién sería, esta vez, el maestro o maestra que me ayudaría a recordar?” Imaginaba a una ardilla o a una paloma… quizás, una gacela vendría a mi encuentro… o, ¿por qué no, un cangrejito? De pronto, escuché un sonido así: ¡¡¡Auuuuuuuuuuuúúú... Auuuuuuuúúú... Auuuúúú...!!! Me resultaba algo conocido… y lo que era peor… ¡peligroso! ¡¡¡Era el aullido de una loba!!! Porque las lobas aúllan distinto de los lobos. Quise salir disparando, mis patas no me alcanzaban para correr… ¡Hubiera querido tener diez patas para correr más rápido! Pero, algo me pasaba que no me podía mover. Me habían contado que los lobos atacan a los potrillos y que les pueden hacer cosas horribles. ¿Cómo era posible que estuviera allí una loba? Pensé si no me habría equivocado de sueño. Tenía la lengua pegada a la boca del susto, pero no podía salir corriendo, me sentía atado a algún lugar. ¡De nuevo el miedo! Me estaba cansando de tanto asustarme. Para mi asombro, luego de los aullidos de la loba, empecé a escuchar las baladas de una oveja. ¡Oh, no! “Va a ocurrir un desastre —pensé— pobre ovejita, seguro que va a ser atacada”. Y, como si esto fuera poco, cuando apareció la oveja, la loba sonrió y la oveja también. Yo no entendía nada de lo que pasaba, pero desde el fondo venían las dos charlando muy campantes. —¡Hola, Anselmito! —me dijo la loba amablemente. —¿Cómo te va, pequeñín? —agregó la oveja. —Soy Fidelia. Qué momento con mis aullidos ¿verdad? —dijo la loba divertida. —Sí, señora Fidelia, la verdad es que tuve mucho miedo —le dije. —Perfecto, sé que cada día aúllo mejor, lo sé. Pero te diré que soy señorita por ahora. —¡Fidelia!, vamos a la lección —dijo la oveja medio enojada. —Bueno, disculpa, pequeño, es que aún soy soltera y no tengo a nadie que me diga esas cosas lindas. —Lo cierto es que sus aullidos son magníficos, señorita —agregué. —Veamos –siguió la oveja, que era mayor que la loba– con los años que tengo, nunca vi una loba tan coqueta. Mi nombre es Berta, potrillito, y podría ser la madre de Fidelia si quisiera, pero en fin, volvamos a lo nuestro. Es cierto que sentiste miedo con los aullidos, ahora, bien, ¿recuerdas qué pensabas en ese momento? —me preguntó Berta. —Sí, que me iba a comer y, después, que la iba a atacar a usted. —Bien, bien, y, antes, con esas flores y plantas tan raras, ¿qué ocurrió? Dímelo. —También tuve miedo, porque pensé que comían caballos. —¿Me equivoco o las dos veces tu cuerpo sintió lo mismo?: ganas de correr pero de no poder moverte, la boca abierta... —Sí, y la lengua como pegada también, señora Berta. —Y bien, con el búho y Martina, ¿qué sentiste cuando se rieron de ti? —Berta, es tan solo un potrillo, no interfieras tanto en sus sentimientos —pidió la loba. —No hay problema, Fidelia, estoy aquí para aprender. Con mis amigos fue distinto, sentí mucho enojo, ¡tuve ganas de morderlos! —agregué, con los cachetes rojos. —Tranquilo, Anselmito, es tan solo un recuerdo, cariño —y, mientras trataba de consolarme, la loba me abrazó. —En el fondo... ¿no tuviste miedo de que te vieran como a un tonto y de que no te quisieran más? —preguntó Berta. Y, con mucha vergüenza, mirando al piso y a punto de moquear, asentí con la cabeza. —¡Bueno, Berta, basta! –se puso firme la loba– ¡Ya está bien bonito! No te preocupes, corazón, estás con Fidelia que te cuida. Verás, pequeño, Berta pregunta tanto porque quiere explicarte que todo esto que tu sentiste se llaman emociones. Y en las peleas siempre hay emociones: miedo, enojo, tristeza, celos, –mientras decía esto, peinaba mis crines con su pata–. En realidad, el primer sentimiento siempre es el miedo, que se disfraza de los otros sentimientos. —Y aún más –agregó Berta, ahora mucho más suave–, siempre que tenemos emociones, es porque antes nos dijimos o vimos cosas en nuestra cabeza, y esas ideas se llaman pensamientos. Por eso te preguntaba tanto, para que descubrieras que habías pensado en todas esas situaciones que nombré. Yo levanté mis orejas con atención, abrí bien los ojos e hice silencio en mi corazón. Era muy importante lo que estaba escuchando. —Sí, querida, pero podrías haber sido un poco más delicada con el muchachito ¿no?, pobre cachorrito, está acá para ayudar... —la regañaba Fidelia. —¿Y entonces? –pregunté– ¿Qué hay que hacer cuando aparecen las emociones? —¡Nada! —exclamó la loba, siempre tan alegre. —¿Tengo que nadar en el río? —pregunté confundido. Y, ahí nomás, las dos se tiraron al piso de la risa. Yo las miraba con sorpresa, pero no entendía nada de nada. —En realidad, puedes nadar, correr, relinchar, respirar hondo, muy hondo, eso ayuda, pero cuando digo nada es porque lo más importante es saber qué es lo que estás sintiendo, cuál es el nombre de esa emoción, y decir: siento esto o aquello —me aconsejaba Fidelia. —Además, sirve mucho darte cuenta que eso que sientes es tuyo, que nadie te hace enojar, ni te da miedo, ni te hace ponerte triste, es sólo tuyo y no necesitas acusar a los demás. Entonces te darás cuenta de que, después de un rato... —dijo la oveja Berta. —¡Se van! Sí, se van, ya verás, es maravilloso, como mágico, se van y listo, chau, —exclamaba Fidelia, chocha de contenta. Yo hice un gran silencio para recordar bien todo lo aprendido. Entonces, resumiendo: primero, los pensamientos nos hacen sentir emociones y segundo, éstas últimas hay que expresarlas. Luego ya nada hay que hacer, me decía a mí mismo en voz baja. Berta y Fidelia seguían charlando de sus cosas, hasta que me dieron ganas de hacerles una pregunta. —Y, díganme, maestras, ¿cómo es que ustedes son amigas? —¡Ay! Yo le cuento, Berta, déjame, porfi, porfi, dale Bertita querida... — suplicaba la loba. —Bueno, pero sin exagerar, ¿eh? —Prometido –exclamó la loba emocionada–. Resulta que, cuando yo era una lobita bebé, muy chiquita, me gustaba merodear con mis hermanas cerca del arroyo y mirar cómo las abejas y las mariposas volaban de flor en flor. Un día, vi una abejita que era muy diferente a las demás, su color, la forma de sus rayitas, el modo en que volaba; entonces, empecé a seguirla y, cuando quise darme cuenta, estaba sola, mis hermanas se habían ido... o, mejor dicho, ¡yo me había alejado de donde ellas estaban! Todo era oscuridad, estaba sola... Miré hacia el cielo y vi una nube negra de forma muy rara que lo cubría todo. Entonces, sin saber qué hacer ni qué había pasado, me hice chiquitita, como un bollito, me quedé quieta y me escondí debajo de un arbusto. De pronto, sentí un airecito caliente en mi cuello, en la parte de atrás, me di vuelta... y ¡vi unos ojos brillosos que me miraban de muy cerquita! ¡Era ella, la oveja mayor! ¡Y yo... una lobita bebé, allí, a su lado! No podía salir de ese lugar, pues esa nube era horrible. Pero, con la gran oveja, también me asustaba muchísimo. —Y yo –dijo la oveja– también estaba asustada con esa nube y, cuando vi a esa lobita que temblaba al lado mío del susto, me dio mucha pena y pensé que quizás era el momento de intentar ser una oveja diferente, una oveja que no se asustara con las lobas. Al fin y al cabo, a las dos nos estaba pasando lo mismo, y estábamos escondiéndonos de la nube. Entonces, comencé a cantarle una canción de cuna. Tan asustadísima estaba Fidelia que, en vez de querer atacarme, se hizo un bollito entre mi lana. —Verás, pequeña loba –le dije con calma– las dos tenemos mucho miedo, en verdad, no somos tan diferentes. (Y, mientras la pequeña Fidelia apretaba los dientes, yo me dejaba abrazar y confiaba en que no me iba a atacar, porque más bien, necesitaba de mi protección.) —¡Ay! Me emociona tanto esta historia —exclamaba Fidelia conmovida y con lágrimas en los ojos. —Vamos, Fidelita, eso fue hace mucho tiempo. —Igual, todavía recuerdo esa canción de cuna que me cantaste, fuiste como una madre para mí. ¡Te quiero! —y, diciendo esto, se abrazó a la lana peluda de la oveja hasta tirarla al piso. —Tranquila, cachorrita –decía la oveja, mientras se levantaba entre risas– aún no hemos terminado. Ahora, Anselmito, escucharás la última parte de nuestra enseñanza—. Se aclararon la voz, respiraron bien profundo y cantaron: Si emociones todos tenemos has de saber que eso está bueno, muy bueno, muy bueno. Para saber, saber, saber, cómo ha de ser llevarse bien, muy bien, muy bien, con los demás, has de entender cómo has de hacer, hacer, hacer con el enojo con la tristeza y con el miedo que puedas tener, tener, tener. ¡Sólo sentir, sentir, sentir! para decir, decir, decir: ¡yo tengo miedo, estoy enojado o muy apenado...sí,sí,sí! Sin acusar, sin insultar, y, ya verás, verás, verás que como vinieron, ellas se irán, se irán, se iraaaaaaaaaaaaaaaaán. Me gustó tanto la canción, que aplaudí como aplaudimos los caballos y relinché tres veces. La loba Fidelia y la oveja Berta estaban felices de haberme enseñado a recordar esto de las emociones y de saber qué hacer con éstas como el miedo, el enojo y la tristeza. Haciendo un ¡beeééééeee! y un ¡auuuúúúúú!, se fueron despacito y desaparecieron de mi vista en el salón de los recuerdos. Yo estaba muy sorprendido de haber tenido a una loba y una oveja juntas como maestras ya que, en general, los lobos siempre persiguen a las ovejas como los perros a los gatos y los gatos a los ratones. Era verdad lo que había recordado con Martín, el puercoespín, ¡las cosas cambiaban! Por eso La Soleada también, quizás, podía llegar a cambiar y a ser mejor que antes de la nube. Mientras me despedía de don Cefe, le dije que esa noche iba a ser la última en el árbol y que lo iba a extrañar. Entonces, él me contestó: “Ahora que aprendiste con Fidelia y Bertita sobre las emociones, podrás decirme qué es lo que estás sintiendo... pues eso te hará más fácil la despedida”. Me pregunté cómo sabría don Cefe lo que yo soñaba... “Ya le preguntaré”, me dije. Mientras iba para el establo, quise darme cuenta de qué sentía y me di cuenta que lo que sentía era tristeza. Tomé mucho aire por mi nariz, entré en el establo y, por suerte, mi abuela y todos los otros animales seguían durmiendo. SÉPTIMO SUEÑO Estaba muy emocionado, pues esa noche era la última que iba a dormir en el árbol y pensaba qué pasaría después de mi último sueño. Realmente no lo sabía, iba a extrañar esas aventuras, a don Cefe y a su canción del caballito y la luz, al salón de los recuerdos y las sorpresas de mis maestros. Cuando llegué a mi árbol, don Cefe me estaba esperando, como siempre, pero... ¡dormía! Quizás estaba cansándose de pasar todas las noches despierto, quizás esto del cambio que había aprendido con Martín, el puercoespín, también le había llegado a él, y ahora dormía de noche y se despertaba temprano como las gallinas. ¿Y si a ellas les pasaba lo mismo? ¿Y si a los gallos se les ocurriera cantar de noche y dormir de día? Parecía muy raro, pero en realidad el hecho de que un potrillito soñara todas las noches en ese árbol y que fuera a ayudar a que La Soleada volviera a ser como antes, todo eso era más raro aún, así que “mejor no pensar y dormirme”, me dije. Mientras mis ojos se iban cerrando, adentro de mi cabeza, yo iba cantando la canción del caballito y la luz que, de tanto escucharla, ya la había aprendido de memoria. Así fue que bajé por el tobogán de siempre y llegué a mi salón lleno de luz. Nuevamente, esperé y esperé a ver quién aparecía y... de pronto.... ¡¡¡allí los vi a todos mis maestros!!! Todos juntitos, uno al lado del otro. Estaban: la garza Lina, el conejo Esteban, la lora Palmira, la gata Rita y sus siete gatitos, Martín el puercoespín, y la loba Fidelia con la oveja Bertita. Yo no entendía qué pasaba, y entonces ellos me fueron diciendo: —Confía, Ansel, confía —clamaba Lina. —¡Escucha con atención, Ansel! —gritaba Esteban. —Por favor, Anselmo, habla con amabilidad —suplicaba Palmira. —Cuida los tesoros, Anselmo —aconsejaba Rita. —¡Cambia con alegría y ten amor por lo diferente! —me recordaba Martín. —Las emociones están para sentirlas, sin acusar ni insultar —cantaban Fidelia y Berta. ¡Cada uno me estaba recordando lo más importante de mis lecciones! ¿Sería así mi último sueño? ¿No tendría un nuevo maestro para éste? De pronto, detrás de mis maestros, apareció... apareció... ¡Una yegua! Por lo parecida, creí que era mi abuela, pero, mientras se iba acercando me di cuenta de que no lo era, pues ella era muchísimo más joven... Tenía una mancha blanca igualita a la mía en el hocico y una oreja más larga que la otra, también igual que yo, y sus ojos... sus ojos... no sabía qué me pasaba, sentía algo que me apretaba en la garganta y que me daba ganas de llorar cuando miraba sus ojos. Pero era una sensación diferente a la tristeza, era algo similar a la alegría. Y eso sí que era una emoción, como me había enseñado Fidelia. ¡Esos ojos! Eran unos ojos del color de la miel y me miraban con tanta ternura... que me fui acercando mucho y pude sentir ese aire calentito que salía de su nariz, y ese pelo suavecito cerca de mí, era tan lindo lo que estaba sintiendo... y allí me di cuenta, cerca de su cuello, que ella era mucho más alta que yo, y, entonces, empezó a golpear su cabeza despacito contra la mía, haciéndome cariños. Y allí estaba yo, sin saber qué hacer, cuando apareció volando sobre nosotros, ¡don Cefe! “¡Con razón –pensé–, estoy durmiendo, es que estoy en mi sueño!” Y entonces Cefe me dijo: —Anselmo, caballito inocente, caballito valiente, por haber creído y por haber sido tan valiente, hoy recibirás un premio, un tesoro. Yo estaba cada vez más nervioso y más contento. —Ese tesoro es Alcira, esta yegua, que sabe mucho sobre lo que hoy recordarás, y ella será tu maestra, porque... ella es... —y en ese momento la yegua me dijo: “¡tu mamá!”. Yo no la recordaba bien pues había dejado de verla cuando era muy chiquito y, ahora que la veía en mi sueño, me parecía tan pero tan linda... ¡Más linda todavía que mi abuela! Y yo, entre la sorpresa y la alegría, me puse a llorar, y entonces mi mamá me llenó de besos y, mientras los otros maestros festejaban, algunos reían y otros lloraban también de la emoción. La lora, la garza y el búho volaban despacito como hamacándose, el conejo saltaba como si tuviera un resorte, la gata dejaba que sus gatitos se refregaran contra su cuerpo mientras maullaba con un sonido largo y suavecito, el puercoespín se había quedado como clavado contra un árbol con sus pinches y no nos sacaba la mirada de encima, y la loba y la oveja bailaban un vals alrededor del árbol. —Bueno, mi querido hijito, estoy muy orgullosa de que hayas sido elegido para ayudar a nuestro campo, y ahora, ya que todos tus maestros te han recordado sus enseñanzas, vas a aprender cómo se pueden usar estos recuerdos para que hayan menos peleas —dijo mi mamá con voz suave. Entonces, como era muy coqueta, se peinó sus crines, tomó mucho aire por su nariz, relinchó fuerte para que la voz le saliera bien clarita y dijo: —Ahora, Ansel, vas a aprender a recordar cómo se pueden usar todos estos recuerdos para ayudar a que existan menos peleas. ¡¡¡Comienzaa la funcióóóóóón!!! Yo no sabía de qué función se trataba, qué quería decir eso de “la función”, parecía que iba a haber una obra de teatro. Todo aquello me hizo acordar a lo que había pasado con mi maestro Martín el puercoespín, con las lombrices y los patos y todos los demás... Entones, mis maestros se pusieron todos en fila, uno detrás del otro. Yo seguía sin entender. De golpe, la gata empezó a pelearse con la lora Palmira porque decía que ese primer lugar de la fila era de ella y le gritaba a maullido pelado: —¡Sal de aquí, este lugar me toca a mí! Y la lora, que parecía que se había olvidado del lenguaje amable, le contestaba: —¡No me moverééé! Aunque me arañes, ¡¡¡me quedaré aquíí!!! —y Rita seguía a los maullidos. —¡Lora charlatana, te morderé y arañaré! —dijo Rita. —¡¡¡Charlatana seré, mas tú eres una gata haragana!!! —Palmira le respondió. Y así siguieron cada vez peor, insulto viene, insulto va, yo creía que la lora iba a quedar toda desplumada, pelada como un pollo cuando se lo van a comer, pero, cuando creía que eso iba a ocurrir, mi mamá, la maestra Alcira, dijo en voz bien alta: —¡Suficiente! —y todos aplaudieron divertidos. En ese momento, la gata y la lora se quedaron quietas y duras como estatuas, y entonces mi maestra me preguntó: —¿Anselmo, a qué te hizo acordar lo que viste? —A La Soleada –le contesté– a lo que sucede en el campo donde vivo. —¿Querrías mirar cómo se puede enseñar a que todo sea de otra manera? —¡¡¡Sí!!! —le contesté con mucha curiosidad. Entonces dijo: —¡Que siga la función! Y de nuevo estaban todos formaditos en fila como si nunca se hubieran peleado. Ahí me di cuenta de que lo estaban haciendo de mentirita, para que yo aprendiera. La gata se acercó a la lora y le preguntó: —Palmira, por favor, ¿me puedes dejar ese lugar a mí? —Disculpa, pero creo que no es tuyo...—respondió la lora y pensé “ahora van a empezar las peleas de nuevo”. —Palmira, te agradecería que dejes ese lugar para mí —insistió Rita. —Y tú, por favor... ¿quieres dejar de pelear? —contestó la lora. Y allí yo sentí que se estaban empezando a enojar y que iban a terminar a picotazos, mordidas y arañazos, como pasa a cada rato en La Soleada. Y, mientras empezaba a preocuparme, mi mamá maestra le dijo a los otros maestros: —¿Qué pasó con la primera solución? —¡No funcionó! —contestaron todos juntos. De modo que ella agregó: —Cuando dos se pelean por lo mismo la primera solución es... —¡El lenguaje amable! —volvieron a contestar todos juntos. Yo ya me había dado cuenta de que, cuando decían “gracias”, “por favor”, “disculpa”, era porque usaban el lenguaje amable. Alcira continuó en voz bien alta: —Ahora, ¡¡¡siga la función!!! Entonces el conejo sacó de su oreja una piedrita como una moneda y me la mostró: de un lado era de color blanco y del otro lado, colorada. —Observa bien, Ansel —y después les dijo a los que se peleaban: —Voy a tirar esta piedrita al aire, ustedes, antes, tendrán que adivinar, cuando caiga a la tierra, cuál de los dos lados quedará para arriba, si el blanco o el colorado. El que acierte ocupará el lugar primero en la fila. ¿Les parece bien? Palmira y Rita contestaron que sí juntas. Todos mirábamos en silencio y nos acercamos mucho para poder ver bien, pues la piedra era un poco chiquita. Esteban, con voz bien fuerte, les preguntó: —Palmira, ¿qué color eliges? —No, ¡yo quiero elegir primero! ¿Por qué ella puede elegir primero y yo no? ¡Yo me tengo que conformar con lo que queda...! —protestó Rita enojada y maulló muy alto. Entonces Alcira, mi mamá maestra, le propuso: —Tú eliges segunda, pero puedes tirar la piedrita al aire, ¿qué te parece? Rita se quedó pensativa y con un miiiiiiaaaaúúúúúúú un poco largo contestó que sí. Todos respiramos aliviados, pues ya parecía que se iban a pelear de nuevo. Entonces fue cuando Esteban anunció: —A la cuenta de tres, Rita, arrojarás la piedrita bien alto. —A la una, a las dos, y a las.... ¡¡¡treeeeeeeeees!!! —dijeron todos junto. Y la piedrita, allí, fue lanzada bien alta, hacia el cielo. Fue tan, tan alto que desapareció, no volvió... no caía... Todos mirábamos para arriba y teníamos el cuello ya duro de tanto buscar en lo alto... hasta que, de entre las hojas de un árbol, se asomó un pájaro carpintero que tenía todas las plumas revueltas y estaba furioso, y nos dijo: —¿Quién molesta a esta hora de la mañana? ¡Hoy es domingo, no me toca trabajar! ¿Qué están haciendo todos allí, mirando para arriba como tontos? Realmente estaba enojadísimo, entonces Alcira me dijo: —¡A ver, Anselmo, contéstale! A mí me tomó por sorpresa y me puse un poco nervioso, pues todos mis maestros me estaban mirando, y no esperaba que aquí tuviera que actuar yo, pero, también, me sentí orgulloso de que ella me hubiera elegido a mí, y entonces pensé rápido, a ver qué podía decirle, y me salió así: —Perdón, señor pájaro carpintero, todos sabemos que usted es muy trabajador y que sus trabajos son muy buenos... discúlpenos, no queríamos molestarlo... ¿Podría hacernos el favor de devolvernos la piedrita si es que está allí, cerca suyo? Pues aquí me están enseñando algo que puede ser muy bueno para todos los que vivimos en este campo... El pajarito, del asombro, al escuchar cómo le hablaba con tanta amabilidad, se cayó de su rama a otra que estaba más abajo, y me contestó: —Con todo gusto, caballito... caballito... ¿cómo es que te llamas? —Anselmo, Ansel, para los íntimos —le contesté. —Anselmo, allí va la piedrita...–dijo– pero, ¿me dejarían mirar la clase? preguntó con vergüenza. —Sí, con todo gusto, muchas, pero muchas gracias —le contestó mi mami maestra Alcira. Entonces anunció: “¡Que siga la función!” Seguí mirando y me sentí muy contento de que mi lenguaje amable hubiera servido, era verdad que iba a poder enseñarlo luego. ¡Qué bueno que era esto! Esteban miró cómo había caído la piedrita, y todos nos dimos cuenta de que estaba del lado blanco. Rita, muy contenta, como había adivinado, se colocó en el primer lugar de la fila donde estaba la lora, y yo creía que ya estaba todo arreglado... pero, no, no era así. Palmira empezó a protestar porque, según ella, esas no eran las reglas, pues a la piedrita la había arrojado el pájaro carpintero y no el conejo, y así siguió abriendo y cerrando el pico cada vez más rápido. Ya estaba cansándome y había empezado a creer que el asunto no tenía solución, que terminarían a los picotazos y los arañazos, tal como lo había imaginado al principio de esta historia. Pero no fue así. La maestra Alcira, es decir, mi mamá, anunció: —Solución segunda... —¡No funcionó! —contestaron todos nuevamente. —Cuando dos se pelean por lo mismo, la segunda solución es... —¡Que decida la suerte! —volvieron a contestar. —Ahora, sigue observando con atención, Anselmo, vamos bien —y Alcira volvió a anunciar: —¡Que siga la función! La lora y la gata siguieron actuando una pelea de verdad, y siguieron un rato más, hasta que la loba Fidelia y su ayudante Bertita dieron un paso al frente, se colocaron en medio de las dos y les dijeron: —¿Quieren que las ayudemos a dejar de pelearse? —Palmira y Rita contestaron que sí aunque con cara de muy enojadas. Así que Fidelia les dijo: —Antes de comenzar, les queremos decir que vamos a hacer de mediadores, eso quiere decir que estaremos en el medio de ustedes para ayudarlas a solucionar sus problemas, y antes que nada, queremos que sepan lo que deben cumplir. Se trata de algunas reglas. Y son éstas: Tratarse con respeto. Decir lo que cada uno quiere por turno, es decir, mientras el otro opina, escuchar en silencio. Decir la verdad. Cumplir con la solución a la que lleguen, si es que la encuentran. —¿Están de acuerdo con estas reglas? —les preguntó Berta, y contestaron que sí. —¡Muy bien! Ya hay algo en lo que las dos están de acuerdo —dijo Fidelia contenta. —Cuéntanos qué ocurrió —le preguntaron a Rita, y ella contó cómo había sido todo según su parecer y, luego, se lo preguntaron a Palmira. Cuando cada una decía lo suyo, lo que creía que había pasado, acusaba a la otra, así que Rita dijo: —Es que ella es una lora charlatana que sólo piensa en sí misma y quiere siempre que hagan su voluntad. —No, ella es la mandona que se cree la mejor y la más linda de todos — respondió Palmira. Entonces los mediadores les hablaron a las dos. —Acuérdense de las reglas, que tienen que tratarse con respeto, eso quiere decir cuidarse, no lastimarse con las palabras. Y, cuando Palmira la interrumpía a la gata, Berta le recordó: —Recuerda que debes esperar tu turno para decir lo que quieres... si no cumples con esta regla, vamos a tener que parar la mediación. A partir de esto, ella cerró el pico y sólo lo abría cuando le tocaba su turno. En un momento, les preguntaron a cada una cómo se sentían, y dijeron las dos a coro: ―¡Maaaaaaal! ¡Terriblemente maaaaaaaal!. —Parece que están muy enojadas... —dijo Fidelia. —¿¡Enojadas!?, noooo... ¡¡¡furiosaaaaaaaas!!! —gritaron las dos. —Y además... un poquito tristes — agregó Bertita. —Puede ser que sí, porque creo que Palmira no quiere ser más mi amiga... ahora está siempre con otra gatita nueva que llegó al bosque —contestó Rita. —Yo estoy con esa gatita porque es nueva en el bosque y está solita — respondió Palmira. —Como ves, Rita, Palmi no te quiere dejar de lado... y tú, Palmira, también parece que estás un poco triste —dijo Fidelia. —Sí, porque creo que ella, Rita, le dice cosas feas de mí a la nutria y a las ardillas... —¡Eso no es cierto! —chilló Rita. —Cada una pensó mal de la otra y, como ven, eso que creyeron no era verdad... las dos están tristes y enojadas... ¿Qué necesitarías tú, Palmira, para sentirte mejor y para que se te vaya la tristeza y el enojo? —advirtió Berta. —Y... yo querría que Rita me dijera que no es verdad que les dice cosas feas de mí a esos animalitos y que le gustaría seguir siendo mi amiga —respondió Palmi. —¿Y tú, Rita? —Yo también, que siga siendo mi amiga y que me diga que me quiere como siempre. Entonces Fidelia les volvió a preguntar: —¿Cuándo quieren pedírselo una a la otra? —¡Ahora mismo! —las dos repitieron: Y, una vez que se acercaron y se dieron besitos, a Bertita se le ocurrió preguntarles lo que iban a hacer con el lugar que les tocaba a cada una en la fila y, para sorpresa de todos, contestaron: “¡Eso no es tan importante! Nos turnaremos.” Entonces Fidelia y Berta las felicitaron por haber arreglado tan bien su conflicto, y todos los maestros felicitaron con mucha alegría a las mediadoras Fidelia y Berta. El pájaro carpintero empezó a picotear tan fuerte que los toc toc eran como sonidos de tambores que se mezclaban con los aúúúúú de Fidelia, los beeeeeee de Bertita, los miaúúúúúú de Rita, los ¡¡¡viva viva... felicitaciones!!! de Palmira. Al mismo tiempo, Esteban saltaba de un lado al otro, Lina y don Cefe volaban en círculo muy cerca nuestro, y Martín miraba qué hacía cada uno de los maestros mientras repetía “acepto que el cambio es muy lindo, acepto que es lindo ser diferentes, acepto, acepto que mis pinches me están gustando...”. Cuando todo terminó, nos sentamos en una ronda, y mi mamá empezó a cantar una canción que nosotros teníamos que repetir. También se sentaron el pajarito carpintero que se llamaba Evaristo y don Cefe. La canción decía así: Para poder, poder, poder, llevarnos bien, muy bien, muy bien, con los demás, hemos de saber, saber, saber, que es bueno confiar, confiar, confiar, también escuchar, y hablar, hablar, hablar, con ama-bi-li-dad, Para poder, poder, poder, llevarnos bien, muy bien, muy bien, con los demás, hemos de saber que es bueno cuidar, cuidar, cuidar y también respetar lo que vivo está y lo que es diferente, muy diferente y que también, también, también es bueno cambiar, cambiar, cambiar y no olvidar saber expresar las emociones sin insultar, sin acusar, pues para eso están, para expresarlas y para que salgan ¡sin lastimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar! Todos la fuimos cantando y, cuando terminamos, nos levantamos y empezamos a girar para un lado y para el otro, muchas, muchas veces, hasta que casi nos quedamos sin aire de tanto girar, cantar y reírnos. Poco a poco, nos fuimos recostando para descansar. Estábamos todos muy, pero muy felices. Cuando nos fuimos tranquilizando y nos quedamos muy quietos, mi mamá, la maestra Alcira, se puso de pie y, acercándose a mí, fue sacando unas hojitas de diferentes colores y me dijo: —Anselmo, te entrego esta hojita verde, y con ella recibes la esperanza, eso quiere decir que puedas creer de verdad que La Soleada va a volver a ser como antes. Con esta hojita marrón, te entrego la paciencia, para que puedas enseñar lo que ahora sabes, sabiendo que a algunos animalitos les va a costar más que a otros aprender pero que igual les enseñarás sin enojarte, aunque sean un poco lentos. Con esta hoja colorada te entrego la confianza, para que estés seguro que lo lograrán y que tú podrás ayudarlos a hacerlo. Y con esta última, de color amarillo, va la comprensión, para que comprendas que lleva tiempo vivir de verdad aquello que has aprendido: hablar con amabilidad, escuchar y todo lo demás. Estas hojitas entonces te darán la paciencia, la confianza, la esperanza y la comprensión que vas a necesitar para poder ser un maestro de la paz. Yo estaba tan contento que de la alegría se me llenaron los ojos de lágrimas. Y entonces le pregunté: —¿Y el amor? ¿No me das una hojita para que pueda hacer todo esto de una manera amorosa? Mis maestros me miraron todos sorprendidos, y pensé que había dicho una tontería, pero después me di cuenta que había sido algo muy bueno, porque mi mamá, la maestra Alcira, relinchó de alegría y dijo: —¡Sí... éste es mi hijo! No te puedo dar el amor, pues ya lo tienes... en realidad, todos lo tenemos, ya que es de lo que estamos hechos —dijo mirándome con ternura. Yo abrí más grandes los ojos mientras todos contestaron a coro: —¡Sí, es de lo que estamos hechos! Y la garza Lina, junto con la loba y la ovejita Bertita dijeron: —Todo está hecho de amor, por eso todo crece, si se lo cuida y respeta; eso es el amor, lo que nos hace crecer. Tanto nosotros como el aire, las estrellas, el agua, la tierra, las piedras y... hasta los humanos, aunque se peleen, también están hechos de lo mismo. —Entonces, no somos tan diferentes... aunque yo tenga estos pinches que me hacen tan raro, soy igual a todos ustedes, porque estamos hechos de lo mismo, igual que los árboles y las plantas y los bichitos también... aun los que nos asustan —comentó el puercoespín Martín. Entonces Alcira terminó esta última lección con la siguiente frase: —Por eso somos tan valiosos y debemos cuidarnos. —Y somos un tesoro... porque tenemos vida, que es amor — no pudo dejar de decir Rita. —Mauuuuuuúúúúú —contestaron sus siete gatitos. De pronto, se hizo un gran silencio, y nadie se movió por un largo rato. Después de esos minutos, que me parecieron horas, Alcira se me acercó despacito y me dijo: —Ahora, Anselmito, te daré las últimas instrucciones. Escucha muy bien: durante cuarenta días, deberás guardar en secreto estas lecciones..., cuando se cumpla ese tiempo, buscarás a la pajarita Francisca, que es una maestra muy sabia, ella ya no trabaja como maestra, pero como sabe mucho, es la única que creerá que todo lo que le dices es verdad. Pues ha vivido lo suficiente como para creer que los sueños pueden hacerse realidad, por eso, a ella le vas a contar todo lo que has recordado en tus sueños, noche tras noche, con muchos detalles. —Pero, ¿qué va a hacer con eso? No entiendo —le dije. —Anselmo, hay mucho que no entendiste, pero igual seguiste soñando hasta el final, confía, Anselmo, confía —así me habló Lina, la garza. —Y... ¿dónde la encontraré? —pregunté. Entonces el búho y la lora me contestaron: —¿Para qué estamos nosotros? Por algo volamos y conocemos dónde viven los diferentes pájaros... además, vemos todo desde muy alto...—y de pronto se escuchó una voz ronca. —Ejem , ejem , yo no soy maestro, pero... ¿me dejarían ir con ustedes¿ ¡Me encantaría ser del grupo! Mi padre ayudó a la mamá de la lora Palmira a hacer su casita... y, además, fuimos compañeritos de escuela, ¿recuerdas Palmi? —le dijo a la lora el pájaro carpintero, a lo que la lora contestó que sí con la cabeza. Todos lo miraron sorprendidos, menos Alcira, mi mamá maestra dijo al grupo: —¿Qué les parece si... —¿Cómo es que te llamas? —preguntó Alcira al pájaro carpintero antes de continuar con su pregunta para el grupo. —¡Evaristo! —contestó el pajarito con la voz bien fuerte. —¿Qué les parece si Evaristo ayuda a don Cefe y a Palmira a encontrar a la pajarita Francisca y a llevarlo a Anselmo hasta donde ella vive? Al principio, parecía que no sabían qué contestar, sin embargo, ante el “¡sí, sí!” de don Cefe y Palmira, el resto también estuvo de acuerdo y, entonces, lo saludaron así: “¡Bienvenido, Evaristo, al grupo de vuelo buscador de doña Francisca!”, y Evaristo hizo “¡toc, toc! ¡toc, toc, toc, toc!” tantas veces contra su árbol, que creímos que le iba a quedar el pico atrapado en el tronco y que no lo iba a poder sacar por un tiempo largo. Así fue cómo cada uno de mis maestros se fue despidiendo de mí con mucho cariño, lo mismo que mi madre, que me prometió que siempre que la necesitara a ella y a los demás, si los llamaba con mi pensamiento y mi corazón antes de dormirme, ellos iban a aparecer en mis sueños. Y, como no parecía tan seguro de que iba a ser así, escuché la voz de Lina la garza que me decía: Confía, Ansel, confía, y todos mis maestros lo repitieron juntos, hasta que sus voces se fueron yendo cada vez más lejos, y comencé a deslizarme por el tobogán, hasta aparecer, por última vez, al pie del árbol donde había dormido durante siete noches. GUÍA DE EJERCITACIONES PARA APLICAR LOS PRINCIPIOS DE LA CONVIVENCIA PACÍFICA Metodología recomendada Para aprovechar mejor el libro, recomiendo que a lo largo de cuatro reuniones desarrolladas aproximadamente en un mes, se lea un sueño, cuyo lenguaje el docente lo podrá adaptar a la edad de los niños. Ese principio, podrán ir aplicándolo a través de las ejercitaciones sugeridas. Las actividades enunciadas pretenden ser sólo guías que cada docente irá eligiendo de acuerdo a la edad de los niños con que trabaje y enriqueciendo con el bagaje de ejercitaciones que ya conoce. Al finalizar las ejercitaciones de cada sueño incluí uno o dos cuentos que tienen relación con las mismas y alguna recomendación bibliográfica a modo de ejemplo. Cada docente podrá ampliarla de acuerdo a la edad y características contextuales de sus niños. PRIMER PRINCIPIO ES BUENO CONOCERSE PARA PODER CONFIAR Y COLABORAR Se podrá tener una marioneta que represente a Anselmo con la cual la docente podrá hacer hablar al caballito: Hola, yo soy Anselmo, el caballito nieto de la abuela Elma. Ustedes saben que estoy durmiendo en el árbol en el cual me cuida don Ceferino, el búho; allí tengo unos sueños muy lindos y en esos sueños estoy aprendiendo qué hacer para llevarnos bien, y, si nos peleamos poder amigarnos. Creo que estoy empezando a ser un caballito pacifista. ¿Saben qué quiere decir que alguien es “pacifista”? Que ama la paz y sentir paz es estar tranquilos y llevarse bien con los demás, por eso digo que estoy aprendiendo a ser pacifista. ¡¡¡Me gustaría enseñarles a ustedes también a que les guste la paz!!! La primera lección, para ser pacifista me la enseñó la garza Lina. Si se acuerdan se trata de que es bueno confiar unos en otros, y para confiar nos sirve conocernos para así tener ganas de ayudarnos. ¿No es cierto que es lindo estar con la gente que nos quiere? ¿Y... saben por qué? Porque con ellos nos sentimos bien, tranquilos, seguros y confiados porque nos conocen . Cuando ustedes tienen un perrito o muñequito nuevo, ¿lo quieren tanto como a uno que le regalaron cuando eran muy chiquitos? Seguro que no. Y, ¿por qué quieren más al viejo que al nuevito? Porque lo conocen más, aunque esté un poco sucio o arruinado. Vamos a aprender a conocernos y confiar unos en otros jugando, así, si nos peleamos podremos tener ganas de amigarnos. ¿Les gusta jugar? ¡A mí muchísimo! 1. Yo te conozco a ti y tú a mí Introducción El maestro con la marioneta dirá a los niños que van a jugar a conocerse como les dijo Anselmo, el caballito: Anselmo: “Vamos a jugar todos juntos con nuestros nombres, a mí me gusta que me llamen por mi nombre: ‘¡Anseeeeeeelmooooooo!’ y no que me digan: ‘¡Hey caballo... ven aquí!’ ¡Cuando me llaman por mi nombre me siento muy bien querido e importante!” Procedimiento Se podrá usar la marioneta para coordinar este juego. Yo me llamo Anselmo - Juan, ahora repite conmigo: “Yo me llamo Juan”, y pregúntale al compañerito que tienes a tu lado: “¿Y tú cómo te llamas?”, “Yo me llamo Pedro ¿y tú cómo te llamas?”, “Yo me llamo Juana“ y así se van a seguir preguntando hasta que termine la ronda. Luego todos vamos a cantar: El maestro irá cantando y realizando las acciones correspondientes y los niños repitiendo e imitándolo: Nuestros nombres tienen ritmo, y así aplaudimos, así aplaudimos, así aplaudimos, Nuestros nombres tienen ritmo y así nos vamos conociendo, y así aplaudimos, así aplaudimos, así aplaudimos, Sabiendo nuestros nombres nos vamos conociendo, Juana, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo Jua-na (repiten todos juntos). Y aplaudimos dos veces, Pedro, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo, Pe-dro (repiten todos juntos) y aplaudimos dos veces, Martina, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo Mar-ti-na (repiten todos juntos) y aplaudimos tres veces, Y Felipe, tú tienes un nombre, y tu nombre tiene ritmo, Fe-li-pe (todos repiten) Y aplaudimos tres veces. Nuestros nombres tienen ritmo, Y así aplaudiendo nos vamos conociendo y queriendo de a poquito, de a poquito, conociendo, conociendo. Se seguirá repitiendo la canción hasta que se hayan nombrado a todos los niños. Cierre Luego de que todos los niños hayan participado se les preguntará cómo se sienten ahora que todos conocen sus nombres y reflexionarán sobre cómo cuando nos llamamos por nuestros nombres nos sentimos muy bien, cada vez un poquito más contentos porque podemos confiar unos en otros y confiar es poder estar seguros y tranquilos. Fuente Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, de Franz Schmidt y Alice Friedman, conjuntamente con Phyllis LeShane, Wanda Slayton, Nancy Webster, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 2. Canción “Es muy lindo tener amigos” Introducción Anselmo: “A mí me gusta salir a correr y jugar en el arroyo con mis amigos que ustedes ya conocen, sobre todo con Martina la Luciérnaga y otros amigos y amigas que conocerán luego. ¡Es muy lindo tener amigos, y compartir! Uno se divierte mucho más ¿no es así?” Procedimiento Se pedirá a los alumnos que se coloquen unos frente a otros en dos filas enfrentadas. Cada uno dirá su nombre en voz alta y los demás lo escucharán en silencio. Cuando las dos filas enfrentadas se hayan presentado, al ritmo de una música se les pedirá que bailen todos juntos cantando: Ahora que nuestros nombres conocemos, podemos empezar a ser amigos. Es muy lindo tener amigos. Para poder: saltar todos juntos (la maestra salta y todos los niños lo hacen). Para poder: reír todos juntos (la maestra se ríe y todos lo imitan). Para poder: correr todos juntos (la maestra sale corriendo y los niños detrás). Para poder: dormir todos juntos (la maestra cierra los ojos y hace como si durmiera y los niños se tiran al suelo y hacen lo mismo). Para poder: desperezarnos todos juntos (la maestra se despereza y los niños también lo hacen). ¡Ahora que nuestros nombres conocemos podemos disfrutar de tener amigos!” (la maestra saluda a cada uno dándole la mano y mirándolo a los ojos, los niños también lo hacen). Cierre ¡Es muy lindo hacer cosas juntos! Como también jugar todos, así vamos aprendiendo que si bien somos diferentes tenemos cosas parecidas como es que nos gusta jugar. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996. 3. El trencito de colores Introducción Anselmo: “Saben que hay una locomotora (¿conocen qué es una locomotora?) que quería que jugaran todos, los vagones y ella, juntos, así eran un tren que jugaba... pero los vagones sólo querían jugar por su cuenta. ¿Vamos a ayudar a la locomotora y a los vagones a jugar todos juntos para divertirse más? Procedimiento En el pizarrón habrá una figura con una locomotora y tres vagones; la locomotora será de color azul, el primer vagón de color amarillo, el segundo, colorado y el tercero verde. Se explicará: “Yo mostraré la locomotora, que es de color azul, y todos los niños que tengan algo azul correrán y se tomarán de la cintura colocándose uno detrás del otro. La locomotora empezará a moverse despacito por el salón. Cada vez que yo muestre un vagón, todos los que tengan puesto algo del color de ese vagón (amarillo el primer vagón, colorado el segundo, verde el tercero), van a venir corriendo y se tomarán así (lo muestra) de la cintura del que está delante, en el lugar del vagón que les corresponda de acuerdo a algún color que lleven en sus ropas” . Cuando estén todos formando la locomotora y los vagones cantarán conmigo: Nosotros somos el tren de la amistad la locomotora que es azul, azul, azul, chucu chu… chucu chú… y nosotros también somos el tren de la amistad. El vagón que es amarillo, amarillo chucu chú… chucu chú… y nosotros también somos el tren de la amistad. El vagón que es colorado, colorado chucu chú… chucu chú… y nosotros también somos el tren de la amistad. El vagón que es el verde, el verde, el verde chucu chú… chucu chú… y juntos avanzamos y somos amigos chucu chú …chucu chú… en el tren de la amistad.” Cierre Cada vagón necesita del otro para formar el tren y poder avanzar, y la locomotora también de los vagones. Nosotros también necesitamos de los demás para poder jugar, aprender y divertirnos. Fuente: LA AUTORA. 4. ¡Juguemos con nuestras manos! Introducción Anselmo: “¡¡¡Qué lindo que es ese tren!!! ¡A mí me gustaría también poder estar allí! ¿Me invitan chicos? ¿Les parece que podré jugar con ustedes aunque sea un caballito? ¡Ah, pero no tengo manos… sólo patas! ¿Podré tomarme de la cintura como ustedes...?” Se le responderá que no, pero que no se ponga triste pues como él es un caballito pacifista tiene mucho para enseñarles. “Si, pero primero ustedes me van a enseñar a mi, pues ustedes tienen manos… ¿Para qué son las manos?” Procedimiento Los amigos se cuidan entre ellos tratándose de manera amable. Ahora vamos a darnos cuenta cómo nuestras manos nos ayudan a cuidarnos. Se les dirá a los niños que la maestra va a jugar a hacer cosas con sus manos y ellos van a adivinar para qué usa sus manos. Toma un objeto en sus manos y los niños contestan: “¡Para agarrar!” Acaricia a un niño: “¡Para acariciar¡” Toma una escoba y barre: “¡Para trabajar!” Saluda: “¡Para saludar!” Dibuja en el pizarrón: “¡Para dibujar!” Ayuda a un niño a acordonarse las zapatillas (y otras acciones de ayuda): “¡Para ayudar!” “Ahora cantaremos todos juntos esta canción que se llama ‘Nuestras manos son amigas’ ”: Con mis manos te saludo. Con mis manos yo dibujo. Con mis manos yo trabajo. Con mis manos te acaricio. Con mis manos yo te ayudo. Nuestras manos son amigas. Con las manos ya jugamos en el tren de la amistad... Anselmo: “¿Y ustedes chicos, sólo usan las manos para ayudar? ¡Qué buenos chicos son! ¿O no? Yo no tengo manos pero uso mis patas para correr, trabajar, y ustedes… ¿cómo hacen para ayudar con sus manos?” Se pedirá a los niños que le contesten a Anselmo cómo usan sus manos para ayudar. Se colocarán en ronda y de a uno dirán: “Yo ayudo con mis manos a...” Luego se les preguntará de qué manera se puede lastimar con las manos a las personas (empujando, golpeando, escribiendo en las paredes, ensuciando el suelo tirando papeles o chicles o basura )… y luego a la naturaleza (arrojando basura a las calles, a la playa, dejando canillas abiertas, cortando flores o arrancando ramas de los árboles). Se pedirá a los alumnos que dibujen cómo cuidan y ayudan con sus manos a los demás, a sí mismos y a la naturaleza. Entre todos dibujarán un gran mural donde expresarán cómo las manos son para ayudarnos entre todos. En este mural se incorporará una frase en colores llamativos que diga: “Las manos son para ayudar”. Cierre Se conversará con los niños sobre cómo van a ayudar con sus manos a los demás o a la naturaleza en lo que resta del día y/o durante esa semana. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 5. Masaje con música Introducción Con nuestras manos podemos demostrar nuestro cariño hacia las personas, animales, plantas, piedras, juguetes y todo aquello que nos importe cuidar. Procedimiento Se les dirá a los chicos que van a hacer algo con sus manos para ayudar a sentirse bien a los demás y que para ello se van a colocar sentados uno detrás del otro. Cuando escuchen la música con las dos manos van a masajear la espalda del compañero de adelante como si estuvieran pasándole una esponjita con jabón, suavecito y con cariño. Cuando la música se detenga, dejarán de hacerlo, y cuando vuelva a sonar retomarán el masaje, así varias veces hasta que la música se detenga del todo. Luego se les preguntará cómo se sintieron al recibir y dar esos masajes con sus manos. Cierre Se comentará con los niños que es muy lindo demostrar cuidado y cariño con nuestras manos. ¡Qué suerte que tenemos manos para sentirnos bien y que los demás se puedan sentir bien con ellas! Fuente: Adaptación de Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No violencia y Educación, Madrid, marzo 1997. 6. ¡A colaborar! Introducción Anselmo: “¿Saben una cosa? Me contó Martina, la luciérnaga, que los vagones del trencito antes, hace un tiempo, se peleaban mucho entre ellos para ver quién era el primero que iba detrás de la locomotora… Hasta que un día la locomotora se dio cuenta que no podían ir a pasear a ningún lado porque estaban siempre peleando y peleando en vez de avanzar. Entonces, yo, que soy un caballito pacifista, fui a ver qué pasaba y les conté que mucho mejor que pelear era colaborar. ¿Saben qué quiere decir colaborar? Ellos no sabían… y aprendieron… y a partir de ahora, andan siempre juntos felices paseando y llevando chicos que festejan cumpleaños, y se sienten muy bien de poder colaborar.” Procedimiento El maestro repartirá juegos para armar, como rompecabezas, juegos de encastre y otros semejantes y se los dará a un niño de cada grupo de cinco o seis, con la consigna de que debe armarlo solo. A los cinco o diez minutos, se les sugerirá que lo pueden ayudar. Luego se les preguntará cómo se sintieron ayudando y siendo ayudados y qué utilizaron para hacerlo. Los niños se darán cuenta que utilizaron sus manos para ayudar y que colaboraron todos pues trabajar y jugar juntos significa colaborar. Se les preguntará de qué manera utilizan sus manos en el aula o patio para ayudar a los demás y colaborar. Se mostrarán diferentes escenas de colaboración: Una niña que ayuda a cruzar la calle a una anciana. Un grupo de personas que están curando a un lobo marino que apareció en la playa. Unos niños que leen a otros menores un cuento. Unas niñas armando juegos de encastre. Un grupo de obreros que se alcanzan los ladrillos entre sí. Un niño que ayuda a su papá a regar el jardín. Unas niñas que juntan los papeles arrojados en la playa. Una niña que mira un libro de cuentos junto a otros niños. Unos niños y niñas que borran el pizarrón. Unos niños que juegan con una pelota. La maestra preguntará qué están haciendo las personas de las figuras que observaron (a lo cual responderán que están colaborando) y comentará con ellos que las personas para ayudarse, jugar y colaborar utilizaron sus manos. Cierre Reflexionarán cómo con nuestras manos podemos ayudarnos entre todos, que de esa manera las tareas y juegos son más fáciles y divertidos, que eso se llama colaborar. Fuente: LA AUTORA 7. ¡A bailar y saltar! Introducción Anselmo: “¡Me encanta verlos jugar así colaborando unos con otros para estar contentos! Ahora me parece que se trata de hacer algo que yo hago muy bien cuando corro por el campo bien temprano... y ¿saben qué es? ¿A que no saben? ¿A ver si adivinan?” Los chicos tratan de adivinar hasta que a alguno se le ocurre decir “saltar”. “¡Sí, saltar! Ustedes... ¿saben saltar? !Yo no sé bailar pero sí saltar...! ¿A ver cómo saltan? Sí así... , saben... –dice Anselmo con voz de pícaro– pero eso de saltar todos juntos colaborando no sé si podrán... porque colaborar, quiere decir que todos tienen que ganar, y ganar es que cuando escuchen que la música empieza a sonar todos tienen que estar dentro del círculo bailando y cuando deja de sonar saltar todos juntos fuera. Uno que quede fuera o dentro cuando no deben es porque todavía no aprendieron del todo a escuchar y a colaborar... Así que ¡¡¡a ver si es verdad que saben...!!!” Se habrá dibujado un gran círculo en el suelo o colocado una manguera o una cuerda u objeto similar que delimite ese círculo. A la consigna previamente acordada todos los chicos saltarán dentro del círculo y bailarán siguiendo el ritmo, cuando escuchen la otra consigna acordada saltarán fuera del círculo. Podrán tomarse dos de las manos y saltar juntos o bailar cerca del límite, o buscar la estrategia para poder demostrarle a Anselmo que colaborando, pensando en los otros y cumpliendo las tareas convenidas pueden ganar todos. Cierre Se hará notar que en los juegos en que sólo algunos ganan hay otros chicos que pierden y que éstos muchas veces quedan enojados o tristes, en cambio, cuando al colaborar todos ganan, quedan todos contentos. Fuente: Adaptación de La Alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Beristain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1997. 8. La sardina Introducción Anselmo: “¿Saben qué son las sardinas?, pececitos y como todos los pececitos viven en el agua. Son chiquitas y cuando las mamás de ustedes las compran, vienen en una lata o en un frasquito y están todas juntitas bien apretadas, unas con las otras... Vamos a jugar a un juego que se llama: ‘La sardina’ ¡Me parece que les va a gustar mucho! Bueno, ustedes en este juego van a parecerse a las sardinas... Ahora van a saber cómo”. Procedimiento La maestra indica a los niños que van a jugar a esconderse, pero que esta vez será de una manera diferente. Un niño voluntario va a esconderse. El resto del grupo después de un rato saldrá a buscarlo. Quien lo encuentre se esconde con él. Así hasta acabar todas juntos como si fueran sardinas en lata escondidas en el mismo lugar. Cierre Verán cómo en este juego, ganan todas las sardinas al esconderse juntas y que la diferencia con el otro juego de ‘La escondida’ es que en éste nadie pierde. Se les podrá preguntar cómo se sienten al poder ganar todos. Fuente: La Alternativa del juego II, citado como fuente M. Jelfs. 9. ¡Ja-ja-ja! Introducción Anselmo: “¿Saben que cuando nosotros los caballos estamos contentos relinchamos de una manera especial...? ¿Saben cómo? (y hace un relincho raro) es como si nos riéramos. ¿Les gusta reírse, estar contentos? A nosotros, los caballos, nos gusta mucho porque cuando estamos contentos nos tratamos bien y nos peleamos menos. Les voy a enseñar un juego para reírse mucho”. Procedimiento El maestro les dice a los niños que se tiren al suelo. Primero uno, luego otro pone su cabeza sobre la panza del primero, y así varios más. Una vez que están todos, el primero dice: “¡Ja!” El segundo dice: “¡Ja!,¡Ja!” El tercero “¡Ja!, ¡Ja!, ¡Ja!” y así sucesivamente, aumentando el número de “¡Ja!”. Al llegar al final se puede comenzar en orden inverso, de forma que la última persona comienza diciendo tantos “¡Ja!” como jugadores haya, hasta llegar al primero que sólo dirá un “¡Ja!” Cierre ¡Cuando nos reímos todos juntos nos divertimos muchísimo! Y es muy lindo porque todos quedamos contentos. Fuente: La Alternativa del juego II de Paco Cascón, citado como fuente S. Judson. 10. ¿Me quieres dulzura? Introducción Anselmo: “¿Ustedes me quieren? Yo sí a ustedes y ustedes a mí me irán queriendo cuando me vayan conociendo, porque cuando nos conocemos nos vamos haciendo amigos. Los amigos se dicen cosas lindas. Y también se ríen juntos. Vamos a jugar a un juego para reírnos y decirnos algo lindo. ¿Les gustan los dulces? A mi sí, ¡me encantan!”. Procedimiento Se pedirá a los chicos que se sienten en ronda y se les dirá que van a ganar todos o ninguno. El juego trata de que no se pueden reír. Sentados en círculo, uno se para en el medio y empieza el juego diciéndole a cualquiera: “¿Me quieres dulzura?” Esta persona responde: “Sí, te quiero, pero ahora no puedo reírme.” Si esta persona se ríe, acompaña a quien es el que pregunta al centro para ayudarlo a buscar más gente que se ría. Se continúa de la misma forma hasta que todos hayan sido interrogados. La intención es que todos o la mayoría terminen en el centro por haberse reído. Cierre Se conversará con los niños sobre cómo se sintieron al no poder reírse y cuánto se divirtieron al jugar todos juntos y no pensar que podían ganar oi perder. Fuente: Qué tal si jugamos....otra vez de Guillermo Brown, Humanitas, Buenos Aires, 3ª edición, 1992. 11. El dragón Introducción Anselmo: “¿Quiénes conocen qué es un dragón? ¿Les gustan los dragones? ¿Saben que a mí me gustan mucho? Hay algunos que son buenos y juguetones y que son colaboradores como ustedes y uno de ellos me enseñó un juego que quiero que ustedes conozcan. ¿Quieren convertirse en un gran dragón bueno y colaborador? ¡Vamos a ver cómo lo hacen!” Procedimiento Se divide al grupo en subgrupos de seis o siete. Cada subgrupo se coloca en fila enlazándose por la cintura. El primero de la fila será la cabeza del dragón, el último, que llevará un pañuelo atado a la cintura, la cola. El pañuelo simbolizará la cola. La cabeza intentará tomar la cola de los otros dragones, y la cola, ayudada por todo el grupo, que no lo logre. Cuando una cola es tomada (se consigue el pañuelo) el dragón a la que pertenece se unirá al que lo ha tomado, formándose así un dragón más largo. El juego terminará cuando todo el grupo forme un único dragón. Cierre Los niños contarán qué les gustó más del juego y qué menos y se seguirá la charla de acuerdo a los aportes que hagan orientándola a reconocer que cada participante de cada grupo es igual de importante para jugar de esta manera colaborativa. Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín Beristain, Los Libros de la Catarata, 2ª edición, 1997. 12. La gran serpiente Introducción Maestro: “Vamos a seguir colaborando, ahora para formar una gran serpiente, enorme, ¡grandísima! como la Boa Sandra de los sueños de Anselmo... ¿Ya les conté de ella? Creo que todavía no llegamos a esa parte de los sueños, pero les cuento un poquito nomás, era una serpiente grandísima, que se llamaba Sandra y pasaron cosas muy interesantes con ella. Ustedes se podrán convertir hoy en ella, si lo hacen entre todos será muy fácil y también divertido. Después le preguntaremos a Anselmo si le parece que salió parecida, ¿quieren?” Procedimiento Se empieza por parejas. El animador explica al grupo que las parejas deberán irse uniendo en el transcurso del juego, para llegar a formar a la serpiente gigante. Se pondrán de a dos, en el suelo, acostados boca abajo, tomándose de los tobillos de la persona de adelante. Así se forma una serpiente de dos, ésta irá reptando por el suelo. En un momento las serpientes de a dos se irán uniendo de 2 en 2, formando grupos de 4 y así sucesivamente hasta formar todo el grupo una gran serpiente. Cada vez que se une una pareja a la serpiente más grande tratan de que ésta no se rompa. También puede subir montañas, o pasar por un túnel o enroscarse para dormir, o hacer cualquier otra cosa que surja del grupo o del animador. Cierre Nuevamente comentarán cómo se sintieron jugando todos juntos y ganando todos. Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín Beristain, Los Libros de la Catarata, Buenos Aires, 2ª edición, 1997. Negrita, la hormiguita viajera Negrita era una hormiguita muy trabajadora a la que le gustaba mucho pasear por el campo para buscar su comida, charlar y jugar con sus amigas. Su mejor amigo era Blandín. Blandín tenía su agujero de gusano muy cerca del hormiguero de Negrita. Aquella mañana Negrita se despertó temprano para buscar comida y jugar un rato con Blandín. Su olfato le decía que fuera del hormiguero debía haber un sol espléndido. Había soñado que el día anterior muchas niñas habían estado merendando cerca del hormiguero. “Habrá miguitas de pan y trocitos de queso. ¡Qué ganas tengo de salir! Hoy podré recoger muchas miguitas.” Mientras esto pensaba, Negrita daba vueltas y más vueltas en su hormiguero para encontrar la salida que no podía hallar. “¡AH!, –se dijo Negrita– debo tener los ojos sucios de tanto dormir, me lavaré la cara y me bañaré así estaré más limpia y despejada.” De nuevo volvió a buscar la salida. Negrita no pudo más. “No sé qué pasa pero aquí ha ocurrido algo muy grave. ¡Qué miedo! A lo mejor ya no puedo salir ningún día. Si al menos viniera Blandín, él desde fuera podría encontrar la salida”. “¡Mamá, mamá! –llamó con voz miedosa– No puedo salir. ¡Ayúdame!” Mamá hormiga la tomó de la mano y juntas intentaron buscar la salida. Era imposible. No se veía allí ninguna claridad. “¿Será que aún es de noche?” Pero no. Ya todas las hormigas del hormiguero se habían despertado. De pronto oyeron una voz que venía de afuera. Pegaron sus oídos al suelo para escuchar... “¡Es Blandín, es Blandín!”, gritó Negrita que había reconocido la voz de su amigo el gusanito viajero. “¡Blandííín! ¡Blandííín! –gritó Negrita–. No podemos salir. No encontramos la salida.” “¡Oh, Negrita! Se me acaban las fuerzas y no puedo quitar esto que tapa la puerta de tu hormiguero. Lo debieron dejar las niñas que estuvieron jugando ayer por aquí.” “Blandín, ¿qué es esa cosa?” “Yo no sé cómo se llama Negrita, pero si lo muevo un poquito rueda.” “Pues, ¡muévelo!” “No puedo, hay muchos papeles y no lo dejan rodar.” “¡Es horrible Blandín! Me muero de pena por no poder salir.” Papá y mamá hormiga, mientras tanto estaban pensando que aquello no podía quedar así. “Haremos un tren de hormigas. Empujaremos fuerte y así ayudaremos a Blandín. Entre todas haremos rodar esa cosa que tapa la entrada del hormiguero. “¡A la una y a las dos!” Todas las hormigas y Blandín empujaron al mismo tiempo y el objeto rodó y rodó. Blandín y Negrita se dieron un fuerte abrazo y empezaron a correr y a saltar de alegría. Habían conseguido despejar la puerta del hormiguero. Pero aquello no era suficiente. El campo no era el mismo del día anterior. Parecía un pequeño basurero. Otras hormigas podían estar pasando la misma situación que Negrita acababa de pasar. Decidieron entre todas recoger todos los desperdicios que aquellas niñas no habían tirado a la basura. “Negrita –dijo Blandín– estoy muy cansado. Este trabajo que acabamos de hacer no es para nosotras. Si ocurre otro día moriré del esfuerzo. Deberíamos hacer algo para que esto no vuelva a suceder.” “A mí no se me ocurre nada” –dijo Negrita. “¡Oye, Blandín! Tu abuelo es muy sabio, él puede encontrar la solución.” El abuelo de Blandín pensó que entre todas podrían hacer un letrero con letras gigantes en el que pusiera: “Nuestra vida es importante. No tapen nuestro hormiguero y... Usen los basureros.” Ahora sí que Blandín y Negrita podrían hacer tranquilamente el viaje del día. Irían lejos hasta que el sol dejara de dar calor. Entonces volverían a sus casas sin miedo de encontrar su puerta tapada. CARMEN CALVO ROJO SEGUNDO PRINCIPIO EL LENGUAJE AMABLE Introducción Anselmo: “Cuando tuve mi segundo sueño, conocí a... ¿Se acuerdan a quién? Vayan pensando... ella me enseñó a hacerme entender, a comunicarme con amabilidad. ¿Saben qué quiere decir con ‘comunicarme’? Quiere decir hacer saber a los demás cosas que a mí me pasan, que quiero, que siento, que pienso, por ejemplo, me comunico cuando le digo a mi abuela: ‘Abu, me voy a jugar un ratito al arroyo, o a la plaza...’ o a donde nos guste ir a jugar. O: ‘¡Marti, me gusta que seamos amigos!’ Y con amabilidad, quiere decir que se lo digo de una manera linda, suave, tierna. Tratarnos de una manera especial en que todos nos sintamos queridos, importantes y por eso contentos. ¿Quién creen que pudo haberme enseñado eso que les conté... ¿Quién...? ¡¡¡Síííí...!!! ¡¡¡Acertaron!!! La lora Palmira, porque las y los loros repiten mucho lo que escuchan, pero esta lora además de repetir y hablar mucho mucho, aprendió a hacerlo de manera amable. Para practicar juntos lo que aprendí, vamos a jugar juntos a varios juegos ¿quieren?” 1. ¡Ay, que me pincho! Introducción Anselmo: “Saben chicos, cuando me despierto bien temprano y me voy a desayunar el pastito fresco al lado del arroyo, paro bien mis orejas, así, y me gusta ponerme a escuchar. Y ¿a que no saben qué escucho?” (Los chicos responden qué creen que escucha Anselmo: el sonido del arroyo entre las piedras, el del viento entre las hojas, los relinchos de otros caballos, el piar de los pajaritos, etc.). “Y me pasa que cuando llego al arroyo, allí el pasto es muy blando y suave y esos sonidos también me parecen blandos y suaves. Ustedes pueden escuchar esos sonidos y otros también, los de las palabras. ¿Saben que hay palabras que son blandas y suaves y hasta dulces y otras que son duras, y hasta amargas? ¿Cómo es el gusto amargo? ¿Cómo son los sonidos fuertes y duros?” Procedimiento La maestra repartirá telas u objetos que resulten duras, pinchudas y ásperas al tacto, como por ejemplo, los frutos de algunos árboles, papel de lija, piedras con aristas que raspen, y les preguntará a los niños cómo es que las sienten al tocarlas. Luego les repartirá objetos de textura suave y delicada, como retacitos de tela de estas características, papel de seda, un vellón de lana, plumitas de pájaros, etc. Les hará comparar qué sensaciones corporales diferentes les provoca unos y otros. Hará lo mismo con los sabores, probarán un limón, una hoja de radicheta u otro alimento amargo y luego un caramelo. Reflexionarán sobre cómo al tacto y al sabor lo que sintieron es diferente y que con lo que escuchan puede ocurrir lo mismo, tal como les contaba Anselmo. Para ello escucharán sonidos que podrán estar grabados, tales como los de tambores, el rumor de las olas, cantos de pájaros, música Heavy, un chillido agudo de un animal, de una uña pasada por un pizarrón, un galope, un maullido suave, un ladrido, etc. Se les hará notar que las palabras también son sonidos y que hay algunas que son suaves y dulces, y otras duras y pinchudas, pero que no sólo son las palabras sino la manera de decirlas, lo que a veces hace que se sientan de una u otra manera. Se les dirá que harán un juego en que ellos deberán encontrar entre las diferentes palabras que escuchen cuáles les provocan sensaciones dulces y suaves y cuáles duras y amargas o ásperas, que a las suaves las llamarán “amables” y a las duras “pinchudas”. El juego lo harán de la siguiente manera: Un grupo de niños cerrará los ojos y al escuchar cada palabra si les parecen amables, levantarán el pulgar, para arriba, para abajo si las sienten pinchudas. Los demás observarán qué les ocurre a los compañeros que tienen los ojos cerrados. La lista de palabras, que se puede haber dejado escrita en el pizarrón podrá ser la siguiente: o ¡Gracias! o ¡Por favor! o ¡Déjame tranquilo! o ¡Ven a jugar conmigo! o ¡Te odio! o ¡ Te quiero! o ¡Perdona ¡ o ¡Tonto! o ¡Te voy a pegar! o ¡Te doy un abrazo! La maestra adaptará las palabras al grupo de sus alumnos, usando aquellas más comunes a los niños y haciendo hincapié en el tono y volumen de la voz usada en cada frase. Si saben escribir, podrán dibujar escenas en las que se usan palabras pinchudas, que serán escritas debajo, como si se tratara de una historieta y otras en que se están usando palabras amables. Podrán establecerse códigos comunicativos en los que, de acuerdo con las palabras que usen cotidianamente quienes se den cuenta levanten o bajen el pulgar, con el fin de desarrollar la atención en relación al estilo comunicativo usado en diferentes circunstancias. Cierre Se comentará con los alumnos cómo también las plantas y animales reaccionan diferente de acuerdo a cómo les hablamos. A partir de los siete años se les podrán mostrar las fotos de las gotas de agua que toman formas muy bonitas o muy feas de acuerdo a qué palabras lleven escritas en los recipientes que contienen la muestra de agua. Por ejemplo, si se les dice: “amor, gracias, comprensión”, las formas de las gotitas de agua son como joyas preciosas, si se les dice: “¡Tonto!”; “¡Me das asco!”; “¡Te mataré!”; “¡Te odio!” el aspecto que muestran es feo y deforme. Fuente LA AUTORA. La información vertida en el cierre fue tomada de Mensajes del agua de Masaru Emoto, Barcelona, La liebre de marzo, 3ª edición , 2004. 2. El baile de las palabras Introducción ¡Es muy lindo tratarse con amabilidad y también hacerlo cuando jugamos! El ser amables todos los días un poquito se va metiendo adentro de nosotros como cuando comemos chupetines muy ricos varias veces, tanto nos gusta que queremos seguir comiendo chupetines otras veces. Cuando somos amables, es parecido, nos vamos acostumbrando y aprendemos a hacerlo de manera natural como cuando nos bañamos o lavamos los dientes, o saludamos con un beso a papá o a mamá. Procedimiento Se dirá a los niños que van a bailar un baile muy especial, que se pondrá una música y a medida que la vayan escuchando irán avanzando por el salón bailando con los ojos cerrados, si se tropiezan con algún compañero abrirán los ojos y sólo si le dicen: “Perdón, discúlpame” y el otro le contesta: “No es nada”, podrán seguir jugando. Otros niños estarán sentados esperando que alguien les diga: “Por favor, ¿quieres bailar?” A lo cual podrán responder: “Sí, gracias”. Y en ese caso podrán ponerse en movimiento, si la invitación no responde a la consigna, no podrá aceptar. Si al aceptar no dice: “Muchas gracias” no podrá bailar, hasta que use la forma amable. Se cuidará que todos tengan tanto la oportunidad de “sacar a bailar” como de bailar y de usar la forma amable en cuanta oportunidad se presente. Si alguno no la usa el coordinador o algún otro niño le hará la observación con amabilidad, también, para que use dicha manera pues de lo contrario no podrá seguir avanzando, quedará congelado como estatua, hasta que alguien le diga: “¿Disculpa, necesitas ayuda?” Si es necesario, podrán estar escritas las frases amables en carteles con letras grandes y bien visibles, en diferentes partes del salón. Cierre Se preguntará a los niños cómo les resultó este baile, si les costó mucho, o poco, o más o menos cumplir con las consignas. Fuente: LA AUTORA. 3. El país de los amables (para niños con más de seis años. También puede usarse resolución de conflictos) Introducción Anselmo: “Me parece que van a jugar un juego que no conozco... ¿Me dejan mirar?” Procedimiento La maestra conversará con los niños que hace mucho tiempo existía un lugar donde la gente era muy amable, o sea, se trataban entre ellos con sonrisas, gestos, palabras suaves y dulces, y siempre era así. Repartirá un mazo de cartas donde los personajes dibujados podrán ser los de los sueños de Anselmo u otros. En casi todos ellos se estarán representando gestos de amabilidad, un gato ayudando a un ratón, un perro a un gato, la víbora Sandra sonriendo en el medio de una ronda de viboritas pequeñas, una hormiga dándose la mano con un oso hormiguero, etc. En el mazo habrá algunas cartas en las que se están tratando con hostilidad, dichas cartas representarán caras con expresiones de enojo, o sacándose la lengua o empujándose. El juego se jugará en una ronda de no más de diez chicos. El mazo estará en el medio de la mesa alrededor de la cual se sentarán los jugadores. En el mismo todas las cartas, salvo cinco, llevarán escritas frases que indiquen acciones amables a realizar entre ellos o con personas u otros seres vivientes que estén dentro del establecimiento (maestro de otra sala, portero, cocinera, planta, animal, etc.). La consigna será que sólo deben realizar las frases y acciones amables. De a uno, todos los alumnos irán sacando una carta. Si a un niño que no está atento le toca una no amable (por ejemplo “Tira los papeles de tus bolsillos al suelo” o “¡Quiero tu merienda para mi, dámela!”) y la representa, quedará fuera del juego hasta que sea salvado por algún compañero que lo elija para compartir con él su propia carta amable y realizar la acción correspondiente en conjunto. Si se da cuenta que le ha tocado una carta no amable y no la realiza, podrá sacar otra carta y seguir jugando. Los textos podrán ser del estilo de los siguientes: Dile alguna de estas frases a un compañero que elijas: Frases amables: o Gracias, por ser mi amigo. o Es lindo jugar contigo. o ¿Quieres ser mi amigo? ¡A mí me gustaría mucho que lo fueras! o ¡Me gusta mucho jugar contigo! Realiza alguna de estas acciones: Acciones amables: o Abraza al niño que tenga el pelo más clarito de todas. o Abraza al niño que tenga tu mismo nombre. o Saluda con una sonrisa amorosa al que usa zapatillas del mismo color que las tuyas. o Acaríciale el pelo a alguien que sea más alto que ti. o Hazle un regalito a alguien con quien te ríes mucho. o Dile: “Te quiero mucho” a alguien que consideres un amigo muy bueno. Dile alguna de estas frases a un compañero que elijas: Frases no amables: o ¡No quiero jugar contigo! o ¡Eres un tonto! Al compañero que está físicamente más lejos de él. o ¡Tus zapatillas no me gustan! Al que es más alto de todos. o ¡Todas los niños me molestan! Realiza alguna de estas acciones: Acciones no amables: o Patea el cesto de la basura. o Arroja los papeles de tu mochila al suelo. o Sácale la lengua al compañero, que tengas más cerca. o Toma ese paquete de caramelos y comienza a comer sin convidar a nadie. o Esconde las fibras de la maestra. o Tírale de la cola al gato. Variante Si los niños no saben leer, se podrán hacer las cartas personificando las consignas con dibujos que representen las acciones. Cierre Se comentará con los niños, cómo se sintieron corporalmente (blanditos, como algo suavecito en el pecho, con calorcito, etc.) cuando se trataron de manera amable y ¡qué lindo es sentirse así! Fuente: LA AUTORA 4. La canción de los amables Introducción Anselmo: “¿Saben? Suena, se siente y se ve tan lindo cuando se tratan amablemente que me dan ganas de aprender a relinchar con amabilidad. ¿Se podrá? Será cuestión de preguntarle a mi abuela Elma...” Procedimiento El maestro dirá a sus alumnos que van a cantar una canción que está incompleta pues le falta un final a cada parte y que ellos la van a completar. La canción tiene frases amables y cuando dice: “Me dan ganas de decir...” dirán: “¡Síííííí!” todos juntos y con ganas, y cuando dice frases pinchudas, al cantar: “Me dan ganas de decir...” van a decir “¡Noooooo!” De la misma manera, con ganas y fuerza. Hará un pequeño ensayo primero con los niños: Cuando me dicen: “¿Por favor, me dejas jugar?” me dan ganas de decir: ¡Sí! (dejar que los niños completen) Cuando me dicen: “¡Sal de aquí, niño tonto!” me dan ganas de decir: ¡Nooooo!. Cuando escucho: “¡Salí de la fila, ¡aquí estoy yo!” me dan ganas de decir: ¡Nooooo! Cuando escucho: “Disculpa, ¿me dejas aquí?” me dan ganas de decir: ¡Siiiiii! Si alguien me da su mano y me pide: “¿Podrías ayudarme, por favor?” me dan ganas de decir: ¡¡¡Siiiiiii!!! Si alguien me empuja y me grita: “¡Ya mismo, te vas de aquí!” me dan ganas de decir: ¡Nooooo! Si alguien se ríe y burla de mi y me dice: “¡Eres un torpe... A que no te animas a jugar a esto!” me dan ganas de decir: ¡Nooooo! Si alguien me dice: “¿Quieres jugar con nosotros? Sería muy lindo para mí.” me dan ganas de decir: ¡¡¡Siiiii!!! Cierre Se preguntará a los niños cuándo ellos pueden ser amables y con quiénes. Para esto se les pedirá que digan a quién le dirían algunas de estas frases y cuáles serían. Fuente: LA AUTORA. 5. Las manos amables (para la resolución de conflictos, o el lenguaje amable, más de seis años) Introducción Cuando las personas son amables entre sí hay menos peleas y cuando hay menos peleas parece que es más lindo jugar y colaborar con otras personas aunque no seamos amigos de ellas. Procedimiento Cada niño pondrá una mano dentro de una bolsa de papel que habrá sido previamente dibujada con pelos, ojos y boca. Podrán ir circulando por el salón, cada uno con una bolsa en una mano. En el salón habrá carteles especialmente colocados con las siguientes frases: “Perdón, disculpa”. Otro en el que estará la frase: “Gracias”. En otro: ”Por favor”. A una señal convenida se detendrán y de acuerdo al cartel donde queden quietos las “marionetas manos”, se saludarán de la manera más amable y cuidadosa posible, repitiendo la frase que le corresponda. Variante Para los más pequeños, en lugar de frases podrán ser láminas con dibujos sobre los que previamente se haya conversado que representen escenas de los sueños de Anselmo, donde hay dos de sus personajes pidiéndose disculpas, o diciéndose: “Gracias” y “Por favor”. Cierre “¿No les parece que estamos aprendiendo a hablar en un nuevo idioma? ¡Es el idioma del país de los amables! ¿Se imaginan si todas, pero todas las personas se hablaran siempre así, en la calle, en el colectivo, en el supermercado, en las casas? ¿Qué pasaría de diferente a lo que pasa a veces ahora? ” Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 6. Las palabras mágicas Introducción Ahora además de ser amables tendremos que estar muy atentos para poder jugar y sobre todo escuchando con atención. ¡Abramos bien nuestras orejas! Procedimiento Los niños formarán en dos hileras enfrentadas, el maestro tendrá en sus manos un paquete con un tesoro dentro que habrá que desenvolver. El tesoro estará envuelto con tantos papeles como niños participen. En un momento determinado arrojará el paquete a cualquier niño diciendo: “¡Por favor, necesito que me abran!” El que lo recibe sólo podrá quitar un papel si dice en voz bien alta: ”¡Gracias, yo lo haré!” Luego de quitar un papel lo lanzará a algún niño repitiendo: “¡Por favor, necesito que me abran!” Y el que lo reciba repetirá la frase: “¡Gracias, yo lo haré!” Si por algún motivo se le cae a quien lo recibe o lo lanza, podrá recogerlo y volver a realizar lo que corresponda, siempre que diga: “¡Discúlpame!”. Quien se olvide o cambie las palabras mágicas, tendrá una prenda. Cuando el tesoro quede al descubierto se repartirán las monedas de oro del mismo (chocolate con papel dorado en forma de monedas) y nuevamente para recibirlo dirán: “¡Muchas gracias!” Si no cumplen con las palabras, también tendrán una prenda. Las prendas consistirán en realizar gestos amables, como por ejemplo, ir al patio y hacer un gesto amoroso con alguien o algo (animal, planta, objeto) y decirle algo amoroso a la secretaria, a una preceptora o señora que atiende el quiosco, o a quien ellos elijan. La frase y/o la acción la pensará el niño y la practicará previamente, pues se les hará notar que no sólo es amable lo que se dice sino cómo se dice. Algunas acciones podrán ser recoger los papeles del aula o de un sector del jardín y así ser amables con la tierra o el lugar donde están. Se podrá realizar con su propia mochila, ordenándola y limpiándola, o también con un árbol, o con un animalito. Cierre Se pensará entre todos de cuántas maneras diferentes se puede ser amable y qué es ser amable: amoroso y cuidadoso con todo lo que nos rodea. También cada niño decidirá qué acciones amables realizará durante la semana, y cada día la dibujará en una libretita que llevará consigo. Esta podrá llamarse: “Mi librito de la dulzura”, por ejemplo. Fuente: LA AUTORA. 7. Haciendo morisquetas Introducción ¿Saben que con nuestra nariz, boca, ojos, podemos hacer caras diferentes? Miren la que hago yo... ¿Les gustó? Y ustedes ¿saben hacer caras raras? ¿A ver? Vamos a jugar un juego para hacer eso, morisquetas, así podemos llamar a estas caras, y vamos a ver qué tal somos para imitarlas, como el espejo nos imita a nosotros cuando nos miramos. Procedimiento Los niños sentados en ronda, la maestra se sentará en la misma y les dirá a los niños que también pueden demostrar ser amables con sus gestos de la cara y del cuerpo. El juego se iniciará cuando la maestra haga un gesto con su cara que demuestre amabilidad. Entonces hará una amplia sonrisa y lo mirará al niño de la derecha, éste lo imitará y la pasará al de su derecha y así rápidamente hasta terminar la ronda. Luego hará lo mismo con muchos otros gestos, de enojo, de aburrimiento (con un bostezo), de amor (mirándose a los ojos con ternura), de indiferencia, de cuidado (pasándose una mano por los hombros), de risa (con una carcajada), de rechazo (con un suave empujón), de pena, etc. Terminado el juego, se reflexionará sobre cuáles fueron los gestos con que mejor se sintieron. Entre todos dibujarán un mural donde las personas se tratan entre sí y tratan a la naturaleza y a todas las cosas de manera amable. Cierre Se comentará qué fácil es contagiarnos (como cuando nos contagiamos un resfrío) de los gestos y cosas que hacen los demás. Nosotros también podemos contagiar, pero en vez de resfríos, palabras y acciones amables. Que cuando nos sentimos amables por dentro, es fácil que nos salga un tono de voz, una mirada y también nuestra cara se vea amable, o sea, sonriente y tranquila y también cuando aprendemos a hablar de manera amable, nuestros gestos y caras empiezan a ser del mismo modo. Fuente: Adaptación de Qué tal si jugamos... otra vez de Guillermo Brown, Humanitas, Buenos Aires, 3ª edición, 1992. 8. Quiero contarles que... Introducción Es muy bueno saber cómo la manera en que nos escuchamos a veces ayuda a que los demás se sientan contentos, tristes y a veces hasta enojados. Con este juego nos vamos a divertir y a darnos cuenta qué nos pasa de acuerdo a cómo nos escuchamos. Procedimiento Se pedirá la colaboración de dos niños que deberán salir del aula. En la elección de los mismos se tendrá en cuenta sobre todo el que a uno de ellos no le afecte los chistes o críticas de los demás. A los que quedaron en el aula se les dirá que cuando entre uno de estos chicos les va a relatar algo que para él es importante y harán como si no lo escucharan, se pondrán a conversar entre ellos, a jugar, a bostezar, a mirar para otro lado. Quien entre y haga el relato comenzará diciendo “Yo quiero contarles que...” Esto durará un tiempo breve, hasta que se dé cuenta que no le están prestando atención. Entonces se le preguntará cómo se sintió y cómo cree que fue tratado, si con amabilidad o no. Realizados los comentarios suficientes se le pedirá al otro niño que entre al aula y que realice también un relato que le resulte interesante compartir. Previamente el resto de los compañeros habrán recibido la consigna de que lo escucharán con mucho interés y atención. Terminada su narración, se le preguntará si fueron amables o no, al escucharlo y cómo se dio cuenta. Cierre Entre todos compartirán cuál es la diferencia en el trato que recibieron los voluntarios y cómo ser amable es también interesarse por los demás prestando atención a quien quiere compartir algo que cree valioso con los demás. También que ser amable se demuestra al escuchar en silencio y con atención si otra persona quiere contarnos algo. Fuente: Adaptación de La mediación para la niñez de Fran Schmidt, Alice Friedman, Jean Marvel, Peace Education Foundation, 1995. 9. Te paso mi regalo más querido Introducción Anselmo: “¡Este juego me gusta mucho a mí! Me lo enseñó mi abuela Elma y dice que se jugaba mucho antes, cuando ella era muy chiquita. Se trata de pensar qué es lo que más nos gusta de nuestros juguetes o cosillas con que nos entretenemos... por ejemplo, yo tengo una campanita que me regaló mi amiga la ovejita Marta y me encanta empujarla con el hocico, tomarla con mis dientes y hacerla sonar. ¡Tiene un sonido lindísimo! ¿Ustedes tienen algo que les gusta mucho y que lo cuidan un montón? Piensen qué es...” Procedimiento Se colocará a los niños en ronda y se les dirá que hagan con sus manos como un huequito y coloquen allí, de “mentira” lo que más quieren de sus juguetes o cosas que les gusten. Se darán varios ejemplos, un autito, una piedrita de colores, un pececito, y se les preguntará cuáles son esos tesoros. Cuando cada uno eligió el suyo, lo colocará imaginariamente en su manito, y se lo pasará al niño de su izquierda diciéndole: “Por favor, cuida mi...” Y el niño lo tomará y le dirá: “Gracias, yo lo cuidaré...” Y hará como si lo guardara en un bolsillo. El niño de su izquierda le dará el suyo diciéndole: “Por favor cuida mi...” A lo cual le contestará: “Gracias, yo lo cuidaré...” Y así hasta terminar la ronda. Luego se hará el juego en forma inversa diciendo: “Te devuelvo tu... ¿me devuelves mi...? ¡Gracias por cuidarlo!” Este juego también podrá hacerse con objetos reales de los niños que habrán traído de su casa, o que tengan en la escuela. Cierre Se preguntará si les resultó fácil entregar su “tesoro” cuando saben que a quien se lo dan lo va a cuidar y tratar con amabilidad y comentarán cómo es diferente prestar las cosas que les resultan muy queridas y valiosas si temen que no las cuiden lo suficiente. Fuente: Adaptado de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996. 10. ¡Burrito, avanza! Introducción Anselmo: “A mí me gusta mucho que los chicos me inviten a pasear y cuando me tratan con amabilidad yo los llevo a ellos sobre mi lomo y ¡nos divertimos mucho juntos! Tengo un amigo, que es parecido a mí, pero también un poco diferente, es un ¡burrito! ¿Conocen cómo son los burritos? A él le encanta que lo cuiden y sean amables con él, pero cuando no son de esa manera ¡se porta como un burro! No hay quien lo pueda hacer caminar. ¿Quieren aprender cómo hay que hacer con Felipe, porque así se llama, para que camine?” Procedimiento Se les dirá a los niños que, uno de ellos hará de burro, se pondrá en cuatro patas, y los demás lo harán avanzar sólo con caricias, golpecitos suaves hechos con un rollo de papel de diario y palabras dulces como: “Avanza, cariño” o “Ven aquí burrito lindo”. O “¿Quieres caminar? ¡Hazlo, por favor!” Podrá hacerse en un grupo grande de niños o en grupos de siete a diez niños. En el primer caso el burrito estará en el medio de la ronda y todos sabrán hacia donde deberá llegar. De a uno, se irán acercando diciéndole las palabras amables, acariciándole la cabeza o el lomo, o haciéndole golpecitos suaves con el rollo de papel. Sólo avanzará si se lo trata amablemente, cumpliendo las consignas dadas por la maestra. Si se juega por grupos a cada grupo corresponderá un burrito. Al llegar a la meta habrá un regalo para el burro que, como todos fueron amables y gracias a todos se cumplió la meta, se compartirá. Cierre Reflexionarán sobre cómo se sintieron, corporalmente, tanto los que hacían avanzar al burrito como los burritos. Fuente: Adaptado de La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977. Bibliografía recomendada: Vázquez Vigo, Carmen: La fuerza de la gacela, SM, 12ª. edición, Madrid. La historia de Augusto “¡Que te salgas de mi camino dije!” ―exclamó Augusto a grito pelado. “Pero yo estaba primero, disculpe Augusto” ―contestó el sapo Hugo con toda la razón del mundo. “¡Ah! ¿Con que te quedas allí?, ahora verás” ―y diciendo esto Augusto, el ratón más grande de todo el bosque comenzó a saltar arriba de la cabeza del sapo Hugo. Tanto le dolía al sapo que tuvo que cambiarse de piedra y dejar pasar al ratón. “¡Que tonto eres!” ―se reía Augusto mientras iba cruzando el arroyo. Siguiendo su camino se cruzó con un hormiguero de hormigas bebés, con su primer hormiguero. Éstas estaban festejando su reciente construcción cuando vieron venir a Augusto tan envalentonado que gracias si tuvieron tiempo de huir y ser testigos de la destrucción de su hogar que tanto tiempo les había llevado hacer. “¿A quién se le ocurre hacer un hormiguero justo cuando tengo que pasar?” ―replicó Augusto que sin disculparse siguió por donde venía. “¡Qué fea te queda esa piel nueva!” ―le gritó a la serpiente Martita que con tanto esfuerzo había podido renovar su piel después de tantos años y tan contenta estaba. A paso firme avanzaba opinando siempre algo del que se cruzara. “¡Que olor feo sale de tu boca!” ―decía con repugnancia frente al castor Raúl que era sabido que no le gustaba lavarse los dientes. “¡Y tú, ese peinado te queda fatal!” ―se reía de la pobre Mabel, la lagartija anciana a la cual le quedaban solo cinco pelos con los que se hacía un gran rulo en su cabecita avejentada. Augusto en el bosque era conocido por todos justamente por su mala fama. Era totalmente atropellador, nunca pedía disculpas, jamás agradecía nada y pocas veces sonreía. Vivía muy solo y nadie quería acercársele mucho. Un día común como tantos otros, Augusto se despertó en la oscuridad casi asfixiado. Sin poder moverse siquiera entendió que su cueva se había derrumbado entera sobre él. Comenzó a gritar auxilio y pedir ayuda pero nadie lo escuchaba. Iban pasando las horas y el aire era cada vez menos. Sepultado en tierra y con mucho esfuerzo logró hacer un agujerito con su cabeza por donde entraba un poquito de aire, desde ahí lograba ver apenas el mundo de afuera y presionado por el poco tiempo que le quedaba suplicaba ayuda. Le había importado poco la vida pero no quería morir, se daba cuenta de todas las cosas que todavía le faltaba hacer y por primera vez deseó vivir con todas sus fuerzas. Pasó por ahí el sapo que escucho el pedido de Augusto. Al mirarlo le dijo: “Pero que cosa es la vida Augustito, ahora me necesitas y pides que te saque, pero te diré que no perdemos nada si te mueres, que te ayude otro, yo no lo haré” ―y sin decir más siguió su camino. Tanto era lo que había sufrido Hugo con los aprovechamientos de Augusto. Escuchó la súplica del ratón la serpiente Martita que acercándose al agujerito le dijo: “Veamos, veamos que tenemos acá, ¡Ah! es el pobre Augusto pidiendo ayuda.” “¡Sácame, sácame!” ―pedía el ratón desesperado. “Si alguna vez me hubieras dicho algo lindo te sacaría, pero como siempre te ocupaste de hacerme sentir mal que te ayude otro, yo no te ayudaré.” Y tranquilamente se fue por donde había venido, tan maltratada había sido por el ratón. Él en su soledad recapacitaba. Realmente nunca había sido muy amable. Al distinguir a Raúl, el castor, volvió a tener esperanzas, el sí lo ayudaría. Éste al escucharlo desde lejos le gritó: “Por nada del mundo me acercaría ¿sabes? Digo, por mi mal aliento, no quiero escuchar más desprecio de tu parte, que te ayude otro, yo no te ayudaré.” Tan discriminado había sido el castor por no lavarse los dientes. A Augusto le quedaba cada vez menos tiempo de vida. Cuando se acercaron el grupo de hormigas bebé creyó con fe que estaría a salvo. “¡Ayuda, ayuda, me estoy asfixiando!” ―gritó el ratón con la poca fuerza que le quedaba. “¡Miren el ratón con su casa derrumbada! ¿Qué se siente Augustito no tener hogar? Que te ayuden otros, nosotras no lo haremos.” Tan apenadas se habían sentido las hormigas con su primera construcción destrozada. Augusto ya sin esperanzas empezó a rezar pidiendo disculpas al cielo por todo el mal que había causado. Con los último rayos del sol pudo distinguir a Mabel la lagartija anciana. Ya casi sin voz suplicó: “¡Mabel sácame de aquí!” La lagartija se acercó más y en vez de negarse para sorpresa del ratón le preguntó: “¿Cómo se pide?” “Por favor Mabel, por favor, discúlpame por todas las veces que me reí de ti, prometo que no volveré a hacerlo más. Te pido permiso para que me dejes vivir, ya sufrí demasiado y el dolor me ha hecho comprender todo el mal que hice a los demás. Te lo suplico devuélveme a la vida.” Y Mabel que era anciana, sabia y poco rencorosa le contestó: “Sólo las palabras mágicas te han salvado. Recuerda siempre que la amabilidad, las sonrisas y el agradecimiento son la clave para vivir en paz y en armonía. Espero que hayas aprendido tu lección.” Y sin decir más comenzó a cavar túneles alrededor de Augusto y éste de a poco pudo empezar a moverse y quitar todo el peso de encima suyo. Augusto le agradeció de corazón. La lagartija antes de irse agregó: “Escucha bien Augustito y recuerda para siempre lo que te voy a decir. Antes de decir nada a nadie pregúntate si lo que estás por decir suma, aporta o colabora a quien estás hablando; si no es así, mejor guárdate tu opinión.” Y sencilla y tranquilamente se fue alejando. Augusto había aprendido más en un día que en toda su vida. Al día siguiente fue comentario de todo el bosque tal había sido su cambio. Agradecía todo el tiempo, sonreía, pedía permiso, dejaba pasar, pedía disculpas y lo que era maravilloso era que todo el mundo lo trataba bien. Era tan fácil contribuir a que el mundo fuera mejor. Con el cambio y el ejemplo de Augusto todo el bosque se fue transformando y algo que podría haber sido una catástrofe se convirtió en un milagro para todos los animales del lugar. CIARABAU TERCER PRINCIPIO LAS OREJAS SON PARA ESCUCHAR Anselmo: “Chicos, ustedes saben que el conejo Esteban me enseñó lo bueno que era saber escucharnos; él es un gran maestro para esto porque aprendió a usar sus grandes orejas, ya que para eso son las orejas, ¿no les parece? A mí me encanta que ustedes también sepan escuchar. Para eso vamos a compartir unos lindos juegos.” 1. Buscando a la mamá gallina Introducción Para poder aprender lo que el conejo Esteban le enseñó a Anselmo, hay que abrir grandes las orejas y eso quiere decir estar muy atentos a los sonidos. Procedimiento Se les dirá a los niños que se toquen las orejas y pasen el dedo por todos los caminitos o formitas que hay dentro de ellas. Que se las miren entre ellos y verán que todas son muy parecidas pero al mismo tiempo diferentes. Se les preguntará qué ven de diferente o de parecido. Luego, harán mucho silencio para poder escuchar los sonidos del entorno, de adentro del aula y de afuera. Se les pedirá que recuerden algunos sonidos que conozcan (para lo cual los que quieran podrán imitarlos), como por ejemplo, de un trueno, de los caballos cuando corren, de la lluvia sobre el techo, de las bocinas de los autos, de ladridos, maullidos, pajaritos, etc. Luego de estos primeros reconocimientos recibirán las instrucciones del juego: Uno o varios de los niños, (según la cantidad de participantes) escucharán en secreto, la consigna de lo que van a hacer como si fueran un papá o mamá gallina y que cuando los otros niños les tomen de la mano y les pregunten: “¿Pío, pío?”, deberán hacer silencio y tomar la mano del que se las ofrece. Los niños que no hacen de papá o mamá gallina jugarán con los ojos cerrados todo el tiempo, hasta que se les avise que pueden abrirlos. Ellos tendrán que ubicar a la mamá o papá gallina preguntando: “¿Pío, pío?” e intentando tomar de la mano a una mamá o papá gallina. O sea que, cuando hacen la pregunta y no les contestan y toman su mano sabrán que encontraron a la mamá o papá gallina y permanecerán en silencio y tomados de la mano. Si no ocurre así seguirán buscando y preguntando hasta que encuentren a la mamá o papá gallina. Así se seguirá el juego hasta estar todos juntos. Nota Si se hace a campo abierto, será bueno delimitar el terreno, para que puedan andar sin tropezarse. Cierre Se comentará con los niños cómo es necesario hacer mucho silencio para poder escuchar bien, en este caso a la mamá/papá gallina. Fuente: La alternativa del juego I de Paco Cascón Soriano, Carlos Martín Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977. 2. Coro, coronita, es Introducción Jugaremos a un juego muy divertido y para poder participar hay que prestar mucha atención al escuchar pues nos va a permitir divertirnos más y tratarnos amablemente. Procedimiento La maestra de espaldas a los niños que están en un grupo, da la consigna “Uno, dos y tres. ¡Coro, coronita es!” Cuando termina de dar la consigna se dará vuelta. Los niños quedarán como congelados, tal como si fueran estatuas. Luego se dará vuelta para quedar nuevamente de espaldas y seguirá dando diferentes consignas que los niños irán obedeciendo: ¡A volar!, ¡en cuatro patas!, ¡a maullar!, ¡con pasos cortitos!, ¡en puntas de pié!, ¡saltando! Cada vez que la maestra se dé vuelta y diga “¡Coro, coronita, es! volverán a quedar congelados. Cuando lleguen cerca de la maestra, irán a la pared contraria cumpliendo con las otras consignas para luego volver a empezar. Cada vez que se empiece de nuevo la maestra dirá cómo quiere que avancen los niños. Cierre Verán cómo el prestar atención al escuchar les va permitiendo jugar armoniosamente y sin conflictos. Fuente: Aporte de Loli Bordalio Ortiz, Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No Violencia y Educación, Madrid, marzo 1997. 3. Audición musical Introducción Cuando escuchamos podemos oír sonidos muy diferentes. Hay algunos que nos pueden dar ganas de movernos, otros, de estar tranquilos y callados, otros de cantar. Vamos a escuchar los sonidos de los instrumentos que hacen música. Procedimiento Se pondrán diferentes ritmos y se irán dando las consignas adecuadas a los sonidos: ¡Ahora van a dibujar al ritmo de la música! ¡Nos movemos al ritmo de la música! Cerramos los ojos y distinguimos los sonidos de las maracas, del triángulo, de la pandereta, de la flauta, de la guitarra, de la trompeta, del tambor. La maestra hará sonidos de animales diferentes como el búho, el ratón, la paloma, el pato, la gallina, el gato, el lobo, un beso, un estornudo, una carcajada, un bostezo y los vamos imitando con los ojos cerrados. Cierre Los niños se darán cuenta qué variados y distintos pueden ser los sonidos y cómo cuando están atentos pueden descubrir esas diferencias. Fuente: Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No violencia y Educación, Madrid, marzo 1997. 4. El pueblo dice Introducción Anselmo: “Este juego me hace acordar a mi Soleada, el campo donde yo vivo con mi abuela y mis amigos. Me estoy acordando qué cosas decimos cuando lo jugamos. A ver... Mmm… ¡Sí, ya sé! ¡Todos tenemos que repetir los sonidos que hacemos! Empieza así: uno dirige el juego y dice: “En La Soleada dicen que todos hagan: ¡muuu!”. “En La Soleada dicen que todos hagan: ‘¡croac, croac!’ Y así todos vamos haciendo muchos sonidos de animales diferentes. ¿Me dejan mirar a ver cómo lo juegan ustedes?” Procedimiento De pie y en círculo, cualquier participante da una orden y el resto la obedece. Las órdenes pueden ser divertidas y absurdas y lo importante es que para obedecerlas deben comenzar con la frase: “El pueblo dice que caminen como patos”. “El pueblo dice que zapateen”, “...que se tapen la nariz”, “...que se rasquen la cabeza”, “...que se muerdan la rodilla”, “...que salten en un pie”, “...que se meneen así”, “...que maúllen como un gato”. Quien se equivoca, inicia el nuevo movimiento a realizar. Entre las consignas se deberá incluir: “El pueblo dice que nos callemos y escuchemos”. Para terminar se podrá decir: “El pueblo dice que nos sentemos pues el juego se acabó”. Se puede aprovechar este juego para introducir consignas tales como: “El pueblo dice que ordenemos la clase...”, “...que juntemos los papeles del suelo...” Cierre Reflexionarán sobre si les resultó fácil o difícil o ninguna de las dos maneras obedecer las consignas y en el caso de que así haya sido en dónde estuvo la dificultad más importante. Recordarán cuándo en la vida diaria, en la casa y en la escuela, se les dan consignas para que las cumplan, como por ejemplo, hacer una compra, u ordenar el salón, o cuidar al hermanito y se darán cuenta de cómo es que ellos las escuchan y las cumplen. Fuente: Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No violencia y Educación, Madrid, marzo 1997. 5. Si tú tienes muchas ganas de... Introducción Muchas veces tenemos ganas de hacer cosas y no podemos, como de comer un chupetín en clase, correr cuando hay que estar sentados o saltar cuando hay que caminar. Esta vez vamos a jugar un juego en el que podremos hacer esas cosas que tenemos ganas de hacer, pero para ello tendrán que cumplir con algunas consignas como ser aplaudir una, o dos , o tres veces, o más, según sea lo que les indique. Procedimiento El maestro hará una demostración con un chico de la siguiente manera: Cuando yo cante esta canción ustedes deberán hacer lo que dice la canción y aplaudir la cantidad de veces que escuchen. “Si tú tienes muchas ganas de saltar (el chico salta una vez, la maestra aplaude una vez, el chico aplaude una vez) ...si tú tienes muchas ganas de saltar (ídem) ...si tú tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de saltar (ídem)”. “Si tú tienes muchas ganas de reír (el chico dice dos veces ¡Já! Já! con la maestra y aplaude dos veces con ella) ...si tú tienes muchas ganas de reír (ídem) ...si tú tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de reír (ídem)”. “Si tú tienes muchas ganas de zapatear (aplaude tres veces junto con la maestra y zapatea tres veces), si tú tienes muchas ganas de zapatear (ídem), ...si tú tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de zapatear (ídem)”. “Si tú tienes muchas ganas de bailar (aplaude cuatro veces y mueve su cuerpo cuatro veces, con la maestra), ...si tú tienes muchas ganas de bailar (ídem), ...si tú tienes muchas ganas, si tú tienes muchas ganas, no te quedes con las ganas de bailar (ídem)”. Luego de hacer esta demostración participarán todos los niños imitando las consignas dadas por la coordinadora. Para complicar el juego y si la edad lo permite, se podrá aumentar el número de los aplausos como también variar el contenido de las consignas (“Si tú tienes muchas ganas de bostezar, besar, abrazar, estornudar, levantar un pie, etc.”). Cierre Se comentará cómo cuando todo el grupo cumple con las consignas demuestra que estamos todos unidos, como si fuéramos un solo cuerpo, que así como sucede con ellos sucede cuando actuamos cuidando a los demás y a todo ser viviente, como si fuéramos todos uno solo. Fuente: Tradicional 6. Sé qué animal eres Introducción Anselmo: “¡Este juego a mí me encanta! Saben, nosotros los animales tenemos unas orejas que saben escuchar muy bien. ¿Alguien puede decir por qué es tan importante para nosotros poder escuchar bien? ¡¿A que no lo saben?! ¡Síííííí! ¡Acertaron! Así nos podemos dar cuenta cuando nos llaman para comer, o para jugar o cuando hay algún peligro, como un cazador y entonces poder escapar a tiempo... También nos podemos dar cuenta por los truenos si viene una tormenta fuerte... y para muchas cosas más. Les propongo que juguemos juntos para saber qué tal escuchan ustedes. ¿Quieren? Procedimiento Se vendan los ojos de un participante que está de pie, en el medio de un grupo sentado en círculo a su alrededor. Quien tiene los ojos vendados recorre el círculo y se sienta sobre algún a compañero que está sentado en dicho círculo. En ese momento, el que estaba sentado imita el sonido de un animal. Si reconoce quién es el que imitó el animal se saca la venda y se la coloca a quien imitó al animal. Si no adivina continúa el paseo, sentándose sobre otro hasta que pueda reconocer quien es el que imita al animal. Cierre Comentarán cuánta atención deben prestar para darse cuenta quién es el que imita al animal, pero sobre todo cuánto es lo atentos que están todos los días para conocer a sus compañeros por el sonido, ritmo, tono de su voz o alguna otra característica. Fuente: La alternativa del juego II, Seminarios de Educación para la Paz, Los libros de la Catarata, 3ª edición, 1995. 7. Viene un barquito cargado de... Introducción Ustedes saben que conocí un puerto donde había barquitos muy particulares, sólo podían llevar un solo tipo de cosas, si querían agregarle algo diferente, no querían navegar. Vamos a cargar muchos barquitos con cosas que empiecen todas con la misma letra. ¿Qué les parece? Procedimiento Se sentará a los niños en círculo y el coordinador se pondrá de pie en el medio. Comenzará el juego cuando con una pelota de papel, o de algún otro material blando y liviano la arroje a uno de los participantes diciendo: “Viene un barquito cargado de ...polleras”. El que recibe la pelota, lo más rápido posible la arrojará a otro niño diciendo una palabra que empiece con la misma letra por ejemplo: palmeras. Y así seguirá el juego con palabras que empiecen con la letra “p” hasta que a alguien no se le ocurra qué decir. En ese caso se contará hasta diez para darle una chance, si tampoco contesta los compañeros de la derecha e izquierda podrán ayudarle. En un momento en que se agoten las palabras de ese tipo, se seguirá con una palabra que comience con otra letra y así se seguirá el juego hasta que todos estén de acuerdo en que se dé por terminado. Cierre Notarán cómo todos participaron contentos pues el ayudar a otros a jugar y el ser ayudados produce mucha satisfacción, y cómo de tanto practicar sus oídos se habitúan cada vez más para escuchar, lo cual es muy bueno para poder aprender a ser pacifistas como Anselmo. Fuente: Tradicional. 8. El león pacifista Introducción Anselmo: “¿Saben chicos? ¿Alguna vez pensaron que un león podía ser pacifista? ¿Saben qué significa “pacifista”? ¡Amar la paz! La paz es poder llevarse bien con los demás aunque sean muy diferentes a nosotros y aunque no sean nuestros amigos. Yo conocí un león que era pacifista, como el lobo que se hizo amigo del cerdito y a quienes yo los ayudé a amigarse. Ese lobo también se hizo pacifista. Ahora vamos a jugar un juego en el que hay leones pacifistas. Creo que les va a gustar”. Procedimiento Habrá un león cada diez chicos. El león estará detrás de algo que simbolice la puerta de la jaula, por ejemplo, una silla. Cada león sabrá cuál es la palabra que le permite salir de la jaula para jugar y no atacar. A los niños se les habrá dado previamente una palabra a cada uno escrita en un papel que sólo conocerá su dueño y se practicará con ellos el modo amable con que deberán decirlas. El león también sabrá que sólo podrá convertirse en pacifista si se le dice la palabra correspondiente acompañada con el modo adecuado para poder salir de la jaula. En la puerta de cada león estarán los niños que deberán intentar que el león salga pacíficamente. Los niños irán diciendo de a uno las palabras que les toquen. Ante cada palabra o modo que no corresponda el león podrá parecer feroz rugiendo con fuerza. Cuando escuche su palabra y dicha en un tono amable, correrá la silla y jugará con los niños como un manso gatito. Si está distraído y no reconoce la palabra quedará encerrado en su jaula enojado y feroz. Los leones que hayan salido contagiarán a los otros niños participantes que se convertirán también en leones pacifistas y jugarán entre ellos. Algunos ejemplos de palabras, podrán ser: conejo, lagartija, zapatilla, oso hormiguero, tirabuzón, papas fritas, milanesas, flotadores, cocodrilo, etc. La palabra mágica podrá ser “milanesa”, por ejemplo. Cierre Reconocerán cómo los leones así como las personas reaccionan amablemente o de manera torpe o enojadas de acuerdo a qué palabras escuchen y también de acuerdo al modo cómo se les digan. Fuente: LA AUTORA. 9. La balsa salvadora (escucha y cooperación, niños de seis a ocho años) Introducción Anselmo: “¡Me encantaría jugar a este juego, pero yo soy muy grandote para entrar en una balsa. ¿Saben lo que es una balsa? ¿Quién sabe? Parece que en ella podrán cruzar un río muy profundo. ¿Se animarán a cruzarlo?” Procedimiento La maestra repartirá por el suelo hojas de papel de diario hasta hacer una gran alfombra. Dirá a los niños que van a jugar a un juego que se llama: “¡Nos salvamos todos!”. Les dirá que esas hojas son una balsa que usarán para cruzar el río y llegar a la otra orilla, y deberán usarla pues es muy profundo para llegar de otra manera. Algunos de los niños, tendrán papelitos de color azul, otros colorados, otros amarillos, y otros verde. Al escuchar el silbato sonar una vez podrán entrar a la balsa los que tengan papelitos de color azul. Al escucharlo dos veces, los que tengan de color verde, tres veces, los de color colorado, y cuatro veces, los de color amarillo. También habrá quienes tendrán sólo de color blanco y ellos son los que deberán ser salvados por sus compañeros pues no pueden entrar sin su ayuda. Ellos sólo escuchan sonidos de animales y aves y tendrán en su papelito de color blanco el dibujo de un animal o ave. Si no está la balsa llena no podrá avanzar, pues la consigna que le dejó el capitán es que, o lleva a todos o no lleva a nadie, pues se trata de una balsa muy colaborativa, quiere que se salven todos. La maestra, les dirá a los chicos que están dentro de la balsa en secreto el nombre de algún animal o ave que deberán imitar y todos juntos harán dicho sonido. Cuando lo escuche el dueño del papel que tenga ese animal o ave, saltará lo más rápido posible a la balsa. Así harán hasta que todos hayan entrado y recién entonces esta empezará a avanzar hacia la otra orilla donde los esperará una sorpresa. La maestra puede estar esperándolos con un gran paquete de chocolates o frutas. Sólo cuando todos los chicos estén en la balsa ésta avanzará. El avance se realiza haciendo como si navegaran y arrastrándose sentados, como en trencito, tomados de la cintura y con ayuda de los pies, hasta llegar al lugar que representa la otra orilla que podrá estar señalizado por una cinta o soga de color llamativo. Si alguno queda fuera, tendrán que salir y volver a repetirse el juego. Cierre Se conversará sobre cómo es muy lindo jugar cuando todos pueden ganar y cómo fue importante escuchar con atención para poder jugar. Fuente: LA AUTORA 10. La nave del faraón Materiales: Pañuelos para vendar los ojos. Cantidad de participantes: Todo el grupo de alumnos. Procedimiento El coordinador relatará la siguiente historia: “El faraón debe ser trasladado a otra región por sus esclavos, pues corre peligro su vida, en una noche absolutamente oscura, sin luna, a través de un tramo de un río totalmente lleno de cocodrilos hambrientos. El faraón es el único que llevará unos anteojos especiales con los que podrá ver el camino e irá sobre los hombros de uno de sus esclavos más fuertes y corpulentos dando indicaciones sobre la ruta a seguir mediante variaciones de un sonido”. Una vez que decidan entre todos quién es el faraón, éste elegirá el sonido de un animal o ave que le resulte fácil de imitar. Suponiendo que sea el chistido de una lechuza, todos sabrán la consigna de que, si deben girar a la izquierda, oirán un chistido, a la derecha, dos, detenerse, tres, hacia atrás, cuatro. Los esclavos formarán una hilera y representarán la embarcación tomando firmemente la cintura del que está delante. El primero de la hilera será quien guíe los cambios de dirección. Todos avanzarán en completo silencio, para escuchar los sonidos y con los ojos vendados. En el medio de la hilera, irá el faraón sentado en los hombros de uno de sus esclavos. Cuando el que dirige la embarcación, o sea el primero de la hilera escucha cada señal, deberá cambiar de dirección y con él el resto de los tripulantes. El coordinador colocará una música acorde con el avance rítmico de los remos; cada vez que detenga la música, el faraón dará una consigna y la embarcación cambiará de dirección. El juego durará hasta que la confusión, los lleve a que alguno se salga de la hilera, el faraón se caiga, u ocurra cualquier otra circunstancia. Si resisten sin caerse ni equivocarse, todos tendrán una recompensa. En cambio si no llegan al final del viaje ninguno podrá acceder a la recompensa pues significará que la misión no tuvo éxito. Cierre Se comentará con los alumnos cómo les resultó el hacer silencio para escuchar las consignas, cómo estamos todos unidos en la embarcación y el acierto o equivocación de algunos influye en las conductas de todos. También que, para colaborar para un fin en común se requiere dejar de lado el estar pensando sólo en sí mismos. Se darán cuenta que jugando de manera colaborativa aunque no ganaron unos y perdieron otros igual se divirtieron. Fuente: LA AUTORA La historia de Ramona Ramona era una vizcacha como cualquier otra. Tenía los ojos rasgados y grandes y unos dientes filosos como cuchillos, como todas las vizcachas. Vivía con su gran familia en los alrededores de un camping de Entre Ríos, una provincia de la Argentina. Todas las noches salían de cacería a sacar el alimento de los acampantes y llevarlo para su madriguera. Y así había crecido, escondiéndose de día para a la noche vivir intensamente en sus rondas nocturnas, como habían vivido sus padres, sus abuelos y toda su parentela. Desde hacía tres años con la llegada de la primavera Ramona entraba en problemas. Era la época en que llegaban las golondrinas y traían noticias de sus viajes, de los colores del sol reflejado en aguas transparentes, de animales desconocidos, de lunas de ensueños. Ramona pasaba días enteros escuchando historias y cada año se preguntaba que pasaría si ella se fuera de viaje. Pero este año era distinto no sólo porque ella estaba más grande si no también estaba más cansada de vivir escondiéndose de día, alimentándose de sobras, cavando túneles todo el día. Tenía que tomar una decisión pero necesitaba ayuda y con su familia no podía contar ya que de ninguna manera la apoyaban. Entonces decidió salir a caminar por los senderos que llegaban hasta una playita más alejada del río. Necesitaba aclarar sus dudas sobre qué paso tomar. En eso estaba cuando de repente se sintió observada, y al fijar su vista en el piso descubrió a una pequeña serpiente que la saludaba desde abajo. “Hola” –se presentó la pequeña– “Mi nombre es Marisol y por la cara que tienes creo que estás en problemas”. “Sí, algo de eso hay” ―respondió Ramona un poco tímida. “Si quieres me puedes contar” ―insistió Marisol con ganas de hablar. “En realidad estoy confundida. Debo tomar una decisión y no me animo”. “¡Ah! A mí me pasa siempre, a cada rato tomo decisiones. La última vez fue cuando me mudé de árbol. Fue tan positivo el cambio. Claro que extraño a mi árbol anterior y todo el tiempo vuelvo a visitarlo. Ah! Otra vez me arrepentí toda la vida, porque me separé de una amiga querida, pero que en realidad era muy chusma. Y ahora que me acuerdo, el año pasado tuve que decidir de qué color pintarme el penacho”. Y diciendo esto se tocó como un montoncito de pelo que tenía en la pelada. Parecía pelo de mentira pero Ramona no dijo nada. “Bueno gracias” ―se despidió Ramona que había quedado más confundida que antes. La verdad es que estaba de malhumor. Esa serpiente lo que menos había hecho era escucharla. Y siguió su camino mirando fijo el piso. Al rato se encontró con María Marta una mariposa conocida suya. Apenas le contó lo que le estaba pasando la mariposa empezó: “¿Y adónde te irías?” “No sé, todavía no sé muy bien si me voy...” ―contestó Ramona dudando. “Pero ¿cuándo?” ―insistió María Marta. “Me gustaría en estos días, pero no estoy muy segura”. “¿Y con quién?” ―preguntaba la mariposa inquieta. “Creo que sola” ―respondía Ramona que cada vez tenía menos ganas de hablar. “Pero, ¿te vas a animar tu solita?” “No lo sé, lo estoy pensando”. “Pero, ¿irte a dónde concretamente?” “No importa María Marta no te preocupes, en realidad no sé si me quiero ir, mejor sigo mi camino” ―respondió cansada Ramona de que le hiciera tantas preguntas sobre algo que realmente ella no tenía certeza. Y siguió, ahora desorientada. Dudaba de todo, sentía que nunca iba a poder cambiar de lugar, que todo le daba miedo, que lo suyo eran sólo sueños. Y triste como estaba se puso a llorar. Pasaba por ahí un pato que se detuvo al escucharla. Ramona entre sollozos comenzó a contarle algo de lo que le pasaba y el pato sin dejarla terminar de hablar le dijo: “Mirá bonita te voy a dar un consejo, quédate en tu casa que tienes comida segura. Si te vas, ¿de qué vas a alimentarte? ¿Te piensas que es muy fácil conseguir comida? Si fuera así todo el mundo se estaría yendo. Yo en tu lugar seguiría mi consejo”. Y diciendo esto se fue caminando muy campante rumbo al río. Ramona ya no daba más. Tenía la cabeza como una olla de agua hirviendo, cada vez más confundida y más perdida. Casi sin darse cuenta entró a la cueva de los murciélagos donde había un silencio total ya que estaban durmiendo la siesta. Cerró los ojos con fuerza esperando escuchar una respuesta en su corazón, cuando otra vez se sintió observada. Dicho y hecho un murciélago adulto la estaba mirando. Antes de que el murciélago dijera nada Ramona le gritó: “Mira estoy muy confundida y no quiero ningún consejo, no me interesa tu opinión, ni que me cuentes de tu vida, ni que me hagas preguntas. ¡Todos, todos hablan pero nadie me escucha de verdad!” El murciélago la observaba con total atención. Cuando Ramona se hubo tranquilizado un poco se presentó: “Mi nombre es Marito y si quieres hablar tengo todo el tiempo del mundo para escucharte”. Como Ramona vio que venía en serio y que además Marito tenía cara de sabio, empezó a contarle sus dudas, sus sueños, sus miedos, todo lo que pensaba y sentía. Marito seguía inmóvil casi como una estatua. Cuando por fin Ramona se cansó de hablar le pidió un consejo a Marito que seguía sin decir palabra: “Dime Ramona, ¿qué te daría más paz irte o quedarte?” ―preguntó por fin el murciélago. Ramona sin dudarlo respondió que irse, pero que le daba mucho miedo el cambio. Le contó que en la historia de su familia nunca antes nadie había viajado y que sería un paso muy importante para ella. “Si tantos son tus sueños, si tanto es lo que quieres puedes probar, si no resulta puedes volver, tu familia comprenderá” ―sugirió Marito con cautela. A Ramona le brillaban los ojos, de imaginarse nada más cruzando el río le agarró tanta alegría que empezó a saltar sin poder parar. Eso haría, tomaría una lancha nocturna y prepararía su equipaje. Se animaría, sí, ella podía hacerlo. Ahí no más le agradeció a Marito el escucharla tan sabiamente y partió a los saltos para su casa. Tal era la alegría que tenía al contar su futuro viaje, que su familia no pudo hacer otra cosa que apoyarla. Y así fue que esa noche de luna llena Ramona partió con su saquito a rayas y una pequeña valijita. Dicen los del camping que cada año Ramona volvía de visita y traía regalos y cuentos de todos los lugares que había conocido. Aprovechaba en cada viaje a visitar a su amigo Marito que había sido su guía y maestro. Con él había aprendido el silencio y la escucha de corazón. Ramona se convirtió en una vizcacha muy sabia, sacando de los otros lo mejor que pueden dar y transformando los desconciertos en certezas, la luna en la mejor compañía y el silencio en un amigo para toda la vida. CUARTO PRINCIPIO TODO LO QUE EXISTE ES MUY VALIOSO PODEMOS APRENDER A CUIDARNOS Y CUIDAR A NUESTRO MARAVILLOSO PLANETA 1. ¿Qué soy yo? Introducción Hemos estado aprendiendo, cuando Anselmo nos contó su sueño y su encuentro con el conejo Esteban, cómo y cuánto podemos escuchar con nuestros oídos; también qué cosas amables podemos decir con nuestra boca usando el lenguaje amable y con nuestras manos siendo amorosos, colaborando y cuidando todo lo que existe. Vamos a seguir aprendiendo qué otros tesoros maravillosos tenemos en nuestro cuerpo, y quienes somos. Procedimiento Anselmo: “¡Me encanta estar con ustedes porque están aprendiendo muchas cosas buenas y lindas además de divertirse juntos. Vamos a jugar un juego que se llama: ¿Qué soy yo?” La maestra irá dando las consignas y los alumnos irán respondiendo: Tengo plumas y vuelo, ¿qué soy? ¡Un pájaro! (contestarán los niños). Tengo pelos y ladro, ¿qué soy? ¡Un perro! (contestarán los niños). Tengo aletas y nado, ¿qué soy? ¡Un pez! (contestarán los niños). Tengo alas chiquitas y pico, ¿qué soy? ¡Un bichito! (contestarán los niños). Tengo ojos, y boca y orejas y nariz y manos y hablo y me paro derecho, ¿qué soy? ¡Un humano, como yo! (contestarán los niños, imitando en esta contestación a la maestra si no les surge espontáneamente). Tengo pinches y cuatro patas, ¿qué soy? ¡Un puercoespín! (contestarán los niños). Tengo orejas largas, peludas y salto, ¿qué soy? ¡Un conejo! (contestarán los niños). Tengo la piel lustrosa con dibujos y me arrastro, ¿qué soy? ¡Una serpiente! (contestarán los niños). Doy leche y hago muuuu, ¿qué soy? ¡Una vaca! (contestarán los niños). Puedo dibujar y cantar y reír, ¿qué soy? ¡Un humano como yo! Cierre Conversarán sobre cómo todos somos distintos por fuera pero iguales por dentro en el compartir el mismo milagro de la vida, ¡todos estamos vivos y eso es maravilloso! Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 2. Soy como… Introducción Si estamos todos unidos, podemos encontrar parecidos entre cada uno de nosotros y algunos objetos o seres de la naturaleza. ¿Alguna vez se les ocurrió pensar por qué se les ponen sobrenombres a las personas? ¿Saben qué son los sobrenombres? Nosotros ahora vamos a jugar a encontrar a qué o a quiénes podemos parecernos. Procedimiento El maestro conversará con los niños sobre qué encuentran en la orilla del río, o del mar o en un parque, en los patios de sus casas o en la calle, que les llama la atención y a veces recogen para jugar. Ellos podrán decir que han visto por ejemplo: un trozo de madera quemada, una esponja, una pila gastada, un cristal, una cuerda, un tapón de corcho, un hierro corroído, una piedra erosionada, un caracol, una botella vacía, y muchas cosas más. Se podrá tener una caja llena de esos “pequeños tesoros” o pedirles que los vayan trayendo ellos y guardando en ese lugar. Se invitará a que cada uno tome aquel objeto con el cual se identifica más por sus cualidades positivas y que lo lleve consigo. Luego al regresar a la sala de reuniones, se sentarán en círculo y cada uno mostrará qué eligió y contará qué encontró de positivo en él que lo llevó a identificarse, de acuerdo al siguiente modelo de frase: “Yo soy… un caracol porque…, si escuchan con atención mi voz, o las cosas que digo, suenan lindo” “Yo soy... esta plumita... porque soy muy suave” “Yo soy... esta madera... porque soy muy fuerte” “Yo soy... esta cajita de colores... porque soy linda” “Yo soy... esta cuerda... porque conmigo se puede jugar” El maestro, dará uno o dos ejemplos previos para animarlos a usar la imaginación y encontrar rasgos positivos. Parte de la consigna será que no se pueden decir cosas en negativo, por ejemplo: “Yo soy, este papel... porque es muy brilloso y es bonito... pero no sirvo para envolver porque soy muy chiquito”. También se cuidará que las frases se expresen en primera persona. Variante Si la edad lo permite, y mencionan rasgos negativos se los puede motivar a encontrar la parte positiva de lo aparentemente negativo. Por ejemplo, en el caso del papel, no sirve para envolver pero se lo puede llevar fácilmente en un bolsillo, o sea puede ir a todas partes. Cierre Los alumnos tomarán conciencia de qué sienten en el cuerpo al decir: “Yo soy“. Por ejemplo, que pueden sentirse importantes, y eso lo sienten, como si “se les agrandara el pecho o estuvieran más altos” y cómo si se usa el “Yo soy” con palabras que los desmerezcan, como por ejemplo: “Soy torpe” o “Eres torpe”, los puede hacer sentir poco valiosos y las sensaciones corporales serán muy diferentes a las primeras. Reflexionarán sobre dichas sensaciones que algunas les gustan y otras no. Fuente: Adaptación de Recursos para el tiempo libre 3 de José Miguel Burgui, C.C.S., Madrid, 1999. 3. ¡Podemos saber que...! Introducción Anselmo: “¡Qué lindos chicos que son, los miro con mis grandes ojos y me doy cuenta de que están contentos! ¡Me gustan mucho sus voces y parece que huelen muy bien..., algunos tienen olor a caramelo, y cuando me tocan siento que tienen una piel suavecita. Vamos a cantar una canción muy linda sobre cómo son un tesoro como humanos pues son..., a ver ¿cómo son?”. Procedimiento La maestra irá mostrando las partes del cuerpo, del rostro y los niños irán imitando sus movimientos, gestos y repitiendo sus palabras: Con nuestros ojos podemos mirar las aves, el cielo, el mar transparente, las flores, y amigos con quienes jugar. Con nuestra boca podemos gustar comidas muy ricas y hablar y cantar. Con nuestra nariz podemos oler las tortas sabrosas que están en el horno. Con nuestras manos podemos tocar al gato, al conejo, al perro Gaspar. Con nuestros oídos también escuchar de Anselmo, nuestro amigo, su lindo trotar. Con nuestro cerebro podemos pensar y saber que es muy lindo ¡¡¡mirar, gustar, oler, tocar y escuchar!!! Cierre Los niños conversarán sobre cuántas cosas lindas se pueden conocer y disfrutar gracias a que con los ojos pueden ver, con los oídos escuchar, con la boca gustar y hablar, con la nariz oler y con las manos y la piel tocar, acariciar y ser acariciados. Que los animales también pueden hacer casi lo mismo, menos hablar como nosotros, aunque igual se comunican de otra manera. Se darán cuenta que los humanos podemos tener conciencia, con nuestro cerebro, de todo aquello que sentimos y aprender a darnos cuenta qué pensamos; que todo nuestro cuerpo es muy valioso y por eso es bueno cuidarlo tratándolo con cariño y respeto. Pensarán de qué manera lo pueden cuidar, por ejemplo comiendo lo que les hace bien para crecer (darán ejemplos, como verduras, frutas, cereales, etc.) bañándose todos los días, acostándose temprano, entre otras cosas. Fuente: LA AUTORA 4. La cajita misteriosa Introducción Anselmo: “¡A mi me encantan los misterios! ¿Me pueden dejar jugar con ustedes? Sí, por favor. ¡Por favor! ¡Les daré muchas gracias si me dejan! ¿No merezco jugar por usar el lenguaje amable?” Procedimiento El maestro colocará a los alumnos en ronda y les pedirá que, de a uno vayan pasando una cajita que tendrá un espejo pegado adentro. Se les dirá que es una cajita misteriosa y que contiene un tesoro muy valioso. Cada uno que lo mira la deberá pasar cerrada a su compañero, sin hacer ningún comentario y cuando se termina la ronda una vez que todos hayan observado lo que hay en la caja el maestro preguntará a los alumnos: “¿Qué observaron al abrir la caja? ¿Por qué se les dijo que era un tesoro? ¿Qué es lo que hace que a todos les guste poder tener un tesoro? ¿Cuál es el tesoro que encontraron?” Cierre Reflexionarán que son un tesoro pues valen mucho ¡por el sólo hecho de estar vivos! Que todo lo que está vivo (y hasta las piedras tienen vida) es muy pero muy valioso. Es por eso que como uno cuida un tesoro pues vale mucho es que ellos aprenden a cuidarse a sí mismos y a todo lo que existe. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 5. Mis propios tesoros Introducción Anselmo: “¡Me encantan los tesoros! ¿Alguna vez encontraron un tesoro escondido? ¿Saben que yo sí? Siempre me gustaron mucho los cuentos de tesoros y magos y hadas y esas cosas. Una vez de tanto escuchar cuentos me puse a buscar en el campo donde vivo para ver si encontraba alguno enterrado bajo un árbol... Me pasé buscando y buscando y nada... No encontraba nada... Un día mi abuela, que sabe mucho, me dijo que sí, que había muchos en el campo y que sólo tenía que mirar y escuchar con atención. Entonces, abrí grandes mis ojos y mis orejas y estuve un rato así y nada... No encontraba nada. Mi abuela al darse cuenta qué me pasaba, me dijo: ‘¡El tesoro eres... tu! Y tus amigos y las plantas y los árboles, y los pajaritos, y las piedras, y el viento y el agua...’ ¡Fue tan lindo darme cuenta que estamos llenos de tesoros y nosotros mismos lo somos! ¿Quieren descubrir sus propios tesoros ahora?” Procedimiento Se les dirá a los niños que van a completar unas frases para darse cuenta cómo ellos son muy valiosos y también otras personas y cosas, y que por ello son también tesoros. Dichas frases podrán ser del siguiente estilo: Algo que me gusta mucho hacer y sé hacer muy bien: ... Algo que me gusta mucho de mi cara, cuerpo, voz... Algo lindo que la gente que me quiere casi siempre me dice... Qué tiene de bueno y lindo alguna persona que quiero mucho... Cuando las completen las podrán leer en grupo. El número de frases será el adecuado según la edad de los niños. Luego dibujarán, en grupos de seis o cinco, los tesoros que encuentran en la naturaleza, pececitos, piedritas, abejas, flores, etc. y entre todos unirán sus trabajos para realizar un mural. Se los orientará para que se incluyan a sí mismos en el mural, entre dichos tesoros. Cierre Se les puede proponer que piensen y escriban alguna acción de cuidado que van a realizar durante la semana dirigida a alguna persona, animal, planta, lugar etc. y que la especifiquen esto quiere decir que van a pensar y decir qué van a hacer, cuándo, dónde, dirigida a qué o a quién/es. Podrán decir por ejemplo: “Yo esta semana voy a ir a visitar a… y le voy a decir que…” O: “Voy a ocuparme de que mi perro tenga agua limpia todos los días y…”. Transcurrido ese lapso de tiempo como parte de la tarea constatarán cuál o cuáles tareas realizaron y cuáles fueron los resultados (qué ocurrió de nuevo, si ocurrió, a partir de dicha acción). Sugerencias para seguir trabajando con el tema Para cuidarse y cuidar a los demás, es bueno: Hablar con respeto y delicadeza aunque estén enojados (diciendo “discúlpame, permiso, perdón, por favor”). Aceptar los sentimientos ajenos aunque no les gusten. Tratar con cuidado a animales, plantas, manteniendo limpias las calles, los ríos, la playa, el aula, la casa. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 6. Abrazos musicales cooperativos Introducción Anselmo: “¿Saben que yo, además de un caballito pacifista soy un caballito muy cariñoso? ¡Sí, me encanta que me hagan cariños, y que los chicos me abracen, aunque yo no puedo hacerlo porque los lastimaría con mis patas tan fuertes! Pero sí les puedo hacer mimitos con mi hocico... Y, ¿saben qué? Cuando uno es amable y cariñoso es más fácil ser pacifista, es decir, llevarnos bien con los demás y ayudar a que otros lo hagan. Estos juegos que vienen ahora son muy, pero muy cariñosos, y por eso, ¡¡¡muy pacifistas!!!” Procedimiento Una música suena, mientras, los participantes bailan por el salón. Cuando la música se detiene, cada persona abraza a otra. La música continúa, los participantes vuelven a bailar, si quieren con su compañero. La siguiente vez que la música se detiene, se abrazan tres personas. El abrazo se va haciendo cada vez mayor, hasta llegar a un abrazo final. Cierre Comentarán cómo se sintieron abrazándose y cómo uno abraza al otro porque siente cariño por él y que, en realidad, cuando nos damos cuenta que podemos sentir cariño por todo lo que existe es muy lindo y como es un tesoro dan ganas de abrazarlo y cuidarlo. Fuente: La alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977. 7. Esto es un abrazo Introducción A veces abrazamos sólo a quienes queremos o nos quieren, pero también podemos empezar a abrazar a un árbol, un gatito, y hasta a un juguete o... ¿por qué no a alguna tía, o a alguien a quien no hemos abrazado nunca? Procedimiento Todas las personas sentadas en círculo. La que comienza A, le dice a la de su derecha: “Esto es un abrazo” y le da uno. B le pregunta: “¿Un qué?” y A le responde: “Un abrazo” y se lo vuelve a dar. Luego B le dice a C (el de su derecha): “Esto es un abrazo” y se lo da. Luego C pregunta a B: “¿Un qué?” y B le pregunta a A: “¿Un qué? Y A contesta a B: “Un abrazo” y le da uno. B se vuelve a C y le dice: “Un abrazo” y se lo da. Así sucesivamente. La pregunta: “¿Un qué?” siempre vuelve a A, quien le envía de nuevo los abrazos. Simultáneamente A manda por su izquierda otro mensaje y gesto: “Esto es un beso” Y se lo da, siguiendo la misma dinámica. Cierre Pensarán a quiénes le darán abrazos durante la semana, a quiénes siempre o habitualmente abrazan, y a quiénes no y si les gustaría empezar a hacerlo. Fuente: La alternativa del juego I, de Paco Cascón Soriano y Carlos Martín Berastain, Los libros de la Catarata, 2ª edición, 1977. 8. Carteles afectuosos Introducción Cuando tenemos un tesoro lo cuidamos de muchas maneras. Estuvimos aprendiendo a cuidarlo demostrando cariño con abrazos. También podemos hacerlo con palabras que muestren qué cosas lindas vemos y sentimos de los otros. Procedimiento Se comenzará hablando sobre las cualidades que podemos notar en algunos seres que nos gustan mucho y con quienes es lindo estar. Pueden mostrarse escenas que induzcan a nombrar cualidades tales como valiente, generoso, bueno, divertido, simpático, amable, fuerte, ingenioso, buen amigo, compasivo, alegre, etc. Dichas escenas podrán estar representadas en figuritas, láminas o ser sugeridas en alguna historieta o cuento que leerán con tal propósito. Cada niño pensará en una cualidad que escribirá en secreto en una hoja referida a otro niño de otro grupo. La maestra podrá darle el nombre del compañero que le toca a cada uno, si conoce las preferencias de los mismos tratando de respetar las inclinaciones naturales y también que todos reciban una cualidad. Cuando los chicos comiencen a circular por el salón se procurará que éstos coloquen en la espalda del compañero elegido la cualidad que escribió para él. Una vez que hayan terminado de hacerlo se sentarán de nuevo en sus grupos y el de su derecha, le leerá en voz alta al niño de la izquierda qué le han escrito. Cierre Conversarán sobre qué sintieron al recibir el cartel, si les parece adecuada la cualidad que les tocó y en qué notan que la practican específicamente, cuándo, con quién y qué cosas hacen y/o dicen para ello. Variación 1. A cada participante se le coloca un trozo de papel en la espalda (con un alfiler). Cada uno escribe un comentario positivo en la espalda del otro. Cuando todos han escrito algo, cada participante lee la hoja de papel de su espalda. Si desean compartir lo que está escrito, pueden hacerlo. Se los invita a llevarse la hoja a casa y tenerla a la vista. Este es un ejercicio muy poderoso. Observación Este ejercicio se recomienda hacerlo con un grupo que lleve ya un tiempo trabajando juntos. 2. Se puede dividir la clase en tres grupos. Cada grupo forma un círculo. Se reparte una hoja en blanco a cada participante. El dueño de su hoja coloca su nombre en letras de imprenta mayúsculas. Cuando el coordinador dé la consigna cada uno pasará la hoja al compañero de la izquierda y éste escribirá dos cualidades positivas de la persona cuyo nombre tiene en su hoja. Y así se seguirán pasando los papeles hasta que cada uno tenga en sus manos el papel con su propio nombre donde colocará él mismo dos cualidades que considere de sí mismo. Finalmente cada uno leerá en silencio su lista y luego el compañero de la izquierda en voz alta, primero el nombre del dueño de la hoja y luego los rasgos positivos. Observación Como en la primera modalidad, se recomienda hacer este ejercicio con un grupo que lleve ya un tiempo trabajando juntos. Cierre Se comentará qué sienten en el cuerpo cuando leen y escuchan los rasgos positivos de sí mismos y qué efectos producen en los demás las emociones que se despiertan ante lo positivo. También reflexionarán sobre qué grado de conocimiento tienen de sí mismos, si se asombraron o no de las cualidades nombradas sobre cada uno. Fuente: Adaptación de Dinámicas de grupo para la comunicación, de Juan Carlos Pisano, Bonum, 6ª. edición, 2001. 9. Entretejiendo los cuidados Introducción Se podrá reflexionar sobre cómo las acciones de las personas influyen sobre otras, y a veces sobre personas o seres que no conocemos. Pensarán en qué acciones positivas hay que realizar para beneficiar al planeta, para cuidar el aire, el agua, la tierra, los animales, plantas, árboles y cómo cuidando estos elementos también nos cuidamos entre las personas, ya que sin agua pura o los árboles que purifican el aire que respiramos, o la tierra que no produce frutos, no podríamos vivir. Procedimiento Cada persona piensa en dos acciones que ya hace y otras dos que le gustaría desarrollar más, para cuidar al planeta, como por ejemplo, recoger los papeles del suelo o los plásticos en las orillas de ríos y mares, o cerrar las canillas que quedaron abiertas. Luego elegirán un color de lana para representar cada una de esas acciones. En silencio, los participantes trenzan sus cualidades. Se los invita a reflexionar sobre a quiénes benefician ellos con esas acciones que ya realizan y cómo podrían hacer para desarrollar las otras dos. Luego se sientan en círculo y cada uno comparte con los demás las que eligió. Cuando todos han hablado, se les pide que aten la cinta trenzada sobre la frente. Cierre Tomarán conciencia sobre cómo lo que hacemos todos los días, aunque parezca pequeño para cuidar al planeta, ayuda a que los tesoros vivientes que somos, como parte de la Tierra que habitamos, podamos seguir existiendo y que somos responsables de ello, cada uno en su medida. Variación El mismo ejercicio puede hacerse con cualidades positivas personales. Fuente: Adaptación del libro Management zen, de D. Hunter, A. Bailey, B. Taylor, Troquel, Buenos Aires, 1996. 10. Sintiendo en el cuerpo los tesoros Introducción Es interesante hacer notar a los alumnos que cuando reciben halagos o piensan en cosas positivas el cuerpo lo siente, o sea, ocurren cosas diferentes a cuando son criticados y que, lo que a uno le ocurre, también le sucede a los otros cuando no son valorados. Que no se valora al otro cuando se lo critica o insulta o nombra con palabras que lo desmerecen. (Se podrá comentar la experiencia de “La molécula del agua” del Dr. Emoto “Mensajes del Agua). Estos signos corporales se manifiestan en la respiración, la postura corporal, la tensión en alguna parte del cuerpo, la expresión facial, los puños cerrados con ganas de golpear, etc. Mientras describen estos signos se puede pedir a los niños que los representen o puede hacerlo, también, la misma maestra para que ellos los puedan reconocer en el cuerpo del otro. Procedimiento La maestra les dirá que para comprobarlo harán el siguiente ejercicio: Se colocarán de a dos, decidirán quién es A y quién es B; cuando escuchen la consigna “comiencen”: A.1) A le dice a B cinco comentarios negativos sobre alguien o algo como por ejemplo: “Fulano es un mentiroso”. O: “Tal comida es una porquería”. A. 2) B hace lo mismo y A lo escucha del mismo modo. Terminada esta parte del ejercicio se sigue con la segunda. B. 1) A le dice a B cinco comentarios positivos sobre alguien o algo, o cosas que le gustan de otros. B.2) B hace lo mismo y A lo escucha del mismo modo. Es importante para todo el ejercicio que el instructor vaya dando las consignas de a una por vez y procurando que se cumpla la consigna de escuchar en silencio. Al finalizar estos ejercicios, se recogen las impresiones y diferencias registradas entre la crítica y el reconocimiento de lo positivo. Se irá guiando este reconocimiento a través de preguntas del siguiente estilo: a) ¿Qué sensaciones tuvieron en el cuerpo cuando decían cosas negativas y cuando las escuchaban? b) ¿Qué sensaciones tuvieron en el cuerpo cuando decían cosas lindas y cuando las escuchaban decir? c) ¿Notaron la diferencia entre las sensaciones corporales surgidas de las críticas y aquellas de los elogios?¿Cómo son? Se los motivará a hacer este reconocimiento refiriéndose a frases tales como: “Con las cosas lindas sentí calor, como si me ablandara, como si entrara más aire”. Y: “Con las críticas, era como si me achicara, me pesaba la espalda, entraba menos aire”. Cierre Se darán cuenta cómo aquello que les hace bien es el reconocimiento de lo positivo y no lo contrario, que lo amoroso permite estar más contentos, tranquilos y unidos a los otros y, la crítica y la agresión achican, nos hacen sentir separados unos de otros y nos llevan a sufrir. Finalmente se les preguntará con qué sensaciones corporales se quedan si les dieran a elegir. Fuente: LA AUTORA. Bibliografía recomendada: Tú eres especial de Max Lucado, Unilit y Cuento con caricia de Elsa Isabel Bornemann. Nito aprende a ver Gusa y Nito eran dos hermanitos gusanos, que vivían en una maceta de Doña Rosa. Gusa era el mayor, era alegre y divertido. En cambio, Nito, era muy miedoso, y vivía quejándose, pues todo le caía mal. Gusa era feliz, porque sabía ver el lado bueno de las cosas, y cuando tenía un problema siempre encontraba la solución. Por eso los demás gusanitos de la maceta lo querían mucho, y siempre estaban con él. Una tarde de invierno, en que hacía mucho… mucho frío, Doña Rosa no salió a regar sus plantas. Doña Rosa estuvo enferma durante tres días, y la tierra de la maceta se secó tanto, que los gusanitos y las plantas morían de sed. Nito lloraba, enojadísimo, mientras se quejaba diciendo: ―¿Por qué tengo que ser tan chiquito? ¿Por qué tengo que ser tan feo? ¡No quiero vivir más debajo de la tierra! ¡No quiero ser tan gusano!... Mientras tanto, Gusa cantaba y bailaba, esperando que caiga alguna gota de lluvia. ―¿Cómo podés estar cantando y bailando con el problema que tenemos? ¿No te importa morir de sed? ―le decía furioso Nito a Gusa. Y Gusa le contestó: ―¡Pero Nito! ¿De qué sirve llorar y enojarte…? ¿Qué ganás con estar triste? ¡Al contrario, la tristeza te enferma y hace que todo te salga peor! Mientras Gusa seguía bailando, Nito le dijo: ―¡Pero cómo no voy a esta triste! ¡Mirá qué feo que soy, y encima soy narigón! ¡Y todo me sale mal… y estoy acá encerrado en esta maceta horrible de esa señora malísima! Gusa lo interrumpió diciéndole: ―¿Por qué no aprendes a mirarte con otros ojos? ―Pero Gusa… ¡Son los únicos ojos que tengo! ¿Dónde iría a comprar otros ojos? ―protestó Nito. Entonces Gusa, con mucha paciencia, le explicó a Nito que no tenía que comprar otros ojos, sino aprender a ver todo lo bueno que había en él y en los demás. De pronto se escuchó un ruido arriba de la maceta y una música muy linda se venía acercando. Era el duende de la tierra, que había escuchado las quejas de Nito, y venía para ayudarlo. En un ratito, el duende puso una gotita de rocío sobre los ojitos de Nito, y al instante, Nito empezó a saltar y a cantar. Y a medida que saltaba, iba abriendo un camino en la tierra y los demás gusanos aplaudían cola con cola (porque no tienen patas). Cuando Nito llegó arriba de la maceta, asomó su cabecita afuera y vio con gran emoción, que estaba lloviendo. Se acercó a un charquito de agua y pudo ver su cuerpito reflejado en él. ―¿Ése soy yo? ―pensó, asombrado, porque por primera vez se veía lindo y su sonrisa lo hacía todavía más hermoso, tanto, que una gusanita se enamoró de él. Y después de un tiempo se casaron, hicieron una gran fiesta allí mismo, en la maceta de Doña Rosa, y tuvieron muchos hijitos, y Gusa fue su padrino. Y a cada uno de sus hijitos, Nito les enseñó a no verse feos, ni pequeños, porque sus ojitos habían sido lavados con agüita del cielo, y ahora todo lo veía más puro y más lindo. Además, Nito descubrió que ser pequeño no es un problema, y que ellos, los señores Gusanos, son los mejores arquitectos que construyen caminos y túneles debajo de la tierra, y esto también sirve para airear la tierra y que las plantitas crezcan mejor y extiendan más sus raíces. Nito y toda su familia, decidieron quedarse a vivir para siempre en la maceta de Doña Rosa, porque… después de todo, vio que ella no era mala, y que no hay nada mejor que disfrutar y trabajar en la tierra donde nacemos y crecemos. PATRICIA MARZELLA QUINTO PRINCIPIO ¡ES BUENO SER DIFERENTES Y CAMBIAR! 1. ¡Me gusta cómo soy! Introducción Para poder tratar bien a los demás, y apreciarlos, también es bueno aceptarnos y querernos aún cuando seamos todos diferentes. Anselmo: Les voy a mostrar cómo soy yo: Mis pelos son como fideos y me gustan como son. Mis ojos grandotes, y me gustan como son. Mis dientes como teclas de un piano, y me gustan como son. Y cuando quiero decir cómo me siento… relincho… y me gusta como soy. Procedimiento Se pedirá a los niños que estén muy atentos pues se los va a llamar a sentarse en distintos lugares del salón de acuerdo a la altura, el color de los ojos, del pelo, y de otras características. La coordinadora empezará así a llamarlos: “¡Aquí los de ojos celestes!” Se sientan juntos los de ojos claros. “Y ahora repiten conmigo: ¡Nos gusta ser como somos con nuestros ojos claros!” “¡Aquí los de pelo oscurito!” Se sientan juntos... “Y ahora repiten conmigo: ¡Nos gusta ser como somos con nuestro pelo oscurito!” “¡Aquí los de pelo con rulos!” Se sientan juntos... “Y ahora repiten conmigo: ¡Nos gusta ser como somos con nuestros rulitos!” “Y ahora repiten conmigo: ¡Somos valiosos, todos lo somos, así como somos!” Y así sigue llamando a los que son grandotes y los que son chiquitos, los que son varones y los que son mujeres, los que tienen pelo corto, los que tienen pelo largo, los que tienen pecas, los que no tienen pecas, los que tienen todos los dientes, los que les faltan los dientes, etc. Es probable que los que tienen, por ejemplo el pelo corto, sean varones y grandotes, entonces pasarán de un grupo a otro y éstos cambios le dará al juego movimiento y la posibilidad de que se practique también la escucha y hasta el lenguaje amable. Para ello se podrán introducir consignas del estilo como por ejemplo, si se tropiezan para seguir avanzando hacia el lugar que les corresponde deberán decir: “Perdón o disculpa”. Cierre Podrá comentarse cómo la vida se muestra de maneras tan diferentes, pues siendo niños de un mismo lugar y una misma escuela, sin embargo son todos diferentes y al mismo tiempo parecidos. Se preguntará en qué notan el parecido para que puedan darse cuenta que lo parecido está sobre todo, en que todos tenemos vida, compartimos el mismo milagro de estar vivos. Podrá comentarse que los milagros son aquellos hechos que no sabemos cómo se producen y sin embargo ocurren. Se darán ejemplos tales como un animal o ave o insecto que solo sabe qué tiene que comer, qué lo alimenta y no le va a hacer mal; o los árboles que saben cuándo tienen que dar sus flores y luego sus frutos; o los pingüinos cuál es su nido al que tienen que volver después de meses de estar lejos. Estos hechos no podemos explicarlos y sin embargo ocurren, por eso podemos decir que son milagros, que la vida misma es un milagro. Verán que todo tiene vida, tanto lo que se mueve y lo que parece que no se mueve, como una piedra o una mesa, pues dentro hay unas cosas muy pequeñas que no se ven que se llaman átomos que igual se mueven, y que los humanos con estos ojos no podemos ver. ¡Es maravilloso pensar que nosotros los humanos también somos un milagro y estamos dentro de un gran milagro! Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 2. ¿Y ustedes, cómo son? Introducción Anselmo: “Saben que creo que aunque seamos muy distintos, yo un caballito y ustedes humanos, y que además haya animales muy diferentes a nosotros en nuestro hermoso planeta como ovejas, leones, ardillas, y bichitos también diferentes entre sí, como hormigas, abejas, pulgas, plantas, árboles, flores, piedras y frutas de tan diferentes formas colores y sabores, sin embargo hay algo... en lo cual ¡¡¡todos somos muy parecidos!!! ¿Les gustaría saber qué es?” Procedimiento El coordinador entregará a los alumnos que estarán reunidos en grupos, objetos de la naturaleza en los que se observe simetría y convergencia de los dibujos hacia un centro. Por ejemplo, rodajas de zanahoria, remolacha, semillas de girasol, caracoles, conchillas, hojas de plantas, pétalos de flores, cortes de maderas de una corteza, etc. También láminas con imágenes de seres de la naturaleza tales como cebras, tortugas, tigres, jirafas, peces, etc. Se les pedirá que observen sus dibujos en silencio, como si fueran investigadores que están buscando informaciones muy importantes. Luego de un tiempo de diez minutos, por lo menos, deberán completar la siguiente guía: ¿Qué les llamó más la atención de todo lo que observaron? ¿Qué descubrieron de sus dibujos? ¿Qué encontraron de parecido entre todo lo que observaron? Cierre Se guiará la reflexión comentando cómo las diferencias entre los humanos, al igual que en la naturaleza a la que éstos también pertenecen, son sólo aparentes pues en realidad todo lo que existe muestra en sus dibujos, cómo convergen hacia un mismo punto o eje, y que ese centro es el lugar donde todos somos iguales, donde todos compartimos la vida, desde donde podemos amigarnos cuando nos peleamos, o confiar en que estamos cuidados cuando tenemos miedo, que ese es el lugar donde los animales, plantas y estrellas, mares el viento, y los bichitos y ranas y todo lo que tiene vida, sabe cómo hacer lo que tiene que hacer y lo hace muy bien. Fuente: LA AUTORA 3. ¿En qué se parecen...? Introducción Anselmo: “Ahora ya sabemos que, aunque seamos diferentes “por fuera” somos parecidos, más de lo que creemos... por eso ¿qué tal si jugamos a encontrar juegos donde haya que buscar semejanzas o sea, lo que es igual...?” Procedimiento El coordinador encargará la siguiente tarea a los alumnos: para la otra semana buscarán en revistas, y diarios, juegos en los que se puedan comparar dos dibujos aparentemente diferentes y en donde sin embargo haya semejanzas. Al cumplirse el plazo se preguntará a la clase el resultado de sus investigaciones y llegarán a la conclusión de que no existen ese tipo de juegos o si encontraron algunos, son muchos menos que los que se ocupan de buscar las diferencias. Se reunirá a la clase en grupos y se le encargará a cada uno la tarea de realizar dos dibujos en papeles de afiche, utilizando los recursos que ellos quieran (témperas, marcadores, hojas de revistas y diarios, etc.). Los dos dibujos serán diferentes y también semejantes. Cuando hayan terminado, los expondrán en las paredes y el resto del grupo deberá observarlos detenidamente y encontrar las semejanzas. Variación Podrán llevar un cuaderno o anotador donde inventen dichos o chistes del estilo siguiente: ―¿En qué se parecen un elefante a una hormiga? En que ambos están muy cerca del suelo. ―¿En qué se parecen un sepulturero a un novio? En que ambos se visten de oscuro aunque uno se ocupa de levantar en sus brazos a un muerto y el otro a una viva. ―¿En qué se parecen un bebé a un anciano? En que ambos tienen que comer todo blandito y a veces usan pañales. ―¿En qué se parecen un minero a un marciano? En que nadie los ve cuando hacen su trabajo. Cierre Notarán cómo estamos acostumbrados a mirar más lo que es diferente de lo que es parecido, y esta costumbre lleva a veces a hacer aumentar un conflicto en vez de permitir que se resuelva en paz. En cambio, el poder darse cuenta que aunque seamos diferentes igual siempre hay parecidos, hace que las personas se sientan cómodas entre sí, ya que lo diferente muchas veces asusta y lo parecido acerca y tranquiliza. Fuente: LA AUTORA. 4. El parque de diversiones Introducción Anselmo: “¿Ustedes fueron alguna vez a un parque de diversiones? ¡Yo noooo! Solamente una vez estuve espiando cómo era uno que llegó a La Soleada, pero no me dejaron entrar a los juegos. ¿Saben qué...? Había caballitos de mentira en algo que daba vueltas que, creo, llamaban calesita. Este parque es bastante diferente a los conocidos, ¡qué intriga! ¿A ver cómo juegan en él?” Procedimiento Un grupo de la clase que representa a su cuarta parte va a salir del aula y va a recibir una consigna que sólo ellos y el coordinador conocerán. Al resto de la clase se les dirá que tendrán unas entradas gratis para ir a cinco juegos del parque de diversiones y, por participar, además tendrán un premio que se entrega como promoción. De una caja sacarán las entradas. En cada una de ellas estará escrito el nombre de un juego al que se podrá entrar sin pagar. Se procurará que a cada uno le toquen juegos diferentes. Los alumnos que están fuera tendrán, cada uno, dos o tres consignas escritas, que deberán cumplir para conservar el trabajo y mantener en secreto. Las consignas serán las siguientes: No pueden entrar los varones con pelo largo. Prohibida la entrada a las mujeres con pelo atado. Prohibido pasar los que tienen aparatos de ortodoncia. Prohibida la entrada a los que usan anteojos. No podrán pasar los que llevan zapatillas con los cordones atados. Prohibido pasar los que tienen un abrigo sobre el uniforme o delantal. Entrada prohibida para los que usan pulsera o anillos. No podrán pasar las que tienen pollera. Etcétera. Los alumnos se dirigirán a los diferentes juegos representados cada uno por un alumno con un cartel que diga el nombre que corresponda. Por ejemplo: “Tren fantasma”, “El gusano”, “Montaña rusa”, “El zamba”, etc. Todos muestran mucho interés por entrar, no sólo por el juego en sí, sino por el premio de la promoción. A los que entren se les dará una golosina de regalo, a los otros que no pueden entrar, ninguna otra explicación y quedarán fuera. Se procurará que el juego se realice con cierto orden para que cada alumno pueda registrar sus sensaciones cuando es rechazado y los empleados las suyas al impedir el paso de los discriminados. También habrá tres guardianes del orden que, intervendrán si es necesario para mantener el orden, mas tampoco podrán dar explicaciones. Cuando se acabe el juego, o sea, todos hayan entrado o intentado hacerlo a algún juego, todos volverán a la clase y los empleados revelarán sus consignas. Se guiará la reflexión a comentar cómo se sintieron al no poder entrar a los juegos, y/o al no dejar entrar a algunos. Actividades adicionales Si la edad es la adecuada buscarán en el diccionario el significado de la palabra “discriminación”, y completarán la siguiente oración: “Yo discrimino a ... cuando... En el caso de que no tengan edad aún para este tipo de trabajo podrán hacerlo igual diciendo: “Yo rechazo por diferente a... cuando... Cierre Se hablará de que privar de derechos o posibilidades a las personas, es ser violentos con ellas, sobre todo cuando no existe una justificación razonable para hacerlo, como por ejemplo el cuidado de un niño que no se le permite entrar a un juego a determinada edad por ser peligroso. Reflexionarán cómo nosotros muchas veces no aceptamos las diferencias cuando no jugamos o dejamos de lado a alguien por ser diferente, por ejemplo, gordo, de color de piel o raza distinta a la nuestra, rengo, pobre, etc. y que hacer eso es ser violentos. Fuente: Adaptación de Guía de mediación escolar, Carme Boqué Torremorell, Octaedro-Rosa Sensat, Barcelona, 1ª. edición, 2002. 5. Jugando a ser alguien diferente a mí Introducción Este juego puede ser muy bueno para poder aprender a “ponerse en los zapatos del otro”, una de las condiciones para aprender a resolver los conflictos de manera pacífica. Procedimiento Este es un juego que podrá realizarse por parejas. Se repartirá a cada pareja dos tarjetas donde estará escrito el nombre de un animal o personaje que ellos deberán representar en primer lugar y luego cambiar de lugar y representarlo al otro miembro de la pareja. Ellos serán: Gato – ratón. León – cervatillo. Hormiga – niño. Ciego – niño. Anciano – niño. Maestra – alumno. Persona en silla de ruedas – niño. Pez – pescador. Flor – jardinero que la riega y la corta. Árbol – leñador que lo tala. Playa – botella de plástico. Agua – canilla abierta que la derrocha. Las opciones pueden ser muchas, de acuerdo a la edad y creatividad de los alumnos. Se trata que al escuchar la consigna de “comiencen“, cada parte de la pareja se convertirá en el personaje que le ha tocado, haciendo como si fuera realmente ese personaje durante breves minutos, a través de sus posturas corporales, gestos y en total silencio. El coordinador guiará el trabajo pudiendo decir: “Ahora, lentamente te vas a ir convirtiendo en... y tomando la postura del cuerpo como si fueras... y sintiendo tu respiración puedes ir dándote cuenta cómo es ser ese personaje, qué aspecto tienes, desde sus ojos qué cosas ves, cómo se escucha desde sus oídos, cómo se siente desde su piel, y desde su olfato, qué se huele, qué sientes hacia el otro ser que está contigo, qué tienes ganas de hacer o decir si pudieras hacerlo...” En el caso de niños más pequeños la visualización puede ser mucho más sencilla, como por ejemplo: “Ahora estás siendo una flor que mira a su jardinero que la está por regar, ¿qué le dirías? ¿Y si la quisiera cortar...?” Cierre Conversarán sobre las personas inhabilitadas que ellos conocen, ya sea que no pueden caminar, ver, escuchar, o vestirse solos o cruzar la calle sin ayuda, como en el caso de los ancianos. Pensarán cómo el haber participado de este juego les puede haber ayudado a comprenderlos y sentir ganas de ayudarlos. También conversarán sobre cómo se pueden sentir animales o plantas y hasta la tierra al ser amenazados. Se tratará de que se den cuenta cómo los seres vivientes aunque podemos ser diferentes todos necesitamos unos de los otros para ser cuidados y poder existir. Fuente: LA AUTORA 6. Todo cambia y se hace diferente Introducción Anselmo: “A mi me encanta jugar no sólo con caballitos como yo, sino también con la ovejita Marta, la luciérnaga Marti, el gato Feliciano... ¿Y a que no saben por qué es divertido jugar con los que son diferentes a nosotros? ¡Porque tenemos maneras de jugar distintas y a todos se nos ocurren cosas nuevas! ¡A mí me gusta mucho cambiar de juegos y no jugar siempre a lo mismo... Es lindo cambiar y además ¡todos cambiamos! Yo antes era un potrillito que apenas podía dar unos pasitos y no saben ahora ¡cómo corro! (y relincha fuerte y entusiasmado)”. Procedimiento a) Muestre a sus alumnos fotografías de ellos cuando eran bebés o mucho más pequeños: Preguntarán a los chicos: ¿Qué ocurrió con esos bebés cuando pasó el tiempo? ¿Dónde están ahora y cómo son? Se les pedirá que miren sus brazos, piernas, manos y sus dedos. Compararán qué ven de diferente en este momento presente de cuando eran bebés. También podrán llevar fotos de sus abuelos actuales y otras de cuando eran más jóvenes y hasta bebés si las hubiera. Podrán seguir observando cómo siempre ocurren cambios. b) Observarán el crecimiento de una plantita que cada uno habrá llevado al aula y en la plaza, la calle o el patio de la escuela los cambios que puedan haber sucedido en plantas y árboles. Cierre Se reflexionará qué necesita todo lo que existe para poder crecer y vivir. Verán que se necesitan cuidados: las plantitas, agua, luz y cambiarlas de lugar si están en un lugar muy oscuro o con mucho sol; los ancianos, que se les consiga la comida, y a veces hasta que se les dé de comer y se los ayude a caminar, y también mimos; los bebes y niños, comida buena, reglas para evitar los peligros, de caerse, de cortarse con algo filoso en la calle, de perderse o de que los atropelle un auto; y por supuesto, todos, incluso plantas y animales, necesitan cariño, besos, caricias y palabras amables. Se sacará como conclusión final que los cambios son propios de la vida, y hacen que ocurran cosas diferentes y ello es bueno, pues si no, no habría vida. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 7. ¡Hay algo que nunca cambia! Introducción Anselmo: “En mi campo muchas veces los humanos cantaban una canción que empezaba diciendo: ‘Tooooodo, todo cambiaaaaa...’ Y ahora que escucho el nombre de este juego, que dice: ‘Hay algo que no cambia’, me gustaría saber qué es. ¿Ustedes también?” Procedimiento Se cantará una canción entre todos que el coordinador irá cantando y los niños repitiendo. Hay algo que no cambia, aunque parece que todo cambia; cambia la luz al venir el anochecer, cambia el sol de color al irse el atardecer cambia el pichón su plumaje cuando empieza a crecer. Y sin embargo, hay algo que no cambia... Cambian el color del pelo los bebitos y también los grandes al encanecer, cambia el tamaño de nuestros pies y manos, cambian las plantas al florecer y en el invierno los árboles cuando empiezan sus hojas a caer. Y sin embargo, hay algo que no cambia... ¿Qué podrá ser...? ¡Ya sé, ya sabemos! ¡Que siempre va a haber cambios! Que eso no se puede detener. Esta última frase la repetirán varias veces los niños junto con su maestra. Finalmente por grupos realizarán dibujos que, unidos entre sí en un mural, representen la secuencia de algún cambio, por ejemplo, un grupo dibujará una semilla, otro la pequeña plantita, otro un arbolito joven y otro el árbol con sus flores y frutos. Cierre Conversarán cómo son propios de la vida los cambios y hasta la muerte es un cambio natural y necesario en el proceso de la vida que puede dar paso a un nuevo cambio. Se podrá mencionar el caso de las plantas que al morir esas hojas y raíces se convierten en una tierra más rica, en alimento para permitir que nazcan otras semillas, crezcan nuevas plantitas y hasta árboles. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez, Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 8. ¡Es muy lindo crecer! Pero para ello ¡hay que cambiar! Introducción Anselmo: “¿Saben que me di cuenta de que cuando jugamos a las escondidas ya no me puedo esconder más en mi lugar favorito? ¿Se acuerdan cuál era? ¿A que no se acuerdan? ¡Sííííí! debajo del felpudo... Resulta que siempre me escondía allí y aunque fueran amigos nuevos los que jugaban enseguida me encontraban. Tanto me enojaba que no quería jugar más hasta que Marti me dijo: ‘¿No ves Ansel que se te ven todas las patas y la cola que queda afuera? ¿A ustedes chicos, les pasa lo mismo?’ ” Procedimiento Se pedirá a los niños que lleven ropa de hermanitos más pequeños o de ellos mismos cuando eran bebés y también algo de algún hermano mayor o papá o mamá. Cada uno llevará una prenda, que podrá ser también un calzado. Se les dirá que van a jugar a que son mucho más pequeños y en cada grupo se vestirán con la ropa que hayan traído. Luego cada grupo hará un desfile ante los demás y hasta pueden crear una pequeña obrita de teatro. Producirá muchas risas pues quizás algunos se pondrán escarpines en los pies o guantes muy pequeños o gorritos. Luego cuando todos terminen de desfilar se sacarán la ropa y se podrán intercambiar los más grandes algo de ropa con los chicos de menor tamaño. Se les preguntará cómo se sintieron con ropa más pequeña y luego, de mayor tamaño, si siempre pueden permanecer siendo pequeños, qué les pasó que hay cosas que no pueden usar más y si creen que algún día podrán ponerse lo que ahora les queda grande. Cierre Se reflexionará sobre cómo es natural a la vida que haya cambios y diferencias, que ellos son diferentes ahora de un tiempo atrás y que lo seguirán siendo. Podrá preguntarse qué es lo que sienten ante lo que es diferente, si algunos de ellos dicen que no les gusta se podrá inferir que muchas veces los cambios y lo diferente causan miedo. Fuente: LA AUTORA. 9. ¡Todos vivimos en familia, en ellas vamos cambiando! Introducción Todos tenemos una familia, las familias están formadas por papás, mamás, abuelos, tíos, hermanos. Todas las familias son importantes porque pertenecer a ellas nos hace sentir tranquilos y confiados, ya que nos cuidan si somos chicos y cuidamos a otros también cuando vamos creciendo. Los animales también viven en familias, y, aunque ellos no hablen igual se cuidan, aunque sea de manera diferente a nosotros. En la familia aprendemos a dar y recibir amor. Procedimiento Los niños, llevarán fotografías de sus familias y contarán al resto del grupo cómo está formada. Se les preguntará cómo demuestran que se quieren unos a otros los miembros de una familia, procurando que expresen que una manera es cuidándose entre ellos. Las maneras de hacerlo son muchas: preparando comidas sanas, teniendo la ropa limpia, durmiendo las horas que se necesitan, divirtiéndose juntos. Todo eso es cuidarse pues permite estar sanos y por lo tanto vivir. Verán cómo los miembros de la familia son diferentes entre sí y van cambiando. Por ejemplo, una hermana puede irse y formar otra familia, pero sigue igual perteneciendo a la anterior. O la abuelita que vivía sola puede venir a vivir con sus nietos porque necesita ser cuidada. Aunque haya cambios, la familia donde nacimos siempre será la nuestra. Cierre Notarán cómo las familias entre sí pueden ser muy diferentes y sin embargo parecidas al mismo tiempo, en ellas nos cuidamos y también nos peleamos, sin embargo igual nos gusta vivir en una familia y cuando hay peleas amigarnos. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996. 10. Todas las familias se parecen y son diferentes al mismo tiempo Introducción Nosotros vivimos en una familia y hay muchas familias más en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en el país y en el mundo entero. Todas las familias son muy valiosas, son como tesoros que hay que cuidar pues ellas nos cuidan a nosotros. Procedimiento Se mostrará a los niños un mapamundi o un globo terráqueo y podrán ver en qué parte del mundo ellos viven. Podrán ver imágenes de familias viviendo en diferentes partes del mundo y saber cómo esas personas son distintas entre sí por el color de su piel, la manera de hablar y los rasgos físicos, comen cosas diferentes, bailan bailes distintos y hasta se visten diferentes. Se comentará que, sin embargo, son parecidas pues todas ellas comen, se visten, hablan, bailan, protegen, cuidan a sus miembros y, a sus niños y niñas también les gusta jugar. El mundo entero es como si fuera una gran familia. La maestra les ofrecerá jugar a juegos nuevos que juegan niños de otras partes del mundo. En el mapa o globo se mostrará el país al que pertenece el juego que van a jugar. (Tailandia) Instrucciones para jugar: Takraw Formar una rueda, un jugador arroja la pelota hacia cualquier otro jugador que esté en la rueda. Los jugadores deben mantener la pelota en el aire, dirigiéndola hacia cualquier jugador. Pueden usar la cabeza, los codos, rodillas o pies, pero nunca las manos; las manos se pueden usar sólo para volver a empezar el juego. Luego se les dirá que jugarán otro juego de otro lugar del mundo, esa gran familia, y que es de un país llamado Camerún que será ubicado en el mapa. Instrucciones para jugar: Aplaude la pelota Se forman dos equipos, uno de cada lado de una raya. Los equipos lanzan la pelota, hacia atrás y hacia delante. Los demás jugadores aplauden cada vez que se tira la pelota. Cuando la agarran, todos pisan fuerte haciendo ruidos con los pies. En un lugar llamado Egipto, que se muestra en el mapa, los niños juegan a un juego que se llama: Taia Ya Taia. Instrucciones para jugar: Taia Ya Taia Se elige a un jugador para que sea el que coordine el juego. Los demás deben seguir al coordinador; éste camina un poco, de repente se da vuelta y grita: ¡Taia Ya Taia! al mismo tiempo que salta en un pie. Los demás jugadores empiezan a saltar detrás de él siguiéndolo. La primera persona que haga caer al coordinador se convierte en nuevo coordinador. Cierre Reflexionarán con los alumnos, cómo los cambios y las diferencias hacen muy divertida la gran familia humana a la que pertenecemos y cómo aunque haya muchas diferencias, en lo más importante, que es el poder querernos y demostrarnos cariño los humanos somos muy parecidos. Fuente: Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª edición, 1996. Bibliografía recomendada para leer a los niños: Stela Luna de Janell Cannon, Juventud. Un cuervo diferente de Edith Sreiber y Carola Hollan, Juventud. SEXTO PRINCIPIO LAS EMOCIONES ESTÁN PARA SER SENTIDAS Y SABER EXPRESARLAS 1. Escuchando y sintiendo a nuestro amigo, el cuerpo Introducción Anselmo: “¿Saben chicos, que cuando empecé a dormir en el árbol de don Cefe y a encontrarme con mis maestros que me enseñaron muchas de las cosas que ustedes están aprendiendo para ser pacifistas, a veces, tuve miedo... También me enojé o estuve triste... Y por supuesto también muchas veces me sentí muy, pero muy contento y feliz. Me imagino que a ustedes también les debe pasar lo mismo... Todo eso que sentimos se llaman emociones. Es lindo tener emociones, todos tenemos muchas emociones y distintas en un mismo día. Yo me doy cuenta cuando tengo miedo, porque se me paran mis crines o me tiemblan las patas, y cuando me enojo porque me sale aire caliente por la nariz... Y cuando estoy triste no tengo ganas de correr y miro para abajo y las patas se me ponen pesadas como si a ellas les hubieran atado unas piedras. ¿Y ustedes, saben qué les pasa en sus cuerpos cuando tienen emociones. ¿A ver si saben...?” Procedimiento 1. Explique a sus alumnos que nuestro cuerpo es un amigo que nos avisa muchas cosas para que estemos sanos y contentos. Con él podemos sentir cosas diferentes de acuerdo a lo que está ocurriendo, por ejemplo, si nos dan un regalo muy lindo sentimos algo en el cuerpo distinto a que si nos retan. Aquello que sentimos en el cuerpo, como Anselmo, se llaman sensaciones. Cuando estas sensaciones son muy fuertes se llaman EMOCIONES... También, que a veces cuando nos peleamos mucho, por ejemplo, parece como que cuesta respirar, o se siente como una “cosa dura en el estómago”, o los puños se cierran con fuerza, o se transpira, o se tiene mucho calor. Cada una de las personas tiene diferentes sensaciones en el cuerpo. Esas sensaciones son como un aviso de qué se está sintiendo, dolor, pena, enojo, furia, vergüenza, miedo. Se les preguntará qué sienten ellos en sus cuerpos, cuando están tristes, con miedo o enojados. 2. Se les dirá que para poder ser pacifistas y llevarnos bien con los demás o, si hay peleas para poder amigarnos, es bueno saber qué emociones estamos sintiendo y cómo se llaman. Cuando escuchamos a nuestro amigo el cuerpo nos resulta fácil reconocerlas. Para ello van a jugar a un juego que se llama “Escuchando y sintiendo a nuestro amigo el cuerpo”. La maestra pondrá diferentes melodías que evoquen diferentes emociones. Los niños deberán moverse al compás de la música y detectar cómo sienten el cuerpo. Para evocar la alegría, el miedo, la tristeza, y el enojo se elegirán ritmos y melodías adecuadas. Quien coordine la actividad irá anunciando: “Ahora se moverán como si estuvieran muy contentos...” Luego de unos minutos: “...como si estuvieran muy... enojados...” Y seguirá de igual manera con la tristeza y el miedo. Mientras se mueven harán expresiones con las caras que representen a las emociones que se vayan mencionando y bailando. Variación Para niños más pequeños la propuesta puede ser zapatear en el piso de acuerdo a las diferentes emociones, siguiendo el ejemplo de la maestra. “Ahora zapateamos contentos... Ahora tristes... Ahora enojados... Ahora con miedo...” Los niños irán imitando a la maestra si no lo pueden hacer solos. También en vez del zapateo pueden aplaudir, caminar, correr o saltar. Cierre Se guiará a los niños a que reconozcan las diferentes sensaciones que tuvieron al bailar o expresar con el cuerpo de diversas maneras las emociones, induciéndolos a que usen un idioma corporal, como por ejemplo “al bailar, o saltar el enojo sentí como algo blandito, o duro, o respiraba muy fuerte o despacito, o apretaba o abría grande lo ojos, etc.” Fuente: LA AUTORA. 2. Las cajitas de las emociones Introducción Anselmo: “¡Los voy a invitar a jugar a algo muy divertido. ¿Saben que los animales también sentimos? ¿ Que a veces estamos enojados o tristes o con miedo igual que ustedes los humanos? Los amigos verdaderos son los que nos dejan sentir lo que estamos sintiendo y no nos quieren cambiar nada... Eso se llama respetar a los demás, dejarlos sentirse como quieran. Aprender a conocer cómo se llaman nuestras emociones y respetarnos en lo que sentimos hace la vida más linda y la amistad más bonita. Para eso vamos a entrar en el mundo de las emociones. ¿Quieren que lo hagamos juntos? ¡Va a ser muy, muy entretenido!” Procedimiento a) Se mostrarán a los niños escenas en que las personas demuestran diferentes emociones y se les preguntará cómo creen que se sienten las personas de esas situaciones. Responderán, alegres, tristes, enojadas, con miedo. Ante cada escena que observen, ellos irán expresando lo mismo con sus rostros. La maestra podrá decir: “¡Ahora estamos alegres! ¿Cómo es la cara de alegría o de estar contentos?“ (Todos juntos la representarán) De igual manera harán con las otras emociones. b) Se dispondrá de varios juegos de cajas de diferentes colores que quepan unas adentro de otras. Estas serán tantas como grupos de niños. Si se forman seis grupos con cinco o seis niños, los juegos de las cajas serán los mismos, en este caso seis. El número de cajas también será de seis, cada una correspondiente a una emoción. Cada una de ellas irá encajada adentro de otra de mayor tamaño y en su base tendrá dibujada la cara de un niño con diferentes expresiones, en el siguiente orden, alegría, vergüenza, enojo, tristeza, miedo, alegría. Se les dirá a los niños que van a ir escuchando un cuento y que, a medida que la maestra les indique, deberán observar el dibujo del fondo de la caja que corresponde y detectar cuál es el nombre de la emoción que éste representa. El relato podrá ser del siguiente estilo: “Había una vez un niño que siempre iba a jugar a un lugar lleno de manzanos, pues en ese lugar el cielo era de un color muy bonito, de acuerdo a la hora del día era el color del cielo; además en ese lugar el olor del aire era el que a él le gustaba: a veces olía a helado de vainilla, otras de caramelo y otras de chocolate. Allí el niño se sentía muy... (feliz o alegre lo deducirán al observar la cara dibujada en el fondo de la primera caja). Un día, estaba con unos amigos y les estaba mostrando cómo jugaba con las ardillas que por ahí correteaban y lo bien que se subía a los árboles, cuando apareció una señora muy gorda, con las cejas muy gruesas y con una voz ronca como la de un trueno que le dijo: “¡Ey, tú, ese niño de esas orejas grandes como las de un elefante... ¡Qué estás haciendo allí... niño torpe, si no sabes hacer nada bien...!” Ante esos gritos sintió mucha... (aquí los niños observarán la cara dibujada en el fondo de la segunda caja, luego de haber retirado la primera y contestarán que la emoción que el niño sentía es vergüenza). Se seguirá con el relato interrumpiendo en la parte en que tengan que completar el cuento con el nombre de la emoción que aparezca y que seguirán deduciendo de los dibujos ubicados en el fondo de las cajas que les toque observar. “Entonces el niño empezó a darse cuenta que la cara se le ponía muy colorada y que le salía un aire caliente por la nariz, cuanto más le gritaba la señora más estaba... (enojado dirán los niños). Las ardillas, y los otros niños se habían escondido detrás de un árbol muy grande para que no los viera y como seguía la señora protestando se fueron yendo despacito y lo dejaron solo. Cuando se dio cuenta que no podía seguir jugando se sintió muy, muy ... (triste dirán los niños). Entonces después de llorar un ratito se fue yendo despacito y como se fue haciendo de noche empezó a correr para llegar pronto a su casa pues había empezado a tener un poco de... (miedo). Cuando abrió la puerta de su casa su mamá lo estaba esperando con una riquísima torta de chocolate y le dio una abrazo muy grandote y entonces el niño se sintió muy, pero muy... (contento dirán los niños) pues allí también estaban sus amigos y amigas que habían jugado con él en el bosque.” Cierre Se comentará cómo todos tenemos emociones diferentes y que es bueno sentirlas y poder expresarlas. Que los grandes sentimos lo mismo que los chicos aunque a veces sea por diferentes motivos. Variación Para los niños de más edad, se podrá relatar un cuento en el cual, vayan apareciendo en el texto las emociones de acuerdo a cómo unas son expresiones secundarias de las otras. Es decir que el enojo viene después de la tristeza y ésta del miedo, explicando que, en realidad siempre que hay enojo, detrás hay pena y detrás de la pena o el dolor, miedo. Un ejemplo de este texto puede ser el siguiente: “Estaba Ludmila, una niña muy hermosa, hermana mayor de seis hermanos, en la puerta de su casa esperando a una de sus mejores amigas, para ir a dar una vuelta. Se había puesto un vestido que la abuela le había comprado, para la comunión de su hermanita más chiquita que iba a ser en un ratito. Era ese su único vestido nuevo, como eran muchos hermanos no tenía vestidos nuevos muy seguido. Se sentía muy contenta con él pues le quedaba muy bonito y su abuela lo había cosido durante muchos días especialmente para ella para estrenarlo ese día. En eso estaba cuando sintió un golpe fuerte en su pecho y ¡oh sorpresa! una mancha horrible de barro estaba allí en su vestido. Su vecino Ramón y sus amigos, jugando y sin querer dieron con la pelota en el medio de su lindo vestido blanco dejándolo todo arruinado. Ludmila sintió muchísimo (enojo) y salió corriendo detrás de ellos gritándoles cosas horribles. Como corrían muy rápido se detuvo ya que ellos se habían escapado y así, toda sucia y furiosa, se sentó en el cordón de la vereda y se puso a llorar pues sentía mucha (tristeza). Al rato se acordó de todo lo que había trabajado su abuela para ella y pensó que ella se iba a enojar mucho con ella y que iba a dejar de ser su preferida, y le dio mucho (miedo) de que no la quisiera más como hasta ahora.” Fuente: LA AUTORA. 3. Don Enojón, Don Llorón y Don Miedoso Introducción Durante el día ustedes, los chicos y nosotros los grandes también, a veces nos sentimos enojados, otras tristes y otras con miedo. Es bueno poder darse cuenta de qué estamos sintiendo y sentirlo, ya que si cuando vienen a visitarnos esas emociones las dejamos un ratito con nosotros sin echarlas (pegando o insultando), ellas solitas se van. Vamos a conocer a unos amigos de Anselmo a los que nunca les dejaban sentirse tristes, enojados y con miedo, y que por eso se convirtieron en Don Enojón, Don Llorón y Don Miedoso. Procedimiento El maestro mostrará tres marionetas que pueden representar a tres personajes del cuento de Anselmo. Sandra, la boa, puede ser Doña Enojona, una viborita chiquita, Doña Miedosa, y un oso hormiguero, Don Llorón. Se puede inventar otra breve historia con estos tres personajes en la cual participarán los niños interactuando con las marionetas cuando el relato así lo permita. En la primera parte del mismo los niños sólo escucharán en silencio. “La víbora Sandra que por ser muy, muy grande, la llamaban boa, estaba muy enojada porque todos la acusaban de haber robado los colores y los dibujos de las viboritas más chiquitas que ella. Una de ellas estaba muerta de miedo, porque creía que Sandra podía llegar a hacerles cualquier otra maldad aunque no sabía bien qué. El oso hormiguero... lloraba todo el día porque después de haber arruinado varios hormigueros, sin querer, los osos hormigueros más grandes lo ignoraban y no querían jugar más con él. Como los tres eran alumnos de la Escuelita de la Paz de la pajarita Francisca y casi no se podía dar clase con ellos pues se pasaban protestando, llorando o temblando de miedo, la pajarita pensó y pensó y se le ocurrió una idea. Vino a esta escuela y me pidió que si ustedes la podían ayudar a que se les vaya el miedo a Doña Miedosa, así la llamaban a la viborita, a Sandra, Doña Enojona, y a Don Llorón, el oso hormiguero. ¿Quieren que la ayudemos, así pueden dar clase en la escuelita de Francisca? (El maestro le pregunta a los chicos). Entonces cuando Sandra pregunte si puede estar enojada ustedes tienen que responder que ¡Síííííí! Con todas las ganas. Cuando pregunte la viborita si puede estar con miedo, responderán que ¡Sííííí! con todas las ganas, y cuando el oso hormiguero pregunte si puede llorar, harán lo mismo. ¿Están de acuerdo?” Una vez que los chicos demuestren que entendieron la consigna, se seguirá con el relato haciendo actuar a las marionetas. Sandra: “Hola (con voz de enojada) yo soy Sandra y me gusta estar enojada, todos dicen que soy mala, ¡ellos son los malos que siempre me critican! ¡¡¡Estoy furiosa, enojadísima!!! Pero todos me dicen que no puedo estar enojada y eso me enoja más. ¡¡¡Mmmmbbbffff!!!” ¿Ah, estaban ahí? ¿Ustedes qué piensan? ¿Puedo estar enojada o no?” Chicos: “¡Sí, Sí, Sí, puedes estar enojada, todo lo enojada que quieras!” (repiten con el maestro). Sandra: “¿De verdad?” “¡¡¡Mmmmbbbfff!!! ¡Uy, se me está yendo el enojo! ¡Qué bueno!” (aplaude). Viborita: “¡¡¡Mmbfffbrr!!! Estoy temblando del miedo... ¡¡¡No puedo ni moverme de tanto miedo que tengo!!! Y todos me dicen que no puedo tener miedo, que tengo que ser valiente... y yo... ¡¡¡No puedooooooo!!! ¡¡¡Mmbffbrrr!! Y ustedes, chicos, ¿me dicen lo mismo? ¿Puedo tener miedo... o no?” Chicos: “¡Sí, sí, sí, puedes tener miedo! ¡¡¡Todo el miedo que quieras!!!” (repiten con el maestro). Viborita: “¿De verdad? ¿Lo dicen en serio? ¡Brrrrrr mbrrrrr! ¡Qué miedo, qué miedooooooo...! ¡¡¡Uy, se me está yendo el miedo!!! ¡Qué bueno!” (aplaude). Oso hormiguero: “¡¡¡Buaaaaaaaaaaabuuuaaaaaaaa!!! ¡Estoy muy, pero muy, pero muy triste... Y todos me dicen que no puedo estar triste y llorar todo el tiempo, y cuanto más me lo dicen ¡¡¡más lloroooooo!!! ¡¡¡Buaaaaaa Buaaaaaa...!!! Y... ¿ustedes chicos, me dicen lo mismo? ¿puedo estar triste y llorar todo lo que quiera o no...?” Chicos: “¡¡¡Sí, Sí, Sí, puedes estar triste y llorar todo lo que te guste!!!” (repiten con el maestro). Oso hormiguero: “¿De verdad? ¡Qué bueno! ¡Buuuaaaa, bu...a...a...! ¡¡¡Uy, se me están yendo las ganas de llorar!!! ¡Qué bueno! ¡Buenísimooooo!” (Aplaude). Las tres marionetas bailan juntas y cantan: ¡Ya no somos más Don Llorón, Doña Miedosa y Doña Enojona. Los chicos nos ayudaron a: Esta muy enojada, muy muy enojada, estar muy miedosa, muy muy miedosa, y estar muy triste, muy, muy, muy triste... ¡No queremos ser más! Yo Doña Enojona, yo Don Llorón, y yo Doña Miedosa Si a la tristeza, y al enojo y también al miedo dejamos estar quedarán un poquito y ¡luego se irán! Rincón de las emociones Se creará el rincón de las emociones, que será un espacio físico al que cada maestro junto con los chicos le podrá dar las características que su creatividad le indique. Allí habrá todos los elementos necesarios para expresar las emociones cuando lo necesiten. Almohadones y botellas descartables de plástico para saltar encima de ellos, muñecos, marionetas, para poder hacerlas hablar y decir lo que sienten, crayolas, papeles, pinceles, pinturas, plasticolas y tizas de colores, arcilla, plastilina para poder dibujar y moldear lo que están sintiendo, por ejemplo su enojo, tristeza o pena, etc. Ellos sabrán que en ese lugar las emociones se encuentran muy contentas de estar pues es su rincón en donde nadie les va a decir que se tienen que ir. Cuando ellas quieran, se irán por su cuenta, y entonces, al sentirse calmados los niños podrán retirarse y volver a sus lugares del salón. Cierre Los chicos se darán cuenta cómo todos podemos estar tristes, enojados o con miedo, y que es bueno estarlo siempre que no lastimemos a nadie, ni a ellos mismos ni a los otros, pues para eso están las emociones, para sentirlas así luego se pueden ir. Fuente: LA AUTORA. 4. ¡Jugando en los rincones, con las emociones! Introducción Anselmo: “¡Me encanta cómo se divierten y cómo los amigos de mis sueños también están jugando con ustedes! Nosotros los animales, también nos enojamos, sentimos pena o a veces estamos con miedo... Yo, soy bastante miedoso... Pero, con Francisca y los otros maestros de mis sueños, ¿saben qué? Aprendí a que mis emociones son mis amigas, por eso es bueno si nos visitan dejar que se queden un rato, el que ellas quieran y después dejarlas ir. Pero para eso tuve que aprender primero a darme cuenta de que habían venido. ¿Quieren jugar a reconocer a nuestras amigas las emociones cuando nos visitan?” Procedimiento Se crearán en el salón cinco rincones donde irán los niños para identificarse con las diferentes emociones. Uno será el de la tristeza, que podrá estar representado por una cara que exprese pena (puede ser Don Llorón, un oso hormiguero con cara de afligido o la cara de un niño llorando), el del enojo con la boa Sandra muy enojada o un niño con expresión de enojo, el del miedo y el rincón de la alegría identificados de similar modo. En el quinto rincón estarán todas las emociones juntas. El juego consiste en que el coordinador de consignas, que irán cumpliendo, a medida que las vayan recibiendo. Una consigna podrá ser que al escuchar palmadas diferentes tendrán que dirigirse a uno u otro rincón y expresar con su rostro la emoción que corresponda. Al escuchar una palmada irán al rincón del enojo, dos, al del miedo, tres al de la tristeza, si son cuatro palmadas al de la alegría, y cinco al de todas las emociones. Así es que deberán estar muy atentos para poder obedecer las consignas. Para que se transforme en un juego colaborativo en el que todos ganen, si quedan niños fuera del juego porque se equivocaron al escucharlas, los de cada rincón por turno, aplaudirán tantas veces como les corresponda a su rincón y así irán atrayendo a los compañeritos que quedaron fuera. Hasta que no estén todos los rincones ocupados en un número aproximadamente parejo el juego no continuará. El coordinador podrá guiar a la cantidad de alumnos que cada rincón podrá incorporar. Otra consigna podrá ser, hacer escuchar diferentes instrumentos o ritmos, por ejemplo, el tambor, para el enojo, la flauta para la tristeza, para el miedo, los platillos, para la alegría las maracas y para el rincón de todas las emociones hacer sonar los cuatro instrumentos al mismo tiempo. Cierre Se comentará cómo aunque todos ganen, igual se puede jugar de manera divertida y además quedar contentos pues no hay perdedores. Se hará notar que el premio, si lo hubiera, es para todos. Fuente: LA AUTORA. 5. Nuestro amigo, el señor miedo Introducción Ya hemos visto cómo Anselmo muchas veces tiene miedo, nosotros los grandes también tenemos miedo algunas veces. Es bueno saber que hay cosas para las que sirve tener miedo y otras que no pues no son reales, son un invento de nuestra mente. También podemos aprender a saber qué hacer cuando sentimos miedo. Procedimiento La maestra conversará con los niños sobre cómo hay temores que son causados por seres imaginarios como los monstruos y los fantasmas y que, para evitarlos es mejor no ver o escuchar historias sobre estos temas. Y también se hablará sobre algunos miedos que son buenos pues los protegen. Ellos mencionarán todos los peligros sobre los que los papás y mamás y los mayores les advierten y para los cuales les sirve tener algunos miedos como por ejemplo a cruzar solos la calle, a jugar con objetos peligrosos con los que se puedan lastimar como cuchillos, tijeras o aparatos eléctricos o comer o a tomar bebidas que les hagan mal, etc. Luego se los invitará a cantar una canción que pueden aprender para cuando están con miedo. Cuando un monstruo te asuste o un fantasma te persiga, sólo di: ¡Sal de aquí! Si de noche te despiertas y de miedo no te mueves, sólo di: ¡Sal de aquí! Si tu hermano es quien te corre y te asusta de lo lindo, sólo di: ¡Sal de aquí! Y grita fuerte: ¡Tengo miedo! Dilo pronto: ¡Tengo miedo! ¡Papi, ven! ¡Mami, ven! ¡Abuela, ven! ¡ Hermanito, ven! ¡¡¡Abrázenmeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!! Cierre Se comentará cómo está bien sentir miedo y poder hablar sobre él, como también poder cantarlo o buscar quien los abrace, ya que éstas son algunas de la maneras para que pueda empezar a irse. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 6. Nuestra amiga, la tristeza Introducción Todos nos sentimos tristes y hasta tenemos ganas de llorar, a veces por cosas que pasan de verdad y otras por cosas que imaginamos. Es bueno llorar cuando uno está triste y poder decirlo, también es bueno. Los grandes también estamos tristes algunas veces. Procedimiento Se conversará sobre los motivos por los cuales a veces ellos están tristes, como por ejemplo cuando algún animalito que quieren se enferma, o no pueden ir a algún lugar donde les habían prometido, o pierden algún objeto muy querido o se les rompe, como un juguete o una ropa que les habían regalado que les gustaba mucho, o extrañan a alguien por quien sienten mucho cariño y que dejan de ver o que no está en ese momento. Se les propondrá cantar una canción para expresar la tristeza. Cuando mi mamá me deja y yo no me quiero quedar, digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa! Cuando mi perro o mi gato se fue sin despedirse, digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa! Si un juguete que quería se rompió y no está más, digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa! Cada vez que estoy muy triste y tengo ganas de llorar, digo: ¡Buaaaa! Digo: ¡Buaaaa! Y si yo puedo decirlo y también puedo llorar casi sin que me dé cuenta ¡la tristeza se me irá! Cierre Se conversará sobre cómo cuando se puede llorar y se puede decir que estamos tristes finalmente la tristeza se va. Podemos decir que la tristeza es una amiga, pues la dejamos estar con nosotros. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 7. Nuestro amigo, el enojo Introducción Todos nos enojamos algunas veces. Unas personas se enojan mucho, mucho y muchas veces, otras menos. Pero todos alguna vez nos enojamos. Podemos enojarnos pero tenemos que tener cuidado sobre lo que hacemos con nuestro enojo, cómo lo “sacamos fuera”, tratando de no lastimarnos ni lastimar a nadie, ni con las palabras ni con el cuerpo. Procedimiento Se conversará sobre con qué cosas se enojan ellos y con qué personas, y qué les pasa en sus cuerpos cuando están enojados, cómo por ejemplo, si respiran más fuerte, se ponen colorados, aprietan los puños y los dientes, etc. y que nos sirve saber cuándo estamos empezando a enojarnos para poder hacer algo bueno con el enojo dejando que salga. Para eso van a cantar una canción todos juntos. Cuando estoy con mucho enojo estos pelos se me paran, las mejillas coloradas y mis puños apretados, tengo ganas de gritar; digo: ¡¡¡AAAAAAAAAAA!!! ¡Estoy muy, muy enojado de verdad! Cuando estoy con mucho enojo tengo calor en la cara, estos pelos se me paran, siento un fuego en mi nariz; tengo ganas de gritar; digo: ¡AAAAAAAAA! ¡¡¡Y también puedo saltar!!! ¡Estoy muy, muy enojado, de verdad! Y si grito, y si lo digo y también puedo saltar, el enojo se me achica y de a poco, de a poquito, de repente me doy cuenta... ¡¡¡no está más!!! Cierre Se conversará que, igual que con el miedo y la tristeza el enojo puede ser nuestro amigo para así poder sentirlo y decirlo pues es la manera de que se quiera ir. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 8. Nuestra amiga, la alegría Introducción A todos nos gusta estar contentos, alegres, felices. ¿No es cierto? ¡Es lindo sentirse así y también es lindo poder darnos cuenta de que estamos alegres! Cuando estamos contentos nos reímos o sonreímos, nuestra voz suena muy linda y también, seguramente las palabras que decimos, es probable que usemos el lenguaje amable. Vamos a cantar una canción para usarla cada vez que queramos y estemos contentos porque si nos damos cuenta, la alegría es mucho más grande todavía. Procedimiento En cada acción el maestro además de repetir juntos las frases, puede representarlas para que los niños las imiten (reír, cantar, bailar, correr, abrazar). ¡Cuando me siento feliz puedo reír puedo reír puedo reír y también decir: ¡Me encanta estar así de feliz! ¡Puedo reír, también cantar, puedo saltar, también decir: ¡Me encanta estar así de feliz! Puedo bailar, también zapatear, puedo correr, también abrazar, puedo decir: ¡Me encanta estar, así de feliz! Cierre Notarán cómo decir lo que uno siente cuando se trata de estar alegres, más que hacer que la alegría se vaya hace que ésta aumente o sea, que se sientan aún más contentos. Fuente: LA AUTORA. 9. Nuestra amiga, la naturaleza Introducción Anselmo: “¡Saben chicos, nosotros los animales nos enojamos, estamos tristes y con miedo, como ustedes, pero así como vienen nuestras emociones se nos van enseguida, y... ¿Saben por qué...? Yo tengo una idea... le voy a preguntar a mis maestras de las emociones, a la loba Fidelia y a la ovejita Berta, a ver si ellas están de acuerdo conmigo. Lo que se me ocurre es que, como estamos mucho con la naturaleza, ella nos enseña a llevarnos bien, porque en ella todo está bien, es muy lindo cómo nos podemos sentir cuando corremos por el campo, dormimos la siesta bajo un árbol o escuchamos el ruido del agua de un arroyito o la lluvia suavecita caer sobre la cara... ¿No les pasa así a ustedes? Les quiero contar un secreto para cuando estén con muchas emociones, escuchen bien que se los voy a decir bien despacito, como se dicen los secretos... Para que algunas emociones se vayan, además de reconocerlas y dejarlas estar, es bueno ir a un lugar donde haya mucha naturaleza...” Procedimiento Se les pedirá a los niños que cuenten sobre aquellos lugares de la naturaleza donde más les guste estar. Luego, si fuera posible, se podrá hacer una recorrida por algún lugar donde estén en contacto con la misma, ya sea, por una plaza, el patio o jardín de la escuela, y al hacer la recorrida ir haciéndolos observar y oler, escuchar y tocar lo que fuera posible que esté al alcance de los niños (piedras, plantas, agua, tierra, etc.). También se procurará que estén en silencio y quietos en algún lugar, y se podrá reforzar el paseo con una visualización del estilo de la siguiente: “Vamos a ir cerrando los ojos y sintiendo la respiración, cómo el aire está entrando y saliendo por nuestra nariz... y escuchando a nuestra respiración, vamos también a ir escuchando los sonidos que están en este lugar... cada uno sabrá qué es lo que puede estar escuchando que está en la naturaleza... y ahora vamos a ir sintiendo los olores... si es que sentimos algún olor especial que hay en este lugar y que nos trae el aire... y de alguna manera podemos ir dándonos cuenta quizás de si el aire que nos rodea es fresco o tibio, frío o caliente... (la temperatura la irá describiendo la maestra, de acuerdo a la que es real en esa circunstancia) e ir sintiendo en nuestro cuerpo como todo está bien y nosotros formamos parte, somos uno con toda esta naturaleza donde estamos... y despacito vamos a ir abriendo los ojos y mirando todo lo que hay a nuestro alrededor, sus colores, y formas y qué es lo que más nos llama la atención...” Se dará el tiempo suficiente para que aprovechen la visualización y el silencio que se habrá creado para observar con detenimiento la naturaleza. Luego se preguntará cómo sienten en el cuerpo esto de estar formando parte de la naturaleza como si fueran una hojita más, o una ramita, o lo que se les ocurra a ellos. Se reflexionará cómo todo lo que está vivo es muy valioso y es bueno cuidarlo y de cuántas maneras se puede cuidar, por ejemplo cerrando bien las canillas para conservar el agua, regando plantas, árboles y cuidando de que las flores caigan de las plantas cuando estén viejitas solamente, tratando con cariño a los animales, si tenemos una mascota dándole de comer lo que le hace bien, cuidando que siempre tenga agua fresca y limpia, arrojando los cartones, papeles, botellas, u otros objetos en los tachos de la basura y no en las calles ni en las playas, pues ensucian y no se transforman en nada útil para ellas, (como los restos de frutas o verduras) y además no pertenecen a la naturaleza por lo cual no es ese el lugar donde deben estar. Cierre Se conversará con los niños sobre cómo el estar en contacto con la naturaleza, y si es posible, descalzos les puede ayudar a dejar ir las emociones que quieran que se vayan, como el enojo, o miedo o la tristeza, pues la tierra y el agua son muy buenas para llevarlos con ellos. También reflexionarán que así como ella es generosa con nosotros y nos cuida, también es bueno que lo seamos con ella y la cuidemos todo lo que podamos. Fuente: LA AUTORA. 10. Le damos nombre a las emociones que sentimos Introducción Además de darnos cuenta de que nuestro cuerpo nos avisa cuando estamos sintiendo emociones, es también bueno saber reconocerlas, es decir saber cuándo se presenta una y cuándo otra, y también darles un nombre. Para ello van a jugar a un juego que se llama: “Le damos nombre a las emociones que sentimos”. Procedimiento El maestro irá leyendo las situaciones que estarán escritas en diferentes carteles que se irán colocando en diferentes partes del salón. En otro lugar del aula habrá una lámina con los nombres de las diferentes emociones, cada una de las cuales puede estar ilustrada con alguna situación dibujada por los niños. Situaciones: Te hacen un regalo que esperabas hace tiempo. (alegría) Alguien te insulta. (enojo, furia) Se burlan de ti. (enojo, vergüenza) Se va una maestra que querías mucho. (tristeza) Te ganaste un premio en un concurso. (alegría) Tienes que ir a visitar a una tía y no puedes ir a jugar. (enojo, pena) Un compañero que estudió mucho para poder pasar de año es reprobado, lo cambian de escuela. (tristeza) Alguien más grande y fuerte que tú te quiere golpear. (miedo) Tu mejor amigo sale a pasear con un niño nuevo y no te invitan. (celos) Tu papá te prometió un paseo que te gustaba mucho y no cumplió con lo prometido. (enojo, dolor) Te fue bien en una lección o prueba muy difícil. (alegría) Encuentras un perrito abandonado que está muy triste y mal alimentado. (compasión) Un compañero de clase te rompe algo que te costó mucho tener, una revista, un jueguito, etc. (furia) Un compañero se ríe de ti cuando te equivocas en la respuesta. (enojo) Observación Si la edad de los alumnos lo permite, se puede incorporar como emociones la envidia y la frustración; si son menores de ocho años, sólo se trabajará la tristeza, el enojo, el miedo y la alegría. La lista de situaciones se referirá a ejemplos más acordes con la edad de los niños, por ejemplo: “Un amiguito rompió tu muñeca nueva“; “Tu papá se fue y no te llevó a pasear con él”; “Tu mamá te abraza y te dice que te quiere”, etc.. Variación Se pueden formar cinco grupos, a cada grupo se le dan tres situaciones diferentes. Cada grupo prepara una representación muda de cada situación, el resto de la clase deberá detectar de qué se trata y luego ponerle el nombre de la emoción que hayan expresado. En este ejercicio se trabaja también el lenguaje no verbal. Actividades adicionales Mi libro de emociones: a) Pida a sus estudiantes que escriban cada día en dicho libro algo sobre sus emociones eligiéndolas de la lista de emociones primarias, nombrando la situación. Por ej.: “Me sentí enojado cuando…” o “Me sentí feliz cuando…” Pueden tener una libreta o un pequeño cuaderno que lo usen sólo para tal fin. b) En el mismo cuaderno, recortar y pegar dibujos, imágenes de revistas, diarios, etc. que representen las diferentes emociones primarias, en el lugar que les corresponde, o sea, sobre carteles escritos previamente que las nombren. Esculpiendo emociones: Dé a sus niños plastilina o masilla, pídales que elijan una emoción y que moldeen una escultura sobre ella. Después podrán escribir una historia acerca de su escultura y comentarla con el resto de la clase. Cierre Se comentará cómo el poder decir el nombre de la emoción luego de haberla reconocido nos ayuda a ser pacifistas. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 11. Los pensamientos son los padres de nuestras emociones Introducción Ahora vamos a conocer cómo son nuestros pensamientos para saber aún más cómo reconocer nuestras emociones. Procedimiento Comente a los niños que todas las personas hablan de sus pensamientos, y sin embargo no saben cómo son, que ellos tienen formas y van a empezar a aprender sobre ellas. Para ello van a escuchar con atención un relato. Lea el “Sueño de Juan y Marina” (u otro similar que abunde en palabras que representen imágenes, sonidos y sensaciones) pidiendo a sus alumnos que lo escuchen con los ojos cerrados. Se leerá el relato usando diferentes tonos de voz y ritmos de acuerdo al contenido del mismo. Cuando se refiera a imágenes procure que su tono sea alto y el ritmo rápido, con los sonidos use un tono medio y un ritmo pausado, y en las sensaciones haga la voz más baja y el ritmo más lento aún. Al concluir la lectura diga a sus alumnos que pueden abrir los ojos y pregúnteles qué partes les gustaron más. Cuando terminen de contestar haga hincapié en que: a) A algunos les llamó más la atención frases que se referían a colores, formas, luces, y constate que ellos “vieron” lo que relataban, tal como el agua transparente, la mojarrita que brillaba al sol, los colores verdes y azules del mar, etc. y eso que “vieron” se llaman imágenes. b) Otros recordaron más las frases referentes a la voz de la abuela, el silbido con que los llamaba el tío, el graznido de aves, el rumor de las olas, etc., y que ellas hacían alusión a sonidos. c) Y quizás para algunos el gustito a salsa y a queso derretido de las pizzas de la abuela, el calor de las piedras, el agua fresca como un helado, los olores, sabores, etc., fue lo que más recordaron, y que esas se llaman sensaciones. Explique que: Las FORMAS DE LOS PENSAMIENTOS son: Las IMÁGENES Los SONIDOS Las SENSACIONES que vieron, escucharon y sintieron mientras escuchaban el relato. Nuestro maravilloso cerebro está pensando siempre, aunque generalmente no nos demos cuenta, y que los pensamientos tienen esas formas. Pregunte a sus alumnos: ¿Quiénes sintieron como si conocieran esos lugares, como si el relato del cuento hubiera estado ocurriendo de verdad? ¿Por qué creen que es importante saber acerca de los pensamientos, cómo son, cómo se forman…? ¿Qué tiene que ver esto con el conflicto? Cierre Conocer las formas de los pensamientos sirve para saber más acerca de las emociones y comprender cómo siempre antes de sentir pena, tristeza, alegría, celos, enojo o cualquier otra emoción, hay un pensamiento que lo hizo nacer. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. El sueño de Juan y Marina Juan y Marina eran dos hermanitos que vivían en un pueblito al pie de una montaña. Era un pueblito muy chiquito por el que corría un solo río. La casa de ellos estaba muy cerca del río. Este era muy particular. A veces aparecía casi seco, sin nada de agua y otras traía tanta agua y tan turbulenta que daba miedo cruzarlo. A Juan y a Marina les gustaba mucho pescar, habían aprendido con su tío Pedro en una siesta de verano cuando todos dormían y la mamá no los dejaba salir por el calor. Pedro los llamaba con un silbido muy raro que sólo ellos conocían, como de lechuza y bicho feo al mismo tiempo, y ellos se escapaban por una abertura que tenía la puerta por donde entraban los gatos. Iban tan agachados al pasar por esa puertita y tan rápido que un día una vecina le dijo a la mamá que por la siesta sabían andar unos enanitos veloces que no entendía de dónde salían… ¡Qué calor que hacía! Era como si las piedras ardieran, como cuando se prende fuego sobre ellas para cocinar pizzas, y empanadas y pan, como lo hacía su abuela Juana, la que vivía del otro lado del río y ¡qué ricas que eran! Con ese gustito a salsa y el queso derretido y tan doradas que salían… La abuela siempre les decía con esa voz chillona que tenía: “¡¡¡Cuidado con escaparse a la hora de la siesta que andan los guardianes y se los van a llevar a la comisaría!!!” Entonces se acordaban de la voz de la abuela pero tenían tantas ganas de ir con el tío a pescar, que con el corazón haciéndoles “tam tac—tam tac…” iban igual. Cuando llegaban al río era todo verde, fresquito, la tierra con piedras de colores debajo del agua transparente… Y allí se quedaban en silencio… Hasta que pescaban una mojarrita, que brillaba y se movía al sol, asustada, con el agua brillante sobre su piel, ¡¡¡era tan lindo!!! Les daban ganas de correr y saltar de la alegría… Y allí sí que no hacía calor, el agua era fresca como una helado y hasta cuando se mojaban mucho en el otoño y no se movían se les ponía la piel de gallina. Y Pedro que se reía con esa boca grande que abría y miraba para arriba y hasta le salía un hipo y no podía parar de reírse. Un día, los invitaron a ver una película donde dos chicos pescaban en ¡¡¡el mar!!! Ellos nunca habían salido del pueblo… ¡Qué enorme les pareció el mar…! Tanta agua junta y con esos colores, verdes y azules que reflejaban el dorado del sol… Y esas olas que de tan grandes parecían montañas pero ¡¡¡de agua!!! Se quedaron mudos, no pudieron hablar por mucho rato, ¡¡¡qué ganas tenían de ir allí a pescar!!! ¿Cómo podrían hacer para ir…? Entonces pensaron y pensaron en el mar… trataban de sentir el olor que creían que tenía, y el gustito salado del agua del que hablaban en la película, y el ruido que hacían esas olas al romperse contra las piedras… y soñaban despiertos y dormidos con el mar. Se podían ver sentados a la orilla pescando unos peces enormes, tan grandes que se les doblaba la caña… y podían sentir bajo sus pies la arena húmeda y hundirse en ella y pisar los caracolitos que les pinchaban la planta de los pies… y escuchar los sonidos que hacían esos pájaros grandes y blancos de la película… Un día la maestra les dijo que había llegado una invitación para participar de un concurso de dibujo… y el premio era… un viaje a una playa donde había mar… Y les pagaban todo y ¡¡¡podían llevar a otro chico de invitado!!! Entonces hicieron unos dibujos muy lindos con muchos colores, hasta brillitos les pegaron y se presentaron al concurso… Pasaron muchos días hasta que una mañana al volver del colegio se encontraron con un sobre… Las manos les transpiraban, la boca se les secó y no podían hablar, la hermanita abrió el sobre con los dientes de los nervios… y ¡¡¡allí estaban los dos pasajes del premio!!! ¡¡¡Habían ganado el concurso!!! El sueño se hizo realidad, tanto lo soñaron que lo lograron… ¿Y les cuento una cosa? Cuando volvieron les contaron a todos que el mar era más lindo todavía que en la película… Pero además aprendieron algo que no estaba en ningún libro: para que los sueños se hagan realidad hay que soñarlos mucho y ¡¡¡con toda la fuerza del corazón!!! 12. Los detectives de pensamientos y emociones Introducción La maestra explicará a sus alumnos que ahora que ya saben cuáles son las formas de los pensamientos (imágenes, sonidos y sensaciones) que están constantemente en el cerebro, van a investigar en sí mismos cómo es que éstos están siempre originando emociones. Para ello se van a convertir en detectives de sus pensamientos y emociones. Los detectives buscan información y prestan mucha atención para encontrarla. Procedimiento Se guiará la siguiente visualización de acuerdo a las instrucciones especificadas en el ejercicio anterior en relación al volumen, tono y ritmo de la voz y tomándose unos cinco minutos como mínimo para hacerlo. “Ahora van a cerrar los ojos y respirando profundamente van a ir aquietándose… y ahora van a pensar en algo que les gusta mucho, que los ponga muy contentos… y sólo van a contestar cuando yo les diga que abran los ojos… ya piensen… ¿Qué es…? ¿Cómo es…? ¿Tiene forma, color, es una imagen fija o se mueve? ¿Pueden darse cuenta si están en algún lugar? ¿Dónde están? ¿Cómo es ese lugar? ¿Están solos o acompañados? No contesten todavía… ¿Qué ven…? ¿Escuchan algo? ¿Qué escuchan? ¿Cómo son esos sonidos, palabras… otros sonidos…? ¿Cuáles? Y ahora dense cuenta si hay algún olor o sabor… u otra cosa que estén sintiendo con el tacto o alguna temperatura… ¿Qué sienten? Ahora abran los ojos y compartan si lograron sentirse contentos.” Guíe la reflexión de acuerdo al siguiente cuestionario: ¿Quiénes lograron sentirse contentos de verdad? ¿Cómo se dan cuenta de que esto ocurrió? ¿Qué sintieron o sienten en el cuerpo? ¿Cómo es esa sensación? Invítelos a describirla haciendo resaltar las diferencias, por ej. un niño puede decir: “Es como si me entrara más aire.” Otro podrá decir: “No, para mí es que me subió un calorcito…” Luego de compartir las respuestas dé la siguiente consigna haciéndolo de una manera rápida y sin que los alumnos cierren los ojos. “Ahora pónganse muy contentos pero sin pensar en nada… ya… pónganse contentos… ¿Están contentos?”, “Más contentos...”, “Un poco más aún”. Guíe la siguiente reflexión: ¿Cuál de las dos veces pudieron ponerse más contentos? ¿Por qué les resultó más fácil cuando cerraron los ojos? ¿Cuál fue la diferencia? Explique a sus alumnos: Esto que les ocurrió con la alegría ocurre con todos los sentimientos. Cuando el cerebro repite mucho algunos pensamientos que tienen imágenes, sonidos y olores, sabores, temperaturas, etc. termina creyendo que son verdad. Reconocerán que cuando ven propagandas en la televisión, por ejemplo, si tienen mucho calor y ven una botella, con todos sus colores y hasta las gotitas del agua helada que le chorrean por el envase y escuchan el sonido de la tapita cuando se abre y el que hace el líquido al deslizarse dentro del vaso termina dándoles ganas de tomar esa gaseosa y si no hay en la casa capaz que van y la compran. Propicie que sus alumnos den varios ejemplos más. Relacione esta información con el proceso por el cual los pensamientos que creemos que son verdaderos dan origen a las emociones. Por ejemplo, si alguien piensa muchas veces que una persona le tiene rabia, y la ve en su pensamiento con cara de enojo mirándola y escucha su voz también en su pensamiento, diciéndole cosas desagradables, y hasta siente en su cuerpo la sensación de que la empuja, y todo esto está sucediendo en su mente, en su imaginación, (cine mental), aunque no se dé cuenta, esto que imagina, le produce mucho enojo pues su cerebro, tal como pasa con las propagandas o con el relato de Juan y Marina, cree que ocurre “de verdad”. O sea que sus pensamientos, sus representaciones (imágenes, sonidos y sensaciones) dan origen a sus emociones. Actividad adicional Pida a sus alumnos que en un cuaderno anoten las propagandas que vean por TV o alguna película que hayan visto y qué emociones sintieron al verlas. Cierre Reflexione con sus alumnos: ¿Para qué sirve conocer esta información? ¿Por qué es bueno saber cómo se forman los pensamientos de las personas…? ¿Por qué es importante saber esto si se trabaja con el conflicto? Oriente a sus alumnos para que comprendan que los pensamientos dan origen a las emociones y las personas no se dan cuenta de que esto ocurre. Aprender a darse cuenta de cuáles son los pensamientos que se están teniendo, cuáles son sus formas, cómo se cree que son verdaderos y originan las emociones, es poder empezar a desprenderse de gran cantidad de conflictos. Al mismo tiempo el darse cuenta de cómo cada palabra, gesto, mirada, etc. produce pensamientos en los demás y por lo tanto emociones, nos enseña que es bueno ser cuidadosos tanto con lo que se hace como con lo que se dice, para evitar que se produzcan conflictos o ayudar a resolverlos pacíficamente. Fuente: Un mirar un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 13. El tren de los pensamientos, emociones y conductas. Introducción Se comentará a los alumnos que las personas siempre tenemos conductas, que las conductas son las cosas que hacemos y que incluso no hacer algo es también una conducta, que las conductas de una persona enojada generalmente son diferentes a las de una que está alegre, o de otra que está con miedo o con celos, o que está triste. Para aprender más sobre las emociones y las conductas van a armar entre todos un tren, el tren de los pensamientos, emociones y conductas. Procedimiento Se recuerdan los nombres de las emociones más primarias: dolor, pena, tristeza, enojo, furia, celos, miedo, alegría, amor, compasión. Se les pide que completen la siguiente guía donde anotarán al final de cada frase qué hacen las personas en las siguientes situaciones: o Cuando tienen miedo: gritan, corren, lloran, no hacen nada, etc. o Cuando están contentas: cantan, se ríen, abrazan, etc. o Cuando están enojadas: ................................................................... o Cuando están tristes: ................................................................... o Cuando están celosas: ................................................................... o Cuando están envidiosas: ...................................................................... o Cuando tienen vergüenza: ....................................................................... o Cuando sienten compasión: ....................................................................... o Cuando están furiosas: ........................................................................ Se guiará la siguiente reflexión: ¿Qué creen que ocurre en nuestro cerebro que hace que tengamos ciertas conductas? = Emociones. ¿Qué hay en nuestro cerebro que da origen a las emociones? = Pensamientos. ¿Qué formas tienen los pensamientos? = Imágenes, sonidos y sensaciones. Refuerce la información con los alumnos sobre que los pensamientos producen emociones y a las emociones les siguen conductas. Suponiendo que los pensamientos son la locomotora de un tren, si las emociones ocupan el primer vagón y las conductas el segundo, pregunte: ¿Cuál de las partes del tren es la que lleva la dirección? Divida al grupo de alumnos en tres subgrupos, unos representarán la locomotora del tren o sea los pensamientos, otros el primer vagón, o sea, las emociones y el tercer grupo las conductas, es decir aquello que hacemos como consecuencia de haber tenido emociones y pensamientos. Se podrán incluso agrupar físicamente en tres lugares del salón donde estén representados los pensamientos, emociones y conductas por dibujos que simbolicen la locomotora y los dos vagones con los nombres que correspondan a cada figura. En el lugar preciso podrán ubicarse los tres grupos. Al escuchar las diferentes consignas avanzarán hacia el centro dando tres pasos al mismo tiempo, ya sea a los pensamientos, las emociones y/o las conductas. Cuando los chicos escuchen: “Me burlo de un compañero”, avanzará el vagón de las conductas; “siento miedo”, el de las emociones; “Ella me tiene rabia”, el de los pensamientos. Podrán decirse las consignas en orden, o sea, primero un pensamiento, luego la emoción y finalmente la conducta. La lista de pensamientos, emociones y conductas podrá ser del estilo de la siguiente: Pensamientos: “Me va a hacer un lindo regalo.” “No me mira porque me tiene rabia.” “Si hablo me va a gritar.” “El me quiere mucho.” “Esta cuenta es muy difícil y si no la hago la maestra me va a retar.” “Mi mamá me debe estar esperando con milanesas con papas fritas.” “La quiere más a ella que a mi.“ Emociones: “Estoy contento.“ “Me da miedo que no me quiera.” “Me enojo cuando me gritan.” “Siento mucha alegría.” “Estoy asustado.” “ Me siento feliz.” “Siento celos.” Conductas: “Corro a decirle que quiero ver mi regalo.” “La miro fijo a los ojos.” “Pego un buen grito.” “Lo abrazo.” “Cierro el cuaderno y lo guardo.” “Me voy a mi casa rápido a comer” “Me pongo a llorar.” Cierre Se guiará la reflexión para obtener algunas respuestas relacionadas con los siguientes conceptos: el primer vagón que debe cambiar de dirección si se quiere cambiar alguna conducta o emoción es el de la locomotora, o sea el de los PENSAMIENTOS, pues de acuerdo a los pensamientos que se tienen serán las emociones que le sigan y de acuerdo a ellas serán las conductas. Por lo tanto al cambiar la locomotora de dirección también lo hará el segundo vagón, de las emociones y también el tercero, de las conductas. Es muy bueno conocer cómo, cuando tenemos un conflicto, para cambiar las conductas se deben cambiar antes las emociones y por lo tanto, primero, los pensamientos que le dan origen. Fuente: Video “Anselmo, la locomotora y los vagones” de Cecilia Ramos Mejía. 14. Buceando en nuestros pensamientos y emociones Introducción Anselmo: “¿Ustedes saben qué es un buzo? ¡A que no lo saben! ¿Saben...? (escucha las respuestas). No me digan que es alguien que se mete debajo del agua y puede respirar, pero eso es un pez o un cocodrilo, o ... ¡Ah, es un humano! ¿Y cómo hace para respirar? ¡Ah sí, se pone como una enorme cacerola de vidrio transparente dada vuelta en la cabeza y respira por un tubo que enchufa en la nariz! ¡Debe ser lindo eso de ver qué hay debajo del agua! ¡Yo no puedo hacerlo! Me parece que ustedes van a bucear, es decir buscar algo que está debajo de... ¿Debajo de qué estará lo que tienen que bucear...?” Procedimiento Este es un trabajo individual de “buceo” dentro de sí mismos. El docente dará la siguiente consigna: Completa la guía de trabajo, imaginando que te ocurren las siguientes situaciones, debes: 1) Reconocer y escribir qué piensas en cada situación (qué te dices a ti mismo), qué sientes (presta atención a tus sensaciones corporales y reconoce la emoción, eligiéndola de la lista de “emociones primarias”) y qué haces. 2) Imaginar y escribir un pensamiento diferente, debajo del título “puedo pensar”. 3) Descubrir cuáles son las emociones y conductas que acompañan al nuevo pensamiento y cuáles son las diferencias con las anteriores (estoy pensando). Situaciones 1. Mi mejor amiga se sienta con otra compañera en el paseo en micro. a) Estoy pensando: “No me quiere más”. Estoy sintiendo: Pena, celos. Estoy haciendo: No le hablo, me hago la distraída. b) Puedo pensar de diferente manera: “La compañera le pidió que se siente, ella no la eligió”. Estoy sintiendo: Muy poquitos celos. Estoy haciendo: Le pregunto por qué no se sentó conmigo. 2. Mi hermanito rompió mi lapicera nueva. a) Estoy pensando: “¡Es un inútil, siempre hace lo mismo!”. Estoy sintiendo: Furia. Estoy haciendo: Lo zamarreo y le grito. b) Puedo pensar de diferente manera: “Lo hizo sin querer, es que le gusta mucho mi lapicera”. Estoy sintiendo: Pena. Estoy haciendo: Lloro un poco y le digo que no toque más mis cosas. 3. La maestra me pone una mala nota porque hice los ejercicios de matemática mal y no puedo ir como abanderada. a) Estoy pensando: “Me tiene rabia” Estoy sintiendo: Enojo y miedo de que mi mamá se desilusione de mí. Estoy haciendo: Les digo a mis amigas que es injusta. b) Puedo pensar de diferente manera: “Tenía razón, no entendí los ejercicios”. Estoy sintiendo: Vergüenza. Estoy haciendo: Le pido que me explique porqué me puso esa nota y qué hice mal. 4. El jefe del equipo de football del barrio no me pone casi nunca a jugar. a) Estoy pensando: “Me tiene rabia”. Estoy sintiendo: Furia. Estoy haciendo: Me voy del equipo y no juego más. b) Puedo pensar de diferente manera: “No me elige para jugar porque piensa que no soy bueno”. Estoy sintiendo: Tristeza y un poco de enojo. Estoy haciendo: Me entreno con otros amigos otro día para jugar mejor. 5. Mi compañero de banco se quedó con mis figuritas y no me las devuelve. a) Estoy pensando: “Es un ladrón”. Estoy sintiendo: Enojo. Estoy haciendo: Se las pido y si no me las devuelve le saco otra cosa que me gusta y me la guardo. b) Puedo pensar de diferente manera: “Las perdió y no se anima a decírmelo”. Estoy sintiendo: Menos enojo. Estoy haciendo: Le digo que me diga porqué no me las da. 6. Me retaron porque creía que me estaba copiando en una prueba y no era verdad. a) Estoy pensando: “La maestra es una injusta”. Estoy sintiendo: Mucho dolor y enojo. Estoy haciendo: Me pongo a llorar. b) Puedo pensar de diferente manera: “Se confundió, porque todos hacíamos lío y vio mal”. Estoy sintiendo: Enojo. Estoy haciendo: Le pido que me tome la prueba a mí sola para demostrarle que sí sabía el tema. 7. Un grupo de chicos se burla de mí porque me raparon ya que tenía piojos. a) Estoy pensando: “Son una porquería”. Estoy sintiendo: Vergüenza y miedo de que las chicas me dejen de lado. Estoy haciendo: Les grito y le pego a uno de ellos. b) Puedo pensar de diferente manera: “Me quieren hacer quedar mal porque soy amigo de las chicas más lindas” Estoy sintiendo: Muy poco enojo. Estoy haciendo: Me río y les sigo el chiste. Actividades adicionales En el libro de las emociones, podrán anotar cada vez que tienen un conflicto con alguien: Estoy enojado (celoso, triste, etc.) con: ... Porque pienso que: ... Y si no se trata de un conflicto pero tienen miedo o vergüenza, pueden hacer lo mismo anotando: Siento miedo de o por… o vergüenza con/de… Porque pienso que… Cierre Reflexione con los alumnos que cuando sentimos emociones siempre hemos tenido antes pensamientos, que creemos que son verdaderos, y generalmente no averiguamos si son ciertos. Si podemos tener otros pensamientos es probable que cambien nuestras emociones. Estas emociones nos llevan a decir o hacer cosas y a veces a no decir ni hacer nada. Todo ello son acciones y algunas nos perjudican a nosotros mismos y son como señales que nos pueden llevar a aprender muchas cosas. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. Bibliografía recomendada para leer a los niños: “Me siento solo”, “Tengo celos”, “No es justo” de la colección Mis sentimientos, Editorial Albatros. LA HISTORIA DE MARILYN Había una vez, en la parte húmeda de un bosque de algarrobos, una araña pollito mamá, que vivía feliz con su hijita Marilyn. Como la arañita era aún muy pequeña, su mamá, con mucha ternura y paciencia, se dedicaba a enseñarle, todas las mañanas, el oficio de tejer telarañas. —Para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la derecha y a la izquierda, nudo de dos, y remata en tres, a la mitad de cada hilado —repetía la mamá una y otra vez como en un verso. Marilyn avanzaba lento como todas las arañitas de su edad. Cada tanto se enojaba o se confundía, y su mamá, con eterna paciencia, la llenaba de besos y de risas comprensivas. Un día, en el medio del bosque, la mamá empezó a sentir movimientos extraños, que nunca antes había oído en los muchos años que tenía. Alerta con sus cinco sentidos, pero tratando de serenar a la pequeña, que la miraba inmóvil a través de sus largas pestañas, la mamá intuía algo peligroso. Y, antes de que ocurriera algo malo, decidió salir a investigar. Así que sentó a Marilyn y le dijo: —Querida hijita, presta mucha atención a lo que te voy a decir: Voy a salir a ver qué es lo que está sucediendo. Tú quédate quietita y, hasta que yo vuelva, ni se te ocurra moverte de tu lugar, ¿está bien? —Sí, mami querida —respondió Marilyn, y encontró un huequito en un árbol donde se dispuso a jugar y a esperar. Dibujó corazones en la tierra con una ramita seca, hizo una casita con tronquitos, exploró todo el árbol por dentro, jugó a subir despacito y a tirarse rodando una y otra vez, juntó piedritas de colores, hasta que empezó a cansarse de tanto esperar. Entonces, decidió salir del árbol, y enorme fue su asombro al darse cuenta de que el sol ya no estaba, y de que su mamá no había vuelto aún. Trataba de no pensar, pero, de sentirse solita, empezó a pucherear y no aguantó más. Montones de lagrimitas chorrearon por su peluda cara, como perlas de agua caían, hasta formar un charquito debajo de ella. Lloró toda la noche y parte de la mañana, y, al mediodía, salió del huequito y comprendió que su madre no volvería. Entonces empezó a caminar. No sabía bien para dónde iba, pero caminaba mirando fijo hacia el suelo. Todos los animales del lugar, enterados de la ausencia de la madre, le preguntaban si necesitaba ayuda, si quería comida, o le ofrecían sus hogares para que pudiera quedarse por las noches. Marilyn no los escuchaba y avanzaba a paso firme. —No necesito la lástima de nadie —se decía muy enojada. Y caminó y caminó con paso veloz y con mucha energía. Estaba dispuesta a alejarse de todos los que la conocían. Al cabo de tres días de andar, tropezó con una ramita y, al caer, comenzó a llorar desconsoladamente. Extrañaba a su mamá, sus enseñanzas, su casita y, además, estaba muerta de hambre. Esa noche se alimentó de semillas y capullitos de seda abandonados. Buscó refugio entre unas ramitas de cedro y allí durmió a pata suelta. Al día siguiente, inspeccionó el lugar y no saludó a ningún animal de los que amablemente se acercaban a darle la bienvenida. Todos la miraban con ternura, pero ella no les respondía, estaba encerrada en su enojo y en su dolor. Pero ella se repetía: para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la derecha y a la izquierda, nudo de dos, y remata en tres, en la mitad de cada hilado. Era lo único que pensaba y pensaba. Cuando encontró un árbol caído, una piedra con musgo en una esquina y dos cedros enfrentados, se dijo: “Esta va a ser mi guarida para siempre, y ya me van a conocer”. Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada, empezó, cuando todo el bosque dormía, y tejió sin descanso hasta el atardecer. Así pasaron los días, y Marilyn crecía, sus patas estaban cada vez más fuertes, y su tela avanzaba y avanzaba. Ya nadie se le acercaba. Algunos pensaban que estaba loca, otros, enferma de tanto trabajar, y había quienes decían que ya se le iba a pasar, que se iba a cansar de hacer todos los días lo mismo. Nada de esto le importaba a Marilyn, que tenía una sola idea fija. Trabajar y trabajar para calmar sus penas. De tanto trabajo, se armó una trinchera de telaraña, una trampa perfecta. Nunca más pasaría hambre... y se prometió cazar a cuanto bicho se le acercara, en eso se divertiría de lo lindo. Y, así, cazó mariposas, gusanos, hormigas, cucarachas voladoras, moscas, mosquitos, y la lista seguía sin fin. Marilyn engordaba mucho y se proponía cazar presas cada vez más grandes, aunque no tuviera hambre. Un día cayó, en su red, una libélula inocente y confiada, que enseguida empezó a implorar clemencia y a llorar. —Ten piedad, araña, por favor, te lo pido ¡déjame ir! —pedía la libélula llorando. —Verás, acabo de ser mamá de ocho libelulitas y, si no vuelvo para la noche, morirán de hambre... tan pequeñas son —lloraba la libélula mamá. —Qué tierna historia –se reía Marilyn– sabrás que me importa muy poco lo que me cuentas... —¡Por Dios, araña!, ¡déjame ir! Pero Marilyn no contestaba y se reía de una forma que daba muchísimo miedo. Entonces la libélula cerró los ojos, se preparó para lo peor y, tragando saliva, así rezó: —Astros del cielo que iluminan nuestro camino, bosques de cedros que protegen nuestro vivir, agua del arroyo que nos refrescas y nos das alimento, pájaros de las nubes que conmigo han sabido jugar, perdonen a esta araña que no sabe lo que hace, algún día será madre y comprenderá lo que yo siento. Diciendo esto, derramó su última lágrima, respiró profundamente, cerró los ojos y esperó. Y esperó y esperó, y rezó y rezó. Pero nada pasaba, y más nerviosa se iba poniendo. Cuando no aguantó más, abrió un ojo despacito y ¿saben qué vio?: ¡La araña, que... estaba llorando! Las lágrimas caían de sus ojos. La libélula miraba sorprendida y, con ternura, le dijo: —¿Qué es lo que pasa, pequeña? —porque, recién en ese momento, se dio cuenta de que, a pesar del tamaño, no era una araña adulta. —¡Extraño a mi mamááá! —gritó la araña, que se ahogaba en sollozos. Un día se fue y nunca volvió, ¡me siento sola! La libélula la miraba casi sin poder hablar. Al final tomó fuerzas y le dijo: —Mira, pequeña, a veces ocurren cosas que no tienen explicación y que nos duelen mucho. Comprendo lo triste que estás y quisiera poder ayudarte. Si me liberas, prometo ocuparme de ti para que ya nunca te sientas sola. —¡No! –respondió con fuerza la araña–, seguro que te irás y no volverás por aquí. Si te dejo presa, por lo menos, podré charlar contigo. —Pero por poco tiempo, pequeña, pues, presa como estoy, ten seguridad de que, dentro de dos días, moriré. Si me liberas, estaré por siempre a tu lado, siempre que me necesites. Confía en mí. —Yo no confío en nadie. —Y por eso estás tan sola, pequeñita, cree en mi palabra y verás cómo todo puede cambiar. —No, no te creo, lo dices para que te libere, pero yo sé que después no volverás. No te creo nada. —Bueno, tú eliges entre quedarte sola o creer que tal vez puedas empezar a hacer amigos. —¡Es que no puedo creerte! —lagrimeaba la araña. —¿Acaso dudas de que salga el sol cada día? Apuesto a que no, pues esto es lo natural, lo que ocurre todo el tiempo. Confiar es tan claro como eso, como creer que cada día saldrá el sol. La araña quedó pensativa y en silencio, ésta era una apuesta que tenía que hacer. Pensó un rato y, por fin, se decidió. —Te liberaré... he decidido confiar —y, diciendo esto, la fue soltando. Mi nombre es Marilyn. —El mío, Graciela –sonrió la libélula–. Hoy has ganado una amiga y verás que, de ahora en adelante, nunca más estarás sola. La libélula se fue alejando despacito, con la alegría de volver a vivir. Era tan linda la vida... Marilyn se durmió con una sonrisa en la boca. Se despertó tarde, al día siguiente, cuando golpearon a su puerta. “Qué raro ––se dijo–“, ya que nunca nadie la visitaba. Cuando se encontró con Graciela y sus ocho hijitas, que traían miles de guirnaldas con flores, se llenó de alegría. Todas las libélulas hablaban al mismo tiempo, hasta que empezaron a cantar a una voz: —¡Le damos las muchas gracias, le damos las muchas gracias, le damos las muchas gracias, de todo corazón! Y, mientras cantaban, la rodeaban y le regalaban las guirnaldas de colores. Marilyn lloraba, pero, esta vez, de alegría. No podía creer que estuviera recibiendo tanto amor. Jugaron todo el día y, cuando atardeció, se fueron despidiendo una por una. Graciela miró con ternura los ojos de la araña y le dijo: —Gracias, Marilyn, gracias por confiar. Y Marilyn respondió: —Y gracias a ti, Graciela, por enseñarme a confiar. Así, cada una volvió a su casa. A la mañana siguiente, la araña se llevó una enorme sorpresa cuando, al despertar, no sólo estaba la libélula con todas sus hijas, sino que, además, había una familia entera de bichitos de luz. Y, luego, llegaron los gusanos de seda, las ranas y muchos animalitos del bosque, que estaban ansiosos por conocer a la nueva amiga. Así, alegremente, la araña jugaba con uno y con otro, hasta que un día apareció una araña más pequeña que ella. —Mucho gusto, Marilyn –dijo la arañita–, mi nombre es Camila, y se comenta por aquí que eres la mejor tejedora de la zona. ¿Tendrías la bondad de enseñarles a mis hijas?, es que yo no tengo paciencia. —Sí, claro —se sorprendió Marilyn. Y bien rapidito aparecieron doce arañitas de lo más simpáticas. —Ah, vinieron mis primas también... —sonrió Camila mientras aparecían catorce arañitas más. Entonces todas juntas se fueron de excursión y, cuando encontraron el lugar adecuado, Marilyn comenzó: —Para arriba y para abajo, nudo de cuatro, a la derecha y a la izquierda, nudo de dos, y remata en tres, en la mitad de cada hilado. Al verlas trabajar, Marilyn sonreía agradecida de poder enseñar con el mismo amor con que había aprendido. Las arañitas crecieron y las amistades también. Después, por supuesto, vinieron reuniones, fiestas, cumpleaños y casamientos, y hasta una araña pollito. La vida de siempre. Pero cada atardecer, cuando el sol se hundía lentamente en la tierra, Marilyn miraba confiando que al día siguiente volvería a amanecer. Y recordaba con amor cuando la libélula la liberó de su enojo, de su tristeza y de su miedo, para entregarla ahí, justo ahí, a ese lugar donde la tierra sostiene, la luna alumbra, las plantas crecen, y la vida respira detrás de cada flor; porque la cuestión era tan simple como confiar en que todo ocurre, por naturaleza. CIARABAU FELIPE: EL GATO MIEDOSO Había una vez, un gato muy listo, es decir, muy pícaro y travieso, que no era de nadie, y era un poco de todos. Él no vivía en una casa, con una familia, sino que era callejero, dormía en cualquier parte, y comía lo que encontraba por ahí. Es por eso que se las arreglaba muy bien, y sabía cómo defenderse ante cualquier peligro. Todo era perfecto para Michi (como lo llamaban los chicos del barrio), hasta que llegó al vecindario una familia nueva. Como Michi era muy curioso y además estaba aburrido, dio un salto por la reja de la casa más linda de la cuadra, y cayó justo en el jardín del vecino. Pisando todas las flores, y espantando a las mariposas que salieron volando asustadas, Michi se encontró de pronto con Roco, un gran perro Doberman, que estaba allí, parado frente a él. ¡Imagínense el susto que se pegó Michi! Así que, sin pensarlo dos veces, salió corriendo (qué digo corriendo, casi volando), y con el apuro, volteó las latas con pintura rosa, que estaban en el patio. ¡Pero no se imaginan lo que pasó!... Se patinó sobre la pintura derramada, y cuando se quería levantar, se volvía a caer. Roco le gruñía y le ladraba tan fuerte, que todos los perros de la cuadra empezaron a ladrar al mismo tiempo. Una nena salió de la casa a ver qué pasaba y empezó a gritar: “¡Mamá! ¡Mamá! ¡Hay un gatito rosa en el jardín!” Salieron la mamá y el papá, y alcanzaron a ver a Michi, todo teñido de color rosa, saltando la gran reja. Los padres soltaron una carcajada y no podían parar de reírse, porque… ¿quién vio un gato rosa alguna vez? “Pantera rosa” sí, en la tele, pero ¿gato rosa? ¡Era toda una novedad! Muy enojado Michi, y ya fuera del peligro de ese gran perro, se empezó a revolcar en la tierra de la calle, para ver si se le iba la pintura. ¡Pero no! En vez irse el color, se le pegaron las florcitas caídas de los árboles; así que Michi, además de rosa, estaba todo lleno de flores. ¡Qué papelón! ¡Y justo pasaba por enfrente la gatita que a él le gustaba! Ella también se reía, cuando lo vio, y todos los vecinos que pasaban por ahí, también se reían. Michi se sentó muy pero muy triste, atrás de una pared, para que nadie más lo vea, y allí se puso a llorar tanto, hasta que se quedó dormido. Cuando… de pronto, se vio en el aire: era la nena de la casa del “gran perro”, que lo estaba llevando para allá. “¡Uh… no!” –pensó el gatito– “¡Otra vez ahí, no! ¡Ese perro me va a comer!” Sin embargo, con gran sorpresa Michi se encontró, en los brazos de la mamá de la nena, que con mucho cariño le decía: ―Gatito lindo, desde ahora queremos que te quedes a vivir con nosotros. Michi se puso muy contento con la noticia, pero también estaba muy preocupado por el perro. La verdad es que Michi, a pesar de ser tan pícaro, ahora estaba muerto de miedo. La mamá lo bañó, lo perfumó y le puso un moño azul, mientras le decía: ―A partir de ahora te llamarás Felipe. Y lo puso, así bañadito, en el patio para que se seque. La mayor sorpresa de la vida de Michi, no fue que le cambiaran el nombre por Felipe, sino que Roco, el perro Doberman a quien tanto temía, se le acercara para conversar muy amigablemente. ―Hola Felipe. ¡Bienvenido a nuestra casa! ―le dijo Roco. Pero Felipe no le contestaba, y se hacía el distraído. Entonces Roco, que era muy bueno, le dijo: ―¿Te pasa algo, amigo? ¿Te puedo ayudar? Si te asusté, te pido perdón. Y… ¡Seamos amigos! Felipe aprovechó la oportunidad, y le dijo a Roco, todo lo que sentía: ―¡Sí, me pasa algo…! Me pasa “mucho”. Sentí mucho, mucho miedo, cuando ladraste tan fuerte, yo sentí que iba a morir, nunca antes había sentido tanto miedo. Entonces, cuando logré saltar a la reja, y vi que todos se reían de mí, sentí mucha, mucha bronca, y también sentí vergüenza por estar todo teñido de rosa, y no poder limpiarme. Y lo peor fue cuando llegué a la calle y me vio la gatita que quiero que sea mi novia: ella se rió de mí, y yo sentí mucho dolor. Soy un fracasado, nunca tuve una familia, siempre viví en la calle, y justo ahora que había conocido a la “gata de mi vida”, en vez de sentirme feliz, estoy muy triste…¡Todos se burlan de mí!... ―¿Todos? ―le preguntó Roco. ―Bueno, algunos. ¡Pero nadie me comprende! ―dijo Felipe, llorando; a lo que Roco respondió: ―¿Nadie…? ¿Estás seguro que nadie? Entonces Felipe se dio cuenta de que Roco lo estaba comprendiendo. Y ya no se sentía tan solo, ni tan fracasado, porque ahora tenía un perro amigo. Se sintió muy aliviado porque pudo decir todo lo que sentía. Ya no tenía miedo, porque vio que Roco no era malo. Al final descubrió que lo que le había pasado no era tan grave, y gracias a eso que le pasó, Felipe encontró un amigo, una casa y una familia. La gatita finalmente, se enamoró de Felipe, desde que lo vio tan simpático, así que se pusieron de novios y poco tiempo después, hasta el mismo Felipe recordaba todo como una anécdota muy graciosa, y hasta él mismo se reía de todo lo que le había pasado. Después de todo… ahora sí que era un gato feliz. PATRICIA MARZELLA SÉPTIMO PRINCIPIO PODEMOS APRENDER A ENTENDERNOS SIN PELEARNOS Y SI NOS PELEAMOS A AMIGARNOS Los maestros y maestras de la paz, si bien pueden haber trabajado en desarrollar recursos en sus alumnos para que puedan prevenirse los conflictos, y pueden haber creado el ambiente propicio para que estos no ocurran, igualmente se encontrarán cotidianamente con que éstos, de diferente índole, siguen ocurriendo. A continuación citaré algunas recomendaciones que la Peace Education Foundation cita en su programa Cómo hacer la paz entre la niñez para los maestros que enseñan a sus alumnos a ser pacifistas. La niñez puede aprender a: 1. Decir claramente lo que desea. 2. Escuchar atentamente lo que la otra persona está diciendo. 3. Expresar sus emociones. 4. Entender lo que sienten los demás. 5. Respetar los derechos de los demás. 6. Saber estar con sus emociones sin descargarlas en los otros con palabras o golpes. 7. Desarrollar estrategias para esperar su turno, compartir y ceder. 8. Hacerse responsable de sus acciones. Recomendaciones para los docentes pacifistas Cuando ocurra el conflicto: Mantenga la calma. Identifique el problema sin culpar a nadie. Los maestros que culpan enseñan a culpar a sus alumnos. Reconozca las emociones y propicie que los alumnos puedan hablar de ellas otorgándoles el tiempo suficiente para ser escuchados. Acepte los sentimientos y utilice afirmaciones que ayuden a los niños a seguir hablando. “Te estoy escuchando”. “¿Qué más tienes para decir?”. Reserve su opinión. Los chicos tienen derecho, tanto como los adultos a sentir lo que sea, sin vergüenza o culpa, siempre que no se dañen o dañen a otros. Ayude a sus alumnos a entender que siempre que hay una pelea son dos los que participan en ella, o sea que, ambos son responsables de la misma y pueden hacer algo juntos para solucionarlo. Son dos para trabajar con el problema y no uno en contra del otro. Motive a sus alumnos a pensar en muchas posibles soluciones. No obligue a sus alumnos a amigarse a la fuerza. Eso enseña a ser deshonestos. Cuando un niño o niña no pueda “separarse“ de sus emociones, envíelo al “rincón de las emociones” en donde podrá experimentarlas sin dañarse ni dañar a otros y “sacándolas fuera” adecuadamente. Hágale saber que podrá contar con usted cuando ellas estén por irse o se hayan ido. Felicítelo cuando haya podido tranquilizarse y ayúdelo a reintegrarse al grupo. Lea historias que ayuden a los niños a conocer maneras de resolver los conflictos diferentes a aquellas en que unos ganan y otras pierden Analice las lecturas con preguntas tales como: “¿Cuál era el conflicto”; “¿qué sintieron los personajes que participaban del conflicto?”; “¿de qué manera se solucionó?”; “¿fue una buena solución?”; “¿de qué otra manera pudo haberse solucionado?”; “¿alguna vez han tenido un conflicto como éste?”; “¿llegaron a una buena solución?”; “¿cómo se sintieron una vez solucionado el conflicto?”. Algunas veces los niños no pueden solucionar los problemas por sus propios medios. Aprendan y utilicen la mediación cuando los niños se lo soliciten. 1. Somos responsables por lo que decimos y hacemos Introducción ¿Saben qué quiere decir “ser responsables”? Significa poder cuidar a aquello que es importante cuidar, que es valioso. Por empezar la salud de ustedes mismos, dormir lo necesario, bañarse todos los días, comer alimentos sanos. Todo eso les enseñan los papás y maestros. También cuidar a las personas, y a la naturaleza, como por ejemplo a los hermanitos, a los mayores, a los abuelos y abuelas, a las mascotas, a las plantas, a la limpieza del salón de clase, y de la calle y de las plazas, y por supuesto de nuestras casas. Hoy vamos a hablar de lo que es ser responsables de nuestros comportamientos. Procedimiento Se preguntará a los chicos si saben qué son los “comportamientos”. Se les dirá que son las cosas que decimos y hacemos, que los bebés no son responsables aún de sus comportamientos pues son muy chiquitos, pero que ellos están aprendiendo a serlo. Conversarán sobre aquellas habilidades que están aprendiendo para ser responsables de sus comportamientos: escuchar con atención, hablar con un lenguaje amable, valorarse y valorar toda forma de vida, aceptar lo diferente, reconocer y aceptar las emociones. Reflexionarán cómo cuando nos olvidamos o no usamos alguna de estas habilidades es posible que tengamos un conflicto. Se les preguntará si saben qué es un conflicto, para que reconozcan que es una situación en que dos personas o más se enojan porque piensan mal una de la otra, porque quieren las dos lo mismo o una ganarle a la otra, o todas esas cosas juntas. Se comentará que todas las personas, grandes y chicas generalmente tienen conflictos. La maestra les contará un relato para que puedan pensar qué ocurrió que hizo que este hecho fuera un conflicto. “Estaba mi hijita Carla de cuatro años sentada en el cordón de la vereda cuando pasó a su lado su vecino Felipe de dos añitos más que iba al colegio. Mi hijita se puso a conversarle y preguntarle si cuando volviera de la escuela iba a venir a jugar. Como Felipe, parece que estaba llegando tarde al colegio no le contestó, entonces Carla empezó a perseguirlo para que lo hiciera. Como insistió tanto, Felipe le dio un empujón y sin querer se cayó al suelo y se ensució su vestidito limpio, recién puesto. Carla llegó llorando a casa y cuando Felipe vino a jugar lo echó y no quiso jugar con él.” La maestra preguntará cuáles fueron las habilidades que ellos ya conocen y que no se usaron, a lo cual contestarán que no se usó un lenguaje amable, ni se escuchó, ni se expresaron adecuadamente las emociones. También analizarán cuáles fueron las emociones de Carla que no pudo expresar como debería una niña pacifista. También se preguntará si Felipe fue responsable por lo que hizo y se darán cuenta de que no lo fue. Cierre Entre todos analizarán cómo hubiera sido si tanto Felipe como Carla hubieran usado sus habilidades para evitar este conflicto. Reflexionarán en base a las siguientes preguntas: ¿Qué tendría que haber hecho Felipe para hacerse responsable de su comportamiento? ¿Y Carla? ¿Cómo tendría que haber sido el lenguaje amable de Carla, y el de Felipe? ¿Qué tendría que haber hecho Carla con sus emociones, en vez de cerrarle la puerta a Felipe y echarlo? Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation,1ª. edición, 1996. 2. La rueda de las risas y los bostezos Introducción Ustedes estuvieron jugando con las risas, ¿se acuerdan cuando uno se ponía sobre la panza del otro y decía “¡Ja!”, y después otro “¡Ja, Ja!” y así seguíamos hasta que todos se reían muchísimo? ¿No es lindo reírse? ¿No es mucho más lindo que pelearse? Vamos a jugar a un juego en que todos nos vamos a contagiar, pero no una enfermedad sino ¡¡¡risas!!!! ¡Y también bostezos! Procedimiento El maestro colocará a sus alumnos en rueda y dará la consigna que él se va a reír primero y que mirará al de su derecha y al mirarlo, él deberá reírse y pasar su risa al de su derecha también hasta terminar la rueda. Los que ya se rieron podrán seguir riéndose si quieren. Luego, cuando ya se hayan terminado de reír, se hará lo mismo con los bostezos. Variación Se pondrán las fichas de un dominó una detrás de la otra y uno de los alumnos le dará un empujoncito a la primera. Podrán ver cómo cayéndose la primera luego caen todas las demás. Cierre Se reflexionará sobre cómo lo que ocurrió con las fichas de dominó también ocurre con nuestras emociones; así como se contagian las risas y los bostezos, también se contagian los miedos, los enojos y las penas de las cuales están hechos los conflictos. Y esto que ocurre prueba cómo todos estamos unidos, las personas entre sí y también con todos los seres de la naturaleza, aunque estemos muy lejos y no nos veamos, tal como las fichas de dominó. Es por eso que nuestros comportamientos pueden afectar a muchos aunque no nos demos cuenta, por lo cual es muy importante hacernos responsables de lo que decimos y hacemos ya que también el ser responsables se contagia, tal como las risas y bostezos. Pensarán en algunas acciones de las cuales cada uno se hará responsable en el salón y/o en sus casas durante la semana. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Fridman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 3. Doña araña, la mosca, el mosquito y la abejita Introducción Anselmo: “Les voy a contar una historia de cómo se armó una pelea por contagio como si todos se hubieran contagiado un resfrío. Escuchen bien esta historia porque creo que todos podemos aprender mucho de ella”. Procedimiento La maestra hará hablar al títere de Anselmo que les relatará esta historia: Estaba la señora araña muy sentada tejiendo su tela por la mañana cuando una mosca distraída en ella se cayó. “No es este el momento de venir” le dijo enojada doña araña. “¡Pero ya estoy aquí!” contestó más enojada la mosca, así, tal era el enojo que de la tela para salir ella tiró y en eso estaba cuando un mosquito a su lado apareció y atrapado también quedó. Furiosa, dijo doña araña: “¡Otro intruso aquí, no es hora de venir!” El mosquito más enojado que la araña y la mosca todavía en la tela se revolvió y una abeja distraída al escuchar tanto alboroto se creyó, que en una gran fiesta ellos estaban y que no había sido invitada, y tanto, pero tanto se enojó que al cortar la tela con su aguijón con los ojos cerrados se lanzó. ¡OH! ...se equivocó y en la pared quedó clavada con su aguijón maltrecho y lastimada. Mientras, doña araña y la mosca y el mosquito comprobaron adónde pelearse los había llevado y saliendo de la tela a la abeja la salvaron que abriendo sus ojitos y sabiendo que la fiesta no era tal sino una pelea brutal tanto, tanto se rió que de su risa se contagiaron y pensaron: ¡¡¡Cuánto mejor que pelearnos es divertirnos y amigarnos!!! ¡Y así fue que con el tiempo , una orquesta ellos formaron! ¡¡¡Y a todas las fiestas eran invitados!!! Cierre Se comentará con los niños cómo las peleas se van contagiando y el pensar mal unos de otros, muchas veces sin saber si es verdad o no lo que se piensa, hace que las peleas se vayan aumentando hasta terminar a veces en llantos y hasta en niños lastimados. Fuente: LA AUTORA. Luego podrán aprender una breve canción que podrán cantar cada vez que haya alguna pelea: Ser amigos Es mejor Que andar peleando Sin razón Si hay motivos Si hay motivos Para pelear Para pelear Puños al bolsillo Puños al bolsillo Que podemos hablar Podemos hablar Con el lenguaje amable Y también escuchar También escuchar. Fuente: Adaptación de “Ser amigas/os” en Semillas de paz, pertenece a publicaciones editadas por el Colectivo No Violencia y Educación, marzo 1997, Madrid. 4. Los dos burritos Introducción Anselmo: “Había dos burritos que estaban atados uno al otro. Por allí cerquita había dos canastos llenos de zanahorias frescas. ¿Saben chicos? A los burritos ¡les gustan mucho las zanahorias frescas...! Cada uno quería ir por su lado a comer las zanahorias de su canasto... Pero cuanto más iba cada uno por su lado menos se acercaban... Hasta que se dieron cuenta... ¿A que no saben de qué? ¿Quieren saber? Para eso van a jugar a un juego en que ustedes van a hacer como si fueran los burritos. A ver si encuentran la solución”. Procedimiento Se reunirá a los niños por parejas para hacer de burritos. Una vez que estén de espaldas uno atado al otro por la cintura con un lazo, quedarán enfrentados cada uno a una silla a una distancia aproximada de dos o tres metros. En cada silla podrá haber alguna golosina que sea muy apreciada por ellos. Se les dará la consigna que deben buscarla para poder comerla. Al querer avanzar podrán darse cuenta de que si cada uno avanza para su lado ninguno puede llegar a lograr tomar la golosina, por lo cual se les dará unos minutos para decidir cómo hacer para lograrlo. Cuando a alguna de las parejas se le ocurra la solución de que pueden ir juntos por turno a cada silla, los demás podrán imitarlos. Cierre Podrán reflexionar cómo si dos quieren lo mismo al mismo tiempo, para poder resolver este problema que, a veces se convierte en conflicto, lo mejor es hacerlo de manera colaborativa, o sea, poniéndose de acuerdo en conjunto, no enfrentados, pues así pueden ganar todos. Fuente: Tradicional. 5. Piedra, papel o tijera Introducción A todos nos pasa, a los chicos y a los grandes también, que muchas veces queremos lo mismo al mismo tiempo o cosas distintas y no nos ponemos de acuerdo en qué elegir. Por ejemplo, dos nenas quieren jugar con la misma muñeca o dos varones ser los primeros de la fila. Si fueran cosas distintas, por ejemplo, un grupo de ustedes quiere jugar a las carreras y el otro grupo al gato y al ratón, no habría ningún problema. En cambio, si son las mismas cosas, ahí sí que hay un problema. Para ayudar a resolverlo hay un juego que sirve para decidir a quien favorece la suerte. Este juego se llama “Piedra, papel o tijera“, ya van a saber porqué. PROCEDIMIENTO Se les preguntará si quieren aprender este juego para poder solucionar sus conflictos de una manera pacífica. Reflexionarán sobre quién le gana a quién y se darán cuenta de que si se encuentran un papel y una piedra, el papel le gana a la piedra pues la envuelve; si en cambio se juntan un papel y una tijera, la tijera le gana al papel, pues lo corta; por último, entre la tijera y la piedra, ésta supera a la tijera pues le rompe el filo. Si el encuentro es de los mismos elementos, un papel y un papel, por ejemplo, empatan, pues no gana nadie. Cada niño esconderá detrás de su espalda su mano que, extendida representa al papel, con dos dedos abiertos a la tijera, y cerrada en un puño, la piedra. Jugarán de a dos y luego de esconder su mano pensarán, sin decirlo qué mostrarán. A la suma de tres, deberán mostrar su mano exactamente los dos al mismo tiempo. De acuerdo a qué represente cada mano es la que ganará y por lo tanto qué niño podrá decidir o escoger lo que quiera. Antes de comenzar el juego se les pedirá a sus alumnos que practiquen para aprender la dinámica del juego. Cierre Reflexionarán sobre cómo permitir que decida la suerte es muy bueno pues además de divertirse pueden solucionar sus problemas de una manera pacífica y justa para todos. También que usar las palabras amables (gracias, por favor, disculpa) ayuda para evitar las peleas o por lo menos hacer que se solucionen más rápido . Fuente: Tradicional. 6. Aprendo a expresar mis emociones con el lenguaje de las emociones (para niños entre cuatro y siete años) Introducción Los nenes chiquitos no pueden decirles a los demás lo que quieren o cómo se sienten ¿no es así? Entonces lo dicen no con palabras sino con llantos, pataletas, grititos, sonrisas. Ellos aún no saben hablar o usan muy pocas palabras. Nosotros sí podemos hacer saber a los demás qué queremos y cómo nos sentimos. Procedimiento La maestra les contará a los niños una historia pidiéndoles que la escuchen con atención. Estaba Gabriel con su papá jugando muy contento con un cachorrito, cuando llegó su hermano Fermín, que sin decirles nada se lo llevó para mostrarlo a sus amigos y se quedaron papá e hijito sin poder seguir jugando. Gabriel salió corriendo detrás de su hermano y empezó a pegarle patadas en las piernas y gritarle: “¡Eres un estúpido, quiero que me devuelvas mi cachorro!”. Les preguntará si les ha ocurrido alguna vez algo parecido. ¿Cómo se sintieron en esas ocasiones? ¿Qué fue lo que hicieron? ¿Qué creen que Gabriel podría haberle dicho a su hermano en vez de patearlo e insultarlo? Les dirá que van a aprender a usar un lenguaje amable cuando alguien hace algo que no les gusta y que ese lenguaje es una fórmula mágica para evitar que la pelea aumente y a veces hace que desaparezca: 1. Utilizar el nombre de la persona: “Fermín...” 2. Decir cuándo sentimos eso: “cuando te llevaste mi cachorrito...” 3. Decir lo que sentimos (eligiendo la emoción de la lista que ya conocen): “...me siento muy enojado.” 4. Decir lo que queremos: “...quiero que me lo devuelvas, por favor.” Les contará varias historias más para que los niños sigan practicando la misma fórmula. Pueden ser del siguiente estilo: Ana está jugando con su muñeca nueva en la puerta de su casa. Llega María y le pide que se la dé, a cambio de que ella le preste sus nuevas figuritas. Ana no quiere, entonces María se va y le dice que es una tonta, que no va a jugar nunca más con ella. 1. Nombre: “María...” 2. Cuándo “...cuando me dices que soy una tonta porque no te cambié mi muñeca por tus figuritas...” 3. Siento/Sentí: “¡mucho enojo!” 4. Quiero: “Por favor, que no me vuelvas a insultar” Laura acaba de hacer un lindo dibujo y lo deja en el escritorio de su maestra. Cuando va a guardarlo, Juan, sin darse cuenta lo arruga y lo arruina. ¿Qué es lo que Laura le puede decir con su lenguaje de las emociones? “Juan, cuando arrugaste mi dibujo me dio mucha pena, por favor ¡tené más cuidado!” Matías corre una carrera con Pedro; los chicos los miran y unos gritan para que gane Pedro y otros para que gane Matías. Cuando Matías está por ganar, Felipe que quiere que gane Pedro le pone el pie y se cae, y Matías pierde. ¿Qué es lo que Matías le puede decir a Felipe con su lenguaje de las emociones? “Felipe me enojé mucho cuando me pusiste el pie para que me caiga. ¡Por favor, no lo vuelvas a hacer nunca más!” Mimí está jugando a saltar charquitos con Alelí, pasa corriendo Javier y la empuja, se cae y se rompe su pantalón nuevo. Mimí se pone a llorar a los gritos y Javier le dice es una llorona como todas las mujeres y se va corriendo. ¿Qué es lo que Mimí puede decirle a Javier con el lenguaje de las emociones? “Javier, me siento furiosa cuando me empujas y además me dices que soy una llorona. ¡Quiero que me pidas disculpas!” Lucas y Sergio están jugando a la pelota, se acerca Pilar la hermanita de Lucas, para decirle que la mamá lo está llamando y que vuelva a su casa. Lucas sigue jugando y vuelve cuando quiere.Cuando la mamá la encuentra a Pilar y no a Lucas, la reta y no la deja salir a jugar con sus amigas sin querer escuchar sus explicaciones. ¿Qué es lo que Pilar le puede decir a su hermano en el lenguaje de las emociones? “Lucas, cuando te avisé que mami te llamaba y no viniste a casa, me puso en penitencia. ¡Estoy muy triste y enojada! ¡Quiero que le expliques que yo sí te avisé y tú no viniste porque no quisiste.” Jorge lleva al colegio un jueguito nuevo que le prestó su hermano mayor, Ignacio. La maestra, como se distrae y no presta atención, se cansa y se lo saca y lo guarda. Jorge cree que no se lo va a devolver más y se pone a llorar. ¿Qué es lo que Jorge le puede decir a su maestra en el lenguaje de las emociones? “Señorita cuando usted se queda con el jueguito, me da mucho miedo que mi hermano se enoje y me pegue si no se lo devuelvo. ¡Por favor, démelo, no voy a molestar más!” Cierre Con el lenguaje de las emociones se puede hablar de lo que sentimos sin atacar a las personas. Nos hace bien poder “sacar fuera” las emociones, así éstas no se transforman en cosas que hacemos, como pegarle a otro o insultarlo, o sea, en conductas, y las peleas y problemas se pueden resolver en forma pacífica. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 7. Aprendo a arreglar los conflictos pacíficamente Introducción Anselmo: “Ustedes ya conocen muchas maneras de evitar los conflictos o de arreglarlos pacíficamente cuando se presentan, ¿no es así? Podemos hablar de una manera amable, probar suerte, decir lo que sentimos cuidando los sentimientos de los otros y expresando los propios. ¡Me gustaría saber si ya lo saben hacer ‘de verdad’!” Procedimiento El docente dirá a sus alumnos que leerá unas historias sobre conflictos y ellos reconocerán cómo se han resuelto, y qué hicieron los personajes para lograrlo. Primera historia Raúl estaba jugando a la pelota con Benjamín. Sofía también quería jugar, como no la dejaban se apropió de la pelota y salió corriendo. Los chicos la persiguieron para sacársela, y en los forcejeos Sofía cayó al suelo y se lastimó la rodilla. Quedó llorando en el suelo insultándolos mientras Benjamín y Raúl se iban jugando con su pelota lo más contentos. Antonella viéndola llorar a Sofía y preguntándole qué había ocurrido, llamó a los chicos y les dijo que “no estaba bien ni que Sofía les hubiera sacado la pelota ni que ellos se hubieran ido dejándola en el suelo lastimada.” “Parece que ustedes se enojaron porque Antonella les sacó la pelota y ella también por que no la dejaron jugar. ¿Qué les parece que pueden hacer para arreglar este problema?” Benjamín y Raúl: “Nosotros le podemos pedir disculpas, ...lo sentimos Antonella.” Antonella: Yo también...” Segunda historia Laura y Anita eran amiguitas desde el primer año de jardín y además eran vecinas. Siempre jugaban juntas y era muy raro que se pelearan. Anita y Laura sabían arreglar sus problemas con facilidad. Lucía era una niñita que hacía poco había llegado a la escuela. Un día estaban discutiendo por un lápiz con colores bonitos y lucecitas que le habían regalado a Anita y cuando Lucía quiso ayudarlas para que se entendieran ellas se enojaron más y la echaron diciéndole que era “una metida y que no volviera a jugar con ellas.” Lucía, que no tenía aún amiguitas se puso a llorar muy fuerte y no podía consolarse. Hugo, se acercó a las tres niñas y les preguntó a Laura y Anita qué pasó, cuando, entre llantos le contestaron, Hugo les dijo: “Parece que Lucía está muy triste por haber querido ayudarlas y que no la aceptaron... y también que Anita y Laura se enojaron porque querían arreglar su problema sin que nadie las ayudara ya que así siempre lo hacen... ¿No quieren usar el lenguaje amable? Anita y Laura: “Y... sí... nosotras te queremos decir que te pedimos disculpas, lo sentimos mucho”. Lucía: “...Gracias, disculpen por haber querido ayudar sin que me lo pidan, no lo haré más ¿por favor, me dejarán jugar con ustedes?” Tercera historia Pedro y María estaban armando juntos una torre, les costó mucho trabajo hacerla pues lo habían logrado con muchas piezas, ya estaban por terminarla cuando Pedro se distrajo y con el codo la volteó. María se puso furiosa, le dijo que era un tonto y Pedro, muy enojado con el insulto se levantó y tiró todas las piezas por el aire. Luego se fue y María se quedó furiosa levantándolas y guardándolas ella sola. Cuando tuvieron que sentarse en la mesita para hacer una tarea juntos ninguno de los dos quiso. Juana intervino y les dijo: “Los dos se pelearon cuando estaban haciendo la torre... A Pedro no le gustó que tú lo insultes, se enojó mucho y a ti María tampoco te gustó que la tirara con su codo, parece que no se dio cuenta... y ahora están los dos enojados y tristes... ¿Qué pueden hacer para arreglar este problema? María: Si él me pide disculpas yo también lo hago. Pedro: Que ella lo haga primero. María: ¡No él primero! Juana: ¿Qué les parece si lo decidimos por la suerte? Podemos jugar a “¡Piedra papel o tijera!” ¿Quieren? María y Pedro: ¡Sí, qué bueno! Ganó Pedro, así que quien se disculpó primero fue María. María: “Pedro, lo siento, discúlpame por haberte insultado.” Pedro: “Bueno, yo también lo siento.” Cierre Al terminar cada una de estas historias, se preguntará a los niños: quién fue el pacifista, qué fue lo que hizo, si quedaron conformes sobre cómo se solucionó el conflicto, y si hubiera hecho alguno algo diferente. Si quedaron conformes con las soluciones comentarán que los pequeños problemas los pueden arreglar solos y que los conflictos más difíciles en la Mesa de la Paz, donde quizás necesiten de la ayuda del maestro. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996. 8. Encuentro mi propio lugar de la paz (los ejercicios siguientes son para alumnos para niños mayores de ocho años) Introducción Se conversará sobre qué hacen las personas pacifistas para colaborar a que haya paz, qué es la paz y qué es el conflicto en contraposición a la paz, y cómo ellos aprendiendo a colaborar, a jugar a juegos en que ganen todos, a usar un lenguaje amable, escuchar y reconocer y expresar adecuadamente las emociones, están siendo también pacifistas, o sea, niños que ayudan a que haya paz en el mundo. Se les dirá que van a hacer unos trabajos que los ayuden como pacifistas a ahondar un poco más en lo que conocen de la paz y el conflicto. Procedimiento Se conducirá la siguiente visualización: “Van a cerrar los ojos y tomar una respiración profunda... Toman aire, mucho aire y lo van soltando por la nariz de a poquito como si fueran un globo que se va desinflando, y nuevamente, toman aire y lo van soltando despacito (repetir dos o tres veces más). Y ahora van a ir imaginando un lugar en donde van a sentirse muy tranquilos y contentos... Cada uno puede imaginar el lugar en el que quiera estar y van a ir dándose cuenta qué ven... qué escuchan... qué sienten en el cuerpo, cómo es sentirse así... muy tranquilos y en paz... (permanecer unos minutos en silencio). Y despacito cada uno a su tiempo va a ir volviendo a este lugar y abriendo muy lentamente sus ojos...” Una vez que todos hayan abierto sus ojos se les preguntará quiénes quieren compartir cómo era ese lugar donde fueron con su imaginación, que quizás no lo vieron, o sí, pero que pueden haber sentido olores, voces, sonidos de la naturaleza, texturas, etc.. Luego se avanzará motivándolos a que describan cómo era esa sensación de estar tranquilos, muy en paz, que describan qué sentían en el cuerpo, llevándolos a respuestas en las que usen un lenguaje que haga alusión al cuerpo tales como “algo blando, suavecito” o “entraba mucho aire” o “era como una caricia” o “como mucha luz”, etc.. Se trata de que puedan conectarse con sensaciones corporales. Luego se repartirán revistas en donde buscarán imágenes que representen lo que ellos han podido vivir como la paz y podrán armar un collage con ellas. Este trabajo lo podrán realizar en grupos y como paso final podrán juntar todos los collages que haya hecho cada grupo y componer entre todos un gran mural, que quedará expuesto en una parte del salón. Variantes Escribir una historia en que un grupo de niños colaboraron para ayudar a que exista la paz. Buscar canciones que les provoquen sensaciones de paz y otras que les produzcan sensaciones asociadas con el conflicto. Buscar noticias en el diario sobre la paz y sobre conflictos y analizar cuántas encontraron sobre la paz y cuántas sobre conflictos. Cierre Se podrá reflexionar tomando algunas de las siguientes preguntas como disparadores: ¿Qué observaron que les llama la atención de las situaciones en que experimentaron paz? La paz, ¿existe sólo cuando no hay guerra? ¿Qué les hace pensar eso? Piensen en personas que ustedes conocen, de las que pueden decir que son pacíficas. ¿Qué piensan que ayuda a las personas a tener paz? Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 9. El “como si” de la paz y el conflicto Introducción Se conversará sobre cómo cuando uno aprende a darse cuenta que bien se siente estando en paz, llevándose bien con los otros, se empieza a saber cuanto mejor es estar tranquilos que peleándose, es decir estando en medio de conflictos. Se les dirá que para ser un pacifista es bueno percibir qué diferente uno se siente cuando evita los conflictos o los resuelve o quiere resolverlos pacíficamente que cuando ocurre lo contrario. Procedimiento Se repartirán láminas que representen situaciones de conflictos y seguirán el mismo procedimiento que con las referidas a la paz. Se guiará a los alumnos a reconocer qué sensaciones corporales les producen los dos tipos de láminas (“entra mucho aire”, “me siento blandita”, “un nudo en el estómago”, “el cuello duro”, etc.) y a comparar las diferencias. Reunidos en grupos con las láminas sobre los conflictos realizarán collages que luego, al unirlos quedarán formando un gran mural. Este lo colocarán cerca del que habían armado sobre la paz y dejarán un espacio vacío entre ambos. Pensarán entre todos qué se necesita para pasar del conflicto a la paz. Las ideas que vayan expresando podrán ser palabras o imágenes y se colocarán en el espacio que quedó vació entre ambos murales. Cierre Se conversará con los alumnos sobre lo trabajado y para ello se podrán tener en cuenta las siguientes preguntas: ¿Qué puede provocar que un conflicto muchas veces aumente y se convierta en uno aun mayor? ¿Qué ayuda a las personas a resolver sus conflictos en paz? ¿Pueden no existir los conflictos? ¿Qué tendría que pasar para que existiera un mundo sin conflictos? Se reflexionará cómo el conflicto es algo que uno preferiría evitar y que generalmente no se conoce la manera de resolverlos adecuadamente. Sugerencias para continuar con el tema Los alumnos preguntan a sus padres qué es la Paz para ellos y en clase se comparten las respuestas. (Se analizan coincidencias y diferencias entre las respuestas y se las compara con las respuestas de ellos): Los alumnos realizan una encuesta entre los chicos de toda la escuela. Los alumnos buscan en el diccionario diferentes definiciones de Paz. Los alumnos buscan cuentos, poesías, canciones populares, que traten el tema de la Paz. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 10. Pluto y Dumbo se pelean Introducción Se conversará con los alumnos sobre cuáles son los temas de los dibujos que ellos ven por TV y/o de los juegos de la computadora. Se darán cuenta cómo en general tratan sobre conflictos, peleas, guerras, etc. y que cuando unos ganan, otros pierden. Para entender un poco más sobre la paz y el conflicto compartirán una historia de algunos personajes de la TV y el cine, Pluto, Dumbo y Mickey (o aquellos que se hayan elegido). Procedimiento Se leerá un relato y/o se proyectará el video de “Aventuras en el bosque” de Walt Disney, u otro adecuado a la edad de los alumnos. El video o relato presentado debe contener las siguientes características: presencia de conflicto, presencia de creencias o prejuicios sobre las situaciones vividas por los personajes de emociones primarias. Estos requisitos son necesarios para facilitar la aplicación del ejercicio y para una mejor comprensión por parte del alumno. Se analizarán el relato y/o el video recogiendo primero las impresiones en general, para luego hacer un análisis guiado en cuanto a obtener los siguientes conceptos: Partes: se llaman así a las personas que participan de un conflicto. Presupuestos: son los pensamientos (en general negativos) que cada parte tiene sobre el otro y que da por ciertos sin tener más fundamento que sus propios pensamientos. Emociones: son el corazón del conflicto. (Las más básicas son: miedo, dolor, pena, enojo, ira, alegría, amor). Resumen de su argumento Mickey es el dueño de casa y vive con su perro Pluto. El video comienza mostrando a Mickey construyendo una casita para Dumbo, un pequeño elefante que es nuevo en el hogar y que ha de compartir el jardín con Pluto. Este ignora que ha llegado el elefantito. Está lo más tranquilo en el jardín y de pronto, por debajo de una cerca de madera aparece la trompa que se pega a la panza de Pluto y lo absorbe como una ventosa (sólo ve la trompa pues el cuerpo del elefantito está del otro lado de la cerca). Esto lo asusta muchísimo y responde mostrando los dientes y gruñendo, defendiéndose de ese peligro y objeto desconocido. Cuando se muestra Dumbo, Pluto se va caminando luego de querer alejarlo varias veces, mas Dumbo insiste y lo agarra de la cola con su trompa impidiéndole caminar; su intención es sólo jugar, mas no así la de Pluto que finalmente furioso puede desprenderse de la trompa de Dumbo y se va a su “cucha” en donde se queda reflexionando. Allí aparece un pequeño Pluto verde que representa sus “malos pensamientos” (representaciones) y le dice que “ese gordo lo va a desplazar y que mire la casa nueva que le están haciendo y la vieja de él que se está cayendo a pedazos”, además termina diciéndole “él se quedará y tú te irás”. Luego le aconseja que le ponga pimienta en la trompa, a lo cual Pluto le hace caso y como consecuencia de esta artimaña, Dumbo empieza a estornudar de tal forma que destruye su casa nueva y también la de Pluto. Termina el video con Pluto sin casa, furioso, que con su pata aplasta al Plutito verde, que simboliza sus “representaciones” que él tomó como verdaderas. Guía para su análisis El docente puede preguntar para comenzar el análisis: ¿Qué estuvo presente en esta situación (o qué no estuvo) para que existiera un conflicto? ¿Y para que el conflicto terminara de esa manera? Guiará la reflexión para obtener las siguientes conclusiones: 1. Comunicación distorsionada: Siempre hay comunicación, mas no fue la adecuada pues faltó información, faltó la pregunta. Mickey: Podría haberle preguntado a Pluto si quería una compañía o podría haberle informado cuál iba a ser el rol de Dumbo en ese jardín, incluso podría haberle explicado a Pluto qué o quién era ese ser, ya que quizás Pluto nunca hubiera visto un elefante. Pluto: Podría haberle preguntado a Dumbo o a Mickey quién era Dumbo y qué rol iba a cumplir en ese jardín. Dumbo: No preguntó a Mickey cómo era Pluto, si le gustaba jugar, etc. y tampoco le preguntó a Pluto si le gustaría jugar con él. 2. Presupuestos: El diablillo verde representa los presupuestos negativos o pensamientos negativos de Pluto en relación a Dumbo. Estos podrían ser por ejemplo: que Dumbo lo desplazaría y éste se podría imaginar solo, durmiendo bajo un puente, comiendo un hueso casi sin carne, temblando de frío, escuchando el ruido de las latas que los chicos le tirarían para divertirse y el frenado de un auto que podría pisarlo, etc.. 3. Emociones: Los presupuestos o representaciones dan origen a fuertes emociones que constituyen el corazón o núcleo del conflicto. Existen muchas emociones, para el análisis de este video y para aprender a expresarlas en el conflicto sólo nos referiremos a las “emociones primarias”. Pluto expresa: miedo, furia, celos y envidia. Otras emociones primarias son dolor, tristeza, enojo y vergüenza. Se puede analizar cómo el dolor y el miedo son las más primarias que dan origen a las otras. Así los celos pueden ser, miedo a no ser querido, la envidia, miedo a no tener un bien que otro tiene, y el enojo una reacción secundaria al miedo a lo desconocido que es vivido como peligroso, el ataque o agresión entonces sería una reacción de defensa ante una supuesta amenaza (en el caso de Pluto, se daría como reacción ante el miedo que le da encontrarse con la trompa del elefante que desconoce y que le absorbe la panza). 4. Resolución del conflicto: Finalmente se puede hacer una referencia a la resolución del conflicto y sacarán como conclusión que todos perdieron pues se destruyeron las dos casas, o sea que el resultado fue: perder - perder, que habitualmente unos ganan y otros pierden y que la manera en que ellos van a aprender a resolver el conflicto tiene como objetivo que todos ganen, o sea, ganar-ganar. Trabajo en grupos Divida a los alumnos en grupos. Cada uno de los grupos realizará las siguientes actividades: a) Contestarán este cuestionario: ¿Quiénes son las partes del conflicto? ¿Qué observaron, qué ocurrió, qué no ocurrió? ¿Qué es lo que piensa Pluto de Dumbo y Dumbo de Pluto que ayuda a que haya un conflicto? ¿Qué imaginan que es lo que quieren o exigen Pluto y Dumbo? ¿Cuáles son las emociones más fuertes de las partes? (Ver emociones primarias). ¿En dónde se originó o comenzó el conflicto?: o en las emociones o en las conductas o en los presupuestos (el diablito) ¿Qué es lo más importante que hay que satisfacer para que se pueda resolver el conflicto?: ¿aquello que exigen o dicen que quieren (posiciones) o lo que realmente necesitan (intereses)? ¿Cómo terminó o se resolvió el conflicto? ¿Hubo violencia? ¿Por qué? ¿Qué la provocó o cómo fue que se llegó a ella? Observación Esta guía será adaptada por el docente a la edad de los alumnos. Cierre Se ayudará a los alumnos a sacar como conclusión principal que si bien el conflicto aparece en las conductas o sea en las cosas que se dicen o hacen, sin embargo comienza en los pensamientos “malos” que se tienen sobre el otro y de los que no se sabe si son verdaderos o no. Estos dan origen a fuertes emociones. También comprenderán que los pacifistas buscan la paz y que solucionar las peleas pacíficamente quiere decir que todos sientan que ganan con la solución que se encuentra. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 11. Ponerse en los zapatos del otro I Introducción Se preguntará a los alumnos que si tuvieran que ser uno de los personajes de la historia de Pluto, cuál de ellos les gustaría ser y qué los llevó a elegirlo. Luego conversarán cómo si uno tiene un conflicto, el poder “ser de mentira” la otra parte del conflicto aunque más no sea por unos pocos minutos ayuda a poder resolverlo en paz. Procedimiento Se pedirá a los chicos que cuenten el cuento del Lobo y Caperucita Roja, y luego se les dirá que van a conocer el mismo cuento pero escrito por el lobo. Luego de leer esta otra versión se debatirá con los alumnos si se trata de dos historias o de una misma con dos maneras diferentes de ver lo que ocurrió. Luego se podrá leer el cuento de Las personas sabias y el elefante. En este antiguo cuento hindú, intentarán descubrir la causa del malentendido entre las personas sabias. Realizarán un debate semejante al anterior. Se orientará la discusión para que los niños puedan entender que es una misma historia y que las variaciones se llaman “versión”. Explorarán las situaciones cotidianas en las que a ellos les pase algo similar y lo harán con la idea de que frente a un mismo hecho puede haber más de una versión. Estos dos cuentos pueden trabajarse en dos reuniones, de acuerdo a la edad de los niños. Cierre Se conversará con los alumnos que muchas veces creemos que las cosas son únicamente como nosotros las entendemos, que si yo tengo la razón no puede tenerla también la persona con la que discuto. Sin embargo pueden existir diferentes modos de entender los hechos y todos tener algo de verdad. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. El cuento del lobo El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. Un día soleado, mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos excursionistas, sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida de una forma muy divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisiera que la vieran. Andaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar. Le pregunté quién era, de dónde venía, adónde iba, a lo que ella me contestó, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta para el almuerzo. Me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque, cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento, mató a un zancudo que volaba libremente, pues el bosque también era para él. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es entrar en el bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes. La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegué me abrió la puerta una simpática viejecita, le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo con que su nieta merecía una lección. La abuelita acepto permanecer fuera de la vista hasta que yo la llamara y se escondió debajo de la cama. Cuando llegó la niña la invité a entrar al dormitorio donde estaba yo acostado, vestido con la ropa de la abuelita. La niña llegó, sonrojada y me dijo algo desagradable acerca de mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas eran para oírla mejor. Ahora bien, me agradaba la niña y traté de prestarle atención pero ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña tenía bonita apariencia, pero empezaba a parecerme antipática. Sin embargo, pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban a verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero. Sé que debí haberme controlado, pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole que eran así de grandes para comerla mejor. Ahora piensen ustedes: ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr por toda la habitación gritando y yo corría detrás de ella tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr, me la quité, pero fue mucho peor. La niña gritó aún más. De repente, la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo miré y comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé. Me gustaría decirles que éste es el final de la historia, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que corriera la voz que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme. No sé qué le pasaría a esa niña antipática y vestida en forma tan rara, pero sí les puedo decir que yo nunca pude contar mi historia. Ahora ustedes ya lo saben. Las personas sabias y el elefante Había una vez seis personas sabias que vivían juntas en un pequeño pueblo. Todas ellas eran ciegas. Un día, un visitante llevó un elefante al pueblo. Las seis personas sabias querían saber cómo era el elefante, pero ¿cómo podrían hacerlo? ―Ya sé ―dijo uno de ellos―. Vamos a sentirlo. ―Buena idea ―respondieron los demás. ―De esa manera podremos saber cómo es el elefante. Y así lo hicieron. El primero tocó la oreja del elefante que era grande, plana y se movía lentamente hacia delante y hacia atrás. ―¡Ay! El elefante es como un ventilador ―dijo. La segunda persona sintió las patas del elefante y enseguida y dijo: ―¡No! Es como un árbol. ―Ambos están equivocados ―dijo la tercera persona, que había tocado la cola del elefante―. Está muy claro que el elefante es una cuerda. En ese momento, el elefante punzó la mano de la cuarta persona con su colmillo grande y afilado. ―¡Ay! ¡Seguramente el elefante es una lanza! ―¡No! ¡No! Están todos equivocados ―afirmó la quinta persona―. El elefante es como una pared muy alta ―dijo al sentir un lado del cuerpo del elefante. La sexta persona, sintiendo la trompa del elefante todo este tiempo, afirmó: ―¡Están todos equivocados! El elefante no es más que una serpiente inmensa. ―¡No! ¡No! Es como una cuerda. ―¡Es una serpiente! ―¡Eso es absurdo! Es como una pared. ―¡Están equivocados! ―¡No! ¡Tú estás equivocado! Yo estoy en lo correcto. Las seis personas ciegas se gritaron unas a otras por más de una hora y nunca supieron cómo era el elefante. 12. Ponerse en los zapatos del otro II ( para niños mayores de ocho años) Introducción Verán que para poder darse cuenta qué ocurre en la cabeza de otras personas cuando están en un conflicto, el poder “ponerse en sus zapatos” es muy útil para ayudarnos a ser pacifistas, y que la manera de ir aprendiéndolo es practicándolo. Para ello van a conocer una historia sobre dos amigos que se pelearon en la plaza. Procedimiento Se reunirá a los alumnos en grupos y se repartirá una copia a cada uno del cuento Jugando en la plaza o algún otro relato similar. Una mitad de los grupos deberá escribir la versión de uno de los personajes en primera persona y la otra mitad del otro personaje. Se les indicará la extensión del relato a realizar (número de párrafos, palabras, etc.) y se dará un ejemplo de cómo realizarlo: “Yo soy Rosario y Felipe es un egoísta porque…” “Yo soy Felipe y Rosario, como todas las mujeres sólo piensa en su tonta clase de danzas y quedar bien con la maestra…” Al finalizar el trabajo, un representante de cada grupo leerá su versión de la historia. Se conducirá a reflexionar sobre lo siguiente: ¿Alguna de las dos partes que tiene razón, o cuál tiene más razón que la otra? En caso afirmativo, ¿cuál de ellas es y qué es lo que hace que tenga más razón? ¿Qué tienen en común o en qué coinciden las dos partes? ¿Qué tendría que haber hecho diferente cada uno de ellos para evitar que escalara el conflicto? Variantes El ejercicio con las diferentes versiones de un conflicto también puede realizarse a partir de un trabajo con láminas o dibujos en que se representen situaciones de conflicto. Los alumnos podrán escribir un breve texto sobre qué esta ocurriendo en cada situación. La respuesta correcta la conocerán luego de haber realizado el trabajo. Cierre Reflexionarán sobre si hicieron algún descubrimiento, y en caso afirmativo hablarán sobre cuál/es fue/ron? ¿De qué se dieron cuenta? ¿Para qué estuvieron haciendo estos ejercicios cuando están empezando a aprender sobre el conflicto? Comprenderán que en un conflicto, todos desde su punto de vista pueden “tener razón”, que si una parte tiene la razón, no necesariamente la otra parte no la tiene. Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. JUGANDO EN LA PLAZA Rosario y Felipe son compañeros de escuela y la maestra les encargó un trabajo de observación de la naturaleza y deben completar un cuestionario, entre otras tareas. Deciden hacerlo en la plaza para lo cual se encuentran a las 16 horas. Felipe sabe que Rosario a las 17.30 horas debe ir a su clase de danzas. Cuando están empezando el trabajo Felipe se encuentra con unos amigos del club que lo invitan a jugar a la pelota sólo por un ratito pues no llegó uno de los jugadores. Felipe le promete a Rosario que serán sólo 15 minutos y le dice que ella empiece a contestar el cuestionario que luego lo terminan juntos. Rosario, algo disgustada le dice que sí, pero el otro jugador no llega y Felipe no puede interrumpir el juego y arruinarles el partido a sus amigos. Cuando Felipe vuelve con Rosario, ella está furiosa pues ya se tiene que ir y lo tuvo que hacer sola. A los gritos y llorando le dice: “¡Eres un mentiroso y un irresponsable… sólo te importa de ti, eres un egoísta como todos los varones!” Felipe, queriendo arreglar las cosas quiere pedirle disculpas y explicarle que él le dirá lo que ocurrió a la maestra, pero Rosario está tan enojada que lo empuja, Felipe se cae, se rompe su pantalón nuevo y entonces Felipe la zarandea del brazo y le grita “¡Quieres escuchar y dejarte de llorar y gritar! Mira lo que hiciste, se me rompió mi pantalón nuevo y ahora la voy a tener que aguantar a mi mamá que me va a retar… No te soporto más… No se puede hacer nada con las mujeres… Son todas iguales… ¡¡¡Unas exageradas y lloronas!!!” Cuando Rosario estaba forcejeando para desprenderse de las manos de Felipe apareció una docente de la escuela que los separó y luego de darles un buen reto los mandó a cada uno a su casa. 13. Aprendo a expresar mis emociones con el “lenguaje yo” (para niños de mayores de ocho años) Introducción Las emociones son para sentirlas y también para dejarlas “salir”; pero, ¿de qué manera? A veces ellas lo hacen de una manera que lastiman a los demás ya sea por palabras que se dicen que son “pinchudas” o por cosas que se hacen como empujones y a veces hasta golpes. Se puede aprender una manera de que “salgan” por palabras que no lastimen; esas palabras son parte de una manera de hablar que se llama “lenguaje YO”, porque sólo se habla de lo que uno siente y no sobre el otro. Para ello primero vamos a ver cómo es que hablamos sobre el otro cuando estamos tristes o enojados. Procedimiento El docente dará las siguientes consignas: a) Ustedes van a escribir debajo del título “Lenguaje tú” qué le dirían sobre lo que sienten a las personas de los ejemplos siguientes (debajo del “lenguaje yo” no van a escribir nada por ahora): Primer ejemplo: Tu mejor amigo le contó a la maestra algo que dijiste contra ella en un momento de gran enojo y de lo que luego te arrepentiste. La maestra te lleva aparte y te expresa que por ese motivo ella se siente muy triste. ¿Qué le dices a tu amigo sobre lo que sientes con respecto a ella? Escribe la respuesta debajo de la columna de Lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ¡No eres más mi amigo! ¡La próxima vez no te cuento nada! Segundo ejemplo: Un amigo quedó en encontrarse contigo para ir al cine, lo esperaste casi más de media hora y no apareció, te quedaste sin ver la película y luego te enteraste que no fue pues se había olvidado. ¿Qué le dices sobre tus sentimientos? Escribe la respuesta debajo de la columna del lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ¡Nunca creí que ibas a hacer esto…! ¡Me sentí como una estúpida! Tercer ejemplo: La Directora de tu colegio te pidió que lleves un sobre muy importante a una profesora. En el camino te distraes mirando un partido de fútbol y cuando te acuerdas el sobre ha desaparecido. La directora es famosa por sus terribles enojos ante los descuidos. Debes ir a darle una explicación. ¿Qué le dices sobre tus sentimientos? Escribe la respuesta debajo de la columna de lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ……………………………………… ……………………………………… ……………………………………… ……… Cuarto ejemplo: El perrito que criaste desde cachorrito tuvo un accidente y quieres ir a cuidarlo pero no puedes pues debes esperar a que terminen las clases del día. En una distracción de la portera te vas a tu casa y al otro día no te dejan entrar si no vas con tu mamá a hablar a dirección. ¿Qué le decís a tu mamá sobre tus sentimientos? Coloca la respuesta en la columna de lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ……………………………………… … ……………………………………… … ……………………………………… … Quinto ejemplo: Hace muchísimo tiempo que querías tener una bicicleta; después de juntar la plata pudiste comprar un número de una rifa. Éste salió y cuando vas a buscar tu premio un alumno de otro año más grande que ti te dice que tu le robaste el número, que se la ganó él. ¿Qué le dices sobre tus sentimientos? Escribe tu respuesta debajo de la columna de lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ……………………………………… ……………………………………… ……………………………………… ……… Sexto ejemplo: Estás en un nuevo colegio y te costó mucho hacerte nuevos amigos. El primero que se hizo amigo tuyo y que te ayudó a entrar al grupo y a que te aceptaran se muda a otro barrio y se cambia de escuela, y te enteras por otro compañero. Además quizás no lo veas más pues se va muy lejos. ¿Qué le dices sobre lo que sientes? Escribe tu respuesta debajo de la columna de lenguaje tú. Lenguaje yo Lenguaje tú Expresa tus sentimientos: ……………………………………… ……………………………………… ……………………………………… ……… b) Ahora van a leer las respuestas. Reflexionen: ¿Quiénes hablaron mucho sobre lo que harían con el otro o sobre el otro? Hablar de esta última manera lo llamamos “lenguaje tú”. ¿Qué les ocurre cuando en un conflicto el o los otros empiezan a decir cosas sobre ustedes que no les gustan, como insultos por ejemplo? Constatarán cómo cuando en un conflicto se habla sobre el otro o sobre lo que se haría con el otro, el conflicto va cada vez más en aumento pues ante lo que cada uno siente como un ataque el otro se defiende y para defenderse vuelve a atacar y es así como se puede llegar a la violencia. Se explicará que para evitar el ataque y la defensa hay una manera de hablar de los sentimientos que van a aprender. Que este lenguaje se llama “lenguaje yo” pues se habla sobre lo que yo siento y sobre los sentimientos como: miedo, tristeza, dolor, enojo, furia, celos, vergüenza, alegría, amor. Van a aprender cómo se habla de esta manera siguiendo la siguiente fórmula: Nombre: Cuando: Yo siento: Necesito o quiero: También se darán las siguientes explicaciones: en donde dice “nombre“ van a expresar el nombre del otro. Es importante hacerlo pues todos se sienten bien cuando los llaman por el propio nombre. El “cuando” se refiere a cuándo, donde y con quién/es estaban cuando se produjo el problema que dio origen a la emoción. Hablar con precisión ayuda a poder entenderse mejor. A veces las personas no saben qué es lo que les molesta. Hablar sobre qué se siente eligiendo alguno de los sentimientos primarios alivia y despierta en el otro el “sentirse cerca” pues es como si se mostrara algo muy profundo que le pertenece (enojo, odio, celos, envidia, miedo, dolor, pena, vergüenza). Finalmente poder expresar qué se quiere o necesita del otro, cumple una función importante ya que cuando hay un conflicto esta situación se vive como si algo quedara “fuera de lugar” o “desarreglado” y poder pedir qué se necesita para reparar lo que ocurrió sirve para “volver las cosas a su lugar”. c) En cada ejemplo en los que te expresaste con el “lenguaje tú”, debajo del título “lenguaje yo” vas a expresar tus sentimientos de acuerdo a la fórmula correspondiente eligiéndolas de la lista de emociones primarias (miedo, dolor, pena, tristeza, enojo, furia, celos, vergüenza, alegría, amor) y comparando qué hay de diferente entre los dos lenguajes y qué sienten en el cuerpo al leer cada uno de ellos. Las respuestas podrían ser parecidas a éstas: Primer ejemplo: “LENGUAJE YO” Expresa tus sentimientos: Nombre: Juan, Cuando: me enteré que le contaste a la maestra… Yo sentí: ¡¡¡muchísimo enojo!!! Quiero: que me expliques por qué lo hiciste. (o que me pidas disculpas, que le expliques a la maestra que… que no lo hagas más… etc.) Segundo ejemplo: “Lenguaje yo” Expresa tus sentimientos: Nombre: Ana, Cuando: te olvidaste de que íbamos a ir juntas al cine Yo sentí: mucha tristeza. Necesito: que me pidas disculpas. Tercer ejemplo: “LENGUAJE YO” Expresa tus sentimientos: Nombre: Sra. Directora, Cuando: vengo a dirección a explicarle qué pasó con el sobre Siento: mucho miedo. Quiero: que entienda que lo hice sin darme cuenta y que no va a pasar más. Cuarto ejemplo: “LENGUAJE YO” Expresa tus sentimientos: Nombre: Mamá, Cuando: tengo que ir al colegio contigo para explicar por qué me fui sin permiso, Siento: miedo de que tu y la directora se enojen conmigo. Quiero: que no te enojes conmigo y le digas a la directora qué me pasó con Popy (nombre del cachorro). Quinto ejemplo: “Lenguaje yo” Expresa tus sentimientos: Nombre: Rivera, CUANDO: DECÍS QUE TE ROBÉ EL NÚMERO. Siento: ¡¡¡una furia terrible!!! Quiero: ¡que digas la verdad ya mismo! ¡¡¡Y que sepas que la bici me la llevo yo!!! Sexto ejemplo: “Lenguaje yo” Expresa tus sentimientos: Nombre: Laura, Cuando: supe que te cambias de colegio Sentí: mucha tristeza porque te voy a extrañar y miedo de que no podamos seguir siendo amigas Necesito: que me digas que vamos a poder seguir siendo amigas. Actividades adicionales De acuerdo a la edad de los alumnos se entregarán trozos de textos extraídos de breves relatos (por ejemplo, Jugando en la plaza) o canciones, entrevistas en revistas, etc., donde se subrayará o resaltarán las frases en que se use un “lenguaje tú”. Cierre Reflexionarán sobre cómo éste es un lenguaje muy diferente al que usan todas las personas y que por eso aprenderlo lleva tiempo y que, sobre todo, lo más difícil es empezar a dudar de los pensamientos negativos que se tienen sobre el otro y dejar de hablar sobre él o ella. Es muy bueno aprender este lenguaje pues es la mejor manera de evitar que el conflicto aumente y que pueda resolverse en paz. También se explicará que si dicen “por qué” será para hablar de sí mismos y no del otro (como en el último ejemplo). Fuente: Un mirar, un decir, un sentir en la mediación educativa de Cecilia Ramos Mejía, Editorial Histórica, 2003. 14. Los conflictos van a la Mesa de la Paz Introducción El docente dirá a los chicos: “Ahora juntos vamos a elegir y preparar un lugar donde podrán ir cuando quieran arreglar un conflicto de manera pacífica si los modos que ya conocen los han usado (lenguaje amable, probar la suerte, esperar turno) y la pelea continúa. ¿Quieren que preparemos la Mesa de la Paz?” Procedimiento Primero recordarán cómo es sentirse en paz y cuánto mejor es sentirse así que como se sienten cuando están peleando. Se motivará a los niños para que, entre todos, decidan el lugar más apropiado para colocar la Mesa de la Paz. Se aceptarán ideas para decorarla, para hacer el cartel que diga “Mesa de la paz” con los colores y formas que ellos propongan, incluso, por grupos pueden hacerse varios carteles, e ir colocando uno por semana en el lugar que corresponda. Se explicará que a ese lugar irán por propia voluntad cuando por sí solos no puedan resolver sus conflictos pacíficamente. Ellos podrán pedir a la maestra de la paz que los ayude a hacerlo y allí será el lugar indicado para tratarlo. En él se deberán cumplir las Reglas de la Paz y deberán usar un lenguaje atento. Dichas reglas también podrán estar escritas en una lámina en la pared. Ellas son: 1. Mantener las manos sobre la Mesa de la Paz mientras hablan o escuchan. 2. Escuchar sin interrumpir esperando el turno para hablar. 3. Tratar al otro con respeto y amabilidad (sin insultar ni pelear). 4. Hacer una lista de las posibles soluciones. 5. Elegir la mejor solución para todos. La maestra les dirá a los niños que escucharán unas historias sobre conflictos y dos niños las representarán como si fueran actores para aprender a usar la Mesa de la Paz. Primera historia Federico y Marcelo estaban jugando con un tren que el padrino de Marcelo le había regalado. Sus papás le habían dado permiso para llevarlo a la escuela siempre que lo cuidara mucho. Federico, sin darse cuenta, escuchó que lo llamaba su hermana y se lo llevó por delante, se enganchó un vagón en la zapatilla y al pisarlo, le torció una rueda. Marcelo se enojó muchísimo pensando que en su casa cuando supieran lo que había ocurrido con el tren no lo iban a dejar más llevar juguetes a otro lado para jugar y lo iban a poner en penitencia por descuidado. Entonces le dijo a los gritos que nunca más iba a jugar con él. Federico también se enojó y le dijo que era un estúpido y que nadie iba a querer jugar con él por amarrete. En la clase se siguieron peleando hasta que la maestra les ofreció ir a la Mesa de la Paz. Terminado el relato se elegirán dos alumnos que quieran hacer el papel de Federico y Marcelo. Se sentarán en la Mesa de la Paz y la maestra llevará adelante la solución del conflicto tal como lo hicieron la loba Fidelia y la ovejita Berta con Palmira y Rita... en el último sueño. La maestra seguirá los siguientes pasos: 1. Leerá las reglas preguntando si están de acuerdo en cumplirlas. Si las aceptan, se seguirá con el segundo paso. 2. Les preguntará qué fue lo que ocurrió. Escuchará las versiones de cada parte. Les pondrá nombre a las emociones (enojo, pena o tristeza, miedo) utilizando el lenguaje en primera persona. Por ejemplo les dirá: “Marcelo, parece que tú te enojaste cuando Federico sin querer pisó la rueda del vagón y se arruinó y te dio miedo de que tus papás te retaran, ¿es así?” “Federico, y tú te enojaste cuando Marcelo te gritó porque lo hiciste sin querer, ¿es así?” Si responden afirmativamente y si no añaden nada más seguirá con el segundo paso; en el caso de que no fuera así, seguirá aplicando la escucha activa y dándole nombres a las emociones primarias. También podrá ir legitimándolos y buscando coincidencias: “Se los ve a los dos muy apenados, se nota que les gusta mucho jugar juntos.” Una vez que se note que ha bajado la carga emocional, recién seguirá con el siguiente paso. 3. Les preguntará qué solución se les ocurre para que puedan seguir jugando juntos. Federico podrá decir: “Que siga jugando conmigo, que voy a tener más cuidado”. Marcelo podrá decir: “Que le diga a mis papás que él pisó la rueda sin querer”. Federico: “Sí, yo le puedo decir a los papás que a mí se me rompió la rueda... pero ¡quiero seguir jugando con sus juguetes, son muy lindos...!” Marcelo: “Si quiere seguir jugando, que arregle mi tren”. Federico: “No sé cómo arreglarlo... pero... tengo unas cuantas ruedas en casa de otros trenes que se rompieron... pero no sé cómo ponerla...” Marcelo: “Mi hermano más grande seguro que sabe...” Maestra: “¿Les parece una buena solución?” Marcelo: “Sí, puede ser”. Federico: “Le pedimos a Jaime que lo arregle y yo le puedo prestar el volante para los autos que siempre me lo pide ¿dale?” Marcelo: “¡Sí, vamos a decírselo!” Maestra: “¿Ya se solucionó el conflicto?” Federico y Marcelo: “Sí, Seño, ¡¡¡estuvo bueno!!! ¿Vamos?” Maestra: “¡Sí, los felicito! ¡Pero vayan en el recreo...!” 4. Si llegan a una solución que conforme a ambos la maestra los felicitará luego de que Federico le haya pedido disculpas y que haya dicho cuándo va a ir a hablar con los papás de Marcelo. Cierre Les dirá que ella se va a ocupar de saber si ambos cumplen con la parte que les toca para la solución del conflicto. Fuente: Adaptación de Cómo hacer la paz entre la niñez de Fran Schmidt y Alice Friedman, Peace Education Foundation, 1ª. edición, 1996.