La Guerra Civil Española. 1936-1939. Introducción y causas de la

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La Guerra Civil Española. 1936-1939.
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Introducción y causas de la guerra.
Golpe de Estado y apoyos en ambos bandos.
Fases de la guerra y evolución de los frentes.
Evolución política y social en ambos bandos.
La dimensión internacional de la guerra.
Consecuencias de la guerra.
1. Introducción y causas de la guerra.
La Guerra Civil española, es uno de los temas de la historia contemporánea que mayor debate historiográfico
ha generado, no sólo en nuestro país, sino a nivel internacional. Son miles los trabajos, ensayos, tesis
doctorales,… que con este tema se han publicado. Asimismo, también han sido muy variados, los enfoques e
interpretaciones que de este conflicto se han presentado ya casi desde el mismo fin de la guerra. Quizá uno
de los aspectos que más interés ha suscitado sea precisamente el de explicar cuáles fueron las causas que
llevaron a la guerra, tarea que vamos a intentar sintetizar en las siguientes líneas.
¿Qué factores llevaron a que la II República acabara de forma tan violenta?
La guerra civil, fue el resultado de una serie de factores y conflictos internos que en muchos casos eran
antiguos, pero que el régimen de libertades que trajo la República, contribuyó a sacarlos a la luz y que
finalmente provocarían una profunda división en la sociedad española.
- El problema de la Tierra. La Ley de Reforma Agraria que se pone en marcha durante el Bienio
Reformista, y que tantas esperanzas había despertado, no llegó a concluirse y el impacto que tuvo
respecto a un reparto más igualitario de la propiedad fue bastante débil, sin embargo contribuyó a
que la República se ganase la animadversión rotunda de los propietarios agrícolas, no sólo de los
grandes terratenientes, que desde el principio intentaron bloquear dicha reforma, sino también de los
pequeños propietarios que temían que la LRA, pudiera terminar en una colectivización y perdieran
sus escasos recursos. Muchos de estos últimos terminarán acercándose a partidos de ideología
católica y conservadora y serán la base social del franquismo. Por el otro lado, los campesinos sin
tierra y los jornaleros verán frustradas sus expectativas de conseguir un mayor reparto social y
pronto se lanzarán a las acciones violentas y movimientos insurreccionales que tanto dificultarán el
orden social durante la República.
- El problema del ejército. El ejército español tenía una larga tradición golpista y de intervención por
las armas en la vida política del país. Además una de sus principales misiones había sido la de
encargarse del orden público, ante la ausencia de otros cuerpos policiales específicos. La reforma del
ejército que pone en marcha la II República va a favorecer el choque de un sector de éste con el
gobierno, al considerarla algunos como un claro ataque a esta institución. A partir de febrero del 36
se inicia un discurso muy propicio a la insurrección del ejército.
- La protesta social y el movimiento obrero. La II República va a ser recibida desde los sectores
populares con grandes esperanzas, sin embargo, éstas pronto se verán frustradas, a pesar de las
reformas sociales que se ponen en marcha, sobre todo por la situación de crisis económica
internacional que favoreció un deterioro del nivel de vida y el aumento del paro y la inflación. Esta
frustración, pronto derivó en protesta y pronto se abrió un abismo entre el Estado y una parte
importante de la población. La República va a ser abandonada por el PSOE y la UGT y abiertamente
rechazada por la CNT. Los discursos de estas fuerzas políticas se irán radicalizando poco a poco.
- El problema religioso. El conflicto entre los defensores del catolicismo y de la Iglesia y los sectores
anticlericales no es nuevo y en España es una constante desde finales del siglo XIX, pero la
República, con su intento de secularización y modernización, va a abrir la válvula a este problema.
Por una parte, los defensores del catolicismo van a manifestar, desde el principio una profunda
hostilidad hacia la República porque se siente atacada y ve como su función social ha sido puesta en
cuestión por un gobierno al que tacha de ateo y enemigo de Dios. El discurso de los sectores
católicos ultraconservadores se irá haciendo cada vez más radical y el número de sus adeptos irá en
aumento. Por el otro lado, los sectores anticlericales, muy presentes en los movimientos sociales en
España, responderán a esta actitud desafiante de la Iglesia, con el ataque a sus propiedades, en
determinados momentos.
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A la República le salieron muchos enemigos. Unos naturales (la derecha conservadora, la Iglesia y parte del
ejército) y otros imprevistos (sectores más radicalizados del movimiento obrero –un sector del PSOE, la
CNT y el PCE-). Acabar con la República se convirtió en el objetivo de un amplio sector de la población
española.
Sin embargo, nada de lo anteriormente expuesto conducía necesariamente a una guerra civil. La República
no fracasa. El golpe de muerte a la República se lo dieron desde dentro, desde un sector de ejército que
rompió el juramento de fidelidad a dicho gobierno en julio del 36. Pero el golpe de Estado del 17-18 de julio
fracasa porque no logra hacerse rápidamente con el poder, debido a la división del ejército y de las fuerzas
del orden y porque parte de la población española se moviliza a favor o en contra. Este fracaso es el que
desencadena la guerra civil; una guerra que surge como un conflicto interno pero que pronto se
internacionalizará (debido al temprano apoyo de las potencias fascistas –Alemania e Italia- al bando de los
sublevados y de la retracción de las democracias liberales que supuso dificultades de financiación para la
República), insertándose dentro del conflicto internacional de los años 30 entre fascismo y democracia o
entre fascismo y comunismo.
“(…) Era julio de 1936 y así comenzó la guerra civil.
Dentro de esa guerra hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar,
iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas.
Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de
religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la
nación, y una guerra de ideas, de credos que estaban entonces en pugna en el escenario
internacional. Una guerra imposible de reducir a un conflicto entre comunismo o fascismo o entre
el fascismo y la democracia. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales
entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización,
dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción
del comunismo y del fascismo.
La destrucción del adversario se convirtió en el objetivo prioritario. A la política de exterminio
inaugurada por los militares sublevados se adhirieron con fervor sectores conservadores,
terratenientes, burgueses, propietarios, hombres de bien, que se separaron definitivamente de la
defensa de su orden mediante la ley. Donde el golpe militar fracasó, sonó la hora de la ansiada
revolución y del juicio final a los patronos, ricos y explotadores. Sin reglas ni gobierno, sin
mecanismos de coerción obligando a cumplir las leyes, la venganza y los odios de clase se
extendieron como una fuerza devastadora para aniquilar el viejo orden.
La guerra civil española ha pasado a la historia, y al recuerdo que de ella queda, por la
deshumanización del contrario, por la espantosa violencia que generó (…) sirvió en los dos bandos
en lucha para eliminar a sus respectivos enemigos, naturales o imprevistos (…)
La situación internacional a finales de los años treinta reunía circunstancias poco propicias para la
paz y eso afectó de forma decisiva a la duración, curso y desenlace de la guerra.(…)”
CASANOVA, Julián; República y guerra civil (vol. 8 de la
Historia de España; Ed. Crítica, Barcelona 2007)
2. Golpe de Estado y apoyos en ambos bandos.
El 17 de julio del 36 se inició el golpe militar contra la República en Marruecos. En los dos días siguientes
muchas guarniciones militares del resto de España se unieron al golpe de Estado con el apoyo civil de
falangistas y requetés (carlistas). El general Franco, al mando del ejército de África inició el paso de las
tropas a la península. El gobierno de la República tardó en reaccionar lo que permitió que los sublevados
se hicieran fuertes en Pamplona, Sevilla, Castilla la Vieja y parte de Aragón.
El 19 de julio, Casares Quiroga será sustituido por José Giral como jefe del gobierno y se comenzó la entrega
de armas a los sindicatos y los partidos del Frente Popular, que junto con los sectores del ejército y de las
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fuerzas del orden que se mantuvieron fieles a la República, lograrán que el golpe fracasara en buena parte de
España.
La sublevación triunfó principalmente en la España interior, Galicia, las ciudades andaluzas de Sevilla,
Córdoba o Granada y parte de Aragón. Los apoyos sociales del bando sublevado eran militares
conservadores, monárquicos, grupos católicos, falangistas y carlistas, es decir, aquellos que se habían
opuesto más contundentemente a las reformas de la República y pronto pasaron a autodenominarse “los
nacionales”.
Por el contrario, el golpe fracasó en la periferia española y en las áreas industrializadas (país Vasco,
Asturias, Madrid, Cataluña, Levante y parte de Castilla y Andalucía. En algunas de las ciudades se vivieron
enfrentamientos armados entre los sublevados y las tropas leales auxiliadas por milicias populares que
defendían al gobierno. En este bando los apoyos sociales procedían de las clases populares: obreros,
trabajadores urbanos, pequeña y mediana burguesía vinculada al republicanismo y campesinado sin tierra, así
como un nutrido grupo de intelectuales y artistas. Muchos pertenecían a sindicatos y partidos de izquierda y
pronto fueron denominados por el otro bando como “los rojos”.
3. Fases de la guerra y evolución de los frentes.
Desde el inicio de la guerra hasta su finalización el 1 de abril de 1939, se pueden distinguir las siguientes
fases:
- Julio de 1936-marzo de 1937.
Las tropas sublevadas se dirigieron hacia Madrid que permanecía leal a la República. La toma de la capital
de España, por su importancia política, su valor simbólico y estratégico se convirtió en una prioridad para los
insurgentes. Su estrategia era que las tropas del general Mola, venidas desde el Norte, y las de Franco, desde
el Sur confluyesen en la capital. Pero la estrategia fracasó. Pero los ejércitos insurgentes no cejaron en su
empeño de ocupar la capital. Hubo un nuevo intento en noviembre de 1936, que provocó la salida del
gobierno hacia Valencia y la creación de la Junta de Defensa de Madrid bajo la presidencia del general
Miaja, y otro en febrero de 1937 en los alrededores del río Jarama. Ambos fracasaron.
Durante este periodo de tiempo las ciudades de San Sebastián, Irún y Málaga fueron ocupadas por las tropas
sublevadas.
- Abril-Octubre de 1937.
Ante la imposibilidad de tomar Madrid, el objetivo del ejército franquista se centró en controlar las regiones
de Asturias, Cantabria y País Vasco, zona de gran valor económico por su riqueza siderometalúrgica y
minera. Se inició la ofensiva en marzo de 1937 por el general Mola, quien permaneció al frente de la
ofensiva militar hasta su fallecimiento en un accidente aéreo en junio de 1937. En este frente colaboró la
Legión Cóndor alemana, responsables del trágico bombardeo a la localidad vizcaína de Guernica. En el mes
de junio las tropas franquistas tomaron Bilbao y una de las primeras medidas tomadas fue la supresión de la
recién concedida autonomía.
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En agosto de 1937 el ejército franquista junto con tropas italianas tomó la ciudad de Santander, en octubre
era ocupada Asturias.
- Octubre 1937-Abril 1939.
A finales del año 1937 la zona republicana quedaba restringida a la franja oriental de España. La iniciativa
militar partió entonces del ejército republicano quien en diciembre de 1937 tomó la ciudad de Teruel. En
febrero de 1938 el ejército franquista ocupó Teruel, y posteriormente tras avanzar por el valle del Ebro se
dirigió hacia el Mediterráneo ocupando Vinaroz y Castellón. En abril de 1938 ocuparon Lérida y el estatuto
de Cataluña fue derogado. El gobierno de la República se instaló en Barcelona.
Las operaciones militares del ejército franquista en Valencia fueron aprovechadas por los republicanos para
atacar sus posiciones en el río Ebro. Se inició entonces lo que se conoce como la Batalla del Ebro, uno de los
episodios más sangrientos de la contienda por el alto número de bajas producidas en los duros
enfrentamientos
bélicos,
fundamentalmente
en
el
bando
republicano.
En diciembre de 1938 se inició la ofensiva contra Cataluña y a finales de enero de 1939 Barcelona era
ocupada por las tropas franquistas. El 4 de marzo de 1939 el teniente coronel Casado se sublevó contra el
gobierno presidido por Juan Negrín con el objetivo de conseguir una paz negociada con Franco. Tras
rechazar este último la propuesta del militar republicano, el 28 de marzo de 1939 el ejército franquista
entraba en Madrid y el 30 lo hacía en Alicante, la última ciudad republicana. El 1 de abril de 1939 la guerra
civil española finalizaba oficialmente.
4. Evolución política y social en ambos bandos.
-
La España “nacional”. Concentración de poderes y contrarrevolución
En la zona nacional el Estado de la República desapareció, pero progresivamente se va a crear otro distinto
caracterizado por la concentración del poder, la militarización y disciplina reinante y el nacional-catolicismo
como ideología imperante.
Sanjurjo iba a ser el líder de los nacionales, pero su muerte dejó a estos sin un jefe claro. Confirmado el
fracaso pero no la derrota del golpe, se creó una Junta de Defensa Nacional integrada por los militares
participantes en el golpe más importantes (Franco, Mola, Queipo de Llano, Cabanellas, Dávila y Saliquert).
La primera tarea de esta Junta de Defensa Nacional era el nombramiento del jefe del mando militar,
nombramiento que recayó en Franco por el avance de su ejército de África y las simpatías alemanas e
italianas. Así la Junta de Defensa Nacional lo nombró Generalísimo de los ejércitos y jefe del gobierno y del
Estado. Era septiembre del 36.
Concentrados los poderes del Estado, Franco se dispuso a organizarlo, tomando dos iniciativas
fundamentales; la unificación de las fuerzas políticas y el nombramiento de un Consejo de Ministros. Unificó
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a falangistas, tradicionalistas (carlistas) y restos de la CEDA en un nuevo partido Falange Española
Tradicionalista de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas (FET de las JONS), juzgando y ejecutando a
los que se opusieron a ello como el jefe de la falange Manuel Hedilla. Quedaba claro que la unidad del
mando militar sería en el futuro unidad del mando político, pues Franco era jefe indiscutible del nuevo
partido o Movimiento Nacional. Franco se atribuía por ley la potestad legislativa y repartía las carteras
entre las distintas familias políticas (militares, falangistas, tradicionalistas, católicos, monárquicos, algún
técnico independiente...) cuya función principal sería la del revestimiento ideológico del régimen y la de
aportación de personal político y administrativo para las diferentes instituciones. Este gobierno con sus leyes
y decretos inició un lento proceso de institucionalización del nuevo Estado: Fuero del Trabajo - en el que
se imponían los sindicatos verticales y la intervención del Estado en la economía-, Ley de prensa imponiéndose la censura previa- y Ley de Enseñanza Media - en la que se garantizaba a la Iglesia católica
el control de ella-. Inmediatamente la vida política y social se militarizó en esta zona. Se impuso una rígida
censura de prensa, se suprimieron e ilegalizaron todos los partidos políticos y sindicatos del Frente
Popular y se suprimió el derecho de reunión y asociación. El único partido permitido, Falange de la JONS
se subordinó a las directrices del ejército. Los únicos símbolos políticos permitidos fueron el falangista (el
yugo y las flechas) y el carlista (la cruz de San Andrés). Al mismo tiempo se cancelaron todas las
disposiciones legales sobre la Reforma Agraria y se devolvieron a sus antiguos propietarios las tierras
incautadas. Estaban sentadas las bases del nuevo régimen, que luego se consolidarían en la dictadura.
-
la España republicana.
La España republicana se caracteriza por todo lo contrario que la nacional, sobre todo en los primeros meses
de la guerra. Frente a la concentración del poder; atomización de éste y disputas políticas, frente al orden y la
disciplina militar el desorden y el movimiento asambleario, frente a la unión la división, frente a la
contrarrevolución la revolución.
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la
economía: transportes, suministros militares, centros de producción. Mientras el gobierno se limitaba a
ratificar legalmente lo que los comités hacían de hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva de fincas. Las grandes propiedades y, en algún caso, las
medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la socialización de la
tierra y su producción. En las zonas de hegemonía anarquista tuvo lugar una colectivización total de la
propiedad. En algunos casos, se llegó incluso a abolir el dinero.
El gobierno de la República se mantiene con Azaña como Presidente y como jefe del gobierno, Giral. En
septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad, presidido por el socialista Largo Caballero y con
ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes. En
noviembre se incorporaron cuatro dirigentes anarquistas, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer
ministro en España.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder
centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo de guerra. La tarea era difícil. El poder estaba
en manos de miles de comités obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente los
anarquistas con socialistas y comunistas. Los gobiernos autónomos eran otro factor de disgregación. No sin
dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la República y en octubre se aprobó el Estatuto vasco.
En la zona republicana se enfrentaron básicamente dos modelos. Por un lado, la CNT-FAI y POUM que
emprendieron la inmediata colectivización de tierras y fábricas. Su lema era "Revolución y guerra al
mismo tiempo". Su zona de hegemonía fue Cataluña, Aragón y Valencia. Por otro lado, el PSOE y el PCE
intentaron restaurar el orden y centralizar la toma de decisiones en el gobierno, respetando la pequeña y
mediana propiedad. Su lema era "Primero la guerra y después la revolución".
Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona en los sucesos de
mayo de 1937. El gobierno de la Generalitat, siguiendo instrucciones del gobierno central, trató de tomar el
control de la Telefónica de Barcelona, en manos de un comité de la CNT desde el inicio de la guerra. El
intento desencadenó una insurrección y los combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937, provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El nuevo gobierno
presidido por el socialista Negrín, tenía una mayoría de ministros del PSOE, pero se inclinaba cada vez
más hacia las posturas defendidas por el PCE. La ayuda soviética había hecho que los comunistas
pasaran de ser un grupo minoritario a una fuerza muy influyente.
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Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se impuso una mayor
centralización en la dirección de la economía y se terminó de construir el Ejército Popular, acabando con
la indisciplina de las milicias. ( En los primeros días de la guerra, la desorganización del ejército que
permaneció fiel a la República, provocó la formación de milicias de voluntarios armados de partidos obreros
y sindicatos que se convirtieron en la principal fuerza de choque y de defensa de la República. Cuestionaban
el militarismo clásico y la jerarquía y para algunos historiadores fueron la causa del fracaso militar de los
republicanos).
A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo y dividieron en
dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas enfrentadas. Mientras la postura oficial,
representada por Negrín y apoyada por el PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la "resistencia a
ultranza", algunos dirigentes, anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar ante
la perspectiva de la segura derrota.
Los acontecimientos internacionales: el Pacto de Munich en septiembre de 1938, la retirada de las Brigadas
Internacionales, la disminución de la ayuda soviética; y los internos: la caída de Cataluña, reforzaron la
idea de que la guerra estaba perdida. Así, en marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó del
poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el dictador exigió la
rendición incondicional.
5. La dimensión internacional del conflicto
La guerra civil española fue uno de los conflictos del siglo XX que más repercusión internacional provocó.
En el conflicto español se entrecruzaron a la vez los intereses estratégicos de las potencias y el
enfrentamiento entre las grandes corrientes políticas del momento (democracia, fascismo y comunismo).
Las potencias fascistas decidieron desde un primer momento ofrecer una ayuda importante a los rebeldes
dirigidos por Franco. Mussolini y Hitler no solo podían conseguir beneficios estratégicos, Italia continuaba
su política de expansión mediterránea y Alemania podía obtener un aliado que amenazara la retaguardia
francesa, sino que ayudaban a un aliado ideológico en su lucha contra los sistemas democráticos y las
ideologías obreras. Portugal (con un régimen dictatorial) se unió desde un principio a esta ayuda a Franco.
La URSS, por otro lado, tuvo muy claro desde un principio su compromiso de ayuda a la República. No sólo
se enfrentaba a la expansión del fascismo, sino que alejaba el centro del conflicto entre las potencias al otro
confín de Europa, alejando el interés que Hitler tenía en sus fronteras.
Las grandes democracias tuvieron una actitud que podemos catalogar como uno de los grandes engaños
diplomáticos del siglo. Gran Bretaña estaba decidida desde un principio a mantenerse neutral. El gobierno
conservador británico veía con aprensión la extensión de la influencia germano-italiana a la península y la
consecuente puesta en peligro de su base de Gibraltar y su ruta imperial a la India; sin embargo, la
orientación revolucionaria que pronto tomaron los acontecimientos en la zona republicana alejó
definitivamente de la cabeza del gobierno conservador la posibilidad de una ayuda a la República. El
gobierno británico tenía más miedo a la expansión del comunismo que al triunfo del fascismo. El gobierno
francés, pese a estar conformado por el izquierdista Frente Popular, siguió lo marcado desde Londres.
La actitud de las democracias ante la guerra española se enmarca dentro de su ilusoria búsqueda de una
política de conciliación con Hitler (política de “apaciguamiento”). El Reino Unido y Francia, habían optado
hacía tiempo por tratar de evitar cualquier enfrentamiento que pudiera llevar a una guerra general.
El mayor ejemplo de esta política de apaciguamiento ante las potencias fascistas alcanzó su cenit con la
firma del Pacto de Munich en septiembre de 1938. Se puede afirmar que desde ese momento, las esperanzas
de la República desaparecieron.
Otro buen ejemplo de esta actitud fue la política del gobierno norteamericano. Mientras el Congreso de
Estados Unidos aprobaba la denominada Ley de Neutralidad, el gobierno de Roosevelt miraba para otro lado
cuando las compañías petrolíferas norteamericanas vendían combustible a Franco.
El gobierno francés de León Blum, con el apoyo británico, ofreció a las demás potencias un Pacto de No
Intervención en el conflicto español: se trataba de no facilitar ni hombres ni material de guerra a ninguno de
los bandos en conflicto. Nació así el denominado Comité de No Intervención al cual se adhirieron todas las
potencias. El Comité fue una farsa, mientras Francia y Gran Bretaña se abstenían de ayudar al régimen
democrático en España, Hitler y Mussolini apoyaron de forma masiva y decisiva la causa de Franco. La
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única potencia a la que pudo volver sus ojos el gobierno de Madrid fue la URSS, algo que repercutió en la
evolución interna de los acontecimientos en la zona republicana donde se notó la cada vez mayor influencia
de los comunistas en la toma de decisiones.
La desigual ayuda exterior recibida por ambos bandos fue uno de los factores que explican la victoria
de los nacionales.
El bando nacional recibió desde un primer momento una decidida ayuda de Hitler y Mussolini. Tras recibir
apoyo aéreo para pasar el Ejército de África a la península, Mussolini envió setenta mil soldados italianos,
munición y material de guerra; y Hitler mandó la Legión Cóndor que incrementó de manera decisiva la
superioridad aérea de Franco. La colaboración de Portugal, aunque no fue decisiva en el terreno militar,
permitió el libre paso de armas para el ejército de Franco por territorio luso. Por último, hay que señalar las
tropas marroquíes integradas en el Ejército franquista y que a menudo fueron utilizadas como fuerzas de
choque.
La única ayuda que recibió el bando republicano de las democracias fue las escasas armas enviadas desde
Francia en los primeros momentos del conflicto, si bien la ayuda francesa quedó inmediatamente cortada tras
la firma del Pacto de No Intervención.
La ayuda soviética comenzó a llegar a tiempo para ayudar en la defensa de Madrid. Sin embargo, aunque fue
importante fue más dispersa y de menor calidad que la que recibió Franco.
La otra ayuda que recibió el gobierno de la República fue la de Las Brigadas Internacionales. Estas
brigadas estuvieron constituidas por grupos de voluntarios procedentes de muy diversos países que acudieron
a España para ayudar a la República y frenar el avance del fascismo. Aunque fueron organizadas y reclutadas
por la Internacional Comunista, no todos eran comunistas, también se alistaron socialistas, anarquistas,…
Fueron distribuidos en seis Brigadas que estaban formadas por batallones que solían agrupar a los soldados
de cada país (Telemann a
los alemanes, Lincoln a los norteamericanos, Garibaldi a los italianos, etc). Vinieron entre cuarenta mil y
sesenta mil, según distintas fuentes. Tuvieron un papel importante en la defensa de Madrid y en las batallas
del Jarama y Teruel y a finales de 1938, cuando la situación ya era muy grave para la República, el gobierno
de Negrín decretó su salida de España. Unos 18.000 brigadistas quedaron enterrados aquí.
6- Las consecuencias de la guerra.
La Guerra Civil fue el episodio más traumático que vivió la sociedad española durante el siglo XX.
Durante tres años, conciudadanos, e incluso miembros de una misma familia, luchaban entre sí; el odio entre
los españoles se acrecentó, resultando inevitable el deseo de aniquilación del contrario. Los que vencieron
excluyeron y persiguieron a quienes no se habían sumado de manera entusiasta a su bando. El dolor de la
mayoría y el rencor de muchos era el denominador común de la España de los años posteriores a la
contienda.
En los últimos meses de la guerra, millares de combatientes republicanos y de familias enteras que
habían defendido públicamente al gobierno legal tuvieron que abandonar España de manera precipitada,
dejando atrás todas sus pertenencias y propiedades. Miles de combatientes, intelectuales, militantes de
partidos y sindicatos se agolpaban en el puerto de Alicante, última ciudad en ser tomada por los franquistas,
esperando tener plaza en uno de los barcos que los llevarían a algún país que los quisiese acoger. La frontera
catalana con Francia era un río de personas que tuvieron que sufrir las penalidades del exilio, muchos jamás
regresaron. En resumen, casi medio millón de muertos, de los que una buena parte corresponde a los
asesinatos de las retaguardias o en las cárceles de los vencedores.
Acabada la guerra, más de 250000 personas ingresaron en prisiones o en campos de trabajo forzado.
Decenas de miles de españoles exiliados se concentraron en campos de internamiento en el sur de Francia,
más tarde se dispersaron por países europeos, por el norte de África y sobre todo en Latinoamérica; México
fue la nación que acogió mayor número de personas y su capital se convirtió en la sede política de la
República en el exilio.
Las consecuencias en la cultura española fueron importantísimas. Quedó destruido todo el esfuerzo de
regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata de la cultura española (1898-1936). Fueron
ejecutados o destituidos por el franquismo más del 60% de los maestros y profesores. Prácticamente la
totalidad de los intelectuales de la generación del 27 y los más notables científicos y artistas murieron o
marcharon al exilio: figuras señeras como García Lorca, Buñuel, Antonio Machado, Alberti, Picasso,
Américo Castro son buen ejemplo de esta desertificación cultural. La cultura oficial retrocedió a los tiempos
del oscurantismo clerical, la represión y la censura, propias de la época de la Inquisición.
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Las consecuencias en el terreno económico fueron desastrosas para el país: la pérdida de reservas, la
disminución de la población activa, la destrucción de infraestructuras viarias y fabriles, así como de
viviendas -todo lo cual provocó una disminución de la producción- y la caída del nivel de renta. La mayoría
de la población española hubo de sufrir a lo largo de las décadas de 1940 y 1950 los efectos del
racionamiento y la privación de bienes de consumo.
Las consecuencias políticas fueron el final de la más importante experiencia modernizadora y
democratizadora que había tenido la España contemporánea y el inicio de un larguísimo período de
represión, de falta de libertad política y la supresión de derechos fundamentales de las personas.
En el ámbito internacional, España inició veinte años de aislamiento político, con excepción del
reconocimiento que obtuvo de algunos estados, como el Vaticano y Argentina. Quedó fuera del fuerte
impulso de progreso que se inició en Europa después de 1945. España llegaba a la mitad del siglo XX sin
haber solucionado sus problemas de convivencia política y sin conseguir la participación de todos sin
exclusión.
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TEXTO OBLIGATORIO PARA LAS P.A.U.
10-La guerra civil de 1936-1939
“La investigación local en España y en otros lugares ha enriquecido nuestra perspectiva
sobre la crisis de los años treinta y también ha subrayado uno de los dos factores
fundamentales de la Guerra Civil española: en sus orígenes, consistió en una serie de
enfrentamientos sociales españoles, y muchos de los problemas que surgieron en la zona
republicana derivaron de una resolución incompleta de algunos de esos conflictos. Los
investigadores españoles y extranjeros han contribuido a confirmar la otra verdad
fundamental sobre la guerra: durante la misma y tras ella, constituyó un episodio más en
la gran Guerra Civil europea que acabó en 1945. La derrota final de la República española
se produjo después de un cerco constante de tres años durante los cuales se vio
asediada desde fuera y desde dentro; desde fuera, por las fuerzas del fascismo
internacional y sus cómplices inconscientes entre los Estados democráticos y, desde
dentro, por las fuerzas de la extrema izquierda que antepusieron sus ambiciones
revolucionarias al propósito de realizar un esfuerzo bélico centralizado.
P. PRESTON, La República asediada. Hostilidad internacional y conflictos internos durante la guerra civil,
Barcelona, Península, 1999, pp. 11-12.
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